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Capitulo 1 Periodismo y cultura El periodismo yel concepto de cultura El Hamado “periodismo cultural” se ajusté a lo largo de su desarrollo histérico a dos concepciones basicas de la cultura: a concepeién ilustrada que restringia el campo a las produc- ciones selectivas de las “bellas letras” y las “bellas artes", y la que —sobre todo a partir de la expansién de las perspectivas de la antropologia cultural— lo ampliaba hasta convertirlo ¢n una muestra mas abarcativa ¢ integradora. La primera concepcién puede ser adscripta a un tipo de dcfinicién de lo cultural como la que surge, por ejemplo, de los textos dle Eliot, Ortega y Gasset, Croce, Pareto, Leavis, et- cétera, y que podria sintetizarse como el recort escogido —desti- nado @ una minaria de conocedores— de las producciones mds refi- nadas del espiritu humano, O dicho de otro modo: el tipo de meni selecto que servian a sus lectores revistas como The Criterion, la Nouvelle Revue Frangaise, la Revista de Occidente, Sur y otras publicaciones destinadas a una minoria de consumi- dores de arte y literatura en su nivel més decantado, La otra concepcién, en cambio, tendria en definitiva su punto de partida en la vieja definicién integradora que pro- puso E. B. Taylor hacia 1874, cuando hablaba de Ja diltura como “canjunto complejo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, ley, costumbres y otras capacidades v hdbites adquirides par et hhontbre como miembro de la sociedad”, con los ajustes y actualiza- cionés que se fueron incorporando como consecuencia del desarrollo de la antropologia moderna desde Boas, Linton eteétera. Li primera concepcién tendié a.privilegiar y legitimar la difusién a través de medios especiticos y selectivos, como los que mencionamos, en tanto que la segunda se infiltr6 en los medios en general, y en cierta forma es la que nos provee hoy —a wavés de suplementos, revistas de divulgacién, coleccio- nes fasciculares, etcétera— con una variedad de ofertas cul turales antes confinadas a érganos del primer tipo, o no reco- Nocidas totalmente por ellos. Una parte sustancial del periodismo que intentaremos des cribir se relaciona con la reproduccién y circulacién del capi tal cultural objetivado de una Sociedad, por fuera de canales institucionales como la escuela y la universidad, pero en cier- to sentido la prensa cultural también es una fuente de crea cién de capital, y en si misma es capital objetivado. Conviene no olvidar, en consecuencia, esta doble condicién ceadora y repreductora, cuyos componentes apareceran, segtin los casos, como dominantes 0 como términos complementarios. Uno de los primeros teitias a discriminar en este campo es. la sutil € hipotética divisoria de aguas que se tiende entre a produccién creative (aquella que explora —con fines de pro- duccién— campos estéticos ¢ ideolégicos inéditos y aisponi Dies) y produccién:reproductiva (Ia que contribuye a la dif- si6i¥o divulgacién tanto de patrimonios “tradicionales”, como de patrimonios incorporados al acervo por los operadores del primer universo). La produccién creativa puede ser el fruto de artistas o inte- Tectuales que producen dentro de los marcos convencionales del mercado cultural, o incluso en contradiccién con las légi- cas de ese mercado (la produccién de la vanguardia, por ejemplo), en tanto que la segunda se ubica casi invariable- mente en los perfiles mas tipicos de la llamada industria cul- tural, como promotores de la circulacién y el consumo de bienes de esa naturaleza. Un grupo de escritores de vanguardia que investiga nue- vos modos de produccién poética, empleando una revista de pequetio formato y circulacién restringida para difundir sus hallazgos, no reivindicard el caripo del “periodismo cultural” con los mismos argumentos (y por las mismas razones) que esgrimiria un escritor de ensayos de divulgacién, e incluso un critico literario, que produce regulannente para un suple- mento cultural de gran circulacion. La revista de pequetio formato seré reivindicada, en def- nitiva, como el lugar’ por excelencia de la exploracién y la revelaci6n de la “verdad” literaria o artistica, en tanto que el suplemento quedari ancilarmente reducido, desde esta opti- «a, al papel periférico de divulgador que debe adecuar st tra- tamiento a otro tipo de reglas dc juego, sospechadds a su vez de ser vehiculos de superficialidad y banalizacién: las de Ia i6n masiva para publicos no'especializados. Un riesgo nada imaginario consiste, precisamente, en que la rama aeativa concluya por destonocer el estatuto y la tras- cendencia funcional ce la otra, reivindicando el caricter aul- ‘tural como una pertenencia indivisa y exclusiva; o su inversa: que los productores de la segunda rama nieguen —como también ocurre— la competencia de la via experimental y exploratoria, soslayando que se trata de una zona que tam- bién incumbe al perioclismo y que muchas veces lo alimenta yenriquece con sus descubrimientos e invenciones. La disyuncién restringido/masivo y las “dos culturas” No faltan, por cierto, quienes objetan a las publicaciones culturales su excesiva especializacin en las cuestiones del arte y la literatura. Desde esta perspectiva restrictiva, se dice, un conjunto de temas y problematicas que en definitiva son eminentemente culturales quedan fuera de la agenda, 2hon- dando, por ejemplo, la brecha entre los saberes puramente humanisticos y los saberes cientificos y tecnolégicos; o lo que €$ peor: entre problemiiticas que en los horizontes contem- poraneos deberian tener mayor complementariedad indivi dual y social, La clisica y ya rancia polémica entre Snow y Leavis, en el marco de los aiios '50, a propésito del peso de lo humanist co y lo cientifico en la educacién y en la configuracién del campo cultural, fue tal vez uno de los puntos de toma de con- ciencia més intensos a propésito.de esta cuestién, planteada en términos generales como una polarizacién irreductible. Los perfiles del nuevo universo posindustrial, con sus pro- fandas revoluciones en los tervenos de la tecnologia, las me- diaciones sociales y los consumos culturales, parecen obli- gamos en la actualidad a un replanteo que si no se ubica en la linea tépica de Snow y Leavis, recoge al menos la imagen de una dicotomia riesgosa y contraproducente: la de los espe- cialistas departamentalizados en dos mundos en definitiva complementarios pero artificialmente antagénicos. No se trata, desde luego, de desplazarlos de sus antiguas incumbencias y convertir a los medios y periodistas culturales en improvisados especialistas en cuestiones de fisica teérica y biologia genética, porque este mero dislate s6lo contibuiria aacentuar la fractura que se intenta remediar, sino de llamar la atencién de Jos implicacos de uno y oo campo sobre un pequeiio ndmero de cabos que han quedado inexplicable- mente sueltos: 1) Una de las cuestiones que es necesario reanudar de manera impostergable —y el periodismo y los restantes me- dios culturales tienen buenas oportunidades comunica- cionales en este sentido— es la de las miradas globales ¢ integradoras que deben presidir necesariamente el diseiio conceptual de las politicas culturales, que son ante todo poli cas de conjunto, que pueden y deben homogeneizar ia direc- cién social de cosas muchas veces heterogéneas y sectoriales. 2) Owo de los temas que conviene estimular —en las for maciones individuales tanto como en las curriculares— es la preocupacién de cientificos y humanistas por conocer recfpro- camente los productos y los avances de sus campos respectivos, oaun mejor: el sentido general de sus objetivos y linens de accién, 3) Una tercera zona de contacto € intercambio deberia tomar en cuenta que los viejos campos de las “bellas artes” y 18 Jas “bellas letras”, junto con los nuevos de la comunicacién masiva, se han alimientado secularmente con aportes especifi- cos de la tecnologia y de la ciencia, y ése, precisamente, es el punto en que las “dos culturas” coinciden ¢ interactian pro- ductivamente. Un breve texto de Wylie Sypher en Literatura y tecnologia resumia hacia fines de la década del '60 la situacién enuncia- da en el punto aaterior: Las teorfaé de la relatividad se han utilizado para explicar el concepto vigente en la pintura a partir del cubismo. Las técni- cas empleadas en la psicologia de la visién han conusbnlge al arte éptico; la topologia, la electrénica y la dinémica de cafApos than influido en el expresionismo abstracto, en la misica con- crcta, cn la poesia letrista. La interaccién entre la tecnologfa, Ia ciencia y las artes nunea ha sido mas frecuente, Los tecnélogos a su yez han adoptado los métodos del expresionisme abstracto. Desde 1968, fecha de la edicién inglesa del libro de Sypher, podrian agregarse a ese sucinto catilogo, tanto en los terrenos de Ia creacin como en los de la critica y la pro- duccién de teoria, los avances espectaculares de la informati- ca, las nuevas posibilidades del hipertexto, los “fractales” de Mandelbrot, la realidad virtual, la “teoria de las catistrofes” de Thom, el CD-ROM, las concepciones de Prigogine, Ia inte- ligen cial, la interactividad, excéteray. : Todo periodismo, en definitiva, es un fenémeno “cultu- ral’, por sus origenes, objetivos y procedimientos, pero s¢ ha consagrado histéricamente con el nombre de “periodismo cultural” a una zona muy compleja y heterogénea de medios, géneros y productos que abordan con propésitos creatives, cxiticos, reproductivos 0 divulgatorios los terrenos de las “be- Tias artes”, las “bellas letras”, las corrientes del pensamiento, las ciencias sociales y humanas, la llamada cultura popular y muchos owros aspectos que tienen que ver con la produccién, circulaci6n y consumo de bienes simbélicos, sin impoftar su otigen o destinacién estamental. _ Cabria excluir precautoriamente de la denominacién, si 19 bien se trata de materiales constantemente presentes en las publicaciones de este tipo, alos textos especificamente literarios, en nto responden a usos y maneras retéricas y lingiisticas que poseen su propia tradicién cultural. La coexistencia de estos textos con otros de naturaleza informativa perioclistica es In que contribuye, precisamente,a acentuar la comple dad de los territorios y a confundir muchas veces los limites del universo que intentamos circunscribir. Convencional- mente se admite que un poema o un cuento incluido en una revista o un suplemento no poscen el estatuto “periodi que sf se confiere a una nota de divulgacién, una reseiia bi- bliografica ¢ ineluso un ensayo, aunque en este tiltimo caso (y pensemos concretamente en Ia produccién de Borges) la atribucién posea ya una gran labilidad, Podria decirse, de forma transaccional, ¢'.< los textos lite- varios de creacién son insunas empleados por la prensa cul- tural, pero que sélo la definen de modo parcial, Tan parcial mente, por lo menos, como el empleo exclusivo de insumos informativos, El campo del “periodismo cultural” no es por cierto uni- forme ni reductible a unos pocos protétipos de ficil idetifi- cacién, La gama es amplia, incluso en su aspecto formal, y permite considerar indistintamente como tal a una revista Ti- teraria de pequefia circulacién, el suplemento de un diario de tirada masiva, una publicacién académica altamente espe- cializada, un fanzine, una revista de divulgacién que tabaja corftecortes temiiticos muy diferenciados entre sf, una colec- cién fascicular, etcétera. Nila naturaleza de los pablicos, que pueden ser amplios 0 restringidos, especializados 0 profanos, ni los objetivos ideo- légicos o estéticos que se propone defender 0 promover, ni el grado de profesionalidad de quienes lo realizan, son patro- nes que permiten definir rigurosamente al periodisma cultu- ral, idéntico a si mismo (nadie confundirfa, naturalinente, una revista cultural con una deportiva o de informacion ge- neral), pero siempre saturado de matices y peculidridades distintivas, ea ‘Un sector de este periodismo ¢jerce real influencia en la configuracién de las ideas y el gusto puiblico de una época, mientras que otro se limita a reproducir sus modes sin apor- tar elementos genuinamente originales 0 contradictorios. Ak gunos medtios colaboran seriamente con los procesos de ela- boracién de nuevas doctrinas, pero éste es un rasgo compara- tivamente raro. Un rio como Le Glole, fundado en 1824, fue decisivo para la expansin en Francia del romanticismo y las ideas liberales, del mismo modo que lo fueron a fines de! siglo XIX La Pune, La Revue Blanche y el Mercure de France respecto del movimiento simbolista. Algunas revistas culturales expresan ds manera excluyen= te In ideologia o In estética de un grupo, como gcurrié en general con las publicaciones de Ia vanguardia (es el caso, por ejemplo, de La Revolution Surrealiste), pero este tipo de revistas puede registrar y promover, sin embargo, dentro de los perfiles clognaticos de la renovacién estética, mas de una “escuela”, como sucedié con los casos de Martin Fierro o La Cruz det Sur cn 108 aiios '20 rioplatenses. Otros medios, en cambio, como La Nouvelle Rese Frangaise, Scrutiny, Revista de Occidente o Sur, se asocian mas eclécticamente a la difusién del “espiritu de Ia época” que a estéticas, doctrinas 0 ideolo- gins particulares, y en este sentido son divulgacores de fené- menos, autores y corrientes de pensamicnto mis generales ¢ incluso nis contradictorias entre si Sea cual fuere la perspectiva que elijamos, el tema del “pe- riodismo cultural” remite, en definitiva, a una linea de fractu- ta preliminar y todavia en curso, a pesar de las apariencias. Lali la pares de conceptos opucstos como: elite/masa cultura especializada/cultura general tradlicién/modernidad palabra/imagen erudicién/vulgarizacién homogencidad/heterogeneidad, etcétera. Un examen somero de Ia historia del “periodismo cultu- ral” remite invariablemente a los diversos términos y combi- natorias de esta dicotomia, organizados por lo general de con- formidad con dos grandes agrupamientos: un tipo de publi- cacién se fijaba como objetivo la hegemonia de un modelo de cultura especializada, erudita y homogénea, destinada a un niicleo de conocedores mis o menos calificados (lo que se llamé cultura cultivada, cultura de elite, cultura alia o high culluré), en tanto que otro trabaja mas bien sobre los patro- nes de la vulgarizacién, la heterogeneidad y la cultura ge ral en su sentido mas difuso (el territorio de la cultura media, © mideull, segin la nomenclatura norteamericana): El priiner caso suponta wadicionalmente un abordaje te- initico y formal que se singularizaba por acudir a repertorios de cuestiones humanisticas o artisticas muy acotados, ya. uh estilo directamente emparentado con las retéricas de la cri cay de la literatura ensayistica, mientras que el segundo acor- taba las distancias que podian existir con la prensa general y se convertfa, en los hechos, en una mera prolongacién de esta ikkima, en un campo circunstancialmente ins acotado y ex pecifico: el de ta difusién de patrimonios culturales organiza- dos y consumidos en mosaico. De manera convencional se agrupa a las publicaciones del primer campo como pertenecientes a un perfil de cultura minoritario y especializado, aunque no se trate necesariamen- te del perfil de la high culture, ya que por su origen pueden pertenecer indistintamente a este universo una revista acadé- mica dedicada a alguna rama de las humanidades o una pu- Dlicacion contracultural de vanguardia, sia ambas las.califica la pertenencia a tn campo o saber unitario, la ciréulacién restringida y la destinacién a un piiblico cognascenti. Mis sen- cilla, en este sentido, resulta la catalogacién de las publicacio- nes correspondientes al segundo campo, pues para discri- minarlas bastard con advertir en ellas un monto significativo de voluntad wulgarizadora o divulgatoria (la que caracteriza, por ejemplo, a la mayoria de los suplementos o colecciones fasciculares). En las tiltimas décadas el primer grupo se ha hecho cada vez mas raro, por lo menos con las viejas caracteristicas de las revistas de elite, y con frecuencia resulta diffcil advertir, en lo que respecta al segundo grupo, distinciones muy netas entre prensa general y prensa cultural de divulgacién, en gran me- dida por la busqueda constante de un estilo que declina la anotacién demasiado erudita o el lenguaje excesivamente es- pecializado. La proliferacién de medios y de proyectos culturales ha incrementado en las tiltimas décadas la profesionalizaci6én y Ja dedicacién casi exclusiva a las diferentes especialidades del periodismo cultural. Histéricamente se ha verificado, desde luego, una doble vertiente de especializacién profesional y de colaboracién adventicia y a veces accidental. En la prime- ra mitad del siglo XIX un escritor-petiodista como Thomas de Quincey ubie6 a la totalidad de su voluminosa producgén en revistas como The Westnoreland Gazette, The London Mbga- zine, Blackwood's, Tait’s Edinburgh y otras similares, convirtién- dose en modelo prototipico del periodista cultural de su tiem- po. Igual destino le cupo a la produccién de Edgar A. Poe, dispersa en revistas como The Gift, Burton's Magazine, Ameri- can Review, Grahan’s Magazine, evcétera, pero un poligrafo abundante como Gilbert K. Chesterton tipifica ya el caso del escriba que reparte su produccién entre el libro y el periédi- co, Razones de prestigio letrado hicieron que generalmente se stibestimara la pertenencia al campo periodistico, y se rei- Vindicase exclusivamente la condicién de letrado y el forma- to del libro, aunque en la mayoria de los casos memorables la revista 0 el periédico acogieron textos genuinamente repre- sentativos para la historia de la cultura contemporinea. Las reticencias 0 los ataques al espiritu vulgarizador de la prensa son obviamente de antigua data, y podria decirse que desde su origen tipifican un corpus argumental que no.se wansformé significativamente con el tiempo. El Renacimien- toy la Tustracién no hicieron mas que reforzar las ideas de lo intelectual y lo ético como ejes de la actividad cultural, y en cierta forma como garantias del exclusivisimo papel asigna- do al Inumanista y al poeta en relacién con la sociedad. Tal sobrevaloracién, paradéjicamente expandida en el momento en que las ciencias, la tecnologia y la propigvida social se aprestaban a transformaciones radicales, determiné al gabo el enfrentamiento de dos universos culturales apa- rentemente ireconciliables: el mundo de los cognoscenti abroquelados en un saber exclusivista que circula por los salons, las academias y los libros, y el vasto universo de los consumidores de periédicos, folletines, obras de divulga- cién, oleografias y teatro de feria, que *bastardean” mercan- tilmente los valores estéticos y conceptuales del primero (a pesar del optimismo con que muchos asisten desde el siglo XVIII a la ereciente socializacién de las letras, las artes y el conocimiento). Matrices de la nota y el ensayo cultural Las notas y los ensayos que hemos leido 0 que leemos corrientemente en las revistas y en la prensa cultural pue- den ser sometidos a una clasifieacién que remite general mente a grandes corrientes teédricas, que cumplen para el caso el papel de matrices histrico-culturales. La mayor 0 menor presencia de improntas de ese tipo determinara wna actitud dominante del auior frente a los materiales, que se= Buin los casos sera analitica, interpretativa o erftica, yde ahi el tono preponderante que observaremos cn el texto y en el propio abordaje del tema. Una parte importante del material ensayistico clestinado al periodismo cultural tiencle a ubicarse frente a los temas, fexgmenos o procesos con una actitud mareadamente anali- ca, que establece un rasgo diferencial en relacién con el ca- ricter puramente infornative y descriptive de la prensa gene ral, que muchas veces informa sin arriesgar evaluaciones de ese caricter.- : La nota cultural, desde esta perspectiva analitica, parte de la evaluacién de los datos conocides de tn problema o de una casuistica determiniada, para llegar de manera logi- ca, consecuente y verificable a una conclusién valedera so- bre la misma, Anilisis y sintesis, en este caso, son momentos complementarios, pues se trata de omitir en Ia nota o el en- sayo toda incursién argumentativa en lo puramente especu- 24 lativo, para que el resultado sea formal y conceptualmente impecable, Esel tipo de nota cultural basada en la claridad y la solidez argumental de los enunciados, que se proponen no sélo el abordaje de un tema sino su radical agotamiento como obje- to de escrutinio. A ese tipo exigente pertenecen algunos en- sayos de T. S. Eliot en Criterion, de John Ransom en Kenyon Review, o de F. R. Leavis en Scrutiny, para citar s6lo algunos ejemplos especificos de esta modalidad. Desde el punto de vista filoséfico podria decirse que el Positivismo légico, la escuela de Cambridge, el grupo de Ox: ford y la escuela de Chicago (y en especial pensadores y cri cos como Bertrand Russell, John Wisdom, I. A. Richards, Susanne Langer, Wittgenstein, etcétera) contribuyeron en los afios ‘20 y ‘30 a perfilar un tipo de abordaje analitico que se extendié desde su campo especifico a territorios como Ia cri- tica literaria y el ensayo cultural, especialmente —aunque no de modo exclusivo— en el area de produccién anglonor- teamericana, : Junto con tos materiales de tipo anatitico ambién son fre- cuentes en cl periocismo cultural los que se proponen inter. pretar las claves 0 el senticto de los acontecimientos, aunque en este caso desde una perspectiva mas hermenéutica que ana- tiica, y aqui también se podria hablar de un trasfondo filosé- fico que alimenté mocelarmentea criticos y ensayistas, descle los aportes temprinos de Wilhelm Dilthey hasta los mas cer- eanos det Heidegger de la reflexién poética y estética, muy en boga en ciertos circulos de lectores de Sendas perdidas. Un bloque no menos importante de materiales prefiere ubicarse, en cambio, en la perspectiva de una crilica cultural que puede elegir a su vez diferentes perspectivas (sin perder, Por suptesto, Ia impronta fundamental del enfoque atic). Se tratar’, por ejemplo, dentro de una casuistica bastante frecuen- te hasta nuestros dias, de una artica global o sectorial ala in- dustria cultural abastecida teéricamente por Ia Escuela de Frankfurt, 0 bien de una aproximacién antice basada en los Presupuestos de la “teoria culturolégica” (con inspiraciones que van de Edgar Morin a Marshall McLuhan), 0 de wna critica 25 mas propiamente ideolégica 0 politico-cultural, 0 inclusote un criticismo doctrinario de rate filos6fica que averigua las bases, racionales de los fenémenos porque no cree en el conocimier~ to sin una critica previa de sus datos y fundamentos, Cabria agregar a esta clasificacién tentativa un cuarto tipo, que en cierta forma esté presente en los casos anteriores, aun que construye también su propio espacio-auténomo. Nos re- ferimos a la nota de exposicién enudita, que exhibe vastos re- pertorios de saberes especificos © multidisciplinarios a pro- pésito de un punto o un tema determinado. El ensayo enudilo se inspira en fuentes bastante diversas, aunque las mas frecuentemente detectables, desde el punto de vista histérico, son la tradicién filolégica, el comparatismo Titerario, la critica textual y los estudios estilisticos, y en este sentide podemos citar como modelos inspiradores y puntua- les a Amado Alonso, Américo Castro, Benedetto Croce, Paul Van Tieghem, René Wellek, Joseph Bédier, Charles Bally, Helmut Hawzfeld, Leo Spitzer, Karl Vossler y otros maestros de la crudicién literaria de la primera mitad del siglo XX. En el drea hispanoparlante la linea del ensayo enudito ha sido fecunda y pueden citarse ejemplos ilustres de esta mane- ra como Alfonso Reyes, Pedro Henriquez Ureiia, Maria Rosa Lida, Raimundo Lida, Joaquin Casalduero, Amado Alonso, etcétera, dispersos generalmente en publicaciones univer tarias o especializadas, aunque no falten materiales cle este tipo en revistas menos especificas, como Nosotros, Sur, Cuader- nos Americanos, Revista de Occidente, ewcétera. Pero una catalogacién tipolégica como la que hemos pro- puesto no agota, desde luego, el vasto campo de la iota o el ensayo cultural. Existen eventualmente otro tipo de matrices, w otro tipo de cruces que enriquecen y matizan el campo. Los textos ensayisticos de Borges (destinados en primer Iu- gaa diavios o revistas) se ubican en relacién con estas tipolo- Bias de manera complejamente cruzada. Borges comienza por calificar a sus textos como “inquisiciones” que parten de tun pretexto molecular —una cita, un verso, una metéfora, tuna hipétesis cientifica o filoséfica— sobre el cual se tejerd la trama del ensayo. Como toda “inquisicién’, las de Borges son operaciones indagatorias que emplean la via de la razén ola via de la conjetura, tal vez una de las dominantes de su uni- verso ensayistico. Borges tal vez se proponia eso’ juegos textuales no tanto comio una critica a la gnoseologia operativa, 0 como una an- woy-clogia integradora, sino-como un ¢jercicio estético que generalizaba yabswafa diferencias y analogias a partir de frag- mentos minimalistas; tan heterogéneos en su variedad que resulta dificil somecertos a tipologias demasiado cerradas, La mayoria de esos textos conjeturales —que no reivindican para si, aunque la posean, la condicién de analiticos, especu- lativos, criticos o eruditos (porque en todo caso deberian rei- Vindicar al conjunto)— se wansforman muchas veces eggre- flexiones de gran riqueza incitativa, como se comprueba por suinfluencia sobre eriticos y pensadores centrales de nuestro tiempo; como el Michel Foucault de Las palabras y las cosas, 0 el George Steiner de Después de Babel Tampoco podiian reivindicarse como pertenecientes a al guna de las tipologias enunciadas, ciertos textos miscelaneos escritos por el Julio Cortizar de la'madurez, en los que se cruzan experiencias de lectura y de formacién intelectual de gran fuerza iluminativa. Pensamos no en sus textos criticos iniciales, como *Situacién de la novela” o “Para una poética’, sino en aproximaciones escritas entre 1975 y 1981 como *No- tas sobre el gético en el Rio de la Plata’, “Roberto Arlt: apun- tes de relectura’, “Felisberto Hernandez: carta en mano pro- pia”, “Recordacién de don Ez=quiel” o “Reencuentro con Sa- mucl Pickwick” (cfr. Olin erica, 3), en los que-el escritor abandona las veredas del andlisis, la critica y la erudicién (al gunos de los atributos de sus primeras maneras ensayisticas) para‘abordar el tema desde la perspectiva de experiencias existenciales profundas en su aparente nimiedad y circuns- tancialidad. Citamos los anteriores ejemplos de Borges y Cortizar por- que son representativos de modos de abordaje de la nota, la critica o el ensayo muy personales y cruzados. De “cruce” en- tré lo analitico, lo critic, to especulativo, lo eruditely lo conjetural (en el caso, por ejemplo, de la mayoria de los en- sayos de Borges recogidos en Inguisiciones, Discusién, Historia de Ug eternidad u Otras inquisicionesy destinados originalmente a dintios 0 revistas), 0 de “cruce” critico entre Ia obra de un autor y la propia experiencia biografica (en el caso del Corti- zar inaduro que afirma que haber vivido en ciertos hoteles, 0 pasado por ciertos trances, perinite entender por qué el Fe- lisberto Hernandez de *Mi primer concierto” o “Nadie en- cendia las limparas” escribe de determinada manera). Pero existen otros ejemplos que podriamos poner con- wibucién por su atipicidad frente a las convenciones y las departamentalizaciones de género o de pertenencia tedrica. En un texto aparecido en 1987 en el Diario de Poesia cle Bute~ nos Aires, Elvio Gandolfo hace intervenir a un personaje de ficci6n, el inspector Suarez, para que descubra por qué razo- nes a Mario Benedetti no lo incluyen en las antologias de poe- sia latinoamericana. En otro, aparecido en Punto y Aparie de Montevideo, en julio de 1989, Gandoifo inventa un dia st puesto de la vida de Onetti para hablar de sus ochenta aiios, ‘0 mejor: de la trayectoria de esa parabola que se inicié con El Pozo y culminaba en ese tiempo recreado con los borradores de Cuantlo ya no importa, Se trata, includablemente, de textos de “eruce” entre la lie teratura ficcional y el periodismo, que buscan separarse de ambos en tha nueva forma en la que se filuan y empastan, “de otra manera’, elementos de los dos universos. Tody una Diisqueda. Los temas del periodismo cultural Lagama de temas ¢ incumbencias del periodismo cultural ¢s por cierto variada y heterogénea, pero puede decirse que Ta amplitudo restriccién del concepto de cultura al que adhiera una publicacién linitard o expandiré considerablemente su campo ce intereses, y consecuentemente las posibilidades de eleccién tematica de sus colaboradores, Para un observacor norteamericano de Ia vertiente “opti- mista”, como Edward Shils, la heterogeneidad de los recortes temiticos no dependerd, sin embargo, s6lo de un puro en- marcamiento conceptual, referido 2 lo que se entiende con- vencionalmente por lo cultural. La heterogeneidad tematica seria més bien el resultado de una decisién de tipo econémi- ¢0, que explora'piiblicos masivos con el propésito de incre- mentar en tltima instancia sus regalias. La reproduccién y difusién de materiales culturdles se manejaria, desde esta perspectiva, con Ia légica de los beneficios en una escala'y con un nivel de mezcla y de piiblicos no coriocido antes en la historia, De todas maneras el segmento de consumidores de cultu- 12 superior (y por lo tanto unitaria) no parece haber suftido més alteraciones cuantitativas notables que las vinculadas al crecimiento relativo de los integrantes del campo intelectual su periferia: un grupo que incluye profesores universitarios, Cientificos “duros"y “blandos", estudiantes superiores, escri- tores, artistas, profesores de enseiianza media, profesionales de distintas disciplinas, periodistas y funcionarios de cierto rango, ademas de cuadros politicos, tecnécratas, hombres de negocios y tal vez miembros del clero y las fuerzas armadas, aunque no pueda afirmarse que Ja totalidad de estos integran- tes de clite posca verdacleramente inclinaciones o intereses intelectuales muy definidlos (y muchos escritores no escapan a esta afirmacién). Las agendas de las publicaciones adscriptas al universo de In culturstsuperior se especializan, por lo general, en reperto- ios restringidos y unitarios de caricter histérico, filoséfico, artistico, lingiiistico, eteétera, que no contemplan la divulga- ci6n sino el abordaje monografico de caricter académico, 0 bien el seguimicnto de una investigaci6n especializada, Ia dis cusién de una nueva tesis aportada al terreno del conocimien- to cientifico 0 el examen exhaustive de una obra de aporte significativo. Desde Ia Sptica a la que adhiere un critico y evaluador como Shils, los recortes temnaticos tendrin que ver fundamen- talmente con las dimensiones del untiverso de uswariosy con a eleccién que hagan en este sentido los responsables del pro- yecto editorial. El alto grado de especializacién y uniformi- 9 dad de la cultura superior, por ejemplo, no constituye una posiblidad seria de competir en Ia direccién de los benef- cios. Sus temas serdn necesariamente de circuito mas limita- doy no superaran una agenda relativamente restringida, por- que las regalias se miden en términos de incrementos del co- nocimiento y no de beneficios crematisticos. La cultura media —tal vez la zona mas expansiva desde la invencién de la imprenta—es la que ofrece en cambio mayo- res posibilidades de heterogeneidad y mezela, Condiciona- dos por Ia ejemplaridad modelar de la cultura superior, pero también por las exigencias del mercado, los productores de este campo son los responsables de la ingente masa de adap- taciones, textos de divulgacién, revistas, proyectos editoria- les, colecciones fasciculares y otros artefactos destinados a recoger, sintetizar y difundir los patrimonios del conocimien- to en las esferas mas variadas, y de aht la frondosidad poten- cial de sus repertorios tematicos, que atraviesan sin sentimien- tos de culpa las culturas clasicas, las vanguardias, la actuali- dad, los medios masivos, las literaturas marginales, las cien- cias politicas, las cuestiones sustanciales de las ciencias “du- vas”, etcétera. La cultura bajao bnital, segiin la tipologia que acepta Shils, ocupa una posicién favorable en relacién con el mercado, pero sus cuadros de productores profesionales, suis medios y sus ofe tas temticas son comparativamente mas limitados (y subest mados) que los de ese gran y exitoso homogeneizador que es el campo medio, Crénicas deportivas, literatura macabra, por: nografia, fait divers, correos del corazén y owas especies de ese tipo son los muros que la delimitan y constriien temiticamen- te, separinddla cle la culwura superior y dela cultura media. Muchos de esos productos bnuales reflejan, sin embargo, un estimable grado de refinamiento en su género, y son el fruto de creadores de verdadero talento. En este sentido Ed- ward Shils afirma qu Algunos géneros de la cultura “brutal” han producido obras dle gran estima, que, a veces, pasan a través de la cultura “media” y legan hasta-el extremo limite de la cultura "superior". Algu- nas obras de pornograffa se han ubicado en la cultura “supe- 30 rior”; también han legado hasta ella algunas obras de literatura riacabra, como también las erénicas deportivas, Come la cultu- ra “brutal” no limita ni mucho menos su piiblico a las clases in- cultas, muchas obras de cultura *brutal”, dotadas de un elevado refinamiento formal, realizan su propia ascensi6n y tras ellas van sus productores. El francés Gustave Le Rouge fue a comienzos de este siglo un fecundo productor de materiales de esta naturaleza. Blai- se Cendrars lo evoca cumplidamente en uno de Ios capitulos de El hombre fulminado (1945), en una vifieta que puede’ser considerada como la auténtica apologia del poeta empefiado en las duras y desprostigindas faenas de la cultura baja: éCémo definir a ese poligrafo de erudicién viva y esponti- nea, nunea falto dé argumentos? No era ni un negro ni un destajista: ese trabajador infatigable, aun en sus oscuros folle- mos que sélo se vendian en los kioscos, puestos de ios, papelerias y mercerias de barrio 0 de provineias, nun- ca desmerecis dle su oficio de escritor, que tomaba muy en se- rio y del que se enongullecfa. Al conirario, en esas publicacio- hes populares que no firmaba —gruesos volimenes como un “Clef eles Songes”, un “Livre de Cuisine” (que recomendé a todos los gourmets que conozco), un “Miroir de Magie"—y en publicaciones que apenas Hegaban a folleto, simples hojas im- presas plegadas en cuatro, en ocho o dieciséis dobleces, que se Yendian a diez, veinte, cincuenta céntimos y que los vendedo- res de periddicos pregonaban a la salida dei metro los sibados por la tare (jme retiero a la época antediluviana anterior a 1914!)— "Le Langage des Fleurs", “Choisis ta Couleur, je te dirais qui eu es", “Comment coller les Timbres-Cartes”, “Les Lignes de la Main”, *Le Grand Albert’, "Le Petit Taro”, etcéte- ra, es donde se abandonaba a su demonio tutelar, apelande a In ciencia ya In enudicién, no para presumir de sus conocimien- tos enciclopéclicos —Le Rouge habia leido todos los libros y anotaba tovlas las tesis universitarias y las revistas téenicas espe- cializadas, de las que recibia a diario una cantidad prodigio- sa—, sino para destruir la imagen, no sugerir, castrar el verbo, no hacer estilo, imitarse a los hechos y solamente a los hechos, decir el aiiximo de cosas con el minimo de palabras y, final- mente, descolgarse con una idea original, ajena a todo siste- ma, aislada de toda relacién, vista como desde el exterior, bajo jen angulos a la ver y con abundante ayuda de telescopios y Ft icroscopios, pero iluminada desde dentro. Eran equili- Rrismos y juegos malabares. Ese juglar era un gran poeta antipoético, y no cambiarfa toda la prosa y versos de Stéphane Mallarmé por uno de sus efimeros optisculos... Lo cultural y las cualidades de la nota informativa Comencemos el punto con una interrogaciss punto de vista especificamente “noticioso”, existen afinida- des o diferencias perceptibles entre el periodismo cultural y el periodismo general? La noticia, se dice corrientemente, es el insumo funcamen- tal del periodismno, y en este sentido debe poseer ciertas cua- lidades inuinsecas y extrinsecas, mencionadas de modo pun- tual en los manuales y en las obras teéricas. La noticia debe ser en primer lugar veray, y en este sentido la cuestién enlaza simultineamente con aspectos deontolégicos de la prensa y con cl aiiejo problema filos6fico de Ia verdad y Ia verosimili- tud, tal como ha sido tratado histéricamente por [ilésofos, légicos y epistemdlogos. Ee En sttaspecto noticiaso o informative el periodismo cultural np se aparta de esta ntormna, y produce sus materiales sin fal- scar ni ética ni conceptialmente los limites de la verdad co- nétida, aunque en ocasiones se pueda jugar —por razon contextualmente precisas— con las ideas de verdad, aparien- cia y verosimilitud. Como un emblema de Ia posmnodernidad ica de los "80, el polémico “episodio Balbastro” monté con verosimilitud, en el programa televisivo El Monitor Argen- fino, 1a existencia de un oscuro intelectual olvidade por la memoria cultural, con lo que hizo estallar reverenciadas con- venciones sobre la verdad de la informacién y la confiabili- dad de los medios. Las noticias de ta prensa general versan casi siempre sobre la actualidad en sus diversas facetas, con lo que satisfacen sti pucstamente una demanda especifica de los usuarios. Una Parte sustantiva de los materiales producidos por el periodi- mo cultural se adecua a esta norma, pero otra zona equiva: lente wabaja con autores, obrasy fenmenos que pertenecen tnas bien a la esfera del pasado, y en este sentido el discurso Cultural se hace més historiogrifico y retrospectivo que “pe- riodistico” en el sentido seiialado. Uno de los objetivos de la prensa es aportar al lector un monto de informacién sobre lo que desconoce por hallarse todavia en curso o no pertenecér a la esfera de sus intere- ses 0 competencias dominantes. La cualidad de novedad no estd desde Inego ausente de las agendas del periodismo cultural —y una buena parte del mismo trabaja precisa- mente con el.perfil de la actualizacién, lo novedosoy lo experi- mental—, pero la misma naturaleza del campo plantea fre- cuentemnente La recapitulacién y la vuelta sobre lo ya conocida, incluso bajo sus formas mis estereotipadas y previsibles, Muchos de los acarreos tematicos del periodismo cultural son “historias wieltas a contar”, como las de Hawthorne y Lu sin, La noticia opera desde luego a favor de una mecénica que Parece la médula misma de la prensa de informacién gene- fal: el interés que puede suscitar en el lector por su original dad, si color o sus facetas humanas. Es altamente improbable queun diatio otorgue espacio a una noticia que no retina al- guno de sus requisitos, y,éste es uno de los aspectos que mia- sores problemas plantea a las publicaciones y materiales cul- urales: st sintonice veal con el interés del lector, o con los mettios kegitinos a los que se puede apelar para suscitar y mantener dicho interés. No son pocos los medios que cultivan una actitud fran- camente prejuiciosa y restrictiva frente a “lo cultural", por considerarlo (casi siempre exréneamente) como ajeno a la e- fora de los intereses del lector corviente, También el lector adiestrado y receptivo reacciona de max era interesada 0 desinteresada frente a los materiales que le Propone el petiodlismo cultural, y en este punto se plantea para él lwrnecesidad de reflexionar sobre un dietario temati- £0 que contemple modas, revivalismos y tendencias vigentes en el universo de sus lectores devotos © potenciales, especial- 33 mente en etapas de wansicién y fractura —como las actua- les— en las que se reacomodan los repertorios culturales se- gin lineas ambiguas y todavia confusas. ‘Una disyuntiva noticiosa: zeaptar o crear tendencias? La sagacidad para detectar las (endencias vigentes es una dle Jas claves del periodismo cultural, pero podria decitse tam- bién que la capacidad para generar una tendencia es Ia forma superlativa de esa clave. Un autor como Shakespeare puede ser sefialado como uno de los escasos ejemplos con vigencia permanente y segura a partir de la abundancia de puestas convencionales o experimentales de sus obras, tanto en el campo teatral como en el cinematogrifico. Resulta improba ble, en consecuencia, que una nota ¢ incluso un servicio en ero sobre el dramaturgo iniglés cleje impavidos o marginados alos lectores, a pesar de los miles de textos que se han hilvae naclo y “refritado” en el tiltimo medio sigio sobre sus excelen- cias y misterios mis notables. Una puesta en escena, un filme o una edicién con ciertas caracteristicas pueden convertirse, sin embargo, en el deto- nante para el reflotamiento de una figura secundaria w olvi- dada, y en este sentido la mirada atenta del periodlismo cultu- ral puede servir para realimentar —aunque sea transitoria- mente— las demanelas informativas sobre el fenémeno, como sucede repetitivamente con los grandes medios de’prensa y sus suplementos. Durante el tiltimo lustro figuras amortizadas de otras décadas, como Marguerite Yourcenar, Marguerite Duras, John D. Salinger, Norman Mailer, Walter Benjamin, etcétera, han conocido un remozamiento impensable en mo- mentos anteriores. Durante la década de 1960 un auténtico poolde semanarios ¥ diatios lel Continente contribuyé a diseiiar y fenémeno que por otra parte tenia raicesy expresiones genui- ‘nas: el llamado doom de la literatura latinoamericana, que tuo Fesonancias, por lo menos superficiales, en Ambicos mais exten- sos que los del cirenita literaria convencional, Vale la pena mover un, acotar que el dispositivo promocional del boomy de las figuras de Mario Vargas Llosa, Gabiiel Garcia Marquez, Carlos Fuen- tes y otros conspicuas, fue en primer término una operacién de los grandes medios de quiosco, ampliada y corregida luego Por las publicaciones mas especificamente culturales, Por sus dimensiones, tiradas y circuitos de distribucisn, ¢ incluso por su influencia nacional e internacional, los grandes medios parecen ser los mas eficaces en los procesos de genera- cign de tendencias destinadas a amplios sectores de consumo ilados por ellos. Los pequefios medios, en cambio, son iis eficientes en Ia seleccién y profundizacién de campos y fenémenos, y son los que algunas veces exploran y aportan las maurices novedosas o revivalistas sobre las que operardn lego —a owas escalas—los medios comerciales de gran forma. La inexistencia de ese trasvasamiento eventual limitaria la tenden- cia al campo restringido de los especialistas 0 iniciados, sin que pucda hablarse de todas maneras de una incapacidad de los pequetios medios para operar tendencialmente. Revistas me- nos influyentes que los grandes medios han anunciado, sin embargo, fendmenos que més tarde acapararian el interés de los lectores y se convertirian practicamente en el tono domi- nante de la época, como el posmodernisma, la crisis de los gé- neros, el llamado “fin de las ideologias”, el minimalismo, la demolicién del campo socialista, eteétera. El periodismo cultural corre los mismos riesgos que la alta, costura ¢ incluso el prétd-porter, especialmente porque con fre- cuencia lo gobiernan los flujos de la moda. Un periodismo que se predica a si mismo como més estable y permanente que su par de las efimeras “informaciones generales", termina pareciendo tan rancio y anacrénico como éste al cabo de poco tiempo. Lo que fue actualidad y polémica crucial se con- Merte, mas ripidamente de lo que se supone, en historia de Ja cultura, Toda cultura, en definitiva, es historiade si misma. Aunque no toda zona especializada, como dice Ep, es faeocitada realmente nor la moda, No toda exploracién, no kit dpe al seem pe cin, y de ést a la zona y vetiginosamentealteritrio de la divulgcien, y datas dock inde Bola bench ea que marca tal vez diferencias exten, ung ea me ques rence y som en lb ei de einen, mine ea 3 reprodlceidn que erean precisamente la fecunca posbiidad de supervivenciay ep an : sora len, © vem ioe Ev wi nao “rly "La estrategia de la ilusicn': Frente a las modas que origina, una eultuira na debe plan- [ESrse tanto el problema de reprimirlas como el de controlan bas. La tarea de una cultura consiste en producir tanto alee SPecializado como saber espontineo y difusor y, en Ia critica dic los excesos de este saber espontineo, su tarea no debe see silo reprimirlo, sino hacer surgir de él relaciones y oportur dades, otro saber especializado, en un movimiento wise ones Tos ordenado en que el malentendid se transforma a men do en “serendipitar, Car que sea, se puede estar segue To de tna cosa: una cultura que no origina me Traits. No hubo ni hay mods en Ia cultura hopi, por cjem. lo, porque no hubo proceso, La moda cultural es el sexe ju venil del proceso culutral, Tono, enfoque, sugestién... Ours cualidades extrinsecas del periodismo tienen que ver con cl tratamiento formal de los materiales, y se refieren ius bien a rasgos de tono y estilo que todo periodista debe, ria dominar profesionalmente, cémo Ia amenidad, el dine mismo y la capacidad sugestiva de lo escrito. Las cualidades de dlarided y concisién han sido valotizadas por la toialidel de los manuales clisicos de periodismo, y son carncterist icas Advertibles en los ejemplos que suelen acompaiiattos. Que pun to Posea genuina capacidad para sugerires ya wn air. buto personal que algunos no poseen o no Megan a domi nar totalmente. Como dijo Homero Alsina Thevenet en un 36 quede Montevidess sie, Fedactaco para el semanario Ja- fede Montevideo: “El estilo no es una salsa que se agrega a Is prosa: es Ia manera de enfocir esa prosa, y ¢sa manera comienza por la coniprension de su tema", lable que ese ‘ono esta ido al cardcter del tema, pero con fre- cuencia se advierte una ‘nadecuacin entre uno Y Otro, que Seqtin los casos puiede convertira in ectura en una civiadaet cone anal. Tono y enfoque son cualidades tan particulares Some Ia capacidad sugestva, y acreditan la real personalidaa de un periodista o escritor, Ningtin argumento razonable Justificaria que una nota cultural prescinda dle las cualidades de claridad, concisién, sue gain, tonoy enfoqur, aunque existe un generalizado maton tendido entre los defensores de es toda prosa y quienes so: ciertos temas justificarfa su omisidn parcial completa, Kane los Rolling Stones sou inclurtahlemente diversos. pero nada pide —si no se tienen en cuenta estos recauclos—que se clad y fluidez sobre el primero, y de modo farragoso y melanedlico sobre los segundos, Es moneda corriente que la pertenencis al fetichizado om be cultural actiia a veces como una suerte de poderoso de- setae clit liquida infaliblemente toda ligereza en el tone de las colaboraciones. Con su cuarto de siglo de experiencia Fece qute cuando deja carse los cabellos”, 37 El ensayo, zona franca Menos constrictivo, como género del periodismo cultural, parece ser el ensayo, una forma que preside en cierto modo el nacimiento y el desarrollo de los estilos de la prensa desde el siglo XVIII, con figuras briténicas arquetipicas como Steele, Addison, Johnson, Swift, Defoe, Lamb, De Quincey, Chester- ton, Beerbohm, etcétera. Del ensayo, como texto de abordaje de materias muy varia- das, se puede decir que ciertamente informacién sobre los hechos y temas que trata, y para el caso bastarfa con releer cualquiera de los essais escritos por ese auténtico crea- dor del género que fue'Miguel de Montaigne, o los de mu- chos de los autores antes citados. Adviértase que frente al texto cientifico, o frente al propio texto periodistico, el ensayo de autor supone casi siempre tna formulacién provisional y no verificada, reclactada caracteris- ticamente en un texto “elistico” que pucde ser extenso o bre- ve, objetivo 0 subjetivo, erritico 0 conciso. Mis que los atri butos y las cualidades que se exigen a la prosa cientifica 0 periodistica, el ensayo reivindica para sf las virtudles “estilist cas" de Ia escritura, cle Ia prosa decantada, de Ia sugestién retérica, y se transforma por ello en una especie libremente disponible, no atada a otros pactos de lecura que los de la propia literatura, El ensayista se convertird, en relacién con el medio que lo contiene, en una criatura anéiala, conflicti- vay al mismo tiempo codiciada. : Mas que con la existencia de la prensa general, a pesar de su decisiva vinculaci6n matricial con ella, la forma ensayo concluyé por vincularse a las revistas literarias y de ideas, como la Nouvelle Revue Francaise, Les Temps Modernes, The Griterion, Horizon, Cuadernos Americanos, Sur, eteétera, sin que faltasen desde luego piezas muy estimables del género en dia- rios y suplementos culturales. Las revistas albergaron sobre todo una especie caracteris- stca, que integra en cierto modo un campo auténon sayo especulativo, destinado al asedio de cuestiones culturales abiertas. Un caso ejemplar de este tipo de ensayoes el que prac- licé Jorge Luis Borges a lo largo de su vida. Cualquiera de los, textos recogiclos en Otras inquisiciones (1952) puede servir para ilustrar una variedad que en su caso ocupé las paginas de dia- rios como La Prensay La Nacién, y de revistas como Sur. El tema de la difusién El diario, el suplemento o Ia revista de interés cultural d ben apelar a sus propias herramientas, entre ellas la impos cién de patrones de prestigio, servicio y eficacia que los legiti- men en el circulo de sus lectores, como allemativgs valjdas frente a otro tipo de agentes culturales (Ia escuela, fa usfiver- sidad, cl musco, etcétera). Debe recordar en primer término, para organizar sus estrategias comunicacionales, que el lec- tor establece, a partir de un medio determinado, un conjun- to de relaciones de participacién imaginaria con las cosas, convirtiéndolo de este modo —a través del consumo de cré- nicas de conciertos, entrevistas a personalidades relevantes, criticas de exposiciones, etcétera— en un agente genuino de contacto social, que puede estimular formas de participacién directa y activa o limitarse a cumplir un papel susticutivo y ica Un periddico, se ha dicho, es mucho mas que el conteni- do de un articulo o una entrevista. Se trata, mas bien, de un producto con resonancias sociales y culturales polivalentes y enteramente disponibles, lo que obligaria a tener constante- mente presente ese horizonte potencial de implicancias y re sonancias que comienzan a detonar en cadena con el simple hecho de la publicacién. En lineas generales las revistas culturales tienden a prefi- gurar declarativamente su propio horizonte de expectativas, a través de textos que anticipan el tipo de resonancia que de- sean activar. Se trata, desde luego de sus propias expeclativas doctrinarias, y no del complejo mundo de acciones y reaccio- nes que se desatan més alli de la autorreflexién y la referen- cialidad interna del grupo emisor. Este tipo de consideraciones hacen pensar obviamente en un conjunto de circunstancias y efectos que

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