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MURILLO
Retorno de los héroes de la Guerra
del Acre - Plaza 16 de Julio, 1903
Breve historia
A diez años de haberse fundado la ciudad de Nuestra Señora de La Paz (1558), el corregidor
Ignacio de Aranda encargó al alarife Juan Gutiérrez Paniagua diseñar una plaza al otro lado del
río Choqueyapu, lejos de la plaza principal, donde fundó Alonso de Mendoza y su comitiva la
ciudad y la primera plaza española en Churubamba. El lugar indicado, como parte del valle,
estaba lleno de promontorios, colinas y riachuelos, cercados por pedregales llenos de arbustos
silvestres. En este lugar, para construir la plaza o cualquier edificación, había que derribar una
colina, de allí que Paniagua realizó el trazado aprovechando, en lo posible, todo lugar llano. Así
delineó la plaza, en una planicie o ladera inclinada bordeada de barrancos.
El trazo de la plaza obedeció a la ordenanza de las fundaciones de las ciudades españolas, las
cuales debían ser delineadas en forma de damero, es decir, en manzanas simétricas, rectangulares
y de igual superficie. La ordenanza dice: “Cuando hagan la planta del lugar, repártanlo por sus
plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor, y sacando desde ella
las calles a las puertas y caminos principales, y dejando tanto compás abierto que aunque la
población vaya en gran crecimiento, se puede siempre proseguir y dilatar en la misma forma”.
De esta manera, y según la topografía del lugar, los principales edificios públicos fueron
planificados en torno a la plaza, siendo ésta el primer espacio en trazarse, trazo que mantiene
hasta el día de hoy.
Fue la tercera plaza de la ciudad, ya que inicialmente se diseñaron dos, una para los españoles,
que es la actual plaza Alonso de Mendoza, y otra para los indígenas, que se ubicaba entre los
espacios que ocupa la avenida América, que era en sus inicios una calle, y después de ser
ensanchada se la llamó avenida, y en la calle Chuquisaca, que era conocida como la calle
Recoleta. Cuando la población de La Paz no pasaba de 200 habitantes españoles y cerca a cinco
mil indígenas tributarios, la plaza Mayor paso a restarle importancia a la plaza Alonso de
Mendoza, que hasta entonces había sido la principal, ya que en su entorno se habían repartido
solares para los vecinos fundadores y se había comenzado a construir las principales edificaciones
de la ciudad.
Plaza 16 de Julio (año Aprox. 1876)
En 1558 por orden de Ignacio de Aranda, Corregidor y Justicia Mayor, se colocaron los cimientos
del Cabildo (en el sitio actual donde se encuentra el Palacio de Gobierno), sitio donde también
se ubicó la cárcel, la cual se encontraba en el segundo patio del Cabildo, sobre macizas bóvedas
de piedra. Después de varios años de ser erigida, debajo se construyeron húmedos subterráneos
que se conectaban con la plaza. A partir de entonces se destinaron otras edificaciones: la
Compañía de Jesús, aunque no se tiene fecha precisa de los inicios de su construcción, se la
concluyó en el siglo XVIII (en el sitio actual donde se encuentra el Palacio Legislativo), lugar
donde también se establecieron las Cajas Reales; la Casa Obispal, se la edificó en la esquina
suroeste de la plaza (sitio donde actualmente se encuentra el Obispado de La Paz); y la Catedral,
que fue fundada en 1605, siendo el Rey de España quien financió su conclusión (en el sitio
actual donde se encuentra la Catedral de La Paz), aunque en años posteriores sostuvo varias
reparaciones y finalmente fue demolida en 1831.
Como núcleo de acercamiento urbano, la gente se reunía en la plaza Mayor para comentar las
noticias que llegaban desde España o desde las capitales de los virreinatos, o de algún inusitado
suceso local, ya que cualquier acontecimiento, por pequeño que fuera, llamaba la atención, no
teniendo la vida muchos atractivos de que hablar. Y en las noches de fiesta, la plaza desplegaba
el incitante olor de los ponches de leche con licor de uva y canela, la cual no faltaba en las
personas que se reunían.
Por varios años la plaza mantuvo un clima seco e intratable, debido a falta de vegetación en el
lugar; solamente en sus alrededores se percibía el perfume de las retamas, arrayanes y de los
alelíes plantados detrás de los perímetros de los solares próximos. Por mucho tiempo estuvo
sin pavimento, y tampoco existía ningún adorno en su eje central; aunque se empedraron las
calzadas, las aceras y los portales de su entorno. Recién quedó totalmente terraplenada en
1587, mediante macizos de tierra con los que se rellenaron varios huecos. A partir de entonces,
se inició la construcción de un acueducto que se conectó a una fuente de agua ubicada en
medio de la plaza. Esta fuente se la erigió en el término de un año; se lucía en el centro hermosa,
con su talante en mármol blanco – rojizo y berenguela con tres tazas, en torno a ésta, los “Catos”
o mercados indígenas comenzaron a surgir y las calles adyacentes tomaron los nombres de las
ventas que allí se realizaban, como ser de: leña, peces, paja, ajís, chichas de maní y maíz, entre
los principales productos. La fuente subsistió hasta 1817, año en que el intendente Sánchez
Lima la hizo trasladar a la “Alameda” o “Prado” (en la actual avenida 16 de Julio).
En 1852, en medio de la plaza, se comenzó a levantar otra fuente de mayores dimensiones que
su antecesora. Su constructor fue Feliciano Cantuta, quien concluyó su obra después de tres
años. La fuente como la anterior constaba de tres grandes tazas, encima de las que resaltaba
una escultura del dios Neptuno armado de su tridente; adornaban su entorno algunas sirenas
de fino labrado, que con ambas manos sujetaban contra el pecho un pescado, de cuyas bocas
salía agua de cara sobre la fuente, y las colas de las sirenas contenían la segunda taza, sobre
la cual se levantaba la tercera. Una rejilla de bronce resguardaba los espacios centrales,
encontrándose en su entorno columnas sobre las cuales figuraban algunas gárgolas y leones
marinos labrados. De las bocas de los leones marinos salía el agua al servicio público. En una
de sus piedras, el pueblo agradecido a Sánchez Lima, quien hizo tantas obras como gobernador
de La Paz, hizo grabar:
“Tu nombre con letras de oro Plaza 16 de Julio (año Aprox. 1876)
En este mármol bruñido
Será, don Juan Repetido
De la fama con decoro
Sánchez Lima, ¡Qué sonoro
Suena en La Paz tu apellido!
Por haberte merecido
Obras que aplauden tu gloria
Y hará eterna tu memoria
La fuente que has erigido”
(Sanjinés, 2002:29).
Plaza 16 de Julio (año Aprox. 1876)
Esta fuente perduró en la plaza hasta 1909, año en que, con motivo del centenario de la
revolución julia, fue retirada para la construcción del monumento a Pedro Domingo Murillo,
año en que también las autoridades municipales le dieron el nombre de plaza Murillo.
Los jardines que recrean un ambiente paisajísticamente agradable datan de 1890, pues hasta
entonces solamente había sido de más servicio para las tropas militares que para la sociedad
en general. Allí los castrenses realizaban, en su extensa calzada, formaciones, desfiles y ejercicios
rítmicos. Su imagen inclinada también fue cambiada cuando se construyeron elevadas calzadas
de piedra, sobre las que se extendió un patio enlozado que le dio una fisionomía pétrea; pero
alegrada por vistosos jardines llenos de fragantes flores y exuberante vegetación (una pequeña
caseta y algunos juegos de agua que también ornamentaban la plaza fueron demolidos).
Patíbulo simbólico
En 1997, con motivo de celebrarse el LXII aniversario y el día del excombatiente, la Federación
Nacional de Mutilados e Inválidos Heridos Beneméritos de la Patria de la Guerra del Chaco, hizo
erigir un patíbulo simbólico frente al Palacio de Gobierno, el cual rinde homenaje al protomártir
Murillo y a los libertadores Bolívar y Sucre. El frontis que da al Palacio de Gobierno presenta
una tea, la cual recuerda aquella frase pronunciada por Murillo el día de su ejecución: “La tea
que dejo encendida, nadie podrá apagar”. Con motivo de las celebraciones del Bicentenario,
el Gobierno Municipal instaló en su espacio central las imágenes de los protomártires de la
revolución julia, según el orden en que éstos fueron ejecutados.
Sentencias a los revolucionarios del 16 de julio de 1809
En 1810 José Manuel de Goyeneche, Brigadier de los Reales Ejércitos, Presidente Interino de
la Real Audiencia del Cuzco, General en Jefe del Ejército del Alto Perú, expidió dos documentos
como medio de sentencia contra quienes participaron de la revolución julia: la primera, la más
terrible, dictaminaba pena de muerte para la mayoría, estando en ésta Murillo y ocho de sus
compañeros; la segunda, dictaminaba una serie de castigos, embargos, destierros, trabajos
forzados, entre otras medidas. En ambos casos el castigo fue tremendo, cuyos daños pasaron
a sus familiares como medio de escarmentarlos durante sus vidas. En 2009, en el bicentenario
de la revolución julia, el Gobierno Municipal hizo plasmar el contenido de las sentencias en una
estructura de bronce de 90 cm por 1.40 m, para que los nombres de quienes ofrendaron su
vida, su familia, sus bienes, entre otros sacrificios, queden inmortalizados en la histórica plaza.
Anteriormente se encontraban otras estructuras similares en mármol, las cuales fueron
depositadas en la Cripta de los Héroes de la Basílica Menor de San Francisco.
Alegorías
Dentro de la plaza Murillo se encuentran ocho esculturas alegóricas que representan a las
estaciones del año y a las artes: primavera, invierno, otoño, verano, arquitectura, escultura,
música y pintura, clasificadas como ornamentales de bulto redondo. Desde sus inicios, fueron
emplazadas en el espacio público principal de la ciudad, en los cuatro lados de ingreso que tenía
la plaza Murillo. Después de algunos años, cuando sus lados de ingreso fueron ensanchados y
se recreó paisajísticamente su imagen con dotación
arbórea, las esculturas fueron introducidas más
hacia su eje central, lugar donde se las puede
apreciar actualmente. La escritora Ana Rivera ha
señalado que las esculturas fueron traídas desde
Berlín, Alemania, y que no se mandaron hacer,
sino las compraron ya hechas.
Gualberto Villarroel
El busto que rinde homenaje a Gualberto Villarroel
fue realizado en bronce por W. Prado, F. Ramos y
E. Montealegre, en 1979. Se clasifica como
estatuaria de bulto redondo. Villarroel fue el
trigésimo noveno Presidente de Bolivia, quien fue
víctima de la conspiración de la denominada “rosca
minero feudal”, terminando su vida en una vereda
de la calle que da a la plaza, después que su cuerpo
fue arrojado del Palacio de Gobierno por una
muchedumbre irascible, para ser finalmente
colgado de un faro de la plaza Murillo, lugar donde
también fueron colgados los cuerpos de sus más
allegados colaboradores, Roberto Hinojosa, Waldo
Ballivián y Luis Uría de la Oliva.
Conclusión
Sin duda la plaza Murillo fue, es y será, el espacio público más importante
del país, debido a que en ésta se suscitaron infinidad de hechos
trascendentales que marcaron la historia de nuestra ciudad y de la vida de
la nación. Todavía queda en las retinas de nuestras abuelas, entremezcladas
con sus lágrimas, las imágenes de las tropas de soldados que vieron ingresar
a esta plaza para ser reconocidos y homenajeados cuando retornaron de
la Guerra del Chaco. Al igual que en su momento lo hicieron los héroes
que partieron y retornaron de las guerras del Pacífico y del Acre. Hay tanto
por decir sobre este punto histórico de La Paz y de Bolivia, que si se plasmara
un libro sobre la plaza Murillo, en sus páginas, se escribirían los más
hermosos recuerdos de nuestro proceso histórico.