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de la habitacin, acurrucado con la cabeza entre las patas. Y he aqu que justo al llegar la media noche se oy el espantoso rumor; alguien invisible se levant del rincn de la habitacin apoyndose en unas muletas, se oy ruido de paja, y cuando comenz a andar: tap, tap, se despert el perro y de pronto se levant del suelo, enderezando las orejas, y comenz a ladrar y a gruir, como si alguien con paso desigual se acercase, y fue retrocediendo hacia la estufa. Al ver esto, la marquesa, con el cabello erizado, sali de la habitacin, y mientras el marqus, con la daga desenvainada, gritaba: Quin va?, como nadie respondiese y l se agitara como un loco furioso que trata de encontrar aire para respirar, ella mand ensillar decidida a salir hacia la ciudad. Pero antes de que corriese hacia la puerta con algunas cosas que haba recogido precipitadamente, pudo ver el castillo prendido en llamas. El marqus, preso de pnico, haba cogido una vela y cansado como estaba de vivir, haba prendido fuego a la habitacin, toda revestida de madera. En vano la marquesa envi gente para salvar al infortunado; ste encontr una muerte horrible, y todava hoy sus huesos, recogidos por la gente del lugar, estn en el rincn de la habitacin donde l orden a la mendiga de Locarno que se levantase. FIN VOLVER A CUENTOS DE HEINRICH VON KLEIST