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ANTECEDENTES HISTORICOS DEL TEATRO POPULAR TRADICIONAL MEXICANO Maria del ‘Carmen Diaz de Chamorro El Colegio de Michoacén Del teatro folklérico que conocemos actualmente como expresién popular de un grupo determinado, sélo tenemos referencias aisladas. Es necesario acudir a la historia de nuestro pafs y analizar el teatro prehis- p&nico, el teatro evangelizador, el de la colonia, y el del México inde- pendiente para asf conjuntar las expresiones surgidas a lo largo de estos cuatro siglos en los que se ha formado el teatro popular tradicional con obras que todavia hoy en dia se presentan en comunidades rurales y ur- banas. : En el siglo XVI encontramos dos tipos de teatro, el anterior a la conquista y el teatro evangelizador, que floreciera durante la segunda mitad del siglo XVI e inicios del XVII. Gracias a los testimonios proporcionados por los primeros cronis- tas, sabemos de la existencia del teatro indigena en el altiplano central. Fastuosas ceremonias de culto a sus dioses, con danzas dramAticas, cantos, largos parlamentos o didlogos alusivos a sus leyendas, mitos 0 escenas de la vida familiar. Existia para ello, todo un grupo de actores expertos en memorizar y expresarse ante grandes masas, escendgrafos, cantores y bailarines, que antes de la hecatombe servian a la clase sacerdotal indigena.’ Teatro evangelizador La llegada de los primeros franciscanos al Nuevo Mundo marca otra etapa en las actividades teatrales; en su intento de evangeli- zar a los grupos indigenas, se enfrentan ante el primer problema, un lenguaje comin para comunicarse entre si. El lento aprendizaje del idioma les obliga a apoyar sus prédicas con cuadros pictéricos. 81 Se preparan los primeros diccionarios y catecismos en nahuatl; y, a medida que van profundizando en las anteriores pricticas y rituales de la cultura del pueblo conquistado, optan por adoptar los recursos hu- y materiales ya existentes a su propia creatividad para emplear un medio de ensefianza audiovisual: un teatro evangelizador en ndéhuatl. En éste se van a conjuntar las experiencias provenientes del teatro religioso de una Espafia que abandona el medioevo. Un teatro cristiano en el que se incorporan las realidades sobrenaturales al pensamiento de la época, mediante la imaginacién y la aceptacién de un piblico que tenia que admitir los milagros y los suplicios. Un teatro escrito en ver- sos fAciles de memorizar, acompafiado de misica para reforzar los mo- manos mentos esenciales del didlogo?. x Con la utilizacién de los anteriores elementos del teatro cristiano espafiol, surge una nueva expresion drématica; un teatro que no es to- talmente indigena pero que utiliza actores, coros, instrumentos y ves- tuarios indigenas y que ademés se expresan en néhuatl. Asi nace un teatro evangelizador ejecutado por indios y dirigido por misioneros; monumentales obras de larga duraci6n, ante millares de espectadores. Un género dramAtico cuya finalidad principal era la ense- fianza audiovisual de los principios de la fe cristiana; la ejecucién de las obras se alterna con la celebracin de los oficios litérgicos. La pro- duccién literaria de este género es en buena parte obra de la memoria franciscana; algunas piezas se escriben de los recuerdos de los autos y ee SG ss eons YOU 2 BLAU Yulee eon eScultas en la Nueva Espafia. Surgen escritores como fray Luis de Fuensalida y fray Andrés de Olmos en los inicios? y otros tantos en las postrimerias‘, como Fernan GonzAlez de Eslava. Dichas representaciones, al ser parte integrante del culto reli- gioso, tenfan que ser de variada indole; habia obras quesélo eran meros cuadros plasticos a base de actuaciones mimicas y que serviar para su- brayar el contenido del serm6n dominical, eran los denominados neix- cuitilli, introducidos en 1530 por fray Juan de Torquemada‘. Al pare- cer las representaciones monumentales atraen el interés de los cronis- tas, de ellas tenemos abundantes referencias, como el “Juicio Final” escrito por fray Andrés de Olmos, representado por primera vez. en la ciudad de México entre los afios de 1533 y 1535 por 800 actores indige- nas, ataviados con vistosa plumeria y engalanados trajes, dentro de 82 complejos escenarios y acompafiados con coros, cantores y musicos, ante 20 6 30 mil espectadores®. A partir de 1530 empiezan a proliferar las grandes producciones en - la Nueva Espafia, principalmente en las dreas de mayor poblacién indi- gena en las inmediaciones del altiplano central; sobre todo en Tlaxcala de donde tiene el mayor ntimero de citas al respecto. A medida que se introducen los misioneros a otras provincias del interior, |levan con- sigo lo que podrfamos considerar verdaderas compajfiias de actores y miisicos y en Tlaxomulco, hoy estado de Jalisco, en 1550 se presenta un “Auto de Reyes Magos’”’. En 1576en la Villa de Sinaloa, se presenta una obra en lengua mexicana y otra en ocori segiin nos lo refiere De Maria y Campos’. E A los franciscanos se les atribuye ser los iniciadores del teatro evangelizador en espacios abiertos en su primera etapa; los jesuitas son los continuadores de estas expresiones, en el interior de sus propios conventos, e introductores del teatro clasico europco. Los agustinos también participaron en este renglén interpretando villancicos espa- fioles afio con afio, durante sus misas de aguinaldo del 16 al 24 de di- ciembre?. La gran aceptaci6n que recibieron las obras de teatro y el ambiente festivo que acompafiaba las representaciones origind numerosas pro- hibiciones los siguientes setenta afios; aunque hubo perfodos de nula participacién la semilla quedé sembrada. A pesar de las medidas tacticas tomadas por los misioneros para evitar posibles des6rdenes y escdndalos durante la ejecucién, ademas de censurar los episodios biblicos alusivos a la poligamia, la agresividad?®, etcétera, no podian impedir que la representacién llevara consigo un ambiente festivo y de gran participacién, hecho que molest a las auto- ridades religiosas y originé prohibiciones durante la segunda mitad del siglo XVI. La decadencia del teatro evangelizador va acompafiada de la pér- dida del poder politico y econémico de las érdenes clericales. Las ideas de los religiosos estaban impregnadas de un sentimiento politico, mismo que trascendia a las realizaciones en las que ellosintervenian y por ende a los ingresos que percibian. Estos fondos se emplearon para hacer el culto cada vez mas suntuoso y las construcciones més monumentales!!. Era légico que en los inicios del siglo XVII las érdenes religiosas casi constituyeran un poder teocratico. La Corona, entonces, apoyada 83 por el clero seglar, ejercia un control para limitar los recursos y el poder de las ordenes religiosas, lo cual signifies una limitacién en las sun- tuosas realizaciones teatrales; se inicié con ello la decadencia del teatro evangelizador. Por otra parte, las condiciones socioecondémicas de ese momento no eran favorables para esta forma de culto --notable dismi- nucion de la poblacién indfgena, demasiados espacios abiertos y una pérdida de tiempos de trabajo para montar los espectaculos--, como se- fiala Horcasitas!2 “el teatro primitivo en ndhuatl, popular-religioso y de tipo medieval, moria a fines del siglo XVI como parte del derrumbe de una sociedad indohispana que no tuvo oportunidad de madurar”’. Teatro religioso 2 Entonces aparece un nuevo género, distinto al anterior, que uti- lizaba los espacios cerrados (conventos y colegios principalmente). Un teatro orientado hacia las representaciones teatrales espafiolas, latinas y griegas, aunque también paralelas a las de contenido religioso como son los autos sacramentales. El género dramatico-religioso de la época colo- nial sufrié diversas transformaciones en relacién con su antecesor. La finalidad ya no era evangelizar a las grandes multitudes de indigenas --las pestes las habian diezmado-- sino que aparecieron nuevos espec- tadores: los mestizos, los criollos, los mulatos y la numerosa poblacién negra traida a la Nueva Espafia. La producci6n literaria se adopt6 a las nuevas necesidades y se in- trodujeron los géneros menores: la comedia, el sainete, etcétera; piezas cortas que requerian de menor refuerzo para su montaje. Se continua- ban representando loas y autos, asociados a las festividades religiosas con su inseparable bullicio, mismo que fue reprochado nuevamente por el alto clero y la Inquisici6n, implacable controladora de la moral de esa época. La misma Sor Juana Inés de la Cruz escribié loas y autos sacra- mentales para que fuesen representados “‘sin faltar a la moral” durante la Navidad, celebrada en el convento de San Jerénimo ante virreyes, criollos y espafioles ricos. Se separan el teatro profano y el religioso, ambos sujetosa las san- ciones del Santo Oficio, incluso llegan a prohibirse terminantemente cierto tipo de representaciones como el drama “La Pasién de Jesucris- to”. A pesar de todo, la diversién continia en las manos del mismo 84 clero cualquier suc 0 de la vida pabli para celebrarlo con sainetes, loz civil o religiosa es pretexto , comedias, autos, etcétera; los ejer cutantes pueden ser comediantes profesionales 0 meros aficionados que dominan el tema. En esta etapa todavia no podemos hablar de un teatro propiamente folklérico, puesto que todavia no surge como expresién particular del pueblo mestizo o indigena, aunque ellos mismos ejecuten los papeles principales, la obra est4 impuesta desde estratos superiores. La recopilacién de sucesos relacionados con el teatro de la Nueva Espafia hecha por Maria y Campos nos narra el tipo de teatro de esta época, describiendo dos festejos de la provincia de Guanajuato!: “Las fiestas religiosas, profanas 0 patridticas que periédicamente eran or- ganizadas en el rico mineral de Guanajuato, causaban la admiraci6n y +] asombro de todos por su derroche y boato. Una de las mas importantes y opulentas fueron las celebradas en octubre de 1737 en la que no falta- ron los toros, ni las mascaras y durante las que se representaron dos in- geniosas comedias con loa, sainetes y dems, hechas para el intento --dice un cronista anénimo--”. Agrega en la siguiente: “La villa de San Miguel el Grande, celebr6 fiestas con motivo de la llegada de las Reve- rendas Madres Recolectoras, fundadoras del convento de la Concep- cién, nueve dias duraron los festejos representéndose varias comedias en el teatro levantado al efecto”. Teatro religioso folklorizado En la transicién de la Colonia al México independiente, sefiala- remos particularmente la presencia de Joaquin Fernéndey de Lizardi, periodista y escritor conocido como “El Pensador Mexicano”, autor de un auto mariano y de la pastorela en dos actos “La noche més venturo- sa’’. Fernandez de Lizardi, al explicar los motivos que llevaron a escri- birla, nos ofrece una apreciacién personal de este tipo de obras y un re- flejo del cémo se realizaban en aquel tiempo!*: “*...las mejores pasto- relas y coloquios son endiablados y llenos de impropiedades violentas, arrastran en su estilo faltas de invencién y por lo mismo dignas de ex- cluirse de todo teatro piiblico, (...) otras hay tan languidas y zonzas que su. representaciOn excita tanto suefio, como si se hubiera desvelado cuatro noches seguidas””, y continda el autor argumentando “...la cos- tumbre que hay de hacer tales representaciones por el tiempo de Na- vidad y la insolencia con que he visto representar estos despilfarros, me animaron a escribir la presente Pastorela que presento al publico, sino 85 libre de defectos al menos purgada de los mas groseros que he notado en otros”. Si bien aparecen numerosos escritores de obras religiosas y profa- nas, citamos al Pensador Mexicano porque en este caso concreto pode- mos hablar de una obra teatral que pertenece a un grupo social deter- minado, la cual a través del tiempo, dentro del proceso de folklorizacién descendente, en algunos casos va a ser adoptada por la gente del pueblo y puesta en escena bajo su propia interpretacién'5. Los profundos cambios econémicos y politicos repercuten en el teatro religioso; ha desaparecido la Inquisicién y con ella la represion a estas obras, Numerosas obras quedaron perdidas en el tiempo al haber sido perseguidos los actores y quemados los libretos; sin embargo, no desaparecen por completo del 4mbito religioso, pues ain persisten cier- tas piezas teatrales que se representan en determinadas celebraciones catélicas. Los centros urbanos, los teatros publicos, los atrios de las iglesias y los grandes patios de las casonas familiares, son escenarios de obras tea- trales de cardcter religioso. El proceso de secularizacién hace que los festejos navidefios, en especial las posadas celebradas del 16 al 24 de di- ciembre, sean considerados como actos semiprofanos del culto religio- so, por celebrarse en los hogares de los fieles!®. De estas celebraciones citadinas el escritor coahuilense José Garcfa Rodriguez’ nos habla de la alegre temporada de Navidad, Afio Nuevo y fiesta de Reyes en la ciudad de Saltillo en el afio de 1868, en especial de la pastorela mas famosa de aquella época la cual se hacia en el callej6n del Humo, ala que asistian gran ntimero de abrigados espectadores de todas las edades: ‘‘...La pas- torela comenzé a desarrollarse con la monotonia propia del tema y de la manera caracteristica de las representaciones populares. Soné una salva de aplausos cuando Jerénimo (el pastelero) hizo su entrada en el papel de Asmodeo, con el traje negro galoneado de plata, los cuernos erguidos sobre la frente y la espada desnuda en la mano derecha’’. La referencia citada ya nos habla de una pastorela caracterizada por la gente del barrio ‘‘Jer6nimo el pastelero”’ en el papel de uno de los diablos, también de un corralén acondicionado como escenario con uso de sébanas, sobrecamas, listones de papel de china y farolitos de hojade- lata, etcétera, etcétera; en fin, una fiesta en la que los actores son gente del pueblo y sencillamente se divierten. Esta representacién en efecto era una auténtica expresién folklorica urbana. 86 En el ambito rural, las autoridades religiosas coordinaban las acti- vidades teatrales, facilitando los atrios de las iglesias a grupos organi- zados por la gente del pueblo, para que ensayaran y dirigieran la obra por su propia cuenta. Algunas haciendas de sustitucién desempefiaron un papel de suma importancia en la preservaci6n de las actividades drama- ticas -consideradas desde el siglo XIX como expresiones tradicionales de culto religioso, al permitir dichas representaciones en su Capilla, pro- piciaban sus relaciones con el clero y cumplian con las tradiciones de sus peones en un aspecto que no ofrecia mayor problema. De ahi que consideremos la pastorela --por ejemplo-- como una valvula de escape que expresaba las injusticias y la explotacién que imperaban bajo la estructura hacendaria. 3 Para precisar nuestro ejemplo, en el drea que corresponde al Muni- cipio de Irapuato, Estado de Guanajuato, aquel hacendado que gustara de las pastorelas financiaba los gastos de la misma. Especificamente en la de Cuchicuato, Municipio de Irapuato el patr6n regalaba tela corrien- te para algunos de los vestidos de los personajes. Al parecer se establecia una cierta competencia entre los grupos que representaban pastorelas y, por consiguiente, entre las haciendas y los hacendados; nuestro informante recordaba cémo en la hacienda de Buena Vista, perteneciente al mismo municipio!®, “all por los 1900 los patrones vistieron a todos los de “La Degollacién” para que fueran los mas elegantes y lucidos, y luego que terminaron les guardaron los trapos para el afio siguiente...” En la hacienda del Cuis en Ameca, Jalisco, en el afio de 1910, un sujeto albafiil-peluquero y conocedor de varios oficios vivia en la ha- enda, y dirigia una pastorela integrada por los mejores cantores “...to- dos ensayaban a conciencia y con el 4nimo de quedar bien tanto el dia de su debut como en sus posteriores representaciones. Para el mes de di- ciembre ya estaban listos estos coros y hacian su demostraci6n cantando en la iglesia de la hacienda por la noche el dia 8 de ese mes de diciembre y por un ofrecimiento al santo de ese dia y asf lo repetian el dia 12 que era la fecha de la Guadalupana; para continuar con sus cantos el 24-y el 31 del mismo diciembre...””9. La inestabilidad polftica originada por las luchas armadas altera la secuencia histérica del teatro religioso. Los cambios sociales repercuten en la permanencia de este género, sobre todo en el medio rural en donde 87 la pobreza y el desamparo reinan en un territorio que ha perdido sangre joven y adulta. La persecucié6n del clero y del culto religioso durante la época de Calles afectan directamente las representaciones teatrales. Se suspenden las ceremonias litargicas, se esconden los libretos, se dis- persan los actores y por consecuencia légica se dejan de representar los coloquios, las pastorelas, etcétera. No es sino hasta 1936 fecha de la dotaci6n en serio de los ejidos, cuando el agro mexicano inicia una relativa etapa de estabilizaci6n. Res- pecto a las expresiones teatrales religiosas, los grupos se han desinte- grado, muchos han muerto 0 emigrado, y se tienen que reorganizar las actividades. En algunos casos la participacién del sacerdote va a ser determinante y manifiesta. En el medio urbano disminuyen las representaciones. Aquellas posadas, acompafiadas de pastorelas que arrullaban al Nifio en su pese- brey reunfan a la familia, amigos y vecinos en los patios de las antiguas casonas, van desapareciendo poco a poco; los libretos son guardados como reliquias de familia, como sucedié en el caso de una familia en la Colonia Tacubaya, de la ciudad de México, en la que el director de la obra murié y ninguno de los familiares quiso continuar con la tradici6n, prefirieron guardar el cuaderno como recuerdo del abuelo?®. En la actualidad, la mayor permanencia de este género dramatico se ubica en el medio rural; a pesar de los problemas econémicos que enfrentan los grupos tradicionales para montar una obra de tal enver- gadura, contrarrestando al mismo tiempo a los agentes externos de cambio, de los que no estan al margen (medios de informacién, diver- siones de la sociedad de consumo, entretenimientos, etc.) inclusive las pautas de mayor tradicionalidad folklérica las encontramos en comuni- dades pequefias que se encuentran geograficamente aisladas, en las que todavia la pastorela, el coloquio, etcétera son el centro de interés durante la celebracién de la localidad. 88 NOTAS. 1. 12 13. 14. 15. 16. 18. 19, 20. La presencia de las formas dramiticas en la cultura indigena ha sido perfectamente delineada por HORCASITAS, FERNANDO, El Teatro Néhuatl: Epocas Novohispana y Moderna. México, UNAM, Instituto de Investigaciones Histéricas, Serie de Cultura Nahuatl, Monogra- ffas Nam. 17, 1974, pp. 33-46. BATY, Gaston y René CHAVANCE, El Arte Teatral, México, Fondo de Cultura Econémica, Serie Breviarios, 1965, p. 80. RICARD, Robert. La Conquista Espiritual de México, México, Editorial Jus, Trad. A.M. Garibay, 1947, p. 355. DEMARIA Y CAMPOS, Armando, Informe sobre el teatro social, XIX-X X, México, Con- federacién de Trabajadores de México, 1959, p. 130. ROJAS GARCIDUENAS, José, Autos y Coloquios del Siglo XVI, México, UNAM, Biblio- teca del Estudiante Universitario, Nim. 4, 1939, p. XIX y STEN MARIA; Vida, pasion y muerte del teatro néhuatl, México, Sep-Setentas Nam. 120, 1974, p. 210. HORCASITAS, op.cit., pp. 77-78. 3 Ibid., p. 79. DE MARIA Y CAMPOS, op.cit., p. 13-14. ROMERO, Jestis C., Nuestras Posadas, México, Biblioteca de Historiadores Mexicanos, Editor Vargas Rea, 1952, pp. 14-15. . RICARD, op.cit., p. 367. . VAZQUEZ VAZQUEZ, Elena, Distribucién geogrdfica y organizacién de las érdenes re- ligiosas en la Nueva Espafta, Siglo XVI, México, UNAM, Instituto de Geogratia, 1965, p. 143. HORCASITAS, op.cit., p. 163. DE MARIA Y CAMPOS, op.cit...pp. 107-109. FERNANDEZ DE LIZARDI, José Joaquin La noche mds venturosa: cuadro pastoril, Mé- xico, Sociedad de Edicién y Librerfa Franco Americana, 1924, pp. 71-72. En 1975 numerosos grupos del Estado de Guanajuato representaban “La noche mas ventu- rosa”” cayo contenido era similar ala de Fernéndez de Lizardi. Ninguno conocia al escritor de la obra y ésta forma pafte de su tradicion popular. ROMERO, Op.cit., p. 17. . GARCIA RODRIGUEZ, José, Entre historias y consejas: anécdotas dela vida en Saltillo, México, Editorial Stylo, 1949, pp. 107-113. Comunicacién verbal obtenida en trabajo de campo en Guanajuato en mayo de 1976. DIAZ NAVARRO, José C., Ameca, Jalisco y sus costumbres en 1910, México, 1964, p.258. Comunicacién verbal obtenida en trabajo de campo en Guanajuato, Diciembre de 1976. 89

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