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Catastrofismo

El catastrofismo es una teoría científica, formulada por Georges Cuvier, que explica que los
cambios geológicos y biológicos producidos en nuestro planeta se debían no a cambios
graduales, sino por cambios repentinos y violentos, las catástrofes que dan nombre a la teoría.

Historia del catastrofismo

Cuvier intentaba dar cimientos científicos a las teorías fijistas y creacionistas ante las múltiples
evidencias. Los fósiles de especies desaparecidas se amontonaban ante la puerta de los
fijistas y teorías como la de la vis plastica, que los proponían como caprichos de la naturaleza,
resultaban a todas luces ridículas.

Cuvier propuso que los fósiles eran el resultado de la extinción de animales creados por Dios
en las catástrofes bíblicas o producto de sucesivas creaciones. Así, por ejemplo, un animal que
no hubiera entrado en el arca de Noé, nos dejaría ese vestigio de su existencia. Posteriormente
aparecerían de nuevo otras especies totalmente diferentes a las extinguidas. A raíz de esta
teoría se estableció la Teoría de las creaciones sucesivas.

Un problema al que habían de enfrentarse los estudiosos era el de los fósiles y su origen.
Georges Cuvier (1769-1832) interpretó acertadamente que los fósiles eran los restos de
organismos que habían existido y elaboró la teoría del catastrofismo. Cuvier sabía que en
épocas remotas habían vivido seres vivos muy diferentes de los actuales. Según él, a lo largo
de la historia de la Tierra sucedieron varias grandes catástrofes que acabaron con la flora y la
fauna existentes y dieron lugar a la aparición de otras especies de animales y plantas. Así se
explicarían hechos como la extinción de los dinosaurios.

Aunque hoy día el fijismo se ha descartado, grandes científicos defendieron esta concepción,
por una parte, por prejuicios religiosos; pero, por otra, porque no se conocía ningún mecanismo
que explicara la evolución.

Georges Cuvier (1769-1832). Trabajó en el Museo de


Historia Natural de París, y también puso las bases de la
anatomía comparada (en algún texto se dice que fue él quien la
fundó). Sus estudios en este terreno le llevaron a decir que la
fijación de las especies era lo más sensato, en contraposición
de los que su superior, Saint-Hilaire, pensaba. Esto situó a
Cuvier frente a Lamarck.

Por otra parte, Cuvier llegó a ser muy hábil en la interpretación


de los cada vez más abundantes fósiles. Era capaz de
reconstruir un animal partiendo de un puñado de huesos, y con
ello fundó una nueva ciencia, la paleontología.

Asombra que Cuvier, con las herramientas de la anatomía comparada y la paleontología, no


reparase en las pruebas evolutivas que se le aparecían. También sorprende que no reparase
en que cuanta más edad tenía un fósil menos se parecía a las formas vivas. Ignoró todo lo que
esto significaba y dedicó sus esfuerzos a vapulear a Lamarck y su inadmisible idea de que las
especies cambiaban.

Lamarck respondía a Cuvier. Este último recurría al catastrofismo continuamente y a diluvios


imaginarios para explicar la desaparición de tantas especies, y una vez Lamarck escribió lo
siguiente: "una catástrofe que nada regula, que mezcla y disemina, es medio muy oportuno
para resolver los problemas de los naturalistas ansiosos de explicar todo, pero que no se
molestan en observar e investigar lo que pasa de veras en la naturaleza". Esto molestó tanto a
Cuvier, que incluso en el elogio fúnebre de Lamarck, que iba a ser leído por él, le atacaba y
excluía de la comunidad científica. La Academia de Ciencias francesa se negó,
afortunadamente, a imprimirlo tal y como era en el original.

Cuesta creer que un científico tan inteligente y experto como Cuvier no se hubiese dado cuenta
de todos los datos que tenía en su mano. Puede ser que comenzase a barruntar la incorrección
del catastrofismo, pero la testarudez no es ajena a los científicos, que también son personas.
Un individuo queda preso en la red de un conjunto de ideas, y se labra carrera y reputación con
ellas.

Lamarck tuvo más suerte. Para él se fueron acumulando pruebas de que las especies no eran
fijas (pruebas acumuladas por agricultores y ganaderos), y su idea perduró hasta que apareció
una mejor.

Por la misma época, en Inglaterra, Richard Owen trabaja también en paleontología y formula
una idea básica para la teoría de la evolución: un mismo órgano puede desempeñar funciones
diferentes en las distintas especies, y una misma función puede ser cumplida por diferentes
órganos en diferentes especies.

La primera proposición es lo que se conoce como homologías. Por ejemplo, el brazo y la


mano humanos, la pata de un caballo, el ala de un ave y la aleta de una ballena son
homólogos; cumplen una función diferente, pero tienen la misma estructura y tienen un mismo
origen embriológico. En cambio las branquias de un pez y los pulmones de un mamífero son
análogos: cumplen la misma función, pero tienen diferentes estructura y origen embriológico.
Sin embargo, Owen será creacionista convencido y atacará ferozmente a Darwin, e,
irónicamente, hoy día se utilizan sus argumentos para enseñar y explicar la evolución en las
escuelas.

Creacionismo
Se denomina creacionismo a la creencia, inspirada en dogmas religiosos, según la cual la
Tierra y cada ser vivo que existe actualmente proviene de un acto de creación por un ser
divino, habiendo sido creados ellos de acuerdo con un propósito divino. Por extensión a
esa definición, el adjetivo «creacionista» se ha empezado a aplicar a cualquier opinión o
doctrina filosófica o religiosa que defienda una explicación del origen del mundo basada en uno
o más actos de creación por un Dios personal, como lo hacen, por ejemplo, las religiones del
Libro. Por ello, igualmente se denomina creacionismo a los movimientos pseudo-científicos y
religiosos que militan en contra del hecho evolutivo.

El creacionismo se destaca principalmente por los "movimientos antievolucionistas", tales como


el diseño inteligente, cuyo principal objetivo es obstaculizar o impedir la enseñanza de la
evolución biológica en las escuelas y universidades. Según estos movimientos creacionistas,
los contenidos educativos sobre biología evolutiva han de sustituirse, o al menos
contrarrestarse, con sus creencias y mitos religiosos o con la creación de los seres vivos por
parte de un ser inteligente. En contraste con esta posición, la comunidad científica sostiene la
conveniencia de diferenciar entre lo natural y lo sobrenatural, de forma que no se obstaculice el
desarrollo de aquellos elementos que hacen al bienestar de los seres humanos.

Las cosmogonías y mitos de carácter creacionista han estado y permanecen presentes en muy
distintos sistemas de creencias, tanto monoteístas, como politeístas o animistas. El movimiento
creacionista políticamente más activo y conocido es de origen cristiano protestante y está
implantado, principalmente, en los Estados Unidos.
Ideología del creacionismo

Los creacionistas clásicos niegan la teoría de la evolución biológica y, especialmente, lo


referido a la evolución humana, además de las explicaciones científicas sobre el origen de la
vida. Por esto rechazan todas las pruebas científicas (fósiles, geológicas, genéticas, etc.). En el
creacionismo clásico de origen cristiano se hace una interpretación literal de la Biblia y se
sostiene la creación del mundo, los seres vivos y el cataclismo del Diluvio Universal tal como
esta descrito en Génesis, sin pretender concretar de manera científica el origen de las
especies.

La evolución y extinción de los animales y otros seres vivos

Dentro de la mayoría de las doctrinas mencionadas anteriormente, igualmente se plantea que


hace unos miles de años sucedió un cataclismo (diluvio universal), en el que muchas especies
animales desaparecieron al ascender el nivel del mar varios cientos de metros. Sin embargo, al
referirse los creacionistas a la evolución y extinción de los animales y otros seres vivos,
tampoco presentan un consenso sobre estos temas. De esta forma se presentan las siguientes
subclases de ideologías creacionistas:

1. Creacionismo que niega la evolución y extinción: sostiene que Dios no crearía grupos
de seres que necesitaran cambios o adaptaciones para lograr la supervivencia de sus
descendientes, ni permitiría que seres creados por Dios se extinguieran. Este
creacionismo cree que todos los grupos animales fueron salvados en el Arca de Noé.
Para explicar los fósiles que descartan sus creencias, un subgrupo cree que estos
fósiles son falsos, mientras otro subgrupo cree que todos los animales o algún
espécimen de cada grupo animal que se creen extintos, realmente no lo están y vivirían
en lugares aislados o desconocidos, realizando algunos grupos incluso expediciones
para encontrarlos. Este tipo de creacionismo busca apoyo igualmente en las
pseudociencias, en especial en la criptozoología popular; o incluso creyendo en la
veracidad de fraudes como las piedras de Ica, las cuales poseen falsos grabados de
dinosaurios conviviendo con seres humanos, y demás ooparts.
2. Creacionismo creyente en la extinción divina: cree sólo en el proceso de extinción y no
en la evolución, pero la extinción se produciría sólo por una intervención y voluntad
divina. Dentro de esta categoría resaltan los grupos que creen que los dinosaurios y
otros animales extintos antiguos, se extinguieron durante el Diluvio Universal. Así,
estos grupos creen que los fósiles serían sólo evidencia de un suceso catastrófico de
inundación producido por el diluvio descrito en la Biblia, y rechazan las explicaciones
científicas de estos fósiles.
3. Creacionismo creyente en la evolución y extinción divina: cree en estos procesos,
aunque ellos se producen por intervención y voluntad divina; ejemplo de ello es la
ideología del diseño inteligente.

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