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Tres. Es un humorista.

En el prlogo de este volumen, su traductor de cabecera, el


acadmico Miguel Senz seala que El imitador de voces cuenta con un elemento
imbatible contra la mala prensa de su inevitable dureza. Las ms de cien pldoras
inspiradas en la prosa periodstica rebajan la prctica habitual en prosa del autor alemn:
prrafos interminables sin puntos y aparte, que se extienden durante pginas y ms
pginas. No hay nada peor contra la popularidad que una subordinada dentro de otra
subordinada, dentro de otra subordinada que se incluye en otra subordinada, que Es un
Bernhard para principiantes, la invitacin perfecta a seguir avanzando por la furia
grotesca de una familia en la que tambin estn Knut Hamsun, Ingeborg Bachmann,
Cline o lvaro Cunhal. Aunque de todos ellos slo Bernhard considera echarle una
pizca de comedia, bueno, de tragicomedia.
Cuatro. Es conmovedor. No creo que Bernhard sea un autor hostil. Creo que es un
grandsimo malentendido, explica Mahler. Maestros antiguos es un libro suave y
conmovedor, oculto bajo montaas de insultos. Creo que Bernhard tena un gran miedo a
la escritura sentimental, por eso ocult los aspectos ms sensibles bajo una pila de
cinismo. Eso me gusta mucho en l. El dibujante ve debajo de las frases obsesivamente
reiterativas, de la sintaxis rigurosa, del largo lamento que habla de desgracias, suicidios,
enfermedades y muertes, un modo conmovedor de existir. Lo ms complicado no es
ilustrar una novela, sino hacer algo nuevo con ella. Para empezar, ha tenido que eliminar,
editar y deshacerse de las repeticiones. El ritmo del cmic Maestros antiguos se basa en
las imgenes.

Cinco. Es un provocador. Nato. Ya hemos mencionado que le hierve la sangre (caliente),


que su prosa es un puro borbotn, que arremete contra todo y que acab siendo prisionero

e imitador de su propio verbo. Pero todo eso, toda su provocacin no habra sido nada sin
un estilo cultivado y un ritmo de pura relojera. Fuera de sus libros tambin se imit a s
mismo: cuenta Senz en el prlogo que El ignorante y el demente se estren en 1972 en
Salzburgo, y que al final de la obra las instrucciones del autor exigan dos minutos de
absoluta oscuridad en el escenario. Pero el reglamento del teatro lo impeda y Bernhard
enva un telegrama al director del festival: Una sociedad que no soporta dos minutos de
oscuridad se quedar sin mi obra.

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