Você está na página 1de 80

BORING

HOME

Orlando Luis Pardo Lazo, 2009


Edición: OLPL.
Foto de cubierta: OLPL.
Ediciones Lawtonomar, 2009.

1
DECÁLOGO DEL AÑO CERO mirada desde la ingravidez: las azoteas, los
techos a dos aguas, las tendederas raquíticas, los
1 tanques mohosos donde se crían aedes, las
Orlando se ha dejado crecer la barba, también palomas entre el robo y el sacrificio ritual, los mil
el pelo. Ipatria le advirtió que estaba flaco y que y un objetos abandonados a la intemperie, que a
las ojeras, de tan oscuras, parecían un par de ambos les gusta leer como un crucigrama sin
piñazos. Orlando hizo una mueca de angustia. clave.
Cruzaban la avenida Línea y él le dijo que estaba Así que Ipatria le extiende la cámara a
en crisis: Orlando y le dice:
—Estoy perfectamente sano, pero día a día La —Sube ahora, ve.
Habana me enferma más. Y lo deja alejarse del banco, con la Canon ya
Ipatria no quiso reprimir una sonrisita. No es colgada en su cuello, como una piedra de
que Orlando esté loco: es sólo que a veces resulta sacrificio o una promesa. Como si Orlando fuera
demasiado Orlando, incluso para él. Ipatria lo un turista más trastabillando entre los feligreses.
tomó del brazo y lo haló. O empujó. O ambas Como si todo no fuera tan triste que casi da pena
palabras. Y así escaparon del sol cubano. Se escribir o fotografiar.
metieron bajo la sombra de la iglesuca, en la Con suerte, piensa ahora Ipatria, el muchacho
esquina de Línea y 16. Era un convento en que ella ama subirá ahora hasta el campanario, y
ruinas, pero nada hacía pensar que no estuviera desde allí se inventará su propio observatorio de
habitado por Dios. Dios siempre tarda bastante fotos: mitad privado y mitad nacional, mitad
en darse cuenta de la barbarie. Tal vez por eso roñoso y mitad adorable, mitad Ipatria y mitad
mismo sea Dios. Orlando.
—No te rías –Orlando estremeció los —No te mates, mi amor –pronuncia ella en
hombros empinados de la muchacha: hincaban–. voz baja, para que Dios no la oiga y se
¿Por qué no me crees? entusiasme con tan hermosa posibilidad.
—Porque eres el peor escritor vivo del —Mejor mátate tú –le susurra Ipatria a Dios.
milenio y el mundo.
—Te juro que esta vez no soy yo. La culpa es 3
de La Habanada –atrajo el cuerpo de la Orlando se arrodilló. Enfocó el objetivo,
muchacha hacia él–. Así se llama esta nueva verdadero telescopio de medio metro. Hacía un
crisis: Habanada –y le dio pequeño beso en los sol de jauría: pensó que así no podría resistir
labios–. Gracias, Ipatria, por ayudarme a demasiado, pero al menos no tendría que usar el
nombrar. trípode. La luz era líquida y casi no era necesario
ni disparar: los reflejos se impregnarían solos en
2 el negativo, sonrió: luz negativa y dura como
Orlando intenta explicar a Ipatria que el fotones de cuarzo irreal.
tiempo es un retrovirus. Jamás logra convencerla, Orlando vio los automóviles arcaicos a tope
por supuesto. Le falta léxico. Carece de un argot de velocidad, paseantes en cámara lenta, una
de combate para revolver las heces. No domina alcantarilla destapada y un manantial albañal.
del todo el hezpañol. Al parecer, todavía quisiera Vio el sanguinolento ojo de un semáforo,
vivir. Se desespera, pero igual no encuentra un rebotando en la canopia de los flamboyanes:
vocabulario. árboles mucho más viejos y vivos que él. Vio el
—Me falta un vo-cu-ba-la-rio –se queja sí-la- malecón y diez millones de esquirlas entre la
ba a sí-la-ba como si él fuera un bebé. espuma y la nieve. Vio la línea claustrofóbica del
Ipatria imagina a Orlando imaginando una horizonte, nubes pulidas como espejos aunque
Habana sin historia ni histología. Esa Habanada ninguna lo reflejó, y vio la punta filosa del
entre amnésica y anestesiada que él en vano trata monolito de la Plaza de la Revolución: su
de describir. Aunque sea inútil, ella quisiera pararrayos cósmico siempre coronado de auras.
alegrarlo. Siente pena de Orlando y unos deseos Todo un alef maléfico que, de tanto contemplarlo
enormes de tumbarlo sobre algún banco de en silencio, al final Orlando nunca lo retrató.
iglesia y allí mismo, en la penumbra divina, Orlando preferiría no hacerlo. Se sintió otra
hacerle de una vez el amor. vez Bartleby cansado de tanta ingrávida carga.
Entonces Ipatria le recuerda a él su propia Fotos, ¿para qué?
idea de tomarle fotos a la ciudad. De echarle una

2
Ahora sólo desea bajar. Huir hacia Ipatria. ¿alguna vez volvería a fotografiar la bárbara
Pero la caída libre lo asusta. Es imposible llegar desnudez de su cuerpo, quejándose, abierto de
hasta la muchacha que él ama de un salto. La par en par bajo el suyo? Ipatrianada, mon
escalera de caracol lo espanta todavía más. amour: país sin hache, letra mordaz.
Incluso la palabra libre le da pavor. Pobre Caminaron un poco más, 26 arriba. Llegaron
Orlando mío, perdido entre estos bosques, sonríe a la cima de una colina. El sol de la tardenoche le
él mismo, y nada puedo hacer para ayudarte. arrancaba al asfalto un tufillo letal. Un vaho. El
Como escritor podrá ser un fiasco, piensa Vedado reverberaba como homenaje póstumo al
Orlando. Pero ese miedo es su única garantía de año cero o dos mil. La isla era una larga y lúcida
sobrevivir y no traicionar a Ipatria. Palabras, cámara de gas.
¿para qué? Orlando contempla a Ipatria: un rostro
delgado y pálido que, a cambio de nada, en un
4 acto útil e innecesario, ha decidido amarlo sí-la-
Orlando se pone de pie. Tira una piedra. En ba a sí-la-ba a él. La muchacha se estira, parece
realidad, la patea. A sus espaldas repicaron cinco cansada pero no se sienta, y su sombra se
o seis campanadas. Se acaba la tarde y empieza el convierte de pronto en una chimenea infinita: una
tedio. El eco de los metales lo acompañó durante saeta negra deslizándose sobre el asfalto 26
su descenso por los retorcidos peldaños. Náusea abajo, desde la colina hasta el mar.
y vértigo girando a la izquierda: el muchacho Orlando imagina entonces que esa silueta es
llegó abajo mareado, con las pupilas alteradas la manecilla caída de ningún reloj: sombras
por la adrenalina y el exceso de radiación solar. cubanescas que se quedaron sin tiempo. Es la
Casi a ciegas. Como quien busca refugio de un hora cero. Más o menos así podría empezar la
holocausto atómico. novela que Orlando prefería nunca escribir. Todo
—¿Terminaste el rollo? –Ipatria le dio un con tal de no traicionar a su entrañable y vago
abrazo–. ¡Te demoraste! Bartleby. Al menos él no va a escribir nada
Orlando le contestó que ya podían partir. Es mientras no quede atrás el bombardeo de
decir, no le contestó. La amaba demasiado para consignas y comerciales que por décadas han
narrarle ciertas escenas que día a día ocurrían cacareado un año cero o dos mil. La muchacha,
dentro de su cabeza de 36. Al fin y al cabo ella por supuesto, no ignora ese efecto humillante
sólo tenía 23. Igual Ipatria se imaginaba allí provocado dentro de Orlando por la demasiada
dentro un teatro muchas veces peor. reiteración.
Orlando simplemente cargó la mochila y —Tengo sed –la voz de Ipatria es un eco
devolvió la Canon al cuello estirado de la hueco, como salida de un sueño que no están
muchacha: una modigliani fuera de moda. soñando ni ella ni él.
—¿Adónde vamos? –preguntó Ipatria. Y es verdad que hacía ya mucha sed. La
—A los montes verdes –y Orlando supo que suficiente para despertar. Aunque ningún sueño a
la frase abría entre ambos el abismo de toda una dúo podría nunca saciarlos allí.
generación pasada por la TV.
6
5 Es la hora cero. Orlando se ha dejado crecer
Caminaron. Para él, la ciudad había agotado la barba, también el pelo. Está flaco y las ojeras,
sus baterías. Ahí estaba todo, pero varado. de tan oscuras, parecen un par de piñazos. Quizá
Vaciado. Viciado por la rutina de la heroicidad. se mate o se haga matar, no es una cuestión de
¿Hasta cuándo les duraría la magia a Ipatria y crisis, sino de enfermedad al nombrar. Orlando
a él? ¿Hasta cuándo la resistencia contra las hace una mueca de angustia. No está loco, está
sustancias retóricas de la irrealidad? ¿Hasta concentrado, y va arrancando las fotos de un
cuándo sus propios ciclos de locura sin cuerda y álbum según las recorta con una tijera. Lo hace
paralizante cordura? ¿Alguna vez volvería a meticulosamente, sí-la-ba a sí-la-ba, con estilo
fotografiar la barbarie desnuda de un planeta de autista. Son fotos de Ipatria, desnuda.
llamado Habana? ¿Y a escribir en su diario sobre Mientras Ipatria, todavía desnuda, desde la otra
aquel caparazón de concreto: primer esquina del cuarto, lo deja crear. Creer. Ella es
exoesqueleto libre de América, artrópodo una muchacha ingrávida, ida, libre, hermosa,
kafkiano que ellos amaban y odiaban hasta el con una década menos en la memoria y por eso
insulto y las lágrimas? Habanada, mon amour: mismo casi real: Ipatria es un estado de coma.
ciudad con hache, letra muda. Y a Ipatria, Orlando sabe que, después de recortar la silueta

1
de quien tanto lo ama, a él le será imposible Orlando estuvo tentado de pedirle que se dejara
pronunciar sus tres sílabas otra vez. "Su nombre hacer una foto. Pero no.
empieza donde su imagen se acaba": más o Se alejaron. Afuera, el universo era un
menos así podría empezar la novela de Ipatria escándalo de estrellas, cada una titilando a la
que Orlando prefería dejar de escribir. manera de un flash de repetición. Paisaje
cóncavo sin nubes y sin luna: una noche sin
7 noche que, rebasado todo aquel horror o error,
Una patrulla levantó una nube de polvo con el seguramente no valdría la pena ni describir.
frenazo. Se abrió la portezuela del chofer. Tras
un par de gafas uniformadas, el hombre dio las 8
buenas tardes y les pidió el carnet. En la curva de Zapata y 12 cogieron una P-2
—Me entregan la cámara, por favor. con asombrosa facilidad. Era un ómnibus
El auto no demoró en partir. Con Ipatria y importado como donación del País Vasco o de
Orlando dentro, rígidos como dos desconocidos Cataluña: a estas alturas de la historia, ¿para qué
en el asiento de atrás. Él quiso bajar el cristal de distinguir? Lo importante no era el sentido de los
la ventanilla, pero ella le hizo notar que faltaban carteles que colgaban del techo, sino el aire
las maniguetas. El auto parecía una pecera con acondicionado que aún funcionaba: algo así
oxígeno limitante. Tan pronto desembarcaron en como el primer milagro del mundo, una mueca al
la estación de Zapata, la muchacha fue la primera subdesarrollo que acaso nunca llegó.
en hablar. A esa hora la P-2 viajaba casi vacía,
—¿Por favor, alguien podría explicarnos qué desplazándose al máximo de velocidad. Ellos
pasa? permanecían de pie, abrazados, la mochila entre
—¿Ustedes son ciegos o no saben leer? –fue ambos como si fuera un bebé: la cámara y los
la respuesta de un hombre uniformado de civil–. teleobjetivos a medio desarmar allá dentro,
Toda esa zona de la colina es un objetivo objetos pesados que con gusto habrían
económico-militar. Más grande no podía ser la abandonado bajo un asiento vacío. Por alguna
valla que lo anunciaba: NO PICTURES / extraña razón, ninguno atinó a sentarse hasta
PROHIBIDO FOTOGRAFIAR. muchos kilómetros después, justo cuando
—Pero nadie hizo ninguna foto –fue el último llegaban a la parada del barrio y ya se tenían que
parlamento de Ipatria que Orlando entendió de bajar.
principio a fin. Orlando sintió que no reconocía al paisaje ni
Las averiguaciones duraron hasta pasada la a su acompañante. Ipatria no sintió nada
medianoche. Al final recuperaron la Canon y los irreconocible en ninguno: en todo caso, le daba
teleobjetivos, pero no el rollo Konica aún virgen mucha pena que su amor otra vez tuviera ganas
que estaba dentro. Fue un largo proceso hasta de matar o hacerse matar.
que los peritos verificaron la inocuidad de
aquella cinta comercial. Ninguna luz había 9
impregnado allí. La sospecha de espionaje —Tengo la sensación de que esta noche me
económico, militar o turístico por el momento no enfermo de verdad –fue la primera frase de
se aplicaba con ellos dos. Orlando después de horas.
Una oficinista con ojos de luz fría les aseguró Ipatria no quiso reprimir una sonrisita.
en tono confidencial que la multa impuesta sería Estaban en la sala, de cara al televisor encendido
la "cuota mínima prevista en la vigente con llovizna y scratch. La muchacha tomó a
legislación": unos pocos pesos en moneda Orlando del brazo y atravesaron de punta a punta
nacional. la casa, hasta desplomarse en la habitación de él:
Ipatria y Orlando agradecieron su gesto y a tendidos sobre la cama destendida desde muchas
cambio ella los acompañó hasta la escalinata por horas o siglos atrás.
donde se salía y entraba de la estación: el local —Definitivamente –ella estremeció los
probablemente había sido una lujosa residencia hombros caídos del muchacho: hincaban–: el
privada. Cuando desembocaron sobre la acera, peor escritor vivo del milenio y el mundo.
los dos se voltearon y vieron que, desde el último Orlando acarició aquella frente delgada y
peldaño de mármol, la mujer de ojos gélidos aún pálida de una Modigliani insomne en la
les decía adiós. Con la mano, en orgulloso madrugada cubana. Ipatria lo atrajo hacia sí y le
silencio: estaría sobre los cincuenta, pero en dio un pequeño beso en los labios.
contraluz a ellos les parecía un ser inmortal.

2
Orlando cerró los ojos. La luz fría que
colgaba del techo desapareció. También la vaga
idea de cómo no escribir una novela a
contrarreloj. Y desapareció el alef infotografiable
de aquella ciudad que él hubiera querido recortar
con tijeras y desarmar un álbum. Y desapareció
también su barba crecida. Y sus ojeras, como un
par de piñazos. Y todo el resto de su argot de
combate, agotado sin rollo Kodak ni cámara
Canon. Y también, por supuesto, allá lejos y tan
cerca, sobre la cuerda floja del horizonte,
desaparecía al final la punta podada del monolito
de la Plaza de la Revolución, de noche siempre
desierta o tal vez desertada hasta por las auras.
Todo desapareció al otro lado de sus párpados
cerrados de par en par. Todo, excepto el abrazo
gélido de Ipatria, maga muda en cuya sombra
Orlando se durmió o fingió dormirse.

10
Orlando se levanta y va al baño. La luna le da
en el rostro y su imagen es hielo muerto en el
espejo del botiquín. Busca allí, por fin encuentra:
es una navaja de las mecánicas, sin baterías.
Huele el metal. Brilla tanto en sus ojos que una
idea salta demencial y perfectamente higiénica en
su cabeza. Orlando no quiere reprimir una
sonrisita. Algo se acaba y nada comienza para él.
Pero no hay peligro, es sólo un gesto: llevarse al
cuello la afilada hoja y pensar en Ipatria, tendida
sobre la cama destendida hasta muchas horas o
siglos después. Orlando aprieta la cuchilla, se
ayuda con la otra mano. Meticulosamente, sí-la-
ba a sí-la-ba, con estilo de autista, se va
convirtiendo en un muchacho ingrávido, ido, libre,
hermoso, con una década más en la desmemoria y
por eso mismo casi irreal: Orlando es otro estado
de coma. Sabe que, después de recortarse
radicalmente la barba, la muchacha que lo ama
de gratis ya nunca lo perdonará. "Su imagen
empieza donde su nombre se acaba": más o menos
así podría terminar la novela de Ipatria que
Orlando preferiría nunca escribir. Los pelos caen
en el lavamanos y un chorrito de agua los borra
con un remolino en contra de las manecillas del
reloj: náusea y vértigo girando a la izquierda.
Orlando se afeita mareado, con las pupilas
alteradas por la adrenalina y el exceso de
radiación lunar. Casi a ciegas. Por el tragante se
escurre también el rompecabezas de su imagen
invertida dentro del espejo, y Orlando asume esa
pérdida como una buena señal: "ser menos yo",
sonríe él. Como siempre le ocurre con las fotos y
las palabras, aunque aún no ha pasado nada,
para Orlando es la hora cero otra vez.

3
TODAS LAS NOCHES LA NOCHE supertanqueros insomnes con el vientre
eructando oil (en mi estómago, la pizza y el vino
1 conseguían una mezcla muchas veces peor). Con
El metro de La Habana hacía su recorrido Helsinki, por ejemplo, tres sílabas con olor a
tonto y feliz. géyser y aurora boreal de simulación (la brisa
Poco antes del cañonazo, yo lo esperaba en la helada nos ponía a hacer música con nuestros
gara subterránea de la Plaza de la Revolución. dientes, monjes bruxistas). Con Haifong, por
Desde allí viajaba, casi a ras de tierra, salvo un ejemplo, donde la muerte es una boya flotante en
par de segundos bajo la bahía, hasta desembocar una plataforma de tecnobambú (de Haifong no
en la Zona 666 de Alamar. sabíamos nada, excepto la fonía de su nombre en
Entonces yo compraba una flor eléctrica, el solemne noticiero de la 3D-visión). Y la
comida obscenamente italiana, una botella de comparábamos otra vez con La Habana, por
vino tinto a medio pixelar, y subía las escaleras supuesto, crucigrama sin clave poco después de
rodantes con dirección a Ipatria. un cañonazo digital.
Todo parecía tan natural. A pesar de que todo Las nueve. Todas las noches las nueve. Todas
incluía, por supuesto, a Ipatria: mi extraño amor las noches una nueva Habana. Ciudades siempre
de los doceplantas prehistóricos de Alamar. con hache del universo. Letra muda: holografía,
holocausto, helocuencia de lo silente. Un error
2 sin trazas ya del horror. En cualquier caso, una
Su ascensor funcionaba justo como lo que disparatada pero ingenua transgresión. Porque
era. Un objeto anacrónico importado del siglo eso éramos Ipatria y yo, refugiados en la altura
XX. Daba bandazos y soltaba chispas en los vertiginosa de su apartamento: prófugos que
entrepisos, pero nunca falló. desconocen hasta de quién van a fugar. Y para
Ipatria dejaba su puerta abierta para mí. Yo qué fugar. Y por qué fugar. O jugar.
entraba y la cerraba sin hacer ruido a mi espalda. Igual era inevitable. Caíamos en pánico sólo
Adentro la luz no existía o era muy mortecina, de pensar que a la noche siguiente uno de los dos
ilusión de un gris cuántico. Su apartamento era pudiera no estar. Tal vez por eso mismo cada
mínimo. De paredes sin textura, como si fueran noche nos amenazábamos con que cada noche
de gas. Incluso Ipatria parecía de gas. En aquella sería la última. Era preferible así. Destruirlo todo
atmósfera repentina y repetitiva lo único sólido, nosotros mismos, antes que dejarlo al azar de una
como de piedra muerta lunar, supongo que fuera denuncia anónima o institucional.
yo. Pero ya no podíamos evitar reencontrarnos
Y en este punto comenzaba nuestro ritual. allí. Ipatria y yo amábamos lúcidamente aquella
Nos dábamos un largo abrazo. Diríase que nos visión nocturna de la locura, aquella tajada de
conocíamos de siempre, cuando probablemente Cuba, sólo visible si se acuchilla el planeta desde
no hacía ni un año desde la primera vez. la Zona 666 de Alamar. Así, cada noche a las
Abríamos el cortinaje con el mando a distancia. nueve sería siempre la última noche de aquel
Y, a través de los vidrios, la ciudad emergía con primer año del siglo XXII.
el garbo de una marea oscura saturada de luz. Nada. Hay historias así. Que no necesitan
Una imagen sin paradoja y sin contradicción: reinventar su propia historia para provocar un
ilusión óptica de usar las palabras. cortocircuito fulminante con lo real.
La Habana. Nave fantasma, hangar sintético Supongo que no se comprenda ni media
reflejado en un bolsón de agua o metal. Alfileres palabra. Aún.
de luz ecológica, pinchazos arcoíricos de un solo Y es lógico. Ninguna palabra es comprensible
color. Aberración mnemónica del lenguaje. Y, si se parte por la mitad.
sin embargo, doce pisos bajo nuestra mirada todo
transcurría con tanta normalidad. 3
La Hanada, amorfo recipiente que adopta la Ipatria sustituía cada noche su vieja flor con
forma del gas contenido y nunca al revés. Cada mi nuevo regalo. En veinticuatro horas las
noche Ipatria y yo la comparábamos con una baterías expiraban sus anémicos volts. Negocio
ciudad distinta, fe en lo foráneo. Con Hiroshima, redondo y tierno, por sólo diecinueve américos y
por ejemplo, titilando en una noche de agosto cincuentinueve centavos. Renovación de señales
que otra noche de agosto Ipatria soñó (se humanas al por mayor. Maneras de sentirse
despertó llorando y pidiendo perdón a nadie). menos insolidario tras el cambio de fecha: de los
Con Haifa, por ejemplo, y su ristra de dos mil algo a los dos mil ciento nada.

4
Entonces nos desnudábamos, Ipatria y yo, al 4
margen de cualquier inoperante prohibición. Sin Y no era hasta la una de la madrugada, con
apagar la luz. Aunque de hecho no hubiera luz: puntualidad involuntaria, que bajábamos doce
apenas el halo gris que nos rebotaba La Habana. pisos hasta el nivel de Alamar, otra vez en aquel
Nos quitábamos la ropa de manera más bien fiable y destartalado ascensor de más de un siglo
privada, sin tocarnos apenas. Cada cual tumbado o acaso más de un milenio atrás.
sobre una punta de la esterilla, horizontales de A esa hora las avenidas eran pistas desiertas
remate. Así eludíamos cualquier audiocámara de un aeropuerto futurista en tiempo real. Ipatria
que pudiera reparar en las cortinas abiertas de y yo caminábamos entre sus carriles con absoluta
nuestro balcón. y demente libertad. Y era tan fácil abrazarnos y
Nos aproximábamos a rastras. Era excitante y reír y bailar, y sentir que la ciudad podía ser un
cómico y un poco cruel. Dejábamos de observar espacio mucho más personal de lo que nos
el Alamar de allá afuera y nos mirábamos parecía a lo largo y estrecho del día. Y era tan
secamente a la cara. No tan culpables como nos complicado no sentir miedo de ser observados
sentiríamos después. Y antes. Y durante. entre la ausencia de transeúntes y tráfico. Y era
Y sólo entonces hacíamos el amor, los ojos tan natural ir hasta el Asfixeatro tomados de la
todo el tiempo clavados en los ojos del otro, en mano, y dejar que alguna banda de neo nos
un ahora efímero por el resto de la eternidad: los envolviera con su magia ligera y recónditamente
restos de la eternidad. Los párpados tan abiertos posnacional.
como el cortinaje que filtraba al cielo renegrido Porque la música era un bálsamo para nuestro
de Habanalamar. Ipatria y yo, azorados insomnio. Porque a veces hasta cabeceábamos
animalitos de zoo, retorciéndonos de pena y allí, el uno sobre el hombro del otro. Y porque a
placer hasta caer en una suerte de éxtasis veces simplemente seguíamos de largo
cósmico que, sin pronunciar nada en voz alta, los bordeando el Asfixeatro, con los acordes
dos sabíamos que algún misterio, histórico o sintéticos susurrándonos al oído cualquier
humano, una de esas noches nos tendría que tontería inteligente en esperántrax o volapunk.
revelar. Hasta que, por supuesto, como tantas y tantas
Todo terminaba con un quejido a dúo, sin noches a esa hora, aparecía otra vez el mar. O su
boca, por donde se nos vaciaban la garganta, los intuición a ras de los arrecifes. Y de ahí ya no
pómulos y el esternón: órganos de la angustia. podíamos pasar. Y nos deteníamos, Ipatria y yo,
Después respirábamos limpiamente juntos, sin a pesar de los estribillos de neo, los dos
acariciarnos jamás: usar los cuerpos ya había sido hechizados por el cenital puñetazo de luna yerta:
suficiente delito. Y por fin comíamos, echados magnífica hoz o moneda, según el ángulo en que
sobre nuestro propio sudor. Supongo que cada la recortase la luminiscencia solar, con una
madrugada un poco más felices y atentos a los calavera de conejo advirtiéndonos no sé qué. Ni
imprevisibles gestos del otro en cada cita. O para qué. O por qué.
complot. Sin calentar nunca las pastas y menos Oíamos. Olíamos. No distinguíamos nada
aún enfriar la botella de vino, que era el único bajo el telón cínico de la madrugada. Éramos
objeto de píxeles vivos dentro de aquel dioses muertos, aunque ni Ipatria ni yo sabíamos
inconmensurable mirador. entonces qué podría esto significar. Y no nos
Después disponíamos de un par de horas hacía falta tampoco. Éramos habitantes de un
libres antes de bajar a diluirnos en aquel paisaje siglo raro donde todos se comportaban de un
total y sobrecogedor. La H: una suerte de modo extranjeramente habitual. Habitaban.
habanaleph, sin transparencia y sin Sólo que había algo en ese sonido o en ese
superposición, somera suma de imágenes online olor o en esa oquedad lunática de la noche, había
y en off. algo en la clandestina costumbre de comer juntos
Brave New Habana: desde la primavera del y hacer el amor sin reportarle a nadie con quién,
84, tras aquella archifamosa peliculita de clase 0 había algo que faltaba o sobraba entre las mil y
(inspirada en un best-seller del mismo nombre), una piezas del engranaje: había algo en aquel
así estaba de moda promocionarla en cada rompecabezas de atrezo que ni Ipatria ni yo
panfleto turístico, en cada titular de la prensa con entendíamos. Y ese algo impronunciable nos
licencia o no del Estado, y en cada lamparazo obligaba cada noche a desobedecer. Por lo
amnésico de ciber-neón. menos, a desaparecer.
En cualquier variante, para nosotros el mar
funcionaba como un antídoto y un talismán. Un

5
amuleto, una frontera. Una constatación a la multa interestatal, pero no le importaba. Tenía los
espera de lo que ya está dolorosamente aquí. Una ojos negros de ira y usó las palabras contra mí,
revelación abortada, no sé. Supongo que contra supongo que para no volverse orate o ponerse
el misterio, cualquier mensaje o mentira nos infantilmente a llorar.
parecía muy bien. Me dijo de todo. Me ofendió
Por el momento, nos bastaba la certeza de exhaustivamente, usando el vocabulario roñoso
permanecer juntos allí. De pie, tomados de la de un tribuno incivil o un fanático predicador.
mano sobre el dienteperro cubano de entresiglos. Me negó mil y una veces, y mil y una veces me
Atragantados, la angustia coagulada a la altura de pidió perdón. Pataleaba. Parecía una muñeca
los pómulos, la garganta y el esternón. Lúcidos e clónica que se estuviera quedando sin carga. Se
irracionales. A la caza de un sonido, un olor, un rasgó las ropas, se arañó la piel. No era Ipatria,
rayo de rebote entre los astros inmóviles: no era nadie, acaso era yo. O el odio magnificado
candilejas de utilería que nos espiaban con tanta en todo su humano o histórico esplendor.
saña como los videocontroles de ocasión. Cuando terminó, se desplomó en un desmayo
Ipatria y yo, boqueando con tal de hacia atrás. Había hecho implosión: Ipatria de
oxigenarnos por alguna grieta, cavando un espaldas sobre las astillas fúnebres de su
respiradero para uso de dos contra las sustancias discurso, con una mueca de opositor político en
retóricas de lo real. Tanteando alguna hebra las facciones. Irreconocible. Yo esperé hasta
suelta en el telón de la malla social: fuimos peces recuperar el ritmo mínimamente audible de mi
sin demasiadas agallas. En fin. La composición corazón. Y respiré. Hondo. Y respiré. Frío. Y
química de nuestra atmósfera cada noche se respiré. Solo. Hasta inflar con mis pulmones un
suponía fuera la óptima y la más estable, pero lo vaho imaginario de aliento a su alrededor.
cierto es que nosotros nos asfixiábamos desde Entonces cargué su cuerpo o su catalepsia. A
mucho antes de coincidir. Y desde mucho pesar de la frialdad, me sudaban los brazos.
después de ya instaurado nuestro ritual. Y, por Ipatria se me chorreaba sin dar señales de
supuesto, desde todas las noches durante. coagulación. Caminé con todo su peso a cuestas
y con toda mi propia ingravidez. Ahora era
5 Ipatria la piedra muerta lunar y yo una burbuja de
A veces pasaba un pájaro. Era blanco y se gas. Subí hasta a su apartamento y, sin el coraje
confundía con el humo artificial de las nubes de matar o hacerme matar, cerré su puerta y muy
nocturnas. La luna lo convertía en sombra sobre lentamente, casi inmóvil de tanta duda, supongo
la costa y a nosotros nos gustaba ver a un ave que sin desearlo, esa noche también me fui.
reptar. Era algo atávico, reminiscente. Y esos abandonos ínfimos, me doy cuenta
A veces pasaban dos, planeando en la ahora, ya iban anunciando la significativa
despaciosa coreografía de los seres biológicos. sintomatología de nuestra barbarie. Eran una
Entonces Ipatria y yo envidiábamos tanta suerte de expediente clínico que en definitiva nos
compañía entre el cielo y el mar. Y hacíamos enfermó: Ipatria y yo fuimos como esos pacientes
como quien tiene algo muy importante que hipocondriacos que se temen lo peor a la menor
prometer o callar, pero el gesto siempre era mejoría.
interrumpido por un gesto del otro. Y a estos
ademanes se reducía la precaria cinética de 7
nuestro amor. Otra vez fue terrible.
También nos sobrevolaban los bombarderos, Subimos a la azotea del doceplantas y, de
como es evidente, casi todos oteando el horizonte pronto, Ipatria me apuntó con su pistola
marino hacia alguna remota y mortífera misión. Browning de seguridad personal. 15 tiros de alto
Pero, aunque pasaran en escuadrillas o en calibre, suficientes para eliminar a un comando
solitario, increíblemente ningún avión de de asalto y después suicidarse (era el slogan
combate nunca nos inquietó. Por suerte para los comercial de la Browning). Su uso seguía siendo
dos, creíamos que el enemigo siempre sería otro. obligatorio tras las escaramuzas vandálicas del
No Ipatria. Ni yo. En todo caso, nosotros. año 94. Y ahora Ipatria descargaba toda esa
tensión en la noche y en mí.
6 Me llamó traidor. Amenazó con reportar mi
Sólo una vez discutimos. Caminábamos de caso antes de que fuera yo quien amenazara con
regreso del mar cuando Ipatria se plantó entre los un reporte del suyo. Ipatria actuaba
cocoteros de la avenida. Se arriesgaba a una "estrictamente en defensa propia del colectivo",

6
pronunció con tono de politfiscal. Y sólo humilde y humillada, de un par de analfabetos al
entonces estallaron sus carcajadas. aire preso de una librería de alta seguridad. Así
Reía, reía, reía. Risas de dioses recién hojéabamos a esa hora las páginas
exhumados en un cenotafio obrero llamado pornográficamente deshabitadas de nuestra
Alamar. Se burlaba: era un juego. Estábamos ciudad con hache: letra sin cuerda, pero locuaz.
locos, por supuesto. Y ser tan teatrales era acaso No volvíamos por el Asfixeatro sino por la
nuestra tablilla de salvación. rotonda del Multiestadio Olímpico, tortuga de
"¿Cómo pude creerle tan fácilmente?", Ipatria varias cuadras a la redonda que no se empleaba
me increpaba y yo comencé a reír. "¿No desde los juegos internacionales de una década
confiábamos irreversiblemente en nosotros desde atrás. Todavía una pantalla líquida los
el primer encuentro al azar?", seguía disparando promocionaba, obsoleta: Brave New Habana
sus preguntas sin bajar nunca el cañón. "¿O es 2091.
que no había sido al azar?", y entonces se llevó el Por todas partes nos maravillaba el lujo
arma a la sien. luctuoso de tanta imagen y tanta imposibilidad.
Yo todavía reía, reía, reía. Por un instante Ipatria y yo reptábamos como la sombra de dos
quise que se matara tal vez. Los estéreofaros pájaros marinos bajo un satélite demasiado
pasaban a escasos centímetros de nuestras vertical. Yo le decía y le señalaba:
cabezas y, sin embargo, aún nos sentíamos —Mira, mi amor, mira –el nombre de Ipatria
impunes en medio de tanta promiscuidad. entre nosotros nunca se pronunció: de hecho, es
Recuerdo que le hablé de una novela ilegal muy probable que no exista semejante palabra.
que ambos habíamos leído hacía poco: Todas las Pero Ipatria nunca me respondía, salvo con
noches la noche, firmada por una supuesta Silvia un apretón a la altura del codo o del antebrazo. Y
de Nerval. Le pedí que no repitiera literalmente un toc-toc áspero que se le trababa en la tráquea.
el desenlace patético del último capítulo. Y Y yo notaba un desesperante pendular afirmativo
entonces Ipatria bajó la Browning por fin. Y bajó de su cabeza, medio reclinada y medio huyendo
los brazos. Y los ojos. Y la cabeza. Y se de mí.
arrodilló. Y en este punto repitió textualmente un Así dejábamos atrás el ultramoderno
parlamento de aquel folletín clandestino de la cementerio de automóviles y vagones del metro,
Resistencia: con sus esteras, sus megaimanes y sus prensas de
—Por favor, pon tus manos –la mirada convertir en hilos y láminas hasta a los metales
minada–. Te lo pido en nombre de la belleza y la más duros de la realidad (un arte del desastre).
revolución. Así dejábamos atrás el biplanta estilo loft de la
funeraria, con sus servicios más bien siniestros
8 que, por suerte, ya pocos conservaban la
Pero lo rutinario no eran escenas más o ancestral costumbre de contratar (eran
menos violentas, sino el tedio de una Hanada demasiados permisos para sólo un par de horas
insomne al punto de lo criminal. Intuíamos que de velorio en público). Y, al final, cortábamos
nadie dormía a nuestro alrededor, que la vigilia camino por la alameda de la Cámara
colectiva crecía como un cáncer monstruoso Amercadual, una especie de lingote de vidrios
detrás de cada puerta, cortinaje y balcón. velados que, de noche, era más un monolito o un
Y no es paranoia, por supuesto, ni mucho mausoleo antes que un banco de crédito
menos delirio. Nuestro presente sin resonancias continental (operativo las 24 horas, aunque su
había simplificado hasta lo raquítico cualquier inauguración se había pospuesto al infinito desde
concepto más o menos sutil: como paranoia, por que, casi en avalancha, se edificó).
ejemplo, o delirio. De hecho, ni siquiera nos —Mira, mi amor, mira –yo apuntaba con el
sentíamos vigilados en nuestro recorrido a índice a los tanques de agua potable que
trasnoche de cada noche. Lo terrible es que ya ni coronaban la loma de entrada al reparto. Y los de
siquiera nos sentíamos. Todo se articulaba como agua pesada, como una silueta detrás.
una secreta premonición. Unas ganas a desgana —Mira, mi amor, mira –y era un jardín
de despertar de la pesadilla sin haberla soñado espinoso de baterías antiáereas, todavía
aún. perfectamente en funciones desde un pedestal del
Y lo rutinario era darse la vuelta al borde del Museo de la Paz.
mar o tal vez su ausencia, y remontar el camino —Mira, mi amor, mira –y de pronto resurgía
de regreso hasta la Zona 666 de Alamar. Ipatria y la luna, rielando sobre las señales lumínicas que
yo leíamos cada signo con la resignación, entre tasajeaban esta o aquella avenida del futuro, a esa

7
hora no tan desiertas como desertadas en off y eléctricas que cada noche yo le compraba a
online. Ipatria, jugueticos ridículos y candorosos por
Por milésima y única vez, yo sólamente sólo diecinueve américos y cincuentinueve
intentaba mostrarle dentro de cada noche otra centavos: el precio estándar de la ilusión.
noche mayor. Como si Ipatria no las conociese En veinticuatro horas lo más probable es que
mejor que yo. Antes que yo. Como si Ipatria no ninguno de los dos reapareciera: ni en la próxima
hubiera sido desde siempre una de esas ni en ninguna otra noche más. De suerte que era
trasnochadas criaturas sobrevivientes de la Zona preferible esperar. Y, de ser posible, esperar
666 de Alamar: sobremurientes del olvidando el hecho de que, en veinticuatro horas,
posdesarrollo. Como si Ipatria fuera Ipatria en lo más probable es que ninguno de los dos
definitiva, en lugar de aquella palabra inventada, reapareciera: ni en la próxima ni en ninguna otra
donde cada noche cobraba cuerpo la tan íntima noche más.
fonía de nuestro desconocido amor. Hasta el propio lenguaje se nos ciclaba entre
las manos. Y nos reciclaba a nosotros también.
9 Laberinto sin paredes ni mapa, ilógica topología
Cuando reaparecía por fin el perfil de una ilación: islas dentro de otras islas dentro
hipercúbico de su doceplantas, el abrazo de de una isla mayor. Lo cierto es que ahora no tiene
Ipatria se hacía un poco más fuerte y frágil. Nos caso pretender una continuidad allí donde todo
estremecíamos de sólo pensarlo. Y ninguna no era sino fractura fractal: la repentina fricción
noche perdimos la enfermiza esperanza de que de una repetitiva ficción.
una de esas noches el edificio ya no estuviera
allí. Un terremoto, un meteorito diamagnético, un 10
láser polifractal: cualquier trauma social nos Y el resto es tan simple que apenas fue.
parecía preferible antes que retornar otra vez allí. Diplomáticas frases de adiós en un lobby fósil
Atravesando los sembradíos exuberantes que de la paleohistoria arquitectónica de este país. O
rodeaban su monolito de concreto y cristal, planeta. Unas noches con el nerviosismo de que
Ipatria y yo comenzábamos entonces a retardar alguna controlinstancia bloqueara nuestra doble
nuestra llegada a la meta, trazando círculos conspiración. Otras, con la certeza de ser
concéntricos cada vez más cerrados, como invisibles mientras sólo oyéramos nuestro
escualos en una espiral centrífuga que sin incierto concierto de dos. Ipatria, telaraña tupida,
embargo tendía al centro, hasta descubrirnos de ira voraz de silencio y desmayos. Yo, electrón
nuevo en el eje muerto de aquella mole tan analógico, girando sin spin ni referencia a las
preindustrial. manecillas de ningún reloj. Retos de una retórica
Entonces Ipatria se robaba una flor de su rota que en definitiva se nos retorció.
jardín colectivo. Altifolias, kimilsungias o El resto era un cortés, casi cortante, apretón
giralunas, para mí el deleite era igual: un delito de manos. Y esa era toda nuestra contraseña
peligroso y tierno, contrabando ilegal de pétalos antes de yo huir por las escaleras rodantes de la
recurrentemente blancos, señuelo de nieve para Zona 666: túnel ciego por donde descender y
exterminar a los insectos noctámbulos de la tomar de vuelta el último metro Alamar-Habana,
polinización. Incluidos acaso nosotros dos: acoso con su recorrido tonto y feliz casi a ras de tierra,
imposible de verificar. salvo un par de segundos bajo la bahía, hasta
Ipatria disimulaba su flor en un bolsillo desembocar en la gara subterránea de la Plaza de
interno de mi sobretodo, y yo imitaba un la Revolución.
"gracias" moviendo los labios pero sin usar la El resto era llegar a mi condomio con la
voz. Ahora tornábamos a ser cómplices de aquel expresión de quien trabaja heroicamente hasta
disparate delincuencial. Y esta osadía estúpida, muy tarde o recién ha salido de un centro de
este hurto en público que podía delatar todo urgencia urbana. A veces tosiendo, a veces
nuestro ritual, era quizás lo más excitante de cada cojeando, a veces con ganas de gritar una
una de aquellas noches sin noche. Más excitante obscenidad: de hacer trizas mi vocabulario y ser
que la inundación de nuestros cuerpos desnudos detenido por los peritos de Linguapol, acusado de
primero y, después, más exitosa que la visión practicar alguna variante nueva del vocubalario.
fantasma a la orilla tangente del mar. Pero nunca intentar nada era nuestra garantía de
En veinticuatro horas mi flor blanca estaría volvernos a ver, Ipatria y yo, más allá de toda
muerta, por supuesto, hielo sucio derretido en anestesia o simulacro de nostalgia y dolor.
una gaveta, en simetría de espejo con las flores

8
El resto era entonces disimular los cientos y
cientos de flores cadáveres, con sus miles y miles
de pétalos como hojas de papel en blanco:
material estratégico de la reserva de guerra en
tiempos de paz. Así creíamos exorcizar cualquier
delación espontánea, antes de dormirnos o
pretendernos dormir. Ipatria, catatónica en su
apartamento mínimo y mortecino; yo,
revolviéndome entre palabras con hache en una
habitación de mi hostal.
Y así y así y así, durante meses o siglos o
milenios de una gran noche dentro de ninguna
otra noche mayor: sin transparencia,
superposición, paradoja o contradicción. Y así y
así y así, hasta repetir el ciclo entero veinticuatro
horas después, tras un amorfo día de trabajo en
estas o aquellas oficinas de una cómoda
ministerialidad, a cambio de un salario de alto
nivel que, a Ipatria y a mí, nos permitía incluso el
lucro de cada noche volvernos a ver.
Supongo que no se comprenda ni media
palabra. Aún.
Y es lógico. A estas alturas ya no tiene
sentido contarle a nadie la otra mitad. Incluso
hoy no me explico por qué Ipatria y yo nos
empeñábamos entonces en sospechar,
embistiendo casi de frente a aquella tragedia que
durante noches y noches de reojo nos esquivó.
Nada. Hay historias así: sin histología. Que al
provocar un cortocircuito fulminante con su
propia historia ya no necesitan reinventar lo real.
En fin. Tal vez ésta sea ahora la otra mitad.

9
NECESIDAD DE UNA GUERRA CIVIL Mecha. Mancha. Mendicidad. Muérdago.
Murciélago. Microscopía. Militancia. Médico. Mil.
1 Mina. Minoría. Mueca. Mucama. Mucho. Musgo.
Bastardo. Bestia. Binoculares. Binomio. Máscara. Misterio. Mente. Menta. Ministerio.
Bochorno. Borrasca. Broma. Bromuro. Borra. Manto. Maternidad.
Brisa. Bruma. Bramar. Bronca. Báscula. Bártulo. Entonces mi madre hizo crac y comenzó a
Báculo. Vecindad. Viento. Veneno. Vino. llorar. Buh, buh.
Vernáculo. Velocidad. Venéreo. Brillante. Vello. Sentada en solitario sobre el sofá, la vi soplarse
Verdad. Breve. Brebaje. Vital. Vitral. Virus. los mocos y beber sus lágrimas. Por un instante,
Víctima. Victimario. Vómito. Victoria. Vil. pensé pensar en ella como si fuera mi madre y no la
Violación. palabra madre:
En verdad, sospecho que mi padre se ha vuelto —Pobre de tu padre, hijo –repetía,
loco. inconsolable–. Hacía ya medio siglo que se sentía
O cuando menos se ha convertido en un muy mal.
diccionario al azar. —¡Basta! –le respondí.
Sus lloriqueos no me dejaban concentrarme en
2 lo caricaturesco de nuestra emergencia pasada en
Padre salió en el noticiero estelar de la 3D- vivo por la 3D-visión.
visión. Vestía de traje y corbata, y usaba un gentil En fin. Sospecho que una de estas noches,
bigotico alón. Parecía un héroe de Hollywood en como de costumbre, me pedirá edípicamente que
1942, acaso un espía falso de la posguerra mundial. yo la vuelva a abrazar.
Padre rió ante las cámaras de la 3D-visión. En
medio siglo, en casa nunca antes lo habíamos visto 4
reír. De pronto arrugó su papelería de noticias y Pinga. Prosa. Prisa. Procaz. Proclama. Presa.
comunicados. Los amasó como si se tratara de una Prostíbulo. Perdición. Policía. Política. Péndulo.
bola de nieve o tal vez una hogaza de pan. Entonces Perro. Pena. Paranoico. Pánico. Pendenciero.
se inclinó otra vez sobre los micrófonos y por fin Pendejo. Pináculo. Payaso. Parlamento.
pudo recuperar la voz: Prohibición. Paz. Pez. Pis. Prójimo. Paso. Pose.
—Díscolo. Dédalo. Demoniaco. Demolición. Peso. Programación. Pomo. Porno. Pogrom. Parto.
Dado. Duda. Disonancia. Desinencia. Dos. Día. Papagayo. Papaya. Piyama. Pum.
Diablo. Disidente. Diente. Demencia. Demérito. Y pasada la medianoche:
Dar. Don. Dinero. Domingo. Dominó. Dominio. —Tun tún.
Doblegar. Déspota. Doblón. Determinismo. —¿Quién es? –mi madre y yo al unísono.
Detonación. Detención. Diálisis. Diáspora. —¡Ábranme la puerta o la tapa de los sesos, por
Defenestración. Defecto. Defección. Déficit. favor!
Defecación. Dolly. Di. Dios. Era mi padre allá afuera. En otra de sus crisis
Y en este punto de su discurso la transmisión se mitad laborales y mitad suicidas.
cortó. Sólo llovizna y rayas y un agudo pitido Abrimos. Horror.
ensordecedor. Papá venía descalzo, en calzoncillos de pata.
Imágenes de relleno primero (un musical Con la oreja izquierda en la mano derecha, como
editado en provincia); después el escudo oficial con quien muestra un trofeo deportivo o su documento
las siglas de la 3D-visión. Nada más. Eso fue todo de identificación personal. Lucía mucho más joven
lo que quedó de mi padre tras medio siglo de de lo que no era, y recitaba de memoria el primer
locución. Loco, locuaz. Y ni siquiera media artículo de la constitución:
diplomática palabra de adiós. [CENSURADO SEGÚN EL ARTÍCULO 1
Definitivamente, mi padre se está portando muy DE LA CONSTITUCIÓN: 1.- NO INVOCARÁS
extraño para sobrevivir en esta época y lugar. EN VANO EL ARTÍCULO 1 DE ESTA
—Seamos condescendientes con él, madre – CONSTITUCIÓN.]
dije, aunque yo lo odiara desde el inicio. Mi madre alzó las manos al techo. O al cielo.
En definitiva, hasta el odio se llega a extrañar. Rodó fuera del sofá y se arrodilló, rezando,
arrepentida de todo y a todos pidiendo perdón.
3 Ya era demasiado para mi estómago. Fui hasta
Mentira. Mierda. Miedo. Miércoles. el 3D-visor y comencé a vomitar. Adentro.
Metamorfosis. Mata. Metafísica. Mutar. Mosca. Entonces volvieron la llovizna y las rayas y el
Mezquita. Música. Mulo. Malo. Meloso. Macho. agudo pitido ensordecedor. Aunque, hasta donde

10
pude fijarme, el aparato permanecía con su única Como siempre, con un vocabulario opresivo por la
tecla en OFF. demasiada repetición del grafito romo del lápiz:
Mi padre pasó a la sala y se dejó caer de bruces Ósculo. Oscuro. Obtuso. Orate. Ominoso.
sobre el sofá. Madre finalmente se desmayó. Y en Obcecación. Odio. Oreja. Océano. Óseo. Hospital.
la pantalla en blanco y negro apareció de la nada Hombro. Homónimo. Honra. Hostil. Hostal.
otro locutor, limpiando mi vómito de su traje y Homagno. Onanismo. Oficial. Oficina. Ofidio.
corbata, a la par que se alisaba con dos dedos su Hocico. Óxido. Ojiva. Ovario. Ovación. Ojo. Hoja.
gentil bigotico alón. Holocausto. Hogar. Ogro. Hospicio. Orfelinato.
Se parecía a mi padre en la remota noche de su Oposición. Horror. Hoz. Oh.
estreno como locutor (Hollywood, 1942). Y parecía
estar narrando las noticias sobrantes de alguno de 7
los noticieros de la posguerra mundial. Sobre la necesidad de una guerra civil. Sobre la
Hablaba de héroes falsos y de cierto lamentable necesidad de la conquista de la 3D-visión. Sobre la
altercado civil. necesidad de arrebatarle la oreja a mi padre y cargar
con ella uno de sus revólveres y dispararle a la sien.
5 Sobre la necesidad de los acuerdos de paz para que
Tul. Tullido. Tramoya. Tara. Tácito. Techo. no aborte la guerra. Sobre la necedad de la
Tártara. Tortura. Tibia. Tuétano. Tarado. Tétano. necesidad.
Toxina. Trizas. Trozos. Tensión. Trazos. Trazas. Ha pasado el tiempo. La desmemoria pesa,
Torsión. Taxidermia. Termómetro. Termita. incluso a destiempo. Mis padres roncan la pesadilla
Tabulación. Terco. Terreno. Terror. Te. Tilo. Tesis. de los justos, cada cual en su propio cuarto. Cuesta
Tumefacción. Tradicional. Trampa. Trompada. creerlo, pero es así. Son un par de sobrevivientes,
Traducción. Tentación. Tecnología. Traición. egresados de esa escuela eterna de sobremurientes
Sospecho que esta noche en familia no será que, tarde o temprano, a todos nos va a graduar.
nada entretenido sentarse a consumir noticias, los Los tres estamos condenados a persistir:
tres de cara al escudo oficial con las tristes siglas de mártires gagos de la enunciación y ciber-prodigios
la 3D-visión. de la mera enumeración. Aunque ya sospecho que
Nos ahogamos de aburrimiento. Y ninguna el peligro tampoco es tanto. El orror bien podría ser
agencia reporta nada sobre la presunta firma de un sólo un herror. Por ahora, basta con evitar el
pacto bélico que consolide para siempre nuestro contratiempo de invocar en vano el artículo 1 de la
estado de paz. constitución, incluso de la copia en blanco en poder
de mi padre. Por ahora basta con no involucrarse en
6 ningún subversivo golpe de diccionario, incluso
Mi padre se paró y penetró en la casa, dando cuando se trate de un efecto al azar del tipo:
tumbos por el pasillo. Con él arrastró al sofá, sobre Abismo. Abulia. Acéfalo. Anomia. Animal.
el que recién yo había colocado a la palabra madre. Anemia. Anagnórisis. Apatía. Angustia. Apenas.
Muerta o algo por el estilo. Y, tras la carrocita Artefacto. Artículo. Artero. Adicción. Abdicación.
fúnebre improvisada, el que iba empujando era yo. Ahíto. Ahora. Aherrojar. Agobio. Ademán.
Llegamos a su cuarto. Entramos. Oí a mi padre Alevoso. Alfabeto. Asesino. Atmósfera. Asfixia.
cerrar la puerta a nuestras espaldas. Apenas ADN. Antes. Afta. Adónde. Asta. Amor. Amnesia.
cabíamos allí. En medio siglo de convivencia, Anestesia. Abierta. Al. Azar. Ah.
nunca habíamos reparado en lo reducido que era su
espacio. Ojalá no la haya pasado tan mal.
Veo a mi padre ordenar su colección de
diccionarios y revólveres cargados. Es muy
meticuloso: toda una vida de experiencia, casi
desde que nació. Lo veo sacar un lápiz de la gaveta,
también colocar allí dentro su oreja devenida trofeo
o documento de identificación. Veo una libreta
gorda que dice por fuera COPIA DE LA
CONSTITUCIÓN. Y entonces lo veo hojearla
despacio, con la mirada en blanco, extraviada en el
blanco todavía más puro de aquel papel.
Es una señal inequívoca de que mi padre
pretende escribir. De hecho, así lo está haciendo ya.

11
LUGAR LLAMADO LILÍ veces mamá. Miles de veces mamá. De hecho,
millones de veces mamá –y se acarició la batica
1 con orgullo de cheer-leader local–. Le repito,
Yo empujaba mi coche. A mano, a pie: señor, es muy importante saberlo a tiempo:
cuando las bujías se emperran, es mejor no ¿usted cree en esos que dicen que una de estas
insistir. Hay que saltar del asiento al asfalto, y el noches ya nunca amanecerá?
resto ya depende de tus pulmones y de la fuerza Temblé. Tenía ante mí la tozuda insistencia
de gravedad, según el lomerío del barrio en que de una niña o monstruo o mujer, de ser posible
te quedes botado. En este caso, a cinco o seis una distinción. Le miré al rostro en detalle: era
cuadras de mi casa. No más. Pudo haber sido bello, en realidad. Mucho. No del todo maduro,
peor (de esto no estoy muy seguro al ahora), pues mas ya con los rasgos típicos de un ser sexual:
yo venía manejando desde Alamar, al otro lado género F, una hembra. De manera que simulé
de la bahía y el túnel, y puede incluso que al otro encontrarme en absoluto control. No quería ni
lado de lo real. pensar qué sucedería si me descubriese algún
Así que mi tragedia parecía más bien sencilla. vecino del barrio. O peor: un policía de ronda. O
Yo empujaba mi coche, a mitad de madrugada, y todavía peor: algún vecino con vocación de
ella empujaba el suyo: ella, la niña que apareció policía de ronda. ¡Solos en alta noche y nada
en sentido contrario al mío, empujando su menos que con una menor!
cochecito sobre la acera, a mitad de madrugada —¿Eso dicen? –fingí sorpresa–. ¿Quiénes lo
también. Como si le costara un esfuerzo dicen?
sobrehumano para la hora y la edad. ¿Y cuál Ella al parecer se ofendió. Sus cejas
sería la hora, por cierto? ¿Y cuál podría ser arqueadas la delataban al borde mismo de la
entonces su edad: la de aquella niña noctámbula indignación, como aquella mueca despreciativa
que apareció para cruzarse en mi insomnio como en su boca: unos labios carnosos sobremarcados
una pesadilla de la que todavía no logro de rojo punzó, el mismo color de los labios
despertar? sintéticos de su nené.
Aunque resulte increíble, ella no hacía más —¿Cómo quiénes, señor? –gesticulando
que repetir su recorrido habitual: una suerte de como un tribuno que no alcanza aún al
rito, donde la bebé de carne empujaba a duras micrófono–. Ellos, ¿no se da cuenta? ¡Ellos! Los
penas a una bebé de plástico, o de algún polímero que se sientan en masa en el parquecito del
sin fórmula química que yo supiera nombrar. En paradero. Los que cantan salves y glorias y
efecto, dentro de su coche roncaba sonoramente aleluyas y avemarías. Los que anuncian una
una de esas muñecas que han invadido las tiendas nueva luz y un avivamiento. Los que me han
de medio país: mujercitas semiautomáticas de asegurado que primero vendrá una noche sin fin
importación, con voz y pasitos de robot, barbis para este país. Por favor, no se haga usted de
repatriadas con leche en el biberón y a veces rogar y dígame: ¿no le parece esto, cuando
hasta en sus pechitos de sílica-gel. Vi a la niña menos, una flagrante contradicción?
consultar su reloj y no me dio tiempo ni de Recliné la cabeza contra el maletero. Sentí su
preguntarle la hora: fría lata importada a La Habana medio siglo o
—Son las tres y cuarto –detuvo su acaso medio milenio atrás: una aleación eterna.
trasnochado paseo–. Señor, ¿usted cree que una Recuerdo alguna vez haber pedido ser enterrado
de estas noches ya nunca amanecerá? dentro de mi Impala ´59, en una mala época en
Hice una pausa. Respiré hondo. Descansé las que me dio por asegurar a diestra y siniestra que,
manos sobre el maletero de mi Impala cola-de- más temprano que tarde, en su cabina yo me iba a
pato: un cohete con alas pero sin motor de matar: bravuconerías baratas de cuando uno es
arranque para echar a volar. Su lenguaje era el de demasiado joven y borracho y despechado por
una alumna sumisa, mas su tono coqueto tenía las una rubia de rabia que se hacía llamar Lilí y que,
inflexiones de una mujer. ¿A quién de las dos para colmo, cantaba para los niños en la TV
responderle ahora: muñeca o mujer? nacional.
—Te lo explico según tu edad –me rasqué la —No les hagas caso a esos fanáticos: son
calva para ubicarme mínimamente en la como niños malos que se entretienen jugando al
situación. buen dios –intenté una ironía, y levanté la vista
—Por favor, no me trate como a una bebé – del maletero para comprobar si todo no habría
protestó ella–. Tengo siete años pero, como ve, sido una alucinación.
también he sido mamá. Y no una, sino muchas

12
La niña madre calló. Durante largos segundos hecho, ya otra vez lloviznaba) y los ríos albañales
pude oír su silencio sobre el ronquido musical de de la ciudad trataban de impedir nuestro viaje a
la otra muñeca. Entonces los ejes del cochecito dúo o acaso doble visión.
comenzaron a rechinar: fuiii-fuiii, y la vi alejarse
en sentido contrario al mío. Tal vez se había 2
hartado de mí. De mi ignorancia al punto de la La luna era un agujero blanco sobre nuestras
ridiculez. Pensé que ella podría ser una niña siluetas en contraluz. La de ella, con siete años
genial o una enana caprichosa, o quizás al revés, perfectamente afilados por la tijera de su
pero nuestra historia no merecía quedarse allí, blablablá. La mía, de cincuenta rasgados a mano
bajo aquel spotlight hepático de Vía Blanca: el por mi excesivo titubeo y elucubración.
único poste con luz de la avenida y tal vez de —Señor, yo amo la luna. ¿Y usted?
todo el país. De pronto temí quedarme solo a Tras dejar atrás la Vía Blanca, esa noche más
mitad de noche: la madrugada hueca de Palatino, oscura que de costumbre, doblamos por un
La Habana, América. Temí que algo pudiera callejón abierto entre el marabú y los tanques de
pasarle a ella, y que algo que no fuera ella no me basura, una cuadra antes de salir a Santa
volviera a pasar a mí. No sé si me logro explicar. Catalina. Rápidas nubecillas rojizas corrían a
Lo cierto es que comencé a alejarme, yo también, muy poca altura, bajo el telón cóncavo de la
en sentido contrario al mío, hasta darle alcance madrugada. La llovizna presente permitía oler el
sobre la acera. aguacero futuro. Los instintos se me aguzaban en
De entrada no me atreví a tocarla. Sólo le un deplorable estado de excitación.
hablé. Pronuncié varias veces la palabra —Señor, yo amo la lluvia. ¿Y usted?
"disculpa", caminando a medio metro de la A cien metros de distancia, por ejemplo, y sin
menor, aunque nunca le dejé saber disculpas de ninguna visibilidad, yo podía distinguir entonces
qué y por qué. Yo tampoco lo sabía. Ni lo sé el frufrú de los carros por Santa Catalina. De
ahora, por cierto. Por su parte, ella le restó pronto, hubo un chirrido escalofriante y después
importancia a mi exabrupto y a mi confesión: un sonido seco: un crounch de guitarra eléctrica
—Por favor, no se quede atrás –me advirtió sin baterías. A los pocos pasos, me crispó el
sin volver la cabeza–. Señor, esta parte es muy ulular de una sirena. Una ambulancia, los
oscura y no quisiera que algo le pase ahora a bomberos, la policía: ¿accidente o fatalidad?
usted. Igual ella me tomó de la mano y me la apretó con
Sonó a amenaza. ¿Cómo iba a seguirla sin la fuerza de un aparato mecánico, de una prensa
más ni más? ¿Y mi Impala ´59? o un torno que quisiera imprimirme forma: su
—¿Y mi Impala ´59? –soné perfectamente forma.
estúpido al pedirle consejo a ella. No me resistí, ni tampoco demostré asombro
—Ya usted no lo necesitará –sonaba muy o dolor. De hecho, no estoy seguro de haber
convencida–. Serán cinco o seis cuadras, se lo sentido sus dedos. La rareza me entumecía, a
prometo. Es mejor que nos acompañe hasta allí. pesar de poner de punta a mis cinco, cinco mil o
Sonaba a arresto esta vez. Fue entonces que cinco millones de sentidos. Me di cuenta de que
me percaté de que ella y su progenie se parecían avanzábamos como una vieja pareja de vuelta al
bastante. Y recordé por inercia la fábrica barrio tras una noche de tedio social.
abandonada de muñecas de plástico, no muy —No tengas miedo –le dije, más pedante que
lejos de aquella esquina: entre el paradero y el paternal–. Nada malo nos ocurrirá.
acueducto. Y sentí un frío de pánico sobre mi —Todos dicen lo mismo, pero es incierto –
nuca, pues hacía varias décadas que nadie me cortó ella, cortés–. Señor, al final siempre
entraba ni salía de allí: se sobreentendía que, a algo se nos ocurrirá: no me engañe ni se engañe
estas alturas del siglo XXI, ya nadie necesitaba tampoco usted.
juguetes para sobrevivir. En este punto sentí deseos de auparla. De
¿Qué otra cosa podía yo hacer? De manera taparle la boca de un manotazo. A ella y a la que
que la seguí. Y, por supuesto, en este punto no roncaba en su coche. Darles una nalgada a cada
me arrepiento. Igual la hubiera seguido hasta el una y someterlas a mi voluntad: "¡a domir, coño,
final de la noche de ser necesario, sosegándome que ya es muy tarde para tanta cháchara!" O,
los nervios entre el fuiii-fuiii de los ejes y el fuac- llegado el caso, como en un cruel juego de roles,
fuac de mis botas, que esquivaban a duras penas fungir de verdugo y echarlas a ambas en algún
la hidráulica desbordada de baches y tanque rebosante de gatos y de basura: únicos
alcantarillas. Porque recién había llovido (de sobrevivientes de aquel paisaje lunar.

13
—¡Es aquí, ya llegamos! –señaló con su todo el tiempo de "señor" y de "por favor" y de
mano libre–. Gracias, ¡puede pasar! "usted".
Nos detuvimos. Miré. La arquitectura era un Me ajusté el pitusa a la altura de la
casco: una mole venida a nada, como los restos entrepierna y me dispuse a cargarla: a complacer
de un naufragio ocurrido en otro tipo de realidad. su deseo de que penetráramos allí, fuera fábrica o
Era un residuo fabril de la etapa posproletaria del funeraria. Su cochecito se desbordaba de lluvia,
barrio: un edificio art-decó más allá de cualquier como un inodoro, y la muñeca de importación
posible arreglo o demolición. Un equilibrio seguía roncando pero haciendo burbujas: glu-glu-
imposible, un colofón. Bajo la luz cenital de la glu. Agarré por el talle a mi niña madre y sentí el
luna, las alambradas que lo rodeaban tejían una elástico de su ropa interior. Estaba húmeda y se
espinosa tela que se proyectaba, acera afuera, me resbalaba. Yo tenía que ser cuidadoso.
casi al nivel del contén. Nos detuvimos en la Mucho. Así que la trabé mejor, mis dedos
cuneta, enchumbados por el goteo de la llovizna: clavados tan hondo como pude dentro de su piel.
chinchín de agujas que me estimulaban los La alcé por el aire y le dije:
nervios. —Vamos –y la lancé sobre la cerquita de
—Señor, no alcanzo –me haló–. Ayúdeme a espinas.
saltar la cerca, por favor –y alzó los bracitos y Cayó bien. El colchón de hierba guinea que
con ellos también su bata de parturienta. crecía al otro lado la protegió. Enseguida se
Entonces le vi los blumers, casi transparentes incorporó, muy contenta, y no pareció reparar en
o del color de su piel. Sin nada que contrastara que yo dejaba atrás a su coche con su cadáver
debajo. Ni por la forma. Ni el color. Ni el olor. bebé. Entonces yo también me volé la cerca,
Justo como en las muñecas sintéticas. O aunque no tan alto como traté, pues largué
sintácticas, ya no sé: territorio en blanco de mi muchas tiras de piel sobre los pelos de púa de la
lenguaje, borrado por lo que pasó. O no tanto. Y alambrada.
acaté su orden de meterla dentro de aquel lugar. El descalabro ni siquiera me llamó la
De meternos, incluido de pronto yo. atención. Un imán me halaba tras ella y, si algo
Miré hacia afuera por última vez. Respiré el recuerdo nítidamente en medio de aquella niebla,
aire libre de aquel barrio, ciudad y país: a esa es la total imposibilidad de asumir el dolor. El
hora difuminados en un sólo vaho. La lluvia deseo me hacía sentir mitad inmune y mitad
desplazó por fin a la llovizna y la luna se inmortal. Me sentía muy vivo y por eso mismo
escondió tras una gasa rojiza, algodón no me importaba sobrevivir.
sanguinolento que todo lo coloreó. Hacía
frialdad. Intuí que el peligro se condensaba en la 3
púa oxidada de los alambres, pero ya era muy Avanzamos unos metros hasta guarecernos
tarde para reaccionar. Sentí una opresión en el bajo el alero. La puerta principal estaba cerrada
pecho: un peso muerto a ras de esternón. Como con un candado estilo colonial, pero los vitrales
un augurio. Literalmente, una corazonada: pura que la enmarcaban no tenían ni un vidrio sano.
reacción muscular. Así que entramos al lobby como si de verdad
Pensé en mi Impala ´59, en sus puertas y regresáramos al hogar después de un largo viaje
ventanillas abiertas de par en par, abandonado a desde otra época.
la buena suerte de los rateritos del barrio. Pensé Las astillas crepitaron bajo nuestros pies:
en Lilí, entre cómica y sádica, cantando para los crich-crach. Bajo mis botas, en realidad, pues al
niños en la TV nacional de veinte o veinte mil mirar los de ella caí en la cuenta de que iba
años atrás. Lilí, rubia de rabia hasta la demencia, descalza. Aunque no se cortaba. O de sus heridas
usando vestiditos cada vez más osados, con los no brotaba la sangre. O a los siete años la sangre
que después de filmar nos metíamos en cualquier es de una tonalidad invisible para la hora y mi
posada para hacer el amor: dos cuerpos locos, edad. Mejor así: el color de la sangre diluida
eso éramos hasta que se aburrió. Lilí desnuda, siempre me da arqueadas.
cabalgando sobre mí y repitiendo las mismas Por las paredes del lobby se filtraban las
letras de aquellas tontas canciones, usando ahora consecuencias del aguacero. El resplandor de la
a mi cuerpo como un micrófono a punto de luna ausente rebotaba del piso al techo por las
reventar en feedback. Y recordé entonces a esta paredes y, en una de ellas, vi uno de esos murales
otra niña de ahora, que tal vez hubiera visto típicos del siglo XX. Una epopeya de leyendas
alguno de aquellos Shows de Lilí, tratándome urbanas y guerrilleras, verdadero memorándum
contra la necia amnesia del XXI.

14
Quedé hechizado con aquella obra maestra como al inicio el motor de mi carro: alguna bujía
del irrealismo social: era fascinante. Allí, algún o resistencia interna se me fundió. Ya no me
obrero del arte había reunido chimeneas quedaba aire ni para contar. Creo que todavía
ecológicas de humo verde, ríos de leche ahora me falta. Es algo que, supongo, de palabra
pasteurizada, pirámides fraguadas con hojas de en palabra y de silencio en silencio, enseguida
tabaco y caña, bosques intraurbanos y ciudades todo el mundo lo notará.
intraforestales, cielos bíblicos del posproletariado
mundial, enormes manazas protectoras pero 4
inflexibles: como las manos callosas de dios o La planta alta era un taller de máquinas
acaso las del administrador general. Y también importadas medio siglo o tal vez medio milenio
había flores rojas, desteñidas a rosa por el peso atrás. Hierros desvencijados como muebles fuera
del tiempo y la humedad, y una manifestación de uso, pero funcionales: monstruos
popular con los brazos en alto: entre el júbilo y la antediluvianos, entre ronroneantes y a medio
rendición. Y, en lugar de sol, vi una estrella con agonizar. Parecían mogotes, tanques de guerra
sus cinco puntas afiladas en forma de lápiz labial. emergidos del fondo de la madrugada o del mar.
Estaba, además, la risa de una mujer de Parecían cúpulas de reactores nucleares, a la vez
dentición perfectamente podrida por un que observatorios del espacio estelar. Parecía una
desconchado de la pared: en su espalda un fusil exhibición de ataúdes: una feria fúnebre, un
de calamina y en su pecho un bebé, al parecer de mausoleo. Y volví a sentir el mismo pánico de
plástico o de algún polímero ya en desuso. Noté quedarme solo a mitad de calle. Es evidente que
que su rostro era idéntico al de la niña madre a todavía hoy no me consigo y acaso ya nunca me
mi lado y al de su bebé fallecida allá afuera. conseguiré explicar.
Reparé entonces en los trenes, barcos, aviones, Entonces la busqué con mis ojos, máquina a
cohetes y demás medios de transportación (con la máquina y rincón a rincón. No la vi. En efecto,
excepción de, por supuesto, mi Impala ´59 y el ella me había soltado el brazo y yo era el ser más
cochecito inundado). Y toda esta babel anónima desolado de aquella fábrica, barriada, ciudad y
rematada por un cartel donde aún podía inferirse: país: todavía de rodillas, con mi pitusa parado y
"Fábrca d Mñecas Lilí: Establcimnto 007, el zípper a punto de hacer explosión. Casi
Reynald Aulet Rdríguz dl Rey". Por mi parte, jadeando, con ganas de maldecir. De gemir de
intenté no hacerle caso a las dos sílabas pánico o tal vez de placer y, con suerte, sin poder
especulares de aquella palabra: Li-lí. evitarlo aunque me lo propusiera, de estallar en
Al final, seguimos hacia dentro por el pasillo. un orgasmo diabólico contra la mezclilla y
Cada vez yo veía peor. Tendría las pupilas largarme al carajo de allí, antes de volverme loco,
contraídas, no sé. Como las de un tigre en rapto como era casi seguro que ya lo estaba, entre
por el delirio de una madrugada rapaz: sexo y tantas visiones y tantas sílabas recuperando la
combate, alarido y fuga, amor y criminalidad, fonía límite de li-lí.
plenilunio y llovizna, parto, Palatino, lluvia, La Miré de nuevo y aún no la vi. Pasaron varios
Habana, aguacero, América y una moral de minutos o noches. Corrió una brisa de lluvia y el
mural. De manera que para orientarme me tufillo a acetona nuevamente la delató. Escudriñé
bastaba apenas con su respiración, la que olía en el sentido del vaho. Enfoqué por fin su silueta
remotamente a acetona. Aquel aliento orgánico y la vi sentada sobre el cañón de un torno, que
delataba a mi niña. Por más que ella pretendiera giraba peligrosamente cerca de sus muslos de
estar en control, la bioquímica de sus nervios siete años. La aparición estaba desnuda, la
anunciaba que ambos estábamos igual: excitados piernas abiertas sin ningún blúmer ni batica de
de remate. maternidad. En posición fetal, muñeca
Surgió una escalera súbita, de caracol, y por abandonada por su placenta de plástico: en
ella subimos girando a la izquierda. Lo que vi posición de matriushka sicópata que no le
arriba escapa a toda posibilidad de enumeración importó que se ahogara en la lluvia su supuesto
y tal vez incluso de enunciación. En ocasiones, bebé.
las palabras no alcanzan: son demasiado lineales No pude más. Me paré. Le di un pequeño
para tanta impaciencia y tanta simultaneidad. Me grito y cerré los ojos. La llamé por el nombre
arrodillé, junté las manos, aunque no creo en dios genérico del local: "¡Li-lí!", y la imagen de aquel
ni siquiera en la carencia de dios: la portañuela otro icono rubio, con el micrófono clavado hasta
de mi pitusa queriéndose reventar con cada la garganta, mientras canturreaba para los niños
invocación inventada. Yo había hecho crac, ante las cámaras de la TV, me puso nuevamente a

15
rabiar. Así que me abrí la portañuela y metí una al final del orgasmo, Lilí tuviera en su mirada el
mano, pero justo en ese instante caí en la cuenta fulgor de la muerte. En este punto, un rayo de
de que no la había abierto ni la estaba metiendo luna le dio de frente en la cara y acaso de puro
yo. Era ella, no sé bien cuál: en cualquier caso, milagro tomé una decisión: la primera
Lilí. Tampoco supe si actuaba a distancia o verdaderamente mía en la noche, y tal vez en los
directamente debajo de mí. La boca se me secó y cincuenta años de noches que sumaban mi vida.
comencé a salivar: una flagrante contradicción. No sé. Me sentí débil, anhidro. Flácido. Me
Con la lengua saqué una baba tibia de mis resecaba por dentro, y supe que al tono de mis
pulmones: espuma blanca, natilla de alveolo, músculos le quedaba una última oportunidad para
gelatina preseminal. Achiqué los ojos para forzar actuar. Y ciertamente yo la iba a usar: aún sin
los detalles y entonces vi su cuerpo cabalgando a saber cómo ni cuándo ni por qué no debía dejarla
horcajadas sobre el rotor, destrozándose la carne a ella protagonizar. Entonces Lilí cortó de un
con las mil y una revoluciones del torno: silueta topetazo el péndulo de sus caderas y el rostro le
puta y sin sangre, derritiéndose en un despilfarro cambió de inexpresión: se convirtió en un
de aquellos costosísimos polímeros de tribuno, y su discurso polimérico remplazó
importación. nuestra cadena de acciones y en este punto, con
Y ya todo me daba igual. Yo era una bestia un escalofrío de fiebre, se detuvo por fin la nieve
abandonada a la intemperie bajo techo de la amorfa de mi eterna eyaculación. Al parecer,
madrugada patria. Me saqué el pene y con la para ella ya había sido suficiente fecundación.
palma de mi mano derecha lo comencé a acelerar. En su arenga Lilí me dijo de todo,
Como si fuera un segundo rotor. Como quien pronunciando con tanta pasión y tantos "usted" y
dobla el timón o embraga la palanca de cambio "por favor" y "señor", que a ratos me deslumbró.
de un Impala ´59. Como si se tratara del eje Habló del bien y del mal, del blanco sol y de la
asesino sobre el que estuvieran columpiándose blancura lunar, del mediodía estéril y de la noche
ahora las dos: las dos embarradas de aceite fértil. Armó tantas historias patrias como a ella le
grumoso o acetona volátil, voraz; las dos sin vino en gana, contadas desde y para los títeres:
dejar nunca de centrifugar. fueran muñecas de tela o de biscuit o de guata o
Lilí apoyó un pie sobre la barra en rotación y de yagua o de muelles o de cartón o de cuerda o
saltó como un proyectil desde su torno o trono de bagazo o eléctricas o de plástico de
hasta mí. Casi rozó el falso techo tatuado de importación. Chilló que sin esa muñequería de
filtraciones pluviales o subterráneas. Lilí cuerpos ya no habría barrio, ciudad, ni nación. Y
describió una parábola cóncava de varios metros, en mis oídos retumbó el eco de una ovación
tal vez en cámara lenta, y cayó encajada, aunque llegada de ninguna parte, que parecía aprobar por
ingrávida, justo encima de mí, izada por el otro unanimidad su chillido.
eje que rotaba en mi vientre: Lilí se hizo bandera Lilí me relató otras noches de sexo y combate
desesperada para que yo la hiciese batir. ocurridas allí: alaridos de los recién nacidos y
La mujer me agarró por la nuca y la niña me fugas fallidas de sus estúpidos padres. Estaba
levantó la barbilla. Hizo palanca entre mi cabeza harta de su cansancio de madre y verdugo a la
y su entrepierna. Su cara tenía la fuerza infinita par: de tanto amor precario y tanta criminalidad
de tanta y tanta inexpresión: deseo blanco, seminal, pero no tenía otra opción. Miles y
obnubilado, desierto. Placer instantáneo en sus millones de descendientes confiaban en su
dos acepciones: algo que ocurriría de inmediato y vientre para salir a repoblar la nada allá afuera,
duraría justo eso, un instante. Así que me vertí aunque enseguida todos se mataban o se hacían
dentro de ella sin ninguna prisa: un derrame largo matar: tan energúmenos como sus padres de
y sosegado, delicioso y obtuso, de la viscosidad carne y hueso. Lilí se lamentaba de tanto
del plástico chorreado por el calor. Un flujo plenilunio y llovizna, de tantos partos y lluvia,
constante y sereno de treinta y siete grados, la tan sólo para procrear ese gran coro o mural
temperatura del cuerpo humano ya a punto de la donde coincidían, sin estorbarse, sin
infección. Una marea que manaba desde mi transparencia ni superposición, toda la
cerebelo, vaciándose a lo largo y estrecho de mi desmemoria acumulada y toda la amnesia aún
columna, hasta botarse finalmente a presión por por recuperar.
la punta roma de mi sexo clavado en Lilí. Ni ella misma lograba separar una frase de
Duraba. Y duraba. Y duraba. Temí que nunca otra, en medio de sus ráfagas de euforia y
terminara de verterse aquel licor placentero y lamentación. Menos lo lograría entonces yo:
mortal: que se diluyeran una a una mis vísceras y, tumbado ahora de espaldas, viéndola gesticular

16
sin mover las manitas ni tampoco la boca, salvación, a cantar fanáticamente salves y glorias
arengando a nadie sobre la necesidad de generar y aleluyas y avemarías, incluso anunciando una
aquel ejército alien de marionetas. Tal era su nueva luz y un avivamiento, tras una noche sin
responsabilidad, parecía ser la conclusión de su fin que no fuera en absoluto una flagrante
demagogia: tal era su mito y su meta, su tarea y contradicción. Yo huía de ella, supongo,
su tara. Y por eso yo estaba atrapado esa noche incluyéndome en ella a mí.
allí, donante voluntario de genes, en el espejismo Oí el frufrú de los carros por Santa Catalina y
de un taller en ruinas alguna vez llamado otro chirrido escalofriante y después seco: un
"Fábrica de Muñecas Lilí: Establecimiento 007, crounch de guitarra eléctrica en medio del
Reynaldo Aulet Rodríguez del Rey". bostezante apagón, acorde rematado por el
—Ya falta poco, señor: ¡por favor, usted no crispante ulular de una sirena. Una ambulancia,
tenga miedo al dolor! –me imploró o me impuso, los bomberos: ¿accidente o fatalidad? En
aunque a estas alturas de nuestra historia me daba cualquier caso, estaba seguro de que en aquella
simétricamente igual: yo debía mostrar alguna escenita de barrio cualquier vecino o policía que
reacción. apareciera ahora, me estaría cazando
Me di cuenta de que ningún hombre había exclusivamente a mí.
sobrevivido a sus partos o abortos, fueran reales
o imaginados: no dejar testigos era su garantía 5
para seguir repoblando los páramos de lo real, Rápidas nubecillas rojizas corrían a muy poca
más allá de la fábrica y su alambrada de púas. altura, bajo el telón cóncavo de la madrugada. No
Para mí, ya había sido suficiente espectáculo, pude distinguir si iría a llover o si era sólo otra
supongo. Era ahora o nunca: yo o Lilí, la loca amenaza: supongo que los instintos me
locuaz o mi cordura sin cuerda, aquella puta de respondían ya menos y el insomnio tocaba por
poliestireno o mis ganas de sobremorir pero fin a su fin.
quedando con vida. Con un ramillete de periódicos pescado al
Le agarré la cabeza y se la desenganché. vuelo me limpié la cara y los brazos: aún olían a
Extraje su cuerpo de mi pene y removí sus acetona. Sentí asco, un hastío, también un poco
extremidades sin articulación: ya había articulado de pena. Me subí el zípper y metí parte de los
suficiente retórica para la hora y mi edad. Lancé papeles en un bolsillo: más temprano que tarde a
sus partes a diestra y siniestra por el salón, alguien se los tendría que enseñar como prueba
zigzagueando a ciegas entre los tornos hasta de mi verdad.
encontrar la escalera, y dejarme caer por el Yo cojeaba un poco, recién lo notaba ahora.
pasamano girando a la derecha esta vez. Huía de Doblé hacia abajo en la esquina y me fui
ella o de mí o no sé bien todavía de qué. Rebasé acercando cautelosamente hasta la avenida. Pero
el mural sin mirar atrás, por terror de que fuera ningún vecino del barrio me descubrió antes de
un espejo y ver mi cuerpo calcado allí, entre las salir a la Vía Blanca. Ni tampoco un policía de
masas mitad bíblicas y mitad industriales: ronda. Ni siquiera algún vecino con vocación de
condenadas al paraíso apocalíptico del policía de ronda. En definitiva, no creo que yo
posproletariado mundial. tuviera nada específico que ocultar: me bastaba
Salí a la hierba rompiendo los restos del con mi coartada coagulada por el horror.
vitral. Del pánico, el vidrio ni me cortó. O, por lo Vi mi carro, allí estaba aún. Vandalizado,
menos, yo tampoco sangré. Me subí la ropa, los como es pertinente cuando se deja abierto un
restos de la mezclilla aceitosa. Di un salto Impala ´59 en medio de la noche local. Ni
inverosímil para mis fuerzas y volé por encima siquiera los rateros habían conseguido arrancarlo
de la cerca oxidada. Me asustó pensar que mis de su posición, bajo el único spotlight con luz
habilidades repentinas fueran las de un orate. entre tantos postes. Cuando las bujías se
Debía calmarme. Respirar. Tal vez ya estaba a emperran, es mejor no insistir. Y, por supuesto,
punto de amanecer y todo pronto recobraría su esos vándalos barrioteros no estarían dispuestos,
embotado halo de normalidad. como yo, a empujar sus dos toneladas de lata de
Vi el cochecito en el fango. Seguí. Vi un importación: una aleación eterna que ha sido lo
callejón no tan desierto como desertado y por él único sólido de toda mi extraña anécdota o
seguí. Vi un mar de marabú y tanques plásticos ensoñación.
rebosantes de gatos y de basura, y entre ellos Me lo dejaron en el esqueleto: forros de
también seguí. Vi el parquecito del paradero y lo asiento, chapas, antenas, pedales, paneles de
atravesé decidido, de ser necesario para mi vidrio, focos, alfombras, reproductora, cables,

17
timón y palanca, ejes, gomas, cintillos metálicos,
pegatinas, y hasta la muñequita Lilí que siempre
viajaba ahorcada donde antes estuviera el espejo
retrovisor. Fue, en verdad, un trabajo perfecto.
Una magnífica contradecoración. 1959-Impala-
2000: sin revancha de mi parte pero sin ninguna
revelación, Rev In Peace.
Me senté adentro, en el hierro desnudo, a
esperar el alba o la autoridad, si es que en algún
momento se decidían a hacer irrupción. Yo
estaba en paz. Exhalé, como si esperar me costara
un esfuerzo sobrehumano para la hora y mi edad.
¿Cuál hora sería, por cierto? ¿Y cuál podría ser
en definitiva mi edad?
Nada, ninguna. Pensé en que, sílaba a sílaba y
silencio a silencio, en algún recodo de esta
historia sin histología, ojalá después yo me
consiguiera explicar. Pero mientras más he
intentado contarlo luego, se me hace más
evidente que es imposible. No sé. Supongo que
hay experiencias que no merecen explicación.

18
ISLA A MEDIODÍA sabrían cómo y por qué ejecutaban semejante
ritual. Además, siendo 1999, muchas cosas raras
1 nos habían pasado a lo largo y estrecho de
El camión se detuvo en Imías. Una carreterita nuestro periplo, desde La Habana a Maisí.
de cal entre la blanca arena del desierto y la sal La niña del reloj comenzó a llorar, con sus
blanca del mar. Todo bajo el sol blanqueante de diez o nueve años desfigurados por el horror. Era
julio. Una luz roñosa que evaporaba las nubes tan evidente que quería cambiar de puesto para
pronto como se formaban, destiñéndolas sobre el quedar más cerca de su mamá. Las dos parecían
telón óseo del cielo. Pregunté la hora y una niña medio extranjeras o enfermas. ¿Cómo distinguir
me aseguró que recién eran las doce en punto del bajo la demasiada luz? Lo cierto es que nadie
mediodía oriental. hizo nada para calmarla o cederle el puesto a la
—¡Hasta aquí llegamos...! –nos gritó el niña. Mucho menos su madre o lo que fuera de
chofer. Y bajó. ella, concentrada más que el resto en el conjunto
Estábamos estupefactos. Pero igual bajamos de la planilla en blanco más el bolígrafo de falsa
tras él. El peor sitio del mundo era entonces el plata internacional.
tejado de cinc fumante de aquel camión. Un ZIL Largos minutos o breves horas: igual pasaba
ruso dado de baja de sucesivos ejércitos: de pesadamente el tiempo municipal. El sol
Moscú a Kandajar a La Habana a Imías a quién permanecía estático en el cénit. No teníamos
sabe qué pueblo más. Ahora simplemente sombra. Sobre la espuma blancuza del mar
funcionaba como transporte público cruzaron unos katamaranes con las siglas del
interprovincial. Ejército Oriental. Entonces, como en una
Era 1999 y nosotros íbamos hacia Maisí, coreografía mar-aire-tierra, zumbó un MIG-15 en
desde la capital. Confiábamos en que Maisí no se el cielo, que rajó en dos mitades aquel silencio
pareciera en nada a aquel Imías, aunque las dos tan teatral, y ante nosotros reapareció el primer
palabras luzcan como anagramas. A Maisí lo uniformado con apariencia de La Marina: ciclo
imaginábamos de color terracota: cota de tierra cerrado en vano, en blanco.
donde se acaba el país. Imías no sería eso jamás. Ahora lo acompañaba el chofer del ZIL ruso.
Imías era blanco reconcentrado, acaso un Secreteaban y sonreían, sus dentaduras de platino
kandinsky candente. Un puro iceberg de verano, duplicando la luz del sobreiluminado escenario.
con las gotas de sudor rodando gruesas desde Tal vez todo no había sido más que un error: el
nuestras cabezas. Como grasa o acaso leche horror siempre lo es. Creí notar cierta semejanza
cortada: una muy mala coartada para narrar nada entre los pómulos de ambos, y pensé que ellos
allí. recién habían descubierto ser parientes lejanos o
Un oficial uniformado de blanco se nos de la misma región natal. En cualquier variante,
acercó. Debía ser de la Marina de Guerra, no sé. fue el chofer quien habló:
Igual tenía el ceño fruncido por el fastidio o tal —¡Arriba, que ya seguimos para Maisí...! –y
vez el odio: un odio sin rastro ni rostro hacia se metió de cabeza en la cabina de su camión.
ninguno de nosotros en especial («los del Por supuesto, nos quedamos tan estupefactos
piquetico ése que vienen de la capital», nos como al inicio. Igual nos paramos al unísono de
identificó). aquel largo banco. En una mano, los bolígrafos
Enseguida nos repartió a cada cual una hoja plateados sin estrenar. En la otra, las hojas
en blanco y señaló una larga banqueta pintada de todavía vírgenes en su perfecto blanco
cal. Hasta allí fuimos y nos sentamos, codo a institucional. ¿Quién se hubiera atrevido a narrar
codazo y machetín con mochila. A pleno sol de por escrito algo allí?
plomo. Entonces un segundo oficial vino hasta —Los que quieran, pueden secarse con ellas
nosotros y repartió, uno por uno, unos finos –nos invitó el segundo oficial, cortante pero
bolígrafos plateados de importación (made in cortés, señalando las hojas que aún sosteníamos
China, leímos). Al final de tan laboriosa faena como salvoconductos contra nadie sabía qué.
nos indicó, por señas, que todo estaba en orden y Y justo así lo hicimos, como en un ballet
que ya sólo debíamos guardar silencio y esperar. plañidero. Cada cual usó su hoja para secarse la
Y lo guardamos. Y esperamos. Sudados y cara. Y la tráquea. Y la nuca. Y el seño. Y el
jadeantes: un poco nerviosos ante aquel trámite entreseno. Y las manos. Y los antebrazos. Y los
en la última jornada del viaje. El mediodía se codos. Y los codazos. Y las mochilas. Y los
dilataba, fuego vertical al blanco vivo. Pero nadie machetines. Y las rodillas. Y las pantorrillas y las
se atrevía a cuestionar nada. Las autoridades entrepiernas, hasta que, en fin, la niña de diez o

19
nueve años se secó los mocos y las lágrimas sin izquierda para cubanos), nos dio la impresión de
la ayuda de nadie, menos aún la de su presunta que tales eventos eran los más reales que
mamá. Aunque, por supuesto, el vapor era tanto, ocurrían en aquel pueblito limítrofe, a punto de
que igual nos quedamos tan enchumbados como salirse ya de la isla: velorios públicos.
al inicio, ahora con un ovillo de papel crispado Y esa fue toda la bienvenida que nos tenía
entre nuestras manos, goteante. preparada Maisí como colofón.
En este punto nos recogieron los bolígrafos y Velorios públicos. Sólo eso. Velorios
los boliches de celulosa y sudor, y los fueron públicos bajo un eterno mediodía.
echando en un enorme saco de nylon blanco, Lo demás es historia, tiempo muerto ilusorio:
también rotulado con las siglas del Ejército agua o tierra pasada que ninguno de nosotros ha
Oriental. Entonces oímos el ronroneo del ZIL y dejado del todo atrás.
un humillo blanquecino comenzó a ascender
desde el tubo de escape. Así que saltamos sobre
la cama fumante bajo el techito de cinc, y ya
estábamos otra vez en marcha a lo largo y
estrecho de nuestra ruta rota desde La Habana
(dos días atrás) hasta Maisí (esa misma
tardenoche, con suerte).
Adiós, Imías. Adiós blanco mar, blanca arena,
sal blanca, nubes blancas explotadas por el
blanco sol de plomo allá arriba, sobre el blanco
pavimento reverberante aquí abajo. Adiós a la
patria y al planeta difuminados por los destellos
de plata de aquel falso nylon que iba quedando
atrás, entre las manos de los dos oficiales
uniformados con la misma ausencia de color.
El camión se alejaba a tope de velocidad,
zigzagueando como un incivil borracho por
aquella carreterita de julio, y yo al rato volví a
preguntar la hora. Por supuesto, la niña de diez o
nueve años fue quien sació mi curiosidad: según
me aseguró por segunda vez, todavía eran las
doce en punto del mediodía oriental.

2
Cuando por fin llegamos hasta Maisí
(viajábamos en botella desde La Habana), nos
topamos con un velorio en la calle principal.
La descripción es somera (parca): incontables
viejitos sentados en cada acera (en comadritas de
guano), entre termos de chocolate (con motivos
árabes o japoneses), oscilando abanicos de paja
(con motivos bucólicos de la región: el Faro y el
Yunque), luciendo guayaberas de mil
novecientos algo (amarilleadas por la cercanía
del año dos mil), y mascando unos cucuruchos de
cierta masa fangosa que ellos pronunciaban
guassspé.
Todo amigablemente animado a la par que
literariamente tedioso. Como una tertulia que
igual funcionaría sin necesidad de cadáver. De
hecho, nunca vimos la caja. Estaría dentro de la
funeraria, eso no importa ahora.
Según los comentarios cazados al vuelo
(mientras buscábamos un alquiler por la

20
IMITACIÓN DE IPATRIA 3
Matanzas a las nueve y media de la mañana. Un
1 privilegio, un primor, una pena. Nos sentamos en la
Ipatria y yo. El odio. Los himnos agresivos y baranda del puentecito metálico sobre el Yumurí.
hermosos de la revolución. Un adiós sin adiós. Una Equilibrados sobre aquel río o masacre. Sin miedo,
despedida laxante. Estúpidos y clandestinos, no nos sin abismos, si ninguna memoria del terror.
dimos cuenta de nada a tiempo. Pero, ¿darnos Ipatria me dijo:
cuenta de nada a tiempo de qué? —¿En esta ciudad amaste a una mujer?
Ipatria y yo. La ira. Las banderas zigzagueantes Y yo le dije:
en el cauce inmóvil del pavimento: luego barridas —A dos. Incluida ahora tú.
con inercia de asalariado por una anciana de Con 23 años ella no era una mujer, por
uniforme y escobillón. Geniales y genitales, fuimos supuesto, pero igual nos dimos un largo beso en la
amantes espectaculares y un poco cursis, boca. Todavía equilibrados sobre el cauce inmóvil
atragantados entre la apoteosis política y un dolor del Yumurí. Todavía confiados, ignorantes.
visceral. Todavía todo ternura y ganas de hacer el amor.
Ipatria y yo. El tedio. Estábamos locos, por Aquí. Bien lejos de nuestra ciudad de memoria
supuesto. De atar, de matar. Y tal vez por eso muerta. La Hanada. Y nos dimos otro largo beso en
mismo ignorábamos que aquel viaje sería nuestra la boca.
última oportunidad. Tal vez la única. Un viaje de Entonces nos hicimos una foto. Un encuadre
bahía presa a bahía libre, por una carretera siempre magnífico. Nos la hizo una adolescente de saya
al borde del mar. Un viaje desde La Habana hasta escolar mostaza que cruzaba por el puentecito con
la ciudad de nombre más sangriento de América. su cuerpo limpio y tajante, de recién nacida. De
Un viaje a Matanzas. hecho, nos hubiera gustado retratarla nosotros a
Ipatria y yo, sin pasaje de regreso. Una ruta rota ella. Pero se negó. Hubiera sido una imagen
desde el inicio. Decisión de desafiar al destino. propicia para jugar en nuestra cada vez más
Desatino y decepción. Delirio, deleite, casi delito. invisible intimidad.
—Llévame a verla –me pidió Ipatria.
2 —¿A quién? –le dije.
Cogimos un taxi particular. A cinco dólares por —A tu antiguo amor –me respondió–. Llévame
persona. Toda nuestra fortuna secreta. ¿Valdría la a verla ya.
pena arriesgarlo todo? Supongo que sí. Lo valía. —Ipatria, mon amour –acaricié su cabeza
Infinitamente. Y en hora y media llegamos. ovoide–: para eso vinimos, ¿no?
De La Habana a Matanzas en un Chevrolet Imposible borrar aquella geometría cerebral
Impala ´59. Un Cola de Pato. Un prodigio. Una cuya oscuridad interior yo siempre adoré. Adoré de
herejía viviente del paleolítico republicano de este verdad. Hasta las lágrimas y el asesinato. Hasta el
país. Una máquina del tiempo a 110 km/h. 110 ridículo patetismo de escribirlo ahora con esas
metamorfosis de kafka en cada historia. A tope de mismas palabras: hasta las lágrimas y el asesinato.
velocidad. Una joya: la cabeza de Ipatria.
Al otro lado de la ventanilla, 110 millones de
palabras y culpas se iban quedando detrás, al ritmo 4
del rockasón con timba en la reproductora del Y fuimos. A verla. A mi antiguo amor. Ian.
chofer. Ipatria y yo nos apretamos las manos. El barrio de La Marina arrastraba eones de lodo
Afuera hacía un solecito monocromo invernal. La y manantiales de agua albañal. Excepto uno. Aún
temperatura era agradable, la brisa bien podía ser quedaba un manatial cristalino y potable. Con
eterna. Y, por un instante de hora y media, Ipatria y cangrejos y clarias y camarones.
yo nos imaginamos como dos inmortales. Y hasta allí fuimos, Ipatria y yo, a contemplar
Comenzaba el mes y el año: primero de enero los restos de mi antiguo amor: Ian. A bautizarnos
del 2000. Comenzaba un falso siglo XXI y su en las aguas mitad milagrosas y mitad mortíferas de
milenio de miniatura. Comenzábamos, también, su manantial. A beber de ellas mientras nos
Ipatria y yo. Aunque fuera sólo para no aburrirnos. zambullíamos o flotábamos. Y también, por
Sinceros al borde mismo del suicidio, supuesto, de ser posible, a restregarnos desnudos de
comenzábamos por fin ahora a terminar. Pero, ¿por madrugada. Ipatria y yo, por primera vez en el año
fin ahora a terminar qué? cero o dos mil.
Era una sensación triste y genial. Un sentirnos
hermosos y libres y muy cansados de tanto habitar

21
en otra lejanísima ciudad. Aunque en Impala ´59 6
Matanzas y La Habana quedaran al doblar de la Yo tenía 36 años, ella 23. Y entre los dos
esquina. Era sólo una ilusión dolorosa y fallida: acumulábamos suficiente cultura fósil como para
toda ciudad es antípoda de la otra. Igual fue un matar o hacernos matar.
buen intento de no pronunciar la palabra adiós. El Aullido de Ginsberg nos divertía, por
Como nos mereciéramos una isla de silencio ejemplo, como una chiquillada gringa de
después de tanto deseo loco y toneladas de diálogo homosexual incivil mansamente deportable de
por imitación. Igual era un augurio: la certeza de Cuba. El Grito de Munch, por ejemplo, no era más
que ya habíamos acumulado suficientes odio, ira y que un susurro puesto de moda por la culpa de una
tedio intentando precisamente no pronunciar la generación que llegó muy tarde al horror. El
palabra adiós. Paradiso de Lezama, por ejemplo, no era tanto el
infierno como una carcajada cubana que nadie
5 quiso nombrar como Ipatria y yo: un fiasco
Yo llevaba mi cámara. Canon semipro. Cañón innombrable.
analógico para explotar los encuadres intestinos de Alto arte. Mentiras por lo bajo. Detritos del
la vida provincial. Matanzas: La Tenia de Cuba, intelecto. Ipatria y yo huíamos como extranjeros en
nos reíamos subiendo por Milanés hasta el Parque nuestra tierra natal.
de la Libertad, donde retraté los pezones parados de Yo tenía 36 años, Ipatria 23. Y nuestra suma
una estatua desnuda que huía de otra estatua en nos permitía saber sin saberlo que todo debía estar
saco, acaso para evitar algún intento de violación, ya de más. Que no valía la pena ese viaje. Ni
nos reíamos todavía más. siquiera por el Impala ´59 que casi logra remover
Al rato doblamos por el cine en ruinas hacia el nuestra inercia entre dos bahías vacías como
Yumurí, Ayuntamiento abajo. En cinco o seis palabras armadas sólo con a.
cuadras agotamos un rollo Lucky, Made In China.
Lo más barato y súperamateur. Matanzas tampoco 7
se merecía mucho más que 36 chasquidos de una Esa noche nos quedamos los tres en el cuarto y
Canon semiprofesional, todo ligeramente la cama de Ian. Fue una madrugada incesante,
sobreexpuesto y desenfocado a través de mi insaciable. Un signo de pornoinfinito, no acostado
objetivo zoom Made In Japan. Así me gustan las sino de pie. Porque justo así lo hicimos Ipatria y yo,
fotos. Así cada recorte de la realidad me luce un bajo un falsotecho abofado de La Marina. De pie.
poco menos real. Ella, asomada al persianal abierto sobre el
Cuando llegamos a la orilla mohosa del último manantial potable del Yumurí; yo, asomado
Yumurí, vimos peces, crustáceos y aves a su espalda y a su interior. Lo hicimos durante
pudriéndose al por mayor. Era un cementerio horas. Sin movernos apenas. Sin sudar, hacía
fétido. Los botes de los pescadores parecían frialdad. En paz. A ratos húmedos y a ratos en seco.
panteoncitos flotando en el fuel. Yo no lo recordaba Sin jadeos ni asfixia, casi sin excitación. De ahí lo
así. En menos de un año el río se había angustioso del desmayo final. A dúo, todavía de
contaminado. De pronto me dio alegría de no haber pie. Los dos otra vez tendidos sobre la cama, donde
visto la metamorfosis, sólo la barbarie final. Abracé Ian dormía o fingía dormir desde muy temprano.
a Ipatria por detrás. El pelo de Ipatria olía a no podría nombrar
—Es allí –le indiqué, y señalé la casa de Ian. ahora qué. Olía a algo indefinible y tan definitivo
Ella se estremeció levemente. Por un instante, que, esa misma noche, estuve seguro que sería lo
supongo, intuímos lo que hubiera sido de nosotros último de ella que se me iba a olvidar.
en La Habana si antes no hubiera fallado en Tal vez sólo por eso lo hicimos. Para conservar
Matanzas mi antiguo amor. Yo recordé una línea un impronunciable detalle. Para esquivar durante
del padre poeta de Ian: Aquí, bajo estas aguas, un instante las rachas de odio-ira-tedio con que nos
están todos dormidos. Y, rebasado este punto de la bombardeaba nuestro foráneo país: funéreo paisaje
historia, el resto es muy probable que esté de más. de estatuas desnudas que huyen de estatuas en saco,
O sea sólo eso: restos. mientras un antiguo amor se abraza a la pared con
Mejor así. Que sobre: sobras nada más entre su unos ronquidos tan mal actuados que parecían un
ipatría y la mía, hicimos un último intento por no llanto amateur.
dejar de sonreír. Yo, 36. Ipatria, 23. Ian sin edad, sin sumarse ni
restarse a la orgía más solitaria y muda del
universo. Ahora y por el resto de los Impalas ´59 en
aquel mes de enero del año cero o dos mil.

22
8 sentamos en la escalinata del Capitolio y nos
Amanecimos. Los tres. Desayunamos. Los tres. pusimos a contemplarlas. Nubes, humo. A
Nos zambullimos en el manantial. Los tres. Con esa contarlas, si es que se podían diferenciar entre sí.
gentil cortesía de los cuerpos extraños que se Era lo mejor que podía hacerse a esa hora, poco
conocen demasiado entre sí. antes de nuestro mediodía mediocre en la capital.
Hablamos en un español amable y decrépito, —Me gustaría hacer un viaje a otra ciudad –
tres remotos conocidos que el azar reúne en el pronunció sin mirarme Ipatria.
exilio de un barrio donde se ha hecho de pie el —Podríamos ir a Matanzas –pronuncié sin
amor. mirarla yo.
Ipatria, Ian y yo. Mitad cansados y mitad Un policía nos hacía gestos obscenos desde la
clandestinos. Como si no nos diéramos cuenta de acera. Con su silbato nos indicaba que estaba
nada a tiempo. Pero, ¿darnos cuenta de nada a prohibido sentarse en la escalinata del Capitolio a
tiempo de qué? contar las nubes. Cualquiera fuera el
Ipatria, Ian y yo. Entre la nata de la nada y un incomprensible razonamiento de la autoridad, a
dolor político un poco cursi que como siempre nos Ipatria y a mí su despotismo nos parecía que era la
humilló. Como si no supiéramos que en cualquier pura verdad. Una certeza desacelerada a 110
tiempo y teatro del mundo nadie escapa nunca de kilomentiras por habana.
escenas así. Como siniestros Ginsberg de Obedecimos la bulla del policía. Dejó de
pacolírica. Como efectistas Munch. Como Lezamas rechinar su silbato. Bajamos sin tocarnos y nos
ya limados por una retórica retruécana. retiramos cada cual por su lado favorito de la
Ipatria, Ian y yo. Estábamos locos, por escalinata. Sin odio, sin ira, sin tedio. Sin adiós.
supuesto. De atar, de matar. Y ya queríamos Por supuesto, no las volví a ver. Ni a Ipatria ni a
regresar de una bahía libre a otra bahía presa, en Ian. Y el rollito Lucky Made In China ni siquiera lo
una fuga por carretera siempre al borde del mar, sin revelé. Sus 36 fotos aún esperan por otro siglo y
voltear la cabeza hacia aquel nombre sangriento otro milenio, entre otros himnos agresivos y
para una ciudad de América. Sin pasaje de regreso hermosos de otra revolución, y otras banderas
a Matanzas, yo recordando o rumiando otra línea zigzagueantes en el cauce inmóvil del pavimento:
del padre poeta de Ian: Ninguna ha tenido nombre acaso luego barridas con inercia de asalariado por
más perverso. otra anciana de uniforme y escobillón.
Ipatria y yo le dimos un beso a Ian. Le pedimos No sé. En ocasiones pienso que si hubiéramos
diez dólares prestados hasta la próxima ocasión. retratado a la escolar de saya mostaza que nos
Era un gastado gesto de confianza en que muy retrató en el puentecito del Yumurí, con su cuerpo
pronto volveríamos a coincidir. Los tres. Era una limpio y tajante de adolescente que se nos resistió,
mala suerte de pacto con el futuro. Era un acto de tal vez esta imitación de historia a trío no hubiese
fe: una tragicómica manera de despedirnos para abortado tan indolentemente aquí.
siempre sin necesidad de decirnos adiós.

9
Volver. Alquilar un Chevrolet Impala ´59, pero
en sentido contrario. Un prodigioso Cola de Pato a
cinco dólares por cabeza y 110 km/h.
La boca del túnel nos resultaba siempre un
misterio. Una luz que te ciega y atrae. Edificios,
árboles y señales de tráfico que se sumergen y
emergen y nunca sabes del todo en qué ciudad vas
a desembocar. La Habana, La Hanada.
En hora y media emergimos en Prado. Nos
quedamos en el Capitolio, con sus estatuas tan
desnudas como las de un provinciano Parque de la
Libertad. Le dimos el dinero y también las gracias
al chofer. Por suerte viajamos sin música. Sólo la
brisa repiqueteando fuerte en los tímpanos.
El cielo estrenaba su mejor color gris militar.
Encapotado de oliva. Una gasa enchumbada en
sepia. Una monocromática aberración. Nos

23
CAMPOS DE GIRASOLES PARA SIEMPRE Silvia estaba libre de Orlando, y Orlando lo
estaba de ella también.
1 Hasta que un frío le paralizaba los pulmones
Leían cosas más bien decadentes: novelitas de y el estómago, al punto de retorcerlo de pánico y
personajes que se suicidan poco antes del autor dolor. Una úlcera mental, casi física. Un vómito
que los escribió, ediciones de uso rematadas que le arrastraba los dientes de tan violento y
como papel reciclable, libros prohibidos, vacío. Entonces Orlando descolgaba el teléfono y
panfletos inéditos, joyas en bruto, y etcéteras por abría demencialmente los ojos, para captar todo
el estilo. Por supuesto, leer cosas más bien el desamparo de Lawton y marcar espantado el
decadentes les hacía pensar que vivían en "una número de ella en Guanabacoa, volando como un
época absurda, de poca o ninguna acción, como poseso sobre los seis teclazos que lo separaban
suele ocurrir después de las grandes revoluciones de Silvia.
o los pequeños naufragios": una cita que a los Y cuando la voz de ella le contestaba,
dos les gustaba mucho y que seguramente salía Orlando ya no podía decirle silvia. Ni sálvame.
de Silvia, de Gerard de Nerval (la preferida de Ni nada. Él sólo podía tragar una pasta muerta,
Orlando), o de Orlando, de Virginia Woolf (el sin saliva, antes de arrojarle encima una especie
preferido de Silvia). En cualquier variante, a ellos de llanto mudo, que era su infantil manera de
les encantaba ser los protagonistas de tan pedirle perdón: "Perdóname, Silvia", ella en
hermosa y triste desesperación. Así que ahora ya silencio. "Perdóname, Silvia, yo no quería que
sólo esperaban la menor oportunidad para actuar. fuera así", ella en silencio. "Perdóname, Silvia,
Cada noche, muy tarde, Orlando la llamaba yo no quería que fuera así, ni tampoco de
para decirle: "Silvia, no pasa nada, pero me ninguna otra forma", ella en silencio, ya lista para
duele", ella en silencio. Cada noche, por teléfono, ser dios y resucitar a Orlando con su
Orlando le repetía: "Silvia, yo no soy yo, pero tú misericordia: los dos tocándose el sexo hasta la
tampoco eres tú", ella en silencio. Hasta que, náusea y el sobrevoltaje de aquel cable telefónico
cada noche, Orlando la agredía para provocarla: propiedad de una empresa estatal.
"Silvia, es inútil esperar que llegue el amor: ojalá Todas. Todas las madrugadas. Todas las
no te hubiera conocido jamás", ella en silencio, madrugadas de Lawton y Guanabacoa ocurría
sin prestarle demasiada atención a su patetismo. así. Una tragedia en miniatura que acababa con
"El miedo te mata, Orlando", era la voz en calma pucheros y risas y chillidos de placer. Todas,
de Silvia. todas, todas las madrugadas. Ellos querían flotar
Y entonces él sentía la rabia. Un rencor que en la nata de una época aburrida, y semejante
taladraba todo por dentro: gusanos con pinchos delirio les parecía entretenidamente genial. Ellos
en su cerebro, chillando en un coro esquizo de querían hundirse en el tiempo cero de los años
pésima afinación. Orlando temblaba de ganas de dos mil. Y los dos sospechaban el fin de algo y el
asesinarla, sin advertírselo, por la espalda. comienzo de una nada que, de lectura en lectura,
Deseos de rajarle en mil y un pedazos aquel Orlando y Silvia intuían que Silvia y Orlando ya
cráneo lúcido con el teléfono. Placer de escupirle estaban a punto de protagonizar.
una obscenidad precisamente a su amor: ¡Silvia,
muérete!, por ejemplo, y colgar sin darle chance 2
de reaccionar. Y justo así Orlando lo hacía, Para Orlando, sentarse en el parquecito de la
iracundo al punto de la imbecilidad: "¡Silvia, calle B era la más cruenta manera de
muérete!", y le colgaba sin que, del otro lado de experimentar el horror. En Lawton siempre iban
la línea, ella tuviera chance de reaccionar. hasta allí, entre flamboyanes y gorriones abatidos
Durante dos o tres minutos él cerraba por el sol nacional. Era un área agujereada por
entonces los ojos y respiraba sensacionalmente los refugios en tiempos de paz, pocetas antiaéreas
mejor. De pronto se sentía el ser más desolado y inundadas por décadas de lluvia y fermentación.
sincero del universo. Durante dos o tres minutos Una manzana arrasada por el incivil combate de
Orlando leía, tatuadas sobre su pecho, las siglas los vecinos contra sus bancos, faroles y
de esa loca palabra: l.i.b.e.r.t.a.d. Por fin él caminitos. Más los serpenteantes ríos de brujería
estaba libre de Silvia, y Silvia lo estaba de él. Sin albañal. Más el óxido y el comején de sus
lecturas decadentes ni radicales libres en sus cachumbambés y columpios. Más los pinos
neuronas: más allá del naufragio y el rescate, más raquíticos por el exceso de luz cubana. Más
acá del estancamiento y la revolución. Por fin Silvia recién llegada en camello desde

24
Guanabacoa, con la mirada desenfocada de tanto de hacer por fin el amor: la promesa de esperar
Lawton. con tal de no sentirse culpables bajo la inercia
Para Silvia, sentarse en el parque B era la más fofa de lo repetitivo. Por el momento manejaban
amable manera de experimentar el horror, de noche, comentando aquellos sitios que
sintiéndose menos sola abrazada a él: casi dentro llamaban su atención a esa hora, cuando les
de Orlando. Y hasta allí se dirigían los dos, parecía más verosímil inventarse, de barrio en
mediodía tras mediodía. A hacer nada. A mirarse. barrio, la barbarie de un mapa no tan tétrico
A matar el tiempo y el perenne estado de nervios como teatral: un libro abierto abandonado incluso
en que sobrevivían los dos. A temblar y dar por su anónimo autor.
vuelta a las páginas. A leer tomitos de papel tan "Silvia, de esa azotea saltó la amante de
calcinado como el paisaje, o paraje. A sentirse Virginia Woolf", dicho en Ñ y 23. "Orlando, en
perdidos en la lectura, héroes anónimos de los ese solar se fundó el Partido Nazi Cubano", dicho
que ningún suicida escribió. Allí dejaban correr en San Lázaro y Lealtad. "Silvia, ese edificio
los nombres patrióticos de los años. Sin historia y curvo es una hoz y su torre sería el martillo",
sin tiempo, Orlando y Silvia sin apellidos, sin dicho en Línea y L. "Orlando, bajo esos zapatos
pasado ni futuro: criaturas de un puro presente de bronce enterraron la rótula rota de Gerard de
reconcentrado, boqueando al aire preso de la Nerval", dicho en Avenida de los Presidentes y
ciudad. Y nada les parecía más excitante que ese Malecón.
día a día sin reglas ni consecuencias, ese amasijo Manejar juntos los animaba, espantando el
de historias compradas al por mayor entre las tedio de manejar. La Habana se les llenaba de
polillas y el tedio de una librería estatal. imágenes tontas y respirables, y les parecía
Desde la calle B, ellos veían pasar a los divertido y rebelde contarlo todo de nuevo para
camellos por la avenida Porvenir, pabellones ellos dos, desde cero y todavía menos, sin
entre apestados y hepáticos. Desde allí iban detenerse nunca en ningún decorado, y sin
contando, como si estuvieran en un mirador a ras recordar a la noche siguiente cuál detalle era
de tierra, a los borrachitos sin patria que nunca se falso y cuál sería verdad.
acababan de suicidar. Desde allí Silvia y Orlando "Silvia, en ese asilo murió Orlando, la mejor
se admiraban mutuamente, casi agradecidos a personaje de Virginia Woolf", dicho en Dolores
dios, o a la carencia crónica de dios, de tener y Acosta. "Orlando, en las ruinas del restaurant
aquel banquito aburrido donde leer y amarse Moscú funciona en secreto el reactor atómico de
entretenidamente y, con suerte, de mes en mes y Juraguá", dicho en Infanta y P. "Silvia, hay una
de milenio en milenio, resistir en privado la noche del mundo en que el túnel de la bahía te
experiencia cruenta y amable de tanto público conecta dos veces con el mismo lugar", dicho en
horror. Prado y La Punta. "Orlando, en esa iglesia hay un
cáliz con la sangre que no coagula de Silvia, el
3 peor personaje de Gerard de Nerval", dicho en
Manejaban entre los autos, toreando cláxones Novena y 84.
y frenazos, burlándose de los semáforos Manejaban alternándose el timón, hasta
descolgados por la nuca allá arriba, sin creer del agotarse, hasta caer rendidos sobre el exagerado
todo en ningún mensaje o señal. Habían decidido tanque de gasolina. Entonces tiraban la moto en
que para ellos ya había sido suficiente lección. cualquier parqueo estatal, tomaban un taxi en
Por eso odiaban tanto aquella entrañable ciudad: dólares, y en veinte minutos cada uno estaba de
por su estilo de eterna aula, de claustro vuelta en su cuarto: tendidos sobre la cama sin
uniformado, de escuelita disciplinaria imposible destender, los dos ya listos para el teléfono, con
de ignorar o dinamitar. Ellos esperaban el aquel terrible y tierno ritual de ofensa, llanto,
instante justo de cada uno, antes de emitir un perdón y placer a través de un cable.
aullido y saltar, como fieras arteras, sobre no Todas las madrugadas ocurría así. Todas las
podrían decir todavía qué. O quién. Y mucho madrugadas. Todas. En Guanabacoa y en Lawton
menos para qué o por qué. y en todo el planeta: ellos resistían o jugaban a
Por el momento manejaban a ciegas sobre la resistir. Hasta que una mínima variación fue
moto de él, una Júpiter canibaleada con piezas de suficiente para que Orlando y Silvia destejieran
Harley-Davidson. Iban fundidos en un solo esta historia tejida únicamente para ser
cuerpo, clavándose las uñas alternativamente protagonizada por ellos dos.
según estuviera Orlando o Silvia al timón,
penetrados en la promesa de hacerse libres antes

25
4 Anochecía, y ellos dejaban atrás los rabiosos
Silvia se apareció con un revólver en el repartos de nombres mártires y vulgares. Pasaron
mediodía líquido del parque B. "Es de mi vaquerías, fundiciones, torres de alto voltaje y de
bisabuelo", dijo, "mira la fecha en el cabo: extracción de fuel, y también desesperados
MCMX". Orlando se motivó: "El año del cometa campos de flores para vender: la mayoría de
Halley. En 1910 el siglo XX debió desaparecer". girasoles, cabezas crispadas como puños a esa
Silvia lo haló hacia ella sobre el banco. Puso hora. Finalmente, la Júpiter-Davidson estuvo en
la cabeza de Orlando en sus piernas y se echó la boca cariada de las canteras, con la luna
hacia delante para taparle el sol cenital. Orlando rebotando entre los farallones hasta caer en una
cerró los ojos. Igual el resplandor era demasiado, laguna de plata. De lejos aún se veía el desfile
y atravesaba los pelos de Silvia como si fueran inmóvil de los campos de girasoles, que a la
una palmera de gasa o una pirámide de cristal. mañana siguiente alguien vendría a decapitar.
Todo el año hacía el mismo calor. La realidad se Entonces Orlando dudó: "¿Lo hacemos ahora,
les evaporaba, y a ellos les daba ira tener que Silvia?", y ella le contestó quitándose la ropa allí
existir así, húmedos y humillados: sin la ilusión mismo, a horcajadas sobre el rugiente motor.
de esos noviembres descritos en cualquier libro Orlando seguía agarrado al manubrio cuando
abierto y cerrado al azar. Silvia le apuntó a la nuca con su revólver. Puso
Orlando le pidió el revólver. Lo lamió. Sabía en el tambor las primeras diez o diez mil balas, y
a hemoglobina ferrosa, a salitre seco de yodo por rastrilló o algo por el estilo: clic-clac. Entonces
alejarse demasiado del mar. Sopló ella le ordenó desnudarse él también. Y, después,
tangencialmente aquel cañón casi centenario, le bastó con una frase de burla para echar a rodar
improvisando una flauta fúnebre: "como tallada la escena que echaría a rodar al resto del film, sin
en tibia de puta o de fusilado", dijo él sin abrir doblaje ni traducción: "Run for your life", rió
los ojos. El sonido remitía a los acordes letales de Silvia, y comenzó a disparar.
una marcha nupcial. Y ese silbido silvestre Orlando corría desnudo como una astilla de
despertó algo en Silvia pues, al devolverle su luna. Huía por su vida, pero sin miedo, tal como
reliquia de muerte, él la oyó tomar una decisión: había sido acordado, sintiendo los zumbidos
"Es ahora o ahora, Orlando, no perdamos por picoteándole alrededor: gorriones nocturnos en
miedo esta oportunidad". picada mortal. Bajo sus pies, los alfileres de
Y, sin necesidad de descorrer sus párpados, cuarzo se le clavaban hasta el hueso con cada
Orlando supo que ella sonreía magníficamente pirueta, y las gotas de sangre ya entibiaban aquel
doblada sobre él: la boca abierta como una gruta, escenario bello al punto de lo criminal: de
como el cráter rajado de un manantial. Para Orlando manaba un fluido rojo convertido en
Orlando era muy fácil darse cuenta de la alegría escarcha por el frío de su sudor.
de Silvia porque, desde donde él estaba, casi Pasaron muchos minutos de fuga. Media
podía masticar el vapor cálido de su risa. Y el hora, o una hora y media tal vez. Él cayó
aliento de Silvia era el de frutas inexistentes bajo finalmente exhausto. Respiraba gracias a los
este clima feroz: uvas, peras, manzanas, y esas sibilantes. Silvia le había hecho poco más de dos
raras almendras sin carapacho. Orlando jugó a mil disparos, como la fecha, y ahora la mochila
ser catador de vinos y pronunció en voz inaudible parecía vaciada tras aquel ensayo de guerra
para el mundo, pero todo un grito de guerra para antipersonal. Orlando jadeaba, el esternón se le
su amor: "Lo haremos porque hoy Silvia me sabe quería partir, y su asma eran las cuchillas de
a cometa asesino, cosecha frustrada de 1910". viento que se afilaban en los acantilados,
rasurando el cuarzo hasta dejarlo en diamante.
5 Él se arrastró unos metros hasta el borde
Fueron a las minas a ras de tierra de mismo de la laguna. Miró arriba. Vio una luna
Guanabacoa. Cargaron con una enorme mochila metálica, doble. Y dos veces entonces bebió. El
donde el revólver iba escondido, flotando como agua o la luz eran salobres. Sintió náuseas, pero
un bebé secuestrado en una placenta de balas: volvió a tragar ese fluído de moho, oleoso y
cien, mil, cien mil proyectiles de calibre ligero. puro, seminal más que sideral. Y entonces se
Por un costado del cementerio se internaron hasta introdujo completo en aquel mar sólido, sin
la autopista nacional, tira infinita de ocho vías. soltarse de una piedra rematada en forma de asa.
"El 8 es un infinito de pie", Orlando oyó a Silvia Enseguida sintió la silueta de Silvia, que le daba
gritarle en el sillín de atrás: "y también una S una mano y le advertía a Orlando: "Ven, de
cerrada".

26
noche el agua es más traicionera que el resto de l.i.b.e.r.t.a.d.: puzzle del que nunca se
lo real". arrepentirían, sólo de eso estaban seguros bajo la
Y él salió afuera y comenzó a besarle toda la amenaza del amanecer. Además, hacía tanto que
piel, deteniéndose en las axilas de Silvia primero esperaban una brecha así, que ya no tenía sentido
y en su ombligo felpudo después: crin hirsuta que ni olvidarlo ni volverlo a pensar. Les bastaba
le tatuaba la pelvis. Se dieron un abrazo ahora con un primer gesto de reacción. Un acto,
tembloroso, mitad fiebre y mitad frialdad. Se un ademán, un golpe: tras tanta decadente cultura
manipularon con cinismo los sexos bajo el cielo pasada por escrito en un borrador, actuar era para
célibe de Cuba, pero ni siquiera intentaron hacer ellos el único verbo que valía la pena leer y
el amor. Esa noche todavía no. A los dos aún les limpiamente protagonizar.
faltaban demasiadas palabras para un acto así:
lujo luctuoso y liberador. A los dos aún les 6
sobraba pánico. De manera que allí Huyeron en moto por las canaletas del fondo,
permanecieron hasta poco antes del amanecer, por ese archipiélago de pueblitos floridos y sosos
vírgenes onangélicas, cuando el cosmos entero se que a la postre desemboca en Tarará. Y de ahí
puso malva y después naranja, y después recto por Vía Blanca, con dirección a Matanzas o
amarillo y después blanco, y después sin color y al puente póstumo de Bacunayagua: altar de
después azul: un aqua-cyan con tiras necróticas, suicidas locales, escribieran o no libros donde los
donde ni el día ni la noche se borraban del todo personajes se matan poco antes o después de su
entre sí. autor.
La idea era recuperarse y hacer entonces lo Orlando manejaba furibundamente,
contrario a plena luz: que Silvia practicara su proyectando piedras de asfalto a tope de
mejor estilo de fuga, el cuerpo desnudo bajo los velocidad, mientras Silvia le daba ánimos
rayos del sol, mientras Orlando le apuntaba con encajada entre sus riñones y vértebras, sentada
las balas restantes, siempre listo para fallar. Pero, abierta en tijeras sobre el sillín de atrás. Estaban
según amanecía, les fue llegando más y más alto, un poco mareados, pero con una calma muy
desde el otro lado de los farallones, el aullido eufórica por la estampida. Huían: eran prófugos
histérico de los altavoces y las sirenas. Había capaces de alguna acción. Y esa energía vital les
comenzado el asedio, o ya el asalto quizá. insuflaba el vértigo de una caída libre. Por fin
Silvia y Orlando se vistieron antes de eran ellos los que hacían las cosas pasar. Por eso
asomarse al acantilado y ver la aparatosa en ningún momento pudieron callarse,
caravana policial, que venía describiendo eses a atropellando planes al unísono que ni él ni ella
campo traviesa entre los surcos de girasoles, comprendían muy bien, pues el viento en ráfagas
chapeando cabezas de óleo, raspando un van- de 200 o 2000 km/h les secuestraba la voz.
gogh desenfocado que, desde la altura en que él y El motor reverberaba, como todo el resto de
ella se atrincheraban, les pareció mejor que la realidad: sus restos de irrealidad. Una cosa sí
cualquier pintura o pintor. Los disparos de entendieron y les dio mucha risa, carcajadas de
madrugada probablemente habían delatado su locos que escapan en una ambulancia estatal: a
juego: algo así dijo Orlando, y Silvia asintió con partir de ahora él sería siempre Orlando Woolf –
un bostezo que él convirtió en beso, justo cuando "lobo orondo en honor a Virginia", dijo él–, y
los labios de ella estaban en el punto máximo de ella sería siempre Silvia de Nerval –"vaga visión
tensión. Orlando pensó que, ciertamente, el vaho de uves que tuvo Gerard", dijo ella–.
de aquella boca era más eterno que la palabra Renombrarse les parecía el mejor síntoma clínico
silvia con que ella se indefinía. de las infinitas ocho siglas de una palabra:
Se tomaron de la mano. La respiración l.i.b.e.r.t.a.d.
paradójicamente se les frenó, también el pulso y Y fue rarísimo. El paisaje no avanzaba.
el nerviosismo en que sobrevivían. Y lo Palmas, algarrobos, ceibas y flamboyanes
decidieron al unísono con la mirada, sin salpicados con los colores primarios. Vacas y
necesidad de verse otra vez, los ojos extraviados caballos, arados y tractores, ancianos de siglos y
en el horizonte, desde donde la autoridad ya los niños de semanas, mujeres y militares, con las
instaba a rendirse sin fuga y sin resistir. líneas del pavimento homogenizando su
Era la hora sin hora, la de Orlando y Silvia, la recorrido. Todo volaba ante los ojos de ambos,
de Silvia y Orlando: en cualquier orden de pero el paisaje completo no parecía avanzar.
anarquía y desesperación. Ninguno de los dos Orlando Woolf y Silvia de Nerval se revolvían en
quería borrarse las siglas de aquella súbita una burbuja de excepción cinética, en un

27
fotograma congelado de cualquier película de mientras más se alejaban de él. Entonces Silvia
carretera: extrañísima inercia que a los dos les de Nerval cruzó tangente al estadio de béisbol, y
parecía un milagro ancestralmente habitual. enseguida recuperaron la visión en ángulo ancho
La Júpiter-Davidson rugía como una garganta de esos campos de flores para vender que pululan
de dragón. Escupía chispas por las cuatro bocas en las afueras de Guanabacoa: girasoles
del tubo de escape, arrastrando un cordón de desesperados en su mayoría, con las marcas aún
humo más turbo que turbio. La Vía Blanca lucía babeantes del asalto policial del que ellos querían
irreconocible esa mañana. Orlando Woolf sintió o creían huir.
los labios de Silvia de Nerval sobre su nuca, justo Unos metros más, y la Júpiter-Davidson
donde horas antes ella había clavado el cañón estuvo de vuelta en la boca cariada de las
mortífero de 1910: "Qué lenta es Cuba", la oyó: canteras, con la luna rebotando entre los
"¿no puedes acelerar?" Y él le explicó a gritos farallones hasta caer en una laguna de plata. De
que los pistones estaban ya a punto de hacer pronto ellos intuían que toda aquella fuga era
explosión. Entonces doblaron la curva de Santa sólo ilusión, porque el tiempo cero de los años
Cruz y, aunque no vieron nada, los dos sintieron dos mil les devolvía las cuatro siglas más
aquel golpe seco que hizo añicos los focos y los fulminantes del siglo: c.u.b.a. por todas partes,
lumínicos, y cuyas esquirlas los recubrió de una c.u.b.a. para todas las épocas, c.u.b.a. como
pasta o polvillo raro. libertad gratuita y obligatoria, c.u.b.a. como
Miraron atrás por instinto, sin detenerse. Y ubicua ubicubidad.
vieron una especie de títere azul, zigzagueando De hecho, de nuevo estaban rodeados por la
entre las ocho sendas, a la par que lanzaba autoridad y así les era imposible distinguir. Ni
chorros de tinta roja por las extremidades, resistir, ni fugar, ni nada. Las ansias de
dibujando un grafiti ilegible sobre la carretera. protagonismo de Orlando y Silvia habían
"¿Le dimos a un policía?", dudó Orlando Woolf abortado, como sus apellidos de último minuto.
ante una imagen tan obvia. Y Silvia de Nerval O precisamente al revés: gracias a seguir
esperó varios segundos o kilómetros antes de rodeados es que Silvia y Orlando podían ejecutar
responderle: "Da igual". ahora su parto de muerte, o tal vez su pacto de
Porque ya no tenía sentido frenar la escena, vida. Un acto no tan tétrico como teatral. La
mucho menos por un accidente. El caucho de las debacle de volver a ser ellos mismos les parecía
gomas se hacía viscoso y, a partir del choque, el camino más corto para ser otros por fin.
manejaban sin que ninguno estuviera seguro de
retroceder adelante o continuar marcha atrás. De 7
hecho, Orlando Woolf arañaba ahora la espalda Las canteras rielaban. El cuarzo patrio
de ella, y Silvia de Nerval era quien guiaba el restallaba rabiosamente en las pupilas de ambos.
timón sobre unas huellas frescas de moto que, sin Desde el agujero lechoso de la luna, una calavera
dudas, eran las de su Júpiter-Davidson unos de conejo les hacía una mueca obscena, a pesar
minutos o kilómetros atrás: el paisaje estático les de que ya había salido el sol. Ellos se sentían tan
daba la impresión de volver sobre sus propios ajenos y tan parte de todo: tan ambiguos, tan
frenazos. distantes, tan definitivos y tan cercanos que aquel
Así cruzaron las líneas férreas y reconocieron tendría que ser el fin.
el perfil en contraluz de los pinos raquíticos y los Se afincaron sobre la Júpiter-Davidson,
flamboyanes sin pájaros, recortados sobre aquel collage de caballo mecánico con piezas en
mismo césped sin vecinos ni bancos ni faroles ni cirílico y en inglés. Orlando volvía a estar al
caminitos: una ciénaga infectada de aparatos de timón. Aceleró. Olieron la gasolina recalentada al
diversión infantil, amenazantes como saurios alba, con sus más íntimos aceites y alcoholes de
prehistóricos. Era, otra vez, el provinciano destilación casera. Él quitó el freno de mano y
parquecito de la calle B, apenas a un par de Silvia se paró en puntillas sobre las cuatrobocas
cuadras de la avenida Porvenir. del tubo de escape. La moto se encabritó, parada
Silvia de Nerval no se detuvo. Ni se inmutó. haciendo maromas sobre la goma trasera. Y, sin
Ni tampoco se lo hizo notar a Orlando Woolf, ponerse de acuerdo, Orlando y Silvia profirieron
que de todas formas ya lo sabía, y a su vez un alarido seco que evaporó al rocío remanente
luchaba contra su asombro para no hacérselo de la mañana.
notar a ella, trepidante ahora al timón, cortando Saltaron. Sólo entonces repararon en que, a
camino por la escalinata del convento estatal. No pesar de recordarlo a la perfección, aún no se
era necesaria otra explicación: Lawton reaparecía habían vestido. La moto comenzó a empinarse en

28
una parábola loca sobre el precipicio y, ya en el penetró un poco más, hasta desbordarlo por
aire, ellos se descubrieron tan desnudos como en dentro y llenar ambos cuerpos de Silvia, tras
la madrugada anterior. Abajo quedaba el aquella vertiginosa y voraz elección: "Campos de
despliegue militar que casi logra atraparlos. Más girasoles para siempre", pronunciado con calma:
que leída, se trataba de una escena literalmente "aunque el miedo te mate, Orlando, la eternidad
sacada de un film: de dos mil películas baratas, aún está por ejecutar".
donde el guión al final da un salto sobre la valla
de lo verosímil. Orlando y Silvia bien sabían que 8
todo era sólo espectáculo. Silvia y Orlando bien A la medianoche siguiente, tras otra larga y
sabían que, precisamente por eso, ellos dos estrecha jornada de leer cosas más bien
manipulaban en ese instante los más recónditos decadentes y, en consecuencia, convencidos de
hilos de la realidad irreal. que vivían en "una época absurda, de poca o
Oyeron la fanfarria de los altavoces y la ninguna acción, como suele ocurrir después de
histeria de las sirenas. Allá abajo sus las grandes revoluciones o los pequeños
perseguidores parecían formados en un ejército naufragios" –una cita que a los dos les gustaba
de juguete. Sobre el horizonte en forma de lazo mucho y que seguramente salía de Silvia, de
corredizo, las nubes se les antojaron cargadas de Gerard de Nerval (la preferida de Orlando), o de
agua y electricidad: ondas deslocalizadas en una Orlando, de Virginia Woolf (el preferido de
ecuación insoluble. La laguna de plata no era más Silvia)–, él levantó el auricular y marcó
que "una moneda sin curso de 1910", dijo él: "el desesperadamente los seis teclazos de ella. Como
escupitajo de un dios desterrado en cometa". de costumbre, por el tono de la voz tejido por
En algún momento Silvia dejó de gritar y uno y otra, era evidente que la historia destejida
dijo: "No veo nada desde aquí atrás". Y Orlando por ambos sólo ahora estaba por comenzar.
enseguida la consoló: "Tampoco hay mucho que
ver", con un tono jovial: "son canteras de cuarzo
muerto y campos de girasoles por ejecutar". A
cambio ella sólo emitió un brevísimo "da igual",
comprimido casi a una sílaba, y entonces los dos
rieron, flotando en el pico máximo de la
parábola, los dos ingrávidos pero ya a punto de
recuperar la masa perdida con el impulso.
Orlando sintió que Silvia se le encajaba con
mayor fuerza. Los senos de ella le barrenaban sus
pulmones y le salían a ambos lados del esternón.
Silvia lo amenazaba otra vez por la espalda: lo
estaría encañonando o devorando por atrás.
Orlando sintió las manos salvajes de Silvia,
colocadas como lentes opacos dentro de sus
párpados, metiendo los dedos-raíces hasta raspar
su retina. Ahora él tampoco podía ver, acaso
porque le daba también igual. La moto
recuperaba gramo a gramo su gravedad, y
descendía con avidez para hacerse añicos contra
un vocabulario de palabras pesadas, pasadas de
moda, comprimidas a una sola sílaba o a todo un
vocubalario oficial.
Y ahí se consumó la magia mojigata y la
trasnochada trascendencia de esperar meses o
milenios para hacer el amor. Ese salto mortal fue
el clímax de una caída presa de la que ellos
querían o creían huir. Esa fue toda la opción que,
los dos a ciegas sobre el barranco, él le dio a
escoger para por fin escapar: "¿Canteras de
cuarzo muerto o campos de girasoles por
ejecutar?" Aunque ella, como respuesta, sólo lo

29
LES CHORISTES ideológica de la canción ensayada por la madam,
así como su relación afectiva con un ícono de la
En el edificio de enfrente, a las tres o tres y izquierda internacional de la talla de Pierre
media de la madrugada, cada noche se ponía a Degeyter, han votado a favor de Gaceñiga. De
cantar. Yo la oía: hecho, todas las escuelas y empresas del barrio se
—Debout, les damnés de la terre... Debout, llaman desde hace décadas "Pierre Degeyter", y
les forçats de la faim... en sus respectivos murales florecen la biografía
Es Madam Gaceñiga, la soprano políglota del del músico plagiada de una enciclopedia digital.
barrio. Probablemente, la única soprano loca de —Ontwaakt, verworpenen der Aarde...
la ciudad: un privilegio, un lujo, una exquisitez. Ontwaakt, verdoemd in hong'ren sfeer...
Madam Gaceñiga tiene más o menos cien En lo personal, he preferido aliarme a nuestra
años, nadie lo sabe bien. Y vive, por supuesto, en soprano loca local. Supongo que no sea muy
la más absoluta soledad. Su contacto con el resto elegante hacerle una guerrita fría a quien tiene
del planeta se realiza a través de los gatos. más o menos cien años. Así que, noche tras
Decenas, cientos, acaso miles de gatos. Políglotas noche, a las tres o tres y media de la madrugada,
en su mayoría también, como ella. Y como ella, cuando desde el edificio de enfrente ella y sus
insomnes y operáticos hasta la enfermedad. Es pupilos se ponen a ensayar otra vez, en la
decir, Madam Gaceñiga no vive sola en absoluto. penumbra muda de mi apartamento yo comienzo,
Al contrario: tal vez sea el ser más acompañado también, y sin la menor ironía o parodia, a
del barrio, la ciudad, y hasta de nuestra desvelada tararear las notas iniciales de "La Internacional".
nación. Sé que no afino especialmente y que Madam
—Arise, you workers from your slumbers... Gaceñiga enloquecería de rabia si me escuchara
Arise, you prisoners of want... entonar: imagino incluso su fémur humano
Hace años que a Madam Gaceñiga le ha dado chocando toc-toc-toc contra mi occipital. Sé que
por perfeccionar las notas iniciales de "La mis amigos dicen que yo lo hago para paliar mis
Internacional". Como es sabido, se trata de un persistentes temporadas de insomnio. Pero no es
arreglo musical de Pierre Degeyter (su así. En absoluto.
compositor favorito, por lo demás), quien al Resulta que siempre me han fascinado las
parecer llegó a ser incluso su amante, en 1930 o posibilidades creativas y clandestinas de los
1932, siendo él mismo ya un anciano y ella una idiomas extraños. Creo que en cualquier otra
solterona republicana de paso por París para lengua, que no sea la natal, es posible narrar
estudiar el belchant. ciertas sutilezas secretas que, en este caso, se
Hace décadas que, según dicen, con un fémur escapan del universo físico de nuestro idioma
humano (acaso del propio Pierre Degeyter), la español. Asumo que esto no tiene mucho que ver
madam dirige a su coro de felices felinos (todos con la tan manoseada libertad de expresión, sino
machos, pero castrados) desde la medianoche en todo caso con la de inexpresión. Sé que no
hasta el amanecer. Hace décadas que (y esto nos puedo transmitir del todo mi idea. En fin, no sé.
consta a cada uno de sus vecinos) la madam Mejor óiganme interpretar estos floreos de
sacrifica a uno de sus vocales tras la velada: tal Madam Gaceñiga a ver si, mal que bien, me
vez al que peor desafine. Al parecer, de eso se ayudan a mostrar lo que les quisiera directamente
alimenta ella en su ostracismo. Y también el resto decir:
de su tropita coral. Los huesos remanentes son —Debout, les damnés de la terre... Debout,
lanzados entonces desde una ventana hacia el les forçats de la faim...
tambuche plástico de la esquina, aunque casi —Arise, you workers from your slumbers...
ninguno acierta, y así se va creando un Arise, you prisoners of want...
cementerio fósil que nadie se atreve a limpiar por —De pé, ó vítimas da fome... De pé,
miedo a que Madam Gaceñiga sea bruja. famélicos da terra...
—De pé, ó vítimas da fome... De pé, —Ontwaakt, verworpenen der Aarde...
famélicos da terra... Ontwaakt, verdoemd in hong'ren sfeer...
Este holocausto, por supuesto, implica
forzosamente cierta reposición. De ahí que los
vecinos ya no dejen salir nunca a sus gatos
machos sobrevivientes. Aunque en los consejillos
de vecinos se ha valorado denunciarla a alguna
instancia paramédica o parapolicial, la naturaleza

30
IPATRIA, ALAMAR, UN CÓNDOR, LA Pretendió llorar pero tampoco lo consiguió. Me
NOCHE Y YO miró con odio, como si yo acabara de traicionar
su secreto. Yo no atinaba a nada. Me gustó
1 imaginarla loca desde el inicio. "Por favor", la
Hay exilios que muerden calmé: "ya no hay cóndores en Alamar", y la
y otros son como el fuego que consume. tomé por la cintura. "Se extinguieron por exceso
Nos conocimos en la funeraria "Mártires de de carroña", y le di un abrazo. A ciegas. Ella
Alamar". Su padre había muerto esa tarde, yo temblaba. Sus vibraciones se transmitieron a mí.
había entrado a beber barato nunca menos de Yo temblaba también. Parecíamos un par de
diez cafés. Los necesitaba para paliar la ansiedad, epilépticos esperando la caja donde uno de los
para paliar la ansiedad, para paliar la ansiedad. dos se iba a tender.
Mis noches eran largas, demasiado largas de Entonces se quitó las manos del rostro y me
sobrellevar. Túneles ciegos hasta poco después separó de su cuerpo. Su voz volvió a ser ríspida,
del alba, cuando conseguía por fin rendirme en rajada, y me despidió sin mirarme, tajante: "Rajá
un parque. Sólo para que un enjambre de niños de aquí" (como a un perro). Y yo me volví, por
con uniforme me zarandeara enseguida, haciendo segunda vez obediente, y eché a andar por el
añicos mi único pestañazo del día, la semana, el pasillo, de vuelta a la cafetería de la funeraria
mes o tal vez el milenio. donde, a pesar de la triunfal carencia de
Por supuesto, ese primer viernes ella aún no electricidad, los conserjes aún se empeñaban en
se llamaba Ipatria. La vi, sentada mortalmente colar el café. Humo negro dentro de una
sola en la capilla Ch, a escasos metros de la humareda mayor.
cafetería donde mis nervios me recalaban. Ni Lo cierto es que ese primer viernes Ipatria
siquiera su padre muerto la acompañaba entre los nunca se llamó así. Ese 3 de diciembre me fui de
cirios y el apagón. Después supe que ella misma ella sin saber su palabra, clave terrible para
había pedido una segunda y una tercera y una penetrar su cabeza, para colarme dentro de su
quinta y una décima autopsia: Ipatria desconfiaba seso de fósforo rayado por la lija de la historia
o "no, ya no desconfío", me confesó: "ahora chilena y sus tiranías: antesala húmeda de su
estoy muy segura de lo que pasa..." sexo ya anhidro tras tantas lágrimas repatriadas
La ausencia de caja fue lo primero que me en Cuba.
llamó la atención. Luego su pelo de un negro
foráneo, cayendo al descuido sobre sus hombros 2
de pájaro: su pelo inmóvil de ébano o araucaria, Devorando calles galopaban
todavía no sé. Y luego fue su voz rajada, ríspida, miedosas manadas vestidas de terror y asombro.
cuando me llamó sin mirarme, tajante: "Ven La segunda noche fue en un camello M-1:
aquí" (como a un perro). Y yo avancé hasta ella, doceplantas rodante de lata rosada incluso en
destruyendo así para siempre mi rutina pleno apagón. Ella iba sentada en los escalones de
noctámbula, por primera vez obediente en la la última puerta, las rodillas recogidas por el
medianoche anárquica de un cementerio obrero círculo de sus manos y la maraña del pelo, en el
llamado Alamar. que esa noche cabeceaba una flor o una explosión
"Siéntate", me ordenó, y me puso frente a su de blanco. Parecía un puño de pétalos con pistilo:
cara. Tenía unos ojos negrísimos, peores aún que un marpacífico, pensé. Aunque enseguida supe
su pelo: de una noche sin noche, estrallada y que no: "no está viva, tarado", se burló de mí, "es
hecha jirones, y yo adoré aquel picotillo de sólo una patagua de plástico Made In Chile al por
sombras en sus pupilas entre el espanto y el mayor".
apagón. Me quedé mirándola un par de paradas del M-
"¿Vienes de afuera?", me preguntó. "¿De 1, durante tres o tal vez trece kilómetros de Vía
afuera de dónde?", le pregunté. "De la noche Blanca, recordándola otra vez en la funeraria,
cubana", me dijo. "Supongo que sí", le dije. "¿Y reconociéndola por segundo viernes en el mes.
lo has visto, lo has oído?", me zarandeó. "¿Visto Cuando el metrobús comenzó a jadear en la loma
y oído el qué?", me retiré de su ataque. de Cojímar, me dejé caer junto a ella sobre los
"¡Chalado!", me empujó hasta casi tumbarme al escaños: entre jabucos, cigarrillos prendidos,
suelo: "el aleteo del cóndor, ¿qué más podría animales de crianza, pantorrillas al aire o sobre
ser?" puyas. "Me llamo Sagis", me atreví.
Entonces hizo una mueca y se tapó la cara: Ella me miró, acaso recordándome otra vez
estaba horrorizada por haber hablado de más. en la funeraria o reconociéndome por segundo

31
viernes en el milenio. Entonces sonrió. "Sagis es salvo: "lo siento mucho, seas Sagis o Salvador",
nombre de quiltro, no de gente", y me encañonó fue su remate.
con su índice izquierdo, arma larga rematada en "Pero, ¿a salvo de qué?", me impacienté. Y
la bayoneta de una uña pintada de blanco, pétalo ahora casi me miró con lástima. "Por favor, a
no menos artificial que los de su flor importada. salvo de patria: de Alamar, de un cóndor, de la
"Mi nombre real es Salvador", admití. Pero noche y de ti", dijo y saltó con la puerta a medio
ella seguía implacable: "Salvador es mucho abrir, todavía frenando nuestro M-1. Se fugó
peor". Y se puso seria: "seguro naciste después entre rendijas, entre los ecos de su propia
del 73". Me dejó pasmado su adivinanza. "Casi", enumeración. Como una de esas alimañas de la
le confesé, "el 10 de diciembre del 73: supongo noche, criaturas angélicas y escalofriantes, sin
que hoy sea mi cumpleaños", y me sentí ridículo darme tiempo de actuar: de cazarla y amenazarla
de mi patetismo. Por suerte, ella me miró realmente de muerte, a ver si entonces ella
compasiva. Con paciencia. Y volvió a sonreír reaccionaba realmente a mí.
para mí. Miré afuera un instante. La vi corriendo. Vi
Entre las patadas de la muchedumbre, lucía sus espaldas a punto de despegar, recortada
aún más hermosa que en la caja negra de la contra un paisaje lunar en permanente
capilla. Anochecía. Habían pasado ya siete revolución. Estábamos en el antiguo barrio de los
madrugadas insomnes desde aquella otra en que chilenos: un páramo aún más desierto que el
me la topé. Para entonces yo pensaba no verla resto de Alamar y acaso también del país. Chile,
más. Tal vez por mi estúpida costumbre de seguir Cuba, Santiago de La Habana: ¿cómo diferenciar
rondando la funeraria "Mártires de Alamar", bajo la mirada muerta del desamor? Además, en
como si su padre pudiera morir dos veces en una esa parada nunca subía ni bajaba nadie, por
semana y tras una paranoia de autopsias. temor a las leyendas que, desde hacía más de diez
Había un ruido infernal bajo nuestros pies, años, asolaban esos edificios tras aquella súbita
humo blanco de motor incluido. Yo no podía repatriación: fuga masiva y clandestina sin causa
dejar de mirarla mientras ella me sermoneaba: aparente, lo que invisibilizó a todos los chilenos
"En diciembre del 73 yo también hubiera tenido cubanos en pocas horas, días, semanas o tal vez
tu nombre, pero nací meses antes", encogió las siglos.
clavículas, como alas. "Nuestros padres estaban
obsesionados por la presencia o la presidencia de 3
algún Salvador", dijo para azoro y diversión del Extrajeron la sombra de la sombra,
dibujaron un viento con colmillos.
público en penumbras del metrobús.
Y yo amé tanto tanto su vocabulario de Sin embargo, el viernes siguiente me bajé
evangelista política que no sé... Me hechiza la justo allí, después de mis cafés baratos en la
vehemencia del brillo orate. Atiné a decirle lo "Mártires de Alamar". Necesitaba ver a Ipatria,
mucho que me intrigaba el sentido de nuestros aunque sólo fuera para perderla otra vez. Su zona
encuentros por puro azar, y que ya no quería era un desierto pétreo de alta salinidad, entre
perderla otra vez. Porque, además, desde doceplantas roñosos en ruinas y murales
entonces yo dormía menos y, en consecuencia, desteñidos: en todos el mismo anciano miope, en
mi ansiedad estaba peor, mi ansiedad estaba peor, traje y corbata pero con casco de constructor y,
mi ansiedad estaba peor. en la mano izquierda, una metralleta apuntando al
"Feliz cumple y adiós, viejo", me dio un beso cielo, en señal de redención o tal vez rendición.
en cada mejilla. Y enseguida me dijo que no: que Atravesé la cancha de baloncesto arrasada de
no me era posible verla y que ella lo sentía de la escuela "XI Festival". Atravesé el terreno de
corazón, pero repudiaba la casualidad y el azar. beisbol enyerbado junto al paradero de los
Y yo encarnaba exactamente la casualidad y el camellos. Y atravesé el ghetto desertado por los
azar: lo cual era demasiado sospechoso para su chilenos a finales de los ochenta, de vuelta en
intuición. "Un poder con memoria puede usar a estampida hacia su islita continental entre el
cualquiera para detectarte", dijo. Ella desierto de Atacama, el hielo de la Antártida, el
desconfiaba. O no, ya no desconfiaba: "ahora filo de los Andes, y la voracidad del Pacífico.
estoy muy segura de lo que pasó", dijo en un Sólo inmigrantes ilegales, llegados desde el
susurro. Y mi ignorancia no le garantizaba mi Santiago cubano, residían ahora allí. Sin luz ni
inocencia: que alguien de la Junta Militar, por gas ni teléfono ni documentos de identidad. A la
ejemplo, me estuviera manipulando como a un espera de la delación que los regresara a su
títere de civil. Conmigo ella nunca estaría a provincia natal para, como muelles, reorganizar

32
las huestes familiares y reinstalarse en la capital: mi expresión era evidente que no. "¡Ellos ya están
entre buches de prú y toques de batá. aquí...!", aulló al borde de la histeria. "El poder
Me la tropecé enseguida. Ipatria permanecía rastrea por telepatía. Desde el Valle de Elqui lo
inmóvil, hablando en voz alta para nadie: saben todo: desde ese ombligo espiritual nos
discurseando sobre los hombros de aquel viejo olfatean como a lauchas, hasta aplastarnos la
busto carcomido por el salitre, del que todos memoria primero y el resto de la cabeza después".
alguna vez nos burlamos de niños, sin que ninguno Para mí era suficiente. Exploté: "¡¿Pero ellos
luego de adulto se preguntara qué tipo tan solitario quién, coño?!", me pegué al busto y la cogí por las
tendría que ser aquel. La falta de alumbrado los pantorrillas, intentando bajarla de su tribuna sin
reducía a ambos a una sombra chinesca o, mejor, cordura pero con tanta cuerda. Ella intentó
chilesca: a la estatua de pie y a Ipatria sentada defenderse con aquella mirada suya tan vaciada de
encima, declamando a horcajadas. caos y de significado. Mas no me importó. De un
Parecían versos. Ella los pronunciaba sin tirón la bajé. Y con el impulso de tumbarla,
importarle su ausencia de público. Presté atención: rodamos juntos sobre las piedras de lo que, más de
"En la región profunda de la patria", todavía diez años atrás, pudo ser el jardín de lujo de algún
acercándome al conjunto, "donde gime el puma y miembro mediocre del PCChile. Quedamos a los
grita el cóndor", sus dedos crispados como garras, pies de un tronco con tarja. Era un álamo de
"heridos por los hierros y la pólvora", me paré importación, leí en el oxidado metal, sembrado en
junto al pedestal, "las piedras, los muertos, las mil novecientos setenta y algo por no sé cuál poeta
vasijas", tapó los ojos del busto y lo sostuvo por el antifascista, si bien el monumento ya era sólo una
mentón, "cubriéndose de polvo y raíces negras", tarja sobre el tocón.
como protegiéndolo o buscando ser protegida por "¿Qué te pasa, loca?" Ella en silencio. "¿Qué te
él, "mientras la bandera está tendida entre dos pasa, Ipatria?" Ella en silencio. "¿Qué te pasa, mi
edificios", reparé en que su cuadra estaba escoltada amor?" Ella en silencio. Y entonces salté sobre sus
entre dos doceplantas vandalizados, "y se infla su caderas y allí me instalé: ella todavía en silencio. Y
tela como una barriga ulcerada, una teta o una la estremecí como a un animal rabioso,
carpa de circo", y entonces Ipatria se ovilló sobre maniatándola bajo mi peso y moviéndome casi al
la cariada cabeza del mártir, como si finalmente galope contra una resistencia que al final nunca
fuera a parirlo o tal vez a abortar. surgió: ella siempre en silencio.
Yo aplaudí. Lo hice solemnemente, tratando de Tuve una erección obscena y no la disimulé,
no parecer sarcástico. Estaba fascinado ante sino que hinqué aún más mi bulto en su
aquella puesta en escena y también por el ángulo entrepierna. La fui a besar en la boca y ella me
recto en que se abrían sus piernas sobre el cogote escupió. Le grité: "¿qué te pasa, chiloca, te da
metálico de la estatua, fuera cobre o latón. Al pánico la tortura?" Ipatria rechinó los dientes, yo
parecer, ella estaba decidida, porque enseguida me amé su absoluta vulnerabilidad. Tuve ganas de
agredió. "Te esperaba, Sagis o Salvador, y penetrarla allí mismo. "¿Qué te pasa, chiloca, no
acostumbrarme a una persecución es lo mismo que quieres que te delate yo?" Y entonces ella por fin
dejarme atrapar", dijo entre la rabia y la queja: reaccionó: simplemente tuvo un desmayo. Aquel
"Así le ocurrió a mi padre y, ya sabes, la era el triunfo de su defensa. Y también mi
consecuencia ha sido fatal". humillación de imbécil verduguillo nacional.
Yo no entendía ni me importaba entender. Me Perdí la erección y mis músculos todos se
bastaban los hechos. Estábamos allí, coincidíamos: relajaron, también mi cerebro saturado de ganas,
¿no era perfecto? Y se lo dije sin pensarlo ni media lástima y café funerario. Me dio pena: me di pena.
vez: "Estamos aquí, coincidimos: ¿no es perfecto?" Hubiera podido correr, pero la vergüenza me
"No: primero es patético y después es muy paralizó. Me di cuenta de que el único loco de
peligroso", se desesperó: "Tú no sabes nada y no te aquellas escenas de viernes era yo, que casi
importa saber". "La vida es hoy", me justifiqué con destruyo al único ser que en mis noches de
una seguridad que yo no tenía. "Mira, cholo", la insomnio alguna vez me miró. Tuve deseos de
voz se le rajó: "mataron a nuestros padres, mataron cantar para pedirle que me perdonara. Y canté para
a nuestros hijos, mataron las calles, los caminos, la pedirle perdón. Le susurré nanas infantiles bien
tierra silenciosa", a mí me parecían versos otra vez, tiernas: son las únicas letras que recuerdo, aunque
"mataron a los que son, a los que saben, a los que con erratas. "Dame la mano y danzaremos, dame la
sienten, mataron la casa, el cajón, la frente del mano y me amarás", canté para Ipatria tan
presidente, me van a matar a mí que no sé nada y desafinado como no pude evitarlo: "porque
no me importa saberlo, ¿al menos sabías eso?" Por seremos en la danza como un horror y nada más".

33
Un pájaro nos pasó por encima y graznó. O un a esa hora devenida Vía Oscura, y pensaba en el
murciélago: ¿cómo distinguir a mitad de apagón? destino de Ipatria una semana atrás: gata
Igual fue escalofriante. Dejé de cantar y me senté a combada entre mis brazos y el dienteperro, tensa
su lado a esperar que volviera en sí. Tuve miedo como una lira desafinada de música y de pavor,
de que se estuviera asfixiando y le di un boca a con los puños y el rostro crispados por quién
boca desde el fondo de mis pulmones. Ipatria sabe cuál pesadilla mitad insurgente y mitad
comenzó a respirar mejor, recuperó el descolor de oficial.
su piel perfecta, y al poco rato se incorporó, casi En la caseta de tráfico roncaba un policía. Lo
abrazada a mí. Su larga bata de tela blanca, como iluminaba sólo una vela y usaba un periódico de
de nylon, le quedaba preciosa. Parecía un ave de letras rojas en lugar de una manta: "El Mercurio",
rapiña a la que hubieran obligado a volar hasta pude leer. En su radiecito de pilas, aún se
caer abatida. Tenía saliva alrededor de la boca. Se malescuchaba un juego de beisbol. Desde el
la quitó, y también descorrió un mechón de pelos Estadio Nacional, único escenario con luz del
que le borraba los ojos. Me miró desde una reparto, el equipo Metropolitanos perdía, como
recóndita paz. Su frente sudaba, a pesar de que de costumbre, por un denigrante score. El
hacía frialdad. Y entonces no sé si me lo ordenó o narrador hablaba de una "última oportunidad para
me lo imploró: "Por favor, Sagis o Salvador, la esperanza roja de la capital" y yo seguí de
llévame ahora al mar". largo hacia La Siberia, la zona cero de Alamar:
Y yo la cargué hasta la costa: el estéril por esta vez quería volver a mi escondite antes
dienteperro cubano de La Playita de los Chilenos. que la medianoche me sorprendiera tan triste en
La luna salía entre las azoteas y rebotaba medio de la alegre Nochebuena popular.
enseguida en el cenit, tras las nubes de guata y "¡Ellos están aquí!", fui recordando entonces
algodones de rojo rubí. Me arrodillé con Ipatria en los barboteos de Ipatria siete noches atrás, donde
brazos, si es que Ipatria se llamaría por fin, incapaz "ellos" eran los "provocadores del VOP y el
de lanzarla y lanzarme al agua con ella, hasta MIR", me dijo, "y los cadáveres del Caleuche
desempercudir su pánico y mi ansiedad. La resucitados en Villa Grimaldi", me dijo, "y el
deposité con cuidado sobre la línea de espuma. La Cochero de la Muerte paseando a los agitadores
sombra fatua del pájaro todo el tiempo nos del Radical y a los del Plan Zeta y el Alfa", me
acompañó. Tenía un cuello larguísimo, al estilo de dijo, "de la mano con los momios de la
un cañón, y se movía en círculos cada vez más Concertación y los Chicago Boys del Senador
abiertos, en contra de las manecillas del reloj, hasta Vitalicio", me dijo, "y los monjes de Colonia
diluir sus giros en contra de la madrugada, Dignidad y los de la Recta Provincia y los de
retrasando así el final de aquel viernes 17 que en Patria y Libertad y los del FPMR y la Escuela de
mi memoria nunca llegó a hacerse sábado del todo. Mecánica", me dijo, "y los buitres del tacnazo y
Volví a besar a Ipatria, en la boca. Fue apenas los del tancazo", me dijo, hasta que me fue
un roce. O aún menos: una premonición. Su literalmente imposible retener tantos nombres,
aliento era tibio y gentil, pero también muy tajante alias y apellidos entresacados de sus dientes de
y gélido, sin paradoja ni contradicción. Le estreché piedra lunar: "Veaux, Mongliocchetti, McAntyre,
las manos en un gesto de adiós con el que en Lotz, von Schouwen, Ayrwin, Edwards,
realidad le pedía que, al menos por una noche, Salvattori y Superonfray", entre tantos y tantos
ninguno dijera de nuevo adiós. Pero la vi sonreír de aquella Primavera Rota o Roja, ya no entendí
sin mover un solo músculo de la cara. Algo muy bien, en lo que parecía ser una tétrica rimita
siniestro hacía evidente que, sin necesidad de infantil al estilo de "dame la mano y matarás".
palabras, su cuerpo le estaba imponiendo al mío Pero igual no había nada que entender en Ipatria,
que ya no siguiera allí. que tal vez nunca se llamaría Ipatria del todo:
bastaba respirar su aliento cetónico para
4 comprender el brillo desesperado de sus nervios,
Me detuve en el capítulo de tus héroes, acaso tan largos y frágiles como sus
en voz alta dije la página de tus vinos.
extremidades. Y tan fríos.
El 24 fue nuestra noche peor. El fulgor de Ese viernes 24, los doceplantas sin luz
tantas fogatas por cuadra, inútilmente pujando parecían mogotes de la era jurásica: geometría
contra el apagón general, casi me conmovió: la elemental sin memoria ni amnesia. Media cuadra
angustia se me coagulaba en los pómulos y no antes de llegar a mi refugio la vi, sentada sobre el
me dejaba participar de aquel espectáculo. Yo contén, bajo una pancarta de fe o al menos de
caminaba bajo el semáforo ciego de Vía Blanca, fidelidad al futuro. Iba pelada al rape, calva de

34
remate, y al parecer esperaba por mí. La reconocí una pared a otra de su habitación, abriendo en
al vuelo: el color de su piel lánguida la delataba, ángulo recto las piernas, como tijeras de
como una explosión de neón importado desde jardinería militar.
algún pico cianótico del Cono Sur. Sentí euforia Yo sólo miraba, sin interferir con aquel alef
al verla: una alegría imposible de reprimir medio maléfico. Veía sus músculos tensos, tironeando
paso o medio silencio más. Y reí, llegando de un la piel blanquísima y su sexo invisible en el
salto hasta ella, que me extendió un papel muy medio: estaba depilada con precisión citostática.
seria, como si nuestro azar no significara nada Veía sus senos, dos círculos dobles tatuados a
precisamente por tanto significar. Así, por primer cada lado del esternón. Veía la punta del desnudo
y único viernes pude recorrer el mapa neurótico metal, rozando a ras del tobillo y raspando un
de su caligrafía mínima, de criatura que cabe crucigrama de tajos que adornaba su pie: las
adorablemente dentro de una mano. Ipatria me cuentas de sangre goteando sobre las frías
había escrito: "un pájaro echado a la intemperie baldosas. La veía a ella y me veía también a mí,
se convirtió en un bosque suave y nada ni el tiritando: a un tiempo títeres y titiriteros, sin
asombro y nunca ni la duda y nadie ni la noche retablo ni indumentaria. Y vi el discurso
destrozó aquel aire". imposible con que ni ella ni yo alcanzaríamos a
Era bello. La agarré. Quise darle un abrazo. describir todo aquello: escenario molecular
Oler sus poros. Que me pasara una parte de su dispuesto para ningún espectador adentro o
locura esplendente: la mía se iba haciendo tan afuera. Para nuestra historia de dos ya no
pobre que... Sentí su mano fría en la mano aún quedaba público. Acaso el público para cualquier
más fría con que yo sostenía la suya, solitarios a historia siempre había sido eso: una confortable
dúo en un contén de La Siberia cubana. Con mi ilusión.
frente acaricié su cabeza de huevo y me pareció Estábamos en su sala, en un duodécimo piso
que ese cráneo andino bien podía estallar como indistinguible de los duodécimos pisos del
una granada: pedazos de piel entre pedazos de los Reparto Chileno: desde 1989, un suburbio
edificios sin Alamar. Era obvio que no nos secreto dentro de Alamar. Me esperó sentada en
quedaba nada. Ni nadie. Y que nunca iba a ser los escalones y me invitó a subir con un gesto.
nuestro último viernes para coincidir por Yo la seguí medio metro detrás, por las escaleras
casualidad en un dormitorio obrero llamado La tachadas bajo el impoluto apagón: aguinaldo
Habanazar. estatal por ese día 31 en que se acababan el mes,
Entonces me lanzó un reto y una profecía: "El el año y también el siglo y el milenio. Me
próximo viernes te espero en el bloque Ch-73". Y guiaban sus pisadas y el blanco fosforescente de
lanzó un beso al aire casi rozando mi boca. su chamal: telilla fantasmagórica como la huella
Tragué su hálito dulzón y fétido, como la de una flor o un pájaro que nadie nunca
respiración asmática de los 666 volcanes que terminará de nombrar.
recortan a Chile del resto de América: de los Empujó la puerta y entramos: estaba
restos de América. Y se paró de un salto y, por entreabierta. "¿Te convences ahora, Sagis o
supuesto, de otro salto se fue, devorada por la Salvador?", parecía complacida con la supuesta
incipiente madrugada y por mi indecisión al demostración: "ellos estuvieron aquí", y se alejó
borde de la indolencia: ella siempre partiendo y para regresar enseguida con un gran mazo de
yo sin atreverme nunca a partir. Ni a romper velas. Las encendió, una a una, durante cinco o
algo. Aunque no fueran más que las tres sílabas cincuenta o cinco mil minutos, hasta que el humo
de aquella palabra: I-pa-tria... casi nos asfixió. Comencé a toser ridículamente y
ella misma me condujo al balcón. Respiré.
5 Hondo, hondo, hondo. Y desde allí noté que
Pero la sangre era árbol vestido de piedra. adentro no había muebles, excepto el televisor o
Pero la mano era ala nacida en la piedra.
una sombra sin patas que simulaba ser un
Pero la noche era fuego apegado a la piedra.
Cogió el cinturón y se lo abrochó a la cadera, televisor: el piso, las paredes y el techo parecían
desnuda. Entonces colgó la afilada hoja a su de attrezzo, utilería removible para dejar que la
izquierda, adoptó una cómica pose de caballero casa flotara de cuando en cuando en el aire.
andante del siglo XXI ("caballero andino", según Desde mi altura vi nuestra propia sombra
ella), anunció solemnemente que "mi patria es la proyectada al vacío. En el cuello sentí el fragor
espada inglesa de América", y comenzó a tibio de las velas. En la cara me golpeaba la
marchar con estilo de cadete republicana. Iba de frialdad de un fin de año asomado al borde del
planeta. Ipatria se había desnudado sin

35
pronunciar palabra y se sentó sobre la barandita. Igual la deseaba con toda su desidia y mi
Me asustó su desequilibrio y quise sostenerla al desamor, en cualquier orden y en ninguno. Tuve
menos por el talón, pero ella me rechazó con una una erección clínica. Como en la funeraria al
patada de juguete, y al tacto noté el duro tomar café y oír los gimoteos de los dolientes de
postillaje, o tal vez ya espuela, que crecía en su los mártires de Alamar. Como en la noche de la
tobillo izquierdo. estatua. En un arranque de acción pura, me saqué
Allí estaba Ipatria entera para mí, diáfana más la ropa y se la entregué: quería decirle algo con
que desnuda. Ya era sólo cuestión de saber leerla aquel gesto, pero aún no imagino qué o para qué.
entre mi desidia y su desamor: enciclopedia del Que me viera convertido en mi propia bestia,
vértigo y del naufragio. La única vida del paisaje quizá. Que supiera cosas dolorosamente reales de
eran las luminarias con baterías del Estadio mí. Que no me expulsara este viernes a la
Nacional, donde seguramente Metropolitanos aún soledad popular que lo rebosaba todo allá afuera,
perdía jugando al beisbol. Ipatria lo señaló para rebasando mi resistencia para sobremorir. Que
mí: "¿cuántos grimillones de cuerpos cabrán me amara, supongo, hasta que yo pudiera
allí?". "Ni uno solo", le dije, "se compite para resucitar para amarla, supongo, y resucitarla a
que existan la radio y la televisión". "Te confías ella después. Que bebiera de mí y me hiciera
demasiado de tu ignorancia, Sagis o Salvador", reventar, la muy puta de importación Made In
no le hizo caso a mi ironía, "pero tarde o Chile en 1973. Que se alimentara de mis líquidos
temprano, por la razón o la fuerza, en ese estadio coagulados y de mi carne insomne ya a punto de
también..." y dejó la frase por la mitad. incendio como un palacio presidencial. Que fuera
Fue entonces cuando se armó de cinturón y un poco yo para siempre y yo ser siempre un
espada. Se lo abrochó a la cadera y se colgó la poco de Ipatria. No sé. El lenguaje por momentos
hoja a la izquierda. Hizo un chiste sobre las no alcanza.
oscuras leyendas de un "caballero andino" que Pero ella no pareció notarlo. Nada de nada.
vagaba sin pies ni párpados de un polo a otro de Su única reacción fue oler mi bulto de zapatos y
Chile, según las madres se acordaban de él para ropas durante el minuto más eterno de América,
asustar a sus guaguas, y entonces Ipatria me antes de lanzarlo en parábola hacia afuera, en
habló de la suya: "Es la luna quien succiona mi picada libre al otro lado de la barandita, donde lo
cuerpo", declamó mientras aún marchaba. "Mitad vi flotar inútilmente en la brisa marina hasta ser
sombra, mitad grito: asciendo en espiral entre tragado doce pisos más abajo por la fuerza de la
viscosos líquidos que me perfuman". Me miró gravedad. Así mismo voló mi madre", me apuntó
orgullosa: sus labios una línea apretada, sugerida con el índice izquierdo: "así los peritos la volaron
apenas, como la tábula rasa de su entrepierna. encima del mar, y desde aquella primavera de
"Son versos de mi madre, tarado", se cuadró en septiembre nadie nunca la vio", dijo arqueando
firme: "todas las palabras mi madre las ha dicho las cejas. De manera que ella y su padre aún más
antes por mí". huérfano que ella salieron, a través del costurón
Y enseguida me contó detalles de aquella otra de montañas, hacia una pampa de gauchos
mujer, su madre mártir, mientras volvía a insufribles y pésimos aires. Y desde allí se
recorrer en círculos la habitación: sus piernas, un montaron en un carrusel de exilios que
par de tijeras sobre la bisectriz de su sexo; sus desembocaría justo en aquel piso doce del bloque
tobillos sangrantes a la luz de las velas que Ch-73.
simulaban un estudio paleolítico de televisión. Entonces se tiró de la barandita, espada en
"La espada es mi patria inglesa de América", ristre, y me haló sala adentro hasta tumbarme en
repitió pervirtiendo la frase, y se subió otra vez el chasis sin patas del televisor, que no era un
en la barandita. Yo me puse igual nervioso, pero televisor sino una maleta: ataúd de álamo o tal
no intenté sujetarla ahora. Ipatria cruzó ambas vez araucaria. "La revolución portátil de mis
piernas sobre el arma y se acarició contra el filo padres está presa completa aquí", sonrió Ipatria y
fácil de aquel metal. Movía la espada en uno y se me encimó. Se sentó a horcajadas sobre mi
otro sentido, en un abrazo cada vez más estrecho cuerpo y crispó una mano en mi nuca. Enarcó las
y rápido. Al final la hundió dura y mansamente piernas y se clavó, como hiciera una escena antes
en su sexo y gritó: "¡Algo así fue lo último que con el mudo metal. De hecho, todavía sangraban
mi madre sintió: el frío de los milicos por sus muslos, a cuentagotas. Con la otra mano se
dentro!" dio impulso en mi pelvis, moviéndose
Estaba loca. No entendí ni pretendí limpiamente dentro y fuera de mí, penetrada seca
comprender. Yo estaba loco también, ¿y qué? y duro hasta bien abajo. Yo no intenté

36
movimiento alguno: era tan excitante contemplar novecientos noventa y algo al dos mil nada, el
en inerte su ejecución que... Además, tenía un año cero. Casi me convenzo de que ese viernes
cuerpo bello y desesperado. Además, yo no la 31 allí no había ocurrido absolutamente nada,
conocía en absoluto y hacía mucho que ningún excepto la descripción de los incontables objetos
cuerpo se me acercaba sin tasar un precio que la maleta había dispersado sobre las
primero. Entonces la madera crujió bajo mis baldosas. Eran iconos del holocausto mundial en
nalgas y la maleta cedió de súbito con un quejido el que se sacrificaron los padres de Ipatria:
de ave rapaz. banderines, posters, recortes de titulares, fotos,
Nos revolcamos con la explosión, cuerpo a volantes, folletines y mamotretos, bonos, boletas
cuerpo. El piso era hielo que hincaba y un y brazaletes, pegatinas, entre otros objetos más
escalofrío me recorrió de las plantas a la columna difíciles de identificar. Pero, por suerte, recorrer
a los parietales al esternón. En uno de los giros, con la vista aquella parafernalia de esquirlas me
sin querer empujé a un lado su cabeza de piedra sosegó: asumí que diciembre entero había sido
lisa y fue entonces que definitivamente lo vi. Lo escrupulosamente real y que eso justificaba aún
vi. Lo vi. Lo vi. Y pegué un chillido de pánico, más su verosímil irrealidad. Empezando por
de pájaro: "¡allí!" Y ella saltó a mi cuello como aquel nombre de tres sílabas que yo acababa de
un bebé: "¿Allí qué, Salvador, allí quién, Sagis, lanzar a la nada chilecubana de Alamar.
allí dónde, por favor?", y en la brusquedad de los La vista se me nubló. Sentí frío, arqueadas,
tironeos, su espada lasqueó mi pierna. Me doblé náuseas. Después sólo ganas de dormir y de no
de dolor. Abrí la boca en forma de letra O, acaso despertar hasta el próximo siglo veinte. Era
de número 0, pero no pude pronunciar ni una absurdo. ¿Me estaría desangrando, a cuentagotas,
sílaba entre tanta imagen y tanta imposibilidad. como los muslos y el pie izquierdo de Ipatria? ¿O
"¡Allí, un pájaro, o yo qué sé!", dijo al rato y mi cabeza de fósforo rayado por la lija de esta
la desprendí de mi tráquea para que no me historia me hacía trampas con tal de no regresar a
asfixiara con su histerismo. Intenté pararme, mas La Siberia ni a la "Mártires de Alamar"?
la rodilla cortada me lo impidió. Miré mejor y, en Respiré. Hondo, hondo, hondo. Aún tenía que
efecto, sería un ave gigante o su silueta, en la recorrer la madrugada infartada de América,
misma pose de Ipatria antes sobre la barandita. hasta ubicar un policlínico donde alguien me
Sería su madre mártir, no sé. Lo cierto es que deseara "feliz año nuevo" antes de fingir interés
Ipatria ya rebotaba con rabia contra mi garganta, en mi sutura. Aún tenía que arrastrarme piso a
muchacha de muelles retorcidos a base de miedo piso por las doce escaleras, antes de encontrar
y pavor. Así que tuve que pegarle en la cara y, mis ropas alfombrando el jardín ruinoso allá
como aún seguía sin reaccionar, la empujé tan abajo, o tal vez guareciendo la desnudez mortal
lejos de mí como pude, como quien lanza al de la estatua con gafas: cariada de óxido rojo,
infinito una bala o un balón. Y con el gesto sentí pero alzando una metralleta no menos mortal.
que estaba desprendiéndome de algo que yo no Aún tenía que exorcizar sin tanto patetismo
sabía cuánto me deshabitaría por dentro después. retórico la mirada muerta del desamor: esa
Ipatria salió desprendida con demasiada angustia antigua que sedimenta en mis pómulos y
inercia por encima del balcón, como si fuera otro en mi tráquea, paralizando cualquier acto de
bulto de zapatos y ropas. Como si fuera su madre cercanía con alguien que no sea yo. Aún tenía
poeta tres o trece décadas antes, arrojada a ras de que alejarme de aquel reparto y ya ir pensando en
la Antártida por un coleóptero artillado del mi siguiente sesión de viernes, verdadera patria
Ejército de Salvación Nacional. O como si Ipatria extranjera de mis semanas tan largas como mis
fuera la sombra de aquel pájaro repentino que, noches, demasiado largas de sobrellevar: túneles
sin abrir las alas, también se dejó caer: los dos ciegos hasta poco después del alba, cuando
cuerpos rebasaron la barandita que ya no consigo por fin rendirme en un parque, sólo para
contenía al vacío del otro lado, y fueron tragados que un enjambre de niños con uniforme me
en un pestañazo por el fin de año iluminado sólo zarandee enseguida hasta hacer añicos mi
por las velas de su apartamento y las torres del pestañazo y catalizar mi ansiedad, catalizar mi
estadio de beisbol, donde Metropolitanos aún no ansiedad, catalizar mi ansiedad. Aún tenía que
se aburría de agonizar bajo un denigrante score. decidir si Ipatria había sido en definitiva su
Me quedé hueco a mitad de sala. Mi rodilla nombre, o si la palabra quedaba libre en mi
abierta de un tajo no me hubiera permitido mente para cuando apareciera o desapareciera
asomarme al balcón, pero el inminente cambio de alguien más. Aún...
fecha tampoco me ilusionaba: de los mil

37
TOKIONOMA Ojalá que Tokio no tarde, pronunciado en la
capital de ningún imperio. Ojalá que Tokio no
Violento suspiro de un japonés. Todas las tarde, en un amnésico español que no anestesia ni
noches lo veo. Viejo. Senil. Habitante de isla. La media palabra. Ojalá que Tokio no tarde, con mis
mayor de las antiguas. Un ser que exhala su aire dos ojos tan abiertos como ceros atómicos, las
como quien expira. retinas tragándose y a la vez borrando hasta la
Casi cien años. Tiene. Nació a mediados del última frase de luz. Ojalá que Tokio no tarde, en
XIX. Y sólo a mediados del siglo XX lo consigue pleno agosto de 2045: un verano del mundo no
expulsar. Su aire. Se llama enfisema y no tiene más infernal que los restos de la realidad.
cura. Ni siquiera en Japón. Mucho menos en
pleno agosto de 1945. Un verano del mundo no
más infernal que el resto de la realidad.
En los suburbios de Tokio. Desde allí escucha
sus noticias en japonés. Literalmente. Porque son
suyas. Él las reinventa. El locutor comenta sobre
otra ciudad de isla enteramente borrada. Él
suspira. Ya va quedando menos del mapa. Falta
sólo el borrón atómico de la capital imperial. Y
luego llegaría por fin el turno del japonés, una
última oportunidad de tachar ese idioma no tan
retórico como reiterativo. Una lengua que
enfatiza a tiempo. Al principio muy complicada
pero, con la práctica de años, tan sencilla como el
arte de respirar.
Lo veo exhalar como quien expira.
Violentamente. De alivio. Anhela el fin de su
historia. Literalmente. Porque es la suya. Ansía el
vacío del mapa. Y teme que no le alcance el
tiempo para enterarse de la noticia, de ese
comunicado por radio en la locución eterna de un
vocero imperial.
—Ojalá que Tokio no tarde –pronuncia con
los ojos cerrados, aunque sus retinas hace
décadas que ya no ven. Nada.
Yo sí. Yo veo.
Veo aquella frase y suspiro violentamente.
Me falta el aire. Me parezco a un japonés. Viejo.
Senil. Habitante de otra isla. La menor de las
antiguas. Casi cien años. Tengo. Nací a mediados
del siglo XX y aún suspiro a mediados del XXI.
A estas alturas de la historia apenas me queda
tiempo para escuchar mis noticias. Literalmente.
Porque son mías. Yo me las reinventé.
Sólo que el idioma español es demasiado
retórico para reiterar. Y eso es lo más peligroso.
Habitamos una lengua que a nadie le avisa a
tiempo. Ni siquiera el locutor muestra algún
síntoma de preocupación. Ahora todo mapa
parece eterno, mientras sea narrado en español.
La historia traducida a este idioma es una estera
sin fin. La memoria se hace tan imborrable que
provoca dolor.
—Ojalá que Tokio no tarde –me escucho
doblando la misma frase del japonés.

38
ENTRE UNA BROWNING Y LA PIEDRA recortado de luminiscencia lunar. Ipatria se sacó
LUNAR el cañón de la boca.
Bajó la Browning de 15 tiros. Bajó sus brazos
1 de neón anémico. Bajó las cejas, bajó los
Recogimos una piedra lunar. Una de esas párpados. Bajó los dedos y el arma cayó a tierra,
piedras rosadas que caen de la luna atraídas por atraída por la fuerza de gravedad. La vimos rodar
la fuerza de gravedad. Una piedra del tamaño de por el césped hasta llegar al fango, donde se
un puño. Áspera a sobrerrelieve, laberíntica. Una encajó de cañón sin emitir quejido o disparo.
piedra de luna fácilmente confundible con un Nadie en el grupo se atrevía ahora a
coral. De fuego, en estado de excitación o reaccionar. Ipatria tampoco. Se nos habían
extinción. Como un cerebro de miniatura. Por descargado en masa las baterías. La luna parecía
supuesto, fue Ipatria quien la nombró: una lápida desteñida de coral. De fuego, pero ya
—Se llamará Clito –nos dijo–. La diosa fatuo.
solitaria y apócrifa de la historia y la sexualidad. —Uno de estos días, ya verán –se alejó
Y todos reímos de su ocurrencia al nombrar la protestando Ipatria hacia su banco eterno del
piedra. parque de la Asunción: el que no tenía respaldo.
Como de costumbre, no entendíamos ni una De una u otra forma siempre todo empezaba
sóla de sus palabras. Con el lenguaje nunca nadie así: a través de Ipatria y sus amenazantes frases
la superó. Con la lengua tampoco. Por eso Ipatria que leíamos con imposible fascinación.
tenía todo el derecho a nombrar. A ella y cada
miembro del grupo. Y también a tragarse cada 3
miembro de los cuerpos de cada miembro del Una noche decidimos recorrer en ómnibus la
grupo. ciudad. Atrapamos al vuelo una 23, ruta
Ipatria era una gran boca abierta al estilo de trasnochada a lo largo y estrecho de la avenida
un cero voraz. Porvenir. Ya dentro, nos apilamos en la parte
trasera, aunque nadie más viajaba en la guagua.
2 Serían las tres o tres y media de la
Una Browning de 15 tiros. Una pistola madrugada. Y a esa hora el mundo casi no existe
extranjera, como toda arma. Cargada, por en La Habana: La Hanada, según Ipatria. A esa
supuesto, como en aquel tema anglo sobre la hora ya sólo existía Ipatria. Desnuda, como de
felicidad, cantado medio siglo o medio milenio costumbre. Bailando en cámara lenta con su
antes del nacimiento de Ipatria: la felicidad es piedra lunar. En público, en grupo. En un
una pistola cargada, cansada. ómnibus propiedad del Estado. Ipatria lunática.
Ipatria apuntó a lo lejos. Al vacío recóndito Húmeda y ríspida, laberíntica. Ipatria petrificada
de la noche. A nadie y nada en particular. Ipatria y calva, cerebral y afeitada. Pura piel sintética sin
apuntó en medio del parque de la Asunción. En accidentes. Ipatria, divino despilfarro desvelado
el medio de Lawton, La Habana, Cuba. En medio de la d y otros demonios antidiurnos.
de América y el planeta Tierra. Ipatria apuntó a la La rodeamos para protegerla de los curiosos
luna, hacia arriba. O al menos eso nos pareció. que quizá en otro espacio-tiempo pudieran
Entonces, de un súbito giro, se metió el cañón en aparecer. La rodeamos para ponerla a salvo del
la boca. Esa era su especialidad: usar la boca paisaje irreal que corría a tope de velocidad al
como amenaza inmediata de matar o hacerse otro lado de las ventanillas, película mal
matar. fotografiada que íbamos dejando atrás: de
—No juegues que está cargada –le dije–. O Lawton a Luyanó a Centro Habana al Vedado.
dinos dónde encontrar otra boca así. La rodeamos para verla, porque era ella el centro
Ipatria me miró. Desearía creer que sonrió. de nuestras noches en grupo, fuera en ómnibus o
Gélida. Sudaba bajo la luz blanca del parque, caminando: porque era ella nuestro eje
filtrada entre los últimos pinos de la ciudad. gramatical. La rodeamos para que fuera libre de
Sudaba hasta por los ojos. Puede ser que llorara. moverse al compás del motor, bailando sobre
Sudor frío, lágrimas adrenérgicas, entre otros infinitas ondas cuánticas de un solo tono. Blanca,
fluidos androides que ningún humano ha visto insonora, nano. Arcoiris monocromático de
jamás. Ipatria, la más solitaria y apócrifa de las ningún decibel.
diosas de la historia y la sexualidad. Ipatria, la Y entonces la vimos meterse ahí dentro la
madre de clito, browning, y el resto de las piedra: a Clito, bien hondo por su entrepierna. Y
palabras. Ipatria, orate y lúcida como un círculo después meterse ahí dentro también un puño, el

39
derecho: sus cinco dedos cerrados en forma de daba tiempo a una fuga. Que nos veníamos de
arrecife coral. Nervaduras y venas, furia rosada, miedo y frío entre los raíles, de puro pánico en
piramidal. Y meterse ahí dentro el resto de su paralelo, mientras una rueda aceitosa y bufante
brazo después, hasta quedar inválida, asimétrica. nos clavaría por detrás, placenteramente
Y meterse ahí dentro el resto de su cuerpo, hasta enterrando el dolor de nuestros esqueletos en la
casi desaparecer: medusa traslúcida a la altura de grama vegetal. Entonces Ipatria se paraba y
la avenida 23, rampa de lanzamientos para comenzaba a dar gritos.
colocar su cuerpo invaginado en la luna, satélite Eran chillidos de animal rebanado: partido
genital devenido ahora muñón. por la mitad o abierto en canal. Ipatria, hembra
Más que desnuda, Ipatria bailó invisible en la desesperada que estalla por la boca con un
parte trasera de la 23. Rodeada por nosotros, que hambre fónico, de piedra de amolar: laberíntica
de pronto ya no rodeábamos a nadie. Y todos lija de gritos obscenos, acordes palatinos sin más
sentimos nuestros sexos duros y babeantes, por la armonía que el eco y la distorsión. Ipatria mal
excitación de esa misma nada. Y ya no pudimos afinada bajo la carpa de estrellas ya muy
o no quisimos o no supimos evitar que su cuerpo aburridas de sus elipses y órbitas. Ipatria
se nos esfumara hasta quedar a flote como una despertando a los vecinos al otro lado de las vías
niebla transnacional. Aire y asma y asfixia: smog del ferrocarril.
del subdesarrollo, somnomemorias tatuadas en el Y entonces, para eludir la furia de las
hielo sucio de un cometa que nadie en el grupo primeras luces encendidas y ventanas abiertas, el
supo si volvería a bailar. A brillar. Ni siquiera el grupo completo interrumpía su sexo contra la
chofer de la 23 que, por supuesto, en todo el tierra y nos perdíamos esa noche de allí. Con
viaje no se dio cuenta de nada: zombie Ipatria a la cabeza, todavía estentórea: en estéreo.
institucional de correcto uniforme y reloj. Faro de luminiscencia blanca en un pentagrama
Esa noche nos despedimos sin rozarnos de clave sostenida menor. Todos otra vez con
apenas. Ni el grupo ni Ipatria. Ni un beso. Ni un unas ganas cósmicas de regresar a nuestros
chiste. Ni una nalgada. Pero tampoco ni un sólo apócrifos cuartos y, cada cual en solitario,
anuncio del fin. Cada cual solitario a su apócrifo revolvernos rabiosamente en la cama hasta
hogar. A rebajarse el alma retorciendo los eyacular o morir. Por más que la frase parezca
cuerpos sobre la cama, pensando en Ipatria: una consigna sin misterio del peor ministerio
hedonistas y hastiados, onanismo autista. Siendo estatal.
todos un poco Ipatria a esa hora sin hora.
Rezando mientras nos veníamos con tal de que, 5
por favor, Ipatria, ojalá reaparezcas la próxima A veces Ipatria usaba la Browning para hacer
noche en el parque de la Asunción. Ojalá que prácticas de 15 tiros. Con Clito. La zona del
surjas de la nada, como siempre, tan lustrosa de paradero de guaguas era la más apropiada, por
blanco y sin un sólo pelo en el cuerpo. Con tu remota y por el exceso de iluminación. Todos los
boca y tus manos ya listas para la acción que postes del alumbrado público funcionaban allí, si
cada miembro del grupo imita ahora en su cuarto. bien la policía nunca se atrevía hasta esa zona de
Y, como siempre también, Ipatria, ojalá que en tu Lawton. Tampoco quedaban muchos vecinos.
cintura refulja un arma sin alma llamada Por lo demás, desde allí se oía el rumor del río
Browning, mientras en tu pecho plano pendule el Pastrana, que dispersaba el eco hueco de
puñetazo rosado de Clito, nuestra piedra lunar. cualquier disparo. Incluidos los de la Browning
de Ipatria.
4 Ella colocaba la piedra a casi una cuadra de
Otra noche bajamos hasta el estadio, en la distancia: algunos pasos de menos, rara vez
recurva de las líneas del tren. Nos tumbamos medio paso de más. Ipatria apuntaba entonces
sobre la grama, a ciegas, y oímos en primer plano durante largos minutos, horas enteras tal vez,
los pitazos de las locomotoras. Locas, locuaces. hasta poco antes del amanecer. Lo hacía siempre
Formidables máquinas de importación, tan desnuda, sus nervios tiritando bajo el falso
pesadas que las vibraciones rebotaban en invierno nocturno y el peligro imaginario de
nuestros pulmones a través de la arcilla y la aquel rincón muerto de la ciudad.
clorofila dormida de la hierba profesional. El grupo se limitaba a hacer silencio a su
Daba la sensación de que los trenes alrededor. La rodeábamos hasta hacer inservible
avanzaban sobre el estadio. Que el terreno de su desnudez. Todo para que, de pronto, en 15
béisbol estaba siendo bombardeado. Que no nos segundos de gloria, Ipatria descargase la ira

40
automática de su cargador. 15 tiros con robaron postes, farolas, cables, y talaron los
silenciador: 15 fogonazos de muda rabia. Y últimos pinos para hacer leña en comunión.
llegaba entonces el ritual de presenciar cómo Levantaron aceras para construir túneles o
Ipatria se volvía a vestir. Botines de plata, un catacumbas. Se emborracharon fermentando la
vestido ancho y una bufanda de papel periódico clorofila del césped y, para colmo de
sin imprimir. Todo blanco excepto la Browning, información, de punta a punta del barrio clavaron
aquella pistola parda. dos mil pancartas a mano alzada: NO PASE,
Era sobrecogedor verla empujar su piel TERRITORIO MILITAR.
dentro de la tela, como si no cupiera Ipatria se puso triste. O impávida. No parecía
completamente en la ropa. Y tal vez por eso entender el espíritu épico de la época. Quería
Ipatria se quejaba. Bajito: susurros y ayes. oponerse y no sabía qué hacer. Ni por qué hacer.
Apretaba los labios. Se olía las manos: sudor a Había extraviado su intuición planetaria. Se
punto de condensación. Intentaba introducirse de deprimía y ya no nombraba nada. Ni a nadie. Ni
nuevo un milímetro más. Contorsionaba, luego a ningún miembro de nadie. Incluso su cuerpo en
ya en calma, y se relamía para ayudarse a enropar público la aburría. Ya nunca se desnudaba
con su propia saliva. O con el rocío de su frente. rodeada por ningún otro cuerpo que le prestara
O acaso fiebre. Hasta que Ipatria parecía quedar atención. Hasta que a todos se nos fue olvidando
conforme de su apariencia vestida y taconeaba aquella lengua rugosa y lisa que Ipatria tampoco
entonces la distancia que la separaba de su diana ya usaba: se fue borrando su fonía de vocablos y
o víctima o piedra lunar. gestos de cuando Lawton aún no era un
Tac-tic, reloj en contra de las manecillas del cementerio de símbolos, sementerio en blanco
tiempo, tac-tic, anacrónica sin salvación: algunos donde lo único que persistía eran las esporas
taconeos de menos, rara vez medio taconazo de cactáceas del argot militar.
más. Así avanzaba hasta alcanzar el blanco de su Era muy cruel ver así a nuestra Ipatria: los
puntería. Y recogerlo. Lo alzaba como si fuera un brazos caídos, las cejas caídas, los párpados
animalito cadáver, una mascota caída muerta del caídos, la Browning de 15 tiros y Clito caídas
cielo, tan sólo para voltearse enseguida y también. La fuerza de gravedad era un telúrico
mostrarnos su piedra convertida ahora en trofeo. telón que taponeaba su antiguo apetito. Por eso
Por supuesto, las 15 monedas de plomo una noche en grupo lo decidimos. Sin Ipatria,
siempre estuvieron en su lugar. Ninguna bala de contra Ipatria. Era necesario por todos: no hay
Ipatria jamás falló. Eran 15 marcas grupo humano que sobreviva a semejante estado
microvolcánicas sobre la superficie de Clito, de compasión. Nosotros amábamos a Ipatria en
puño pétreo y herido. Eran 15 punzonazos su borrosa nitidez. Y lo criminal hubiera sido
circulares: flor fornicada por 15 balazos o dejarla sobremorir así, como una mediocre más
meteoritos de miniatura. Exactamente 15 infartos en las madrugadas inciviles del apagón.
sin coágulo y 15 chapillas como centavos de
importación. Una violación pedestre a disparo 7
limpio, con humo remanente de lunar coralino: La amarramos. Aunque fuera el fin. El
con olor a pólvora de Ipatria y su sabor a metal. nuestro, el de ella. El de Lawton, el de La
Entonces, antes de retirarse a quién sabe Habana. El de Cuba y América también. O tan
dónde en la ciudad, la oíamos silbar sólo el final de Ipatria. No importa, es igual: la
altaneramente aquel aire lánguido y anglo de la amarramos y ella no hizo el menor intento de
felicidad es una pistola cargada, cansada. Y, por resistir. Tal vez hacía mucho que se esperaba
más que lo hacía casi a quemarropa del grupo, algo así.
Ipatria nunca estuvo más distante de todos que Desearía creer que sonrió al verse prisionera,
cuando acababa de disparar. Era imperdonable libre por fin, acaso burlándose en secreto de tanto
que, después de esperar por ella tantas y tantas pánico alrededor de su paz. Nuestra impotencia
madrugadas, Ipatria siempre nos abandonara así, la fascinaba: marca defectuosa de fábrica de un
en el clímax. grupo tan fracasado como toda nuestra
generación. Desearía también creer que al final
6 no fuimos más que conejillos de Ipatria, que fue
Poco tiempo después comenzó la moda de los ella quien desde el inicio así lo planificó.
apagones. Los vecinos o los policías o ambos se Ya amarrada, la bajamos al túnel menos
robaron los bancos del parque y hasta los accesible del parque de la Asunción: el de los
peldaños de las escalinatas de Lawton. Se escalones de madera a medio construir. Allí la

41
depositamos delicadamente en la galería, como erección. Quise callarme de una vez en silencio,
una pucha de flor de muerto. Entonces la sin énfasis ni reiteración. Quise llorar en seco,
desnudamos y uno a uno le pedimos perdón. aguacero anhidro, y no lo logré. Ningún gesto
—Ipatria, perdónanos –repetimos hasta que mecánico debía distraerme de hurgar en ella: no
su mirada en blanco nos absolvió: quería perderme ni un sólo resorte interno de
—Los perdono porque saben muy bien lo que Ipatria, muñequita de guata célibe bajo el trapo
van a hacer –pronunció desde su cuerpo tendido pornográfico de su piel.
entre los cirios de bodega que nos robamos No sé. Tal vez fuera un riñón. O el páncreas.
especialmente para el ritual. O un feto. O un lóbulo de su intestino con heces
Yo era el último en la fila. Me doblé sobre su petrificadas. No me importaba saber. Halé hacia
silueta tumbada, recta como la manecilla ausente afuera y se lo saqué: en mi puño izquierdo, el
de ningún reloj, y vi cómo los alambres le arma parda chorreaba vapores de óxido. Fue un
cortaban la piel y la circulación. Ipatria tenía parto fluido, ilegible y denso como la leche, sin
marcas profundas, pero no sangraba. De su sangre ni pus.
vestido tan blanco aún le colgaban ripios que se Mientras, el grupo entraba y salía de Ipatria.
confundían con las piltrafas blanquísimas de su Sin puntería, al azar: sus detritos eran nuestro
piel. Blanco sobre blanco, una fuente de luz muy trofeo de caza. Inánime, ella parecía una estatua
viva en aquel hueco negro. Y ese era todo su caída del cielo a la tierra por la fuerza de
vestuario de cara al bestiario de nuestro grupo. gravedad. Nunca se resistió ni quejó, dejándonos
Le puse una mano en la frente. El sudor me desamparados con nuestro pedestre ritual:
quemó. Fiebre fría. Superficie de luna tras una violación sin víctima. El refugio entero comenzó
explosión atómica cenital. Hongo lunático antes a temblar. El amasijo de túneles y laberintos
que alucinógeno. Se me hacía intolerablemente uteriformes parecía cambiar de mapa mientras el
agresiva la belleza de una muerte en libertad, y olor a pólvora y vísceras dinamitaba la atmósfera.
no pude evitar escupir sus labios y abofetearla. El grupo seguía ripiándose los despojos de
Le di dos o doce o doscientas veces. Y entonces Ipatria, tan energúmeno como de costumbre, pero
me despedí pegado a su oído al pedirle, por yo entendí que sobrevendría un colapso, que ya
supuesto, perdón. era hora de huir y salvar de aquella podredumbre
—Ahora te toca a ti –me respondió Ipatria los dos atributos ipatrios que yo heredaba del
para mi asombro, y deslizó su piedra roseta en mi parto.
mano, justo cuando el grupo ya se le avalanzaba. Y así lo hice: huí, tropezando de peldaño en
La despatarraron. El olor de su sexo peldaño por las escaleras de palo. Golpeándome
compactó todo el espacio y expandió un apetito hasta perder el sentido, sin inconsciencia ni
animal, atávico. Cada cual hurgaba en Ipatria dolor. Exiliado total sin otra patria que Ipatria.
iluminándose con su propio mochito de cirio, En mis manos empapadas de zumo lunático iban
cera tibia y goteante. Cada cual ávido por la piedra Clito, aún tibia de nieve, y la Browning
extraerle la rebanada mejor, la más nutritiva suicida de 15 tiros, tan mortífera y melodiosa
alícuota de su ahora muda locuacidad. como en aquel tema anglo, cantado medio siglo o
Tratábamos de triturarla. De diluirla en acaso medio milenio antes del nacimiento y
nuestros líquidos sin sentido, aseminales. De muerte de Ipatria: la felicidad es una pistola
halarla cada cual hacia su propio delirio, deleite, cargada, cansada.
delito. De ser posible, descuartizarla sin otra
coartada que no fueran nuestros deseos de
fragilidad. Al fin y al cabo, nosotros estábamos 8
tan tristes o impávidos como Ipatria, y nunca NO PASE, TERRITORIO MILITAR, se lee
entenderíamos tampoco el espíritu épico de la aún en la pancarta a mano alzada del parquecito
época, a la que queríamos oponernos sin saber de la Asunción. Un paisaje devastado a ras de
por qué ni para qué: habíamos extraviado a tierra. Con surcos de camiones y pisadas de
Ipatria como ella a su intuición planetaria, pelotón. Todavía sin postes ni farolas ni cables.
supongo. Sin pinos ni bancos. Sin aceras ni césped de
Hundí en ella mi mano hasta el antebrazo. En clorofila amateur. Sólo quedan túneles
la derecha, yo aún sostenía su piedra de fuego abandonados y galerías subterráneas ya inútiles
coral. Tanteé órganos a ciegas, por su textura. El excepto como cadalso: catacumbas colectivas de
olor a víscera comenzó a dializarse dentro de mis nueva y última generación.
pulmones y sentí náuseas: un vahído, una súbita

42
Ha pasado el tiempo, tal vez demasiado. Del
grupo sólo sobrevivo yo y mis peregrinaciones al
cenotafio de Ipatria, en pleno parque de la
Asunción: monumento ignorado por los vecinos
y policías de este barrido barrio. Las sicopastillas
de importación, las inyecciones fumantes en
vena, cierto indolente dolor político terminal, el
sexo a solas como homenaje póstumo desde mi
cama, y las retrobacterias asesinas caídas tal vez
de la luna, se han encargado de diezmarnos. Mi
misión ha sido sobremorir más allá de la desidia
y la desmemoria. Y acaso ahora contarlo.
Desde entonces siempre cargo con el
contrapeso de Clito y la amenaza de Browning,
sin saber cuándo o cómo o con quién o por qué
usar esas dos palabras. Pero igual sé que Ipatria
tenía razón en aquel instante eterno de nuestra
orgía funeraria: ahora me toca a mí.
Y así será mientras duren mis noches sin
noche en este relato lato que ya a nadie cautiva
en las madrugadas de Lawton, La Habana, Cuba
y América, donde han taponeado todo nuestro
vocabulario hasta trocarlo en un vocubalario de
asfixia. Pero ahora me toca a mí. Y así será
mientras no aparezca nadie capaz de nombrar a
una piedra caída del cielo como un puñetazo
lunar. Alguien que después practique a tiro
limpio contra esa piedra, vistiendo únicamente la
pistola desnuda de su propio cuerpo, como si en
verdad fuera ella la diosa más solitaria y apócrifa
de la historia y la sexualidad.

43
CUBAN AMERICAN BEAUTY —Depende de William qué... –corté su
confiancita de tú-debes-ser-william-¿eh?
1 Que se joda, la muñequita de biscuit. No me
La sala era grande y con un cartel de cartón: gusta caer en tuteos con personas uniformadas.
"Surjery", alguien había intentado en inglés. Otro Aunque fuera aquella chiquilla con una bata
Juan Ramón Jiménez resucitado en spanjlish, ¡y blanca que le anunciaba las nalgas. Un uniforme
nada menos que a lápiz! De verdad son osados siempre es disciplina, historia falseada y
los muy cabrones, pensé. represión real. Y, después, que dios le bese el
La enfermera vino hasta mí y sonrió. culo a América si así lo desea. His business, I
Gesticulaba bárbaramente con una ceja, la don´t medicare. Yo me paso, con ficha y sin
izquierda. Sería una histérica in potential, no sé. fecha de defunción. The show must stop. Ya todo
De un saltico adelante la vi quitarme los bártulos, me va resbalando ramplán. Y no sólo ahora. A
que eran dos jabitas de nylon con ropa vieja y un veces, en sueños, mi madre revive y me recuerda
pequeño bulto forrado con periódicos de la que en La Habana yo también era igual. Sweet
prehistoria –del siglo XX tal vez–, donde se Home Alahabana: madrecita del alma podrida, en
empolillaba mi magra colección de pocket books. mi pecho yo guardo el horror. ¿No es un fastidio
Todos en inglés, of course, con la excepción de no poder olvidarlo todo de un tirón? Borrón y
rigor mortis: un poemario de Mao traducido por cuento nuevo. En fin.
Ezra Pound ya en el manicomio. "Poemaorio", le Por su parte, la enfermerita en voga ni me
decía yo, y lo conservaba desde Cuba por pura escuchó. O se hizo la que no. Típico de toda
jodedera con los amigos, cuando existían amigos. Cuban American Bitch. Ella iba a lo suyo: Her
El panfletico incluía unas acuarelas cuyo autor business. Y se puso a garrapatear en mi
tendría que ser, por lo amanerado del trazo, un expediente clínico. Ojalá que algún día llegues a
homosexual tapiñado bajo el viril ropaje obrero ser una triunfadora en este gran reality show,
del emperador. O del nuevo shit campeador o pensé. No me gustaría leer en el Herald que una
Cideólogo posnacional. compatriota tan bella ingirió 1984 píldoras
Qué porquería, ¿no? Yo siempre con mis antidepresivas o que ha vaciado su sangre en la
libritos de bolsillo y los bolsillos tan broken solitaria y pulcra habitación de un motel.
como mis huesos. Una rata rota que habita las Computriota. "Las venas abiertas de América en
alcantarillas del lenguaje, yo. Aquellos bártulos la tina", escribí alguna vez en mi diario. Porque
eran todo mi equipaje y también todo mi hogar: eso sí: para escritor de diarios, yo. Tengo cientos
mi hospicio y mi boarding home. Y está OK que y todos abortan al séptimo día, como toda
así sea. Bendita mierda la manía de acumular creación. Para suicida no cuenten conmigo, por
cosas si uno de estos días te mueres y ni tu muy jodido que esté. Así que no me vengas a
insurance se entera. Y ni el médico chino ni tu joder tú ahora, Criollita USA o Barbie de la
madre muerta en La Habana te salvan de una barbarie, con tu escribidera en mi historia clínica.
tarja sin nombre en el South West. Porque, ¿acaso toda historia no es eso:
—Tú debes ser William, ¿eh? –me reconoció clíniteratura barata? Oh, my.
la enfermera. O la modelo de Vogue En Español. Yo la dejé que anotara su buen par de
Era preciosa, de verdad. Una puta perfecta. capítulos de ese novelín llamado "William Algo".
Lo que se dice una auténtica profesional. Y para Entonces rompió a dar taconazos por el pasillo
colmo su acento, la muy cabrona se delataba central de la sala H. Room H, letra muda:
solita: era cubana a matar, de atar. Ah, a veces improvisada pasarela. Ella avanzaba hacia el
uno tiene la impresión de que todas las hembras interior, sin darme ni medio gesto de indicación.
de la Unión Americana, tarde o temprano, Pero era obvio que yo debía seguirla, si es que en
resultarán siendo cubanas. O hijas de cubanos. O definitiva pretendía ingresar: a eso se le llama
hijas de hijos de cubanos. Y así es imposible que poder. Y el resto es plasta seca publicada en tinta
progrese la democracia en este país. Habría que fresca por las revisticas francesas y demás
escribir otra constitución y después echarla al especímenes de la izquierda pop, como Le
recycle bin. O dar un golpe de estado por cada Courrier du Soir de la Révolution. Justo así
united state. Por mi parte, juro ante dios y ante suenan las botellas de champagne y los anos
los hombres que ahora ya me da igual. Lo rotos de los intelectuales de Europa, de
blasfemo incluso ante la abulia de dios y la Eupopass: viento en popa y a toda izquierda, já.
estupidez de los hombres. Bah. Ulalá: tel quel ascó!

44
Y así mismo ocurrió con la tipa. No tuve más las dos manos. Se le hubiese notado menos la
remedio que seguirla como un perro a su presa. punta del blúmer. Con aquel gesto le vi hasta el
De prisa, mientras me reía en voz alta, jajá. triángulo isósceles de su encajito blanco, como
Riendo solo, como los locos. Bienvenido al seguro estaba prescrito en el reglamento para los
making off de una nación o tan sólo ya su necia uniformes del hospital. Orientado así por algún
noción. The Demagogic Republic of William degenerado fornicador, como yo. Sólo que con
Figueras, se llamaría ahora mi payasito país: my más dinero, poder, y salud. Aunque eso de estar
clowntry. Ya veremos quién mete a quién en sanos es como una visa lottery donde no tienes
cintura. Literalmente. Y dejé por fin de reir. De funcionario a quién sobornar. Nadie muere en
pronto me pareció grotesco escandalizar como si vísperas ni tampoco una idea después. ¿Quién le
yo fuera un cubano más. Además, allí todos teme a Orlando Woolf?
tenían pinta de no rebasar vivos la tarde. O la A mí, por el momento, simplemente se me
noche. Despertar allí no sería el clásico: ¿cómo paró. Aquella erección era algo así como mi
amanecieron los pacientes? Sino el luctuoso: última rebelión. Ahora ya no me era dada otra
¡¿cómo, amanecieron los pacientes?! revelación como no fuese la revolución de la
By the way, la sala H resultaba larguísima de sangre. Un buen culo cubano jala más que un mal
caminar a marcha forzada, siguiendo a la nurse. búfalo yankee en cinemascope: business is
Su arquitectura era oblonga, como un atáud business and bisontes son bisontes. Son las fallas
hecho a la medida de algún fenómeno de feria. tectónicas de la demoncracia y la pismodernidad.
En este caso, yo. Casi al chocar contra el panel Y justo en ese instante ella se viró y recorrió mi
de fondo, mi Betty Bloomer se detuvo ante la cuerpo como el de un moribundo, de arriba a
que, supuse, tendría que ser mi cama. La number abajo y después al revés: imposible que no notase
666. Recordé una remota canción de Iron la parazón. The Hulk. Y en pago a mi cumplido,
Maiden: 666, the number of the beast; 6/66, el me advirtió con sorna de sarna cubanoamericana,
mes y el año en que nació el bebé de Rosemary la más difícil de quitar con kerosén y cepillo:
Polanski en New York. Aquello no era —No te hagas pipi, papá –casi me grita, para
casualidad. O ya estoy muy mal o me van a que el resto de los insectos en cama la oyesen–,
sacrificar estos cirujanos del estado federal, que aquí durante el weekend no se cambian las
pensé. Y desde ese mismo instante comencé a sábanas, ¿right?
pensar seriamente en cómo escapar. Morir Y me clavó su mirada de bicha lúcida,
cagado en un pantano del golfo tendría mayor universitaria. Hi-tech pro y hi-tech prost en un
dignidad que fingir curarme. Qué contradicción, sólo modelo. Come with the wind, Zorra del
qué miedo, qué falta de serenidad. Siglo XX. Cuban American Beast. Y era lógico
Además, no creo que en todo el Estado que hasta ella se burlara de mí, de mi condición
existan 665 camas antes de la mía. Tal vez ni de paria público, semiparalítico y penelítico. De
siquiera existan tantas camas en toda la Unión, verdad que no hay peor palo que el de la misma
islas del Pacífico y del Caribe incluidas: Cuba y patria. Well done, country girl: no te dejes
Puerto Rico entre ellas ("De un pájaro las dos mangonear por ningún machito transnacional.
nalgas", parodié alguna vez en mi diario). Pero Ah, a ratos uno se siente orgulloso de ser
igual allí alguien había escrito con un plumón, cubano. De compartir la historia con semejante
sobre una radiografía velada: William Figueras ejemplar de yegüita. Una joyita bien entrenada
666. Y, ya sabemos: quod scripsi, is crisis. Sea. que debía ganar nunca menos de treinta por cada
Entonces ella se dignó a inclinarse sobre el hora gastada allí, entre detritos locales. En el
colchón desnudo y poner mis bártulos allí. Los último par de minutos, por ejemplo, mientras yo
tiró, fuonch, y saltó una nube de polvo. Buenos elucubraba tanta porquería mental, ella se habría
muelles, good springs: "Espera la primavera o clavado ya sus primeros dólares del día, calculé.
pregúntale al polvo, Bandini», como el consuelo Los muy cabrones: con ese cobra y encoge han
patético de John Fante e.p.d., ese otro bandido de construido este enorme país. Be my guest: beat
importación. Allí rebotaron los mismos libros y my guest! Con sala H y con Hospital. Al final no
ropajos de nuestra primera confrontación entre hay quien escape del manicomio, dear Ezra. De
enfermera y enfermo. Entonces ella tomó la suerte que decidí no usar mi lenguaje para
iniciativa y se dobló todavía más, en cámara ripostar. Me bastó con una sílaba en cuasinglés:
lenta, sacando un juego de cama de una gaveta. —Yep –asentí con la cabeza y le miré de
Jesús, Mary and José. Gómez, Maceo and frente las tetas: bolas duras, rectas y fusionadas al
Martí. Mejor se hubiera levantado el vestido con

45
medio. El Basexball bien podría ser ahora 2
nuestro pasatiempo internacional. Soñé con Lianet. Lianet hablaba en la plaza y
Y ella que aguante mi lascivia ahora. Que me yo le tiraba fotos. Fui cambiando los rollos hasta
demande ante el City Hall o la Corte Suprema que ya no tuve más para reponer. Then Lianet
Federal, acaso por acoso visual. Que me expulsen interrumpía su discurso y me señalaba: "Hacen
a la pinga de allí. Creo que por esos días yo falta unos rollos ahí para el compañerito", decía,
quería morir en paz, en pus. Y rápido. Fast food, y de todas partes llegaba gente a donarme uno. O
fast fuck, fast fin: telón. Aunque yo estaba seguro diez. O diez mil. O diez millones de films, de
de que otra vez sobreviviría. Además, tampoco todas las marcas y formatos imaginables. Desde
deseaba que ningún compatriota notara Kodak 120 hasta Konica 35. Desde Koniek 1917
demasiado mi odio. Aquel sentimiento pertinaz hasta Kapput 1989.
era la única intimidad que nunca me intimidó, la En el sueño, llegaban lo mismo guajiros de
última que aún me hacía sentir humano en medio monte adentro que balseros de mar afuera. Que
del glamour generalizado y mi enfermedad indios con taparrabos. Que una señora muy vieja
demodée. El odio era mi talismán: mi ticket de que había sido mi madre, pero ya no lo era más.
regreso a ningún hogar dejado allá atrás, allá Que estudiantes de la universidad: mis colegas de
lejos, allá abajo. El odio era yo. "Dos patrias la Colina. Que choferes de ANCHAR y de la ruta
tengo yo: Cuba y el odio", escribiría alguna vez, 23: esa reliquia literaria que conecta a Lawton
si es que alguna vez salía de allí. con El Vedado desde "La Habana para otro
Así que, sin subir la vista de su entreseno a la William difunto". Que el Presidente Prío: y esto
cara, le agradecí y le di mi apellido como lo recuerdo muy bien, aunque no tenga referencia
propina, tips for teets, si bien supongo que alguna sobre su cara. Que militares y milicianos.
demasiado tarde: Que albañiles y albaceas. Que médicos. Que una
—Figueras, gracias por todo and justice for maestra que era la misma enfermera, aunque no
all. se lo podía decir con tal de que no parara de
Y noté que usaba un crucifijo de oro para discursear. Que, sobre todo, niños. Decenas,
resaltar el blanco piel de sus tetas. Tal vez por miles de niños con los rollos cayéndose de sus
eso no me demandó, pía impía. Tendría crazy bolsillos, pocket films, de tan repletos que los
hasta el mismísimo dios. Ni me expulsó de la traían de las tiendas o de sus hogares atornillados
Sala H. Al padre Varela le faltó escribir un con una tarjeta postal: "Esta es tu casa, Lianet"
"Ensayo sobre la Piedad". Y ni siquiera me (garabateado en cirílico cyber-punk).
trasladó de cubículo. Cubículo, qué ironía, pensé: Y Lianet se reía de tanto alboroto a mi
un cuba chiquita, ajustable aproximadamente al alrededor, y todo el pueblo se contagiaba de su
tamaño de un culo. Fue justo en este punto que alegría. Pero a mí tanta abundancia de negativos
entramos en el deshielo, la nurse y el nerd. Al me daba una injustificable tristeza positivista:
contrario de lo que yo suponía, la nani me regaló mañas de un Mañach inercial. Y en este punto no
su nombre y su apellido de single. Todo sé si me desperté o si fue tan sólo que no soñé.
silabeado con la mayor severidad, como si se Ahora anochecía en Orlandoville: en Orlandovil.
tratara de una Fiscal General. Pero con esa En la sala, de pronto iba haciendo demasiado
dicción perfecta, típica de toda latin pornostar: frío para la hora y la estación. Supuse que
—Lia-net –dio media vuelta–. Lia-net A-gui- alguien habría conectado a full la aclimatación.
lar, un pla-cer. Otro cubano, seguro: nunca nos adaptábamos a
Y se retiró por el mismo pasillo, como en las respirar en una atmósfera más natural. Entonces
novelas radiales. Sin taconeo esta vez. Con entendí la mudez de la sala H. Room H: de Hielo,
contoneo, eso sí. No body´s perfect. Y yo me de Hiello, de Hell. Y no sé por qué no me agradó
tendí en la cama sin siquiera tender el colchón. aquella interpretación fonética más que
Quería entender algo, necesitaba pensar. Sopesar, freudiana, si bien resultaba mucho menos
so pesar de mí. Esa cabrona tradición nacional: hipócrita que la h himbécil de heaven.
un cubano que piensa resulta a la postre una Simplemente tosí y me tapé con las sábanas
amenaza universal. Y ya no recuerdo si me quedé sacadas para mí por Lia-net-A-gui-lar, un-pla-
dormido o si fue tan sólo que lo soñé. I have not cer. Tenía hambre, pero no ganas de cenar. Así
a dream, ¿Malcolm Sex? que seguí tumbado. Mañana sería otro día y el
mismo. Y todos y ninguno. En fin: tomorrow I´m
not half the man I used to be. To beer.

46
3 mi condición de paciente. Sick shit. Yo,
Magníficos carcinomas. Lupus. conmovido fisiológicamente con la geometría
Emponzoñadas leucemias y esputos rebosantes camagüeyana de su cuerpo importado en 1994,
de vida inferior: virus, bacterias, fungi, algas y según me contó. Buddy body, un tinajón. Igual
celenterados. Puzzy pus. Cirugías en falso con el creo que fuimos lo bastante polite como para
presupuesto estatal: puro consuelo tax-free para intercambiar información humana en medio del
moribundos y familiares en fuga. Tisis tácitas y esplendor y el caos de la civilización
sicklemias racistas hasta la pared de enfrente: septentrional.
sikkklemias. Aids senil, gayds. Por mi parte, Cumplía 25 ese año, ella. Yo casi 50. Vivía
apenas algún vómito de tanto en tanto y un en Orlandoville, ella. Yo en ninguna parte, sin
mareíto soso. Eso era todo. Me reconfortaba la town by my own: sin patria, pero todavía con
idea de que mi salud no estaba en mi contra, amo. Ella tenía también a su padre aquí, que
como el resto de la humanidad, que nunca decía llegó muchos años antes. Lianet viajó siendo casi
"basta" ni quería dejar de andar, en andanadas: una niña de diecipocos. Yo, un vejete de
anda nadas. Sólo que mis síntomas mínimos, diecimuchos. "Tú eres todavía una niña", la
intermitentes, fomentaban un autodiagnóstico interrumpí. "Jijí", ella. Lianet vino remando todo
peor, un auto de fe: esa enfermedad llamada el tiempo de la mano de un primo bastante
esperanza. ¿Por qué me retenían entonces en mayor, que por entonces comenzaba a ser su
aquel valle de extremaunción bilingüe? ¿Por qué primer amante. "Una familia muy sportiff",
yo mismo no me escapaba en puntillas? Y aquel comenté. "Jijijí", ella. Su madre quedó allá atrás,
cartel de "Surjery", ¿qué demonios representaba allá lejos, allá abajo, pues tenía altos cargos en
su ortografía coja? Exactamente, ¿a cuáles Cuba. Se me escapó un waaao: Lianet era hija de
demonios convocaba su heterografía a mano una cirujana del corazón. "Como tú", me
alzada con lápiz y cartón? aventuré y ella no volvió a jijijir. Y me hizo la
El alfabeto de todas las salas me pareció tan historia de su última década en los States,
calamitoso como la H, a pesar de la higiene incluida la muerte del primo en un tiroteo de
institucional y cierta diplomacia cool de los barrio. "Casi fue lo mejor para él", bajó la
uniformados de blanco. Casi todos eran muy mirada: "se había vuelto loco a las drogas y no
jóvenes, como Lianet Aguilar. Asalariados de sabía qué hacer para no vivir", y acarició el
primera línea que, si alguna vez se unían a nivel crucifijo como si fuera la mano de su primo en
mundial, nunca lo harían para romper sino sólo aquel remoto 94: maremoto. A falta de algo
para reforzar sus cadenas: de oro 24 K, se mejor, yo clavé mis ojos en sus dedos finos,
sobreentiende, como el crucifijo de ella. rematados en largas uñas a ras de su par de tetas:
Postproletarios del mundo, huíos! bolas duras, rectas y fusionadas al medio.
Pero después de su tercer o décimotercer Me impactó su pasado, sí. Pero aún más que
turno, pues trabajaba un día sí y otro no, ya ella se hubiera inyectado silicona en gel, y que
nunca más la vi, a Lianet. Durante una quincena encima fuera capaz de articular un relato así.
entera no se portó por allí. ¿Estaría de holidays o Seco y conmovedor. Eso sí era narrar, incluso
le habrían asignado alguna letra mejor? So far, so narrar en el mar, no la morronga de mis diarios
good, so what. Dudé hasta de su existencia real. diarreicos. Yo también era un fucking intelectual
Y de la mía, of course. Pero yo ya tenía su de la pop-izquierda françoise. Para colmo ahora
nombre, silabeado con ínfulas de estrella porno peando, con vómitos y mareadera: síndrome del
fiscal: Lia-net A-gui-lar. Y si existen las naúfrago sin nao. Life fucks, fo. Y, justo el día
palabras, es evidente que existe también lo real. en que le iba a contar lo extraño de mis sueños
Así que ella me había sucedido in fact: fátum con ella a cada pestañazo, y mi miedo de que
fáctico. De hecho, tarde o temprano tendría que tanta reiteración significara que pronto yo me iba
reaparecer. O al menos aparecer como si fuera la a morir, entonces Lianet se saltó sus turnos
primera vez, lista para encararse conmigo. alternados de un día sí y otro no. And that´s all
Encarnarse. Para carear, gallinita vidente: ready folks. Es simple: nunca jamás la vi. Durante dos
to cacarear. Si bien las últimas veces que nos o doce semanas ella no volvió por la sala H.
topamos, casi logramos firmar un tratado de paz Y no fue hasta el otro mes que se corrió la
local: locuaz. noticia. Es decir, que yo paré las orejas con
Tal vez fue sólo que nos miramos con suficiente interés como para enterarme de lo que
compasión: al fin y al cabo éramos compasiotras. había sido pan comido desde que ocurrió: nuestra
Ella, condolida profesional y cristianamente de miss yacía también en cama. Y allí mismo, no

47
muy lejos del resto de sus insectos, en la sala de pipi este weekend, mamá, ¿remember? Recuerda
terapia especial. ¿How come? "Porfiria súbita", que allá arriba nadie te va a cambiar las sábanas
fue el epitafio que me dio el vecino de la 667: en tanto no te decidas a morir. Y ojalá que no
moribundo desde la guerra civil del siglo XIX. Y resulte casi lo mejor para ti, porque vale la pena
los pacientes terminales no suelen cometer intentarlo aún con pánico de sobrevivir al
errores a la hora de diagnosticar, incluso a séptimo día. Para suicida, no cuentes conmigo.
distancia. Por lo demás, la forma de la noticia y Mírame aquí: ecce homo. Un sobremuriente a
sus detalles de persuasión revelaban, en sí ultranza, un pendejo perdedor que persiste
mismos, suficiente trazas de la verdad. Trozos, peleando por muy jodido que esté. So, no te
trizas. Y me lo creí al pie si no de la letra, por lo vengues ahora, y no me vengas a joder also tú.
menos sí de la voz. ¿Tú también, Cuban American Bruta? Y me
Pinga. La puta no era ella sino la vida. Lianet tumbé de espaldas sobre un contén del patio
Aguilar se moría y punto. Lianet Aguilar se central, incontenible de tanto elucubrar.
moría y coma: yacía en coma vegetativo en una Elucubar.
sala sin letra del pabellón especial. Room Zero. El sol me golpeaba suavemente las vísceras.
Hasta allí sólo era permitido el paso a los Cerré los párpados. Telón de fondo, de fonda. No
intensivistas. Y a los sabuesos de la morgue para dormir, sino para intentar soñar en plena
estatal, que hacían zafra. A farewell to arms: mañana de Orlandoville: villa de baratija y
adiós a las almas. Me cago no en su madre vodevil. No serían todavía ni las diez de mañana,
cirujana, sino en el quirófano apostólico de dios. la hora en que comienzan a llegar los surjeons en
¿Cómo te dejaste coger el culo a traición, sus tojotas rojos de ocho bujías, modelo del
cubanita de pacotilla? ¿Qué cubano mierdero te prójimo año. Que se vayan todos al divino
pasó el cabrón gen letal? A ver, César: ¿en qué mojón, con jota juanramonjimeniana. Justo ahora
compartimento estéril se desecha la memoria y la yo necesitaba un brake para pensar en mi
silicona de los que van a morir? Pero, ¿valdría la compatriota, para despedirme de ella de la
pena coger tanta lucha? Tampoco era mein manera más cursi en que pudiera caer rendido y
kampf, ¿o sí? comenzar a roncar. A soñar la pesadilla de los
Bajé al patio central. Estúpidamente, sentí justos. Recurrente jodío errante, por muy lugar
deseos de sentir deseos de llorar. No William no común que sea este chistecito chic. Cheap, shit.
cry. Me vi en el espejo del lobby. Un lobo, já: de
complexión recia, seco de carnes y de rostro 4
aguileño y enjuto. Un cervantes de tristes ojos y Soñé con Lianet. Lianet despedía mi duelo,
nariz corva y desproporcionada, jajá. Boca vestida de verde oliva en el bohío de mis abuelos
pequeña, con dientes ni menudos ni crecidos, en San Francisco: pared con pared con el viejo
porque no tengo sino 666, todos mal Hem, otro suicida heterogay. Y yo entendía todo
acondicionados y peor puestos, sin el discurso, tumbado de espaldas en mi cajón de
correspondencia entre sí, jajajá. "Reir solos es madera, que no dio tiempo ni dinero para curarla
cosa de locos", repetía mi madre muerta. Este es bien: así que se pudriría primero que yo, como
el tipo de quijotada kitsch que a uno le inculcan dicen que le pasó a mi tío Juan, el evangelista de
by heart desde una escuelita primaria de Luyanó, Juanelo. Qué aburrido sentido de la repetición:
renombrada Nguyen van Troi medio siglo o ensayo del ensayo de una puesta en escena que
medio milenio atrás. Igual hay que reír en voz nunca representarás.
alta para no sentir deseos de sentir deseos de Y aquel fue el discurso más triste que yo le
llorar. La risa es el mejor antídoto contra no haya escuchado jamás a Lianet. Y me desperté
recuerdo bien qué..., ya no sé si escribí en algún con los ojos aguados. ¡Por fin lágrimas! Y un
diario. Opción cero: Room Zero, empezar de nudo en la garganta imposible de vomitar o
cero. Quería llegar hasta allí. Hasta ella. Vedi tragar. Me faltaba el aire. Abrí la boca. Traté de
Lianet e poi muori. Vade Aguilar. Verla aunque gritar. Era mi oportunidad de romper por fin a
fuera partida en dos, en sílabas, como en nuestra llorar. Arrrgh. Pero nada. Salió sólo un ronquido.
primera trifulca, o bifulca: Lia-net-A-gui-lar un- Grotesco. Grrrah. Y entonces oí los jijijís en
pla-cer versus Figueras-gracias-por-todo-and- spanjlish de no sé cuántos mequetrefes a mi
justice-for-all. alrededor y me incorporé. Students, moribundos
Lástima de cuerpo, ahora en manos de peritos y doctors: todos me rodeaban en son de público
y especialistas: esos perversos con licencia hasta para alegrar su día con el bufón. Pegué un salto y
para pasarte la lengua por el pipí. Y no te hagas caí de pie, un milagro de mi biología a punto de

48
réquiem ya. Quise fajarme, morir limpiamente —OK, hijo –lo tranquilicé–. Cuéntame de
allí, de cáncer al sol y de culo a Cuba: ella, anda. De ellas: dime algo de Cuba y todo
—¿Qué pinga e´? –los amenacé en cubano no sobre Lianet.
tan foráneo como funéreo. Él soltó mis venas o arterias. Subió sus ojos
Pero justo así quedó el gesto. O mi mueca. O hasta los míos. Tenía mirada de ciervo, de siervo.
la muesca de mi agresión. No pasó nada, como Con unas pestañas profundas al estilo de Bambi,
nada era de esperar. La audiencia se retiró, y yo de Barbi: un par de ojos que ciertamente
quedé con el puño y la palabrota en alto, en vilo, desconocían el sinsentido preciso de lo que es el
en Orlandovilo. Ridículo como una provinciana horror. Bah. Inmigrantes de terciopelo, visado
Estatua de la Libertad: antorcha tronchada entre legal y un avión Boeing directo de La Habana a
el sueño privado y la resingueta social. Entendí Miami. Así era muy easy, ¿no? Carne fresca para
que me sería imposible pensar o despedirme de el engranaje de 24-hours-a-day que necesita
las cinco sílabas de aquella mujer: Lia-net-A-gui- moler esta mole llamada America for the Cuban
lar. Técnicamente, ¿eran cinco? ¿Quién se Americans. Para colmo, amariconados en su
acuerda ahora de gramaticar: gramasticar? mejor mayoría. Literalmente. Como este mismo
Y lo más jodido, no sé si ella se enteró de esto ejemplar que me resultó tan simpático. Parecía
por mi expediente clínico de vivibundo: mi una people person, la verdad: ya muy pronto se
segundo apellido era el suyo, William Figueras convertiría en todo un tipejo de bien. Un guy gay
Aguilar. Aunque aquí en América ya casi lo y, para colmo, politically correct. Puaf. Entonces
olvido, pues a nadie le hace falta un segundo bajó la vista y me tart-t-tamudeó:
surname. Hubiera sido bien cómico caernos de —Está prohib-b-bido hablar de eso con los p-
nalgas con la noticia de que un pariente lejano de p-pacientes –reunió el coraje de pronunciar–.
un pariente lejano nos convertía de pronto en Pero Cub-b-ba hasta hace poco seguía ig-g-gual
parientes a Lianet y a mí: por ejemplo, primos y de Lian-n-net me han dicho que está p-p-peor.
exprimibles estaría muy nice. Nada. Maneras de Era lamentable. No la noticia, sino que
comer tanta mierda con tal de no comer tanta cualquier noticia ya me dejara igual. Incluida la
muerte. muerte, Cuba y Lianet. Serían los sueritos esos,
no sé. Oscuros, densos, cada doce horas. O serían
5 los vómitos: cada vez más oscuros, densos, y
Y comenzaron a ponerme sueritos. Los sentía doce por cada hora. Con unas raras vetas de un
gotear calientes dentro de mí. Oscuros, densos. material granulado como granitos de arroz, pero
Cada doce horas. Unos pocos mililitros de ni me aún más blancos: duros como de porcelana. O
tomé el trabajo de averiguar qué. Como si me sería acaso la calma chicha de los meses dentro
inyectaban pasta de Coca Cola Diet: yo ya no de aquel instituto estatal. Creo que por esos días
pensaba en mí. Sólo en ella. En ellas: la muerte y yo no quería morirme sin dar un poco de guerra.
Lianet. Me aburre tanta paz en el hombre. Y sobremorir
Una mañana, fue un muchachito flaco y en aquella sala sitiada podía resultar un
miope quien me conectó al botellín, manipulando entretenimiento eficaz. Lo sentía por ella y de
torpemente mis venas. O arterias, no sé. Igual lo verdad lo intentaba, pero no sentía ningún dolor
dejé que se desarrollara, que aprendiera conmigo que no fuera el de la aguja en mi brazo: la aguja
el noble arte de torturar. Por la pinta, ése no hacía del pájaro y no en el pajar.
ni un año que había llegado de Cuba, podía Entonces, ¿era sólo morbo o curiosidad? Tal
apostar a mí. De manera que así mismo se lo vez aún no me creía del todo que una enfermera
pregunté. estuviese entre las redes tejidas por ella misma
—Diecioc-c-cho m-m-meses –me contestó, para extirpar enfermos. Se me ocurrió contar esa
poniéndose más nervioso y concentrándose aún anécdota y hasta inventé la palabra del título:
menos en el copyright de mi hematoma. "Hospitalia". Enseguida la confronté con el joven
Cualquier día alguien lo demandaba y le transgresor del voto de silencio, prescrito en
partían hasta las balls, si es que tenía un par. Y su quién recuerda cuál acápite del reglamento
brillante curriculum quedaría entonces oficial.
brillantemente cagado. Tal vez por eso aquel —¿Usted es escrit-t-tor? –su terror pánico se
muchachito flaco y miope, amanerado y cubano, desvaneció, pero no sus gaguerismos de gay–.
me simpatizó desde la primera impresión: era un Yo soy Héct-t-tor, es un p-p-placer –otra vez la
perdedor in potential. Al contrario que yo, que frasecita: ¿sería el slogan?–. Díg-g-game, ¿es
era tan sólo un perdedor a secas.

49
cierto que aquí es imp-p-posible pub-b-blicar un caimán dormido de San Antonio a Maisí.
sino es en ing-g-glés? Puaf, infame infancia memorizada de octosílabo
Sonreí con lástima. Me apuesto media nalga a sencillo en octosílabo sin sentido, mientras
que ya has publicado algo en Cuba, poor bastard. pelábamos papa y no sabíamos ni pí. Please.
Me la apuesto completa a que fue un "volumen
de poesía". Y lírica, tal vez el eco del hueco 6
dejado por la Amarga María o por Emily van Soñé con Lianet. Yo estaba dormido y soñaba
Llagas, tus favoritos, ¿no? Me apuesto las dos con ella, pero desde sus ojos me veía dormido y
tuyas, incluso por anésima vez, a que ni siquiera soñando con ella otra vez. Ciclo cerrado:
reconocerías mis juegos con el verso de Piñera oniriconerías de un exiliado total. Yo estaba
"El olor de la pinga bien puede detener a un sereno como un bebé. Sarana astaba la mar. Y
pájaro" o con el lezamiano "Ah, con qué seguro lucía precioso, destilando belleza como en las
paso tu culo ante el abismo". Me hubiera gustado fotos de estudio retocadas en El Arte. Serene
soltarle un desplante que aboliera su vocación de estebe le mer. Yo no roncaba, por supuesto. Ni
ocasión, pero en literatura mi única escuela es respiraba, porque hacía muchos años que estaba
una altanerísima humildad. muerto. Sirini istibi li mir. De manera que ahora
—Hijo, ¿tú sabes por qué has venido aquí a conservaba sólo un sentimiento, que de pronto
los States? –gané tiempo para fingir interés por era el mismo que el del padre interanexionista del
su carrera, y hasta regalarle un advice al estilo de enfermero epiceno: yo amaba a aquel enanesco
"el texto no tiene afuera" después. país. ¿Cuál, Cuba? Qué ironía, qué ira, qué
El muchachito se quedó meditando. Tal vez idiotez. Sorono ostobo lo mor. Imposible ser un
quería darme una respuesta smart. Seguramente reptil sin que el aire comprimido en la tráquea
él mismo se había convencido de mi condición de enseguida te ponga a roncar, a pesar de que estar
escritor premórtem, y ahora pretendía sostener un ya muertos en aquel gigantesco país. ¿Cuál cebo?
diálogo solemne a la altura de la situación. Qué idilio, qué inercia, qué ideologitez. Surunu
Cometranca. El único diálogo de altura es el ustubu lu mur.
vértigo. ¿No habría visto cine allá en Cuba? Y la Y, como siempre me pasa cuando me
única conversación literaria es saber sostener un embeleso de día, mis propios ronquidos me
silencio. ¿Si no a Hitchcock, no había visto al hicieron resucitar. Glotis gutural, atragantada:
menos a Charlot, allá en el Chaplin de la calle o arrrgh, grrrah. Un exquisito ridículo a mitad de la
el canal 23? mañana primaveral. Definitivamente, abril es el
—Desde niño mi p-p-padre me inculc-c-có su mes más cruel. Las carcajadas fósiles del resto de
amor por este gig-g-gantesco p-p-país. los 665 cubículos, o tal vez capillas, me lo
¡Ahora sí! Un discursito chic-cheap-shit con confirmaron un instante después. Nada. Me había
ínfulas freudianas o tal vez medio freak. "Desde convertido, para ellos, en algo así como su bufón
muy niña" me hubiera parecido un argumento inflable antes del Juicio Final. Cuban American
sincero, me burlé en secreto desde mi diván. Bluff. Balón de foolball cubanoamericano con el
—¿Anexionista el vejete? –me burlé en voz que, allí dentro, nadie tenía la energía suficiente
alta desde mi diván. para patear o putear un gol. Gore.
—No –me cortó–. Lo mat-t-taron en Nicarag-
g-gua. Era médico, pero ad-d-dmiraba a Frank-k- 7
klyn, Whit-t-tman, y a Roos-s-sevelt. El sopor se hacía insoportable desde muy
Y no pronunció más. Ordenó manguerines, temprano. Las noticias de ambas eran confusas.
tanteó la aguja del crimen, y ajustó a full el goteo De Cuba y Lianet. Para colmo, ahora era Héctor
del botellín. Me dejó un algodón para disimular el que hacía dos o doce semanas que no asistía a
el parche violeta que se iba tatuando en mi piel. sus turnos de un día sí y otro no. No podía
Y se despidió con un cabeceo de excesiva arriesgarme más. Me quité el pijama y me
formalidad después de su entusiasmo inicial. disfracé de civil con mi ropa vieja. De hecho, ya
Bah, Cuban American Maricans: histéricos in había esperado de más. Hacía días que no comía,
potential. Lo más importante es que su la vista se me nublaba, los dedos se entumecían,
información me decidió por fin a llegar hasta y los médicos no me daban ni media señal. Esa
ella. Hasta ellas: la muerte y Lianet. Sólo que apatía podía ser mi señal: la hipocresía
aquella pasta en suero me idiotizaba cada minuto hipocrática siempre significa que se acerca tu fin.
más: Coca Cola Idiet. Poco a poco yo entendía lo Y, en mi caso, ya era sólo cuestión de definir
que es parecer un lagarto o, más poético todavía, quién ganaría el maratón: los sueritos o mi

50
enfermedad, cualquiera fuera el contenido de Metafósica. Al carajo todo mi vocabulario o
aquella baba traslúcida y cualquiera el inesperado vocubalario. Lianet, please, no te conozco en
síntoma mortal de algo que, en definitiva, todavía medio de la muerte pública de este gidantesco
considero que no me enfermó. país, al que desde niños nos inculcaron amor.
Así, vestido como un familiar o incluso como Incrustaron, cabrones. No te reconozco, Lianet,
un inspector del Estado, con un pocket book bajo en ninguna biografía arrastrada desde aquel
el brazo, me aventuré en el ascensor. Marqué el onanesco país, al que desde niños, también, los
number 7. "The lucky seven", como decía mi muy cabrones nos inculcaron amor. Incubaron.
padre en el Estadio del Cerro o frente a la Mierda santa, y todavía no te conté mis
pantalla de nuestro televisor Caribe. En Cuba sueños contigo, Lianet. Que son todos el mismo
State, marcar carreras en el séptimo inning era sueño y es otro y son ninguno. Cuban American
síntoma de victoria, según él decía. En Florida Bullshit. Comma American Bubble. En una
State, marcar la tecla 7 de un ascensor ojalá que burbuja de mascar. Goma estéril por los nueve
también lo fuera, iba rezando ahora yo. Aún sin agujeros del cuerpo, directo a tus venas o
creer en el séptimo ni en el septuagésimo cieno. arterias, no sé. Y de ahí straight a tu cerebro
Miré mi libro placebo y ¡horror!: era el poemario cerrero de fiscal pornostar. Como si fuéramos
de Mao Tse Pound. Aunque nadie repararía ni parte de un experimento a sottovoce: secreto a
medio segundo en él: era sólo cuestión de voces, carne de estadística legal. ¿Acaso no lo
mantenerme in control. somos ya? De todo aquí queda un record. De
Al alegre Héctor ya le había sacado todo allá ha quedado un recuerdo. El paraíso no
información más que suficiente, step by step. Él es más que la capacidad de almacenar
no se daba cuenta, pero gagueaba de más. Sería desmemoria. El infierno es precisamente la
miembro del Gay Gossiper International: cubacidad de invocarla. Cuban American Byte:
Gayssiper Ltd. Y, paso a paso también, doblé dos @rrobas de azúcar ácida tras tan poca imagen y
veces a la derecha, la mano todo el tiempo tanta tonta imposibilidad.
apoyada en la lustrosa pared, técnica infalible en La vi. Era ella. No era ella. Todos los cuerpos
los laberintos, empleada por mí ahora para no en comas se parecían al de Lianet. Y ninguno.
desorientarme y caer. Me sentía muy débil, Las cejas arqueadas, sobre todo la izquierda, en
mucho. Estaba seguro de que nunca podría una especie de contraseña gremial. Guiño
regresar hasta la 666 por mis propios pies. Pero, intelectual o guiñol mortis, qué funny felicidad.
¿a quién le importaba eso: who medicares? Vi el Lianet no tuvo necesidad de tomar las 1984
cartel, por suerte no de cartón sino de cristal, y píldoras antidepresivas. Ni de vaciar su sangre de
no a lápiz sino con pincel: "Intensive Care Unit", hembra histórica en alguna solitaria y pulcra
alguien había acertado en inglés, con caligrafía habitación de motel. Los únicos taconazos o
cursiva de colegial cubano, color carmesí. aldabonazos que sonaban ahora dentro de aquella
Complicidad de la c. Cojones. pecera eran los tictacs electrónicos de este o
Me acerqué. Seguí por el pasillo a lo largo del aquel contador. Hay un tiempo para vivir y un
paredón transparente. La palabra paredón me tiempo para morir: miente el Eclesiastés.
paralizó. Miré adentro a través del vidrio, Entonces, entre la retahíla de tubos y electrodos,
girando la cabeza a un lado y al otro: como un busqué el brillo de tu Cristo de las Entretetas: 24
morro reumático, risible en su patética función kilates de silicona oropel. Tú ganas, pal. Padre,
ancestral. Vi camas, comas. Vi cuerpos eres muy mal perdedor. En dos milenios todavía
atiborrados de cables, candilejas titilantes en no te animas a dejarte ganar. It´s Your fair play,
digital, y sábanas verde oliva para lograr un supongo: Tu rejuego de feria con nuestro destino.
decorado homogéneo, impersonal. ¡Así que este O desatino. Qué sé yo, qué me importa además.
era el color de la muerte sufragada con el budget ¿Y a Ti?
estatal!, pensé. La esperanza también era verde, Tragué en seco. Sabor a esputo. Cerré los
pero se la comió una vaca: recordé el refrán. ojos y volví a tragar, en ciego. Sabor a pus, a pis.
Vaca o vaco, en Cava o en Cuva. Me daba The show must go on, pensé: Ça suffit! Y me
fuckingly igual. recosté al paredón de cristal. La palabra paredón
Por primera vez en la vida pensé: "de aquí cimbró en mi memoria como una orden. Vale,
nadie se escapa". Ni Cuba, ni Lianet, ni la muerte vale, vale: no es necesario que nadie me vele
ni yo. This is it. Koniek, Fin, Kapput, The End. ahora. No pierdan más tiempo conmigo y
Yo era un vahído, un vacío implume váyanse temprano a casa, cubanos, a lavarse los
desequilibrado en dos pies. Otro eco de un hueco. anos y acaso a echar una siestecita tras leer el

51
Eclesiestás. "Será casi lo mejor para todos, con tanta disciplina y tanta ilusión de
Lianet", ella hubiera bajado la mirada al constatar historicidad. Yo sigo siendo un sobremuriente a
mi derrota: "siempre vale la pena sobrevivir, pero ultranza, incluso un inmortal innato: un inmune
no siempre vivir". Así que ni reparen conmigo, inmoral.
right? Sólo preparen y disparen sin apuntar Sé que, más temprano que tarde, alguien me
cuando les salga de la pinga, compingriotas. Para pondrá encima los bártulos –mis dos jabitas de
mí ya es hora: Lianet, jolongo, llorando en el nylon con ropa vieja y el pequeño bulto forrado
balcón, nos embarcamos. Las balas serán mis con periódicos de la prehistoria– y me dará la
velas. Desdolor, desdolor infinito debiera ser, visa lottery para salir de alta de este Hospital.
incluso volver a ser, el nombre de estas páginas. Entonces iré corriendo y riendo de cabeza al
Hospicio, de la H a la H: hargot hilarante del
8 hexilio más horrendo y hermoso de una historia
Y no soñé más con Lianet. Por fin me había sin histología. Y es que, en definitiva, entre el
convertido en un hombre sin sueños de donde sueño y la vigilia, entre la patria y la pared, ¿no
créese la palma. Sin embargo, Lianet estaba es acaso mi propia apatía de patria el mejor
difuminada como por todo el lenguaje. Héctor antídoto contra ya no recuerdo qué...? Ojalá lo
me venía a ver a través del vitral de la Sala 0 y llegue a escribir algún día para averiguar la
me decía adiós, llorando y secándose los mocos respuesta. Sea esta, por el momento, mi Cuban
con un pañuelo de holán fino donde alguien, que American Boutade de repuesto: ¿a la belleza de
no formaba parte del sueño, había bordado dos disponer de un hogar no habrá que sumar ahora
iniciales mudas que, a contraluz, me parecieron la belleza de deponer todo hogar? Haches como
la misma, a la vez que eran otras y no fueron hachas del huniverso, en fin: qué sé yo, qué me
ninguna: HH. ¿Qué tal Heaven and Hell? Já. ¿O importa además. ¿Y a ti?
Héctor Habana tal vez? Jajá. ¿O mejor Héctor y
Haquiles? Jajajá. En cualquier variante, igual no
llores por mí, Héctorina. Y él se ponía aún más
triste de verme carcajear así. Pensaba que yo lo
hacía para no preocuparlo más. Pero yo lo hacía
para no preocuparme yo. Para no soñar otra vez
con Lianet dentro del sueño, justo un instante
antes de caer en la cuenta de que, aún sin soñar
con ella, Lianet estaba como difuminada por todo
el lenguaje. Fotografiada por mí mientras
discurseaba en una plaza de Habanaville.
Despidiendo mi duelo, vestida del mismo color
que la cubría en aquella jaula o jauría de una
Intensive Care Unit de Orlandoville. Y
mirándome en sueños soñar con ella y conmigo,
en ninguna parte y en todas partes los dos.
Lianisciencia: estado de lianicuidad. Y en este
punto me despertaba en el camastro 666 otra vez,
por fin ya fuera del sueño y del lenguaje y de
ellas: Cuba, la muerte y Lianet.
"Dos patrias tengo yo: Cuba y Lianet",
escribiría alguna vez, si es que alguna vez
lograba salir de allí. Para esc-c-critor de d-d-
diarios, yo. Y me apuesto las nalgas de medio
mundo que es así como va a suceder. Sobre todo
ahora que ya me siento morir. Para suicida, no
cuenten conmigo. Supongo que al menos sí valga
el pene sobrevivir. Y así mismo saldré al carajo
de aquí. Aún con pánico pénico. Mírenme bien:
un ex ecce homo. Por muy jodido que esté:
estado de jodisprudencia. Por mucho que los
uniformes de uno y otro color me hayan falseado

52
TAO-HOANG-SHE-KIANG-TÉ afinación será siempre la idónea para que
cualquier miembro del pueblo la consiga entonar.
Los palitos chinos o hoang-she-kiang parecen Es lo que los antropólogos de Occidente han
un caos, pero no: son como una gran familia o llamado un estado de chinanidad.
una pequeña nación. Para los peritos (sean Por ejemplo, incluso esta historia portátil o
naturales de China o de un barrio chino en el tao-hoang-she-kiang-té, no podría ser contada
exterior), en cada pieza reencarna un nombre, por nadie sin involucrar a priori la misma
una jerarquía, un estilo de uso, un tono, y hasta coreografía de palitos chinos, definida
ciertos simbólicos secretos del universo como matemáticamente así:
voluntad y representación. Es tan fácil como
asistir a un teatro de operaciones noh.
Así, los palitos chinos o hoang-she-kiang
constituyen una ubicua escritura pan-nacional.
Lo mismo pueden ser usados como cubiertos (por
la ex-monarquía neo-aburguesada), que como
objeto galante presexual (entre las juventudes de
maovanguardia), que como arma alevosa y artera
(la preferida entre los afeminados y revisionistas
en general), que como insignia partidista y/o
burocrática y/o militar (de moda desde 1989),
que como juego didáctico preescolar (entre los 3
y 5 años, según el Ministerio de Preeducación
Popular), que como sistema portátil de
adivinación (xiao) o incluso como autoayuda
(tung).
Así, más que una escritura al azar, los palitos
chinos o hoang-she-kiang son una suerte de
mensaje al ciudadano (sea perito o no) de parte
del mismísimo Emperador (Kai-Fú). O, en su
carencia contemporáneo, de parte del mismísimo
Estado (Fú-Kai). El sistema funciona como un
juego de ladrillos para armar una muralla que
nadie verá nunca desde el cosmos, pero igual es
monumental. Se trata de un efecto lingüístico
donde cada varilla es a la vez carácter y cárcel.
En gramática, a esta paradoja se le llama
semiositarismo o tian-am. En política, sería
sencillamente gobernabilidad o kong.
Así, los palitos chinos o hoang-she-kiang son
la génesis de un vocabulario híper-nacional, de
incorruptible sentido en el seno de las masas y de
su liderato inmanente en cada contexto histórico.
Nada de caos, como en un principio el extranjero
o el ignorante podrían pensar. Al contrario, cada
vez que un ciudadano de la actual república (sea
natural o de algún barrio chino en el extranjero)
use los palitos para formar un fonema o ping, ya
estará convocando, de hecho, siglos y siglos de
esta exquisita y exhaustiva tradición pautada. Lo
mismo ocurre durante la lectura (hoang-she-
kiang-té): quien vibra entre sus cuerdas vocales
no será tanto su propia voz, como cierto aire de
pequeña familia o de gran nación. A través de
cada garganta resuenan entonces las notas corales
de una cosmotraqueotomía chinesca, cuya

53
BORING HOME delitos de extranjería y emigración, mientras
pasito a pasito uno entra de nuevo a su hogar a
1 cambio de un alquiler".
Tal como nos advirtieron en el aeropuerto, la Sentí un punzonazo en la ingle. Me vi todavía
casa no decía por fuera HOME FOR RENT ni descolgado del brazo de Lilia, apoyándome en
daba el menor indicio de actividad comercial. Era una de mis muletas hi-tech, y pretendí un gag
clandestina. La alquilaban por la izquierda a cómico para no echarme a llorar:
extranjeros o a cubanos caídos del extranjero. —Apúrate, honey, que me hago pis en los
Como yo. Como nosotros: Lilia y yo. Y lo hacían pants... –aunque la voz se me rajara a mitad de
de manera públicamente ilegal. Eso también es frase.
Cuba, pensé: será el precio del paraíso. Por lo Y entramos al portal de lo que ahora volvía a
demás, eso era justo lo que yo quería para ser mi casa de Cuba o, por lo menos, su póstuma
morirme en paz de una vez. ilusión natal. Ya después Lilia se encargaría del
Me bastó con bajar la ventanilla y mirarla equipaje, del parking, y demás inconveniencias
desde la calle: en casi medio siglo mi casa no domésticas que le tocan por ser la esposa de
había cambiado. Mi antigua casa natal, que ahora alguien que, por primera vez en casi medio siglo,
funcionaría como mi home for rent, acaso como descubre que ni volviendo ya es posible volver.
una tumba alquilada. Exactamente, como un "La muerte es toda la mala poesía jamás
cenotafio sin tarja, cuando todo se descubriera y escrita en el mundo", recuerdo mi última nota
las autoridades deportasen mi cuerpo de vuelta a mental de auto-welcome home.
los United States. Miré a Lilia de reojo, sentada
al volante del carro, y sólo le comenté: 2
—It´s here, honey: aquí nací yo –intenté 17 y K, El Vedado: única dirección que no se
sonreir–. Nos quedamos con ella, right? me borra (y lo primero que siempre tiendo a decir
Lilia apagó el carro y bajó. Dio un rodeo sin cuando me preguntan la address). Al fondo del
prisa y me abrió la puerta del BMW: un BMW garaje ellas habían instalado su servicio secreto
también alquilado por internet, como la casa, de HOME FOR RENT: Sondra y Nora, nuestras
semanas antes de pisar asfalto cubano. anfitrionas tax-free. Habían convertido el local en
—Let´s go, darling –dijo y me ayudó a salir un hospicio en dólares: un confortable cuartico
del carro–. Ya estamos en casa, vamos. donde venía a refugiarse sin licencia la clase baja
Y por primera vez en casi medio siglo lo pude mundial. O posnacional, como era mi caso: yo,
volver a hacer: estar parado en una esquina de un expatriado en mi propio garaje. Paradojas de
Cuba, la mía. Desde niño no recordaba un evento la historia, parodias de lo que ya pronto sería una
así. Sentí las piernas entumecidas. Y una ligera biografía cerrada: la mía, la de Lilia no. Anyway,
náusea. O taquicardia. No sé. Parecía un títere yo debía permanecer incógnito el mayor tiempo
exhausto al que van a devolver a su caja después posible, así que nos convino aquel rincón de casi
de una larga y aburrida función. A su caja natal, a cero visibilidad.
la mía: la de Lilia no. Con tal de no desmayarme, Se acababa un siglo y acaso también un
tomé algunas notas mentales para el diario milenio. Se acercaba el 2000, el año cero: posible
cubano que pensaba llevar: fecha de mi muerte tanto física como fiscal. Y
"La muerte sería un cartel anunciando HOME aquí estaba yo aún: de vuelta al vientre materno
FOR RENT en el portal de tu antigua casa". o, mejor aún, vientre huérfano. Anoté un verso
"La muerte son los nuevos vecinos de tu viejo en prosa para mi diario, pescado con pinzas de
barrio, que te miran bajar en muletas de un una banda mitad lírica y mitad de speed: "Back to
platillo volador marca BMW". the womb is much too real". Y, finalmente, para
"La muerte te persigue desde La Pequeña no desentonar, anoté esa suerte de cursilería
hasta La Gran Habana: una muerte emperifollada miamense de "No regreses al sitio donde fuiste
con guayabera blanca, pañuelo azul enredado al feliz".
cuello y una guadaña de rouge carmín (colorete Desde el portal, miré a Lilia. Miré al cielo.
patrio de la Sinhueso)". Era azul infinito, sin una nube ni un pájaro: un
"La muerte es una fuga en zigzag de los cielo sin cielo. Miré al resto de la realidad, los
sabuesos del FBI allá y de los ecológicos restos de la irrealidad, y no vi ni rastro de mi
uniformados de verde aquí. Todos hablando en niñez. Por suerte. Desde la esquina de K y 17, El
chino sobre leyes extraterritoriales y visas por un Vedado, podía extasiarme con aquel panorama en
tercer país y restricciones de viaje y residencia y toda su chata profundidad. Dígase La Habana y

54
se habrá pronunciado el mundo, aunque sea en conminaban a no mentir, no robar, no matar, y sí
spanglish. La vida desperdiciada en el mundo, la desearla a ella y no a la mujer del prójimo: ni
habrás perdido también aquí: yo era un Kavafis tampoco a la tuya. Nora, su hermana gemela,
sin patria donde plantar bandera, un Kafka paria usaba un overall manchado de tinta y pintura:
pero todavía con amo. Y tuve la sensación de olía a diluyente de artista plástica, al parecer en
que, terminada mi odisea fúnebre, Lilia podría uno de los cuartos había instalado un taller. Si las
publicar mi diario en tanto documento aburrido y descubrían alquilando sin licencia, ambas lo
excepcional. perderían todo, empezando por la propiedad de
Vi la avenida L, como siempre, a una cuadra mi ex propiedad. "Pero si ustedes son discretos al
de distancia de mi ex-portal. Vi centenarios entrar y salir, pueden quedarse aquí
laureles republicanos sembrados en los parterres eternamente", nos ofreció Sondra una mortaja
antes de mi madre parir, en la primera mitad del hasta que llegara por fin el fin: el mío, el de Lilia
moribundo siglo y milenio. Vi un agromercado no.
obrero que chorreaba tierra colorada por los That´s the point: residir forever en mi antigua
cuatro costados: meta y metáfora de la nación o, casona, sin pasar mi calva reciente por el calvario
al menos, de su noción. K abajo, en la esquina de ancestral de la burocracia. Yo tampoco tenía
15, vi un edificio gris que en los años cincuenta tiempo ahora para jugar a los trámites. Me moría
no estaba, o no lo recuerdo yo, donde entraba y y punto, aunque me resistiera a aceptarlo: para
salía personal uniformado y armado. Vi a esos consuelo y resignación ahí tenía a Lilia tal vez.
inextinguibles niños urbanos, con sus canicas Después del acto final y su consabido telón,
horadando lo que alguna vez fuera un jardín podían meter mi cadáver apócrifo en el primer
pequeño-burgués, ahora gran-proletario. Y vi, cementerio o vertedero estatal. Podían metérselo
por supuesto, la línea intuitiva del mar. Siempre en el mejor hueco o nichito patrio. O
el mar ubicuo al fondo de la ciudad marinera: su reexpatriarlo a casa del carajo: para entonces ya
olor a yodo, a nitrato, a mezcla fina de infancia y me daría igual.
fuel. Y entonces miré al cielo de nuevo, como "¿Volver a América, miss Muerte, ¿sabe lo
una carpa fantasma izada sobre el horizonte fuera que dice usted? No hay que volver de algún sitio
de foco. Fue como una inspiración miope teñida para quedarse ya en él": desfiguré por escrito los
de blues: "because the sky is blue it makes me versos de preferiría no mencionar quién. Hacía
cry", recordé la nana triste de Beatles, aunque no calor. O las pastillas me recalentaban la sangre
pude recordar ni una sóla causa ni un sólo por dentro, cuarteándome la garganta. "Morir en
because. De cara a mi muerte concreta, la historia julio y con la lengua dentro. Let it be:
del universo podía entenderse ahora como una cubansummatum est", anoté antes de cerrar el
tonta cancioncita de amor. diario acabado de desvirgar.
Sentí deseos de ponerme a gritar. Gritar nada
en específico: simplemente gritar. De rabia, de 3
pena, de felicidad: de facilidad de poder gritar Esa misma noche le pedí a Lilia la primera
otra vez en Cuba. Aullar de tedio, de horror, de inyección: tenía un dolor insoportable y pretendía
ser libre incluso para aburrirme a matar: para dormir temprano como regalo de bienvenida. El
matarme o dejarme matar en un alquiler dolor desapareció enseguida, pero mis párpados
clandestino que en otra vida había sido mi hogar. ni se enteraron. A las doce en punto me vestí y le
Pero no way. Me contuve. Permanecí en un di un beso a Lilia en la cara, sobreblanqueada por
silencio casi militar, después de salir del baño y el cremerío humectante con que se conservaba
sumarme a Lilia en la sala, que a esa hora veinte años menor. De pronto me recordó a una
formalizaba nuestro informal alquiler. Y era muñeca Lilí: aquellas caritas que alguna vez se
increíble, en realidad: ¡un precio híperbarato! fabricaron en La Habana con el rótulo de Cuban
Una ganga más que un gancho comercial, tal Lilly Dolls.
como nos prometieron en el aeropuerto, apenas —Voy un rato afuera, honey.
una hora atrás. —It´s OK, darling –me respondió, alelada–.
Sondra era una muchacha alta y delgada: Be careful no te resfríes –y continuó roncando
blandía en su cara la única mirada no codiciosa sin ningún pudor: de noche, ninguna terapia de
que Lilia y yo nos topamos desde que salimos de imanes, parches ni flores la conseguía
Hialeah, otra ciudad con hache, como La insonorizar.
Habana. Tenía un par de ojos diáfanos que Caminé lentamente por el pasillo, haciendo
gentilmente te condenaban a la verdad. Te tic-tac con mis muletas tan ergonómicas, hasta

55
que por fin alcancé el portal. No había bombillos, silueta de Cuba vertical, un sexo afeitado
pero hacía una luna repleta: la luna de Cuba, cuidadosamente por el paso de un huracán
¡nada que ver El Vedado con la de La Florida! Gillette. Labios que no dejaban el menor
Lloviznaba. Había aire y dejé que la brisa me resquicio donde colar un índice o una credit card,
despeinase la calva. Reí y respiré, recostado a la en número rojos y a nombre de Mr. Orlando
reja, con medio cuerpo sobre mi esquina de 17 y Woolf. Su pelo era tan negro y lacio como su
K. Hondo, puro, libre. Sin dolor, sin vida, sin nombre: Nora, Noire. Y olía a sándalo, a sombra,
deseo, sin muerte. Sin palabras ni tampoco tal vez a Sondra también.
silencio. Como un estertor, un rencor apático, —No estoy desvelado –me puse solemne
apenas un roce de lo irreal: como volver a nacer, como estrategia para resistir–. Ya nunca duermo.
pero por primera vez. Solo. Sin memoria ni Y ella fingió un aplauso casi en mute,
amnesia de ese evento que todos llevamos deliciosamente teatral.
tatuado delante como una zanahoria podrida: "O —Bravo –sobrepronunció en voz aún más
Death, ¿where is thy sting? O Tomb, ¿where is baja que sus palmadas–. La noche no es propicia
thy glory?", recordé creo que al Shakespeare de para dormir.
los sonetos. Tendría veinte años, no más. Y así mismo se
Bostecé, triste de lobo: ¿quién le teme a lo pregunté al instante, sin otra fórmula de
Orlando Woolf? Oí el sonido fatuo de la cortesía que una cortante curiosidad.
madrugada cubana, entre los flamboyanes y los —Veintiuno, ¿y usted? –ripostó.
edificios más vacíos mientras más habitados. —Yo, nada –la miré sin tapujos para calar en
Supongo que entendí entonces lo que la belleza su reacción–. Cuando la pelona anda cerca, te
del universo podría llegar a significar. Un frío quedas sin pelos pero también sin edad.
húmedo. Un olor a jazmín. A lirio, a lilia, a flor Y entonces fueron ya carcajadas silentes:
de muerto y muñequita lilí. Medianoche, nadie, Nora tenía el don de repoblar el desierto con sus
verano. Sentí un poco de náusea y, justo en este pantomimas de actriz amateur. Su fértil
punto, ella tosió bajito para hacerse notar. Ella. jovialidad me recordaba la de mis primas en el
¡Fuckin´ goddamnit que me asustó...! Ella. stadium repleto, con Almendares ganando a
No sabía que estaba siendo observado en mi palos, desde el primer inning hasta la última
observatorio estelar. Me viré de un salto, de un cocacola con absorbente y pan con lechón. Y, sin
sobresalto y, más que verla, intuí: era ella, embargo, algo siniestro en ella me sobrecogía.
sentada en la oscuridad. Un bulto espléndido, Era como un despliegue de empatía y pavor entre
retador. Las piernas recogidas bajo un vestido tan perfectos conocidos que nunca se conocerán:
corto que la dejaba desnuda a lo largo y estrecho habitantes de dos épocas antiparalelas en una sóla
de su geografía de gacela. Puro cuerpo mansión (la de ella, la mía, la nuestra).
reconcentrado en sí: la cosa an sich, sin filosofía Le di las buenas noches y literalmente la
ni adjetivación. Me quedé con la boca abierta, la abandoné. Yo no quería complicaciones. Tic-tac,
mandíbula al aire como el péndulo de ningún tic-tac: huí de vuelta por el pasillo de geometría
reloj. Temí lo peor sin saber cómo, dónde o por familiar, diseñado por mis abuelos desde mucho
qué. Me le acerqué. Tic-tac, tic-tac: otra vez las antes de la victoria del club Almendares en
muletas de mi cardiopatía se complotaban en aquella temporada de, si mal no recuerdo, el
contra de mí. verano del ´53.
—¿Sondra? –me aventuré.
—No –ella lucía divertida con mi confusión–.
Se pronuncia Nora. 4
La estética del 2 x 1: de día no había reparado Sondra era bióloga y nunca estaba durante el
en cuán idénticas eran, cuánta belleza doble día. Al menos, no entre semanas. A veces viajaba
buscando cómo desdoblarse mejor. al exterior, a Latinoamérica siempre: que ella
—¿Desvelado? ¡Bienvenido al club! –y me decía en broma que no era más que otra provincia
tendió su mano en señal de hello–. El insomnio de Cuba, pero con McDonald´s, más y mejores
es normal después de un viaje, supongo. médicos cubanos, y aclimatación.
Sus dientes eran muchos y blanquísimos, y se Por el contrario, durante los weekends, Nora
le abrían como una carretera entre labio y labio. se perdía sin dar explicación ni decir un chao. El
Imaginé los otros labios de una mujer así: resto del tiempo trabajaba como una gata, a
técnicamente, una muchacha así, an sich. cualquier hora, trepada en cuatro patas sobre la
Seguramente hundidos y apretujados como la prensa gráfica de su taller: verdadero fósil

56
mecánico, de los más remotos, con que acaso se ahistóricamente. La felina es feliz y falaz. Lilia es
hiciera el Papel Periódico en el XVIII. Nora, de perfecta, quisquillosa e insoportable: nunca se
hecho, tenía una gata que se llamaba igual: Nora. olvida de mí. Me va a obligar a sobrevivir hasta
Y, para colmo, siamesa: tal como Sondra y ella a las últimas consecuencias. Obligarme a
veces me lo parecían: simetrías de Siam. sobremorir: ésa es su misión pastoral. Cada
La criatura se tendía a pasarse la lengua, medianoche tomo cuatro de mis Pastillas
mientras contemplaba arrobada cómo su dueña se Completas para simular dormir. Lilia teme que
afanaba en la próxima obra por imprimir. Era subir más la dosis pueda ser tóxico. El resplandor
exactamente lo mismo que por entonces solía de la luna me favorece, sobre todo cuando no hay
hacer yo, entre inyecciones, muletas inteligentes, luz ni ciclón, como ahora: la muerte es el ojo de
y la caducación definitiva de mi permiso para un huracán. Así que nada. 17 y K, El Vedado,
estar en Cuba. Cuba, América: ya nos veremos las caras, brave
Ahora yo estaba prófugo o algo por el estilo: new habana. Quo vadis, ciudad con hache? Es la
on the run, on the wild, on the loose. hora de callar, Revolución: fíchenme now si
Seguramente mi nombre ya era acechado por los pueden, catch me ahora if you can. No es todo
sabuesos del FBI allá y los ecológicos green-war por el momento: Rev in Peace. Firmado, en
de este lado. Me dije: "que se jodan todos: so far, octubre ´99 y sin baterías recargables. Attmente,
so good, so what?", y apunté en mi diario una Mr. Orlando Woolf".
frase pedante que tal vez Lilia me esculpiría
como epitafio: "Aunque me acorralen y capturen 5
y juzguen y condenen a muerte por segunda vez, Una tarde saqué los prismáticos. Entre Sondra
este es mi momento y mi hogar: mis quince y Nora me ayudaron a remontar la terraza. Era
minutos de fama para narrar en casa, incluso para sólo un primer piso, pero de puntal muy alto,
narrar en el mar". En cualquier caso, mi diario republicano. Con la vieja escalera de caracol que
comenzaba a parecerse peligrosamente a una ascendía levógira, por supuesto, porque en Cuba
novela de autoayuda o de do-it-yourself. Por lo mismo los ciclones que las escaleras siempre
ejemplo: giran así: a la izquierda (palabra
"Octubre es el mes más cruento. Hace un vasconacionalista: ezquerra, que es guerra). Lilia,
calor de perros, de jauría. Y encima las ráfagas por su parte, ese día decidió permanecer ella en
de un supuesto huracán que viaja con destino la cama y de allí aún no salía, remolonéandose y
norte también. En Cuba, el otoño es una viendo una cable-TV no menos ilegal que
magnífica maldición. La gente es vulgar y alegre: nuestro alquiler. Sería su día libre de mí tal vez:
beautiful people. Se aman y matan salvajemente, un day-off en el paradise. Sweet Home
en medio del esplendor y el vaho: cuerpos Alahabana.
sudados, semen sin sabiduría, niños a rastras Prismáticos profesionales, dos hermanas
hacia una escuela social. Y todos ellos soy yo, gemelas bajo el cielo azul de noviembre, aire
con mi lúcida frustración de moribundo de vuelta templado, ciudad insonora desde mi hogar dulce
a su aburridísimo hogar: boring home más que hogar. Me pregunto a dónde se irán las nubes en
hospicio. De estar vivo, saldría ahora mismo a este mes. Y los pájaros, ¿emigran acaso? Y mis
caminar sin ropas por este barrio que desconozco jaquecas, ¿por qué carajos no se esfuman
por ser el mío. El Vedado de noche no se parece, también? Mierda, qué genial aburrimiento, qué
pero igual me recuerda a la ciénaga de Hialeah: bodrio en vano, qué euforia o por lo menos
aquí y allá me despierto con la sensación de que eufonía. Tanta metafísica mental me asemeja al
me voy a ahogar. Hoy se cumplen tres meses de personaje de Memorias del Subdesarrollo,
estar clandestinos aquí. Debiera publicarse en el prismáticos incluidos: "¿cómo se llamaba: Eddy
Miami Herald lo sencillito que ha sido: medio o Edmundo?", pronuncio en voz alta sin mayor
exilio bien pudiera vivir free gratis de esperanza.
contrabando en su patria que ya no lo es. Si no se —Sergio –me sorprende Sondra–. Como el
atreven será por pendejos. ¡Llame ya: usted actor.
puede morirse en Cuba tax-free...! Nora y Sondra Me está hablando de la película, que no
son finas, inteligentes, ingenuas y las dueñas más recuerdo haber visto completa: sólo fotogramas y
recientes de mi casa natal. No parecen tener spots. Se lo digo. Pero el libro sí lo leí, cuando
familia ni amigos ni vecinos, y eso en Cuba es una editorial de tercera lo publicó en uno o dos
una suerte de excentricidad. Ambas desconocen estados de los United States, con su debido
olímpicamente el horror: han vivido fracaso comercial.

57
—Si no te acuerdas del filme, es que no lo por esta tardenoche de añil. Se pone el sol, de
viste –Sondra me ataca ahora. azul a cian a magenta, y sin una sóla nube
—A lo mejor sí la vi –la contraataco yo–: tú flotando encima: a mi edad y en mi condición ya
no sabes lo que un cubano de mi generación es todo parece grave e ingrávido, aunque yo mismo
capaz de olvidar –digo y me arrepiento no entienda. Noviembre no es de gran ayuda en
enseguida: tampoco deseo parecer tan pedante cuestiones de salud pública ni privada. De suerte
como Eddy o Edmundo o el actor Sergio quizá. que me justifico para no preocuparlas:
Nora salta en mi ayuda: —Tengo que bajar a inyectarme –anuncio en
—Yo tampoco me acuerdo si la vi completa o tono jovial–. Si alguien me ayuda con los
si alguien me la contó –y abre los brazos en peldaños, se gana la marca de prismáticos
cruz–. Pero no por eso soy o dejo de ser de favorita de la CIA y la KGB.
ninguna generación –no se calla nunca. Y otra vez es Nora quien se adelanta en mi
Cabeceo como un ex-catedrático y las ayuda. Para mayor desconcierto, la espiral parece
sermoneo con gestos exagerados, de clown que girar ahora en sentido contrario bajo mis pies:
está de vuelta en su propio clowntry: hacia la derecha, según las náuseas me permiten
—La lucha del hombre contra el poder es la interpretar. Bajo en un vértigo o vahído. Voy
lucha de la memoria contra el olvido –la cita creo pensando que la geometría no euclidiana lo ha
que es de Kundera, pero en el techo de mi casa copado todo en mi antiguo o, mejor aún, en mi
puedo plagiarlo en paz–. No ser de ninguna es la póstumo hogar: lo que sube por la izquierda, de
mejor manera de pertenecer a tu generación. pronto baja por la derecha y viceversa también.
Y ya no se entiende de qué hablamos. Así que Todo parece cíclico de remate, pero en Cuba
por fin reímos, aunque dudo mucho que nada ocurre igual que la primera vez.
entendiéramos de qué. De manera que seguimos En fin. Me basta con apoyarme en el
observando amigablemente la nata o la nada de antebrazo de Nora para acatar las reglas
La Habana bajo el zoom de mi telescopio: rango transpiradas de este irreality show. Y avanzo
de 5 a 100 X, óptica corregida electrónicamente sintiendo en el codo la presión de novilla de sus
por los robots del Karl Zeiss Institut, con foco senos de 21. Nora estoy seguro que lo nota
automático y diferencial: verdadera delicatesse también, pero su sonrisa es más limpia que la de
para los espías de todos los países, uníos. De los ángeles: "no pasa nada, es tan sólo mi
hecho, se me ocurre que bien podría hacerle una cuerpo", pienso que Nora piensa que pienso por
donación a la policía secreta de mi antiguo país: ella yo.
por ejemplo, incluir los prismáticos para ellos en Toda vez en el cuarto, Lilia se queja de
mi testamento no estaría mal, al menos como un estarse aburriendo de maravillas con el candor de
chiste con el que Lilia no sabría lidiar. una película cubana en blanco y negro, filmada
Por el momento, no puedo salir de mi treinta años atrás:
estupefacción. Es increíble: como en el libro de —Un "Día de Noviembre", darling –me
Edmundo Desnoes, esta ciudad todavía parece contesta sin despegar la vista de la pantalla–. It´s
una escenografía de bagazo o cartón. Una Troya funny: esta película se llama como hoy.
de tramoya, madera preciosa y hueca. O rellena
con guata bendita y aserrín de manualitos 6
populares de ideología. Nos vamos rotando los Comencé a deprimirme opíparamente. Comía
prismáticos y, en uno de esos pases de mano, y dormía cada un par de horas. Después lo
Nora me roza de cuerpo entero y yo pierdo el vomitaba todo y me desvelaba hasta el amanecer.
equilibrio y me le engancho del talle. Está "La Hanada", como renombré a la ciudad en mi
enchumbada, sudada desde la piel a la tela o diario de boring home, era una tableta Prozac
quizá al revés. Me gustaría devolverle algo más importada de la paleohistoria
que una palabra de sorry, pero me trago mi políticofarmaceútica de este planeta. Y Nora fue
speech. Tengo su sudor oloroso en mis manos, la primera que sufrió sus efectos colaterales:
qué más se puede pedir. Luego ya veré como Nora, la gatica siamesa.
usar con Lilia esa información química o Simplemente me molestaba, acaso porque ya
feromónica: "Make lust, not words", anoto nunca nos dejaba solos: a su dueña Nora y a mí.
mentalmente. O porque hacia ella se desplazaba todo el afecto
Me siento mareado. Debo bajar a mi posible de nuestra conversación. O porque
habitación. Tal vez extraño la sobreprotección whatever me daba igual: era tedioso sentirla todo
médica de Lilia, no sé. Igual ha sido suficiente el tiempo ronroneando a mis pies y restregándose

58
contra la felpa de mis muletas. Decidí que sería fronteras entre el miedo atroz privado y la amable
algo así como entretenido sacar a Nora del juego, locura social? ¿Existirían allá afuera los sabuesos
convertirla justo en lo que ahora era yo: un del FBI y los verdeolivas ecológicos de
foragido, un outcast. Que la ubicua gatica fuera, Extranjería y Emigración? Y, entonces, ¿por qué
técnicamente, una outcat. aún no daban señales de vida aquí adentro, en mi
Lilia estuvo de acuerdo. La exasperaban los vieja mansión tan céntrica de 17 y K, El Vedado
pelos por todas partes, incluidos los de mi ropa (ahora municipio Plaza de la Revolución)? ¿Se
primero y los de mi coriza después. La irritaban, habrían traspapelado mis archivos o un virus los
al punto de la anafilaxis o la anafelinaxis, desdigitalizó? ¿La calidad de mi sobrevida
aquellos sopones de pescado que Nora y Sondra dependía sólo de que Nora, de pronto una suerte
ponían a hervir durante largas horas del mediodía de Lassie, regresara un día al hogar?
cubano. El stress irreversible de mi enfermedad y Me vi como un fantasma alquilado que
mi infinita estancia underground en Cuba la recorre su vieja casa de infancia, al estilo de
tenían al borde de un shock. Un día casi estrella aquel Mr. Nobody declamado de memoria en mi
el BMW al parquear. Lilia no discutía, pero Escuelita Elemental de Calzada y K (a un costado
destilaba vapores de mal humor 24-hours-a-day. de la famosa funeraria):
Estar de acuerdo respecto al "caso de la mascota I know a funny little man as quiet as a mouse
Who does the mischief that is done in everydody´s house.
Nora" (es una cita de mi diario) fue una perversa
There´s no one ever sees his face, and yet, we all agree
estrategia de reconciliación nacional. That every plate we break, was cracked by Mr. Nobody.
—It´s OK, darling –me dijo Lilia y elevó sus ¿Sería ahora Mr. Orlando Woolf un perdedor
pulgares: luego los invirtió hacia abajo y me invencible en su propia invisibilidad? Lo cierto
expuso su plan–. Mañana temprano despacho a la es que copié con devoción las dos estrofas de
criatura tan lejos que no regrese en un año. esta rimita infantil en mi diario. Casi sin darme
A mí me marcó la sentencia: "en un año". De cuenta, dejé de rezar a Dios y comencé a pedirle
su frase era obvio que la cosa iba de mal en peor cosas, mitad en broma y mitad en serio, a San
conmigo. "Un año": ése era el plazo que Lilia me Mr. Nobody.
concedía para sobrevivir. Y, ya al final de la crisis felina, Sondra tuvo
Igual lo hicimos. La despachamos fácilmente que viajar de improviso a un laboratorio de la
en el maletero. No sé hasta dónde Lilia llevó a UNAM, en Mérida, y Nora quedó desconsolada
Nora antes de botarla. Y, por supuesto, yo me imprimiendo sus monotipias con la ayuda de mi
arrepentí enseguida. A la mañana siguiente casi mirada en sillón de ruedas. El artefacto rodante
recé para que Nora volviese pronto al hogar. El era un hi-tech de última generación. Lo habíamos
suyo, el de Nora su dueña, el mío, acaso el traído desde el inicio, en el remoto julio de ese
nuestro también. Oírla maullar de nuevo sería mismo año, pero sólo en la última semana yo
algo así como un bálsamo de alivio o un había decidido usarlo para no forzar más las
talismán: una patente de corso para franquear la válvulas ni las articulaciones, en medio del stress
barrera de "un año" que me pronosticaba sin de ver a las dos gemelas buscando
saberlo Lilia. desesperadamente a Nora.
Al día siguiente, Sondra reaccionó histérica. Era delicioso ver a Nora gatear encaramada
Acusó sucesivamente a todos los vecinos de las entre los rodillos de su prensa manual, raspando
cuatro esquinas de 17 y K. Según ella, El Vedado a espátula y gubia, empapada de acrílico desde la
era un barrio de delatores y criminales que nariz hasta la uña meñique del pie. Porque
llamaban a Zoonosis al menor descuido. trabajaba descalza, con un mínimo short y una
Entonces la descubrí llorando abrazada a su blusa de mosquitero: semivestida o semidesnuda,
hermana (Nora goteaba azufre por los ojos, no que no es lo mismo pero excita igual. Y aunque
lágrimas), como si alguien ya hubiera muerto en la otra Nora no daba señales de reaparecer, por el
la casa. Y esta imagen de pronto me causó pavor: número de grabados que su dueña salía a vender
la de asistir a mi velorio en el mismo sitio donde, en ferias, supongo que poco a poco se le iba
aunque nadie en Cuba lo recordara, yo había extrañando menos: "en un año" tal vez nadie se
nacido casi medio siglo o medio milenio atrás. acordaría de que alguna vez la siamesa maullara
¿Era posible que de una mascota dependieran allí. "En un año", pensé, ni Nora ni Sondra
las coordenadas emotivas de todo un sistema no podrían precisar cuánto tiempo premórtem pagó
tan doméstico como domesticado? ¿No estarían el último cliente ilegal en su propio ex garaje.
sobrerreaccionando las hermanitas gemelas tan "Aquí amnesia y anestesia son anagramas", tomé
patéticamente como yo? ¿Cuán frágiles serían las una nota mental que no estoy seguro de haber

59
transcrito después, pues se me acababa el diario y Miré el reloj y sólo vi la penumbra densa del
tenía que apretujar demasiado las ideas y el trazo. cuarto. Oí el tictac desde la mesita de noche. Y
En fin. Por lo demás, nada. Días y noches en enseguida comenzaron a sonar los disparos.
que uno no come apenas, se toma sus cuatro Primero solitarios, tímidos. Luego en ráfagas
pastillas completas para no desentonar, y se deja eufóricas de varios segundos, horas, o noches
inyectar por Lilia la droga apátrida de la enteras tal vez. Tiros, municiones, balas,
esperanza inútilmuscular, Made in USA (los bengalas, salvas, pellets, petardos y perdigones:
bulbos ya se acababan a cuentagotas también). ¿cómo no distinguir, por qué no intentarlo?
Total, sólo para vomitarlo todo con voracidad, Sonaban a todas las distancias mentales
entre hematomas pop-art y disneas de muñequito imaginables como si estuvieran dentro del cuarto.
de Disney, cagando una jalea albañal y Sin distorsión ni efecto Doppler, en dolby-stereo
escupiendo rojo. Anemia o anomia: ¿cómo desde media cuadra hasta medio país.
distinguir, para qué intentarlo? Y, de tanto en En Cuba everybody, excepto el santo mr.
tanto, según se aproximaba el fin de año, nobody de Orlando Woolf, parecía festejar el
regurgitar una tisana de escuba amarga preparada cambio de fecha y la llegada del Y2K: para mí, a
por Nora, a la par que persistían mis deseos de Year To Kill. Para ellos supongo que no
moverme heroicamente dentro de su sexo hasta significara el año cero, sino el 2000: la tan
morir o eyacular: ¡veniremos! cacareada cifra de las consignas aquí y los
comerciales allá. Yo sólo empecé a temblar. Los
7 oídos me zumbaban, zoom acústico de abejorros
A las doce menos algo, Lilia se sobresaltó. suicidas. Cada estampida repercutía demasiado
Dijo que yo había hablado en sueños, que quién real en mis tímpanos: incluidos yunque, hoz y
demonios podría ser Eddy o Edmundo, que martillo. Me temí lo peor. ¿Y si el simulacro
sudaba copiosamente mi almohada y que, por fuera por fin la guerra tan prolíficamente
capilaridad, la sábana estaba enchumbada como promocionada aquí y allá? ¿Y si yo había
una toalla sin exprimir. Yo no había pegado un regresado a Cuba con un fatum más histórico que
ojo: había tenido una bizarra sensación de mi burda enfermedad? ¿Quién peor que yo para
temblor, pero inmóvil. Estático, casi extático. terminar siendo el testigo prepóstumo del
Como cuando va a estallar un ataque de fiebre. O holocausto? Entonces temí por la vida de Lilia y
un calambre. O una arritmia donde se invierte el deseé que ningún balazo la fulminara al volante
dipolo eléctrico del corazón. del BMW. O que, por lo menos, que no se
Esa noche, recién yo caía en la cuenta: era 31 enterara jamás de que no era ella sino yo el
y ya se acababa el año o el resto de mi tiempo condenado a sobremorir.
quizá. La Hanada me había ahorrado el fastidio Me incorporé lo mejor que pude contra la
de las navidades y esa fatua luminosidad y esa cabecera. Me chorreaba el sudor. El colchón se
merry camaradería tan al estilo del american way: había convertido en una piscina termal, una
por suerte en Cuba las Christmas eran una sweating pool de más de cuarenta grados. Darme
costumbre extinta, entre otros saurios del período cuenta de esto me obligó a tiritar: fiebre
republicámbrico ya abolidos en la nueva era psicológica o lo que sea, I don´t care. Sentí
revolujurásica. miedo de oír tanto escándalo y no ver. Nada,
Lilia se dio una mínima ducha, se vistió de nadie. La muerte bien podría anunciarse así.
sport, y salió afuera por el pasillo sin cruzar ni Me corrí de la cama a la silla eléctrica y pulsé
media palabra. Últimamente estaba muy irritable a ciegas el botón de GO. El motorcito de aquel
con la depauperación de mi estado: como si de engendro yanqui comenzó a ronronear en medio
pronto ella ignorase que todavía nos faltaba lo de los disparos y el himno en los altoparlantes de
peor. la calle y en cada radio o TV set. Pero allí se
Al siguiente minuto oí ronronear al BMW, quedó: mi BMW de juguete tendría las baterías
que ostentosamente se alejó por K o por 17: no gastadas o Lilia por algún secreto motivo se las
pude precisar por el eco. En cualquier caso, quitó. Hasta ella lastimosamente me manipulaba,
seguro con rumbo al mar, proa al norte por esas no al revés. Me entró una desesperación infantil y
calles nones de un sólo sentido o acaso ninguno: pegué un alarido en medio de la oscuridad. Iba a
none at all. Siempre fue así. Desde mi casa de llamar a Lilia, lo juro, aunque hubiera huido en el
infancia todas las calles desembocan en el carro, pero fueron otras dos sílabas las que
malecón. pronuncié:
—¡¡¡No-raaa!!! –grité estirando el cuello.

60
El ataque al cielo nocturno cesó de súbito con —Acaba de empezar el año dos mil –se
mi aullido. Oí las últimas notas de la canción acercó a mi cara hasta que pude olerle la voz.
nacional, acaso literalmente las últimas. O las Su aliento era magnífico y recónditamente
primeras del siglo XXI. Era impresionante cómo alcohólico. Venía de una fiesta, supuse. Recordé
las drogas aún no borraban de mi mente la letra que era Nora y que me excitaba mucho su
de aquellas dos estrofas rimadas a mitad del XIX. cuerpo. Le halé la mano. Se la bajé hasta mi sexo
Creí escuchar risas y aplausos desde la calle. En y allí la clavé. Ese despojo moral y esa erección
los televisores o radios, la voz engolada de un de muerte también era yo: cuanto antes ella se
locutor me anunció la voz rajada de Nora, enterara, mejor. Ahora que me golpeara si le
aparecida en la puerta de su mi nuestra parecía OK. Que me desalojara del HOME FOR
habitación: RENT ilegal, si eso le parecía mejor. Pero nada.
—¿Qué fue? ¿Hay alguien? ¿Puedo pasar? – O sí. Sentí su presión superior a mis fuerzas y
sobregesticulando a contraluz. noté que Nora no me rechazaba. Persistía
Su silueta me hizo recobrar el control. Odié la perversamente allí, tocándome, y yo no entendía
idea de que Nora me viera así, en mi más ridícula el sinsentido de su reacción. ¿Qué la impulsaba
ropa interior. Imaginé el bochorno cuando ella hacia mí? ¿Borrachera complaciente o aguinaldo
prendiese la luz y quedara expuesta mi lampiña y de nuevo siglo y milenio? ¿Compasión de
magra silueta: una fucking foca en silla de compatriota? ¿O lástima por un tipo verde en
ruedas. Así que controlé mi histeria de estado si no de coma por lo menos de cama?
inmovilidad y le dije: Y, además, moviendo la mano como cuando
—Disculpa. Pasa, por favor, pero no raspaba una de sus matrices entintadas,
enciendas la luz. baqueteando, pertinaz y rítmica, in crescendo
Al instante llegó hasta muy cerca de mí, mudo, hasta que todo se puso blanco y yo sentí
todavía jadeando por el susto de mi alarido: que me derramaba en medio de una oscuridad
howllido de lobo penco. Como una gata, Nora se total.
orientaba perfectamente en la oscuridad. Casi le Al notar mi explosión de líquidos, Nora se
pido un abrazo, pero no quise atemorizarla más. secó las manos en mi barriga, y comprendí que
Sólo le imploré que me diera un rato su mano y yo acababa de eyacular por inercia. No había
ella me la brindó, sin tanteos ni tapujo alguno: sentido nada, salvo un cambio de coloración en
por pura intuición felina y acaso femenina mi ceguera. Aquel era el fin. No tenía caso
también. Un apretón fuerte, limpio, sano. De ofrecer más resistencia. God - 1, Mr. Orlando
hembra humana invisible y tangible a la par. Su Woolf - 0. En algún punto de ese año cero me
gesto era cálido, pero sus palmas muy frías, como moriría sin dramatismo ni trauma. Ahora ya
si Nora acabara de aterrizar de un país al norte podía cerrar las fechas en mi diario, y colocar de
del círculo polar. exergo aquella frase que siempre intuí sería su
—Tienes una fiebre que quema –me colofón: "yo también era eterno, pero duré menos
diagnosticó, seguido de una palabra tierna como que la revolución".
un detonador–, pobrecito. Entonces me sobrevino una ardentía de
Yo hice crac. Me sentí mareado. Un rugido espinas y unas ganas terribles de romper a orinar
sordo, una náusea de tanto estirar los párpados y hasta el fin de los siglos y los milenios, améen.
no ver nada al final. Nata negra, viscosa pero Era casi para morirse de risa. Medio año de
vacía: sin objetos ni tampoco objetivos. Sombras morbo repartido entre Nora y Sondra culminaba
cubanescas, con el paliativo de una mano de en la farsa torpe de una masturbación asistida.
muchacha de 21, perfecta desconocida desde el Una tristeza física se me coaguló enseguida entre
verano pasado. De pronto, quise saber algún dato la garganta, los pómulos y el esternón: mi vida
adicional del universo exterior. entera se desplegó ante el eje de mi angustia
—¿En qué año estamos? –la frase se articuló como un gran timo, una estafa sensacional. De
sola por mí. primera plana, en el caso probable de que allá
¿Qué cifra podría devolverme ahora el afuera el Habana Herald existiese ya. Y encima
sentido de lo real? Ninguna fecha sería suficiente su pregunta de nené traviesa echada del alma:
para no leerla como fachada. El calendario, como —¿Tú te quieres morir?
el lenguaje todo, formaba parte de una parodia No le respondí. Alcancé el briefcase de Lilia,
brutal. Cualquier escena era un bluff, una dejado como siempre sobre la mesita de noche.
burbuja, un colofón: entre otros paroxismos de la Demostré ser todo un experto en maniobras a
barbarie. ciegas. Le pedí otra vez la mano a Nora y ella me

61
la extendió con menos seguridad: a lo mejor aire y estas ganas de vomitar que no consiguen
temía un segundo halón hacia mi entrepierna. sacar tu nariz a flote bajo la costra del sueño:
Pero no le di tiempo a sus tanteos. Cogí un fajo paraíso antes que pesadilla. Es normal, supongo.
del interior del briefcase y se lo envolví con sus Con veinticuatro píldoras por segundo en la
propios dedos de gacela: se lo puse sangre, hasta el más aburrido metabolismo se
descaradamente en la mano a Nora. Si mal no torna entertainment light y liberador. Ser libre,
recuerdo, en cada fajo Lilia incluía diez o veinte ser otros. No ser tanto, no ser. Aunque sólo sea
billetes grandes: de cincuenta y de cien. Al rato para volver a interpretar las rimas de aquel
le solté la mano con cortesía. Entonces supe que hombrecito cómico, literalmente tan quieto como
recién había comenzado y ya esa primera un ratón (¿invencible en su propia
madrugada de enero había rebasado el final. El invisibilidad?), que comete cada trastada de cada
suyo y el mío. casa, si bien nadie nunca le ha visto la cara pero,
Con mi dedo índice cruzado sobre sus labios aún así, al final todos coincidiremos en que sea él
le pedí que no hiciera ni media pregunta más. Le quien pague los platos rotos a nombre de Dios o,
impuse algo así como mi última voluntad de por lo menos, de San Mr. Orlando Woolf. Al
paciente caritativo. Para mi sorpresa, Nora acató rayar el amanecer, puedo incluso imaginar que
la orden y el dinero. Pronunció un feliz-año- definitivamente será para morirse de risa.
nuevo sincero y me dio un besito en la frente, I know a funny little man...
Who does the mischief that is done...
más el abrazo que no le llegué a pedir.
There´s no one ever sees his face, and yet, we all agree...
—Tómate algo para esa fiebre –dijo y se
retiró repentinamente por el pasillo, tal como
había surgido minutos o meses antes.
Yo quedé varado, con el pene todavía
expuesto en mi carromato fúnebre Made in USA.
Pulsé la tecla de GO y, como lo hice sin
esperanza, la silla puso en marcha sus ruedas por
puro espíritu yanqui de contradicción.
Manejé hasta el freezer y saqué un pomo de
agua mineral. Dejé abierta la portezuela para
aprovechar la iluminación interna del aparato.
Me estiré hasta mi gaveta y saqué los papiros
analgésicos de mis Pastillas Completas. Tragué
las cuatro de rutina. Luego cuatro por el happy-
new-year recién inaugurado. Después cuatro por
nuestra penosa orgía de dos. Y entonces también
cuatro por Sondra trabajando en el extranjero, y
cuatro por Lilia acaso accidentada en el BMW, y
cuatro por el perdón de las Noras: la gata víctima
y su dueña victimaria.
Me invadió un sueño cósmico instantáneo.
Me eché con mil trabajos sobre la sábana, tan
húmeda como al inicio, y ya otra vez tiritaba.
Tenía tanto cansancio que se me hizo evidente
que yo nunca podría del todo descansar. Al
menos no en alguna parte. Es posible que oyera
el ronroneo en off del BMW y el portazo con
alarma que anunciaba el triunfal parqueo de Lilia
en la esquina de 17 y K, El Vedado. Y no sería
imposible haber oído entonces sus taconeos por
el pasillo, hasta recortar su silueta en contraluz en
la puerta de mi ex garaje.
Al rayar el amanecer, puedo imaginar su
ritual mientras prepara mi inyección matutina
antes del desayuno. Lilia es un fantasma fiel que
recorre mi casona de infancia, entre la falta de

62
WUNDERKAMMER —Isla perfecta para el arte –yo.
—Un país enteramente pedagógico –Ipatria.
Cuando mi padre murió, después de una —Aprender con monedas –yo.
imperiosa agonía que desvarió todo el tiempo entre —No existe un país que haya dejado una huella
el sentimentalismo y el miedo, Ipatria y yo pudimos tan grande –Ipatria.
entrar por fin a su habitación. Hacía medio siglo —Remeros con buenos planes –yo.
que mi padre gentilmente nos lo impedía. —¿Debe Cuba bombardear a Estados Unidos?
Por supuesto, allí dentro no encontramos tesoro –Ipatria.
alguno, como secretamente hubiera sido nuestra —Presentará Cuba Resolución para
ilusión. Tan sólo vimos papel periódico. Cajas. determinación de la muerte –yo.
Cajones. Contenedores. Mi padre, también en —Pólipos del endometrio –Ipatria.
secreto, en las últimas cinco décadas se dedicó a —Inseminarán vaquitas en miniatura –yo.
recopilarlos. Titulares de la prensa plana, recortados —Los cuenteros mentirosos son gente de bien –
de su nicho de texto original. Ése había sido su Ipatria.
hobby, redescubríamos ahora: su manera de —¿Y los cubanos dónde están? –yo.
hibernar cuando se aburría de sobrevivir en familia, —Una ciudad para ciegos –Ipatria.
en una realidad no tan doméstica como —La Habana contada por sus fotos –yo.
domesticada a los ojos de él. —En Cuba la mayor manada de leones en
Por supuesto, todo esto lo sospechábamos desde cautiverio del mundo –Ipatria.
mucho antes de su enfermedad, por el cada vez más —Llueve menos en Cuba que 46 años atrás –
intenso tráfico en uno y otro sentido: papá yo.
importaba publicaciones hacia su habitación, —El difícil arte de convencer –Ipatria.
mientras hacia afuera exportaba los residuos de —Un pelotero, una científica y un trovador
tanta tonta recortería. En los últimos tiempos, no tuvieron algo en común –yo.
podía ser más evidente su clandestinaje. —Socióloga, karateca y campeona –Ipatria.
Ipatria y yo decidimos quemarlos. A los —¿Cuba Postcastro? –yo.
titulares de la prensa plana, combustionando uno a —Inclinación positiva de la Copa Cuba –
uno en la azotea del edificio. Aquellos ripios ya no Ipatria.
tenían, para nuestra generación, ni siquiera un valor —El récord de lo absurdo está vencido –yo.
documental. Esas líneas discontinuas eran la —Un monumento para el rascacielos pinareño
prehistoria analfabeta del mundo. Tedium vitae –Ipatria.
reconcentrado, mímesis mala: una parodia no tan —Cuba, firme y de completo uniforme –yo.
simpática como patética, cuyo mejor destino sería —Teatro para todos los tiempos –Ipatria.
su conversión en ceniza, peste y vapor de agua. —El protagonismo para los protagonistas –yo.
De vez en cuando leíamos alguna tira en voz —Tiempo de receso –Ipatria.
alta, antes de echarla a la pequeña fogata. Lo Y así, entre otras menudencias por el estilo. Por
hacíamos como quien se empeña en descubrir una el hastío. Todas tranquilamente trocables en
joya de diamante o al menos de amianto: alguna dióxido de carbono y vapor de agua: titulares
frase que se resistiera a nuestra pulsión de pasarla transparentes, ingrávidos, más gaseosos que
por el fuego, pirómanos improvisados. Pero nada. graciosos, como el supuesto sentido de aquella
Dentro de aquella hojarasca era imposible salvar galería curada por mi padre durante cincuenta años.
nada. De hecho, los recortes no eran más que En cualquier caso, Ipatria y yo no supimos
tópicos típicos al peor estilo periodístico de: hallar ni media joya atesorada en su medieval
—La Habana es la mayor galería –Ipatria. cámara de las maravillas.
—Atraso pudiera beneficiar –yo. O cualquiera sea el nombre del acto paterno de
—Construcción y voluntad ahora se parecen – narrar por corte y compilación.
Ipatria. Acaso también ahora por cremación.
—Combustible para avanzar hacia el futuro –
yo.
—La Habana habla alemán –Ipatria.
—Vuelo terrestre nacional –yo.
—Crean un programa audiovisual de lenguaje
de señas –Ipatria.
—Estrellas saldrán por el día –yo.
—Tres F cosechan papa –Ipatria.

63
HISTORIA PORTÁTIL DE LA 4
LITERATURA CUBANA El acero recién cortado es suave, ásperamente
resbaloso al tacto, como una callosidad en la
1 lengua de un león. Esa mañana el hornero se
Ipatria piensa que evitar la ficción es lo había quitado los guantes. Prefería palanquear a
mínimo para no hacer el ridículo. A propósito del mano. Era un torete mulato, recónditamente
canon local, carraspea, y garrapatea en su diario: chino, de violenta mansedumbre en cada gesto y
Cualquier raicilla de ficción es suficiente para mirada.
que retoñe ese rastrojo estético que los peritos Fue sólo un instante. Una visión fugaz. Un
llaman una "literatura mayor". resbalón al rozar el alero del transformador. El
vapor coagulado en la atmósfera del taller,
2 incluida su piel sudada de macho magnífico,
El campo labrado se hundía en el cañón de la provocó un rayo en los cables de la 220, y esa
montaña y lindaba con un maniguazo tupido descarga mortal se encargó de ahorrarle
donde el marabú se enlazaba con el limón y el patetismo a la escena. Apenas se notó un olor a
limón con el almácigo y el almácigo con la cuero tatuado al rojo vivo: eran los vapores
enredadera y la enredadera con la marihuana y la chamuscados de aquel hombre bueno y bestial.
marihuana con el cigüelón y el cigüelón con el Después del torbellino de ayes y el correcorre
cafeto y el cafeto con el marabú. El trillo roto a ya inútil, el proceso termodinámico siguió
filo de machete enlazaba el campo de labranza indetenible en su maquinalidad, convirtiendo el
con la casa del capitán: una casita pulcra de líquido gris en una pasta aceroplasmática que
mampostería obrera, a medio kilómetro de escupía fogonazos débiles, incomparables, y
Condado. millones de chispas hacia lo alto: fuego fatuo de
Escupió. Miró la tierra coagulada de rojo volatinería chinesca con que el horno se despedía
sobre el escupitajo. Miró sus botas de esa mañana de su más fiel hornero.
octogenario: aún nuevas, sin estrenar, frente a sus
descomunales pies desnudos de capitán. Y tocó 5
entonces el filo de su machete. Lo acarició, se lo Ipatria se pone las gafas de sol (o de
pasó con cuidado por el cuello y sintió el soldador) y se acerca al micrófono. Pronuncia un
cosquilleo de su mala circulación, liberada ahora discurso en la Academia sobre la ficción en tanto
por el tajo epidérmico. Todavía aquel acero fracción: limalla que se proyecta y perfora la
cortante era un Collin, el muy condenado, pensó: garganta y la córnea del metamorfoseado lector.
con el gallo y las siglas del que fraguó su metal. Entonces oye los aplausos y deja que un
La sangre brotó muda como una fuente de funcionario muy triste le imponga la letra K,
alivio y el capitán descalzo no hizo nada para acaso como estigma ante su condición de
evitarlo. Se reclinó en el taburete. Cerró los ojos. Miembro.
Estiró sus pies de bestia noble y exhausta. Aquel
acero nunca le había fallado, pensó: un acero 6
coagulado del mismo rojo que la tierra sobre su La casa decía por fuera Boarding Home, pero
escupitajo. Un Collin justiciero al punto de lo yo sabía que sería mi tumba. Era uno de esos
criminal, capaz de tajasear lo mismo la mano tugurios a donde van a inmolarse los
asesina de un bandido que la tráquea octogenaria deshauciados de ojos fríos y mansos como el
de un capitán. acero, mejillas secas, piel con rosales de pústulas
y boca sin dientes: viejos puestos a morir lejos de
3 su familia, tulliditos políticos de la patria, artistas
Para Ipatria la traqueotomía es un "túnel entre y escritores tan prolíficos como frustrados,
texturas irreconciliables", un "poro de diálisis prostitutas y homosexuales que entristecieron de
contra el vacío de la ficción", un "cortocircuito tanto mentir, mierda cubanoamericana venida a
de lo verosímil que abole las fronteras de la mierda, presidiarios cogidos fuera de cárcel,
verdad". Y así mismo, con aire de monje gente sin amor y perdedores kafkianos de toda
franciscano y entre comillas, deja constancia ralea social. Un verdadero fresco de nuestra
escrita en su diario de estas teorías a medias. subnacionalidad.
Llegué al Boarding Home hace años, entre
turulato y tarado, huyendo de la amorfa cultura
cubana, de la vulgar música cubana, de la

64
envidiosa pintura cubana, del tedio de la radio argumental que desequilibra la descripción. De
cubana, del complot de la televisión cubana, de la pronto un comensal (vivo o muerto) se pone de
ñoñería del cine cubano, del triunfal deporte pie y, atravesando el vidrio invisible, extiende su
cubano, de la barroca historia y la barrueca fuente de ensalada a un segundo comensal
discursofía cubana. Y no es Cuba, por supuesto, (muerto o vivo) que con gusto la acepta del otro
soy yo: me siento un exiliado total. Sobro de lado.
todas partes, ya no quepo en ninguna palabra o El gesto constituye una flagrante violación
silencio. Cuba no ha sido más que mi del contrato. Acaso todo un complot: el estallido
circunstancia clínica terminal. de la tan largamente anunciada revolución
A los 15 años me sabía al dedillo a familiar. En cualquier variante, a partir de ahora
Hemingway, Proust, Nietzsche y Martí: yo el resto de los comensales no logra una cena en
disfrutaba de mi estúpida voracidad. Luego me paz. Saben que las fronteras están muy frágiles a
volví loco en los 60´s y todavía hoy veo diablos cada lado del vidrio. Saben que en algún
con uniforme y oigo voces en una lengua verde momento les tocará a ellos la fuente de la
de sintaxis militar. Dejé de leer. Me fui de Cuba ensalada. Saben que entonces tendrán que elegir
con tal de irme de mí y llegué a América, donde entre extender o aceptar. Y ese no ignorar en
logré recluirme en esta casa que, diga lo que diga familia los aterra o atora, según las dimensiones
por fuera, yo sé que será mi tumba. Pero no me traqueales de cada cual.
quejo ni me arrepiento, simplemente me narro
mientras hojeo al azar revisticas literarias Made 9
in USA, como The Revolution Evening Post. Es Ipatria cree que el deseo de ficcionar sí es
un alivio saberme fuera de la maquinaria. perverso, pero no le debe nada al deber. Antes
Debería estar agradecido por darme cuenta de bien, el deber sería su tumba (además de, por
todo con suficiente ecuanimidad. Con esa misma supuesto, la cuna de todo realismo social). Y por
ausencia de estilo ojalá pueda alguien narrarme esta vez se ahorra humildemente las comillas:
ahora. Ipatria ha abandonado su diario para practicar
esas modas endémicas de la autocensura y el
7 síndrome de Bartleby.
Ipatria cree que el deseo de ficcionar es
perverso, pero no implica carencia edípica 10
alguna: no hay trauma, sino puro placer. Al Fue al varentierra tapiado bajo los rastrojos
cerrar el manualito de difusión sicoanalítica, una cardosos. Se asomó y vio a su caballo entiesado,
idea persiste: No hay otro closet que el water- robado hacía ya dos años, todavía de pie, tan
closet, no hay otro closet que el water-closet. Y inerte. Entonces dio un paso adentro y le gritó a
ya es sabido que de ahí no se sacan cosas: por ahí aquella momia:
sólo se descargan los detritus domésticos antes de —¡Caballo!
que implosionen la casa. Esto último no lo anota. Y el caballo, estremecido entre la obediencia
y la rebelión, se desmoronó en una cortina fósil
8 de polvo.
En familia. La mesa de comedor recostada a
la luna del espejo. Los comensales sentados sin 11
barrera visible a cada lado del vidrio: los vivos Ipatria abre la boca y se mira con un espejo
aquí y los muertos allá. Lo importante es estomatológico. En días divertidos la imagen le
conservar la familia en pleno sentada, asentada. devuelve esta visión: la ficción como nacimiento
Vivos y muertos son igualmente incapaces de o big-bang (aom). En días difíciles, el espejo
distinguir quién es quién, dónde radica la refleja sólo la biología cariada de sus dientes
realidad y dónde su invertido reflejo. Familiares deciduos: la ficción como accidente galáctico sin
y fantasmas, personajes y pesadillas: a la hora de sobrevivientes o big-boeing (aborto ab ovo). Al
la cena todos convergen entre la mesa llana y el cerrar la boca, sin querer muerde el vidrio y
espejo oval. sangra. Entonces Ipatria escupe esquirlas de
Parece una película mortecina. Cada día la cuarzo y coágulos y, mientras hace gárgaras de
misma secuencia de movimientos nebulosos y su miel con epinefrina, reflexiona sobre las
parsimonia represiva: tedio mudo y escandaloso, consecuencias hemorrágicas de elegir entre uno u
agorero e ignorante. Entonces sobreviene el otro tipo de ficción.
milagro, la fulminante descarga o machetazo

65
12 Hermes Trismegisto y Allan Kardec. En la locura
La mano premonitoria de la criada separó los colectiva del penal, que pasa por una violencia
tules del mosquitero por miliunésima vez. Hurgó excitante y repulsiva de gestos que pasan, a su
dentro a ciegas, tanteando el bulto y apretándolo vez, por el cuerpo de un hombre hacinado entre
como si fuera una esponja y no un bebito de hombres. El sexo está en cada una de las
cinco meses. Le abrió la bata y sólo entonces se represivas palabras del Reglamento del Reo, y en
atrevió a contemplar aquella masa epicena en cada uno de los exultantes silencios de la
todo su retórico horror: volutas de ronchas que madrugada cubana en prisión. El sexo está en
raspaban como una lima, labios de un violento todo, pero el penado 2506 se resistía a su influjo.
violeta, ojos de vidrio tras los párpados crispados Por eso, entre otras barbaries a lo largo y
de par en par, tórax inmóvil y hundido, piel de estrecho de una década en prisión, hasta los
mármol ya a punto de congelación, penecillo guardias lo llamaban ahora El Incorruptible.
erecto en un rictus, pulso cero, y cierto rigor Entonces sobrevino el azar: un nuevo ingreso
mortis medio fétido y medio fetal. en el patio, casi un niño. Tenía dieciocho años,
En ese momento, las doce de la noche del facciones de ángel de la perdición, pelo amarillo
primer aguacero de octubre, se apagaron las luces muy corto, y un lunar en una tetilla: la del
de las casas de los oficiales y se encendieron las corazón. Fue tanto el vicio lascivo en las miradas
postas fijas del campamento. Justo cuando las que, para protegerlo al menos en un inicio, el jefe
linternas de la ronda militar se convertían en de galera ordenó ubicarlo en el camastro vecino
monstruos errantes entre la ventisca y los del Incorruptible: aquel torete mulato,
charcos, la mano de la criada se retiró a su propio recónditamente oriental, de mansa bestialidad en
rostro para santiguarse bajo unas greñas de cada uno de sus gestos nobles y exhaustos. Esa
espanto, incapaz de articular el grito coagulado misma noche, bien pasadas las doce, el 2506
en su tráquea octogenaria: alarido árido como despertó al joven ingreso con un susurro de boca
toda aliteración. Era inútil: a pesar de su desvelo, a boca:
ella había llegado tarde en aquella competencia —No temas –le dijo–: te voy a matar. No
contra Dios. Ahora la criatura dejada a su cargo duele y es por tu bien –y con una de sus manazas
en la cunita paradisiaca, por primera vez en cinco le cubrió completamente la rubia cabeza, y con la
meses de asma, descansaba ya para siempre de la otra inmovilizó los coletazos de aquel frágil
tortura sinusoide de su propia respiración. El adolescente aún no decidido del todo a vivir.
bebé no había muerto: Dios lo había liberado a En una década de internamiento, no era la
tiempo de su novela vital. primera vez que el Incorruptible lo hacía. Se
consideraba un justiciero providencial. Nadie lo
13 sospechaba, pero nadie como él sufría los
De entrepierna en entrepierna, Ipatria trata de horrores patrios que caen sobre una aparición
redactar unos consejillos prácticos para cada angélica en el infierno de la galera. Era por su
situación ficciogenital. Su faena no es fácil: sobre bien, estaba convencido: ¿por el bien de quién?
todo si se quiere evitar el lenguaje manido y la Entonces el penado 2506 volvió a tenderse
ramplonería del pensar común. En este punto bocabajo sobre el camastro y metió ambas manos
decide recuperar su diario pues ya se siente en el monte negro de su pubis proteico. Así se
estilista otra vez. La escritura está en todo, anota dormía desde pequeño, aunque él nunca había
como subtítulo antes de entrar de plano en la sido pequeño. Y, como cada noche en que su
materia genitoficcional. misericordia había tenido que intervenir, la lona
estaba ahora a punto de reventarse bajo el
14 pinchazo abstinente de su aguijón viril.
El sexo está en todo. Un hombre privado de
mujer acaba por descubrir en otro lo que echa de 15
menos: eso que, aún en sueños, le hace bullir la Ipatria le ha preguntado al hombre que lustra
sangre, amasando sus pensamientos en un sus zapatos si conocía la historia del hombre que
mazacote hincado por su aguijón viril. El sexo preguntó al hombre que lustraba sus zapatos si no
está en todo: es un recluso más de la galera. El tenía miedo de sí. El hombre, viejo y prieto como
sexo está percudido en un par de calcetines sin sus zapatos, lo miró sorprendido con un rencor
dueño. En una rata domesticada por la paciencia de enemigo infantil: en su cara la intuición de
célibe de algún interno. En las cajetillas de cierto choteo intertextual que no va con él. Tras
cigarros autografiadas con citas apócrifas de

66
un par de minutos al borde de las lágrimas o la ante la cara cuadrada y pulcra de la
agresión, el zapatero le respondió: revolucioncita mundial.
—Yo no como mie´o, ¿y utté? –y recogió sus Con su muerte por lengua propia, él
cepillos y betunes para largarse precipitadamente consiguió fugarse incluso de él. Así enmudeció
de allí, dejando a Ipatria plantado a mitad de su escritura de corre-corre, castañeteante,
lustre, convirtiéndolo de hecho en el heredero de ennegrecida y maldita, contaminada de virus,
aquel no menos viejo y prieto sillón. bacterias, resoluciones, pastillas y propaganda,
Ahora Ipatria mira desde abajo a la clientela asaltos, caries y cárceles, resentimientos,
en su trono, y le pregunta a cada cual si por espantos y pantanos, lepras y piojos incubados
casualidad conoce la historia in crescendo del con un odio fútil pero fértil, portentosos porteros
hombre que preguntó al hombre que lustraba sus y notas de suicida que envejecieron antes de que
zapatos si conocía la historia del hombre que a sus cenizas las solvatara en una playa el NaCl
preguntó al hombre que lustraba sus zapatos si no nacional. La suya fue una escrituragonía
tenía miedo de sí. hirviente y supurante que pateaba estatuas, a la
par que renunciaba a todo perdón o consuelo o
16 paraíso perdido. Lo suyo fue un furor
Él pensaba morirse en el invierno de 1987. obscenamente moral de vivir manifestándose
Desde hacía meses tenía unas fiebres terribles, como voluntad volátil y represiva representación.
alucinantes. Consultó a un médico y el Él escribía, en fin, como un santo nefando entre
diagnóstico fue SIDA. Como cada día se sentía sus fiebres terribles y alucinantes, iluminado por
peor, compró un pasaje a Miami, y decidió morir los destellos sin párpados de los ojillos de las
cerca del mar: en una de sus playas albinas, entre ratas: con esa fatua claridad ancestral, ya casi
aburguesados poetas y blanquísimas mofetas de afásico de forzar tanto los fueros de la ficción.
la política posnacional. Pero todo lo que él deseó Por supuesto, semejante testimonio inaudito
en vida, acaso por un burocratismo diabólico, se ha de ser inédito. Tal es nuestro homenaje
demoró. Incluida la muerte. póstumo para con él: la ignominia de la
Allí, a ras de mar, él otra patria esperaba: la ignorancia es su más merecido altar. Por eso le
de su locura, trágico mamotreto entre las aguas echamos tierra y marchamos grotescamente sobre
del que cuenta el terror y el terror que ha de ser el mojoncito de arena que en ninguna caleta lo
contado. El hedor de un caballo muerto para él cubre. Por eso coreamos esas aberrantes
fue siempre el mejor testimonio de la primavera: resoluciones vigentes que todavía nos atañen a
su tétrico trabalenguas como colofón de una todos. Por eso lo sepultamos insepulto bajo la
historia armada al estilo de un carnaval o timo luna loca y la estrella más brillante que sale justo
colectivo de cachiporras, medallas oxidadas, antes del alba. Hemos apisonado bien los
restos de esperma, naufragios de neumáticos cimientos de su sementerio y lo hemos dejado
sobre la espuma, leprosorios, héroes y pueblos descansar en pus. Tal vez él no pensaba resucitar
devastados, centrales de reconcentración obrera, en el invierno de 2007, pero ahora es su
épicas tradiciones de la traición y otras momento: nosotros ya somos libres, él nunca lo
superficiales-inconstantes-perezosas estafas de fue.
difusión popular, donde Dios era un estruendo de
hojalata y Cuba una obligatoria ristra de mítines 17
y un tedioso velorio triunfal. Barroco barrueco. Ipatria se queda dormido en la sala a oscuras
De manera que él no murió en el invierno de y sueña con la ficción como biografía anónima:
1987, sino tres diciembres quisquillosamente parching de fotogramas mal editados en una
exactos después, baleado y con la lengua afuera: suerte de biopics que no regala pero tampoco
la lengua manipulando el paisaje ficticio de su disimula su cicatriz, sino que deja leer los
país; la lengua ensanchándose sin tiempo, mecanismos quirúrgicos bajo el trapito estéril de
cubriendo el horizonte, supurando al cielo y toda intervención o acaso invención técnica.
señalando lombrices; su lengua deslenguada de Después de los créditos y el copyright, a Ipatria
ahorcado, colgándole de boca para afuera como siempre lo despierta la misma acomodadora
un rabioso rabo, como un pendenciero penecito mulatica, con su decimonónica cara de yosífui.
de niño solo y airado, más bien gris, hosco y
repulsivo hasta lo inoportuno, un niño que 18
proyecta el insulto de su cara redonda y sucia Hacia el oscurecer luminotécnico de un día de
noviembre de 1982, subiendo por la calle

67
Compostela en dirección al norte de la ciudad, un moquillo, con su donaire de loquito incivil, pero
travelling de cine seguía a una calesa de museo puede pegar un brinco. No colabore con el orate
tirada por dos mulas mal adiestradas para la cubano: ¡amárrenmelo bien! ¡Qué loco y qué
escena, sobre una de las cuales, según el guión, malo este capitán! En plena luna nona ponerse a
cabalgaba un extra que sobreactuaba vilmente su pelear y correr y fajarse y matar sin importarle la
rol como calesero negro en "Cecilia Valdés". gente ni dios ni nada. ¡Cójanlo, atájenmelo ahí!
El vestuario del conductor, las guarniciones Patrón de falucho de cabotaje y contrabandista en
de la calesa y sus ornamentos de oropel, carraca del golfo: ¡miren estas manos, miren esta
mostraban a las claras que era más bien pobre la cara! ¿Quién me lo amarra ahora, que voy
producción cinematográfica que movía los hilos huyuyo con mi embrague de botero y no parqueo
de aquella ficción. Como también, por supuesto, más hasta Cuba y Desamparados...?
era excepcionalmente paupérrimo el concepto Era entretenida su retórica rota, pero allí
mismo de filmación, pues de él chorreaban nadie quería oír a nadie disparatando a esa hora.
cloacas de pleitesía y solemnidad ante el gran Mucho menos a él, con su traje de lino podrido,
relato fundador de lo que los peritos llamarían calvo y sin dientes, el índice imperativo en alto, y
una "novelística nacional". regalando puchas de flor de muerto a choferes y
Tal vez lo menos ridículo hubiera sido peatones. No sería extraño que una de esas
encuadrarlo todo en un dolly-back: que desde el madrugadas aquella algarabía insomne le costara
mismo primer plano o párrafo de "Cecilia un coro de palos o la anagnórisis trapera de algún
Valdés" se vieran los rieles del travelling y los puñal. Definitivamente, en aquel barrido barrio
camiones de luces y el papeleo de las scripts y el ya estaban aburridos de cualquier vocabulario
boom metido en cámara al menor descuido y la con ínfulas de vocubalario, por más entretenido
meriendita obrera de todo el staff y la repetidera que a primera voz pareciera.
de escenas por la amnesia de los actores y la
medidera de foco con una cinta de costurera y el 23
claqueteo con tiza de cada toma y la aspaventosa En esos trenes interprovinciales de óptima
soledad general de su director (interpretado, por muerte, Ipatria ha coincidido sin saberlo con
ejemplo, por el extra negro de la calesa), y ciertos teóricos del siglo XX acerca de la ficción
entonces sí comenzaría a rodarse lo que los como un viaje: viraje del movimiento browniano
peritos podrían llamar una "peliculística que tiende a cero y al infinito. Ipatria comienza a
nacional": ese delirio entre el deleite y el delito dejar entonces frasecitas de reconciliación para
que todavía ningún cirilo cinéfilo en Cuba rodó. con su diario o "maquinita de guerra portátil":
microficción meganarrativa, gigantextografía
19 nanoscópica, alef maléfico, parto panóptico,
Ipatria no tolera los derivados de la entre otros piropos conceptuales más o menos
penicilina, pero sí la ficción que simula un apócrifos.
remake. Ipatria no hace rechazo a la noción de
una nación letrada como sucesivas capas de 24
cebolla sin corazón (mascarada en perpetuo Bajo la empinada escalera del sótano de
espionaje de xerografías, el making-of de un nuestra antigua casa de Piazza Morgana, vi el
make-up), pero sí reacciona a todo discurso que alef. O casi casi. El local era apenas más ancho
no pueda traducirse con un diccionario de que los peldaños y, de niño, siempre se me
bolsillo para turistas. Como una vez estuvo al confundía con un pozo ciego: el poro de un pelo
borde de la anafilaxis, en alergiteratura Ipatria por donde penetrar en mí mismo y recorrerme
prefiere ahora un neo-habla que a ratos sea no- por dentro. Allá abajo la única luz era un
habla: incluso así le parece clínicamente bombillo neorrealista de veinte watts, y así era
peligroso experimentar en letra propia esta teoría. imposible distinguir ninguna imagen fija entre
tanta transparencia y superposición: entonces
20 todo era muy fluido.
—Trínquenme bien a ese hombre: Fue tumbado de espaldas sobre aquellas
¡amárrenmelo ahí! Está loco: de atar, de matar. baldosas húmedas donde vi el descarnado tejido
Con su traje de lino podrido, calvo y sin dientes, de mi estómago infantil, cruzado por venas y
el índice imperativo en alto, regalando puchas de arterias, segregando sus jugos a la menor
flor de muerto a choferes y peatones: ¡no se provocación. Vi los duros tendones de mi mano
confíen! Lo ven mansito como gallo con izquierda y el blanco íntimo de la espina dorsal,

68
estallando en el arcoiris monocromático de mi su diario), sino por inercia espontánea de
cerebelo, tierno y palpitante en aquella década imitación (es otra cita de su diario). Entonces se
fabulosa y fatua. Vi tímpanos con témpanos de mira el índice derecho lleno de polvo y sus
cerumen, mi rótula rota el primer día de clases, huellas digitales le parecen un criptograma de
estuve un prolongado verano en el mastoides y di autoría criminal.
un oloroso safari por mi flora intestinal. Bebí de
vasos linfáticos en las parótidas. Esquivé el 26
escudo interno de mis pezones y me perdí en un Una película de polvo lo cubría todo,
laberinto suicida que, en definitiva, no era Roma abrasándole la garganta. Sintió sed. Una sed de
ni Londres, sino La Habana. Cogí por la vena persistencia asombrosa que le perforaba la
porta y por atajos del mesenterio abiertos a tráquea. Alrededor ya nada tenía color. Excepto
pliegues semilunares de opalescente luz. Me el calor, que era blanco: arenoso. Le picaban los
asomé a la traqueotomía que no me hicieron a ojos. Nada se distinguía de nada, excepto aquella
tiempo. Vi el revestimiento externo de mis nube fósil de polvo que lo asfixiaba.
dientes deciduos, de esmalte pálido y seda. Vi —Diosito Jesús –susurró para nadie en un
aftas sin cura en la mucosa palatina, rafagazo de ira–, los días de polvo se
incrustaciones pétreas en mi lengua de anciano, y adelantaron.
los cartílagos asexuados de mis cuerdas vocales Y así le era imposible orientarse. Nunca
de adolescente. Vi glándulas rebosantes de llegaría a ninguna parte. A la vuelta de una o dos
gelatina genital, puré de nieve en la punta temporadas, con suerte alguien encontraría allí su
invaginada del glande, y un tumor necrosado en cadáver: huesos mudos y polvorosos. Sintió
la carne senilmente infante de mi corazón. Vi a pánico. La sed arreció. Hubiera gritado pidiendo
mis propios ganglios replicar el cromosoma auxilio aunque fuera sólo para entretenerse, pero
mortífero de un retrovirus de siglas aún por las palabras se le pulverizaban a la mitad. La
clasificar. Vi un paro respiratorio y los aullidos desecación le cincelaba ahora la lengua y le ardía
tragicómicos de mi hemoglobina cuando no pudo hasta la memoria.
quelar más oxígeno en sus átomos de hierro, —Jesús Diosito –se atragantó–: un año tan
carbono y acero. Me vi morir por dentro y la duro como el anterior.
certeza de mi deceso biológico me liberó. Y rezó en silencio para lograr, si no en paz,
Conseguí lo que todo sistema político siempre ha por lo menos descansar en polvo.
soñado en vano: ser libre completamente de mí,
sin culpas ni temores ni fronteras ni límites a la 27
hora de recorrer nuestra terrible y vergonzosa Ipatria fuma un cigarrillo sin filtro y se siente
soledad interior. Ver a priori la causa etiológica en rapto. Cree descubrir en las volutas de
de mi fallecimiento borró eones de búsqueda y nicotina y CO2 una cortina de humo no tan
burla sin encontrar. La muerte me restauró por carcinógena como un perito podría pensar. Al
fin a ese estado de fe prefetal que todo espíritu contrario, Ipatria fabula con fe que esa amorfa
intuye. No me quise marchar nunca de allí, pero atmósfera sería respirable lo suficiente como para
mi familia cayó en desgracia con el Estado y que en ella hasta un perito pudiera pensar. A
rematamos todas nuestras propiedades al peor Ipatria todo esto le parece un storyboard
postor o impostor. excelente para no podría definir todavía qué.
Así perdí no sólo la empinada escalera del
sótano de nuestra antigua casa de Piazza 28
Morgana, sino que perdí de súbito al alef. O casi Diego habla con flores en la cabeza, como el
casi. Porque todavía lo veo: en sueños, aquella niño aquel que todavía parece: rey ridículo en su
sucesión caótica de palabras ordenadas aún jardín ñoño de tan cultural. David lo mira con
resuena tan visceral en mí como medio siglo o tal admiración ignorante de que Diego lo mira como
vez medio milenio atrás. Y yo sé que ese eco de una promesa de pugilato viril. Diego es lúcido y
morgue ha sido, es y será mi más auténtica voz. mayor. David es joven y bruto: sonríe como los
ángeles, pero no sabe escribir. Diego es un
25 trabalenguas no tan común como ya obsoleto.
Ipatria alega que no sabe leer. Pasa su índice David es el alias guerrillero de todo mártir
derecho sobre un mural y, en plena posesión de suburbano del clandestinaje en acción. Diego
sus facultades lectivas, se declara analfabeto: ansía un último combate antes de retirarse con
alega nunca haber leído leyendo (es una cita de sus memorias anales a una suerte de paz senil.

69
David quedará solo, habitando una década doble segundo es que Mercader, su madre, Eitingon, la
y decadente. Diego siempre lo estuvo, aunque mulata Caridad, y un equipo de cinco guerrilleros
hubiera sido el novio perfecto para David. Pero suburbanos, planearon asaltar la vivienda de
ninguno de los dos toca al otro. No hay corazón Trotski una semana antes del acting. Pero, para
para tanto. El abrazo de utilería que se dan es evitar excepciones morfológicas de mala suerte
sólo un aceptable montaje de posproducción, casi (¡era martes 13!), este plot colectivo se desechó y
un efecto especial. Las flores de Diego se eligieron una táctica más personal. Lo tercero es
marchitarán sin trauma ni dramaturgia en su que, contrariamente a lo narrado en mil y un
cabeza lúcida y mayor. David jovialmente ha de mamotretos de historia, Mercader nunca cerró los
embrutecer mucho más. Los dos sobreviven ojos para propinarle a Trotski su picacho en la
apolíticamente a ras de los años dos mil, nuca: sencillamente falló porque estaba nervioso,
inconclusos para sentencia los dos. El diálogo dado que en la escena del crimen jugaba el perro
entre consonantes D desembocó en definitiva en de Trotski (este golpe en falso fue el gran fiasco
un decepcionante desastre, pero es sólo por este de la revolución proletaria mundial, ya que
detalle que el argumento se salva de ser tan fofa Trotski, y no su perro, aulló entre torbellinos
ficción. tarantinescos de sangre, dejando así en visceral
evidencia la naturaleza dolorosamente humana
29 incluso de un traidor). Lo cuarto es que Trotski
Ipatria teclea titulares para un supuesto habló antes de expirar: no culpó a nadie, pero sí
periódico oficial de millonaria tirada. Le gusta se lamentó de haber recibido su sentencia de
ese ejercicio de masividad ficcional. A veces deja muerte mientras leía un artículo de arenga
caer las manos sobre el teclado y entonces archipanfletaria, redactado en español por el
tamborilea sólo caracteres al azar: jklnhasd propio Ramón Mercader, quien se lo llevó a
yga1424sas, por ejemplo. O: oiouwer125 Trotski para que este se lo editara. Lo quinto es
jknsdbcsc tt!!!, también por ejemplo. E incluso: q que Mercader cayó en un rapto parecido al
werty06498 uiop dyqw¢£¥ §®rl6988269.bij- pánico de ser interrogado por algún órgano de
consTatering jhcawj mdf=>a sjos643d5438*( seguridad y, aún portando una Browning cargada
nhiuw ‡‰Šil.7948625,aanGiftegedaan iffff con 15 tiros y una daga de marca Marat, no atinó
/iuhasod lu wef_^0309^_wiw^_1210_^du wj- a rematar a su víctima sobre el buró: los escoltas
er71+84qjdkln aiuh vernieliNgenwordt `k, que de Trotski enseguida se aparecieron en el local
ya le parece casi una aberración. Por si acaso, (fumaban tabaco mientras leían un periódico
Ipatria siempre se toma el cuidado de conservar cubano en la habitación contigua) y noquearon
estos resultados "ad random": puzzle que en cada burocráticamente al espía que no ofreció
juego de manos caídas nunca resulta igual. Así resistencia (en el juicio, este detalle salvó al
viaja por impredecibles idiomas y refresca un victimario de la pena capital). Lo sexto es que el
poco el hobby que ya de por sí practica para perro de Trotski lamió gentilmente el rostro en
refrescar: teclear titulares para un supuesto coma de Ramón Mercader, aunque ningún
periódico oficial de millonaria tirada como historiador ha recogido el nombre del can.
ejercicio de masiva ficcionalidad. Tras tres tristes décadas de prisión, exilio y
olvido, almorzando desdentadamente en una
30 bandejilla de la Unión de Escritores de la CCCP,
En 1969, el agente secreto Pável A. el entrevistado dejó de chamuscar y por primera
Sudoplátov se entrevistó con uno de los vez miró de frente a su entrevistador.
narradores de la muerte de Trotski: su —¿Quiere que le confiese lo peor? –cuenta el
protagonista Ramón Mercader, con quien se agente secreto Pável A. Sudoplátov que en 1969
reunió en la Unión de Escritores de la CCCP. le contó Ramón Mercader–: tampoco ningún
Allí, mientras deglutían carnes más o menos editor se ha interesado nunca en publicar mi
estofadas en vodka, puntualizaron los detalles artículo ajusticiador.
más o menos ficticios que deberían considerarse,
si es que aquel luctuoso martes 20 de agosto de 31
1940 se iba por fin a narrar. Ipatria asiste a una terapia de grupo donde se
Lo primero es que Mercader, amante de los reflexiona sobre las consecuencias catastróficas
perros y miembro mediocre del espionaje anti- de leer en el siglo XXI con demasiada tensión. Y
trotskista en Latinoamérica, no contaba con ser él atención. Por supuesto, enseguida se aburre de
mismo el motor actancial de la justicia obrera. Lo las monsergas kármasociológicas que les predica

70
un perito en siglo XXI. Sin suficiente revolucioncita mundial, entre calcetines de marca
distanciamiento y mala intención, fue uno de los y lienzos dedicados por un genio alcóholico que
escasos apuntes que Ipatria no borró de su diario mea al público en su galería, entre boletines y
tras aquellas sesiones en un museo municipal, la volantes, entre cuartillas en blanco y demás
lectura es hoy un experiencia límite que pone en trozos de cal caídos de la techumbre
la picota pública la cordura y la nuca de infranacional, entre machetazos y accidentes
cualquier lector. suicidas, entre asilos y exilios, entre las bestias y
el bodrio, entre el sabor del helado y el de mis
32 propias vísceras, entre familiares y enfermos y
Estoy hecho de versiones contradictorias de demás parónimos parapléjicos: igual yo sólo
mi entidad, de las grandes saguas donde me crié esperaba una hora sin hora para intuir justo eso
a golpe de talismán y portento como un nudo en que no supe jamás.
la madera, de labradores y ruiseñores criollos de Como un quíquiri de pelea fantasma, nunca
importación, de cartas a la carta sin remitente ni ningún espejo cubano me reflejó: en la finca de
destinatario, de lomos deflecados de diccionarios, los grandes cuadrúpedos testiculares, sólo
de filos de compendios teologales, y de una lamento no haber pinchado aún con más saña la
paciencia matemática para encuadrar sin espuelita envenenada de nuestra insultante
sufrimiento excesivo mi aire de cariada insulsez insular.
curiosidad. Soy lengua del alba, carne
hambrienta y sangre de quimera: laberinto de mí 33
mismo cuya salida nunca busqué. Ipatria ha arrancado páginas de su diario
He tecleado sin vicio pero también sin donde estigmatizaba a la ficción en tanto ciclo
convicción, con pensamientos constantes en cerrado, circo cínico, y cero clínico imposible de
torno a puntos inconstantes de lo real. Mi ficción empeorar o curar: la ficción como confetti y no
no conlleva placer ni oficio. He alentado ecos como confesión, como zigzagagueantes eses y no
interiores en tanto radista del soliloquio. Mi obra como esencia, como traspiés a todo lo
salió culpable, lúcida, pesada, pensada, tonta, trascendental, como fun antes que
inocente, indecente: bestia que regresa a destruir fundamentalismo, como patogenia del pathos
la ciudad letrada con sus ansiedades y locuras, (talar el telos y epatar sólo al epos), como plagio
sus rabias y fobias inexplicables, mientras el o pliego palimpcestuoso sobre la plaga previa de
desgano se la traga por las cuatro esquinas como otra ficción.
a una borrosa barra de pan pútreo, pétreo, patrio. También Ipatria ha anexado páginas a su
Escribí para dejar de lado un mundo idiota y diario donde ensalza a la ficción en tanto ciclo
encerrarme en un búnker con periscopio a cerrado, circo cínico, y cero clínico imposible de
inventariar la verdad: a inventarla. Aunque el empeorar o curar: la ficción como confetti y no
resultado sea un angurrioma de novelines como confesión, como zigzagagueantes eses y no
neblinosos y cuentería cubiche sin conclusión, como esencia, como traspiés a todo lo
todo ya en fase terminal. trascendental, como fun antes que
He sobrevivido a un tedio puntual. También a fundamentalismo, como patogenia del pathos
fósiles con horribles caras de codicia, ojos de (talar el telos y epatar sólo al epos), como plagio
águila y garras de león, sentados siempre en o pliego palimpcestuoso sobre la plaga previa de
oficinas ministeriales, despachos abogadiles, otra ficción.
laboratorios perversos, bancos del congreso, De manera que ahora Ipatria piensa que ya
aulas disciplinarias, tribunas como tribunales y sabe leer. Por eso se cubre la cabeza bajo un
púlpitos púrpuras. En definitiva, he sobrevivido a almohadón de plumas y calla. Piensa que
esta ciudad única y numerosa, múltiple e deberían darle el Premio Nacional por tan
indivisible, colonial y profuturista: Hanada elocuente silencio. Algo que, por supuesto,
nuestra que estás entre el cieno y la finisterra, Ipatria no aceptaría. O en última instancia no iría
entre lujos y habitaciones miserables, entre a recoger. O después lo devolvería en protesta
fotutos de cacharros y quejidos de señoritas que por... Y así hasta el infinito. Hasta que en algún
esperaban casarse con frenesí, entre conatos de punto de sus matutinias mentales, Ipatria repasa
incendios y héroes mitad mentirosos y mitad en off su monólogo portátil de la literatura
mártires, entre golpes de estado y murmuraciones mundial:
de gremio y esparadrapos de la amistad, entre —Hemingway escribía de pie: de ahí su
lechos revueltos y trenes quinqueniales de la economía de estilo. Proust escribía acostado y de

71
ahí su pose lenta, memoriosa, prolija. Nietzsche saca la cabeza del almohadón de plumas y
se exasperaba paseando y escribía como si le carraspea. Ahora piensa en que no saber leer
mordiera el cuello a un caballo. De Martí es hubiera sido lo mínimo para no hacer el ridículo
mejor ni hablar. La mayor parte de los escritores a propósito del canon local: para intuir qué evitar
escriben ahora sentados: de ahí su magnífica y qué acatar con tal de que no retoñe ese rastrojo
mediocridad. En ficción, como en todo lo fáctico, estético que los peritos llaman una "literatura
hay que adoptar posiciones radicales: quod mayor".
scripsi is crisis, quod scripsi is crisis, quod scripsi —Narres lo que narres te arrepentirás –Ipatria
is crisis... garrapatea entonces en su diario, como un Séneca
Y así hasta el infinito. Hasta que en algún sanaco a quien se le escapa con cada apunte la
otro punto de sus matutinias mentales, Ipatria raicilla secreta de una u otra ficción.

72
TÁBULA HIPERIÓDICA DE LOS ELEMENTOS
1
Otra vez mi padre y su empeño loco de arreglar las palabras de manera que sirvan al menos para narrar. 2
H He
Habana
Héroes
3 4
5 6 7 8 9 10
Li Be
Literatura Béisbol B C N O F Ne
Biotec- Cuba Nación Oposición Fidelidad Nueva
11 12
nología Era
Na Mg 13 14 15 16 17 18
Nada Música
Guajira Al Si P S Cl Ar
19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 Alba Sistema Política Suicidio Claudi- Arte
cación
K Ca Sc Ti V Cr Mn Fe Co Ni Cu Zn 31 32 33 34 35 36
Familia en el
Venceremos Comunidad
Kafka Cuban-
American
Socio-
culturales
Tierra Crisis M.N. Extranjero Nihilismo Cultura Zanjón Ga Ge As Se Br Kr
Gusanos Guerra Antisocial Seguridad Bolívar Contrarre-
37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 del Estado volución
49 50 51 52 53 54
Rb Sr Y Zr Nb Mo Tc Ru Rh Pd Ag Cd
Rebelión Seudo- Isla Zafra Biblioteca Mesa
Tecnocracia
Rusia Recursos Poder Agricultura Cadáver In Sn Sb Te I Xe
Humanos Intransi- Subversión Síndrome Terror Imperia- Xenofobia
república Nacional redonda de Bartleby
55 56 72 73 74 75 76 77 78 79 80 gencia lismo
57*
81 82 83 84 85 86
Cs Ba La Hf Ta W Re Os Ir Pt Au Hg
Consigna Baraguá Homofobia Tribuna Washington Relaciones Orígenes Irrealidad
Período de Autoridad Hegemonía
Tl Pb Bi Po At Rn
Legalidad Exteriores Transición
Abierta Tolerancia Plebiscito Batalla Policía América Renta
87 88 104 105 106 107 108 109 de Ideas Latina
89**
Fr Ra Ac Rf Db Sg Bh Hs Mt
Libertad Resis- Rastafari Debris Sangre Bomba de Historia Meteo-
Acción
tencia Hidrógeno rología

58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71

* Ce Pr Nd Pm Sm Eu Gd Tb Dy Ho Er Tm Yb Lu
Consejo Propaganda Navidades Patria o Socialismo Diáspora Holocausto
Estados Dios Tribunal Europa Totalita- Yerba Lucha
de Estado Muerte o Muerte
Unidos rismo urbana
90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 94 101 102 103
**
Tk Pa U Np Pu Am Cm Bk Cf Es Fm Md No Lr
Parlamento Nepotismo Prostitución Atención Medicina
Tokio Utopía Comercio Bloqueo Confla- Estudio Fin de Neolibe- Lucha
Médica
gración milenio ralismo rurual
ÍNDICE

Decálogo del año cero / 2


Todas las noches la noche / 4
Necesidad de una guerra civil / 10
Lugar llamado Lilí / 12
Isla a mediodía / 19
Imitación de Ipatria / 21
Campos de girasoles para siempre / 24
Les choristes / 30
Ipatria, Alamar, un cóndor, la noche y yo / 31
Tokionoma / 38
Entre una Browning y la piedra lunar / 39
Cuban American Beauty / 44
Tao-Hoang-She-Kiang-Té / 53
Boring Home / 54
Wunderkammer / 63
Historia portátil de la literatura cubana / 64
Tábula hiperiódica de los elementos / 73

1
Boring Home.
Orlando Luis Pardo Lazo.
Ediciones Lawtonomar, 2009.

Você também pode gostar