Você está na página 1de 7

En busca de lo más simple

Desde el primer momento en el que el ser humano comenzó a plantearse cuestiones científicas, se
percató de que cuando supiera lo suficiente descubriría que el mundo, después de todo, es en
realidad mucho más simple de lo que parece. Si bien en la mayoría de los tratados de la historia de
la teoría del átomos se parte desde los antiguos griegos, según John Gribbin (doctor en astrofísica
en la Universidad de Cambrige y autor de múltiples textos de divulgación científica en este tema) es
una afirmación un tanto exagerada.

En el año 585 antes de Cristo, el griego Thales de Mileto (considerado como el primer científico de
relevancia) sugirió que todo elemento natural era en última instancia "agua"; ya que se presenta en
los tres estados [líquida (agua), sólida (hielo) y gaseosa (vapor)] dependiendo de la temperatura del
ambiente. Sus sucesores, Epicurio de Samos y el romano Lucrecio Caro, desarrollaron la conocida
teoría que indicaba que toda sustancia no era más que combinaciones de cuatro elementos: tierra,
agua, fuego y aire. Desde nuestra posición (miles de años después) nos parece hasta ridícula sus
teorías, pero es el primer intento que pretende hallar un esquema sencillo para explicar la
complejidad observada en el mundo sin utilizar a una deidad como "creador". Hay autores, como
John Gribbin en su libro En busca del gato de Schrödinger, que sostienen que es exagerada la
importancia que se les da a los griegos en este aspecto.

A finales del siglo V a. c. los filósofos Leupino y Demócrito, intentaron conciliar el conflicto entre
transitoriedad y la complejidad observada en el mundo material con la idea griega de que la verdad
debe ser eterna e inmutable. Sugirieron que la materia estaba compuesta de pequeñas partículas
indivisibles que bautizaron con el nombre de átomo (del griego indivisible) y señalaron que si bien
esas partículas son inmutables, las relaciones entre ellas cambian. << Las únicas realidades existentes
son los átomos y el espacio vacío; lo demás es mera especulación >> escribió Demócrito de Abdera
(extraído del libro En busca del gato de Schrödinger de John Gribin, Pág. 15). A pesar de esta clarividencia, la
idea disfrutó de poca aceptación entre los filósofos griegos y romanos. Así el átomo fue olvidado
mientras que la idea de que el universo estaba compuesta por los cuatro elementos antes
mencionados, resultó mucho más popular, aceptada y propagada por "eruditos" de la talla de
Aristóteles, de manera que fueron enseñadas como verdades absolutas durante dos mil años.

Algo está cambiando

Aunque el inglés Robert Boyle usó el concepto de átomo en sus trabajos de química durante el siglo
XVII, y Newton lo tuvo en mente al desarrollar sus descubrimientos en física, específicamente
óptica, la idea de átomo no pasó a formar parte del pensamiento científico hasta la mitad del siglo
XVIII. En ese momento el químico francés Antoine Lavoisier, tras sus investigaciones de
combustión, identificó muchas sustancias químicas puras que no podían ser separadas en otras.

La primera formulación de la teoría moderna atómica, históricamente,


se la ubica a comienzos del siglo XIX en manos de un químico inglés,
John Dalton, que en 1808 publicó su obra Un nuevo Sistema de
Filosofía Química. Allí asignó a los átomos un papel relevante en este
área de la ciencia. Estableció que la materia estaba compuesta por
átomos indivisibles; todos los que eran de un mismo elemento debían
ser idénticos entre sí, pero diferentes (en forma y tamaño) de otro
elemento. Estableció el axioma que dice que "los átomos no se crean ni
destruyen", pudiéndose reorganizar mediante reacciones químicas.
Definió el concepto de molécula a partir de los átomos que la conforman, cada una de las cuales
debía tener un número pequeño y fijo de átomos de cada elemento del compuesto

1
Si bien la idea era lentamente aceptada por los químicos, el concepto de
átomo podía explicar relaciones como la desarrollada por Joseph Gay –
Lussac, quien estableció experimentalmente la relación proporcional de
los volúmenes dos sustancias gaseosas se combinan. El volumen
necesario de uno de los gases es siempre proporcional al volumen del
otro gas. Si el compuesto producido resulta ser gaseoso también, su
volumen será proporcional al de los otros dos. El hecho observado
podía ser explicado sencillamente: cada
molécula del compuesto gaseoso estaba formada por uno o más
átomos de un gas combinado con unos pocos átomos del otro. El
italiano Avogadro utilizó, en 1811, esta evidencia para desarrollar su
famosa hipótesis que establece que para cualquier temperatura y
presión fijos, hay volúmenes iguales de gas que contienen el mismo
número de partículas, independientemente del tipo de gas utilizado.
recién en 1850, cuando un compatriota de Avogadro, Stanislao
Cannizzaro, desarrolló dicha teoría hasta tal punto que dejaron de ser
minoría los químicos que se la tomaban en serio. Hacia 1890, aunque
muchos químicos aún no aceptaban las ideas de Dalton y Avogadro,
se podía explicar detalladamente el comportamiento de los gases
mediante la hipótesis atómica gracias a los trabajos del escocés James Clerk Maxwell y del
austriaco Ludwig Boltzmann desarrollando una descripción matemática del comportamiento de los
gases llamada mecánica estadística.

Algo está cambiando: el electrón

A mediados del siglo XIX los físicos experimentaban con un nuevo fenómeno que cambiaría
drásticamente la visión de la física. En ese momento se estudiaban la naturaleza de la radiación
producida por un hilo metálico que transportaba corriente eléctrica a través de un tubo que se había
vaciado de aire. Estos rayos, procedentes del cátodo (polo negativo del circuito), fueron llamados
rayos catódicos.

En el dispositivo anteriormente citado, el tubo de rayos catódicos, podían colocarse dos placas que
al aplicarse una diferencia de potencial eléctrico, se observaba una fina línea de gas brillante que se
formaba cerca del cátodo y se extendía hasta la placa el
otro polo (ánodo). El análisis de la luz emitida indicaba
que estaba formada por residuos de gas que se habían
calentado al circular alguna "cosa" a través del mismo.
Esa "cosa" desconocida eran los rayos catódicos. Se
pensaba que podían ser haces de partículas (afirmación
sostenida por la mayoría de científicos Ingleses y
franceses), o una forma de radiación producida por
vibraciones del éter, supuesta sustancia que llenaba el
espacio por el cual las ondas podían desplazarse; idea
que era sostenida por la mayoría de los científicos
alemanes. Si bien la situación se tornó más confusa en
1895 cuando Wilhem Röntgen descubrió
accidentalmente los rayos X, las dudas fueron despejadas mediante los experimentos realizados en
el laboratorio de Cavendish, uno de los centros de investigación en Cambridge.

En 1897 J. J. Thomson, que trabajaba como profesor de física de Cavendish desde la década de
1870, diseñó un experimento en el que intervenían el balance entre las propiedades eléctricas y
magnéticas de una partícula cargada en movimiento. Ya en ese entonces se sabía que un objeto
cargado era afectado por dos tipos de fuerzas. Desde Faraday se habla de fuerzas electromagnéticas
2
que actúan sobre cualquier objeto provisto de carga eléctrica, pero no actúan sobre un elemento no
cargado como una onda. De esa manera, con el tiempo, la contienda de saber que eran los rayos
catódicos se centró en saber si tenían o no carga eléctrica; de tenerla sería afectada por fuerzas
electromagnéticas como la generada por un imán.

Thomson armó un dispositivo, como lo muestra el esquema, modificando el tubo de rayos catódicos
enrareciendo ligeramente el vacío con un poco de gas, para medir la velocidad de los rayos
catódicos (que en esa época se los denominó rayos canales). Estos rayos debían atravesar una zona
en la que se había creado un campo eléctrico entre dos placas
cargadas y un campo magnético. Se ajustó el voltaje de las placas
hasta que se compense exactamente los efectos desviadores del
campo magnético, así eran atraídos por el ánodo. Thomson
argumentó que si los rayos eran realmente partículas su trayectoria
debía ser afectada por los imanes y por las grandes cargas
eléctricas. Si el campo magnético obligaba a los rayos a moverse hacia abajo, entonces se cargaba
las placas de manera que desviaran el haz hacia arriba en la misma medida. En otras palabras,
igualaba la fuerza eléctrica a la magnética.

¿Cómo hallaba la velocidad de las partículas que supuestamente eran atraídas?. Recordando que el
campo eléctrico es inversamente proporcional a la carga que está viajando y directamente
proporcional a la fuerza que se ejerce sobre ella tenemos que: F = E . q (1)

Por la definición de potencial eléctrico, la diferencia de potencial eléctrico (V) es directamente


proporcional al trabajo mecánico (W) e inversamente proporcional a la carga (q). Expresamos esta
relación en la siguiente ecuación; en base a la definición de trabajo mecánico y campo eléctrico
podemos determinar la magnitud del campo eléctrico en base a la diferencia de potencial aplicada.
La distancia (d) es la que hay entre las placas y los rayos catódicos.

La fuerza generada por un campo magnético sobre una carga (q) en movimiento es perpendicular al
plano que forman en vector campo magnético (B) y la velocidad (v) de la partícula.

La ecuación es: F = q . B . v. sen α

El producto vectorial entre ambos y la magnitud de la carga determinan la


magnitud de la fuerza. Tomemos, para facilitar los cálculos, que el ángulo entre
la velocidad y el vector campo magnético es 90º. Como sen 90º = 1 tenemos:

F=q.B.v (2)

Como la fuerza eléctrica y magnética son iguales, igualando (1) y (2), tenemos: E . q = q . B . v. sen
α

Simplificamos las cargas y despejamos podemos determinar la velocidad de la partícula como

relación entre los campos eléctrico y magnético.

El importante resultado que obtuvo Thomson fue que la velocidad de los rayos catódicos era cerca
de 3.107 m/seg., lo cual es más o menos el 10% de la velocidad de la luz. Evidentemente los rayos
catódicos eran partículas. (De ser ondas tendrían que viajar a la misma velocidad de la luz, 3.10 8
3
m/seg.). Puesto que las supuestas partículas eran atraídas hacia el electrodo cargado positivamente,
concluyó que transportaban carga eléctrica negativa. Estos corpúsculos fueron bautizados con el
nombre de electrones (ya que provenían de la electricidad) y calculó su masa en 9,11.10 – 28 g. ¡¡
Demasiado pequeña !!.

Una vez que fue correctamente identificado, se comprendió que el electrón era una partícula muy
importante. Cada corriente eléctrica, tanto si se trata de un circuito o de un nervio animal, es
simplemente un flujo de electrones.

El descubrimiento del electrón preocupó a los físicos de la época ya que se habían habituado a
considerar al átomo como el único habitante de lo infinitamente pequeño y ¡ ahora se les presentaba
otro!. ¿Dónde iban a alojarlo? ¿Había que pensar que la materia estaba constituida
fundamentalmente por átomos y electrones? ó, como esta partícula cargada negativamente es
mucho más pequeña ¿había que suponer que el electrón no era más que una parte constitutiva del
átomo?. Pero, de ser así, puesto que el electrón posee carga negativa ¿cómo
explicar que el átomo se revelara en los experimentos eléctricamente neutro?.
La única explicación posible es la existencia de una parte electrizada
positivamente que neutralizara la carga del electrón. Así fue como J. J.
Thomson propuso, sin atreverse a cambiar mucho el modelo de Dalton, una
imagen del átomo como una especie de bolita hueca cargada positivamente dentro de la cual, a
modo de semillas, se encontrarían los electrones.

El Interior del Átomo

El neocelandés Ernest Rutherford trabajó en Cavendish en la última década del siglo XIX. En 1898
fue nombrado profesor de física en la Universidad McGill, en Montreal. Allí descubrió la
existencia de dos radiaciones, llamándolas "alfa" y "beta" (la tercera,
"gamma", fue descubierta mucho después). Rutherford pudo demostrar que
los misteriosos rayos alfa eran, en terminología actual, núcleos de átomos de
helio. Realizó experimentos en los que colocaba pequeñas muestras de
elementos radiactivos que emitían partículas alfa junto a un tubo
herméticamente vacío. Al cabo de cierto tiempo, análisis químicos muy
sensibles señalaban la presencia de helio en el tubo. Dado que únicamente la
radiación alfa entraba al tubo, la conexión entre dicha radiación y el helio
quedó establecida.

Su descubrimiento le valió el premio Novel de química en 1908, aunque él siempre se consideró a si


mismo como un físico y consideraba a la química como una rama muy inferior de la ciencia..

En contra de lo normal, Rutherford realizó su trabajo más importante después de recibir el premio
Novel. En 1907 Rutherford se trasladó a la Universidad de Manchester en Inglaterra, allí continuó
con sus experimentos con partículas alfa. Uno de los temas más candentes por aquella época era
estudiar el modo en que estas partículas atravesaban finas láminas metálicas. En 1909, Hans Geiger
y Ernest Marsden, que trabajaban en el departamento de Rutherford, llevaron a
cabo estos tipos de experimentos. Las partículas alfa provenían de átomos
radiactivos naturales (no existían aún los aceleradores de partículas). El
proceso de las partículas dirigidas contra la hoja metálica quedaba
determinado por contadores de centelleo, pantallas fluorescentes que brillan
cuando incide sobre ellas una partícula alfa. Algunas partículas atravesaban el
metal, otras eran desviadas y emergían formando un ángulo respecto a la
dirección original del haz. Lo extraño era que algunas rebotaban en la hoja
metálica y volvían en la misma dirección pero con sentido contrario. Este comportamiento no podía
ser posible si el átomo era como Thomson lo había descripto.
4
Había que cambiar el modelo atómico ya que las partículas alfa poseen una masa superior a 7000
veces la del electrón.

Imaginemos una fila de canicas (bolitas) todas del mismo tamaño separadas, una de la otra, por
mucho espacio. Si lanzamos contra ellas una pelota de tenis el comportamiento a esperar es que
pase de largo o, si choca con varias canicas, se desvíe un poco de su trayectoria original. Nunca
esperaríamos que vuelva por el mismo camino en que fue. Para que eso suceda tendría que haber
"chocado" con "algo" tan grande o más que ella.

Así que en 1911 Rutherford propuso un nuevo modelo del átomo que resultó ser la base del
conocimiento actual de la estructura atómica. Según Thomson el átomo era casi todo vacío, pero los
experimentos llevados a cabo demostraron que un número sorprendentemente alto de partículas
(una de cada mil) fueron dispersadas en ángulos cercanos al llano. Esto sólo era posible si el átomo
poseyera la mayor parte de su masa virtualmente concentrada en una región central. a esta
concentración de masa Rutherford la denominó "núcleo". Ya que este repelía a las partículas alfa
que estaban cargadas positivamente, supuso que debía tener carga positiva.

En 1919, empleando técnicas similares a las que había permitido identificar a las partículas alfa,
demostró que las colisiones de partículas alfa con núcleos se obtenían núcleos de hidrógeno. Dado
que el hidrógeno es el átomo más liviano, su núcleo jugó un papel fundamental en el modelo
confeccionado por Rutherford, es así que lo denominó "protón" (el primero). Siendo la función más
evidente del núcleo equilibrar eléctricamente al átomo ¿por qué ha de haber más protones que
electrones?, por ejemplo el hidrógeno posee un protón y un electrón; el núcleo del átomo de helio,
que posee dos electrones, debía tener dos protones y el átomo de Uranio que poseía 92 electrones
necesitaba 92 partículas positivas en su núcleo.

Si el helio tiene el doble de protones que el hidrógeno y la masa del átomo está casi toda contenida
en el núcleo, cabe esperar que un litro de helio pese el doble que el de hidrógeno. El problema es
que un mismo volumen de helio es cuatro veces más pesado que el de hidrógeno. Este hecho hizo
que, en 1920, Rutherford postulara la existencia de otra partícula que ubicó también en le núcleo,
sin carga y que fuera un poco mayor que el protón (en realidad es un poco mas grande que el protón
y el electrón juntos) y lo denominó Neutrón. La existencia del neutrón pudo comprobarse recién en
1932.

Modelo atómico de Bohr

La característica esencial del modelo de Bohr es que los electrones se ubican alrededor del núcleo
únicamente a cierta distancia bien determinada. El por qué de esta disposición del átomo no se
estableció hasta el desarrollo de la mecánica cuántica una década más tarde.

Niels Bohr era un físico danés que finalizó su doctorado en el verano de 1911 y viajó a Cambrige en
septiembre. En una visita a Manchester conoció a Rutherford y en Marzo de 1912 comenzó a
trabajar dentro del equipo de Rutherford concentrándose especialmente en la estructura del átomo,
permaneciendo allí hasta 1916.

Bohr no se preocupó excesivamente por integrar todos sus experimentos en una teoría completa,
sino más bien estaba interesado en ensamblar ideas diferentes para construir un modelo. Su primer
triunfo ocurrió en 1913 con la explicación satisfactoria del espectro de luz del átomo de hidrógeno.
Estaba convencido que debía introducir el concepto del cuanto (y de la
constante de Plank h) en las ecuaciones que describen al átomo. Ese año
publicó una serie de artículos en los que explicaba su teoría, la que funcionaba
muy bien para explicar el espectro generado por el hidrógeno. Trece años
después de la decisión de Plank de incorporar el cuanto a la teoría de la luz,
5
Bohr introdujo el cuanto en la estructura atómica; pero debían pasar otros trece años para que
surgiese una verdadera teoría cuántica.

<< En el modelo de Bohr se mezclan ideas cuánticas junto con otras de la física clásica, sin otro
criterio que el de que el modelo continuara funcionando >> (extraido del libro "En busca del gato de
Schrödinger", john Gribbin, página 47).

Desde el siglo XVIII se sabe que la luz es una onda. Pero el descubrimiento que su origen está
ligada a las cargas eléctricas y de que no es más que un tipo particular de ondas generadas
eléctricamente, fue uno de los grandes triunfos del siglo XIX. Plank intuyó (de alguna manera) una
discontinuidad en la energía pero nunca aceptó realmente la idea de que la luz no fuera una onda
clásica. Sin embargo Einstein se dio cuenta que el postulado cuántico de Plank podría ser muy
fructífero si se lo llevaba a sus últimas consecuencias. El fenómeno fotoeléctrico, por el cual una
plancha de zinc iluminada con luz ultravioleta emitía corriente en su superficie, no dependía de la
intensidad de la luz sino de su frecuencia. Esto no era lógico desde el punto de vista ondulatorio. En
1905 Einstein sugirió que la luz podía estar compuesta por corpúsculos en lugar de ondas clásicas,
así podría explicarse este efecto. Las partículas que componen la luz y demás radiaciones
electromagnéticas reciben el nombre de fotones. Este trabajo le valió el premio Novel.

Nuevo Comienzo

La guerra europea de 1914 frenó los desplazamientos de los científicos de un país a otro,
entorpeciendo (y a veces cortando) las comunicaciones entre ellos. En las naciones intervinientes,
los investigadores jóvenes tuvieron que dejar los laboratorios para presentarse en batalla, donde
muchos de ellos perdieron la vida. Después de la guerra, los científicos alemanes y austriacos no
fueron invitados a las conferencias internacionales durante varios años consecutivos. En Rusia,
inmersa en su revolución, la ciencia perdió su cosmopolitismo y a una generación de gente de
ciencia jóvenes.

Una nueva generación de "pensantes" se encontró con la teoría cuántica en el punto medio del
camino que representa el modelo de Bohr y se encargó de relacionarlo con la mecánica cuántica. La
nueva generación de científicos no poseía una sólida formación dentro del área de la física clásica,
por lo que no les fue difícil desechar ideas clásicas en su teoría sobre el átomo. No partieron de la
nada, basados en la constante de Plank, el modelo de Bohr y la idea de Einstein de la noción de
probabilidad en la teoría atómica (que se transformó en el soporte fundamental de la teoría
cuántica). Irónicamente, la idea fue rechazada posteriormente por su creador con su famoso
comentario, << Dios no juega a los dados >>.

Dualidad Onda - Partícula

Imaginemos una película de ciencia ficción donde exista vida en el planeta Marte. Desde allí nos
observan y captan las ondas de radio que mandamos constantemente al espacio. En ellas escuchan
programas en inglés y en francés, por lo que llegan a la conclusión que en nuestro planeta se habla
"inglés" o "francés" según la frecuencia de radio que se capte. Deseosos por saber más descienden
en nuestro planeta, pero en la Ciudad de Buenos Aires. Confundidos por el idioma que se habla
interpretan que a veces los habitante de este sitio parece que hablaran a veces "ingles" y otras veces
"francés". Llegan a la conclusión de que este idioma presenta ambas características y hablan de la
dualidad inglés - francés.

En realidad así como el idioma castellano es un idioma distinto al inglés o al francés, las partículas
elementales son distintas a partículas u ondas en el sentido clásico que se les da en la física clásica
(mecánica).

6
El descubrimiento de la dualidad onda - partícula tuvo su origen en la sugerencia de un científico
francés Louis de Broglie. Nacido dentro de una familia antigua e ilustre, tomó sus primeros
contactos con la ciencia física en el laboratorio de su hermano Maurice de
Broglie. Para su tesis presentó la idea de la dualidad onda - partícula
partiendo de las ecuaciones donde Einstein había deducido los cuantos de
luz: E = hv y p = hv/c (v es la frecuencia, c es la velocidad de la luz)
llegando a relacionar la la constante de Plank (h) y el momento (p) con la
longitud de onda de manera que sus ideas se expresaron en una simple
ecuación: λ = h/p. Sostenía que el fracaso de los experimentos realizados
para poner de manifiesto si la luz era onda o partícula se debía a que
ambos tipos de comportamiento estaban unidos, hasta el punto de que para medir el momento
(propiedad corpuscular) se necesitaba que conocer la frecuencia (propiedad ondulatoria). Fue el
primero en pensar que esta dualidad también podía aplicarse a otras partículas como el electrón.

En aquella época se pensaba que los electrones debían comportase como partículas típicas, excepto
por el curioso modo de ubicarse en los distintos niveles de energía dentro del átomo. El hecho que
sólo existieran orbitas definidas por números enteros, lo que podía interpretarse como una
característica ondulatoria, llevó a de Broglie a relacionarlos con la interferencia y los relativos a
modos normales de vibraciones (movimiento de partículas que transportan una onda) que eran
fenómenos físicos que implican números enteros y estaban relacionados con propiedades
ondulatorias. Es así que decidió asignar a los electrones algún tipo de periodicidad.

De Broglie pensaba que las ondas estaban asociadas con partículas y sugirió que una partícula, tal
como el fotón, estaba guiada en su trayectoria por la onda asociada a la que se encuentra ligada. El
resultado de dicha teoría fue una descripción matemática completa del comportamiento de la luz,
que incorporaba los resultados tanto de experimentos ondulatorios como corpusculares. En esa
época ya se conocía la longitud correcta de las ondas de los electrones a partir de los estudios de
Einstein respecto a el fenómeno fotoeléctrico. La longitud de onda está relacionada con la
frecuencia, y la frecuencia (según las ecuaciones de Einstein) podía relacionársela con el momento;
de allí que de Broglie combinara en una ecuación el momento y la longitud de onda mediante una
relación inversa donde la constante de proporcionalidad fuera la constante de Plank: p . λ = h.
Según esta ecuación, los electrones que al poseer pequeña masa tenían un momento pequeño le
correspondía una longitud de onda que lo transformaba en la partícula más ondulatoria hasta
entonces conocida.

Fue el mismo Einstein, ya que le habían mandado una copia del trabajo de de Broglie, quien se dio
cuenta la importancia de este trabajo. Einstein pasó la noticia a Max Born, en Götingen, Alemania.
Un alumno de Born, Walter Elsasser, había publicado en 1925 una corta nota con los resultados de
un experimento donde se dispersaban electrones por medio de cristales, bombardeando los átomos.
Se suponía que este comportamiento se debía a la estructura de estos y no a la naturaleza propia de
los electrones. Recién cuando Erwin Schrödinger realizó una nueva teoría de la estructura atómica
que incorporaba y ampliaba la idea de de Broglie, los experimentalitas consideraron la necesidad
real de comprobar la hipótesis de la onda del electrón mediante la realización de experimentos de
difracción.

La total ruptura con la física clásica ocurre en este momento, al tomar conciencia que no sólo los
fotones y electrones sino todas las partículas y todas las ondas son , de hecho, una mezcla de onda y
partícula. Todas las imágenes que uno pueda hacerse del átomo son falsas y no existe una analogía
física que permita entender como funciona el interior de un átomo. El átomo, ese universo
pequeñísimo donde las "cosas" no se comportan como lo esperamos, posee características que
nuestro "sentido común" no sirve en absoluto para entenderlas

Você também pode gostar