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Mundo Judío – 05/02/2009

Tu Bishvat, el año nuevo del árbol


El próximo lunes festejamos Tu Bishvat, el año nuevo del árbol, de acuerdo a la tradición hebrea. El día
del pago de los diezmos por los frutos de los árboles se convirtió con el tiempo en la fiesta de Eretz Israel
y sus frutos, y se fue desarrollando la tradición del Seder de Tu Bishvat, sobre el cual escribí el año
anterior. Mas es interesante que reflexionemos sobre el árbol y sus diversos significados en nuestra vida y
como se manifiesta en nuestro Libro por excelencia, el Tanaj (la Biblia).
El árbol es algo que forma parte de nuestra existencia en forma total. El árbol nos otorga frutos para
comer, sombra para descansar, colores para gozar, madera para construir casas, muebles, resina, hojas
perfumadas y otras cosas. El árbol absorbe aguas estancadas y pantanos. Es tanto lo que nos dan los
árboles, que resulta difícil imaginarnos la vida sin ellos. Árboles son vida y su falta es un desierto.
Y desde el principio de la Creación, vemos al árbol como algo central que Dios ha hecho. En el tercer día,
Dios dijo: “Produzca la tierra hierbas, plantas sementíferas y árboles frutales que den sobre la tierra frutos
conteniendo en ellos simiente propia de su especie'', y así fue, y aparecieron los árboles que se
reproducen y nos otorgan sus frutos, ``y vio Dios que esto era bueno''. Y continúa el relato bíblico con la
creación del Jardín del Edén, donde hizo Dios ``germinar del suelo toda clase de árboles agradables a la
vista y apetitosos para comer, además del Árbol de la Vida, en medio del Jardín, y del Árbol del
Conocimiento, del Bien y del Mal''. Y el Hombre prefirió el Conocimiento y comenzó la cultura y la
civilización, conociendo el Bien y el Mal y limitando la Vida.
Y el árbol continúa siendo la compañía del ser humano en todo. Nos cuenta el libro del Génesis que el
patriarca Abraham se sentaba a la sombra del árbol cuando el sol estaba en su cenit e invitó a los ángeles
a comer con él bajo la hermosa sombra del árbol.
Y el árbol nos sigue acompañando en el Libro Santo. El Libro del Éxodo nos relata que Betzalel fue
elegido para construir el Tabernáculo. ``Le he llenado del espíritu de Dios en sabiduría, inteligencia y
pericia para toda suerte de trabajos, para trabajar el árbol (la madera)...'' La madera era uno de los
elementos más importantes de la Casa de Dios. El Arca de la Alianza era de madera de acacia, cubierta
de oro. No de oro puro, sino solamente cubierta; lo primordial era la madera, el fruto del árbol. Más tarde
encontramos en el Levítico, que dos de las especies de Sucot son árboles: la palmera (lulav) y el sauce
llorón (haarava). De las siete especias con que Dios bendice a la Tierra de Israel, cuatro son árboles: viña,
higuera, árbol de granada, olivo. Observen la proporción de árboles en las especies elegidas, la
centralidad que tiene lo creado el tercer día. Y más adelante, también en el Levítico vemos que la
bendición de Dios y la maldición de El, incluye a los frutos de los árboles. “Si os comportaréis de acuerdo
a mis leyes y guardaréis mis mandamientos, os daré a su debido tiempo la lluvia necesaria, la tierra
producirá sus frutos, los árboles de los campos darán los suyos...''
“Si no obedeceréis se empleará en vano vuestra fuerza, pues la tierra negará sus productos y los árboles
del campo no darán sus frutos''. Nuestro comportamiento nos permitirá gozar o no de los árboles.
La Biblia, en el Deuteronomio, nos lleva luego a otra faceta de los árboles. Cómo debemos tratar al árbol
en la guerra. No salimos a la guerra contra los árboles, y por lo tanto no deben ser destruidos: “Si para
conquistar una ciudad te ves obligado a asediarla por largo tiempo, no abatas los árboles. Come sus
frutos, pero no los tales. Son tan sólo árboles del campo, y no hombres que puedan defenderse del
ataque de ustedes''. Ojalá muchos “temerosos de Dios'' hoy en día cumplirían con esto y no talarían y
quemarían los olivos y viñedos de sus vecinos por no ser judíos, y en nombre de Dios y la Tierra de Israel.
El verdadero ser humano debe ser como el salmista nos dice: “Dichoso el hombre que no sigue el consejo
de los malvados, ni va por la senda de los descarriados... Es como un árbol plantado junto a corrientes de
agua, que da fruto a su tiempo y jamás caen sus hojas: todo cuanto hace sale bien''. El hombre debe ser
como un buen árbol florido.
El árbol es vida, no nos olvidemos. Tratemos a los árboles y a los bosques con dedicación y amor. Nos
dan tanto y exigen tan poco.
No nos olvidemos de ellos en este nuevo año del árbol.
Rabino Shmuel Shaish*
*Congregación “Taguel Aravá'', Eilat.

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