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Prólogo
Ninguna cosa es más propia a Dios que el amor, ni al amor hay cosa más
natural que volver al que ama en las condiciones e ingenio del que es amado.
De lo uno y de lo otro tenemos clara experiencia. Cierto es que Dios ama, y
cada uno que no esté muy ciego lo puede conocer en sí por los señalados
beneficios que de su mano continuamente recibe: el ser, la vida, el gobierno
della y el amparo de su favor, que en ningún tiempo ni lugar nos desampara.
Que Dios se precie más de esto que de otra cosa, y que le sea propio el amor
entre todas sus virtudes, vese en sus obras, que todas se ordenan a solo este
fin, que es hacer repartimiento y poner en posesión de sus grandes bienes a las
criaturas, haciendo que su semejanza de Él resplandezca en todas, y
midiéndose a sí a la medida de cada una de ellas para ser gozado de ellas: que,
como dijimos, es obra propia y natural del amor.
Lo que yo hago en esto son dos cosas: la una es volver en nuestra lengua
palabra por palabra el texto de este libro; en la segunda, declaro con brevedad
no cada palabra por sí, sino los pasos donde se ofrece alguna oscuridad en la
letra, a fin que quede claro su sentido así en la corteza y sobrehaz, poniendo al
principio el capítulo todo entero, y después de él su declaración.
Cantar de cantares
Propiedad es de la lengua hebrea doblar así una misma palabra, cuando
quiere encarecer alguna cosa o en bien o en mal. Así que decir Cantar de
Cantares es lo mismo que solemos decir en castellano cantar entre cantares, es
hombre entre hombres, esto es, señalado y eminente entre todos, y más
excelente que otros muchos. Entendemos de esto, que mostró la riqueza de su
amor y regalos el Espíritu Santo más en este Cantar que en otro alguno.
Capítulo primero
1. (ESPOSA:) Béseme de besos de su boca; que buenos [son] tus amores
más que el vino.
4. Morena yo, pero amable, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar,
como las cortinas de Salomón.
5. No me miréis que soy algo morena, que mirome el sol; los hijos de mi
madre porfiaron y forcejaron contra mí; pusiéronme [por] guarda de viñas. La
mi viña no guardé.
14. (ESPOSO:) ¡Ay, cuán hermosa, amiga mía, cuán hermosa! Tus ojos de
paloma.
Declaración
Ya dije que todo este libro es una égloga pastoril, en que dos enamorados,
Esposo y Esposa, a manera de pastores se hablan y se responden a veces. Pues
entenderemos que en este primer capítulo comienza a hablar la Esposa, que
habemos de fingir que tenía a su amado ausente, y estaba de ello tan penada,
que la congoja y deseo la traía muchas veces a desfallecer y desmayarse.
Como parece claro por aquello que después, en el proceso de su razonamiento,
dice, cuando ruega a sus compañeras que avisen al Esposo, de la enfermedad
y desmayo en que está por sus amores, y por el ardiente deseo que de velle
tiene. Que es efecto naturalísimo del amor, y nace de lo que se suele decir
comúnmente, que el ánima del amante vive más en aquel a quien ama que en
sí mismo. Por donde, cuanto el amado más se aparta y ausenta, ella, que vive
en él por continuo pensamiento y afición, y le va siguiendo, tanto menos
comunica con su cuerpo, y, olvidándose de él, le deja desfallecer y desampara
y forceja por desatársele totalmente si le fuese posible; y no puede tan poco
que, ya que no rompa las ataduras, no las enflaquezca sensiblemente; de lo
cual dan muestra la amarillez del rostro, y la flaqueza del cuerpo, y desmayos
del corazón, que proceden de este enajenamiento del alma. Que es también
todo el fundamento de aquellas quejas de que siempre usan los aficionados, y
los poetas las encarecen y suben hasta el cielo, cuando llaman a lo que aman
«alma suya», y publican haberles sido robado el corazón, tiranizada su
libertad, puestas a saco-mano sus entrañas. Que no es encarecimiento o
manera de bien decir, sino verdad que pasa así, por la manera que tengo dicha;
y así la propia medicina de esta afición, y lo que más en ella se pretende y
desea es cobrar cada uno que ama su alma, que siente serle robada; la cual,
porque parece tener su asiento en el aliento que se coge por la boca, de aquí es
el desear tanto y deleitarse los que se aman en juntar las bocas y mezclar los
alientos, como guiados por esta imaginación y deseo de restituirse en lo que
les falta de su corazón, o acabar de entregarlo del todo.
Que buenos son tus amores más que el vino. Viene esto bien a propósito
de su desmayo, cuyo remedio suele ser el vino. Como si imaginásemos que
sus compañeras se lo ofrecían, y ella lo desecha y responde: «El verdadero y
mejor vino para mi remedio, sería ver a mi Esposo». Así que, conforme a lo
que se trata, la comparación hecha del vino al amor es buena; demás de que en
cualquier otro caso es gentil y propia comparación, por los muchos efectos en
que el uno y el otro se conforman. Natural es al vino, como se dice en
los Salmos y en los Proverbios, el alegrar el corazón, el desterrar de él todo
cuidado penoso, y el henchille de ricas y grandes esperanzas; hace osados,
seguros, lozanos, descuidados de mirar en muchos puntos y respetos a
aquellos a quien manda; que todas ellas son también propiedades del amor,
como se ve por la experiencia de cada día, y se podría probar con muchos
ejemplos y dichos de hombres sabios, si para ello nos diera lugar la brevedad
que tenemos prometida.
Conviene a saber, volveré en mí y sanaré, que está falta o queda corta esta
sentencia, como dicha de persona apasionada, enferma y que le falta el
aliento.
Ungüentos buenos llama lo que en nuestra lengua decimos «aguas de olor
o confecciones olorosas», que todo viene bien en el desmayo que hemos
dicho, para cuyo remedio se suele usar de cosas semejantes. Así que todo es
demostración y encarecimiento de lo mucho que ama y puede con ella su
Esposo, porque es como si dijese: «Si yo viese a quien amo, con la fragancia
de sus olores tornaría en mí». Declara cuán grande sea ésta, y por eso añade:
Por tanto las doncellicas te aman, las cuales propiamente se pierden por
todo lo que es hermoso, oloroso y gentil.
Puédese entender esto como cosa que está junta con la razón ya dicha, de
arte que de todo ello resulte esta sentencia de la Esposa al Esposo: «Ven, y
llévame en pos de ti con el olor de tus olores, que es tan grande que aficiona a
todos, que seguirte he corriendo». O decir que es razón por sí distinta de todo
lo arriba dicho; en la cual explica con nuevo encarecimiento el deseo que tiene
de verse con su Esposo; pues estando enferma y sin fuerzas, dice que le
seguirá corriendo si la quisiese llevar consigo.
Metiome el rey en sus retretes. ¡Cuán natural es esto del amor, imaginar
que pasa ya lo que se desea, y tratar como de cosa hecha de lo que pide la
afición! Porque dijo que si el Esposo la llamase, así se iría corriendo en pos de
él, ya imagina que la lleva y la mete en su casa, donde le hace grandes regalos.
Y así dicemetiome, que según el uso de la lengua hebrea, aunque muestra
tiempo pasado, se pone por lo que está por venir, para mostrar la certidumbre
y firme esperanza que se tiene de que será. Así que meterme ha el rey.
Olvidose de la persona de pastora en que hablaba, y así llámale por su
nombre, que siempre el amor trae consigo estos descuidos; o por ventura, es
propiedad de aquella lengua, como lo es de la nuestra, todo lo que se ama con
extremado y tierno amor llamarlo así: mi Rey, mi Bien, y semejantemente.
En sus retretes, esto es, en todos sus secretos, dándome parte de todas sus
cosas, que es prenda certísima del amor. Declárase esto en lo que se sigue:
Membrársenos han tus amores, más que el vino: las dulzuras te aman.
Muestra por el efecto el exceso de los regalos y placeres que ha de recibir en
el retrete de su Esposo, porque dice le quedarán impresas en la memoria más
que ningún otro placer ni contento. En este lugar hay diferencia entre los que
escriben, así en la traslación como en la declaración de él. Y nace todo el
pleito de la palabra hebrea semanéja, que yo trasladé dulzuras, lo cual
propiamente suena derechezas; y aunque suena así, dicen algunos hombres
doctos en aquella lengua, que cuando está junta con esta palabra yáin que
significa «el vino», le da título de bueno y preciado, como si dijésemos tal que
justamente y con derecho se bebe. Y tienen algunos lugares de la Escritura que
ayudan a este parecer, y de aquí son diferentes los pareceres. San Jerónimo
sigue el sonido de la voz, y así traslada: las derechezas o los derechos, esto es,
los justos y buenos, te aman. Siguiendo esta letra quiere decir: «acordareme
de tus amores, esto es, el que tú me tienes y yo te tengo, de tu trato y
conversación blanda, regalada, amorosa, más que de ningún otro placer o
alegría»; que todas ellas se entienden por el vino, por el alegría y placer
grande que pone en los corazones de los que usan de él. Y da luego la razón
que tiene de preciar en tanto los amores de su Esposo y de acordarse de ellos
diciendo: «Las dulzuras o derechezas te aman, que es decir, todo lo que es
bueno, dulce y apacible te cerca y te abraza; estás cercado de dulzuras y eres
acabado y perfecto en todas tus cosas». La traslación de otros dice
así: membrársenos han tus amores más que al vino. Más que
al [vino] preciado te aman [las doncellicas]. De arte que, según esto, en
diciendo membrarsenos han tus amores, se hace punto, y lo que se sigue todo
es mostrar la Esposa que no es ella sola de este parecer, en querer y preciar
tanto a su Esposo, pues que aficiona a todas las doncellas generalmente.
Pues quede de aquí que esta razón, por cualquier manera que se entienda,
va llena de ingenio y de gentileza y de una afición blandísima.
Bien se entiende del salmo 44, adonde a la letra se celebran las bodas de
Salomón con la hija del rey Faraón, que es, como he dicho, la que habla aquí
en persona de pastora, y en figura de la Iglesia, que era no tan hermosa en el
parecer de fuera, cuanto en lo que encubría de dentro: porque allí se dice: «La
hermosura de la hija del rey está en lo escondido». Pues responde agora a lo
que le pudieran oponer los que la veían tan confiada del amor que le tenía su
Esposo, siendo al parecer morena y no tan hermosa; que siempre en esto tiene
gran recato el amor. Dice, pues: «Yo confieso que soy morena, pero en todo el
resto soy hermosa y bella y digna de ser amada, porque debajo de este mi
color moreno está gran belleza escondida». Lo cual cómo sea, decláralo luego
por dos comparaciones:
Y por eso añade que porque andaré yo descarriada entre los ganados de
tus compañeros. Donde decimos descarriada o descaminada, otros
trasladanarrebozada, porque la palabra hebrea a quien responde, sufre lo uno
y lo otro. Y decir arrebozada, es decir, mujer ramera, o deshonesta y perdida,
porque éste era el traje de las tales entre aquella gente, como se entiende del
capítulo 38 del Génesis, cuando Thamar, puesta en semejante hábito, hizo
creer a Judá, su suegro, que era ramera.
El hebreo dice otiah que es la postrera parte del pie, que en español
llamamos carcañal; y, poniendo el nombre de la causa a su efecto, en este
lugar valdría tanto como decir la huella, lo cual puede tener dos
entendimientos: que siga el Esposo a su Esposa, o que siga la huella que
hallará del ganado, que pasó ya; o que vaya en pos de sus cabritos de ella, los
cuales, por la costumbre de otras veces o por el amor o instinto natural que los
guía a sus madres, (habemos de entender que, como se suele hacer, habían
quedado encerrados en casa y el Esposo traía las madres paciendo por el
campo) la pondrían do su Esposo.
Aunque es verdad que decir en las perlas o entre las perlas da ocasión a
otro sentido que, a mi juicio, viene bien a propósito, diciendo, no que la
Esposa tenía algunos de estos arreos que añadiesen a su hermosura, sino que,
al revés, estaba desnuda de ellos, y con todo esto, al parecer y dicho del
Esposo, sin comparación estaba muy más hermosa que otra que los tuviese.
Porque así, como ya dijimos, en la propiedad de la lengua original, hermosa
entre las mujeres es tanto como decir más hermosa que todas las mujeres; así
decir lindas tus mejillas entre las perlas, sea como si dijese «más linda que
todas las perlas y aljófares que a otras hermosean, y tu cuello, sin joyeles, es
más bello que todas las joyas que suelen hermosear y adornar los de las demás
mujeres, esto es, tu belleza vence a otra cualquier belleza, o sea natural o
ayudada con artificio».
Nardo es una raíz bien olorosa que ahora se trae de la India de Portugal,
de la cual escribe Plinio y Dioscórides, que es conocida y usada en las boticas.
Y de ésta principalmente y de otras cosas aromáticas se solía hacer una suave
y gentil confección de suave olor con que se rociaban la cabeza y manos los
antiguos, que los griegos llaman nardina, y los hebreos, por el mismo nombre
de la raíz, la dicen néred. Galeno hace mención de ella; y en el Evangelio de
San Juan se dice que la Magdalena derramó un bote de nardo preciosísimo
sobre la cabeza y cara de Jesucristo.
Todo esto es como una amorosa contienda en la cual cada uno procura de
aventajarse al otro en decirle amores y requiebros. Loa, pues, la hermosura de
la Esposa, que, a su parecer, era sumamente bella, y declara ser grande su
belleza, usando de esta repetición de palabras, que es común en la Escritura,
diciendo:Hermosa eres, Amiga mía, hermosa eres; como si dijera: Hermosa,
hermosísima eres.
Y porque una gran parte de la hermosura está en los ojos, que son espejo
del alma y el más noble de sus sentidos, y que ellos solos, si son feos, bastan
para afear el rostro de una persona por más gentiles facciones que tenga, por
eso particularmente, después de haber loado la belleza de su Esposa en
general, dice de sus ojos que son como de paloma. Las que vemos por acá no
los tienen muy hermosos, pero sonlo de hermosísimos las de tierra de
Palestina, que, como se sabe por relaciones de mercaderes y por unas que
traen de Levante, que llaman tripolinas, son muy diferentes de las nuestras,
señaladamente en los ojos, porque los tienen grandes y llenos de resplandor y
de un movimiento bellísimo, y de un color extraño que parece fuego vivo.
Capítulo segundo
1. (ESPOSA:) Yo rosa del campo y azucena de los valles.
2. (ESPOSO:) Como azucena entre espinas, así mi Amiga entre las hijas.
12. Los capullos de las flores se muestran en nuestra tierra; el tiempo del
cantar es venido; oída es la voz de la tórtola en nuestro campo.
13. La higuera brota sus higos, y las pequeñas uvas dan olor. Por ende,
levántate, Amiga mía, hermosa mía, y ven.
14. Paloma mía, puesta en las quiebras de la piedra, en las vueltas del
caracol, descubre tu vista, hazme oír la tu voz; que la tu voz dulce y la tu vista
amable.
16. (ESPOSA:) El Amado mío para mí, yo para él que se apacienta entre
las azucenas.
17. Hasta que sople el día y las sombras huigan; tórnate, semejante,
Amado mío, a la cabra, o al corzo sobre los montes de Bethel.
Declaración
Estas palabras están así que se pueden entender indiferentemente del uno
de los dos; pero más a propósito es que las diga la Esposa, que, por ser mujer,
tiene más licencia para loarse, y que vengan dependientes y hagan una
sentencia con lo que acaba de decir en el fin del primer capítulo: Nuestro
lecho florido y nuestra casa de ciprés. Añade: Yo rosa del campo, por que
todo ello convide y persuada más a que el Esposo la ame más y acompañe y
en ningún tiempo la deje.
Yo rosa del campo: la palabra hebrea es jabachélet, que, según los más
doctos en aquella lengua, no es cualquiera rosa, sino una cierta especie de
ellas en la color negra, pero muy hermosa y de gentil olor. Y viene bien que se
compare a ésta, porque, como parece en lo que habemos dicho, la Esposa
confiesa de sí que, aunque es hermosa, es morena.
Azucena de los valles. Esto dice la Esposa del Esposo, como si más claro
dijese: «Yo soy rosa del campo, y tú, Esposo mío, lilio del valle». En lo cual
muestra cuán bien diga la hermosura del uno con la belleza del otro, y que,
como se dice de los desposados, son para en uno; como lo son la rosa y el
lilio, que juntos crece la gentileza de entrambos y agradan a la vista y dan olor
más que cada uno por sí. Demás que siendo entrambas rústicas flores, cuadra
bien la una con la otra, que la una es rosa del campo y la otra lilio de los
valles, donde la naturaleza es la hortelana, que por estar el lugar más húmedo,
está más fresco y de mejor parecer.
Muchas veces se ve que una yerba buena crece más cercada de espinas u
otras yerbas que si estuviese sola, y esto es lo que se halla por experiencia; y
la razón de esto es, lo uno, por natural apetito que las plantas tienen de gozar
del sol; y lo otro, que las yerbas circunstantes le hacen sombra al pie y le
conservan en frescura y humedad; y de aquí viene a ser mayor su crecimiento.
Demás de esto, la flor que nace entre las espinas es tanto más amada y
preciada cuanto son más aborrecibles las espinas entre que nace; y de la
fealdad de las unas viene a descubrirse más la hermosura de las otras.
Presupuesto esto, consiente el Esposo en lo que la Esposa dice de sí misma; y
añade tanto más cuanto se echa más de ver y descubre la rosa entre las espinas
que entre otras cosas. Así que, en decir esto, no sólo dice ser hermosa como
rosa entre otras, sino así hermosa que sola ella es rosa; porque las demás en su
comparación parecen espinas.
Lo que dice entre las hijas, es como decir entre todas las doncellas, por
propiedad de aquella lengua, que, cuando pone esta palabra así a solas, habla
de las doncellas solas, y que cuando le añade otra, como hijas de Jerusalén,
significa todas las mujeres de aquella tierra, siquiera sean casadas, siquiera
sean doncellas. Pues es doncella la Esposa; y de las mujeres las doncellas
tienen su hermosura más entera y más hermosa, y entre todas ellas la Esposa
es la que vence.
Y, por tanto, añade: la bandera suya en mí, amor. Que se puede sentir en
dos maneras: traer bandera, en la propiedad hebrea, como después veremos,
es señalarse alguno y aventajarse en aquello de que se trata; como es señalado
el alférez que la lleva entre todos los de aquel escuadrón. Y según esto quiere
decir: «enriqueció al Esposo mi alma de alegría, hízola señora de un
invencible contento, y esto porque en ninguna cosa quiso señalarse y
aventajarse tanto como en amarme».
6. La izquierda.
7. Conjúroos.
Estas personas a quien conjura eran las compañeras que se finge aquí traía
consigo la Esposa, y éstas eran cazadoras, según parece en la conjuración que
el Esposo les hace; y es muy conforme a la imaginación que se prosigue en
este libro, porque de la Esposa, pastorica, las compañeras han de ser rústicas y
que tengan ejercicio en el campo, como es ser pastoras y cazar. Este era uso de
la tierra de Asia, principalmente hacia Tiro y en aquellas comarcas de Judea,
que las vírgenes se ejercitasen en la caza; y así las requiere y juramenta el
Esposo, diciendo: «Ruégoos hijas de Jerusalén, así os vaya bien en la caza, así
gocéis de las ciervas y hermosas cabras monteses, que no despertéis a mi
Amada, hasta que ella de suyo despierte».
Es el cuidado del amor tan grande y está también tan en vela en lo que desea, que de mil
pasos lo siente, entre sueños lo oye y tras los muros lo ve. Finalmente, es de tal naturaleza el
amor, que hace obras en quien reina, diversas mucho de la común experiencia de los hombres;
y por esto los que no sienten tal efecto en sí no creen, o les parecen milagros o, por mejor
decir, locuras, ver y oír las tales cosas en los enamorados. Y de aquí resulta que los autores que
tratan de amor son mal entendidos y juzgados por algunos autores de devaneos y disparates.
Por lo cual un antiguo poeta de nuestra nación, muy enamorado y muy honesto, hizo el
principio de sus canciones diciendo en su lengua esta misma sentencia:
Así que las extrañas cosas que sienten, dicen y hacen los que aman, no se
pueden entender de los libros de amor; de donde será forzoso que muchas
cosas de este libro sean oscuras, así al expositor de él como a los demás que
en el divino amor están fríos y tibios; y, por el contrario, será muy claro todo
al que tuviere en sí la sentencia de esta obra, y ninguna cosa le parecerá
imposible ni disparatada.
Vemos aquí que la Esposa, cansada del trabajo pasado, está durmiendo, y
con todo eso, en el punto que su Esposo habla, siente su voz y la conoce sin
errarla, y se avisa de su venida, diciendo: Voz de mi Amado se oye. Bien
muestra en la manera de las palabras así cortadas el alboroto de su corazón.
Esto pasó así, y la Esposa lo relata agora que el Esposo, con el cuidado de su
enfermedad, volvió luego a ver si reposaba y hacerle compañía y, si quisiese
esforzarse, a convidalla se saliese al campo, que por ser el principio de la
primavera, ya está fresco y muy florido y le sería gran remedio para su tristeza
y enfermedad. O digamos que fue como sueño o imaginación, que, a causa de
grande amor, la Esposa se fingió a sí misma, pareciéndole que veía ya a su
Esposo y le hablaba; como es cosa natural a los que aman o tratan de algún
negocio avisadamente, traerles los sueños imaginaciones semejantes; pues
agora, como he dicho, va refiriendo lo que entonces vio y habló medio entre
sueños por las mismas palabras que he dicho. Pues dice: veisle, viene
atravesando por los montes y saltando por los collados.
9. Semejante es mi Amado a la cabra montesa, o ciervecico. Helo ya está
tras nuestra pared, acechando por las ventanas, mirando por los resquicios.
Dice pues: Ya ves, pasó el invierno, pasó la lluvia, fuese, etc. Todas son
condiciones de la primavera. El tiempo de cantar (que es el mes de marzo o
abril) es venido; La voz de la tortolilla, (que es ave que suele venir con el
verano, como las golondrinas) es oída en nuestro campo.
Las uvas pequeñas dan olor; esto es, están, como decimos en español, en
cierne. Y haciendo de todo una sentencia seguida, será como si dijese:
«Levántate, amor mío, de ahí donde estás en tu cama acostada, y vente; no
tengas temor a la salida, porque el tiempo está muy gracioso; el invierno con
sus vientos y sus fríos, que te pudiera fatigar, ya se fue; el verano, como se ve
por todas sus señales, es ya venido; los árboles se visten de flores, las aves
entonan sus músicas con nueva y más suave melodía; y la tortolica, ave
peregrina, que no invierna en nuestra tierra, es venida a ella y la hemos oído
cantar; la higuera brota ya sus higos, las vides tienen pámpanos y huelen a su
flor; de manera que por todas las señas se descubre ya el verano; la sazón es
fresca y el campo está hermoso; todas las cosas favorecen a tu venida y
ayudan a nuestro amor, y parece que la naturaleza nos adereza y adorna el
aposento. Por eso, levántate, Amiga mía, y vente».
14. Paloma mía, puesta en las quiebras de la piedra, en las vueltas del
caracol, etc.
Hanse de tal manera las palomas en su compañía que, desque una vez se
hermanan dos, macho y hembra, para vivir juntas, jamás deshacen la
compañía, hasta que el uno de ellos falta; y tal, que no la basta el amor y
lealtad que de naturaleza le tiene, sino que también sufre muchas riñas e
importunos celos del marido. Porque esta ave es la que mayores muestras de
celos da, y así, en viniendo de fuera, luego hiere con el pico a su compañera,
luego la riñe, y con la voz áspera da grandes indicios de su sospecha,
cercándola muy azorado y arrastrando la cola por el suelo; y a todo esto ella
está muy paciente, sin se mostrar áspera. Y estas aves, entre todos los
animales brutos, muestran más claro el amor que se tienen ser de grande
fuerza, así por el andar siempre juntos y guardarse la lealtad el uno al otro y
con gran simplicidad, como por los besos que se dan y los regalos que se
hacen después de pasadas aquellas iras.
Estas palabras se pueden entender, o que las diga el Esposo o que las diga
la Esposa. Declarémoslas primero en persona de la Esposa, y después
seguiremos el otro sentido.
Ufana, pues, la Esposa y muy regalada con los favores y dulces palabras
que le acaba de decir su querido, viene en este lugar a ser movida de un afecto
que es muy común a los regalados, en teniendo delante de sí a quien les ama y
regala. Declararlo hemos por este ejemplo: cuando una madre estando ausente
de su niño, y en viniendo luego pide por él y le llama y abraza, mostrándole
aquella ternura de regalo que le tiene, lo primero que él hace es quejarse de
quien le ofendió en su ausencia, y con unos graciosos puchericos relata, como
puede, su injuria y pide a la madre que le vengue. Lo mismo hace una esposa
o mujer casada, que mucho ama a su marido y le ha tenido ausente, que luego
se regala quejándose de las desgracias que en su ausencia le han sucedido.
Este afecto muestra aquí la Esposa, luego que se ve acariciada y regalada con
el llamar de su Esposo, y en lo demás que le dijo. Quéjase de la cosa que más
le ofende, y es que como ella tenía una viña, que arriba hemos visto, la cual
preciaba mucho y veía que las viñas estaban en cierne y comenzaba a quedar
limpio el agraz, tiene gran temor que las raposas se la echen a perder; y
quejándose de la mala casta dañadora, demanda socorro al Esposo y a los
pastores, sus compañeros, diciendo: Cazadme las raposas pequeñas.
Porque dijo que su viña estaba en cierne, y con esto se acordó del daño y
mal que, estando en tal sazón, podrían hacer en ellas las raposas; o porque
como se imagina, en este intermedio, alguna corriendo le pasó por delante,
parécele a la Esposa que deja el Esposo su plática y va tras la raposa diciendo
a voces a sus compañeros: «¡A la raposa, a la raposa!, que son destrucción de
las viñas, y la nuestra está en flor»; y como le ve ir, ruégale que se vuelva
luego, diciendo
16. El Amado mío es mío, y yo soy suya, que apacienta entre las
azucenas.
Capítulo tercero
1. (ESPOSA:) En el mi lecho en las noches busqué al que ama mi alma;
busquele y no le hallé.
11. Salid y ved, hijas de Sión, al rey Salomón con corona con que le
coronó su madre en el día de su desposorio, y en el día de la alegría de su
corazón.
Declaración
Natural conocida cosa es a las mujeres desposadas que bien aman a sus
esposos, que en faltándoles de noche de su casa, les viene mala sospecha, o
que no les aman o que aman a otras; y algunas hay que les da tanto
atrevimiento esta pasión, que les hace querer tener en todo tiempo presente al
que aman, y en las noches mucho más; parte, porque como el sosiego de la
noche de su natural desembaraza los sentidos de otras cosas que los distraen,
ocúpase el ánima toda en el pensamiento del que ama y enciéndese más el
amor; y parte porque crecen los celos pensando que se ayuda de la noche para
alguna travesura; y los recelos de temer no le acontezca algún peligro de los
muchos que suelen acaecer y acarrean las tinieblas. Esta pena que es mezclada
de amor y celos escarba el corazón y le abrasa tanto que llega algunas veces a
sacar a una pobre, flaca y temerosa mujer de su casa, que olvidando su temor
y condición, de noche y a solas, ronda las calles y plazas, y no se satisface con
menor diligencia. La cual pasión vehemente se declara en esta letra, además
de los ejemplos que cada día se ven de esto.
Y porque, como hemos dicho, el amor bueno ni teme peligro ni para en ningún
inconveniente, dice:
Levantarme he agora, y cercaré por la ciudad y plazas y
por los lugares anchos buscaré al que ama mi alma.
Búsquele, y no le hallé.
Lugares anchos llama a los públicos, que por el mayor concurso de gentes
se edifican siempre más anchos y espaciosos que los otros. Cuenta en esto
Salomón no lo que en hecho pasó por su Esposa, que no es cosa que pudo
pasar, sino lo que podía acontecer, y está bien que acontezca a una persona
común como una pastora perdida de amores por su pastor, cuyas palabras
imita; que es una ficción muy usada entre poetas decir, como he dicho, no lo
que se hace, sino lo que el afecto de que hablan pide que se haga, fingiendo
para ello personas que con más encarecimiento y más al natural lo podían
hacer. Y así lo hace aquí Salomón.
Dice:
Esto dice aquí la Esposa con palabras semejantes a las que el Esposo antes
había dicho. Hablando de ellas entendemos que era de noche, y le traía,
después de muy buscado, para que reposase en su casa, y así ruega a la gente
de ella que no le quiebren el sueño.
Desde aquí hasta el fin del capítulo hablan los compañeros del Esposo,
festejando con voz de admiración y de loor a los nuevos casados; que es
declarar el alegría de los ciudadanos de Jerusalén, y las palabras que conforme
a ello se pudieron decir, cuando la hija de Faraón entró la primera vez en la
ciudad y se casó con Salomón.
Así que esto no trae mucha dependencia con lo de arriba, antes parece que
Salomón aquí, respondiendo al cuento que llevaba enhilado, se pone a relatar
cosas diferentes de aquellas, o ya muy pasadas, que suelen dar mucha gracia a
las escrituras semejantes de ésta. Si no queremos decir que todo lo que se ha
dicho hasta aquí responde al tiempo que medió entre los conciertos hasta que
se celebraron las bodas de los reyes; en el cual, como suele acaecer, es de
creer que hubo muchas demandas y respuestas de la una parte a la otra,
muchos deseos, nuevos afectos y nuevos sentimientos, los cuales se han
declarado hasta aquí por la figura y rodeos que habemos dicho y visto.
Pues dice: ¿Quién es esta que sube del desierto? Porque los había muy
grandes entre Egipto, de donde venía la Esposa, y la tierra de Judea; porque se
finge, como dicho es, que ella vido a su Esposo en el campo, y de allí vienen
juntos, que, como después diremos, muchas veces el campo es
llamado desierto.
Como columna de humo: cosa sabida es, así en la Escritura Sagrada como
por las profanas, que la gente de Palestina y de sus provincias comarcanas, por
la calidad de la tierra, usaban de muchos y preciosos olores. Pues compara a la
Esposa a la columna de humo, que llama al humo así por la semejanza que
tiene con ellas, cuando de algún perfume o de otra cosa que se queme, sube en
alto seguido y derecho. Con la cual comparación no la loa tanto de bien
dispuesta y de gentil cuerpo, que esto más adelante se hace copiosamente,
cuanto de la fragancia y excelencia de olor que trae consigo, y que iguala al
más preciado y mejor perfume. Y así dice:Como columnas de humo oloroso y
oloroso perfume de mirra.
Pensaba decir del trono real con palabras de regocijo y admiración. Como
diciendo: pues ¿qué me diréis del trono que ha edificado para sí, en quien la
hermosura compite con la riqueza, que todo él es hecho de plata y oro y de
púrpura, por extraña labor y manera?
Pero toda esta belleza era menos, a la que mostraba el señor de todas estas
obras en sus vestidos y disposición. Y así dice:
10. Salid y ved, hijas de Sión, al rey Salomón con la corona con que le
corona.
5. Tus dos tetas como dos cabritos mellizos, que [están] paciendo entre
azucenas.
6. Hasta que sople el día y las sombras huyan, voyme al monte de la mirra
y al collado del incienso.
10. ¡Cuán lindos son tus amores! Más que el vino; olor de tus amores
sobre todas las cosas aromáticas.
11. Panal que destila tus labios, Esposa; miel y leche está en tu lengua, y
el olor de tus arreos, como el olor del incienso.
12. Huerto cercado, hermana mía, Esposa; huerto cercado, fuente sellada.
13. Tus plantas [son como] jardín de granadas con fruta de dulzuras;
juncia de olor y nardo.
14. Nardo y azafrán, canela, con los demás árboles del Líbano; mirra y
sándalo, con los demás preciados olores.
15. Fuente de huertos, pozo de aguas vivas y que corren del monte
Líbano.
16. ¡Sus!, vuela, cierzo, y ven tú, ábrego y orea el mi huerto; y espárzanse
sus olores.
Declaración
Son, dice, como de paloma tus ojos. Ya dijimos la ventaja grande que
hacen las palomas de aquella tierra a las de ésta, señaladamente en esto de los
ojos, y como se ve en las que llamamos tripolinas, parece que les centellean
como un vivo fuego y echan de sí sensiblemente unos rayos de resplandor; y
ser así los de la Esposa, es decille lo que los enamorados a las que aman dicen
comúnmente: que tienen llamas en los ojos y que con su vista les abrasan el
corazón.
Como quiera que sea, lo que he dicho es lo más cierto, y ayuda a declarar
con mejor gracia el bien parecer de los ojos de la Esposa mostrándose entre
los cabellos (algunos de los cuales desmandados de su orden los cubrían a
veces) y con su temblor, les hacían parecer que echaban centellas de sí como
dos estrellas. Y siendo, como se dice ser, los hermosos ojos, matadores y
alevosos, dice graciosamente el Esposo que de entre los cabellos, como si
estuvieran puestos en celada, le herían con mayor fuerza y más a su salvo
hacían más ciertos sus golpes.
Dice más: Tus cabellos como un rebaño de cabras. San Pablo confiesa
que el cabello en la mujer es una cosa muy decente y hermosa; cierto, es una
gran parte de la que el mundo llama hermosura. Y por esto el Esposo, después
de los ojos, ninguna cosa trata primero que del cabello, que cuando es largo y
espeso y bien rubio, es lazo y gran red para los que se ceban de semejantes
cosas. Lo que es de maravillar aquí es la comparación, que al parecer es
grosera y muy apartada de aquello a que se hace. Fuera acertada si dijera ser
como una madeja de oro, o que competían con los rayos del sol en
muchedumbre y color, como suelen hacer nuestros poetas. En esto ya he dicho
lo que siento y particularmente aquí digo que si se considera, como es razón,
no carece esta comparación de gracia y propiedad, habido respeto a la persona
que habla y a lo que especialmente quiere loar en los cabellos de esta Esposa.
El que habla es pastor, y para haber de hablar como tal no puede ser cosa más
a propósito que decir de los cabellos de su amada que eran como un gran hato
de cabras, puestas en la cumbre de un monte alto; mostrando en esto la
muchedumbre y color de ellos, que eran negros y relucientes como lo son las
cabras que pacen en aquel monte. Señaladamente digo negros, porque de
aquella color eran muy preciados entre las gentes de aquella tierra y provincia,
como lo son ahora en muchas partes, según que diremos después. Pues dice
así: como las cabras esparcidas por la cumbre del monte Galaad le adornan y
hace que parezca bien, el cual sin ellas parece un peñasco seco y pelado, así
los cabellos componen y hermosean su cabeza con gentil color y
muchedumbre.
De los dientes sale a los labios, que para ser hermosos han de ser
delgados, y que viertan sangre, lo cual así lo uno como lo otro declaró
maravillosamente diciendo:
Lo cual viene muy natural con los labios delgados, como cosa que se sigue una de otra.
Porque, según dice Aristóteles, en las reglas de conocer calidades de un hombre por sus
facciones, los labios delgados son señal de hombre discreto y bien hablado, y de dulce y
graciosa conversación.
Compara las sienes, que en una mujer hermosa lo suelen ser mucho, a
cacho de granada, o por mejor decir, a granada partida, por la color de sus
granos, que es mezclada de un blanco y de un colorado o encarnado muy sutil,
cual es la color que se ve en las sienes delicadas y hermosas, que por la
sutileza de la carne y cuero que hay en aquella parte y por las venas que a esta
causa se juntan, se descubren más allí que en otra parte, se tiñe lo blanco y da
gran contentamiento a los que la miran.
Entre sus guedejas, esto es, que se descubren y echan de ver entre los
cabellos.
No se puede decir cosa más bella ni más a propósito que comparar las
tetas hermosas de la Esposa a dos cabritos mellizos, los cuales, demás de la
ternura que tienen por ser cabritos y de la igualdad por ser mellizos, y demás
de ser cosa linda y apacible, llena de regocijo y alegría, tienen consigo un no
sé qué de travesura y buen donaire, con que llevan tras sí y roban los ojos de
los que los miran, poniéndoles afición de llegarse a ellos y de tratarlos entre
las manos; que todas son cosas muy convenientes y que se hallan así en los
pechos hermosos a quien se comparan.
Dice que pacen entre las azucenas, porque con ser ellos lindos, así lo
parecen más; y queda así más encarecida y más loada la belleza de la Esposa
en esta parte.
Soplar el día y huir las sombras ya he dicho ser rodeo con que se declara
la tarde. Pues dice ahora el Esposo que se va a tener la siesta y a pasar el día
hasta la tarde entre los árboles de la mirra y del incienso, que es algún collado
donde se crían semejantes plantas, que las hay muchas en aquella tierra. Y el
decirle esto agora después de tantos y tan soberanos loores con que le ha
loado, es convidalla abiertamente a que se vaya con él. Mas vuelve luego la
afición y torna a loar las perfecciones de su Esposa, que son mudanzas muy
propias de amor; y dice como en una palabra todo lo que antes había dicho por
tantas y por en tan particular de toda su hermosura.
Que aunque no lo dice por palabras, porque las de los muy aficionados
siempre son cortas, dícelo con el afecto, y es como si dijese: ¿Mas cómo me
apartaré de ti, Amiga mía, o cómo podré estar un punto sin tu presencia, que
eres la misma belleza, y toda tú convidas y fuerzas a los que te ven a que se
pierdan por ti? Por tanto, dice, vamos juntos, y si es grande atrevimiento y
pido mucho en pedirte esto, tu extremada y jamás vista belleza, que basta a
sacar de su seso a los hombres, me disculpa.
Demás de esto dice que nos volveremos juntos por tal y tal monte, donde
verás cosas de gran contento y recreación para ti; que es aficionarla más a lo
que pide con las buenas calidades del lugar, diciendo:
Hermana mía, Esposa, eres tú huerto cercado. Repítelo segunda vez para
encarecer más la significación de lo que dice. Y fuente sellada, que es cercada
con diligencia, para que nadie enturbie su claridad.
Tus plantas, esto es, las lindezas y grandezas innumerables que hay,
Amiga mía, en este tu huerto que eres tú, son como jardín de granadas con
frutos de dulzuras, que es decir dulces y sabrosas cuales son las granadas.
Adonde también hay cipro y nardo con los demás árboles olorosos. Y pone un
gran número de ellos, de arte que viene a ser un deleitoso jardín el cual pinta.
Y tal dice que es su Esposa; tal su belleza y gracia; toda ella y por todas partes
y en todas sus cosas, graciosa, amable y alindada, como es el jardín a que la
compara; que ni hay en él parte desaprovechada ni por cultivar que no lleve
algún árbol o yerba que la hermosee; ni de los árboles o yerbas que tiene, hay
alguna que no sea de grande deleite y provecho, como diremos de cada una.
Que, según la verdad del espíritu, es mucho de advertir que en el justo y
en la virtud están juntos provecho y deleite y alegría con todos los demás
bienes, sin haber cosa que no sea de utilidad y valor; y que no sólo tiene y
produce fruto que deleite el gusto y con que deleite su vista, sino también
posee de hojas y olor de la buena fama con que recree y sirva al bien de su
prójimo. Como lo declara maravillosamente el real profeta David en el primer
salmo, adonde dice del justo que es como el árbol plantado en las corrientes
de las aguas, que da fruto a su tiempo, que está siempre verde y fresco, sin
secarse jamás la hoja. Y señaladamente es de advertir que todos estos árboles
de que hace mención son de hermosa vista y excelente olor; por lo cual queda
confundido el desatino de los que dicen que las ceremonias y obras exteriores
no son necesarias con la fe, porque lo son mucho para la salud del alma del
justo, con la fe que está escondida en ella y es gran disparate no hacer mucho
caso de las buenas y loables obras y muestras de fuera, que son las hojas y el
olor que edifica a los circunstantes.
Mirra tómase aquí por el árbol de donde se saca, del cual dice Plinio, es
alto de cinco codos y algo espinoso, y herida su corteza destila de él una gota
a quien se da el nombre del mismo árbol. Sándalo está en hebreo jalot, por
donde algunos traducen áloe o acíbar, llevados del sonido de la voz; en lo
cual se engañan grandísimamente, porque el acíbar no se cuenta entre los
árboles, sino entre las plantas, y es una planta pequeña de un tronco y de una
raíz y de las hojas gruesas, por lo cual otros traducen sándalo, que es un árbol
hermoso y de buen olor y viene mejor con el intento de la Esposa que es hacer
mención de todas las plantas olorosas y preciadas que suelen más hermosear
un jardín muy gentil. Y así dice: Con todos los demás preciados olores.
Con lo cual queda pintada una fuente con todas sus buenas cualidades, de
mucha agua, muy pura, muy sosegada, muy fresca y muy sabrosa, que jamás
desfallece; para que de la lindeza de la fuente del jardín entendamos la
extremada gentileza de la Esposa, que es como un jardín y una fuente.
Según el espíritu, significa hacer Dios que cesen los tiempos ásperos y de
tribulación, que encogen y como que marchitan la virtud, y enviar el temporal
templado y blando de su gracia, en que las virtudes, que tienen raíces en el
alma, suelen brotar en público para olor y buen ejemplo y provecho de sus
próximos. Y así el Esposo, en diciendo que su Esposa es un jardín, añade y
dice luego: «¡Ay! Dios me guarde el mi lindo jardín de malos vientos; y el
amparo del cielo me lo favorezca, y no vea yo el rigor y el aspereza del
cierzo»; que, como se ve, es un viento dañosísimo, y que por esta causa y por
su demasiado rigor abrasa y quema los jardines y huertos.«Venga el ábrego, y
sople en este huerto mío con airecito templado y suave, para que con el calor
despierte el olor, y con el movimiento se lleve y derrame por mil partes, por
manera que gocen todos de su suavidad y deleite». Y esta bendición es dicha
así y muy graciosamente, por irse conforme a la naturaleza del huerto, de que
se habla. Porque es regla que, cuando bendecimos o maldecimos, o
aborrecemos alguna persona o cosa, la tal maldición o bendición ha de ser
conforme a su oficio o naturaleza de la cosa. Conforme lo hizo David en
aquella lamentación sobre la muerte de Saúl diciendo: «¡Oh montes de
Gelboé!, estériles seáis sin ningún fruto ni planta; privados del beneficio del
cielo, que ni rocío ni agua descienda sobre vosotros».
Capítulo quinto
1. (ESPOSA:) Venga el mi Amado a su huerto, y coma las frutas de sus
manzanas delicadas.
12. Su cabeza, oro de Tibar; sus cabellos, crespos, negros como cuervo.
13. Sus ojos, como los de paloma junto a los arroyos de las aguas,
bañadas en leche junto a la llanura.
15. Sus manos, rollos de oro que viene de Tarsis; su vientre, blanco de
Ebur cercado de zafiros.
16. Sus piernas, columnas de mármol, fundadas sobre basas de oro fino.
El su semblante, como el del Líbano, erguido como los cedros.
Declaración
En lo cual dice que, pues ella le convida con la posesión y con la fruta de
su huerto, a él place de venir a él y hacelle suyo, que por tal le tiene, siendo él
y su Esposa, una misma cosa. Y porque la nombra debajo de figura de huerto,
y dice que vendrá a solazarse en ella, prosiguiendo por las mismas figuras,
dice, no por las mismas palabras sencillas, sino por rodeo y señas, explicando
con gentiles palabras todo lo que suele hacerse en cualquier deleitoso huerto,
cuando algunas gentes se juntan en él para vacarse y tomar solaz; que no
solamente cogen olorosas flores y yerbas, pero también suelen comer o
merendar en él o llevan viandas y vino, y allá cogen de las frutas que hay. Por
eso dice el Esposo: Comí mi panal con mi miel, como si dijera: «Yo verné
prestísimo a este mi huerto, y cogeré la mirra mía con las demás flores que en
él se crían; comeremos en él frutas dulcísimas, a las cuales mi Esposa me ha
convidado, y panales de miel, que allá en el huerto hay, y mucha leche y
mucho vino, de manea que os regocijemos mucho».
Hase de entender aquí que, dicho esto, se fue el Esposo, y vino la tarde y
se pasó aquel día, y amaneció otro, y la Esposa cuenta lo que en aquella noche
le había acontecido con su Esposo, que la vino a ver y llamó a su puerta y por
poco que se detuvo en abrirle, se tornó a ir; que fue causa que ella saliese de
su casa perdida de noche y se fuese a buscalle, lo cual todo cuenta y cada cosa
en particular con extraña gracia y sentimiento.
Voz de mi Esposo. Dice que al punto que ella despide el sueño, (el cual,
por causa de traer alborotado y desasosegado el corazón, tenía ligero), llega el
Esposo y llama a la puerta, cuya voz ella bien conoce, el cual decía
así: Ábreme, hermana mía..., que todas son palabras llenas de regalo, y que
muestran bien el amor que le traía vencido. Y en este repetir cada palabra y
tantas veces, muestra bien el afecto con que la llama, para moverla a abrir
aquel de quien tanto es amada.
Y porque no puede sufrir quien ama de ver padecer a su amado, dice: Que
mi cabeza llena es de rocío. Que es decir, «cata que no puedo estar fuera, que
hace gran sereno, y cae grave rocío del cual traigo llena mi cabeza y
cabellos». En que muestra la grande necesidad que tenía de tomar reposo, y
obligar a que abra con mayor brevedad y voluntad.
Esto decía el Esposo. Mas ella, así que lo oyó y comenzó a decir entre sí
con una tierna y regalada pereza:
Dice, pues, que con la prisa que llevaba a abrir a su Esposo, estuvo a
punto de caérsele el botecillo; pero al fin se le volvió en las manos y derramó
entre las manos, y sobre los goznes del aldaba que estaba abriendo.
Mirra que corre no quiere decir que corrió y se derramó sobre la aldaba,
aunque fue así, como he dicho, sino es decir mirra líquida, a diferencia de la
que ya está cuajada en granos, como es la que comúnmente vemos. O lo que
tengo por más cierto, y más conforme al parecer de San Jerónimo y de los
hebreos, es dicha excelentísima; porque la palabra hebrea hhober quiere
decir corriente, y que pasa por buena por todas partes; según la propiedad de
aquella lengua, es decir que es muy buena y perfecta y aprobada de todos los
que la ven, conforme a lo que en nuestra lengua solemos decir de la moneda
de ley, que es moneda que corre.
A muy buen tiempo usa el Esposo del tanto por tanto con su Esposa,
porque viendo que ella al principio no le quiso abrir, dándole casi a entender
que no le había menester, él prueba a abrir la puerta; mas cuando sintió que se
levantaba a abrir la puerta y que venía, quiérele pagar la burla, como si dijese:
«Vos quereisme dar a entender que podéis estar sin mí; pues yo os daré a
entender cómo yo puedo más sufrir sin vos que vos sin mí». Y así se ausenta,
no aborreciéndola, sino castigándola y haciéndola penar un rato entre
esperanzas y temores, para que esté más pronta después y para que juntamente
escarmiente.
Dice, pues: Yo abrí a mi Amado, y no le hallé a la puerta, como pensaba,
porque se era ya ido y pasado de largo. Bien se entiende la tristeza con que la
Esposa dice estas palabras, como aquella que juntamente se halla corrida y
triste de su descuido; y así parecen las palabras como de asombrada y medio
fuera de sí, que la repetición de su decir que se era ido y que se había
pasado denota esto.
Según el espíritu, es gran verdad que todos los que con ansia buscan a
Cristo y a la virtud estropiezan siempre en grandes estorbos y contradicciones;
y es cosa de grande admiración que los que tienen de oficio la guarda y vela y
celo del bien público, y en quien de razón había de tener todo su amparo la
virtud, estos por la mayor parte la persiguen y maltratan.
Con la mayor pena que sentía de no hallar a su Esposo, que le duele más
que todo el resto, no echa mucho de ver ni se agravia del mal tratamiento que
de las guardas recibía; y así, en lugar de quejarse de su mal comedimiento, o
de recogerse a su casa y huir de sus manos, ruega a las vecinas de Jerusalén
que la den nuevas de su amor, si le han visto, y si no que le ayuden a buscarle.
Que es propio del verdadero amor crecer más y encenderse cuando más
dificultades se le ofrecen y peligros se le ponen delante.
Dice más: Y le contaréis que estoy enferma de amor, conforme a lo que se
suele decir comúnmente en nuestra lengua: «que parece, que me fino de
amor». Y es de considerar que, aunque estaba fatigada de buscarle, y
maltratada y despojada por el descomedimiento de los que la toparon, no les
manda decir su congoja, ni su cansancio, ni el trabajo que ha puesto en su
busca, ni los desastres sucedidos, sino lo que padece por su amor por dos
causas: la una, porque esta pasión, como la mayor de todas, vencía el
sentimiento de las demás y las borraba de la memoria; la otra, porque ninguna
cosa podía ni era justo que pudiese con el Esposo para inducille a que volviese
tanto como saber el ardiente y vivo amor de su Esposa como representalle lo
que le amaba y su enfermedad. Porque no hay cosa tan eficaz, ni que pueda
tanto con quien ama como saber que es amado; que siempre fue el verdadero
cebo y piedra imán del amor.
10. ¿Qué tiene tu Amado más que otro amado, oh hermosa entre las
mujeres? ¿Qué tiene tu Amado sobre otro amado, porque así nos preguntas?
Que es decir: ¿En qué se aventaja este que tú amas entre los demás
mancebos y personas que pueden ser queridas? Y esto pregúntanlo por dos
causas: la una como pidiéndola razón del grande y excesivo amor que se le
mostraba, que era justo fuese así por alguna señal de ventaja que hiciese su
Esposo entre todos a los demás hombres; lo otro, para, por las señas que diese,
poderlo conocer cuando le viesen. A lo cual responde:
13. Sus ojos como los de paloma en los arroyos de las aguas, bañadas en
leche.
Ya he dicho que las palomas de aquella tierra, que agora llaman tripolinas,
son de bellísimos ojos; y parécenlo mucho más con las calidades que añade
luego, diciendo en los arroyos; porque, señaladamente cuando salen de
bañarse, les relucen y centellean en gran manera, y los que las compran suelen
con la mano mojada mojalles los ojos, y en aquel relucir y relampaguear de
ellos conocen su firmeza. Y así dice la Esposa que los ojos de su Esposo son
tan hermosos como los ojos de las tales palomas cuando más hermosos se les
ponen, que es cuando se lavan juntos las corrientes de las aguas donde se
bañan y refrescan, y cobran una particular gracia.
Bañadas en leche, esto es, blancas como la leche, que es la color que más
agrada en la paloma. Reposan sobre la llenura, quise traducir así por dar lugar
a todas las diferencias de sentidos, que los expositores e intérpretes imaginan
aquí, cuan libre está en la lengua original, donde puntualmente se dice por las
mismas palabras. Algunos entienden que llenura debe ser agua, cuales son los
ríos grandes y estanques. Y de este parecer es San Jerónimo, y traslada que
reposan junto a los ríos grandes y muy llenos; que es repetir sin necesidad lo
mismo que acaba de decir, junto a las corrientes de las aguas. A otros les
parece entender que estelleno, que se dice aquí, son vasos grandes llenos de
leche. Pero es cosa muy ajena y muy torcida.
Podríase decir que, por aquella palabra mileot, que, en lo que suena,
significa «llenura o henchimiento» en algunos lugares de la Escritura, por ella
se explica lo que es acabado y perfecto, porque todo lo tal es lleno en su
género, así que se podría decir que estar en la llenura las palomas, bañadas en
leche, es decir que están del todo y perfectamente bañadas, esto es, que son
perfectamente blancas, sin tener mancilla de otro color. Conforme a esto dirá
la letra: Sus ojos como palomas junto a las corrientes de las aguas, que se
bañan en leche, y quedan enteramente bañadas.
El sentido cierto es que la palabra hebrea que hemos dicho, significa todo
aquello que, teniendo algún asiento o lugar vacío o señalado para su asiento,
hinche bien tal lugar que viene medido con él, como un diamante que iguala
bien en su engaste, o una paloma que hinche bien el agujero de la piedra
donde hace su nido. Pues porque las palomas parecen bien en uno o en dos
lugares, o junto a los arroyos donde se bañan, o puestas en el nido (como se
vio arriba, donde, por mayor encarecimiento o requiebro, el Esposo llama a la
Esposa paloma puesta en el agujero del paredón, esto es, en su nido), por esta
causa aquí la Esposa, para encarecer los hermosos ojos del Esposo,
compáralos a los de la paloma, en aquellos lugares en que están más hermosas
y parecen mejor. Así dice: «Son como de palomas junto a las corrientes de las
aguas, como de palomas blanquísimas, que con su gentil grandeza hinchen
bien y ocupan y hacen llenos sus nidos donde reposan».
Dice más: Los labios como azucenas. Dioscórides, en el capítulo que trata
de ellas, confiesa que hay un género de ellas coloradas como carmesí, y las
cuales se entienden en este lugar ser semejantes a los labios del Esposo, que
no sólo eran colorados, sino olorosos también; y por eso añade: De los cuales
destila mirra que corre, esto es, fina y preciada, como habemos dicho.
Es muy digno de considerar aquí el grande artificio con que la rústica
Esposa loa a su Esposo; porque los que mucho quieren encarecer una cosa
alabándola y declarando sus propiedades, dejan de decir los vocablos llenos y
propios, y dicen los nombres de las cosas en que más perfectamente se halla
aquella calidad de lo que loan, lo cual da mayor encarecimiento y mayor
gracia a lo que se dice. Como lo hace aquel gran poeta toscano que, habiendo
de loar los cabellos, los llama oro, a los labios rosas o grana, a los dientes
perlas, a los ojos luces, lumbres o estrellas; el cual artificio se guarda en la
Escritura Sagrada más que en otra del mundo. Y así vemos que aquí la Esposa
procede de esta manera; porque diciendo de los ojos que son de paloma, dice
más que si dijera que eran hermosos; y las mejillas como las hileras de las
plantas, las loa más que si dijera parejas e iguales y graciosas.
16. Las sus piernas, columnas de mármol, fundadas sobre basas de oro
fino.
Y así dicen:
18. ¿Adónde fue el tu Amado, bellísima entre las mujeres? ¿Hacia dónde
se volvió tu Amado, y buscarle hemos contigo?
Capítulo sexto
1. (ESPOSA:) El mi Amado descendió a los huertos suyos, a la tierra de
los aromas, a apacentar entre los huertos y coger las flores.
4. Vuelve los ojos tuyos, que me hacen fuerza; el tu cabello como las
manadas de cabras que se parecen en el Galaad.
5. Tus dientes como hatajo de ovejas, que suben del lavadero, las cuales
todas paren de dos en dos, y no hay estéril en ellas.
7. Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, y las doncellas sin
cuento.
10. (ESPOSO:) Al huerto del nogal descendí por ver los frutos de los
valles, y ver si está en ciernes la vid, y si florecen los granados.
Declaración
Jerusalén era la más principal ciudad y la más hermosa que había en toda
Palestina, y aún en toda Palestina, y aún en todo el Oriente, según sabemos
por las escrituras hebreas y gentiles, tanto que David hizo un salmo loando a
la letra la grandeza, beldad y fortaleza de Jerusalén.
Donde dice que me hacen fuerza, o me vencieron, hay diferencia entre los
intérpretes; porque los Setenta, y San Jerónimo con ellos, traducen: Aparta tus
ojos, que me hicieron volar. Otros ponen: Aparta tus ojos, que me
ensoberbecieron. Y los unos y los otros traducen, no lo que hallaron en la
lengua hebrea, sino lo que le pareció a cada uno que quería decir, porque daba
ocasión al uno y al otro sentido el sonido y propia significación de ella, que es
ésta al pie de la letra: Aparta tus ojos, que hicieron sobrepujarme. Porque la
palabra hirjibuni, de que usa aquí el original, propiamente quiere
decir sobrepujar. Esto a San Jerónimo le parece que sería volar, porque los
que vuelan se levantan así en alto y como que se sobrepujan en cierta manera.
Conforme a lo cual quiere decir el Esposo que aparte la Esposa sus ojos y no
le mire, porque, viéndolos, no está en su mano no irse a ella; que arrebata y
lleva tras sí el corazón, como volando, sin poder hacer otra cosa; que es
requiebro usado.
Lo uno y lo otro fuera bien excusado, pues está claro que decir hicieron
sobrepujarme es rodeo de hablar poético, que vale lo mismo que si
dijerasobrepujáronme o venciéronme; y el propósito e hilo de lo que va
diciendo pedía que dijese esto. Porque en esto dice: «Deseo contar otra vez de
tus ojos; mas ellos son tan bellos y tan resplandecientes, y tienes en ellos tanta
fuerza, que al tiempo que los miro para alaballos, contemplándolos y
queriendo recoger una a una sus propiedades y sus gracias, ellos me arrebatan
el sentido, y con su luz me encandilan de tal manera que, por la fuerza que el
amor me hace en esto, estoy como excusado; por tanto, Esposa dulcísima,
vuélvelos, no me miréis, que no puedo resistirles».
Habiendo loado los ojos el Esposo tan altamente por este delicado
artificio, enhila tras esto las otras partes del rostro, dientes, labios y mejillas,
diciendo las mismas palabras que arriba dijo, porque aquellas semejanzas son
tan excelentes, que no se pueden aventajar. Dice:
Esto dice por la blancura, por la igualdad de los dientes, y por el color y
gracia y buen asiento de las mejillas, como vimos en el capítulo 4, donde se
declara esto muy a la larga.
Sábese del Libro de los Reyes que Salomón usó de muchas mujeres, que,
según la diferencia del estado y tratamiento que tuvieron en la casa de
Salomón, la Escritura les pone diferentes nombres. Las unas
nombraban reinas, porque su servicio y casa era como de tales, éstas
eran sesenta. Otras de ellas, que no eran tratadas con tanta ceremonia, se
llamaban concubinas. Y no se ha de entender que eran mancebas, como
algunos engañándose creen y piensan; antes, cerca de los hebreos, eran
también mujeres legítimas, pero mujeres de esta manera, que habían sido
antes y primero esclavas o criadas, y su amo las tomó por mujeres; mas no se
celebraban en el casamiento las bodas por escrito, ni con las ceremonias
legítimas que se usaban en el casamiento de las otras, que eran libres. Y éstas
se añadían a las mujeres principales, y los hijos que de éstas concubinas
nacían, no sucedían en los mayorazgos ni herencias capitales, pero podía bien
el padre hacelles algunas mandas y donaciones para su sustentamiento, como
parece claramente en el Génesis 25 y 35, de Cetura y Agar, mujeres de
Abraham, que la Escritura llamaba allíconcubinas. Pues de éstas
tenía ochenta Salomón, entendiendo por este número muchas y muchas más,
según el uso hebreo.
Que, aunque son breves, son de gran loor, porque juntan tres cosas: la
mañana, la luna y el sol, que son toda la alegría, y la belleza del mundo. Pues
es como si dijese: «¿Quién es ésta que viene por allí mirando hacia nosotros,
que no parece sino al alba cuando asoma rosada y hermosa, y es tan hermosa
entre las mujeres como la luna entre las menores estrellas; antes, por mejor
decir, es resplandeciente y escogida entre todas las luces, como el sol entre
todas las lumbres del cielo?».
Que así como el sol es el príncipe entre todas las luces soberanas, y
escogido de tal manera que todos se aprovechan y participan de su lumbre, así
ésta es todo dechado de toda beldad, y la que a ella pareciere, más bella será;
y, juntamente con su hermosura, tiene una majestad y gravedad que no parece
sino un escuadrón que a todos pone reverencia y temor.
10. Al huerto de los nogales descendí a ver los frutos de los valles, y si
florecía la vid, y si florecían los granados.
11. No sé: la mi alma se puso como los carros de los príncipes del mi
pueblo.
Pero un amor tan descubierto, según lo que hemos visto era éste, no da
lugar a semejante disimulación. Y así es mejor entender que estas palabras se
dicen por otro fin, que es que sepa el Esposo la causa de su cansancio de la
Esposa, que, como se verá en las palabras que dice: No sé, mi alma, etc., había
venido corriendo y estaba de la priesa sin fuerza y sin aliento, de lo cual
juntamente da cuenta y se queja a su Esposo. Que es cosa natural, las personas
que bien se quieren, y mayormente las mujeres, con lástima regalada contar
luego sus cuitas. Y es como si dijese: «¡Ay, Esposo mío, tan deseado y tan
bien buscado de mí! ¡Y qué cansada estoy y qué muerta de la prisa que he
traído! Que luego como sentí que andábades en el huerto, en el cual hay
grandes nogales, y parras y otros frutales, luego en ese punto descendí
aguijando, y he venido tan presto, que no sé cómo vine ni cómo no; mas de
que mi amor me aguijó tanto y me puso en el corazón tanta fuerza y ligereza,
que no me parece sino que he venido en un ligerísimo carro de los que usan
los principales y poderosos de mi tierra o pueblo».
Parece mejor que estas palabras, descendí al huerto, las diga el Esposo, y
que en ellas corresponde a la secreta queja que verosímilmente se presupone
tener su Esposa de él, por haber llegado a su puerta y llamádola y después
pasádose de largo, de donde nació andar ella perdida, buscándolo. A lo cual,
ganándola por la mano, responde que, como se tardó en abrirle, quiso ver el
estado de su huerto entretanto y proveer a lo que fuere necesario. Y con esta
disculpa del Esposo vienen muy a pelo las palabras que se siguen, a que le
responde la Esposa:
Pues dice: «No sé lo que ha sido, ni lo que has hecho en dejarme así, ni la
causa que te movió a ello, si no fue querer ver tu huerto, o alguna otra cosa; en
fin, no sé nada: esto sé, que el deseo mío y el amor entrañable que te tengo,
que posee mi alma y la rige a su voluntad, me ha traído en tu busca, luego que
como te sentí, volando como en posta». Y, contando esto, dícele lo que pasó
con las mujeres que la acompañaban, viéndola ir con tanta presteza, que la
decían:
Pues acaba de decir que se vino volando en busca del Esposo, dice que
sus compañeras, viendo que se apartaba de ellas y con apresuramiento, la
comenzaron a llamar y a pedilla que se volviese y no se diese tanta priesa,
como que no la habían visto bien del todo, ni gozado enteramente, ni
considerado bien su beldad. Y así la dicen: Tórnate, tórnate. El redoblar unas
mismas palabras es propio de todo lo que se dice y pide con afición.
Lo que tengo por más acertado es hacer todo una cláusula y aún sentencia,
en que diga la Esposa de esta manera: «Como me llamaron, volvime hacia
ellas, las cuales, por mirarme mejor, divididas de la una y de la otra parte, se
pusieron en dos hileras, como coros, yo entonces díjeles: ¿A qué me miráis
así, puestas una de una banda y otras de la otra, como escuadrón que está
puesto por sus hileras?». De arte que se presupone que se volvió a ellas y que
se dividieron en dos partes para vella mejor. Y llámalas escuadrón porque
eran muchas, y coro por estar así divididas.
Capítulo séptimo
1. (ESPOSA:) ¡Cuán lindos son tus pasos con el calzado, hija del
príncipe! Los cercos de tus muslos como ajorcas labradas de mano de oficial.
2. Tu ombligo como taza de lunas, que no está vacía; tu vientre, como
montón de trigo cercado de violetas.
3. Tus dos pechos tuyos, como dos cabritos mellizos de una cabra.
12. Las mandrágoras si dan olor; que todos los dulces frutos, así los
nuevos como los viejos, Amado mío, los guardé para ti.
Declaración
Loan el buen aire y el movimiento, del pie bien hecho y el calzado justo, y
que venía como nacido a la Esposa. Y dicho de admiración quiere decir para
mostrar que eran extrañamente bellos y no así como quiera.
Síguese:
Y esto dice por la espesura y macicez de las piernas, que no son flojas,
sino rollizas y bien hechas y redondas; en tal manera que si hiciese un artífice
una ajorca o collar de muy perfecta redondez, y se lo ciñese a las piernas,
vendría muy justo, y se hincharía toda ella de carne.
Dicen:
Quiere decir: sobre estas dos hermosas columnas de tus piernas se asienta
el edificio de tu persona. La primera parte de él es el ombligo y vientre tuyo,
el cual está muy hermosamente proporcionado, porque o parece sino una taza
tan redonda como la luna; y que esta taza está siempre llena de mixtura, que es
vino aguado para beber; así, ni más ni menos, es el tu vientre redondo y bien
hecho, ni flojo ni flaco, sino lleno de virtud que nunca le falta.
Y para más declarar esta loa del vientre, torna a decir: Tu vientre, como
montón de trigo rodeado de violetas. Y es muy gentil apodo este, porque el
montón de trigo está por todas partes redondo e igual en redondez, que en
ninguna parte de él hay hoyo ni seno alguno, porque luego los granos le
hinchen; y así dice ser de todas partes lleno y levantado el vientre de la
Esposa. Por el ombligo, como parte, entiendo el vientre, que Aristóteles y
Galeno llaman inferior, que es así redondo; la parte más alta, que toca en el
estómago y se avecina del pecho, es de quien dice tu vientre, como montón de
trigo cercado de violetas, que es añadir hermosura a hermosura.
Suben del vientre a los pechos, viniendo por su orden en la fábrica del
cuerpo, y dicen:
4. Tu cuello como torre de marfil, que es llamarle alto, blanco, liso y bien
sacado, que es todo lo bueno que ha de tener el cuello para ser hermoso.
Dice más:
Vese en esto que los ojos de la Esposa eran grandes, redondos y bien
rasgados, llenos de sosiego y resplandor; que todas estas cualidades se
muestran en un estanque lleno de agua clara y sosegada. Hesbón es una ciudad
fresca de Israel, la cual ganaron los hebreos a Seón, rey de los
amorreos, Números 21, 21; y estos estanques que aquí dice la letra, estaban
junto a una puerta de la dicha ciudad que se llama Bathrabbim, que quiere
decir «hija de muchedumbre»; y llamábase así porque, en entrando por ella,
estaba luego una plaza grande y capaz de mucha gente; que, según parece de
muchos lugares de la Escritura, antiguamente las plazas y las casas de
consistorio, que agora están en medio de la ciudad, entonces estaban junto a
las puertas de ella; y como era grande y capaz, su nombre de la plaza
eraBathrabbim, que es «hija de muchedumbre». Porque los hebreos en su uso
y manera de hablar, se sirven del nombre de hijo para diversas cosas, como
para decir muy sabio, dicen «hijo de sabiduría», y por muy malo, dicen «hijo
de maldad».
Dicen luego loándola más:
Y para denotar cuán gentil mujer y cuán dispuesta es esta Esposa, le dicen
que su cabeza sobrepuja a las otras, como la cumbre del monte Carmelo a los
otros montes. La palabra hebrea karmel significa tres cosas diferentes: «espiga
llena», y «grano», y el «monte» sobredicho, y así los doctores trasladan
diferentemente este lugar; y aunque en cualquiera sentido tiene propiedad la
comparación, pero el que habemos dicho es el mejor y el más recibido.
Añade luego:
Y concluyen diciendo:
Esta es una cláusula sentenciosa que remata todo lo sobredicho, que los
retóricos llaman epiphonema, y va mezclada con una gran admiración, como
es natural, después de haber visto o desmenuzado por palabras alguna cosa
muy buena, romper el ánimo del que lo ve y trata en otro tanto espanto y
admiración.
7. Dije: Yo subiré a la palma y asiré tus racimos y serán tus pechos como
los racimos de la vid, el aliento de tu boca como el olor de las manzanas. 8. Y
el tu paladar como el vino bueno que va a mi amor a las derechuras, que
hace hablar labios de dormientes.
Son palabras que cada una de las dueñas dice por sí, en que muestran por
galana manera la codicia y afición de gozalla, que ponía la Esposa con su
hermosura en ellas, y en todas las que la miraban. Que es decir: «Tan
dispuesta y linda eres, como una palma. ¡Ay! ¡Quién subiese a ella hasta asirse
de sus racimos altos!».
Que va: quiere decir, cual es el que coge o bebe el mi amigo; que es
como decir en español mi vecino o fulano, palabra que no determina alguna
cosa o persona cierta, y confusamente las significa a todas.
10. Ven, Amado mío; vamos al campo, pasemos las noches en las granjas.
11. Levantémonos de mañana a ver si florece la vid; que todas son cosas
que dan gran gusto y recreación. Pero lo que ella más pretende es poderse
gozar a solas y sin estorbos de gentes, que para los que se aman de veras es
tormento a par de muerte. Y por eso dice: Allí te daré mis amores.
12. Las mandrágoras si dan olor; que todos los frutos, así viejos como
nuevos guardé en mi puerta para ti.
Capítulo octavo
1. (ESPOSA:) ¿Quién te me dará, como hermano, que mamases los
pechos de mi madre? Hallarte ía fuera; besárate y ya nadie me despreciaría.
10. Yo soy muro y mis pechos como torres; entonces fui en sus ojos como
aquella que halla paz.
11. Tuvo una niña Salomón en Baal-Hamón; entregó la viña a las guardas,
y que cada uno traiga por el fruto de ella mil monedas de plata.
12. La viña mía, que [es] mía, delante de mí; mil para ti, Salomón, y
doscientos para los que guardaren su fruto.
13. (ESPOSO:) ¡Oh, tú, que estás en el huerto, los compañeros escuchan,
haz que yo oiga tu voz!
Declaración
Hemos visto bien los procesos de este gentil amor, que aquí se trata; cómo
al principio, la Esposa, careciendo de su Esposo, deseaba siquiera algunos
besos de su boca; después de haber alcanzado la presencia y regalos suyos,
deseó tenerle en el campo consigo; y ya que le tiene en el campo, gozando de
él a sus solas sin que nadie le estorbase, desea agora tener más licencia de
nunca se apartar de él, sino en el campo y en el pueblo andar siempre a su lado
y gozar de sus besos en todo lugar y todo tiempo. Y para mostrar este deseo la
Esposa y la manera como quería cumplillo, comienza como en forma de
pregunta diciendo: ¿Quién me dará? La cual en la lengua hebrea es oración
que decimos deseo y vale tanto como ¡ojalá pluguiese a Dios! Y así es
aquello que dice Jeremías, 7: «¿Quién dará agua a mi cabeza?». Y David
dice: «¿Quién me dará alas como a paloma, y volaré?».
Pues la Esposa, estando a sus solas y sin conversación de gentes, ella goza
de los besos de su Esposo, y se alegra y se huelga mucho con él; mas cuando
está delante de gentes, tiene vergüenza, como la suelen tener las mujeres, y
dice que es gran pérdida aquella, porque siempre querría estar colgada de sus
hombros del Esposo, cogiendo sus dulces besos sin descansar un punto; y que
pluguiese a Dios ella pudiese tenello y tratar con él, como con un niño
pequeño, hermano suyo, hijo de su madre, que aún mamase; que, como ella lo
hallase en la calle, arremetería con él y le daría mil besos delante de todos
cuantos allí estuviesen. Porque esto es muy usado de las mujeres con los
niños, y no son notadas por esto ni tienen empacho de hacer estos regalos, y
mostrarles este amor públicamente. Esta facilidad usa la Esposa tener en los
besos de su Esposo y gozar de él. Y durando aún en la semejanza que ha
puesto del niño, prosigue con su deseo diciendo:
En toda parte está Dios, y en todo lo bueno y hermoso que se nos ofrece a
los ojos en el cielo y en la tierra y en todas las demás criaturas, hay un
resplandor de su divinidad, que por oculto y secreto poder está presente en
todas y se comunica con todas. Mas estar Dios así es estar encerrado; y lo que
se ve de él, aunque por ser de él es bien perfecto, por parte de los medios, que
son bien limitados y angostos, vese más imperfectamente y ámase más
peligrosamente. Y por eso quiere la Esposa tenelle fuera, que es gozalle así
por sí sin miedo ni tercería de nadie, ni sin ir mendigando ni como
barruntando su belleza por las criaturas; y visto así cual es y cuán grande y
perfecto es, llegalle así consigo y abrazalle con un nuevo y entrañable amor;
metello en su casa y en lo más secreto de su alma, hasta transformarse toda en
él y hacerse una misma cosa con él, como dice el Apóstol: «El que se ayunta a
Dios hácese un mismo espíritu con Él». Y entonces se verá la verdad de lo que
añade, y nadie me despreciará; que, como dice San Pablo, «todo lo que acá se
vive es sujeto a vanidad y escarnio; pero aquel día será, que volverá por la
honra de la virtud y descubrirá la gloria de los hijos de Dios».
La pregunta por qué vale tanto como rogar vedando; y lo mismo quiere
decir por qué despertaréis, que no despertaréis. Y tal como esto es lo del
salmo: «¿Por qué te apartaste, Señor, tan lejos, por qué escondes tus faces?».
Que es decir: «Señor, no te alejes, no te ausentes»; salvo que, diciéndolo por
pregunta, pone más compasión, como si dijera: «¿No habéis lástima de
despertarla? Dejarle dormir y pasar su desmayo, hasta que torne de suyo a
volver en sí».
Desierto en este lugar significa tanto como campo; porque así se ve que
ellos no tornan del desierto a la ciudad, sino del campo, donde había huertas,
viñas y árboles y granjas. Y también porque este vocablo desierto no siempre
significa entre los hebreos lugares yermos, y que carecen de habitación y de
pastos y verduras; antes muchas veces significa lugares anchos y llanos en el
campo, adonde, aunque no hay tan espesas moradas de gentes, no faltan a lo
menos algunas, y juntamente hay pastos y bebederos. Porque en la Escritura
muchos pueblos y ciudades se cuentan estar asentadas en desierto, que quiere
decir en el campo llano; y así leemos enJosué que a los del tribu de Judá les
cupieron seis ciudades del desierto, y de Moisén se dice en el Éxodo que llevó el
ganado de su suegro, que apacentaba, al desierto, más adentro de lo que antes estaba.
Después que las mujeres están casadas y por su parte contentas con sus
nuevos esposos, suelen acudir nuevos cuidados de remediar y poner en cobro
las hermanas menores que en casa de sus padres quedan, y comienzan desde
entonces a mirar por ellas y por su honra, y sus esposos las ayudan, tomando
por suyo el negocio de las amadas cuñadas. Este mismo cuidado se le mueve
agora a esta contentísima Esposa, y cuenta a su Esposo cómo ellos tienen una
hermana tan pequeña, que aún no le han nacido los pechos, y que es hermosa,
y que, por ser así, no le faltarán nuevos enamorados; y siendo como es niña y
simple y sencilla no tendrá valor para recatarse y mirar por sí; por tanto que es
menester mirar cómo la guardarán, y qué harán de ella, hasta que venga el
tiempo de casalla; que eso es quiere decir el día que se hablará de ella.
A esto responden ellos mismos, diciendo que será bien tenella encerrada
en un lugar que esté muy fuerte, y que si se ha de hacer algún edificio de
paredes para ello, que sea tan fuerte, tan macizo, tan liso por de fuera como si
fuera de plata que no le puedan quebrantar minándolo, ni por él trepando. Y
las puertas de tal edificio, guarnezcámoslas de muy fuertes y durables tablas
de cedro, para que de esta manera esté bien guardada nuestra hermana.
Estas palabras parecen ser dichas burlando, como si dijesen: «Si por vía
de guarda lo habemos de hacer, hagámosle un palacio fortísimo, que no baste
nadie a entrar donde ella está». Mas, en fin, dice, todo esto no es menester, y
la causa es por lo que añade:
Que es decir: Si yo no estuviera casada con tal Esposo como el que tengo,
tuviéramos necesidad de tratar de esos negocios para la guarda de mi
hermana; mas agora, estando yo tan amparada con la sombra de mi Esposo,
tan honrada por su nobleza y tan acatada por su causa, yo sola basto a hacer
segura a mi hermana; no hay para qué tenella encerrada de esa manera; sino
traella conmigo junto a mí y abrazada a mis pechos, que no haya quien la ose
a ofender; porque no hay muro tan fuerte como yo, ni hay torres tan fuertes
como mis pechos y la sombra de mi seno; y esta fortaleza tengo yo desde el
tiempo que comencé a agradar a mi Esposo y le parecí bien a sus ojos, y él
comenzó a comunicarme su amor.
Prosigue:
12. La viña mía, que es a mí, delante de mí; mil para ti, Salomón, y
doscientos para los que guardan su fruto.
Después que las mujeres se hallan con buenos y honrados maridos, para la
sustentación de su familia es necesario que entiendan en allegar y guardar la
hacienda; y cuanto más honrada es y más ama a su marido, más cuenta tiene
en esto, como parece claro en las parábolas o Proverbios de Salomón. Y así,
luego que esta Esposa se casa tan a su contento, comienza a tener cuidado de
la hacienda y esperar de haber gran provecho. Porque ella tiene una muy
buena viña, como arriba la oímos decir; y como agora está favorecida con su
Esposo, ella tendrá gran cuidado de la guardar hasta que se coja el fruto, y no
habrá quien ose apartarla de guardar su viña, como antes hacían sus hermanos.
Y así guardándola ella, como persona a quien le duele, estará más entero el
fruto de la viña y rentará más. Y para decir esto, usa de un argumento entre sí
de esta manera: Salomón, el rey de Jerusalén, tiene una viña en aquel lugar,
que llaman Baal-Hamon, que quiere decir «señorío de muchos», como si
dijésemos en el pago de muchas viñas, y esta viña arriéndala Salomón a unos
hombres para que la labren y guarden, y le traigan mil monedas de plata del
valor cierto de aquel tiempo por el fruto de ella, y que ellos se ganen lo
demás; y de aquí concluye la Esposa que por fuerza su viña habrá de rentar
más que no la de Salomón, porque la guarda ella, que es propia señora, y por
la misma causa estaba mejor labrada que no la otra. Y dice: «Pues si la tuya,
Salomón, te renta mil a ti, y los que la arriendan y guardan ganan por lo
menos la quinta parte, que son doscientos, ¿qué me rentará a mí la mía, de
quien yo tendré tanto cuidado?».
13. ¡Oh, tú que estás en los huertos, los compañeros escuchan, haz que yo
oiga tu voz!
Como si dijese: «Esposo mío, amado mío, gran deseo tengo de verte; no
estés sin venir a visitar a tu Esposa; acude de cuando en cuando a verla, y
cuando vinieres, no estés en el camino, sino muestra el amor que me tienes, no
sólo en visitarme a menudo, sino en venir más ligero que la cabra montés, y
más que el ciervecito que anda en los montes espesos, donde hay cedros,
terebintos y otras plantas olorosas; porque bien sabes tú que corren con gran
ligereza. No tardes en correr, amor mío verdadero, pues no puedo hallarme sin
ti. Con gran presteza acude a verme».
Y podríase trovar esta canción en pocos versos, que dijese de esta manera:
A esto obedece la Esposa, y el cantar de que usa para el gozo del Esposo y
rabia de sus enemigos es pedille que se apresure y que venga; que es una voz
secreta que, aguzada por el movimiento del Espíritu Santo, suena de continuo
en los pechos y corazones de los ánimos justos y amadores de Cristo. Como lo
certifica San Juan en el Apocalipsi, capítulo último, diciendo: «El Esposo y la
Esposa dicen: Ven, Señor». Y poco después dice él mismo en persona suya,
como uno de los más justos:«Ven presto, Señor Jesú»; la cual voz y petición
es una muestra de amor muy agradable y muy preciada de Dios. Porque
pedille que se apresure y venga, es pedille lo que se demanda en la oración
que él nos enseñó, que santifique su nombre; que lo ponga todo debajo de su
poder y de sus leyes; que reine enteramente y perfectamente en nosotros; y
que vuelva por sí y por su honra, y ponga fin a los desacatos de los rebeldes
contra la majestad de su nombre; que dé su asiento a la virtud y, usando de
riguroso castigo, ponga en la mala reputación que merecen a los vicios y a los
viciosos.
Que todas ellas son cosas que, como dicen, le atañen y pertenecen, y tiene
a su cargo de hacellas al tiempo que Él sabe y tiene señalado, que es el día del
juicio universal, que con particular razón suele en la Escritura Sacra
llamalle día suyo, porque es el propio día de su honra y gloria. Por donde el
pedille que se acelere presto y que venga, a Él le es por extremo agradable, y
por el contrario les es triste y aborrecible a sus enemigos; porque en descubrir
ya Cristo su luz y resplandecer enteramente por el juicio en el mundo, está el
remate de todo su mando usurpado y tiranizado, y el principio de su
abatimiento y mal perpetuo.
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