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Paseo

El Prado
Paseo
El Prado
El Prado, 1950 (Arch. J.C.)
GOBIERNO AUTÓNOMO MUNICIPAL
DE LA PAZ

Dr. Luis Revilla Herrero


Alcalde Municipal de La Paz Revisión de edición:
Pedro Susz Khol
Walter Gómez Méndez Director de Gobernabilidad
Oficial Mayor de Culturas
Autores:
Arq. Ximena M. Pacheco Mercado Carlos Gerl & Randy Chávez
Directora de Patrimonio Cultural
Diseño:
Arq. Patricia T. Vásquez Aguilera Arq. Ysrael A. Mendoza Maldonado
Jefa de Unidad de Patrimonio Imágenes antiguas del Museo Municipal Tambo
Material y Natural Quirquincho (archivos: Julio Cordero y Roger Pastén).
Imágenes actuales de la Unidad de Patrimonio Inmaterial
e Investigación Cultural.
Retrato de Juan Sánchez Lima, 1818 (anónimo) Introducción
El paseo del Prado o El Prado como también se lo
llama, se encuentra sobre la avenida 16 de Julio.
Conecta las avenidas Mariscal Santa Cruz y Villazón
de la zona Centro de la ciudad de La Paz. En sus
inicios fue llamado Alameda, paseo creado en los
últimos años de la época colonial sobre un campo
de cultivos, sirviendo como lugar de esparcimiento,
función que mantuvo hasta los primeros años del
siglo XX, cuando la vía, en la cual se encuentra, fue
nominada como avenida 16 de Julio y el paseo
adoptó el nombre de Prado.

Por este paseo y la vía en la cual se encuentra circulan


y circularon diariamente miles de personas,
distribuyéndose a diferentes sectores de nuestra
ciudad. El Prado forma parte relevante de los sitios
históricos y patrimoniales de la ciudad, su meritorio
valor estriba en que aún mantiene el trazo que lo
convirtió en el primer paseo en construirse en La
Paz. En su recorrido alberga parte relevante de
nuestro patrimonio escultórico público que es el
atractivo central del sector.

Breve historia
En 1817 el teniente coronel de infantería Juan Sánchez Lima, gobernador de Nuestra Señora de La Paz,
quiso formar una gran vía en los límites de la ciudad (la cual apenas llegaba hasta la actual plaza
Venezuela). Este camino debía atravesar diagonalmente el valle de Sopocachi, que se encontraba
rodeado de chacarismos (campos de cultivo) pertenecientes a españoles, criollos e indígenas, y llegar
hasta la pequeña capilla de la Concepción del Montículo. De esta manera, encomendó la obra al
ingeniero Francisco San Cristóbal, quien delineó, trazó e hizo terraplenar un estrecho camino llamado
“Campo de Carreras”, logrando alcanzar tan solo una extensión de 542 metros de largo por 36 metros
de ancho (lugar donde se encuentra la actual avenida 16 de Julio).

Para embellecer el sector, Sánchez mandó traer una variedad de árboles desde las haciendas que se
encontraban en los valles de Río Abajo, siendo éstos plantados a lo largo de la vía ancha. Por la
implantación arbórea, el sector quedó dividido en cinco vías, siendo la central la más espaciosa,
destinada para recorridos a pie, y las de sus extremos, para el paso de carrozas y jinetes. También se
desmontó la primera fuente de berenguela que se había construido en la ciudad, la cual se encontraba
en la plaza Mayor (actual plaza Murillo), a fin de ser emplazada en el recorrido central.
Muy pronto el sector adoptó una imagen de sosiego y grato reposo, lleno de sauces coposos de enormes
ramas, manzanos que producían frutos al alcance de la mano, guindos con sabrosos frutos rojos,
eucaliptos que purifican el aire, arrayanes y rosas silvestres, verdes y floridas por el riego constante
de una acequia (canal) bien distribuida en su entorno. Por varios años mantuvo un aspecto de
tranquilidad, incitando a parejas y familias enteras a dar largos y agradables paseos. A este paseo
romántico y recreacional, poblado de árboles, los paceños le dieron el nombre de Alameda.

En 1828 el intendente Manuel Vicente Martínez Monje Ortega hizo instalar al fondo de la Alameda los
portales del claustro de San Agustín y algunas banquetas de piedra labrada, para el descanso de los
transeúntes, que eran conocidas con el nombre de “poyos”. En la parte superior del portal principal
se leía la siguiente inscripción: “Por la Policía – 1828”, y en su parte inferior estaban decorados con
paisajes pintados. El paseo fue finalmente cerrado en 1891, cuando al inicio se construyeron tres
portales de piedra con puertas de fierro, que al ser cerradas con llave a la caída de la tarde, impedían
el ingreso, y los que quedaban dentro tenían que hacer prodigios para salir y lo hacían generalmente
por la calle San Pedro (actual calle Colombia), trepando por el interior de una casa. La primera que allí
se construyó fue la casa de Rafael Ballivián, adquirida poco después por Manuel Vicente; a uno y otro
los consideraron locos por vivir tan lejos, ya que en ese sector solamente habían chacarismos.

A la Alameda concurría la sociedad, especialmente la juventud, para divertirse en actividades de


esparcimiento, sobre todo en las carreras de la “sortija”, una diversión que fue traída desde Paris, la
cual se realizaba durante las mañanas de los sábados del mes de diciembre, animada por la banda de
música del ejército. Consistía en que jinetes, en carrera desenfrenada, debían extraer con un puntero
unas sortijas o aros colgados en ligeras cuerdas de un aparato especial. La Municipalidad premiaba por
manos de la más bella y distinguida dama de la concurrencia, con ramilletes de flores, a los diestros
y hábiles ganadores. Este espectáculo se llevó a cabo después en el local Sporting Club (fundado en
Sopocachi en 1888). También, en el primer día de noviembre o Todos Santos, a las cinco de la tarde,
se iniciaba la gran caminata vespertina, donde niños recorrían el paseo luciendo nuevos juguetes.

La primera fuente de la ciudad (Arch. J.C.) Portal al final de la Alameda (Arch. J.C.) Portal al inicio de la Alameda (Arch. J.C.)
Colegio Don Bosco (Arch. R.P.) "El Laguito" (Arch. R.P.) Aristocracia paceña (Arch. J.C.)

Al ingreso de la Alameda (frente a la actual plaza Venezuela) se instaló la segunda cervecería de la


ciudad, bajo la firma de Wolf Alexander. En el lado este, el gobierno construyó un edificio para el
funcionamiento del Instituto Nacional Boliviano, local que en 1896 fue cedido a la orden religiosa de
los salesianos para la instalación y fundación del colegio Don Bosco.

En 1897 la fuente del centro del paseo, de gran significación histórica, siendo de origen colonial, fue
desmantelada y con sus restos se construyó, dos años después, el primer cuerpo de la escalera principal
del Palacio de Gobierno. En su lugar se erigió un estanque de forma oval nombrado “el Laguito”, al que
se rodeó de una verja de fierro y se trajo una variedad de aves de los alrededores del lago Titicaca.
También se estableció a lo largo de la Alameda un jardín zoológico, que contaba con un avestruz, una
pareja de pavos reales, monos y loros, que paseaban libremente, y un jaguar enjaulado, que se exhibía
al final del recorrido. A este lugar concurrían los caballeros luciendo extravagantes bigotes, vistiendo
elegantes sombreros de felpa, larga leva y bastón. Las damas lucían delicados vestidos al corte de la
moda, levantando graciosamente el contorno de éstos para evitar el polvo. Sobre sus anchos sombreros
adornaban coloridas plumas y, muchas veces, llevaban bajo el brazo una pequeña y delicada sombrilla.
En las vías laterales daban vueltas interminables jinetes y coches cargados de elegantes personajes.
La Alameda marcaba la diversión de la aristocracia paceña y su expansión dominical después de la
salida de misa y finalizado el almuerzo hasta las siete de la noche, hora en que los mecheros a gas se
encendían y las grandes puertas de fierro de la entrada al paseo comenzaban a cerrarse.

En la Alameda comenzaba la entrada del Carnaval, las comparsas se reunían en este lugar para arrojarse
cartuchos de harina en medio de una gran asistencia popular. Una inmensa cabalgata partía del paseo
y recorría las calles de las Recogidas, que después se llamó del Recreo (desaparecida por la apertura
de la avenida Mariscal Santa Cruz), y Cochabambinas (actual calle Cochabamba) por la que se llegaba
a San Francisco, continuando por Apumalla (antigua calle Lanza, hoy desaparecida por la construcción
del moderno mercado que lleva su nombre), subía por la calle Ancha (actual calle Evaristo Valle), de
donde regresaba para conectarse con la calle Comercio, finalizando en la plaza Mayor (actual plaza
Murillo). El lunes y martes se desarrollaba el juego con harina, casarones y agua.
En 1909 el aspecto del paseo fue completamente
cambiado, a partir de entonces fue conocido con el
nombre de Prado, y la vía en la cual se encuentra
pasó a llamarse avenida 16 de Julio. Con motivo de
las celebraciones del Primer Centenario de la
Revolución del 16 de Julio de 1809, todos los árboles
fueron derribados, los animales, las esculturas, las
acequias, los portales y el lago del centro
desaparecieron, dando al paseo una apariencia de
desolación y vacio. El 16 de julio del mismo año, el
servicio de Tranvías de La Paz (TLP) fue inaugurado
con ocho vagones similares a los usados por los
Ferrocarriles Bolivianos. En el lado oeste del Prado,
se situaron rieles para el desplazamiento de los
vagones, los cuales se conectaban con otros similares
en la intersección de la avenida Villazón y la calle
Loayza (los tranvías transitaban en ambas direcciones
solamente sobre un riel). Si bien el paseo mantenía
un aspecto desolado, en su entorno se comenzaron
a construir edificios nuevos y, años más tarde,
surgieron hermosos chalets (viviendas unifamiliares).

En 1925 la avenida 16 de Julio y el Prado sufrieron


nuevas intervenciones. Durante la presidencia de
Bautista Saavedra, quien dirigió personalmente los
trabajos, fue asfaltada y se plantaron árboles
pequeños de talante modernista: cerezos, plantas
delicadas y flores finas importadas de viveros
japoneses. Después de cinco años, la circulación de
peatones y vehículos se hizo trabajosa en la ciudad,
planteándose la construcción de una gran avenida
formada por la unión de las avenidas Montes, 16 de
Julio, Villazón y Arce, las cuales constituyeron una
sola arteria central gracias a la apertura de la avenida
Mariscal Santa Cruz (cuyo trazo se inició en 1930),
lograda por el entubamiento del río Choqueyapu,
la demolición de numerosas casas y de la antigua
calle Recreo, que desde la época colonial fue
habitada por familias distinguidas y como conectaba
directamente con el Prado, fue muy concurrida. Con

Paseo El Prado (Arch. J.C.)


la apertura de la avenida Mariscal Santa Cruz mejoró el desarrollo vehicular, pero se afectó el movimiento
de los tranvías, los cuales tuvieron que desaparecer y cerrar sus operaciones en 1950.
Durante la revolución de 1930 fue quemado en el Prado, cerca de la acera sur, el piano del presidente
Hernando Siles. Uno de los más sentimentales sucesos registrados en el Prado, acaeció cuando más
de cien mil personas se reunieron en el paseo para escoltar los restos de estudiantes, obreros, militares
y mujeres, sacrificados en las jornadas revolucionarias, días previos a la caída del gobierno de Gualberto
Villarroel (21 de julio de 1946), hasta el Cementerio General. 43 ataúdes recorrieron el paseo, después
que fueron velados en una sencilla capilla ardiente cubierta de coronas y cruces florales en el hall y
el primer patio de la Universidad Mayor de San Andrés (El Diario, 24 de julio de 1946).

Actualmente la avenida 16 de Julio y el Prado (que forma parte indisoluble de esta vía), al igual que
la plaza Murillo, se han convertido en lugar de citas bulliciosas para la protesta o el júbilo, para demostrar
pesar o alegría. Por esta vía y su paseo han transcurrido un incontable número de marchas y protestas,
en contra de gobiernos corruptos o en busca de beneficios sociales. Un paseo donde los políticos
concurren en días de fiestas y previos a las elecciones para hacerse notar o hacer campaña. Es también
el romántico paseo de los enamorados y de varios personajes que, día tras día, concurren a este lugar
para dirigirse a otros puntos de la ciudad. Un paseo donde el Gobierno Municipal ha generado un
espacio de recreación y encuentro que promueve la diversidad cultural y el diálogo intercultural,
llamado Ferias Dominicales de las Culturas. Un lugar que al iniciarse el año 2000 reunía a más de 600
personas; concurriendo en la actualidad, cada domingo entre los meses de marzo y octubre, alrededor
de 10.000 personas.

Patrimonio escultórico público del Prado


En 1892, en este popular paseo, se instalaron las primeras esculturas póstumas de la ciudad, cuando
el presidente municipal José Vicente Ochoa, mandó a erigir en plena vía central los bustos con las
efigies de Eduardo Avaroa y José Ballivián, colocados sobre pedestales de piedra granito de seis metros
de altura (desaparecidas desde 1909). En 1928, al inicio del Prado, se erigió la fuente de Neptuno,
desmantelada y llevada al parque del Montículo en 1944; al final del paseo se emplazó un monumento

Busto en homenaje a José Ballivián (Arch. J.C.) Fuente de Neptuno (Arch. J.C.) Monolito Bennett (Arch. J.C.)
conmemorativo a los Colorados de Bolivia, el
cual tenía la efigie de un soldado de pobre
apariencia, que al poco tiempo se retiró, para
emplazarse en su lugar, en 1939, el Monolito
Bennett, el cual también fue retirado en la
década de 1940. Actualmente el paseo y su
entorno alberga las esculturas monumentales
erigidas en homenaje a Simón Bolívar (1783-
1830), Libertador de América y primer
Presidente de Bolivia, Antonio José de Sucre
(1785-1830), Libertador de América y segundo
Presidente de Bolivia, Cristóforo Colombo o Busto en homenaje al
Cristóbal Colón (1440-1506), descubridor de mariscal Sucre (Arch. J.C.)
América; las esculturas ornamentales, fuentes
de la Madre Patria y de la Juventud, y los Gallos,
siendo su regente custodio el Gobierno
Municipal.

Monumento a Simón Bolívar


Monumento escultórico estatuario de bulto
redondo, de tipo ecuestre, en posición erguido.
Tiene una altura y un peso aproximado de 4 m
con 2 ½ t. Obra del escultor francés Emanuel
Fremiet, fundida a base de bronce en el taller
de F. Bastienne en 1925.

La efigie del monumento que rinde homenaje


a Simón Bolívar fue adoptada oficialmente por
el gobierno venezolano, el cual mandó hacer
cinco réplicas para obsequiarlas a los cinco países
libertados por el caudillo. Esta imponente obra
fue entregada a Bolivia a punto de
conmemorarse los cien años de su
independencia y su fundación como República
(ingresó a la ciudad el 14 de julio de 1925). Se
la emplazó en la plaza Venezuela, espacio público
que lleva este nombre en homenaje a esta
nación hermana, para lo cual se reubicó el busto
que conmemora al Mariscal Sucre en la plaza
de San Pedro (actual plaza Sucre), a la cual se
dio su nombre.
Monumento a Antonio José de Sucre
Monumento escultórico estatuario de bulto redondo, de tipo
ecuestre, en posición erguido. Tiene una altura y un peso
aproximado de 4 m con 2 ½ t. Obra del escultor italiano Enrico
Todolini, fundida a base de bronce en el taller Lacana en 1926.

El monumento que rinde homenaje al mariscal Antonio José de


Sucre fue inaugurado por el presidente Hernando Siles, quien
jaló la cinta para develar la insigne obra, la cual, quedando al
descubierto, fue recibida con aclamaciones y aplausos de
autoridades nacionales, municipales y de un numeroso gentío,
que se estacionó alrededor y las calles adyacentes. Diez mil
alumnos asistieron para desfilar en la inauguración del
monumento, llenando el pedestal con ramilletes de flores. A
inicios del siglo XX, la plaza donde se encuentra el monumento
era llamada parque Gral. José Manuel Pando. Al transcurrir
varios años, pasó a llamarse plaza Roma, debido a que frente
a la actual Biblioteca Municipal se construyó el edificio de la
colonia italiana. En 1944 el gobierno de Gualberto Villarroel le
cambió el nombre por el de plaza Franz Tamayo. Dos años
perduró este nombre, ya que en julio de 1946, estudiantes
universitarios arrancaron la placa nominativa y la convirtieron
en la plaza Del Estudiante. Sin embargo, mediante Ordenanza
Municipal nº 2306/52, la Alcaldía nominó a la plaza con el
nombre de Franz Tamayo (vigente a la fecha).

Monumento a Cristóforo Colombo


Monumento escultórico estatuario de bulto redondo, de tipo
cuerpo entero, en posición erguido. Tiene una altura y un peso
aproximado de 2 m con 1 t. Obra del escultor italiano Giuseppe
Graciosa, realizada en mármol blanco en 1926.

A un año de conmemorarse el centenario del nacimiento de la


República de Bolivia, la colonia italiana residente en La Paz, en
un acto de cariño a la ciudad que los acogió, obsequió al
municipio la efigie de Cristóforo Colombo. Mediante Ordenanza
Municipal del 9 de febrero de 1926, la Alcaldía autorizó a la
colonia italiana erigir el monumento en el centro de la avenida
16 de Julio. Sobre el frontis del pedestal de mármol blanco, los
italianos hicieron tallar, lo siguiente: “Cristóforo Colombo, 12
de octubre de 1492. Navigare necesse est vivere non necesse”
(Navegar es necesario, vivir no lo es).
Fuente de la Juventud
Conjunto escultórico compuesto por ocho figuras. Sobre la
fuente se realza la principal: el Querubín; en su parte central
superior se ubica una escultura con la imagen de una Concha,
y debajo de ésta se encuentran tres estatuas conocidas como
los Bañistas; y finalmente, en su parte baja, se encuentran los
Cisnes. Su clasificación técnica y compositiva varía: la principal,
estatuilla de bulto redondo, de tipo cuerpo entero, en posición
erguida, su altura y su peso se aproxima a 60 cm con 120 kgs;
las centrales, estatuas de alto relieve, de tipo cuerpo entero
estilizado, con una altura y un peso aproximado de 170 cm con
600 kgs; los Cisnes, cuyo número asciende a tres, y la Concha,
integrada por tres piezas unidas, son esculturas ornamentales
de bulto redondo, de tipo cuerpo entero.

La Fuente de la Juventud no formaba parte en sus inicios de un


conjunto escultórico. Mario Bedoya Ballivián, en su condición
de Oficial Mayor de Cultura, fue quien erigió la fuente reuniendo
diferentes piezas escultóricas, valiéndose de los maestros
talladores Eusebio y Cipriano Montealegre y del fundidor de
esculturas Gregorio Conde. Los trabajos comenzaron sobre el
lugar donde se encontraba anteriormente el monolito Bennett.
Conde se encargó de la fundición de los Bañistas (cuyos moldes
pertenecían a una antigua vivienda), la Concha y los Cisnes. Los
maestros escultores se encargaron de tallar la fuente, al igual
que su eje central donde quedaron emplazadas las esculturas,
siendo inauguradas en 1976.

Fuente de la Madre Patria


Conjunto escultórico compuesto por 21 figuras. La principal se
realza sobre la fuente y el pedestal, efigie que corresponde a
la diosa de la Libertad y que está clasificada como escultura
estatuaria de bulto redondo, de tipo cuerpo entero, en posición
erguida. Tiene una altura y un peso aproximado de 2 m con 50
cm, con 1 ½ t. Su pedestal, de diseño octagonal, alberga ocho
esculturas de alto relieve, cuatro estatuarias y cuatro
ornamentales. Las primeras, estatuarias, son conocidas como
los Sátiros, que tienen una altura y un peso aproximado de 1 m
con 80 cm, con 620 kgs. Las segundas, ornamentales, son
Cabezas de Leones reproducidas de una sola efigie, que tienen
una altura y un peso aproximado de 60 cm con 70 kgs. Sobre
la fuente se encuentran 12 esculturas ornamentales de bulto redondo, reproducidas con la misma
imagen: peces de contornos mitológicos, menores y mayores.
La estatua principal, llamada la Libertad, fue obsequiada al gobierno boliviano por su homólogo francés
en 1901, con intervención del cónsul boliviano en París V. Farfán. Esta obra fue emplazada sobre la
jardinera de la avenida 16 de Julio, sobre un pedestal de más de cinco metros de alto. En 1909, cuando
se derribaron los añosos arboles del Prado, fue reubicada en la plaza Antofagasta, frente a la antigua
Aduana del ferrocarril Guaqui – La Paz (actual Terminal de buses de La Paz). La Libertad permaneció
en ese lugar hasta 1976, año en que fue restituida al Prado, siendo Mario Bedoya Ballivián quien la
hizo anexar a otras piezas escultóricas para conformar la fuente que actualmente se aprecia.

Gallos
Conjunto escultórico replicado, conformado por dos
figuras ornamentales de bulto redondo, de tipo
cuerpo entero, en posiciones erguidas. Tienen una
altura y un peso aproximado de 70 cm con 120 kgs.
Obras del escultor H. Enríquez, realizadas a base de
bronce fundido en 1978.

Los Gallos fueron emplazados en el pasaje donde


actualmente se encuentran, gracias al
emprendimiento de Mario Mercado Vaca Guzmán
y de Mario Bedoya Ballivián, el primero en su calidad
de Alcalde Municipal, y el segundo como Oficial
Mayor de Cultura.

Conclusión
La avenida 16 de Julio y el paseo del Prado, al cual alberga, evocan el recuerdo del
primer paseo en construirse en la ciudad, forman parte de una gran e importante arteria
central, lucen parte trascendental del patrimonio escultórico público paceño y forman
parte relevante de los sitios históricos y patrimoniales de La Paz. Sobre este paseo y
sus alrededores transitan y transitaron miles de personas, para distribuirse a diferentes
puntos de la ciudad o concurriendo a marchas de protestas y/o a encuentros en ocasiones
de júbilo. Un espacio público en donde, por su ubicación y tradición, el Gobierno
Municipal ha generado las Ferias Dominicales de las Culturas, un lugar recreacional que
reúne alrededor de 10.000 personas. Para finalizar, hacemos cita de las palabras del
célebre escritor Antonio Paredes Candia (Q.E.P.D.), que queremos transmitirlas: “No
hay paceño que no conozca y no haya recorrido el Prado”.

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