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A LOS DESAPARECIDOS

¡Presente! ¡Presente! ¡Presente!. Escribo con la sangre, de los


nombres de los desaparecidos, la historia que escribieron las bestias;
las que hundieron en el murte estercolero, a la sima de los sueños de
los corazones; amedrentados, por el fuego de la tierra y los aullidos de
la muerte. Hipotecamos nuestra pobreza, para comprar pájaros de
acero, para bombardear socavones. Nunca sabremos, a partir de que
momento, estaremos gozando de la paz; así como nunca supimos, en
que momento nos involucramos, en una guerra ciega. El miedo aún
esconde a la tristeza, entre los laberintos de nuestras médulas.
Nuestras gargantas, callan todas las palabras, con sabor a azufre. Las
almas de los críos, nacen muertas e hipotecadas sus manos. Sé que
nunca hablaremos, el mismo idioma; Wall Street siempre será, una
babel de intereses turbios. Las balas, borraron los versos más
hermosos, que escribió la imaginación de la tinta. Los vientos que
soplaban desde la esperanza, se esfumaron como las arenas, de unas
playas lejanas. Nadie se inmuta, por calentar a los pubis, que se
petrifican; a los clítoris, que añoran una lección amorosa; a los
corazones, que desesperados encienden sirenas y luces rojas. Solo el
amor, silba estribillos románticos y nostálgicos; como las cartas, que
escribíamos en las trincheras. Mis manos se enfriaron, con el fuego de
la artillería. El tío Sam, solo nos envió cajas con balas y nos vendió
chatarra, con nombre de helicópteros…como los tercer mundistas
somos tan inteligentes, compramos a muy buen precio, 25 millones de
dólares en repuestos, que no servían; y pusieron en tierra, la flota para
el apoyo aéreo; la guerrilla se tomó pueblos y carreteras…y se
protegió la bonanza cocalera…aquí todo se sabe, pero nadie
investiga…

Nos envenenaron la tierra con glifosfato y nadie habla, ni menciona:


las hectáreas que desnudamos de bosque; las selvas que
desfloramos, al violar sin la más mínima piedad, la piel de la
naturaleza. No entiendo como pretendemos parar una guerra, a base
de tiros; ahora que todo lo hemos reducido a cenizas, le abrimos las
puertas a la inversión extranjera, para que ellos reconstruyan.

El sonido de un saxo se hunde, como polvo en mi garganta. La historia


de los apatridas, se declara inexpugnable por ley o por un pacto de
honor entre rufianes, para que no se perturbe su sosiego. Mis
pulmones se hunden como esponjas, entre un mar de desencantos,
¡en un océano de tristezas!. Aquí la industria produce: riqueza y
muerte. Hasta la guerra tiene que reclutar a la fuerza, a sus soldados;
para enfrentarlos como gallos de pelea, a sus hermanos; si te rehúsas,
a pelear por la bandera (no por la tuya, ¡imbécil! ¡Por la de ellos!), te
tildan de maricón, de desertor y de cobarde; a las madres les ofrecen
una bandera, una condecoración y una insignificante remuneración, a
cambio de las vidas de sus hijos, cuando caen como héroes; siempre
será un pésimo negocio para ellas, pero ellos tenían que morir, por su
patria (no por la patria de ellos ¡imbécil! ¡Por los intereses de los
titiriteros!

Ya no muge el ganado, ni balan las ovejas, ni relinchan los caballos en


los potreros o caballerizas…escasamente ladran unos famélicos
canes, que deambulan indagando por sus dueños o mendigan un
mendrugo, para saciar la hambruna…a las casas se las devora la
tristeza y los caminos que se abrieron hacia el progreso, son un solo
barrizal…

Ya no llueve, sino llora el cielo sobre nosotros; hasta a los cuervos de


tanto comer carroña murte, se les olvidó volar; muchos confundimos a
algunos curas, con los carroñeros más gordos; otros se camuflaron de
civil, para desmanchar su vergüenza. Se están muriendo nuestros
sueños y muere de hambre, la tierra fértil. Nuestros hijos, los
encomendamos, a la virgencita el Agarradero; ya que las otras, no nos
hicieron, ni un milagrito. Ya no decimos somos, sino éramos. La ciudad
nos devora. El destino nos mastica o nos engulle. Las fábricas nos
tragan; solo algunas vaginas misericordiosas, nos permiten
zamparnos entro de ellas, para escondernos del miedo. Cada vez que
decimos: éramos, me parece escuchar que ha desaparecido uno más
y siento un escalofrío, que me recorre todo el espinazo. Mañana
pronunciarán mi nombre y se escuchará un silencio profundo…luego
se recitaran algunos de mis versos válidos y beberán vino en mi
memoria… ¡Presente! ¡Presente! ¡Presente!
Héctor “El Perro Vagabundo” Cediel
hectorcediel@gmail.com hcediel1@hotmail.com
2008-02-19

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