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1.- Introducción
Es cierto lo que opinan algunos estudiosos, que nuestra Villa estuvo poblada de una
manera continua, sin interrupción, al menos desde la Edad del Hierro hasta nuestros días,
basta referenciar el verraco vetton, que existió en la carretera entre Masueco y
Corporario a 1 km. de distancia del primero –se conserva, aunque muy deteriorado, en el
Museo de Bellas Artes de Salamanca-, o las propias estelas tardorromanas y monedas
que se conservan de Corporario, y del lugar de Rivas o Ribiella (El Encinal).
Las iglesias no sólo han sido lugar de culto: se han levantado en altozanos con gran
valor simbólico y ritual, recogiendo materiales precedentes- o simplemente sobre sus
ruinas-, grabando en ellas la propia mentalidad de la época, siendo una especie de
memoria en piedra de su forma de pensar y de vivir: se sabe que en sus puertas se
celebraban las reuniones aldeanas -primitivo Concejo- cuando no había edificio para ellas;
que en sus puertas, cubiertas de tejados de madera a modo de cobertizos, se celebraban
reuniones y se celebraban contratos y escritos, teniendo al cura –beneficiado como se le
llamaba en la Edad Media- como escribiente, notario y juez de disputas al mismo tiempo,
hasta bien entrado el s. XIV, o como reuniones de vecinos en concejo abierto-quizás por
ello, el edificio del Ayuntamiento esté situado junto a la puerta sur de la iglesia, desde
que se levantara.
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Toda esta antigua tradición cristiana ha dejado su huella en Las Arribes, en cada
recodo del camino nos encontramos una antigua devoción: “la Cruz de Montemediano”, “la
Cruz del Valle Candil”, “la Cuesta de San Marcos”, “la Cuesta de Santiago”, “la Cueva de la
Santa”, “la Huerta del Convento”, “la Cueva de San Pelayo”, “la Fuente de San Bernardo”,
“la Cruz del Posadero”… y tantos lugares con una ancestral tradición religiosa que muchas
veces se nos pierde. Es mucho lo que desconocemos de nuestra propia tierra…
“El Campo” como se dice aquí nos habla de pasajes históricos, incluso el paso de dos
milenios parece no haber borrado los nombres de algunos parajes, posiblemente de
origen vetton o “Alto Medieval”: “la Atalaya”, “Remoria”, “la Torrecilla”, “Peña hincada”,
“Fuente de don Mendo o Mendiz”, “Sol de Marina”, “el barril de Marcos”, “el Bodonal de
Martín Calvo”, “los brazos de la majada de los Coriscos” –acaso una deformación de
moriscos, “el caño de Santa Marina”, “el caño de Laverde”, “las Carbas de Vélez”, “los
Casales del Nieto”, “los Coriscos”, “el Crespo”,…
Si ya es cierto que la mayor parte de los pueblos y ciudades tratan de definir sus
señas de identidad, sus particularidades con gran fuerza, si marcan sus diferencias, este
hecho del individualismo se da quizás con más fuerza en Las Arribes.
Expresiones como “es forastero”, “volví al pueblo porque no me sentaba bien el aire
de Bilbao”, “los de Masueco son…”, para los de Corporario “los de Aldeadávila somos…”
vienen a reforzar la idea del individualismo, tan interiorizada en nuestra propia alma
“arribeña”, o como se decía antes: “revirana”.
Este afán por la diferenciación llegaba al paroxismo, como cuando los de Villarino y
Fermoselle se “liaban a pedradas”, o lo mismo entre diferentes barrios de Aldeadávila, o
como cuando en las procesiones de San Blas de Corporario, podía haber agrias disputas si
la imagen llegaba a traspasar el mojón de la carretera de Aldeadávila. Es decir, dentro
de la misma población se tiene a reproducir el modelo.
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“Cerca del pueblo de Aldeadávila, cuyo caserío se destacaba a los últimos
resplandores de poniente en el lejano horizonte, corre el DUERO.
El Río, que cuatro kilómetros más arriba tiene una anchura de doscientos metros, se
va poco á poco estrechando hasta precipitarse en un cauce de roca viva, tan angosto,
que ha sido causa de una tradición y del nombre de SALTO DEL GITANO:
Cuéntase que uno de estos bohemios, perseguido por la tropa y acosado de tal suerte
que no tenía más remedio que morir o entregarse tomó carrera, y dando un salto
verdaderamente prodigioso, salvó la distancia entre las dos orillas”
Pero es la pasión por el agua, la que se lleva aquí la palma, ese agua en su “versión
torrentera”, ya sea en el Salto del Gitano, ya los días de fuerte tormenta que incluso
desparecían personas en los “regatos” y arroyos, ya sea en su versión de
aprovechamiento de caños, fuentes y abrevaderos. Ese agua siempre presente en cada
esquina del camino, y que nuevamente ha dejado su nombre en cada rincón: “Fuente de
San Bernardo”, “Fuente Buena”, “del Cubo”, “de los Dados”, “Fuente Bordóñez”, “del
Espino”, “de los Labajos”, “de los Labrados”, “de Martín”, “de Don Mendo”, “de Miguel
Ordóñez”, “Fuente Nueva” -aunque tenga más de dos siglos-, “del Pinero”, “de la Piedra”,
“Fuente Rebollo”, “de Rodrigo”, “de los Trigos”, “de Santiago”, “de San Marcos”, “de los
Gejos”,…
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describir lo que llamaban “las tierras incultas” o que no se podían aprovechar para cultivo,
reduciéndose a los cabreros, y que son las más agrestes, las situadas junto al río.
“A estos declives que bajan al río se les llama Arribes en toda la Ribera, en toda
la región salmantina que borda el Duero y afronta a Portugal.
Por tanto, Unamuno no sólo nos da la definición del término “Arribes” más
restringido entonces, sino el más amplio de la tradicional comarca de “La Ribera”, que en
el siglo XVIII aspiraba a convertirse en jurisdicción propia, y que tradicionalmente sólo
ha estado integrada por 8 pueblos: Villarino de los Aires, Vilvestre, Saucelle, Corporario,
y los pueblos con apellido “Rivera”: Pereña, Masueco, Aldeadávila y Mieza. Hinojosa del
Duero ha guardado muchas similitudes, pero siempre ha formado parte del “Abadengo”
salmantino.
“el Rupinal”, “el Rupetín o Ropetín”, “la Rupurupai”, “el Robortal”, “la Rodocolodra”,
“la Rodocosa”, “el Rodomolino”, “el Rodo de la Sanguina”, “Rodo Sende”, “la Rooscada”,
“Roosanguino”, “Roostal”, y el nombrado “el Rostro”, esa delgada península que penetra en
Portugal, y por ello nuestros vecinos la llaman “O Nostro”. Todos estos topónimos tan
sonoros, escritos en esa lengua en trance de desaparición, y emparentada con el “bable
leonés”, o directamente con el latín. Todavía se conserva parte de su vocabulario, y ese
artículo omnipresente, y que tanto nos diferencia del habla del Campo Charro; hace años
se podían escuchar por nuestras calles conversaciones como ésta:1
-¿Y la obrigaciones?
- A vuestro mandado.
Pero es en las leyendas y mitos, donde podemos encontrar los rasgos más
característicos de la original personalidad de estas gentes, tan apegadas a sus antiguos
ritos y tierras. Es difícil encontrar una tierra castellana y leonesa con tantos mitos
creados en torno a figuras como los árabes –llamados aquí genéricamente “moros”- el río
y la naturaleza, historias de contrabando al anochecer, de violencia y muerte en unos
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“Cancionero salmantino, nº636” de Miguel de Unamuno, recogido en las calles de Villarino de los
Aires en 1.898.
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años 60 del siglo XIX a los que Llorente Maldonado 80 años después se refería como
“época heroica”, sin duda porque así se lo referían los más viejos.
Cada peña, cada cruz de piedra, cada rincón esconde una historia, ya lo decía
Castelao: “en cada cruceiro se guarda una muerte, y se levantan para expurgar las
culpas”…
Arriero de “La Ribera” orando en 1.906 ante una cruz en el camino de Vitigudino a
Aldeadávila por La Peña. (Fuente: revista “La Ilustración española y americana”).
Cada rincón, cada peña, cada recodo del camino guarda una pequeña leyenda: unas
veces de pobreza, otras de violencia por su culpa, otras de emigración, otras de huidas
de judíos, pero la mayor parte de la veces, extrañas historias, para nosotros, de gente
sencilla para los que el “mundo exterior” estaba sólo más allá de Villarino.
La tradición oral más antigua conservada habla de la “construcción por los moros
de la Torre de Aldeadávila”, a la que habría que añadir un accidente de un caudillo
moro, además de dos sepulcros. Esta tradición ya fue recogida por Madoz en 1.849. Pero
es también relacionada con la época árabe cuando se cita en Masueco de la Ribera una
antigua leyenda de una doncella mora encerrada en una torre y rodeada de inmensos
tesoros, o la bella estampa de la ermitaña beata Marina ó Mariana, aquí llamada Santa
Marina, y perseguida por otro cabecilla árabe en su brioso corcel, recogida por el
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historiador Grande del Brío en 2.009, como una ermitaña del s.XI que habitaba en las
cuevas del lugar antiguo de Laverde, y que exclamó:
Y a Santiago de Galicia,
Mucho más recientes, aunque con el mismo misterio propio de estas tierras, son la
“historia del Picón de Felipe” y del “Salto del Gitano”. Estas dos leyendas nos
entroncan con la admiración por la Naturaleza, y el secular aislamiento del otro lado de la
“Raya húmeda”, así como con el mundo de los pastores, cabreros y del contrabando.
La más reciente, la historia del Picón de Felipe, del s.XIX, es la que cobra mayor
valor y simbolismo actualmente, y es que a pesar de la persecución del Gitano por parte
de las tropas, no se sabe si de un ejército o si se trata de carabineros, el amor entre dos
pastores puede hacerse su hueco entre peñas y viejos rencores de dos países llamados a
hermanarse:
“se cuenta de un pastor de Aldeadávila: Felipe, quien acudía con sus cabras al lugar
más escarpado de Las Arribes, y que se trata de un enorme peñasco que cae recto
en vertical sobre el río.
Como siempre acudía al mismo lugar con sus cabras, se llegó a enamorar de una
muchacha del pueblo portugués de Bruçó, con la que no podía reunirse, porque en
el medio se halla el inmenso vacío del padre Duero-Douro;
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Esta es la más bella estampa de Las Arribes, Felipe, en su locura se encontraba sin
embargo, en el camino correcto: borrar fronteras y viejos odios, y tratar de hermanar a
los dos pueblos ibéricos, separados desde el año 1.139. Pocos metros, río abajo, se
realizaría la que han llamado “La Gesta de la construcción del salto de Aldeadávila” en las
décadas de 1.950 y 1.960, y que se inauguraría en 1.964, “gesta”, no sólo por los
volúmenes de materiales y recursos empleados, sino por el gran número de comarcanos,
salmantinos y portugueses que se aunaron para poder realizar esta importantísima obra.
Todas las épocas han dejado su rastro de leyendas y de historias en esta “Raya
cultural”, pero sobre todo la época de refundación de poblaciones previa o coincidente
con el “Tratado de Tordesillas” (1.297), en la que figuraban como principales actores
el rey “Dom Dinís” – “o rei labrador” y el infante Sancho I Pérez de Castilla, nieto del
rey sabio Alfonso X. La leyenda fundacional de Bruçó que se ha conservado habla de Dom
Dinis y de su mujer “de bruces” para poder beber agua en una jornada sofocante:
- “Daqui em diante, esta terra, onde bebemos de bruços agua tao boa e
fresca, será chamada de Bruços”.
Por esos mismos años de 1.300 parece tomar carta de naturaleza oficial la
“Leyenda de Santa Marina”, esta vez de mano de las “correrías y monterías” del poco
convencional Infante Sancho I. La versión más antigua, nos la da el párroco del “lugar de
la Mata de la Armuña” en 1.7762
“…Uno consta por mera tradición que tenemos ciertos vestigios, y el otro
por instrumentos evidentes: el I. es el célebre Santuario de Sta. Marina,
oy Convento de Religiosos Franciscos de la Provincia de S. Miguèl llamado
de la Verde á la Riveras de el Duero, Jurisdicion de la Villa de
Aldeadabila, cuya vida refiere la devocion de la manera siguiente:
“En el tiempo que los Moros se apoderaron de nra. España, discurriendo por
toda ella llegaron à un grande Pueblo, oy corta Aldèa cerca de el
Duero, y sitio donde oy el Convento de la Verde, llamado La Suces
(cuyo nombre aun retiene)3…”
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“Compendio Historico de la Ciudad de Salamanca, su antigüedad, la de su santa iglesia y su
fundación, y grandezas que la ilustran”. Escrita por Bernardo Dorado, Cura propio del lugar de La Mata
de la Armuña, en el año 1.776. ISBN: 84-976-13-694, Editorial Maxtor.
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Esta importante población visigoda o altomedieval a la que se refiere: “La Suces” sería la población de
“Las Uces”, que parece retener algo de su importancia a las orillas del río a la que da nombre.
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Significación nada extraña, porque el nombre de Rivas aparece registrado junto a
multitud de ríos de Castilla y Galicia.
Después del abandono de estos lugares de Rivas y Los Casales del Nieto,
aproximadamente en el siglo XIV, estos parajes vírgenes sólo eran frecuentados por
pastores como Felipe y “El Dientes”, éste de finales del s.XIX, su historia nos la
cuentan dos contrabandistas en 1906:
La presencia árabe debió ser muy importante en nuestra comarca, dominada toda
ella por cerros orientados al norte, con pluviometría y sol superiores a la media
provincial, y con unas amplias huertas situadas en llanos bien ventilados, y finalmente en
unas Arribes que permiten en bastantes puntos un cultivo mediterráneo muy rico, como
el olivo, en terrenos abancalados, y que constituye uno de los sustentos básicos de la
alimentación: el aceite de oliva.
Esta proximidad cultural entre Las Arribes, y más concretamente Aldeadávila con
los árabes, ya lo expuso la Universidad de Granada, en el año 1964, pero hay muchísimo
más: la conservación de leyendas ricas en detalles desde Pereña hasta Masueco y
Aldeadávila, donde vemos a bellas doncellas encerradas en fortalezas (Masueco),
vírgenes que se esconden (Pereña), doncellas vírgenes que huyen del acoso de jeques
moros (Santa Marina), o cabecillas moros que se suben hasta lo alto de la torre para
observar su obra (Torre de Aldeadávila), o para perseguir a doncellas. También son de
esta época algunos nombres de calles: Atalaya, Remoria, Almofea etc. Como vemos,
estas leyendas tienen en su temario vírgenes, doncellas y fortalezas, pero no hay porqué
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situarlas en una fecha concreta, nos hablan de una tradición muy antigua unida a nuevos
elementos cristianos, nos indican un sustrato cultural importante, pero también el amplio
uso de huertas, el uso de las fuentes y las aguas, la forma de construir bancales, pero
sobre todo el cultivo del olivo. La misma leyenda árabe de Masueco, se afirma que existe
en Mogadouro, símbolo de un lejano tiempo común, y de frecuentes contactos entre
ambas riberas.
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y a la condesa cautivan. rico bautizo te haría,
y a la condesa la niña.
La población no tuvo porqué marcharse con la retirada del poder árabe, sino que se le
unieron nuevos pobladores, probablemente de Orense en Villarino y La Cabeza de
Framontanos, castellanos y riojanos en Ledesma… pero estas gentes humildes no daban
nombre a la población, este “honor” quedaba reservado a los dominadores, a los señores
feudales, y el nombre se empezaba a forjar fuera de la población, no en ella misma, así
tenemos ejemplos: Villarino D’Armón Arias, Darios, y la aldea d’Auila, que bien pudo ser
dominada por los “Frates de Ávila” a comienzos del siglo XII, que no fundada. Otros
pueblos se asocian con una actividad o el origen de la refundación: Perenna, Travanca,
etc.
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4.-Los límites difusos de los Obispados de Zamora y Salamanca 1185
Así, tenemos un acuerdo de términos del año 1.185 entre los Obispos de
Zamora y Salamanca que nos dan bastantes noticias sobre aldeas e iglesias
pertenecientes al Obispado de Zamora y sitas en la región de Salamanca,
concretamente “Ultra-Tormes”:
“…et illas alias ecclesias que sunt ultra Tormes, scilicet, Ecla, Encinasola,
Barrochopardo, Saldania,… et abrenunciat questioni de aldea de Martin Iustiz,
et del aldea de Martin Tellez, et ville que dicitur Septem Ecclesie, et de
Falafeios, et de Penela, et questioni Castri de Ledesma et Fiscali Maioris.”
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parte del monarca Alfonso VIII” (Boletín de la Real Academia Española de la
Historia, 1885).
Estos “freiles”, además de guerrear al sur del Tajo, no pasaban hambre: “Alfonso
IX da a Sancho Fernández, maestre, la décima parte de las crías que tengan las ovejas,
vacas, yeguas y demás animales que posee el rey entre el Duero y la Transierra”, traigo a
colación esta cita porque nos indica que la propiedad en aquellos años no era de los
míseros campesinos, sino real, de señores feudales, y de la iglesia. Este maestre de
Santiago era poseedor de extensos lugares en la provincia de Salamanca, y debe ser el
mismo al que se refiere el autor Macías, en su “Historia de Salamanca”:
Tenemos más documentación sobre las aldeas del territorio actual de Aldeadávila
en el mes de abril de 1269, gracias a una donación realizada4:
4
MARTÍN MARTÍN, José Luis: “Documentos de las Archivos Catedralicio y Diocesano de Salamanca”, 1977.
Universidad de Salamanca. ISBN: 84-600-10171.
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De esta manera sabemos que a finales del s.XII ya existía la ermita de Santiago
por una donación, y que ya estaban fundadas o refundadas Aldeadávila, Quintana, y
Ribiella (Rivas en el s.XVIII).
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5.- La primera construcción de iglesias
En concreto, con referencia a las tierras de las Arribes, las poblaciones son:
De esta primera época, una vez que la cultura árabe empieza a abandonar estas
tierras del Valle del Duero, se restablece formalmente el Obispado de Salamanca con
306 parroquias, englobadas en diversos “Arziprestazgos”, de los cuales podemos
destacar en el Oeste de la provincia: Aldeadávila, Ledesma, Villar de Peralonso, Villarino,
Vitigudino, étc., lo que indicaría la existencia de estas aldeas ya en época visigoda.
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La división del territorio era muy grande, de lugares dependían pequeñísimas
aldeas con pocas familias, así tenemos Cornocal en 1.223, 5 de junio –en las
proximidades del actual Yacimiento de Siegaverde:
“La Balía de Ledesma: iglesia de San Nicolás, Zafrón, Zafroncino, Santiz, Valle de
la Ossa, Moreiras, Sancta Marina y Golpejas de la Vega”.
No obstante, la población de las aldeas es muy escasa, y los bienes que iban
acumulando estas iglesias, también muy pequeño, en detrimento de los diezmos que
cobraban todas las iglesias de la villa de Ledesma5 en 1.259:
Pero muy pronto, todas las localidades que posteriormente (s.XVII) conformarían
la comarca de “La Rivera”, iban a ser testigos de la disputa entre infantes de la Corona
de Castilla y los regentes del Concejo de Ledesma; nos estamos refiriendo a los años de
1290 a 1322, a las Cortes de Castilla que se celebran repetidamente entre Burgos y
Valladolid, el texto es el siguiente, y están referenciadas al menos cinco copias:
“Otrosí que las villas é los logares que fueron de Don Alfonso fijo del Infante Don
Fernando, é de Don Sancho fijo del Infante Don Pedro, que son Beiar, é
Montemaior, é Miranda, é Granada, é Galisteo, é Alba, é Salvatierra é Ledesma
con todos sus términos, que estas dichas villas que non sean dadas a Reynos, nin á
infanzones, nin á ricos omes, nin á cavalleros, nin á los dichos Don Alfonso nin á
Don Pedro que se lama fijo de Don Sancho, nin á ninguno de los regnos nin de
fuera de los regnos, nin sean metidos á juicio, mas que finquen Reales segunt en
tiempo del Rey Don Fernando que ganó á Sevilla.
5
“Acuerdo de a10 de setiembre de 1259”, depositado en ACS, caja 14, legajo nº2-nº10.
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Otrosí confirmamos al concejo de Ledesma que haian sus aldeas que son estas:
Penna, Villarino d’Arias, Darios, La Cabeza de fuera mercados, Aldea D’Auila,
Mieça...”
Primitivas cercas de aldea D’Auila: aspecto actual después de ocho siglos (no gozan de
protección oficial).
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La construcción de la Torre, iglesia y las murallas no fue un hecho único
“grandioso”, al que los pecheros pudieran acceder a pagarlo, sino el resultado de un
proceso continuo de poblamiento, y sobre todo, de respuesta a unos estímulos exteriores
fuertes, como lo fueron el infante Sancho Pérez [1290-1315], su hijo D. Pedro [1315-
1322], la pérdida de Riba-Côa en 1297, Sancho el mudo-hijo del prolífico y salmantino
Alfonso XI-infante Sancho Alfonso [1331], infante bastardo Fernando Alfonso [1331-
1341], …en fin una pléyade de señores feudales segundones de la familia real, y que todos
ellos fueron “señores feudales” de nuestra tierra.
Torre de Aldeadávila. Sillerías del balcón perimetral del siglo XIV. Se aprecia la unión
entre las obras del s.XIV y la del XVI.
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Calle el Pozo nº5, rincón del s.XVIII: sillería de la planta 3ª de la torre.
“Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300,
el infante D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya
siempre andaba fugitivo de la Corte, discurriendo por sus Estados los mas
cercanos à Portugal...”
Traziam com eles um filho ainda criança que estava morto de sede. Então
El-Rei disse para a Rainha Santa:
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“Lenda de dom Dinis em Bruçó”: “Jornal Pariço nº2”, abril de 1.980. Recogida en
http://www.bragancanet.pt/bruco/
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“Daqui em diante, esta terra, onde bebemos de bruços água tão boa e
fresca, será chamada de Bruços”.
E, segundo a lenda, foi assim a través dos tempos, esta aldeia ficou a ser
designada por Bruçó”.
Hemos de decir que la traducción de su nombre portugués sería: “de Bruces”, y que
el lugar donde bebieron agua, se conserva y venera en el pueblo vecino como “Fonte
Velha”.
“En este año nasció al Rey un hijo de Dñª. Leonor de Guzmán, que llamaron D.
Sancho, y dióle el rey (Alfonso XI) el señorio de Ledesma y á Béjar, Galisteo,
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Granadilla, Montemayor, Salvatierra y otros lugares, y el rey no podía por
entonces yr a socorrer á Gibraltar por la guerra que le hazian D. Juan Manuel é D.
Juan Núñez señor de Lara”.
Este traspaso continuo del Señorío de Ledesma entre segundones de la casa real,
dura hasta los infantes Enrique y Pedro de Aragón, que son aquellos a los que se refería
el poeta César Manrique en “las Coplas a la muerte de mi padre”. Es conocido que los dos
hermanos, se opusieron por las armas a Juan II de Castilla, rey con muy poca fuerza, y
muy disputado. El profesor Benito Ruano señala que eran más ricos que el propio rey.
Pero de los dos hermanos, quien más iba a significarse en el oeste de Salamanca y
de Extremadura fue el infante D. Pedro, que participó activamente en las luchas en esta
parte del territorio, entre 1426 y 1431. Su captura, en 1429, vino a traer un poco de paz
en el Oeste de salamanca, al exigírsele por Juan II, para su liberación, la entrega de
todas las fortalezas y posesiones que allí tenía junto con su familia.
Lo que nos interesa es conocer qué derechos recogían los Fueros de Ledesma, y
qué privilegios les habían concedido los monarcas a fines del siglo XV:
7
Escrito en Madrid, a 12 de marzo de 1462. Archivo ACDA, nº3, legajo 1, nº5.
8
Valladolid, 14 de enero de 1463. “Documentación medieval del Archivo Municipal de Ledesma, 1986”, doc. 86,
p.173. J.M. Monsalvo Antón y A. Martín Expósito.
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cavalleros e escuderos e otros vezinos e moradores e personas heredadas
en ella e en su tierra tengan, segund que fasta o y por el dicho rrey don
juan, de gloriosa memoria, e por el dicho señor rrey don Enrique, su fijo an
sido guardadas”.
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La pertenencia de la comarca de Las Arribes al Duque de Alburquerque, una de las
figuras más sobresalientes del reinado de Enrique IV, genera mayor confianza en la
población, un orden en la distribución de ganancias-aunque injusto- una donación para
embellecimiento de iglesias, la creación de cillas con usos y medidas normalizadas, y en
general un incremento de la población, y un enriquecimiento de determinadas familias. De
esta época procederían los bellos arcos ojivales de los coros de la Torre de Aldeadávila,
y el embellecimiento de las Torres de Pereña y de Masueco, con las típicas bolas del arte
gótico “isabelino”, como ocurrió en tantos otros lugares, gracias a donaciones de D.
Beltrán.
Arco ojival fines s.XV, planta del Coro alto de la Torre de Aldeadávila. Data de la
época del I Duque de Alburquerque D. Beltrán de la Cueva.
9 “Registro General del Sello”- Archivo General de Simancas, publicado por Casa Martín en 1950, p. 271. Tomado
del Asiento nº 1799: de la obra 11. Signatura: RGS, 149405, 139. Cód. Ref: ES.47161. AGS/1.1.31.1.1113.8//RGS,
149405/139.
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familias judías de las Arribes, que las había, sobre todo en Vilvestre, núcleo más
importante de la comarca. Es el momento del episodio de Pedro de Miranda, conde
gallego que se rebela y se “acastilla” en la Torre de Pereña, y que tuvo que resolver
finalmente la propia reina Isabel de Castilla.
El Santo Cristo del Humilladero de la Cruz era una devoción muy arraigada en la
provincia de Salamanca, y sobre todo en las Arribes: está documentado en el s.XVI en la
mayor parte de las poblaciones: Villarino, Pereña, Masueco, Corporario, Mieza, Vilvestre,
Saucelle. Aldeadávila parece incorporarse tarde a esta lista, no será hasta la primera
mitad del siglo XVII, una vez se haya completado la unión o amalgama de los diferentes
núcleos poblacionales, y terminada la obra de reforma de la Iglesia de San Salvador y de
su Torre-Fortaleza.
Santo Cristo del Humilladero. Muro del s.XIX (1.812), cara Sur. Obsérvese la
diferente hechura.
Una vez más, esta obra del “Humilladero del Santo Cristo” de Aldeadávila se
realiza en dos fases: primera mitad del s. XVII los gruesos muros de la capilla, y finales
del siglo XVIII se construye la entrada actual, hecho que queda marcado por la pobre
mampostería de las paredes, los aleros y la ubicación de la primitiva campana del s.XVII.
Esta segunda fase del Humilladero se remata o reconstruye en el año 1.812, como
se ha grabado en la piedra del arco de entrada10. Parece ser que la marcha del
destacamento francés causó destrozos en todas las construcciones señeras de la Villa, y
aún hoy no sabemos el alcance de su destrucción. Coincide también con estos años 1811-
1812 la reconstrucción de casas y pequeños palacios en la Calle Poza, en aquellos años una
especie de “Gran Vía” de Aldeadávila.
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Esta inscripción se ha descubierto en la restauración que está realizándose en noviembre de 2.009, por
los trabajadores.
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7.- La significación del lugar de La Verde o Santa Marina
La transcripción más antigua de la leyenda, trata del año 1.776, y tenemos que
agradecérsela al párroco de La Mata de la Armuña, Bernardo Dorado11, quien se dedicó
a recorrer la provincia, como historiador aficionado, y destaca en la Comarca de Ledesma
al Monasterio de la Verde, como uno de los dos más significativos. Además se
corresponde con el momento de esplendor del Convento y de la devoción comarcal:
“Antes de tratàr de los Venerables Prelados de nra. Esclava Iglesia referirè dos
célebres Monumentos suyos, que tenemos en el Obispado, que cede honra y gloria
de Dios, y credito suyo. Uno consta por mèra tradicion de que tenemos ciertos
vestigios, y el otro por instrumentos evidentes:
“En el tiempo que los Moros se apoderaron de nra. España, discurriendo por toda
ella llegaron à un grande Pueblo, oy corta Aldèa cerca de el Duero, y sitio donde oy
el Convento de la Verde, llamado La Suces (cuyo nombre aún retiene) sus
Moradores huyendo la barbara furia procuraban evitàrla, poniendo tierra por
medio, unos retirandose à las Montañas, y defendiendose otros entre las breñas y
matorràles de las arrivas de el Duero; un Moro alcanzó à ver a una doncellita, que
amedrentada iba escapando al referido sitio, empeñòse el barbaro en seguirla
para saciar su deshonesto apetito, yà llegaba Marina (que este era el nombre de la
doncella) al Duero sin poder librarse ni tener otro amparo que el de Dios, à quien
clamaba en aquel aprieto: metiòse en el hueco de una peña; llegò el denodado Moro
en su alcance pensando la tenìa ya en su poder; pero, ò poderoso Dios!
Estremeciòse la peña con un paboroso ruido, abriendo puerta para defensa de
Marina, y cerrandola al lascivo Moro, dexandole lleno de temor y espanto; asi es
comun tradicion de toda aquella comarca, y otros refieren este mismo caso no à la
invasion de los Moros en sus principios, sino al tiempo de la esclavitud, y es de lo
mas verosimil, aunque ignoremos su preciso y determinado tiempo.
Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300. el infante
D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya siempre andaba
fugitivo de la Corte, discurriendo por sus Estados los mas cercanos à Portugal,
11
“Compendio histórico de la ciudad de Salamanca, su antigüedad, la de su santa Iglesia, su fundación y
grandezas que la ilustran”, Salamanca, 1.776, por D. Bernardo Dorado, pp. 66 a 71. Reimpreso por Editorial Maxtor en
1.985, ISBN: 84-976-13-694.
25
llegò a este sitio à caza con los suyos, y avisados de los perros fueron al parage
adonde ladraban con aìnco, y llegando à la entrada de una cueba sintieron todos
una suavisima fragancia, è informados por los Naturales de el Paìs de la doncella
Marina sacàron de el sitio con ternùra y devocion las santas Reliquias, que
hallaron, y queriendolas llevàr à Ledesma à 200. pasos, que havian dado, sintieron
un peso tan intolerable, que viendo ser inutiles sus esfuerzos y diligencias,
facilmente conocieron ser voluntad de Dios, que quedàse su sto. Cuerpo para
honor de aquel desierto teatro de su angelica vida y virtudes; por lo que el Sr.
Infante mandò fundar una Hermita con el nombre de Sta. Maria de el
Manzanedo, en donde depositaron tan venerables Reliquias: asi estubo hasta que
por los años de 1413. viendo los devotos quasi arruinada la Hermita la renovaron.
Pero siendo miu frequentes y furiosas las avenidas de el Duero quisieron los
vecinos de Aldeadabila afianzarla, y ponerla mas en salvo, entregandola à los
Religiosos de S. Francisco de la Provincia de Santiago en el de 1444., los que
con su acostumbrado zelo y limosnas de los Lugares Vecinos asì Castellanos como
Portugueses fundaron su Monasterio mui curioso, aunque reducido.
Antes que Santa Marina, fue llamado La Verde, y era un lugar estratégico en el
camino que venía desde Ledesma, y atravesaba Aldeadávila y Rivas con dirección a
Portugal, y a Mieza, Vilvestre y Barruecopardo. Se conservan tramos de la calzada
empedrada, y documentación militar del s.XVIII que indica que era el único camino de
Las Arribes que admitía la circulación de carros con propósitos militares.
26
Mapa de las poblaciones de la Vicaría de Barruecopardo y de la antigua Roda de
Mieza, y pertenecientes en 1787 a la Orden de Santiago (“Partido y Vara de
Castrotorafe”). El mapa es muy anterior, y se ven poblaciones como Rivas (Ribiella),
Ausente y La Verde.
12
“El arte en los monasterios y conventos despoblados de la provincia de Salamanca”, Jaime Pinilla González.
Ediciones Universidad de Salamanca, año 1.978. ISBN: 84-748-100-27, pp.119 y ss.
27
1444, en que los Señores de Ledesma entregaron la ermita a la “provincia de
Santiago”, para que edificaran allí el Convento.
En el archivo se conservaba una bula pontificia del año 1445 por la que se
concedían indulgencias a los que ayudasen con sus limosnas a las obras del
convento13. Probablemente la bula fue concedida a instancias de los condes de
Ledesma, quienes eran considerados sus patronos. De ello también quedaba
constancia en el archivo, en cuyo inventario se especificaba en 1695, en que el
Duque de Alburquerque14 daba cada año al Convento una limosna de 300 reales de
la que no existía documento de donación.
La obra realizada entre aquellos años (aprox. 1444 a 1700) debió ser modesta y
de pequeñas dimensiones, por cuanto no habitaban en el Convento más de 12 ó 15
religiosos,15lo que es confirmado por el Censo de 159116 y así permaneció mucho
tiempo. En el “Concilio de León” celebrado por la “Provincia franciscana de
Santiago” en el año 1523 se acordó establecer un “Estudio de Gramática” en el
Convento de Santa María de Manzanedo o Laverde17”.
La cabecera es sin duda, lo más antiguo del edificio, y formaría parte de la ermita
primitiva –finales del siglo XIII- con la forma de un cuadrado de 5 metros de lado
abierto a la nave, otra vez con arco de medio punto sobre impostas de nacela. De sus
dovelas, algunas conservan pinturas de zarcillos y temas vegetales. Se cubre con bóvedas
de crucería semejantes a las de la Catedral de Ciudad Rodrigo- donde tenía su Convento
“madre” de Santa Clara-.
13
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p. 16.
14
D. Francisco V Fernández de la Cueva y la Cueva.
15
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p.17.
16
“A.G.S.”, nº24, legajo 1301.
17
“Crónica de la provincia franciscana de Santiago”, p.44.
28
Mientras tanto, Don Beltrán de la Cueva, I Duque de Alburquerque y Ledesma, se
preocupaba de los asuntos de Estado, por ser el principal ministro y valido de Enrique IV
de Trastámara, pero también de sus patronazgos, entre ellos el de Santa Marina, antiguo
cenobio al que dedicó mucho dinero para su restauración, y mantenimiento del oficio en
su capilla. El emplazamiento era idóneo para que los eremitas se asentaran en él, ya antes
de la repoblación, por su buen clima, cultivos mediterráneos, abundancia de agua, y por
estar enclavado en el mejor paso natural de las Arribes hacia Portugal. Dicen los
mayores, que antes de la construcción del Salto, allí existían diversas grutas naturales
con grabados rupestres, al igual que en Pereña, Masueco, y en valles del Côa.
“los justicias de Masueco y Mieza, así como los alcaldes, regidores y procuradores
de los dicho lugares y concejos (cuyos connombres dícese literalmente en tal
documento- e aquí por puestos-) a petición del procurador Cubillas, para que…”
29
Histórico Barrio de Abajo de Aldeadávila. Vista de la Torre, junto a la puerta
de Abajo (obsérvese la convergencia de las casas).
La situación a finales del s.XV y comienzos del XVI, justo cuando se vislumbran las
nuevas ideas que pronto llegarían con el Renacimiento es de un claro enriquecimiento de
los principales pueblos (entonces aldeas) de Las Arribes, en comparación con sus vecinos
de La Ramajería: ello provoca que entre 1500 y 1508 los regentes del Concejo de Villa y
Tierra de Ledesma decidan establecer nuevos censos de población aldea por aldea, no
sin gran oposición de vecinos enriquecidos que veían en éstos una excusa para subir los
impuestos –que siempre gravaban más a las aldeas en comparación con la Villa- como es el
caso de vecinos de Monleón y del Concejo de Aldea en pleno de Aldeadávila. Veamos lo
que dice el autor José Luis Martín Martín en su estudio sobre el Concejo de Villa y
Tierra de Ledesma: (Libro: La Península en la Edad Media. ISBN: 84-7800-411-4).
18
“El Padrón de la Villa de Ledesma se encuentra en el Archivo de la Real Chancillería de
Valladolid, Sala de los Hijosdalgo, caja 76,2 (en adelante será citado como SH 76,2). El Padrón de las
aldeas de la tierra se encuentra en el mismo Archivo, Sección de protocolos y Padrones, Caja 142,28 (en
adelante Chancillería, SP, 142,28) ambos inéditos y sin estudiar hasta el momento que se sepa”.
30
con esmero, pues contienen numerosas anotaciones justificando la imposición19;
además, las correcciones se hacían con sumo cuidado, en ocasiones delante del
rodero. Ambos censos parecen casi coetáneos pues fueron redactados a finales
del siglo XV o en la primera época del XVI.”
Esta rebeldía de los munícipes de Aldeadávila, sin duda alentadas por la gran
prosperidad, fue seguida por todas las gentes del pueblo, que veían en ella una forma de
pagar menos impuestos y prosperar. Esta rebeldía sería castigada, razón por la cual
poblaciones tan importantes como Pereña y Aldeadávila no fueron nombradas cabeceras
de roda20. El castigo se ampliaba a la no autorización del Arcedianato de Ledesma a la
aldea para mejorar su iglesias y ermitas, el favorecer quizás a nobles como García de
Miranda la expulsión de vecinos o la compra de terrenos, e incluso la expulsión del
Beneficiado de Aldea de Ávila…
19
“El de las Aldeas incluye algunos intentos de ocultación o engaño, que fueron castigados con la
humillación de quien los protagonizó, como se puede observar en Revilla manifestaciones de protesta en
Monleras y el rechazo de todos los representantes del Concejo de Aldeadávila en fol. XX…”
20
“Se trata del término que se empleaba para designar cada una de las circunscripciones
administrativas en que se decidió dividir la Tierra de Ledesma: emendose delante del rodero, porque
avía avido hierro” (Chancillería SP, 142,28 fol. LXIII v.
31
Rincón histórico del Barrio de “Peñas” (anterior al s.XIX).
32
La “Roda de Masueco” contaba entonces con las poblaciones de : Aldeadávila,
Masueco, Brincones, Iruelo, Corporario, La Peña, Ahigal, Cabeza del Caballo, La Vídola,
Fuentes de Masueco, Valsalabroso, Las Uces, Villar de Ciervos, Robledo Hermoso,
Sanchón, Manceras, Carrasco y Guejuelo ordenados por población total. También existía
la “Roda de Villarino” en la que estaba incluida entre otras Pereña.
En el año 1506 se decide celebrar las “Cortes del reino” en Salamanca, para
arreglar las desavenencias que produjo el testamento de doña Isabel, con relación a la
regencia del reino que estaba llevando don Fernando.
Poco después, ya con Felipe II, la economía cobra un nuevo impulso con las
primeras remesas de América, y con la creación en nuestra tierra de los llamados
“estancos del tabaco, la sal y de las especias”, en los que se enriquecieron familias de
nuestro pueblo, como pudo ser el caso de los Pozo y los Caballero, pero también de
numerosos judíos conversos que regresan de Portugal en diferentes remesas (entre
1580 y 1640); éste es el caso de Ana Rodríguez de Paz, Joseph de Paz, y de tantos
otros. Conocemos estos casos porque pronto empiezan las denuncias de los llamados
“cristianos viejos”, que no era tanto un problema religioso, sino más de índole de
rivalidad en los negocios. Estos dos que hemos nombrado fueron juzgados en la Cruz del
Rollo, a causa de juicios realizados por los inquisidores del Tribunal de Valladolid. De
esta época es también la costumbre de marcar en la fachada cruces, y símbolos
religiosos católicos, en un afán por distinguirse como “cristianos auténticos”.
21 Este Alonso Santiago de Ledesma, 1505 pudo ser por las fechas, bisabuelo del Alonso
Santiago, que nace en Aldeadávila en 1617, y proceder esta vinculación con las propiedades que se
litigian en este Pleito.
33
Los nobles de Ledesma empiezan a tener negocios florecientes en las aldeas y
concejos de Las Arribes, incluso a establecerse definitivamente en ellas. Es el caso de
Alonso Santiago (n. 1.617) y de Alonso Caballero (n. 1.612) que casa con Catalina Maya.
Ambos son Caballeros de la Orden de Santiago.
22
Participa en el embellecimiento de retablos y tallas de la iglesia de San Salvador. La propia
existencia de estos artesanos es una muestra más del enriquecimiento de estas poblaciones.
34
prohibición, y comenzaron a correr los toros por las calles de la ciudad cerrando las
murallas, incluso por las noches”.
Poco después, en 1605, y coincidiendo con la estancia del Visitador del obispado
de Salamanca, sabemos que Corporario se ha estancado en 50 vecinos, mientras que
Aldeadávila ha aumentado hasta 304 vecinos, de los que más de 25 serán familias
moriscas, que ya empiezan a mezclarse con la población del pueblo; esto nos daría una
población para el conjunto de los dos pueblos de 1600 ó 1700 habitantes, puesto que
hay que contar con la población eclesial y los hijosdalgo, entonces numerosos. Es decir,
en un siglo la población de Aldeadávila crece un 43%... se está preparando el camino
para su declaración como “Villa eximida”. El cuidado de todas las ermitas e iglesias es
bueno, tanto en Aldeadávila, como en Corporario, pero sorprende que no exista todavía
un “Humilladero de la Cruz”, al menos, cubierto.
35
En 1605, la obra principal de la iglesia de San Salvador está terminada, pero no
las dos últimas plantas de escalera a los dos pisos superiores de la torre, un dato más
para saber que estas nuevas plantas se construyeron en el siglo XVI.
A duras penas, logra terminarse la primera fase de la ermita del santo Cristo del
Humilladero, en 1637, para lo que el Obispo tuvo que conceder indulgencias a quien
colaborara en su construcción con lo que pudiera.
Entre 1644 y 1646 hay graves peligros de derrumbe de los arcos de la iglesia, y
se rompe una campana, pero lo peor ocurre en octubre de 1653 cuando las tropas luso-
británicas invaden e incendian las Villas de Vilvestre, Barruecopardo y Saucelle, lo que
hace que la población, huyan unos a Las Arribes, y otros construyan dos trincheras,
protegiendo ambas puertas de la Iglesia.
De este matrimonio nacen dos hijos que tendrían gran participación económica y
política en la comarca: Francisco Caballero y Santiago (en los libros sacramentales de
Cerezal de Peñahorcada aparece en 1.731 como padrino de varios bautizos de aparceros
de sus tierras), pero sobre todo el abogado Juan Caballero y Santiago (que nace en
Aldea Dávila el 17-marzo-1.669, y muere el 26-enero-1.741, a la edad de 71 años,
después de haberse casado dos veces para asegurar su descendencia). Ambos
36
hermanos, fueron también caballeros de la Orden de Santiago, para lo que tuvieron que
demostrar su limpieza de sangre. Del primer matrimonio con María Hernández nacería
Lope Caballero a quien vemos residiendo en Lugo, probablemente de abogado, como su
padre.
Calle Conejal, grabado del siglo XVI ó XVII indicando la pertenencia a la Orden de
Santiago de un caballero, y reutilizada después en esta casa (año 1.725, de grabado
tosco) para indicar el año de su construcción.
Pero el matrimonio que mejores perspectivas le abrió fue sin duda el de Theresa
Vicente Campo de El Gróo de Ledesma, con lo que ampliaría sus pertenencias en dicha
comarca.
Son éstas las personas que promueven, a pesar del ambiente general de
pobreza y depresión del agro salmantino, dos importantes logros, que
determinarían grandemente el porvenir del pueblo: la compra de los
37
derechos23de “Villa Eximida” en 1690, y la terminación de la 1ª fase del
Humilladero cubierto del Santo Cristo. A partir de este año, el Santo Oficio, y
los justicias de Aldeadávila pueden juzgar en la Cruz del Rollo. La competencia
entre las poblaciones es evidente, y al año siguiente se consiguen fondos para
construir y dotar de medios al “Colegio de Masueco”, que tanta influencia tuvo
en la educación de los jóvenes comarcanos, y propiedades de tierras.
“Prohibición de las costumbres de ese lugar para que a los misas cantanos,
los vistan con manteles de mujeres, con colores llamativos y los monten en
bueis cuando se dirigen a la iglesia para cantar misa”.
23
El título de Villa Eximida, no fue una concesión real, sino el pago dinerario de los derechos de impuestos pedido.
24
Eusebio Fernández: “Documentación para la Historia de Aldeadávila de la Ribera”, p.3
38
10.- La expectativas del s.XVIII
No obstante, ha de pasar un decenio, hasta que las calamidades del s.XVII cesen:
así en 1.700 tropas inglesas y portuguesas vuelven a bombardear desde el alto de
Lagoaça el convento de La Verde de Santa Marina, símbolo de la religiosidad y de las
letras de toda una comarca; en 1702 una plaga de “pulgón” ataca las florecientes viñas
y en 1708 se hunde definitivamente la nave del tejado de la iglesia parroquial.
Hay que decir que la vida de los tres hermanos, en cuanto acceden a la
Universidad se desarrolla lejos de la villa, bien en Salamanca o en Madrid, salvo cuando
son requeridos por asuntos familiares o de herencias en Aldeadávila.
39
Ambiente “clásico” de la Aldeadávila del s.XVIII, todavía conservado
entre las calles Corredera y Berzal.
Estas familias ricas enviaron a sus hijos al Convento de Santa Marina en muchos
casos, y destacaron principalmente en América: fray Francisco Morales, fray Antonio
Cavallero, fray Joseph Hernández Herrera, fray Miguel Caballero del Pozo (jesuita).
Otro clérigo fue el hermano del 1ºMarqués fray Joseph Fernando Caballero.
25
Se refiere a las levas para milicias, instauradas con los Reyes Católicos. Idem, Eusebio Fernández, p.3.
40
La actividad mercantil y de juzgados es importante ya hacia 1.777, disponiendo
de cárcel, escribano, procuradores, juez y abogados, además de alguna industria del
lino, salvando las distancias con Ciudad Rodrigo que ya contaba hasta con 40 telares,
veamos la descripción que se hace de Aldea Dávila en 1.777:
El lino era usado, además de para confeccionar tejidos para construir las célebres
“maromas” , que unas veces servían para recuperar las campanas de la Torre, que para
un paso fronterizo en Villarino legal, que para el contrabando nocturno, sobre todo allí
donde la depresión era más estrecha: “el Salto del Gitano” junto a Laverde.
Salamanca
Alba de Tormes
Peñaranda
26
MÉNDEZ SANZ, Federico: “La Universidad salmantina de la Ilustración (1750-1800)”, p.88 y
ss.
41
Tamames
Salvatierra
Ledesma
Aldeadávila
Pereña
Peralejos
Alaejos.
27
El valor del “diezmo” en Pereña sería de 2.545.308 ms, un 37% superior al de Aldeadávila, que
era de 1.863.219 ms. Es fácil deducir la valoración total de mostos, vinos y aceites en ambas poblaciones,
multiplicando por 10.
42
La madre del 2º Marqués del Caballero era María Caballero del Pozo, hermana de Fray
Miguel, de Francisco Caballero del Pozo y de Manuel Caballero del Pozo, quien sería
nombrado Rector de la Universidad de Salamanca en 1.815.
Los dos primeros Marqueses recibieron tal distinción de Carlos IV, pues se dice
que le libraron de una herida muy grave en una pierna, y se distinguieron en las guerras
de Italia, en Nápoles. Se participa por parte de estas familias en la preparación de una
sorprendente invasión de Portugal, confeccionándose planos de las fortificaciones de
Mogadouro, Miranda, Freixo, etc. El primero, Gerónimo Caballero y Vicente del Campo
no tuvo descendencia, por lo que pasó el título a su sobrino. Así tenemos, que el segundo
Marqués del Caballero José Antonio Caballero y Caballero del Pozo, era hijo de Pedro
Caballero y María Caballero del Pozo: la endogamia familiar es clara. Esta familia se
distinguió por ser “afrancesados”, y dada la ascendencia en la Corte de los dos
primeros, una de las guarniciones francesas más importantes del campo charro fue
acantonada en el propio palacio y caballerizas de los marqueses…
Frontis del Palacio del Marqués del Caballero, construido hacia 1771, a la llegada
triunfal del 1º Marqués Gerónimo Manuel de las guerras de Italia.
La operación le salió muy mal, porque los aldeavileños, al igual que los de
Vitigudino, siguiendo los acontecimientos de Madrid se rebelaron contra estas
43
guarniciones, que con la pérdida de Arapiles tenían los días contados…, se marcharon de
Aldeadávila destruyendo el tejado de la iglesia y otras casas, según ha quedado
registrado en el valioso Archivo Parroquial de Aldeadávila.
Por aquella época, tanto el I como el II marqués del “Caballero” ya tenían grandes
extensiones de terreno en las cercanías de Salamanca, llegando a rebautizar a una
dehesa como “Aldeanuevita” en recuerdo de su Villa natal, así como inmuebles en el
centro de Madrid. Estas inversiones, su educación militar, así como el afán de estar
cerca de la Corte hace que Joseph Antonio Caballero y Caballero del Pozo se “codee”
con la clase alta madrileña, al igual que su paisano y amigo Felipe Ledesma Nieto, ambos
se casan en Madrid con las hermanas Margarita y Mª Teresa Cerdán y Calvo,
respectivamente, de la alta sociedad limeña, el Marqués en 1810, y su amigo 10 años
más tarde. En concreto la consorte Margarita era camarera de la reina (lo que
explicaría la gran influencia del II Marqués sobre el monarca, llegando incluso a
desplazar a Godoy). De este matrimonio nace la 3ª Marquesa del Caballero: Gabriela
Caballero Cerdán y Calvo que recibe de su padre el título y la enorme fortuna
acumulada en Salamanca (1.864.400 reales en Salamanca), Ávila y Madrid en 1.821,
pero ya visita poco la villa natal de su padre.
28
“Real Academia de San Fernando, censura de cárceles entre 1777 y 1807”. “Artículo: “Las
cárceles españolas de la Ilustración”, pp. 16 y 22.
44
Patio trasero del Palacio, donde estuvieron acantonadas las tropas francesas
en Aldeadávila, junto a su protector, el 2º Marqués del Caballero.
45
No toda la familia era “afrancesada” ni partidaria de Carlos IV; el tío materno de
Joseph se llamaba Manuel Caballero del Pozo, y debió de rivalizar no sólo en la causa
política por ser uno de los más declarados “absolutistas” del reino, sino también en lo
personal: llegó a ser Catedrático y Rector de la Universidad de Salamanca en 1.81529,
lo que le permitió construirse un palacete en la Calle Poza hacia 1.810, y enlosar de
piedra la calle, en su momento, de las más importantes de la villa, su palacio todavía se
conserva en buen estado. Poco después, es uno de los diputados salmantinos a las Cortes
de Cádiz de 1812.
Portada del Palacio de Manuel Caballero del Pozo (1.810), posterior Aduana terrestre
de Aldeadávila y por último de la familia Garrido ya en el s.XX.
Manuel Caballero del Pozo, siguió el ejemplo de los absolutistas de Fernando VII,
distanciándose de su sobrino materno José Antonio, sobre todo cuando el 11 de junio de
1814, denuncia ante Fernando VII a 33 compañeros de la Universidad salmantina,
calificándolos de “liberales, exaltados y peligrosos… sobre todo los Torenos, Argüelles y
Calatrabas”, así consiguió congraciarse con el poder, y se nombrado Rector de la
Universidad de salamanca poco antes de su muerte, en 1.815.
29
Fue también Catedrático de Cánones (1780-1816), de Instituciones canónicas (1782-1786), de Vísperas
81785 a 1792), y de Derecho (1792 a 1799).
46
Partido y Vara de Castrotorafe-Zamora- en 1787 y perteneciente a la Orden de
Santiago. El término de Aldeadávila es el superior derecho, y se ven los despoblados
de Revilla y Laverde.
47
12.- La brillantez del s.XIX
48
Diccionario Madoz de Corporario en 1847:
30
Indicados por Madoz en orden de importancia.
31
Pierde un 30% de población en 20 años. Los impuestos directos cargados son un 5% del Capital
de producción.
49
También de esta época son los aprovechamientos en toda la comarca de los
montes de utilidad pública con fines forestales, principalmente de especies como roble,
alcornoque y álamo.
Antigua calle Maderos, llamada así por cerrarse sus extremos con maderas, para
obligar a los pecheros a pasar por la Cilla, y pagar los impuestos.
32
“Diccionario estadístico municipal de España”, por J.L. Polin, 1863. Editado por la
Universidad Complutense, Madrid.
50
tiene 2.668. Personas de mucha edad de Villarino y Aldeadávila todavía recuerdan
historias de estos momentos de esplendor.
51
Por esta época, Aldeadávila, a pesar de no ser partido judicial era una villa muy
próspera, y contaba con 2.200 habitantes, un comercio muy activo gracias a su aduana –
de 2ª clase con barca y derecho a transporte de ganados y materiales-, su incipiente
comercio nacional de vino, y su feria anual instaurada el año 1.851 y que se prolongaba
durante tres días -24, 25 y 26 de agosto-. Los montes públicos también son
aprovechados para plantaciones de alcornoque, roble y álamo en toda la comarca,
gracias a Planes Nacionales.
“la corte de esta región, la villa para los comarcanos… en las desoladas vertientes
del Rupinal, cerca del caño de Fuentemendo, dicen que hubo un pueblo...”.
52
Don Miguel de Unamuno contemplando el Duero en tierras de Castilla
35
“La cuestión de Boada”, crítica de Miguel de Unamuno a Maeztu, 16-XII-1905, aparecida en
las páginas de “El Adelanto”.
36
“La emigración, 12-XII-1905”. Miguel de Unamuno, p.1. Recogido en el artículo “Unamuno y
la emigración salmantina a principios del s.XX” por Laureano Robles Carcedo, 1998. Ediciones
Universidad de Salamanca, ISBN: 84.7800-7105.
53
Este final de siglo XIX tan borrascoso, ya anunciaba los graves problemas
económicos del campo salmantino, lo que genera frecuentes robos, palizas, contrabando
e historias frecuentes de violencias y asesinatos: son las historias del asesinato del
médico de Villarino junto a la cruz de San Lorenzo, el asesinato de un pastor para robar
un carnero en La Zarza, historias de violencia, pero sobre todo de pobreza de
solemnidad. A esta época se referían los más viejos de nuestro pueblo en 1.944 como la
“época gloriosa”37. La descripción de Aldeadávila, al caer la noche en uno de los primeros
días de setiembre de 1.906 es bien elocuente:
Arriero de Las Arribes rezando ante una cruz por un hecho de muerte, en
setiembre de 1.906.
- “Ustedes no están acostumbrados á esto y por eso les extraña- nos dijeron;
- -son los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen todas
las noches: es costumbre”.
A pesar de la falta de tabaco, ninguno de los dos nos atrevimos á salir a la calle
por respeto “á la costumbre”, mucho más respetable que la que anteriormente
37
El significado del término “época heroica” no es el actual: hay que entenderlo como “época
renombrada” o muy citada por sus numerosos hechos.
54
habíamos presenciado. No fue preciso que á la mañana siguiente nos
despertaran…”
Nadie se libraba de esta macabra costumbre, y esta fue la causa de la muerte del
famoso cabrero “el Dientes” en los primeros años del s.XX:
Estas curiosas costumbres, indican una falta de vigilancia por parte de la Guardia
Civil en las tierras de la Raya, así como un amedrentamiento de los cabreros y las clases
más pobres por parte de determinados grupos o “Partidas” de jovenzuelos de las clases
más acomodadas del pueblo. También el poco respeto que se tenía por la vida, fuera
propia o ajena:
“Si el andar por aquellos lugares, no ya de noche, sino á pleno sol, supone profunda
indiferencia por la vida, pasar el río, no una, sino doce veces, de noche, y por el
procedimiento de la “guindaleta”, que ellos emplean, demuestra que para aquella
gente el pellejo tiene menos valor que una colilla”.
Habrá que esperar a la década de los años 20, en plena Dictadura de Primo de
Rivera para ver regresar a algunos hijos del pueblo desde Argentina, y de ciertas
capitales españolas, pero los menos. Se producen divisiones familiares, que en muchos
casos no volverían a reencontrarse.
Poco después de las visitas de Miguel de Unamuno, comienza el interés por los
estudios bibliográficos y filológicos sobre “El habla de la Ribera”, cuyos principales
precursores fueron Crotontilo, D. Miguel de Unamuno y Antonio Llorente Maldonado,
cuyo libro de 1947: “Estudio sobre el habla de La Ribera” –escrito en 1.943- marca un
55
hito por la gran aportación filológica y socioeconómica que aporta. Posteriormente con
este mismo fin, visitó La Ribera Antonio Tovar, aunque la degradación del dialecto era
ya palpable a fines de la década de los 60, lo mismo que el empleo de la denominación
histórica de la “comarca de La Rivera”.
“…se habla un castellano bastante correcto, cosa explicable si nos damos cuenta
de que éste lo han aprendido, no de sus padres, sino en la escuela, dándose así la
paradoja de que, a pesar de ser región dialectal, los medianamente cultos, en
conversación esmerada, usan un castellano aceptable, que tiñen de riberanismo en la
conversación familiar o descuidada”.
Y la obrigaciones?
A vuestro mandado.
38
“Cancionero 636”, obra póstuma de Miguel de Unamuno.
56
Con vuestro permiso.
“nos encontramos con algunos –no muchos- que siendo hijos de pastores, de
cabreros, de pobres de solemnidad, no pueden o no quieren ir a la escuela, y
teniendo muy poco contacto con el resto de la gente, andando como andan todo el
día entre breñas, hablan exactamente igual que sus padres, pareciéndonos al
oírles haber sido trasladados a cien años antes [1840], cuando, a juzgar por lo que
vemos, y por noticias de los más viejos –algunos de noventa años- , todo el mundo,
exceptuando los que salieran del pueblo para estudiar, hablaría en cerrado
dialecto riberano”.
El comercio fue muy importante en la primera mitad del siglo pasado, y basado
fundamentalmente en el vino, y en las frutas. Nos expone Maldonado:
“El Comercio de esta región siempre ha sido muy activo, por ser algunos de sus
productos agrícolas y ganaderos muy apreciados en el resto de la provincia y aun
en las de Zamora y Valladolid, al tratarse principalmente de primeras materias…”
“…Se consideran superiores en todos los órdenes a los demás salmantinos. Y algo
de esto es verdad, pues los riberanos siempre han tenido fama de pendencieros y
valientes, contándose espeluznantes casos de la “época heroica de la Ribera” –
hace cincuenta años (hacia 1890)- en la que las muertes violentas estaban a la
orden del día, siendo los riberanos respetados y temidos por los pacíficos
“aldeanos”, que tenían y tienen aún hoy amargo recuerdo de las pocas ocasiones en
que intentaron hacer frente a los bravucones hijos de la Ribera”.
57
“Una de las principales características de la vida riberana es la sociabilidad
organizada de sus habitantes. Se reúnen en cuadrillas muy numerosas, las
llamadas en Aldeadávila “partidas”, las típicas partidas de esta villa formadas
por los que juntos tomaron la santa Comunión por primera vez, y juntos siguen
indisolublemente hasta la muerte; todas las fiestas son colectivas, cada partida
por su lado, y cuando dos partidas se indisponen, la batalla (antes sangrienta, hoy
solamente dolorosa) es inevitable. Esta unión no termina con el matrimonio; sigue
inalterable; lo mismo los hombres que las mujeres permanecen ligados; y hoy
comen todos en casa de uno, mañana la gran juerga en la bodega del otro, muchos
días las mujeres por su parte una magnífica merendola, etc., y por la noche a
rondar si son solteros, a cantar si casados”.
Las fiestas anuales, fiestas del toro y la cosecha, ya eran reconocidas entonces en
toda Salamanca:
“Esto que pasa en Aldeadávila con las partidas, se encuentra con ligeras variantes
en las cuadrillas de los demás pueblos; todo a base de amistad, de beber y de
cantar; y así en Villarino se divierten con la Bodina, en Hinojosa con la marrana, en
Saucelle celebrando opíparo “alboroque”, en Vilvestre comiendo la típica
“choriza”, en Mieza con aparatosas “farrionas”.
Los pueblos, cada uno gozaba de sus diferencias, lo que daba lugar a numerosos
dichos, a los que recurrían los mayores en las conversaciones, como la famosa “Copla de
los pueblos” recogida por Dámaso Alonso en su “Cancionero salmantino” de 1.907:
el pescado en Torrecilla,
de Villarino, pleitistas,
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14.- La demografía histórica
Por último es muy interesante ver la evolución de la población de los tres núcleos
principales del Oeste salmantino, desde los primeros censos registrados: 1508 y 1534
hasta nuestros días, así podemos ver de qué manera les afectaron a Vitigudino,
Lumbrales y Aldeadávila de la Ribera los principales hechos históricos y económicos:
Gráfica comparativa por nº de vecinos, de las principales villas del Oeste de Salamanca.
Los siglos XVIII y XIX son de una clara recuperación, pero comienzan una serie de
diferencias políticas que enriquecerán mucho a unas villas en detrimento de otras.
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ha conseguido duplicar su población gracias a dos hechos significativos en su historia
contemporánea: la concesión de partido judicial definitivamente en 1855, y la absorción del
núcleo de Majuges.
Entre 1860 y 1888 juega un papel muy importante en la vida económica de Aldeadávila
su “Aduana de 2ª clase”, y algo parecido pasa en Lumbrales con las importantísimas obras
del Ferrocarril La Fuente de San Esteban-Lumbrales-Barca D’Alva, que es solemnemente
inaugurado en el mismo año de 1888 por la realeza borbónica.
La emigración a América afecta de una manera muy distinta en Las Arribes: mientras
que los núcleos sin concesiones políticas ven como hasta un tercio de su población emigra
(Aldeadávila, Masueco, Villarino, étc), en lo que se ha venido en llamar 1ª emigración (1888-
1905), este hecho no comienza a sentirse con total intensidad en Lumbrales y Vitigudino,
hasta 1915 aproximadamente.
“A diario se oye que hay que colonizar a España, sin meternos en nuevas aventuras
coloniales; a diario se clama contra la emigración, se habla de política hidráulica,
se piden pantanos, canales, granjas modelos, bancos agrícolas, y rara vez se llega a
la verdadera causa del mal, que estriba en la distribución de la propiedad y que en
España está por cumplirse la revolución económica, no la financiera; la de la
propiedad rural, no la de impuestos y las rentas públicas…”.
No hay mejor manera de terminar este resumen de nuestra historia que las bellísimas
palabras de nuestro Rector, y que aparecieron el 19 de marzo de 1898, poco después de
establecerse en Salamanca, en la revista “Ecos Literarios”:
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tosco y bravío, hasta de lo basto, y tendemos con frecuencia a desdeñar el refino
que a la naturaleza presta el arte, que es, a su modo, una verdadera naturaleza.
Llévase esto al punto de descuidar en todos los debidos trasiegos y decantaciones.
Así sucede con nuestros paisajes, que permanecen en bruto, como primeras
materias de recreo y solaz para el espíritu, por falta de viajeros que los refinen a
nuestros ojos con artísticas descripciones. Porque es indudable que mucho de la
belleza de un paisaje está en los ojos que lo miran, y que los educados a mirarlo le
extraerán mucha mayor sustancia bella que los incultos. La abrupta sierra que
domina a Reinosa, ¿no ha ganado acaso en belleza con las espléndidas descripciones
que de ella hizo Pereda en su novela Peñas Arriba?. Los tan celebrados paisajes de
Escocia, sus encantadores lochs, ¿no deben mucho al deleite con que regalan a sus
contempladores a que van estos sugestionados por Walter Scott y los lakistas?,
Rousseau, Senancour, Töpffer, ¿no han embellecido los Alpes?
No crea el lector por lo que llevo dicho, que vaya a descubrir ningún
Mediterráneo ni a embellecer ignotos paisajes; voy tan sólo a indicar la ruta de uno
de tales descubrimientos. ¡Quiera Dios que alguien logre sacar a flor de vista
bellezas enterradas en un casi abandonado rincón de la provincia de Salamanca¡
***
Baja el Duero por tierra de Zamora tendido en la planicie y espaciándose por ella, mas al
ir a entrar en la provincia de Salamanca, hacia donde le rinde el Tormes sus aguas, entre
Fermoselle y Villarino, empieza la meseta castellana a quebrarse para dejarle paso a las
campiñas portuguesas. Resquebrájase la tal meseta en hondos desgarrones, mostrando al
descubierto sus peñascosas entrañas, pétreos cimientos de la austera llanura castellana. El
agua tenaz, que talla las rocas gota a gota con secular trabajo, ha ido carcomiendo su lecho
berroqueño y buscando salida entre revueltas y esguinces. A distancia nadie adivina el
profundo tajo por donde el Duero corre; la ondulante llanada castellana parece ir a
perderse suavemente, y sin solución alguna de continuidad, en las estribaciones de la sierra
de la Estrella que cierran, hacia la parte de Portugal, el horizonte. En uno de los repliegues
del terreno se ocultan los profundos tajos, las abruptas gargantinas, los imponentes
cuchillos, los terribles esfayaderos, bajo los cuales, allá en lo hondo, vive el Duero, ya
espumarajeando las rocas que aún no han cedido a su labor terca, ya precipitándose en
desniveles, ya deteniéndose un momento a descansar en angostos remansos, ya, por fin,
zumbando bajo las rocas, en las espundias. A trechos las paredes y escotaduras del tajo se
dulcifican y se tienden las pendientes para recibir, sobre revestimientos de tierra,
vegetación bravía y cuidados de cultivo. A estos declives que bajan al río se les llama
arribes en toda la Ribera, en toda la región salmantina que borda el Duero y afronta a
Portugal. Arribes forman también los afluentes al Duero, que entre escotaduras y
barrancas análogas a las de éste corren a él.
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El primer pueblo de la Ribera a donde llegué fue Masueco, y lo cierto es que iba con
impaciencia por dar vista al negrillo, que era, según el tío Mateo, un guía, el primero de
España, y tal vez del mundo, en corpulencia. No le iba a la zaga el otro, colosal también, al
que conoció de retoño el tío Mateo, haciéndole bambolear la cabeza como cuando juegan a
las migas los muchachos. ¡Lo que son los árboles¡ . Así crecen ellos, sin duelos, penas, ni
cuidados, ahondando sus raíces en la misma tierra en que nacieron, mientras abren su
frondosa copa al mismo cielo siempre, formando en el otoño con su desprendido follaje el
mantillo que les nutra de jugos para reverdecer en primavera. Como las hojas de los árboles
son las generaciones de los hombres, decía el viejo Homero. Aquel negrillo que junto a la
robusta fábrica de la iglesia de Masueco se desnuda todos los años para volver a vestirse
de verdura, arraigando más en su propia cuna cuanto más fuerte se hace, ofrece con su
espectáculo a los pobres labriegos que desfilan por la vida oscuro símbolo de la universidad
del pueblo. ¡Cuántos al marchar a la emigración dirigirán sus últimas miradas a la amplísima
copa bajo la cual jugaron sus juegos de niños, a aquella copa en que resuena la campana
cuando congrega al pueblo a Misa, cuando toca a fiesta y cuando dobla a muerto¡
No hay en el mundo para el tío Mateo un negrillo como el de Masueco. ¡Así ha crecido él,
sin moverse de su sitio, mientras los pobres hombres, si quieren crecer algo, se ven
obligados a emigrar¡.
Al siguiente día de mi llegada fuimos a ver la cascada de los Humos, en los arribes de
uno de los afluentes al Duero. Era para hacer boca y abrir el apetito de la expedición a
Laverde. Se sale de Masueco por una deliciosa quebrada, festoneada de frutales, y muy
pronto se da vista a un paisaje agreste de severo ceño. Bajamos una escarpada pendiente
en dirección a una aceña y muy pronto nos encontramos en el fondo de un tajo, entre
abruptas escotaduras. A un lado se alzaba, dominando la barranca, un inmenso cuchillo de
roca y tras él se perdía la garganta del río. Vadeamos éste y por un senderito de un
empinado arribe llegamos a dar plena vista a la cascada.
Es singular el atractivo del agua. Estaríase uno las horas muertas contemplándola fluir,
dejándose ganar el espíritu por la sensación purísima que su constante curso nos produce.
El agua es acaso la que mejor imagen nos ofrece de la quietud en el movimiento, del solemne
reposo supremo que del concierto de las carreras de los seres todos surge. En el estanque
duerme el agua reflejando al cielo, pero con no menos pureza lo refleja en el cristal de un
sosegado río, cuyas aguas, siempre distintas, ofrecen la misma superficie siempre. Y en la
cascada misma, por donde se despeña bramando, preséntanos una vena compacta, una
columna que acaba por parecer sólida. ¡Enorme fuerza la que sin aparato alguno, con la
sencillez del coloso despliega¡. Hubiéramos estado las horas muertas contemplando aquel
inmenso chorro que salva un desnivel profundo del lecho de las aguas. Es una de las más
hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos. Divídese la
cascada mayor en dos cuerpos debido a un saliente de la roca, y va a perderse en un
remanso de donde surge el vapor que ha valido al paraje el nombre de los Humos. Junto a la
inmensa vena líquida, a su abrigo, en las quebraduras y resquicios de la roca, anidan palomas
que revolotean en torno del coloso. Éste irá desgastando poco a poco el desnivel que le
produce, y es seguro que cada año se achica la cascada, aunque sólo sea en un milímetro o
en fracción de él. ¡Los siglos que habría necesitado el agua para excavar tales tajos y
reducir análogas cascadas ¡
***
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Al día siguiente de nuestra visita a los Humos, preparamos la expedición a Laverde, en
caballerías los más de mis amigos, a pie yo, pues menos me molesta una caminata que el ir
escarnachao sobre los anchos aparejos con que se provee a las mulas del país.
“La Santa Misión (Arribes del Duero)”. Fotografía de la comitiva del Rector camino de
Laverde, a la salida de Aldeadávila.
Mientras seguían las caballerías la senda que en zigzag baja al río, cortamos nosotros
camino por los resayos o atajos que la cortan. Una vez en lo hondo parece hallarse uno en
medio de región montañosa, en el interior de algún país alpestre. Nadie diría que ganando
las crestas se extiende a la vista la inmensa meseta ondulada como vasto mar petrificado.
Dimos, por fin, vista al Duero y con él a un paisaje dantesco, tal cual los imaginara
Gustavo Doré. En lo alto, apuntados picones que se asoman al abismo, peñas y aserradas
crestas; a lo largo, inmensas escotaduras que encajándose de un lado y de otro, en la
disposición llamada cola de milano, forman la garganta por cuyo hondón corre el río. Los
enormes cuchillos van perdiéndose en gradación de tintas hasta ir a confundirse con la
niebla. Allí arribota, arribota, en la cresta del escarpado frontero, verdean trozos de trigo,
nuncios de una campiña serena, y asoma su copa algún que otro arbolito que denuncian a un
pueblecillo portugués. Fuegos de luz animan la dantesca garganta; peñas en claro se
destacan sobre el tono oscuro de las peñas en sombra, y allá en lo alto, dominando al ceñudo
paisaje, algún milano se cierne bañándose en luz. Suben del río perezosas nieblas que se
agarran a los peñascos, y fingen el alma de éstos que de ellos se desprende con pesar. El
Duero, que dibujando su vena central, su líquido senderillo de espuma, corre encajonado en
el fondo de estas gargantas, es el mismo que pasa amplio y solemne, abrazando a la feraz
llanura y como gozándose en ella, por tierra de Zamora. Todas esas gargantas dantescas
son obra de él, obra de la lenta labor del agua terca. El fuego bosquejó a la tierra su
esqueleto, dio el bloque, es el agua el artista pacienzudo y tenaz que modela sus contornos.
En el fondo de estos tajos incuba el sol que da gloria. No lejos de Laverde hay en la
garganta un paso llamado de la Bodega, tal vez por esa incubación. El sol caldea los
arribes, resguardados de los vientos y las brisas que hielan la meseta, y saca de ellos una
vegetación potente y propia de otras latitudes. Crecen olivos ingeridos en zambullo o
acebuche, tapizan las vertientes oloroso tomillo, flores de monte, nardos; la cubren
gamonas, jaras madroñeras, anguelgues, jidigueras (cornipedreras) y retuerce sus recias y
nervudas ramas entre rocas el bravío joimbre, cuyas raíces luchan con las entrañas de la
peña para dar de beber a su enmarañada mata luz del sol. La mano del hombre ha acudido a
fomentar la naturaleza. En los repliegues de los arribes dan al sol su tono verde claro los
limoneros y crecen los naranjos, y aquí y allí salpican al tinte pardo de los escarpes los
blancos copos de los almendros en flor. En poyatas o tablas talladas en el terreno y
sostenidas por paredones se alzan los olivos.
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En una de estas laderas del tajo del Duero, en medio de lo que queda de una que debió
de ser huerta frondosa, se alzan las ruinas del convento de Laverde, retiro en un tiempo de
los religiosos menores. En la portería, sobre la puerta y debajo de un escudo con los cinco
estigmas, se lee, enteramente ahumada, esta inscripción:
Allí nos recibió el actual habitante del convento, acabado trasunto por su facha de
villano medieval. Dejamos las caballerías en la que fue iglesia y entramos en las ruinas del
convento.
Es una pena la que ofrece aquella desolación. Las celdas deshechas y a la intemperie; la
yerba creciendo por todas partes; en el claustro un limonero entre maleza, y en el jardín un
boscaje de limoneros y de naranjos. El convento no tiene mérito alguno arquitectónico ni
nada que le dé carácter. Es vulgarísimo. Por la parte que mira al río presenta algún aspecto
de fortaleza. Lo hermoso es su escenario y su ambiente, los restos de vegetación de que
está rodeado. Frente a él se alza una gigantesca piñal (pino) y en los hondo zumba el Duero
enfrenado entre peñascos. Lo más típico es lo que del huerto queda, aquel rincón umbrío de
limoneros y naranjos, a cuya sombra rezarían los frailes sus oraciones, descabezarían sus
siestas y gozarían de tranquilo sosiego los ancianos retirados ya del todo del mundo. Es un
rincón que sugiere la idea, algo antinómica, a primera vista, de un ascetismo horaciano.
Hubo un tiempo, hasta eso del año 30, en que floreció en su retiro aquel cenobio,
ofreciendo en aquella colosal hendidura de la adusta meseta castellana escuela de
recogimiento y meditación a los frailes menores durante algún tiempo del año y refugio
para su vejez a los que de ellos pedían acabar allí sus días, en el vivo silencio, rezando a la
sombra de los limoneros y al compás del murmullo del contenido río. Es, sí, un silencio vivo el
que aquí reina, vivo porque reposa sobre el sempiterno rumor del Duero, que en puro ser
continuo acaba por borrarse de la conciencia de quien lo recoge. Y como se pierde de
cuenta este rumor del sempiterno curso del río, perderíase allí de cuenta el rumor del
curso de las horas que habrían de desfilar en solemne procesión monótona. Allí, en aquel
refugio, libertaríanse los espíritus del tiempo, engendrador de cuidados, yendo cada día a
hundirse sin ruido con su malicia en la eternidad. ¡Siempre el mismo río, los mismos
peñascos siempre, todo inmutable!. Cuando lo que nos rodea no cambia, acabamos por no
sentirnos cambiar, por comprender que es el vivir un morir continuo, que “entre la vida y la
muerte no hay espacio ninguno”, como reza la inscripción del convento de Laverde.
A este convento iban en un tiempo los riberanos a los perdones, por la Porciúncula, y aún
hoy algunos recuerdan haberlo oído. En denominaciones de sitios ha quedado la memoria de
los franciscanos que lo habitaron. Hay en el camino un punto que se llama el montadero de
los frailes; a una peña que forma a modo de asiento le llaman la silla del guardián. Allí
cuentan también, que viniendo Santa Marina perseguida de los moros y cansada del camino,
al llegar a una peña le dijo:
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En la peña hendida se colocó un altar a la santa, y sobre ella se alzó la capilla de Santa
Marina, cercana al convento.
Hoy en día no habitan en la profunda barrancada, fuera del rentero que explota lo que
los frailes dejaron, más que los carabineros españoles, y del otro lado del río los guardiñas
portugueses, vigilando el paso de la barca. El contrabando es lo único que a las veces anima
el enorme tajo. Algunos desgraciados se ponen de acuerdo, lanzan de un lado a otro del río
un bramante o cogiéndolo con los dientes lo pasa alguno a nado, con él tienden una maroma,
y pendiente de un barzón pasan mediante una guindaleta, de un reino a otro, género
prohibido. Es el modo de contrabandear allí donde no hay puente alguno, a lo sumo una
manotera, y alguna vez un paso a saltos. La frontera natural se halla profundamente
marcada, parecen haberse desgajado violentamente los dos reinos. Arriba nadie lo diría;
desde Masueco aparece Ventosello, un pueblecito de Tras-os-montes, situado en la misma
llanura, sin más que leves ondulaciones del terreno en el intermedio.
***
Mucho hay que decir del paisanaje de la Ribera, de sus costumbres, de su traje típico,
de su carácter, de su interesantísima habla, sobre todo, pero no cabe esto en lijeras
impresiones.
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En el mismo distrito de Vitigudino, a que pertenece la Ribera, se señalan diferencias
entre la Ribera misma, la llamada Aldea, el Abadengo y la Ramajería.
Nada más abandonado en España que el estudio hecho en vivo y del natural, del pueblo.
Todo género de folklore o demótica está por explotar; ni las tradiciones, ni los cantares,
ni las costumbres, ni el derecho consuetudinario, ni la medicina popular, ni el habla,
encuentran investigadores. ¡Y no es poca la mies! Llevo algún tiempo recogiendo
elementos para un estudio del habla popular o mejor de las hablas populares en la región
salmantina, y cuanto más material acopio más vasto me parece el que queda fuera de mi
diligencia. Lo que en la historia de la literatura española se conoce con el nombre de
dialecto sayagués, la lengua en que están escritas las farsas y églogas que a fines del
siglo XV escribieron Lucas Fernández y Juan del Encina, el lenguaje rústico del famoso
Auto del Repelón, no son más que leves muestras de un dialecto que abortó en la región
salmantina. Y dentro de esta región el territorio más rico en cosecha lingüística es, por
lo que llevo trabajado, la Ribera. Formas dialectales se recogen a porrillo recorriendo
los hermosos campos de Salamanca. Si Dios me da vida y salud he de dedicar a esta
habla un estudio y entonces se verá qué hermosos giros, qué briosas expresiones, qué
típicos vocablos corren en boca del pueblo inadvertidos de los doctos, y qué luz tan viva
puede proyectar este estudio en el conocimiento de nuestra lengua castellana literaria,
anémica y opilada por la vida de ciudad.
Decía al principio de estas notas que España está, en gran parte, todavía por descubrir.
Por descubrir está en no menor parte el pueblo español. Y sólo haciendo conciencia
nacional con el riquísimo fondo inconsciente que en el seno del pueblo yace, es como
podrá redimirse España y recibir en vivo y con eficacia y sobre fértil seno la acción del
ambiente internacional europeo.
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