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Martín Heidegger
Ser y Tiempo
(§1 pág. 27)
Introducción:
Ser y tiempo de Martín Heidegger es un tratado culmine, no solamente en la obra del autor,
sino también para la filosofía moderna (e incluso postmoderna). Al retomar la olvidada y
malentendida pregunta por el ser, Heidegger propone que la existencia precede a la esencia;
una afirmación que rompe profundamente con el predominante cogito ergo sum cartesiano
(“pienso luego existo”). Tomando como punto de partida el dato fenomenológico puro del
existir, Heidegger describe y analiza el ser-ahí humano (Dasein) en el cual nos encontramos
a cada momento, esto es, en nuestro cotidiano ser/estar-en-el-mundo. Esta descripción
fenomenológica que desemboca en una perspicaz analítica existencial, delinea las
estructuras fundamentales del existir humano, o más bien, la ontología fundamental. Así, el
minucioso y fino examen de Heidegger puede – vulgarmente – ser comparado con el
examen a oscuras de engranajes, válvulas, pistones y cuñas de un motor encendido (ser) y
en marcha (tiempo) por parte de un mecánico profesional. En este sentido, el evidenciar los
existenciales fundamentales del existir humano no solamente requiere de una descripción
fenomenológica aguda y precisa, sino también la exposición concisa de la compostura,
empalme y articulación – como un todo – del ser/estar-en-el-mundo humano. De hecho,
este es el propósito de la Primera parte de Ser y tiempo.
Ser-en
El “uno” Mundo
Ser/estar–en–
el–mundo
Coestar
Ocupación
Espacialidad Significatividad
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Engel Tally
Breve glosario
Ontología fundamental de Ser y tiempo
Ser / Estar-en (In-Sein): es una estructura fundamental del existir humano (Dasein). El
ser/estar-en siempre es en un mundo, ya que tanto el ser/estar-en como el mundo se dan de
manera co-originaria y se constituyen mutuamente.
«El vocablo alemán “bin” [“soy”] se relaciona con la preposición “bei” [“en”, “en
medio de”, “junto a”]; “ich bin” [“yo soy”] quiere decir, a su vez, habito, me quedo
en… el mundo como lo de tal o cual manera familiar. “Ser”, como infinitivo de “yo
soy”, e.d. como existencial, significa habitar en…, estar familiarizado con… Estar-en
es, por consiguiente, la expresión existencial formal del ser del Dasein, el cual tiene la
constitución esencial del estar-en-el-mundo» (§12, pág. 81).
Como se puede apreciar, el ser/estar-en no se refiere a un lugar óntico fijo y estático, sino a
una múltiple y dispersa manera ek-istencial de pro-yec-tarse y estar-en-el-mundo. A estas
distintas maneras de ser/estar-en se les llama ocupación, ya que el mismo existir humano
(Dasein) en su ser/estar-en-el-mundo es esencialmente el estar vuelto al mundo en
ocupación.
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Ontología fundamental de Ser y tiempo
El ser/estar-en tiene entonces su propia espacialidad que se expresa en la ocupación, esto
es, en sentido ontológico. Pero la existencia humana (Dasein) como tal no solamente tiene
su ser/estar-en ocupación con entes, sino que también con otros (solicitud). Y esto es así no
porque el Dasein sea económico y “práctico” en su existir, sino porque el mismo existir
humano es en todo momento preocupación – por los entes y por otros (cuidado). Y estas
estructuras fundamentales someramente mencionadas del ser/estar-en (espacialidad,
ocupación y preocupación), se pueden evidenciar en toda cultura y grupo social, esto es, a
pesar de que su expresión sociocultural no sea precisamente la misma.
Mundo (Welt): este término ha sido utilizado en distintas maneras, pero en Ser y Tiempo
Heidegger solamente lo utiliza en dos sentidos específicos. Por un lado, “mundo”1 se refiere
a la totalidad de los entes que pueden estar-ahí dentro del mundo ónticamente, tal como lo
son casas, árboles, hombres, montañas, astros, etc. El carácter de perteneciente al mundo
que tienen estos entes intramundanos es la mundicidad (Weltmässigkeit). Por otro lado,
mundo es «…“aquello en lo que” “vive” un Dasein fáctico en cuanto tal». En esta
determinación el sentido óntico del “mundo” no es excluido, sino que a él se adiciona un
significado existentivo preontológico que puede significar el mundo “público” del nosotros,
o el mundo circundante “propio” y más cercano (doméstico) (§14, pág. 93). Asimismo,
este segundo sentido de mundo se extiende a un concepto ontológico-existencial de mundo,
al cual Heidegger llama mundaneidad (Weltlichkeit).
Cabe mencionar que en la ontología usual el mundo ha sido definido a partir de los entes, y
en especial por la res extensa cartesiana, la cual no ha logrado compenetrarse en el sentido
existentivo preontológico y ontológico-existencial de la mundaneidad. De hecho,
comúnmente se ha querido definir al mundo a partir de la “naturaleza”, cuando el fenómeno
de “naturaleza” sólo es ontológicamente comprensible desde el concepto de mundo, es
decir, desde la analítica del Dasein2 (§14 pág. 93).
Ahora, todo existir humano se encuentra circunscrito cada vez en un mundo circundante
(Umwelt), que es el mundo más cercano e inmediato al Dasein cotidiano3. De esta manera,
lo que se da en el mundo circundante es lo que está siendo usado, producido, cuantificado,
etc. Por esto se establece que el mundo circundante es pretemático, es decir, no objeto de
conocimiento teórico. Por ejemplo, al abrir la puerta hago uso de la manecilla, y al
utilizarla no estoy tematizando su forma, color, textura, pesantez, etc., sino simplemente
1
Entre comillas. Véase también nota *** de Rivera en la página 458.
2
La mundaneidad determina a la “naturaleza” y no al revés.
3
También referido como mundo mediano o de cotidianidad media.
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haciendo uso de ella. Y lo mismo ocurre con todos los entes intramundanos con los que nos
encontramos ya desde siempre en ocupación4. A pesar de esto, cabe mencionar que este
comportamiento “práctico” del ocuparse no es “ateorético”, en el sentido de estar privado de
visión, sino que en el actuar también tiene su propia visión (§15 pág. 97). De igual forma, el
mundo circundante conlleva una referencia a la espacialidad, pero el carácter espacial de
éste debe ser aclarado a partir de la estructura de la mundaneidad. Por ello Heidegger
menciona que:
Con esto se quiere decir que la circunmundaneidad, que tiene el carácter ontológico-
existencial del mundo circundante, parte de una interpretación ontológica de los entes que
comparecen ónticamente dentro este mundo. Con ello se viene a reiterar que el mundo -
“aquello en lo que” “vive” un Dasein fáctico en cuanto tal - tiene un carácter óntico-
ontológico. Es decir, el mundo del existir humano es óntico y ontológico a la vez.
«Un andén techado tiene en cuenta el mal tiempo; las instalaciones del alumbrado
público, la oscuridad… Cuando miramos el reloj, hacemos tácitamente uso de la
“posición del sol” por la que se hace la medición astronómica oficial del tiempo. En
el uso de ese útil tan inmediatamente a la mano que es el reloj se encuentra también a
la mano la naturaleza del mundo circundante» (§15 pág. 98-99).
Con esto, en el mundo público queda constatado un mundo compartido del nosotros, el cual
se encuentra ya inscrito en las obras y los entes dentro del mundo circundante, y que a su
vez remite a la mundaneidad misma del existir humano.
4
Ver siguiente término.
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Ahora, los modos de ocupación se basan en el trato (Umgang), que es el hilo conductor del
modo cotidiano del estar-en-el-mundo y el habérselas con las cosas del mundo. Así, el
modo inmediato del trato es el ocuparse que manipula y utiliza (§15 pág. 94-95).
Por otro lado, al ente que comparece en la ocupación se le llama útil (Zeug). En el trato
pueden encontrarse los útiles para escribir, los útiles para coser, los útiles para trabajar
(herramientas), los útiles para viajar (vehículos), los útiles para medir. En esta ocupación
con los útiles se evidencia una “pragmaticidad” del Dasein, que es lo que hace del útil un
útil (§15 pág. 96). De igual forma, un útil remite a otros útiles, esto es, estén o no estos
presentes:
Y a esta “disposición” o modo de ser del útil desde él mismo es lo que se llama el estar a la
mano (Zuhandenheit). Es decir, ese modo de “disponibilidad” y “manejabilidad” del útil
que comparece para nosotros en el uso que de él hacemos; éste es su estar a la mano. Por
ello mismo:
«El puro mirar-hacia tal o cual “aspecto” de las cosas, por agudo que sea, no es capaz
de descubrir lo a la mano. A la mirada puramente “teorética” hacia las cosas le falta
la comprensión del estar a la mano. Sin embargo, ese trato que usa y manipula no es
ciego sino que tiene su propia manera de ver, que dirige el manejo y le confiere su
específica seguridad. El trato con los útiles se subordina al complejo remisional del
“para-algo”. La visión que se da en semejante “plegarse a” es la circunspección
[Umsicht]» (§15 pág. 97).
Importante señalar aquí es que para Heidegger un útil es esencialmente un “algo para…”, y
en la estructura del “para-algo” existe una remisión de algo hacia algo. Esto quiere decir,
por ejemplo, que el trato y la ocupación inmediata con los útiles de carpintería remiten a un
“para-algo”, que es en posibilidad la elaboración de una repisa. Ahora bien, esta repisa que
es producida y reúne a los útiles del “para-algo” es el “para-qué”. Y este “para-qué” de la
producción es lo que se llama obra; la portadora de la totalidad remisional dentro de la cual
el útil comparece (§15 pág. 97). De igual manera, la obra repisa conlleva el “para-qué” de
su empleabilidad como lugar para colocar cosas. En la obra también existe una remisión a
“materiales” (madera-árboles, clavos-hierro, etc.), pero más importantemente,
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De esta forma, la obra como ente del mundo circundante remite también a la
circunmundaneidad implícita en ella, la cual puede ser deliberada a través de una
interpretación ontológica adecuada (§14 pág. 94).
Como primer paso, el carácter remisional de los útiles con los cuales el Dasein se encuentra
inmediatamente en ocupación es importante, ya que en la estructura del “para-algo” de los
útiles existe una remisión de algo hacia algo. Es decir, mi ocupación del martillo remite a la
producción de alguna obra, como por ejemplo, una silla. Y en ésta última se encuentra una
totalidad remisional que no sólo incluye el conjunto de útiles tales como clavos, cepillos,
serruchos, pegamento, etc., que se utilizaron para fabricarla, sino también al “para-qué” de
la empleabilidad de la misma, como por ejemplo, para sentarse. Por otro lado, los signos
son también útiles, y su carácter pragmático consiste en señalar; el señalar puede
determinarse como una “especie” de remisión (§17 pág. 104). Ahora bien, el signo como
útil-señalizador está constituido por la remisión, la cual en este caso posee tanto un carácter
óntico como ontológico-categorial. En exponer esta distinción, Heidegger utiliza las
palabras “remisión” y remisión para aludir al carácter óntico y ontológico del signo,
respectivamente:
«La “remisión” que es el señalar es la concreción óntica del para-qué de una utilidad y
determina a un útil a este para-qué. En cambio, la remisión que es la “utilidad para” es
una determinación ontológico-categorial del útil en cuanto útil. Que el para qué de la
utilidad cobre su concreción en el señalar es accidental a la estructura del útil en cuanto
tal. Ya que en el ejemplo de signo [el de un pide vías de un automóvil] se deja ver a
grandes rasgos la diferencia entre la remisión como utilidad y la remisión como
señalar. Lejos de coincidir entre sí, estas dos cosas hacen posible en su unidad la
concreción de una determinada especie de útil [signo]» (§17 pág. 105).
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El signo posee entonces su carácter remisional que por un lado conduce a la concreción
óntica del para-qué de una utilidad (cruzar a la izquierda), y por otro lado, a la remisión
ontológico-categorial de la “utilidad para” (señalar el cruce a al izquierda)5.
Adicionalmente, Heidegger expone el carácter “espacial” ontológico al que remite el signo,
y el cual le brinda al Dasein un particular orientarse en su ser/estar-en-el-mundo:
Y es por esto que Heidegger define al signo como «…un útil que lleva a circunspección
explícita un todo de útiles, de tal manera que, junto con ello, se acusa la mundicidad de lo a
la mano»; y agrega, «Los signos muestran siempre primariamente aquello “en lo que se
vive”, aquello en lo que la ocupación se mueve, qué es lo que pasa» (§17 pág. 106). Los
signos tienen entonces un uso preferente en el trato de la ocupación, ya que con ellos el
Dasein se orienta y acusa inmediatamente a los entes a la mano del “mundo”. Por ejemplo,
la estrella “del norte” que apunta en todo momento hacia el norte es señal del norte, y esto
es porque el Dasein ha descubierto en ella su ser, el cual le ha permitido orientarse óntica y
ontológicamente en el mundo; es por ello que el signo tiene su carácter preferencial dentro
del mundo circundante de la ocupación circunspectiva. Como lo resume Heidegger:
«El signo está ónticamente a la mano y, en cuanto es este determinado útil, desempeña
a la vez la función de algo que manifiesta la estructura ontológica del estar a la mano,
de la totalidad remisional y de la mundaneidad» (§17 pág. 109).
Como segundo paso, es importante considerar lo que Heidegger llama condición respectiva
(Bewandtnis), que es el carácter de ser de lo a la mano; el ser del ente intramundano (§18
pág. 110). La condición respectiva se relaciona íntimamente con la remisión, pero en ella el
ente intramundano adquiere un carácter ontológico de otra naturaleza:
«Como ente, él tiene siempre una condición respectiva. Esto: que con él pasa que
queda vuelto en condición respectiva hacia… es la determinación ontológica del ser de
este ente, y no un enunciado óntico acerca del ente mismo. El término hacia el cual
apunta esta respectividad es el para-qué de la utilidad, el en-qué de la empleabilidad».
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Aquí Heidegger también hace la distinción óntica y ontológica entre la utilidad para y la “utilidad para” (§17
pág. 105).
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«El para-qué de la utilidad puede tener, a su vez, una nueva condición respectiva; por
ejemplo, este ente a la mano, que por eso llamamos martillo, está en respectividad con
el martillar, el martillar lo está con el clavar y consolidar, éste lo está con la protección
contra el mal tiempo; y esta última “es” por mor de del Dasein que necesita protección,
es decir, por mor de una posibilidad de su ser» (§18 pág. 110).
Por otro lado, Heidegger también menciona que en la palabra Bewandtnis (condición
respectiva) resuena el sentido de dejar que algo quede vuelto hacia algo (§18 pág. 110).
Además, esta palabra sólo se usa en el ámbito del quehacer humano, y jamás para hablar de
la naturaleza propia de las cosas (nota * pág. 468). Y esto último es algo que se relaciona
con la mundaneidad de la totalidad respeccional y el primario “para-qué” del Dasein (por-
mor-de).
6
«O sea, dejar que su ser se despliegue en su verdad» (§18 pág. 111).
7
Esto es algo que remite en muchos sentidos la famosa frase de Husserl: “A las cosas mismas”.
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Y esta última manera de estar previamente abierta cierta comprensibilidad de los entes es a
la que podemos llamar precomprensión. Es decir, el Dasein en su trato y ocupación
inmediata con los entes a la mano8 dentro del mundo circundante ya posee una comprensión
previa que ha abierto el ser de los entes, y a su vez ha descubierto su ya estar en una
totalidad respeccional. Por ejemplo, el repentino hallazgo de una pieza inidentificable por
un arqueólogo en un campo abierto “obviamente” conlleva una carencia “interpretativa”,
pero no por ello la falta de comprensión de que este es un objeto antiguo modificado en
algún momento por un ser humano, y como obra antigua posee la totalidad respeccional a
este individuo, grupo o cultura que “ya no es”, pero que está contenida dentro de la obra
misma encontrada.
Pero aún más, es la significatividad misma con todos los elementos constituyentes descritos
– e incluyendo estos últimos – son los que proporcionan la estructura del mundo del Dasein
como tal:
Adicionalmente,
«La significatividad misma, con la que el Dasein ya está siempre familiarizado, lleva
empero consigo la condición ontológica de la posibilidad de que el Dasein comprensor
pueda abrir, en cuanto interprete, algo así como “significaciones”, las que por su parte
fundan la posibilidad de la palabra y del lenguaje» (§18 pág. 114).
Esto último es algo sumamente importante, ya que para Heidegger el lenguaje no es algo
segundario, sino el “originario desplegarse de la verdad como Ahí” (nota c, pág. 114). Pero
más allá de esto, la significatividad como tal – con todos sus elementos y con su posibilidad
donadora de la palabra y el lenguaje – constituye propiamente la mundaneidad en la que ya
desde siempre se encuentra el Dasein, y posiblemente lo que se conoce como cultura.
8
Con todo lo que esto implica: para-algo, hacia-algo, para-qué y por-mor-de.
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Espacialidad: El existir humano como tal tiene su propia manera de “estar-en-el-espacio”,
esta es la espacialidad. La espacialidad no debe ser confundida con cualquier tipo de
corporalidad y corporeidad física que llena un espacio óntico, sino uno propiamente
existencial (§12 pág. 82). La espacialidad es co-originaria con el ser/estar-en, la ocupación
y la significatividad, los cuales en conjunto conforman “el-mundo” del ser/estar-en-el-
mundo del Dasein. Por esto mismo, «Sólo la comprensión del estar-en-el-mundo como
estructura esencial del Dasein hace posible la intelección de la espacialidad existencial del
Dasein» (§12 pág. 82).
Como primer paso, la espacialidad de lo a la mano dentro del mundo tiene una cercanía que
no se determina midiendo distancias, es decir, desde una perspectiva óntica propiamente.
La espacialidad como tal se da en la circunspección del ocuparse con los útiles a la mano.
Asimismo, en la ocupación circunspectiva la cercanía de los útiles siempre está
direccionada, y cada uno de éstos tiene su lugar propio (Platz).
«…en cuanto útil está por esencia colocado, instalado, emplazado, puesto. El útil tiene
su lugar propio [Platz]… lo que debe distinguirse cuidadosamente de un puro
encontrarse-ahí en un lugar cualquiera del espacio. Como lugar propio de este
particular “útil para…”, cada lugar propio se determina desde un conjunto de lugares
propios recíprocamente orientados en el complejo de útiles a la mano en el mundo
circundante. El lugar propio y la multiplicidad de lugares propios no deben ser
interpretados como el “dónde” de un simple estar-ahí de las cosas. El lugar propio es
siempre el preciso “ahí” o “aquí” al que un útil pertenece en propiedad» (§22 pág.
128).
Ahora bien, los útiles encuentran su lugar propio de acorde a su carácter pragmático en el
todo respeccional de los útiles, y de esta manera se ubican dentro de lo que Heidegger llama
zona (Gegend). Orientados de manera zonal, los lugares propios constituyen lo circundante.
De esta cuenta:
«El “arriba” es lo que está “en el cielo raso”, el “abajo”, lo que está “en el suelo”, el
“atrás”, lo “junto a la puerta”, todos los “donde” son descubiertos a través de los pasos
y caminos del quehacer cotidiano e interpretados circunspectivamente, jamás son
establecidazos y catalogados en una consideración mensurante del espacio»9 (§22 pág.
129).
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En todo esto vale notar que los lugares propios le son asignados a los entes a la mano en la circunspección
del ocuparse, o son descubiertos como tales (§22 pág. 129).
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Sin embargo, cuando algo no se encuentra en su lugar propio, la zona se vuelve, con
frecuencia, y por primera vez, explícitamente accesible en cuanto tal (§22 pág. 129). Por
ejemplo, y para retomar algunas de las ideas de la antropóloga Mary Douglas en su libro
Purity and danger; cuando algo no está en su lugar, el objeto se convierte automáticamente
en algo “impuro”, y como tal, deja abierta la zona y lugar propio donde pertenece. De esta
forma, la comida regada sobre la cama da la impresión de “impureza”, ya que su lugar
propio es sobre un plato y en la zona de la mesa del comedor de la casa.
Por otro lado, es importante observar que «El “mundo circundante” no se inserta en un
espacio previamente dado, sino que su mundaneidad específica articula en su
significatividad el contexto respeccional de una determinada totalidad de lugares propios
circunspectivamente ordenados» (§22 pág. 130); como lo que ocurre entre plato-comida y
cama-almohada. Por ello mismo Heidegger argumenta que el «Dejar comparecer lo a la
mano en su espacialidad circunmundana no es ónticamente posible sino porque el Dasein
mismo es “espacial” en su estar-en-el-mundo» (§22 pág. 130).
Siguiendo este último punto, y elaborando el segundo paso, la espacialidad del estar-en-el-
mundo del Dasein «…no puede significar ni un encontrarse en alguna parte dentro del
“espacio cósmico”, ni un estar-a-la-mano en el lugar propio. Ambas cosas son modos de
ser de los entes que comparecen dentro del mundo. En cambio, el Dasein está “en” el
mundo en el sentido del ocupado y familiar habérselas con el ente que comparece dentro del
mundo. Y, por consiguiente, si la espacialidad le corresponde en alguna forma, será
únicamente sobre la base de este estar-en» (§23 pág. 130).
Con esto dicho, podemos proseguir en señalar que la espacialidad existencial del Dasein
presenta dos caracteres principales que son: la des-alejación (Ent-fernung) y la
direccionalidad (Ausrichtung). La desalejación como tal es cercanía, y el término es
utilizado en un sentido activo y transitivo: «Desalalejar quiere decir hacer desaparecer la
lejanía [Ferne], es decir, el estar lejos de algo; significa, por consiguiente, acercamiento».
(§23 pág. 130). Lo clave en esto es reconocer que el Dasein es esencialmente des-alejador,
y a diferencia de la distancia óntica, la desalejación es de carácter existencial. Así,
«Con la “radio”, por ejemplo, el Dasein lleva a cabo hoy, por la vía de una ampliación
y destrucción del mundo circundante cotidiano, una des-alejación del “mundo”…».
Lo mismo podríamos decir actualmente del Internet y la telefonía celular que nos des-alejan
un “mundo” de personas, sucesos, y circunstancias. Sin embargo, es importante aclarar que
el “estar lejos” de la des-alejación no es comprendido jamás como mera distancia. «Y si es
necesario evaluar una distancia, se lo hace en relación a las desalejaciones en las que se
mueve el Dasein cotidiano» (§23 pág. 131).
«Decimos: aquello está a la distancia de un paso, sólo a dos pasos, “está ahí mismo”.
Estas medidas expresan no sólo que ellas no pretenden hacer una “medición”
propiamente dicha, sino que la lejanía apreciada pertenece a un ente al que se va en
ocupación circunspectiva» (§23 pág. 131).
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También vale mencionar que «…es en este “hacérsele a uno” donde el correspondiente
mundo llega a estar propiamente a la mano» (§ 23 Pág.132); y que
Por otro lado, «El Dasein, en cuanto estar-en des-alejante, tiene, a la vez, el carácter de la
direccionalidad. Todo acercamiento ha tomado previamente una dirección hacia una zona
dentro de la cual lo des-alejado se acerca para volverse determinable respecto de su lugar
propio. El ocuparse circunspectivo es un des-alejar direccionado. En este ocuparse, es decir,
en el estar-en-el-mundo del Dasein mismo está implícita la necesidad de “signos”; el signo
se hacer cargo de la indicación expresa y fácilmente manejable de la direcciones. Mantiene
explícitamente abiertas las zonas de las que la circunspección hace uso, el adónde de la
pertinencia, del ir-hacia, del llevar o traer. Si el Dasein es, tiene ya siempre descubierta su
zona, en cuanto toma dirección desalejando. Tanto la direccionalidad como la des-
alejación, en cuanto modos del estar-en-el-mundo, están previamente dirigidas por la
circunspección del ocuparse» (§23 Pág.134).
Con todo esto, Heidegger muestra que tanto la des-alejación como la direccionalidad en la
ocupación circunspectiva son importantes caracteres en la constitución del estar-en y la
espacialidad del Dasein: «Des-alejación y direccionalidad determinan, en cuanto caracteres
constitutivos del estar-en, la espacialidad del Dasein: su estar en el espacio intramundano
descubierto en ocupación circunspectiva» (§23 Pág.135).
Como tercer y último paso, la espacialidad del Dasein conglomera la mayoría de caracteres
expuestos hasta el momento tales como ser-en, ocupación (trato, útil, estar a la mano),
significatividad (para-algo, condición respectiva, dejar-ser, comprender), des-alejación,
direccionalidad, lugar propio y zona. De esta forma, la constitución de la espacialidad del
Dasein se vislumbra de manera cooriginaria con los caracteres mencionados en una síntesis
original, la cual es expuesta de la siguiente manera:
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En la síntesis citada se puede apreciar la manera en que los caracteres existenciales se
concatenan unos con otros, y en su “fundición” simultánea, se da propiamente la apertura
del espacio del Dasein: la espacialidad. Sin embargo, también cabe mencionar que:
«El espacio no está en el sujeto, ni el mundo está en el espacio. El espacio está, más
bien, “en” el mundo, en la medida en que el estar-en-el-mundo, constitutivo del
Dasein, ha abierto el espacio. El espacio no se encuentra en el sujeto, ni el sujeto
considera el mundo “como si” éste estuviera dentro de un espacio, sino que el “sujeto”,
ontológicamente bien entendido, es decir, el Dasein, es espacial en un sentido
originario» (§24 Pág.136-137).
Coestar10 (Mitsein): Se refiere a una estructura ontológica del Dasein que revela el estar-
con-los-otros-en-el-mundo. El ser/estar-en-el-mundo siempre es con otros ya que jamás
está dado un Dasein sin otros (§25 pág. 141). Desde un inicio es importante hacer la
distinción entre el coestar (Mitsein) y la coexistencia (Mitdasein). Esto es especialmente
cierto al contemplar que «…la coexistencia no es una estructura ontológica del Dasein, sino
que son los otros Dasein, es decir, el Dasein de los demás» (Nota ** pág. 472).
«…el campo a lo largo del cual salimos a caminar se muestra como pertenencia de tal
o cual, y como bien tenido por su dueño; el libro que usamos ha sido comprado
donde…, regalado por…, etc. La barca anclada a la orilla remite, en su ser-en-sí, a un
conocido que hace sus viajes en ella, pero también, como “embarcación ajena”, señala
hacia otros» (§26 pág. 143).
10
Coestar también puede ser traducido como ser/estar-con. Sin embargo, Rivera utiliza la traducción coestar
porque al igual que el Mitsein heideggeriano, ésta se expresa en una sola palabra. Nota ** pág. 472.
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Es decir que la ocupación con los entes a la mano no sólo descubre a estos mismos, sino que
también remite a otros, así como a un mundo compartido con ellos. A pesar de que en los
objetos del “mundo” no parezca comparecer el ente de los otros, en su remisionalidad
dejada en libertad éstos también existen, y existen especialmente para otros Dasein (§26
pág. 143). Así, un collar de jade encontrado por un arqueólogo en una tumba no sólo remite
al objeto mismo, sino que también al artesano que lo talló, al mercante que lo comerció
desde un lugar distante, y a su portador que yace postrado en la tumba. De esta manera, se
hace evidente cómo algo óntico del “mundo” nos proporciona algo ontológico del mundo;
pero esto solamente puede ser así porque el Dasein mismo en su ser/estar-en-el-mundo es
óntico-ontológico.
Ahora, es importante recalcar que “los otros” no se refiere a los demás fuera de mí, sino a
los otros Dasein entre los cuales desde ya siempre estoy-siendo-en-el-mundo. Así,
Para Heidegger entonces el convivir cotidiano se mueve entre los dos extremos de la
solicitud positiva que son: la sustitutivo-dominante y la anticipativo-liberadora. En la
solicitud sustitutivo-dominante el otro puede hacerse dependiente y dominado, aun cuando
este dominio sea tácito y le quede oculto a él mismo. Esto se debe a que en el ocuparse el
Dasein toma el lugar del otro reemplazándolo. Es decir, asume por el otro aquello de que
hay que ocuparse. Por otro lado, la solicitud anticipativo-liberadora en vez de ocupar el
lugar del otro, se anticipa a su poder-ser existentivo, no para quitarle el “cuidado”, sino
precisamente para devolvérselo como tal. Así, esta solicitud ayuda al otro a hacerse
transparente en su cuidado11 y libre para él (§26 pág. 147).
11
El cuidado es el conjunto de disposiciones que constituyen el existir humano; específicamente en la
estructura ontológica del ser del Dasein en un anticiparse-a-sí-estando-ya-en-(el-mundo-)en-medio-de (el ente
que comparece dentro del mundo) (§41 pág.214).
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Es de esta manera entonces como quedan evidenciados los modos en que la solicitud se da
en la coexistencia, y cuyos múltiples y distintos matices (“éticos”) para descripción y
clasificación quedan fuera del análisis de Heidegger (§26 pág. 147).
Por otro lado, es de mencionar que «…como coestar, el Dasein “es” esencialmente por-mor-
de otros» (§26 pág. 148). Y esto quiere decir que el Dasein como coestar es para otros
existencialmente; lo que implica la aperturidad de los otros, así como una concatenación
cooriginaria con la significatividad y mundaneidad del ser/estar-en-el-mundo del Dasein.
«El estar vuelto a otros es sin duda ontológicamente diferente del estar vuelto a las cosas
que están-ahí. El “otro” ente tiene, él mismo, el modo de ser del Dasein. En el estar con
otros y vuelto hacia otros hay, según esto, una relación de ser de Dasein a Dasein. Pero
esta relación – podría decirse – ya es constitutiva de cada Dasein, puesto que éste tiene de
sí mismo una comprensión de ser y, de este modo, se relaciona con el Dasein. La
relación de ser para con otros se convierte entonces en la proyección “a otro” del propio
ser para consigo mismo. El otro es un “doblete” del sí-mismo» (§26 pág. 149).
Sobre esto último, parece quedar la impresión de que la relación con los otros, que se da
como proyección del propio ser (como “doblete” del sí-mismo), implica una situación ética
de alguna forma. A pesar de que Heidegger no desarrolla una ética propiamente (ver §26
pág. 147), sí establece que el ser auténtico del Dasein como cuidado presupone dejar “al
otro en libertad para ser él mismo”, esto es, en un modo anticipativo – liberador de la
solicitud (§26 pág. 147).
Por último, Heidegger argumenta que la empatía como tal solamente es posible sobre la
base del coestar, y no al revés. Pero más allá de esto, Heidegger también duda de su
fundamento y aplicabilidad existencial en general.
«No es la “empatía la que constituye el coestar, sino que ella es posible tan sólo sobre
la base de éste, y se torna ineludible por el predominio de los modos deficientes del
coestar» (§26 pág. 149).
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Es decir, la “empatía” no es un fenómeno existencial originario, y por consiguiente tampoco
posee el fundamento hermenéutico de los modos deficientes del coestar en la solicitud
(sustitutivo-dominante y anticipativo-liberadora) (§26 pág. 150).
El “uno” puede ser definido como el modo de ser del Dasein en el cual «Cada cual es el otro
y ninguno sí mismo» (§27 pág. 152). Esto es algo que se hace fenoménicamente evidente
en frases como: “se dice”, “se cuenta”, “se hace”, “se debe” (Nota * pág. 474). En ellas
implícitamente se encuentra la referencialidad a un modo de ser del Dasein que se da en el
uno, pero al mismo en nadie.
«El uno que responde a la pregunta por el quien del Dasein cotidiano, es el nadie al
que todo Dasein ya se ha entregado siempre en su estar con los otros» (§27 pág. 152).
«Gozamos y nos divertimos como se goza; leemos, vemos y juzgamos sobre literatura
y arte como se ve y se juzga; pero también nos apartamos del “montón” como se debe
hacer; encontramos “irritante” lo que se debe encontrar irritante. El uno, que no es
nadie determinado y que son todos (pero no como la suma de ellos), prescribe el modo
de ser de la cotidianidad» (§27 pág. 151).
En la solicitud cotidiana existe una diferencia frente a los otros – ya sea de manera
anticipativo-liberadora o sustituto-dominante – en la cual tiene lugar la distancialidad:
«El convivir, sin que él mismo se percate de ello, está intranquilizado por el cuidado
de esta distancia. Dicho existencialmente, el convivir tiene el carácter de la
distancialidad [Abständigkeit]. Cuanto más inadvertido quede este modo de ser para
el Dasein cotidiano, tanto más originaria y tenazmente opera en él» (§27 pág. 150).
Además, «…esta distancialidad propia del coestar indica que el Dasein está sujeto a
dominio de los otros en su convivir cotidiano. No es él mismo quien es; los otros le han
tomado el ser» (§27 pág. 151). Por esto mismo, «Lo decisivo es tan sólo el inadvertido
dominio de los otros, que el Dasein, en cuanto coestar, ya ha aceptado sin darse cuenta.
Uno mismo forma parte de los otros y refuerza su poder» (§27 pág. 151).
«Sin llamar la atención y sin que se lo puede constatar, el uno despliega una auténtica
dictadura» (§27 pág. 151).
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Y esto el algo sumamente interesante al contraponerlo a los conceptos de sociedad y
cultura, que en sus definiciones categoriales, siempre asumen un sistema de normas y
regulaciones socioculturales impuestas.
Por otro lado, la tendencia del coestar de la distancialidad se funda en el hecho de que el
convivir procura como tal la medianía (Durchschnittlichkeit). «Por eso el uno se mueve
fácticamente en la medianía de lo que se debe hacer, de lo que se acepta o se rechaza, de
aquello a lo que se le concede o niega el éxito» (§27 pág. 151). Es decir, la manera del
“regular comportarse” del Dasein que está inscrita en el uno. Adicionalmente, la
preocupación de la medianía revela otra esencial tendencia del Dasein, que es la nivelación
de todas las posibilidades de ser (§27 pág. 151). Heidegger describe este modo del “uno”
de la siguiente manera:
Así, la distancialidad, la medianía y la nivelación constituyen, como modos de ser del uno,
“la publicidad” (“die Öffentlichkeit”). «Ella regula primeramente toda interpretación del
mundo y del Dasein, y tiene en todo razón. Y esto no ocurre por una particular y primaria
relación de ser con las “cosas”, ni porque ella disponga de una transparencia del Dasein
hecha explícitamente propia, sino precisamente no va “al fondo de las cosas”, porque es
insensible a todas las diferencias de nivel y autenticidad. La publicidad oscurece todas las
cosas y presenta lo así encubierto como cosa sabida y accesible a cualquiera» (§27 pág.
151-152). Esto quiere decir que la publicidad del “uno” (constituida por la distancialidad, la
medianía y la nivelación) no accede en dejar libre al Dasein para que éste se despliegue en
su auténtica12 y originaria manera de ser/estar-en-el-mundo. Por esto Heidegger menciona
que «En cuanto uno-mismo, cada Dasein está disperso en el uno y debe llegar a
encontrarse» (§27 pág. 153). Y agrega, «Inmediatamente yo no “soy” “yo”, en el sentido
del propio sí-mismo, sino que soy los otros a la manera del uno. Desde éste y como éste me
estoy inmediatamente “dado” a mí “mismo”. Inmediatamente el Dasein es uno, y por lo
regular se queda en eso» (§27 pág. 153). Así, cotidianamente y a cada momento nos
encontramos absorbidos en ocupación en el “uno” y lo que éste demanda de sí, es decir, lo
que constituye la sociedad y la cultura. Adicionalmente, en la cotidianidad impropia o
inauténtica,
«…el uno ya ha anticipado siempre todo juicio y decisión, despoja, al mismo tiempo, a
cada Dasein de su responsabilidad. El uno puede, por así decirlo, darse el lujo de que
constantemente “se” recurra a él. Con facilidad puede hacerse cargo de todo, porque
no hay nadie que deba responder por algo. Siempre “ha sido” el uno y, sin embargo,
se puede decir que no ha sido nadie» (§27 pág. 152).
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Esto es algo que cobra sentido en la comprensión de los existenciales de la disposición afectiva, el
comprender, la condición de arrojado, el cuidado y el estar volcado hacia la muerte. Estos Heidegger
desarrolla explícitamente al final de la Primera Parte y el inicio de la Segunda.
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De esta manera se dice que el “uno” aliviana al Dasein en su cotidianidad. «Y puesto que
el uno con el alivianamiento del ser satisface constantemente los requerimientos del Dasein,
mantiene y refuerza su porfiado dominio» (§27 pág. 152). Por último, agrega Heidegger,
«Los caracteres de ser del convivir cotidiano, que acabamos de exponer – distancialidad,
medianía, nivelación, publicidad, alivianamiento del ser, satisfacción de requerimientos –
conforman la inmediata “estabilidad” del Dasein» (§27 pág. 152).
Por otro lado, y de forma inversa a la impropiedad del “uno” expuesta anteriormente,
«Cuando el Dasein descubre y aproxima para sí el mundo, cuando abre para sí mismo su
modo propio de ser, este descubrimiento del “mundo” y esta apertura del Dasein siempre se
llevan a cabo como un apartar de encubrimientos y oscurecimientos, y como un
quebrantamiento de las disimulaciones con las que el Dasein se cierra frente a sí mismo»
(§27 pág. 153). Es decir, cuando el Dasein se apropia auténticamente de su existir
eliminando todos los encubrimientos implícitos y explícitos del convivir cotidiano y
mediano del “uno”. O mejor dicho, cuando el Dasein “carga” su existir y asume la
responsabilidad implícita en éste en el cuidado, esto es, estando volcado hacia la muerte.
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Bibliografía
Heidegger, Martín
2003 (1927) Ser y tiempo. Traducción Jorge Eduardo Rivera. Editorial Trotta: Madrid.
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