La escopeta de caza
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About this ebook
La escopeta de caza es una pequeña obra maestra de uno de los mejores escritores japoneses del siglo XX. Fue galardonada con el premio Akutagawa, el más importante galardón de su país. En ella se relata la historia de la relación adúltera entre un hombre casado, Josuke, y una mujer divorciada que acaba suicidándose, en tres cartas dirigidas a Josuke. En la primera, la hija de la amante explica a Josuke que ha leído el diario de su madre y que, por tanto, sabe su secreto y las causas de su muerte. En la segunda, la mujer legítima explica las razones por las que ha decidido abandonarle. La tercera carta es la escrita por la amante antes de su suicidio. En el centro, omnipresente, el hombre solitario con su escopeta de caza. De carta en carta, de sorpresa en sorpresa, el lector descubrirá los diferentes aspectos de la tragedia, en esta novela a la vez apasionada y glacial, de una extraordinaria intensidad.
Yasushi Inoué
Yasushi Inoué (1907-1991) fue uno de los más prestigiosos novelistas japoneses del siglo XX. Académico, vicepresidente del Pen Club Internacional, propuesto en múltiples ocasiones para el Nobel, su extensa obra podría dividirse en dos períodos: el que se ocupa de la sociedad contemporánea y el que resucita el pasado mediante grandes frescos históricos. Recibió numerosos galardones, entre ellos el Premio Akutagawa (llamado el Goncourt japonés) en 1950 por La escopeta de caza. Foto (PDM) by 朝日新聞社 (『アサヒグラフ』1955年10月19日号)
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Reviews for La escopeta de caza
133 ratings4 reviews
- Rating: 5 out of 5 stars5/5Beautifully composed, honest, original. I need to collect my thoughts before I can give this an adequate "review". This book is near perfect for me—containing all the elements of rich prose and powerful storytelling to make an exceptional reading experience—and yet in so few pages. Amazing.
- Rating: 5 out of 5 stars5/5IDie Idee zu diesem Buch, erst Gedicht vom unbekannten Jäger, dann Kontakt zum Autor und 3 Breife bzw Perspektiven ist sehr beeindruckend. S. 58 Eine Frau kann sich selbst durch die Lügen eines Mannes in eine Göttin verwandeln
- Rating: 4 out of 5 stars4/5A book that slowly reveals its charms and hidden emotions. It doesn't seem more impressive than Akutagawa's In The Grove to begin with but by the end I was definitely won over.
- Rating: 5 out of 5 stars5/5This was a beautiful little book that took me by surprise. It is poetry in prose form... touching and sad.A man is seen walking up a mountain with a pipe in his mouth and a gun strapped across his back. He is seen by the narrator as the personification of loneliness and writes a short poem about him that's published in a hunting magazine. The man recognizes himself in the poem and mails the narrator 3 letters to explain his cloak of emptiness and possibly share his burdens... and the story begins... a story of infidelity, sorrow, and loneliness.The first letter is from the lonely man's mistress' daughter, the second from his wife, and the third from the mistress.These three letters are enough to drive anyone up into the mountains on an early autumn morning with a gun.'I and Misugi too will be sinners. And since it is impossible for us not to be sinners, let us be great sinners.'
Book preview
La escopeta de caza - Javier Albiñana Serraín
Índice
Portada
La escopeta de caza
Carta de Shoko
Carta de Midori
Carta de Saiko
Notas
Créditos
La escopeta de caza
Un día, se me ocurrió mandar al Compañero del Cazador (la modesta revista publicada por la Sociedad de Cazadores del Japón) un poema titulado La escopeta de caza.
Cabría deducir de ello un mayor o menor interés mío por la caza, pero lo cierto es que me educó una madre que aborrecía cualquier tipo de violencia y que jamás tuve en las manos ni una escopeta de aire comprimido. La explicación, de hecho, es harto sencilla: el director del Compañero del Cazador estudió conmigo en la escuela secundaria y, ya por capricho, ya, como supongo, por expresar con delicadeza su pesar por el modo de enfriarse nuestra amistad, me pidió que le mandase un poema. Al irme haciendo mayor, no puedo permanecer indiferente a las revistas especializadas y sigo garabateando poemas al albur de mi inspiración. No obstante, al ser ajeno el Compañero del Cazador a mis inquietudes, en cualquier otra circunstancia habría rechazado el ofrecimiento de su director. Pero la analogía que establecí entre una escopeta de caza y el aislamiento del ser humano acababa de inspirarme, de modo que resolví escribir un tema sobre el particular.
Una gélida noche de finales de noviembre, me quedé sentado ante mi escritorio hasta medianoche y escribí un poema en prosa a mi manera, y al día siguiente se lo mandé al director.
Como el poema guarda relación con la historia que voy a relatar, he decidido incluirlo aquí:
Con su gruesa pipa de marino en la boca.
Un setter corriendo ante él en la hierba,
El hombre subía a grandes zancadas, a comienzos de aquel invierno,
Por el sendero del monte Amagi,
Y crujía la escarcha bajo sus suelas.
Llevaba en el cinto veinticinco cartuchos,
Un abrigo de cuero, marrón oscuro.
Una escopeta Churchill de doble cañón...
Pero ¿de dónde le venía esa indiferencia, pese a su arma de blanco y brillante metal,
Ante el hecho de arrebatar la vida a las criaturas?
Fascinado por las anchas espaldas del cazador,
Yo miraba, miraba.
Desde aquel entonces,
En las estaciones de las grandes ciudades,
O de noche en los barrios alegres,
A veces sueño,
Me gustaría vivir su vida...
Apacible, serena, indiferente.
A ratos cambia la escena de caza:
No es ya el frío inicio del invierno en el monte Amagi
Sino un seco lecho de torrente, pálido y desvaído.
Y la refulgente escopeta de caza,
Descansando grávida sobre el cuerpo solitario.
Sobre el alma solitaria de un hombre de mediana edad,
Irradia una extraña y adusta belleza,
Que jamás mostró.
Cuando apuntaba a una criatura.
Cuando recibí el ejemplar de la revista, figuraba mi poema ocupando varias páginas. Pensé, por primera vez, bastante estúpidamente, que pese a su título sugerente no pintaba nada allí. Desentonaba claramente con «el código de la caza», «el espíritu deportivo», «el deporte, factor de salud», y todo lo demás, expresiones todas ellas que aparecían con frecuencia en las demás páginas. Además, el lugar que ocupaba parecía una zona aparte, distinta de los demás artículos, como un enclave ajeno al resto.
Lo que yo había dicho o deseado trasponer en el poema era el trasunto simbólico de una escopeta de caza, tal como asomara intuitivamente a mi mente, no tenía por tanto por qué avergonzarme de nada (muy al contrario, me sentía un tanto ufano) y, de haber aparecido mi obra en otra revista, no habría habido problema. Pero aquella publicación pertenecía a la Sociedad de Cazadores del Japón, cuya meta era vulgarizar la práctica de la caza, considerada como un deporte de lo más sano y viril. En tal tipo de revista, la imagen que presentaba yo de la caza venía a ser una herejía y mi poema debía haber sido rechazado. Cuando cobré plena conciencia de ello, comprendí el apuro en que tenía que haberse visto mi amigo al leer el manuscrito, y calibré la estima de que había dado prueba hacia mí atreviéndose a imprimirlo, pese a las vacilaciones que le atenazarían. Bastante tiempo después, seguía embargándome un sentimiento de culpabilidad.
Durante algún tiempo, esperé recibir cartas de protesta de uno o dos miembros de la Sociedad de Cazadores, pero mi inquietud no era sino el producto de mi tremenda vanidad, pues transcurrieron largas semanas sin que me llegase una sola queja acerca de mi poema. Para bien o para mal, había merecido un silencioso desprecio por parte de los cazadores del Japón. O más exactamente aún, nadie lo había leído.
Pasaron unos tres meses, y había olvidado ya el asunto, cuando recibí una carta de un tal Josuke Misugi, que me era totalmente desconocido.
Hace siglos, comentando un historiador las inscripciones grabadas en el monumento de Taishan, declaró que se asemejaban a los claros rayos del sol tras los aguaceros del postrer otoño. Exagero un tanto, pero los caracteres trazados en el amplio sobre de papel blanco me produjeron análoga impresión. Ignoramos la primigenia belleza y el estilo de las inscripciones de Taishan, porque