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El parc Central de Poble Nou

Ya hace unos meses publicó El País una interesante reflexión de Josep Maria Montaner
sobre lo improcedente e incluso lo perverso del diseño del Parc Central del Poble Nou.
Desde mi humilde punto de vista, poco que añadir tras la correspondiente
inauguración: a la opción básicamente errónea de triturar el espacio con el paso de
las calles y de encerrar los fragmentos así obtenidos entre muros de hormigón (Signo
de los tiempos, uno tiene que defenderse aunque no se sepa muy bien de qué...) ,
cabe añadir la ramplonería y la vulgaridad de la propuesta interior, por no hablar del
mobiliario "diseñado" ex profeso, que resulta hortera y pretencioso, insuficiente y
disfuncional, o la solución de cubrición de la instalación municipal del extremo del
parque, de una torpeza sobrecogedora. Recubrir los muros con buganvillas podria
resultar conmovedoramente ingenuo si no fuera tan cínico...
El parque no es sólo un despropósito desde el punto de vista urbanístico, sino que
paisajísticamente resulta una negación de la ciudad en la que se inserta,
desaprovechando las posibilidades de relacionar visualmente los nuevos edificios del
lado sur de la Diagonal con sus vecinos de la parte construida en el lado Norte: la
Diagonal no es una autovía, sino una calle de la ciudad, y dar la espalda al transeunte
en nada beneficia al supuesto parque ni al propio espacio publico en el que se inserta.
Encerrando así el espacio entre muros de hormigón de tres metros, se consigue la
apariencia de las afueras de cualquier pueblo de comarcas: un solar vallado en el
que se hayan instalado las atracciones para la fiesta Mayor: "el pou dels somnis", "el
centre de la terra" y otras , eso sí, todas muy sostenibles y políticamente correctas (y de
un cursi que tira de espaldas). El modelo, efectivamente, es el de un parque temático
de la sostenibilidad: Una especie de Port Aventura a una escala, digamos, "de barrio".
Un prodigio de sostenibilidad que necesita 10 Toneladas de acero para sostener una
maceta.
Resulta, en definitiva, un proyecto negligente en su desinterés por la topografía, en la
falta de consideración por la trama urbana en la que se inserta o por el equipamiento
que acoge. Pero que contará con la indiferencia, cuando no la aprobación de una
ciudadanía que limita su capacidad crítica en cuanto a espacio público a la
preocupación por que se caiga la Sagrada Familia, y a las consignas que los
respectivos partidos políticos consideren más rentables en cada momento. Tampoco
la profesión (con la honrosa excepción mencionada al principio) está por levantar la
voz y, válgame Dios, indisponerse con algún posible futuro valedor...
Uno tiene la sospecha de que desde el Ayuntamiento se trata de hacer algo
"novedoso" e "impactante", amén de "sostenible" y "de firma", y realmente no hace
falta. Una ciudad no es un vestido, el urbanismo no es diseño de moda y las calles no
son pasarelas. Hay ejemplos sobresalientes, algunos recientes y otros no tanto, de
espacios urbanos contemporáneos de una dimensión y condiciones parecidas, sin salir
de la propia ciudad, la totalidad de ellos impulsados y celebrados por el propio
Ayuntamiento. Y no hace falta ir muy lejos, ni estar a la última: Las intervenciones en el
parc de l'Estació del Nord, el parc de la Pegaso o el propìo parc de l'Escorxador, en
tres interpretaciones diferentes de lo que puede ser el verde urbano, han jugado con
sus errores y aciertos un papel relevante en la mejora de los barrios en los que se han
insertado. En cambio, resulta complicado averiguar en qué mejorará este parque la
trama urbana del sector de Diagonal-Poblenou, y mejor no hacerse preguntas sobre la
relación coste- beneficio...
Y no es una cuestión de puritanismo o de urbanismo "naturalista" en el que deba
proscribirse cualquier artefacto arquitectónico, o reducirse al mínimo la relación entre
medios y fines: en esta ciudad hay una larga y fértil tradición de arquitectos, desde
Gaudí hasta Miralles (por no hablar de los vivos), vigorosos, audaces y un punto
excesivos, que con sus artefactos han sabido crear oasis urbanos sin llenarse la boca
con cursilerías. Pero los artefactos de Nouvel son otra cosa: son la cortina de humo tras
la que se esconde la ramplonería de su concepción urbana y la falta de comprensión
del tejido en el que opera, de la que dejó muestras más que evidentes en la torre
Agbar.
Resulta asombroso que en una ciudad que fue hace veinte años un auténtico
laboratorio de diseño urbano se hayan olvidado un par de lecciones:
Una, que es la lección del tambor de las Glorias, es que en una ciudad densa como
Barcelona, la riqueza y la complejidad de la visual del peatón es un valor al que no se
debe renunciar alegremente.
Y dos, que en materia de espacio público, pocas frivolidades, lectura atenta del
contexto y buenos (que no necesariamente famosos) profesionales bien sincronizados
con los servicios técnicos municipales. Haberlos, desde luego, haylos y en el
Ayuntamiento los conocen perfectamente.
Y lo demás son, como diría el maestro Plà, "collonades".

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