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EL PERFIL DE PILONA 113 Nadie querfa molestarle, es verdad, porque era bueno, servicial y sumamente simpatico; pero no faltaba quien, a pesar de todo esto, crefa llegado el momento de que se establecie- ra el Casino. cE] Liceon convecé a varias reuniones prev vias, donde se expuso la idea y se nombré una Comisién, gue en pocos dias redacté un proyecto de Reglamento de Sociedad para dis- cutirlo y aprobarlo. En este momento aparecieron bien defini- das las dos tendencias de los asistentes a las juntas que se celebraban. Hipélito y Zoilo Val- dés y algunos mds defendfan la causa de Par te, como era razonable, dados los lazos que les unfan, y oponfan resistencia al proyecto. Iban aprobandose los articulos del Reglamento poco a poco y con alguna dificultad, debido a la oposicién indicada. Ya se habfa visto claro que el otro bando era mds numeroso, y la partida, Nevada asf, habfa de conclufr por la derrota de los obstruccionistas, Entonces se intenté, y fué aceptada, una férmula de transaccién. Parte y sus elementos serian socios del Ca- sino y le prestarfan su concurso, siempre que se le concediera, por un nimero determinado de afios que se fijé, el servicio de café y lico- res que fuera necesario suministrar a Ja nueva Sociedad. Parte abonaria una cantidad pata auxilio del alquiler que el Casino habia de pa gar por el local en que se iba a instalar. En estas condiciones terminé toda discusién y nav cid ce] Casino de Infiesto, Estaba entonces construyendo Candido Gar g 114 EL PERFIL cfa Covidn, o Candidito, mas familiarmente, las casas 2 y 4 de la calle de Covadonga, que tan to dieron que hacer al Alcalde Garcia Carbajal, como ya hemos indicado, y el propietario te- nia empefio decidido en que la casa nimero 2 fuera ocupada por el Casino, dandole en arriendo el piso principal, gue atin estaba por distribufr, en espera de hacerlo a gusto de la nueva Sociedad. Pedia Candidito 1.000 pesetas anuales de renta, y parecié fabulosa aquella suma en tan Jejana época. El sitio, en verdad, era magnifi- co; era el mejor del pueblo, y el edificio, apa rentemente, muy aceptable. La Junta directi- va, ya nombrada, cerré los ojos y lo aceptd, haciéndose Ja divisién del local en la forma en que atin hoy se conserva. Salén espacioso, aunque con dos inevitables columnas; gabine- te de lectura, saloncito de tresillo, sala de bi Har y ‘mesas de café, cuarto para tocador, cuar- to para perchas y cocina para servicio de can” tina, y dos entradas: una por la calle de Cova- donga y otra por la Pedrera o subida de San Juan. Instalése, pues, el Casino en aquel local, alld por el afio de 1884, si la memoria no falta, y desde esta fecha sigue ocupdndolo. Al princi- pio era modestfsimo el mobiliario. Mas tarde, Jas Juntas hicieron algunos empréstitos, y fue ron mejorando el ajuar, rodeando a los socios de relativa comodidad. Adquiriéronse divanes y sillones para el salén, espejos, piano, armaé rio-biblioteca, mesas de juego y todo lo nece- sario y usual en esta clase de Sociedades. Desde entonces pudo decirse que Infiesto no eta uma excepdién, comparado con otras villas y pueblos. En e] Casino se concentié la vida de expansién, y del Casino han salido cuantas iniciativas eran de esperar para em- bellecer la vida social, en toda clase de licitas diversiones y recreos. Se han dado conferen- cias, bancfuetes, bailes, conciertos, reuniones de confianza para juegos de aduana y loteria, y, en fin, todo cuanto se ha podido dar para atraccién de los socios y sus familias. Ha sido y es el Casino tribuna libre para emitir toda clase de opiniones. Allf se escucha a todos, repitiéndose invariablemente la cos tumbre dq discutir a grandes’ voces y obte- niéndose el resultado, ya conocido, de no sa lir nadie convencido con las razones utilizadas en la polémica. Toda especie de temas, varia- disimos, se trata con una desenvoltura digna de grandes intelectualidades, y tedo, en suma, queda convertido en agua de cerrajas. Imperdonable cerfa hablar del Casino, sin traer a la memoria la personalidad de nuestra amigo, el pobre Elias Valdés, hace pocos afios fallecido. Picara y progresiva enfermedad fué impidiéndole el andar, y como habitaba en el segundo piso, donde estaba el Casino, puede decirse que en el Casino pasé la mitad de su vida. Auxiliado por una silla de ruedas trasla- dabase al gabinete de lectura para informatse de los periddicos, pasaba después a la sala de billar, donde presenciaba las partidas que se jugaban, y de aqui iba al sal6n para arrimarse ‘a la estufa y confortar con la calefaccién la in-

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