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Aldeadávila de la Ribera y Corporario

La flor del olivo

Jesús María Figueira Conde

Aldeadávila de la Ribera, 1 de noviembre de 2009.

Torre de Aldeadávila, desde la calle Corredera, autor: Ricardo


Sánchez, Aldeadávila.

1
1.- Introducción

Este resumen de nuestra historia común, únicamente pretende poner en valor y


divulgar parte de los conocimientos últimos sobre nuestra historia y tradiciones que
vienen apareciendo en publicaciones y libros desde los años 70, y a los que se ha podido
acceder gracias a su digitalización reciente. Se ha pretendido engarzarlos en un hilo
conductor, y dando razones que expliquen las consecuencias de dichos procesos
históricos, y que además explican gran parte de nuestra propia personalidad y evolución.
Silenciar esta cantidad grande de libros que nos ofrecen información precisa y
contrastada sobre nuestro pueblo, sería como “amordazar” nuestro pasado.

Es cierto lo que opinan algunos estudiosos, que nuestra Villa estuvo poblada de una
manera continua, sin interrupción, al menos desde la Edad del Hierro hasta nuestros días,
basta referenciar el verraco vetton, que existió en la carretera entre Masueco y
Corporario a 1 km. de distancia del primero –se conserva, aunque muy deteriorado, en el
Museo de Bellas Artes de Salamanca-, o las propias estelas tardorromanas y monedas
que se conservan de Corporario, y del lugar de Rivas o Ribiella (El Encinal).

Las iglesias no sólo han sido lugar de culto: se han levantado en altozanos con gran
valor simbólico y ritual, recogiendo materiales precedentes- o simplemente sobre sus
ruinas-, grabando en ellas la propia mentalidad de la época, siendo una especie de
memoria en piedra de su forma de pensar y de vivir: se sabe que en sus puertas se
celebraban las reuniones aldeanas -primitivo Concejo- cuando no había edificio para ellas;
que en sus puertas, cubiertas de tejados de madera a modo de cobertizos, se celebraban
reuniones y se celebraban contratos y escritos, teniendo al cura –beneficiado como se le
llamaba en la Edad Media- como escribiente, notario y juez de disputas al mismo tiempo,
hasta bien entrado el s. XIV, o como reuniones de vecinos en concejo abierto-quizás por
ello, el edificio del Ayuntamiento esté situado junto a la puerta sur de la iglesia, desde
que se levantara.

Aldeadávila: “la flor del olivo” en la Puerta Sur de la Iglesia parroquial


(probable s.XIV). Es el símbolo medieval del pueblo, y denota la gran
importancia del olivo en la vida de sus habitantes.

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Toda esta antigua tradición cristiana ha dejado su huella en Las Arribes, en cada
recodo del camino nos encontramos una antigua devoción: “la Cruz de Montemediano”, “la
Cruz del Valle Candil”, “la Cuesta de San Marcos”, “la Cuesta de Santiago”, “la Cueva de la
Santa”, “la Huerta del Convento”, “la Cueva de San Pelayo”, “la Fuente de San Bernardo”,
“la Cruz del Posadero”… y tantos lugares con una ancestral tradición religiosa que muchas
veces se nos pierde. Es mucho lo que desconocemos de nuestra propia tierra…

“El Campo” como se dice aquí nos habla de pasajes históricos, incluso el paso de dos
milenios parece no haber borrado los nombres de algunos parajes, posiblemente de
origen vetton o “Alto Medieval”: “la Atalaya”, “Remoria”, “la Torrecilla”, “Peña hincada”,
“Fuente de don Mendo o Mendiz”, “Sol de Marina”, “el barril de Marcos”, “el Bodonal de
Martín Calvo”, “los brazos de la majada de los Coriscos” –acaso una deformación de
moriscos, “el caño de Santa Marina”, “el caño de Laverde”, “las Carbas de Vélez”, “los
Casales del Nieto”, “los Coriscos”, “el Crespo”,…

Desgraciadamente, el apoyo de las instituciones públicas provinciales o autonómicas


a excavaciones arqueológicas, o a tan siquiera una declaración de Conjunto Monumental
de la parte histórica de Aldeadávila se echa de menos. Si esa defensa de nuestro
Patrimonio Cultural e histórico no viene de fuera, al menos deberá de continuar “desde
dentro”, continuando la labor de rescate de oficios y profesiones antiguas desde el
propio Ayuntamiento, o el trabajo realizado hasta ahora por vecinos u organizaciones de
particulares para descubrir el rico Patrimonio Cultural e Histórico, o la restauración de
edificios con valor histórico y patrimonial.

2.- Nuestra idiosincrasia

Si ya es cierto que la mayor parte de los pueblos y ciudades tratan de definir sus
señas de identidad, sus particularidades con gran fuerza, si marcan sus diferencias, este
hecho del individualismo se da quizás con más fuerza en Las Arribes.

Expresiones como “es forastero”, “volví al pueblo porque no me sentaba bien el aire
de Bilbao”, “los de Masueco son…”, para los de Corporario “los de Aldeadávila somos…”
vienen a reforzar la idea del individualismo, tan interiorizada en nuestra propia alma
“arribeña”, o como se decía antes: “revirana”.

Este afán por la diferenciación llegaba al paroxismo, como cuando los de Villarino y
Fermoselle se “liaban a pedradas”, o lo mismo entre diferentes barrios de Aldeadávila, o
como cuando en las procesiones de San Blas de Corporario, podía haber agrias disputas si
la imagen llegaba a traspasar el mojón de la carretera de Aldeadávila. Es decir, dentro
de la misma población se tiene a reproducir el modelo.

La pasión por la Naturaleza, y el asombro casi rayano en adoración por algunas de


sus manifestaciones, como los tajos cortados a cuchillo en el “paraje del Gitano”, o ese
rumor constante y sordo del Duero abriéndose paso entre los “canchales” y “picones” de
la misma zona. Estas gentes humildes, admiraban las representaciones de la naturaleza,
aquí tan vigorosa. He aquí la asombrosa leyenda del “Salto del Gitano”, tal como aparece
transcrita en 1.897 en la revista “La Ilustración española y americana”:

3
“Cerca del pueblo de Aldeadávila, cuyo caserío se destacaba a los últimos
resplandores de poniente en el lejano horizonte, corre el DUERO.

El Río, que cuatro kilómetros más arriba tiene una anchura de doscientos metros, se
va poco á poco estrechando hasta precipitarse en un cauce de roca viva, tan angosto,
que ha sido causa de una tradición y del nombre de SALTO DEL GITANO:

Cuéntase que uno de estos bohemios, perseguido por la tropa y acosado de tal suerte
que no tenía más remedio que morir o entregarse tomó carrera, y dando un salto
verdaderamente prodigioso, salvó la distancia entre las dos orillas”

Pero es la pasión por el agua, la que se lleva aquí la palma, ese agua en su “versión
torrentera”, ya sea en el Salto del Gitano, ya los días de fuerte tormenta que incluso
desparecían personas en los “regatos” y arroyos, ya sea en su versión de
aprovechamiento de caños, fuentes y abrevaderos. Ese agua siempre presente en cada
esquina del camino, y que nuevamente ha dejado su nombre en cada rincón: “Fuente de
San Bernardo”, “Fuente Buena”, “del Cubo”, “de los Dados”, “Fuente Bordóñez”, “del
Espino”, “de los Labajos”, “de los Labrados”, “de Martín”, “de Don Mendo”, “de Miguel
Ordóñez”, “Fuente Nueva” -aunque tenga más de dos siglos-, “del Pinero”, “de la Piedra”,
“Fuente Rebollo”, “de Rodrigo”, “de los Trigos”, “de Santiago”, “de San Marcos”, “de los
Gejos”,…

La visión que tenemos actualmente de Aldeadávila como “un pueblo único y


agrupado” que ha nacido creciendo, o lo mismo de Corporario, es lo más alejado de la
realidad: ésta es una idea relativamente reciente en la historia, procede de las ideas de
fines del s.XV, y sobre todo del XVIII. Esta unión de los diferentes núcleos que comenzó
a darse en el último cuarto del siglo XV, además, no fue una idea original nuestra, sino
una necesidad de defensa que sintieron los habitantes de pequeñas aldeas como
Quadrilleros, Alcornocal y Ribiela (Revilla), Los Casales del Nieto, Ausente
(Masueco), Robledino de Santo Domingo (La Zarza), para poder defenderse de los
ataques de nobles poderosos como García de Ledesma. De estas pequeñas aldeas –
lugares- nos quedan restos y rastros documentales como veremos enseguida.

También es necesario situar correctamente la visión que tenemos de las ermitas


históricas, y de Santa Marina, en un plano comparativo provincial, e incluso de ambos
lados de la raya del Duero-Douro: las ermitas, su construcción marcaban en la mayor
parte de los casos la ubicación de aquellos lugares que decíamos, y en algún otro caso, o
momento de su historia como asistencia a peregrinos y enfermos que transitaban por
los caminos, y que eran tan frecuentes en la Edad Media, frecuentes por las guerras, las
luchas continuas, el hambre, las pestes y las expropiaciones de tierras por los nobles.
Esta parece ser la función de la ermita de San Marcos, y del posterior Hospital de los
franciscanos de San Miguel, que existió en el propio casco urbano de Aldeadávila, en la
actual calle Juan González. También hay que romper el mito, de tratar de asociar arcos o
fechas de una determinada reforma con el todo. Todos estos monumentos han vivido a lo
largo de los siglos numerosas obras, ampliaciones, restauraciones, étc, gracias a ellas las
conservamos, pero para ello es necesario analizar las fases de su construcción, sin
realizar análisis simplistas.

El término “Arribes” descendiente directo del latín “Ad-ripam” que significa


“junto a la ribera” o “encima de ella”, se ha usado tradicionalmente en estas tierras para

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describir lo que llamaban “las tierras incultas” o que no se podían aprovechar para cultivo,
reduciéndose a los cabreros, y que son las más agrestes, las situadas junto al río.

Miguel de Unamuno en 1.898 define así el término “Arribes”:

“A estos declives que bajan al río se les llama Arribes en toda la Ribera, en toda
la región salmantina que borda el Duero y afronta a Portugal.

Arribes forman también los afluentes al Duero, que entre escotaduras y


barrancas análogas a las de éste corren a él”.

Por tanto, Unamuno no sólo nos da la definición del término “Arribes” más
restringido entonces, sino el más amplio de la tradicional comarca de “La Ribera”, que en
el siglo XVIII aspiraba a convertirse en jurisdicción propia, y que tradicionalmente sólo
ha estado integrada por 8 pueblos: Villarino de los Aires, Vilvestre, Saucelle, Corporario,
y los pueblos con apellido “Rivera”: Pereña, Masueco, Aldeadávila y Mieza. Hinojosa del
Duero ha guardado muchas similitudes, pero siempre ha formado parte del “Abadengo”
salmantino.

En esta zona de las “Arribes centrales” parece cobrar mayor significación el


término, incluso puede emplearse para designar numerosos parajes, todos ellos
relacionados con el RÍO -con mayúsculas - o con pequeños arroyos que se abren ante él:

“el Rupinal”, “el Rupetín o Ropetín”, “la Rupurupai”, “el Robortal”, “la Rodocolodra”,
“la Rodocosa”, “el Rodomolino”, “el Rodo de la Sanguina”, “Rodo Sende”, “la Rooscada”,
“Roosanguino”, “Roostal”, y el nombrado “el Rostro”, esa delgada península que penetra en
Portugal, y por ello nuestros vecinos la llaman “O Nostro”. Todos estos topónimos tan
sonoros, escritos en esa lengua en trance de desaparición, y emparentada con el “bable
leonés”, o directamente con el latín. Todavía se conserva parte de su vocabulario, y ese
artículo omnipresente, y que tanto nos diferencia del habla del Campo Charro; hace años
se podían escuchar por nuestras calles conversaciones como ésta:1

“- ¿Cómo sus va?

Bien que sus vaya.

-¿Y la obrigaciones?

- A vuestro mandado.

- Cubrísos vos que sos más anciano.

-Con vuestro permiso.

Pero es en las leyendas y mitos, donde podemos encontrar los rasgos más
característicos de la original personalidad de estas gentes, tan apegadas a sus antiguos
ritos y tierras. Es difícil encontrar una tierra castellana y leonesa con tantos mitos
creados en torno a figuras como los árabes –llamados aquí genéricamente “moros”- el río
y la naturaleza, historias de contrabando al anochecer, de violencia y muerte en unos

1
“Cancionero salmantino, nº636” de Miguel de Unamuno, recogido en las calles de Villarino de los
Aires en 1.898.

5
años 60 del siglo XIX a los que Llorente Maldonado 80 años después se refería como
“época heroica”, sin duda porque así se lo referían los más viejos.

Cada peña, cada cruz de piedra, cada rincón esconde una historia, ya lo decía
Castelao: “en cada cruceiro se guarda una muerte, y se levantan para expurgar las
culpas”…

Tierra ésta que no deja de sorprendernos, y en la que a poco que se bucee se


encontrarán rasgos tan diferentes a los del resto de la provincia salmantina, y en
especial del Campo Charro, sin duda favorecidos por el aislamiento, y la admiración por su
extraña tierra.

Arriero de “La Ribera” orando en 1.906 ante una cruz en el camino de Vitigudino a
Aldeadávila por La Peña. (Fuente: revista “La Ilustración española y americana”).

Cada rincón, cada peña, cada recodo del camino guarda una pequeña leyenda: unas
veces de pobreza, otras de violencia por su culpa, otras de emigración, otras de huidas
de judíos, pero la mayor parte de la veces, extrañas historias, para nosotros, de gente
sencilla para los que el “mundo exterior” estaba sólo más allá de Villarino.

La tradición oral más antigua conservada habla de la “construcción por los moros
de la Torre de Aldeadávila”, a la que habría que añadir un accidente de un caudillo
moro, además de dos sepulcros. Esta tradición ya fue recogida por Madoz en 1.849. Pero
es también relacionada con la época árabe cuando se cita en Masueco de la Ribera una
antigua leyenda de una doncella mora encerrada en una torre y rodeada de inmensos
tesoros, o la bella estampa de la ermitaña beata Marina ó Mariana, aquí llamada Santa
Marina, y perseguida por otro cabecilla árabe en su brioso corcel, recogida por el

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historiador Grande del Brío en 2.009, como una ermitaña del s.XI que habitaba en las
cuevas del lugar antiguo de Laverde, y que exclamó:

”¡ Ábrete peña santa

que viene Marina cansada! “

Esta peña todavía se conserva a 100 metros del Convento de Laverde.

Poco después, peregrinos franceses traerían la leyenda de “Flores y Blancaflor”,


que todavía escuchó Menéndez y Pidal en 1906 en Corporario, y que recoge en su
compilación. En nuestra versión local empieza así:

1 Tan alta iba la luna

Como el sol al mediodía

A pedir a dios del cielo

Y a Santiago de Galicia,

A pedir a dios del cielo

Que le diese un hijo o una hija

Para heredar el condado,

Que herederos no tenían.

Mucho más recientes, aunque con el mismo misterio propio de estas tierras, son la
“historia del Picón de Felipe” y del “Salto del Gitano”. Estas dos leyendas nos
entroncan con la admiración por la Naturaleza, y el secular aislamiento del otro lado de la
“Raya húmeda”, así como con el mundo de los pastores, cabreros y del contrabando.

La más reciente, la historia del Picón de Felipe, del s.XIX, es la que cobra mayor
valor y simbolismo actualmente, y es que a pesar de la persecución del Gitano por parte
de las tropas, no se sabe si de un ejército o si se trata de carabineros, el amor entre dos
pastores puede hacerse su hueco entre peñas y viejos rencores de dos países llamados a
hermanarse:

“se cuenta de un pastor de Aldeadávila: Felipe, quien acudía con sus cabras al lugar
más escarpado de Las Arribes, y que se trata de un enorme peñasco que cae recto
en vertical sobre el río.

Como siempre acudía al mismo lugar con sus cabras, se llegó a enamorar de una
muchacha del pueblo portugués de Bruçó, con la que no podía reunirse, porque en
el medio se halla el inmenso vacío del padre Duero-Douro;

Desesperado en la añoranza de su amada portuguesa, se dedicaba con las manos,


con pequeñas herramientas, con lo que podía a realizar un puente o un paso que le
permitiera cruzar el río y reunirse con su amada”.

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Esta es la más bella estampa de Las Arribes, Felipe, en su locura se encontraba sin
embargo, en el camino correcto: borrar fronteras y viejos odios, y tratar de hermanar a
los dos pueblos ibéricos, separados desde el año 1.139. Pocos metros, río abajo, se
realizaría la que han llamado “La Gesta de la construcción del salto de Aldeadávila” en las
décadas de 1.950 y 1.960, y que se inauguraría en 1.964, “gesta”, no sólo por los
volúmenes de materiales y recursos empleados, sino por el gran número de comarcanos,
salmantinos y portugueses que se aunaron para poder realizar esta importantísima obra.

Todas las épocas han dejado su rastro de leyendas y de historias en esta “Raya
cultural”, pero sobre todo la época de refundación de poblaciones previa o coincidente
con el “Tratado de Tordesillas” (1.297), en la que figuraban como principales actores
el rey “Dom Dinís” – “o rei labrador” y el infante Sancho I Pérez de Castilla, nieto del
rey sabio Alfonso X. La leyenda fundacional de Bruçó que se ha conservado habla de Dom
Dinis y de su mujer “de bruces” para poder beber agua en una jornada sofocante:

“Lenda de Brúçó” –Lenda da origen do seu nome (“Jornal Pariço, nº2”,


abril de 1980)-:

- “Isabel, de bruços, de bruços” - ¡De bruces, de bruces!

- “Daqui em diante, esta terra, onde bebemos de bruços agua tao boa e
fresca, será chamada de Bruços”.

Por esos mismos años de 1.300 parece tomar carta de naturaleza oficial la
“Leyenda de Santa Marina”, esta vez de mano de las “correrías y monterías” del poco
convencional Infante Sancho I. La versión más antigua, nos la da el párroco del “lugar de
la Mata de la Armuña” en 1.7762

“…Uno consta por mera tradición que tenemos ciertos vestigios, y el otro
por instrumentos evidentes: el I. es el célebre Santuario de Sta. Marina,
oy Convento de Religiosos Franciscos de la Provincia de S. Miguèl llamado
de la Verde á la Riveras de el Duero, Jurisdicion de la Villa de
Aldeadabila, cuya vida refiere la devocion de la manera siguiente:

“En el tiempo que los Moros se apoderaron de nra. España, discurriendo por
toda ella llegaron à un grande Pueblo, oy corta Aldèa cerca de el
Duero, y sitio donde oy el Convento de la Verde, llamado La Suces
(cuyo nombre aun retiene)3…”

Aunque posteriormente daremos el texto íntegro de esta leyenda, destacamos


esta parte del texto, porque a mediados del s.XVIII “Arrivas” era sinónimo de “Riveras
de el Duero”, y el origen parece estar en la antiquísima población de “Rivas” –Encinal-
cuyo nombre significa precisamente eso: “estar situada en la Rivera de el Duero”.

2
“Compendio Historico de la Ciudad de Salamanca, su antigüedad, la de su santa iglesia y su
fundación, y grandezas que la ilustran”. Escrita por Bernardo Dorado, Cura propio del lugar de La Mata
de la Armuña, en el año 1.776. ISBN: 84-976-13-694, Editorial Maxtor.
3
Esta importante población visigoda o altomedieval a la que se refiere: “La Suces” sería la población de
“Las Uces”, que parece retener algo de su importancia a las orillas del río a la que da nombre.

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Significación nada extraña, porque el nombre de Rivas aparece registrado junto a
multitud de ríos de Castilla y Galicia.

Después del abandono de estos lugares de Rivas y Los Casales del Nieto,
aproximadamente en el siglo XIV, estos parajes vírgenes sólo eran frecuentados por
pastores como Felipe y “El Dientes”, éste de finales del s.XIX, su historia nos la
cuentan dos contrabandistas en 1906:

“Perico nos entretiene contándonos las hazañas de “el Dientes”, un cabrero de


aquellas montañas para el que no existía la palabra inaccesible, que quitaba la
presa á las águilas en sus nidos, atando el pico á los aguiluchos, sosteniendo á
veces luchas con las aves de rapiña en medio metro de terreno, pasando en
aquellas grietas noches enteras y haciendo milagros de equilibrio, que sólo al ver
los sitios donde los hacía se erizaban los cabellos. El pobre Dientes murió de un
tiro que le disparó un jovenzuelo”.

3.- El camino de Ledesma y la Edad Media en la época árabe

Nos dicen José María Quadrado, en su “Historia monumental de Salamanca”, y el


Padre agustino César Morán, que de Ledesma partían cuatro caminos en la antigüedad,
siendo el del Oeste, el que nace en Peña Cerracín y lleva hasta Aldeadávila, ya muy
importante desde antiguo. Los autores lusos se suelen referir a él como el “camino
Lusitano-5”, ya con anterioridad a los romanos. Yo añadiría que por él nos han llegado no
sólo los avances y las nuevas ideas, sino también las amenazas, las guerras y el terror, y
conduciría también hasta el antiguo lugar de Laverde o Santa Marina. En este camino
estaba situado “el verraco de Masueco”, probablemente un símbolo de demarcación de
límites…. La Verde y Rivas cobran significación histórica por hallarse en el camino de
más fácil acceso para franquear el paso a Portugal, en un remanso del río Duero, que ya
se utilizó desde antiguo, incluso San Francisco de Asís, en su célebre viaje a Ciudad
Rodrigo. Se conservan tramos de una bien cuidada vereda de probable procedencia
romana, y muy usada en la Alta Edad Media.

La presencia árabe debió ser muy importante en nuestra comarca, dominada toda
ella por cerros orientados al norte, con pluviometría y sol superiores a la media
provincial, y con unas amplias huertas situadas en llanos bien ventilados, y finalmente en
unas Arribes que permiten en bastantes puntos un cultivo mediterráneo muy rico, como
el olivo, en terrenos abancalados, y que constituye uno de los sustentos básicos de la
alimentación: el aceite de oliva.

Esta proximidad cultural entre Las Arribes, y más concretamente Aldeadávila con
los árabes, ya lo expuso la Universidad de Granada, en el año 1964, pero hay muchísimo
más: la conservación de leyendas ricas en detalles desde Pereña hasta Masueco y
Aldeadávila, donde vemos a bellas doncellas encerradas en fortalezas (Masueco),
vírgenes que se esconden (Pereña), doncellas vírgenes que huyen del acoso de jeques
moros (Santa Marina), o cabecillas moros que se suben hasta lo alto de la torre para
observar su obra (Torre de Aldeadávila), o para perseguir a doncellas. También son de
esta época algunos nombres de calles: Atalaya, Remoria, Almofea etc. Como vemos,
estas leyendas tienen en su temario vírgenes, doncellas y fortalezas, pero no hay porqué

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situarlas en una fecha concreta, nos hablan de una tradición muy antigua unida a nuevos
elementos cristianos, nos indican un sustrato cultural importante, pero también el amplio
uso de huertas, el uso de las fuentes y las aguas, la forma de construir bancales, pero
sobre todo el cultivo del olivo. La misma leyenda árabe de Masueco, se afirma que existe
en Mogadouro, símbolo de un lejano tiempo común, y de frecuentes contactos entre
ambas riberas.

Pila románica de la Iglesia Parroquial de Aldeadávila (s.XIII), de influencia riojana.

La “leyenda de Santa Marina”, probablemente traída por repobladores riojanos


de Ledesma, se trataría de una refundición de tradiciones árabes, con leyendas de
Letesma en La Rioja: un intento de “cristianizar” o santificar un hecho. De todas las
formas, la variante que ha llegado hasta nosotros sería una versión del siglo XVIII
(1.775). “La fuente del moro” en Masueco, “La leyenda mora de la construcción de la
Torre de Aldeadávila”, y “el Romancero alto-medieval de Flores y Blancaflor” tan
maravillosamente conservado en estos pueblos:

Fue recogido en 1.910 por el discípulo de Unamuno, Federico de Onís en toda la


raya: Mogadouro, Avelanoso, étc. La versión siguiente es la de Corporario:

para heredar el condado,


1 Tan alta iba la luna

que herederos no tenían.


como el sol al mediodía

a pedir a dios del cielo


2 Se sientan a merendar
y a Santiago de Galicia,
a la sombra de una oliva.
a pedir a Dios del cielo
al conde lo matan moros
que le diese un hijo o una hija

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y a la condesa cautivan. rico bautizo te haría,

Se la han de entregar yo te pusiera por nombre

a la reina de Turquía rosa de la Alejandría.

que dice que tiene ganas

de una cristiana cautiva. 5 Como se llama mi madre,

y una hermana que tenía;

3 La reina estaba preñada, me la cautivaron moros

la condesa también lo iba; día de Pascua florida,

la condesa parió una niña. cogiendo rosas y flores

Las pícaras, las comadres de un jardín de una mi tía”.

para ganar las albricias La reina estaba escuchando

a la reina dánle el niño y d’esta suerte decía:

y a la condesa la niña.

6 “Vuelve a cantar, la condesa,

4 Ponía a contar la condesa, vuelve a cantar a la niña.

para cantar a la niña. Válgame Dios de los cielos

“Morro, niña de mi alma, y también Santa María;

Morro, niña de mi vida; pensé de tener esclava

si estuviera en mi tierra y tengo una hermana mía”.

La población no tuvo porqué marcharse con la retirada del poder árabe, sino que se le
unieron nuevos pobladores, probablemente de Orense en Villarino y La Cabeza de
Framontanos, castellanos y riojanos en Ledesma… pero estas gentes humildes no daban
nombre a la población, este “honor” quedaba reservado a los dominadores, a los señores
feudales, y el nombre se empezaba a forjar fuera de la población, no en ella misma, así
tenemos ejemplos: Villarino D’Armón Arias, Darios, y la aldea d’Auila, que bien pudo ser
dominada por los “Frates de Ávila” a comienzos del siglo XII, que no fundada. Otros
pueblos se asocian con una actividad o el origen de la refundación: Perenna, Travanca,
etc.

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4.-Los límites difusos de los Obispados de Zamora y Salamanca 1185

Hacia 1162 se conceden fueros a Ledesma y Ciudad-Rodrigo, y ello a pesar de


que al principio del siglo XII la zona ya estaba controlada totalmente por el reino
leonés. Este retraso indica las muchas dificultades con que se encontraron los nuevos
pobladores leoneses y castellanos, y la debilidad del reino de León, bajo la influencia del
reino de Castilla. Se observa un paisaje dominado por bosques y con muy poco
aprovechamiento agrícola. El rey Fernando II acude a nobles para hacerse fuerte en
determinados enclaves fronterizos, y también a las Órdenes militares, ya sean de
Santiago, la Hermandad de los frates de Ávila, etc. De esta época data la “restitución
del Obispado de Salamanca”, dividido en Arzedianatos, y por debajo de éstos, los
Arciprestazgos al frente de numerosas parroquias. En el Oeste de Salamanca, tenemos
en esta primera época los arciprestazgos de Villarino, Aldeadávila, Vitigudino, Villar de
Peralonso, étc. Lo que nos indica qué localidades ya eran de cierta importancia,
probablemente durante la dominación árabe, porque estamos hablando de la restitución.

Los límites de los Obispados de Zamora y de Salamanca estaban aún por


determinar, y parece que la frontera natural iba a ser el río Tormes. Mirado desde
Salamanca, se denominaba “Citra-Tormes”: la parte más cercana de la región de
Salamanca, y “Ultra-Tormes”: la parte más alejada.

Así, tenemos un acuerdo de términos del año 1.185 entre los Obispos de
Zamora y Salamanca que nos dan bastantes noticias sobre aldeas e iglesias
pertenecientes al Obispado de Zamora y sitas en la región de Salamanca,
concretamente “Ultra-Tormes”:

“…et illas alias ecclesias que sunt ultra Tormes, scilicet, Ecla, Encinasola,
Barrochopardo, Saldania,… et abrenunciat questioni de aldea de Martin Iustiz,
et del aldea de Martin Tellez, et ville que dicitur Septem Ecclesie, et de
Falafeios, et de Penela, et questioni Castri de Ledesma et Fiscali Maioris.”

Tenemos aquí una clasificación primera de aldeas y villas que pertenecieron


desde la primera repoblación al Obispado de Zamora, ya antes de 1185, la mayor parte
de ellas están situadas en los límites geográficos, y siguen una línea geográfica clara:

Ecla: Yecla de Yeltes. Saldannia: Saldeana. Encinasola: Encinasola de los


Comendadores. Barrochopardo: Barruecopardo. Septem Ecclesie: Siete Iglesias de
Alaejos. Falafeios: Alaejos. Penela: posible Pereña de la Ribera.

Respecto a Aldea de Martin Iustiz y Aldea de Martin Tellez: su emplazamiento


bien podría ser en el borde de Ledesma: Aldea D’Auila: Aldeadávila. El Obispado de
Zamora realiza la permuta y renuncia a sus derechos eclesiásticos.

En concreto, refiriéndonos a nuestra localidad, Corporario se ha asociado a


enterramientos o Corporales muy desde antiguo, aunque es posible que durante algún
tiempo se denominara Corpo-Darios, y Aldeadávila fue dominio de la Orden de Santiago,
como Barruecopardo y tantas aldeas del territorio de Ledesma, ya por los años 1172-
1190:

“Se vende Ciudad Rodrigo, Ledesma y Castrotorafe al maestre don Sancho


Fernández -de la Orden de Santiago- y a los demás freiles, en el año 1187 por

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parte del monarca Alfonso VIII” (Boletín de la Real Academia Española de la
Historia, 1885).

Estos “freiles”, además de guerrear al sur del Tajo, no pasaban hambre: “Alfonso
IX da a Sancho Fernández, maestre, la décima parte de las crías que tengan las ovejas,
vacas, yeguas y demás animales que posee el rey entre el Duero y la Transierra”, traigo a
colación esta cita porque nos indica que la propiedad en aquellos años no era de los
míseros campesinos, sino real, de señores feudales, y de la iglesia. Este maestre de
Santiago era poseedor de extensos lugares en la provincia de Salamanca, y debe ser el
mismo al que se refiere el autor Macías, en su “Historia de Salamanca”:

“Su sobrino Alfonso X el Sabio le hizo deán de Santiago, y consta en escrituras


que ya lo era en 1.255, así como Señor de los lugares de Revilla de Aldeadávila,
Villoria y Villoruela, Manceras…”.

Inscripción en la base de la cruz central de Santiago: “se hizo en 1500, a


devoción Purísima María…”

De esta época procedería la ermita de Santiago, situada en lo alto de la colina,


entre la calle Fuente de Santiago y La Lagona, en las cruces que guardan su recuerdo y
que se embellecieron en 1500 por una Cofradía.

Tenemos más documentación sobre las aldeas del territorio actual de Aldeadávila
en el mes de abril de 1269, gracias a una donación realizada4:

“et en Villoriola perpetuo et irrevocabilitier valitura, ac donatione qua in Ribiela, et


in Aldea de Avila et in Quintana pro me penitus revocata, loco cuius revocationis facte,
videlicet, de Ribiella, de Aldea de Avila, et de Quintana...”

4
MARTÍN MARTÍN, José Luis: “Documentos de las Archivos Catedralicio y Diocesano de Salamanca”, 1977.
Universidad de Salamanca. ISBN: 84-600-10171.

13
De esta manera sabemos que a finales del s.XII ya existía la ermita de Santiago
por una donación, y que ya estaban fundadas o refundadas Aldeadávila, Quintana, y
Ribiella (Rivas en el s.XVIII).

Cruces de Santiago, 1500. Decoración del pie en estilo gótico isabelino.

Éste es un punto para futuras prospecciones arqueológicas y de protección de


estas valiosas cruces renacentistas, las más antiguas de Aldeadávila. Esta primera etapa
medieval, no hay que buscarla pues, en las guerras contra Portugal- que he contabilizado
14 intentos por lo menos- sino en la retaguardia de las tropas leonesas, en tierras
productivas para ellos... Sin embargo, con Alfonso X “el Sabio” y Alfonso XI –“el
Montero”, por lo de cazador- la situación se invierte, y la prioridad pasa a ser la tensión
bélica con Portugal, lo que hace que por una parte se levanten fortalezas desde Alfaiates
hasta la ribera del Côa y Sabugal –incluyendo Mogadouro y Bemposta, así como las
fundaciones de Bruçó y Lagoaça- y por otra, se fortifique desde Fermoselle hasta Ciudad
Rodrigo y Coria, es el momento de la militarización de Aldeadávila, la población
aterrorizada, y pagando cada vez más impuestos en forma de ganado, cosechas, etc.

Arco de entrada a bodegas del siglo XVII, calle Corral de Tomás


(cortesía de Francisco Marquina).

14
5.- La primera construcción de iglesias

Dependiendo del “Arzedianato de Ledesma” y los arciprestazgos primeros de


Villarino y Aldeadávila, las primitivas aldeas del Concejo de Villa y Tierra de Ledesma, ya
tenían hacia 1265 la suficiente entidad como para buscar la financiación para la
construcción de sus nuevas iglesias, y esta información ha sido estudiada recientemente
por el profesor Bienvenido García Martín. Se trata de la primera lista de poblaciones
conocida hasta ahora en el “Condado de Ledesma”. El documento empieza:

“Summa Libro a todos los préstamos que la iglesia Catedral de la Ciudad de


Salamanca ha e tiene en la dicha ciudad e en sus tierras e término e en la villa de
Ledesma e su término e en la villa de Medina e en su término e en la villa de
Monleón, los cuales comienzan de esta manera”

En concreto, con referencia a las tierras de las Arribes, las poblaciones son:

Almendra, Travanca, Cabeça de Framontano, Villarino, Perenna, Bidola, Penalfange,


Fontes, Cabeça de Caballo, Villar, Simirera, Aveto, Massoco, Sarça de Canosapo,
Corporario, Aldeadávila, Mieça, Bilvestre, Barruecopardo, Sazele, Villabonos, Robredo de
la Casa, Milana, Saldenna, Valderrodrigo...

De esta primera época, una vez que la cultura árabe empieza a abandonar estas
tierras del Valle del Duero, se restablece formalmente el Obispado de Salamanca con
306 parroquias, englobadas en diversos “Arziprestazgos”, de los cuales podemos
destacar en el Oeste de la provincia: Aldeadávila, Ledesma, Villar de Peralonso, Villarino,
Vitigudino, étc., lo que indicaría la existencia de estas aldeas ya en época visigoda.

Seguramente nuestros lectores identificarán fácilmente en nuestra geografía


salmantina gran parte de estas poblaciones, aunque no todas... ello es debido a que muy
pronto, ya en el s. XIV empiezan a despoblarse algunas de ellas: Penalfange, Simirera,
Aveto, Robredo de la Casa. En el entorno de Aldeadávila se tienen contabilizados por los
documentos históricos algunos de ellos: Quadrilleros, Alcornocal. Otras aldeas no
aparecen por no ser del Obispado de Salamanca, y sí de Órdenes religiosas como la de
Santiago: Ribiella de Aldeadávila, Robredo o Robledo, Barrochopardo, Quintana, étc.

Sarcófagos paleocristianos o visigodos del sitio de (RIVAS)-El Encinal. Probable


cementerio del lugar de Ribiella (Rivas).

15
La división del territorio era muy grande, de lugares dependían pequeñísimas
aldeas con pocas familias, así tenemos Cornocal en 1.223, 5 de junio –en las
proximidades del actual Yacimiento de Siegaverde:

“Cornocal cum aldeis istis:

Nomos, Petro Amato, Quintana, Barrocalejo, Pedro Longo, Lalavida,


Castelejo y Aldeola, Torre de Adriano”.

“La Balía de Ledesma: iglesia de San Nicolás, Zafrón, Zafroncino, Santiz, Valle de
la Ossa, Moreiras, Sancta Marina y Golpejas de la Vega”.

Traemos a colación esta subdivisión de la Tierra de Ledesma, para ver la gran


cantidad de aldeas existentes entonces, y que se iban a ir conviertiendo poco a poco en
“despoblados”, así como la aldea de Sancta Marina, muy próxima a Ledesma, y ya
registrada a comienzos del s.XIII.

No obstante, la población de las aldeas es muy escasa, y los bienes que iban
acumulando estas iglesias, también muy pequeño, en detrimento de los diezmos que
cobraban todas las iglesias de la villa de Ledesma5 en 1.259:

“Acuerdo entre el obispo de Salamanca D. Pedro y el cabildo con los clérigos de


Ledesma, sobre la manera de repartirse los diezmos que vecinos de Ledesma
tienen en aldeas de ese término. Se resuelve pagando un tercio del diezmo a las
iglesias de las aldeas y los dos tercios restantes pasarán a las iglesias de Ledesma
donde resida el dueño de las tierras. Se añaden otras normas en la administración
de estos diezmos y las penas a quienes no cumplan lo convenido”.

6.- Los señoríos reales y las primeras torres defensivas

Pero muy pronto, todas las localidades que posteriormente (s.XVII) conformarían
la comarca de “La Rivera”, iban a ser testigos de la disputa entre infantes de la Corona
de Castilla y los regentes del Concejo de Ledesma; nos estamos refiriendo a los años de
1290 a 1322, a las Cortes de Castilla que se celebran repetidamente entre Burgos y
Valladolid, el texto es el siguiente, y están referenciadas al menos cinco copias:

“Otrosí que las villas é los logares que fueron de Don Alfonso fijo del Infante Don
Fernando, é de Don Sancho fijo del Infante Don Pedro, que son Beiar, é
Montemaior, é Miranda, é Granada, é Galisteo, é Alba, é Salvatierra é Ledesma
con todos sus términos, que estas dichas villas que non sean dadas a Reynos, nin á
infanzones, nin á ricos omes, nin á cavalleros, nin á los dichos Don Alfonso nin á
Don Pedro que se lama fijo de Don Sancho, nin á ninguno de los regnos nin de
fuera de los regnos, nin sean metidos á juicio, mas que finquen Reales segunt en
tiempo del Rey Don Fernando que ganó á Sevilla.

5
“Acuerdo de a10 de setiembre de 1259”, depositado en ACS, caja 14, legajo nº2-nº10.

16
Otrosí confirmamos al concejo de Ledesma que haian sus aldeas que son estas:
Penna, Villarino d’Arias, Darios, La Cabeza de fuera mercados, Aldea D’Auila,
Mieça...”

Este es el momento en que estas aldeas pasan de verdad al Concejo de Ledesma:


los campesinos de estas aldeas empiezan a tener unos mínimos derechos civiles, aunque
inferiores, desde luego, a los que poseían los habitantes de la capital ledesmina.

Trazado de las primitivas cercas medievales de Aldeadávila. En color rojo figura el


solar antiguo de la plaza, y en azul el perímetro elipsoidal de 820 metros, que
encerraba un área de 5,3 ha.

Primitivas cercas de aldea D’Auila: aspecto actual después de ocho siglos (no gozan de
protección oficial).

17
La construcción de la Torre, iglesia y las murallas no fue un hecho único
“grandioso”, al que los pecheros pudieran acceder a pagarlo, sino el resultado de un
proceso continuo de poblamiento, y sobre todo, de respuesta a unos estímulos exteriores
fuertes, como lo fueron el infante Sancho Pérez [1290-1315], su hijo D. Pedro [1315-
1322], la pérdida de Riba-Côa en 1297, Sancho el mudo-hijo del prolífico y salmantino
Alfonso XI-infante Sancho Alfonso [1331], infante bastardo Fernando Alfonso [1331-
1341], …en fin una pléyade de señores feudales segundones de la familia real, y que todos
ellos fueron “señores feudales” de nuestra tierra.

Es este infante Sancho I Pérez, quien tanto gustaba de “escapar” de su villa


ledesmina, quien se dedicó a recorrer las Arribes, en un momento de gran poderío militar
del joven reino de Portugal, gracias a su “Rey labrador”: dom Dinis. Como veremos
después, en el capítulo dedicado al Convento de Santa Marina, este infante tuvo un papel
especial en las Arribes de Ledesma, las entonces llamadas “a las arrivas de el Duero” ,
desde Monleras hasta Mieza, quizás fuera por los problemas en Ledesma, tal vez porque
frecuentaba la caza en la comarca con los monteros que tenía designados en cada aldea,
al igual que su abuelo Alfonso X el Sabio, así fue cómo el Iº Conde de Ledesma descubrió
la sepultura de la doncella Marina, y mandó levantar una pequeña ermita hacia 1.300,
podemos así decir, que sería Sancho I Pérez, quién aupó a la Aldea dÁuila a un nivel
superior. También pensamos que es de esta época la “reconstrucción de las murallas
árabes” de la aldea.

Torre de Aldeadávila. Sillerías del balcón perimetral del siglo XIV. Se aprecia la unión
entre las obras del s.XIV y la del XVI.

Estas mismas sillerías nobles, de piedra de Villamayor han sido reutilizadas en el


pueblo:

18
Calle el Pozo nº5, rincón del s.XVIII: sillería de la planta 3ª de la torre.

“Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300,
el infante D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya
siempre andaba fugitivo de la Corte, discurriendo por sus Estados los mas
cercanos à Portugal...”

Por aquella misma época, Mogadouro, cruzando el Duero, también vivía


fundaciones muy importantes:

El Rey Dinis se afirma que “fundó” la “freguesía” vecina de Bruçó,


viniendo de España:6

“Vindos de Espanha, el Rei Dom Dinis e a sua mulher, Dona Isabel de


Aragão, mais tarde Rainha Santa, a do milagre das rosas, passaram por
Bruçó e ali descansaram da jornada.

Vinham cheios de sede e repousaram junto de uma fonte, de água muito


fresca e saborosa, a hoje conhecida por Fonte Velha.

Era-lhes, porem, difícil de beber, pois não eram portadores de copos e a


água, boubulhava com força.

Traziam com eles um filho ainda criança que estava morto de sede. Então
El-Rei disse para a Rainha Santa:

“Isabel, ¡de bruços, de bruços!”

Então a Rainha poso o filho de bruços, e de bruços a criança bebeu.


Beberam, também de bruços, o Rei e a Rainha. Finalmente Dom Dinís disse:

6
“Lenda de dom Dinis em Bruçó”: “Jornal Pariço nº2”, abril de 1.980. Recogida en
http://www.bragancanet.pt/bruco/

19
“Daqui em diante, esta terra, onde bebemos de bruços água tão boa e
fresca, será chamada de Bruços”.

E, segundo a lenda, foi assim a través dos tempos, esta aldeia ficou a ser
designada por Bruçó”.

Hemos de decir que la traducción de su nombre portugués sería: “de Bruces”, y que
el lugar donde bebieron agua, se conserva y venera en el pueblo vecino como “Fonte
Velha”.

Vista de la Sala Capitular de la Torre-Fortaleza desde los muros


renacentistas, Aldeadávila.

La documentación portuguesa habla también en estos años de la existencia de


Brucó, Mogadouro, Lagoaça, y las murallas de la Villa medieval de Bemposta.

Inmediatamente después de la restitución de las aldeas de Las Arribes al concejo


de Ledesma, hacia 1338 todo el territorio de Ledesma vuelve a convertirse en señorío:

“Fueron los hijos de Alfonso XI y de su dama Leonor de Guzmán, que


sucesivamente poseyeron á Ledesma y Béjar con todo su territorio: de Sancho el
mudo nacido en 1332 pasaron hacia 1338, por haber resultado imbécil a Fernando
que feneció en 1344” (José Mª Quadrado: “Salamanca, Ávila y Segovia”).

Apenas pasados 20 años de la extinción del infantado de D. Pedro de Aragón, todas


las tierras de Ledesma, pasan al infante D. Sancho Alfonso en 1331:

“En este año nasció al Rey un hijo de Dñª. Leonor de Guzmán, que llamaron D.
Sancho, y dióle el rey (Alfonso XI) el señorio de Ledesma y á Béjar, Galisteo,

20
Granadilla, Montemayor, Salvatierra y otros lugares, y el rey no podía por
entonces yr a socorrer á Gibraltar por la guerra que le hazian D. Juan Manuel é D.
Juan Núñez señor de Lara”.

(“Memorial histórico español”, de la Real Academia de la Historia, Tomo VIII,


Madrid, 1885).

Este traspaso continuo del Señorío de Ledesma entre segundones de la casa real,
dura hasta los infantes Enrique y Pedro de Aragón, que son aquellos a los que se refería
el poeta César Manrique en “las Coplas a la muerte de mi padre”. Es conocido que los dos
hermanos, se opusieron por las armas a Juan II de Castilla, rey con muy poca fuerza, y
muy disputado. El profesor Benito Ruano señala que eran más ricos que el propio rey.

El infante Enrique se aficionó a las ciencias, y llegó a ser rector de la Universidad.

Pero de los dos hermanos, quien más iba a significarse en el oeste de Salamanca y
de Extremadura fue el infante D. Pedro, que participó activamente en las luchas en esta
parte del territorio, entre 1426 y 1431. Su captura, en 1429, vino a traer un poco de paz
en el Oeste de salamanca, al exigírsele por Juan II, para su liberación, la entrega de
todas las fortalezas y posesiones que allí tenía junto con su familia.

Así era el “Crucero” renacentista de la Iglesia de Masueco de la Ribera en 1.953.

Todas estas acciones fueron desarrollando en Aldeadávila, un concejo distribuido,


dentro de las cercas en cuatro barrios históricos: Barrio de Abajo, Atalaya, Peñas y
Barrio de Arriba, que perduraron hasta el s. XVII, fecha en la que la población alcanza
los muros, y empieza a realizar cortes o aberturas en ellos.

Lo que nos interesa es conocer qué derechos recogían los Fueros de Ledesma, y
qué privilegios les habían concedido los monarcas a fines del siglo XV:

o En 1462: “que se dejasen pasar las mercadurías y demás bienes que se


condujesen por la villa de Ledesma”7.

o En 14638: “Primeramente, que el dicho señor conde plega de guardar e


mandar guardar todas las livertades e franquezas, esençiones, previllejos e
merçedes e fueros e husso e costunbres que la dicha villa e su tierra e los

7
Escrito en Madrid, a 12 de marzo de 1462. Archivo ACDA, nº3, legajo 1, nº5.
8
Valladolid, 14 de enero de 1463. “Documentación medieval del Archivo Municipal de Ledesma, 1986”, doc. 86,
p.173. J.M. Monsalvo Antón y A. Martín Expósito.

21
cavalleros e escuderos e otros vezinos e moradores e personas heredadas
en ella e en su tierra tengan, segund que fasta o y por el dicho rrey don
juan, de gloriosa memoria, e por el dicho señor rrey don Enrique, su fijo an
sido guardadas”.

Estructura de Barrios históricos en Aldeadávila.

Los siglos XV y XVI fueron un momento de florecimiento económico, de


alejamiento de las luchas principales, y de agrupamiento de la población, ello fue debido
otra vez más a estímulos ajenos al pueblo, pero del que sacaron provecho: el regidor de
Salamanca García de Ledesma, entre 1480 y 1494 intenta apropiarse de los ricos
campos de Aldeadávila y Masueco, para convertirlos en un latifundio particular. No lo
consigue en Aldeadávila, pero sí en La Zarza, donde se distribuyen a medias todo su
territorio con el Licenciado Pumareda. Es lógico pensar que toda la población de La Zarza
se marchara pobre y sin tierras a Aldeadávila, a finales del s.XV.

Éste no es un caso aislado, lo mismo pasa en Villarino y Travanca con el noble


Gonzalo de la Merca y en Pereña con Pedro de Miranda. Fruto de estas tensiones, la
población, temerosa se agrupa: se abandonan los lugares del Alcornocal , de Rivas-
probable solar de la ermita de San Pelayo- y de Quadrilleros- que estaba situado junto a
la ermita de San Sebastián-. Por éste último hay tensiones a fines del s.XV entre
Corporario y Aldeadávila, y finalmente ésta enriquece su término jurisdiccional
enormemente, dibujando los términos municipales que conocimos hasta 1974. Las
diferencias entre los pueblos, a veces, vienen de muy atrás…

22
La pertenencia de la comarca de Las Arribes al Duque de Alburquerque, una de las
figuras más sobresalientes del reinado de Enrique IV, genera mayor confianza en la
población, un orden en la distribución de ganancias-aunque injusto- una donación para
embellecimiento de iglesias, la creación de cillas con usos y medidas normalizadas, y en
general un incremento de la población, y un enriquecimiento de determinadas familias. De
esta época procederían los bellos arcos ojivales de los coros de la Torre de Aldeadávila,
y el embellecimiento de las Torres de Pereña y de Masueco, con las típicas bolas del arte
gótico “isabelino”, como ocurrió en tantos otros lugares, gracias a donaciones de D.
Beltrán.

La muerte del rey, o la prolongada edad de D. Beltrán, que ya había traspasado el


Condado y Ducado a su primogénito Francisco I, hace que determinadas figuras de la
baja nobleza, y procedentes de la capital o de Ciudad Rodrigo, intenten instigar a aldeas
con un rico y extenso territorio, tal como es el caso de Aldea de Ávila y de Masueco:

“Citación del Consejo real, reunido en Medina del Campo, el 10 de mayo de


1494: 9

“Para que García de Ledesma, vecino de Salamanca, se presente ante el Consejo


Real, y no moleste a los vecinos de Aldea de Avila y de Masueco, con excomuniones
, amenazas de don Francisco Flóres, arcediano de Castela, y Provisor del Obispo
de Salamanca…”

Arco ojival fines s.XV, planta del Coro alto de la Torre de Aldeadávila. Data de la
época del I Duque de Alburquerque D. Beltrán de la Cueva.

La situación en toda Salamanca a fines del s.XV, es de mucha tensión,


expropiaciones de tierras, ajusticiamientos y bandería; y por los caminos de Pereña y de
Aldeadávila, se vieron emigrar a Portugal en 1494 los judíos de Ledesma, y las pocas

9 “Registro General del Sello”- Archivo General de Simancas, publicado por Casa Martín en 1950, p. 271. Tomado
del Asiento nº 1799: de la obra 11. Signatura: RGS, 149405, 139. Cód. Ref: ES.47161. AGS/1.1.31.1.1113.8//RGS,
149405/139.

23
familias judías de las Arribes, que las había, sobre todo en Vilvestre, núcleo más
importante de la comarca. Es el momento del episodio de Pedro de Miranda, conde
gallego que se rebela y se “acastilla” en la Torre de Pereña, y que tuvo que resolver
finalmente la propia reina Isabel de Castilla.

El Santo Cristo del Humilladero de la Cruz era una devoción muy arraigada en la
provincia de Salamanca, y sobre todo en las Arribes: está documentado en el s.XVI en la
mayor parte de las poblaciones: Villarino, Pereña, Masueco, Corporario, Mieza, Vilvestre,
Saucelle. Aldeadávila parece incorporarse tarde a esta lista, no será hasta la primera
mitad del siglo XVII, una vez se haya completado la unión o amalgama de los diferentes
núcleos poblacionales, y terminada la obra de reforma de la Iglesia de San Salvador y de
su Torre-Fortaleza.

Santo Cristo del Humilladero. Muro del s.XIX (1.812), cara Sur. Obsérvese la
diferente hechura.

Una vez más, esta obra del “Humilladero del Santo Cristo” de Aldeadávila se
realiza en dos fases: primera mitad del s. XVII los gruesos muros de la capilla, y finales
del siglo XVIII se construye la entrada actual, hecho que queda marcado por la pobre
mampostería de las paredes, los aleros y la ubicación de la primitiva campana del s.XVII.

Esta segunda fase del Humilladero se remata o reconstruye en el año 1.812, como
se ha grabado en la piedra del arco de entrada10. Parece ser que la marcha del
destacamento francés causó destrozos en todas las construcciones señeras de la Villa, y
aún hoy no sabemos el alcance de su destrucción. Coincide también con estos años 1811-
1812 la reconstrucción de casas y pequeños palacios en la Calle Poza, en aquellos años una
especie de “Gran Vía” de Aldeadávila.

10
Esta inscripción se ha descubierto en la restauración que está realizándose en noviembre de 2.009, por
los trabajadores.

24
7.- La significación del lugar de La Verde o Santa Marina

La bonita leyenda de Santa Marina podría ser también una particularización


hecha en Aldeadávila, debido al grado de aislamiento que hemos comentado con
anterioridad. Esta hipótesis viene reforzada por el hecho de que en la Zarza de
Pumareda, distante tan solo 6 Kms. la versión de la santa o beata es distinta, y también
en Mogadouro y Lagoaça, donde se afirma que su nacimiento no tuvo lugar en “las Uçes”,
ni tan siquiera que sea española, sino natural de Lagoaça, y el mismísimo “Abade de Baçal
“afirma esto, y que su cabeza se conserva incorrupta en la parroquia de dicho pueblo
(Baçal, distrito de Bragança).

La transcripción más antigua de la leyenda, trata del año 1.776, y tenemos que
agradecérsela al párroco de La Mata de la Armuña, Bernardo Dorado11, quien se dedicó
a recorrer la provincia, como historiador aficionado, y destaca en la Comarca de Ledesma
al Monasterio de la Verde, como uno de los dos más significativos. Además se
corresponde con el momento de esplendor del Convento y de la devoción comarcal:

“Antes de tratàr de los Venerables Prelados de nra. Esclava Iglesia referirè dos
célebres Monumentos suyos, que tenemos en el Obispado, que cede honra y gloria
de Dios, y credito suyo. Uno consta por mèra tradicion de que tenemos ciertos
vestigios, y el otro por instrumentos evidentes:

El I. es el célebre Santuario de Sta. Marina, oy Convento de Religiosos


Franciscos de la Provincia de S. Miguèl llamado de la Verde à las Riveras de el
Duero, Jurisdicion de la Villa de Aldeadabila, cuya vida refiere la devocion de la
manera siguiente:

“En el tiempo que los Moros se apoderaron de nra. España, discurriendo por toda
ella llegaron à un grande Pueblo, oy corta Aldèa cerca de el Duero, y sitio donde oy
el Convento de la Verde, llamado La Suces (cuyo nombre aún retiene) sus
Moradores huyendo la barbara furia procuraban evitàrla, poniendo tierra por
medio, unos retirandose à las Montañas, y defendiendose otros entre las breñas y
matorràles de las arrivas de el Duero; un Moro alcanzó à ver a una doncellita, que
amedrentada iba escapando al referido sitio, empeñòse el barbaro en seguirla
para saciar su deshonesto apetito, yà llegaba Marina (que este era el nombre de la
doncella) al Duero sin poder librarse ni tener otro amparo que el de Dios, à quien
clamaba en aquel aprieto: metiòse en el hueco de una peña; llegò el denodado Moro
en su alcance pensando la tenìa ya en su poder; pero, ò poderoso Dios!
Estremeciòse la peña con un paboroso ruido, abriendo puerta para defensa de
Marina, y cerrandola al lascivo Moro, dexandole lleno de temor y espanto; asi es
comun tradicion de toda aquella comarca, y otros refieren este mismo caso no à la
invasion de los Moros en sus principios, sino al tiempo de la esclavitud, y es de lo
mas verosimil, aunque ignoremos su preciso y determinado tiempo.

Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300. el infante
D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya siempre andaba
fugitivo de la Corte, discurriendo por sus Estados los mas cercanos à Portugal,

11
“Compendio histórico de la ciudad de Salamanca, su antigüedad, la de su santa Iglesia, su fundación y
grandezas que la ilustran”, Salamanca, 1.776, por D. Bernardo Dorado, pp. 66 a 71. Reimpreso por Editorial Maxtor en
1.985, ISBN: 84-976-13-694.

25
llegò a este sitio à caza con los suyos, y avisados de los perros fueron al parage
adonde ladraban con aìnco, y llegando à la entrada de una cueba sintieron todos
una suavisima fragancia, è informados por los Naturales de el Paìs de la doncella
Marina sacàron de el sitio con ternùra y devocion las santas Reliquias, que
hallaron, y queriendolas llevàr à Ledesma à 200. pasos, que havian dado, sintieron
un peso tan intolerable, que viendo ser inutiles sus esfuerzos y diligencias,
facilmente conocieron ser voluntad de Dios, que quedàse su sto. Cuerpo para
honor de aquel desierto teatro de su angelica vida y virtudes; por lo que el Sr.
Infante mandò fundar una Hermita con el nombre de Sta. Maria de el
Manzanedo, en donde depositaron tan venerables Reliquias: asi estubo hasta que
por los años de 1413. viendo los devotos quasi arruinada la Hermita la renovaron.

Pero siendo miu frequentes y furiosas las avenidas de el Duero quisieron los
vecinos de Aldeadabila afianzarla, y ponerla mas en salvo, entregandola à los
Religiosos de S. Francisco de la Provincia de Santiago en el de 1444., los que
con su acostumbrado zelo y limosnas de los Lugares Vecinos asì Castellanos como
Portugueses fundaron su Monasterio mui curioso, aunque reducido.

Dividiòse la Provincia de Santiago, haciendo de toda ella otra, que es la de S.


Miguèl, y en su repartición cupo este Convento à esta en el año de 1548. Es esta
casa, y ha sido mui venerada y visitada de los Pueblos, haciendo Dios por su
intercesion en todas edades y tiempos infinitas maravillas: venerarse en el
Sagrario de este Religioso Convento la cabeza de la Santa, y las demàs religiosas
estàn colocadas en el Altar mayor, y en èl hai gravàdo un letrèro, que he leìdo, y
dice:

“Hic jacet Corpus humillissimae et devotissimae Servae Dei Marinae, quae


in hoc loco extremum clausit diem, ad cujus honorem haec domus
aedificata fuit”

Después de la amplia documentación que hemos podido manejar, el Convento


franciscano de Laverde, contribuyó muy ampliamente a incrementar el liderazgo de
Aldeadávila en la comarca, y a agrupar a ésta como región con características propias
muy diferentes al del resto de la provincia de Salamanca: tradiciones ancestrales, música
popular, gran tradición de vocaciones religiosas en Aldeadávila, y sobre todo la peculiar:
“Habla de la Ribera”. De hecho se decía de Aldeadávila, que casi un tercio de sus hijos
eran religiosos, o que no había familia que no tuviera alguno.

Antes que Santa Marina, fue llamado La Verde, y era un lugar estratégico en el
camino que venía desde Ledesma, y atravesaba Aldeadávila y Rivas con dirección a
Portugal, y a Mieza, Vilvestre y Barruecopardo. Se conservan tramos de la calzada
empedrada, y documentación militar del s.XVIII que indica que era el único camino de
Las Arribes que admitía la circulación de carros con propósitos militares.

26
Mapa de las poblaciones de la Vicaría de Barruecopardo y de la antigua Roda de
Mieza, y pertenecientes en 1787 a la Orden de Santiago (“Partido y Vara de
Castrotorafe”). El mapa es muy anterior, y se ven poblaciones como Rivas (Ribiella),
Ausente y La Verde.

Pero donde mejor encontramos un completo recorrido histórico de lo que supuso el


Convento de Santa Marina de la Verde, es en el libro de Jaime Pinilla González12, ya del
año 1.978, y anterior por tanto a la obra de Luis Mata. De este recorrido por el arte
salmantino, tomamos nuevas citas históricas que completan el cuadro:

“Además de González Dávila y Bernardo Dorado... estuvieron en el convento el


cronista de la Orden franciscana Gonzaga. Contamos con una crónica no muy
extensa escrita por un miembro del convento Fray Juan de San Antonio, en 1742
-época de esplendor del convento- de la cual se halla una copia moderna en el
Archivo Diocesano. ...Nos proporciona de primera mano datos sobre las obras
realizadas en el monasterio durante el siglo XVIII. La documentación se reduce a
un inventario, proveniente del monasterio de Santa Clara de Ciudad Rodrigo, y que
se haya conservado en el Archivo Diocesano de dicha ciudad. Fray Juan nos
cuenta que en el lugar de Nuestra Señora de Manzanera o Manzanedo ya existía
una ermita, que después ocupó el Convento. Los hermanos de la Orden franciscana
vivían allí como ermitaños dependientes del Convento de Santa Clara de Ciudad
Rodrigo. Según Bernardo Dorado, el fundador de la ermita había sido el infante
don Sancho, Señor de Ledesma... La existencia del convento arrancaría en el año

12
“El arte en los monasterios y conventos despoblados de la provincia de Salamanca”, Jaime Pinilla González.
Ediciones Universidad de Salamanca, año 1.978. ISBN: 84-748-100-27, pp.119 y ss.

27
1444, en que los Señores de Ledesma entregaron la ermita a la “provincia de
Santiago”, para que edificaran allí el Convento.

En el archivo se conservaba una bula pontificia del año 1445 por la que se
concedían indulgencias a los que ayudasen con sus limosnas a las obras del
convento13. Probablemente la bula fue concedida a instancias de los condes de
Ledesma, quienes eran considerados sus patronos. De ello también quedaba
constancia en el archivo, en cuyo inventario se especificaba en 1695, en que el
Duque de Alburquerque14 daba cada año al Convento una limosna de 300 reales de
la que no existía documento de donación.

La obra realizada entre aquellos años (aprox. 1444 a 1700) debió ser modesta y
de pequeñas dimensiones, por cuanto no habitaban en el Convento más de 12 ó 15
religiosos,15lo que es confirmado por el Censo de 159116 y así permaneció mucho
tiempo. En el “Concilio de León” celebrado por la “Provincia franciscana de
Santiago” en el año 1523 se acordó establecer un “Estudio de Gramática” en el
Convento de Santa María de Manzanedo o Laverde17”.

Con relación a la obra arquitectónica del antiguo Convento y su Iglesia, lo más


interesante es la portada, obra del siglo XV, formada por un arco de medio punto de gran
dovelaje, flanqueado por escudos con las armas de D. Beltrán de la Cueva y de Doña
Mencía de Mendoza, primeros Condes de Ledesma; sobre él se encuentra también una
hornacina de medio punto. Se halla enmarcado por un alfiz, en el que se aprecian restos
de pintura artística imitando sogueado y con huella apreciables de decoración con temas
vegetales, tan del gusto de los franciscanos.

La nave, probablemente estuvo cubierta con armadura de madera, siguiendo


también el modelo franciscano, durante la reconstrucción efectuada por Iberduero en
1.958, en cambio, fue sustituida por una nueva bóveda de medio cañón.

La cabecera es sin duda, lo más antiguo del edificio, y formaría parte de la ermita
primitiva –finales del siglo XIII- con la forma de un cuadrado de 5 metros de lado
abierto a la nave, otra vez con arco de medio punto sobre impostas de nacela. De sus
dovelas, algunas conservan pinturas de zarcillos y temas vegetales. Se cubre con bóvedas
de crucería semejantes a las de la Catedral de Ciudad Rodrigo- donde tenía su Convento
“madre” de Santa Clara-.

Según el investigador de arte salmantino Gómez Moreno, es muy probable que la


cabecera se corresponda al s.XIII, aunque afirma que la rudeza de los elementos no
permite completamente precisar la fecha concreta. En su costado derecho se abre una
capilla, probablemente contemporánea de las obras del convento-s. XVIII-.

Es importante ver que Rivas estaba perfectamente comunicado con Mieza y


Vilvestre y con Laverde, siendo una puerta a dichos pueblos.

13
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p. 16.
14
D. Francisco V Fernández de la Cueva y la Cueva.
15
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p.17.
16
“A.G.S.”, nº24, legajo 1301.
17
“Crónica de la provincia franciscana de Santiago”, p.44.

28
Mientras tanto, Don Beltrán de la Cueva, I Duque de Alburquerque y Ledesma, se
preocupaba de los asuntos de Estado, por ser el principal ministro y valido de Enrique IV
de Trastámara, pero también de sus patronazgos, entre ellos el de Santa Marina, antiguo
cenobio al que dedicó mucho dinero para su restauración, y mantenimiento del oficio en
su capilla. El emplazamiento era idóneo para que los eremitas se asentaran en él, ya antes
de la repoblación, por su buen clima, cultivos mediterráneos, abundancia de agua, y por
estar enclavado en el mejor paso natural de las Arribes hacia Portugal. Dicen los
mayores, que antes de la construcción del Salto, allí existían diversas grutas naturales
con grabados rupestres, al igual que en Pereña, Masueco, y en valles del Côa.

Se comienza la reconstrucción del antiguo cenobio en 1445, pero lo termina y


amplía D.Beltrán, también con el ánimo de acercar al mayor número de frailes
franciscanos posible. Según el investigador salmantino Gómez Moreno: “la capilla
primitiva del convento data del s.XIII”, época que coincide con la fundación de las
iglesias y ermitas de Aldeadávila y Corporario, menos el Humilladero. Este convento
atrajo desde esta época a la juventud de la comarca, que acudían con el ánimo de
formarse, o en otros casos de obtener buenos puestos en la carrera eclesial: muchos de
ellos destacaron en América en los s.XVII y XVIII.

La creación de las rodas de la Tierra de Ledesma, se hizo en el siglo XIV, pero su


papel importante comienza en el s.XV, y su denominación claramente marca los límites de
la Comarca de Ledesma: Villa de Ledesma (489 vecinos), Roda del Campo (450 vecinos),
Roda de Çiperez (515 vecinos), Roda de Garçi-Rey, Roda de Mazuecos (1014 vecinos),
Roda de Mieça ( 585 vecinos), aunque también se trata de una organización defensiva,
administrativa y poblacional. De esta misma fecha (S. XIV) data la reorganización
eclesiástica, sin duda dictada desde la Villa de Ledesma, que mantiene el arciprestazgo
de Villarino, pero anula otros como el de Aldeadávila, y crea los curatos o beneficiados,
un poder económico importante, organización intermedia entre las parroquias y los
arciprestes.

Los concejos, y sus figuras políticas, de justicia y administrativas: justicias,


alcaldes, regidores y procuradores, ya están creados en esta época. Lo sabemos por un
documento de esta época y referente a Masueco y Mieza:

“los justicias de Masueco y Mieza, así como los alcaldes, regidores y procuradores
de los dicho lugares y concejos (cuyos connombres dícese literalmente en tal
documento- e aquí por puestos-) a petición del procurador Cubillas, para que…”

29
Histórico Barrio de Abajo de Aldeadávila. Vista de la Torre, junto a la puerta
de Abajo (obsérvese la convergencia de las casas).

La denominación de “Barrio de Abajo” sin personalidad, sin un nombre propio, no


deja de sorprendernos. Una hipótesis que se ha lanzado es que pudiera indicar la
existencia de un núcleo ya existente, para cuando llegaron los primeros repobladores…

La situación a finales del s.XV y comienzos del XVI, justo cuando se vislumbran las
nuevas ideas que pronto llegarían con el Renacimiento es de un claro enriquecimiento de
los principales pueblos (entonces aldeas) de Las Arribes, en comparación con sus vecinos
de La Ramajería: ello provoca que entre 1500 y 1508 los regentes del Concejo de Villa y
Tierra de Ledesma decidan establecer nuevos censos de población aldea por aldea, no
sin gran oposición de vecinos enriquecidos que veían en éstos una excusa para subir los
impuestos –que siempre gravaban más a las aldeas en comparación con la Villa- como es el
caso de vecinos de Monleón y del Concejo de Aldea en pleno de Aldeadávila. Veamos lo
que dice el autor José Luis Martín Martín en su estudio sobre el Concejo de Villa y
Tierra de Ledesma: (Libro: La Península en la Edad Media. ISBN: 84-7800-411-4).

“En el caso de Ledesma y su Tierra hemos conseguido una documentación que no se


libra de alguna limitación, pero que presenta, al mismo tiempo ciertas ventajas. La
principal de ellas es que contamos con dos padrones de vecinos, uno de la villa y
otro de las aldeas18, que detallan el nombre así como algunos aspectos económicos
y sociales de los cabezas de familia, que parecen bastante completos y elaborados

18
“El Padrón de la Villa de Ledesma se encuentra en el Archivo de la Real Chancillería de
Valladolid, Sala de los Hijosdalgo, caja 76,2 (en adelante será citado como SH 76,2). El Padrón de las
aldeas de la tierra se encuentra en el mismo Archivo, Sección de protocolos y Padrones, Caja 142,28 (en
adelante Chancillería, SP, 142,28) ambos inéditos y sin estudiar hasta el momento que se sepa”.

30
con esmero, pues contienen numerosas anotaciones justificando la imposición19;
además, las correcciones se hacían con sumo cuidado, en ocasiones delante del
rodero. Ambos censos parecen casi coetáneos pues fueron redactados a finales
del siglo XV o en la primera época del XVI.”

El Padrón de las aldeas es anterior, y está catalogado en 1500, lo que


demostraría la intencionalidad de gravar fiscalmente principalmente a las aldeas, y de
alguna manera conseguir beneficiar a Ledesma, ante el crecimiento tan grande de algunas
poblaciones. Sabemos lo de la fecha redonda de 1500 porque al presentar el listado de
los hidalgos de Pereña, declararon:

“en diez e nueve de hebrero de quinientos años”

El “Censo de las aldeas” contiene algunos datos interesantísimos de 1506, 1507


y 1508, guardados en “Chancillería, SP, 142,28, fol. XXVIII v: relación de monteros de
Pereña en 1508” y en el folio XV v la citada protesta de los procuradores y regidores de
Aldeadávila, formulada el 26 de febrero de 1508”.

El censo de la Villa de Ledesma lleva fecha de 15 de octubre de 1509, después


incluye algunas anotaciones posteriores, pero en todo caso estaba ya siendo utilizado
desde el año 1508.

Este período que va de 1500, fecha de la construcción de las Cruces de


Santiago al 26 de febrero de 1508, protesta formal de los dos Procuradores de
Aldeadávila y de sus dos Regidores ante el Concejo de Ledesma reunido, incluido el
rodero de Masueco podemos considerarle como el inicio del Concejo de Aldeadávila, hoy
denominado Ayuntamiento. Las Cruces significarían la independencia del pueblo, así como
el derecho de sus gentes a organizarse y dirimir los pleitos y las penas, sin necesidad de
acudir a Ledesma. Éste sería el sentido último de las Cruces de Santiago.

Esta rebeldía de los munícipes de Aldeadávila, sin duda alentadas por la gran
prosperidad, fue seguida por todas las gentes del pueblo, que veían en ella una forma de
pagar menos impuestos y prosperar. Esta rebeldía sería castigada, razón por la cual
poblaciones tan importantes como Pereña y Aldeadávila no fueron nombradas cabeceras
de roda20. El castigo se ampliaba a la no autorización del Arcedianato de Ledesma a la
aldea para mejorar su iglesias y ermitas, el favorecer quizás a nobles como García de
Miranda la expulsión de vecinos o la compra de terrenos, e incluso la expulsión del
Beneficiado de Aldea de Ávila…

19
“El de las Aldeas incluye algunos intentos de ocultación o engaño, que fueron castigados con la
humillación de quien los protagonizó, como se puede observar en Revilla manifestaciones de protesta en
Monleras y el rechazo de todos los representantes del Concejo de Aldeadávila en fol. XX…”
20
“Se trata del término que se empleaba para designar cada una de las circunscripciones
administrativas en que se decidió dividir la Tierra de Ledesma: emendose delante del rodero, porque
avía avido hierro” (Chancillería SP, 142,28 fol. LXIII v.

31
Rincón histórico del Barrio de “Peñas” (anterior al s.XIX).

8.- El crecimiento demográfico en el Renacimiento

El Renacimiento también se dejó sentir en estas tierras: las rodas de Masueco y


Villarino crecen mucho, pero sobre todo Aldeadávila, con una floreciente agricultura y
comercio: 210 vecinos pecheros, y Corporario, dado lo limitado de su territorio se
queda en 49 vecinos. Pero también con unos sistemas de defensa militares, que facilita
que las gentes de La Zarza se añadan a la población. No obstante, Aldeadávila no logra
ver reconocido su dinamismo, quizás por discrepancias con los regentes de Ledesma,
quizás por una falta de pasado “noble”.

La composición de la población en Aldeadávila era la siguiente: 151 vecinos


pecheros, 3 hidalgos pobres y 210 vecinos en total. En Corporario: 28 vecinos pecheros
y 49 vecinos en total, lo que refleja una población aproximada de 1000 habitantes para
Aldeadávila y de 220 para Corporario. No incluyen en el Censo a los nobles, eclesiásticos
y a los “pobres de solemnidad”. La cabecera de la roda Masueco contaba con 112
vecinos pecheros y 140 vecinos en total, sin ningún hidalgo.

En Aldeadávila y Masueco: el porcentaje de vecinos pecheros es respectivamente


del 72 y 80%, lo que reflejaría menor porcentaje de pobres, y mayor número de
hidalgos en Aldeadávila, y en Corporario del 57%, evidencia de que el pueblo se estaba
empobreciendo.

32
La “Roda de Masueco” contaba entonces con las poblaciones de : Aldeadávila,
Masueco, Brincones, Iruelo, Corporario, La Peña, Ahigal, Cabeza del Caballo, La Vídola,
Fuentes de Masueco, Valsalabroso, Las Uces, Villar de Ciervos, Robledo Hermoso,
Sanchón, Manceras, Carrasco y Guejuelo ordenados por población total. También existía
la “Roda de Villarino” en la que estaba incluida entre otras Pereña.

Esto se nota en una gran actividad: se celebran contratos de herencias y compra-


venta de tierras, como el realizado por el Bachiller Francisco Bravo con las monjas
Clarisas de Salamanca en 1501, o la correspondencia del cura de Aldeadávila
“Licenciado de la Torre” con el propio rey Fernando en 1506, a cuenta de
desavenencias con el Arcediano de Ledesma . En el “cedulario del Rey Católico”,
fechado entre 1508 y 1509, aparece Aldea de Avila, en la sección 569. En dicho
documento, el Licenciado de la Torre, beneficiado de la parroquia de Aldea de Avila,
intercede a través del Reverendísimo Cardenal de España – Cardenal Cisneros- ante su
majestad d. Fernando I el Católico. Éste se lo pide a su primo, el Duque de
Alburquerque, para que le restituya en el puesto. Había sido cesado por el Arcediano de
Ledesma. Este documento está fechado a 16 de abril de 1508 en Valladolid.

Las “Rodas de la Tierra de Ledesma” tienen derecho a celebrar contratos y


registrar documentos, ya hacia fines del s.XV, fue celebrada con el derecho a tener un
escribano público en el concejo, y gracias a este sistema aparecen los primeros
documentos notariales:

En el año 1505 está registrado en el Archivo General de Simancas, un pleito civil


por diferencias sobre las propiedades:

“Pleito de Juan Díez de Aldea de Ávila contra Alonso Santiago de Ledesma, en


1.505” 21

En el año 1506 se decide celebrar las “Cortes del reino” en Salamanca, para
arreglar las desavenencias que produjo el testamento de doña Isabel, con relación a la
regencia del reino que estaba llevando don Fernando.

Poco después, ya con Felipe II, la economía cobra un nuevo impulso con las
primeras remesas de América, y con la creación en nuestra tierra de los llamados
“estancos del tabaco, la sal y de las especias”, en los que se enriquecieron familias de
nuestro pueblo, como pudo ser el caso de los Pozo y los Caballero, pero también de
numerosos judíos conversos que regresan de Portugal en diferentes remesas (entre
1580 y 1640); éste es el caso de Ana Rodríguez de Paz, Joseph de Paz, y de tantos
otros. Conocemos estos casos porque pronto empiezan las denuncias de los llamados
“cristianos viejos”, que no era tanto un problema religioso, sino más de índole de
rivalidad en los negocios. Estos dos que hemos nombrado fueron juzgados en la Cruz del
Rollo, a causa de juicios realizados por los inquisidores del Tribunal de Valladolid. De
esta época es también la costumbre de marcar en la fachada cruces, y símbolos
religiosos católicos, en un afán por distinguirse como “cristianos auténticos”.

21 Este Alonso Santiago de Ledesma, 1505 pudo ser por las fechas, bisabuelo del Alonso
Santiago, que nace en Aldeadávila en 1617, y proceder esta vinculación con las propiedades que se
litigian en este Pleito.

33
Los nobles de Ledesma empiezan a tener negocios florecientes en las aldeas y
concejos de Las Arribes, incluso a establecerse definitivamente en ellas. Es el caso de
Alonso Santiago (n. 1.617) y de Alonso Caballero (n. 1.612) que casa con Catalina Maya.
Ambos son Caballeros de la Orden de Santiago.

Escudo en un palacete del Barrio de “Peñas”.

La situación en las localidades principales de las Arribes es muy floreciente, y los


mozos pueden permitirse el costear festejos, como el caso de las fiestas del toro. Lo
habitual en la segunda mitad del siglo XVI parece ser lidiar y torear un toro. Ya antes
de 1.565 está comprobada la presencia de estas fiestas en Aldeadávila y en Ciudad
Rodrigo.

El autor Eusebio Fernández ha extractado de los archivos municipales que en


1.575 los mozos de Aldeadávila vuelven a comprar un toro, después de 10 años de
prohibición eclesiástica; para ello el pintor Juan Bautista22 entrega como aportación la
cantidad de 10 ducados. Como bien señala Grande del Brío, es probable que el toro
fuera conducido hasta la localidad por el propio pintor, incluso que lo torease, ya que en
aquella época era símbolo de distinción realizar lances a los toros.

Por aquel entonces, en Ciudad Rodrigo la afición también era grande, y la


prohibición llegó nada más y nada menos que de mano del Papa: “En Ciudad Rodrigo, en el
siglo XVI se corrían toros en la Plaza Mayor todos los días de fiesta en verano, y a
veces también en invierno. Era tal la afición mirobrigense a los toros, que cuando el
Papa prohibió las corridas “a coso cerrado” descubrieron la manera de burlar esta

22
Participa en el embellecimiento de retablos y tallas de la iglesia de San Salvador. La propia
existencia de estos artesanos es una muestra más del enriquecimiento de estas poblaciones.

34
prohibición, y comenzaron a correr los toros por las calles de la ciudad cerrando las
murallas, incluso por las noches”.

Lo que más sorprende de esta época, fue la recolocación de 23 familias moriscas


de Andalucía y Levante en Aldeadávila, allá por el año 1589, máxime cuando en toda la
comarca de Ledesma, sólo la cabecera del terrazgo admite 1 familia. Estas familias se
destacaban fundamentalmente por la agricultura, y hubo que repartirles tierras que
anteriormente eran comunales, quizás sea ésta la causa de su incorporación al pueblo,
sin duda dictada por el Duque de Alburquerque. Por otra parte, como todo el territorio
“intramuros” estaba prácticamente ocupado, salvo la zona SE, se les ubicaría en este
punto conformando lo que se denominó “Barrio de Arriba”: sus descendientes
necesitaron abrir hasta cinco brechas en las cercas, para poder expandirse, y abrirse
camino hacia la calle la Sierra, todavía hoy dominada por una construcción mucho más
humilde.

Reproducción de campesinos moriscos

Poco después, en 1605, y coincidiendo con la estancia del Visitador del obispado
de Salamanca, sabemos que Corporario se ha estancado en 50 vecinos, mientras que
Aldeadávila ha aumentado hasta 304 vecinos, de los que más de 25 serán familias
moriscas, que ya empiezan a mezclarse con la población del pueblo; esto nos daría una
población para el conjunto de los dos pueblos de 1600 ó 1700 habitantes, puesto que
hay que contar con la población eclesial y los hijosdalgo, entonces numerosos. Es decir,
en un siglo la población de Aldeadávila crece un 43%... se está preparando el camino
para su declaración como “Villa eximida”. El cuidado de todas las ermitas e iglesias es
bueno, tanto en Aldeadávila, como en Corporario, pero sorprende que no exista todavía
un “Humilladero de la Cruz”, al menos, cubierto.

Esta situación de bonanza se supo aprovechar, y se llama a la familia de canteros


de mayor renombre: Los Lanestosa, que restauraron la Torre (quien más trabaja es el
llamado “Lanestosa el mozo”, y la sobreelevaron dos plantas, así como realizaron los dos
bellos coros de crucería escarzana, pero no terminada su obra, es necesario llamar a
una familia de canteros de la Torre de Moncorvo, quienes finalizan la obra. La familia
estaba compuesta por el suegro Martins, aunque quienes cobran la deuda son su yerno
Antonio de Gôvea, y la viuda.

35
En 1605, la obra principal de la iglesia de San Salvador está terminada, pero no
las dos últimas plantas de escalera a los dos pisos superiores de la torre, un dato más
para saber que estas nuevas plantas se construyeron en el siglo XVI.

9.- El Barroco y la gran depresión económica

También se asientan nuevos retablos y figuras por esta época…, y se completa la


obra de la torre, realizando el tejado del chapitel en 1617; menos mal, porque las
pestes y las hambrunas empiezan a asolar las tierras y campos de Salamanca, poco
después de 1605, hay poblaciones en las que muere hasta 1/3 de la población… esta
situación provoca que el valor de las tierras caiga, y es aprovechada por la familia
Fernández, dueños de la Villa de Sobradillo, para instalarse en gran parte del territorio
de Las Arribes, antes de 1624:

“Mazuelos, aldea Dávila, Corpario, la Vídola, Fuentes… y la villa de Sobradillo”,


pero en este caso su propósito no es tanto echar a los vecinos, sino generar una
producción y una actividad vinícola que les generen buenas fortunas: se hacen con todo
su comercio, salvo parece ser, Pereña. De esta época arrancarían las bodegas
subterráneas de Aldeadávila, en los barrios de Peñas y La Corredera. La misma situación
se da en las principales poblaciones del contorno: Fermoselle, Villarino, Pereña, étc.

A duras penas, logra terminarse la primera fase de la ermita del santo Cristo del
Humilladero, en 1637, para lo que el Obispo tuvo que conceder indulgencias a quien
colaborara en su construcción con lo que pudiera.

Las crisis en este siglo son cíclicas y continuas:

Entre 1644 y 1646 hay graves peligros de derrumbe de los arcos de la iglesia, y
se rompe una campana, pero lo peor ocurre en octubre de 1653 cuando las tropas luso-
británicas invaden e incendian las Villas de Vilvestre, Barruecopardo y Saucelle, lo que
hace que la población, huyan unos a Las Arribes, y otros construyan dos trincheras,
protegiendo ambas puertas de la Iglesia.

Debió de haber tensiones evidentes entre la familia Fernández de Sobradillo y la


baja nobleza local de Aldeadávila –los hidalgos-que ya estaba gestándose desde el siglo
anterior, y ello le impidió al Señor de Sobradillo hacerse con la totalidad de las tierras
de Aldeadávila. De esta baja nobleza podemos decir que la hija de Alonso Santiago
llamada Isabel Santiago Herrera casa con Juan Caballero Heras (probablemente
sobrino de Alonso Caballero y de Catalina Maya). Por otra parte, las familias adineradas
de Aldeadávila pretenden todas ellas establecer, ya a mediados del s.XVII “pleitos de
hidalguía” con los que pasaban a ser reconocidos como nobles, “limpios de sangre”, y en
muchos casos a declararse incluso como “caballeros de la Orden de Santiago”.

De este matrimonio nacen dos hijos que tendrían gran participación económica y
política en la comarca: Francisco Caballero y Santiago (en los libros sacramentales de
Cerezal de Peñahorcada aparece en 1.731 como padrino de varios bautizos de aparceros
de sus tierras), pero sobre todo el abogado Juan Caballero y Santiago (que nace en
Aldea Dávila el 17-marzo-1.669, y muere el 26-enero-1.741, a la edad de 71 años,
después de haberse casado dos veces para asegurar su descendencia). Ambos

36
hermanos, fueron también caballeros de la Orden de Santiago, para lo que tuvieron que
demostrar su limpieza de sangre. Del primer matrimonio con María Hernández nacería
Lope Caballero a quien vemos residiendo en Lugo, probablemente de abogado, como su
padre.

Calle Conejal, grabado del siglo XVI ó XVII indicando la pertenencia a la Orden de
Santiago de un caballero, y reutilizada después en esta casa (año 1.725, de grabado
tosco) para indicar el año de su construcción.

Pero el matrimonio que mejores perspectivas le abrió fue sin duda el de Theresa
Vicente Campo de El Gróo de Ledesma, con lo que ampliaría sus pertenencias en dicha
comarca.

Bodega de Eloy Pereña (cortesía de Roberto Rodríguez).

Son éstas las personas que promueven, a pesar del ambiente general de
pobreza y depresión del agro salmantino, dos importantes logros, que
determinarían grandemente el porvenir del pueblo: la compra de los

37
derechos23de “Villa Eximida” en 1690, y la terminación de la 1ª fase del
Humilladero cubierto del Santo Cristo. A partir de este año, el Santo Oficio, y
los justicias de Aldeadávila pueden juzgar en la Cruz del Rollo. La competencia
entre las poblaciones es evidente, y al año siguiente se consiguen fondos para
construir y dotar de medios al “Colegio de Masueco”, que tanta influencia tuvo
en la educación de los jóvenes comarcanos, y propiedades de tierras.

La influencia del Obispo, y del Beneficiado llegaba incluso a prohibir juegos


de pelota en el santo Cristo, o a cómo se adornaba la iglesia en 1683:

“Prohibición de las costumbres de ese lugar para que a los misas cantanos,
los vistan con manteles de mujeres, con colores llamativos y los monten en
bueis cuando se dirigen a la iglesia para cantar misa”.

También las costumbres de “vivir” en pareja por la tardanza de la


aprobación eclesiástica en 169524:

“Mandas: Ytem que los otorgados y desposados de futuro no puedan


tratarse, ni comunicarse, entrando el varon en casa de mujer, ni mujer en
casa de varon ni en otra cualquiera casa so pena de excomunión mayor”.

Es una época de temores, de división por clases sociales, y de miedos que


se traducen en coplillas, historias, algunas de ellas convertidas en leyendas
trágicas: de finales del s.XVII parece proceder la célebre copla “El Toro de
Aldeadávila” recogida por el Padre agustino Fray Alonso Sandín, natural de
Aldeadávila, y rescatada por el filólogo Dámaso Alonso en 1.907 en Mieza, lo
que parece indicar su difusión por todas las Arribes, y que se refiere a un
hecho trágico que conmovió a la comarca, por cierto rescatado en el habla
popular –“habla de la Rivera”-:

“Toreu, tira la capa,

toreu, tira el capoti,

toreu tira la capa,

mira que el toru te cogi,

toreu sal de la plaza…”

23
El título de Villa Eximida, no fue una concesión real, sino el pago dinerario de los derechos de impuestos pedido.
24
Eusebio Fernández: “Documentación para la Historia de Aldeadávila de la Ribera”, p.3

38
10.- La expectativas del s.XVIII

El s.XVIII marca claramente un nuevo renacer en toda la comarca, pero sobre


todo en Aldeadávila, donde el comercio y las remesas de América enriquecen a varias
familias, lo que hace que la agricultura y ganadería “despeguen” a momentos de máxima
producción: los caseríos de Santiago, Revilla, San Marcos… son totalmente abandonados,
sus ermitas destruidas, y hasta lugares como Robledino de Santo Domingo, quedan
prácticamente desiertos. Entre estas familias ricas tenemos a Alonso Santiago (n.
1617), abuelo materno de Juan Caballero y Santiago (1669-1741), Andrés González de
Saavedra, Juan González Sánchez, y varios más que hicieron de precursores o eran
parientes de los dos Marqueses del Caballero.

No obstante, ha de pasar un decenio, hasta que las calamidades del s.XVII cesen:
así en 1.700 tropas inglesas y portuguesas vuelven a bombardear desde el alto de
Lagoaça el convento de La Verde de Santa Marina, símbolo de la religiosidad y de las
letras de toda una comarca; en 1702 una plaga de “pulgón” ataca las florecientes viñas
y en 1708 se hunde definitivamente la nave del tejado de la iglesia parroquial.

A mediados del s.XVII ya existen dos ramas familiares de los Caballero: la


primera: Caballero y Santiago, y la rama segunda: Caballero del Pozo. Con relación a
Juan Caballero y Santiago, de su segundo matrimonio nacen Gerónimo Manuel
Caballero y Vicente del Campo en 1.721, que sería 1º Marqués del Caballero, y poco
después su hermano Pedro Antonio Caballero y Vicente del Campo en 1.724, y que sería
padre del 2º Marqués del Caballero al morir el primero sin descendencia, y también
Joaquín Caballero y Vicente, presbítero y Colector de la diócesis de Salamanca, y quien
influyó en Gerónimo para que construyera en Aldeadávila la llamada Capilla de las
reliquias o de los Marqueses.

Hay que decir que la vida de los tres hermanos, en cuanto acceden a la
Universidad se desarrolla lejos de la villa, bien en Salamanca o en Madrid, salvo cuando
son requeridos por asuntos familiares o de herencias en Aldeadávila.

39
Ambiente “clásico” de la Aldeadávila del s.XVIII, todavía conservado
entre las calles Corredera y Berzal.

Estas familias ricas enviaron a sus hijos al Convento de Santa Marina en muchos
casos, y destacaron principalmente en América: fray Francisco Morales, fray Antonio
Cavallero, fray Joseph Hernández Herrera, fray Miguel Caballero del Pozo (jesuita).
Otro clérigo fue el hermano del 1ºMarqués fray Joseph Fernando Caballero.

En 1749 vuelven el Obispo de Salamanca y el Beneficiado con sus prohibiciones


sobre costumbres arraigadas:

“Prohibición de la Costumbre de Bayles:

Y en atención a los graves perjuicios de inconvenientes y disturbios con la ruina


espiritual de las almas, originadas de la costumbre intolerable de Bayles
executándose de noche, mandó el obispo al beneficiado y Xusticia, velen, sobre
este asunto no permitiendo bailar después de las oraciones aunque sea con
luminaria o hoguera, y al que dilin quiere lo castiguen y usen las órdenes del rey
Nuestro Señor, reclutándolos para su real servicio”.25

25
Se refiere a las levas para milicias, instauradas con los Reyes Católicos. Idem, Eusebio Fernández, p.3.

40
La actividad mercantil y de juzgados es importante ya hacia 1.777, disponiendo
de cárcel, escribano, procuradores, juez y abogados, además de alguna industria del
lino, salvando las distancias con Ciudad Rodrigo que ya contaba hasta con 40 telares,
veamos la descripción que se hace de Aldea Dávila en 1.777:

“Aldeadavila de la Ribera, villa eximida en la provincia de Salamanca. Es de


señorío y se gobierna por alcalde ordinario…En Ciudad Rodrigo hay hasta 40 telares… en
Aldea Davila de la Ribera también se texen alguna porción de lienzos de lino de su
cosecha…”

El lino era usado, además de para confeccionar tejidos para construir las célebres
“maromas” , que unas veces servían para recuperar las campanas de la Torre, que para
un paso fronterizo en Villarino legal, que para el contrabando nocturno, sobre todo allí
donde la depresión era más estrecha: “el Salto del Gitano” junto a Laverde.

11.-Las rentas de la Universidad de Salamanca

La economía y la población en la comarca, justo antes de la Guerra de


Independencia encuentran su momento álgido, y debía ser tal la prosperidad, que
figuran numerosas rentas, no sólo de nobles, de la Iglesia, sino también y muy
importante las Rentas de la Universidad de Salamanca. Ya bastante antes de 1.798
venían cobrándose, puesto que en dicho año figura un plan muy importante para
recaudar, el denominado “Plan de Administración de 1798”26, que no es algo novedoso,
sino una continuación de los planes de recaudación y de administración anteriores, pero
que se adecua a una nueva ley: “Real Orden de 23 de junio de 1798 del ministerio de
Economía” en el que se prohibía con carácter general la subasta de frutos y de rentas
decimales, pero se aclara que sólo del grano, lo que no aplicaba al mosto y al vino.

El citado investigador Eusebio Fernández destaca en su meritoria obra que la


Villa alcanzaba ya en 1.752 la nada desdeñable cifra de 340 vecinos -aproximadamente
1.300 habitantes-, y que se alcanzaban unas producciones anuales de: 35.000 cántaros
de vino, 900 de aceite, 3654 fanegas de cereal; siendo la extensiones de terreno
cultivado las siguientes: 730 fanegas de viñedo, 208 fanegas de “olivar”, y 2100 fanegas
de cereal.

Éste es el objeto de la recaudación: cobrar en las Cillas de Aldeadávila y de


Pereña un impuesto sobre la producción de mosto y de vino, exactamente 1/3 del
diezmo. Para ello se crean por parte de la Administración General de la Universidad de
Salamanca los siguientes “Partidos de Administración”:

 Salamanca

 Alba de Tormes

 Peñaranda

26
MÉNDEZ SANZ, Federico: “La Universidad salmantina de la Ilustración (1750-1800)”, p.88 y
ss.

41
 Tamames

 Salvatierra

 Ledesma

 Aldeadávila

 Pereña

 Peralejos

 Medina del Campo

 Alaejos.

La recaudación total obtenida en las Cillas de Pereña y Aldeadávila era desde


luego importante, y sólo en la anualidad 1799-1800 se recaudaron 848.436 maravedís
en Pereña, y una cantidad inferior en Aldeadávila, en concreto: 621.073 maravedís27. La
recaudación total de las rentas por parte de la Universidad fue de: 24,2 millones de
maravedís, de los cuales casi la mitad era aportado por Salamanca, el 10% Tamames, el
3,5% Pereña de la Ribera y Aldeadávila el 2,6%.

Cada “partido” era administrado por un Administrador de partido, que funcionaba


con un porcentaje de la recaudación obtenida, y en caso de que ésta fuera elevada se le
señalaba un salario fijo. Los frutos eran clasificados por temporada en: anuales,
sanjuaniegos y martiniegos. La propia “Junta de Administración” de la Universidad se
atribuía el 10 de julio de 1799:

“…todo el manejo y giro de los haberes de la Universidad, correspondencia con los


Administradores y Tesorero, venta de granos, órdenes para la recaudación de
caudales, tiempo y forma con que deben introducirse y atraerse de sus Arcas,
distribución de ellos a catedráticos y dependientes, regulación de florines y,
cálculos que deben producirla, con todo lo demás que dice relación a las rentas de
V.S.I.”

Desgraciadamente, parece que un cierto afán industrial y modernista parecía


cundir, y en julio de 1784, después de casi un siglo sin limosnas el Obispo manda derruir
las ermitas de San Marcos, San Pelayo y Santiago en Aldeadávila, y poco después las de
San Blas, Apolinario y Humilladero de Corporario, que eran obras plenas de la Edad
Media. De ellas, sabemos su ubicación exacta, parte de sus libros de rentas, y su
construcción no debía de ser muy diferente del cuerpo antiguo de las ermitas de San
Sebastián y de La Concepción -”La Santa”-.

La relación de Aldeadávila con la Orden de Santiago vuelve, al ser ellos


“Caballeros” de dicha Orden, para lo que tuvieron que demostrar su limpieza de sangre…

27
El valor del “diezmo” en Pereña sería de 2.545.308 ms, un 37% superior al de Aldeadávila, que
era de 1.863.219 ms. Es fácil deducir la valoración total de mostos, vinos y aceites en ambas poblaciones,
multiplicando por 10.

42
La madre del 2º Marqués del Caballero era María Caballero del Pozo, hermana de Fray
Miguel, de Francisco Caballero del Pozo y de Manuel Caballero del Pozo, quien sería
nombrado Rector de la Universidad de Salamanca en 1.815.

Reutilización de arco de bóveda en una bodega (Cortesía de Roberto Rodríguez)

Los dos primeros Marqueses recibieron tal distinción de Carlos IV, pues se dice
que le libraron de una herida muy grave en una pierna, y se distinguieron en las guerras
de Italia, en Nápoles. Se participa por parte de estas familias en la preparación de una
sorprendente invasión de Portugal, confeccionándose planos de las fortificaciones de
Mogadouro, Miranda, Freixo, etc. El primero, Gerónimo Caballero y Vicente del Campo
no tuvo descendencia, por lo que pasó el título a su sobrino. Así tenemos, que el segundo
Marqués del Caballero José Antonio Caballero y Caballero del Pozo, era hijo de Pedro
Caballero y María Caballero del Pozo: la endogamia familiar es clara. Esta familia se
distinguió por ser “afrancesados”, y dada la ascendencia en la Corte de los dos
primeros, una de las guarniciones francesas más importantes del campo charro fue
acantonada en el propio palacio y caballerizas de los marqueses…

Frontis del Palacio del Marqués del Caballero, construido hacia 1771, a la llegada
triunfal del 1º Marqués Gerónimo Manuel de las guerras de Italia.

La operación le salió muy mal, porque los aldeavileños, al igual que los de
Vitigudino, siguiendo los acontecimientos de Madrid se rebelaron contra estas

43
guarniciones, que con la pérdida de Arapiles tenían los días contados…, se marcharon de
Aldeadávila destruyendo el tejado de la iglesia y otras casas, según ha quedado
registrado en el valioso Archivo Parroquial de Aldeadávila.

Pero creemos que la destrucción fue mucho mayor, debido a la existencia de un


destacamento importante en Aldeadávila, y al hecho de que en la calle Poza, en el Santo
Cristo, y en otras partes del pueblo aparecen cada vez más fechas que indican una
reconstrucción importante de edificios por los años de 1811 a 1812.

Por aquella época, tanto el I como el II marqués del “Caballero” ya tenían grandes
extensiones de terreno en las cercanías de Salamanca, llegando a rebautizar a una
dehesa como “Aldeanuevita” en recuerdo de su Villa natal, así como inmuebles en el
centro de Madrid. Estas inversiones, su educación militar, así como el afán de estar
cerca de la Corte hace que Joseph Antonio Caballero y Caballero del Pozo se “codee”
con la clase alta madrileña, al igual que su paisano y amigo Felipe Ledesma Nieto, ambos
se casan en Madrid con las hermanas Margarita y Mª Teresa Cerdán y Calvo,
respectivamente, de la alta sociedad limeña, el Marqués en 1810, y su amigo 10 años
más tarde. En concreto la consorte Margarita era camarera de la reina (lo que
explicaría la gran influencia del II Marqués sobre el monarca, llegando incluso a
desplazar a Godoy). De este matrimonio nace la 3ª Marquesa del Caballero: Gabriela
Caballero Cerdán y Calvo que recibe de su padre el título y la enorme fortuna
acumulada en Salamanca (1.864.400 reales en Salamanca), Ávila y Madrid en 1.821,
pero ya visita poco la villa natal de su padre.

La construcción de la “Cárcel y Ayuntamiento de Aldeadávila” en el estilo


neoclásico sobrio de 180728 ,y el uso del sitio de “La Horca” en el camino de La Zarza
eran sin duda, proyectos del 1º Marqués del Caballero, rematados por su sobrino al
fallecer éste en el mismo año. Tuvieron uso comarcal, pero sobre todo en la represión
realizada por los franceses. La cárcel probablemente estaba en los bajos del
Ayuntamiento. En esta misma época ilustrada salmantina se realizan cárceles en
Arcediano, Macotera, y Ciudad Rodrigo.

28
“Real Academia de San Fernando, censura de cárceles entre 1777 y 1807”. “Artículo: “Las
cárceles españolas de la Ilustración”, pp. 16 y 22.

44
Patio trasero del Palacio, donde estuvieron acantonadas las tropas francesas
en Aldeadávila, junto a su protector, el 2º Marqués del Caballero.

En cuanto a la arquitectura tradicional de Aldeadávila que apreciamos hoy en día,


gran parte de ella procede de esta época: el paso del s.XVIII al XIX, y pensamos que
fue un momento de gran expansión, edificándose las calles Poza y Rollo hasta la altura
de la ermita del Santo Cristo del Humilladero (primeramente la Calle Poza, y a partir de
1.850 la calle del Rollo). Desconocemos las consecuencias del “terremoto de Lisboa de
1755”, aunque por los derrumbes en otras poblaciones, es seguro que hubo
destrucciones de viviendas e incendios por las velas, lo que explicaría el incendio de la
techumbre de la iglesia que relata el padre Javier, y el hecho de que prácticamente no
se puedan datar edificaciones populares anteriores a dicha fecha; pero más
importantes debieron de ser las destrucciones ocasionadas por la “Guerra de la
Independencia” entre 1808 y 1810.

Portalón tradicional de la calle Poza, nº28.Siglo XIX, se observa la puerta de


estilo tradicional.

45
No toda la familia era “afrancesada” ni partidaria de Carlos IV; el tío materno de
Joseph se llamaba Manuel Caballero del Pozo, y debió de rivalizar no sólo en la causa
política por ser uno de los más declarados “absolutistas” del reino, sino también en lo
personal: llegó a ser Catedrático y Rector de la Universidad de Salamanca en 1.81529,
lo que le permitió construirse un palacete en la Calle Poza hacia 1.810, y enlosar de
piedra la calle, en su momento, de las más importantes de la villa, su palacio todavía se
conserva en buen estado. Poco después, es uno de los diputados salmantinos a las Cortes
de Cádiz de 1812.

Portada del Palacio de Manuel Caballero del Pozo (1.810), posterior Aduana terrestre
de Aldeadávila y por último de la familia Garrido ya en el s.XX.

Manuel Caballero del Pozo, siguió el ejemplo de los absolutistas de Fernando VII,
distanciándose de su sobrino materno José Antonio, sobre todo cuando el 11 de junio de
1814, denuncia ante Fernando VII a 33 compañeros de la Universidad salmantina,
calificándolos de “liberales, exaltados y peligrosos… sobre todo los Torenos, Argüelles y
Calatrabas”, así consiguió congraciarse con el poder, y se nombrado Rector de la
Universidad de salamanca poco antes de su muerte, en 1.815.

Quizás sea esta adscripción tan marcadamente “absolutista y delatora” lo que


hizo que en la visita de Madoz no se le nombre, a pesar de haber transcurrido 30 años
desde su muerte.

29
Fue también Catedrático de Cánones (1780-1816), de Instituciones canónicas (1782-1786), de Vísperas
81785 a 1792), y de Derecho (1792 a 1799).

46
Partido y Vara de Castrotorafe-Zamora- en 1787 y perteneciente a la Orden de
Santiago. El término de Aldeadávila es el superior derecho, y se ven los despoblados
de Revilla y Laverde.

47
12.- La brillantez del s.XIX

Tenemos la descripción de la Villa de Aldeadávila en 1.826 –inmediatamente


después del fallecimiento del II Marqués: Joseph-, por el doctor Sebastián de Miñano y
Bedoya, en su diccionario:

“Aldea-Dávila de la Rivera: V.S. de España.

Provincia y Obispado de Salamanca: exenta de la jurisdicción de partido, no


obstante se halla en el de la capital, en la tierra que llaman de la Rivera. A. O., 440
vecinos, 1.909 habitantes, 1 convento de frailes franciscanos, 3 ermitas, 1 pósito.
Situado en llano y cierra su término por la parte de Portugal el río Duero, sobre el cual
hay una barca á la inmediación del convento de la Verde, que está a la orilla de este río.
Por medio de la villa corren las aguas del sobrante del regadío. El término que le rodea es
llano, ameno y pintoresco, por los árboles frutales de que abunda, y aunque hasta bajar al
río Duero es bastante escabroso, está todo plantado de olivares y otras frutas.
Antiguamente tenía el título de “Aldea”, pero después adquirió jurisdicción sobre sí.
Confina con los pueblos de Corporario, Pereña y reino de Portugal. Produce trigo, cebada,
centeno, aceite, vino limones, naranjas y toda clase de frutas. Industrias molinera,
harinera y de aceite, y fábrica de 2tegidos” de lino. Dista 16 leguas de Salamanca y 10
Oeste de Ledesma. Contribución: 16,294 rs (reales), 33 mrs(maravedís). Derechos de
Enagenación 10,386 reales 14 maravedís”.

Los reinados de Fernando –el Deseado-y de su hija Isabel II no trajeron buenos


resultados para el pueblo: a la Desamortización de Mendizábal en 1844, y la marcha de
los frailes franciscanos menores, se unió la pérdida del naciente partido de “La Rivera”,
que englobaba ocho poblaciones, entre Villarino de los Aires y Saucelle (entre los ríos
Duero, Tormes y Yeltes), en favor de Lumbrales y Vitigudino que continuaron
disputándose la supremacía. El convento franciscano, fruto de muchos años de
convivencia con los pueblos de la comarca poseía fincas que arrendaba a los labriegos,
desde Mieza a La Zarza y Aldeadávila, además de dar formación a muchos jóvenes y
trabajo en la comarca para los suministros generales del Convento. Sobre las actas de
Desamortización celebradas por el Ayuntamiento de Aldeadávila con la Comisión
Provincial en 1843, conocemos parte del reparto de los bienes que se realizó, algo se
salvó, pero la mayor parte de los bienes vendidos no sirvieron en general para aumentar
la riqueza de la comarca; como afirmaría 60 años después el Consejo Provincial de
Agricultura, Industria y Comercio de Salamanca:

“a raíz de la desamortización se roturaron riquísimas pasturas para sustituirlas


con raquítico cultivo de cereal. La ganadería en la provincia estaría así amenazada por la
mal ambición de roturar de nuestros labradores”.

La Villa entra en un período de adormecimiento que se nota al leer la descripción


de Madoz en 1847, pero nuevamente el comercio iba a sacarla de su letargo, gracias a la
acción política del propio pueblo: consigue autorización para el mercado anual en 1850-
que se conservó hasta la década de los 70- ,logra potenciar con sucesivas ampliaciones
su aduana creada en 1739, pasando a ser de 2ª clase para transporte de ganados y
mercancías, pero lamentablemente no nos dieron autorización para el transporte de
flejes metálicos.

48
Diccionario Madoz de Corporario en 1847:

“Lugar con ayuntamiento en la provincia y diócesis de Salamanca (16 leguas),


partido judicial de Vitigudino (7 leguas), Audiencia territorial y Cuartel general de
Valladolid (33 leguas). Está situado en un llano ventilado con buen CLIMA. La población
consta de 56 CASAS de mediana construcción, con una iglesia al Este de ella (San Juan
Bautista), servida por un teniente dependiente del curato de Aldeadávila de la que es
anejo; en la misma dirección se encuentra el cementerio en mal estado; tiene 2 fuentes
bastante descuidadas: el término confina por el Norte con la raya de Portugal que la
divide el Duero; por el Sur con el de la Zarza de Pumareda á 1 legua; al Este Masueco á
¼ (de legua) y Oeste con el de Aldeadávila ½ cuarto. El TERRENO es llano y forma hacia
el Duero una cordillera de peñascos inaccesibles á su inmediación. Los CAMINOS son
vecinales y se encuentran en mal estado. PRODUCCIÓN: vino, aceite y frutales30, y en
el llano, centeno y poco trigo. Tiene 1,500 cabezas de ganado lanar, 300 de cabrio y 18
yuntas de labor. INDUSTRIA: se egerce con algunos telares de lienzos, y en otros se
fabrican cintas bastas. POBLACIÓN: 56 VECINOS, 142 almas31. Capital TERR.
PRODUCCIÓN: 63,800 reales. IMPUESTOS: 3,190 reales. Valor de los puestos
públicos: 368. El Presupuesto Municipal asciende a 1,500 reales y se cubre por reparto
vecinal. El secretario que lo es de Aldeadávila, disfruta la asignación de 400 reales
anuales.

Familia del carabinero Miguel Caballero, oficial de la Aduana de Aldeadávila


en 1921, cuya misión, nos dice su nieto era: “impedir el contrabando en la
frontera entre España y Portugal”.

30
Indicados por Madoz en orden de importancia.
31
Pierde un 30% de población en 20 años. Los impuestos directos cargados son un 5% del Capital
de producción.

49
También de esta época son los aprovechamientos en toda la comarca de los
montes de utilidad pública con fines forestales, principalmente de especies como roble,
alcornoque y álamo.

El pueblo logra desesperezarse, y nace Matilde Cherner y Hernández el día 13


de marzo de 1833. Esta brillante escritora, fiel a las ideas del “Realismo Social” de la
época domina las formas del ensayo, el periodismo y la novela , colaborando en los
periódicos madrileños “El Tiempo”, “La Ilustración de la Mujer” y “La Revista Española”,
muchas veces con el seudónimo de Rafael Luna. Sus principales obras son:”María
Magdalena”, “La probidad”, “Las mujeres pintadas por sí mismas”, “Ocaso y Aurora”, etc.
desconocida hasta hace poco tiempo, se ha redescubierto recientemente, y se valora en
ella su compromiso social, su avanzada defensa de los derechos de la mujer y su idea
republicana de España. De esta misma época son los escritores y religiosos Félix
Olmedo González (1.880) y Alejandro Gallego Martín (1.895), pero sobre todo el
destacado escritor aldeavileño-cubano Alonso Hernández Catá nacido y criado en la
hermosa calle Maderos en 1.885.

Antigua calle Maderos, llamada así por cerrarse sus extremos con maderas, para
obligar a los pecheros a pasar por la Cilla, y pagar los impuestos.

Éste es el momento de mayor demografía de la comarca, previo a la gran


depresión que vendría con el final de siglo. Así, en 186332 Fermoselle disponía de 4.376
habitantes, Villarino de 1.962, Aldeadávila 1.933, Vilvestre 1.710, Saucelle 1.213, Mieza
1.174, mientras que Masueco ya había comenzado su declive, con tan sólo 827
habitantes. Lumbrales comienza su momento de esplendor por el nuevo ferrocarril y

32
“Diccionario estadístico municipal de España”, por J.L. Polin, 1863. Editado por la
Universidad Complutense, Madrid.

50
tiene 2.668. Personas de mucha edad de Villarino y Aldeadávila todavía recuerdan
historias de estos momentos de esplendor.

Hacia 1880 desarrolla su labor en Aldeadávila el médico ilustrado “Crotontilo”


don José González de Castro, un hombre con grandes inquietudes en cuanto a la
mejora de la higiene, y la detección de las enfermedades de los agricultores de La
Rivera salmantina. Además de médico fue escritor, investigador, formó parte del grupo
de periodistas fundadores de “El Adelanto de Salamanca”, y fue amigo íntimo de José
Mª Gabriel y Galán y de Unamuno. También destacó en medicina por los estudios del
cólera en Aldeadávila y en Guijo. Sin embargo, rápidamente, ambos amigos continuaron
su labor en el norte de Cáceres. El filólogo Antonio Llorente Maldonado, 33
refiriéndose a Crotontilo en 1.947 dijo:

“supo escribir con exactitud el habla y costumbres de La Ribera, y fue médico en


Aldeadávila”.

Antiguo dispensario médico de Aldeadávila, calle de las Ánimas.

En 1.896, ya instalado en Guijuelo y Béjar, se asocia a otros 50 médicos rurales


de la provincia de Salamanca, y de su actividad literaria, se comenta en dicho año:

“Cuando vemos a éstos añadirse la satírica y chispeante manera de escribir de


Crotontilo (José González Castro)”.

Crotontilo también influyó en la obra de Miguel de Unamuno, colaborando como


periodista y uno de los fundadores de “El Adelanto” salmantino. Uno de los temas
comunes y gran preocupación de la época era el tema de la emigración a América.
Nuestro médico lo trata con posterioridad, exactamente en 1.91534: “Los crímenes de
la emigración”.

33 “Estudio sobre el habla de la Ribera”, 1947: LLORENTE MALDONADO, Antonio.


34
Artículo: “Los crímenes de la emigración” por José González Castro, aparecido en “El
Adelanto” el 22-I-1915.

51
Por esta época, Aldeadávila, a pesar de no ser partido judicial era una villa muy
próspera, y contaba con 2.200 habitantes, un comercio muy activo gracias a su aduana –
de 2ª clase con barca y derecho a transporte de ganados y materiales-, su incipiente
comercio nacional de vino, y su feria anual instaurada el año 1.851 y que se prolongaba
durante tres días -24, 25 y 26 de agosto-. Los montes públicos también son
aprovechados para plantaciones de alcornoque, roble y álamo en toda la comarca,
gracias a Planes Nacionales.

Así debía de ser la barca de la Aduana de Aldeadávila, en sus últimos momentos:


plana como los rabelos y alargada. Se transportaban ganados y toda clase de
mercancías, a excepción de flejes metálicos de Portugal.

La mayor parte del casco histórico que se conserva en Aldeadávila procede de


esta época, segunda mitad del s.XIX.

13.- El cambiante s.XX

La primera parte del siglo XX estuvo dominada en la comarca por la imponente


figura de don Miguel de Unamuno, el ilustre bilbaíno de la calle Ronda y que se sintió
tan salmantino, que amaba tanto Las Arribes..., su paisaje y sus gentes; le entristecía
ver el estado de abandono de Laverde: las ruinas de su convento, y recordaba paso tras
paso la historia de los frailes, describió cada peña, cada lugar, cada picón que visitaba a
lomos de su burra..., nos visitó entre 1898 y 1902, al menos en dos ocasiones, y
describió Aldeadávila como:

“la corte de esta región, la villa para los comarcanos… en las desoladas vertientes
del Rupinal, cerca del caño de Fuentemendo, dicen que hubo un pueblo...”.

52
Don Miguel de Unamuno contemplando el Duero en tierras de Castilla

Unamuno queda muy sensibilizado por la cultura y el paisaje de Las Arribes, su


habla tan peculiar y antigua, de la que confeccionó un pequeño diccionario- que después
usaría Menéndez y Pidal- pero también por la pobreza de sus gentes, y la emigración,
capítulo al que dedicó artículos periodísticos muy encendidos, como en el que trata el
caso de Boada35, y el deseo de todo un pueblo de emigrar en masa. Pero también de
Masueco, donde el tío Mateo, en 1898, le habla de la reciente emigración a Brasil. Toda
esta crisis del 98 afectó también a pueblos mayores como Aldeadávila y Villarino en
1905, Pereña en 1906 y Barruecopardo en 1910 con toda su crudeza, quedando patente
la falta de tierras baratas, y la subida de los alquileres36: Hubo pueblos que ya nunca
más recuperaron su población…

“Lo mismo tuvieron que hacer los habitantes de Terrados, Campocerrado,


Aldeadávila de la Ribera y Cabeza de Framontanos. El arriendo de las tierras que
llevaban, al quitárselas o subirles el arrendamiento, hizo que tuvieran que emigrar”.

Éste era el aspecto del “retiro de Laverde” y su huerta en el momento de la


visita de Miguel de Unamuno en 1.898.

35
“La cuestión de Boada”, crítica de Miguel de Unamuno a Maeztu, 16-XII-1905, aparecida en
las páginas de “El Adelanto”.
36
“La emigración, 12-XII-1905”. Miguel de Unamuno, p.1. Recogido en el artículo “Unamuno y
la emigración salmantina a principios del s.XX” por Laureano Robles Carcedo, 1998. Ediciones
Universidad de Salamanca, ISBN: 84.7800-7105.

53
Este final de siglo XIX tan borrascoso, ya anunciaba los graves problemas
económicos del campo salmantino, lo que genera frecuentes robos, palizas, contrabando
e historias frecuentes de violencias y asesinatos: son las historias del asesinato del
médico de Villarino junto a la cruz de San Lorenzo, el asesinato de un pastor para robar
un carnero en La Zarza, historias de violencia, pero sobre todo de pobreza de
solemnidad. A esta época se referían los más viejos de nuestro pueblo en 1.944 como la
“época gloriosa”37. La descripción de Aldeadávila, al caer la noche en uno de los primeros
días de setiembre de 1.906 es bien elocuente:

Arriero de Las Arribes rezando ante una cruz por un hecho de muerte, en
setiembre de 1.906.

“Cuando entramos en el pueblo –Aldeadávila- anochecía; en la esquina de una calle,


una joven tocaba una campanilla y rezaba Padrenuestros por las almas de los
difuntos, los vecinos la acompañaban en el rezo; no sé si fue la hora ó el respeto
que inspiran esas viejas costumbres, lo cierto es que aquella escena nos emocionó.
Pero mayor fue la emoción que nos causaron cuando después de cenar nos
hallábamos conversando tranquilamente en la posada. Varios disparos –de pistola-
y unos aullidos nos hicieron saltar en nuestros asientos, mientras los contertulios
se quedaban, tan tranquilos riéndose de nosotros.

- “Ustedes no están acostumbrados á esto y por eso les extraña- nos dijeron;

- -son los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen todas
las noches: es costumbre”.

A pesar de la falta de tabaco, ninguno de los dos nos atrevimos á salir a la calle
por respeto “á la costumbre”, mucho más respetable que la que anteriormente

37
El significado del término “época heroica” no es el actual: hay que entenderlo como “época
renombrada” o muy citada por sus numerosos hechos.

54
habíamos presenciado. No fue preciso que á la mañana siguiente nos
despertaran…”

Nadie se libraba de esta macabra costumbre, y esta fue la causa de la muerte del
famoso cabrero “el Dientes” en los primeros años del s.XX:

“el pobre Dientes murió de un tiro que le disparó un jovenzuelo…”

Estas curiosas costumbres, indican una falta de vigilancia por parte de la Guardia
Civil en las tierras de la Raya, así como un amedrentamiento de los cabreros y las clases
más pobres por parte de determinados grupos o “Partidas” de jovenzuelos de las clases
más acomodadas del pueblo. También el poco respeto que se tenía por la vida, fuera
propia o ajena:

“Si el andar por aquellos lugares, no ya de noche, sino á pleno sol, supone profunda
indiferencia por la vida, pasar el río, no una, sino doce veces, de noche, y por el
procedimiento de la “guindaleta”, que ellos emplean, demuestra que para aquella
gente el pellejo tiene menos valor que una colilla”.

Hacia 1.915, la crisis demográfica se ceba en las cabeceras comarcales:


Lumbrales y Ledesma, fundamentalmente en las familias de los obreros no labriegos, al
mismo tiempo que algunos pueblos empiezan a encender sus primeras luces eléctricas:
Aldeadávila se engancha a la red eléctrica de distribución del antiguo molino de
Barruecopardo, lo que nos da cuenta de que las penurias no han acabado. La crisis de la
filoxera se agudiza precisamente en aquellos años (1907). La Aduana de Aldeadávila,
que venía funcionando desde el siglo XVIII también nota los efectos de la crisis de
Estado, así el 15 de octubre de 1923 se amortiza la plaza de “inspector de Higiene y
Sanidad”, puesto que tenía la nada desdeñable paga anual de 3000 pesetas, y se
encargaba del control pecuario en las aduanas de Aldeadávila y Saucelle. La aduana se
terminaría de extinguir coincidiendo con la Guerra Civil, lo que unido a la pobreza de
posguerra, facilitaría el contrabando en los años de posguerra. El nombre del último
oficial de Higiene fue Claudio J. Sousa Carballo.

Habrá que esperar a la década de los años 20, en plena Dictadura de Primo de
Rivera para ver regresar a algunos hijos del pueblo desde Argentina, y de ciertas
capitales españolas, pero los menos. Se producen divisiones familiares, que en muchos
casos no volverían a reencontrarse.

La época de la II República fue muy “movida” no sólo en Aldeadávila, sino también


en toda la comarca. Se formó un revuelo tremendo el día 1 de agosto de 1931,
coincidiendo con la celebración en Europa de la “jornada roja” por parte de los
comunistas y anarquistas. Se comunicaron pastores de Bruçó y de Aldeadávila que
numerosos grupos de comunistas se habían reunido en Mogadouro con la intención de
entrar en España. La alarmante noticia llegó hasta el despacho del Gobernador Civil de
salamanca, lo que hizo que tropas extraordinarias de la Guardia Civil “en automóvil” se
desplazaran a cubrir toda la frontera.

Poco después de las visitas de Miguel de Unamuno, comienza el interés por los
estudios bibliográficos y filológicos sobre “El habla de la Ribera”, cuyos principales
precursores fueron Crotontilo, D. Miguel de Unamuno y Antonio Llorente Maldonado,
cuyo libro de 1947: “Estudio sobre el habla de La Ribera” –escrito en 1.943- marca un

55
hito por la gran aportación filológica y socioeconómica que aporta. Posteriormente con
este mismo fin, visitó La Ribera Antonio Tovar, aunque la degradación del dialecto era
ya palpable a fines de la década de los 60, lo mismo que el empleo de la denominación
histórica de la “comarca de La Rivera”.

Emplazamiento de la Presa de Aldeadávila en 1.950, antes de su construcción.

Llorente-Maldonado, en su libro, es fiel testigo de la pérdida de vigor del “habla


de la Ribera” en los años inmediatos a la Guerra Civil -1943-1944- y nos da unas
pinceladas muy interesantes de su pervivencia diferenciada por grupos de edad, y
profesiones, así como traicionarle el subconsciente con ciertos prejuicios, a pesar de
ser lingüista:

“…se habla un castellano bastante correcto, cosa explicable si nos damos cuenta
de que éste lo han aprendido, no de sus padres, sino en la escuela, dándose así la
paradoja de que, a pesar de ser región dialectal, los medianamente cultos, en
conversación esmerada, usan un castellano aceptable, que tiñen de riberanismo en la
conversación familiar o descuidada”.

“Y se da el caso curioso de que los niños de la escuela se pueden considerar como


bilingües, desde el momento […] en que pueden […], si quieren, hablar dialectalmente,
remedando a los rústicos o a sus propios abuelos, de cuya parla se mofan, pero la
conocen perfectamente”.

El “habla de la Rivera” sonaba de esta manera38:

¿Cómo sus va?

Bien que sus vaya.

Y la obrigaciones?

A vuestro mandado.

Cubrísos vos que sos más anciano.

38
“Cancionero 636”, obra póstuma de Miguel de Unamuno.

56
Con vuestro permiso.

Y hay determinados “estamentos” o formas de vida que conservaban íntegra el


habla:

“nos encontramos con algunos –no muchos- que siendo hijos de pastores, de
cabreros, de pobres de solemnidad, no pueden o no quieren ir a la escuela, y
teniendo muy poco contacto con el resto de la gente, andando como andan todo el
día entre breñas, hablan exactamente igual que sus padres, pareciéndonos al
oírles haber sido trasladados a cien años antes [1840], cuando, a juzgar por lo que
vemos, y por noticias de los más viejos –algunos de noventa años- , todo el mundo,
exceptuando los que salieran del pueblo para estudiar, hablaría en cerrado
dialecto riberano”.

El comercio fue muy importante en la primera mitad del siglo pasado, y basado
fundamentalmente en el vino, y en las frutas. Nos expone Maldonado:

“El Comercio de esta región siempre ha sido muy activo, por ser algunos de sus
productos agrícolas y ganaderos muy apreciados en el resto de la provincia y aun
en las de Zamora y Valladolid, al tratarse principalmente de primeras materias…”

“A la provincia de Salamanca y a la misma capital envía principalmente vino, y


además de toda clase de frutas, desde uvas de mesa a limones, corderos
tempranos, queso, aceite y aguardiente.

A Zamora, Valladolid y Tierra de Campos, vende aceitunas aliñadas por los de


Mieza, frutas de todas clases, anguilas del Duero, y a toda España, el “queso de
Hinojosa” y la excelente almendra riberana, que llega hasta a las regiones más
productoras de dicho fruto: a las de Levante”…”

“Al amparo de este relativamente activo comercio, han surgido grandes


negociantes, sobre todo en almendra y ganado mular y lanar, que recorren
constantemente la mayor parte de España, contribuyendo así al intercambio de
ideas y palabras, y a la castellanización del lenguaje de la Ribera”.

Las singulares costumbres de “Las Arribes” también suscitan en Llorente-


Maldonado un interés especial:

“…Se consideran superiores en todos los órdenes a los demás salmantinos. Y algo
de esto es verdad, pues los riberanos siempre han tenido fama de pendencieros y
valientes, contándose espeluznantes casos de la “época heroica de la Ribera” –
hace cincuenta años (hacia 1890)- en la que las muertes violentas estaban a la
orden del día, siendo los riberanos respetados y temidos por los pacíficos
“aldeanos”, que tenían y tienen aún hoy amargo recuerdo de las pocas ocasiones en
que intentaron hacer frente a los bravucones hijos de la Ribera”.

La gran sociabilidad de sus gentes, y la forma de agruparse para compartir las


fiestas:

57
“Una de las principales características de la vida riberana es la sociabilidad
organizada de sus habitantes. Se reúnen en cuadrillas muy numerosas, las
llamadas en Aldeadávila “partidas”, las típicas partidas de esta villa formadas
por los que juntos tomaron la santa Comunión por primera vez, y juntos siguen
indisolublemente hasta la muerte; todas las fiestas son colectivas, cada partida
por su lado, y cuando dos partidas se indisponen, la batalla (antes sangrienta, hoy
solamente dolorosa) es inevitable. Esta unión no termina con el matrimonio; sigue
inalterable; lo mismo los hombres que las mujeres permanecen ligados; y hoy
comen todos en casa de uno, mañana la gran juerga en la bodega del otro, muchos
días las mujeres por su parte una magnífica merendola, etc., y por la noche a
rondar si son solteros, a cantar si casados”.

Las fiestas anuales, fiestas del toro y la cosecha, ya eran reconocidas entonces en
toda Salamanca:

“Esto que pasa en Aldeadávila con las partidas, se encuentra con ligeras variantes
en las cuadrillas de los demás pueblos; todo a base de amistad, de beber y de
cantar; y así en Villarino se divierten con la Bodina, en Hinojosa con la marrana, en
Saucelle celebrando opíparo “alboroque”, en Vilvestre comiendo la típica
“choriza”, en Mieza con aparatosas “farrionas”.

No hablemos de las fiestas anuales, con sus corridas, y su encierro “a lo San


Fermín”, en las que se derrocha de todo: cante, danza, valentía, dinero, vino,
palos…”

Los pueblos, cada uno gozaba de sus diferencias, lo que daba lugar a numerosos
dichos, a los que recurrían los mayores en las conversaciones, como la famosa “Copla de
los pueblos” recogida por Dámaso Alonso en su “Cancionero salmantino” de 1.907:

“En Santo Tomé, chorizo,

el pescado en Torrecilla,

de Aldeadávila, los vinos,

los buenos que no son ellos;

de Corporario, los majos,

de Masueco, los guinderos.

de Villarino, pleitistas,

pleitean por una ochavo;

de Ledesma son los gatos

que aruñan con mucho ahínco,

que a las bolsas de los ricos

bien se las dejan en limpio…”

58
14.- La demografía histórica

Por último es muy interesante ver la evolución de la población de los tres núcleos
principales del Oeste salmantino, desde los primeros censos registrados: 1508 y 1534
hasta nuestros días, así podemos ver de qué manera les afectaron a Vitigudino,
Lumbrales y Aldeadávila de la Ribera los principales hechos históricos y económicos:

Gráfica comparativa por nº de vecinos, de las principales villas del Oeste de Salamanca.

En los censos de 1508 de la comarca del Condado de Ledesma, Aldeadávila ha crecido


mucho a fines del siglo XV, y cuenta con el mismo número de vecinos pecheros que la Villa
de Ledesma: 210, no así de nobles, éstos cada vez más empobrecidos. Poco después, hacia
1534 las Villas del Obispado de Salamanca se ven favorecidas por ello: Vitigudino con 354
vecinos pecheros y Lumbrales con 345.

El siglo XVI marca una tendencia de crecimiento, aunque ya se avecinan señales de la


gravísima crisis que sobrevendría a partir de 1640 y que duraría hasta la instauración de
los Borbones. Aldeadávila empieza su recuperación en 1690 con la compra del título de Villa
eximida del pago de impuestos a los Duques de Alburquerque.

Los siglos XVIII y XIX son de una clara recuperación, pero comienzan una serie de
diferencias políticas que enriquecerán mucho a unas villas en detrimento de otras.

El primer censo poblacional registrado por el Ministerio de Economía data de 1842,


poco después de la extinción del Antiguo Régimen, en el que desaparece el naciente
“partido de la Rivera”, y nace el de Vitigudino, gracias a la brillante defensa de sus
vecinos en la 1ªGuerra Carlista. Lumbrales, por entonces, triplica la población de Vitigudino
–gracias a su intenso comercio de lana-, y Aldeadávila la duplica. Lumbrales recupera,
gracias a su población, la cabecera de partido entre 1840 y 1855. Hacia 1857 Vitigudino ya

59
ha conseguido duplicar su población gracias a dos hechos significativos en su historia
contemporánea: la concesión de partido judicial definitivamente en 1855, y la absorción del
núcleo de Majuges.

Entre 1860 y 1888 juega un papel muy importante en la vida económica de Aldeadávila
su “Aduana de 2ª clase”, y algo parecido pasa en Lumbrales con las importantísimas obras
del Ferrocarril La Fuente de San Esteban-Lumbrales-Barca D’Alva, que es solemnemente
inaugurado en el mismo año de 1888 por la realeza borbónica.

La emigración a América afecta de una manera muy distinta en Las Arribes: mientras
que los núcleos sin concesiones políticas ven como hasta un tercio de su población emigra
(Aldeadávila, Masueco, Villarino, étc), en lo que se ha venido en llamar 1ª emigración (1888-
1905), este hecho no comienza a sentirse con total intensidad en Lumbrales y Vitigudino,
hasta 1915 aproximadamente.

El fomento de las obras públicas, de la salud y la enseñanza desarrolladas durante la


Dictadura de Primo de Rivera afecta positivamente en toda la comarca, viéndose un renacer
económico y cultural, así como el descenso en la mortalidad infantil, tan gravísima hasta
dichos años. El momento de esplendor del Ferrocarril de La Fregeneda es hacia la década
de 1950, gracias al transporte de materiales para la construcción de las centrales de
Saucelle, primero, y de Aldeadávila, por último.

Hacia la mitad de siglo XX la construcción de las Centrales Hidráulicas Aldeadávila I y


II, así como el Embalse de Almendra y la CH de Villarino mejoran sustancialmente la
economía de todos los pueblos, especialmente Aldeadávila y Villarino, pero traerán consigo,
tras la finalización de las obras el camino de una economía más fácil sin tantos sacrificios,
lo que genera una nueva oleada emigratoria muy importante, esta vez interior dentro de
España, tendencia sólo amortiguada muy recientemente con este siglo XXI.

Miguel de Unamuno, nuestro gran salmantino universal, siempre implicado en los


problemas de la gente de a pie ya lo explicó hace un siglo en su artículo “Doctores en
industrias”:

“A diario se oye que hay que colonizar a España, sin meternos en nuevas aventuras
coloniales; a diario se clama contra la emigración, se habla de política hidráulica,
se piden pantanos, canales, granjas modelos, bancos agrícolas, y rara vez se llega a
la verdadera causa del mal, que estriba en la distribución de la propiedad y que en
España está por cumplirse la revolución económica, no la financiera; la de la
propiedad rural, no la de impuestos y las rentas públicas…”.

No hay mejor manera de terminar este resumen de nuestra historia que las bellísimas
palabras de nuestro Rector, y que aparecieron el 19 de marzo de 1898, poco después de
establecerse en Salamanca, en la revista “Ecos Literarios”:

EN LOS ARRIBES DEL DUERO

“España está, en gran parte, todavía por descubrir, y no lo está menos en el


aspecto estético que en otros diversos aspectos. Nuestra principal producción lo
es de productos en bruto, de materias primas, de lo que se llama caldos, por
ejemplo, más que de vinos elaborados con arte. Nos enamoramos fácilmente de lo

60
tosco y bravío, hasta de lo basto, y tendemos con frecuencia a desdeñar el refino
que a la naturaleza presta el arte, que es, a su modo, una verdadera naturaleza.
Llévase esto al punto de descuidar en todos los debidos trasiegos y decantaciones.

Así sucede con nuestros paisajes, que permanecen en bruto, como primeras
materias de recreo y solaz para el espíritu, por falta de viajeros que los refinen a
nuestros ojos con artísticas descripciones. Porque es indudable que mucho de la
belleza de un paisaje está en los ojos que lo miran, y que los educados a mirarlo le
extraerán mucha mayor sustancia bella que los incultos. La abrupta sierra que
domina a Reinosa, ¿no ha ganado acaso en belleza con las espléndidas descripciones
que de ella hizo Pereda en su novela Peñas Arriba?. Los tan celebrados paisajes de
Escocia, sus encantadores lochs, ¿no deben mucho al deleite con que regalan a sus
contempladores a que van estos sugestionados por Walter Scott y los lakistas?,
Rousseau, Senancour, Töpffer, ¿no han embellecido los Alpes?

No crea el lector por lo que llevo dicho, que vaya a descubrir ningún
Mediterráneo ni a embellecer ignotos paisajes; voy tan sólo a indicar la ruta de uno
de tales descubrimientos. ¡Quiera Dios que alguien logre sacar a flor de vista
bellezas enterradas en un casi abandonado rincón de la provincia de Salamanca¡

***

La Sierra de Francia con su famoso santuario y el proverbial retiro de las


Batuecas, eclipsan en la provincia de Salamanca en fama a los arribes de la Ribera
del Duero y a su hermosísimo retiro, hoy en ruinas, de Laverde. Y, sin embargo, yo,
que he visitado una y otra región, no sabría a cuál otorgar mi preferencia como
desinteresado espectador.

Baja el Duero por tierra de Zamora tendido en la planicie y espaciándose por ella, mas al
ir a entrar en la provincia de Salamanca, hacia donde le rinde el Tormes sus aguas, entre
Fermoselle y Villarino, empieza la meseta castellana a quebrarse para dejarle paso a las
campiñas portuguesas. Resquebrájase la tal meseta en hondos desgarrones, mostrando al
descubierto sus peñascosas entrañas, pétreos cimientos de la austera llanura castellana. El
agua tenaz, que talla las rocas gota a gota con secular trabajo, ha ido carcomiendo su lecho
berroqueño y buscando salida entre revueltas y esguinces. A distancia nadie adivina el
profundo tajo por donde el Duero corre; la ondulante llanada castellana parece ir a
perderse suavemente, y sin solución alguna de continuidad, en las estribaciones de la sierra
de la Estrella que cierran, hacia la parte de Portugal, el horizonte. En uno de los repliegues
del terreno se ocultan los profundos tajos, las abruptas gargantinas, los imponentes
cuchillos, los terribles esfayaderos, bajo los cuales, allá en lo hondo, vive el Duero, ya
espumarajeando las rocas que aún no han cedido a su labor terca, ya precipitándose en
desniveles, ya deteniéndose un momento a descansar en angostos remansos, ya, por fin,
zumbando bajo las rocas, en las espundias. A trechos las paredes y escotaduras del tajo se
dulcifican y se tienden las pendientes para recibir, sobre revestimientos de tierra,
vegetación bravía y cuidados de cultivo. A estos declives que bajan al río se les llama
arribes en toda la Ribera, en toda la región salmantina que borda el Duero y afronta a
Portugal. Arribes forman también los afluentes al Duero, que entre escotaduras y
barrancas análogas a las de éste corren a él.

61
El primer pueblo de la Ribera a donde llegué fue Masueco, y lo cierto es que iba con
impaciencia por dar vista al negrillo, que era, según el tío Mateo, un guía, el primero de
España, y tal vez del mundo, en corpulencia. No le iba a la zaga el otro, colosal también, al
que conoció de retoño el tío Mateo, haciéndole bambolear la cabeza como cuando juegan a
las migas los muchachos. ¡Lo que son los árboles¡ . Así crecen ellos, sin duelos, penas, ni
cuidados, ahondando sus raíces en la misma tierra en que nacieron, mientras abren su
frondosa copa al mismo cielo siempre, formando en el otoño con su desprendido follaje el
mantillo que les nutra de jugos para reverdecer en primavera. Como las hojas de los árboles
son las generaciones de los hombres, decía el viejo Homero. Aquel negrillo que junto a la
robusta fábrica de la iglesia de Masueco se desnuda todos los años para volver a vestirse
de verdura, arraigando más en su propia cuna cuanto más fuerte se hace, ofrece con su
espectáculo a los pobres labriegos que desfilan por la vida oscuro símbolo de la universidad
del pueblo. ¡Cuántos al marchar a la emigración dirigirán sus últimas miradas a la amplísima
copa bajo la cual jugaron sus juegos de niños, a aquella copa en que resuena la campana
cuando congrega al pueblo a Misa, cuando toca a fiesta y cuando dobla a muerto¡

No hay en el mundo para el tío Mateo un negrillo como el de Masueco. ¡Así ha crecido él,
sin moverse de su sitio, mientras los pobres hombres, si quieren crecer algo, se ven
obligados a emigrar¡.

Al siguiente día de mi llegada fuimos a ver la cascada de los Humos, en los arribes de
uno de los afluentes al Duero. Era para hacer boca y abrir el apetito de la expedición a
Laverde. Se sale de Masueco por una deliciosa quebrada, festoneada de frutales, y muy
pronto se da vista a un paisaje agreste de severo ceño. Bajamos una escarpada pendiente
en dirección a una aceña y muy pronto nos encontramos en el fondo de un tajo, entre
abruptas escotaduras. A un lado se alzaba, dominando la barranca, un inmenso cuchillo de
roca y tras él se perdía la garganta del río. Vadeamos éste y por un senderito de un
empinado arribe llegamos a dar plena vista a la cascada.

Es singular el atractivo del agua. Estaríase uno las horas muertas contemplándola fluir,
dejándose ganar el espíritu por la sensación purísima que su constante curso nos produce.
El agua es acaso la que mejor imagen nos ofrece de la quietud en el movimiento, del solemne
reposo supremo que del concierto de las carreras de los seres todos surge. En el estanque
duerme el agua reflejando al cielo, pero con no menos pureza lo refleja en el cristal de un
sosegado río, cuyas aguas, siempre distintas, ofrecen la misma superficie siempre. Y en la
cascada misma, por donde se despeña bramando, preséntanos una vena compacta, una
columna que acaba por parecer sólida. ¡Enorme fuerza la que sin aparato alguno, con la
sencillez del coloso despliega¡. Hubiéramos estado las horas muertas contemplando aquel
inmenso chorro que salva un desnivel profundo del lecho de las aguas. Es una de las más
hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos. Divídese la
cascada mayor en dos cuerpos debido a un saliente de la roca, y va a perderse en un
remanso de donde surge el vapor que ha valido al paraje el nombre de los Humos. Junto a la
inmensa vena líquida, a su abrigo, en las quebraduras y resquicios de la roca, anidan palomas
que revolotean en torno del coloso. Éste irá desgastando poco a poco el desnivel que le
produce, y es seguro que cada año se achica la cascada, aunque sólo sea en un milímetro o
en fracción de él. ¡Los siglos que habría necesitado el agua para excavar tales tajos y
reducir análogas cascadas ¡

***

62
Al día siguiente de nuestra visita a los Humos, preparamos la expedición a Laverde, en
caballerías los más de mis amigos, a pie yo, pues menos me molesta una caminata que el ir
escarnachao sobre los anchos aparejos con que se provee a las mulas del país.

“La Santa Misión (Arribes del Duero)”. Fotografía de la comitiva del Rector camino de
Laverde, a la salida de Aldeadávila.

Laverde está en territorio de Aldeadávila de la Ribera, la corte de esta región, la villa


para los comarcanos. Tendiendo la vista al salir de ella por las ondulaciones del campo, no se
barrunta siquiera lo que éstas celan. Mas ya al llegar a unos sobreros se nos abrió de pronto
el tajo por cuyo seno corre el arroyo del Rupinal y en el fondo las escarpadas y sombrías
paredes de Portugal. En aquellas desoladas vertientes del Rupinal, cerca del caño de
Fuentemendo, dicen que hubo un pueblo.

Mientras seguían las caballerías la senda que en zigzag baja al río, cortamos nosotros
camino por los resayos o atajos que la cortan. Una vez en lo hondo parece hallarse uno en
medio de región montañosa, en el interior de algún país alpestre. Nadie diría que ganando
las crestas se extiende a la vista la inmensa meseta ondulada como vasto mar petrificado.

Dimos, por fin, vista al Duero y con él a un paisaje dantesco, tal cual los imaginara
Gustavo Doré. En lo alto, apuntados picones que se asoman al abismo, peñas y aserradas
crestas; a lo largo, inmensas escotaduras que encajándose de un lado y de otro, en la
disposición llamada cola de milano, forman la garganta por cuyo hondón corre el río. Los
enormes cuchillos van perdiéndose en gradación de tintas hasta ir a confundirse con la
niebla. Allí arribota, arribota, en la cresta del escarpado frontero, verdean trozos de trigo,
nuncios de una campiña serena, y asoma su copa algún que otro arbolito que denuncian a un
pueblecillo portugués. Fuegos de luz animan la dantesca garganta; peñas en claro se
destacan sobre el tono oscuro de las peñas en sombra, y allá en lo alto, dominando al ceñudo
paisaje, algún milano se cierne bañándose en luz. Suben del río perezosas nieblas que se
agarran a los peñascos, y fingen el alma de éstos que de ellos se desprende con pesar. El
Duero, que dibujando su vena central, su líquido senderillo de espuma, corre encajonado en
el fondo de estas gargantas, es el mismo que pasa amplio y solemne, abrazando a la feraz
llanura y como gozándose en ella, por tierra de Zamora. Todas esas gargantas dantescas
son obra de él, obra de la lenta labor del agua terca. El fuego bosquejó a la tierra su
esqueleto, dio el bloque, es el agua el artista pacienzudo y tenaz que modela sus contornos.

En el fondo de estos tajos incuba el sol que da gloria. No lejos de Laverde hay en la
garganta un paso llamado de la Bodega, tal vez por esa incubación. El sol caldea los
arribes, resguardados de los vientos y las brisas que hielan la meseta, y saca de ellos una
vegetación potente y propia de otras latitudes. Crecen olivos ingeridos en zambullo o
acebuche, tapizan las vertientes oloroso tomillo, flores de monte, nardos; la cubren
gamonas, jaras madroñeras, anguelgues, jidigueras (cornipedreras) y retuerce sus recias y
nervudas ramas entre rocas el bravío joimbre, cuyas raíces luchan con las entrañas de la
peña para dar de beber a su enmarañada mata luz del sol. La mano del hombre ha acudido a
fomentar la naturaleza. En los repliegues de los arribes dan al sol su tono verde claro los
limoneros y crecen los naranjos, y aquí y allí salpican al tinte pardo de los escarpes los
blancos copos de los almendros en flor. En poyatas o tablas talladas en el terreno y
sostenidas por paredones se alzan los olivos.

63
En una de estas laderas del tajo del Duero, en medio de lo que queda de una que debió
de ser huerta frondosa, se alzan las ruinas del convento de Laverde, retiro en un tiempo de
los religiosos menores. En la portería, sobre la puerta y debajo de un escudo con los cinco
estigmas, se lee, enteramente ahumada, esta inscripción:

“Entre la vida y la muerte no ai espacio ninguno;

En un instante se acaba lo que se vive en el mundo”

Año de MDCCLXIX (1.769)

Allí nos recibió el actual habitante del convento, acabado trasunto por su facha de
villano medieval. Dejamos las caballerías en la que fue iglesia y entramos en las ruinas del
convento.

Es una pena la que ofrece aquella desolación. Las celdas deshechas y a la intemperie; la
yerba creciendo por todas partes; en el claustro un limonero entre maleza, y en el jardín un
boscaje de limoneros y de naranjos. El convento no tiene mérito alguno arquitectónico ni
nada que le dé carácter. Es vulgarísimo. Por la parte que mira al río presenta algún aspecto
de fortaleza. Lo hermoso es su escenario y su ambiente, los restos de vegetación de que
está rodeado. Frente a él se alza una gigantesca piñal (pino) y en los hondo zumba el Duero
enfrenado entre peñascos. Lo más típico es lo que del huerto queda, aquel rincón umbrío de
limoneros y naranjos, a cuya sombra rezarían los frailes sus oraciones, descabezarían sus
siestas y gozarían de tranquilo sosiego los ancianos retirados ya del todo del mundo. Es un
rincón que sugiere la idea, algo antinómica, a primera vista, de un ascetismo horaciano.

Hubo un tiempo, hasta eso del año 30, en que floreció en su retiro aquel cenobio,
ofreciendo en aquella colosal hendidura de la adusta meseta castellana escuela de
recogimiento y meditación a los frailes menores durante algún tiempo del año y refugio
para su vejez a los que de ellos pedían acabar allí sus días, en el vivo silencio, rezando a la
sombra de los limoneros y al compás del murmullo del contenido río. Es, sí, un silencio vivo el
que aquí reina, vivo porque reposa sobre el sempiterno rumor del Duero, que en puro ser
continuo acaba por borrarse de la conciencia de quien lo recoge. Y como se pierde de
cuenta este rumor del sempiterno curso del río, perderíase allí de cuenta el rumor del
curso de las horas que habrían de desfilar en solemne procesión monótona. Allí, en aquel
refugio, libertaríanse los espíritus del tiempo, engendrador de cuidados, yendo cada día a
hundirse sin ruido con su malicia en la eternidad. ¡Siempre el mismo río, los mismos
peñascos siempre, todo inmutable!. Cuando lo que nos rodea no cambia, acabamos por no
sentirnos cambiar, por comprender que es el vivir un morir continuo, que “entre la vida y la
muerte no hay espacio ninguno”, como reza la inscripción del convento de Laverde.

A este convento iban en un tiempo los riberanos a los perdones, por la Porciúncula, y aún
hoy algunos recuerdan haberlo oído. En denominaciones de sitios ha quedado la memoria de
los franciscanos que lo habitaron. Hay en el camino un punto que se llama el montadero de
los frailes; a una peña que forma a modo de asiento le llaman la silla del guardián. Allí
cuentan también, que viniendo Santa Marina perseguida de los moros y cansada del camino,
al llegar a una peña le dijo:

“Ábrete, peña cerrada, que viene Marina cansada”

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En la peña hendida se colocó un altar a la santa, y sobre ella se alzó la capilla de Santa
Marina, cercana al convento.

La cuadrada torre del convento mostrando al descubierto el enladrillado de su cupulilla,


mira al contorno. Contemplándola recordé aquellas dos hermosísimas estrofas de “Los dos
Campanars”, de mosén Cinto Verdaguer:

“- Campanes ja no tinch, -li responía

Lo ferreney campanar de Sant Martí.-

¡Oh!, ¡qui pogués tornármelas un día!

Per tocá’a morts pe’ls monjos les voldría;

Per tocá’a morts pe’ls monjos y per mi.

¡Que tristos, ay, que tristos me deixare!

Tota una tarda los vegí plorar;

Set vegades per vèurem se giraren;

Jo aguayto fa cent anys per hont baixaren:

tu que vius més avall, ¿no’ls veus tornar?

Hoy en día no habitan en la profunda barrancada, fuera del rentero que explota lo que
los frailes dejaron, más que los carabineros españoles, y del otro lado del río los guardiñas
portugueses, vigilando el paso de la barca. El contrabando es lo único que a las veces anima
el enorme tajo. Algunos desgraciados se ponen de acuerdo, lanzan de un lado a otro del río
un bramante o cogiéndolo con los dientes lo pasa alguno a nado, con él tienden una maroma,
y pendiente de un barzón pasan mediante una guindaleta, de un reino a otro, género
prohibido. Es el modo de contrabandear allí donde no hay puente alguno, a lo sumo una
manotera, y alguna vez un paso a saltos. La frontera natural se halla profundamente
marcada, parecen haberse desgajado violentamente los dos reinos. Arriba nadie lo diría;
desde Masueco aparece Ventosello, un pueblecito de Tras-os-montes, situado en la misma
llanura, sin más que leves ondulaciones del terreno en el intermedio.

***

Mucho hay que decir del paisanaje de la Ribera, de sus costumbres, de su traje típico,
de su carácter, de su interesantísima habla, sobre todo, pero no cabe esto en lijeras
impresiones.

Ofrece la provincia de Salamanca, en el aspecto etnográfico, amplísimo campo de


estudio. Profundas diferencias separan, dentro de la unidad que los abarca, al charro
propiamente dicho, pues es un error el creer que todo salamanquino sea charro, con sus
internas diferencias, al armuñés, al serrano, al riberano, al peñarandino, al bejarano.

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En el mismo distrito de Vitigudino, a que pertenece la Ribera, se señalan diferencias
entre la Ribera misma, la llamada Aldea, el Abadengo y la Ramajería.

Nada más abandonado en España que el estudio hecho en vivo y del natural, del pueblo.
Todo género de folklore o demótica está por explotar; ni las tradiciones, ni los cantares,
ni las costumbres, ni el derecho consuetudinario, ni la medicina popular, ni el habla,
encuentran investigadores. ¡Y no es poca la mies! Llevo algún tiempo recogiendo
elementos para un estudio del habla popular o mejor de las hablas populares en la región
salmantina, y cuanto más material acopio más vasto me parece el que queda fuera de mi
diligencia. Lo que en la historia de la literatura española se conoce con el nombre de
dialecto sayagués, la lengua en que están escritas las farsas y églogas que a fines del
siglo XV escribieron Lucas Fernández y Juan del Encina, el lenguaje rústico del famoso
Auto del Repelón, no son más que leves muestras de un dialecto que abortó en la región
salmantina. Y dentro de esta región el territorio más rico en cosecha lingüística es, por
lo que llevo trabajado, la Ribera. Formas dialectales se recogen a porrillo recorriendo
los hermosos campos de Salamanca. Si Dios me da vida y salud he de dedicar a esta
habla un estudio y entonces se verá qué hermosos giros, qué briosas expresiones, qué
típicos vocablos corren en boca del pueblo inadvertidos de los doctos, y qué luz tan viva
puede proyectar este estudio en el conocimiento de nuestra lengua castellana literaria,
anémica y opilada por la vida de ciudad.

Decía al principio de estas notas que España está, en gran parte, todavía por descubrir.
Por descubrir está en no menor parte el pueblo español. Y sólo haciendo conciencia
nacional con el riquísimo fondo inconsciente que en el seno del pueblo yace, es como
podrá redimirse España y recibir en vivo y con eficacia y sobre fértil seno la acción del
ambiente internacional europeo.

Miguel de Unamuno. Salamanca, marzo de 1898.

Publicado en la revista “Ecos literarios”, el 19-marzo-1898.

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