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Ética y Moral
Conceptos preliminares
A. Implicancias etimológicas
La palabra «ética» proviene del griego éthike, un adjetivo que deriva del nombre êthos:
«carácter», «modo de ser» y «morada», «habitación»1.
El término êthos (con "η": êta o "ê" prolongada) designa originariamente «el lugar
donde se habita», la patria o morada donde se vive. De allí pasa a significar el «lugar
interior», la morada que el hombre porta en sí mismo.
Ello será, entonces, el principio del que brotan los actos humanos, la disposición que el
hombre asume ante sí mismo, ante los otros y ante la naturaleza.
Desde aquí se llega al significado de êthos como «carácter», «modo de ser» y «forma
de vida» de la que el ser humano se va apropiando a lo largo de su existencia.
Ello implica libertad y referencia a otros, porque sólo es libre quien se tiene a sí mismo;
y quien se «porta» debe atenerse a otros seres que también se tienen a sí mismos,
también se «portan»; esto define, además, una dimensión política puesto que la
convivencia con esos otros se da en el ámbito de la pólis.
El carácter es así algo tan íntimo que define nuestro modo de ser y queda impreso en
nuestro comportamiento como su fuente inequívoca.
Éste es el significado habitual de la palabra «ética» para Aristóteles. Por eso, «virtudes
éticas» quiere decir «virtudes del carácter».
Pero, Aristóteles asocia además el uso de la palabra «ética» a éthos, (con "ε": epsilon o
"é" breve) «costumbre», «hábito», nombre a partir del cual habría sido formado el
primero, por una ligera modificación [EN II 1103 a 1117].
1
Cfr. Aranguren, José Luis. «Ética». Biblioteca Nueva. Madrid. 1997. Págs. 19 a 29.
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Cuando los latinos se ven forzados a traducir esa palabra a su lenguaje propio utilizan
el vocablo moralitas, que a su vez se origina de la raíz mos, o mores que significaba
simultáneamente: costumbres y maneras permanentes de actuar o comportarse.
Al no disponer el latín de dos palabras para referirse a los dos conceptos que el griego
podía diferenciar, muy pronto "moralitas" sustituye a éthos y êthos, y por lo tanto, en
adelante una sola palabra va a significar tanto el modo de ser o la predisposición
propia de cada uno en lo que tiene que ver con lo bueno, como las conductas
acostumbradas o "de hecho".
En relación con este significado, por ejemplo, Kant escribió su Metafísica de las
costumbres, y asimismo, en el código legal se habla como una sola cosa de «la moral y
las buenas costumbres».
«Hábito» parece un mejor término para entender aquello que se tiene de un modo tan
radical que nos constituye en lo que somos, lo que se tiene de tal modo que se es
aquello; por ejemplo: tener el hábito de la veracidad es ser veraz, y el de la mentira es
ser mentiroso. El «hábito» es una disposición firme y estable [héxis] para comportarnos
de un determinado modo.
Destacar la conexión del carácter con el hábito (costumbre) permite descubrir lo que
está en los extremos de uno y otro término: la acción [praxis o enérgeia].
B. Acepciones terminológicas
Como reflexión sobre las cuestiones morales, la ética pretende desplegar los conceptos
y argumentos que permitan comprender la dimensión moral de la persona humana
como tal dimensión moral; es decir, sin reducirla a sus componentes psicológicos,
sociológicos, económicos o de cualquier otro tipo (aunque, por cierto, sin olvidar que
tales factores condicionan el mundo moral).
Una vez desplegados los conceptos y argumentos pertinentes, se puede decir que la
ética, la filosofía moral, habrá conseguido dar razón del fenómeno moral, dar cuenta
racionalmente de la dimensión moral humana.
a. El término «moral» se usa a veces como sustantivo («la moral», con minúscula y
artículo determinado), para referirse a un conjunto de principios, preceptos, mandatos,
prohibiciones, permisos, patrones de conducta, valores e ideales de vida buena que,
en su conjunto, conforman un sistema, más o menos coherente, propio de un colectivo
humano concreto en una determinada época histórica.
En este uso del término, la moral es un sistema de contenidos que refleja una
determinada forma de vida, aunque tal modo de vida puede no coincidir totalmente (y
ello suele ocurrir) con las convicciones y hábitos de todos y cada uno de los miembros
de la sociedad tomados aisladamente. La moral es, pues, en esta acepción del término,
un determinado modelo ideal de buena conducta socialmente establecido.
b. El término «moral» también puede ser usado como sustantivo, para hacer referencia
al código de conducta personal de alguien; como cuando decimos, por ejemplo, que
una persona posee una moral muy estricta, o que carece de moral, y estamos
queriendo referirnos con ello al código moral que guía sus actos a los largo de su vida.
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En este sentido, se trata del conjunto de convicciones y pautas de conducta que suelen
conformar un sistema más o menos coherente y sirve de base para los juicios morales
que cada cual hace sobre los demás y sobre sí mismo.
Ahora bien, aunque la mayor parte de los contenidos morales del código moral
personal coincide con los del código moral social, no es forzoso que así ocurra. De
hecho, los grandes reformadores morales de la humanidad, como Buda, Confucio,
Jesucristo o Sócrates, fueron, en cierta medida, rebeldes al código moral vigente en su
mundo social.
Tanto la moral socialmente establecida como la moral personal son realidades que
corresponden a lo que Aranguren llamó «moral vivida», para contraponerla a la «moral
pensada».
c. Por otra parte, también se usa el término «Moral» (con mayúscula), empleado como
sustantivo, para referirse a una ciencia que trata del bien en general, y de las acciones
humanas en orden a su bondad o malicia, según como lo define el diccionario de la
lengua española.
No obstante, esta supuesta «ciencia del bien», en realidad, no existe. Lo que sí existe
es una variedad de doctrinas morales («moral católica», «moral protestante», «moral
comunista», «moral anarquista», etc.) y una disciplina filosófica, la Filosofía moral o
Ética, que, a su vez, contiene una variedad de teorías éticas diferentes e incluso
contrapuestas entre sí («ética socrática», «ética aristotélica», «ética kantiana», «ética
utilitarista», etc.)
En todo caso, tanto las doctrinas morales como las teorías éticas serían modos de
expresar lo que Aranguren llama «moral pensada», frente a los códigos morales
personales y sociales realmente asumidos por las personas, que constituirían la «moral
vivida».
d. Existe otro uso de la palabra «moral» que es aquél que se emplea, por ejemplo,
cuando se habla de estar con la moral en alto, o de estar desmoralizado. Aquí «moral»
es sinónimo de «buena o mala disposición de ánimo», «fuerza, coraje, o debilidad,
para enfrentar los retos que plantea la vida».
Así como lo ha planteado Ortega, aquí la moral no es un simple saber, o un puro deber,
sino una actitud y un carácter, una disposición de la persona entera, que abarca lo
cognitivo y lo emotivo, las creencias y los sentimientos, la razón y la pasión; en
definitiva, una disposición de ánimo (individual o comunitaria) que surge del carácter
que se haya forjado previamente.
En alguna medida, al menos, este uso del término sería el que está implicado en la
descripción que elabora Nietzsche en algunas de sus obras (Genealogía de la moral,
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Más allá del bien y del mal) para distinguir las características constitutivas, y
contrapuestas entre sí, de la moral noble (activa y rozagante de vida) y de la moral
esclava (decadente y enfermiza).
Cabe la posibilidad, por último, de que utilicemos el término «moral» como sustantivo
en género neutro: «lo moral».
CUADRO RESUMEN
a) Modelo de conducta
socialmente establecido en
una sociedad concreta («la
moral vigente»)
b) Conjunto de convicciones
morales personales («tal
persona posee una moral
muy rígida»)
c.1) Doctrinas morales
concretas («Moral católica»,
USOS DEL TÉRMINO c) Tratados sistemáticos etc.)
«MORAL» COMO acerca de las cuestiones
SUSTANTIVO morales («Moral») c.2) Teorías éticas («Moral
(ética) aristotélica». etc.,
d) Disposición de ánimo
producida por el carácter y
actitudes adquiridos por una
persona o grupo («estar alto
de moral», etc.)
e) Dimensión de la vida
humana por la cual nos
vemos obligados a tomar
decisiones y a dar razón de
ellas («lo moral»)
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Ahora bien, también el término «moral» se emplea como adjetivo; como, por ejemplo,
cuando se habla de «Filosofía moral», o «código moral», o «doctrinas morales», o
«comportamiento moral». En principio, el adjetivo «moral» tiene sentidos distintos.
a. «Moral» como opuesto a «inmoral». Por ejemplo, se dice que tal o cual
comportamiento ha sido inmoral, mientras que otro ha sido realmente moral. En este
sentido es usado como término valorativo, y significa que tal conducta es aprobada o
reprobada.
Así, por ejemplo, se puede emitir el juicio «la venganza es una acto inmoral» y
comprender que semejante juicio presupone la adopción de un código moral concreto
para el que esta afirmación resulta válida, como sería, por ejemplo, el del cristianismo
(«poner la otra mejilla»). No obstante, otros códigos morales ─los que, por ejemplo,
aceptan la Ley del Talión─ no la considerarían válida.
Los términos «moral» y «amoral», así entendidos, no evalúan, sino que describen una
situación: expresan que una conducta es, o no es, susceptible de calificación moral
porque reúne, o no reúne, los requisitos indispensables para ser puesta en relación
con las orientaciones morales (normas, valores, consejos, etc.)
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B. Dimensión crítica
Pero, hay otra manera distinta de diferenciar y definir los términos «ética» y «moral», y
que tiene su origen en la crítica de Hegel a la ética de Kant.
Ciertamente, Hegel había encontrado que la filosofía práctica aristotélica era a la vez
ética y política, y únicamente en cuanto tal unidad era también la filosofía que se
ocupaba de todo lo que atañe al hombre.
Si para Aristóteles el hombre sólo puede realizarse a sí mismo en cuanto ser ético, esa
realización era para él impensable fuera de la atmósfera sustancial de la polis con sus
instituciones sociales objetivas, con sus costumbres y con sus tradiciones.
El estagirita concebía a la ley como algo muy distinto a un puro principio jurídico
abstracto, válido por sí mismo, que tiene a la polis con sus instituciones sólo como un
objeto a regular. En otras palabras, la polis, en tanto comunidad social, es el
presupuesto y el fundamento de las leyes.
Sólo bajo este esquema, diría Aristóteles, puede el ciudadano reencontrarse a sí mismo
en su vida política y ser capaz de realizar su naturaleza ética en ella.
De ello se desprende, según Hegel, que para esta concepción, el individuo particular
sólo se sabe y se realiza a sí mismo como individuo en cuanto miembro identificado
con el espíritu sustancial de su pueblo, espíritu que se manifiesta y vive objetivamente
en las instituciones sociales, en las costumbres y tradiciones populares.
"Lo que el hombre tiene que hacer, cuáles son las obligaciones con las que tiene
que cumplir para ser virtuoso, es fácil de decir en una comunidad social ética (in
einem sittlichen Gemeinwesen): no tiene nada más que hacer que lo que le es
conocido, expresado y señalado en las relaciones reales de esa comunidad".
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Por eso para ellos sólo los ciudadanos eran libres o, dicho con palabras de Hegel "los
griegos, igual que los romanos, sólo sabían que algunos son libres, no que lo es el
hombre en cuanto tal. Esto no lo supieron ni Platón ni Aristóteles".
Por eso, en esa forma de vida, los griegos no habían alcanzado todavía el grado más
avanzado de reflexión sobre una libertad basada en la subjetividad del individuo en
cuanto tal, independientemente de todo condicionamiento natural de nacimiento, raza,
religión o educación.
Este último grado de reflexión comienza históricamente para Hegel con el Cristianismo,
y llega a hacerse realidad en los tiempos modernos: con el nacimiento de la sociedad
industrial y con la Revolución Francesa.
Kant tuvo el gran mérito, según Hegel, de haber proclamado irrevocablemente esa
subjetividad del individuo en cuanto tal, su autonomía moral interna como el
fundamento último de su libertad.
Ésta es para Hegel la gran idea que la filosofía de Kant ha traído a luz, con el punto de
vista de la moralidad, y lo que constituye "el lado grandioso y sublime" de esa filosofía,
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Lo que en Grecia fue sólo un comienzo llega aquí a encontrar su verdadera plenitud: el
reconocimiento del principio universal "de la libertad subjetiva [que] constituye el punto
medio y de flexión en la diferencia entre la Antigüedad y la Modernidad".
Los hombres de la Edad Moderna saben ya que todos los hombres son libres y, desde
entonces, esa conciencia ha de subyacer necesariamente, como su substancia, a todas
las instituciones y a todas las leyes, en una palabra, al mismo Estado moderno.
Pero si Hegel, por un lado, reconoce así a Kant como el filósofo paladín de la
Modernidad, por otro lado le critica haber separado en una forma radical y absoluta la
moralidad de la legalidad, la ética del derecho, la intención moral (incomprensible por
ninguna actuación externa) de la realidad de las acciones humanas, rompiendo así la
unidad esencial que liga la interioridad subjetiva moral con la realidad externa social y
política.
Si los griegos fueron para Hegel hombres éticos (sittliche Menschen) pero no morales
(moralische Menschen), el hombre moderno de Kant es un hombre moral pero no ético.
Hegel busca un hombre moderno que sea a la vez un hombre moral y ético porque la
separación radical y absoluta entre moralidad y legalidad recluye la actividad moral del
individuo a su pura interioridad, a ese santuario inalcanzable por ninguna realidad
externa.
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Hegel insistirá en que la libertad subjetiva del individuo y su moralidad sólo pueden
desarrollarse y realizarse dentro de un Estado formado por instituciones sociales y
políticas que correspondan a la naturaleza de ese individuo moral y libre.
Mientras que a su vez esas instituciones sociales y, políticas sólo pueden sostenerse
sobre el fundamento de unos individuos que están verdaderamente dispuestos a vivir
la moralidad.
Es así como Hegel pretende eliminar la individualidad moral del hombre nouménico
kantiano, porque el individuo es libre y se realiza sólo en cuanto que participa en la
vida del Geist.
Éste es el punto de vista de la ética kantiana, que, para alcanzar la pureza de la buena
voluntad y la universalidad de la ley moral cree necesario abstraerse de todos los fines,
intereses, sentimientos del individuo, así como de la diversidad de situaciones
particulares de la acción.
Con esto la moralidad queda vaciada de todo contenido y solamente puede formular un
principio meramente formal.
Aquí ya no se concibe a la razón pura como la fuente de los principios morales, sino
que se busca el sentido moral de la vida buena a partir de los ejemplos y de las
virtudes, valores y actitudes encarnados en la forma de vida que consideramos más
valiosa y en el éthos de la comunidad.
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C. Clasificación de teorías
La distinción entre éticas materiales y éticas formales, se refiere al hecho de que, las
primeras, afirman que el criterio de moralidad para enjuiciar cuando nos hallamos ante
acciones o normas morales, puede explicitarse mediante enunciados con contenido, ya
que estas éticas suponen que hay un bien, un fin o un valor determinado a la base de
la moral.
Las éticas formales, en cambio, no hacen depender el bien moral de un contenido, sino
de la forma de unos mandatos. Aquellas normas que revistan una determinada forma
son las que deben ser realizadas, porque tienen la forma de la razón.
Esto significa que aquello que la razón proponga como moralmente obligatorio no
puede identificarse sólo con lo que de hecho deseamos o con lo que subjetivamente
nos conviene, sino más bien con lo que cualquier persona desearía si adoptase la
perspectiva de igualdad y universalidad aludida anteriormente.
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Las éticas sustancialistas, por su parte, afirman que es imposible hablar acerca de la
corrección de las normas si no es sobre el trasfondo de alguna concepción compartida
de la vida buena.
Serían éticas teleológicas aquellas que se ocupan en discernir qué es el bien no moral
antes de determinar el deber, y consideran como moralmente buena la maximización
del bien no moral.
Serían éticas deontológicas las que marcan el ámbito del deber antes de ocuparse del
bien y sólo consideran bueno (o correcto) lo adecuado al deber.