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August Strindberg
Personajes:
DECORADO
(La Señora X entra vestida de invierno con sombrero y abrigo, llevando una
elegante cesta japonesa al brazo)
(La Señorita Y está sentada ante una botella de cerveza a medio beber leyendo
una revista ilustrada que luego irá cambiando por otras.)
Señora X.– ¡Amelia, tú por aquí! ¿Qué tal estás, querida? ¡Sentada en tu rincón sola
el día de Nochebuena, como una pobre solterona!
Señorita Y (levanta los ojos de la revista, asiente con un gesto y sigue leyendo).
Señora X.– Me duele de verdad verte sola, ¿sabes?, aquí en este café el día de
Nochebuena. Me duele tanto como el banquete de boda que vi una vez en un
restaurante de París…, la novia estaba leyendo una revista humorística mientras el
novio jugaba billar con los testigos. ¡Hum, pensé, si empiezan así, buen final les
espera!
¡Jugando billar el día de la boda! ¡Y ella, me puedes decir, leyendo una revista
humorística! ¡Bien, pero hay una diferencia!
(La camarera entra, pone una taza de chocolate delante de la Señora X y
sale.)
Señora X.–¿Sabes una cosa Amelia? ¡Ahora estoy convencida de que hubiera hecho
mejor si no hubieses reñido con él! ¿Recuerdas que yo fui la primera en decirte:
“Perdónalo”? ¿Te acuerdas? Ahora podrías estar casada y tener un hogar. ¿Te acuerdas
de lo felíz que te sentías las Navidades que pasaste con tu novio en la casa de campo
de tus padres? Recuerdas con qué entusiasmo cantabas la felicidad del hogar y no
querías más que dejar el teatro. Sí, Amelia, sí, no hay nada como el hogar –después
del teatro, claro– y los chicos, ¿sabes? ¡Bueno, eso no puedes entenderlo tú!
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Señorita Y (gesto de desprecio).
Señora X(toma unas cucharaditas de chocolate . Abre luego la cesta y le enseña
los regalos de Navidad) .– ¡Ahora te voy a enseñar lo que les he comprado a mis
corderitos! (Le enseña una muñeca) ¡Mira! ¡Es para Lisa! ¡Fíjate, abre y cierra los ojos
y mueve la cabeza! ¡Qué cosas hacen! Y esta pistola de corcho es para Maya. (La
carga y dispara contra la Señorita Y.)
Señorita Y (hace un gesto de horror).
Señora X.– ¿Te asustaste? ¿Pensaste que iba a matarte? ¿Ah, sí, sí lo creíste? ¡Pues
sí, estoy segura de que lo creíste! Si tú quisieses matarme a mí, no me sorprendería
demasiado, porque yo me crucé en tu camino –y sé que eso no lo olvidarás nunca–,
aunque fui completamente inocente. Tú sigues creyendo que te echaron del Gran
Teatro Principal por mis intrigas. Pero no fue eso. ¡Yo no intrigué para que te echasen,
aunque no lo creas! ¡Bueno, da igual lo que te diga, porque seguirás convencida de
que fui yo! (Saca un par de zapatillas de andar de casa bordadas.)¡Y esto es para mi
maridito! Con tulipanes. ¡Y bordados por mí! Yo odio los tulipanes, claro, pero él quiere
tener tulipanes por todas parte.
Señorita Y (levanta la mirada de la revista, irónica y curiosa).
Señora X (mete la mano en cada zapatilla).– ¡Fíjate qué pies tan pequeño tiene
Bob! ¿Verdad? ¡Si vieses con qué elegancia anda! ¡Tú no lo has visto nunca con
zapatillas, claro! (la Señorita Y suelta una carcajada)¡Mira! ¡Así anda! (Ella hace
caminar las zapatillas por la mesa.)
Señorita Y (se ríe a carcajadas).
Señora X.– Y cuando se enfada, ¿sabes?, patalea con su piececito así: “¡Cómo!
¿Cuándo van a aprender esas malditas criadas a hacer el café? ¿Y esto? ¡Ya han vuelto
esas cretinas a cortar mal la mecha del quinqué!”
Y cuando hay corriente y se le quedan los pies fríos: “¡Caramba, qué frío hace! ¡Y
esas imbéciles aún no saben siquiera mantener el fuego en la estufa!”
(Frota la suela de la zapatilla con la parte de arriba de la otra.)
Señorita Y (se ríe a carcajadas).
Señora X.– Y cuando llega a casa y se pone a buscar sus zapatillas, que Mari ha
puesto debajo del armario… Ah, pero no está muy bien que yo me burle de mi maridito
de esa manera. ¡En todo caso es una buena persona, sí, es un encanto de maridito! ¡Tú
deberías tener un marido así, Amelia! ¿De qué te ríes ahora? ¿Qué te pasa? ¡Dime! ¡Y
además estoy segura, ¿sabes?, de que no me engaña! ¡Si, estoy segura! Porque él
mismo me lo ha dicho… ¿A qué vienen ahora esas risitas?... Que cuando yo estaba de
gira por Noruega aquella zorra de Federica intentó seducirlo, ¿te das cuenta de la
infamia? (Pausa) ¡Claro que si llega a aparecer estando yo en casa le hubiese sacado
los ojos! (Pausa) Para mí fue una suerte que saliese del propio Bob el contármelo. ¡No
me hubiese gustado enterarme por el chismorreo! (Pausa.) ¡Y no vayas a creer que
Federica fue la única! ¡Qué va! ¡Yo no lo entiendo, pero las mujeres andan
completamente locas por mi marido! ¡El mío! ¡Deben creer que como trabaja en el
Ministerio tiene influencia en los contratos del teatro! ¡Quizá tú también lo hayas
perseguido! Yo no estaba muy tranquila contigo…, no me inspirabas demasiada
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confianza. ¡Pero ahora estoy segura de que él no se interesó nunca por ti y además
siempre he tenido la impresión de que tú le tenías tirria, al menos eso pensaba yo!
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¿Y por qué estás siempre callada, callada y callada como una muerta? Fíjate que yo
al principio pensé que era signo de fuerza. ¡Pero probablemente es que no tienes nada
que decir! ¡Así de simple! ¿Y sabes por qué? ¡Porque ni siquiera eres capaz de pensar
en nada! (Se levanta y recoge las zapatillas.) Ahora me voy a casa… y me llevo los
tulipanes… ¡Sí, tus tulipanes! Tú no quisiste nunca aprender nada de los demás.
Tampoco quisiste doblarte como la hierba al viento… y por eso te partiste como una
caña seca… ¡Y yo no me partí! ¡Gracias, Amelia, por tus útiles enseñanzas! ¡Gracias
por haberle enseñado a mi marido a amar! ¡Ahora me voy a casa… a quererle mucho!