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Desde espaoles hasta argentinos de la Tierra de Fuego, pasando por chorros caribeos y alguno que otro carioca, el latino

-segn los sajones- es siempre uno y el mismo: con sombrero, sarape y guitarra, de preferencia tumbado en una cama o sentado a los pies de un cactus. Qu decir de sus mujeres complacientes, salerosas y casi siempre exuberantes.

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