MARCHA CANINA POR LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES EN VIGO
Nosotros somos lo que colaboramos en la localización de víctimas
después de un desastre y también los que ahorcan en un árbol cuando dejamos de ser útiles para cazar. Somos los que participan en la detección de explosivos y aquellos cuyo cadáver golpeado aparece en pozos, contenedores y vertederos. De nosotros se dice que constituimos unos compañeros de juegos beneficiosos para los niños, que nuestra presencia contribuye al restablecimiento de ciertos enfermos y que mitigamos la soledad en los seres humanos, pero sin embargo somos los que tantas veces acabamos aplastados en los arcenes o sacrificados con una inyección barata en alguna perrera miserable.
El abandono al que se nos condena incesantemente nos arrastra a
una situación de desvalimiento que pasa por el desconcierto, la tristeza, el miedo, el frío, el hambre, la sed y en muchas ocasiones los accidentes o el maltrato para que al fin, una muerte a menudo terrible, ponga término a tanto sufrimiento. Una vida que comenzamos siendo el peluche mimado y atendido por todos, se trunca de forma trágica sin que nadie repare en nuestros gemidos de dolor ni nos acompañe en los últimos instantes.
Y tántas veces no significamos más que una mercancía, criados y
puestos a la venta convirtiéndonos en negocio para algunos, mientras que por el mismo motivo, cada vez es mayor el número de perros arrojados a las calles y crece la cifra de aquellos que se hacinan en protectoras con gran voluntad pero sin medios, o en perreras convertidas en campos de exterminio.
No podemos votar en las elecciones, tampoco redactar las leyes
que nos atañen y ni tan siquiera denunciar cuando somos objeto de violencia, pero estamos vivos, tenemos sentimientos y vosotros, los hombres, lo sabéis. ¿Cómo explicáis si no que siempre os recibamos con alegría cuando regresáis a casa, que compartamos el quebranto y felicidad que os embargan y que no dudemos en entregarnos a vosotros por fidelidad hasta las últimas consecuencias?. Claro que sí, sois perfectamente conscientes de nuestra capacidad para disfrutar y padecer.
Y si es así, ¿por qué no tenéis nada de eso en cuenta cuando nos
abandonáis, al golpearnos, al quemarnos vivos, al tirarnos a un río, al someternos a experimentación o vivisección, al obligarnos a participar en peleas clandestinas o al tenernos amarrados eternamente a una cadena?. Nuestra angustia por todas esas razones y tantas otras a las que el egoísmo del ser humano nos condena es espantosa, pero no olvidéis que vuestra fortuna no es mejor, pues si nosotros soportamos las consecuencias físicas, vosotros cargáis con la certidumbre de ser los responsables de tales muestras de egoísmo, de cobardía y de crueldad.
Tal vez vuestras mentes busquen su coartada en la existencia de
un código penal que contempla nuestro maltrato como infracción, pero esa legislación, escasa, pobre y deficiente, es acáso el bálsamo con el que aliviar vuestros escrúpulos, pero jamás un digno reconocimiento al respeto que nos merecemos ni una salvaguarda efectiva de nuestros derechos.
La marcha que hoy hemos protagonizado, más allá de un acto
curioso y colorista, es necesario que sea un ladrido en las conciencias y un revulsivo en las entrañas, porque aunque no tengamos voz, la tragedia que tantas veces se convierte en nuestra perpetua compañera no puede dejaros indiferentes, ni a vosotros en el trato que nos dais, ni a aquellos que legislan, para los que la elaboración de una Ley de Protección Animal se ha quedado en una simple promesa electoral mientras nosotros, los perros, permanecemos relegados en el rincón más escondido de sus agendas políticas.
Gracias a todos los que hoy nos habéis otorgado la posibilidad de
expresarnos, vuestros corazones no necesitan de la palabra articulada para comprendernos y por eso, a pesar de nuestra atroz situación de indefensión y de desamparo, sabemos que vuestra lucha y compromiso será la que al final logre que nosotros, "los mejores amigos del hombre", dejemos de ser una vez tras otra sus víctimas silenciadas, las mismas que aún recibiendo los golpes de nuestro amo, le seguimos mostrando cariño y lealtad mientras sangramos por las heridas sin comprender el porqué de tal castigo.