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1. zQUE ES LA HISTORIA ECONOMICA? La disciplina llamada «historia econdmica» (storia economica en italiano, histoire économique en francés, economic history en inglés, Wirtschaftgeschichte en aleman, historia econdmica en por- tugués, ekonomicheskaia istoriia en ruso, jinji shi en chino, keizai shi en japonés) es la historia de los hechos y de las vicisitudes econdémicas a escala individual o empresarial o colectiva. Como tal, se diferencia de la «historia de las teorfas», que es la historia de la doctrina econdémica. Una definicién como la que acabamos de pro- poner necesita una precisién a la vez limitadora y ampliadora. La precision limitadora consiste en la constatacién del hecho de que por historia econémica se entiende la historia econdmica del hom- bre. Cabe imaginar historias econédmicas de los hormigueros o de los enjambres de abejas. La naturaleza misma, en su conjunto, tiene una economia cuya historia valdria sin duda la pena que se escribiese. Pero por «historia econémica» entendemos habitualmen- te la historia del hombre, ya sea blanco, amarillo, negro o cobrizo, paleolitico, neolitico o industrial. Esta observacion, que a primera vista puede parecer trillada, significa que en el andlisis hist6rico- econémico es necesario tener en cuenta las peculiares caracteristicas fisioldgicas y psicolégicas del hombre, tanto su racionalidad como su irracionalidad, sus caracteristicas mentales, sociales y culturales, todo ello a escala individual y colectiva. Por otra parte, como se ha dicho, la definicién de historia econémica que hemos propuesto ha de ser considerada también en sentido amplio, es decir, en el sentido de que por ella debe enten- derse, y en ella deben incluirse, no sdlo la narracién de los hechos econémicos, sino también la historia de los hombres y de las insti- tuciones, ademas de las estrechas y a menudo inextricables relacio- 16 ENTRE LA HISTORIA Y LA ECONOMIA nes entre instituciones y vicisitudes econdémicas, y entre estas ultimas y las vicisitudes sociales, politicas y culturales. La historia econémica es una disciplina relativamente joven. Hay cierta protohistoriografia econédmica que se remonta al si- glo xvil, pero hasta mediados del siglo xix, y mds decididamente aun a principios del xx, no aparece una historiograffa econdémica madura y de reconocida dignidad académica. Cargando las tintas de manera polémica, Henri Hauser escribié que tradicionalmente, la gran historia pasaba con desdén junto a esos despojos. ;Interrumpir la narracién de empresas brillantes para ano- tar el precio del grano; sustituir el texto de una arenga elocuente por la historia de la bujia, del aziicar o del café; contar de nuevo la historia de las especias o de los especieros?, jnada de eso! Contar la vida del maestro Jourdain, panadero, del maestro Josse, orfebre, y de] maestro Dimanche, sastre, del trabajador que hacia bonetes 0 del aprendiz de albanil, de los comerciantes y del populacho, eso habria significado arruinar la historia. Entre 1846 y 1856, George Grote, uno de los mas ilustres especialis- tas en Grecia, pudo publicar una monumental History of Greece en la que los aspectos econédmicos y sociales apenas se apuntaban, salvo de manera muy superficial. Hoy, a mas de cien afios de distancia, eso resultaria inconcebible: hasta en las obras de historia general es frecuente hallar capitulos enteros dedicados a los aspec- tos econdmicos y sociales. Habiéndose afianzado, pues, como hemos dicho, desde media- dos del siglo xix, la disciplina experimenté entre 1930 y 1970 (a pesar del interludio bélico de 1939 a 1945) un desarrollo extraordi- nario, hasta el punto de que algunas de sus ramas evolucionaron de forma auténoma. Hoy en dia existen revistas especializadas (cua- dro 1), asi como cursos universitarios especificamente dedicados a la historia de la poblacién, a la historia del comercio, a la historia de la agricultura, a la historia de la industria, a la historia de la moneda y de Ja banca, a la historia de los transportes, a la historia de los negocios (businness history), a la historia social. La historia de la historia econémica durante los tres ultimos siglos proporciona un ejemplo fascinante del nacimiento y desarrollo de una nueva rama del saber. UQUE ES LA HISTORIA ECONOMICA? 17 Cuapro | Revistas de historia social y econdmica: fechas de comienzo y pais de publicacién Hansische Geschichtsblatter 1871 Alemania Vierteljahrschrift fiir Sozial und Wirtschaft- sgeschichte 1903 Alemania Revue d’Histoire Economique et Sociale 1908 ‘Francia Business History Review 1926 Estados Unidos Economic History Review 1927. Gran Bretafila Journal of Economic and Business History 1928 Estados Unidos Annales d'Histoire Economique et Sociale 1929 Francia Rivista di Storia Economica 1936 Italia Journal of Economic History 1941 Estados Unidos Past and Present 1952 Gran Bretafla Scandinavian Economic History Review 1953 Suecia Agricultural History Review 1953 Estados Unidos Journal of Transport History 1953 Gran Bretafa Kwartalnik Historii Kultury Materialnej 1953 Polonia Economia e Storia 1954 Italia Australian Economic History Review 1956 Australia Afdeling Agrarische Geschiedenis Bijdragen 1956 Holanda Journal of the Economic and Social History of the Orient 1957 Holanda Histoire des Entreprises 1958 Francia Technology and Culture 1959 Estados Unidos Comparative Studies in Society and History 1959 Estados Unidos Jahrbuch fiir Wirtschaftgeschichte 1960 Alemania Rivista di Storia dell’Agricoltura 1961 Italia Indian Economic and Social History Review 1963 India ‘Annales de Démographie Historique 1964 Francia Explorations in Economic History 1964 Estados Unidos Journal of Social History 1967 Estados Unidos Histoire Sociale 1968 Canada Anuario de Historia Econdmica y Social 1968 Espafia Journal of European Economic History 1972 Ttalia Revista de Historia Econdémica e social 1978 Portugal Societa e Storia z 1978 Italia Revista de Historia Econédmica 1983 Espana Boletin de la Asociacién de Demografia His- térica 1983 Espafia Annali di Storia dell’Impresa 1985 Italia 2.— CIPOLLA. 18 ENTRE LA HISTORIA Y LA ECONOMIA. La historia econémica y més atin las disciplinas que se han desarrollado en torno a ella son, sin embargo, fruto de fragmenta- ciones artificiosas de la actividad humana. El homo oeconomicus, igual que el homo faber o el homo philosophicus, es una pura abstraccién. La auténtica realidad es el hombre en su complejidad bioldgica, psicolégica, social. De modo similar, la sociedad no ac- tia a través de compartimentos estancos: acttia como un conjunto mucho mds complejo en planos distintos pero inextricablemente interdependientes. En la realidad de las cosas no existe historia econdmica, de la misma manera que no existe historia politica, historia social, historia de la tecnologia, ni historia cultural. Existe la historia, sencillamente historia, es decir, la vida en su infinita e inextricable complejidad, magma en flujo constante, poderoso y al mismo tiempo frdgil. En virtud de la descripcidn y el andlisis, nos vemos obligados a recurrir a las fragmentaciones de las que hemos hablado. Pero hay que tener siempre presente que esas categorias son producto de simplificaciones colosales, que a veces llegan a los limites del absurdo. De lo dicho hasta ahora se deduce que el historiador econdémico que quiera captar por completo los fenémenos que pretende estu- diar y describir debe tener en cuenta, aunque se trate de fendmenos estrictamente econdmicos, las aportaciones de otras disciplinas tales como la historia de la tecnologia y de la ciencia, la historia de la medicina, la arqueologia, la antropologia, la numismatica, la histo- tia del derecho, la historia de la filosofia, la de la diplomacia y la militar, la historia de las religiones, la historia del arte y la de la arquitectura. Todas estas disciplinas (que no hemos indicado en orden de importancia) pueden realizar aportaciones considerables a la comprensién de la historia econédmica y pueden ser consideradas, por tanto, como subsidiarias de la misma. Pero eso supondria una deformacion de la perspectiva. Porque, a su vez, la historia econd- mica puede ser considerada entre las disciplinas subsidiarias de cada una de Jas citadas. Todo depende del punto de vista en el que se sittia el observador, En la expresién «historia econémica», el término «historia» puede ser fuente de ambigiiedad respecto del objeto de la discipli- na. E] término «historia» tiende a ser relacionado de hecho, en el habla cotidiana, con el interés «por lo antiguo» y alguien podria deducir de ello que la historia econémica se ocupa o deberia ocupar- QUE ES LA HISTORIA ECONOMICA? 19 se de acontecimientos econdémicos ya lejanos en el tiempo. Es nece- sario corregir esa impresién, porque es errdnea. Es cierto que la historia se ocupa del pasado. Pero todos los hechos, como tales hechos, han ocurrido ya, y, por consiguiente, pertenecen al pasado. La diferencia entre pasado y futuro consiste en que mientras el primero esta constituido por hechos ocurridos que ya no pueden ser ni anulados ni modificados, el futuro es como un abanico abierto a una gama mds o menos amplia de soluciones alternativas. Eso que Mamamos presente no es mas que el instante fugaz que, en el mo- mento mismo en que es percibido como realidad factica, se convier- te ya en pasado. La historia, al ocuparse de hechos y no de previ- siones, se ocupa por tanto del pasado: de un pasado que puede ser remotfsimo o muy cercano, remontarse a los tiempos del paleolitico como a hace sdlo unos cuantos dias. Precisamente por eso no me parece mal la definicién de historia econdémica que ofrece el Dictio- nary of Modern Economics de Horton, Ripley y Schnapper (1948, p. 106) para quienes «la historia econdédmica es el estudio de los hechos econémicos pasados y presentes en uno o varios paises» (la cursiva es mia). Naturalmente, hay una gran diferencia entre ocuparse de hechos ocurridos hace cientos o miles de afios y ocuparse de los sucedidos s6lo unos afios 0 unos meses atrds. El tipo y el volumen de infor- maciones disponibles son extraordinariamente diferentes. Ademas, el historiador que estudia hechos lejanos en el tiempo tiene mas posibilidades de contemplar esos hechos con una perspectiva hist6- Tica que permite tener en cuenta sus consecuencias a largo plazo. Por otra parte, cuanto mayor es el tiempo que separa al historiador de los hechos estudiados, mas dificil y problematica resulta la com- prensién de las mentalidades y de la cultura de los hombres de entonces. Existen, pues, sensibles diferencias de método y de preparacién entre los historiadores econémicos que se ocupan de épocas alejadas de nosotros y los que estudian épocas cercanas. No obstante, la historia econémica abarca todo el pasado. Como ha escrito el pro- fesor W. Kula, «concebir la historia econémica como ciencia del pasado y la economia como ciencia del presente significa formular un juicio que no resiste la critica» (1972, p. 78). Al igual que la historia econdémica, la economia es una discipli- na relativamente joven, que no experimento un desarrollo importan- 20 ENTRE LA HISTORIA Y LA ECONOMIA te hasta la segunda mitad del siglo xvi. También la economia, en su desarrollo, ha acabado subdividiéndose en numerosas ramas que han dado origen a una literatura especializada, a revistas especiali- zadas, a cursos universitarios especificos: asi, hoy se habla y se escribe de macroeconomia, de microeconomia, de politica econdémi- ca, de econometria, de economia industrial, de economia del traba- jo, de economia de los transportes, de economia monetaria y ban- caria, de economia agraria, de economia de la organizacién sanita- ria. En Italia existen también cursos universitarios de economia del turismo. Existe obvia correspondencia entre las ramas de la econo- mia y las de la historia econémica. A la macroeconomia correspon- de la historia econdémica general. A la econometria, la cliometria. A la microeconomia, la historia de los negocios. Y as{ sucesivamente. Para aclarar las relaciones existentes entre la econom{a y la historia econdémica general es util considerar: iplinas y la utilizacién de a) la problematica de las dos di: instrumentos conceptuales de analisis; 6) el fin al que tienden las dos disciplinas. Empecemos atendiendo a la problematica y a los instrumentos conceptuales que se utilizan. A todas luces, un estudio dedicado a precisar la fecha de nacimiento de un comerciante no puede ser considerado como un trabajo de historia econémica, por el simple hecho de que el personaje central de la investigaci6n haya desempe- fiado en su vida una actividad mercantil. De modo parecido, no es tazonable considerar como obra de historia econédmica un trabajo dedicado a las desavenencias conyugales de un banquero, a menos que tales desavenencias hayan sido la causa principal de su bancarro- ta. Para ser considerada con justicia como obra de historia econé- mica, una investigacién tiene que abordar una problematica de tipo econdmico: esto es, expresado sencillamente, una problematica que encaje en las tres preguntas fundamentales de la economia: 1) gqué producir? 2) gcdmo producirlo? 3) 4cémo distribuir lo producido? En la practica, esos tres interrogantes se articulan en una serie de preguntas mds especificas, relacionadas con la determinacién de los precios, con la asignacién de recursos escasos, con las variacio- 4QUE ES LA HISTORIA ECONOMICA? 21 nes a corto y largo plazo de la produccién, del empleo, de la demanda y su estructura, de la distribucién de la riqueza y del beneficio, etc.! Un trabajo que quiera ser calificado de historia econémica debe emplear los instrumentos conceptuales, las categorfas analiticas y el tipo de légica acufiados por la teorfa econdémica. A finales del si- glo x1x, lo dijo Luigi Cossa cuando escribié que la teorfa econémi- ca debe «proporcionar a la historia econémica los criterios teéricos indispensables para la seleccién, la coordinacién y la valoracién de los hechos, de las circunstancias y de las instituciones que constitu- yen su objeto» (1892, pp. 26-28). Cabe ceder a la tentacién de objetar que los instrumentos con- ceptuales y los paradigmas elaborados por la ciencia econdémica contempordnea no son adecuados para la interpretacién de realida- des distintas, porque estdn alejadas en el tiempo. Esta objecién es fundamentalmente incorrecta 0, como minimo, debe matizarse y nos referiremos a ella en el capitulo 5. Queda en pie el hecho de que si un determinado andlisis de acontecimientos de historia eco- ndémica no utiliza conceptos, categorias y paradigmas tomados de la teorfa econémica, no sdélo no podra ser reconocido como obra de historia econémica, sino que seguramente producira resultados muy discutibles. Por otra parte, hay que admitir que el historiador eco- némico puede prescindir tranquilamente de las técnicas mas refina- das de la teoria econémica. Como ha escrito el profesor T. W. Hutchinson, el andlisis abstracto [del tipo mas elaborado] no encuentra aplicacién en el mundo real ,.. La experiencia ensefia que el tipo de andlisis realmente util es el de tipo elemental y que modelos més complejos pueden resultar tan desorientadores como utiles en la realidad (1977, p. 93). Por supuesto, no hay nada que impida que el economista se ocupe y tome ejemplos del pasado y, de igual manera, nada prohi- be al historiador de la economia estudiar hechos econdémicos con- tempordneos. Es mas, dentro de ciertas limitaciones, de las que hablaremos més adelante, la historia econédmica y la economia de- 1, Sin embargo, véanse las puntualizaciones realizadas més adelante, en el capitulo 2. 22 ENTRE LA HISTORIA Y LA ECONOMIA berian tener en comin tanto la problematica como los instrumentos conceptuales y las categorias analiticas. Por tanto, no es extrafio que un economista del calibre de A. K. Cairncross escribiera: «Me resulta dificil pensar en los economistas y los historiadores econé- micos como si fueran animales distintos. Les interesa fundamental- mente lo mismo. El trabajo del economista es explicar cémo funcio- na la economia; el del historiador econémico consiste en explicar como funcionaba en el pasado. Pero una cosa tiene relacién con la otra». Y, sin embargo, la historia econémica y la economia son y siguen siendo dos disciplinas claramente distintas. El economista suele orientarse hacia el futuro. John Maynard Keynes sostenia que «el economista debe estudiar el presente a la luz del pasado para unos fines que tienen que ver con el futuro». Y John Hicks reiteré que «buena parte del trabajo de los economistas se refiere al futuro, a las previsiones y la planificacidn» (1979, p. 62). El economista suele interesarse por la determinacién de ele- mentos regulares en las relaciones de asociacién entre variables eco- némicas consideradas importantes. Para decirlo con términos senci- los, al economista le interesa descubrir «leyes» que le permitan formular previsiones y planes fiables. El economista llega a sus «leyes» y paradigmas a través de andlisis facticos concretos (y, por tanto, pertenecientes a un pasado mds o menos préximo), o bien a través de la logica deductiva formal. Incluso cuando utiliza la légi- ca abstracta, el economista se apoya en consideraciones y relaciones que, por intuitivas que sean, se derivan sustancialmente de la expe- riencia. Tiene razon, por tanto, John Hicks, cuando, después de hacer el comentario que hemos citado, siente la necesidad de afia- dir: «Pero las previsiones seran triviales y las planificaciones inuti- les si no estan basadas en hechos. Y los hechos de los que dispone- mos son hechos del pasado, que podra ser reciente, pero es siempre pasado». A pesar de ello, el economista se mantiene orientado hacia el futuro, y en distinta medida, segin su técnica de previsién sea puramente de extrapolacién, o de adaptacién, o de expectativa racional, su posicién implicita sigue siendo siempre la de que el futuro reproducira de algun modo el pasado. El historiador, en cambio, se orienta decididamente hacia el pasado y, en consecuencia, no se preocupa por el futuro ni tiene la Pretensién de poder condicionarlo. También el historiador puede sentir alguna vez la tentacién de insistir sobre ciertas aparentes 4QUE BS LA HISTORIA ECONOMICA? 23 analogias e incluso esbozar unas cuantas «leyes». ‘Pero son desvia- ciones peligrosas. Mientras que el economista utiliza la experiencia pasada para predecir o tratar de condicionar el futuro, el historia- dor se conforma con observar el pasado para entenderlo en sus propios términos, Como escribié Hempel, «la historia se ocupa de la descripcién de acontecimientos concretos del pasado, mas que de la busqueda de leyes generales que puedan regir dichos acontecimien- tos, en contraste con las ciencias fisicas». ; La diferencia de orientacién entre el economista y el historiador supone dos planteamientos metodolégicos distintos. Llevado por el afan de identificar paradigmas operativos, el economista tiende a considerar sdlo las variables que parecen mostrar ciertas regularida- des en sus relaciones reciprocas y formas de comportamiento previ- sibles y racionales. Las numerosas variables restantes son desecha- das o pasadas por alto, por considerarlas «exdgenas». R. C. O. Matthews y C. H. Feinstein escribieron que lo que hacen generalmente los economistas es construir un modelo limitado de las leyes que rigen la dindmica de un sistema, teniendo en cuenta sdlo algunos aspectos y relegando los demas a la catego- ria de exdgenos ... [Pero] la exogeneidad es un atributo del marco de pensamiento que se ha elegido y no de los factores en cuestién (1982, p. 13). El numero de variables enddégenas consideradas por el economista en su modelo puede interpretarse como k. El historiador econémico no puede realizar la misma operacién. Para explicar el funcionamiento y la performance de una economia determinada debe tener en cuenta todas las variables, todos los elementos, todos los factores que intervienen.? Y no sdlo las varia- bles y los factores econdémicos. El historiador debe incluir en su analisis las instituciones juridicas, las estructuras sociales, los facto- res culturales, las instituciones politicas, tanto por el efecto que pudieran surtir esas instituciones y estructuras sobre la performance de la econom{a estudiada como, de igual manera, por las repercu- siones que pudiera tener la situaci6n econdémica sobre las citadas 2. Lo que se afirma en el texto es valido en una primera aproximacién. En el capitulo 4 expondremos algunas precisiones al respecto. 24 ENTRE LA HISTORIA Y LA ECONOMIA estructuras ¢ instituciones. Debe tener en cuenta las circunstancias geograficas y ambientales, las variaciones climaticas, las condicio- nes biolégicas de las poblaciones humanas, asi como las de los animales, microbios y virus que conviven con el hombre 0 lo afligen. El historiador econémico no puede descuidar tampoco todas las demas variables menores y los accidentes, racionales o irracionales, previsibles o imprevisibles, que contribuyen a formar una situacién histérica determinada. El dolor de estémago que impidié que un hombre de negocios llevase a buen término cierta operacién finan- ciera; un brote imprevisto e imprevisible de epidemia; una declara- cidn de guerra o la accién desquiciada e imprevisible de un fanatico caudillo de Oriente Medio que sabotea los suministros petroliferos: todos estos factores endégenos deben tenerse en cuenta. Es decir, el historiador econdmico ha de tener presentes todas las variables n de una situacién historica dada.’ Para él, todo forma parte de una realidad compleja y lo que para el economista pueden ser elementos perturbadores, para el historiador son la sal que determina la espe- cificidad peculiar de esa situacién histérica dada e irrepetible.* EI conjunto de variables k por las que se interesa el economista teérico es mucho menor y mds homogéneo que el conjunto de variables n consideradas por el historiador. El caracter limitado de k en comparaci6n con n y la rigidez de las correlaciones estableci- das dentro de & son los factores que colorean de irrealidad y artifi- cio la construccién tedrica del economista. Y, por otra parte, la extrema amplitud de n, su enorme heterogeneidad y su cardcter caético impiden que el historiador pueda formular leyes y le obligan a reconocer la singularidad de cada situacién histérica. Keynes sostenia que el simple hecho de poner numeros en lugar de letras para medir las variables o las relaciones entre variables de 3. Ya Karl Bicher tenia clara la diferencia entre el punto de vista del econo- mista y el de! historiador a propésito de los acontecimientos accidentales, cuando a finales del siglo pasado escribia: «EI historiador de una época no debe olvidar nada importante de lo que haya ocurrido, mientras que el economista puede limitarse a sehalar lo que es normal al mismo tiempo que deja tranquilamente a un lado lo que es fortuito» (1893, cap. 3). 4. Como escribié lord Bullock, toda reconstruccién histérica seria incompleta y desorientadora si excluyese «el efecto y el orden cronolégico de acontecimientos frecuentemente imprevisibles en su combinacidn y en sus repercusiones, la interac- cién de las personalidades, los conflictos de intereses determinados, la mezcla de comportamiento racional ¢ irracional, el elemento del azar» (1977, p. 18). 4QUB ES LA HISTORIA ECONOMICA? 25 un modelo teérico bastaba para que ese modelo fuera inutilizable como instrumento conceptual de la teorfa. Escribfa Keynes: Pertenece a la naturaleza intima de un modelo el hecho de que no se introduzcan valores reales en el lugar de las funciones varia- bles. Hacerlo serfa inutilizarlo como modelo. Porque en cuanto se hace esto, el modelo pierde su cardcter genérico y su valor como modo de pensar (1973, XIV, ii, p. 296). Dicho de otro modo, el economista se ve limitado por el caracter general de sus paradigmas, de la misma manera que al historiador le limita el cardcter ineluctablemente especifico de su narrativa, Todo lo dicho adquiere un significado més claro si se proyecta sobre la distincién que establecen los economistas entre corto plazo (short run) y largo plazo (long run). La definicién de corto plazo que ofrecen los textos de econom{fa es bastante simple y aparentemente precisa: «Corto plazo es el perfodo durante el cual cabe dar por sentado que el capital fijo de la empresa permanece invariable». De modo parecido, a escala macroeconémica, la ténica no varia, puesto que el economista supone que a corto plazo el stock de capital varia, pero no hasta el punto de influir sensiblemente sobre el producto bruto, ya sea potencial o de hecho. Bien mirado, se observa que, cuando operan con modelos macroeconémicos, los economistas suponen como datos fijos a corto plazo incluso otros elementos de la realidad histérica, tales como la poblacién, su es- tructura por edades, el grado de educacién y de especializacién de la poblacién activa, el nivel tecnoldgico, las instituciones juridicas, las estructuras politicas y sociales, las escalas de valores, los siste- mas de organizacién, los gustos, las modas, El problema no es grave, puesto que los elementos citados suelen alterarse sensiblemen- te sélo en momentos de turbulencia (luchas sociales y politicas, revoluciones cientifico-tecnolégicas, guerras), para remansarse des- pués en cambios relativamente reducidos. Por todo lo cual el mode- lo simplificador de corto plazo del economista (salvo por lo qué se refiere a los citados momentos de turbulencia) mantiene un grado aceptable de verosimilitud. Los problemas se plantean cuando se pasa del corto plazo al largo. En el largo plazo todo cambia y ni se pueden postular, por un lado, elementos o factores inmutables, ni se pueden eliminar, 26 ENTRE LA HISTORIA Y LA ECONOMIA por otro, determinadas variables, calificandolas de exdgenas. Enel largo plazo todo cambia y todo es enddgeno. Para el economista, el problema se hace intratable. En los afios treinta, Keynes se lo qui- taba de encima con una boutade: el largo plazo no interesa al economista, porque «a la larga, todos moriremos» (in the long run we all are dead). Después de la segunda guerra mundial no fue posible mantener ya esa postura desenfadada. El problema del de- sarrollo econémico a largo plazo se impuso a la atencién de todos: politicos, economistas y publico en general. Se puso de moda una rama de la economia llamada «teorfa del desarrollo», pero fue y sigue siendo un fracaso absoluto. El hecho no es que «a la larga todos moriremos»; el hecho es que a largo plazo cualquier proble- ma se convierte en un problema histérico. Esta conclusién tiene importancia, no sélo desde el punto de vista descriptivo, sino tam- bién desde el punto de vista practico. Significa que, para activar el desarrollo de un pais, no bastan el economista y el ingeniero. Lo hab{fa entendido muy bien en el decenio de 1940 M. Chiang cuando, @ propésito de la industrializacién de China, que entonces se augu- raba, escribié: Dado que nosotros, los chinos, fuimos puestos fuera de combate por las balas de los canones, nos interesamos naturalmente por ellas, pensando que si hubiésemos aprendido a construirlas habriamos po- dido reaccionar ... Pero la historia actiia por caminos torcidos y Curiosos. Estudiando las balas de cafién llegamos a unas invenciones mecanicas que, a su vez, nos orientaron hacia las reformas politicas. Desde las reformas politicas empezamos a entrever las teorfas politi- cas que nos condujeron después a las filosofias de Occidente. Por otra parte, a través de las invenciones mecdnicas entrevimos la cien- cia, que nos hizo entender el método cientifico y la actitud mental cientifica. Paso a paso fuimos conducidos cada vez més lejos de las balas de cafién y, sin embargo, nos acercdbamos a ellas cada vez mas (1947, p. 4). El devenir histérico sefiala otro problema de la teoria econdémi- ca: su creencia de que la gente tiende a actuar de forma racional. Para la formulacién de una teoria légica y generalizadora, el eco- nomista tiene que suponer necesariamente la existencia de fuertes asociaciones de cardcter repetitivo entre determinadas variables de base. Pero esta creencia no es realista: la gente raras veces se com- 4QUE E8°'LA HISTORIA ECONOMICA? QT porta como se esperayCairncross escribid que «el hombre es unser variable e-inconsecuente.y su conducta, como dijo Keynes, no:es homogénea a lo largo del tiempo»: Por mucho que se empefie.en introducir' elementos de probabilidad, el economista trabaja con modelog que se inspiran en lo que Pascal llamaba /’esprit. géo- métrique. El:historiador no sdélo tiene que habérselas con un nimero mu- cho: mayor de variables, sino también con elementos no mensura- bles, ‘irracionales:e imprevisibles,.y con asociaciones que cambian constantemente’entre las variables. No puede hacer supgsiciones de conveniencia. Es importante insistir en que la diferencia entre n y (n—&) no es de cardcter puramente cuantitativo. Silo fuera, cabria creer ingenuamente que en plena era del ordenador podrian estable- cerse sistemas de ecuaciones con un numero de variables que se aproximase a n‘y llevar luego a cabo una masiva «cooptacién de las exdégenas», De hecho, las cosas son muy diferentes. Mientras que & representa un conjunto homogéneo y artificial de variables mas o menos racionales y previsiblemente relacionadas, (n —k) es un con junto caético de elementos heterogéneos, muchos de los cuales son absolutamente imprevisibles, irremediablemente irracionales y no cuantificables. Por si no fuese bastante, la historia despliega mucha imaginacién en un juego que supone la modificacién perpetua, de modo imprevisible, de las relaciones de asociacién entre las varia- bles de ese conjunto..Para manejar ese conjunto complicadisimo y variable, no basta con el esprit géométrique. Es necesario el més maleable, el mas sutil y, si se quiere, el menos cientifico y poco definible esprit de finesse. Pero jqué es, en esencia, ese esprit de finesse? El propio Pascal, que fue capaz de intuirlo, encontré dificultades para definirlo: tro- pieza, se repite y recurre a una fraseologia vaga, confusa.* Sugiero, 5. «En el [esprit géométrique] los principios basicos son palpables, pero aleja- dos de la experiencia comin ,.. En el [esprit de finesse] los principios proceden de la experiencia comtin y estén delante de los ojos de todo el mundo ... sélo hace falta tener buena vista; pero es preciso tenerla buena, porque los principios son tan sutiles ¥ numerosos, que es casi imposible que alguno no escape al observador ... Lo que hace que a los gedmetras les falte sutileza mental es que no ven lo que tienen delante de los ojos y que, estando acostumbrados a los principios exactos y sencillos de la geometria, y no razonan hasta que han inspeccionado bien y ordena- do sus principios, se pierden en las cuestiones de sutileza ... [Los principios de sutileza] apenas se ven, se sienten mds que verlos y €s muy diffcil hacer que los 28 ENTRE LA HISTORIA Y LA ECONOMIA parafraseando a Pascal, que los ingredientes del esprit de finesse son una aptitud para percibir la presencia y la importancia de un numero infinito de variables, muchas de las cuales no pueden cono- cerse, medirse ni definirse; una clara percepcién de la elevada fre- cuencia de las asociaciones no lineales y (segun la terminologia de Ja fisica) cadticas; una gran desconfianza ante las relaciones riguro- sas de causalidad; y, finalmente, una percepcidn de la presencia constante de unas condiciones en las que el azar y el caos desempe- fan un papel importante. El esprit de finesse es, en cierto modo, un sexto sentido que se desarrolla en el historiador de valia gracias a la familiaridad con las fuentes, que le permite ser flexible en sus con- clusiones, cauto en sus explicaciones, consciente siempre de la im- precision inherente e inconmensurable de su reconstruccién. La historia a menudo parece repetirse de varias maneras. Pero, por muy notable que pueda resultar el parecido con lo que ocurrié en otras ocasiones, cada situacion histérica es unica e irrepetible. Empleando una tosca analogia, la situacién histérica es como una persona, que forzosamente se parecerd a otros individuos, pero que, pese a ello, es eternamente tinica. El hecho fundamental de la irrepetibilidad de la historia confiere un significado especial al dicho tradicional seguin el cual historia magistra vitae. En efecto, existe incompatibilidad entre la afirmacién de que la historia se repite y el dicho segtin el cual «la historia es la maestra de la vida», puesto que si una situacion dada se repitiese, quienes perdieron una vez, a la siguiente sacarian ventaja de la experiencia y se comportarian de manera diferente la préxima vez. Debido al cambio de comporta- miento, la nueva situacién seria diferente de la anterior. Henry Kissinger escribié una vez que la historia «no es un libro de cocina que ofrezca recetas ya probadas» (1979, p. 54). Esa afir- maci6n es consecuencia natural de la anterior en el sentido de que la historia no se repite. A estas alturas supongo que habrd quien se pregunte para qué sirve estudiar historia. A mi modo de ver, la busqueda de conocimiento se justifica por si misma. En el caso concreto de la historia me resulta dificil concebir una sociedad sientan quienes no los perciben por s{ mismos. Estos principios son tan sutiles y tan numerosos que hace falta un sentido muy sutil y refinado para percibirlos, y para juzgar correcta y justamente cudndo se perciben, sin que en su mayor parte puedan ofrecer una demostracién ordenada, como en geometria». (Pensamientos). 4QUE ES LA HISTORIA ECONOMICA? 29 civilizada que no se interesase por el estudio de sus propios orige- nes. La historia nos dice quiénes somos, de dénde venimos y por qué somos quienes somos. Todo eso me parece elemental. Pero estoy convencido de que algunos pensarfan que esa postura es elitis- ta y socialmente injustificable. A estas personas, enfermas de utili- tarismo benthamiano o de las actuales ganas de parecer modernas, deberia decirseles que el estudio de la historia tiene un significado eminentemente formativo. Como escribié Huizinga, la historia no es sdlo una rama del saber, sino también «una forma intelectual de entender el mundo», Ademés, el estudio de la historia permite con- templar en su auténtica dimensién los problemas actuales que se nos plantean, y, como escribié Richard Lodge en 1894, «proporcio- na al hombre el tinico medio de entender bastante bien el presente», El estudio de la historia supone un ejercicio practico de com- prensién del hombre y su sociedad. Todos nosotros tendemos a ser provincianos, intolerantes y etnocéntricos. Por ende, todos necesi- tamos realizar constantes esfuerzos por estar informados y ser com- Prensivos con sistemas de vida, escalas de valores y formas de comportamiento diferentes de los nuestros. Después de todo, esta es la base misma de toda convivencia civilizada, tanto en una socie- dad como entre sociedades. El estudio de la historia es esencial a este respecto. Estudiar la historia significa realizar un viaje por el pasado. El hecho de viajar abre los ojos, aporta conocimientos, invita a la apertura mental. Cuanto més largo sea el viaje y mas lejanos los paises visitados, mds fuerte serd el desafio a nuestra visidn del mundo. Por eso creo que los historiadores que se ocupan de sociedades mds alejadas de la nuestra en el tiempo tienen, en igualdad de condiciones, un sentido histérico mas sutil y afinado que el de los historiadores de épocas mds cercanas a nosotros. Con todo, no creo ni pretendo decir que el estudio de la historia 0 el hecho de viajar sean suficientes para hacer sabio a un hombre, Si fuese asi, los profesores de historia serfan todos sabios, lo cual esta muy lejos de ser verdad. El hecho de viajar y el de conocer la historia son condiciones necesarias, pero insuficientes, para la com- prensién de las vicisitudes humanas,

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