LO FALSO COMO LO PREFERIBLE
Los libros de Miguel Albero (Madrid, 1967) se cuentan por genialidades. Qué fortuna tenerle como escritor distinto a absolutamente todos los demás, con un sello personal único, en el que el humor y lo paradójico le llevan a decirnos la verdad de lo que vemos alrededor a diario. Incluso en sus libros de versos Sobre todo nada, Lista de esperas, Volver y De estas Honduras mis estampas– ha inventado, por así decirlo, una poética del sentido común, donde lanza introspecciones que se hacen universales y nos alientan a replantearnos las cosas. Albero es un Chesterton moderno, maestro de la narrativa apócrifa y juguetona –véanse los relatos de Principiantes: inventarios de comienzos sin final feliz (2004) y Cruces (2007), dos libros nacidos en la argentina Mendoza, el primero bajo seudónimo, que luego aparecerían en editoriales comerciales– y un narrador de una intensidad fuera de lo común. Lean sus desternillantes novelas y se sentirán ridículos como seres humanos, pero con risotada blanca y risueña, por más que el fondo sea tremendamente mordaz.
Una de ellas fue (Zut Ediciones, 2011). Así remataba el autor cada
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