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A MI AITA BINGEN AMEZAGA

Hoy el tiempo se detiene para men e! recuerdo del que fue. Aos grvidos de presencia, de luz, de gua, de alegrfa y de calor emergen, afloran y se agolpan en la mente al llamado de la triste evo[cacin. Fue una vida entera... mucho ms, loque me diste en total entrega. Pero fue llegada la hora del ocaso; del fro, oscuro y tremendo ocaso. Veo tu figura, oigo tu palabra y siento tu presencia, trmulo gesto que traspasa el alma lacerada por la angustia y el dolor, alzndose impotente frente al despiadado designio. Despus, slo la glida certeza de tu marcha inexorable; los pasos vacos del que camina hacia la noche, retumban an en los [sentidos; sombras vacilantes agitan su silueta incierta sobre el plido mrmol y ecos lejanos, llevados por el viento fro, rasgan el velo de la calma. Cuando todo se derrumba, slo queda llorar por dentro, mirar al [frente y seguir en el camino. Pero en la penunbra densa y opresiva, aletea una frgil esperanza: tengo fe en la permanente validez de tu ejemplo y de tu vida, porque t supiste, como pocos, del amor elevado y del dolor profundo. Del amor vibrante y puro, que al joven arrebata e impulsa hacia una [causa. Del amor fecundo que una libertad por conquistar y una patria por hacer, [brindan al nimo dispuesto. Del amor hacia una tierra, una lengua y una idea, que el paso de los aos [haca ms y ms vital... Y tambin supiste del dolor. Del dolor agudo y quemante ante lo injusto, que en la juventud tensa [el nervio y lo estremece. Del dolor lacerante y sostenido que la invasin y la destruccin de lo [propio, despiertan en todo espritu elevado. Del dolor sordo e impotente de quien lejos de su patria ve pasar los aos, [ve llegar su hora... Supiste del amor y del dolor, fuiste todo un hombre. Gracias, desde lo hondo gracias, por haber sido mi alta, BINGEN AMEZAGA (4-2-1970)

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