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Message In A Bottle
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Ebook97 pages1 hour

Message In A Bottle

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Colección de ensayos literarios sobre autoconocimiento, escritos en pergamino, lacrados, enrollados y metidos en botellas de vidrio incoloro, sin vestigios de rótulo, cerradas con tapones de corcho de los alcornoques del Alentejo. El destinatario eres tú.
LanguageEspañol
Release dateMar 3, 2015
ISBN9781633399280
Message In A Bottle
Author

Isabel Duarte Soares

Isabel Duarte Soares nació en Lisboa, en 1971, se enamoró locamente de Brasil y adoptó San Paulo como su hogar durante cinco años. Su alma es portuguesa, sus emociones, brasileñas y su razón, europea. Es escritora, eterna investigadora de psicología analítica, posgraduada en periodismo literario y traductora, en este orden necesariamente. Escribe sobre comportamiento, psicología, y principalmente sobre autoconocimiento. Mezcla literatura, filosofía, psicología, mitología, con mucha creatividad. A veces divertido, siempre reflexivo, con la certeza de que por lo menos hará parar para pensar, analizar conceptos.

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    Message In A Bottle - Isabel Duarte Soares

    autoconocimiento

    MESSAGE IN A BOTTLE

    Ensayos sobre autoconocimiento

    ––––––––

    Isabel Duarte Soares

    Message in a Bottle

    Ensayos sobre autoconocimiento

    A mi padre

    Seduce mi mente y tendrás mi cuerpo,

    descubre mi alma y seré tuya para siempre.

    Anónimo

    1

    Porque hay un cierto romanticismo en los mensajes enrollados y metidos en una botella de vidrio incoloro, cerrada con un tapón de corcho —‍hay que alimentar el negocio de la exportación de corcho‍—‍; cuando vi una botella de champán en Alemania, hace más de quince años, con un tapón de plástico, me puse enferma. Porque estos mensajes están escritos a mano y con tinta, como antes, sin el corrector ortográfico de portugués que se me ha escabullido del iBook a un lugar incierto, sin que me haya percatado, como si no me bastase trabajar en inglés y sustituir motivos por motives sin darme cuenta. Y porque además de eso vienen del mar. No hay nada más inspirador que el mar. 

    La tiraré al mar con la esperanza de que vaya a parar a una playa con un mar azul-turquesa de arena blanca, como el de Contact, donde Jodie Foster encontró a su padre, pero sin estar desierta, con un espigón de piedra enorme y casas de madera donde vives tú. No sé de qué vives, ni si vives ahí todo el tiempo, o si solo estás haciendo un viaje de surf o cualquier otro tipo de viaje, mientras no sea alucinógeno, por ahí no paso, ya me basta tener que cuidar de mí misma veinticuatro horas al día. He escrito todo de carrerilla, sin corregir el texto una sola vez, lo que ya no me pasaba desde hacía bastante tiempo. Ni siquiera tenía imaginación, aún menos tema para escribir, y mucho menos texto para corregir... Ni te imaginas lo que me estaba empezando a preocupar por andar metida en un proyecto ultrasecreto, que no puedo ni siquiera abordar ya que aún no se ha concretizado. Pero se va a concretizar, y estoy tan contenta que no quepo en mí, aunque no parezca muy entusiasmada con la cosa, porque en verdad no he hecho gran cosa por la cosa. Pero yo sé por qué. No te lo puedo contar, porque es ultrasecreto. Pero puedo decirte que es original, que me va a dar un placer inmenso. Ha sido la primera vez, desde que escribo compulsivamente, que he estado tanto tiempo sin hacerlo, y me he asustado. Pero basta con entender los motivos. Basta con entender los motivos de esto y de aquello para que los cabos sueltos empiecen a atarse, y en cuestión de segundos se unen y forman un único nudo, descubriendo la verdadera historia.

    Las olas que llevan este mensaje hasta ti, en una botella de vidrio incoloro, con un tapón de corcho de los alcornoques del Alentejo, no son grandes ni pequeñas. Y tú estás en la playa, observándolas, quieto, al atardecer. Llega con las olas, que van y vienen, pero ella, más pesada que el agua, se queda presa en la arena y es entonces cuando la ves. O tal vez no. También te veo, al amanecer, haciendo tu carrera matinal y, de repente, das una patada a la botella y maldices el día en que un retrasado metal decidió tirar una botella de vidrio al mar. ¿Quién es el loco que no recicla en los días que corren? Y la tomas y te das cuenta de que tiene un mensaje dentro. O no. Estás en la playa, de pie, mirando hacia el mar, pensando a saber en qué, con unos vaqueros doblados por las canillas, con los dobladillos mal hechos —‍un tío de verdad no se preocupa con esos pormenores‍—‍, lo suficientemente doblados para no mojarlos, con el tronco descubierto; el sol se está poniendo, y ahí está ella, la botella de vidrio incoloro, con el tapón de corcho, envuelta en las olas, y tú, que por telepatía o por conocer bien el mar, notas que algo extraño está ocurriendo, desvías la mirada del horizonte y de repente la ves, viniendo directa hacia ti y volviendo mar adentro, envuelta en las olas, que siempre son pequeñas en la orilla del mar. Y vas tras ella, muerto de curiosidad, la calma que buscaste ya te empieza a poner de los nervios, y así te diriges mar adentro, acabando por mojarte los pantalones más de lo que tenías previsto, en busca de una botella de vidrio incoloro, con un tapón de corcho que —‍solo te das cuenta después‍— tiene un mensaje en su interior. Vas a casa, te tumbas en el sofá y lees este mensaje, que te va a ocupar el resto de la noche —‍de cualquier forma, es algo nuevo en la tranquilidad de la playa que escogiste‍— con pensamientos más o menos confusos sobre su origen, principalmente de dónde viene el corcho. Vas a tomar unas copas y no piensas más en este asunto. Vuelves a casa, aterrizas en la cama y tal vez se te ocurra, en el único segundo en que estés despierto, pensar qué tipo de proyecto ultrasecreto será este...

    Y después de este, puedes esperar más. Vendrán, en botellas de vidrio incoloro, con un tapón de corcho.

    2

    La historia de los mensajes en botellas de vidrio incoloro, con un tapón de corcho, no tiene nada que ver con la canción de los Police, ya que no se trata de un SOS. Menos tiene que ver con Las palabras que nunca te diré, el único libro de Nicholas Sparks que he conseguido leer hasta el final, aunque sea demasiado cursi para mi gusto, además de que solo habla de desgracias, y a mí, aunque debo de tener media costilla mexicana y me gusta un buen drama de vez en cuando, no me gustan las historias que acaban mal. Tampoco eres Kevin Kostner, tienes mucho más pelo, eres más joven y no eres rubio, no sé si eres más guapo, aunque no es difícil, mucho menos has de morir en alta mar, en un velero en medio de una tempestad aterradora, donde ni un tiburón sobreviviría, aún menos tú —‍porque no eres burro hasta el punto de meterte en un mar en esas condiciones, ni estás lo suficientemente deprimido para arriesgarte a tamaña proeza, de donde sabrías ciertamente que saldrías perdiendo‍—‍. Tú no eres el tipo de hombre que desiste de sí mismo, mucho menos para tentar a la suerte contra el mar.

    No sé tu nombre, no sé de dónde eres ni qué idiomas hablas. Pero estos mensajes dentro de botellas de vidrio incoloro que llegan hasta ti, llevados por los mares que los navegantes de mi tierra recorrieron hace años y años sin fin, y que los hicieron llegar lejos, son como las películas de Hollywood: sean cuales sean los personajes, sea cual sea

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