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LA RELIGION. ESTUDIOS FILOSOFICO-TEOLOGICOS D. VICENTE SANTIAGO SANCHEZ DE CASTRO, LECTORAL DE LEON. LEON: 1883. IMPRENTA DE LA DIPUTACION PROVINCIAL. DICTAMEN DEL CENSOR. Sxemo. é Yimo. Seiior En cumplimiento del delicado encargo. gue S. E. Mus- trisima me hace, he leido el manuscrito del Dr. D, Vicente Sanchez de Castro, Candnigo Lectoral de esta Santa Iglesia, titulado La Reicion.—Esrupi0s Fitosdérico-TEoLéaicos, y digo: gue no he notado en dl nada gue sea contrario & nuestros venerandos dogmas ni é la purisima moral cris- tiana; lejos de eso, entiendo gue los Estupi0s FiLosérico- TxoLdcicos forman un cuerpo muy completo y muy perfecto de la doctrina que & ninguna persona regularmente ilustra~ da es Ueito desconocer. El Sr. Sanchez de Castro, nartien- do de verdades que estdn al aleance de todos, lleva & sus bien dispuestos lectores como de la mano por una série de cono- cimientos cientificamente elaborados, y no descansa hasta ponerlos en la posesion del Supremo Bien, tiltimo jin del hombre. Ni se olvida de presentar hacia uno y otro lado, desde el regio y firme camino gue recorre, muchas verdades gue son consecuencias de las ya reconocidas, 6 graciosas manifestaciones que el Divino Maestro ha hecho de su sania voluntad, bien para conocer los infinitos Tesoros divinos, bien para que los hombres dispusiéramos de medios abun- dantisimos con los cuales nos sea ficil el cumplimiento de nuestras obligaciones. La razon y la fe iluminan y sirven de guia al ilustre autor de esta obra; al calor de una y otra lua se inspira, y de ambas se sirve con mucha oportunidad. De este modo fa- cilmente puede advertir el dvido lector cuan perfecta armo- ata existe entre la luz divina y humana, cuan admirable- mente concertado y subordinado estd lo gue con una y otra se aprende; y se nota finalmente cuales y cuan eficaces auxi- lios se prestan mituamente la razon y la revelacion para que todos brillen mas, De agué que tenga por muy rutil y conventente la lectu- ra de esta obra para todos, pero especialmente para aquellos hombres que por su posicion social 6 circunstancias parti- culares deben estar preparados 4 dar razon de la verdad de la doctrina que profesan 6 ensefan, y de los fundados mo- tivos de su esperanza. : Sin embargo, S. E. Iima., en virtud de su divina mi- sion y sagrado caracier, dispondra que la obra titulada La Retiaion.—Estuptos Fi.osérico-TEoLdetcos se im~ prima, 6 no, conforme d lo que mds convenga. Seminario Conciliar de Leon Octubre 28 de 1882.— El Rector, Dr. Jost Tomds DE Mazarrasa. APROBACION. Nos gx Dr. D. SATURNINO FERNANDEZ DE CASTRO, POR LA GRACIA pE Dios ¥ DE LA Santa SepE APosT0Lica, Osispo DE Leon, Conpg pg CoLie, SENoR DE Los Lugares DR Las ARRIMADAS Y VEGaMIAN, CaBALLE- RO GRAN Cruz ve La Rea, Orpen AMenicaNa DE TgapeL La CaTOLICA, ETC. Habidndonos presentado el Dr. D, Vicente Santiago Sanchez de Castro, Lectoral de nuestra Santa Iglesia Ca- tedral, wna instancia solicitando el necesario permiso para la publicacion de un libro que tiene por titulo La Reticion. Estuptos Fr.osdrico-Tzondetcos, y resultando de la cen— sura dada por el encargado por Nos al efecto, que la expre- sada obra no solo no contiene cosa alguna que se oponga en lo mis minimo a la fé ni d la moral cristiana, sino que, como era de esperar de la piedad y cienvia de su autor, ha de ser muy provechosa su publicacion, para que con su lec— dura se penetren muchos de la verdad y hermosura de nues- iva Santa Religion: Concedemos el permiso solicitado para la publicacion del mencionado libro. Leon 1.° de Noviembre de 1882.—SaTurnino, OBisPo DE LEon. PROLOGO. Exrer todos los deseos que brotan del corazon humano, levdntase atrevido el deseo de saber; el enal, al par que pone de manifiesto nuestra in- digencia,—porque de lo que se desea, nada se posee,—acredita la alteza de nuestra condicion. Desde el humilde labriego, que se afana por apren- der 4 mangjar la esteva, hasta cl profindo filé- sofo engolfado en dificiles especulaciones, todos dan testimonio de que, 4 pesar de nuestra peque- fez, hay algo en el hombre que le hace superior A todos los seves visibles. Este nobilisimo dislintivo no es otro que la incnliad de sentir el atractivo de la verdad, y de correr en pos de ella con afan: facultad que, pe- netrando en lo intimo de las cosas, las abarea to- las; no vedueidndolas & mezquinas proporeiones, sino dilatandose ella de manera que Jowya estar en todas, superandolas, sin ser comprendida por nin- guna. Tal y tan grande es el poder de nnestyo en- 0 tendimiento, aguijoneado sin descanso por el deseo de saber. .En alas de ese deseo se ha remontado el hom- bre 4 la region de los astros, y recorrido espacios inmensos; y contado millares de soles, y calculado su peso, y descubierto las leyes que rigen sus siem- pre arménicos y variados movihiientos, y marcado con precision Ja inconcebible rapidez de su carrera. Estimulado por ese mismo deseo ha penetrado tambien en las entrafias de la tierra, para sorpren- der sus secretos y arrancarla sus tesoros; y des- pues, ceflido con la diadema de la ciencia, ha le~ vantado orgulloso su frente y ha querido ostentar por todas partes el cetro de su soberania: y alla- nando valles, y abatiendo y perforando montafias ha preparado sus caminos; y obligando al vapor y 4 la electricidad 4 que Je sirvan fieles, ha enco- mendado 4 la gigantesca potencia del primero la marcha triunfal de sus trenes, y ha hecho 4 la se- gunda portadora de su pensamiento, de su palabra y hasta de su imagen. Diriase que ya nada queda por saber; y, sin embargo, jcudntos horizontes se vislumbran, que nadie ha podido medir; cudntas profundidades, en que ninguno ha llegado 4 penetrar; cudntos enig- mas, que no se ha acertado atin 4 descifrar, cuén- tos problemas, que no se ha logrado resolver! Parece como si la ciencia, al paso que va dejando llegar sus destellos al humano entendimiento, se fuese complaciendo en mostrarle los insondables nT abismos y las inaccesibles alturas en que mora es- condida la verdadera sabiduria. Pues, aunque dié- yamos por supuesto—lo que no acaeceré—que ha de egar un dia en que el hombre domine con su inteligencia el universo entero y :ponga de mani~ fiesto todo-lo que-ahora -permanece oculto; ;que- dard con eso satisfecho? Es. bien cierto que no; porque lo que cabe eu su intéligencia,:menor es que ella, -y por tanto no Ja puede saciar: despues de haberlo encerrado todo en su vastisimo seno, si no deja de ser lo que es, volverd 4 sentir con mas violencia el deseo de saber; y ya no hallaré hartura, si la sabiduria no se le muestra en una yegion superior 4 cuanto humanamente es posible aleanzar. Pero, aun en el 6rden de los humanos conoci-~ mientos, se descubre una ciencia de mayor impor~ tancia que todas las demds. El hombre quiere saber para hacer servir todas las cosas 4 su con~ veniencia, 4 su utilidad, 6 4 su recreo: luego, 6 todas las ciencias son vanas, 6 han de estar su- bordinadas 4 la ciencia de nosotros mismos. Si no nos conocemos 4 nosotros, todos los demds cono- cimientos serdn como tesoro ignorado, como se- creto indescifrable, como luz que se apaga. ;De qué me vale saberlo todo, si no sé qué soy yo; ni quien me ha puesto en la senda de la vida, entre- gado 4 un deseo insaciable de verdad y de bien; ni si despues de la muerte me: aprovechara mi ciencia; ni 4 donde iré 4 parar con ella? iv Hay, por consiguiente, un problema, sintesis de todos los problemas, que en definitiva es el unico digno de la consideracion del hombre: «;De donde vengo y 4 donde iré 4 parar?: jcudl ha sido mi principio, y cuél seré mi fin, y por qué medios habré de ‘llegar 4 él? ;Hay algun ser supremo, 4 quien::yo debo veconocer como 4 Sefior y Dueito, y dar:cuenta de todas mis acciones?: qué relacio- nes.me ligan con él?» O, en otros términos: «Se dé una Religion verdadera, 4 la que to- dos los hombres deban vivir sujetos, y de la que no les sea posible prescindir sin perderse para siempre? ,Cudl es, y donde se halla?» La respuesta 4 estas preguntas constituye el objeto de nuestros sencillos Esruptos. Alguien quizé los consideraré innecesarios en- tre ianto como se halla escrito acerca de esta ma- teria: pero, si se tiene en cuenta que muchos viven en completo descuido de tan trascendentales cues- tiones; y muchos pasan por ellas con sobrada li- gereza; y no pocos estén 4 bien con cualquiera solucion, admitiendo hoy lo que desechan mafiana, y modificando mafiana lo que tenian por invaria- ble ayer; si & esto se afiade que son pocos los que tienen capacidad y paciencia para revolver vo- luminosos libros, y gue los breves Zratados no satisfacen las exigencias de la generalidad, arras~ trada como se-halla por un desmedido afan de in- vestigat y examinarlo todo... entonces acaso lle- garemos 4 convenir en que no esté de sobra un Y pequefio libro, que viene 4 ser como un buen ami- go, como un compafiero, comprometido en el mis- mo viaje que nosotros, investigador del mismo bien que buscamos; & cnyo lado cada cual, aunque por de pronto no traiga més luz ni eseuche otra voz que la de su razon, pueda ir fijando con segu- ridad su planta y removiendo los obstaeulos que sv opongan & su paso, hasta recorrer entera la senda que conduce indefectiblemente 4 la posesion de la Verpao y del Bizx, que en la tierra no es posible hallar. Lectores habrii que en algunas cuestiones de- searian mayor copia de argumentos; pero les ro- gamos que ationdan 4 que eseribimos para toda jase de personas, y principalmente para aquellas que, annque por otra parte ilustvadas, no lan em- pleado ni pueden omplear inncho tiempo en esta clase de estudios: y por eso no hemos debido pro- ponernos agotar la materia, sino aducir pruchas claras, que hasten para poner en evidencia la verdad. A este fin hemos creido tambien oportuno adoptar un estilo, qne ni sea rigorusamente didac tico,—para que la rigidez de la forma no le haga ingrato,—ni exclusivamente oratorio; para que las galas de la elocuencia uo oculten a los ojos de los sencillos, 6 menos perspicaces, la fucrza y el encadenamiento de los raciocinios. Ali teneis, tal cual es, ese amigo verdade ese nuevo pequeiio lily, inspirado por un buen vr déseo. Si hubiéramus acertads 4 darle ser y forma convenientes, ¥, sobre todo, si Dios se digna hen- decirle, bien: podrémos. esperar.que por sti medio llegue siquiera‘un rayo.de verdadera luz 4 algun entendimiento oscurecido, y la paz duradera 4 mu- chas conciencias perturbadas. Leon 8 de Setiembre de 1882. V. S. Sanchez de Castre. LA RELIGION. PARTE PRIMERA. CAPITULO L 1, Hay Dios,—2. Sus atributos.—3. Su naturaleza.—4. Es uno solo.—5. Criador de todas las cosas.—6. El Pantelsmo. —7. La Providencia. 1. Por irretlexivo ¢ indiferente que sea el hombre, si llega a fijar siquiera por un momento la considera- n en si mismo y en los deinis hombres, y dirige la mirada hacia lo que le rodea; al ver el sol que Je alum- bra, y la tierra que le sustenta, y las plantas que le sirven de alimento y de recrco, y las aves que pueblan Jos aires, y los animales que moran cn las selvas, y los que le estin inmediatamente sometidos... sin esfuerzo alguno puede formular estas preguntas: El Universo que contemplo y de que soy parte, sha existido siem- pre, 6 ha tenido principio? 4A qué es debido el drden inalterable y maravilloso que en é! reina? aDe donde procede esta admirable multitud de seres? Que no existen por si mismos, lo estan diciendo las variaciones y cambios que sufren, y la continua suce- sion con que yan viniendo 4 la existencia: porque asi como son de una manera y de otra, asi dejan y pueden 2 LA RELIGION.—PARTE PRIMERA. CAP. I. dejar de ser, y pudo haber un tiempo en que ninguno existieso. La flor que se deshoja; el arbol que perece; el pajaro que muere, nos dan 4 entender que asi como no tienen poder paza consergarse, tampogo.padieron darse la existencia: hie omo’éllos‘enipezaron A ser, tambien tuvieron principio todas las plantas y todos los anima- les, y, por tanto, hubo un tiempo en que ninguno exis- tia... La roca que se desprende de la cumbre de la mon- taiia; la montaita que se hunde, 6. que salta en pedazos al impetu del terremoto 4 del volcan, nos dejan ver como muy posible que la tierra entera se redujese a polvo. Concibese igualmente posible que el sol se oscu- reciese para siempre, y que los astros, chocando unos con otros, cayeran del firmamento... ‘Todo, todo, lleva ensi el sello de Ja caducidad: todas las cosas nos egtin diciendo que son contingentes, 6 que no tienen en si mismas la razon de su existencia. Sila tuvieran, serian siempre lo que fueron en el principio, sin poder ser de otro modo: la razon que tuvieron para existir, si la le- varan en si, continuaria hoy siendo la misma que fué entonces, y como entonces debieron ser todo lo que esa razon pedia, no habria razon para que fuesen lo que no eran, ni para que dejasen de ser lo que eran; y por con- siguiente no estarian sujetas 4 cambios ni mudanzas; porque en toda modificacion, 6 se pierde algo de lo que se tenia, 6 se adquiere algo que uo se poseia: serian, pues, necesariamente lo que son, sin posibilidad de ser de otra manera. Lo que es por necesidad, no se concibe que pueda variar; como no se concibe que un circulo deje de ser redondo: en el momento en que la redon- dez faltase, el circulo perderia su existencia. Los cambios y mudanzas que observamos, revelan la contingencia no solo de las formas, 6 modos de ser accidentales, sino tambien de las sustancias; porque es absurdo suponer variaciones en una sustancia que exis- LA RRLIGION.—PARTE PRIMERA. CAP. I, 3 tiese por necesidad.. Pues tales variaciones, 6 proceden de lo intimo de la sustancia, —y entonces ella misma es variable,— 6 son determinadas por una causa ex- trinseca, que, al producirlas, pone de manifiesto que la materia, 6 sustancia, sobre la cual ejerce su accion, le esta subordinada, y, por consecuencia, no existe nece- sariamente. Ademis, los cuerpos se hallan compuestos de ele- mentos simples, que pueden, hasta por sencillos pro- cedimientos quimicos, llegar 4 separarse y formar compuestos diferentes: luego es claro que no se ha- lian por necesidad combinados de la manera que lo estin, 6 que no tienen en si mismos la razon de Ja actual combinacion. Y los elementos simples tam- poco pueden existir por si mismos; porque, como no se concibe la materia sin wna forma cualquiera, al existir por si, existirian necesariamente determinados 4 aque- lla forma primitiva, que, por ser necesaria, no podrian perder; y por tanto, no serian susceptibles de combi- nacion. Es, pues, evidente que ni el Universo, tal cual le vemos, ni la materia de que esta formado, tienen en si mismos la razon de su existencia; y, como nada puede existir sin razon suficiente, es preciso buscar Ja razon de la existencia del mundo en otro ser que se la haya dado; el cual no ha de ser contingente, porque en tal caso necesitaria de otro que fuese antes que él: y ese primer ser, al cual habremos de legar por fuerza, es el que buscamos: ser que no ha podido recibir de otro la existencia, sino que existe por si mismo, por necesidad de su esencia, 6 porque no puede menos de existir. Ese SBR NEVESARIO, causa de todos los seres, es el que Hama- mos Dios; luego Hay Dios. © Al conocimiento de Dios nos lleva no solamente la innumerable multitud de seres con su portentosa va- 2 4 LA RELIGION. —-PARTR PRIMERA. CAP, 1. riedad, sino,tambien el orden admirable con que estin dispuestos y se mueven. El Sol ocupa el centro de nues- tro sistema planetario: del Sol reciben Ja luz y alrededor de 61 giran en érbitas elipticas otros cuerpos celestes, los planetas, que concluyen su curso en periodos de tiempo desiguales: entre ellos tiene su puesto la Tierra, que emplea un afio en su carrera, dando origen 4 las estaciones, que se suceden sin interrupcion: 4 la Pri- mavera, vestida de flores, sigue el Verano con sus do- tadas mieses; en pos viene el Otoio cargado de frutos, y por ultimo lega el Invierno envuelto en su manto de nieve. Girando ademds la Tierra sobre si misma como alrededor de un eje, en el espacio de veinticuatro horas da una vuelta completa, para que no cese nunca el al- ternado concierto de las noches y los dias. Designa los meses la Luna en sus viajes alrededor de la Tierra, y 4 su paso es saludada por el flujo y reflujo de los mares. Sube 4 la atmésfera el agua en forma de vapor para convertirse en nubes,y desciende trasformada en rocio, 6 en benéfica lluvia, que fecundiza los campos; y, des- pues de haber cumplido su oficio, se eleva otra vez, pa- ra descender de nuevo... Ahora bien: el érden os distinto de las cosas ordenadas, porque estas podian ser ordena- das de un modo diferente, 6 podrian estar en desérden: aside unos mismos materiales podria edificarse un tem- plo, 6 un palacio; de un mismo barro puede hacerse un vaso de honor 6 un vaso de desprecio, un ladrillo 6 una estdtua: por donde se vé que el érden es «la coloca~ cion de las cosas con un propésito determinado», 6 «la disposicion de los medios para conseguir un fin»: luego donde quiera que haya drden, alli hay, 6 ha habido, un ordenador; 6, lo que es igual, un ser inteligente, capaz de concebir el fin y la relacion entre el fin y los medios que han de emplearge para su consecucion. Solo un ser inteligente puede ortenar, porque solo la inteligencia LA RELIGION.—PARTE PRINERA. CaP. I. 5 tiene facultad de distinguir los motivos 6 la razon que determina las cosas de suyo indiferentes, a servir de medios para alcanzar un fin determinado. Es tan nece- saria la relacion que hay entre las ideas de orden y or- denador, que no podemos dejar de verlas juntas: la vista de una casa, de un puente, de una maquina, despierta en nuestra mente la idea del artifice: no miramos las piginas de un libro, sin atribuirlo inmediatamente 4 un escritor. Luego, si hasta en las obras pequefias es for- zoso reconocer el sello de la inteligencia, g¢eomo podre- mos dejar de conocerlo en le grandiosa maquina del Universo? E] Universo, pues, ha sido ordenado por un ser soberanamente inteligente, superior 4 este mismo érden é independiente de 4]; porque si ese ordenador formara parte del drden, dependeria de otro que le hu- biese ordenado; y este supremo ordenador, es el que buscamos. Ese ser inteligente, ordenador de todas las cosas, y que no ha sido ordenado por disposicion ex- traiia, sino que él mismo es el orden esencial, ejemplar de todo orden... ese ser es Dios; luego Dios existe. Nosotros mismos somos una prueba elocuentisima de la existencia de Dios. Multitud de hombres pueblan hoy la tierra: la experiencia ensefia que los que ahora viven, proceden de otros hombres; aquellos de sus pa~ dres, y asi los demés: la Historia sefiala la época en que los diferentes pueblos y naciones tuvieron princi- pio por la separacion de unas pocas familias: buscando el origen de estas familias hemos de llegar necesaria— mente, subiendo de hijos padres, hasta encontrar un primer hombre y una primera mujer, padres de todo el \inaje humano. ,Cémo empezarian 4 existir aquel hom- bre y aquella mujer? No han podido traer origen de los animales; porque aun los mas perfectos—por ejemplo el mono, que por su configuracion tiene cierta semejanza con el hombre— 6 LA RELIGION.—PARTE PRIMERA. CAP, I. son de riaturaleza esencialmente inferior, y por consi- guiente no podian ser sus progenitores. 1 Aunque la estructura fisica no colocase al hombre en una categoria superior, el preciosisimo don de la pa- Jabra, que le es exclusivamente propio, y las facultades intelectuales y morales le colocan 4 tan elevada distan- cia, que no es posible atribuirle terrenal origen. A no ser que digamos que lo menos tiene capacidad para con- tener lo mds, 6 que cualquiera puede dar lo que no tie- ne: pues de otro modo no se concibe cémo los érganos vocales pndieron salir de donde no los habia; ni como los irracionales pudieron dar & otro la facultad de ra- ciocinar. Mientras que los animales no sienten mas necesi- dades que las de la vida organica, el hombre nota den- tro de si un vacio, que las satisfacciones de los sentidos no pueden llenar, y aspira a ser feliz mas alld de la vida presente. Y es que conoce, é es capaz de conocer, el bien y el mal, la verdad y la mentira, el orden y el des- orden, la justicia y Ja injusticia; y se siente con liber- tad para dirigir sus propias acciones y oye la voz de su conciencia que le alaba, 6 le vitupera. Puede ser ense- fiado y trasmitir 4 sus hijos las enseflanzas recibidas; inventa y perfecciona sus inventos, y logra con ellos dominar el mundo y sujetar 4 su imperio 4 todos los animales... Y este conjunto de nobilisimas facultades 4né esta diciendo con irresistible elocuencia que el hom- bre no ha podido menos de ser obra de un ser intinita~ mente sdbio y poderoso, es decir, de Dios, que se ha dignado poner en nosotros un como destello de su sa- biduria y su poder? Todos los pueblos, en todo tiempo, han dado testi- monio de la existenciade Dios. «Ninguna nacion hay tan 1 Véase la Nola que va al tin, LA RELIGION,—PARTE PRIMERA. CAP. 1. 7 estupida, decia Ciceron, que ignore que hay Dios, aun- que no sepa quien es». Y Plutarco asegura que «podran hallarse ciudades sin murallas, sin letras, sin leyes, sin moneda; pero no se hallard una que no tenga templos consagrados 4 los dioses». ' En el mismo sentido han hablado Séneca y Diodoro de Sicilia, y mucho antes que ellos, Sdcrates, Platon y Aristételes, y con su tes- timonio coincide el de todos los viajeros. El viajero Dar- vieux refiere que, preguntando 4 un arabe cémo sabia que hay Dios, obtuvo la siguiente respuesta: «de la misma manera que por las huellas marcadas en la are~ na conozco si ha pasado un hombre 6 una bestia». Y es que, como dice David, «los cielos cantan la gloria de Dios y el firmamento anuncia las obras de sus manos. No hallaremos en todas partes las mismas ideas acerca de la divinidad; pero 4 través de todas las dife- rencias distinguiremos una persuasion comun, la de que existe algun Ser supremo. La ignorancia, las pa- siones, y las sugestiones del espiritu malo, han hecho que muchos pueblos formen de Dios un concepto falso: mas, como Ja falsedad 6 el error no son posibles sin la verdad que desfiguran 6 alteran, en el fondo de todos esos errores es preciso reconocer un principio verdade- ro, Ja universalidad de la creencia, 6 conveucimiento de que existe un ser superior 4 todos los demas seres, y de quien todos dependen. Y esta creencia universal, 6 universal conviccion, no pueden tener origen sino en una causa tambien universal; la cual no puede ser otra que, 6 una ensefianza primordial, dada por Dios al primerhombre,—del cual ha venido derivindose 4 todos los pueblos, que la han conservado, aunque desfigura~ da, como en armonia con la razou;—6 bien el dictamen de la misma razon, que descubre en la magnificencia Ll Cie. De xatur. Deor.—Plutar. Contr. Cotolen. 8 LA RELIGION~PARTE PRIMERA, CAP. I. de las cosas visibles el sello de la sabiduria y de la om- nipotencia que las ha formado: pues sola la razon puede ser vinculo capaz de ligar en la unidad de un mismo testimonio, 4 hombres separados entre si por Ja distan— cia de lugar, de tiempo, de intereses temporales y de cultura y civilizacion; testimonio que, por ser univer- sal, no puede menos de ser verdadero, 4 no ser que se diga que todos los hombres se engafian; lo cual es im- posible mientras la razon no deje de ser racional. Por tanto el testimonio unanime de todos los pueblos es una prueba incontestable de la existencia de Dios. 2. Nos vemos, pues, obligados 4 confesar que hay Dios: es decir, un Sgr supREMO, causa de todo cuanto existe: Ser que tiene en si mismo la razon de su existen- cia; que existe por necesidad de su esencia; porque no puede menos de existir. Es por tanto, el ser sin todo lo que no es, es todo cuanto se encierra en la palabra ser; el ser realisimo y plenisimo, Ja plenitud del ser.—De aqui se sigue que Dios es infinito, porque el ser no exi- ge por su naturaleze limitacion alguna, antes le exclu- ye: pues donde quiera y como quiera que tuviese lugar Ja limitacion, alli comenzaria el zo ser. Nadie ha podido fijar limites 4 la divina esencia, porque Dios es anteriory superior 4 todo: ni él mismo ha podido limitarse; porque primero es ser que poder; nadie puede hacer algo sin existir; por eso se concibe primero en Dios el ser, 6 existir, que el querer y poder; luego uo ha podido li- mitarse. Siendo Dios infinito en su esencia, es tambien in- finito en todo género de perfecciones: porque de la esencia infinita no pueden derivarse perfecciones fini- tas: las perfecciones son algo real, y, como Dios es la realidad infinita, no puede haber perfeccion que no se halle cn él identificada con esa realidad, y, por consi- guiente, que no sea infinita. Asi, pues, la sabiduria, la LA RBLIGION.—PARTF PRIMERA. CAP. I. 9 bondad, el poder y dems epropiedades que parecen de- rivarse de la divina esencia» y llamamos «atributos», no pueden ser distintos de ella, ni distintos realmente entre si; sino que han de ser todos necesariamente una sola y misma infinita realidad; multiple en érden 4 no- sotros, cuyo entendimiento limitado no puede conce- birla de otra manera.—Dios es infinitamente bueno, es todo bondad, todo amor: «porque el que todo lo puede y tiene en si todo el ser, nada tiene que temer ni envi- diar, ni ningun interés puede moverle 4 hacer mal; pues, siendo e] mal la destruccion del ser, se dafiaria 4 si mismo comotiéndolo; y por el contrario, siendo la bondad y el amor ja expansion del ser, cumple con la ley de la infinidad, siendo generoso y fecundo». ! —Es infinitamente sddio: el Universo, que es obra suya, revel a altisima sabiduria; y como Dios no podia hallar fuera de si mismo el ejemplar ideal de las cosas visibles, puesto que nada existia, claro esté que ha tenido que ver ese ideal en su misma divina eseucia; y, como la esencia divina no es divisible, ni est sujeta 4 mudanza, al co- nocerse Dios de algun modo, es forzoso que se conozca adecuadamente, es decir, con un conocimiento com- prensivo de su misma infinita realidad: conocimicnto , 6 sabiduria que, no siendo adquirida, sino procedente de su misma inmutable, necesaria é infinita esencia, ha de ser necesaria tambien, inmutable é infinita. Por otra parte: es incapaz de ser conocido de suyo lo que no tie- ne realidad; ni puede haber realidad independiente de Ja realidad infinita y que no esté de algun modo conte- nida en ella: la realidad, como término del conocimien- to, u objeto del entendimicnto, es la verdad, —lo que no es, no puede ser verdad,— luego es evidente que Dios, conoce todo lo que es cognoscible; conoce toda 1 Augusto Nicolis: Estudios flosdficos. 10 LA RELIGION.—PARTE PRIMERA. CAP. I. verdad; 6] mismo es la verdad: es, pues, infinitamente sdbio, y n0 puede concebirse sabiduria que no sea como débil participacion de su sabiduria: ni verdad que no sea pilido reflejo de la verdad infinita, que al par que sirvié de tipo ideal para la formacion de este Universo, lo era tambien de infinitos mundos posibles; puesto que ninguna cosa limitada, ni todas juntas, pueden repre- sentar adecuadamente la esencia infinita.—Es infinita- mente justo, es la justicia misma; porque siendo la jus- ticia la conformidad con la ley de la verdad, esto es, del ser, Dios no puede dejar de obrar en conformidad con esa ley, porque nunca puede dejar de ser EL QuE Es: nunca puede dejar de conservar su naturaleza y ser perpétuamente el mismo.—Es infinitamente poderoso, porque nada se concibe posible fuera del poder de Dios, o sin que esté sujeto 4 su poder: é], que ha dado la exis- tencia al Universo actual, con la misma facilidad la po- dria dar 4 infinitos mundos posibles: la distancia entre la nada y el ser es siempre la misma, esto es, infinita; el que ha tenido y tiene poder para salvar esa distancia, no puede menos de ser omnipotente. Siendo Dios infinito, ha de ser tambien inmenso, no medido, inconmensurable; 6, lo que es igual, no esta cir- cunscrito, ni se concibe que pueda circunscribirse & lugar alguno; porque si esto fuera posible, vendria A quedar limitada su esencia, dejaria de ser infinito. El atributo de la infinitud mira 4 la execlencia de las di- vinas perfecciones; dice negacion de todo término en la esencia divina, considerada en si misma; y la iamen- sidad mira principalmente al modo de existir de la esen- cia, dice negacion de término en la presencia sustancial de Dios; es decir que, permaneciendo siempre el mismo, tiene necesaria aptitud para estar intimamente presen- te en todas las cosas, ya existentes, ya posibles, sin quedar aprisionado, ni confandirse con ellas: 4 la ma- LA RELIGION.—PARTE PRIMERA. CAP. I. i nera como la luz penetra la atmésfera sin ser limitada por el aire que ilumina. De aqui que no podamos negar a Dios el atributo de la woiguidad ui omnipresencia; pero se vé bien que no le conviene en sentido absoluto, 6 que no es en él necesario como la inmensidad; sino hi- potético, 6 supuesta la existeucia de los séres contin— gentes, que asi como no existen sino por la voluntad de Dios, podrian dejar de existir sin que Dios perdiera ui ganara en inmensidad. Confesaremos, pues, que «Dios esta en todas las cosas por potencia, en cuanto que to- das estan sujetas 4 su poder; por presencia, cn cuanto que nada hay oculto 4 sus divinos ojos; y por esencia, en cuanto se halla en todas, como causa de sere. Dios es tambien everno, 6 lo que es igual, ni ba te- nido principio ni puede tener fin; porque si hubiera te- nido principio, no existivia por necesidad de su esencia, sino que habria recibido de otro la existencia; y en este caso no seria Dios: ni puede tener fin, porque existien- do por necesidad de su ser, porque no puede menos de existir, esta necesidad ha de ser siempre la misma; ni hay potencia que pueda perturbarla; por consiguiente, el fin es imposible. Es iamutable: porque toda mutacion es algun cam- bio, y el sen necesario no puede cambiar; pues, no pu- diendo dejar de ser 10 que es,—porque es necesariamen- te,— no puede perder algo de Jo que posee; ni adquitir algo que no tenga, puesto que es la plenitud del ser; fuera del cual nada hay que sea por si, 6 que exista in- dependiente de él. Todo lo que hay de realidad y per- feccion en las cosas, se halla en Dios; no como las cosas son en si, 6 con su determinacion propia, —porque en- tonces Dios dejaria de ser perfectisimo, para convertirse en monstruoso conjunto de seres imperfectos,— sino 1S. Thows, Tp. qu. 8 art, 3. 12 LA RELIGION.-PAKTE PRIMERA. CAP. 1. ese hallan de un modo eminente, es decir, como en su ejemplar y en su causa, y por tanto, sin limites y sin imperfeccion: 4 la manera que lo que hay de bello en un poema, 6 en una estétua, por ejemplo, tiene su razon de ser y existe en el ingenio del artista, el cual, produciendo al exterior lo que su mente contempla, ni pierde cosa alguna de lo que en si mismo tiene, ni se ‘confunde con el marmol 6 el papel; sino que imprime en ellos una palida imégen de sus vivas concepciones: el hombre, cuyo poder es limitado, no puede dar exis- tencia mas que 4 las formas; pero el poder de Dios, que no reconoce limites, se extiende, y ha dado existencia 4 jas sustancias. Respecto 4 Je produccion de estas sus- tancias, que son obra de sus manos, Dios, sin dejar de ser inmutable, fué perfectisimamente libre, y libre es en conservarlas 6 destruirlas: pues, siendo infinito, de nada carecia; y, siendo la plenitud del ser, nada veia fuera de si mismo, que pudiera ser objeto necesario do su amor: solo el bien infinito es objeto necesario del amor infinito: solamente en si mismo halla Dios las in- finitas complacencias de su amor. Pero, viendo su pro- pia esencia, veia en ella el tipo, el ejemplar perfectisimo de infinita multitud de séres, que de algun modo podian ser reflejo de sus divinas perfecciones; y entre esta in- finita multitud de mundos posibles, vistos desde la eter- nidad en la divina esencia, quiso Dios, con un mismo, Unico é indivisible acto de su soberana voluntad, llamar unas cosas 41a existencia y dejar las demis en el esta- do de mera posibilidad: quiso el mundo gue vemos, con sus vicisitudes y sus cambios,—dejando libre al hom~ bre,—y que comenzé 4 ser como y cuando Dios quiso, y durard por todo el tiempo que le plugo seiialarle.—La belleza que admiramos en las obras de Dios, nos da 4 conocer que su divino autor es Ja plenitud de la belle- za, la BELLEZA INFINITA, COMO €s la VERDAD INFINITA y el LA DELIGION.—PARTE PRIMERA. CAP. I. 1s INFINITO BIEN; Y, por tanto, es la plenitud de Ja felicidad, es infinitamente feliz, porque se posee plenisimamente sin vicisitudes ni temores. 3. De esta nocion de Dios, se sigue con toda evidencia que en él no pucde haber composicion, 6 que Dios es simplicisimo: porque en el infinito no pueden distinguirse partes. Si el infinito estuviera compuesto de partes, era preciso que fuesen, 6 to- das infinitas, 6 todas finitas, 6 una infinite y las de- mds finitas; suposiciones igualmente absurdas. Suponer muchas partes infinitas, es destruir la nocion del infi- nito; porque el infinito no reconoce limites, y muchas partes, componiendo un todo, se limitan mituamente; por tanto, ninguna puede ser infinita. En la suposicion de que todas fueran finitas, no existiria, ni se concibe el infinito; porque muchos finitos son susceptibles de au- mento y disminucion, mientras que el infinito ni puede aumentar ni disminuir. Ni es menos absurda Ja suposi- cion presentada en tercer lugar, esto es, que la escncia de Dios estuviera compuesta de una parte infinita y otras finitas; porque al infinito nada se puede agregar; si se pudiera, dejaria de ser infinito. La inmutabilidad excluye ademds toda composicion, no ya solo de partes fisicas, sino tambien de acto y potencia, 4 lo que se llama cowposicion metafisica: porque el trénsito de le potencia al acto es una mutacion. Ademds, la potencia se. completa y perfecciona por cl acto; de manera que si en Dios hubiese algo en potencia, al pasar al acto ad- quiriria una perfeccion que no tenia: y ya no seria ol ser perfectisimo y necesario. Dios es, pues, AcTo puri- simo, sitaplicisimo; y por consiguiente no puede haber en él ni extension ni materia. «El ser que, no solo es in- material, sino que subsiste independiente de la mate~ vias, es esptritu: luego Dios es un Espinitc purisimo. En él es una misma cosa la sabiduria, y la bondad, y la mi- it LA RELIGION.—-PARTE PRINERA. CAP. I. sericordia y los demds atributos; los cuales no se distin- guen de la divina esencia; ! mds como el entendimien- to del hombre no puede comprender lo infinito, habla- mos de Dios segun nuestro modo de entender. «Le »]lamamos justo, cuando le consideramos castigando al »pecador; misericordioso, cuando le libra de su miseria; »sdbio, haciendo todas las cosas con tan admirable ér- »den: pero, asi como el sol, siendo siempre el mismo, 2nos parece unas veces oscuro, otras palido, otras rojo, »segun la diversidad de los vapores 4 través de los cua- >les nos llega su luz, asi (aunque no puede ser exacta »la comparacion) 4 Dios, siendo tinico en si, simplicisi- »mo y absoluto, le percibimos de distinto modo, segua «la diversidad de sus obras, por medio de las cuales le »contemplamos. Sin embargo en Dios no hay variedad >i diferencia alguna de perfecciones, porque él mismo >es una enteramente sola, simplicisima y tambien uni- »ca perfeccions. ? Por Ja misma razon se comprende que cuando de- cimos de Dios que viene, 6 que va; que tiene manos, ojos, vidos, piés... no se ha de entender 4 la letra, sino en sentido figurado: es decir, en cuanto que en Dios se hallan sin mezcla de imperfeccion todas las perfecciones que son limitadas en el hombre; y en cuanto con un solo acto simplicisino hace todo cuanto nosotros eje- cutamos por medio de los sentidos. En Dios nada puede haber imperfecto; por eso no puede tener sentidos como los nuestros, siempre acompajiados de imperfeccion. Bueno es para nosotros tencr ojos y piés; pero en absoluto es mejor ver sin necesidad de los ojos, y trasladarse de un punto 4 otro sin el auxilio de los piés; porque en este caso ni la falta de luz, ni la enfermedad 2S. Francisco de Sales: rat. deh amor de Dios, lib. 2. c. 1. LA RRLIGION.~-PARTE PRIMERA, CAP. 1. 1 nos privarian de la vista, ni-habria que, temer la esca- brosidad de los caminos. Dios, como inmenso é infinito, esta en todas partes, y posee de un thodo eminente to- das las perfecciones que se hallan en los demas séres. 4. No puede haber mds que un solo Dios; porque solo uno puede ser infinito en su esencia y en todo gé- nero de perfecciones: si hubiera dos, ya uno no tendria la esencia y perfecciones del otro, y ninguno seria in- finito y perfectisimo; 6, si uno lo era, el otro no seria Dios. Consideremos para mayor claridad, uno de los atributos divinos, la omnipotencia. En virtud de la om- nipotencia, Dios puede hacer todo lo que es posible, 6 no envuelve contradiccion. Ahora bien, si suponemos que existen varios dioses, 6 uno puede destruir las obras de los otros, é impedir que hagan algo de nuevo, 6 no puede: si no puede, no es Dios, puesto que no es omnipotente; y lo mismo podemos decir de cada uno de Jos demés; si puede, los otros no son dioses, porque son impotentes para crear y para conservar sus obras; lue- go, dtodos son impotentes, y en este caso ninguno seria Dios, 6 ha de haber uno solo omnipotente. Por eso ha dicho Santo Tomas: «es imposible que haya muchos dioses», } y Tertuliano exclamaba: «6 hay un solo Dios, 6 Dios no existe». ? 5. aDe qué modo es Dios autor de todas las cosas? En la antigiiedad hubo filésofos que pensaron que el Universo era emanacion de la esencia divina; es de- cir, que habia salido de Dios, como el agua sale de la fuente, 6 que Dios lo habia sacado de su misma sustan- cia, como la araiia saca de si misma la matcria de que forma la tela: mas esta suposicion es absurda; porque siendo Dios puro espiritu, ni puede dividirse en partes, 1 Sum, theolog. 12 p. q. 1143. 2 Contra Murcion, lib. 1, cap. 3. 16 LA RELIGION.~-PARTE PRIMERA, CAP, I. nj de su sustancia puede proceder lo que no es espiritu; no puede proceder el mundo, que es material y com- puesto de multitud de seres.—Tampoco ha podido Dios hacer las cosas de una materia que ya existiese, in- dependiente de él; porque si esta materia, como quie- ra que se la suponga, no habia recibido de Dios 1a exis- tencia, existiria porsi misma, existiria necesariamente; y lo que existe necesariamente, asi como de nadie reci- be el ser, asi tampoco puede ser modificado, 6 recibir el ser de una manera y no de otra, pues es lo quo es por necesidad de su esencia; luego no es posible expli- car de este modo Ja existencia del mundo. Por otra parte, siendo contingentes los séres, es imposible que sea necesaria, 6 subsista por si misma, la materia de que estan formados. El Universo no existiria, si Dios con un acto de su soberana voluntad no Je hubiese sacado de Ja nada; es decir, si Dios no hubiera podido y querido hacer que comenzase 4 existir lo que antes no existia de modo alguno sino en su mente divina. Esto se llama pro- piamente crear 6 criar; luego e2 mundo ha sido creado. La idea que tenemos de Dios, nos obliga 4 reconocer en él este poder creador; porque el poder de un ser inde- pendiente, supremo, absoluto, ha de ser independiente tambien y absoluto: mas para que sea absoluto es pre- ciso que pueda obrar por si solo, sin el concurso de otra materia sobre la cual ejerza su actividad; pues si nece- sita de éste concurso, ya no es absoluto sino limitado oligado; ni distinto esencialmente del limitado poder del hombre, del cual solo se diferenciaria en grados. Luego el acto caracteristico del poder absoluto, el acto exclusivamente propio de la omnipotencia, es aquel por el cual Dios produce ad ezéra, es decir, fuera de si, Jas cosas que 00 existian; el acto por el cual de la nada saca el ser, 6 hace que comience 4 ser lo que antes no LA RELIGION.~-PARTE PRIMERA. CAP. J. Ww existia: tal es el acto creador. Dios es, pues, criador, y nosotros, con todas Jas cosas, sus criaturas. 6. Admitida la creacion, queda rechazado el Panteis- mo. Esta palabra compuesta de dos griegas, Pan Theos, todo-Dios, ha dado nombre al sistema de algunos filéso- fos antiguos y modernos, que dicen que éodo,—el con- junto de los seres,—es Dios; que no existe mds que una sola sustancia; que Dios y el mundo son una misma cosa, 6 que el mundo no es mas que una simple modi- ficacion de esa sustancia tinica, que es Dios. * Lo absurdo de este sistema salta 4 la vista; pues, siendo Dios criador, claro esta que ha de ser sustancial- mente distinto de las criaturas; porque es imposible que sea criador y criatura, causa y efecto 4 un mismo tiem- po. Para que el Panteismo fuese admisible, era preciso que un mismo ser pudiera estar dotado de propiedades enteramente contrarias; porque Dios es, como hemos visto, un espiritu puro, necesario, eterno, infinito, etc., y el mundo es material, contingente, creado, compues- to, limitado, etc.; luego era preciso que ese ser, 6 sus- tancia wWwica, fuese 4 un mismo tiempo espiritu y ma- teria, eterno y temporal, finito 6 infinito, contingente ¥ necesario, simple y compuesto, etc. Ademias‘el érden moral se destruiria: porque no habria distincion entre la virtud y e] vicio; ni seria po- sible establecer diferencia entre acciones meritorias y culpables: pues, no habiendo mds que una sola sustan- cla, no puede haber sino un solo y unico operante, al cual es forzoso atribuir todo cuanto sucede; sin excep- tuar las acciones de los hombres, los cuales carecerian de personalidad, y, por consiguiente, de responsabili- 1 Benito Bxyduosa, jndio holandés, que vivid de 1692 4 1677, ea el autor del moderno panteismo materialista, que por eso suele Mamarse tambien espinosisno. 18 LA RELIGION. —PARTE PRIMERA. CAP. Ie dad, redueidos & simples modificaciones de esa sustan- cia tnica. De modo que uno mismo seria quien simulta- neamente alaba y vitupera; roba y da limosna; es cruel y leno de mansedumbre; se entrega 4 vergonzosos ex- cesos y 4 las austeridades de las mas herdicas virtudes: y ya no habria hombres viciosos ni virtuosos, ladrones ui caritativos, sdbios ni ignorantes, etc.; ni tendrian vazon de ser la alabanza y el vituperio, las recompensas y los castigos. Resalta de tal modo, no solo lo absurdo, sino lo impio y blasfemo de semejante doctrina, que un autor, que nada tiene de piadoso, no ha podido menos de escribir: «Ved una hipotesis que excede al cimulo de todas las extravagancias, que pueden decirse. Lo que los poetas paganos han osado cantar mas infame de Jupiter y de Venus, no llega 4 la idea horrible que Espinosa nos da de Dios; porque al menos los poetas no atribuian 4 los dioses todos los crimenes que se cometen y todas las enfermedades del mundo; pero, segun Espi- nosa, no hay otro agente ni otro paciente que Dios, como causa de todo lo que llama mal de pena y mal de culpa, mal fisico y mal moral.» ! . Ni es menos absurdo el idealismo trascendental, 6 panteismo idealista, excogitado por Kant, catedritico y rector de la Universidad de Koenigsberg, y desar- rollado y perfeccionado por Fichte, que lo fué de la de Berlin. Murié cl primero en 1804, y el segundo en 1814. Segun este sistema, como sn mismo nombre indi- ca, no existe objeto alguno real fuera del sugeto que piensa, considerado en abstracto; el cnal no es otro que el yo puro, con actividad para ponerse 6 determinarse 4 si propio, y fabricar, como juego ideal, todas las co- sas: como si dijéramos, fabricar castillos en el aire. De 1 Bayle: Diction, hist, erit, art. Spinosa. LA RELIGION.—PARTE PRIMERA. CAP. 1. au manera que todo cuanto vemos, no lo vemos, sino que lo ideamos, 6 sofiamos. Tan extraiia teoria jams podrd estar 4 bien con el sentido comun,'ni hacer alianza con el sentido intimo y la conciencia. Por mucho que los ddealistas agucen el ingenio, nunea Jlegarin 4 convencernos de que no existe sino el yo; 6, lo que es igual, de que su yo es mi yo; y yo soy tu; y tu y yo somos la misma cosa. Ni les seré mas facil demostrar que mis pensamientos no son mios, ni de mi albedrio proceden mis resoluciones. Ellos mismos en la practica, 6 con las obras, des- truyen lo que pretenden edificar de palabra: pues, de~ jando 4 un lado ese quimérico yo, admiten la realidad é independencia del xo yo, la existencia real y la distin- cion de los seres. Asi dicen que es swyo el dinero de que disponen, y la casa 6 palacio donde habitan; y perse- guirian por usurpador al que atentase contra esa pro- piedad. No toleran que se les imputen delitos ajenos, ni que se den 4 cualquiera las distinciones y titulos hono- rificos de que ellos se reputan merecedores. Se quejan cuando se creen agraviados, y reclaman ante la justicia Ja reparacion de los agravios. No es este proceder la mas acabada refutacion del sistema? } 1 Hoy ya el panteismo estd condenado tambien como herejia. E] Concilio Vaticano, Ses. ITI,—24 de Abril de 1870—promul- gé entre otros los siguientes cAnones: 3. eSi alguno dijere que es una misma la sustancia, 6 esencia, de Dios y de todas las cosus; Fea anntemnr.—4.° «Si alguno dijere que las cosas tinitus, tanto corpéreas como espiritualus, 6 & lo menos las espirituales, han emanado de la sustancia divina; 6 que la divinu esencia por la manifestacion 6 evolucion de si misma, se hace todas Jas cosas; 6, por ultimo, que Dios es lo universal, 6 lo indefinido, que, deter- mindndose 4 si propio, constituye Ia universalidad de las cosas, que se distingne en géneros, especies é individuos; sea anatemap, 20 LA RELIGION.—-PARTE PRIVERA. CaP. 1. 7. Dios, criador de todas las cosas, es tambien quien Jas conserva y gobierna. Asi como ninguna de ellas existe por si misma, sino por la voluntad de Dios, que Ja sacé de la nada, asi A esta misma voluntad deben su conservacion. Dios, que Jes dié Ja existencia, quiso que se conservasen por mas 6 menos tiempo, de esta 6 de otra manera; de modo que sin la voluntad de Dios de conseryarlas, 6 si Dios les negara su concurso, volve- rian 4 la nada, de donde salieron. Un momento de exis- tencia es como una nucva ereacion, pues no hay enlace neccsario entre uno y otro momento: si le hubiera, el ser que vive, no podria morir, puesto que de un mo- mento de existencia dependeria el segundo, y de aquel el tercero, y asi indefinidamente. Si las cosas criadas pudieran existir un momento sin Dios, existirian ne- cesariamente, 6 por si mismas, y no podrian perecer; porque Ja que se bastase para existir un momento, tambien se bastaria para existir un dia, un afio, un si- glo, ete., pues el tiempo no cambia la esencia de las cosas, sino que ellas son las que sefialan el tiempo. Luego, no existiendo por si misinas las ecriaturas, 6 siendo contingentes, claro esta que no durardn ni mis ni menos que el tiempo prefijade por Dios: el mismo acto creador persevera influyendo en su conserracion, y; por tanto, coneurre 4 todos los actos de todas las cansas criadas. Ademis Dios, infinitamente subio, nada puede ha- cer sin un fin digno de su sabiduria; y por eso al criar los seres habria de darles naturaleza y propiedades con- venientes 4 la consecucion de ese fin, y sefialarles el lugar qne cada cual debia ocupar; asi lo esté diciendo el érden admirable del Universo: y, como todo Jo que snoede es por virtud de la actividad y combinacion de Jas fuerzas de que Dios ha dotado'd las criaturas, es evidente que ningun acontecimiento puede venir sin LA RELIGION. —PARTE PRIMERA, CAP. I. 21 que Dios en su infinita sabiduria lo previese y lo decre- tase, en el hecho de disponer las causas que lo habian de producir: por manera que nada sucede ni puede suceder sin la voluntad de Dios; sino que esta voluntad es la que gobierna todas las cosas y las dirige al fin para que las cri: 6, lo que es igual, hay en Dios Pro- VIDENCIA, que podemos definir: «la inteligencia divina que todo lo ordena», 6 bien, «la disposicion y orden de todas las cosas, concebido por Dios y sancionado por su yoluntad soberana». La ejecucion de este érden, con Ja cual Dios cuida actualmente, y de hecho, de todas y cada una de las cosas, dirigiéndolas 4 su fin, se ama propiamente y es Gobierno divino. Y, en verdad, gqué »artifice descuidar’ sus obras? gquién abandonard 6 de- ajaré sin proteccion lo que juzgé conveniente hacer? »Si hubiera alguna afrenta en regir 6 gobernar las co- »sas, mayor la habria en haberlas creado; puesto que »el no crear, 6 no haberlas hecho, no es injusticia; »mientras que el no cuidar de ellas, 6 abandonarlas, despues de haberlas criado, seria la mayor cruel~ dad», 1 Esta Providencia general nos revela una Provi- dencia especial para con el hombre; porque es pro~ pio del que cuida de las cosas, atender 4 ellas segun Ja naturaleza de cada una y segun el fin 6 destino que Jas ha seflalado. El hombre es superior 4 todos los seres mundanos: todo cuanto la tierra alberga en su seno es para el hombre; él solo es inteligente y libre, como ve- vemos despues; y tiene un fin mucho mas elevado; luego no se puede pensar, sin injuria de la sabiduria y de la bondad infinita, que Dios no cuida especialmente de nosotros, 6 que no tenga para con nosotros particu- Jar providencia. Bien claramente se nos da 4 conocer 1 §, Ambrosio: Homil. 10 ad. popwl. ze LA RELIGION.—PARTE PRIMERA. CAP. 5. en este bellisimo pasaje del Evangelio: «mirad las aves »del cielo, que no siembran, ni siegan, ni guardan en »los graneros, y vuestro Padre celestial lus alimenta. »4Acaso no sois vosotros mucho mis que ellas?... Con- »siderad como crecen los lirios del campo: no trabajan, »ni hilan; y ni Salomon en toda su gloria, fué cubierto »como uno de ellos. Pues si al heno, que hoy es y ma~ xilana se echa al horno, Dios viste de esa manera, »gcudnto mas 4 vosotros?... sPor ventura no se venden »por un cuarto dos pajarillos, y uno de ellos no caer »sobre Ja tierra sin vuestro Padre? Hasta los cabellos »de vuestia cabeza estin contados. No temais, pues; »porque mejores sois que muchos pajaros». } Dios, al cuidar especialmente del hombre, no alte- ya la naturaleza que le ha dado; sino que Ja conserva tal cual es, inteligente y libre; por eso, aunque Dios concurre a todos nuestros actos y sin su concurso nada podriamos hacer, estos actos no dejan de ser libres, y, por eso, nuestra es Ja responsabilidad. Nada hard el hombre sin la voluntad de Dios; pero esta voluntad quiere siempre el bien y siempre prohibe el mal; es. pues, imperativa respecto de las buenas obras y sola~ mente permisiva de las malas: mas nunca sera Dios autor del mal, sino el hombre que abusa para el mal del concurso con que Dios le asiste para que practique el bien. Cierto que Dios podia impedir el mal; pero, como es infinitamente sibio, y no cuida de un hombre solo, sino de todos, quiere mejor y juzga mas conve- niente ordenar al bien general el mal que hacen libre- mente algunos». ? «Murmurar porque Dios no impide 4 los hombres que obren mal, seria murmurar porque ha -cviado una naturaleza excelente, porque ha sujetado 1 §. Mateo, VI, 26; X, 29. 2S, Agust. Anchirid, ¢. 27. LA DELIGION.-PARTE PRIMERA. CAP. 3. 23 sus acciones 4 una moralidad que las ennoblece, y por- que le ha dado derecho 4 Ja virtud», ? Asi como no culpamos 4 la nz, aunque alguna vez abusemos de ella para nuestro daiio 6 de otros, asi tam- poco se puede culpar 4 Dios porque permite el mal, 6 conserva la vida de los malos; pues la vida es, de suyo, un bien. Culpemos d los que abusan de este bien y ben- digamos 4 Dios que sabe encaminar los delitos de los malos al bien de todos, y especialmente de los buenos. Admiremos la infivita misericordia que, tolerando 4 los unos, les da tiempo para que se hagan buenos, y hace brillar, para edificacion de otros, muchas y esclarecidas virtudes, que no tendrian lugar sin la contradiccion y la persecucion. Si no fuera por la rapacidad y feroci- dad del lobo, ha dicho Santo Tomés, no seria de notar la mansedumbre de la oveja. De lo expuesto se deduce que es absurdo el Deisino, es decir, el sistema de los que dicen que hay un Dios, pero sin providencia, 6 sin que se cuide de lo que pasa en el mundo: y no menos absurdo el Futalismo, 6 la su- posicion de que hay acoutecimientos—si es que no to- dos—que ocurren por una irresistible necesidad. Lo que acontece es que desconocemos por completo la causa de muchos sucesos; pero nuestra ignorancia no es prue- ba de quo no la tengan, ni puede impedir que esas cau- sas obren siempre con entera dependencia de la Provi- dencia de Dios. 1 Reusaeau. Bynil. lib. 4. CAPITULO 1. 1. El Hombre,—2. El alma es inmaterial.—3. Espiritual.— 4. Libre.—5. Inmortal. 1. Despues de haber conocido 4 Dios, criador de to- das las cosas, nada es tan importante come tratar de corocer al hombre. En él vemos, por de pronto, un cuerpo perfecta- mente organizado, que se nutre, 6 convierte los ali- mentos en su propia sustancia; respira, se mueve, y se halla en relacion con los otros hombres y los demis seres materiales, por medio de la vista, oido, olfato, gusto y tacto. Ein esto conviene con los demis animales; pero se distinguc de todos ellos, no solo por su forma, sino porque no s¢ contenta con la simple percepcion de los objetos. Considera en ellos el color, la extension, la figura... admira sus combinaciones y movimientos y procura buscar la razon que los determina, 6 la ley 4 que se hallan sometidos. Cuando descubre la verdad, se detienc gozoso en su posesion: compara unas verda- des con otras, y juzga, es decir, afirma 6 niega la rela- cion de couvcniencia, 6 disconveniencia: de una verdad se eleva al conocimiento de otra, y desciende hasta las iltimas consecuencias, 6, lo que es igual, raeiocina: por consiguiente, es animal racional. Posee, 6 puede

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