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Maquiavelo eccién: Clisices Quentin Skinner: i | Maquiavelo EI Libro de Bolsillo Alianza Editorial Madrid ‘Titulo original: Machiavelé Esta obra ba sido publicada en por Oxford University Pres ‘Teadactor: Manuel Benavides ‘Primera edicion en «Bt Libro de Bolsllo: 1984 ‘Tercera reimpresisn en «El Libro de Bolsillo»: 198 Reservas todos los derechos. El contenido de esta obra esti protepido por la Ley, que establece penas de prision y/o multas, ademés de las corresponidientesindemnizaciones por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distibuyeren 0 comunicaren piblicamente, ca todo 0 en paste, unt obra errs asen 0 cst, ow ae otmacin, interpretacion o eecucion artsticafiada en cualquier tipo desoporte 0 communicada a través de cualquier medio, sn la preceptiva © Quentin Skinner, 1981 © Ed. cast: Alianza Editorial, 8. A, Madrid, 1984, 1991, 1995, 1998 Cale Juan Tgnaco Luca de Tena, 15; 28027 Made et. 91 395 88 88 ISBN: 84.206.0015.6 Depésit legal: M. 26.041/1998 Tnyprexo en Feménde Ciudad, SL. Catalina Susrez, 19. 28007 Madkid Printed in Spi Prefacio Hace unos veinte afios que apareci6 en inglés un breve bosquejo de la vida y esctitos de Maquiavelo. (La dlkima cobra comparable en proporciones a la presente fue el mag- nifico estudio de J. R. Hale, Machiavelli and Renaissance Italy, publicado por vez primera en 1961.) La raz6n prin- cipal que me impulsa a oftecet esta nueva perspectiva es que 2 lo largo del pertodo comprendido entre esas fechas y el momento actual ha visto la luz una ingente cantidad de nueva informacién acerca de la vida y pensamiento de Ma quiavelo. Han tenido lugar varios hallazgos biogeitficos; ha salido por vez primera una edici6n critica completa, y una nueva generacién de intérpretes han puesto manos a la obra, produciendo una cortiente continua de estudios que en algunos casos han resultado ser de calidad sobresalien- te. Estoy muy en deuda con estos avances eruditos, y me he apovado considerablemente en ellos alo largo de exe trabajo. No obstante, he pretendido presentar 2l mismo tiempo una visién de la teorfa politica de Maquiavelo que se base, al menos en cierta medida, en los resultados de mi propia 8 Quentin Skinner investigaci6n. Teniendo en cuenta, en particular, las obras, de Hans Baron, Felix Gilbert y J. G. A. Pocock he inten- tado retratar a Maquiavelo esencialmente como un expo- nente de una particular tradicion humanistica del republi- canismo clisico. He probado ademas que los aspectos més creatives y originales de su visi6n politica se entienden perfectamente como una setie de reacciones polémicas —y a veces satiricas— contra el cuerpo de creencias que here- dé y a las que basicamente continu prestando su adhe- sién, Aunque mi intencién primera haya sido propor- cionar una introduccién directa a su pensamiento, espero ‘que estas conclusiones puedan también ser de algan inte- rés para los especialistas en este campo. Al citar la Correspondencia, las Legaciones y los ast lla- ‘mados Caprichos (Ghitibizzi), he hecho mi propia traduc. ci6n. En las citas de otras obras, me he fiado (previo el amable permiso correspondiente) de las excelentes traduc ciones inglesas de Alan Gilbert: Machiavelli: The Chief Works and Orhers (3 vols, Duke University Press, 1965) (copytight © 1965 by Duke University Press). Cuando ci- to por la Correspondencia y las Legaciones identifico la fuente poniendo entre corchetes una «C> o una «Ls junto con la referencia de pégina después de cada cita. Cuando me tefiero a las otras obras de Maquiavelo, hago de forma que quede contextualmente claro en cada caso qué texto estoy citando, y afiado simplemente la referencia de pagi- na entre corchetes. El detalle completo de todas las edi- ciones que uso puede encontrarse en fa lista de «Obras de Maquiavelo citadas en el texto» de la pag. 111. Las referen- cias de todas las demas citas en el cuetpo del texto se hallan en la «Nota sobre las fuentes» de la pig. 112, Es preciso hacer dos puntualizaciones mas acerca de las traducciones, Me he aventurado a enmendar_en_ unos cuantos lugares la traduccién de Gilbert con el fin de ha- cer mas claro el sentido del riguroso estilo de Maquiavelo. 'Y mantengo mi conviecién de que el concepro central de sini (virtus en Latin) de Maquiavelo no puede traducirse al inglés moderno por una simple palabra ni por una serie de ficiles perifrasis. En consecuencia, he dejado estos tér- Maguiavelo 9 ‘inos en su forma original a lo largo de todo el libro. Ello no significa, empero, que desista de analizar sus significa- dos: por el contrario, gran parte de mi texto puede lecrse como una explicacién de lo que entiendo que Maquiavelo quiso significar con ellos Los tres primeros capitulos de este libro contienen en forma muy abreviada y revisada— la sustancia de las «Carlyle Lectures» sobre «la Teorfa Politica de Maquiave- Jo» que di en la Universidad de Oxford durante el Micha clmas Term de 1980, Estoy profundamente agradecido a la Universidad por haberme invitado a dar estas conferen cias, a Nevil Johnson por haberse tomado tantas molestias, en [a organizacion, y al All Souls College por su espléndi- da hospitalidad Estoy muy agradecido a Keith Thomas por sugerieme que podria conteibuir con este libro a su coleccion y a Henry Hardy de The Oxford University Press por su in: quebrantable paciencia, asi como por Ia gran ayuda y aliento que me ha prestado. Estoy en deuda con ambos también por leet mi manuscrito ¢ inducitme a revisarlo en algunos puntos. Mis agradecimientos asimismo para la Cambridge University Press por haberme permitido copiar algunos giros de los capftulos que versan sobre la filosofia politica del Renacimiento del volumen I de mi libro The Foundations of Modern Political Thought. Finalmente, ri mayor deuda de gratitud la tengo contraida con John Dunn, Susan James y J. G. A. Pocock, quienes han leido mi manuscrito con meticuloso cuidado y lo han dicutido conmigo paso 2 paso, haciéndome numerosas y valiosas sugerencias, y ayudéndome de muy variados modos. Introdueci6n Maquiavelo muri hace unos cuatocentoscincuenta ato, ero su nombre sobrevive como un apodo pata designar la astuca, la duplcidad y el ejetccio de la ‘ala fe en los asuntos politicos. «El sanguinario Maquiavelo», como Sha- kespeare lo llam6, nunca ha dejado de set un objeto de odio para moralistas de todas las tendencias, canto conser- vadores com? revolucionarios. Edmund Burke proclamaba entrever «las odiosas maximas de la politica maquiavélica> subyacentes @ la eticanfa democritica» de la Revolucién francesa. Marx y Engels atacaron con no menot violencia los principios del maquiavelismo al insistir en que los ver- daderos exponentes de la «politica maquiavélicas son aquellos que intentan «patalizar las energias democraticas» en periodos de cambio revolucionario. El punto en que lunos y ottos estin de acuerdo es que los demonios del ma- quiavelismo constituyen una de las mas peligrosas amena. as para las bases morales de la vida politica Tal es la notoriedad asociada al nombre de Maquiavelo que Ia acusacién de set un maquiavélico continéa siendo todavia algo serio en los actuales debates politicos. Cuan- 10 Maquiavelo a do, por ejemplo, Henry Kissinger expuso su filosofia en tins famou enucrista publieada en The New Republic en 1972, su entrevistador hizo notar, después de oitle anali- zat st papel de consejero presidencial, que «escuchandole a Usted, uno se maravilla no de lo mucho que haya influido en el Presidente de los Estados Unidos sino de en qué medida ha sido usted influido por Maquiavelo». La sugercncia eta de tal calibre que Kissinger se mostt6 extre: ‘madamente ansioso de rechazarla. Era él un maquiavéli- co?, «no, no, en absoluto». ¢No habia influido en él Ma: quiavelo en algtin grado? «En ninguno, en absolutor, Qué hay decrés de la siniestra reputacién que Maquia- velo ha adquirido? ¢Se la merece realmente? Qué puntos de vista acerca de la politica y de la moralidad politica cexpres6 realmente en sus principales obras? Tales son las cuestiones 2 las que espero contestar a lo largo de cste libro. He de indicar que, a fin de entender las doctrinas de Maquiavelo, necesitamos comenzar por recuperar los problemas a los qué se 1uvo que enfrentat en EJ Principe. fos Discursos y en sus ottas obras sobre filosofia politica. A fin de alcanzar esta perspectiva, necesitamos, a la vez, te- construir el contexto en el que estas obras fueron original- ‘mente compuestas —el contexto intelectual de Ia filosofia lisica y tenacentista, asi como el contexto politico de la vida de la ciudad-estado italiana en el comienzo del siglo XV1, Una vez que situemos a Maquiavelo en el mundo en ‘el que sus ideas inicialmente se gestaron, podemos empe- zat a apreciat la exteaordinaria originalidad de su ataque contra fos supuestos morales vigentes en su tiempo. Y una vvez que nos hagamos cargo de su propio punto de vista moral, podremos ver sin esfuerzo por qué su nombre es todavia tan ficilmente invocado cuando se analizan las consecuencias del poder politico y del caudillaje. 1. Bl Diplomatico EL fondo bumanistico Nigolés Maquiavelo nacié en Florencia 1469. Las primers notin gue tones de dee ‘muestrin comando parte activa en los asinter eo Giudad natal en 1498 el ano en que el egines oc coke do por Savonarolaabandond el poder. Savenarolac cl Prey dominico de San Marcos, cuyos profticor sermoses han Bian dominado la politics de Florencia durante Inc sua alos precedentes, fue arresado como here a rine de abil: poco después, el consejo que gobemnabe le ceded omen26 a reir de sus posciones ene gobicroa a Inca ances del fale que todavia permanecian en él, Une de les que petdieron su empleo come consecuencla dees fue Alejandro Braccesi, el jefe de a segunda canis En un principio el puesto quedo vacant, pero al cabo kc unas cuanas semanas de dlaién el nombre ext deeones Sido de Maquiavclo comenz6 a sonat como un fosise wa, tituto. Tenia apenas veintinueve anos, y no parece hater tenido experiencia administraiva previa, Noche 2 Maguievelo B nominaci6n salié adelante sin mayores dificultades, y el 19 de junio fue debidamente confitmado por el gran con: scjo como segundo canciller de la RepGblica florentina Por el tiempo en que Maquiavelo entr6 en la cancilleria cexistia un método bien establecido para el reclutamiento de sus oficiales mayores. Ademés de una probada pericia diplomatica, se esperaba que los oficiales aspirantes mos- traran un alto grado de competencia en las asi lamadas disciplinas humanas». Este concepto de los studlia burna- nnitarts detivaba de fuentes romanas, especialmente de cern, cuyos ideales pedagégicos habian sido reavivados por los humanistas del siglo XV y llegaron a ejercer una poderosa influencia en las universidades y en el gobierno de la vida pablica italiana. Los humanistas se distinguian ante todo por su adhesin a una teoria particular de los contenidos caracteristicos de una educacién «verdadera- mente humanas. Esperaban que sus alumnos comenzasen dominando el Latin, pasaran lucgo a la prictica de la ret6- rica y a la imitacién de los mas exquisitos estilistasclisicos, yy completaran sus estudios con un concienzudo estudio de fa historia antigua y de la filosofia moral. Popularizaron también la antigua cteencia de que este tipo de entrena- miento constituye la mejor preparacién para la vida polit ca. Como Ciceron sostuvo repetidamente, estas disciplinas, alimentan los valores que antes que nada necesitamos ad- quirir para servir bien @ nuestro pats: la complacencia en subordinar nuestros intereses privados al bien pablico; el deseo de luchar contra la corrupci6n y Ia titania, y la am- bici6n de aleanzar los objetivos més nobles de entre todos: el honor y la gloria para nuestro pais y para nosotros mis: ‘A medida que los florentinos se imbufan de una mane- ra creciente de estas creencias, comenzaron a llamar a sus més destacados humanistas para ocupar las mas presti giiosas posiciones en el gobierno de la ciudad. Se puede decir que la prictica comenz6 con la designacion de C luccio Salutati como canciller en 1375, y éco se convirtié en norma répidamente. Durante ia adolescencia de Ma- quiavelo, la primera cancilleria fue ocupada por Bartolo- “4 (Quentin Skinner meo Scala, quien mantuvo su profesorado en la universi- dad a lo latgo de su carrera piiblica y continus exctibiendo acerca de temas tipicamente humanistas, siendo sus obras mas notables un tatado moral y una Hiivoria de los jlo rentinos. Durante el tiempo que Maquiavelo permancci cn Ia cancilleria, las mismas tradiciones fueron solemne- ‘mente mantenidas por el sucesor de Scala, Marcello Adria: ni. También Este pasé a la cancilleria desde una citedra en {a universidad, y continud publicando obras de erudicién humanista, incluido un libro de texto para la ensefanza del Latin y un tratado en lengua vemnacula titulado SoBre Ja educaciin de la noblexa florentina, La vigencia de estos ideales permite explicar «mo Ma- Guiavelo fue designado a una edad relativamente tempra fa para un puesto de considerable responsabilidad en la administracién de la Repiiblica. Por parte de su familia, aunque no era rica ni pertenecia a la alta aristocracia, esta ba esttechamente relacionado con algunos de los mas des. tacados circulos humanistas de Ia ciudad. El padre de Ma. quiavelo, Bernardo, que se ganaba la vida como abogado, era un entusiasta estudioso de las humanidades. Mantenta cstrechas telaciones con algunos distinguidos eruditos incluido Bartolomeo Scala, cuyo tratado de 1483 Sobre las Leyes y fos Juicios legales adopts la forma de un didlopo ‘entre él mismo y «mi amigo intimo», Bernardo Machiave Uli, Més atin; resulta evidente, a partir del Diario que Ber. nardo Ilev6 entre 1474 y 1487, que, a lo largo del periodo de crecimiento de su hijo Niccolo, Bernardo estuvo ocupa. do en el estudio de varios de los principales textos clisicos «en los que el concepto renacentista de ehumanidadess se fundamentaba. Recuerda que pidi6 prestadas las Pilfpicas de Cicerén en 1477, y su mayor obra de tetorica, La for macion del orador, en 1480. También pidi6 prestado va fias veces el tratado de Cicerén Los deberes en 1480, y en 1476 se las arsegl6 para adquici la Historia, de Tito Livio, 1 texto, que unos cincuenta afios mas tarde habria de ser, vir de entramado para los Dizeursos de su hijo, su mas lat. 82 y ambiciosa obra de filosofia politica Resulta también evidente por el Diario de Bernardo aguero e 1c, a pesar del enorme desembolso que ello suponta, y {NE detala con minuciosidad, se habla tomado muy & eis el proveer a su hijo de un excelente fundamento en Kos studia bumanitars. Tenemos noticias sobre la educa cién de Maquiavelo inmediatamente después de su sépti fo cumpleaos, cuando su padre recuerda que «mi pe- queho Nec a comenzads acon el aso Meow a fin de dar el primer paso en su ensehanza formal, el fees Cul delat Caundo Mayet ena dose as pi tiaSegunde etapa ys clo bao fel de nfo tnaeat de escuela Paolo da Roncglone, que enseR6 Nato defor mas tases humanists de I peeracion de aguiavelo. Exe nuevo aso es anotado por Bernardo en Bi'Dian el dia de novembre de 1481 cuando anancia Srgulosamente que «Nicco}d scribe ahora por sf mismo Composiciones en Latin, siguiendo el obligado metodo humanisa de imita los mejores modelos del etl clisico, Finalmente parece que —si hemos de dar crédito a la pa Jabra de Paolo Giovio— Maquiavelo fue enviado a Completar su educacion en la universidad. de Florencia Giovio fiema en sus Mvias que Maquiavelo stecbi6 la mejor parte» de sa educacion clasica de Marcello Adrianis Y ‘ations como hemos visto, ocupé una cftedra en la universidad durante varios afios antes de su designacién ra i primera cance, Pee tasfondo humanstico pate conten cl pa ¢ Maqulavelo recbio tan ripidamence Piet chal pobiemren el verno de 198. Advan’ habia Fe promovido a csp de pres calc «pinphs del mismo afio y parece plausible suponer que se cs lara de los conocimieatos hutnanistios de Maquavelo deci dlrs tecompensarlos en el momento de cubit ls vacantes en la cancilleria causadas por el cambio de régimen. Pare- ce también probable que fuera debido al pattonazgo de Satan’ ho are ton teen de ls huis amigos de Berar ol que Nagao nts lanza 1rafcarrera palin en el nuevo pobiemno aniSavonaol, 6 Quentin Skinner Las misiones diplométicas El cargo oficial de Maquiavelo le suponta dos tipos de obligaciones. La segunda cancilleria, cteada en 1437. tenia ue ver principalmente con lz correspondencia referente a la administracién de los propios tertitorios florentinos. Pe. ro como cabeza de esta seccin Maquiavelo pasaba: tam: bign a ser uno de los seis secrecarios afectos al primer can. cillee y en calidad de ral se le asigné la tarea adicional de servir a los Diez de la Guerra, el comité responsable de las felaciones extranjeras y diplomaticas de la Repiblica, Esto significaba que ademés de su trabajo otdinario de des. acho podia ser Hlamado para viajar al extranjero por cuenta de los Diez, actuando como secretario de sus em bajadores y ayudando a enviar a casa detallados informes sobre asuntos exteriores Su primera oportunidad de tomar parte en una misién de esta naturaleza lleg6 en julio de 1500, cuando él y Francesco della Casa fucton comisionados para «pasar con toda la rapidez posible» a la corte de Luis XI de Francia (L 70). La decisién de enviar esta cmbajada surgic de las dificultades que Florencia habia encontrado en la guerra contra Pisa, Los pisanos se habian revelado en 1496-) du- ante los siguientes cuatro aftos lograron rechazar todos los intentos de aplascar su_independencia. A principios de 1500, no obstante, los franceses consintieron en ayudar a los florentinos en la recuperacin de la ciudad, y enviaron una fuerza para sitiarla. Pero el sitio acabé en un desestre. tos mercenarios gascones contratados por Florencia deserta- ‘on; las fuerzas auxiliates suizas se amotinaron pot falta de aga, y el asedio fue ignominiosamente suspendido. Tas instrucciones que llevaba Maquiavelo consistian en smostrar que no fue debido a una insufcenca nuestra el ue esta empresa no diera resultados» y al mismo tiempo cdar la impresiéns, si era posible, de que el jefe de la fuerza francesa habia actuado ecorruptamente y ¢on cobat~ dia» (L 72, 74). Empero, cuando él y della Casa se halla. fon en su primera audiencia en presencia de Luis XII, el Fey no se mostrd muy interesado en las excusas de Floren- | 7 Maguiavelo cia pr us pasaos falls. Queria en cambio saber qué po ia esperar realmente en el futuro de un gobierno evider tment cnermia. Ete encverco dia elf. ee bian de seguir coda las subsiguientesdicusiones con Las y 8 principales coneeros, Robert y el Aaa le resultado fue que, aunque Maquiavelo perma- nonce a cone races darame era desis mess we nanan i ose {que sobre Ia situacién crecientemente equivoca de las ciu- dades-estado italianas, - : rimera lecci6n que aprendi6 fue que, para quien: Reece eee ce detaa monarqua, la maquinaria gubetnamental de Flo tencia aparece como absuramente vacances 9 endeble finales de julio se hizo patente que la signoria, el consejo, Ge sege fs cuged, nett una ners rida pre renegocia Ios cumin des alana con Trance, Ene y septiembre Maquiavelo se mantuvo a la espera de tiber los nuevos emabyjadores habian abandonado Fl rencia, y asegurando al Arzobispo de Rowen que los espe- raba en cualquier momento. A mediados de octubre, al no tener todavia sefiales de su legada, el Arzobispo co- menzd 2 tat con deaden nas conn ments Me ave refiere con abvio disgusto que «repli con exes palabras exactas» cuando estuvo seguro de gue mi ometida estaba al fin en camino: es verdad lo que Us ted die, pero ames de que ess embsadore egen, tatemos todos muertos (L 168), De una manera més by millane an, Maquiavele descubrié que el sentimiento de la propia importancia de su ciudad natal parecia a los captor ere Eanes su posicn militar y desu riqueza, Los frances, de Signoria, lo valoran alos que estin bien atmadoso dis pulstos 2 pagar» y han llegado a pensar que «ambas cual dades se allan ausentes en wuestr caso. Aunque inten hacer un. discuso «sobre In seguridad que vuesta grande- 2 podita aporr 2 ls posesiones mantenida por 8 Ma: jestad en Italie, se dio cuenta de que «todo ello resultaba superfluo», puesto que los franceses se reian sencillamente te Quentin Skinner we oe Ra ie a) , €S que «cllos os Ha- ees ee Lee is madurez estan llenos de ‘rtencias sobre la necedad de las dilaciones, el pel cs bri om irresoluto, la necesidad at . eis lecidida y répida tanto en la guerta como cn : politics Pay dh ean dard ga om able se consecuente implicacion de que podria ne pet future Pate adeno aaa Conn ee Peat mac npn us i 51a ¢lnetorble sable a ae ei de ae de Francia, Alemania e Italia ieee Maguinlo dio voda la prague pudo en ocr soe Pade habia muerto muy poco después de su partida, y en famines shan jad de seat ck eer unos (184) Experimenabe también areca oe e rina de iter gue lt edad ie Sespus: Maquiveo encased ona es Pe, Hem pean els enrn de Maca onstage ‘ oie ee dejé de amarla, mienttas que ella con paciencia y, finalmente, le sol 6 Eero] ini en Florencia yun alededons mel cons Maguiavelo poder militar en sus fronteras: César Borgia. En abril de 1501 Borgia fue nombrado duque de la Romagna por su padte, el papa Alejandro VI. Inmediatamente lanz6 una Serie de audaces campafias a fin de conseguir para sf un terticorio a tono con su nuevo y flamante titulo, Se apode- 6 en primer lugar de Faenza y puso sitio a Piombino, donde entré en septiembre de 1501. Seguidamente sus lu- gartenientes sublevaron el Val di Chiana contra Florencia én Ia primavera de 1502, en tanto que Borgia marchaba fen persona hacia el norte y se apoderaba del ducado de Urbino en un fulminante coup. Engreido por estos éxitos, pidi6 entonces una alianza formal con los flotentinos y s0- ficité que se le enviara un mensajero para ofr sus condi- ciones. El hombre elegido paca esta delicada tarea fue Ma- {uiavelo, quien recibié su comisiGn el cinco de octubre de 1502 y se present6 ante cl duque en Imola dos dias des- Plbsta misién marca el principio del periodo més format vo de Ia cartera diplomatica de Maquiavelo, periodo en {que pudo desarrollar el papel que mas le agradaba, el de obsefvador de primera mano y ascsor de los gobiernos Contemporaneos, Es también el tiempo en que llegé a for- ular los juicios definitivos sobre la mayoria de los gober nantes cuyas politcas pudo observar en su proceso de for- maci6n. Con frecuencia se ha sugerido que las Legactones de Maquiavelo contienen simplemente los «maretiales sin pulire o los «toscos esbozos» de sus posteriores puntos de Mista politicos y que ulteriormente retocé e incluso ideali- 26 sus observaciones en los afios de retiro forzoso. No obs tante, como veremos, el estudio de las Legaciones revela de hecho que las apreciaciones de Maquiavelo, ¢ incluso sus epigramas, se le ocusrieron inmediatamente, siendo posteriormente incorporados, practicamente sin alteracién, 2 las paginas de los Discursos y especialmente de El Princi pe. Ta misign de Maquiavelo en la corte de Borgia dut6 casi cuatro meses, en el curso de los cuales mantuvo varias con- Yersaciones téte a téte con el duque, quien parece habers tomado la molestia de exponer su politica y la ambicion 20 Quentin Skinner subyacente a la misma, Maquiavelo qued6 muy impre. sionado. Bl duque, refiris, es wobrehumano por ea vabae, YX mucsta como hombre de grandes desighion, que sé Xe @ si mismo capar de alcanzar todo cuanto cues (L520), Mas an, sus aciones no son sen ete fes que sus palabras, pues scontrola todo por sf mismon gobierna con extrema discrecidns y es capaz en core, uencia de decidir y ejecutar sus planes con una tapides aplastante (L 427, 503). En una palabra, Maquivel feconocia que Borgia no cra simplemente un comlottion, Presuntuoso, sino alguien que tha de set vate eon ‘huevo poder en Italia» (L 422) Estas observaciones, originariamente enviadas en sect 4 los Diez de ta Guerra, se han hecho célebres desde en. quiavelo pone de nuevo de relieve el gran valordel da ue, sus habilidades excepcionales y su gran sentido de In resolucion (33-4). Reitera también su opinién de que Bor- Bia tesultaba no menos impresionante en la cjecacién de Sus designios. «Hizo uso de todos los medios y accionce Psibless Para eechat raicess, y se las arregl6 para asentar fuertes cimientos para el futuro poders en tan corto nena o que, si la suerte no le hubieta abandonado, chubsons vencido cualguer difclads (29, 33). a 'n tanto que admiraba las cualidades de Borgia para el cau, Maqulavelo experiment no obwante dee fincipio un cierto sentimiento de inquietud por fa ssombrosa confianza en si mismo del duque. A primetos le octubre de 1502 escribié desde Imola que «en el vee Po que he permanecido aqut, el gobierno del duque no se ha apovado en otra cosa sino en su buena Forunas (L 386). Al inicio del afo siguiente hablaba con desaprobe, cion creciente del hecho de que el duque se moctnee todavia satisfecho de confiar en su sinaudita buena sucra (L520). Pero en octubre de 1503, al ser enviado Mar gquiavelo con una mision a Roma y tener de nuees Ia ston de observar a Borgia muy de cerca, sus anteriores da Maguiavelo 2 das cristalizaron en una aguda conciencia de los limites de las capacidades del duque Fl principal objetivo del viaje de Maquiavelo « Roma era informar acerca de una ins6lita crisis que se habia de- sarado cn la corte papal. El papa Alejandro VI habia rmuerto en agosto, y su sucesor, Pio Ill, habia muerco a su vez al mes de tomar posesion de su cargo. La signoria flo- rentina estaba ansiosa por recibir boletines diatios para cs- far al tanto de lo que probablemente pudiera suceder en cl futuro inmediato, especialmente después de que Borgia Hlegara para promover la candidacura del cardenal Giulia- no della Rovere. Este curso de los acontecimientos parecta potencialmente amenazador para los intereses de Floren- ia, porque cl apoyo del duque habia sido comprado con la promesa de que seria designado capicin general de los «jércitos del papa si della Rovere resultaba elegido, Parecia indudable que, si Borgia consolidaba su puesto, empren deria tna nueva serie de campafias hostles en las fronceras del tertitorio florentino De acuerdo con ésto, los primetos despachos de Ma: quiavelo se concentraron en el cénclave, en el que della Rovere salié elegido «por una gran mayorias, y tomé el nombre de Julio If (L599), Pero una vez resuelto este asunto, la aiencién de todos se dirigid hacia Ia hucha que acababa de entablarse entre Borgia y el papa, En cuanto Maquiavelo vio a estos dos maestros de Ia hipocresia bus catse las vueltas se percat6 de cimo sus dudas iniciales acerca de las habilidades del duque quedaban totalmente justificadas. ‘A Borgia, pens, le habia faltado perspicacia al no pre- ver los riesgos inherentes al apoyo de della Rovere. Como recordé a los Dicz de la Guerra, el cardenal se habia visto obligado a «vivir diez afios en el exilio» durante el pomtifi cado del padre del duque, Alejandro VI. Sin duda, afa- dia, della Rovere «no puede haber olvidado esto tan'pron- tamente> como para mirar con sincera complacencia una alianza con el hijo de su enemigo (L599). Pero fa critica ims scria de Maquiavelo se centraba en el hecho de que Borgia, incluso en esta equivoca y peligeosa situacién, con- a Quentin Skinner tinuase poniendo una confianaa exesivamente atogante en su inincerumpida racha de buena suerte. al principio Maquiavelo hizo notar con aparente sorpresa que wl du que se esté dejando arrastrar por su ilimitada confianza» 599) os semanas mas tarde, cuando atin no haba Hegudo la comision papal de Borgia sus posesiones en la Romagna acababan de levantarse en una revuelta generalizada, in- formaba en tonos més acres que el duque «se ha quedado estupefacto> por «estos cambios de Fortuna, que n0 estaba acostumbrado a experimentars (L 631). A fines de mes, Maquiavelo ha llegado a la conclusién de que la mala For- tana de Borgia I ha desanimado de al manera que ahora 10 era ya capaz de mantenerse fieme en decision alguna 136 denote se sb en tondone i seeure 2 los Diez de la Guerra que «podéis a parti de ahora actuar sin tener que pensar en él para nada» (L 683). Una sema ng inf ide mencion por dia ve os ste de Bo ja, observando simplemente que «poco 2 poco el duqu sa desizando hacia lt eumbas (709) : a © mismo que antes, estos juicios confidenciales sobr. glaticter de Borgia se han hetho desde entonces fenoeme debido a su incorporacién al capitulo 7 de E/ Principe Maquinvelo repte que el daque'shizo una mala opens al apoyar ela elecci6n de Julio como papa», porque «nunca debiera haber permicido que el papado fuera a parat a ningtin cardenal a quien antes hubiera agraviador (34). Y ‘welve una vez més a su acusacién fundamental de que el duque habia confiado demasiado en su suerte. En vez de enfrentarse a la evidence probabilidad de que en algin momento podia verse detenido por un wpope bajo de la nan $€ derumbs en cuanto éte tuo Taga (29). A pesar de su admiracién, el veredicto final de Maquiavelo sobre Borgia —tanto en EJ Principe como en las Legacio ner toralmente destavorable: slog su posicén au vés de la Fortuna de su padres y la perdi6 tan pronto co- tm la Fortuna le abandons (8). Prone siguiente caudillo-influyente de quien Maquiavel tuvo oportunidad de hacer na valorcin de pinta ma | | | | | Maquiavelo 3 no fue el nuevo papa, Julio II. Maquiavelo estuvo presen- wen varias audiencias durante el tiempo de la eleccién de Julio Tl, pero fue en el curso de las dos misiones poste- res cuando adquitié una vision completa del cardcter y Te las dotes de gobierno del papa. La primera de elas tu- ‘fo lugar en 1506, cuando Maquiavelo volvi6 a la corte pa- pal entre agosto y octubre, Las instrucciones que levaba Ponsistian en mantenct informada a la signoria de la marcha del plan marcadamente agresivo de Julio Il de re Cuperar Perugia, Bolonia y otros terricorios que ances fabian pertenecido a la Iglesia. La segunda ocasion surgi6 tn 1510 al ser enviado nuevamente Maquiavelo como em bajador a la coree de Francia. Por este tiempo Julio Il pabta organizado una gran cruzada para expulsar de Italia a dos barbarose, ambicion que puso a los florentinos en fina embarazosa situacién . Por un lado ao querian de- agradar al papa cn su creciente disposicin belicosa. Pero, por otto, efan aliados tadicionales de Francia, que inme Bratamente les pregunto qué ayuda podia esperar si el pa- pa invadia el ducado de Mildn, que habia sido vuclo @ Bomar por Luis XIl el afo anterior, Lo mismo que eo 1506, Maquiavelo se encuentra siguiendo con impaciencia cf curso de las campafias de Julio, al tiempo que espera y proyecta preservar la neutralidad de Florencia. Observando al papa guerrero en accién, Maquiavelo queds impresionado en un principio, y luego arénito: Co- Hrenz6 pensando que el plan de Julio II de reconquistar Tos estados papales estaba abocado a cetminar en desastre Nadie piensa», escribio en septiembre de 1506. que, el papa wea capaz de llevar a término lo que prevender (1.996). Inmediatamente, no obstante, hubo de comerse Sus propias palabras. Aaces de fin de mes, Julio habia yyuelto 2 entrar en Perugia y «artegl6 sus asuntose, y antes ‘de que acabara octubre Maquiavelo se ve dando fin a su mision con la sonada noticia de que, después de una re ‘meraria campafia, Bolonia sc ha rendido sin condiciones, Eposttindose sus mismos embajadores 2 los pies del papa y centregandole la ciudad» (L 995, 1035). 'No paso mucho tiempo, no obscante, antes de que Ma uM (Quentin Skinner quiavelo comenzara a sentirse mas critico, en especial des- ués de que Julio tomara la alarmante decision de lanzar sus débiles topas contra el poderio francés en 1510. Al principio manifest6 simplemente la irénica esperanza de gue Ia audacia de Julio chaya de volverse del revés para basarse en algo distinto de su santidad» (L 1234). Pero pronto habré de escribir en tono mucho més serio para de- cir que snadic sabe aqui con certeza nada acerca del fun- damento de las acciones del papa», y que cl mismo emba. jador de Julio I! se manifiesta «completamente atetrado» por la aventura en su conjunto, puesto que «es profunda. mente excéptico sobre si el papa cuenta con los recursos y la organizaciOn» para emprenderla (L 1248). Maquiavelo rho estaba todavia en condiciones de condenat a Julio sin ‘mis, puesto que atin pensaba que era concebible que, «lo mismo que en la campafia de Bolonias, «la mera audacia y Ia autoridad> del papa pudieran servir pata convertir sa descabellado ataque en una inesperada victoria (L 1244). No obstante, comenzaba a sentitse profundamente in 4quieto. Repetia con evidente simpatia un dicho de Rober- fer que hacia al caso: que Julio parecia ehaber sido desti- ‘nado por el Todopoderoso para la destruccién del mundo» (L 1270). Y afadia con desacostumbrada solemnidad que cl papa en realidad «parecia empefiado en la ruina de la Cristiandad y en provocar el colapso de Italia» (L 1257). Este relato del desarrollo de los asuntos papales reapare- ce vireualmente idéntico en las paginas de El Principe. Maquiavelo reconoce en primer lugar que aunque Julio, sptocede impetuosamente en todos sus asuntos, cobiiene slempre Exitos» incluso en sus més descabelladas empresas Pero continta arguyendo que esto era debido Gnicamente 4 gue dos wcmposy sus cicunsanciass aban tan ena monia con este modo de proceders, que aunca tenia que pagar el castigo debido a su temeridad. A pesar de ls pr ‘metos éxitos del papa, Maquiavelo se siente acreditado pa ‘a dar una visi6n totalmente desfavorable de su gobierno. Admitia que «Julio habia llevado a cabo con su imperuoso modo de proceder lo que ningiin otto pontifice con toda la prudencia humana hubiera podido hacer», Peto ello era Maquiavelo 5 debido Gnicamente «a Ia brevedad de su vida, de la que ‘hos apartamos con la impresién de que debe haber sido tun gran conductor de hombres». «Si se hubieran presenta- do ocasiones en que hubiera necesitado proceder con cau. tela, hubieran ocasionado su caida; porque nunca hubiera ‘ambiado los métodos a los que su naturaleza le inclina: ba» (91-2). Encre su legacién ance el papa en 150¢ y sv vuelta a Francia en 1510, Maquiavelo tuvo que cumplir una mi- sign més fuera de Italia, en el curso de la cual pudo obte- net valotaciones de primera mano de otto prominense hombre de gobierno —Maximiliano, el Sacto Romano Emperador. La decision de la signoria de enviar esta em- bajada surgié del hecho de que le incumbfa el plan del emperador de marchar a Tralia_y coronarse en Roma. Al lanunciat este propésito pidi6 2 los florentinos un genecrosa ayuda que le permitiera hacer frente a su crOnica falta de fondos, La signoria se sentia ansiosa de complacerle si realmente ibaa venir, pero no en caso contratio. “Vendria en reali- dad? En junio de 1507 fue despachado Francesco Vettori a fin de obtener una respuesta, pero informé en términos tan confusos que seis meses después de que particra, fue enviado Maquiavelo con instrucciones adicionales. Ambos petmanecieron en Ia corte hasta junio del afto siguiente, fuando la propuesta expedicién fue definitivamente sus- pendida Los comentarios de Maquiavelo sobre el jefe de la Casa de Hausburgo no contienen ninguno de los matices cali ficaciones que caracterizan sus descripciones de César Bor gia y de Julio II. Desde el principio hasta el final cl empe rador caus6 a Maquiavelo la impresion de un gobernante totalmente inepto, dotado apenas de alguna de las cuali dades apropizdas pata llevar adelante un gobierno efecti vo. Para Maquiavelo, su debilidad fundamental era la ten: dencia a ser «muy negligente y crédulo a la vez», a resultas de lo cual emanifiesca una constante proclividad a dejarse influenciar por cada opinién distinta que s¢ le presente» (L 1098-9). Esto hace imposible llevar adelante nego. 26 (Quentin Skinner ciaciones, por lo que, incluso cuando empieza por decidir- se pot una accién determinada —como en el caso de la ex- pedici6n a Tralia— es seguro que dird «Soto Dios sabe c6- mo acabarés (L. 1139). Esto hace que el suyo sea un go- bierno irremediablemente endeble, porque todo el mun- do se mantiene en una constante confusion» y «nadie sa- be qué ¢s lo que realmente hari (L 1106). El retrato del emperador hecho por Maquiavelo en EY Principe reproduce ampliamente estos primeros juicios, Estudia a Maximiliano a lo largo del capitulo 23, cuyo te- ma ¢s la necesidad que tienen los principes de escuchar los buenos consejos. En él se discurre sobre la conducta del emperador a modo de relato preventivo de los dafios que acarrea el no tratar a los propios consejeros con Ia firmeza adecuada. Se describe a Maximiliano como un hombre tan emanejable> que, si sus planes «llegan a ser generalmente conocidos», y por tanto «encuentran oposicion por parte de los que le fodeany, ello le inhibe de su realizacién de tal manera que de inmediato de las decisiones que toma, ¥ elo que hace un dia lo deshace al siguientes (87) Las lecciones de la diplomacia Antes de que formulara su veredicto final sobre cau y hombres de goblemo ton los que se hab ens contrado, llegé a la conclusion de que habia una y simple leccién fundamental que habian aprendido mal, a resultas, de lo cual habfan fracasado en sus empresas, o habian te- nido éxito debido mas a la suerte que al sano juicio politi co. La debilidad basica que todos ellos compartian era una fatal inflexibilidad ante las cambiantes citcunstancias. Cé- sat Borgia se mosttaba siempre arrogante por la confianza pee ef misma: Maximliano,precavido yextema- lamente dubitativo: Julio 11, impetuoso y sobreexcitado. | | | Maquivelo n jue rodos ellos se negaban a reconocer era que habrian 40 ie mucho més éxito si hubieran intentado acomodar Gos personalidades respectivas a las exigencias de los viem- pos en Tugar de querer reformar su viempo segin el molde fe sus personalidades, ‘Con el tiempo Maquiavelo colocd este juicio en cl auténtico corazén de sus analisis sobre el caudillaje pol ao en EI Principe. No obstante, tuvo esta intuicion mucho Gnees, en el curso de su activa carrera como diplomatico, ‘Reemés. aparece clato en las Legaciones que la gencraliza- ign surgid al principio menos como resultado de su pro- pias teflexiones que del hecho de escuchar —y después Fiflexionar sobre ellos—, los puntos de vista de los dos po- Iiticos mas astutos con quienes entr6 en contacto. El asun- to se le oftecis por vex primera cl dia de la eleccin de Ju- Tio como pontifice. Maquiavelo se enconer6 metido de Ileno en una conversacin con Francesco Soderini, carde- nal de Volterra y hermano de Piero Soderini, el jefe (gon- Jalonieri del gobieeno de Florencia. El cardenal le asegut6 Que «durante muchos afios no ha podido nuestra ciudad ‘Sperar tanto de ua auevo papa como del actuals. «Pero Solamente>, aftadi6, esi sabe estar en armonfa con los tiempos» (L593). Dos afios més tarde Maquiavelo se en- contt6 con el mismo juicio en el curso de las negociaciones con Pandolfo Petrucci, sefior de Siena, al que mas tarde fmencionari con admiracin en EI Principe como «un hombre verdaderamente capaze (85). Maquiavelo habfa do comisionado por la signoria para pedit razones de «to ddas las trampas ¢ incrigas» que han marcado los tratos de Pandolfo con Florencia (L 911). Pandolfo respondis con tuna sinceridad que impresiond vivamente a Maquiavelo eDeseando cometer el minimo de errores posibles», «yo Ilevo adelante mi gobierno dia a dia, y arteglo mis asuntos hora tras hora, porque los tiempos son més poderosos que inuestras cabezas» (L912). ‘Aunque las apreciaciones de Maquiavelo sobre_los hombres de gobierno de su tiempo son en general severa- mente erfticas, seria equivocado concluir que viese a los gobiesnos contemporineos no mis que como una historia 28 Quentin Skinner de ermenes,louras y deseracas. En dstinos momentos ic su carrera diplomatica pudo ver cémo un problema po- Ttco era aftontado y resuelco de una manera que no solo suscitaba su inequivoca admiracién, sino que ejercia una clara influencia en sus propias teorias sobre cl gobierno politico. Uno de estos momentos tuvo lugar en 1503, en, el curso de una prolongada guerra de ingenio entre César Borgia y el papa. Maquiavelo estaba fascinado al ver cémo. Julio II hacia frente al dilema planteado por la presencia del duque en la corte papal. Como recordaba a los Diez de la Guerta, «el odio que su santidad ha sentido siem- pte» hacia Borgia ses bien conocido», pero esto dificilmen- te altera el hecho de que Borgia «ha resultado de mas ayu- da para él que ningén ottov al asegurat su eleccidn, por lo que sha hecho al duque un gran ntimero de promesas» (L. 399). El problema parecia insoluble: geémo podia Julio conseguir libertad alguna de accién sin violar al mismo tiempo su solemne compromiso? Tal como Maquiavelo descubrié répidamente, la res- puesta se presents en dos ocasiones muy claras. Antes de su elevacion al trono pontfiio, Julio tvo buen euidado en recalear que, «siendo un hombre muy de buena fee, es- tuba absolutamente obligado 2 estar en contactor con jorgia «para mantener [a palabra que le habia dado» ‘mediatamente reneg6 de todas sus promesas. No solamen- te neg6 al duque su tuloy sus tops, sno qu lo ares realmente y lo hizo prisionero en el palacio papal. Ma- Ghuiavelodifcimence puede concliat so ompees sa ade Ihitacién por el coup, «Ved ahota>, exclamay ade qué ma. ‘neta tan honorable comienza este papa a pagar sus deu- das: se limita a saldarlas por el procedimiento de anu- larlass. Nadie considera, afiade significativamente, que el apado haya quedado deshontado; por el conttatio, «todo el mundo continia besando con el mismo entusiasmo las manos del papa» (L683) in esta ocasién Maquiavelo se muestra en desacuerdo con Borgia Po haben deja saat vente de una mane fa tan ruinosa, Tal como de una manera muy tipica suya Maquiavelo » sefialé, el duque nunca deberia haber supuesto «que las palabras de otfo son mas dignas de confianza que las de Fiho mismo (L 600). No obstante, Borgia fue sin duda el taudillo en quien Maquiavelo encontrd el mejor modelo Ge accidn, que pudo observar y en otras dos ocasiones tuvo l privilegio de verle haciendo frente a una peligrosa crisis y superdndola con un denuedo y seguridad tales que se zané el completo respeto de Maquiaveo. Ta primera surgié en diciembre de 1502, cuando. el pueblo de la Romagna expres6 violentamente su oposicién Tos, métodos opresivos usados por el lugarteniente de Borgia, Rimirro de Orco, para pacificar la provincia el afto anterior. Consta que Rimirro se habia limitado simple. mente 2 poner en obra las drdenes del duque, y lo haba Tlevado a cabo con éxito notable sacando al pais del caos para ponerlo al amparo de un buen gobiemno. Pero su Erueldad habia desatado tales odios que la estabilidad de la provincia se hallaba nuevamente en peligro. {Qué hizo Borgia? Su solucién exigié el despliegue de una espeluz- ante rapidez de accién, cualidad por la que Maquiavelo muestra su admiracién en el relato del episodio. Rimitso fue citado a Imola, y cuatro dias después «fue hallado par tido en dos en la plaza publica, donde su cuerpo perma: rece atin, de modo que todo el pucblo ha podido verlo» , sino que ha iniciado el proceso de reclutamiento en una ‘scala asombrosa, ehabiendo presidido una parada de quinientos hombres de armas y el mismo nimero de caba- Iexéaligerae (L 419). Pasando a su estilo mis admonitorio, confiesa que «esta escribiendo todo esto de muy buena ga- nay porque ha Hlegado a pensar que «todo aquel que esté bien armado, y tiene sus propios soldados, se encontraré siempre en una situacion ventajosa, aunque puede suceder que las cosas se vuelvan del revése (L 455) En 1510, después de una década de misiones en el extranjero, Maquiavelo habia formado su propio juicio sobre la mayorfa de los hombres de estado con quienes se habia encontrado. Solamente Julio Il continué cn buena medida dejindolo perplejo. Por una parce, la declaracion de guetra contra Francia por parte del papa en 1510 le pa- reci6 a Maquiavelo casi demencialmente itresponsable. No se requetia imaginacién para ver que «un estado de ene- mistad entte estos dos poderes» podria convertirse en ela ‘ms aterradora desgracia que podia suceder» desde el pun- to de vista de Florencia (I 1273). Por otra, no podi rechazar la esperanza de que, por mera impetwosidad, Ju- lio podria atin probar a ser el salvador més que el verdugo de tralia, Al final de la campafia contra Bolonia, Ma- guiavelo se permits manifear su sombro pore hecho le que el papa no pudiera «llevar adelante algo més gean- dioso», de manera que esta vez Italia pudiera verse verda- deramente libre de los que habjan planeado hundirla> (L. Maquiavelo 3” 1208). Cuatro afios mas tarde, a pesar del empeoramiento de Ia ctisis internacional, estaba todavia luchando contra Sus temores crecientes peasando que, «como en el caso de Bolonia» el papa puede alin tramar canrastrar a todo el mundo con él» (L 1244). Desaforcunadamente para Ma- quiavelo y para Florencia, sus temores productan mejores Dredicciones que sus esperanzas. Después de haber sido Guramente acosado en la batalla de 1511, Julio reaccioné ‘concluyendo una alianza que cambié la entera faz de Ita- lia. El 4 de octubre de 1511 suscribié la Santa Alianza con Fernando de Espafia, logrando de este modo el apoyo mi litar espafiol para la cruzada contra Francia. Tan pronto como se abrié el nuevo perfodo de campafia en 1312, fa formidable infanteria espafiola marché sobre Italia. En primer lugar, hizo retroceder el avance francés, forzindo- fos a evacuar Ravenna, Parma y Bolonia y finalmente a re- tirarse detras de Milin, Volvi6 entonces contra Florencia. [a ciudad no se habia atrevido a desafiar a los franceses y, fen consecuencia, no manifest6 su apoyo al papa. ‘Se encontfaba ahora en la situacion de tener que suftir ‘un duro castigo por su error. El 29 de octubre los espafio- les saquearon la cercana ciudad de Prato, y tres dias més tarde los florentinos capitularon. El gonfaloniere Soderini marché al destietro, los Médici volvieron a entran en la Giudad después de una ausencia de 80 amos, y unas sema- nas més tarde la repablica fue disuelta. Ta suerte de Maquiavelo se vino abajo junto a la del ré- fgimen republicano. El 7 de noviembre fue formalmente felevado de su puesco en la cancileria, Tres dias mas eatde se le sentencis al confinamiento dentro del territorio flo- rentino, previa la fianza de la enorme suma de mil flosi- nies, En febrero de 1513 llegé el peot de los golpes. Cay, por error, en sospecha de haber tomado parte en una abortada conspiracién contra el nuevo gobierno de los Mé- dici, y después de haber sido sometido a tortura se le con- dend a Ia circel y a la paga de una fuerte suma. Como mis tarde se quejaria 2 los Médici en Ia dedicatoria de E/ Principe, «la poderosa y obstinada malicia de la Fortuna» le ha hundido de repente y sin conmiseracién (Il). 2. El Consejero de principes EL contexto florentino A principios de. 1513 Ya familia Médici obtuvo su mis brillante triunfo. El dia 22 de febrero el cardenal Giovan- ni de Médici partié para Roma después de encerarse de la muerte de Julio II, y el 11 de marzo salié del c6nclave de cardenales ‘elegido papa con el nombre de Ledn X. En. cierto sentido ello representaba un nuevo golpe asestado conta las esperanzas de Maquiavelo, al aportar una desco- | nocida popularidad al nuevo régimen establecido en Flo- rencia, Giovanni era el primer florentino que llegaba a ser papa, y, de acuerdo con Luca Landucci, el cronista con- tempordneo, la ciudad lo celebro con fogatas y salvas de arilleria durante casi una semana. Pero en otfo sentido, este curso de los acontecimientos supuso un inesperado golpe de Fortuna, pues impuls6 al gobierno a decretar tuna amnistia como parte del general regocijo, y Maquia- velo fue puesto en libertad. Tan pronto como salié. de la prisién, Maquiavelo co- men26 a buscar la forma de autortecomendatse a las auto- 2 Maquiavelo 33 ridades de la ciudad. Su antiguo colega, Francesco Vetto- Fo fMabta sido nombrado embajador en Roma, y Maquia rite escribis tepetidas veces urgiéndole 2 utlzat su ‘efluencia «a fin de poder obtener un empleo de nucsto for el papas (C 244). A. pesar de ell, se dio cuenta Bronco. de.gue Vettori cra incapaz 0 quizés se resistia a Pradatle- Muy descorazonado, Maquiavelo se fetitS a st iquena granja en Sant Andeea, para —segin esibi6 = Vettori speimanecer lejos de cualquier rostro humanor (C516). A partir de este momento coment6 por ve? Pr eta 2 contemplar la escena politica menos como partic ante que como aralista. Envis en primer lugar largas y Bien ratonadas cartas a Vettori sobre las implicaciones de Ia renovada intervencion de espafoles y feanceses en Telia. Posteriormente —-como explicd en una carta del 10 de di- Fembre-~ comenz6 2 disttaet su forzado ocio con la refle- Sion sistemdtiea sobre su expetiencia diplomatic, sabre lis lcciones de la historia, y consecuentemente sobre papel del gobierno. PePal como se queja en la misma carta, se ve reducido «a vivir en una casa pobre con un menguado pattimonios Pero esti haciendo. que st tetiro result soportabe recl yendose cada tarde a su estudio y leyendo historia clasica, Tentrande en las antiguas cores de los antepasados a fin de sconversar con ellos y preguntatles por las razones de sus artoss, Ha estado también pondetando los puntos de fist que ba ido adguitiendo «en el curso de los cincuenta Boss durante los cuales we vio implicado en el estudio det are de gobernare, El resultado, dice, es que ehe com: puesto un pequeio libro Sobre los Principador, en el que fhe sume, tan profundamente como puedo, en disquii- Gloves aceiea de este asuntor. Este «equ libro» era la bra maestra de Maguisvelo BI Principe, que fue perge®~ do como indica esta cata— en la segunda mitad de 1515, y completado en la Navidad del mismo aito (C 303 5). ia mayor esperanza de Maquiavelo, como confiesa a Vevtai, era que este tratado pudicra dacle nororiedad an- te nests sefiores los Médicin (C305). Una raz6n pata 4 Querin Sera 3 auracr de este modo la atencién sobre si —como lof ac ofrecer que un seco y muy esquematizado andlsis de muestra la dedicatoria de E/ Principe— era el deseo del BY foo de principado y los medios «para adquiritlo y ofrecer a les Médici slgtn tipo de prucba de quc so} un} pantencrlo» (46). Ea el capitulo primero comienza aislan- sAibdito lel (10). Su inquietad por la inquina de 608 a eee od. minios ¥ establece que todos los domi- afectado negativamente a sus modos de razonamiento nor-} 9°, 8 O°", cocblicas 0 principadoss. Inmediacamente da malmente objetivos, pues en el capitulo 20 de E/ Principe) ado el primer tétmino, tecalcando que por el momen- ‘mantiene con gran entusiasmo que las nuevas aucoridades) ¢ [42,0 Smtr cualquiet tipo de discusion sobte las re: pueden esperar hallar emds lealtad y apoyo por parte de) plica ¢ interesarse exclusivamente por los principados aquellos que al principio de su gestion eran considerados) PUPUS Gidamente la tnvial observacion de que todos los como peligrosos que de aquellos otros que lo eran comO| incipados son o hereditaris o de nueva cteacién. Des- personas de confianzas (79). Pueso que esta afirmacion | POC Tuevamente el primer téemino, arguyendo que los quedaré completamente contradicha ‘en los Discursos) “sohernantes hereditarios encuentran menos dificultades y (236), resulta dificil no advertie que un elemento de espe- sesecuentemente necesitan menos de sus consejos. ial imploracin incerviene en este punto de los andlisis de | eee tos principades de nueva creacion, distin. Maquiavelo, sobre todo cuando repite ansiosamente que! Gye ahora los «totalmente nuevos» de aquellos que «son +No cesaré de recordar 2 todo principe» que «mis pfo-} Fimo miembros unidos a la condicién hereditaria del echo» se puede esperar siempre de eaquellos que estu-| Principe que los conquista> (11-12). Se muestra aqui me: vieron sitcom con el anterior gobierno» que de cual | eee etic en la dltima clase, y después de tres auier otro (7 | Gapiculos dedicados a slos principados mixtos. continéa, No obstante, la principal preocupacién de Maquiavelo | crcl capicule 6, con el tome, ae ciceaeeete le fascina ‘ra, naturalmente, dejat claro ante los Médici que él era) S45 que ningdn otto: el de los «prineipados completa- un hombre digno de un cargo, un experto al que seria ia- | henge nuevos (24). Valve a hacer aqut una ulterior sub- sensato. preterit. Insise en su, Dedicaronis en que «para division de su material, y al mismo tiempo introduce la dliscemir claramenter la naturaleza de un principe, el ob- | Ye eg quieds la mas importante anttesis en toda su teoria servador no debe ser él mismo un principe, sino «uno del | politica, antitesis en torno a la cual gira cl argumento de pucblo». Con su confianza usual afiade que sus propias | 7 Principe. Los nuevos ptincipados, manifiesia, son 0 teflexiones son, por dos razones, de valor excepcional. Ha- | bien adquiridos y mantenidos «por medio de las propias ce hincapié en «la amplia experiencia en los feral armas y de la propia virtiie, 0 bien «por medio de las fuer- asuntoss que ha adquirido a lo largo de emuchos afios» ya! 2 Ge otro o gracias la Fortuna» (24, 27). través de muchas inquietudes y peligross. Y sefiala con} “"Volyiendo a esta dicotomia final, Maquiavelo muestra orgullo el dominio teérico que del gobierno ha adquitido | menos interés en la primeta posiblidad. Afirma que al mismo tiempo a uavés de la «continua lecturas de las | Zquellos que han conseguido el poder a través de «su pro- antiguas historias —indispensable fuente de sabidutia | pf sins mo a tavés de la Fortunay han sido los gober- ssobre la que he reflexionado con profunda atencién du- | antes mas admirables», y pone como ejemplos a «Moisés, rante largo tiempo» (10-11). Qué podia. por tanto, ense- | Ciro, Remulo, Teseo y otros como ellos». Pero no puede fiat Maquiavelo a los principes en general, y a los Médici | poner ningtin ejemplo italiano de la actualidad (con la en particular, como resultado de su estudio y su experien- | posible excepeién de Francesco Sforza) y su andlisis impli- cia? A quienquiera que acometa la lectura de El Principe | cx que tal sobresaliente virld muy escasamente puede cs por el principio podra parecerle que éste tiene poco mas | peruse en medio de la cosrupci6n del mundo moderno 36 Quentin Skane (25). Se centta, por canto, en el caso de los principados adquitidos gracias a la Foreuna y con la ayuda de armas extanjeras. Aqui, por contraste, encuentra 2 la modernal Italia llena de ejemplos, siendo el mas instructivo el de César Borgia, quien «adquirié su posicion gracias a la For tuna de st padres, y cuya carreta es adigna de imitaciba por parte de todos aquellos» que han Hlegado a see princi pes «debido a la Fortuna y por medio de las fuerzas de otto» (28, 33). Este andlisis marca el fin. de las divisiones y subdivi-| siones que Maquiavelo establece, y nos lleva al tipo de} principados en los que esté preferentemente interesado. Ay ésta altura aparece claro que. aunque ha tenido cuidado| de presentar su argumento como una secuencia de tipolo- iis neutras, ha otganizado asturamente el tratamiento de} eamera oe ae desearneT af ino) paricalar]y] olka ected asi por su especial significacion local y petsonal, La sic) tuaci6n en que la necesidad del consejo de un experto se} ‘muestra especialmente urgente es aquella en que un go- bernante ha llegado al poder por obra de la Fortuna y de Jas armas extranjeras. Ningtin contemporiinco lector de Ed Principe pudo dejar de advertir que, cn el momento en | que Maquiavelo exponia esta pretension, los Médici ha- | bian reconquistado su anterior ascendencia en Florencia | por obra de un asombroso golpe de Fortuna, combinada con la imparable fuerza de las armas extranjeras propor- cionada por Fernando de Espafia. Eswo no implica, naeu- ralmente, que el argumento de Maquiavelo deba ser de-| sechado pot no tener mas que una importancia provin- | ciana. Peto esta clato que lo que pretendfa era lograr que sus lectores originales ceneraran la atencién en un lugar y | ‘en un ticmpo determinados. El lugar eta Florencia; el | tempo eral momento en que EY Principe se esaba Bes | La herencia clasica Cuando Maquiavelo y sus contemporaneos se vieron im- pelidos como en 1512— a reflexionar sobre el inmenso Maquinvelo a peso de la Fortuna en los asuntos humanos, se volvieron Feneralmente hacia los historiadores y moralistas romanos para proveerse de un autorizado anilisis sobre el caricter Se la diosa. Estos escritores habian dejado asentado que si tun gobernante debe su posicidn a la intervencién de la Fortuna, Ia primera leccién que debe aprender es temer @ Ja diosa, aGin cuando se presente como portadora de favo res. Livio suministré una exposicién particularmente influ yente de este aserto en el Libro 30 de su Historia a lo lar go de Ia descripcién del dramicico momento en que Ai bal capitula finalmente ante el joven Escipién. Anibal co- mienza su discurso de tendici6n tecalcando admirable mente que este conquistador ha sido en gran medida «un hombre a quien Ia Fortuna nunca ha defraudado». Peto esto le induce Gnicamente a formular una grave adverten cia sobre el lugar que ocupa la Fortuna en los asuntos hu manos. No solamente es cinmenso el poder de la Fortunas, sino que «la mayor Fortuna es siempre muy pe- quefia como para fiarse de ellas. Si dependemos de la For tana para clevarnos, estamos expuestos a caer «de la ma neta mis trégica> evando se vuelva contra nosotros, como «s casi seguro que sucederd al fin No obstante, los moralistas romanos nunca habian pen sado que la Fortuna fuera una fuerza maligna inexorable Por el contrario, la describian como una buena diosa, bo na dea, y como un aliado potencial del que bien vale la pena atraer la atencién. La razén para procurar su amistad és, naturalmente, que ella dispone de los bienes de Foreu- nna, que todos los hombres se supone que desean. Bienes que son descritos de diversas maneras: Séneca destaca «los hhonores, riquezas ¢ influencias»; Salustio prefiere sefialar «la gloria, el honor, el poders. Estaban de acuerdo, en ge ncral, en que, de todos los bienes de la Fortuna, el més grande es el honor y la gloria que le acompaia. Como Ci cern sefialaba repetidamente en Los Deberes, el mas se fialado bien del hombre es ela consecucién de la glorias, ‘el acrecentamiento del honor personal y Ia glotiay, el logro de la mis genuina glorias que pueda alcanzarse. La cuestin clave que, en consecuencia, todos estos 38 (Quentin Skinner cscritores habian suscitado era ésta: gcémo persuadir a la Fortuna para que mire hacia nosotros, que haga que los bienes fluyan de su cornucopia sobre nosotros mas bien que sobre los demas? La respuesta es que, aunque la For- tuna es una diosa, también es una mujer; y puesto que es tuna mujer, se siente ante todo atraida por el. vir, el hombre de verdadera hombria, Una cualidad que le gusta recompensar de manera especial es el valor viril. Tito Li- vio, por ejemplo, cita repetidas veces el adagio «La Fortu- nna favotece a los audaces», Pero la cualidad que ella més admira entte codas es la virus, el acributo epénimo del hombre verdaderamente virl. La idea que subyace a esta cteencia esti expresada con total claridad en Las Tuscuda- nas de Cicerén, en las que establece que el critetio para llegar a ser un verdadero hombre, un rir es la posesion de, la virtus en su mas alto grado. Las implicaciones del argu: ‘mento son exploradas extensamente en la Historia de Li- vio, en las que el éxito alcanzado por los romanos se expli- ca siempre por el hecho de que la Forcuna gusta de seguir € incluso de servir a la virtus, y generalmente sontie a aquellos que muestran_tenetla ‘Con el triunfo del Cristianismo, este anilisis clésico de la Fortuna fue totalmente abandonado. El punto de vista cristiano, expresado en su forma mas ceftida por Boecio en. La Consolacién de a Filosofia, se basa en la negacion del supuesto de que la Fortuna esté dispuesta a dejarse in- fluit. La diosa se pinta ahora como «un poder ciego», completamente indiferente, por tanto, ¢ indisctiminado en el teparto de sus dones. No se ve ya como un amigo potencial, sino sencillamente como una fuerza sin piedad; su simbolo no es ya la cornucopia sino la rueda que gira inexorablemente «como la pleamar y Ia bajamar de la ma- sta nueva visién de la naturaleza de la Fortuna vino acompafiada de un nuevo sentido de su importancia. Por su descuido ¢ indiferencia ante el mérito humano en la distribucién de sus recompensas, se dice que nos recuerda uc los bienes de la Fortuna son completamente indignos, de nuesito empefio, que el deseo del honor y Ia glotia aquiavelo » mundanos es, como Boecio Io sefiala, «realmente nada» Fila sive, en consccuencia, para apartar nuestros pasos de fos caminos de la gloria, animandonos a mirar mas alla de nnuestta prision terrena para buscar nuestra verdadera man Sion. Peto esto significa que, a pesat de su caprichosa tira- hia, Iz Fortuna es genuinamente una anciila Dei, un gente de la benevolente providencia de Dios. Forma por tlio parce del designio de Dios el mostrarnos que «la feli fidad no consiste en las fortuitas cosas de esta vida orale, y hacernos asi «menospreciar todos los negocios terrenales y regocijarnos con la alegria de los cielos por vernos libres de las cosas verrenass. Por esta razén, conclu ye Boecio, Dios ha dejado el gobierno de los bienes de es- fe mundo cn las manos volubles de la Fortuna. Su desig- pio es ensefiarnos que «la satisfacci6n no puede obtenerse através de la riqueza, ni el poder a través de la realeza, ni el respeto a través del cargo, ni la fama a través de la gl sits ‘La reconeiliacién que hace Boecio de la Fortuna con la Providencia tuvo una duradera influencia en la literatura italiana: forma la base de la discusi6n que hace Dante de fa Fortuna en el canto VII de E/ Infierno y suministra cl tema del Remedio conira prospera y adversa Fortuna, de Pecrarca. No abstante, con el redescubrimiento de los va lores lésicos en el Renacimiento, esta concepeién de la Fortuna como anciila Dei se vio a su vez desafiada por el retomno a la antigua idea de que debe trazarse una distin- cidn entre Fortuna y hado. Este cambio dio origen 2 un nuevo punto de vista sobre Ja naturaleza de la peculiar del hombre. Tradicionalmente se habia dado por sentado que descansaba en la posesién de un alma inmortal, pero en la obra de los sucesores de Petrarca encontramos una tenden tia creciente a cambiar de acento de modo que quede bien clara la libertad de la voluntad. Se tenia la sensacién de que fa liberrad del hombre quedaba amenazada por la concepcidn de la Fortuna como una fuerza inexorable. En- contramos también la tendencia correspondiente a recha tar Ia idea de que la Fortuna es simplemente un agente “o Quentin Skinner de la Providencia. Un Hamativo ejemplo nos to propor siona el aague de Pico della Mirdndol aa supuesta cen cia de la astrologia, ciencia que denuncia por implicar la} falsa creencia de que nuestras Fortunas nos han sido deter- minadas ineluctablemente por las estrellas en el momento de nacer. Poco més tarde empezamos a encontrarnos con, tuna llamada ampliamente difundida a una vision mucho mas optimista, segiin la cual —como Shakespeare pone en boca de Casio diigiendose 4 Bruro— si racastmos en inuesttos esfuerzos por alcanzar la grandeza, la culpa debe estar ano en las estrellas, sino en nosotros mismoss Al adoptar esta nueva actitud ante la libertad, los hu- manistas italianos del quinientos pudieron reconstruit la imagen totalmente clésica del papel de la Fortuna en los, asuntos humanos. Asi lo encontramos en Alberti, en el tratado de Pontano Sobre fa Fortuna, y de una manera muy especial en el opisculo de Eneas Silvio Piccolomini titulado Suesto de Fortuna, El esctitor suefia que esta sien- do guiado a través del reino de la Fortuna, y que se en- cuentra con la diosa misma, que accede a responder a sus preguntas. Ella admite que es implacable en el ejercicio de sus funciones, por lo que cuando le pregunta durante cuanto tiempo suele mostrarse amable con los mortals, ella replica: «Con ninguno por mucho tiempos. Pero dista mucho de ser indiferente al mérito humano y no niega la idea de que ehay artes por medio de las que se pueden ga- nar vuestros favoress. Finalmente, cuando se le pregunta 4 qué tipo de cualidades le gustan y cules le disgustan, res ponde con una alusién a la idea de que la Fortuna favore- ce a los audaces, declarando que «aquellos 2 quienes les | falta valor son mas dignos de odio que cualesquiera Cuando Maquiavelo analiza «Los poderes de la Fortuna en los asuntos humanos», en el pentiltimo capitulo de E/ Principe, su postura en este tema crucial nos lo revela co- mo un tipico representante de las actitudes humanisticas, Abre el capitulo invocando la creencia familiar de que los. | hombres «son controlados pot la Fortuna y por Diosey ha- | ciendo notar la evidente implicacién de que «los hombres, | Maquiavelo a po disponen de recursos contra las variaciones de la natu Faleza», pues todo esti providencialmente preordenado {89), En coneraste con estos supuestos cistianos oftece in- Mrediatamente un anilisis clésico de la libertad humana. Bs de acuerdo, naturalmente, con que la libertad del hombre esta lejos de ser absoluta, puesto que la Fortuna cs inmensamente poderosa y «puede ser duetia de la mi- fad de nuesttas accioness. Pero insiste en que suponer que hnuestto destino esta enteramente en sus manos significaria fanular nuestra libertad>. Y puesto que se adhiere fitme- mente al punto de vista humanistico de que «Dios no ha- ce nada que pueda quitarnos nuestto libre albedtio y la parte de gloria que nos perteneces, concluye que la mitad Ue nuestra acciones «0 casi» pueden quedar perfectamente bajo nucstto control mas bien que bajo el dominio de la Foreuna (90, 94), 11a imagen de Maquiavelo que mas graficamente expresa este sentido del hombre es de nuevo de inspiracién clasi- fa. Deja sentado que «la Fortuna es una mujet» y en con- secuencia 3 facilmente atraida por las cualidades viriles (92). Asi ve como una auténtica posibilidad el hacerse uno mismo aliado de la Fortuna aprendiendo a obrar en armo fia con sus poderes, neutralizando su variable naturaleza ¥ siliendo triunfador en todos los asuntos propios (83. 92), Ello le leva a la cuestién clave que los moralistas roma- ros se habjan planteado: ;Cémo podemos esperar aliarnos con Ia Fortuna, cémo podemos inducirla a que nos sontia? Responde a ello en los mismos términos que aquellos habian utilizado. Sostiene que (92). La idea de que los hombres pueden de este modo sacar provecho de la Fortuna se ha presentado algunas veces co- ‘mo un punto de vista peculiar de Maquiavelo, Pero tam- bién aqui Maquiavelo no hace sino echar mano de un re- pertorio de recuerdos familiares. La idea de que se puede hacer frente a la Fortuna con violencia habia sido puesta de relieve por Séneca, en tanto que Piccolomini habia explore en su Sueio de Fortuna ls reonancias eras je tal creencia. Cuando pregunta a la Fortuna «¢Quién puede occ nis que ctr cll conte qe en te attaida por encima de todo por los hombres «que con més energia mantienen en jaque mi poders. Y finalmente se atreve a preguntar «¢Quién resulta més aceptable de tw parte de entre los vivientes?>, ella le dice que, en tanto aque mira con desprecio ea aquellos que huyen de mis, ce siente muy excitada «por aquellos que me impulsan a la hhuida» pera " : Si los hombres se sienten capaces de domefiar a la For- tuna y alcanzar de esta manera sus mas altos propésitos, la ulterior pregunta ha de ser qué objetivos debe proponerse a si mismo el nuevo principe. Maquiavelo comientza po- niiendo una condicién minima, usando una frase cuyo eco resuena a través de todo E/ Principe. El propésito funda- mental ha de ser mantenere fo stato, por lo que entiende que el nuevo jefe debe preservar el actual estado de los, asuntos, y especialmente mantener el control del sistema Maquiavelo 4% sigente de gobierno. Existen, no obstante, fines de mucha wes envergadura que han de ser perseguidos tanto como fn mera supervivencia, y al especificar cuales son éstos, Maquiavelo se fevela a si mismo como un auténtico here eto de los historiadores y moralistas romanos. Presupone {que todos los hombres desean por encima de todo alcan air los bienes de Fortuna. Ignora totalmente de este modo €l_precepto ortodoxo cristiano (puesto de relieve, por tjemplo, por Santo Tomés de Aquino on el Réginten de Principes) segan cl cual un buen gobernante debe evitar fas tentaciones de gloria y riquezas mundanas a fin de ase- gurarse el logro de las recompensas celestiales. Por el eintrario, a Maquiavelo le parece evidente que los mayo. tes galardones por los que los hombres estén obligados a competi son ela gloria y las riquezas» —los mas preciados dones que la Fortuna tiene cn sus manos para ororgar (). Lo mismo que los moralistas romanos, Maquiavelo da de lado la adquisici6n de riquezas como ocupacién funds imental, y arguye que el més noble empefio para un prin Cpe «pridente y #irzuoso» debe ser intoducit una forma de gobierno tal y estan expuestos a ser batridos por el primer soplo que la Fortuna quiera en- viarles (28). Y no pueden —o mas bien, no deben— de- positar confianza alguna en la continua benevolencia de la Fortuna, pues ello significa contar con Ia mas falsa de las fuerzas en los asuntos humanos (28). Para Maquiavelo, la siguiente —y més crucial cuestidn— es, pot consiguicnte éta: squé maximas, qué preceptos pueden oftecerse a un ‘nuevo principe tales que, si «los observa prudentemente> hardn que parezca ser «un antiguo principe» (88)? El resto de Ei Principe va a catar de una manera preponderance de responder a esta cuesti6n, La revolucion de Maguiavelo El conscjo de Maquiavelo a los nuevos principes se divi- de en dos partes principales. La tesis primera y fundamen. tal_que sustenta es la de que «los cimientos principales de todos los estados» son elas buenas leyes y los buenos ejérci- os». Mas atin, los buenos ejércitos son quizés més impor- tantes que las buenas leyes, porque cuanto esté en su ma- no, «observando lo que ¢s recto cuando pueda» y dando de lado las virtudes cuando lo dicte la necesidad (64, 66). No obstante, en el capitulo 15 se introducen dos argu: mentos muy distintos, cada uno de los cuales es de- sartollado seguidamente. Ante todo. Maquiavelo se mues- tra un tanto butlén acerca de si se puede decir con pro- piedad que aquellas cualidades que se consideran buenas, pero que son sin embargo ruinosas, merecen realmente el nombre de virtudes. Puesto que son proclives a acartear la destruccién, prefiere decir que «parecen virtudes»; y pues. to que sus opuestas aparecen mis aptas para aportat «se- guridad y bienestars, prefiere decir que reco- ge un tema tratado por todos los moralistas clasicos, y le da completamente la vuelea. Cuando Cicerdn en Los De: eres analiza la virtud de la liberalidad, la define como un deseo de simpedir cualquier sospecha de mezquindads: y, al mismo tiempo, como lz toma de conciencia de que no hay vicio més nocivo para un lider politico que la mez- quindad y Ia avaricia. Maquiavelo replica que, si esto es lo que entendemos por liberalidad, éste no es el nombre de una virtud sino de un vicio. Argumenta que un gobernan- te que quiera evitar la reputacién de ruindad hallaré que ano puede descuidar ninguna forma de ptodigalidad>, Co- mo resultado de ello, se encontrara teniendo que «agobiat excesivamente 2 su pueblo» para pagar su generosidad, politica que pronto le hati «odioso para sus stibdios». Por cl contratio, si comienza por abandonar cualquier deseo de actuar con magnificencia, podri ser tildado de mise- rable al principio, pero een ei curso del tiempo sera consi- detado mis y mas liberal», y practicaré de hecho la verda- ddera virtud de la liberalidad (59). Maguiavelo a Una paradoja semejante aparece en el siguiente capitu- lo, titulado «Crueldad y misericordias. También éste fue tun tema favorito en los moralistas romanos, siendo el en- sayo de Seneca De fa Compasiin el mas célebre de los tre tados sobre el tema. Segin Séneca, un principe que sea miseticordioso, siempre hard ver «cusn renueate es a mo- Yer sj manor para cl castigo: acu a ete solamente «cuando haya colmado su paciencia un agravio grave y re- petidos; y lo infligité solamente edespués de sentir gran disgusto por ello» y «después de una larga dilaciéna, al mismo tiempo que con la mayor clemencia posible, Enfrenténdose con esta postura ortodoxa, Maquiavelo in siste una vez més en que representa una concepcién completamente falsa de la vittud implicada. Si comenzais tratando de ser misericordioso, de modo que «los males se propagueny y acudis al castigo solamente después de que clos crimenes 0 los saqueoss empiccen, vuestra conducta seri mucho menos clemente que la de un principe que tenga la valentia de empezar por «unos cuantos ¢jemplos de crueldad», Maquiavelo cita el ejemplo de los florenti- nos, que querian evitar eser llamados crueless en una de terminada ocasi6n, y obraron en consecuencia de tal ma- nera que de ello resulté la destruccion de toda una ciudad tun resultado mucho mas cruel que cualquier crueldad ue ellos pudieran haber ideado. Este modo de procedet se comtrapone al comportamiento de César Borgia. que cera considerado cruel», pero usé «su bien conocida cruel: dade de tal modo que «eorganizé la Romagna», la unid y stestableci6 en ella Ia paz y la lealtad>, alcanzando todos estos benéficos resultados por medio de su supuesto caréc- ter vicioso (61). Ello conduce Maquiavelo a una cuestién intimamente conexa que plantea més adelante —con un aire similar de patadoja aucoconsciente— en el mismo capitulo: «es me jor ser amado que ser temido, 0 viceversa?» (62). Una vez mis la respuesta clsica habia sido proporcionada por Ci- cer6n en Los Deberes. «El miedo es una debil salvaguarda de un poder duraderor, en tanto que el amor «puede dar seguridad de mantenerlo a salvo para siempre». De nuevo o Quentin Skinner Maquiavelo manifesta su total desacuerdo. «Es mucho mas seguro», replica, «para un principe ser temido que amador. La taz6n es que muchas de las cualidades que ha- cen que un principe sea amado tienden también a atraetle el desprecio. Si yuesttos stibdires no «tienen miedo al cas- tigo» aprovecharin cualquier ocasion para engafiaros en su. ptopio.provecho. Pero si os hacéis temer, dudarén en fofenderos 0 injuriaros, a resultas de lo cual se os haré mucho més facil mantener vuestto estado (62) ‘La otca linea de argumentacion de estos capttulos cefleja un rechazo an mas decisivo de la moralidad humanista convencional, Maquiavelo sugiere que, a%n cuando las, cualidades normalmente consideradas como buenas sean realmente virtudes —de manera que un caudillo que se rmofe de ella cacra sin duda en el vicio— no debe preocu- parse de tales vicios si los juzga tanto Giles como indife. fentes para la conduccién de su gobierno (58). El principal interés de Maquiavelo en este punto consis: te en recordar a los nuevos caudillos sus deberes funda- mentales. Un principe prudente «no debe lamentarse de recibir reproches por esos vicios sin los cuales dificilmente podria mantener su posicién»; debera ver que tales cticas son simplemente una inevitable carga que debe soportar en el desempefio de su obligacién fundamental, que es mantener su estado (58). Las implicaciones de esto son desplegadas en primer lugar en relacién con el supuesto vicio de la ruindad. Una vez que un principe prudente advierte que la mezquindad es «ano de los vicios que le permiten reinar», juzgaré que «es de poca importancia el atraerse ¢l apelativo de hombre mezquino» (60). Esto mis ‘mo se aplica en el caso de Ia crueldad, La disposicin para actuar con severidad ejemplar es crucial para el manteni miento del orden tanto en los asuntos militares como en. los civiles. Esto significa que un principe prudente no «se reocupa por el reproche de crueldad>, y que «es esencial tambien no preocuparse de que le llamen a uno crucle si se es jefe de armas, porque «sin ral reputacién» no podréis, esperar jamais mantener vuestras tropas «unidas o listas pa- ra accién algunay (61, 63). Maguivelo 5 En tiimo lugar, Maquiavelo somere a consideracién si ¢ asunto importante para un caudillo rehuit los vicios enores de la carne si se quiere mantener su estado, Los escritores de libros de consejos para principes afrontan esta uestin con un espititu estrechamente moralista, hacién dose eco de la insistencia de Ciceron en el Libro I de Los Deberes en que el decoro es wesncial pata I etude tals, y por ello toda persona que ocupe puestos de auctor dad debe evar eualguier fllo de conducts en st vida personal. En contraposiciGn a esto, Maquiavelo respond con un encogimiento de hombros. Un principe prudence ‘se protege contra estos vicios si puedes: pero si encuentra que no le es posible, entonces «pasa sobre ellos sin dacles demasiada importancias, eno molestindose por unos sen: timientos can vulgatess (58) 3. El filésofo de la libertad Con la conclusién de E/ Principe, se reavivé en Maquiave- Jo la esperanza de volver a la vida pablica, Como esctibié a Vertori en diciembre de 1513, su més alta aspiracion era todavia hacerse «itl 2 los sefiores Médici, aunque me pi- dan hacer rodar una piedra>. Deseaba saber si el modo ins efectvo de conseguir su ambicin podia ser el ia Ro- ma con «este mi pequefio tratado» a fin de ofrecérselo en persona a Giuliano de Médici, haciéndole ver con ello que «podria serie grato el obtener mis servicios» (C305) Al principio, Vettori parecia estar dispuesto a apoyar es- te plan. Respondié a Maquiavelo que debia enviarle el libro, a fin de poder ver si era conveniente presentarlo» (C 312). Cuando Maquiavelo le envié puntualmente la hermosa copia que habia empezado a hacer de los prime. tos capitulos, Vettori le amuncié que ele habia gustado muchos, aunque prudencemente afiadi6 que «puesto que ‘no he Ieido el resto del libro, no quiero dar un juicio defi- nitivo» (C 319). Pronto se vio claro, no obstante, que las esperanzas de Maquiavelo iban a verse frustradas de nuevo. Habiendo “ Maguiavelo 6 Jeido la toralidad de EY Principe a primeros de 1514, Ver~ tori respondié con un elocuente silencio. Nunca mis vol- ‘i6 a nombrar Iz obra, y en lugar de ello comenz6 a llenar sus cartas con una fienética charlatanerfa sobre sus Glkimos ssunt0s amoros0s. Aunque Maquiavelo se esforz6 en res- ponderle con un Animo parecido, era totalmente incapaz de ocultar su creciente ansiedad. A mediados de afto, Ile 6 finalmente a la conviccién de que todo estaba perdido, y esctibié con gran amargura a Vettori diciéndole que es- taba abandonando Ia lucha. Esti claro para mi, afiema, aque me toca continuar en este tipo de vida sérdido, sin hallar un sélo hombre que recuerde el servicio que he prestado 0 que crea que soy capaz de hacer algo bueno» (C343). Después de este desengatto, la vida de Maquiavelo se vio sometida a un continuo cambio. Abandonando toda ulterior esperanza de un empleo diplomitico, comenzé a verse a si mismo de una manera cada vez mis licida como un hombre de letras. El signo principal de esta nueva orientacién fue que, después de un afio o més de «pudri se en la inactividads en la ciudad, comenz6 a desempefiar tun papel prominente en las rcuniones que mantenian un grupo de humanistas y literati que se reunian regularmen: te en los jardines de Cosimo Rucellai en los alrededores de Florencia para mantener convessaciones erudicas y divertir- se, Estas discusiones en los Orti Oricellari fueron en parte de caracter literario. Hubo debates sobre los méritos pare js del Latin y del Italiano como lenguas liverarias, lecturas y representaciones de teatro. Todo ello produjo en Ma quiavelo el efecto de encauzar sus encrgias creativas en tuna direccién totalmente nueva: decidi6 escribir una co- media. El resultado fue Mandragora, la brillante aunque brutal comedia de la seduccién de la hermosa y joven mu- jer de un viejo juez. La versién original fue terminada probablemente en 1518, y pudo haber sido leida 2 los amigos de Maquiavelo en los Orti antes de set presentada pablicamente por vez primera en Florencia y Roma en el Curso de los dos afios siguientes, “ Quentin Skinner Es evidente, no obstante, que los debates mas intensos en los Ort eran sobre politica. Como uno de sus partici pantes, Antonio Bruccioli, recordaba en sus Didlogos, siempre discutian sobre el destino de los regimenes publicanos: cémo se alzaban a la grandeza, cémo defen- dian sus libertades, cémo declinaban y caian en la corrup- cian, cémo llegaban finalmente al inevitable momento de colapso. Pero su interés por a libertad civiea no se limi 4 expresarse solamente en palabras. Algunos de los miem- bros del grupo se convirtieron en oponentes tan apasion dos de la restaurada titania de los Médici que llegaton a verse implicados en un fracasado complot para ascsinat al ‘ardenal Giulio de’Médici en 1522. Uno de los que fue- ron ejecutados después de la fallida conspiracién fue Jaco- po da Diacetto; entre los que fueron condenados al exilio se encontraban Zanobi Buondelmonti, Luigi Alamanni y el mismo Brucioli. Todos ellos habian sido hombres desta. cados del cireulo de los Orti Oncellari —las reuniones de las que salicron para un brusco final después del fracaso del coup. Maquiavelo nunca fue un partidario tan yehemente de la libertad republicana como para sentise inclinado a aso- ciatse con alguna de las conspiraciones anti-Mediceas. Pero resulta claro que estaba profundamente influido por los contactos con Cosimo Rucellai y sus amigos. Un resultado de su participacién en estas discusiones fue el tratado Arte de la Guerra, publicado en 1521. Esta obra esta de hecho redactada en forma de convetsacion mantenida en los Orti Onicellart, siendo Rucellai el introductor del tema micn- tras que Buondelmonti y Alamanni hacen de interlocuto- res principales. Pero el més importante resultado del con. tacto de Maquiavelo con estos simpatizantes de la repabli ca fue la decision de escribir sus Discursos sobre los diez, primetos libros de la Historia de Tito Livio, su més larga ¥. en muchos aspectos, su més original obta de filosofia politica Maquiavelo se habia sumergido en el estudio de la his- cotia antigua (incluido Tito Livio) al menos desde el vera- ro de 1513, y en la dedicatoria de los Discursos se precia Maguievelo 6 de su econtinua leccuray de las mejores autoridades clasi- cas, Parece que no hay duda, empero, de que el estimulo pata escribir sus ideas —en la forma tipicamente humanis- ta de comentario de un texto antiguo— le vino de su afi- liaci6n al grupo de los Orti Oricellar. Los Discursos estin dedicados a Rucellai, quien inicié los encuenttos, y a Buondelmonti, uno de los conspiradores de 1522. Mas ain: Ia dedicatoria de Maquiavelo no solamente alude a sus discusiones y expresa «su gratitud por los beneficios aus he recibidos de ls, sino que tambien honra a sus amigos por haberle simpulsado @ escribir lo que yo por mi ‘mismo unca hubiera escrito» (188). aes Los medios para alcanzar la grandexa Aunque Maquiavelo discurce ampliamente en sus tres Diseursos sobte los asuntos militares y civiles de la Re plblica Romana, hay una cuestién que le predispone por encima de todas, como él mismo manifiesta, a investigar Ia antigua historia de Roma. Hace referencia al tema por vez primera en el parrafo que abre el primer Discurso y subyace a la mayor parte del resto del libro. Su propésito, dice. consiste en descubrir lo que ehizo posible la posicién dominance que la Repiblica alcanzé» (192). Existen, obviamente, vinculos entre este tema y el de E/ Principe. Es verdad, naturalmente, que en El Principe Maquiavelo comienza excluyendo a las replicas de su atencidn, mientras que en los Discursos son ellas las que le aportan los principales elementos de juicio. No obstante, seria un ertor inferir de ello que los Discurso: tienen que ver exclusivamente con las repiiblicas por oposicion a los principados. Como él mismo seiala en el capitulo segun- do, su interés no se centra en las repiiblicas en cuanto les, sino mas bien en el gobierno de las ciudades, sean és- tas gobernadas «ya como reptiblicas, ya como ciudades» (195). in; existen intimos patalelismos entre el de- seo de Maquiavelo expresado en E/ Principe de aconsejar a los gobernantes sobte cémo alcanzar gloria haciendo “ Quentin Skinner grandes cosas» y su aspiraci6n en los Discurvos a explicar por qué algunas ciudades han , y por qué Ia ciudad de Roma en particular se las artegl6 pa- ra alcanzar ela suprema grandeza» y producit tan «grandes resultados» (207-11, 341), ¢Cuiles fuleron, pues, los métodos necesarios para al- canzar la grandezas en el caso de Roma (358)? Para Ma- quiavelo la cuestién es simplemente practica, al suscribir Ja conocida idea humanista de que quienquiera que «con- sidere los asuntos del tiempo presente asi como los anti- ‘guos, pronto advierte que todas las ciudades y todos los, pueblos tienen los mismos deseos y los mismos rasgos» Eso significa que «quien diligentemente examina los acontecimientos pasados, facilmente prevé los futuros» y ‘puede aplicarles los remedios utilizados por los antiguoss 6, al menos, sinventar unos nuevos dada la semejanza de Jos hechos» (278). La estimulante esperanza que subyace y anima la totalidad de los Discursos es que, si podemos de- terminar la causa del éxito de Roma, seremos capaces de repetilo, El estudio de Ia historia clisica descubre, segiin Maquia- velo, que la clave para entender la hazafia de Roma puede resumirse en una simple frase. «La experiencia muestra que las ciudades jamas han crecido en poder o en riqueza excepto cuando han sido libres». El mundo antiguo oftece dos ilustraciones de esta verdad especialmente Hlamativas, En primer lugar, resulta admirable ver a qué grandeza ego Atenas en él espacio de una centuria después de ha- bers librado de la tirania de Pisfstrato». Pero sobre todo, es everdaderamente maravilloso observar qué grandeza al canz6 Roma después de librarse de sus reyess (329). Pot contraposicién, «todo lo opuesto 2 ésto acontetis a aquellas ciudades que vivieron esclavas» (333). Porque «tan pronto como una titania se establece sobre una co: munidad libre», el primer infortunio que adviene es que tales ciudades eno progresan y no crecen en poder o en ri- quezas; sino que en la mayoria de los casos —de hecho en todos—, retroceden» (329). Lo que Maquiavelo tiene en la mente ante todo al hacer Maquiavelo a tal hincapié en Ia libertad es que una ciudad plena de grandeza debe mantenesse libre de todas las formas de setvidumbre politica, sea ésta impuesta «internamente> por el gobierno de tn tirano, 0 externamente> pot un poder imperial (195, 235). Esto a su vez significa que el decir de una ciudad que esta en posesi6n de la libertad cs equivalente a decir que se mantiene independiente de cualquier autotidad, excepto la de la comunidad misma. La libertad viene asi a quedar equiparada al autogobierno. Maquiavelo lo deja claro en el segundo capitulo del pri met Discurso, cuando determina que (199). La primera conclusién general de los Discursos es que solamente las ciudades «crecen enormemente en un breve petfodo de tiempo» y adquieren grandeza si «el pucblo las controlas (316). Ello no quita que Maquiavelo muestre in- terés port los principados, pues esta dispuesto a veces (aun- que no de una manera consistente) a pensar que el mante- fimiento del control popular puede set compatible con tuna forma monérquica de gobierno (2.g. 427). Pero si le Neva a expresar una marcada preferencia por los regimenes fepublicanos sobre los principescos. Expone sus tazones con toda energia al principio del segundo Discurso, Es «el bien comin, no el particulars el que chace grandes a las ciudadess, y'«sin duda s6lo las repuiblicas dan importancia a este bien comtin». Bajo el dominio de un principe «suce- de lo contratio», porque slo que a él le aporta beneficios, formalmente acatrea perjuicios a la ciudad, y lo que be neficia a la ciudad le perjudica a él>. Esto explica pot qué las ciudades bajo el dominio monérquico raramente savanzan», mientras que «odas las ciudades y provincias a Quentin Skinner que viven en libertad en cualquier parce del mundo» siempre «rcalizan grandes logrose (329, 332) Sila libertad es la clave de la grandeza, ;cmo adquitit {a libertad y salvaguardarla? Maquiavelo comienza por ad- ‘mitir que siempre esta implicado un elemento de buena Forcuna. Es esencial que una ciudad renga «un comienzo libre, sin depender de nadie» si quiere tener alguna pers- pectiva de alcanzar gloria civica (193, 195). Ciudades que fienen la desgracia de comenzar su vida en una condicién servil generalmente se encuentran con que «no solamente ¢s dificil, sino imposible» el «encontrar leyes que la man- tengan libres y le den fama (296) Al igual que en E/ Principe, no obstante, Maquiavelo considera un ertor cardinal el suponer que cl logro de la grandeza depende enteramente de los caprichos de la For tuna. Admite que, de acuerdo con algunos escritores «de gran talla» —incluidos Tito Livio y Plutarco— el ascenso a Ta gloria del pueblo romano fue debido casi integramente ala Forcuna. Pero replica que eno esti dispuesto a admitic esto en cualquier caso» (324). Esta de acuerdo en que los romanos disfrutaron de muchos favores de la Fortuna, y se aprovecharon de varias desgracias que la diosa les envio «a fin de fortalecer 2 Roma y conducirla a la grandeza que merecias (408). Pero insiste —haciéndose eco nucvamente de E/ Principe —en que la realizaciGn de grandes cosas ‘nunca cs simplemente el resultado de la buena Fortuna, sino que es siempre el producto de la Fortuna combinada con [a indispensable cualidad de la virtd, cualidad que nos capacita para enfrentarnos a nuestras desgracias con ccuanimidad y al mismo tiempo atrae las miradas favor rables a la diosa. Concluye, por tanto, que si quetemos entender qué fue lo que hizo posible’ la posicién domi: nantes a la que se alz6 la reptiblica romana, debemos te- conocer que la respuesta se encuentra en el hecho de que Roma posey6 «mucha #irtis y se las ingeni6 para garanti- zar que esta cualidad crucial (244), La tazén por la que una ciudad necesita de la «primera Fortunay es porque el acto de establecer una repablica 0 principado nunca podra llevarse a cabo spor medio de la tirtii de las masas», porque «sus diversas opiniones» les impedirén siempre ser ecapaces de organizar un gobierno» (218, 240). Se sigue de ello que «pata establecer una re- publica es necesatio estar solo» (220), Mis alin; una vez que una ciudad sha decafdo por su cortupciéns, se_re- queriré de manera semejante «la virid de un hombre vigo- roso» y no la virtl de las masas para restablecer su grande- za (240). Maquiavelo concluye por tanto, que «debe t0- marse como regla general la siguiente: pocas veces 0 nunca una repdiblica 0 un reino estén bien organizados desde el principio, 0 totalmente restauradas> en una fecha poste fior, «excepto cuando son organizados por un hombre» (218). Declara, no obstante, que si una ciudad es tan impru- dente como para fiarse de su inicial Fortuna, no solamente malogeari su geandeza sino que se derrumbari pronto. Porque mientras que «uno solo esta preparado para orga- nizars_un gobierno, ningin gobierno puede perdurar easentandose sobre las espaldas de uno solo» (218). La ine- vitable debitidad de cualquier estado que pone su con- fianza en la virtd de un solo hombre» se debe a que «la sirti sarge con la vida del hombre y casi nunca se restaura en el decurso de la herencias (226). Lo que se necesita, por tanto, para la salvacién de un reino o una repiiblica ‘ho € tanto «tener un principe que gobierne prudence- mente mientras viva», sino més bien tener uno que la of ganice de tal manera que sus avatares posteriores se sus- fenten mas bien en ela virti de las masas» (226, 240). El 4 Quentin Shion secreto mas profundo de un gobierno esti, por tanto, en Saber cémo lograr ésto. EI problema, continfa Maquiavelo, es de excepcional dificultad. Porque, mientras podemos esperar hallar un grado sobresaliente de virtd entre los padres fundadotes de ciudades, no podemos esperar encontrarnos con que la misma cualidad se halle de una manera natural entre los ciudadanos corrientes. Pot el contrario, la mayoria de los hombres «son més proclives al mal que al bien», y en con- secuencia tienden a ignorar los intereses de su comunidad Para obrar esegiin la malicia de sus espiritus siempre que tengan oportunidad» (201, 218). Existe por tanto en todas las ciudades una tendencia a decaer de la pristina viral de sus fundadores y «descender a una condicion peor», proce- so que Maquiavelo sintetiza diciendo que incluso las mis admirables comunidades estin sujetas a la corrupci6n 322), La imagen que subyace a estos anilisis esta romada de Aristoteles: la idea de Estado como cuerpo natural que, ‘como todas las ctiaturas sublunares, esta expuesto a «sulftit, los agravios del tiempo» (451). Maquiavelo hace particular hineapié en la metafora del cuerpo politico al comienzo de su tercer Discurso, Piensa que es «mas claro que la luz ‘que si estos cuetpos no se renuevan no podrén duran, ues es cierto que entretanto su virtd se corromperi, y sin duda cal cocrupci6n los levara a la muerte si no se curan sus heridas (419). El ataque de la corrupcién es asi equiparado con la pét- dida o disipacién de la virt, proceso de degeneracion que se desarrolla, segtin Maquiavclo, de una de las dos mane- ras siguientes. Un cuerpo ciudadano puede perdet su vrei —y con ello su interés por el bien comGn— al perder con. juntamente su interés en la politica, haciéndose (201, 257). Pero por otro lado insiste en que, una vez que 2 los hombres se les permite no les movi6 a per- anecer en ltalia, fueron retenidos en ella por el temor de violar sactilegamente su palabra (224). a idea de que una comunidad temerosa de Dios reco- feria naturaimente la recompensa de la gloria civica era Eimiliar a los contemporanees de Maquistelo. Como él rismo observa, ésta habia sido la promesa subyacente a la campatia de Savonarola en Florencia en 1490, en el curso de Ia cual persuadié a los florentinos de «que él hablaba, con Dios», y que el mensaje de Dios a la ciudad era que la fepondria ‘en su antigua grandeza can pronto como retor- nara a su antigua piedad (226). No obstante, los propios puntos de vista de Maquiavelo sobre el valor de la religicn fe distancian de este tratamiento ortodoxo del tema en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, difiere de Savo. narola en las razones que éste da para querer mantener las bases teligiosas de la vida politica. A él no le interesa lo mas minimo la cuestin de la verdad religiosa. Le interesa exclusivamente el papel que desempefie el sentimicnto te- ligioso «para estimular al pueblo, hacer a los hombres buenos, y lograr que los perversos se avergilencen», y juz- ga el valor de las diferentes religiones por su capacidad pa- Fa promover estos beneficiosos efectos (224). Por ello concluye no solamente que los gobernantes de cualquier comunidad tienen el deber de saceptar y aumentat» todo To que econtribuya al bien de la religiéns, sino que insiste ademas en que deben obrar siempre asi caunque piensen que es falso» (227). La otra desviacién de Maquiavelo respecto de la ortodo- xia guarda relacién con este punto de vista pragmitico, Declata que, juzgada segin estas normas, la antigua reli- gidn de los romanos debe ser preferida a la fe cristiana. No hay raz6n para que el Cristianismo no deba set ine terpretado ede acuerdo con la virtid» y empleado para «el ‘mejoramiento y la defensav de las comunidades cristianas, Peto en realidad ha sido interpretado de manera que soca- va las cualidades necesarias para una vida civil libre y vigo- rosa. Ha glotificado @ «los hombres humildes y con- templativose; cha ensalzado como bienes supremos la hu- rildad, la abyeccin y el desprecio de les cosas humanasy; no ha dado valor «a la grandeza de animo, a la fortaleza 4 guetpon na ninguo de los demas abuts de un cu ladano virtuoso. Al imponer esta imagen ultramu de la dignidad humana, no solamente ha dejado Boars mover la gloria civiea, sino que en realidad ha colaborado, ala decadencia y tuina de grandes naciones al corromper su vida comunal. Maquiavelo concluye diciendo —con tuna ironia digna de Gibbon— que el precio que hemos pagado por el hecho de que el Cristianismo «nos muestre Ia verdad y el verdadero camino» es que «ha debilitado al Be, Certs n, La fycredne, fig 8 Maguiavelo ‘ercbedeg ! mundo y lo ha convertido en ptesa de los malvados» (331). Maguiavelo dedica el testo de su primer Discurso 2 ro. bar que existe un segundo y més efectivo modo de inducir al pueblo a adquiris la virtd: el uso de los podetes coetciti ‘os de la ley para obligarle a colocat el bien de su comut dad por encima de sus propios intereses. El punto se trata por extenso primeramente en los capitulos que abren el Iibro. Se dice alli que los mas excelentes ejemplos de civi- ‘a virrd «tienen su origen en la buena educacién», que & su vez tiene su origen en «las buenas leyese (203), Si nos preguntamos cémo algunas ciudades se las arreglan para guardar su virii durante perfodos excepcionalmente lat- 0s, la respuesta fundamental en cada caso es que «las le- yes las hacen buenas» (201). El puesto central que ocupa sta afirmacién en el argumento general de Maquiavelo se explicita més tarde al comienzo del tetcer Discurso: si una citidad quiere «empezar una nueva vidas y avanzat por el ino de la gloria, solo podré alcanzarlo «o bien pot me- dio de la virti de un hombre o por medio de la itd de uuna ley» (419-20) Dado este modo de pensar, podemos ver por qué Ma- quiavelo atribuye tanta importancia a los padtes fundado- res de la ciudad. Estos se hallan en una posicién Gnica pa- ta actuar como legisladores, y dotar por ello a sus comuni- dades desde el principio de los mejores medios para ase- furar que Ia virt sea promovida y Ia cortupci6n evitada. El ejemplo mis expresivo de un logro de estas caracterist- cas lo representa Licurgo, el fundador de Esparta, Elabor6 un cédigo de eyes tan perfecto que la ciudad fue capaz, de svivit segura bajo las mismas» a lo largo de «mas de ‘ochocientos_afios sin alteralas» y sin perder en ningGin momento su libertad (196, 199). No menos digno de mencién es el logro alcanzado por Rémulo y Numa, los primeros reyes de Roma. Por medio de un conjunto de ex- Celentes Ieyes que ellos dictaron, la ciudad «se vio obliga- dav a la prictica de la virtd con tal firmeza que incluso «la grandeza del imperio no pudo cortomperla a lo largo de Vatias centuriass, y petmaneci6 «llena de virtd en tal grado 8 Quentin Skinner que ninguna ciudad o repablica se distinguid jamas ranto por ella» (195, 200). Esto nos lleva, segiin Maquiavelo, a una de las tructivas lecciones que podamos aprender del estudio de la historia. Los grandes legisladores, nos ha dicho, son aquellos que de manera mas clara han entendido cémo usar las leyes para progresar en la causa de la grandeza cl- vica, Se sigue de ello que, si investigamos los detalles de su cédigo constitucional, podremos descubrir el secreto de su éxito, poniendo de este modo directamente a disposi cin de los gobernantes del mundo modetno la sabidurla de Jos antiguos. Después de haber Ilevado a cabo esta investigacién, Ma- quiavelo concluye que el punto de vista crucial comin a los legisladores més sabios de la antigtiedad puede expre- sarse de una manera muy simple. Todos ellos se dieron cuenta de que las tres formas constitucionales «puras> —monarquia, aristocracia, democracia— son intrinseca- mente inestables, y tienden a generar un ciclo de corrup- cidn y decadencia; ¢ infitieron correctamente que la clave para imponer la vrei por la fuerza de a ley estd en el es- tablecimiento de una constitucién mixta, en la que la inestabilidad de las formas puras se vea cortegida por la combinacién de sus componentes de firmeza. Como siempre, Roma oftece el mas nftido ejemplo: precisamente porque Se las arregl6 para desarrollar un «gobierno mixto> Ileg6 finalmente 2 constituirse en «una perfecta reptiblica» (200). Fue, por tanto, un lugar comiin en la teorta politica to- mana el defender los especiales méritos de las constitu- ciones mixtas. El argumento ¢s central en la Historiz de Polibio, recurre en vatios tratados politicos de Cicet6n, y, consecuentemente, halla acogida en la mayor parte de’ os principales humanistas del siglo XV florentino. No obstante, cuando Ilegamos a las razones que Ma- quiavelo da pata pensar que una constitucién mixta es la mas adecuada para promover la virtié y salvaguardar la li- bertad, nos encontramos con una dramética divergencia respecto de los convencionales puntos de vista humanistas, 7 Maquiavelo 85 Su argumento parte del axioma de que «en toda re- pablica hay dos facciones opuestas, la del pueblo y la de los ricos» (203). Piensa que es evidente que, si la constitu ci6n esté elaborada de forma que @ uno u otto de estos, grupos se les permita obtener el control, Ia repablica se verd eficilmente corrompida> (196). Si uno del partido de los ticos se alza como principe, se correrd inmediatamente el riesgo de tirania; si los ricos establecen una forma de gobiemo aristocratico, seran proclives a gobemar en inte és propio; si se establece una democracia, sucedeta lo mismo con el pueblo. En cualquier caso, el bien comtin se subordinard a las lealtades de las facciones, con el resulta- do de que la virt y en consecuencia la libertad de la re- pliblica se verin muy pronto abandonadas (197-8, 203-4) La solucién, arguye Maquiavelo, consiste en ajustar las leyes constitucionales de modo que se produzca un equili- brio entre estas fuerzas sociales opuestas, un equilibrio en cl que todas las partes se vean comprometidas en los nego- cios del gobierno, y cada una «vigile a la otra» a fin de prevenir tanto «la arrogancia de los ricos» como el «liberti fnaje del pueblo» (199). Al vigilar celosamente los grupos rivales cualquier signo de intento de hacerse con el poder, supremo, Ia resolucién de las tensiones asi engendradas significaré que s6lo se aprobarin aquellas «leyes e institu- cioness que (203). Esta alabanza de la disension horrorizaba a los contem- porineos de Maquiavelo, Guicciardini hablo en nombre de todos cuando replicé en sus Consideraciones sobre los Discursos que «alabat la desunién es como alabat la enfer- medad de un paciente a causa de las virtudes de los teme- dios que se le han aplicado». El argumento de Maquiavelo, iba en contra de toda la tradicion de pensamiento politico de Florencia, una tradicién en la que la creencia de que todo desacuerdo debta ser proscrto como faccioso, junto 6 (Quentin Skinney con Ia de que 1a faccion constituye el riesgo més mortal para la libertad civica, habia sido siempre puesta de te- lieve desde finales del ‘siglo xut, cuando Remigio, Latini, Compagni y sobre todo Dante habtan denunciado vyehe. ‘mentemente a sus conciudadanos por atiesgar sus liberta: des al tchutas vivir en paz Ins por ello, en el asombroso juicio de que —tal como Maquiavelo lo expre- gals desrdenes de Roma smereian las mayors sa anzas» era lo mismo que repudiar una de las convicciones mas quetidas del humanism florentino. Maquiavelo se muestra, empero, impenitente en su ata que contra este pensamiento omodoxo, Hace explicita mencién de ela opinion de muchos» que mantenian que los continuos choques entre nobles y plebeyos en. Roma tumicto ls ciudad sen il confusion» que’ él ela uiena Fortuna y la sirtd militar» evitacon que cayera hhecha pedazos. Pero insiste ain en que aquellos que con. denan los desérdenes romanos no son capaces de recono- cer que servian para eviar el triunfo de los intereses sects fios, y por ello «censuran lo que fue la principal causa de que Roma se mantuviera libres (202). Por ello concluye ue. ain cuando las dsersiones sean malas en si mismas fueron no obstante «un mal necesario para cl logto de la grandeza romana» (211). P ° La prevencién de la corrupeion Maquiavelo continda argumentando que aunque una constitucién mixta sea necesaria, ello no significa que sea guficiene pare ssegurar el mantenimiento de I libertad a faz6n es que —como advierte nuevamente— la mayo. tia del pueblo permanece mis entrada sus propas am biciones que al interés de la repablica, y enunca hace nada bueno excepto por necesidad> (201). El resultado es una Perpetua tendencia por parte de ciudadanos ¢ intereses de ‘grupos poderosos a alterar la balanza de la constituci6n en, favor de sus propios y sectarios fines, sembrando con ello | Maquinvelo a las semillas de la corrupcién en el cuctpo politico y comprometiendo su libertad ara affoncar este permanente riesgo, Maquiavelo enun- cia una nueva propuesta consticucional: sostiene que el precio de la libertad es una constante vigilancia. Es esen- Eial, en primer lugar, aprender a distinguir las sefiales de peligro, esto es, a reconocer los medios pot los que un ciu- Gadano individualmente 0 un partido politico es capaz de ‘alcanzat mas poder de lo conveniente» (265). En segundo Tugar, es esencial desatrollar una serie especial de leyes ¢ instituciones para hacer frente a rales emergencias. Una repiblica, sefiala Maquiavelo, «debe tener entte sus ordini fo siguiente: que los ciudadanos sean vigilados de modo que no puedan hacer el mal so capa de hacer el bien y {ue ganen populatidad solamente en la medida en que progrese y no sufta dafo la libertad» (291), Finalmente, es {sencial pata todos «el tener abiertos los ojos», mantenién- dose prestos no sélo 2 sefalar tan corruptoras tendencias, sino también a emplear la fuerza de la ley para sofocatlas tan pronto como —o incluso antes— de que se conviercan en una amenaza (226). Maquiavelo conecta estos andlsis con Ia indicacién de «qe ite ota lectin consitucional de mayor importa. cia que aprender en la primitiva historia de Roma, Puesto que Roma preservé su libertad durante més de cuacrocien tos aftos, parece ser que sus ciudadanos sefialaron correcta- mente los peligros més serios para sus libertades y conti- rnuaron desarrollando los ordini adecuados para hacetles frente, De lo que se sigue, que, si queremos comprender estos dafios y sus cortespondientes remedios, nos resuleara provechoso volvernos una vez mis a la historia de la re publica romana, procurando sacar provecho de su antigua sabidurfa y aplicarla al mundo modeno. ‘Como muestra cl ejemplo de Roma, el peligro inicial al que toda constitucién mixta debe hacer frente surgiré siempre de aquellos que se benefician del anterior sé men. En tétminos de Maquiavelo, tals la amenaza que supusieron elos hijos de Bruto», cuestiGn que menciona en el capitulo dieciséis y que mas tarde subraya al comienzo

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