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como una novela de et crepes (emaseigng ‘como una novela - O86. F BAM Vv. 3l Cy ay cEentag MULTIMEDIA Esta edicién de Como una novela en la Biblioteca para la Actualizacién del Maestro estuvo a cargo de la Direccién General de Materiales y Métodos Educativos de la Subsecretaria de Educacién Basica y Normal Titulo de Ja edicién original: Comme un roman Primera edicién en francés: Editions Gallimard, 1992 Traduccién: Moisés Melo © Daniel Pennac, 1992 © Editorial Norma, 1993 © 2000 Primera edicién ser/Editorial Norma Coordinaci6n editorial Lazlo Moussong Disefio de portada . Alejandro Portilla de Buen Ilustracién de portada: Amantes, 1998 Enrique Flores (1963) GOleo sobre lino, 200 x 140 cm Arte de Oaxaca y Enrique Flores Fotégrafo: Pedro Hiriart D.R.© Secretaria de Educacién Publica Argentina 28, Centro 06020, México, D.F. os . we ‘ f : ISBN 970-18-4380-0 eUUTMAST) » é impreso en México ~ DISTRIBUCION GRATUITA-PROHIBIDA SU VENTA Prohibida su reproduccién por cualquier medio mecanico o electrénico sin la autorizaci6n previa de los coeditores. PRESENTACION a Secretaria de Educacién Publica edita la Biblioteca para la Actualizacién del Maestro con el propésito de apoyar al personal docente y directivo de los tres niveles de educacién basica en el desempetio de su valiosa labor. Los titulos que forman parte de esta Biblioteca han sido seleccionados pensando en las necesida- des mas frecuentes de informacién y orientacién planteadas por el trabajo cotidiano de maestros y - directivos escolares. Algunos titulos estan relacio- nados de manera directa con la actividad practica; otros responden a intereses culturales expresados por los educadores, y tienen que ver con el mejo- ramiento de la calidad de la educacién que reci- ben los ninos y jévenes en las escuelas mexicanas. Los libros de esta Biblioteca se entregan gratui- tamente a los maestros y directivos que lo soliciten. Esta Biblioteca se agrega a otros materiales de actualizaci6n y apoyo didactico, puestos a disposi- cién del personal docente de educacién basica. La Secretaria de Educacién Piiblica confia en que esta tarea resulte Util y espera las sugerencias de los maestros para mejorarla. Secretaria de Educacién Publica Contenido 1 NACIMIENTO DEL ALQUIMISTA I] HAY QUE LEER {El dogma) 11] DAR DE LEER iv EL QUE SELEERA (O los derechos imprescriptibles del lector) 59 99 143 I NACIMIENTO DEL ALQUIMISTA I . a El verbo leer no tolera el imperativo. Es una aver- sion que comparte con algunos otros verbos: “amar”... “sofiar”. roy Claro | que se puede intentar. Se podria decir por ejemplo: “jAmame!” “jSuefia!” “jLee!” “jLee! Pero lee pues, buena vida, jte ordeno leer!” -jSube a tu cuarto y lee! éResultado? Ninguno. Se duerme sobre el libro. De pronto le parece que la ventana se abre hacia algo muy deseable. Por alli se evade, para escapar al libro. Pero.cs un suefio vigilante: - el libro-sigue abierto frente a él. Basta que abramos la . puerta de su cuarto para que lo encontremos sentado ’ frente a su escritorio, ocupado con juicio en leer. Pode- mos subir sigilosos como un gato, pero desde la superfi- cie de su suefio nos sentir llegar. ~Entonces, {te gusta? Neo nos contestara que no. Serfa un crimen de lesa majestad. El libro es sagrado, icomo podria no gustarle leer? No, nos dira que las descripciones son demasiado largas. Tranquilizados, regresaremos a nuestro sillon frente al televisor. Es posible incluso que esta reflexién sus- cite un debate apasionante entre nosotres y los otros nuestros... -Encuentra las descripciones demasiado largas. fo] DANIEL PENNAC Hay que comprenderto, estamos en el siglo del audio- visual y los novelistas del siglo xxx tenian que describir todo... > {Pero esa no es una razon para permitirle que se salte la mitad de las paginas! No nos fatiguemos, é] ha vuelto a dormirse. [2] Como una novela 2 ‘Tanto mas incomprensible esta aversién por la lectura para nosotros que pertenecemos a una gencra- cién, a una época, a un medio, a una familia en la que la tendencia fue mas bien a impedirnos leer. -Pero deja ya de leer, vamos, vas a perder los ojos. -éPor qué no sales mas bien a jugar? Hace un tiem- po estupendo. -jApaga! jYa es muy tarde! Si, siempre hacia un tiempo demasiado bueno para leer si era de dia y estaba muy oscuro para hacerlo si era de noche. Miren que, leer o no leer, ya entonces el verbo se conjugaba en imperativo. Ni en el pasado se habitia uno. De manera que en esos dias leer era un acto subversivo, Al descubrimiento de la novela se afiadia la excitaci6n de la desobediencia familiar. {Doble esplendor! {Qué recuerdo el de esas horas robadas de lectura bajo las cobijas a la luz de una linterna! jCuan rapido galopaba Ana Karenina hacia su Vronski a esas horas de la noche! Se amaban esos dos, y eso de por si era bello, pero se amaban contra la prohibicién de leer y eso era atin mejor. Se amaban contra padre y madre, se amaban contra la tarea de matematicas por terminar, contra la composicion que habia que entregar, contra el cuarto por arreglar, se amaban en lugar de pasar a la mesa, se amaban antes del postre, se preferian al partido de bs] Como una novela 3 ee . w 4 Seamos justos; al principio no se nos habia ocurrido imponerle la lectura como tarea. Sélo pensabamos en su placer. Sus primeros afios nos pusieron en estado de gracia. El asombro absoluto ante esta vida nueva nos revistié de una especie de genio. Por él nos convertimos en narradores. Desde que se abrié al lenguaje, le con- tamos cuentos. Era una aptitud que no nos conociamos. Su placer nos inspiraba. Su felicidad nos daba alien- to. Para él multiplicamos los personajes, encadena- mos los episodios, refinamos los ardides. Como el viejo Tolkien a sus nietos, le inventamos un mundo. En el limite entre el dia y la noche nos convertimos en su novelista. Si acaso no tuvimos ese talento, si le contamos cuentos de otros, y si lo hicimos mas bien mal, bus- cando las palabras, chapurreando los nombres propios, confundiendo los episodios, casando el comienzo de un cuento con el final de otro, eso no tiene ninguna importancia... Aun si no le contamos nada, incluso si nos contentamos con leerle en voz alta, fuimos su no- velista particular, su narrador (nico por el que, todas las noches, se deslizaba en las pijamas del suefio antes de hundirse bajo las sabanas de la noche. Mejor toda- via, éramos e/ Libro. Cémo olvidar esta intimidad, tan incomparable. jCémo nos gustaba asustarlo por el puro placer de consolarfo! ;Y como nos reclamaba ese temor! Tan [rs] ‘ DANIEL PENNAC poco engajiado, ya entonces, y sin embargo todo tem- bloroso. Un verdadero lector, en suma. Tal era la pareja que formabamos entonces, él el lector, jcuan’ ‘astuto!, y nosotros el libro, jcuan cémplice! (16) Come una novela 4 En suma, le ensefiamos todo sobre el libro en esos tiempos en que no sabia leer. Lo abrimos a la infinita diversidad de las cosas imaginarias, lo iniciamos en las alegrias del viaje vertical, lo dotamos de la ubicuidad, Je entregamos a Cronos, lo sumergimos en la soledad fabulosamente poblada del lector... Los cuentos que Je leimos hormigueaban de hermanos, hermanas, pa- dres, dobles ideales, escuadrillas de angeles guardia- nes, cohortes de amigos tutelares que se hacian cargo de sus pesares, pero que, luchando contra sus propios ogros, encontraban a su vez refugio en los latidos inquietos de su corazén. Se habia convertido en su angel reciproco: un lector. Sin él, su mundo no exis- tia. Sin ellos, él quedaba preso en la espesura del suyo. Asi descubria la virtud paraddjica de la lectura que " consiste en abstraernos del mundo para hallarle un sentido. De esos viajes regresaba mudo. Era la mafiana y se pasaba a otra cosa. A decir verdad, no buscabamos averiguar lo que habia ganado alla. El, inocente, cul- tivaba este misterio. Era, como se dice, su universo. Sus relaciones privadas con Blanca Nieves o con uno cualquiera de los siete enanos pertenecian al orden de la intimidad que reclama el secreto. jGran gozo de lector, ese silencio después de fa lectura! Si, le ensefiamos todo sobre el libro. Le abrimos un formidable apetito de lector. O77] . Como una novela jQué pedagogos éramos cuando no nos Preocupa- bamos por la pedagogia! . [x9] DANIEL PENNAC 6 Y mirenlo ahora, adolescente, encerrado en su cuar- to, frente a un libro que no lee. Sus deseos de estar en otra parte levantan entre él y las paginas abiertas una pantalla opaca que confunde los renglones. Esta sentado frente a su ventana, la puerta cerrada a sus espaldas. Pagina 48. No se atreve a contar las horas que ha emplea~ do para llegar a esta cuadragésima octava pagina. El libraco cuenta exactamente con cuatrocientas cuarenta y seis. Da lo mismo decir quinientas. jQuinientas paginas! Si al menos hubiese didlogos. Pero qué. Paginas atibo- rradas de lineas comprimidas entre margenes diminutos, parrafos negros apilados unos sobre otros, y, aqui y alla, la caridad de un didlogo - un guidn, como un oasis, que indica que un personaje le habla a otro personaje. Pero el otro no responde. jSigue un bloque de doce paginas! {Doce paginas de tinta negra! jAlli hace falta aire! jAy, que falta el aire! [Puta de burdel de mierda! Jura. Desolado, pero jura. jPuta de burdel de mierda de libraco de las pelotas! Pagina 48... Si al menos se acor- dase del contenido de esas primeras cuarenta y siete paginas. Pero no se atreve siquiera a hacerse la pregunta -que se la haran, es inevitable. La noche de invierno ha caido. De las profundidades de la casa sube hasta él el tema musical que identifica un programa de noticias de la televisi6n. Queda media hora para estirarse an- tes de la cena. Es extraordinariamente compacto, un libro. No se deja atravesar. Parece ademas que arde [20] Como una novela con dificultad. Ni el fuego puede internarse entre sus paginas. Falta oxigeno. Todas estas son. reflexiones que.se hace al margen. Y sus margenes propios son in- mensos. Un libro es espeso, es compacto, es denso, es un objeto contundente> Pagina 48°0:148, cual es la diferencia? E! paisaje es el mismo. Vuelve a ver los la- bios del profesor pronunciando el titulo. Oye Ja pre- gunta unanime de sus compafieros:~ * : »-¢Cuantas paginas? . + : Os “Tres o cuatrocientas:.. - ” oi » (Mentiroso...) * wees -¢Para cuando es? the El anuncio de a fatidica fecha desata un concierto de protestas:” fis... 08. petGa. -gQuince dias? ;Cuatrocientas paginas (quinientas) para leer en quince dias! Pero nunca lo conseguiremos, profesor, «8 er 6% qo 4 Profesor no negociar:" : Un libro es un objeto contundente y es un bloque de eternidad. Es la materializacién del aburrimiento. Es el libro. “El fibro.” Nunca te da otro nombre en sus composiciones: el libro, un libro, los libros, libros, “En.su libro Los pensamientos Pascal nos dice que. Y el profesor puede corregir en rojo indi¢ando que no es la denominacién correcta, que hay que hablar de una novela, un ensayo, un conjunto de novelas cortas, una recopilacion de poemas, que fa palabra “libro” en si, en su aptitud para designar todo, no dice nada preciso, que una guia telefénica es un libro, lo mismo que un diccionario [21] ea : vay DANIEL PENNAC 0 una guia turistica, un album de estampillas, un libro de contabilidad... Nada que hacer, la palabra se impondra de nuevo a su pluma en la proxima composicién:- “En su libro Madame Bovary, Flaubert nos dice que...” Porque desde el punto de vista de su soledad actual, un libro es un libro. Y cada-libro pesa su peso de enci- clopedia, de esa enciclopedia con tapas en cartoné, por ejemplo, cuyos voliimenes le colocaban bajo las nalgas infantiles para que quedara a la altura de la mesa fami- liar de comedor. Y el peso de cada libro es de aquellos que te jalan hacia abajo. Hace poco se senté relativamente liviano en su silla -la liviandad de las resoluciones tomadas. Pero al cabo de unas pocas paginas se sintié invadido por esta pesadez dolorosamente familiar, el peso del libro, peso dei aburrimiento, insoportabie fardo del esfuerzo que no Sleva a ninguna parte. -Sus parpados le anunciaban la inminencia del nau- fragio. Elescollo de la pagina 48 abre una via por donde se cuela el agua bajo la linea de sus resoluciones. El libro lo arrastra. Se hunden. [23] Como una novela 7. - Mientras que abajo, alrededor del receptor, el argu- _ mento de la televisién corruptora gana adeptos: -La tonteria, la vulgaridad, la violencia de los pro- gramas... Es inaudito! No se puede encender el aparato sin ver... . wee -Dibujos animados japoneses.., {Ha visto alguno de esos dibujos animados japoneses? - a -No es sélo un problema de los programas... Es la television misma... ésa facilidad... esa pasividad del tele- vidente... e -Si, se enciende, uno se sienta... -Con el control remoto se cambia de canal... -Esa dispersion... -Si, pero esto permite al menos evitar a publicidad. -Ni siquiera. Han organizado programas sincroni- cos. Se salta de un anuncio para caer en otro. -|A veces en el mismo! _ Ahi, silencio: descubrimiento repentino de uno de esos territorios “consensuales” iluminados por el brillo enceguecedor de nuestra lucidez de adultos. , Y entonces alguien, mezza voce:. -Leer, evidentemente, es otra cosa. Leer es es un acto! -Es muy exacto lo que acaba de decir, leer es un acto, “el acto de leer”, es muy cierto... -Mientras la televisién, e incluso el cine si se pien- sa bien... Todo esta dado en una pelicula, nada se [23] DANIEL PENNAG conquista, todo se lo entregan masticado, la imagen, el sonido, fos escenarios, la misica que ambienta por si no se ha comprendido la intencién del director... -La puerta que rechina para indicar que es el mo- mento de sentir miedo..." , -En la lectura hay que smaginar todo eso..:La lectura es un acto de creacién permanente. Un nuevo silencio. (Esta vez entre “creadores permanentes”.) ¥ después: . . . + ~Lo que measombra es el namero de horas que estos muchachos pasan en promedio frente al televisor com: parado con las horas que dedican en Ia escuela a la lengua materna. He visto unas estadisticas al respecto. -jDebe ser fenomenal! -Seis 0 siete frente a una. Sin contar las horas que dedican al cine. Un muchacho (y no hablo del nuestro) pasa en promedio -promedio minimo- dos horas diarias frente al celevisor y ocho o diez horas durante el fin de semana. O sea uni total de treinta y seis horas semanales por cada cinco horas de fengua materna. -Es evidente que la escuela no hace contrapeso. Tercer silencio. ste ° El de abismos insondables. [24] ° Como una novela 78. . tes 8 ee - . En suma, se podrian decir muchas cosas para medir esta distancia entre el libro y él. . ¢ ::Las hemos dicho todas. nz Que la television, por ejemplo, no es las unica acusada. _ Que entre la generacién de nuestros hijos y nuestra propia juventud de lectores, los decenios han tenido profundidades de siglos. : oar De manera que, si nos sentimos psicologicamente mas cercanos a nuestros hijos de lo que nuestros padres lo estaban de nosotros, hemos permanecido, intelec- tualmente hablando, més cercanos a nuestros padres. (Aqui, controversia, discusi6n, precisiones sobre los adverbios “psicolégica” e “intelectualmente”. Refuer- zo de un nuevo adverbio:) 4 -, .Afectivamente mas préximos, si lo prefiere. ~Efectivamente? ” : -No dije efectiva, dije afectivamente. -Dicho de otra manera, estamos afectivamente mas" préximos a nuestros hijos pero efectivamente mas pro- ximos a nuestros padres, jes eso?. _-Es un “hecho social”, Una acumulacién de “pechos sociales” que podria resumirse en que nuestros hijos son los hijos y las hijas de su propia época mientras que nosotros no éramos mas que los hijos de nuestros padres. -e.? yk ~jPero claro! Adolescentes, no éramos los clientes de nuestra sociedad. En términos comerciales y culturales, Bs] DANIEL PENNAC aquella era una sociedad de adultos. Vestidos comunes, platos comunes, cultura comin, el hermano menor he- redaba las ropas del mayor, comiamos el mismo mend, a las mismas horas, en la misma mesa, haciamos los mismos paseos dominicales, la televisi6n maniataba a Ja familia en la misma cadena (mejor, por lo demas, que todas las de hoy...), y en materia de lectura la Gnica preocupaci6n de nuestros padres consistia en poner ciertos titulos en estantes inaccesibles. - -En cuanto a la generacién precedente, la de nues- tros abuelos, pura y simplemente prohibia la lectura a Jas hijas. . -jEs verdad! Sobre todo la de novelas: “Ia imagina- cién, ta loca de la casa.” Malo para el matrimonio, eso... -Mientras que hoy... los adolescentes son clientes integrales de una sociedad que los viste, los distrae, los alimenta, los cultiva; en la que florecen los macdonalds, los bares y las tiendas de moda. Nosotros ibamos a rum- bas, ellos van a discotecas, nosotros leiamos libracos, ellos oyen casetes... Nos gustaba comunicarnos bajo los auspicios de los Beatles, ellos se encierran en el autismo. del walkman... Se ve incluso esa cosa inaudita, barrios enteras confiscados por la adolescencia, gigantescos territorios urbanos consagrados a los vagabundeos ado- lescentes. Aqui, evocacién de Beaubourg. - Beaubourg... La barbarie-Beaubourg... ‘Beaubourg, el fantasma hormigueante, Beaubourg- [26] Como una novela la vagancia-la droga-fa violencia... Beaubourg, y la boca del tunel de la estaci6n del metro... [El agujero de Les Halles! _ -De donde brotan las hordas iletradas al pie de la biblioteca ‘publica mas grande de Francia. Nuevo silencio... uno de los mas bellos: el del “angel paraddjico”. ~ .-2Sus hijos van.con frecuencia a Beaubourg? -Muy de vez en cuando. Por fortuna vivimos lejos de alli, en el barrio décimo quinto. ~ Silencio... , Silencio... - i roof -En resumen, yanoleen." ~ °°“ ™ ® . -No. ~ ade -Muy tentados por otras cosas. © , | ~Si. Wa. mee toy ht [27] DANIEL PENNAC 9 von. t -l oe pote se os Y siel proceso no es contra la television o el consumo en cualquier instancia, sera contra la invasion electréni- ca; y si la culpa no es de los pequefios juegos hipnoticos, sera.de la escuela: las ensefianzas aberrantes de la lectu- ra, el anacronismo de los programas, la incompetencia de los docentes, la vetustez de los locales, la carencia de bibliotecas. . - . : éQué mas, entonces? . .., + Ah si, el presupuesto del ministerio de Cultura... juna miseria! Y la parte infinitesimal reservada al “Li- bro” en esta bolsa microscépica. . ¢Como quiere usted en estas condiciones que mi hijo, que mi hija, que nuestros muchachos, que la juventud, lean? -Ademas, los franceses leen cada vez menos... -Es verdad. [28] +Como una novela TO? 7° -Asi aparcoen nuestras opiniones, victoria perpetua del lenguaje sobre la opacidad de las cosas, silencios luminosos que dicen mas de lo que callan. Vigilantes e informados, no somos los engafiados de nuestra época. El mundo entero esta en lo que decimos -y enteramente iluminado por lo que callamos. Somos liicidos; mejor atin, tenemos la pasion de la lucidez. - . Bony éDe dénde viene entonces esta tristeza vaga que sigue a la conversacion? = * 7 oR Hay que tratar de imaginar el asunto. Se levanté temprano.. Salié, acompafiado precisamente por su mami, bajo una llovizna de otofio (si, una-llovizna de otofio y una luz de acuario descuidado, no escatimemeos en la-dramatizacién atmosférica), se dirigié hacia la escuela envuelto ain por el calor de su cama, con sabor a chocolate en la boca, apretando muy fuerte esa mano por encima de su cabeza, caminando rapido, rapido, dos-pasos cuando mama da solo uno, su cartera de es- colar bamboleandose sobre la espalda, y alli la puerta de la escucla, el beso apresurado, el patio de ceménto y sus castafios negros, las primeros decibeles... Se arrin— coné bajo él cobertizo del patio o entré de inmediato en Ja danza; segin el caso, y después se encontraron (37] ut DANIEL PENNAC todos sentados tras mesas liliputienses, inmovilidad y si- lencio, todos los movimientos del cuerpo concentrados en domesticar el desplazamiento de la pluma por ese co- rredor de techo bajo: jla linea! Sacando la lengua, con los dedos entumecidos y la mufieca tiesa... puentecitos, pa- litos, bucles, circulos y puentecitos... Ahora esti a cien Jeguas de mama, sumergido en esa soledad extrafia que se denomina e/ esfuerzo, rodeado de todas esas otras sole- dades con la lengua afuera... y la union de las primeras letras... lineas de “a”... lineas de “m’... lineas de “t”... (nada cémoda la “tr”, con esa barra trasversal, pero pan comido comparada con la doble revolucién de la “f”, con el embrollo increible del que emerge el bucle de la “k”), dificultades todas, sin embargo, vencidas paso a paso... hasta que, atraidas unas por otras, las letras terminan por juntarse ellas mismas en silabas... li- neas de “ma”... lineas de “pa”... y a su vez las silabas... En resumen, una linda mafiana, 0 una tarde, con las orejas zumbande atin por el barullo de la tienda, asiste a la aparicién silenciosa de la palabra sobre la hoja blanca, alli, frente a él: mama. Ya la habia visto en el tablero, seguro, la habia reco- nocido varias veces, pero alli, frente a sus ojos, escrita con. sus propios dedos... Con una voz atin insegura, enuncia las dos silabas, separadas: “ma-ma”. Y, de golpe: -j;Mama! Ese grito de alegria celebra la conclusién del mas gigantesco viaje intelectual que se pueda concebir, [38] Como una novela una especie de primera caminata en la Luna, el paso de la total arbitrariedad grafica al significado mas car- gado de emocién. Puentecitos, circulos, bucles, y... jmama! Alli esta escrito frente a sus ojos, pero es den- tro de él donde surge. No es una combinacién de sila- bas, no es una palabra, no es un concepto, no es una mami, es su propia mama, una trasmutacién magica, muchisimo més elocuente que la mas fiel de las fotogra— fias, sin embargo nada mas que circulitos, puentecitos... pero que de pronto -y para siempre- dejan de ser ellos mismos, de ser nada, para volverse esta presencia, esta voz, este perfume, esta mano, este regazo, esta infinitud de detalles, este todo, tan intimamente abso- Juto, y tan absolutamente extrafio a lo que esta dibu- jado alli, sobre los rieles de la pagina, entre los cuatro muros de la clase... . La piedra filosofal. Ni mas nimenos. * - » Acaba de descubrir la piedra filosofal. [39] DANIEL PENNAC 16 No existe cura para esta metamorfosis. No se vuelve indemne de un viaje semejante. El placer de leer, asi esté muy inhibido, preside cualquier lectura y, por su naturaleza misma, el placer de leer -este goce de al- quimista- no teme a la imagen, ni siquiera a la tele- visada, ni aun bajo la forma de avalanchas cotidianas. Si a pesar de eso se perdid el placer de leer (si, como se afirma, a mi hijo, a mi hija, a la juventud no les gusta leer), no debe andar muy lejos. , Apenas se ha extraviado. Facil encontrarlo de nuevo. De todas maneras hay que saber por cuales cami- nos buscarlo y, para hacerlo, hay que enumerar cier- tas verdades que no tienen relacién alguna con los efectos de la modernidad sobre Ja juventud. Algunas verdades que nos conciernen sélo a nosotros mismos... A nosotros que afirmamos que “nos gusta leer” y que pretendemos compartir ese amor por la Jectura. [40] Como una novela - ' 17 Asi pues, aturdido por el asombro, vuelve de la escuela orgulloso de si mismo ©, mejor, feliz, valga decirloy Exhibe sus manchas de tinta como si fueran condecoraciones. Las telarafias del boligrafo de cua- tro colores adornan su orgullo. » Una felicidad que-compensa hasta los primeros tormentos de la vida escolar: 1a absuida duracién de la jornada, las exigencias de la maestra, el alboroto en el refectorio, las primeras penas del coraz6n... Liega, abre su saco, expone sus proezas, reproduce las palabras sagradas (y si no es “mama”, sera “papa”, 0 “bombdén”, o “gato”, o su nombre). : En la calle se convierte en el doble infatigable de la gran epistola publicitaria: RENAULT, COLGATE, EXITO, coca-coLa, las palabras le llueven del cielo y sus sila-= bas coloreadas explotan en su boca. Ni una sola marca de detergente se resiste a su pasion de desciframiento: ~“La-va-mas-blan-co.” :Qué quiere decir “lavamas- blanco”? t Porque ha llegado Ja hora de las preguntas esen- ciales. . noe nap se [4x] DANIEL PENNAC * 18 ¢Nos dejamos enceguecer por este entusiasmo? éCreimos que era suficiente para un nifio gozar con las palabras para dominar la Jectura? :Pensamos que el aprendizaje de Ja lectura se daba de manera natural, como el de caminar erguido 0 el del lenguaje-en suma, otro privilegio de la especie? Sea lo que sea, fue ese el momento que elegimos para poner fin a nuestras lec- turas de cada noche. . La escuela le ensefiaba a leer, él ponia en ello toda su pasion, era un punto crucial de su vida, una nueva autonomia; otra version del primer paso: eso fue lo que nos dijimos confusamente, sin decirnoslo de ver- dad, tan “natural” nos parecia el acontecimiento, una etapa como cualquier otra en una evolucién biolégica sin tropiezos. Ya era “grande”, podia leer solo, caminar sole por el territorio de los signos... Ahora nos daria por fin nuestro cuarto de hora de libertad. Su orgullo recién estrenado no hizo gran cosa para contradecirnos. Se iba a la cama, Babar abierto de par en par sobre las rodillas, un pliegue hurafio de con- centracién entre los ojos: leia. ‘Tranquilizados por esta pantomima, saliamos de su cuarto sin comprender -o sin querer confesarnos- que lo que un nifio aprende primero no es el acto sino el gesto del acto, y que, si bien puede ayudarle al [42] Como una novela aprendizaje, esta ostentacién esta ante todo destinada a darle seguridad, al complacernos. at [43] ‘ DANIEL PENNAC 19 . No nos convertimos por esto en padres indignos. No to abandonamos a la escuela. Por el contrario, se- guimos muy de cerca sus progresos. La maestra nos conocié como padres atentos, presentes en todas las reuniones, “abiertos al dialogo”. Ayudamos al aprendiz a hacer sus deberes. Y cuan- do manifesté los primeros sintomas de que perdia el aliento en materia de lectura, insistimos en que leyera su pagina cotidiana en voz alta, y en que comprendiera el sentido. No siempre facil. Un parto, cada silaba. El sentido de una palabra perdido en el esfuerzo mismo de su composicién. El sentido de la frase atomizado por el namero de palabras. Volver atras. Retomar. Incansablemente. -Entonces, jqué es lo que acabas de leer alli? ;Qué quiere decir eso? ¥ todo esto en el peor momento de la jornada. Ya fuera a su regreso de la escuela, ya a nuestro regreso del trabajo. O bien en la cispide de su fatiga o bien en la sima de nuestras fuerzas. -jNo haces ning&n esfuerzo! {44] Como una novela Enervamientos, gritos, renuncias espectaculares, puertas azotadas, o testarudez: ~Hay que empezar de nuevo, jhay que empezar de nuevo desde el principio! - Y él recomenzaba desde el principio, cada palabra deformada por el temblor de sus labios. -jNo hagas payasadas! - Pero esa mueca no pretendia engafiarnos. Era una pesadumbre verdadera, incontrolable, que nos hablaba del dolor, precisamente, de ya.no controlar nada, de no desempefiar su papel a nuestra satisfaccién, y que se alimentaba en las fuentes de nuestra inquietud mucho mas que en las manifestaciones de nuestra impaciencia. Porque estabamos inquietos. Con una inquietud que lo comparé muy pronto con otros nifios de su edad. Y que nos hizo preguntar a nuestros amigos cuya hija, no faltaba mas, iba muy bien en la escuela y de- voraba los libros, si. Era sordo? ;Tal vez disléxico? ¢Estaba al borde de un “rechazo escolar”? ¢Acumulaba un retardo irre- cuperable? Consultas diversas: Audiogramas del todo norma- les. Diagnésticos tranquilizadores de los ortofonistas. Serenidad de los psicélogos... ¢Entonces? ¢Perezoso? ¢Simplemente perezoso? [43] ‘ DANIEL PENNAC No, ibaa su ritmo, eso es todo. Un ritmo que no es necesariamente el de ningiin otro, y que no es necesa- riamente el ritmo uniforme de una vida; su ritmo de aprendizaje de la lectura, con sus aceleraciones y sus regresiones bruscas, sus periodos de bulimia y sus lar- gas siestas digestivas, su sed de progresar y su temor de decepcionar... Séjo que nosotros, “pedagogos”, somos usureros apresurados. Detentadores del Saber, lo prestamos a interés. Es preciso que rente. Y pronto. Y si esto no ocurre empezamos a dudar... de nosotros mismos. st [46] Como una novela 20 Si, como se dice, mi hijo, mi hija, los jovenes no aman Ja lectura -y el verbo es exacto, se trata precisa- mente de una herida de amor-, no hay que incriminar nia la television, nia la modernidad, nia la escuela.O a todo eso, si se prefiere, pero sélo después de haber- nos hecho Ia pregunta primera: :Qué hicimes con el lector ideal que era él en aquella época cuando nosotros gozAbamos a la vez del papel de narrador y de libro? jQué magnitud la de esta traicion! El, el relato y nosotros formabamos una trinidad que se reconciliaba cada noche; ahora se encuentra solo frente a un libro hostil. : La levedad de nuestras frases lo libraba de la pesa- dez; el indescifrable hormigueo de las letras ahoga hasta la tentacién de suefio. Lo iniciamos en el vuelo vertical: se estrell6é por el estupor del esfuerzo. Lo dotamos de la ubicuidad: helo ahi preso en su cuarto, en su clase, en su libro, en_una linea, en una palabra. . ¢Dénde se encuentran todos esos personajes m4; gicos, esos hermanos, esas hermanas, esos-reyes, esas reinas, esos héroes tan perseguidos por tantos malos que lo aliviaban de la preocupacién de ser al llamarlo en su ayuda? :Sera que tienen que ver con-esas man- chas de tinta brutalmente rotas que se denominan letras? gSera que esos semidioses han sido hechos la] . “ DANIEL PENNAC pedazos hasta ese punto, reducidos a eso: tipos de im- prenta? ZY el libro convertido en este objeto? (Ridicula metamorfosis! El reverso de Ja magia. Sus héroes y él asfixiados juntos en el mudo grosor del libro. Y no es la menor de las metamorfosis, este encarni- zamiento de papa y mamé en querer, como la maestra, obligarlo a liberar este suefic prisionero. -Entonces, jqué fue lo que le ocurrié al principe, eh? {No te oigo! Estos padres que nunca, jamas, cuando le lefan un libro se preocupaban por saber si habia entendido que Ja Belia dermia en el bosque porque se habia pin- chado con la rueca, y Blanca Nieves porque habia mordido la manzana. (Las primeras veces, por lo demas, él no habia comprendido de verdad. jHabia tantas maravillas en esos cuentos, tal cantidad de lindas palabras, tanta emocidn! Dedicaba toda su aplicacion a esperar su pasaje preferido, que recitaba para si cuando llegaba el momento; después venian los otros, mas oscuros, en donde se anudaban todos los misterios, pero poco a poco lo entendia todo, absolutamente todo, y sabia a la perfeccién que si la Bella dormia era por causa de la rueca, y Blanca Nieves por motivo de la manzana...) -Repito mi pregunta: ;Oué le ocurrié al principe cuando su padre lo eché del castillo? Insistimos, insistimos. Dios mio. Es inconcebible que este mocoso no haya comprendido el contenido de estas quince lineas. {No es cosa del otro mundo, [48] Como una novela quince lineas! Eramos sus cuenteros, nos convertimos en sus contabilistas. , . -Pues si es asi, jnada de television hoy! iEh! Si... uO Si... La television elevada a la dignidad de recom- pensa... y como corolario, la lectura rebajada al rango de incordio... ¥ es nuestro, este hallazgo... [49] DANIEL PENNAC 21 La lectura es la peste de la infancia y casi la tinica ocupaciin que le asignamos. (...) Un nitio no estard interesado en perfeccionar el tnstrumento con el cual se le atormenta; pero ponga ese instrumento al ser- vicio de sus placeres y pronto se aplicard a pesar de usted. La busqueda de los mejores métodos para ensefiar a leer se ha convertide en un gran problema; se inven- tan pupitres, cartas, se convierte el cuarto del nitio en un taller de imprenta. (...) (Qué desperdicio! Un medio mas seguro que todos esos, y uno que se olvida siempre, es el deseo de aprender. Déle a su hijo el deseo de aprender y después déjele su escri- torio(...); cualquier método le resultarad bueno. La presencia de interés: ée es el gran mévtl, el dintco que lleva lejos y con seguridad. C) Ariadiria esta sola palabra que constituye una importante maxima: lo que de ordinarto se obtiene con mayor rapide y seguridad es lo que no se esta presionado a obtener. De acuerdo, de acuerdo, Rousseau no deberia tener voz en este asunto, él que arrojé a sus hijos junto con el agua sucia (insistencia imbécil). No obstante, su intervencién viene a propésito para recordarnos que la obsesi6n del adulto por el “saber {50] Como una novela leer” no viene de ayer ni la idiotez de los hallazgos pe- dagégicos que se elaboran contra el deseo de aprender. Y¥ ademas (joh, la risa burlona del angel paraddji- co!) ocurre que un tal padre puede tener excelentes principios de educacién, y un buen pedagogo tenerlos execrables. Asi son las cosas. Pero si Rousseau no es de recibo, qué tal Valéry (Paul) -que no tenia asuntos pendientes con la asis- tencia piblica-, quien, al dirigir a las jovenes de la austera Legion de Honor el discurso mas edificante posible, y el mas respetuoso de fa institucién escolar, . pasa de inmediato a lo esencial de lo que se puede decir en materia de amor, de amor al libro: Seiioritas, no és propiamente bajo la forma de vo- cabulario y sintaxis como comienza a seducirnos la literatura. Recuerden-simplemente cémo se in- troducen las Bellas Letras en nuestra vida. En la edad mds tierna, apenas termina de cantarsenos la cancion que hace que el recién nacido sonria y se duerma, se abre la época de los cuentos. El nino los bebe como bebia su leche. Exige la continuacion y Ja repeticion de las maravillas; es un piiblico des- piadado y excelente. Dios sabe cudntas horas he perdido para calmar con magos, monstruos, ptratas y hadas la sed de pequetios que gritaban ‘;Mas!” a su agotado padre. {5s] DANIEL PENNAC 22 Es un piblico despiadado ‘y excelente. Desde el comienzo él es el buen lector que seguira siendo si los adultos que lo rodean nutren su entu- siasmo en lugar de poner a prueba su propia idonei- dad, si estimulan su deseo de aprender antes de imponerle el deber de recitar, si lo acompafian en su esfuerzo sin contentarse con esperar el resultado, si consienten en perder veladas en lugar de tratar de ganar tiempo, si hacen vibrar el presente sin esgri- mir la amenaza del porvenir, si se rehusan a trans- formar en carga lo que era un placer, y sostienen ese placer hasta que se convierta en un deber, fundan ese deber sobre la gratuidad de todo aprendizaje cul- tural, y reencuentran ellos mismos el placer de esa gratuidad. [52] Come una novela LS a Be Pues bien, este placer esta ‘muy cerca. Es facil volver a : encontrarlo. Basta con no dejar pasar los afios. Basta con esperar la caida de la noche, abrir de nuevo la puerta de su cuarto, sentarnos a su cabecera, y retomar nues- tra lectura comin. a BeOS oy eh ss. Leer.§ “so. - Bm 6 Phe nad a EM vog altasig go. - Bos ’ Gratuitamente. . Sus cuentos preferidos. amersales oe 2,0 que ocurre entonces merece la descripcién: Para comenzar, no cree a sus oidos. jGato escaldado teme los cuentos! El cubrelecho hasta la barbilla, atento al quién-vive, espera la trrampa: pols wo --Bueno, iqué fue lo que lei?. zEntendiste? en Pero nada, no ie formulamos esas preguntas. Ni ninguna otra: Nos contentamos con leer. Gratis. Poco a poco se relaja. (Nosotros también.) Vuelve despacio a encontrar esa concentracién sofiadora que le dibu- jaba el rostro al anochecer. Y por fin nos reconoce. Por nuestra voz recompuesta. Es posible que, debido al choque, se duerma desde los primeros minutos... ef alivio. ‘A la noche siguiente los mismos reencuentros. Y, con seguridad, la misma lectura. Si, hay muchas pro- babilidades de que nos reclame el mismo cuento, cosa de probarse que la vispera no estuvo sofiando; y de que nos plantes las mismas preguntas, en los mismos (53] oe DANIEL PENNAC pasajes, sdlo por la alegria de oir las mismas respuestas. La repeticion tranquiliza. Es prueba de intimidad. Es su respiracién misma. EI necesita volver a encontrar ese aliento: . -jMast “Mas, mas” quiere decir algo asi como “se requiere que nos amemos, tt y yo, para estar satisfechos con este nico cuento, indefinidamente repetido”. Releer no es repetirse, es dar una prueba siempre nueva'de un amor infatigable. oo Entonces releemos. ~~ r Su dia quedé atras. Ahora estamos nosotros aqui, por fin juntos, por fin en otra parte. El ha vuelto a en- contrar el misterio de 1a trinidad: él, el texto, y noso- tros (en el orden que se quiera porque toda la felicidad viene precisamente de no poder ordenar los elementos de esta fusion). Hasta cuando él se ofrezca a si mismo el placer ul- timo del lector, que consiste en desprenderse de un texto, y nos pida pasar a otro. ¢Cuantas veladas hemos perdido asi, abriendo el cerrojo de las puertas de lo imaginario? Algunas, no muchas. Admitamoslo, sélo algunas. Pero valia la pena. Ahora él est de nuevo abierto a todos los relatos posibles. Sin embargo, la escuela prosigue con sus ensefian- zas. Si él no registra atin progresos en el balbuceo de [54] : Como una novela sus lecturas escolares, no perdamos la cabeza, el tiem- po es nuestro aliado desde cuando renunciamos a hacér- selo ganar. - : EI progreso, el famoso “progreso”, se manifestara en otro terreno y en un momento inesperado. Una noche, cuando nos saltemos una linea, lo oire- mos gritar: -jTe saltaste un pedazo! -éPerd6n? -Te saltaste algo, no leiste un pasaje. -No, te lo aseguro... -Dimelo. Tomaré el libro de nuestras manos y, con un dedo victorioso, sefialaré la linea omitida. Y Ja leerd en voz alta. Es el primer signo. Seguiran otros, Se formard el habito de i interrumpir nuestra lectura: ~éComo se escribe eso? -éCémo se escribe qué? . 4 ~-Prehistérico. . -P-r-e-i-s... ~jDéjame ver! No nos hagamos ilusiones; esta brusca curiosidad tiene, es cierto, algo que ver con su muy reciente vo- caci6n de alquimista, pero sobre todo con su deseo de prolongar la velada. ‘ (Prolonguemos, prolonguemos...) Otra noche decretara: [ss] DANIEL PENNAC -Yo leo contigo. Su cabeza por encima de nuestro hombro, seguira un momento con los ojos las lineas que leemes. O bien: -Hoy comienzo yo. Y se lanza al asalto del primer parrafo. Su lectura es laboriosa, de acuerdo; se agota muy pronto, esta bien... No obstante, recuperada Ja paz, lee sin pavor. Y leera mejor y mejor, cada vez con mas ganas. : -jEsta noche leo yo! El mismo pérrafo, evidentemente -virtudes de la repeticién-, después otro, su “pasaje predilecto”, des- pués textos completos. Textos que sabe casi de memo- ria, que reconoce mas que lee, pero que lee de todas maneras por fa alegria de reconocerlos. Ya no esta lejana la hora en que lo encontraremos, en cualquier momento del dia, con su libro de cuentos favorito sobre las rodillas o coloreando los animales de la granja. Hace algunos meses no salfa del asombro de haber reconocido “mama”; hoy surge un relato integro de la Iluvia de palabras. Se ha convertido en el hérve de sus lecturas, aquel a quien el autor encargé desde 1a eter- nidad que viniera a liberar a los personajes presos en la trama del texto -a fin de que elles mismos lo arran- casen de las contingencias de cada dia. Listo. Hemos triunfado. Y, si queremos darle un placer final, basta con que nos durmamos mientras él nos lee. {56] Como una novela 24 Nunca se hard comprender a un muchacho que se encuentra, por la noche, en mitad de una historia cautivadora, nunca se le haré comprender, median- te una demostractin limitada a él mismo, que debe interrumpir su lectura e ir a acostarse. Es Kafka quien dice esto en su diario, el pequefio Franz, cuyo papa hubiera preferido que se pasase to- das las noches de su vida haciendo cuentas. {57} Il HAY QUE LEER (El dogma) Como una novela 25 oo Queda el problema del grande, arriba, en su habi- tacién. 3 El también tendria necesidad de reconciliarse con “Jos libros”. Casa vacia, padres acostados, televisién apagada, se encuentra solo... frente a la pagina 48. - a Y este informe de lectura que hay que entregar mafiana... cin Van . Majiana... 1 . os ut Breve calculo mental: 446-48=398. _ : iTrescientas noventa y ocho paginas para mandar- se en una noche! os : Se pone a ello con valor. Una pagina empuja a la otra. Las palabras del “libro” bailan entre los audi- fonos de su walkman. Sin alegria. Las palabras tienen pies de plomo. Caen unas sobre otras como esos caba- Ilos que se rematan. Ni siquiera el solo de bateria logra resucitarlas. (Y sin embargo Kendall es un excelente baterista.) Prosigue su jectura sin voltearse hacia el cadaver de las palabras. Han entregado sus sentidos, paz a sus letras. Esta hecatombe no lo asusta, Lee avanzando. Lo empuja el deber. Pagina 62, pagina 63. Lee. “Qué lee? ‘ La historia de Emma Bovary. La historia de una muchacha que habia leido mucho: (63) : DANIEL PENNAC a - Habia leido Pablo y Virginia y soriado con la choza ' de bambi, el negro Domingo, el perro fiel, pero sobre todo con la tierna amistad de un buen hermanito que va a buscarle frutas rojas en los enormes drbo- les mds altos que campanarios, 0 que corre descalzo en la arena trayéndole un nido de pdjaros. ® Lo mejor es telefonear a Thierry o a Stephanie para que le presten su informe de lectura.mafiana por la mafiana para copiarlo rapido antes de entrar a clase, sin que nadie se.dé cuenta, ellos le deben mas que eso. Cuando cumplié.trece atios, su padre la Hevé él mismo a la ciudad, para internarla en el convento. Se quedaron en un albergue del barrio Saint-Ger- vais, donde les sirvieron en platos pintados que representaban la historia de mademoiselle de La Valliére. Las leyendas explicativas, cortadas aqui y alla por las raspaduras de los cuchillos, glorifica~ ban todas la religion, las delicadezas del corazén y las pompas de la corte. La formula: “Les sirvieron en platos pintados” le arrancé una sonrisa fatigada: {Les dieron a tragar platos vacios? {Les hicieron picotear la historia de esta La Va- lligre? Se hace el vivo. Se cree al margen de su lectura. Error: su ironia ha dado en el blanco. Porque sus des- gracias simétricas vienen de alli: Emma es capaz de mirar su plato como un libro, y é! ve su libro como un plato. (62] Como una novela 26 Mientras tanto, en el liceo (como decian en italicas las tiras cémicas belgas de su generacién), los padres: -Usted sabe, mi hijo... mi hija... los libros... E] profesor de francés ha entendido: al alumno en cuestién “no le gusta leer”. -Tanto mas sorprendente porque cuando niiio leia mucho... Devoraba, incluso. {No es cierto, querido, que se puede decir que devoraba? Querido opina: devoraba. ~Es importante decir que le prohibimos la tele- vision. (Otra figura interesante, ésta: la prohibicién absoluta de la televisién. Resolver el problema suprimiendo su enunciado: de nuevo un magnifico truco pedagégico.) » -Es verdad, nada de televisién durante el afio esco- lar, es un principio sobre el que nunca transigimos. Nada de televisién, pero piano de cinco a seis, gui- tarra de seis a siete, danza el miércoles, judo, tenis, esgrima el sabado, ski de fondo desde cuando caen los primeros copos de nieve, cursillo de velero desde cuan- do despunta el verano, ceramica los dias de lluvia, viaje a Inglaterra, gimnasia ritmica. Ni la menor oportunidad cedida al mas corto cuar- to de hora para reencontrarse consigo mismo. iChite al suefio! jSocorro frente al aburrimiento! E] bello aburrimiento... {63] wt DANIEL PENNAC El largo aburrimiento... . Que hace posible toda creacién... -Hacemos lo posible para que no se aburra jamas. (Pobre de él...) oa Estamos, :cémo decirlo?, estamos empefiados en darle una formacién completa... -Eficaz sobre todo, querida, yo diria mas bien eficaz. -Sin eso no habriamos ltegado aqui. -Por fortuna sus resultados en matematicas no son malos... -Evidentemente en francés... jAy! EI pobre, el triste, el patético esfuerzo que im- ponemos a nuestro orgullo al ir asi, burgueses de Calais y de aqui, con jas Ilaves de nuestro fracaso le- vantadas frente a nosotros, a hacerle visita al profesor de francés -que escucha, el profesor, y que dice si-si, y a quien le gustaria mucho hacerse una ilusién, una sola vez en su larga vida de profe, hacerse una peque- fiita usién... pero no: -¢Cree usted que un fracaso en francés lo obligue a repetir? [64] Como una novela 27 Asi va nuestro inventario: él, en el trafico de informes de jectura, nosotros frente al fantasma de la repeticién, el profesor de francés en su materia escarnecida...-Y jque viva el libro! , [65] DANIEL PENNACG 28 Un profesor se vuelve un profesor vicjo muy pron- to. No es que su oficio gaste mas que cualquier otro, no... Es de oir a tantos padres hablarle de tantos nifios -y hablar de si mismos al hacerlo- y de oir tantos rela- tos de vidas, tantos divorcios, tantas historias de fami- lia: enfermedades infantiles, adolescentes a los que no se controla, hijas queridas cuyas aflicciones parecen incomprensibles, tantos fracasos llorades, tantos éxi- tos enarbolados, tantas opiniones sobre tantos temas, y en particular sobre la necesidad de leer, la absoluta necesidad de leer, que consigue la unanimidad. El dogma. Estan aquellos que nunca han leido y que tienen vergiienza de ello; Jos que ahora no tienen tiempo para leer y que cultivan Ja nostalgia; los que no leen novelas, sino libros ities, sino ensayos, sino obras técnicas, sino biografias, sino libros de historia; estan aquellos que leen de todo y no importa qué, aquellos que “devoran” y cuyos ojos brillan; los que sélo leen los clasicos, sefior, “porque no hay mejor critico que el filtro del tiempo”, los que pasan su madurez “releyendo”, y los que han leido al ultimo fulano y al dltimo sutano porque, sefior, hay que mantenerse al dia... Pero todos, todos, en nombre de la necesidad de leer. El dogma. [66] Como una novela Incluido aquel que, si bien no lee hoy en dia, afirma que es por haber leido mucho ayer, slo que ahora ya ha dejado atras sus estudios, y tiene su vida “lograda”, gracias a sus propios méritos, por supuesto (es de aque- llos “que no le deben nada a nadie”), pero reconoce de buen grado que esos libros, que ya no necesita, le fueron muy utiles; indispensables incluso, si, “jin- dis-pen-sa-bles!” =jEste chiquillo tendra que meterse bien eso en la cabeza! EI dogma. {67] DANIEL PENNAC 29 Pues bien, “el chiquillo” tiene eso en la cabeza. Ni por un segundo pone en duda el dogma. Al menos eso es lo que se ve claramente en su disertaci6n: Tema: {Qué piensa de esta exhortacién de Gustave Flaubert a su amiga Louise Collet: “jLee para vivir!” El chiquillo esta de acuerdo con Flaubert, el chi- quillo y sus compaiieres, y sus compaiieras, todos de acuerdo: ‘Flaubert tenia razén!’’ Una unanimidad con treinta y cinco copias: Hay que leer, hay que leer para vivir, es mas, esta necesidad absoluta de leer es lo que nos distingue de la bestia, del barbaro, del anima igno- rante, del sectario histérico, del dictador triunfante, del materialista bulimico, jhay que leer! {Hay que Jeer! -Para aprender. -Para tener éxito en nuestros estudios. -Para informarnos. -Para saber de donde venimos. ~Para saber quiénes somos. ~Para conocer mejor a los otros. -Para saber a dénde vamos. -Para conservar la memoria del pasado. -Para iluminar nuestro presente. ~Para sacar provecho de experiencias anteriores. ~Para no repetir las tonterias de nuestros abuelos. -Para ganar tiempo. -Para evadirnos. -Para buscarle un sentido a la vida. [68} Como una novela -Para comprender los furidamentos de nuestra civi- lizacion. ‘ -Para-alimentar nuestra curiosidad. -Para distraernos. -Para informarnos. -Para cultivarnos. ° . -Para comunicarnos. -Para ejercer nuestro espiritu critico. Y el profesor aprueba al margen: “Si, si, B, MB, AB, exacto, interesante, en efecto, muy cterto’’, y se contiene para no gritar “;Otra! ;Otra!”’ él que, en el corredor del liceo, vio esta mafiana al chiquillo copiar a todo yapor su informe de lectura del de Stéphanie, él que sabe por experiencia que la mayor parte de las citas encontradas en el camino de estas escrituras juiciosas salieron de un diccionario de ideas, él que al primer vistazo comprende que los ejemplos escogidos (“cita- rin ejemplos sacados de su experiencia personal”) vienen de lecturas hechas por otros, él en cuyas orejas resuenan atin los aullidos que desencadené cuando impuse la lectura de la préxima novela: -éQué? jCuatrocientas paginas en quince dias! Pero es imposible hacerlo, sefior. -Hay una prueba de matemiticas. ~¥ ademas tenemos que entregar la disertacién de economia la semana entrante. Y aunque conoce el papel que tiene la television en Ja adolescencia de Mathieu, de Leila, de Brigitte, [69] DANIEL PENNAG de Camel 0 de Cedric, el profesor aprueba también, con todo el énfasis de su estilgrafo rojo, cuando Ce- dric, Camel, Brigitte, Leila o Mathieu afirman que la tele (uo usen abreviaturas en sus informes) es el enemigo Numero Uno del libro -y el cine también, si uno lo piensa bien- porque una y otro suponen la pasividad mas amorfa, alli donde el libro exige un acto respon- sable (;MB) En este punto, sin embargo, el profesor deja su estilégrafo, eleva la mirada como un alumno que fantasea, y se pregunta -jay! para si mismo- si al me- ‘nos algunas peliculas no le-han dejado recuerdos de libros, :Cuantas veces ha “releido” La noche del caza- dor, Amarcord, Manhatian, Una habitacion con vista, El festin de Babette, Fanny y Alexander? Esas image- nes le parecian portadoras del misterio de los signos. Seguro, las suyas no son las opiniones de un especialis- ta -no conoce nada de la sintaxis cinematografica y no. entiende el léxico de los cinéfilos-, no son sino opiniones de sus ojos, pero sus ojos le dicen clara- mente que hay imagenes cuyo sentido no se agota y cuya traduccién renueva cada vez la emoci6n; incluso ~ imagenes de television, si: el rostro del buen viejo Bachelard, hace tiempo, en Lectures pour tous... el me- chén de Jankélévitch en Apostrophes....ese gol de Papin contra los del Milan de Berlusconi Pero la hora avanza. Vuelve a dedicarse a sus co- trecciones. (¢Quién hablara jamas de la soledad del corrector de fondo?) Después de algunas copias las [70] Como una novela palabras comienzan a brincar bajo sus ojos. Los ar- gumentos tienden a repetirse. Se deja llevar por el enervamiento. Es un breviario, lo que le recitan sus alumnos: jHay que leer, hay que leer! La intermina- ble letania de Ja palabra educativa: Hay que leer... jcuando cada una de sus frases prueba que ellos no Jeen nunca! ta DANIEL PENNAC 30 -éPero por qué te pones asi, querido? Tus alumnos escriben lo que ti esperas oir de ellos. -iA saber? ~-Que hay que leer. El dogma. ;O acaso esperabas encontrar un paquete de trabajos dedicados a la glo- tia de los autos de fe? -Lo que yo espero es que desconecten sus malk- mans y que se pongan por fin a leer. -En absoluto... Lo que ti esperas es que te entre- guen buenos informes de lectura sobre fas novelas que tii les impones, que “interpreten” correctamente los poemas de tu eleccién, que el dia del examen ana- licen finamente los textos de tw lista, que “comenten” con juicio o “resuman” con inteligencia lo que el exa- minador les meta bajo Ja nariz esa mafiana... Pero ni el examinador ni ti ni los padres desean particular- mente que estos muchachos lean. Tampoco desean lo contrario, toma nota. Desean que tengan éxito en sus estudios, jy sanseacabé! En cuanto al resto, tienen otras cosas que hacer. Ademas, Flaubert también te- nia otras cosas que hacer. Si él insistia en mandar a Louise de vuelta a sus libracos era porque ella lo tenia seco, era para que lo dejase trabajar tranquilo en su Bovary, y no fuera a hacerle un hijo a sus espaldas. Esa es la verdad y ti Jo sabes muy bien. Bajo la pluma de Flaubert cuando le escribia a Louise, “Lee para vivir” queria decir en realidad “Lee para dejarme vi- 72] Como una novela vir’. {Has explicado eso a tus alumnos? ;No? qué? - Ella sonrie y pone la mano sobre la suya. ~Hay que admitirlo, querido: ed.culta del libro de- pende de la tradictén oral, y ti eres el sumo sacerdote. iPor 3] DANIEL PENNAC 31 : No he encontrado ningtn tipo de estimulo en los cursos ofrecidos por el Estado. Incluso si la mate- ria de la ensenanza hubiese sido mds rica y apa- sionante de lo que era en realidad, la pedanteria morosa de los profesores bévaros me habria ale- Jado del mds interesante de los temas (...). Toda la cultura literaria que poseo la he ad- quirido fuera de la escuela.{...) Las voces de los poetas se confunden en mi re- cuerdo con las voces de los primeros que me los hi- cieron conocer: hay ciertas obras maestras de la escuela romantica alemana que no puedo releer sin oir de nuevo la entonacién de la voz conmovida y bien timbrada de Mielen. Mientras fuimos nitios con dificultades para leer por nosotros mismos, ella solia leernos en voz alta. CG) Y sin embargo, escuchdbamos aun con mayor recogimiento la voz tranguila del Mago... Sus au- tores preferidos eran los rusos. Nos leia Los cosa- cos de Tolstot y las pardbolas extratiamente infantiles, de un didactismo simplista, de su tiltimo periodo(...). Escuchdbamos cuentos de Gogol, ¢ incluso una obra de Dostoievski -esta farsa inqute- tante titulada Una historia ridicula. 6) [74] Como una navela Sin ninguna duda, las bellas horas de la tarde pasadas en el gabinete de nuestro padre estimulaban no sélo nuestra imaginacion, sino también nuestra curiosidad. Una vez que se ha degustado el encanto magico de la gran literatura y el consuelo que pro- cura, se quisiera conocer siempre mds -otras “‘his- . torias ridiculas”, y pardbolas plenas de sabiduria, y cuentos con nubltiples significados, y extraftas aven- turas. Y es asi como se comienza a leer por uno mismo () Esto decia Klaus Mann, hijo de Thomas, el Mago, y de Mielen, la de la voz conmovida y bien timbrada. [7s] » DANIEL PENNAG 32 De todos modos, esta unanimidad deprime... Como si, desde las observaciones de Rousseau sobre el aprendizaje de la lectura hasta las de Klaus Mann so- bre los estudios de Letras bajo la direccion del Estado bavaro, pasando por la ironia de la joven esposa del profesor para llegar a las lamentaciones de los alumnos de aqui y de ahora, el papel de 1a escuela se limitase en todas partes y para siempre a la ensefianza de técnicas, a la tarea de comentar, y cortase el acceso inmediato a los libros mediante la proscripcién del placer de leer. Parece establecido desde la eternidad, en todas las lati- tudes, que el placer no tiene por qué figurar en el pro- grama escolar y que el conocimiento no puede ser sino el fruto de un sufrimiento bien comprendido. Esto se justifica, claro esta. Los argumentos no faltan. La escuela no puede ser una escuela del placer, el cual presupone una buena dosis de gratuidad. Es una fabrica necesaria del saber que requiere esfuerzo. Las materias enseiiadas alli son los atiles de la conciencia. Los profesores a cargo de esas materias son sus ini- ciadores, y no se les puede exigir que proclamen la gratuidad del aprendizaje intelectual, cuando todo, absolutamente todo en la vida escolar -programas, notas, examenes, clasificaciones, ciclos, orientacio- nes, secciones- reafirma la finalidad competitiva de la institucién, inducida por el mercado de trabajo. [76] Como una novela Que el alumno, de vez en cuando, encuentre un profesor cuyo entusiasmo por las matematicas parez- ca surgir de ellas mismas, que las ensefie como una de las Bellas Artes, que las haga amar por la virtud de su propia vitalidad, y que gracias a él el esfuerzo se con- vierta en placer, eso tiene que ver con el azar de los encuentros y no con el espiritu de la institucién. Es propio de los seres vivientes hacer amar [a vida, incluso bajo la forma de wna ecuacién de segundo grado, pero la vitalidad nunca ha estado inscrita en el discernimiento de las escuelas. La funcién esta aqui. -- La vida en otra parte. Leer, eso se aprende en la escuela. Amar Ia lectura... : [77] DANIEL -PENNAC 33 Hay que leer, hay que leer... obo, _ é¥ sien lugar de exigir la lectura el profesor deci- diese de pronto compartir su propia dicha de leer? éLa dicha de leer? ;Qué es la dicha de leer? jPreguntas. que suponen un famoso regreso a si mismo, en efecto! Y para comenzar, la ‘confesion de esta verdad que va radicalmente en contra del dogma: la mayoria de las lecturas que nos han formado no las hemos hecho por, sino contra. Leimos (y-leemos) de la misma manera como uno se atrinchera, como se rehusa, 0 como se opone. Si esto nos da facha de fugitivos, si la realidad pierde la esperanza de alcanzarnos detras del “encan- 0” de nuestra lectura, somos préfugos ocupados en construirnos, evadidos a punto de nacer. Cada lectura es un acto de resistencia. {De resis- tencia a qué? A todas las contingencias. Todas: - Sociales - Profesionales ~ Psicolégicas ~ Afectivas ~- Climaticas ~ Familiares ~ Domésticas - Gregarias ~ Patolégicas ~ Pecuniarias (78) Come una novela - Ideoldgicas . - Culturales —Oumbilicales Una lectura bien Ilevada salva de cualquier cosa, incluso de uno mismo. Y, por encima de todo, leemos contra la muerte. Es Kafka leyendo contra los proyectos mercanti- les del padre, es Flannery O’Connor leyendo a Dostoievski contra Ja ironia de la madre (“{E/ sdiota? jMuy tuyo encargar un libro con un nombre como ése!”), es Thibaudet leyendo a Montaigne en las trin- cheras de Verdun, es Henri Mondor sumido en su Mallarmé en la Francia de la Ocupacién y del merca- do negro, es el periodista Kauffman releyendo, una y otra vez el mismo tomo de La guerra y la paz en las carceles de Beirut, es el enfermo operado sin aneste- sia del que nos cuenta Valéry, que “encontré algun ali- vio 0, mds bien, algin relevo de sus fuerzas, y de su paciencia, recitdndose, entre dos extremos de dolor, un poema que le gustaba”. Y, claro, es la confesién de Montesquieu, cuyo desvio pedagégico ha hecho em- borronar tantas disertaciones: “Ei estudio ha sido para mi el remedio supremo contra los disgustos, puesto que no he tenido nunca una pena que una hora de lectura no me hubiera quitado.” Pero es, de manera mas cotidiana, el libro como refugio contra la crepitacién de fa Iluvia, el silencioso deslumbramiento de las paginas contra la cadencia del metro, la novela disimulada dentro de la gaveta del [79] Como una novela 34°00 wy Dificil ensefiar literatura cuando la lectura requiere hasta ese punto de la concentracion y el silencio. La lectura, gacto de comunicacién? jOtra buena broma de los comentadores! Lo que leemos lo calla- mos. El placer del libro leido casi siempre lo guarda- mos en el secreto de nuestros celos. Sea porque no vemos en ello materia para el discurso, sea porque, an- tes de poder decir una palabra sobre él; tenemos que dejar que el tiempo haga su delicioso trabajo de desti- lacion. Ese silencio es el garante de nuestra intimidad. Ya leimos el libro pero todavia estamos en él. Su sola evocacién abre un refugio a nuestras repulsas. Nos preserva del Gran Exterior. Nos ofrece un observato- rio colocado muy por encima de los paisajes contin- gentes. Leimos y nos callamos. Nos callamos porque leimos. Bueno seria encontrarse con que alguien nos espera emboscado a la vuelta de nuestra lectura para preguntarnos: “zEntooonces? :Era bueno? {Lo enten- diste? jEl informe!” -+ ‘ . A veces es la humildad la que explica nuestro silen- cio. No !a gloriosa humildad de los analistas profesio- nales, sine la conciencia intima, solitaria, casi dolorosa, de que esta lectura, aquel autor, acaban, como se dice, de “cambiarme la vida”. O, de repente, ese otro deslumbramiento que nos deja sin voz: «Como es posible que esto que acaba de trastornarme hasta ese punto no haya cambiado en. (81] DANIEL PENNAC nada el orden del mundo? Es posible que nuestro si- glo haya sido Io que fue después de que Dostoievski escribié Los poseidos? {Como explicar a Pol Pot y los demas cuando un personaje como Piotr Verkhovensky ha sido imaginado? ZY el espanto de los campos de concentracion si Chejov escribid Sajalin? ¢Quién se ilumin6 con Ia blanca luz de Kafka bajo la cual nuestras peores evidencias se cortaban como planchas de cinc? éY aun en medio del horror; quién escuché a Walter Benjamin? ;Y cémo puede ser, cuando todo termind, que la tierra entera no leyese La especie humana de Robert Anteleme, asi fuese nada mas que para liberar al Cris- to de Carlo Levi, para siempre detenido en Eboli? El ‘hecho de que estos libros hayan trastornado nuestras conciencias hasta ese punto y, sin embargo, hayan permitido que el mundo se encaminara hacia lo peor, nos deja mudos. Silencio, pues... Excepto, claro esta, para los fraseadores del poder cultural. jAh!, esa platica insulsa en los salones en los que como nadie tiene nada que decir a nadie, la lectura pasa al rango de los temas posibles de conversacién. jLa novela rebajada a una estrategia de la comunicactén! Tantos alaridos silenciosos, tanta gratuidad obstinada para que este imbécil venga a soltar esta impertinen- cia: “Como, no ha leido usted el Viaje al final de la noche?” ie Se mata por menos que eso. [82] -Como una novela Sin embargo, si bien Ja lectura no es un acto de comunicacién inmediata, es, finalmente, algo que com- partimos. Pero éste es un gesto largamente aplazado y rabiosamente selectivo. - Sicolocasemos en un lado el conjunto de grandes lecturas que le debemos a la escuela, a la critica, a todas las formas de publicidad, y del otro las que debemos al amigo, al amante, al compajiero de clase, incluso a la familia -cuando no coloca jos libros en la estanteria de la educacién-, el resultado seria claro: la mayor parte de lo mas bello que hemos leido se lo debemos a un ser querido. Y es a un ser querido a quien primero hablaremos de nuestras mejores lectu- ras. Quizas precisamente porque lo propio del senti- miento, como del deseo de leer, consiste en preferir. Amar es, finalmente, hacer el don de nuestras prefe- rencias a aquellos a quienes preferimos: Y estos repar- tos pueblan la invisible ciudadela de nuestra libertad. Estamos habitados por libros y por amigos. Cuando un ser querido nos da a leer un libro, es a él a quien ante todo buscamos en las lineas, sus gus- tos, las razones que lo han impulsado a poner ese li- bro en nuestras manos, los signos de una fraternidad. Después el texto nos arrastra y nos olvidamos de quien nos lanz6 a éb en esto consiste justamente toda la potencia de una obra, en barrer también esta misma contingencia. [83] DANIEL PENNAC Sin embargo, con el paso de los afios, sucede que la evocacion de un texto trae el recuerdo de otro, y entonces algunos titulos vuelven a ser rostros. Y, para ser del todo justos, no siempre el rostro de un ser amado, sino aquel (jay, muy de vez en cuando!) de tal critico, o el de tal profesor. Como el de Pierre Dumayet, su mirada, su voz, sus silencios, que, en la Lecture pour tous de mi infan- cia expresaban todo su respeto hacia el lector que, gracias a él, yo habria de ser. Como el de ese profesor cuya pasion por los libros sabia encontrar todas las paciencias y darnos incluse la ilusién del amor. Tenia que preferirnos ~o estimarnos- a nosotros, sus alum- nos, para darnos a leer lo que le era mas querido. + Como una novela 36 : er + En la biografia que consagra al poeta Georges Perros, Jean-Marie Gibal cita esta frase de una estudiante de Rennes, donde Perros ensefiaba: ” GE Sts er F woes * [Perros]-llegaba el martes por la matiana én su oxidada moto azul, desgrenado por el viento y el Jrio.,Encorvado, dentro de un gabin marinero, con la pipa en la boca o en la mano. Vaciaba sobre la mesa‘un morral de libros. Y esa era la vida. » Quince afios mas tarde, la maravillosa maravillada sigue hablando de él. Con la sonrisa inclinada sobre la taza de café, reflexiona, recupera poco a poco sus re- cuerdos, y después: . -Si, era la vida: una media tonelada de libros viejos, pipas, tabaco, un ejemplar de France-Sow o de L’Equi- pe, llaves, libretas, facturas, una bujia de su moto; de ese farrago sacaba un libro, nos miraba, soltaba una risa que nos abria el apetito, y empezaba a leer. Ca- minaba mientras leia, con una mano en el boisillo y Ja otra, la que sostenia el libro, un poco extendida, como si, leyéndolo, nos lo ofreciera. Todas sus lecturas eran regalos. No nos pedia nada a cambio. Cuando la aten- cién de uno o una de nosotros flaqueaba, dejaba de leer por un segundo, miraba al sofiador y silbaba quedo. No era una amonestaci6n, era un alegre llamamiento a la conciencia. Nunca nos perdia de vista. Hasta-en [85] vee DANIEL PENNAC lo mas profundo de su lectura nos miraba por encima -de las lineas. Tenia una voz sonora y luminosa, un poco golpeada, que llenaba por completo el 4mbito de la clase, como hubiera Henado un anfiteatro, un teatro, el campo de Marte, sin pronunciar nunca una palabra atropelladamente. Tomaba por instinto la medida del espacio y de nuestros cerebros. Era la caja de resonancia natural de todos los libros, la encarna- cién del texto, el libro hecho hombre. A través de su voz descubriamos de pronto que todo-eso habia sido escrito para nosotros. Este descubrimiento venia a ocurrir después de una interminable escolaridad en la que la ensefianza de la litératura nos habia mantenido a distancia respetuosa de los libros. (Qué hacia en- tonces él mas que los otros profesores? Nada mas. En ciertos aspectos, incluso mucho menos. Era sélo que no nos entregaba la literatura con cuentagotas anali- tico, nos la servia en generosas copas desbordantes... Y nosotros comprendiamos todo lo que nos leia. Lo entendiamos. Ninguna explicacién mas luminosa de un texto que el sonido de su voz cuando anticipaba la intencién del autor, revelaba un subentendido, deve- laba una alusién... El hacia imposible el contrasenti- do. Era del todo inimaginable, después de haberle oido leer La doble inconstancia, continuar diciendo es- tupideces sobre el discreteo*y vistiendo de rosa las © “Marivaudage”, la palabra francesa que significa “discre~ teo”, presuncién de discreto e ingenioso, se deriva de Marivaux, autor de La doble inconstancia, (Nota del traductor) [86] Come una novela mufiecas humanas de ese teatro de Ja diseccién. A donde nos introducia la precision de su voz era a un laboratorio, a una viviseccién a donde nos invitaba la lucidez de su diccién. Sin embargo no exageraba en esa direccién y no convertia a Marivaux en la anteca- mara de Sade. Lo que no obsta para que durante todo el tiempo que duraba su lectura tuviésemos la sensa- cién de ver un corte de los cerebros de Arlequin y de Silvia, como si nosotros mismos fuéramos los ayu- dantes de laboratorio de esa experiencia. Nos daba una hora de clase por semana. Esa hora se parecia a su morral: un trasteo. Cuando nos dejé al fin del afio hice mis cuentas: Shakespeare, Proust, Kafka, Vialatte,. Strindberg, Kierkegaard, Moliére, Beckett, Marivaux, Valéry, Huysmans, Rilke, Batai- Ile, Gracq, Hardeliet, Cervantes, Laclos, Cioran, Che- jov, Henri Thomas, Butor... Los cito en desorden y olvido otros tantos. jEn.diez aos yo no habia oido hablar de la décima parte!: aoe Nos hablaba de todo, nos leia todo, porque no su- ponia que tuviésemos una biblioteca en.la cabeza. Era el grado cero de la mala fe. Nos tomaba por.lo que éra- mos, jévenes bachilleres incultos.que merecian saber. Y no era asunto de patrimonio cultural, de sagrados secretos pegados a las estrellas; con él los textos no caian del cielo, los.recogia del suelo y nos los daba a leer. Todo estaba alli, alrededor de nosotros, hirvien- te de vida. Recuerdo nuestra decepcién al principio; cuando abordé los grandes, aquellos de quienes nues- [87] DANIEL PENNAC tros profesores nos habian por lo menos hablado, los pocos que imagindbamos conocer bien: La Fontaine, Moliére... En una hora habian perdido su status de divinidades escolares para volyérsenos intimos y mis- teriosos -es decir, indispensables. Perros resucitaba a los autores, Levantate y anda: de Apollinaire a Zola, de Brecht a Wilde, volvian todos a nuestra clase, vi- vos y coleando, como si saliesen de donde Michou, el del café del frente. Café en donde a veces nos ofrecia un medio tiempo suplementario. Y no porque repre- sentara el papel de profesor-compafiero. Ese no era sw estilo. Proseguia buenamente lo que él llamaba su “curso de ignorancia”. Con él la cultura dejaba de ser una religion de Estado y el mostrador del bar se vol- via una catedra tan respetable como un éstrado. No- sotros mismos al.escucharlo no sentiamos el deseo de entrar a la vida religiosa, de tomar los habitos del sa- ber. Nos daban ganas de leer, y sanseacabé... A partir del momento en que se callaba. nosotros desvalija- bamos'las librerias de Rennes y de Quimper. Y mientras mas lefamos, mas ignorantes en efecto nos sentiamos, solos sobre la playa de nuestra ignorancia y frente al mar, Sélo que con él. no nos daba miedo mojarnos. Nos zambulliamos en los libros sin perder el tiempo en chapoteos friolentos: No sé cuantos de nosotros Negaron a ser profesores... No muchos, sin duda, y tal vez sea una lastima en el fondo porque, como quien no quiere la cosa, nos legd un bello-deseo de trasmitir. Pero de trasmitir a los cuatro vientos. El, que sé bur- [88] Como una novela laba de la ensefianza, sofiaba medio en broma con una universidad itinerante: ~-Si uno se paseara un poco... si uno fuera a reen- contrarse con Goethe en Weimar, a poner de vuelta y media a Dios con el bueno de Kierkegaard, a devorarse Las noches blancas en la perspectiva Nevski... [89] : - Como una novela 38 oe Aquel profesor no inculcaba un saber, ofrecia lo que sabia. Era menos un-profesor que .un maestro trovador '-de“esos malabaristas de palabras que fre- cuentaban los mesones del camino de Santiago de Compostela y contaban.las.canciones de gesta a tos peregrinos iletrados, +: ~* - Como todo requiere de un comienzo, cada afio reu- _Mia.a su pequefio rebafio alrededor de los origenes orales de la novela. Su voz, como la de los trovadores, se dirigia a un ptiblico que no sabia leer. Abria ojos. Encendia lamparas. Encarrilaba su mundo por la ruta de los libros, peregrinaje sin. fin ni certidumbre, cami- no del hombre hacia el: hombre: . -jLo mas importante era el hecho de que nos leye: ‘se todo en voz alta! Esta confianza que ponia de en- trada en nuestro deseo de comprender... El hombre que lee en voz alta nos eleva a la altura del libro. j Ver- daderamente da de leer! for} DANIEL PENNAC 39 ‘En. lugar de eso, nosotros, que hemos leido y pretendemos propagar el amor al libro, preferimos a menudo comentaristas, intérpretes,- analistas, criti- cos,-bidgrafos, exégetas de obras a las que ha hecho enmudecer-el piadoso testimonio que enarbolamos sobre su grandeza. Presa en la ciudadela de nuestro saber, la palabra de los libros cede su lugar a nuestra palabra. En vez de permitir a la inteligencia del texto hablar por nuestra boca, nos remitimos a nuestra in- teligencia y hablamos del texto. No somos los emisa- rios del libro sino los guardianes juramentados de un templo, del que nosotros proclamamos las maravillas con palabras que cierran sus puertas: “jHay que leer! jHay que leer!” [92] ‘ Como una novela 40 i Hay que leer. es una peticion de principio para oidos adolescentes. Por brillantes que sean nuestras demos- traciones: nada mas que una peticién de principio. Aquellos de nuestros alumnos que han descubierto el libro por otros canales continuaran lisa y lanamente leyendo. Los mas curiosos guiaran sus lecturas alum- brados por nuestras explicaciones mas luminosas. Entre los que “no jeen”, los més listos sabran apren- der, como nosotros, @ hablar sobre: se destacaran en el arte inflacionista del comentario (leo diez lineas, es- cribo diez paginas), en la practica jibara del informe (recorro 400 paginas, las reduzco a cinco), en la pesca de la cita adecuada (en esos compendios de -cultura congelada disponibles donde todos los mercaderes del éxito); sabrin manejar el escalpelo del anilisis lineal y se volveran expertos en el sabio cabotaje entre los “‘trozos escogidos”, que lleva con seguridad al grado de bachiller, a la licenciatura, e incluso a la catedra... pero no necesariamente al amor al libro. Quedan los otros alumnos. - no Los que no teen y'a quienes desde muy temprano aterrorizan las radiaciones del sentido. Los que se creen brutos... * Privados para siempre de los libros... . Para siempre sin respuestas.... « ne Y muy pronto sin preguntas: - ~ *. 7. ree [93] DANIEL PENNAC 41 Sofiemos un suefio. Es el examen llamado “la leccién”, para obtener la catedra de Letras. Tema de la leccién: Los registros de la conciencia h- teraria en Madame Bovary. La joven candidata esta sentada en su pupitre, muy por debajo de los seis miembros del jurado colo- cados ail arriba, sobre el estrado. Para afiadirle so- lemnidad al asunto digamos que esto ocurre en el gran anfiteatro de la Sorbona. Un olor de siglos y de madera sagrada. El silencio profundo del saber. Un escaso publico de parientes y amigos disper- sos en las graderias escucha su corazén tinico palpitar al ricmo del temor de la joven. Todas las imagenes son vistas desde abajo, y la joven en el fondo, aplasta- da por el terror de lo.que le queda de ignorancia. Ligeros crujidos, toses ahogadas: cs 1a eternidad previa al examen. La mano temblorosa de la joven organiza sus no- tas frente a ella; abre su partitura de saber: Los regis- tros de la conciencia literaria en Madame Bovary. El presidente del jurado (es un suefio, asi que de- mos a ese presidente una toga color vino tinto, una edad avanzada, hombros de armifio y una peluca em- polvyada para acentuar sus arrugas de granito), el pre- sidente del jurado se inclina a su derecha, levanta la peluca de su colega y le murmura dos palabras al [94] Como una novela oido. El asesor (mas joven, la madurez sonrosada y sabia, la misma toga, idéntica peluca).asiente con gra- vedad. Pasa la voz 4 su vecino mientras el presidente murmura a su izquierda. La aquiescencia se propaga hasta los extremos de la mesa. Los registros de la conciencia literaria en Madame Bovary: Perdida en sus notas, enloquecida por el re- pentino desorden de sus ideas, la joven no ve que el jurado se levanta, no ve que el jurado desciende del estrado, no ve que el jurado se le acerca, no ve que el jurado la rodea. Levanta la vista para reflexionar y se encuentra atrapada en la red de sus miradas. Deberia sentir miedo, pero esta de- masiado ocupada por cl miedo de_no saber. A duras penas se pregunta qué hacen tan cerca de ella. Vuelve a zambullirse en sus notas. Los regéstros de Ja conciencia literaria. Ha perdido el plan de su leccién. jUn plan tan claro, sin embargo! {Qué hizo el plan de su lecci6n? ;Quién le devolvera las amplias perspectivas de su demostracién? -Sefiorita... “ La joven no quiere oir al presidente. Busca, busca el plan de su leccién, perdido en el torbellino de su saber. ts —Sefiorita... . Busca y no encuentra. Los registros de la conciencia literaria en Madame Bovary... Busca y encuentra todo lo demas, todo lo que sabe. Pero no el plan de su leccién. -Sefiorita, por favor... = ~ : [9s] DANIEL: PENNAG éY es la mano del presidente la que acaba de po- sarse sobre su brazo? (¢Y desde cuando Jos presiden- tes de los jurados colocan la mano sobre el brazo de los candidatos?) zY aquello tan inesperade que se oye en esta voz es un ruego infantil? El hecho es que todos los asesores se agitan en sus sillas (porque cada uno trajo su silla y todos estin sentados alrede- dor de ella) . La joven por fin levanta la vista: -Seiiorita, por favors deje que se Pierdan los regis- tros de la conciencia... . El presidente y sus asesores se han quitado las pe- lucas. Tienen cabellos alocados de muchachos muy jovenes, ojos muy abiertos, una impaciencia de ham- brientos: * ‘ -Sefiorita... ;Cuéntenos Madame Bovary\ - -jNo, no! jCuéntenos mas bien su novela preferida! -{Si, La balada del café triste! A usted que le gusta tanto Carson McCullers, Sefiorita, leuéntenos La ba~ lada del café tristet -Y después hard que nos den ganas de releer La ‘princesa de Cleves, isi? ~Haga que nos den ganas de leer, sefiorita. -jGanas de verdad! -jCuéntenos Adoffol -Léanos Dédalus, el capitulo de los lentes. -{Kafka! Cualquier cosa de su Diario... -jSvevo! La conciencia de Zeno. -jLéanos E! manuscrito encontrado en Zaragoza! [96] Como una novela * -Los libros que mas le gusten... -\Ferdydurke! ~jLa conjura de los necios! -No mire el reloj, tenemos tiempo. Por favor... -jCuéntenos! -Sefiorita... -Los tres mosqueteros La reina de las manzanas. Jules y Fim. ~Charlie y la fébrica de chocolates. -El principe de Motordu. Basilio. [97] i ‘DAR DE LEER Como una novela 42 Supongamos por ejemplo una clase de mas o me- Nos treinta y cinco adolescentes. No esos alumnos cui- dadosamente calibrados para franquear de un golpe los altos pérticos de las grandes universidades, no, los otros, los que se han hecho despedir de los liceos del centro de la ciudad porque su libreta de calificaciones no prometia ninguna mencién honorifica en el bachi- Merato, y tal vez ni siquiera.un bachillerato. . Es el comienzo del afio escolar. Han encallado aqui... . - En esta escuela. x : i Frente a este profesor. . : * “Encallado” es la palabra. Arrojados a la orilla, cuando sus compafieros de ayer tomaron el viaje a bordo de los barcos que salian rumbo a las carreras de éxito. Desechos abandonados por.la marea escolar. Asi es como se describen ellos mismos en la tradicio- nal ficha de reingreso: oe Apellido, nombre, fecha de nacimienio... + Lnformaciones diversas: “Siempre he sido nulo en matemdticas...” “Los idiomas no me interesan...”’ “No logre concentrar- me...” “No soy bueno para escribir...” “Hay dema- siado vocabularto en los libros...” (jsic), si, jasil) “No entiendo nada de fisica...”’ “Siempre saqué cero en ortografia...” “La historia, tal vez ahi me {ro1] DANIEL PENNAC hubiera ido bien pero no retengo las fechas...” “Creo que no trabajo lo suficiente...”” ‘No logro en- tender...’ “He malogrado muchas cosas...” “Me gustaria mucho dibujar pero no tengo muchas apti- ‘tudes para ello...” “Era muy duro para mi...” “No tengo buena memoria...” “Me faltan las bases...” -“No tengo ideas...” “No tengo tas palabras...” Acabados... ‘ Asi es como se representan a si mismos. Acabados antes de haber comenzado. Seguro que exageran un poco. Es el género el que -lo exige. La ficha individual, come el diario intimo, tienden a la autocritica: uno se difama por instinto. Y ademas, al acusarse de todo, uno se pone al abrigo de muchas exigencias. Al menos esto les ha ensefiado la escucla: la comodidad del fatalismo. Nada tan tran- quilizante como un cero perpetuo en matemiaticas o en ortografia: excluir la posibilidad de-un progreso suprime los inconvenientes del esfuerzo. Y la confe- sién de que los libros contienen “demasiado vocabu- lario”, gquién sabe?, tal vez te libre de 1a lectura... Sin embargo este retrato que los adolescentes ha- cen de si mismos no se les parece: no tienen la cara de desastre con la frente estrecha y el mentén cubico que imaginaria un mal cineasta leyendo sus telegra- mas autobiograficos. No, tienen la cabeza miiltiple de su época: mechén engominado y botas vaqueras para el rockero de turno. [102] Como una novela Ropa de marca para el sofiador de la pinta, chamarra de cuero para el motociclista sin moto, cabellos largos o corte de cepillo al rape segiin las tendencias familia- res... Esta chica, alli, flota en la camisa de su padre que golpea las rodillas rotas de su jean, y aquella otra se creé la silueta negra de una viuda siciliana (“este mundo ya no me concierne”), mientras su rubia ve- cina, por el contrario, ha apostado todo a la estética: cuerpo de cartel y rostro de caratula plastificada con esmero. Acaban de salir de las paperas y la rubeola y ya es- tan en la edad en la que los enganchan las modas. Y ensu mayoria son altos, como para comer la sopa sobre la cabeza del profesor. Y forzudos, los mucha- chos. Y las chicas ya con unos cuerpos... Al profesor le parece que su adolescencia era mas imprecisa Mas bien enclenque, él... baratija de pos- guerra... leche en polvo del plan Marshall... estaba en reconstruccién en esa época, el profesor, como el res- to de Europa... Elles, por su parte, tienen pinta de resultado. Esta salud y esta conformidad con las modas les dan un aire de madurez que podria intimidar. Sus peinados, sus vestidos, sus walkmans, sus calculado- ras, su léxico, su reserva, hacen pensar incluso que quiz4s podrian estar mas “adaptados” a su tiempo que el profesor. Dan la impresién de saber mucho mas que él... éMucho mas sobre que? [103] DANIEL PENNAG Ese es precisamente el enigma de su rostro... Nada més enigmatico que un aire de madurez. Si no fuese un viejo zorro, el profesor podria sen- tirse desposeido del presente del indicativo, un poco vejestorio... Sélo que ha visto cualquier cantidad de nifios y adolescentes en veinte afios de clase... algo como tres mil y pico... Ha visto pasar las modas, tan- tas que hasta Jas ha visto volver. Lo tinico inmutable es el contenido de la ficha indi- vidual. La estética de “ruina” en toda su ostentaci6n: soy perezoso, soy estlipido, soy nulo, he intentado todo, no se fatigue, mi pasado no tiene porvenir... En resumen, no se aman, Y ponen en proclamarlo una conviccién todavia infantil. En suma, estan entre dos mundos. Y han perdido el contacto con los dos. Estan en todo, claro, fresco (jhasta qué punto!), pero la escuela nos hincha las bo- las, sus exigencias nos traen de la ternilla, ya no so- mos nifios, pero estamos presos en la eterna espera de ser grandes... Uno quisiera ser libre pero se siente abandonado, [104] Como una novela 43 ~ Y, claro, no les gusta leer. Demasiado vocabulario en los libros. Demasiadas paginas, también. Para de- cirlo todo, demasiados libros. ao. No, definitivamente no les gusta leer. © O al menos cso indica la selva de dedos que se le- vanta cuando el profe hace la pregunta: -jA quién no le gusta leer? Una cierta provocacién, incluso, en esta cuasi-una- nimidad. En cuanto a los escasos dedos que no se le- vantan (entre otros el de la Viuda Siciliana), cs mas bien por resuelta indiferencia frente a la pregunta planteada. ~Bueno -~dice el profe-, ya que a ustedes no les gusta leer... pues seré yo quien les lea los libros. Sin transicién abre su cartapacio y saca de alli un libraco asi de gordo, una cosa ciibica, en verdad enorme, de cubierta plastificada. Lo mas impresionante que.uno se pueda imaginar en materia de libro. -éEstan listos? No creen nia sus ojos nia sus oidos. Ese tipo vaa leer todo eso? Pero vamos a pasarnos en eso todo el afio! Perplejidad... Incluso una cierta tensién... Eso no existe, un profe que se proponga pasarse el afio leyendo. O es un maldito hoigazan, o hay gato encerra- do. Nos llevé el diablo. Nos ganamos la lista cotidiana de vocabulario, el informe permanente de lectura... + [105] : DANIEL PENNAC Se miran unos a otros. Algunos, al azar, colocan frente a ellos una hoja en blanco y alistan las atomicas. -No, no, es inatil tomar notas. Traten de escuchar, es todo. Se plantea entonces el problema de la actitud. (En qué se convierte un cuerpo en un salén de clase si no tiene la coartada del boligrafo y de la hoja en blanco? ¢Qué se puede hacer con uno mismo en circunstan- cias semejantes? -Pénganse cémodos, relajense... (Qué facil. jRelajense!) Ganado por la curiosidad, Mechon-Engominado- y-Botas-Vaqueras acaba de todas maneras pregun- tando: -¢Vaa leer usted todo ese libro... en voz alta? -No veo muy bien cémo podria oirme si lo leyera en voz baja... Risitas discretas. Pero la joven Viuda Siciliana no se come ese cuento. En un murmullo con suficiente volumen para que Ia oigan todos, suelta: -Ya pasamos la edad. Prejuicio muy difundido, en particular entre aque- Ilos a quienes no se les ha hecho el regalo verdadero de una lectura. Los demas saben que no hay edad para esta clase de regalo. -Si en diez minutos todavia cree que ya pasé la edad levante la mano y vamos a otra cosa, ¢de acuerdo? -éQué clase de libro es ese? -pregunta Ropa-de- Marca en el tono del que esta curado de espantos. [106} Como una novela -Una novela. -¢Qué cuenta? -Dificil decirlo antes de haberla leido. Bueno, jes- tan listos? Fin de las negociaciones. Arrancamos. Estan listos... escépticos, pero listos. -Capitulo primero: En el sigha Xvilt vivid en Francia un hombre que se encuentra entre los personajes mds geniales y mds abomi- tables de esa época, que no carecié sin embargo de genios abominables... [107] DANIEL PENNAG 44 En la época de la que hablamos reinaba en las ciuda- des un hedor apenas imaginable para nosotros los hom- bres modernos. Las calles apestaban a estiércol, los patios apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera mohosa y a excrementos de rata, las cocinas a col podrida y a grasa de cordero; las alcobas mal ventiladas apestaban a polvo encerrado, a colchas sudadas y al olor acre de los orinales. Las chimeneas arrojaban un hedor a azufre, las curtiembres el hedor de sus batios cdusticos, y los mataderos el hedor de sangre coagulada. La gente apestaba a sudor y a ropa sin lavar; sus bocas apestaban a dientes cartados, sus estémagos apestaban a cebollas, y sus cuerpos, cuande dejaban de ser jévenes, apestaban a queso vieja y a leche agria y a tumores eruptivos. Los rios apestaban, las plazas apestaban, las iglesias apestaban, apestaba bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el cura, el oficial artesano como la esposa del maestra de su gremto, la nobleza apestaba de arriba a abajo, y hasta el rey apestaba, apestaba como una fiera, y la reina como una cabra vieja, tanto en el verano como en el invierno. [108] Como una novela 45 Querido sefior Siiskind, gracias. Sus paginas ex- halan un olorcillo que dilata las narices y afloja las ri- sas. Nunca su Perfume tuvo lectores mas atentos que esos treinta y cinco, tan poco dispuestos a leerlo. Le ruego tomar nota de que pasados los primeros diez minutos la Viuda Siciliana lo encontraba enteramen- te adecuado para su edad. Hasta conmovedoras re~ sultaban todas esas pequefias muecas para impedir que la risa tapara su prosa. Ropa-de-Marca abria unos ojos como orejas, y “jchito!, maldita sea, jno mas!”, cuando uno de sus compajieros dejaba escapar su hilaridad. Alrededor de la pagina treinta y dos, en aquellas lineas en que usted compara a su Jean-Bap- tiste Grenouille, entonces pensionista de madame Gaillard, con una garrapata en emboscada perpetua (gRecuerda? “La garrapata solitaria, encogida y escon- dida en su arbol, ciega, sorda y muda, dedicada sélo a husmear a leguas a la redonda la sangre de los animales que pasan...”), pues bien, alrededor de esa pagina, en la que desciende por primera vez en las profundida- des himedas de Jean-Baptiste Grenouille, Mechén- Engominado-y-Botas-Vaqueras se quedd dormido con la cabeza entre los brazos. Un suefio franco con una respiracién regular. No, no le despierten, nada mejor que un buen suefio después de un arrullo, ese es incluso el primero de los placeres en el orden de Ja lectura. Ha vuelto a ser un pequefio, Mechén-En- {109} Como una novela 46 Y gracias también a ustedes, sefiores Garcia Mar- quez, Calvino, Stevenson, Dostoievski, Saki, Ama- do, Gary, Fante, Dahl, Roché, estén ustedes vivos o muertos. Ni uno solo, entre esos treinta y cinco re- fractarios a la lectura, esperé a que el profe llegara al final de uno de sus libros sin haberlo terminado an- tes. {Para qué dejar para la semana proxima un placer que uno puede ofrecerse en una noche? ~¢Quién es este Siskind? -¢Esta vivo? ~éQué mis ha escrito? ~{El perfume est escrito en francés? Parece escrito en francés. (Gracias, gracias sefior Lortholary, sefiores y sefioras traductores, luces de Pentecostés, jgracias!) Y, al pasar Jas semanas... -Formidable, Crénica de una muerte anunciada, ¢Y Cien aiios de soledad, profesor, de qué trata? -jOh! Fante, profesor, jFante! jAft perro esttipido! Realmente es divertido a morir. ~-La vida ante si, Ajar... en fin, Gary... jsuper! -jEl Roald Dahl es de verdad demasiado! La his- toria de la mujer que mata a su tipo con un golpe de pierna de cordero congelada y que les hace tragar a los polis la prueba, jeso me dejé descrestado del todo! Sea, sea... las categorias criticas no se han afinado todavia... pero eso vendra... dejémoslos leer... eso vendra... [ri] DANIEL PENNAC -En el fondo, profesor, E/ vizconde demediade, El doctor Jekyll y Mister Hyde, El retrato de Dorian Gray, todos estos libros tratan un poco del mismo tema: el bien, el mal, el doble, la conciencia, la tentacién, la moral social, todas esas cosas, gno es cierto? -Si. -éSe puede decir que Raskolnikov es un personaje “romantico”? éLo ven?... Eso llega. {112] Camo una novela AF a : 8 - Y¥ sin embargo-no ha pasado nada milagroso. El mérito del profesor es poco mas 0 menos nulo en este asunto. Es que el placer de leer estaba-muy cerca, se- cuestrado en esos desvanes adolescentes por un miedo secreto: el miedo (muy, muy antiguo) de no comprender. . Simplemente habian olvidado lo que era un libro, lo que tenia para ofrecer. Habian olvidado, por ejem— plo, que una novela cuenta ante todo una historia. No sabian que una novela debia leerse como una novela; ante todo para aplacar nuestra sed de relatos. ., 2,; Para saciar.este apetito acudian desde hacia bas- tante tiempo a la pantalla chica, que hacia su oficio en cadena, ensartando dibujos animados, series, folle- tines y policiacos en un collar sin.fin de estereotipos intercambiables: nuestra racién de ficcién. Eso Ilena la cabeza del mismo modo como uno se hincha la ba- rriga, se empacha, sin conservar nada en el cuerpo. Digestién inmediata. Uno se siente tan solo 0 después como antes. Con la lectura publica de E/ perfume, se encontra- ron frente a Siiskind: una historia, cierto, un bello re- lato, divértido y barraco, pero también una voz, la de Siiskind (mas tarde,'en una disertacién, se lamara a eso un “estilo”). Una historia, si, pero contada por alguien. -liicréible es¢ comienzo, profesor! “Las habitacio~ nes apestaban... la gente apestaba... los rios apestaban, [r13] aol DANIEL PENNAC las plazas apestaban... las iglesias apestaban, el rey apestaba”’... y a nosotros que nos prohiben las repeti- ciones. Y sin embargo es bello, everdad? Es divertido, pero también es bonito, no? Si, el encanto del estilo aporta a la felicidad del re- lato. Después de pasar la iiltima hoja, lo que nos hace compaiiia es el eco de esta voz. Y ademas Ja voz de Siiskind, incluso a través del doble filtro de la traduc- cion y de la voz del profesor, no es la de Garcia Marquez, “eso se nota de inmediato”, ni la de Calvino. De alli esa impresion extrafia de que, mientras el este- reotipo habla el mismo lenguaje a todo el mundo, Siiskind, Garcia Marquez y Calvino, hablando su pro- pio lenguaje, se dirigen solo a ms, no cuentan su histo- ria para nadie distinto de mi, joven Viuda Siciliana, Chamarras-de-Cuero sin moto, Mechén-Engominado- y-Botas-Vaqueras,para mi, Ropa~de-Marca, que ya no confundo mas sus voces y que ahora me permito pre- ferencias. Muchos atios después, frente al pelotén de Sfusila- miento, el coronel Aureliano Buendia habria de recordar aquella tarde remota en que su padre lo Hevé a conocer el hielo, Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cafttabrava cons- truidas a la orilla de un rio de aguas didfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistoricos, [rq] Como una novela -jMe la sé de memoria, la primera frase de Cien atios de soledad\ Con esas piedras enormes camo huevos prehistéricos... uw > ‘ (Gracias, sefior Garcia Marquez, usted tiene que ver con el origen de un juego que habria-de durar todo el afio: captar y retener las primeras frases o los pasajes preferidos de.una novela que nos gustd.) -Para mi, es el comienzo de Adolfo, sobre la timi- dez, ti sabes: “Yo no sabia que mi padre era timido incluso con su hijo, y que a menudo, después de haber esperado de mi durante mucho tiempo alguna manifesta- cidn de afecto que su aparente frialdad parecia prohibir- me, me dejaba con los ojos anegados en lagrimas y se quejaba a los demds de que yo no lo queria.” -jExactamente igual que mi padre y yo! Estaban clausurados, frente al libro cerrado. Aho- ra nadan, desplegados en sus paginas. , Claro que Ja voz del profesor ayudé a esta reconci-— liacién: ahorrandonos el esfuerzo del desciframiento, dibujando con precision las situaciones, colocando los decorados, encarnando los personajes, subrayan- do los temas, acentuando los matices, haciendo su trabajo de revelador fotografica lo mas nitidamente posible. Pero muy pronto la voz del profe comienza a in- terferir: placer parasito de una alegria mas sutil. ~Ayuda que usted nos lea, profesor, pero me gusta, después, encontrarme a solas con el libro. Es que la voz del profesor -relato ofrecido- me ha [rs] uy DANIEL PENNAG reconciliado con /a escritura, y al hacer esto me ha de- vuelto el gusto de mi secreta y silenciosa voz de alqui- mista, la misma que unos diez afios antes se maravillase de que mamd sobre el papel fuese precisa- mente mamé en la vida. El verdadero placer de la novela radica en el des- cubrimiento de esta intimidad paraddjica: El autor y yo... La soledad de esta escritura que reclama la resu- rreccién del texto por medio de mi propia voz muda y Solitaria. El profesor no es aqui mas que una casamentera. Ha Ilegado la hora de que se largue en puntas de pies. [116] Como una novela 48 a Ademas de la ansiedad de no comprender, queda una-fobia por derrotar para reconciliar este pequefio mundo con Ia lectura solitaria: la de la duracién. + El tiempo de la lectura: jel libro visto como una amenaza de eternidad! _ * Cuando-vieron salir El perfisme de la mochila del profesor pensaron al momento en la aparicién de un iceberg. (Precisemos que el profesor en cuestién habia escogido -a propésito- la edicién de Fayard, con grandes caracteres, paginacién espaciada, vastos mar- genes, un libro enorme y que prometia un suplicio in- terminable a los ojos de esos refractarios a la lectura.) + .*Pues bien, él comienza a leer'y vex como el iceberg se derrite entre sus manos. ~ * hy as El tiempo ya no es el tiempo, los minutos pasan volando en segundos y se han leido cuarenta + paginas cuando se termina la hora. at El profe anda a cuarenta por hora. othe O sea 400 paginas en diez horas. A raz6n de cinco horas de lenguaje por semana, podria leer 2400 pagi- nas por trimestre, {7200 en el afio escolar! Siete nove- las de 1000 paginas. En solo cinco horitas de lectura semanal, s. a2. Tw ns es ” Un descubrimiento prodigiose que cambia todo. Un libro, a fin de cuentas, se lee rapido: en una sola hora de lectura diaria durante una semana puede ter- minar una novela de 280 paginas. La misma que puedo {r7] DANIEL PENNAG Icer en apenas tres dias si dedico a ello un poco mas de dos horas diarias. ;280 paginas en tres dias! Es decir, 560 en seis dias laborables. A menos que la obra - sea de verdad cool -“jLo que el viento se levd, profesor, es de verdad cooll”- y que uno se regale cuatro horas de pilén el domingo (lo que es muy posible; el domin- goel barrio de Mechén-Engominado-y-Botas-Vaqueras dormita y-los padres de Ropa-de-Marca lo llevan a ~ :aburrirse al campo); en ese caso tendremos 160 Paginas mas: jun total de 720 paginas! O 54:si hago treinta por hora, un promedio bas- tante razonable. Y 360 si me paseo a veinte por hora. -360 paginas en la semana. ¢Y ti? ‘Cuenten su paginas, muchachos, cuenten... Los novelistas hacen otro tanto. jHay que verlos cuando llegan a la pagina roo! Es el Cabo de Hornos del nove- lista, la pagina roo. Alli descorcha una botellita inte- rior, baila una discreta giga, se sacude como un caballo de tiro y sigue adelante, se zambulle de nuevo en su tintero para enfrentarse a la pagina 101:(Un caballo de tiro zambulléndose en un tintero, jqué fuerza la de esta imagen!) Cuenten sus paginas... Se comienza por maravillarse del namero de pa- ginas leidas y después llega el momento en que uno se asusta de lo poco que queda por lecr. Nada mas que 50 paginas. Lo verin. Nada mis delicioso que esta [118] Como una novela tristeza: La guerra y la paz, dos grandes volimenes... y sdlo 50 paginas por leer. Se anda despacio, se anda mas despacio, pero nada que hacer... . Natacha termina por casarse con Pedro Bezujov, yes el fin. . {rr9] DANIEL PENNAG 49 - oo, cs Si, gpero a qué sector de mi agenda sustraer esta hora cotidiana de lectura? {A los amigos? — vestigaciin para el cual toda respuesta es apropia~ da con la condicién de que no sea evidente, temo que los estudiantes no descubriran ji Jamis el placer de leer una novela. + [149] Como una novela 57 Eso en cuanto al “libro”. Pasemos al lector. Porque, mas ‘instructiva ain que nuestra manera de tratar los libros, es nuestra manera de leerlos. En materia de lectura, nosotros, “los lectores”, nos concedemos todos los derechos, comenzando por aque- Hos que negamos a los j6venes que pretendemos ini- ciar en la lectura: 1) El derecho a no leer. 2) El derecho a saltarse paginas. 3) El derecho a no terminar un libro. 4) El derecho a releer, 5) El derecho a leer cualquier cosa. 6) El derecho al bovarismo. 7) El derecho a leer en cualquier parte. 8) El derecho a picotear. 9) El derecho a leer en voz alta. 10) E] derecho a callarnos. Me atendré arbitrariamente a la cifra 10, primero porque es un niimero redondo y, después, porque es el nimero sagrado de los famosos mandamientos y resulta placentero verlo por una vez servir a una lista de autorizaciones. Porque si queremos que mi hijo, mi hija, que la juventud lean, es urgente otorgarles los derechos que nosotros nos concedemos. [rar] Iv EL QUE SE LEERA (O los derechos imprescriptibles del lector) DANIEL PENNAG 1 El derecho a no leer } Como cualquier enumeracién de derechos que se respete, la de los derechos a la lectura deberia empe- zar por el derecho a no hacer uso de ellos +y en este caso con el derecho a no leer- sin lo cual no se trataria de una lista de derechos sino de una trampa viciosa. Para comenzat layer de los iectores se con- ceden a diario el derecho a no leer. Mal que le pese a nuestra reputacion, entre un buen libro y una mala pe- licula de television, la segunda sale ganando con mas frecuencia de la que nos gustaria confesar,Y ademas nosotros no leemos de continuo. Nuestros periodos de lectura alternan, a menudo, con largas dietas durante las cuales basta la vision de un libro para despertar los miasmas de la indigesti6n. Pero lo mas importante esta en otra parte. Estamos rodeados de cantidad de personas del todo respetables, a veces graduadas de la universidad, incluso “eminentes” -de las cuales algunas hasta po- seen excelentes bibliotecas-, pero que no leen, o leen tan poco que nunca se nos ocurriria la idea de ofre- cerles un libro. No leen. Sea porque no sienten la ne- cesidad, sea porque tienen muchas otras cosas que hacer (pero viene a ser lo mismo; es que esas otras cosas los colman o los obnubilan), sea porque alimen- tan otro amor y lo viven con una exclusividad absolu- ta. En resumen, a esas personas no /es gusta leer. ¥Y no {144] Como una novela por eso dejan de ser muy frecuentables, incluso deli- ciosas de frecuentar. (Al menos no nos piden de con- tinuo nuestra opinién sobre el dltimo libro que Jeimos, nos ahorran sus reservas ironicas sobre nues- tro novelista preferido y no nos consideran retarda- dos por no habernos precipitado sobre Ja ultima de Fulano, que acaba de salir, editada por Mengano, y de la cual el critico Sutano ha dicho lo mejor.) Son tan “humanos” como nosotros, sensibles también a las desdichas del mundo, preocupades por los “dere- chos humanos” y comprometidos a respetarlos den- tro de su esfera de influencia personal, lo que ya es mucho -pero, ahi esta, no leen.- Alla ellos. . La idea de que la lectura “humaniza al hombre” es justa en su conjunto, a pesar de que existen algu- nas excepciones deprimentes. Se es sin duda un poco mas “humano”, si entendemos por eso un poco mas solidario con la especie (un poco menos “fiera”’), des- pués de haber leido a Chejov que antes. Pero cuidémonos de flanquear este teorema con el corolario segiin el cual todo individuo que no lee debe- ria ser considerado a priori como un bruto potencial o un cretino regresivo. Silo hacemos convertiremos la lectura en una obligacién moral, y éste es cl comienzo de una escalada que nos llevara rapidamente a juzgar, por ejemplo, la “moralidad” de los libros mismos, en funcién de criterios que no tendran ningin respeto por esa otra libertad inalienable: la libertad de crear. [145] DANIEL PENNAC A partir de ese momento la bestia seremos nosotros, por mas lectores que seamos. Y Dios sabe que bestias de esta especie no faltan en el mundo. En otras palabras, /a libertad de escribir no podria acomodarse a la obligacion de leer. EI deber de educar, por su parte, consiste en el fondo en ensefiar a leer a los nifios, en iniciarlos en la literatura, en darles los medios para juzgar con liber- tad si sienten o no la “necesidad de los libros”. Puesto que si bien se puede admitir sin problema’ que un particular rechace la lectura, es intolerable que sea -o se crea- rechazado por ella. Es una tristeza inmensa, una soledad en la soledad, estar excluido de los libros -incluidos aquellos de los que se puede prescindir. [146] Como una novela 2 El derecho a saltarse paginas Lei La guerra y la paz por primera vez a los doce o trece afios (mas bien a los trece, estaba en quinte y bastante adelante). Desde el comienzo de las vacacio- nes, las largas, veia a mi hermano (el mismo de Vinie- ron las iluvias) internarse en esta novela enorme, y su mirada se volvia tan lejana como Ia del explorador que desde hace siglos ha Perdido la preocupacién por su tierra natal. " ‘ re -¢Es tan estupenda? . ? ~jFormidable! -¢Qué es lo que cuenta? - -Es la historia de una chica que ama a un pe y se casa con un tercero. 6 Mi hermano siempre ha tenido el don de resumir. Si los editores lo contrataran para redactar sus textos de contraportada (esas patéticas exhortaciones a leer que se pegan al dorso de los libros), nos ahorrarian bastante palabreria indtil. -iMe la prestas? + -Te la doy. Yo estaba interno, ese era un regalo inestimabie. Dos gruesos volimenes que me mantendrian entu- siasmado durante todo el trimestre. Cinco afios ma- yor que yo, mi hermano no era del todo idiota (y por lo demas tampoco se ha vuelto) y sabia a ciencia cierta que La guerra y la paz no podia reducirse a una histo- ria de amor, por bien elaborada que fuera. Sdlo que [147] DANIEL PENNAC conocia mi gusto por los incendios del sentimiento y sabia despertar mi curiosidad mediante la formula- cién enigmatica de sus resimenes (un “pedagogo”, en mi opinién.) Estoy convencido de que fue el mis- terio aritmético de su frase lo que me hizo cambiar temporalmente mis Bibltothéque verte, rouge et or y demas Signes de piste para meterme en esta novela. “Una chica que ama a un tipo y se casa con un ferce- ro”... no veo quién se hubiera podido resistir. De he- cho no quedé decepcionado aunque se equivocé en sus cuentas. En realidad éramos cuatro los que ama- bamos a Natacha: el principe Andrés, ese granuja de Anatol (pero ¢se puede llamar a eso amor?), Pedro Bezujov y yo. Como yo no tenia la menor posibilidad, me resulté forzoso identificarme con los otros. (Pero no con Anatol, jun verdadero cabrén, el tipo ese!) Lectura tanto mis deliciosa en la medida en que se efectuaba durante Ia noche, a la luz de una linterna de bolsillo y bajo la colcha colocada como una tienda de campafia en medio de un dormi- torio de cincuenta sofiadores, roncadores y otros pataleadores. La habitacién del vigilante en la que crepitaba la lamparilla estaba al lado, pero qué, en el amor siempre es el todo por.el todo. Todavia hoy siento el volumen y el peso de aquellos libros en mis manos. Era la versién de bolsillo, con la linda cara de Audrey Hepburn a la que miraba embelesado un Mel Ferrer principesco con pesados parpados de muchacho enamorado. Me salté las tres cuartas partes [148] SS Como una novela del libro por no interesarme mas que el corazén de Natacha. Compadeci a Anatol, incluso, cuando le am- putaron la pierna, maldije a ese “bestia del principe Andrés por haberse quedado parado frente a ese caiién, en la batalla-de Boredino..: (Pero tirate al suelo, por -Dios, que va a explotar, no puedes hacerle eso, jella te ama!”) Me interesé en el amor y en las batallas y me salté los asuntos politicos y las estrategias... Como las teorias: de Clausewitz me pasaban por encima de la cabeza, dejé pasar las-teorias de Clausewitz... Segui -muy. de cerca los sinsabores conyugales de Pedro Bezujov y de-'su. esposa Helena (nada simpatica, Helena, de.verdad no Ja encontré simpatica...) y dejé - a Tolstoi disertando solo sobre los s problemas agrarios de la Rusia eterna... Me salté:muchas paginas, de veras. ‘¥ todos los muchachos deberfan hacer otro tanto. De esta-manera podrian ofrecerse muy temprano casi todas las maravillas que se consideran i inaccesi- bles para su edad. Si tienen ganas de leer Moby Dick pero se desani- man ante los desarrollos de Melville sobre el material y las técnicas de la pesca de ballenas, no es menester que renuncien a su lectura sino que salten, salten so- bre esas p4ginas y, sin preocuparse del resto, persigan a Ahab como él persigue su blanca razén para vivir y para morir. Si quieren conocer a Ivan, Dimitri y Aliocha Karamazov y a su increible padre, que abran y lean Los hermanos Karamazov, es para ellos, incluso {149] # DANIEL PENNAC si tienen que saltarse el testamento del starets Zésimo o la leyenda-det Gran Inquisidor. Ongran peligro les acecha si no deciden por ellos mismos lo que esta a su alcance y se saltan las paginas que ellos escojan: otros lo hardn en su lugar. Se armarin con las grandes tijeras de la imbecilidad y recortaran todo lo que consideren demasiado “dificil”..Eso pro- duce resultados espantosos) Moby Dick o Los miserables reducidos a resiimenes de 150 paginas, mutilados, chapuceados, encogidos, momificados, reescritos en un lenguaje famético que se supone sea el suyo. Un poco como si yo me pusiese a redibujar Guernica con el pretexto de que Picasso habria metido alli demasiados trazos para un ojo de doce o trece afios. Y ademas, incluso cuando hemos crecido, y hasta si nos repugna confesarlo, nos ocurre todavia que nos “saltamos paginas”, por razones que no nos concier- nen mas que a nosotros y al libro que leemos. Es posi- ble también que nos lo prohibamos del todo, que leamos hasta la altima palabra, juzgando que aqui el autor da largas, que alli toca un aire de flauta medio gratuito, que en tal lugar cae en Ja repetici6n y en tal otro en la tonteria. Digamonos lo que nos digamos, este disgusto testarudo que entonces nos imponemos no pertenece al orden del deber, es una categoria de nuestro placer de lector. [150] Como una novela 3 El derecho a no terminar un libro « Hay treinta y seis mil razones para abandonar una novela antes del final: la sensacién de que ya la hemos Jeido, una historia.que-no nos agarra,inuestra des- aprobacién total de las tesis del autor, un estilo que nos eriza el cabello, o por el contrario una ausencia de escritura a la que ninguna otra razon compensa para que justifique ir mas lejos... Inutil enumerar las otras 35 995, entre las cuales sin embargo hay que colocar una caries dental, las persecuciones de nuestro jefe de departamento 0 un cataclismo del coraz6n que Pe- trifica nuestra cabeza: ©. ~ oye. éE1 libro se nos cae de las manos?» - - Que se caiga. “4 Después de todo, no cualquiera es Montesquieu para poder ofrecerse por encargo el consuelo de una hora de lectura. - Sin embargo, entre nuestras razones para abando- nar una lectura, hay una que merece que nos detenga- mos un poco: el vago sentimiento de una derrota. Abri, lei, y muy rapido me senti hundido por algo mas fuerte que yo. Reino mis neuronas, me peleo con-el texto, pero nada que hacer, por mas que tenga el sentimiento de que lo que est escrito alli merece ser leido, no pes- co nada ~o casi nada-; siento una “extrafieza” que no me ofrece asidero. Lo dejo. eo, r a t FR eghe os [51] DANIEL PENNAC O mas bien Io pongo a un lado. Lo coloco en mi biblioteca con el ‘proyecto vago de volverlo a tomar algun dia, Petersburgo de Andrei Bielyi, Joyce y su Ulises, Bajo el volcén de Matcolm-Lowry me esperaron varios afios. Hay otros que todavia me-esperan y es probable que a algunos.de ellos no los vuelva a tomar nunca. Eso no es un drama, asi es. La nocion de “ma- durez”: es un asunto curioso en materia de lectura. Hasta cierta-edad.no tenemos la edad para ciertas lec- turas, esta bien. Pero, al contrario de las buenas bote- las, los buenos libros no envejecen. Nos esperan en las estanterias y.somos nosotros quienes envejecemos. Cuando.nos creemos con suficiente “madurez” para leerlos, empezamos de nuevo. Y entonces de dos co- sas una: o el encuentro ocurre o es.un nuevo fiasco. Quizis lo intentemos de nuevo, quiz4s no. Pero claro que no es culpa de Thomas Mann cl que hasta ahora yo no haya podido alcanzar la cima de su Montafia magica. “ La gran novela que se nos resiste no es necesaria- mente:mias dificil que otra... hay alli, entre ella -por grande que sea- y nosotros -por aptos para “com- prenderla” que nos consideremos- una reaccién qui- mica que no funciona. Un buen dia simpatizamos con la obra de Borges que hasta entonces nos tenia a dis- tancia, pero seguiremos toda la vida ajenos a la de Musil... Aqui la eleccién esta en nuestras manos: o pensa- mos que es culpa nuestra, que nos falta una casilla, que [152] Como una novela : abrigamos una parte de tonteria irreductible, o nos ponemos del Jado de la‘nocién muy controvertida del gusto y buscamos dibujar el mapa de los nuestros, | Es prudente recomendar a-nucstros muchachos esta segunda solucién. Tanto mas cuanto ella puede ofrecerles ese escaso placer de releer comprendiendo por fin por qué no nos gusta. Y este otro escaso placer: escuchar sin emo- cién al pedante de turno chillarnos en el oido: ~gPero cémo es posible que no le guste Sten- dhaaaaal? Es posible. [153] DANIEL PENNAC 4 El derecho a releer Releer lo que me habia rechazado antes, releer sin saltarse una linea, releer desde otro angulo, releer para verificar, si... nos concedemos todos estos derechos. Pero releemos sobre todo gratuitamente, por el placer de la repeticién, 1a alegria de los reencuentros, la puesta a prueba de la intimidad. “Otra vez, otra vez” decia el nifio que fuimos... Nuestras relecturas de adultos tienen que ver con ese deseo: encantarnos con la permanencia y descubrirla todas las veces igualmente rica en nuevas maravillas. 54] Como una novela 5 El derecho a leer cualquier cosa A propésito del “gusto”, ciertos de mis alumnos sufren mucho cuando se encuentran frente a la archi- clasica disertacion: “;Se puede hablar de novelas buenas y malas?” Como detris de su “yo no hago concesiones” son mas bien gentiles, en lugar de abordar el aspecto literario del problema, lo miran desde un punto de vista ético y no tratan el problema sino desde el angu- lo de las libertades. De golpe el conjunto de sus tareas podria resumirse en esta formula: “Claro que no, de ninguna manera, tenemos el derecho de escribir lo que queramos, y todos los gustos de los lectores estan en la naturaleza, jen serio!” Si... si, si... postura del todo honorable... Lo que no impide que haya buenas y malas nove- las. Se pueden citar nombres, se pueden dar pruebas. Para ser breve, cortemos por lo sano: digamos que existe lo que yo llamaria una “literatura industrial” que se contenta con reproducir hasta el infinito los mismos tipos de relatos, despacha estereotipos en se- rie, comercia con los buenos sentimientos y las sensa- ciones fuertes, salta sobre todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para producir una ficcién de circuns- tancias, se entrega a “estudios de mercado” para liqui- dar, segin la “coyuntura”, tal tipo de “producto” que se supone inflamara a tal categoria de lectores. / Estas seran, con seguridad, malas novelas. ‘ core {155] 5 DANIEL PENNAG éPor qué? Porque‘no tienen.nada que ver con la creacién sino con la reproduccién de “formas” prees- tablecidas, porque son un intento de simplificacién (es decir de mentiras), cuando la-novela es arte de verdad (es decir de complejidad), porque al halagar nuestros automatismos adormecen nuestra curiosi- dad, en fin, y sobre todo, porque el autor no estd alli, como tampoco esta Ja realidad que pretende descri- birnos. En resumen, es una literatura en serie, “lista para disfrutarse”, hecha en molde y a la que le gustaria apresarnos en el molde. No hay que creer que estas idioteces son un fend- + meno reciente, ligado a la industrializacién del libro. En absoluto. La explotacién de lo sensacional, de la obrita ingeniosa, del estremecimiento facil en una frase sin autor, no viene de ayer. Para no citar mas que dos ejemplos, la novela de caballeria se enterro alli, y el romanticismo mucho tiempo después. Pero como no hay mal que por.bien no venga, la reaccién a esta lite- ratura descarriada nos ha dado dos de las mAs bellas novelas que hay en el mundo: Don Quijote y Madame Bovary. Hay, pues, “buenas” y “malas” novelas. A menudo son las segundas las que primero encon- tramos en nuestro camino. Y¥ a fe mia, tengo el recuerdo de haberlas encon- trado divertidisimas cuando pasé por ellas. Tuve mu- cha suerte: nadie se burlé de mi, nadie levanté los [156] Como una novela ojos al cielo, nadie me traté de cretino. Apenas deja- ron a mi paso algunas “buenas” novelas cuidandose de no prohibirme en absoluto las otras. Eso era prudencia. ‘ Buenas y malas, durante un tiempo leimos todo junto. Igual que no renunciamos de un dia para otro a nuestras lecturas de infancia. Todo se mezcla. Se sale de La guerra Y la paz para volver a lanzarse a los li- bros de aventuras dela Bibliotheque verte. Se pasa dé. la coleccién Harlequin (historias de bellos galenos y de enfermeras meritorias) a Boris Pasternak y a su Doctor Zhivago también él un médico guapo, y Lara una enfermera, jy bien meritoria! CY después, un dia, el que gana es Pasternak, Poco a poco nuestros. deseos nos llevan a frecuentar a los “buenos”. Buscamos escritores, buscamos escrituras; superados los que son sdlo camaradas de juegos, re- clamamos compatieros de ser. La anécdota sola ya no nos basta. Ha llegado el momento en que pedimos a ja novela algo mas que la satisfaccién inmediata y ex- clusiva de nuestras sensaciones.) Una ‘de las grandes alegrias del “pedagogo” es ~cuando esta autorizada cualquier lectura- ver a un alumno cerrar solo la puerta de la fabrica best-seller para subir a respirar donde el amigo Balzac. O57] DANIEL PENNACG 4a El derecho al bovarismo (ENFERMEDAD TEXTUALMENTE TRASMISIBLE) [A grandes rasgos, el bovarismo es esa satisfaccién inmediata y exclusiva de nuestras sensactones: la ima- ginacién se inflama, los nervios vibran, el coraz6n se acelera, la adrenalina salta, la identificacion opera en todas direcciones, y el cerebro confunde (por un mo- mento) el gato de Ie cotidiano con la liebre de lo no- velesco. Para todos es nuestro primer estado de lectura. Delicioso. Pero mas o menos aterrador para el observador adulto que, casi siempre, se apresura a blandir un “buen titulo” bajo las narices del joven bovariano, ex- clamando: -De todas maneras Maupassant es “mejor”, ¢no? -Calma... No ceder uno mismo al bovarismo; decirse que Emma, después de todo, no era mas que un per- sonaje de novela, es decir, el producto de un determi- nismo en el que las causas sembradas por Gustave no engendraban sino los efectos -por verdaderos que fuesen- deseados por Flaubert. En otras palabras, el hecho de que esta muchacha coleccione novelas romanticas no significa que termi- nar tragando arsénico a cucharadas. Forzarla en esta etapa de sus lecturas es alejarnos de ella, renegando de nuestra propia adolescencia. Y [158] Como una novela es privarla del placer incomparable de prescindir ma- fiana y por si misma de [os estereotipos que, hoy, pa- recen fascinarla. . Es prudente reconciliarnos con nuestra propia adolescencia; odiar, despreciar, negar o simplemente olvidar al adolescente que fuimos es en si misma una actitud adolescente, una concepcién de la adolescencia como enfermedad mortal. - De alli la-‘necesidad de que recordemos nuestras primeras emociones come lectores y de que levantemos un pequefio altar a nuestras viejas lecturas, inclu- yendo las mas “tontas”. Desempefian ellas un papel inestimable: emecionarnos por lo que fuimes al tiem- po que nos-hacen reir de.lo que nos emocionaba. Los jovenes que comparten nuestra vida sin duda alguna ganaran con-ello en respeto y en ternura. ¥-también de que aceptemos que el bovarismo es -entre otras- la cosa mejor repartida del mundo: siem- pre es del otro de donde la desalojamos. -Vilipendia- mos la estupidez de las lecturas adalescentes pero no €s raro-que nos rindamos.al éxito de un escritor telegénico, del que nos burlaremos cuando haya pa- sado de moda. Las preferencias literarias se explican muy bien por esta alternancia de nuestros caprichos ilustrados y de nuestras negaciones perspicaces. Nunca engajiados, siempre lacides, pasamos el tiem- po sucediéndonos a nosotros mismos, convencidos para siempre de que madame Bovary es la otra. Emma debia compartir esta conviccién, [59] DANIEL PENNAC 7 El derecho a leer en cualquier parte Chalons-sur-Marne, 1971, invierno. Cuartel de !a escuela de practicas de artilleria. Durante la distribucién matutina de las faenas, el soldado de segunda clase Fulano (matricula 14672/1, bien conocido de nuestros servicios) se ofrece dia a dia como voluntario para la tarea menos popular, la mis ingrata, la que es asignada frecuentemente como castigo y que atenta contra los honores mejor templa- dos: la legendaria, la infamante, la innombrable faena de letrinas. Todas las mafianas. Con la misma sonrisa (interior). -{Faena de letrinas? Da un paso al frente: -jFulano! Con la gravedad altima que precede al asalto, toma la escoba de la que cuelga 1a bayeta como si se tratase del estandarte de la compafiia y desaparece, para gran alivio de la tropa. Es un valiente: nadie lo sigue. El ejército entero se queda a cubierto en Ja trinchera de las faenas honorables. ~ Pasan las horas. Se le cree desaparecido. Casi se le ha olvidado. Se le olvida. Sin embargo reaparece al terminar la mafiana, golpeando los talones para el in- forme al cabo de compaifiia: “{Letrinas impecables, mi cabo!” El cabo recupera bayeta y escoba con una mirada en-la que se dibuja una profunda interroga- [160] Como una novela cion que no formula jamas (respeto humano obliga). El soldado saluda, da media vuelta, seretira, Ilevando consigo su secreto. - ~ Elsecreto pesa bastante en él bolsillo derecho de su traje de fatiga: 1900 paginas que la Pléiade consagro a las obras completas de Nicolas Gogol. Un cuarto de hora de bayeta contra una mafiana de Gogol... Cada mafiana desde hacia dos meses de invierno, confor- tablemente sentade en Ia sala de los tronos, encerrado con doble ive, el soldado Fulano*vuela muy por encima de las contingencias militares. {Todo Gogol! Desde las nostilgicas Veladas de Ucrania hasta los hile- rantes Cuentos petersburgueses, pasando por el terrible Taras Bulba, y el humor negro de Las almas muertas, sin olvidar el teatro y la correspondencia de Gogol, ese Tartufo increible. . ” ve Boy oe : Porque Gogol es el Tartufo que habria-inventado Moliére -lo que el soldado Fulano no habria compren- dido nunca si hubiera cedido esta tarea a los demas. Al ejército le gusta celebrar los hechos de armas. - e éste apenas quedan dos alejandrinos, grabados muy arriba, en el metal de un tanque de agua, y que se cuentan entre los mas suntuosos de la poesia universal: CSi, yo puede sin mentir, y esto es doctrina Decir que let entero a Gogol en la letrina, (Por su parte el viejo Clemenceau, “el tigre”, también. él un famoso soldado, daba gracias a-una constipacién crénica, sin la cual, afirmaba, no hubiera tenido nun- ca la dicha de leer las Memorias de Saint-Simon.) [r61} DANIEL PENNAC Ke 8 El derecho a picotear Yo picoteo, tu picoteas, dejémoslos picotear. Es la autorizacién que nos concedemos para to- mar cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo en cualquier parte y meternos en él por un momento porque sdlo disponemos de ese momento.) Ciertos libros se prestan al picoteo mejor que otros porque estan compuestos de textos cortos y separados: las obras completas de Alfonso Allais o de Woody Allen, las novelas cortas de Kafka 0 de Saki, los Papiers collés de George Perros, el buen viejo La Rochefoucauld, y la mayor parte de los poetas... - Dicho esto, se puede abrir a Proust, a Shakespeare o la Correspondencia de Raymond Chandler por cual- quier parte y picotear aqui y alla, sin correr el menor riesgo de resultar decepcionados. Cuando neo se tiene el tiempo ni los medios para tomarse una semana en Venecia, jpor qué rehusarse el derecho de pasar alli cinco minutos? {162} ‘Como una novela 9 El derecho a leer en voz alta Le pregunto: -éTe leian cuentos en voz alta cuando eras pequefia? * Ella me contesta: : ~-Nunca. Mi padre estaba a menudo de viaje y mi madre demasiado ocupada. -Le pregunto: -Entonces, ide dénde te viene ese gusto por la lec- tura en voz alta? Me contesta: - -Delaescuelaa -* - Feliz de oir que por fin alguien le réconoce algiin mérito a la escuela, exclamo alegre: -jAh, lo ves! Elia me dice: * -En absoluto. La escuela nos prohibia la lectura en voz alta. La lectura silenciosa era ya el credo en mi época. Directo del ojo al cerebro. Transcripcién ins- tantanea. Rapidez, eficacia. Con una prueba de com- prensién cada diez lineas. La religion del analisis y el comentario desde'el principio..La mayoria de los muchachos reventaban de miedo, y ese no era sino el comienzo. Todas mis respuestas eran correctas, si quieres saberlo, pero apenas volvia a casa releia todo en voz alta. --¢Por qué? -Para maravillarme. Las palabras pronunciadas se lanzaban a existir fuera de mi, vivian de verdad. Y [163] DANIEL PENNAG adem4s porque me parecia que esto era un acto de amor. Que era el amor mismo. Siempre he tenido la impresion de que el amor al libro pasa por e! amor a secas. Acostaba mis mufiecas en la cama, en mi lugar, y les leia. A veces me dormia a sus pies, sobre la al- fombra. La escucho... la escucho, y me parece oir a Dylan Thomas, borracho como la desesperacién, leyendo sus poemas con su voz de catedral... La escucho y me parece ver a Dickens el viejo, Dickens huesudo y palido, ya a punto de morirse, su- bir a escena... su gran publico de iletrados de repente petrificado, silencioso hasta el punto de que se oia abrir el libro... Oliver Tivist,.. la muerte de Nancy jes la muerte de Nancy lo que va a leernos! Laescucho y oigo a Kafka reirse hasta las lagrimas leyéndole La metamorfosis a Max Brod, quien no esta seguro de entenderla... Y veo a la pequefia Mary She- lley ofrecerle largos trozos de su Frankenstein a Percy y a sus pasmados camaradas... La escucho y aparece Martin du Gard leyéndole a Gide sus Thibault... pero Gide no parece oirlo... estan sentados a la orilla de un rio..; Martin du Gard lee, pero la mirada de Gide esta en otra parte... los ojos de Gide se han ido alla abajo, donde dos adolescentes se zambullen... una perfeccion que el agua viste de luz... Martin du Gard esta furioso... pero no, él leyé bien... y Gide oyé6 todo... y Gide le comenta todo lo bien que piensa de estas paginas... pero de todas maneras ha- [164] Como una novela bria tal vez que modificar esto y aquella, por aqui y por alla... ~ Y Dostoievski, que no se contentaba con leer en voz alta, sino que escribia en voz alta... Dostoievski, sin aliento, después de haber vociferado su requisito- _ tia contra Raskolnikov (0 contra Dimitri Karamazov, yano lo sé)... Dostoievski preguntindole a Anna Gri- gorievna, la esposa estendgrafa: “;Entonces, en tu opinién, cual es el veredicto? gAh?” be ANNA: |Condenado! . - . Y el mismo Dostoievski, después de haberle dicta- do el alegato de Ja defensa: “jEntonces? ;Entonces?” ANNA: jAbsuelto! Si... mo tae Extrafia desaparicién, la de Ja lectura en voz alta. ¢Qué hubiera pensado Dostoievski? gY Flaubert? éNo mis al derecho de ponerse las palabras en la boca antes de metérselas en la cabeza? ¢No mas oido? :No mas musica? {No mas saliva? {No mas gusto, las pala- bras? [Y entonces qué! :O es que Flaubert no gritaba su Bevary hasta reventarse los timpanos? :O es que él no esta definitivamente mejor ubicado que nadie para saber que el entendimiento del texto pasa por el soni- do de \as palabras, de donde brota todo su sentido? éEs que él, que se ha peleado tanto contra la musica intempestiva de las silabas, Ja tirania de las cadencias, no sabe mejor que nadie que el sentido se pronuncia? éQué? {Textos mudos para espiritus puros? jA mi Ra- [165] DANIEL PENNAC belais! ;A mi Flaubert! {Dosto! |Kafka! |Dickens, a mi! jGigantescos gritadores de sentidos, aqui de inme- diato! | Vengan a insuflar nuestros libros! ;Nuestras pa- labras necesitan cuerpos! jNuestros libros necesitan vida! (Es verdad que es tranquilizador el silencio det tex- to... no se arriesga alli la muerte de Dickens, a quien sus médicos le pedian callar por fin sus novelas... -el texto y él mismo... todas esas palabras amordazadas en la cocina acolchada de nuestra inteligencia... como se siente uno que es alguien en ese silencioso tejerse de nuestros comentarios... y ademas, al juzgar el libro a solas no se corre el riesgo de ser juzgado por é1 pues, cuando se mezcla la voz, el libro dice mucho sobre su lector... el libro lo dice todo. El hombre que lee de viva voz se expone de mane- ra absoluta. Si no sabe lo que-lee, es ignorante en sus palabras, es una miseria, y eso se escucha. Si rehusa habitar su lectura, las palabras permanecen como Ie- tras muertas, y eso se siente. Si colma el texto de su presencia, el autor se retracta, es un numero de circo, y eso se ve. El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta a los ojos que lo escuchan. Si lee de verdad, si pone en ello su saber y domina su placer, si su lectura es un acto de simpatia con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de escribir y despierta nues- tra mas oscura necesidad de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la muchedumbre [166] Como una nevela de aquellos que se creian excluidos de la lectura se precipita en ella tras a + : - [167] DANIEL PENNAC 10 El derecho a callarnos EI hombre construye casas porque esta vive pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupos porque es gregario pero lee porque se sabe solo. La lectura es una compafifa que no ocupa el lugar de ninguna otra y a la que ninguna compajiia distinta podria remplazar. No le ofrece ninguna explicaci6n definitiva sobre su destino pero teje una reticula apretada de complicidades entre la vida y él. infimas y secretas complicidades que hablan de la felicidad paraddjica de vivir, al tiempo que iluminan el absur- do tragico de la vida. De modo que nuestras razones para leer son tan extrafias como nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha otorgado poder para recla- marnos cuentas sobre esta intimidad. Los pocos adultos que me dieron a leer se borra~ ron siempre frente al libro y se abstuvieron de pre- guntarme lo que yo habia entendido. A ellos, claro, yo les hablaba de mis lecturas. Vivos o muertos, les regalo estas paginas.

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