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MODELOS COMUNICATIVOS.

Como hemos visto, la comunicación puede entenderse como un proceso


unidireccional o bidireccional, y este último sería el que podemos considerar
verdadera comunicación.

Otro de los criterios para distinguir modelos comunicativos es el número de


personas que participan, es decir individual o colectiva; o bien, si es directa o
mediada tecnológicamente, por ejemplo, cara a cara o a través de un teléfono.

Y otra posible clasificación, más crítica, está en función de si la comunicación


es libre y voluntaria o impuesta. En la mayor parte de los procesos
comunicativos, como es el caso de la información o el entretenimiento,
normalmente el acto comunicativo suele ser voluntario, es decir, el receptor
participa y recibe información de forma voluntaria.

Pero en otras ocasiones, como es el caso de la publicidad, el receptor es


destinatario obligado de cientos de mensajes no solicitados y que no se
desean. Este caso es aún más evidente cuando los mensajes publicitarios
están en el espacio público directo o mediado.

Comunicación social impuesta al ciudadano.

Otra posible clasificación de la comunicación social podríamos realizarla en


función del impacto que el mensaje produce en el espacio público, bien por su
grado de agresividad, bien por su tamaño o por la tecnología utilizada, el
mensaje puede considerarse una invasión muy perjudicial para el ambiente.
Comunicación impuesta y muy agresiva.

Por otra parte, citamos el contenido del mensaje y su ubicación como otra
posible clasificación. El espacio de la comunicación social, aunque está
regulado legalmente, abarca un gran contenido de mensajes y espacios. No es
lo mismo un mensaje que incite al consumo de una bebida alcohólica que un
anuncio de agua mineral, y este mismo mensaje no tiene igual repercusión si
está en una revista comercial para adultos o en una valla frente a un centro
educativo.

En cuanto a la comunicación educativa, Kaplún, M. (KAPLÚN, 1998:18-19)


destaca que “a cada tipo de educación corresponde una determinada
concepción y una determinada práctica de la comunicación”. El autor distingue
tres tipos de modelos, que no se dan de forma absoluta sino combinados, por
lo que cada modelo pone el énfasis en un aspecto diferente:

a) Educación que pone el énfasis en los contenidos: corresponde a la


educación tradicional, basada en la transmisión de conocimientos y
valores de una generación a otra, del profesor al alumno, de la elite
“instruida” a las masas ignorantes.

b) Educación que pone el énfasis en los efectos: corresponde a la llamada


“ingeniería del comportamiento y consiste esencialmente en “moldear” la
conducta de las personas con objetivos previamente establecidos.

c) Educación que pone el énfasis en el proceso: destaca la importancia del


proceso de transformación de la persona y las comunidades. No se
preocupa tanto de los contenidos que van a ser comunicados ni de los
efectos en términos de comportamiento, cuanto de la interacción
dialéctica entre las personas y su realidad; del desarrollo de sus
capacidades intelectuales y de su conciencia social.

El primer modelo es el memorístico, también descrito como “educación


bancaria”, en el que se transmiten datos (fechas, nombres, lugares, cifras,
hechos, etc.) con el fin de que el alumno los memorice.

En la educación formal existen muchos casos en que se utiliza este modelo


comunicativo, por ejemplo cuando un profesor de universidad utiliza un libro
escrito por él como material de la asignatura y evalúa en función de si el
alumno sigue sus tesis o se desvía.

El segundo modelo está fuertemente influido por el desarrollo de las teorías


conductistas y por la programación por objetivos. El educador es una especie
de programador que espera unos resultados de su alumno. También la
evaluación estará condicionada por el ajuste entre los objetivos establecidos y
esperados por el educador y los que obtiene el alumno. En la educación no
formal, sobre todo en la de corte academicista (enseñanza de inglés,
informática, mecanografía, etc.) está presente este modelo de forma más
nítida.

El tercer modelo tiene su origen en la llamada educación liberadora que inició


Freire en América Latina. Si los dos modelos anteriores tienen un carácter
exógeno (educación como influencia exterior), y basan su acción en la acción
del agente educativo; este modelo es endógeno ya que pretende desarrollar
todo el potencial del sujeto de la acción educativa.
Encontramos especialmente interesante la reflexión de Adorno y Horkheimer1
cuando afirman que: “el paso del teléfono a la radio ha separado claramente los
papeles. Liberal, el teléfono dejaba aún lugar al participante el papel de sujeto.
La radio, democrática, convierte a todos en oyentes para entregarlos
autoritariamente a los programas, entre sí iguales, de las diversas emisoras. No
se ha desarrollado ningún sistema de réplica, y las emisiones privadas están
condenadas a la clandestinidad”.

Destacan estos autores la importancia del modelo comunicativo también para


las relaciones sociales. Los medios de comunicación tradicionales poseen un
modelo comunicativo jerárquico y sin posibilidad de respuesta.
Nos condenan a recibir mensajes sin haberlos solicitado –sobre todo los
medios financiados con publicidad que suelen ser todos (públicos y privados)-
mientras que otros medios como Internet permiten la respuesta del receptor y
desarrollan herramientas específicas contra la publicidad (navegadores con
filtros anti-ventanas emergentes, correo electrónico con antispam, etc.).

En la actualidad, nos encontramos en un proceso de adaptación de los medios


tradicionales a los medios digitales que convergen en un sistema único de
emisión que permite la respuesta. El debate sobre la sustitución de los medios
analógicos por un medio integrado digital está en plena efervescencia:
¿desaparecerán los libros y periódicos en papel? ¿Nos acostumbraremos a un
nuevo medio digital universal? ¿Serán las audiencias verdaderos protagonistas
de la revolución de los nuevos medios de comunicación?

EL MODELO EMIREC.

Como crítica al modelo unidireccional autoritario, el canadiense Jean Cloutier


propuso una nueva forma de definir el modelo que describe a las personas que
intervienen en un proceso de comunicación, a partir de los términos emisor y
receptor: EMIREC.

Para su creador, -señala Kaplún- “todo hombre debe ser visto y reconocido
como un EMIREC, todo ser humano está dotado y facultado para ambas
funciones, y tiene derecho a participar en el proceso de la comunicación
actuando alternativamente como emisor y receptor”. (KAPLÚN, 1998:65).

Este modelo se representaría con dos o más EMIRECS intercambiando


mensajes alternativamente.

1
Adorno, T. Y Horkheimer, M. “La industria cultural” en Aparici, R. y Marí, V. (coords) (2003) Cultura
popular, Industrias Culturales y Ciberespacio. Madrid. UNED. (p.183)

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