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Dio CoN aca Meta eo oRacy Reece ge serie es rat a See) aera pocrattes aS CeCe owe Gnc ond catedratico: te TE OR Ce eer cee Ce crete CoP se ee Com ey Soe ae ee me : Le “Si la multitudl esta mal dispuesta con la filosofia, los culpables son aquellos inrusos que han itrumpido en ella de modo desorde- nado ¢ indehido, vilipendiéndose y enemistindase unos con otras reducienda siempre sus discur rsonales, compor- ‘dindase lel modo menos acorde eon ta filesofia”™ as a cwestiones p Reniiblica 5006. “Sabed bien. atenienses. que si yo me hubiera anteriormeme meti- do en politica, haria ya tiempo que se me habria dado muerte ¥ no ‘os habria side titi a vasouras ni a mi misma, ¥ no os enojgis eon- ‘migo, porque lo que ox diga es la pura verdad. Pues no hay hombre ‘que pueda conservar su vide, si se opone noblemente a voxolros 0 @ cualquier otra pueblo y si wata de impedir que sucedan en la cit- dad muchas cusas injustas ¢ ilegales” Ipolagia dle Sécrates 30d. Magueta RAG eee cial de exe libro, ni su tratamiento informal Senos ome oe says cote Segara Emmi poy yor ei elon hares Copyright.» (© Carls F. Liriay Santiago ‘Aiba Rico, 1989 © Ediciones Aka, S. A, 1989 Ls Berrocales del Jarama ‘Apdo. 400 - Torrején de Ardoz elf: 656 56 11 ~ 656.49 11 ‘Madrid - Espata ISBN: #4-7600-382-X Deposits legal! M-29735- 1999 Impreto en GREFOLYS. A, Pol Il- La Pensanea eds Olena Printed in Spin CARLOS F. LIRIA SANTIAGO ALBA RICO VOLVER A PENSAR Una propuesta socratica a los intelectuales espafioles Es sorprendente comprobar que miles de tomos de biblio- grafia sobre Platgn hayan sido redactados sin la menor in- dignacién, Pésima garantia erudita es ésta de pretender comprender a un filésofo entusiasmado sin sentir el menor entusiasmo por su filosofia. Los autores de este libro han intentado comprender a Pla- 16m; y por eso mismo, no hablan de Platén, sino de la in- telectualidad contemporinea con la que Platon se habria visto obligado a discutir y del poder politico que estuvo a punto de aplastarle como hoy nos aplasta a todos nosotros. No quisieramos que este libro se tomara por una critica general de la filosofia espafiola. Entre nosotros hay muchos pensadores luchando por la filosofia, unos tan conocidos como los que aqui citamos. otros menos conocidos y tam- bign muchos desconocidos silenciosamente comprometidos en la insélita tarea de pensar. No queremos mencionar nin- gin nombre. ni emitir ninguna muestra de agradecimien- to personal que correria el riesgo de dejar deslizar algin ol- vido importante. Estamos seguros de que muchos de clos sabran reconocerse aqui sin necesidad de alusién expresa, A todos estos, que tanto nos han ayudado y de los que tan- to hemos aprendido. se lo debemos todo en este in campo de lo teérico. 4 INTRODUCCION EL TRIUNFO DEL EUNUCO La mitologia griega -opima en mineral freudiano- nos relata cémo Tiresias el Adivino, habiendo sido sucesiva- mente hombre y mujer, fue preguntado por Hera acerca de cual de los dos sexos, si el masculino o el femenino, alcan- zaba mayor placer en el acto del amor. La respuesta (“si el placer pudiese descomponerse en diez partes, nueve corres- ponderian a la mujer) no satisfizo a la diosa y ésta, llevada de la célera, infligié al desdichado Tiresias el mas terrible de los castigos: la ceguera. Semejante fue cl destino del héroe Edipo: tras haber yacido con su madre, Yocasta, y haber dado muerte a su padre, Layo, en su desesperacién se perfo- 16 los vjos con alfileres. No hace falta acudir al psicoandlisis para identificar la ficil metonimia que opera bajo la puni- ién (la invidencia), casi codificada en el universo de los simbolos, consecuente a un delito de origen sexual: la pérdi- da de la vista traduce la pérdida de los genitales y la cegue- ra, en consecuencia, equivale, sin duda, a la castracién 0 emasculacién. Y sin embargo, ninguna metonimia es gratui- ta; no es por casualidad que un nombre sustituye a otro en 5 la légica del desplazamiento simbélico: el signo emergznte no sélo burla la realidad que no nombra, como'si la metoni- mia no fuese més que una especie de sinominimia negativa, sino que ademas dice algo de la realidad burlada, No se li- mita, pues, a usurpar el espacio semantico de un sustantivo, sino que, por efecto de su propia usurpacién, una vez locali- zado el verdadero sustantivo, se afiade a éste en la forma de conocimiento adjetivo. Quiero decir, en este caso concreto, que si la ceguera funciona como metonimia de la castracion es, en definitiva, porque el castrado, el eunuco, es de alguna ‘manera CIEGO. La Historia y la Literatura nos muestran al eunuco ocu: pado en la vigilancia de las concubinas del Emperador. Vi gilar cs la misin ‘natural’ del eunuco, pues, vigilar quiere decir mantenerse despierto para un sélo objeto (como el vi- vacque que hace guardia) y permanecer ciego para todo lo demds: el eunuco no ve (ya nunca podra ver en la mujer una encrucijada de concupiscencias) y hasta tal punto esta aso- ciacién emasculacién-invidencia trasciende el valor de una simple metéfora que antafio los turcos arrancaban los ojos a los nifios engendrados en el recinto del Serrallo y, por otro lado, segiin nos refiere el historiador Apiano, abiendo con- traido el Rey Mitridates una enfermedad que salpicaba su cuerpo de iilceras y bubones, slo desembozaba su rostro delante de Trifén, Dionisio y Baco, sus tres eunucos, como si éstas rio pudieran verle. El eunuco, en efecto, no ve y por- ‘que no ve vigila: no se hace preguntas, cierra los ojos a las intrigas de palacio, sirve fielmente a sus amos y sus jefes (el tal Baco pas6 a cuchillo, por orden de Mitridates, con obe- diencia ciega, a todas las hermanas, concubinas y esposas del monarca: prueba de que las habia vigilado muchos afios pero que nunca /as habia visto. Y es que esta privacién concomitante (invidencia-castracién), al mismo tiempo que le impide ver el objeto determina una particular forma de relacién con él: esa relacién es ahora su objeto y el eunuco 6 se ensimisma en ella, concentrando todas sus fuerzas ~como la mosca que se frota las patas~ en una meticulosidad casi enfermiza, un rigor casi cientifico y una escrupulosidad en el cumplimiento de sus funciones casi burocritica. El Impe- rio Romano se sirvié de ellos, en efecto, como de individuos especialmente dotados para cl ejercicio de la represién, la intendencia y la administracién: baste recordar a Carpéforo, prefecto de Comodo, a Eusebio, chambelin de Constancio y fiel ejecutor de la muerte de Galo, 0 al bueno de Mardonio, preceptor de Juliano. El eunuco ya no tiene més objeto que la reglamentacién y el orden (en relacién a un objeto cual- quiera) y esto por una especie de ley de desplazamiento se- xual que desarrolla simultineamente en él una a modo de coqueteria estéril, de engolosinamiento absurdo en las for- ‘mas accesorias de la sexualidad. El eunuco, porque no ve, vigila, Pero, porque no ve, ya s6lo aspira a ser visto; esto es, seduce a quienes vigila. Rueda, si, en el vacio de la seduc- cin infinita en la que las estrategias del ardor amoroso sus- tituyen a su satisfacién: se muestra, asi, atildado, meticuloso en el vestir, tentado por el lujo, afecto a las hipérboles de la Virilidad, Puesto que no puede acceder a los goces de la car- ne, no tiene més obsesién que la de cumplimentar, con rigor de autémata, sus ritos y sus seiiuelos: pesados anillos, sun- tuosas libreas, el gusto por la geometria, la retérica y los sa- bles. Y es.que el eunuco es algo més que una figura extin- guida en el polvo de la Historia; es-un espiritu, una forma de relacién con la realidad que se ha conservado -casi hegelia- namente- en aquellos oficios o instituciones en las que se conjugan la disciplina y la obediencia ciega con el desplaza- miento de la sexualidad hacia sus formas més exteriores 0 preliminares: el mayordomo, el policfa, el militar (el tnico rival amoroso al que ningtin soldado podré nunca vencer es a su propio uniforme: de ahi su empefio en idemificarse con 0. El eunuquismo, en efecto, ha sobrevivido a los Bacos y los 7 Eusebios. Y no sélo en las instituciones castrense y policial Hoy todos somos eunucas, Ceguera y seduccién son las dos caracteristicas ideolégicas indisociables bajo las que se pre- senta y mediante las que asegura su existencia nuestra socie- dad post moderna y democritica etigida sobre la hegemonia de la Imagen. Ceguera porque Ia ideologia en general -en ‘cuanto que es siempre la ideologia dominante— no es mas que eso: un no-ver interior al ver o, si se prefiere, la repre- sentacién necesariamente imaginaria de nuestra relacién con nuestras condiciones materiales de existencia. Seduc- cién porque el sujeto cristalizado a partir de esa ~ tacién imaginaria” es hoy un sujeto seduci a ceguera. Platén, hace ya casi veinticinco siglos...describid este ‘topos’ del eunuco como una caverna: alli donde las imagenes (lo imaginario) han usurpado el lugar de los Con- ceptos (la visién de lo real) y donde el ruido ha usurpado el lugar de ese silencio en ef que empiezan a hablar las casas mismas y en el que, por tanto, s¢ ve por primera vez la necesidad de lo imaginaria como funcién de reproduccién de las relaciones reales que rigen nuestras vidas (¢ incluso la actual inflacién de lo imaginario sexual, en ta que el look evoca un desnudo ideal e inaprehensiblé. convierte a la postmodemidad en una especie de “orgia ralentizada” en la que una imagen vale no s6lo mas que mil palabras sino in- cluso mas que mil orgasmos). Vivimos, si, en la caverna y en la caverna hay que luchar contra las evidencias porque alli toda evidencia es engaiio- sa, Para luchar contra las evidencias, sin embargo, hay que pensar y pensar es esa violencia del conocimiento mediante 4a que el conocimiento descubre, contra todas las evidencias “ideolégicas”, la violencia ininterrumpida sobre la que se constituye y reproduce nuestra sociedad del bienestar. Pen- sar es ver: ver que los tres millones de parados son una ne- cesidad del capital, que los diez millones de pobres son una necesidad del capital, que las guerras, el uso amenazador 8 de la tecnologia y la degradacién de los ccosistemas son tuna necesidad del capital, que incluso el sujeto-seducido (que no puede ver todo esto) no es mas que UNA NECESI- DAD DEL CAPITAL. Pensar, por tanto, es la visién vio- lenta de la violencia real y si hoy ya no se ve esta violencia es porque, en efecto, todo ™ tedrico” es siempre un “Ileno ideolégico": el “macizo” inexpugnable de la ideolo- sia dominante 0, lo que es lo mismo, la ideologia del eunu- cu, Todos somos eunucos, decia. Y asi es: ya no es necesario Que la policia encarrile por la fuerza la ley ‘natural’ de la oferta y la demanda; ya no hace falta que el ejército reprima a la chusma revolucionaria; ya no es necesario que los eu- nucos rigilen a los estudiantes -parados disfrazados-, a los parados -obreros ‘en visperas'-. ni a los obreros ~privilegiados’ que trabajan, Hoy todos somos eunucos: ya no hay peligro. Gobernantes y gobernados, policias y delin- ‘cuentes, patronos y obreros, han aleanzado al fin esa *koino- nia* mistica en la que toda lucha de clases se disuelve: el eu- nuquismo, Ya nadie piensa (hemos dedicado este libro a nuestros ins telectuales eunucos, todos ellos, salvo honorables pero mal- tratadas excepciones, convertidos hoy en los Melmoths re- conciliados de la postmodemidad), ya nadie ve la violencia real de unas estructuras econémicas que tienen sus propias necesidades, las cuales no sélo son independientes de las necesidades de los hombres sino que amenazan con destruir ‘Ia Humanidad misma (categoria tan apreciada por los hu- ‘manistas ~cunucos que eunuquizan el pais desde la Mon- loa). Fue un gran filésofo eunuco ~itiempo habri para ha- blar de Savater!- del siglo IV a. de C,, Yang Chiu, el que es- cribio “no sacrifiques un sélo cabello de tu Persona aunque de ello dependa la salvacién de todo el universo”. Esta es Precisamente la consigna del sujeto-cunuco, de! ‘Sujeto post- modemo, que se aferra 2 su astillita de libertad —a su ‘copa, a su look, a su yo-sadabasavateriano, a su “movida’-como si- 9 fuese otra cosa que la porra que los empala y los sujeta (como sujetos que son). Tal vez Julian Marias 0 Francesco Alberoni atribuirdn este egofsmo cinico del eunuco al meca- nismo de autodefensa de una sociedad que vive bajo la per- ‘manente amenaza de un apocalipsis nuclear. Yo diria més bien que esta consigna -al igual que el sujeto que la prox ‘ma- no ¢s mais que el mecanismo de defensa y reproduccién de unas relaciones de produccién cuyo desarrollo no ex- cluye en absoluto la necesidad de un apocalipsis nuclear. éRecuperaremos algin dia la vision y por lo tanto, con perdén, los cojones suficientes como para volver a pensar la violencia real y, en consecuencia, para combatirla de nuevo como antafio, salvando asi, al mismo tiempo que la “cabe- Hera universal”, nuestra propia cabellera? Recordemos para terminar ~las introducciones siempre son engafiosas-, las prescripciones del Levitico y los lamen- tos de Abelardo tras ser castrado por el tio de Eloisa. Un eu- ‘nuco ni siquiera sirve para el sacrificio (no puede devenir sagrado). Soto sirve para el matadero. O mejor dicho: Ya estd muerto, PRIMERA PARTE ENCADENADOS Y EUNUCOS CAPITULO PRIMERO 1. Gianni Vattimo o la nueva caverna 1 éQué ha sido de Althusser, de Balibar, de Macherey? iQué ha sido de todos aquellos pensadores marxista que, en la década de los sesenta -y sufriendo por ello, en la céle- bre frase de Joly, “todos los males que se puede infligir a un hombre sin matarlo”— lucharon por demostrar que el mate- rialismo histérico habia abierto, junto a la Fisica y las Mate- miticas, un nuevo continente cientifico: la Historia? A la mayoria de nuestros lectores pueden parecer ociosas, y atin absurdas, estas preguntas. Mucho mds, desde luego, si para colmo se admite que no se hacen con el mero propésito de saciar una especie de curiosidad arqueol6gica mas o menos académica sino que se formulan en serio y ~1o mas imperdo- nable- sin sonrojo. Porque, éacaso no es de todos sabido que cl pensamiento de Marx ha sido superado? éAcaso no habiamos convenido que el pensamiento mismo habia supe- rado a Marx? Cierto que otrora los pensamientos no se deja- ban liquidar tan facilmente: a un pensamiento sdlo se le po- dia oponer una refutacién; esto ¢s, otro pensamiento, Pero ésta es quizds una de las muchas ventajas que el milenio 13 postmodemo recién inaugurado nos ha proporcionado a los hombres: un pensamicnto no refutado puede ser sin embar- 0-9 sin incurrir en et principio de no contradiccién- supe- rado (superado como el brasero de carbon en relacién al brasero eléctrico 0 como los embaraizosos corsés decimond- nicos en relacién a la cémoda, erdtica y liviana lenceria de hogaiio). Porque, ademés, Zqué es lo que dijo Marx? iQué es lo que realmente nos dijo Marx? He aqui, en definitiva, el problema. Ciertamente, Marx no dijo nada, pues el propési- to de Marx no era decir sino demostrar o, si se prefiere (re- metifora geogrifica del continente) descubrir. Por ejemplo: descubrié que un hombre s6lo es un obrero bajo determinadas relaciones de produccién. Por ejemplo: descubrié que el hombre no hace la Historia sino que ésta es -en palabras de. Althusser un proceso sin sujeto ni fin(es), Esto quiere decir no sélo que el hombre no es sujeto de la Historia (no son sus necesidades las que es- tan en juego) sino, ain més, que la Historia no es ningiin Sujeto, con lo que se hace imposible localizar en su desarro- Ilo ningin principio de necesidad inmanente. Por ejemplo: descubrié que el hombre, en todo su espe- sor, no es més que un “macizo ideolégico”, a partir del cual cada hombre piensa, se adhiere a un determinado credo po- litico © religioso y se reconoce en determinadas emociones © sentimientos, De este modo, la problemética que todo filésofo 0 historiador debe proponerse como objeto de su reflexién (y su reflexién misma no es mas que esa problema- tica en acto, no consciente de si) no puede leerse “a libro abierto” en la Historia sino que debe ser “arrancada" del in- terior det “macizo ideolégico” en el que se encuentra, siem- pre activa pero escondida. Leer a “libro abierto”, en conse- cuencia, significa permanecer en “lo imaginario”, en esa sién de Spinoza- que “se olvida” de las premisas y para lo 14 cual, por tanto, la “conclusién” es solo un dato: una especie de callosidad ideolégica ya impenetrable que se nos ofrece de forma inmediata como principio y que, en consecuencia, no nos deja ver su principio. Todo esto Marx lo descubrié -y de ahi que el marxismo no sea una ideologia sino una ciencia- sirviendose de con- ceptos. iConceptos? Si, es muy probable que la postmoder- nidad (desde Adolfo Dominguez dado ~que es la forma mis definitiva de la “superacién" lo Que es un concepto: exactamente lo contrario de un dato, de una imagen, de una’ callosidad ideolégica. Un concepto es ese producto del conocimiento sin el cual el objeto (del conocimiento) no es inteligible 0, mejor dicho, ni siquiera visible (p. ¢j., el concepto de gravedad, el de inercia, el de plusvalia); ese producto del conocimiento encallado sin duda en el discurso y, en consecuencia, en el movimiento, pero que tiende por su propio dinamismo cientifico hacia la inmovilidad divina (el concepto de perro no ladra, el con- cepto de gravedad no pesa). Un concepto, en fin, es un obje- to del pensamiento sin el cual el pensamiento no alcanza ja- més su objeto; un objeto, pues, de la “prictica tedrica” 0 -para los'que todavia nos atrevemos a emplear ciertas dia- crisis solemnes- de la Teoria. Y hablamos de Teoria tratan- do precisamente de evocar su sentido etimolégico mis pre- cioso, esa acepeién casi sagrada que hacia de la Teoria una mn”, pero ademas una visién “divina”. Visién, si, pero no esa visién paciente e impresionable a la que se entregan, ‘en forma de datos, los objetos que se encostran en el “maci- 20 ideolégico”; no esa visin a Ia que es interior un no-ver Ja problemética que (ella) es en acto. Una visién que ve el problema en el dato (y que ve, por tanto, més acé del “ma- cizo ideolégico”) precisamente porque es un concepto; una visién que ve por primera vez el objeto precisamente por- que ha construido su concepto. Divina, pues, porque ha sus- pendido ese no-ver interior al ver y ve por fin su objeto, 15 Barrionuevo) haya olvi-

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