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Estas fotos tenían prácticamente un fin manipulador: primero, las imágenes de las
riquezas que podría disfrutar al viajar, y segundo, la compasión que le debería inspirar
la foto de su hermano en esta desesperación. Sin embargo Kane no reconoce a su
hermano, guarda silencio, sus emociones son notorias en sus ojos, no le da importancia
a las palabras y en muy pocas ocasiones se la da a los gestos. En cambio sus nietos
gritan, saltan y utilizan toda su energía para demostrar lo que sienten.
Puede notarse que ellos están contagiados en mayor proporción de lo que es la cultura
occidental, tanto en sus expresiones, como en su forma de vestir. En casi toda la
película llevan puestas camisetas relacionadas sobretodo con deportistas o
instituciones de enseñanza de los diferentes lugares de Estados Unidos, por ejemplo:
USC (University of Southern California) Trojans, que es el nombre utilizado para los
deportistas de la Universidad del sur de California, o M.I.T. (Massachusetts Institute of
Technology), que es una de las instituciones dedicadas a la docencia y a la
investigación en Estados Unidos. También es importante recalcar que no son sólo sus
nietos los contagiados, es todo su país, toda su gente. El director nos demuestra este
suceso recurriendo a la presencia de avisos y cajas de Coca-cola en varias ocasiones
dentro del film, sabiendo bien que este producto es la representación más pura y
concreta del imperialismo estadounidense.
Los nietos de Kane se proponen persuadir a su abuela para que ella decida ir a Hawái.
Ellos también quieren algo de lujos, de fantasías económicas, de diversión. El mayor de
ellos, Tateo, dice: “el destino llama a nuestra puerta”, y toca en el órgano la sinfonía 5ª
de Beethoven, la frase y la melodía se relacionan ya que uno de los motivos asociados
a la creación de esta sinfonía es ese, “el destino que toca a la puerta”.
En el proceso de convencer a la abuela para viajar, los niños descubren más que la
historia de Japón, la de su propia familia. Su abuelo, al igual que Kane, era profesor en
una escuela cercana al punto de impacto de la bomba. Ella había dejado de trabajar
cuando se casó con él, por esto, no murió el día del atentado. Ella estaba en su casa a
10km de Nagasaki mientras su esposo estaba en la escuela y él murió. Su calvicie es
producto de buscar a su esposo entre los escombros el día siguiente al atentado. La
cámara muestra su calvicie en muchas ocasiones como la marca que le dejo la bomba,
el director quiere que la veamos como el daño menos importante que le causó. Además
crea conciencia de que las víctimas de esa locura no fueron sólo las que murieron y de
que ese 9 de agosto no se acabó ni se acabará jamás. Perjuicios físicos y psicológicos
no solo en la generación de ese momento sino en todos los que fueron criados en el
ambiente de la postguerra.
Kane empieza a recordar los nombres de sus hermanos, y las historias que a algunos
les habían sucedido, sus nietos se dan cuenta de que aunque ella recuerde, hace
mucho tiempo perdonó. No guarda resentimiento contra el país que le quitó a su esposo
y a gran parte de su familia.
Durante este tiempo la abuela recibe la visita de una amiga, en la cual ninguna de ellas
pronuncia palabra alguna, amiga que también fue víctima de lo sucedido, amiga que
también perdió a su esposo. “Hay cosas que se pueden decir sin recurrir a las palabras
[…] hay gente que guarda silencio mientras conversa” responde Kane a la curiosidad de
sus nietos que no entienden cómo se pueden pasar horas en una visita sin usar
palabras, se asombran por “la comunicación silenciosa”, son los representantes de la
cultura occidental dentro de la película. Para compartir el dolor no se necesita hablar, ni
llorar, ni gritar; las dos ancianas son conscientes de la soledad en la que la otra vive.
Solo se acompañan por un tiempo para recordarse que nos son las únicas que sufren
viviendo en el pasado. He aquí el reflejo de la división de culturas que se nombró
anteriormente, que estudiando a fondo, también se vive en Latinoamérica.
Este silencio conmovedor, que alcanza metas que las palabras nunca lograrían, es
importantísimo dentro de la producción del film, ya que refleja la cultura japonesa, pero
también el sufrimiento silencioso por el que pasan muchos seres en el mundo,
cansados de llorar y de demostrar lo que sienten, cuando no hay más que decir o
hacer. Lo único que queda es esconder el dolor en sus ojos.
En una carta uno de sus nietos pide que el supuesto hermano mayor de la abuela diga
los nombres de sus hermanos para comprobar que sí es quien dice ser, y
efectivamente, es su hermano. Ella decide viajar después de oficiar el día de la
conmemoración a los fallecidos del 9 de agosto. Su nieto en un telegrama enviado a
Hawai, informa sobre la situación.
El hijo de Suzujiro, Clark, llega a Japón, para ayudarle a la abuela en lo que ella
necesite, es una persona dispuesta a conocer la historia de su familia, todo lo contrario
de lo que se imaginaron los hijos de Kane. Está claro que la culpa no es de ninguno de
ellos, la culpa la tiene el conflicto bélico que nace por la búsqueda del poder o la
riqueza absolutos.
El 9 de agosto durante la conmemoración de la muerte del esposo de la abuela, Clark
acompaña respetuosamente los ritos budistas, y le pregunta al hijo de Kane el
significado de unos caracteres puestos en medio de los nombres de las víctimas. Él
responde: “Nos veremos todos en el más allá”.
Después de esto ocurre algo que puedo asociar a dos motivos, Clark y el nieto menor
de la abuela ven una multitud de hormigas dirigiéndose a una rosa, pero no van en el
mismo sentido, unas van devolviéndose, otras en otro camino, pero finalmente se
encuentran allí. Lo primero que puedo decir de esto es que se relaciona con el
significado de los caracteres que pregunta Clark, “nos veremos todos en el más allá”,
sin importar qué camino sigamos, qué hagamos en nuestra vida, o qué tan lejos esté,
todos llegaremos a ese estado espiritual llamado muerte. En segundo lugar puede
verse, en esta actitud de las hormigas, la reacción que tuvo el pueblo japonés después
de la explosión, la rosa como hongo atómico a donde todos los japoneses llegaban a
buscar a sus muertos, rogando que no lo estuvieran, como hace la abuela, en el final de
la película, cuando su mente y las condiciones atmosféricas la traicionan, haciéndole
creer que la tragedia ha vuelto a ocurrir. Ella, luchando contra la tormenta para llegar a
Nagasaki, igual que las hormigas que van a la rosa; y adicionalmente encontramos a
Clark y al niño, dos generaciones, quitando los tabús, dejando de esconder por
beneficio, como lo hacen los hijos de Kane, dejando de obligarse a olvidar y de negar
su historia, como lo hace el gobierno japonés por contar con el patrocinio de los
Estados Unidos, abriendo su mente y reconociendo su pasado.
La intensión del autor es demostrar que Japón, al igual que el mundo, no tiene
memoria, olvida las miles de victimas humanas para conseguir un beneficio económico.
Puede asegurarse que la reacción del público ante al estreno del film el 14 de
noviembre de 1991, fue recordar y adolecerse por lo que alguna vez ocurrió. Además
lamentarse por la vulnerabilidad de su cultura ante la contaminación materialista de
parte del país norteamericano.