AGENTES DE FICCIÓN
Si el espionaje es una práctica tan antigua casi como la propia humanidad, no puede decirse lo mismo de su variante de ficción, que es un fenómeno relativamente reciente. Durante siglos, ningún autor de ficción se ocupó de los espías y estos tardaron lo suyo en encontrar su sitio dentro de las artes creativas. En la ficción ha habido espías de varios tipos y tendencias, y a la cabeza están los dos personajes que representan las variantes más conocidas del género: James Bond y George Smiley. Si el primero, creado en 1952 por Ian Fleming, encarna su versión más fantástica y desorbitada, tanto por las características sobrehumanas del personaje como por la dimensión de las aventuras en que se ve envuelto, el segundo, aparecido por vez primera en Llamada para el muerto (1961), de John le Carré, buscaba plasmar el aspecto más realista de la profesión, donde la existencia es deprimente y monótona, la astucia y la doble cara (no el doble cero) son las principales armas y el éxito profesional no trae aparejada necesariamente la felicidad personal, más bien al contrario. Estas dos caras de la moneda son las que han ayudado a enfocar el mundo de los espías imaginarios en los últimos cuarenta años, hasta el punto de que es difícil encontrar hoy en día un agente secreto que no sea deudor de alguno de ellos.
LOS PRECURSORES
Sin embargo, la cosa empezó mucho antes.. No es propiamente una novela de espías, sino una de las obras de ficción más populares en la historia de Asia, que narra una interminable saga de batallas y traiciones, y donde también aparecen espías, eso sí. Nada nuevo bajo el sol, pues ya Sun Tzu, en su famoso tratado (en torno al siglo VI a.C.), hablaba de la conveniencia del uso de espías y daba abundantes instrucciones sobre cómo debían ser utilizados.
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