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Siento pena por todos los hombres que como yo en celda parte, proscritos y prescindidos por la bestia del poder, la fe y la ganancia, no vivimos nuestro ser sino su apariencia y la decadencia del mundo en que nacimos y del mundo en que vivimos. Pena profunda y honda, dolor eterno que impide ver al sol, hacer camino, elevar la voz -cual tormento de una condena total: No somos t o yo, o lo que quisiramos ser; somos tan solo el eco y el coro de la bestia que aplasta y somete, que roba el alma y anula la mente. Brillo fatuo, hasto de sangre, hambre y hiel que roba los huesos, el corazn y la piel al hombre eterno y mortal; que le da el pan y tambin el cielo, la existencia y un msero final; robando sus medios, su alma, su verdad y de su vida entera la libertad. Brillo al ciego, eco al sordo, coro al mudo; la muerte al vivo, la esperanza al muerto, un planeta superpoblado y desierto y el hombre del que vivo y tambin amo, solo, lelo, atontado, miseria humana en cuerpo y alma; el dolor y la tragedia del que pierde su honor y en llanto ahoga su poder y su amor.