…Y la vida continúa, realmente no importa que tan fuerte tengas a
alguien entre tus brazos, siempre está la posibilidad de que se te escape, la
dejes caer o simplemente te la quiten. Porque uno no es dueño de nada, ni de nuestra propia vida. Es tan inverosímil la vida en sí que en un instante tienes todo y al segundo no tienes nada. Piensas en las cosas que harías, planeas, discutes, sueñas, pero todo es pasajero, incluso los sueños no perduran. En el camino tus sueños se van rasgando, desgastando, los llevas hacia la luz, luz a la cual no quieres ir, porque cuando sueñas lo que siempre evitamos es despertar, pero la vida es así. Te sube a las nueves, pero también te deja caer y siempre es sin paracaídas. Dónde quedaron esas medidas y precauciones que tomarías para que no vuelvas a caer, porqué esta vez no usaste, mientras subías en tu carrera al cielo, un paracaídas. Qué te hizo pensar que esta vez no lo necesitarías y que todo sería diferente… sí, fueron las palabras que entraban raudas y silentes por tus poros y te hacían dormir para así no despertar y mantenerte encerrado en un sueño sobre nubes. Siempre se ha dicho que el homosapiens es el único ser que tropieza dos o más veces con la misma piedra, porqué, porque somos seres racionalmente irracionales. La vida es sólo realidad o es sólo fantasía, es un poco de ambas, pero el peligro radica cuando debes viajar de una zona a otra, es como pasar por una cerca de un campo de concentraciones. Sabes que tienes una salida, pero entre tu destino y tu posición actual existe una barrera compuesta por alambres de púas, troncos, sangre y francotiradores. Cuando estás a medio camino y comienzas a sentir tus ropas rasgadas, las llagas en tus brazos, piernas, rostro, corazón, pides a gritos que el francotirador realice su trabajo y que no falle. Porque con eso te facilitaría las cosas y no tendrías que llegar a ningún otro lado ni tendrías que volver a cruzar nuevamente por ese camino. Pero alguien, una vez escribió:”…si te rindes jamás sabrás el final de esta historia…”. En todo conflicto existen dos o más involucrados, pero cuando es un conflicto interno, existen varios. Primero tu estomago te dice basta, no puedo con esta sensación de turbulencias y me haces daño, por ende te advierto que no resistiré y colapsaré. Al mismo tiempo tus ojos quieren dejar salir todo el dolor, pero siempre hay algo que se los impide y como si fuesen una válvula de seguridad retienen todo dentro de ti y es imposible evitar que no salgan, pero el tiempo va descomponiendo tus lagrimas y éstas, en algún momento saldrán a la luz y te dirán: sí, los hombres también lloran. Luego aparecen síntomas de enfermedades psicológicas, tales como: angustia, ansiedad, escalofríos, vacio, etc. Pero qué hace tu cuerpo, responde a esto con nada, no tiene inyecciones, no tiene vitaminas, ni minerales para poder contra restar tales anomalías en tu sistema. Qué haces cuando esto sucede, nada, sólo esperar que aparezca el mejor aliado de la desesperanza, del dolor, de la alegría… el tiempo. El tiempo es dinero dicen los empresarios, pero en estos casos el tiempo es tu mejor amigo, amigo que jamás consideras en tus fiestas o tus reuniones, amigo que no recuerdas sino cuando estás en estas circunstancias. Tu peor enemigo en tiempos de alegría se transforma, ahora, en tu mejor aliado y cómplice, a él le debes el olvido, a él le debes que las heridas curen, a él le debes que tus síntomas desaparezcan. El tiempo te da espacios y te da esperanzas, el tiempo dirá cuando estarás listo, el tiempo controlará tu destino, pero no nos daremos cuenta de que nos está ayudando, sino hasta cuando tropecemos, nuevamente, con la misma piedra. Existen avisos de: “cuidado, piso resbaladizo”, “cuidado perro suelto”, “cuidado alto voltaje, peligro de muerte”, pero no existe ningún aviso de “peligro de amor, respete su vida”. …La vida es así, nuestro mundo se rige por leyes, por normas, por casualidades, por el día y la noche, por el amor y el odio, pero de todas las leyes existentes nosotros no respetamos ninguna. Si queremos luz en la oscuridad inventamos la ampolleta, si queremos amor, odiamos, si queremos leyes la infringimos y si queremos tiempo lo desperdiciamos. Así es la vida, llena de curvas y “eventos”. El éxito depende de qué tan hábiles seamos para eludirlos, pero esta vez yo sucumbí a su ternura, a sus dulces risas, a sus cariños, a sus lágrimas, a sus abrazos, a sus labios, sus ojos, su piel, sucumbí a sus palabras. Siempre hay cosas que quisiste hacer, pero por distintas circunstancias no las realizaste, ahora es cuando, ve y hazlas. Sólo espera y podrás retomar el camino y te darás cuenta de que la vida sigue, abraza a tu amigo el tiempo, hagan un brindis y dale la bienvenida, ya que no podrás despedirte de él, porque no sabrás cuando te deje, se irá sin despedirse, pero se irá sabiendo de que tienes la frente en alto y que miras con otros ojos, sin lágrimas, el horizonte. En resumen, la vida es así y hay que ver que nos tiene preparado ahora y tomar la decisión: usaré o no, esta vez, el paracaídas.
Hoy tengo miedo de dormir, de cerrar los ojos y ver en la
oscuridad que no hay nada ni nadie a mi lado. Hoy se que no tendré a quien acurrucar, a quien calentar los pies, las manos, los labios. Hoy se que mi corazón se fue con ella y que mis manos están vacías sin las suyas. Hoy se que la amo, hoy se que cada minuto que pasé sin ella fue un minuto sin calor. Hoy sé que mi vida era en torno a ella, que mis metas giraban en torno a su figura, que luchaba para poder mantener esa sonrisa, para tener a la mujer de mi vida feliz y así sentirme feliz al verla sonreír. Siempre recordaré su risa, siempre recordaré, siempre. Se dice que después de la tormenta viene la calma, pero esa calma es superficial, ya que por dentro aún siguen en conflicto la razón y el corazón. La razón quiere dejar todo atrás y mirar el futuro con otros ojos, quiere que el camino sea recorrido fríamente, sin pasado, sin recuerdos, sin esas caricias, quiere que camines sólo, frio y razonando frente a cualquier otro “problema”. Pero por otro lado el corazón quiere que luches contra tu razón y le enfrentes, luches por esas caricias, recuperes la sonrisa que perdiste, que vuelvan a brillar tus ojos, que tus manos no se encuentren solas, que a tu lado esté ella y así poder sentir su aroma y acariciar su cuerpo desnudo que a la luz de las estrellas era un hermoso sueño, que puedas sentir su respirar al dormir a su lado, escuchar su corazón, verte en sus ojos. La lucha es ingrata, ambos son parte de tu ser, pero uno quiere olvidar y el otro quiere seguir viviendo ese hermoso sueño.