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ALDO

La boca cumple un enorme papel: toma


el vino tinto, de a poco, a lo largo de la noche,
y devuelve, incansablemente, iluminndose, el verbo.
Y cuando est en silencio, los labios se mueven todava,
se estiran, se entreabren porque los dientes, sin motivo,
sin ninguna pasin, por pura costumbre, se aprietan.
Es, se ve bien, un reflejo que viene desde el fondo, o mejor
dicho desde el principio. La calvicie
no alcanza ms que la coronilla, la frente,
y en la nuca, y a los costados, el pelo grisceo termina
humildemente, escarolado, insumiso.
En el conjunto, la cabeza vendra a ser
de un gris ceniza evanescente, la cara
rojiza, a causa quizs del vino, y los hombros,
cubiertos por el saco azul marino, resaltan,
como contra un infinito, contra el afiche amarillo pegado a
la pared.
Est todo aureolado, si se quiere, de grafismos negros.
La mesa del bar, al lado de la vidriera, es, entre todos,
el mejor lugar; sobre la mesa
el vaso de vino, medio lleno, que la mano,
negligentemente, toca: de esas manos, se ha sabido decir
que, como las de Borges, son blandas, evasivas. Las ha
ocultado
parece, a medias, desde siempre: un complejo? Y a veces,
sin embargo, pueden moverse, elegantes, en el aire,
diciendo un alegato mudo en favor, por ejemplo de
Baudelaire,
y en ellas, entonces, todo lo qu le queda de pasin se
concentra.
Pero no es, propiamente, una pasin:
son como unas seales, rpidas, que le llegan, de vez en
cuando, desde
lejos, desde el fondo, probablemente, o desde el principio,
y alrededor de cuyo centelleo, todos sus das,
que l se dice vivir, intilmente, en dispersin,
como un milagro austero, para el oyente, se renen.

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