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El castellano en las tierras de habla catalana
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El castellano en las tierras de habla catalana

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Este libro ofrece 16 estudios sobre la formación y las características del castellano hablado en Cataluña, el País Valenciano y las Islas Baleares. Aspira a presentar un balance de la investigación así como nuevos resultados y a destacar los ámbitos que aún quedan por investigar. Recoge contribuciones de Francisco Báez de Aguilar González, Elisenda Bernal, Jenny Brumme, Montserrat Casanovas Català, Jaume Climent de Benito, Andrés Enrique-Arias, Carlos J. Guerrero Ramos, Ulrich Hoinkes, Anja Käuper, Johannes Müller-Lancé, Hans-Ingo Radatz, Magdalena Romera, Bàrbara Roviró, Carsten Sinner, Robert E. Vann, Andreas Wesch y Katharina Wieland.
LanguageEspañol
Release dateJun 1, 2014
ISBN9783865278630
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    El castellano en las tierras de habla catalana - Iberoamericana Editorial Vervuert

    planificadas

    PRESENTACIÓN

    Carsten Sinner

    Humboldt-Universität zu Berlin

    Andreas Wesch

    Universität zu Köln

    Dado el influjo notorio del catalán en el castellano de Cataluña, del País Valenciano y de las Islas Baleares, sorprende lo poco que se había escrito o investigado hasta muy entrados los años noventa sobre la formación y las características del castellano hablado en dichas regiones y lo tarde que se descubrió esta laguna en la lingüística variacional.

    A lo largo de los últimos años, varios investigadores catalanes, valencianos y mallorquines, pero también investigadores de otras regiones de España y extranjeros —húngaros, estadounidenses, alemanes—, se ocuparon más detenidamente del castellano de las regiones catalanohablantes, elaborando no solo artículos o estudios centrados en aspectos puntuales, sino también estudios de más envergadura como tesinas, tesis de licenciatura y doctorados.

    Se nos brindó la oportunidad de reunir, por primera vez, a todos aquellos investigadores que trabajan de forma seria y dedicada sobre las variedades en cuestión en una sección monotemática en el XV Congreso de la Asociación Alemana de Hispanistas, que se celebró en la ciudad alemana de Bremen en marzo de 2005.

    El presente volumen, resultado de la sección de Bremen, se abre con un recorrido bibliográfico sobre el contacto lingüístico entre catalán y castellano en el que se formulan los logros alcanzados así como las lagunas aún por trabajar. Con una breve contribución sobre algunos aspectos léxicos prototípicos de la variedad analizada, Andreas Wesch introduce al tema del volumen, haciendo hincapié en la frecuencia y en la necesidad de distinguir entre diferentes tipos de catalanismos.

    Jaume Climent de Benito estudia posibles interferencias del catalán en el español de la provincia de Alicante¹, analizando unos ejercicios de estudiantes de Secundaria. Ulrich Hoinkes y Bàrbara Roviró se acercan a las preferencias individuales de hablantes bilingües respecto de las dos lenguas en contacto en dependencia del tema tratado. La influencia de las actitudes identitarias individuales sobre las costumbres familiares de los inmigrantes andaluces es tratada por Francisco Báez de Aguilar González. Hans-Ingo Radatz se ocupa de las particularidades del castellano hablado en Mallorca, denominado de forma jocosa como castellorquín por los propios hablantes. El habla de los jóvenes del distrito portuario de Castellón es el tema de la contribución de Anja Käuper y Carlos J. Guerrero Ramos. Katharina Wieland estudia las transgresiones bidireccionales en el habla juvenil de Cataluña.

    Sobre la base de un corpus del español de Lleida, Montserrat Casanovas Català estudia aspectos léxicos de esta variedad. La formación de una Unidad Funcional discursiva está en el centro de interés de Magdalena Romera, que estudia el uso de lo que en el castellano de Mallorca. Andrés Enrique-Arias propone, para el estudio diacrónico de la misma variedad, la edición y el análisis del Archivo Epistolar de Pedro de Santacilia, que consta de cerca de 8.000 documentos escritos durante los siglos XVII y XVIII, principalmente en catalán y castellano.

    Motivado por el prejuicio de que los catalanohablantes conjugan mal los verbos del español, Carsten Sinner analiza la conjugación de algunos verbos irregulares por catalanes y hablantes de otras variedades. El estudio de Robert E. Vann abarca el caso de una marca transcódica al nivel de la morfología derivacional, el neologismo entofuido. Jenny Brumme se acerca a la fraseología, un tema que hasta estas alturas nunca se había tomado en consideración, estudiando la frase hecha como fenómeno entre variabilidad e interferencia.

    Con su estudio de la lengua de la prensa regional, Johannes Müller-Lancé ensancha la perspectiva a la lengua escrita en los medios de comunicación, enfocando el uso del catalán en textos en lengua española. Elisenda Bernal se dedica a las tecnologías de la información y la comunicación y al desarrollo de las terminologías espontáneas en comparación con las propuestas planificadas, partiendo del servicio de consultas terminológicas en línea de Termcat, Cercaterm.

    Creemos que este volumen, además de presentar una serie de importantes resultados y abrir nuevos caminos de investigación, es un balance en el que se destacan los ámbitos que aún quedan por investigar. Estamos convencidos de que esto hará posible una concepción de proyectos más amplios, en los que se podrá incluir a investigadores de diversas instituciones y diferentes perfiles.

    Cabe insistir, en este contexto, en que sería deseable que los hispanistas interesados en las variedades aquí estudiadas cooperemos más con la lingüística catalana, p. e. para aprovechar los corpus del catalán, para el intercambio metodológico y para la comparación de los resultados de la investigación. Una parte de los trabajos de este volumen se deben precisamente a que los investigadores trabajamos tanto sobre el catalán como sobre el castellano, y que nuestras experiencias motivaron o inspiraron los enfoques escogidos para los trabajos que aquí presentamos. Es buena muestra de que la compaginación de estas dos tendencias de estudio pueden contribuir a una investigación más fructífera sobre ambas lenguas.

    Agradecemos a Katharina Kroll y a Sebastià Moranta Mas su atenta lectura y valiosos comentarios. Además, queremos dar las gracias a todos los autores de este volumen, así como a los participantes de la sección de Bremen por las productivas charlas y provechosos debates que ya han llevado a cooperaciones en proyectos de investigación y a publicaciones sobre el tema que nos une a todos. Uno de los motivos por el que varios proyectos fracasaron o quedaron en el olvido en años anteriores ha sido, sin duda alguna, la falta de cooperación existente entre los interesados en este ámbito. El buen clima de trabajo durante el congreso de Bremen así como el intercambio a lo largo de la preparación de este volumen nos hacen esperar que esto no vuelva a ocurrir en el futuro.

    EL CASTELLANO EN LAS TIERRAS DE LENGUA CATALANA: ESTADO DE LA CUESTIÓN

    Carsten Sinner

    Humboldt-Universität zu Berlin

    Andreas Wesch

    Universität zu Köln

    1.EL ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN

    Hasta muy entrada la década de 1990, se había investigado sorprendentemente poco sobre el castellano de Cataluña, del País Valenciano y de las Islas Baleares. Esto está reflejado en el trato que recibe en obras como el Lexikon der Romanistischen Linguistik (Holtus/Metzeltin/Schmitt 1992, 1998), que prácticamente no toma en consideración las variedades del castellano habladas en las zonas catalanohablantes, o el manual Kontaktlinguistik (Goebl/ Nelde/Star/Wölck 1996), donde la exposición sobre la influencia del catalán sobre el castellano no ocupa más de treinta líneas (cf. Boix/Payrató/Vila i Moreno 1997). Aparte de muy pocas excepciones como Lapesa (1982, 1996), Seco (1989a) y García (1994), así como, más recientemente, la contribución de Blas Arroyo (2004) al manual de historia del español editado por Cano Aguilar (2004), tampoco las gramáticas y los manuales de dialectología tienen en cuenta el castellano de las regiones catalanohablantes, y asimismo en las obras lexicográficas están menos representadas las variedades del castellano de las regiones bilingües que las demás variedades del castellano (cf. Sinner 2004a: 37-47)¹. Lo mismo cabe decir de los manuales y diccionarios del habla coloquial, del argot y de las hablas urbanas (cf. Beinhauer 1958, Martín 1974, Villarín 1979, León 1992, Vigara Tauste 1992, etc.), lo que sorprende, dado que Barcelona es la segunda ciudad más grande de España.

    La situación en las obras de referencia, enciclopédicas o lexicográficas en buena parte refleja la situación en la investigación científica de las variedades del castellano. Por ello, es nuestro propósito ofrecer una visión cronológica sobre las investigaciones que se han llevado a cabo hasta el presente, destacando los logros y delimitando los campos que aún quedan por estudiar más profundamente.

    Empezamos nuestro recorrido bibliográfico al principio del contacto lingüístico entre catalán y castellano².

    Bien poco se sabe, hasta el momento, sobre la situación y la constitución del castellano de las regiones catalanohablantes de España antes del siglo XX. Si bien Badia i Margarit (1976) se dedica al papel del castellano como lengua de contacto del catalán desde el Decreto de Nueva Planta de 1716, y Vallverdú (1979) se ocupa de los orígenes de la diglosia en Cataluña y el conflicto lingüístico en el siglo XIX, hasta hoy día sigue válido, para todos los Países Catalanes, lo dicho por Eberenz (1977: 207), quien lamentaba la falta de informaciones acerca de la difusión del castellano en Cataluña alrededor de 1800 y sobre la situación sociolingüística en la que se encontraban los hablantes catalanes.

    Para Murcia, disponemos de un artículo de Colomina (1995), en el cual se analiza la influencia del catalán sobre el castellano en el Reino de Murcia en los siglos XIII-XVII.

    Jorba (1979) presenta una serie de ejemplos de manifestaciones metalingüísticas sobre el castellano de Cataluña aparecidos en el Diario de Barcelona entre 1792 y 1808, y en la década de los años 90 del siglo pasado, con las publicaciones de Kailuweit (1991, 1996, 1997a) y Jungbluth (1996) aparecieron trabajos que tienen en cuenta diferentes aspectos del pasado del castellano de Cataluña, sin embargo no existen más estudios lingüísticos relevantes centrados en aspectos históricos del castellano hablado o escrito en Cataluña o en los Países Catalanes en aquellos tiempos.

    El trabajo más extenso dedicado al estudio de la situación del castellano de Cataluña en el pasado es el de Kailuweit (1997a), quien analiza la historia de la diglosia del castellano y el catalán en los años desde 1759 a 1859. Kailuweit (1997a) describe la situación del castellano en tierras catalanohablantes en el primer siglo después del Decreto de Nueva Planta. Según Kailuweit (1996), al terminarse el siglo XVIII ya se había formado una variedad del castellano caracterizada por las interferencias del catalán. Siguiendo la terminología de Coseriu (1980 y 1981), habla de la existencia de un dialecto terciario (Kailuweit 1996: 737), posición rechazada por Sinner (2004a: 127-128).

    No obstante, sigue habiendo poca información acerca de la constitución del castellano en tierras de habla catalana de aquella época. Las únicas fuentes que permiten estudiar la lengua de los períodos anteriores al presente son las realizaciones lingüísticas escritas y las descripciones de la lengua en los textos coetáneos. Dificulta la tarea de querer abstraer información sobre la lengua oral a partir de los textos escritos el hecho de que, como bien se sabe, estos no representan la lengua hablada de forma fidedigna (cf. Martines 1993 y Messner 2000: 123), y como comenta Cano (1993: 386) en un estudio de la interferencia lingüística en Elche, en el que analiza textos del siglo XVII, la lengua escrita suele considerarse como más conservadora que la lengua oral.

    A Solà (1980) le debemos una lista de ejemplos y comentarios acerca de presuntos catalanismos que recopiló de diccionarios, gramáticas y manuales de los siglos XVIII, XIX y XX. Sin embargo, si bien nos da una idea de la conciencia metalingüística de algunos autores de la época, no sabemos hasta qué punto son acertadas las descripciones y en qué representaciones de la lengua se basaron los autores. Por regla general, no se sabe de quiénes eran los ejemplos criticados por los autores de dichos textos y si eran representativos de la situación lingüística de su tiempo. Lo que sí nos permite esta lista es sacar conclusiones acerca de la perpetuación de los supuestos casos de interferencia del catalán, referidos una y otra vez en los trabajos sobre el castellano de los catalanohablantes. Es un fenómeno ampliamente extendido hasta hoy día hablar de interferencia hasta en casos ya calificados como catalanismos en el siglo XIX, en vez de tratarlos como elementos integrados en el castellano de las regiones catalanohablantes (cf. Sinner 2004a: passim).

    Sinner (2004a: 22) opina que los argumentos aducidos en favor de la teoría de que a principios del siglo XIX ya había un dialecto del castellano hablado en Cataluña no son siempre convincentes: los comentarios metalingüísticos extraídos por Kailuweit (1996) de la prensa en lengua castellana de Barcelona publicada en el período en cuestión también podrían proceder de autores no nativos de la lengua castellana. El hecho de que las personas de los estratos cultos de la sociedad catalana se hayan definido como buenos estilistas en la lengua nacional (Kailuweit 1996: 741, 745) sería prueba en parte insuficiente de que se haya tratado de castellanohablantes nativos y tampoco permitiría hablar de catalanismos generalizables que formarían parte de un tal dialecto terciario. Sinner recuerda que también podría tratarse de las llamadas learner varieties (cf. Lüdtke 1998: 30), ya que el hecho de que profesores de la lengua castellana hayan mencionado, en anuncios en los periódicos, que dominaban (y enseñaban) la pronunciación estándar, podría interpretarse como indicio de que esta pronunciación no constituía la regla y merecía subrayarse. No equivaldría a que los hablantes nativos tuviesen los mismos problemas o vicios de pronunciación (cf. Kailuweit 1996: 743).

    Pasemos entonces al pasado más reciente, al siglo XX, que junto con el aumento de la dedicación científica a la lingüística en general y a la lingüística hispánica en particular, vio el nacimiento del estudio del castellano de los catalanohablantes como fenómeno individual, así como de las variedades castellanas de las tierras catalanohablantes como fenómeno social.

    El primer trabajo (sincrónico) que se dedica con algo más de detenimiento al castellano de una de las regiones catalanohablantes es el de Dalmau (1936). El autor critica diferentes fenómenos fonéticos, morfosintácticos y léxicos del catalán y del castellano de los catalanes. A diferencia de trabajos anteriores, como el de Oller (1871), que simplemente menciona aspectos considerados por ella como disparates, extranjerismos, barbarismos y demás corruptelas introducidos en la lengua castellana, pero sin dar ejemplos comprobables, Dalmau acompaña sus críticas con extractos de la prensa catalana en lengua española. Cabe subrayar que ya comenta cambios de la frecuencia de uso de algunos elementos léxicos (Dalmau 1936: 82).

    Publicado casi treinta años más tarde que el librito de Dalmau, el trabajo de Moll (1961) sobre el castellano de Mallorca es un verdadero hito en el estudio del castellano de las zonas catalanohablantes. Moll propone una primera clasificación de las características del castellano de una región catalanohablante, diferenciando particularidades fonéticas, léxicas y sintácticas. Divulga sus ideas acerca de los catalanismos publicando artículos en la prensa mallorquina (Moll 1962) y, por primera vez en 1968, a través de su Gramàtica catalana referida especialment a les Illes Balears (cf. Moll 1986). Es el primer autor que señala que son los propios maestros los que transmiten sus propios defectos de lenguaje [a los hijos o alumnos] con tal fuerza que ya no se les desprenden jamás, porque habiéndolos asimilado desde la niñez, ni siquiera son capaces, más tarde, de sospechar que los padecen (Moll 1961: 473). Y es el primero que hace hincapié en el hecho de que los catalanismos no constituyen un dominio de las clases incultas (Moll 1961: 473). Constata así que las particularidades del castellano catalanizado ya se adquieren durante el proceso de aprendizaje de la lengua materna. A esta conclusión parece no haberse prestado mucha atención, pues es una práctica extendida en trabajos más tardíos acerca del castellano de las regiones catalanohablantes que sus particularidades se califiquen como interferencias del catalán sin analizarlas a fondo y sin tener en cuenta otros factores explicativos.

    Los estudios de Badia i Margarit (cf. la lista en Brumme 1998: 39-68) son otras importantes contribuciones. El primer paso lo dio escribiendo sobre las particularidades fonéticas del castellano de los catalanes (1955), criticando, sin embargo, la pronunciación velar de l de forma poco objetiva, pues la califica como uno de los sonidos que más afea el castellano hablado por catalanes (Badia i Margarit 1955: 38). En el artículo Notes sobre el castellà parlat per catalans de 1964 (Badia i Margarit 1979b) se constata, por primera vez, que los resultados del estudio sobre el castellano de Barcelona son generalizables para la situación del castellano en los Países Catalanes en general y que hay que partir de características comunes de las variedades del castellano habladas en las diferentes regiones (Badia i Margarit 1979b: 135-136)³. La obra de Badia i Margarit plasma muy bien la historia y el desarrollo de las condiciones de la lingüística catalana en la segunda mitad del siglo pasado y permite hacerse una idea de las diferentes etapas del contacto del castellano con el catalán prácticamente desde el principio de las grandes oleadas de emigrantes procedentes del sur de España en la década de 1950 hasta la normalización del catalán. Particularmente los trabajos dedicados a la integración de las masas castellanohablantes (Badia i Margarit 1965 y 1979b) informan de forma detallada acerca de la historia reciente del castellano en Cataluña⁴. Otro aspecto importante de sus estudios es la conclusión de que los calcos fonéticos, morfosintácticos y léxicos del catalán —aún no se habla de interferencia— se dan también en los hablantes cultos y que no todos los fenómenos descritos son usados por todos los hablantes. Son conclusiones desatendidas en muchos trabajos más recientes. La falta de espontaneidad de los catalanohablantes al hablar en castellano, un aspecto prácticamente pasado por alto hasta el presente, es otro de los aspectos ya mencionados por Badia i Margarit (1977: 127, 1979b: 147 y 153, 1981: 28-29).

    La cuestión de la presencia de las particularidades en el castellano hablado por los castellanohablantes residentes en los Países Catalanes no se tiene en cuenta hasta 1967, cuando Colón señala que para abordar de forma conveniente el problema cabe distinguir entre el español hablado por los nativos: como lengua habitual o preferida en algunos, como lengua ocasional o impuesta en los más y el español hablado por los inmigrantes y por sus descendientes (Colón 1967: 203). Propone considerar otros criterios como las diferencias en la fuerza de asimilación de la lengua autóctona en cada una de las comarcas, la diferencia entre medio rural y medio urbano, la clase social a la que pertenecen los inmigrantes e incluso la situación lingüística antes y después de la Guerra Civil (Colón 1967: 203). Además de hacer hincapié en la tendencia al uso más frecuente de aquellos lexemas que tienen correspondencia en catalán (1967: 204), propone hacer una diferencia entre catalanismos ocasionales (aquellos usados por un solo autor o en una traducción) y aquellos que arraigan (Colón 1967: 238).

    Con el estudio de Jordana (1968) se presenta por primera vez una descripción comparativa de las dos lenguas implicadas en el contacto lingüístico, una de las premisas para el estudio de la influencia interlingüística. 21 años más tarde, Colón publica una continuación de esta obra (Colón 1989)⁵. Cabe decir que la carencia de trabajos de este tipo, sobre todo en lo referente a la lengua oral y coloquial, en contextos marcados por el uso del lenguaje de la intimidad, constituye hasta hoy día una de las lagunas más importantes del estudio de las variedades implicadas en el contacto lingüístico en los Países Catalanes.

    A partir de la década de 1970 se incrementa notablemente el interés por el estudio de las lenguas en contacto en España, pero esta tendencia al principio no repercute en la consideración del castellano de Cataluña (cf. Cerdà 1983).

    Durante la década de 1970 y los primeros años de la de 1980, aparte de pocas excepciones (como Esteva 1977), siguen desatendiéndose las variedades del castellano habladas en las regiones catalanohablantes. Continúa muy vivo el prejuicio de que sus particularidades son signo de falta de cultura y equivalentes al empobrecimiento del castellano⁶. A diferencia del interés que despiertan en esta época los casos del castellano en contacto con el gallego o el vasco —estudiados en una serie de trabajos relevantes como los de Echaide (1968), Zarate (1976), García (1976), Noia (1982) y Álvarez (1983)—, siguen siendo característicos del tratamiento de las variedades castellanas de los Países Catalanes en estas décadas los comentarios estereotipados calcados sin más miramientos de los trabajos anteriores, en los que no se pasaba de breves listados de los errores típicos de los catalanohablantes.

    En 1973, se publica un estudio comparativo del castellano y del catalán realizado por la Assessoria de Didàctica del Català en la Universidad Autónoma de Barcelona para determinar posibles fuentes de interferencia. Este trabajo —lamentablemente poco difundido— es el primero (que sepamos) dedicado al contacto entre catalán y castellano en el que se habla de forma explícita de interferencias lingüísticas. Sin duda alguna, tiene repercusión en los trabajos de López del Castillo (1975, 1984) acerca de las interferencias entre catalán y castellano. En su libro de 1984, presenta una primera tipología de la influencia catalana sobre el castellano hablado en las regiones catalanohablantes, diferenciando el influjo por simple cambio de significantes y campos semánticos no coincidentes y señalando que se hallan trazos de su presencia en el lenguaje de castellanohablantes monolingües (López del Castillo 1984: 39-40). Parece ser el primero en constatar que la interferencia no tiene por qué interpretarse como empobrecimiento de la lengua.

    Los años ochenta marcan un cambio de perspectiva en el tratamiento de las variedades del castellano de las regiones catalanohablantes, y no pocos autores cambian de idea al respecto. Badia i Margarit, por ejemplo, que en 1977 aún escribe que las interferencias conciernen particularmente al catalán (1977: 131), en 1981 ya tiene en cuenta el influjo de este sobre el castellano de los catalanohablantes e incluso en el de los inmigrantes castellanohablantes (1981: 27-28)⁷.

    En un trabajo sobre la influencia léxica del castellano en el catalán, Cerdà hace el lúcido comentario de que las influencias fonológicas son reflejo de una innegable pérdida de conciencia —y, por tanto, una grave brecha— en las intuiciones de los catalanohablantes para distinguir lo propio de lo ajeno en la lengua (Cerdà 1984: 276). Presenta en este estudio un modelo de préstamos —basado en el esquema establecido en Cerdá [sic] Massó (1967: 58-60)— en el que propone diferenciar entre préstamos in absentia y préstamos in praesentia. Bajo préstamos in absentia agrupa la simplificación de oposiciones y la eliminación de formas genuinas; los préstamos in praesentia se deberían a procesos en que se incrementan de cualquier modo los elementos de un subsistema léxico dado. A su vez divide estos préstamos in praesentia en totales, parciales e innovativos (Cerdà 1984: 278-279).

    El trabajo de Gómez Molina (1984), un análisis empírico de la influencia recíproca del castellano y del catalán valenciano en la ciudad de Sagunto, es el primer estudio del castellano hablado en Valencia. Se ocupa sobre todo de las relaciones entre aspectos lingüísticos y sociológicos. El resultado más destacable es el hecho de que la influencia ejercida por el catalán sobre el castellano puede manifestarse en todos los hablantes, independientemente de las variables sociolingüísticas, mientras que las influencias del castellano sobre el catalán sí presentan diferencias motivadas por dichas variables.

    El volumen sobre la interferencia lingüística publicado en 1985 por Payrató constituye una obra fundamental y casi de referencia obligatoria de la lingüística de contacto del catalán y del castellano en general, y del castellano de las regiones catalanohablantes en particular. Fue objeto de numerosas críticas la definición de interferencia que toma como base, ya que incluye, bajo el mismo término, tanto los elementos debidos a la influencia de otra lengua como los fenómenos ya no atribuibles a la influencia directa de la segunda lengua. El autor aplica el modelo descriptivo a la interferencia del catalán en el castellano, poniendo de relieve el gran impacto de la influencia del catalán⁸.

    Con el artículo de Marsá (1986) se toma por primera vez en consideración un aspecto que hasta entonces prácticamente no había sido estudiado: Marsá (1986: 98) advierte que la tendencia a evitar determinadas formas puede deberse al miedo de los hablantes de incurrir en un catalanismo, si bien Badia i Margarit sostiene, diez años más tarde, en el prefacio del Diccionari català-castellà (1995: 13-14), que la existencia de concomitancias entre el catalán y el castellano puede ser, precisamente, una cosa que ens tranquil·litza de la por de cometre errors. Esta tendencia a evitar determinados fenómenos constituye, según Marsá (1986: 99), una marca del bilingüismo, y puede darse no solo en el castellano de los bilingües, sino también en el de los hablantes monolingües inmigrados a tierras catalanohablantes.

    Seco (1989b) introduce el enfoque diacrónico en el estudio de las variedades castellanas de los Países Catalanes al analizar la expansión, en el castellano de Cataluña, de la omisión del artículo en sintagmas sustantivos con un componente que expresa ‘parte’, como la mayoría o la mitad. Según Seco (1989b), el aumento del uso de dicha omisión se inició en el castellano de Cataluña alrededor de 1960 y en las demás regiones castellanohablantes apareció solo unos veinte años más tarde.

    Llegamos al período más importante para el estudio del castellano de las regiones catalanohablantes, el comprendido entre los años noventa y lo que va del nuevo milenio.

    En esta década aumentó el interés de la lingüística hispánica por el castellano de las zonas catalanohablantes, apreciable por un considerable incremento de trabajos realizados sobre estas variedades tanto en España como en el extranjero.

    Uno de los motivos de este desarrollo es la convicción de que existe un modelo del castellano hablado por catalanes (cf. Royo Arpon 1991: 122-123), otro el aumento general del interés por los contactos de lenguas en los países románicos durante los años ochenta (cf. Stehl 1994). Otro motivo serán los cambios políticos y sociales en España con la progresiva democratización desde la muerte de Franco.

    Además, la importancia de las consecuencias del contacto lingüístico para la enseñanza de la lengua es un tema cada vez más recurrido, pero suele tratarse de breves introducciones al asunto, listas de fenómenos, etc., basados sobre todo en los trabajos de los años sesenta y setenta (cf. Tusón/Payrató 1991 y Montolío/Vila Pujol 1993).

    Con la aplicación y discusión de diferentes modelos teóricos para la clasificación del castellano se han hecho grandes avances teóricos durante los años noventa. Destacan el debate del término interferencia así como la discusión sobre la existencia de un dialecto terciario del castellano o de un continuum de variedades ubicables entre el castellano y el catalán (cf. Wesch 1992 y Kailuweit 1996).

    Cada vez más se impone la práctica de diferenciar nítidamente entre interferencia e integración. Es un claro resultado de la documentación de fenómenos catalanes en el castellano de personas que nunca estuvieron en contacto con el catalán, en niños todavía monolingües, etc., y, hecho particularmente significativo, en hablantes nativos del castellano, tanto de familias catalanas castellanohablantes desde hace generaciones como de familias de inmigrantes, con independencia del estrato social (cf. Montolío/Vila Pujol 1993, Pujadas/Turell 1993, Báez de Aguilar González 1995, 1997a, 1997b).

    En general, se nota una clara tendencia a otorgarle el estatus de variedad regional o dialectal al castellano de las regiones catalanohablantes⁹. Esto implica, a la vez, un alejamiento de la evaluación del castellano de Cataluña simplemente contrastándolo con la norma prescriptiva y el creciente rechazo de posiciones puristas¹⁰. Se generaliza la convicción de que no todas las particularidades del castellano de las regiones catalanohablantes se deben al contacto con el catalán, es decir, se impone la opinión de que el desarrollo interno y el papel del castellano como segunda lengua tienen que ver con el desarrollo de dichas variedades, y se admite que el hecho de que el castellano sea, para muchas personas, solo la segunda lengua, puede implicar un influjo de las marcas de bilingüismo en su evolución en el castellano de la región (Casanovas Català 1995a, Wesch 1997, Sinner 1998, 2000 y 2004a).

    Para el castellano de Valencia cabe destacar las obras de Blas Arroyo. El autor se ocupa, en una serie de estudios (1989, 1991a, 1991b, 1992a, 1992b, 1993, 1994a, 1995, 1998), de las consecuencias del contacto lingüístico para el castellano de Valencia y analiza, entre otros aspectos, la posible influencia del catalán como factor que refuerza tendencias de uso ya existentes en castellano. La monografía de 1993 presenta un estudio de la frecuencia y aceptabilidad de algunos fenómenos del castellano hablado en una zona urbana de Valencia, clasificados por el autor como resultados de interferencia o convergencia y como típicos del castellano valenciano. Sobre todo los ejemplos de las pruebas de interferencia realizadas por Blas Arroyo se encuentran citados en muchas publicaciones. Sin embargo, los trabajos de Blas Arroyo han sido criticados por una cierta falta de rigor científico y trasparencia metodológica (cf. Sinner 2004a: 2 y 262, así como particularmente las críticas de Poch Olivé 1998 por las escasas o nulas informaciones sobre el trabajo de campo, que imposibilita evaluar los análisis estadísticos realizados). El propio autor reconoce problemas metodológicos, por ejemplo aquellos reflejados en las discrepancias entre los valores de aceptabilidad obtenidos en un estudio y el uso real de las variables lingüísticas escogidas en los tests interferenciales presentados (cf. Blas Arroyo 1993: 141-142).

    Wesch (1987, 1992 y 1994a) introduce la problemática del castellano de los Países Catalanes en la lingüística hispánica alemana, ocupándose (entre otros aspectos) de una serie de fenómenos léxicos y semánticos prácticamente estereotipados por los autores que se ocuparon de las variedades castellanas de estas regiones. El autor distingue entre interferencias sintagmáticas y paradigmáticas, elaborando una clasificación que reúne los modelos ya mencionados de Weinreich (1953), Cerdà (1984) y Payrató (1985). En su trabajo de 1994, llega a la conclusión de que hay que partir de la existencia de un influjo mínimo que puede detectarse en todos los hablantes de las zonas bilingües (Wesch 1994a: 168, cf. Wesch 1997: 294), sin duda alguna un aspecto esencial para la evolución de las pretendidas normas regionales (cf. Sinner 1998). En su publicación de 1997 (que circula desde 1995 entre los especialistas del castellano de los Países Catalanes), Wesch introduce la cuestión de las dimensiones hablada y escrita —principio básico también de sus estudios sobre el catalán coloquial así como sobre el análisis del castellano hablado (Wesch 1994b, 1996 y 2000)— en el debate sobre el estatus del castellano de Barcelona, dejando asimismo su impronta en otros trabajos sobre la constitución del castellano de las regiones catalanohablantes.

    En los años noventa empieza a debilitarse la tendencia durante mucho tiempo predominante de atribuir los fenómenos lingüísticos considerados como feos o incorrectos a las clases más bajas o faltas de cultura (cf. Lipski 1983: 242-243 y la exposición en Sinner 2000: 149-150); en las regiones catalanohablantes, particularmente en Cataluña, no solo se atribuían a los catalanes faltos de cultura, sino particularmente a los descendientes de los inmigrantes castellanohablantes residentes en los suburbios de las grandes ciudades (cf., por ejemplo, la posición de Badia i Margarit 1965: 98, cf. Badía 1977: 122). Este cambio de perspectiva, que tiene que ver con que la situación lingüística y cultural de los inmigrantes —sobre todo de los inmigrantes andaluces—, se ha convertido en uno de los aspectos del bilingüismo de las regiones catalanohablantes mejor estudiados. Esteva Fàbregat observaba ya en 1977 la tendencia de los inmigrantes andaluces a emplear un castellano más neutro y a sustituir elementos léxicos andaluces por palabras del castellano o del catalán urbanos (1977: 110-112). No obstante, es en los años noventa, particularmente con los estudios de Báez de Aguilar González (1995, 1997a, 1997b) sobre la influencia fonética del andaluz en el castellano de Cataluña y sobre la sustitución progresiva de los elementos andaluces por las variantes del castellano hablado en Cataluña, así como sobre cuestiones de identidad lingüística (2000: 173-181 y 1997a, passim), que la inmigración andaluza entra en el foco de atención de los lingüistas. Con estos estudios crece la sensibilidad de los lingüistas con respecto a la importancia de factores sociales, como el escaso contacto de muchos inmigrantes y descendientes de inmigrantes con la lengua catalana en su vida cotidiana, así como de factores sociolingüísticos como las connotaciones (negativas), el saber lingüístico, epilingüístico y metalingüístico, la identidad lingüística, etc. para el desarrollo de las variedades empleadas en las sociedades estudiadas, y para el desarrollo de tendencias a evitar determinados fenómenos, a corregirse o incluso hipercorregirse (cf. Klempt 1990, Jancsy 1990, Moyer 1991, cf. Casanovas 1996a así como la sinopsis en Sinner 2004a).

    Los trabajos de Szigetvári (1994) y Sinner (1996) están dedicados a la compilación, descripción y clasificación del mayor número posible de elementos considerados como interferencia o fenómeno distintivo del castellano de Barcelona o Cataluña. Este tipo de compendios constituyen una precondición metodológicamente necesaria para el estudio del castellano de las regiones catalanohablantes (cf. Wesch 1994a: 168)¹¹. Para dar una vision general de aquellas peculiaridades léxicas y en parte gramaticales que caracterizan el español hablado en Barcelona (Szigetvári 1994: iii), Szigetvári reúne, comenta (si bien en parte de forma intuitiva) y ejemplifica todas aquellas palabras y expresiones consideradas por ella u otros autores como típicas de la variedad estudiada. El estudio de Sinner (1996) constituye una descripción y clasificación de la mayoría de los elementos léxicos, morfosintácticos y fonético-fonológicos descritos hasta entonces, con inclusión de la interferencia gráfico-fonética, un aspecto que se había desestimado en estudios anteriores. La tesis de Hernández García (1998a) contiene un extenso catálogo de fenómenos considerados como interferencias catalanas (o, según se ve, elementos integrados en el castellano debido a la influencia del catalán).

    2.ESTUDIOS DE ASPECTOS PARTICULARES

    Sobre todo en la segunda mitad de los años noventa se publica una serie de trabajos dedicados a aspectos concretos, tanto a nivel léxico como en las áreas de la morfología y la sintaxis, y en menor medida en aspectos fonéticos. Esto se debe al hecho de que con la bilingualización prácticamente completa de los hablantes del catalán van disminuyendo, en las últimas generaciones, los rasgos fonéticos tan llamativos del castellano hablado por los habitantes de las regiones catalanohablantes de épocas anteriores y que hoy en día se dan sobre todo en hablantes de cierta edad, a saber, la pronunciación típicamente catalana, por ejemplo la realización de l a la catalana¹². Se superan así en parte las descripciones globales que abundaron a principios de los años noventa.

    Sinner (1996: 109-112, 1998, 2000) realiza un análisis comparativo de textos escritos para determinar la frecuencia de uso de las perífrasis verbales haber de + inf. y tener que + inf. con el que prueba una frecuencia más alta de haber de + inf. en textos escritos por autores procedentes de las regiones catalanohablantes. Hernández García (1997b) estudia el uso del marcador pragmático va teniendo en cuenta la comprensión de dicha forma por parte de los hablantes oriundos de regiones monolingües españolas, y Blas Arroyo/Porcar (1997) se ocupan de los usos del imperfecto de subjuntivo o la sustitución del mismo por el futuro de indicativo en informantes procedentes de Castellón, demostrando que dicha sustitución está relacionada con la lengua dominante de los informantes.

    Con su tesis doctoral de 1996 y en una serie de artículos, el primero en ocuparse de forma extensa y detallada de aspectos pragmáticos del castellano de Cataluña es Vann (1997a, 1997b, 1998a, 1998b, 1999c, 2000, 2002a, 2002b). Centra su atención en la alteración del sistema deíctico como resultado del contacto con el catalán, estudiando la correlación de la identidad etnolingüística de los catalanohablantes con el uso de los elementos deícticos y transferencias pragmáticas (Vann 1998b) en lo referente a la organización del enunciado en tema y rema. Concluye que las estructuras nuevas no solo pueden entrar en una lengua con estructuras paralelas o con lagunas paradigmáticas: con eso contradice las posiciones de Weinreich (1953) o Silva-Corvalán (1994) al respecto. Otros trabajos hacen suyo el problema de la interferencia pragmática, de manera que, en 1998, Hernández García ya comenta que es un término en boga que puede referirse a muchos aspectos, pero no nos parece que exista otro mejor y lo suficientemente general para englobar las diferentes interferencias a las que puede dar cabida (1998b: 74, nota 21).

    En el pasado, los análisis de las características del castellano de los catalanohablantes habían sido realizados o al menos iniciados o propuestos, en su gran mayoría, por personas activas en el área de la enseñanza del castellano, ya sea como lengua materna, ya sea como lengua secundaria o extranjera (cf. Moll 1986, Badia i Margarit 1981)¹³. No sorprende, por ello, que incluso entre los trabajos más serios y fundados en estudios empíricos se encuentren estudios impulsados por el

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