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Esnifando letras
Recopilación de la Bitácora
“Cosas que nunca te diré”
por Eva Márquez
(Año 2009)
2
Ana Patricia Moya y Andrés Ramón Pérez García, por animarme a realizarlo.
Ángel Sáez García y Catalina Gómez Parrado, por su labor correctiva.
Antonio Calleja, por su inestimable ayuda en la maquetación del mismo.
Y especialmente, gracias a la profesionalidad de Ángel Muñoz Rodríguez, por
realizar esta portada y contraportada ajustándose fielmente a mis indicaciones e
instrucciones.
3
Sin más dilación, os doy mil gracias a todos por vuestra participación
en este “Esnifando letras”, y ya sabéis lo que os toca hacer ahora.
Es vuestro turno.
Eva Márquez.
6
Ana Patricia Moya, Ana Pérez Cañamares, Ana Vega, Ángel Petisme Ángel
Rodríguez, Ángel Sáez García, Ada Menéndez, Alberto Batania, Begoña
Leonardo, Catalina Gómez Parrado, Dani Orviz, David González, David
Morán, Dioni Blasco, Eduardo Andradas, Eva Vaz, Hasier Larretxea, Francisco
Cenamor , Gsús Bonilla, Inma Luna, Isabel García Mellado, Javier Das, Jorge
Ampuero, José Ángel Barrueco, Juako Escaso, Andrés Ramón Pérez Blanco,
Leire Olmeda, Lluís Pons Mora, Mario Crespo, Marta Zafrilla Díaz, Mario
Fernández, Mª Rosa Comas, Pedro Chincoa, Rolando Revagliatti, Santiago
Tena, Uberto Stabile, Víctor Sierra, Yolanda Sáenz de Tejada, Roberto Arévalo
Márquez, Enrique Arias Vega, Virginia Barbancho.
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Botas en la ventana
Cuando desperté estaba
destrozado en un hospital
por haber pasado
un par de largos días
tirado en el estiércol
al borde de la nada.
Y al ponerse de pronto
el semáforo en rojo
comprendí que no eran
las botas sino el reloj
lo que debía de dejar
para siempre
a la sombra de tu ventana.
Dioni Blasco
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Paradojas de la belleza
¿Cuántos kilos de marfil se necesitan
para construir el teclado de un piano?
¿cuántas toneladas de elefantes hay que abatir
para escuchar en los salones
una polonesa de Chopin?
Ángel Petisme
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cansancio ajeno
Santiago Tena
y el poema soy yo
cuando sé que tú eres
poema en mi poema,
en ti y en lo que ves,
en lo que mi hombro dice cuando apoyas
en él toda tu vida,
y cada vez que dices que me quieres
me hago poema yo,
y cuando con la mano
buscas mi protección
yo soy niña también,
también soy tú.
Y no voy a hacer caso
a quien quiera tratarte con dureza,
voy a ser todo padre,
todo amor, todo madre,
todo hermano pequeño,
todo bebé en tus brazos,
voy a ser todo tú.
Santiago Tena
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Un escritor vende poco, salvo si es uno de esos tipos célebres que arrasan
en las librerías y cuyos libros todo el mundo regala por Navidad. Los
críticos y los esnobs acostumbran a machacar sus novelas y su reputación,
pero no veo nada de perjudicial en enriquecerse escribiendo. Si un doctor
se enriquece sanando enfermos, ¿querrá eso decir que es un mal médico?
Hace unas semanas pasé unos momentos malos. Muy malos. Debía algún
dinero y, a menudo, me encontraba a esa gente con la que había
contraído deudas.
-¿Cuándo demonios vas a pagarme?
-Pronto, muy pronto.
-¿Vas a ganar algún premio gordo?
-Sí, Alfredo, voy a ganar un premio gordo y luego te pagaré.
-Más vale que sea cierto.
Por supuesto, era mentira. No es barato enviar relatos y novelas a los
concursos. Cuesta dinero. Dinero para el cartucho de tinta, dinero para
hacer copias en la copistería, dinero para los sobres y los sellos y también
para los envíos certificados.
En aquellos días de los que hablo no llevaba mis cuentas muy mal. Con mis
ahorros podía permitirme salir los fines de semana, invitar a una chica de
vez en cuando a cenar y comprar folios y cartuchos de tinta. Entonces me
cogí un catarro (a pesar de que era verano) y empezaron a dolerme las
muelas. [....]
Deseo
Quedarme tan solo
un instante más
enredada en las sábanas de la cama
que huelen a nosotros dos
una noche cualquiera amándonos.
Porque te deseo,
deseo, deseo,
deseo que fluye por mi cuerpo
en forma de silueta
que dibujan dos cuerpos
amándose,
amándose como nosotros dos
absortos en el deseo,
el deseo,
ese deseo que aún permanece intacto
en el hueco de tu ausencia.
Porque anoche,
como tantas otras,
tu cuerpo y el mío
cabalgaron juntos hasta perderse
en el abismo que se crea
a nuestro alrededor,
cuando en el centro mismo
del magma que forma
la esencia de nosotros dos
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Guijarros y carmín
Puto jarrón.
Me corté en un dedo con
su horrible cerámica pintada con
flores azules.
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Cambio de sentido
Si decides cambiar tu vida,
si decides que llegados a un punto
nada tiene sentido,
si decides largarte de donde estás
o por el contrario decides volver a tu casa,
recuerda,
no dejes que tu vida
se estanque,
no te permitas
no poder avanzar
ni retroceder.
Porque al final
empezarás a echar de menos,
empezarás a pasarlo mal,
empezarás a verle sentido
a lo que dejaste atrás
y no hay peor sensación
que la de pensar
que a lo mejor
te equivocaste.
Tu vida ha cambiado,
tú has cambiado,
Si te quedas parado,
si te sientas y nada te hace
continuar,
entonces en tu espalda
sólo sientes su caricia.
Porque aunque
no lo deseases
no hiciste nada por evitarlo.
Piénsalo.
La vida
no espera a nadie.
Ni a ti.
Ni a mí.
y sentirte orgulloso.
Para no tener
que guardar en un cajón
todos esos interminables
Javier Das minutos.
Ese tiempo
en el que te has ido muriendo,
ese tiempo
en el que has enfermado
sin conocer las causas.
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Jorge Ampuero
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G
S
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B
O
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I
L
L
A
DESILUSIÓN
para Sonia Fides
la lucha
me enseñó -también-
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a excretar
sólido
y
líquido
en una misma deposición.
-no sé
si lo entendí bien-
supongo
que la felicidad
consiste
en cagarme de miedo
o
mearme de risa
períodos.
Gsús Bonilla
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Quiéreme
Manifiéstate de súbito.
Choquémonos, como por arte mágico
en este sitio,
un Miércoles.
Pidámonos disculpas. Sonriámonos.
Intentemos tirar el muro gélido
diciéndonos las cuatro cosas típicas.
Caigámonos simpáticos.
Preguntémonos cosas.
Invitémonos
a bebidas alcohólicas.
Dejémonos llevar más lejos. Déjame
que despliegue mi táctica.
Escúchame decir cosa estúpidas
y ríete. Sonríeme. Sorpréndete
valorándome como oferta sólida.
Y a partir de ahí
quiéreme.
(sigue)
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Ábrete a mí, abandónate y
enséñame Y en ese instante
el sabor de tus líquidos.
Mordámonos, toquémonos, quiéreme.
gritémonos
permitámonos que todo sea válido Apenas pasen un par de centésimas
y sin parar, sintamos al unísono un relámpago
de éxtasis limpio y cándido,
follémonos. y en un crescendo cinematográfico
dejémonos de artificios y máscaras.
Follémonos hasta quedar afónicos Rindámonos a la atracción magnética
Follémonos hasta quedar escuálidos. que gritan nuestros átomos
Durmámonos después, así, y sintámonos de placer pletóricos
abrazándonos. por sentirla recíproca.
Unidos en un abrazo simétrico
Y al otro día perdámonos por esas calles lóbregas
regalándonos en cada parquímetro
quiéreme. con besos mayestáticos
(sigue)
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Polvo de estrellas
A él se lo escuché:
al científico,
al escritor:
a John Gibbin:
Básicamente, dijo,
somos polvo de estrellas.
Sí, repitió,
eso es lo qué somos:
polvo de estrellas.
Convendría no olvidarlo.
Tenerlo siempre presente.
Polvo.
No estrellas.
D
A
V
I
D
G
O
N
Z
Á
Pesadillas
L
últimamente E
mis sueños
suelen ser Z
auténticas
pesadillas
mejor así
no me asusto
tanto
al despertar.
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EXCUSA
no, yo no trabajo
en una fábrica de armas
ni levanto muros de cemento armado
o redes de alambre de espino
no, yo no trabajo
en ese ramo de la construcción
ni soy el brazo de la ley
que trata de llegar al cuello
o a las ropas de inmigrantes i legales
cuando tratan de pasar por encima
de esos muros y alambradas
ni tampoco soy,
en otro orden de cosas,
el gancho, la porra, el rifle o el arpón
que asesinan a sangre fría
focas, ballenas o cualquier otra especie
animal que se les ponga por delante
no, yo no trabajo
en ninguna de esas historias
o en otras por el estilo
no, lo lamento,
yo no tengo vuestra excusa
yo no tengo
crías que alimentar.
David González
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DIARIO
Solemos rescatarlos
con asiduidad:
unos necesitan una ducha
y un simple afeitado
El resto
Algunos,
además de aseo,
alimento
o cuidados intensivos
El resto
se acuesta cada noche con nosotros.
Víctor Sierra
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No estoy limpia
No estoy limpia. Vengo de un cuento de hombres y mujeres tan verdad y mentira como
cualquiera. No hace falta contar lo que se ve en mis brazos, lo amordazado de mis ingles. Tú
sabes. Yo aprendo. Esa es la parte buena del negocio. Que estoy dispuesta. Quería decírtelo
personalmente mientras te abro la boca para que puedas devorarme. Me pongo así en tus
manos y empieza el juego. No estoy limpia. Atrás se quedan cosas que me han dejado estrías
en la tripa, rayas blancas, brillantes, en las que puedes colocar tu lengua para que lama a
trompicones la inexperiencia que dan los años, las señales que delatan mi edad de árbol.
Empezaré soplando el color de tu carne. La acercaré a mis labios, me hundiré en el sabor de
cada trago como si fueras mi nutriente. Luego, cuando conozca tu grado de acidez, llegaré a
más. No habrá contemplaciones. Seré una plaga de dedos que entren y salgan y arañen,
froten, lleven y traigan líquidos y olores. Seré dientes que hagan crujir tus huesos y arrebaten
las regiones más blandas. Seré una pierna dúctil y escurridiza anudada en tu origen. Me
ensartaré en todos tus extremos hasta verme inundada. No estoy limpia. Ya lo ves. No es
necesario que me tapes ahora. No es necesario. No tengo nada que ocultar. Las manchas que
arrastramos son las que nos dan forma. Ahora quiero que te quedes aquí, que me dejes hacer,
que me dejes hacerme.
Inma Luna
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Cadenas
Hambre de tu piel.
Sed de tu boca.
Esclava de tu cuerpo.
Dedos deslizándose
Testigo: el colchón.
El mundo en tu vientre.
No-amor
Sábanas húmedas.
Aliento cálido en mi
nuca.
Sin título
Vacío.
Todo es vacío.
Demasiado vacío.
Tan vacío…
Bragas
R
E
L Ana Patricia Moya
A
T
O
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Begoña Leonardo
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Era un joven muy atento, trabajador y muy eficiente, por lo que el anciano no tenía
dudas sobre su valía. Sin embargo, había algo que fallaba. Su hijo, el futuro rey, estaba
solo. Su timidez y su falta de amistades hacían que jamás hubiera conocido una mujer.
Pasaba mucho tiempo estudiando y el poco tiempo libre que le quedaba solía emplearlo
en perfeccionar, lo que le convertía en un heredero muy huraño.
Un día el rey hizo llamar a su hijo. Se encontraba débil, y pronto debería cederle el
trono. No obstante, no quería que esto sucediera sin que el príncipe tuviera a su
princesa. Y con este mismo objetivo, tuvo una audiencia con él.
- Hijo, has de saber que un rey no es nadie sin su reina -comentó el anciano- tú has visto
mi reinado, mis logros y mis éxitos. Sabrás que todos fueron conseguidos gracias a la
reina, a tu madre.
- Claro que lo sé, padre -respondió con firmeza el príncipe.
- Pues bien, es hora de que encuentres a tu princesa. Es un imperativo que asciendas al
trono del lado de una mujer que te ayude. Y debes hacerlo pronto, pues casi no tengo
fuerzas y no me gustaría irme sin tener a mi hijo en nupcias.
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- Pero, padre, yo no conozco a ninguna mujer que desee quererme. Ni siquiera sé lo que
es el amor.
- Tranquilo, hijo, pues los árboles del bosque arrastran un rumor. -susurró el anciano
con una pícara sonrisa- dicen que, más allá de la espesura, se encuentra una princesa en
apuros. Su madrastra, celosa de su extraordinaria belleza, ha vertido una maldición
sobre ella y ahora descansa en un sueño eterno hasta que los labios de un príncipe la
despierten. Vive lejos, muy lejos de aquí. Por eso es necesario que partas de inmediato.
Toma el corcel real y galopa raudo hasta la espesura. Allí encontrarás a siete enanos que
custodian su ataúd de cristal. Pídeles que te dejen verla, y posa tus labios sobre los
suyos para romper la maldición de su madrastra.
- Pero ¿Y si no se rompe?
- Se romperá, hijo. La maldición caerá con el primer beso de amor.
- Pero yo no la amo -contestó desconcertado.
- Es infinitamente bella, hijo mío. Cuando la veas, quedarás prendado por su belleza y la
amarás. Entonces tus labios se convertirán en el néctar de su salvación.
El príncipe, sin rechistar más a su padre, tomó el caballo real y galopó tal y como le
había ordenado el rey. Viajó por el bosque, cruzó el río, ascendió por las más altas
montañas y sufrió al solitario desierto, hasta que al fin entró en la espesura del lejano
reino.
- Buenos días -irrumpió con la voz quebrada- Soy un príncipe de lejanas tierras. El
bosque dice que aquí hay una princesa en un eterno sueño.
Los enanos le miraron con desconfianza, recelosos por si se trataba de algún tipo de
artimaña de la madrastra de la muchacha, pero tras deliberar entre ellos, y de analizar
las facciones del apuesto príncipe, optaron por dejar que la viese.
Finalmente se encontró con ella. Sí, era hermosa, y metida en aquel ataúd de cristal daba
cierta sensación de fragilidad. El príncipe la miró detenidamente, con un nudo en la
garganta y con un peso en el estómago que jamás había sentido. ¿Sería el amor? Se
preguntaba, y sin más dilación, se acercó a ella y acarició las pálidas mejillas. A su
alrededor estaban los siete enanos, todos expectantes.
- Pero no sé si esto es amor o sólo es miedo a fracasar por primera vez en mi vida. Me
siento extraño. Siempre he estado muy seguro de mí mismo, porque mis éxitos
dependían de mi esfuerzo, y me he esforzado siempre mucho. Pero ahora, no depende
de mi perseverancia o de mi trabajo, sino de la suerte.
- Pero príncipe, eso es el amor: suerte. ¿Por qué no la besa y así sale de dudas?
El príncipe miró a los enanos y luego a la dama que yacía a su lado. Era cierto, era muy
hermosa. La mujer más bella que había visto a lo largo de su vida. Era imposible no
enamorarse de ella. Hizo acopio de valor y se reclinó suavemente sobre ella. Sus labios
sólo se posaron como una leve caricia, para luego aferrarse con más energía, como si
desease que a través de ellos la muchacha recobrara las ganas de vivir y despertara de su
sueño. Se reincorporó y esperó unos segundos, extasiado por la emoción que fluía por
sus venas, convencido de que ésta despertaría.
Pero la muchacha no despertó. El príncipe lo intentó de nuevo, ahora con más fuerza, y
después probó tres veces más, incapaz de creer que sus besos no sirvieran para ayudarla.
Pero la princesa siguió dormida y la tristeza y la pena inundaron el lugar, donde todos
los presentes lloraron por ella. Todos salvo el príncipe, quien lloraba porque, antes del
amor, había conocido el fracaso.
Jasmin
era la mejor,
de lo peor.
Sus amigas
la llamaban
Labios de Oro y
con sólo 14 años
(una noche)
se acostó
con 12 soldados
italianos.
—Seguro que Dentro,
no durmió—. apoyado en un
Son las once de contenedor,
la noche en la espera un soldado.
Sarajevo, —Esta vez
en la base militar es francés—.
de la OTAN. Pagará 50 marcos
(La que los alemanes
defiende). por una felación.
La niña, Pero ella se
que no lleva llevará 10.
minifalda Seguro que el soldado
para no quedarse tiene madre,
atrapada o hermana,
entre las alambradas, o hija,
pasa escondida que es peor…
en un asqueroso Y seguro que no sabe
abrazo de (el mal nacido)
Yolanda Sáenz de
la noche. que Jasmin, Tejada
esa noche,
al volver a
su casa,
desapareció.
49
DICE GUILLESPIE
Dice Guillespie que la muerte no es lo peor
que no es el dolor la mejor escuela
ni el hambre nos convierte en campeones.
Dice Guillespie
que no son más fuertes quienes más pueden
que los son quienes más resisten
quienes de la derrota levantan caricias.
Dice Guillespie
que lo más peligroso nunca es el peligro
que lo más peligroso es la seguridad
con la que eludimos siempre el mismo peligro.
Dice Guillespie
que no es un hombre acabado
que es sólo un hombre que está acabando
que nunca el final sustituye al fin,
porque en realidad
dice Guillespie
que le dijo Parker
que le contó Cortázar
que en lugar de hacer el amor
ya va siendo hora
que el amor nos haga.
Uberto Stabile
50
Rostro Interminable
de pezones mamantis
servidos en una bolsa
de incertidumbre al vacío.
inyéctese dopamina.
51
Lo que sé de mutaciones
Lo sabemos
desde hace tiempo
nosotros
los europeos
los yanquis
los chinos
la especie invasora
somos como la perca del Nilo
nocivos si hablamos de efectos
en un ecosistema de infarto
donde caen balones de oxígeno
parcheados con tiritas
de cualquier oenege
¿Y las causas?
Piénsalo
cuando esperas tu turno
en el mercado
observa
el ojo del pez como suda
quién sostiene
esa mirada inquietante.
Pedro Chincoa
52
Porque
Y qué hago
Porque tengo huesos y sed
Y qué hago con el alma y te debo y me debes cosas
ésta que no existen
que se mudó de mí ni tienen latido.
qué hago con la luna de mi
calle Porque los años no curan los versos
con lo escrito en mi retina los enredan
qué hago los inclinan hacia la voz
qué hago que guardas en las cenizas sobre la
vagando tierra
entre bloques altos como el un árbol
cuello que esconde su piel de gallina
que no se deja tocar y con y no se aparta de ti
ni de aquel hortelano
las llaves de casa
que llora
y las del miedo
todavía.
qué hago con lo vivido en
invierno
Porque hay hombres que anidan las
colgando en las manos
venas.
y lo que debe venir y no
Que no se los lleva el aire.
viene qué hago
si la paz y la lanza
si la ternura y el fuego
si la razón se dispara
y se estrella todita contra
este milenio
huérfano de nadie
escarmentado de besos
Virginia
que no sabe qué hacer
consigo
Barbancho
vencido qué hago
con la mitad ajena
o qué
con lo que ya nunca ha
sido.
53
Hoy no tengo nada que contar. Mi vida es un coñazo. Bueno, podría contar lo
que hice ayer. Ayer fui a trabajar. Luego fui a comer. Un menú barato. Entre el
café y la copa de coñac me estuve trabajando a la camarera. Está buenísima... La
copa de coñac, digo. La camarera, pues verán, un poco como yo, fea y algo
gorda. Pero es igual, ambos necesitábamos follar. Lo hacemos a menudo.
Siempre hay un roto para un descosido. Te paso a buscar a la salida. Podrías
pasar por IKEA y comprarme una mesita pequeña de estudio. Joder, me va a
salir caro el polvo. IKEA está a cascarla de aquí. Grandes pasillos que recrean la
casa de tus sueños. De tus sueños proletarios. Artículos baratos y de baja
calidad, pero bonitos. Me dieron un metro de papel y pensé que era para
medirme la polla. 24. Le dije a una chiquilla que pasaba por allí… ¿y tú, qué es
lo que te mides? En el camino a IKEA bebí demasiado coñac. Los de seguridad
me sacaron del brazo. Lo bueno es que no tuve que pagar la mesita, se
olvidaron que llevaba un objeto de la mano. Unos fascistas. Joder, y eso que es
una república independiente, si llega a ser una monarquía totalitaria igual me
encierran en la Bastilla. Un rato después me fui a buscarla. A su casa, la casa de
mis sueños. Yo tomé la Bastilla y ella su anticonceptivo. Después montamos la
mesa de IKEA. Sin instrucciones. ¿Quieres casarte conmigo?, se escapó de mi
boca.
Mario Crespo
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Mi ego
discrepo
con mi ego
todo los días
por el simple hecho
de arrebatar
unos míseros segundos
a la cruel realidad
que rodea nuestras ciudades
el paro
el hambre
y no hace falta irse ya a África
la falta de formación
y la poca educación
que ello conlleva
el miedo a salir
a sobrepasar el umbral
de mi bloque
por si tropiezo
con el tío del frac
mi recelo
a dejar de dialogar con mi ego
pese a darme jaque mate
diario
y tener que curar
las heridas de mi rey
con algún ansiolítico
prefiero
estar encapsulado
con mi ego
y mis tristes pelotas
a que cualquiera
de los terrores anteriores
me las castre.
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F
O
T
O
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A
F
I
A
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N
G
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L
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D
R
I
G
U
E
Z
empollón
era un empollón
UN EMPOLLÓN
y eso
antes
a cambio
me alineé
con la jet set de la clase
56
ninguneado
desalojado
F
O
T
O
G
R
A
F
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A
E
V
A
M
Á
R
Q
U
E
Z
Si existieras
mujeres que vuelan
El invento a dos metros del suelo
interesantes
paso uno inteligentes
guardar el alma en un lugar impecables
húmedo y oscuro que te descolocan
paso dos que te arrastran
verterla en un cuerpo en ebullición que te manejan
paso tres que te hacen víctimas
remover cuidadosamente de su deseo
sin derramar una gota que vuelan
hasta que el alma se disuelva que trato de atrapar
o esperar a que el cuerpo se haya consumido sin más éxito
paso cuatro que el fracaso
difrute y contemple de ver como se alejan
la propia desaparición. dejándome el recuerdo
de su ausencia
a dos metros
del suelo.
Mario Fernández
58
Soy NADA
Apuntándoles con
mi trasero
Hermoso Soy la mujer más
Porque soy la mujer inteligente
más hermosa Resuelvo problemas
ajenos
Todo el mundo
escucha
Y desea mis opiniones
Inteligentes
Porque soy la mujer
más inteligente
Yo soy diminuta
Estúpida
Aburrida
Y la diosa
Ada Menéndez
Ni percibe mi
presencia.
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Á
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S
Á
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A
A VUELTAS CON LOS
R
CONDONES C
Í
(NO ME TOQUES LOS CAJONES)
A
No hay quien a “rojilla” entienda.
Quien sufría candidiasis
Reprocha que satiriasis
No exhibiera antaño el menda,
A la hora de la merienda.
No sé si quiero
No sé si quiero saber
cuánto pasa por el mundo.
No sé si quiero
María Rosa Comas Cerdá
ni la dulce sonrisa
de una madre que amamanta
sin miedo a violentos personajes,
ni angustia por dolorosos presagios.
Un rostro de mujer,
son muchos rostros.
Un niño aterrado,
son muchos gritos de niños asustados.
Silencios Dormidos
De la seda de los sueños
y del agua de los llantos,
la memoria es una cuna;
Ausencia
En esta orilla...
todo es silencio.
Sin un murmullo
las olas lamen la arena,
y con sigilo se retiran.
Quedan al sol:
los peces muertos,
conchas que contuvieron vida,
largos tallos de algas
escupidas sin pudor
por un mar implacable,
yo sin palabras,
y tus recuerdos.
65
de marzo.
respondiste a mi secreto
Lo peor de todo
te lo digo ahora.
Leire Olmeda
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LEGÍTIMA DEFENSA
Nacho Vegas.
Me lo pedían
las varices.
Me lo dijo el
espejo.
Y no yo.
Eva Vaz
68
No me siento culpable. Si Begoña me hubiera esperado a la puerta del cine, nada de esto
habría ocurrido.
Así es que llegué tarde, como siempre.
—Es allí —le dije al acomodador, al divisar la nuca familiar de Begoña y un asiento
libre a su derecha.
El cine estaba de bote en bote. En la pantalla, la acción transcurría de noche.
—Hola, cariño —dije a mi chica. Y la besé en la mejilla mientras, como de costumbre,
introducía mi mano en su entrepierna.
—¡Aaaahhhhhh! —chilló la otra, como la sirena de una fábrica.
El tipo de al lado se sobresaltó.
—Asun, ¿qué ocurre?
A la tal Asun le había dado un ataque de nervios. Y a mí, el mayor sofoco de mi vida.
Me había equivocado de chica.
Antes de que el otro me soltase un guantazo de órdago, me estaba escurriendo de mi
asiento.
La bofetada le llegó, como un obús, a un tipo de la fila de delante, que se había girado
para saber qué pasaba. Yo, en mis prisas por huir, pisé salvajemente a un señor gordo y
me di de bruces con un niño que comía cacahuetes. La esposa del agredido gritó, sin
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saber a quién:
—¡Salvaje!
El niño arrollado gimió:
—¡Mamá! ¡Mamá!
Un individuo de la fila de atrás se indignó:
—¡A ver si se callan!
De dos filas más allá se oyó:
—¡Que nos dejen ver la película!
Un amigo del que recibió el guantazo se rebulló y pegó a ciegas. También se equivocó
de destinatario.
—¡Su puta madre! —se indignó el recién llegado a la trifulca.
—¡Mi niño! —se desesperaba la madre del chaval de los cacahuetes.
—¿Qué pasa allí? —preguntaba otro, gritando.
Un acomodador corría por el pasillo, con un zigzagueante haz de linterna delante de él.
Tropezó con un espectador que se había levantado a fisgar. También dijo:
—¡Aaaahhhhhh! —mientras esquiaba sin esquíes por el pasillo central.
Al final se oyó:
—¡Craaaac!
Y otra voz femenina:
—¡Federico, un señor está encima de mí!
—¡Mi niño! —seguía la madre de antes.
—¡Su padre! —se oía dos filas más allá.
—¡Toma, tú! —antes de un sonoro cloc en otro lado.
—¡Que no se oye la película! —llegaba desde el fondo.
Uno de la primera fila de arriba, que se había asomado a ver qué pasaba, cayó con
estrépito sobre el patio de butacas.
—¡Desgraciado! —se seguía oyendo abajo.
—¡Mi marido! ¿Qué le hace a mi marido?
—¡La luz! ¡Que den la luz! —entraba en liza otra voz.
—¡Un hombre que vuela! —había gritado uno que vio caer al del gallinero.
—¡Que venga la policía! —intentaba imponer una persona de orden.
—¡Federico, que me violan!
—¡Mi niño!
—¡Maricón!
Cuando llegó la luz, a mí me cogió gateando por el pasillo lateral, muy cerca ya de la
puerta de salida. Entre doscientas y trescientas personas se hallaban enzarzadas en un lío
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Alberto Batania
El jardín botánico
demasiado claros,
y halladas en los libros las palabras
(nunca sabidas hasta entonces)
de rododendro, meliloto y aladierno,
los pájaros
(nunca vistos por mí)
como la oropéndola o el aguanieves,
lugares
(a los que nunca he ido)
como Tracia, Arcadia y Antioquía,
nombres de mujer
(ya olvidados)
como Tisbe, Perséfone o Deyanira,
elegí éstos para referirme a aquéllos,
y en lugar de escribir, por ejemplo,
escribía esto:
LIMPIEZA (relato)
Marcelina se levanta cuando todo el mundo sueña, antes incluso de que los
tenues rayos de un desganado sol por tan inmemorial rutina, intenten
calentar el cuerpo y el alma (si la tuvieren) de los desdichados
madrugadores, prestos para acudir a sus lugares de trabajo donde cada día
mueren un poco más, a cambio de conseguir el pan y la sal.
Marcelina, antaño luz y ahora la sombra más errante de esta ciudad que
huele a muerte en cada rincón.
Marcelina, a veces ríe. Pues seguro que alguna de estas miserias que
recoge ha podido ser provocada por ella. O por lo que fue ella.
Marcelina fue conocida hace tiempo como Mengana Bananas, toda una
estrella del porno clásico (sí, en el porno existen los clásicos).
Marcelina sabe que alguna de las míticas películas que protagonizó junto
al malogrado Fulano Flauta aún se visionan en estas cabinas. Toda
aquella generación de actores, la mejor generación de actores del cine X
han sido olvidados. Y el abismo los devoró. A todos, excepto a Marcelina
quién, pese a todo, pudo levantarse.
Marcelina ahora limpia los blancos, espesos y pegajosos fluidos que
derraman los clientes del sex-shop al visionar, después de tantos años,
sus películas.
Marcelina así se siente y se sentirá siempre Mengana Bananas. Y no
pierde, ni perderá nunca, su único patrimonio. Su orgullo.
Aunados
Me diluyeron, me exoneraron
me fusilaron o enterraron vivo
No desisten en colaborar
en la concepción irrefrenablemente mutilada
de mi trayectoria.
Rolando Revagliatti
77
Juako Escaso
78
Yo,
quien se escurre en
giros,
que se escudriña
bajo la sombra
interminable
de los últimos versos
punzantes,
afilados, ladeados,
ecualizador de la
verborrea
sin piel, escamas
ni saliva espumosa,
no soy poesía
Esto
no es
poesía
Aquí
y ahora
nada es poesía.
Y te preguntarás:
¿y entonces, qué es la
poesía?
¿Dónde se encuentra?
La poesía
no es más
que todo lo que creías
que no era.
Todo lo que
no has sabido
sentir
ni vivir,
hasta esta palabra
hasta este verso.
Hasier Larretxea
79
Declaración de Intenciones 4
Dioni Blasco 8
Ángel Petisme 10
Francisco Cenamor 12
Santiago Tena 13
José Ángel Barrueco 15
Ana Vega 18
Marta Zafrilla Díaz 20
Javier Das 21
Isabel García Mellado 23
Jorge Ampuero 24
Ana Pérez Cañamares 25
Gsús Bonilla 26
Catalina Gómez Parrado 28
Dani Orviz 29
Eduardo de Diego Andradas 32
David González 33
Víctor Sierra 35
Inma Luna 36
Ana Patricia Moya 37
Begoña Leonardo 40
Roberto Arévalo Márquez 42
Yolanda Sáez de Tejada 48
Uberto Stabile 49
Pedro Chincoa 50
Virginia Barbancho 52
Mario Crespo 53
Ángel Muñoz Rodríguez (voltios) 54
Mario Fernández 57
Ada Menéndez 58
Lluís Pons Mora 59
David Morán 61
Ángel Sáez García 62
Mª Rosa Comas 63
Leire Olmeda 65
Eva Vaz 66
Enrique Arias Vega 68
Alberto Batania 71
Andrés Ramón Pérez Blanco (Kebran) 74
Rolando Revagliatti 76
Juako Escaso 77
Hasier Larretxea 78
Datos de los autores 79
81
Commons.