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GRACIAS A DIOS QUE COMI LOS ORIGENES DEL CRISTIANISMO EN IBEROAMERICA Y EL CARIBE, SIGLOS XV-XX Maximiliano Salinas Campos Gy EDICIONES DABAR % México, D.F. 442 Gracias a Dios que comt El regocijo celestial de la pareja humana EI Occidente latino-cristiano dificilmente pudo asimilar el caracter celestial y escatolégico del amor de la pareja huma- na. La vida sexual aparecié siempre asociada al pecado y a la caida del ser humano. Tertuliano afirmé que entre el matri- monio y la fornicaci6n no existia diferencia intrinseca, pues ambos se servian del mismo acto vergonzoso (Exhortacién a la castidad, YX). Agustin hablé de la “excitacién diabdlica de los genitales” (Opus imperfectum 2, 33). Tomas de Aquino ense- fi6 que “el hombre se vuelve bestial en la cépula, porque no puede moderar con la razén el placer del coito y la fuerza de la concupiscencia”°, En el siglo XVI Erasmo de Rotter- dam pensaba lo mismo, con desprecio de la sexualidad “[Con- sidera] cudn sucio, cuén hediondo y cudn indigno en fin de cualquier hombre es un tal deleite que nos hace iguales y se- mejantes no solamente a las bestias comunes, més a los puer- cos, cabrones y perros” (Enguiridion 0 manual del caballero cristiano). Para Martin Lutero la unién fisica de los esposos era “una actividad imperativa pero lamentable” (Gran catecismo). Segtin Montaigne: “La del matrimonio es una vinculaci6n re- ligiosa y piadosa: por eso el placer que proporcione debe ser un placer contenido, grave y mezclado de cierta severidad; debe ser una voluptuosidad prudente y consciente” (Essais, I, XXX). En general, existid, pues, en el nticleo central de la mo- 429. Ctr. Fecristianay revolucién sandinista en Nicaragua, Managua, 1980, pp. 245.320. Sobre el tema, véase también Coluccio, F., “El velorio del an- gelito”, en Fiestas y costumbres de América, Buenos Aires, 1954, pp. 111-123. 430 Cfr. Santos Benetti, Sexwalidad » erotismo en la Biblia, Buenos Aires, 1994, p. 501. El cruce de las fronteras: el cristianismo.. 443 ral cristiana de Occidente “una profunda desconfianza hacia los placeres carnales”43!. Las utopias sagradas de los pueblos ibéricos, indigenas y africanos que conformaron el cristianismo latinoamericano y caribefio tuvieron, por su parte, una comprensién mucho mas divina y celestial del amor de la pareja humana. Enlaconciencia arabe y musulmana, que de modo consi- derable influy6 en la Espafia medieval, el amor sexual te- nfa una sacralidad inefable. El sexo conducia naturalmente a Dios. “La visi6n islamica de la sexualidad busca la afirmacién, busca la aceptacién festiva y no larenunciacién morosa [...]. La sexualidad desarrollada, el amor realizado en la alegrfa, son maneras de agradecer a Dios por los beneficios que nos prodi- ga”432. Las satisfacciones sexuales son determinantes en la plenitud de la condicién humana, de modo que un miembro de la comunidad sexualmente frustrado es considerado “po- tencialmente peligroso”*5. Por esto, la literatura escatolégica musulmana describié con detalle la espléndida relaci6n sexual de los bienaventurados: “Y verd el a/wa/i[bienaventurado] de Allah su cara en la cara de ella [...] Y la verd en sus pechos y en sus pantorrillas y veré ella su cara en la cara de su marido y en sus pechos y en sus pantorrillas”454, E] matrimonio constituye, de esta manera, un anticipo del parafso. El tratado de erotologia compuesto en 1609 porun morisco anénimo y exiliado en Tiinez —recientemente publi- cado— enciende una importante luz acerca de las creencias en la sexualidad sagrada y celestial de los inmigrantes ibéricos a 431 Ariés,Ph., Béjin, A., Foucault, M. y otros, Sexwalidades occidentales, Bar- celona, 1987, p. 153. 432 Bouhdiba, A., La sexualidad en el islam, Caracas, 1980, p. 145. 433 Mernisi, F., Sexe-Jdéologie-Islam, Rabat, 1985, I, p. 51. 434 Manzanares, M., “El otro mundo en [a literatura aljamiado-morisca”, en Hispanic Review XLI, 1973, p. 607. 444 Gracias a Dios que comt América. Seguin esta literatura morisca del siglo XVII, los casa- dos alcanzaban en el paraiso una bienaventuranza més excelsa que los santos y profetas: “Y el estado de los casados es tan ex- celente que, habiendo muerto un santo hombre lo vieron en suefios y le preguntaron: ¢qué ha hecho Dios contigo? Y res- pondié: Me ha dado grados de gloria con tanto extremo que he llegado a mirar los que tienen los santos y profetas y, con todo eso, no han Ilegado a los grados que tienen los casados”4%5, El regocijo ante las hurfes de acuerdo a la promesa cordnica —“las virgenes de mirada recatada” que se casardn con los bie- naventurados (Cordn 37; 38; 44)— fue también reconocido por el autor morisco espajiol: “El estar abrazado con una hauria [hurf] es setenta afios sin que ella ni él tengan enfado; estan en gusto excesivo a modo del acto en el mundo”4%6, Este fue ciertamente un lenguaje del todo incomprensible, y, mds atin, intolerable, para la escatologia ascética de Occidente, pero vi- gente en la realidad religiosa ibérica de los siglos XV, XVI y XVII. El mundo indigena, por su parte, también exalté la se- xualidad como una experiencia divina. La experiencia orgés- mica reunfa a los seres humanos con los dioses. Era, en este sentido, una importante experiencia religiosa. Esto fue com- batido con tenacidad por el Occidente cristiano, pero dificil- mente pudo ser extirpado*37, La poesfa amorosa del folclor mestizo latinoamericano apunt6 al regocijo celestial del encuentro amoroso de la pareja 435 Lépez-Baralt, L., Un Kama Sutra espaitol, Madrid, 1992, p. 308. 436. Ibid., p. 275. 437. Cfr. Marcos, S., “Indigenous eroticism and colonial morality in Mexi- co: the confession manuals of New Spain”, en Numen. International Re- view for the History of Religions, XXXIX, 2, 1992, pp. 157-174. Véase también Morgan, M. I., Sexwalidad y sociedad en los axtecas, México, 1983, El cruce de las fronteras: el cristianismo... 445 humana. El marco del jardin del Edén no fue olvidado como génesis del gozoso amor humano: El Creador de la alta esfera en aquel momento, es decir, después de hacerlo dormir, le dio una compafiera. Era la mujer primera; lo comenzé a acariciar, y el esposo, al contemplar, goz6 de aquellas caricias y dijo: de estas delicias hazme, Seftor, disfrutar*8, La conviccién coranica de la belleza corporal como atri- buto de Dios quedé reflejada en la poesia amorosa del conti- nente. El Coran dice de Allah: “Os ha modelado y ha hecho agradable vuestra forma”, “os ha formado y ha hecho hermosa vuestra forma” (Corén 40, 64; 64,3). En la literatura popular de México encontramos estas f6rmulas: Las formas esculturales que Dios te proporcioné son divinas, ideales; por eso he pensado yo cosas sobrenaturales. En la puerta de tu casa voy a poner un letrero, con las palabras que digan: “Por aqui yo subo al cielo”*°. En la poesia folklérica de Panama se encuentran estas bellas expresiones: 438 Meneses, D., De la formacién de Addn y Eva (siglo XIX), en Biblioteca Nacional de Chile, Coleccién Amunétegui de Poesia Popular, p. 75. 439 Cancionerofolklérico de México. Coplas del amor feliz, El Colegio de Méxi- co, México, 1986, pp. 20, 40. 446 Gracias a Dios que comt Hoy reluces con tu don, como una estrella de Venus, y se asemejan tus senos dos lindas rosah en botén. ‘Tus espaldas lindas son, que al mirarlas embelesan; hizo Dios con gran pureza las piernas cautivadoras que hasta el cielo se enamora cuando en ellas tropieza°. La poesia popular relativa al matrimonio —si bien esta institucién nunca fue del todo canonizada por las culturas po- pulares— expresa el regocijo celestial de la pareja humana. La vida en pareja podfa ser tanto o mas sagrada que la opcién celi- bataria, privilegiada por las elites religiosas de Occidente. A fi- nes del siglo XVI, en Brasil, la Inquisici6n procesé al laico Gaspar Dias Matado por afirmar: “Tanto servicio hace a Dios un buen casado en su cama y casa, como un sacerdote que ce- lebre misa en el altar”“4!. Los versos que se copian a continua- ci6n muestran claramente el sentido escatolégico de la vida amorosa en la poesia popular de Chile: jViva la luz del Increado! Vivan novios y padrinos y los angeles divinos que tiene Dios a su lado! /.../*42. Vivan los novios dichosos en santa paz y alegria, vivan en feliz armonfa y en un bienestar delicioso. /.../. 440. Instituto Andino de Artes Populares, Poesta popular andina, 1. Venexue- la, Colombia, Panamd, Quito, 1982, p. 400. 441 De Melloe Souza, L., Odiaboea terra de Santa Crux. Feitigaria e religiosi- dade popular no Brasil colonial, Sa0 Paulo, 1987, p. 105. 442 Garcia, N., Poestas populares, Santiago, 1886, I, p. 12. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 447 Al fin vivan los desposados en una real amistad y gocen en realidad muy felices en sumo grado*®, Vivan los matrimoniados, espejo de clara luna, gocen la dicha y fortuna como bienaventurados4, Hasta la consumaci6n viva viva el matrimonio, permita pues San Antonio que vivan siempre en unién. En cualquiera situaci6n con el lujo y bizarria, que es una segura guia con un amor sin segundo, vivan hasta el fin del mundo rebosando de alegria*4. Vivan los cuatro elementos de la Corte Celestial, viva la corona real, viva el santo sacramento, vivan con gusto y contento /.../ vivan damas y sefiores, vivan todos con anhelo, vivan con grande consuelo, vivan en su santa casa, purificados de gracia, vivan con Dios en el cielo. 443 Reyes, A., Parabienes a los novios (s. XIX), en Biblioteca Nacional de Chile, Coleccién Amunitegui, p. 107. 444 Cordero, J. H., Paradienes (s. XIX), en Joc. cit., p. 375. 445. Jerez, J., Parabienes para novios (s. XIX), en Biblioteca Nacional de Chi- le, Coleccién Lenz 3, p. 30. 446 Gonzalez, J. R., E/ amoroso, Santiago, 1900, pp. 23-25. 448 Gracias a Dios que comé Que felices en el suelo, vivan siempre en el hogar y ambos vayan a gozar después del amor al cielo. Sefioras y sefioritas, yo deseo en este canto se le pegue a los solteros hoy el Espiritu Santo“. éSerfan capaces los propios santos y santas en el cielo de vivir como parejas humanas? La imaginacién popular lo dejé intuir humorfsticamente. Como lo expresé la literatura oral del Ecuador: 447 448 449 Estaba Santa Teresa encima de un alto pino, haciéndole tener gana a Santo Tomas de Aquino*8, O en estos versos de Chile: San Jorge y san Nicolas, san Cristébal y Januario, por ser santos anticuados ya no figuran jamés. Recordarlo est4 de mas que tenjan sus amores uno con santa Dolores y otro con santa Anastasia /.../4°. Peralta, J. B., La cantora popular, Santiago, 1903, pp. 20-21. Espinosa, J.C. (comp.), Tradicién oral. Fiesta del sol. Canto y campanilla, Cayambe [Ecuador], 1992, ntim. 28. Jordé, M. (ed.), La Biblia del pueblo, Santiago, 1978, p. 470. El! crace de las fronteras: el cristianismo... 449 d) Los santos y santas mas alla del “imperio cristiano” El pesado andamiaje escatolégico del “imperio cristia- no” en América Latina durante los siglos XVI, XVII y XVIII construy6 una peculiar imagineria de los santos. Los santos y santas barrocos se caracterizaron por tres notas basicas: su orto- doxia, su ascetismo y su clericalismo. Estos tres rasgos obede- cieron a la inculcacién ética acerca del “blanco perfecto", capaz de mostrar la “recta doctrina”, de gobernar las pasiones y de constituirse en padres-clérigos de los laicos. Evidentemen- te, en este caso la mayoria de los santos fueron varones, que se distinguieron mediante una separacién escatolégica de los he- rejes y los paganos, las mujeres y los laicos. Asi se construyé es- pecialmente la imagen de los santos de ancestro medieval como san Agustin, san Antonio Abad, santo Domingo, santo ‘Tomas de Aquino, san Pedro Nolasco, san Luis Rey; o moder- nos, como los jesuitas san Ignacio de Loyola, san Francisco de Borja, san Francisco Javier, san Luis Gonzaga, san Felipe Neri, san José de Calasanz, san Pedro de Alcantara, san Pfo V, o aun los sudamericanos, como san Pedro Claver, san Luis Beltran o santa Mariana de Jestis. Esta particular visién de la santidad cat6lica barroca tuvo uno de sus intérpretes més auto- tizados en el jesuita Pedro de Ribadeneyra (1526-1611), con su difundida Flos Sanctorum (1599-1604), y se prolongé en América Latina mediante los sermones y el arte sagrados. Un santo que compendié los tres rasgos apuntados fue ciertamente san Agustin, verdadero puntal de la “civilizacién cristiana” de Occidente. Las im4genes coloniales mas difun- didas lo mostraron como doctor de la Iglesia de pie o senta- do frente a su escritorio, sin embargo también fue modelo de clérigos y de ascetismo. En la sacristia de la iglesia de la Com- pajifa de Quito, Ecuador, se expone el “Triunfo de San Agus- tin”, donde “el santo se halla en su escritorio, vestido con los ornamentos pontificales, y de su pluma salen rayos que fulmi- 450 Gracias a Dios que comi nan al demonio, al amor carnal en la figura de Cupido y a varios herejes”450, EI rasgo de la ortodoxia o la “Recta doctrina” se aprecia ciertamente en las imagenes de santo Domingo de Guz- man, fundador de la Orden de los Dominicos, en los motivos pictéricos latinoamericanos: “Se retine con predicadores de la cruzada contra los albigenses”, “Discute con un hereje”, “Par- ticipa en un auto de fe”, “Santo Domingo escribiendo”, etc. Santo Tomés de Aquino contribuy6 asimismo a esta imagen con cuadros coloniales como “Santo Tomas, baluarte de la or- todoxia”, “La Summa Theologica en el Concilio de Trento”, “La Summa contra Gentiles es \levadaa Roma” y “Santo Tomas combate la herejia”, donde el santo “clava la lanza sobre Lute- 10, que esta debajo, cafdo junto con Averroes, Arrio y Pelagio”. San José de Calasanz, santo aragonés de los siglos XVI y XVII, fundador de las escuelas pias 0 escolapios, en un cuadro de la catedral de México, “viste la sotana y el manteo propios de los clérigos romanos y esté rodeado de nifios a los que instru- ye”. En la sala capitular del Convento de San Francisco, de Lima, Pert, aparece san Juan de Capistrano quemando “li- bros heréticos”. En la visién de la ortodoxia no pudo faltar san Ignacio de Loyola. En la iglesia de la Compaififa, de Cuz- co, Pert, esta el motivo “Triunfo de San Ignacio sobre los he- rejes”, donde el santo “conculca a los herejes vestidos como turcos, que sostienen libros en los que se lee: Wiclef, Hus, Me- lanchton, Lutero, Calvino, Ecolampadio”*>!, La preocupa- cién por la herejfa hizo destacar en la literatura barroca al popular san Antonio de Padua como un “martillo de los here- jes”452, 450 Schenone, H. H., Iconografia del arte colonial. Los santos, Buenos Aires, 1992, pp. 117-118. 451 Ibid., pp. 262-284, 466, 499-500, 510, 750-763. 452 Ribadeneyra, P., Flos sanctorum, Madrid, 1675, I, p. 306. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 451 El rasgo del ascetismo o del “gobierno de las pasio- nes” fue sumamente importante en el cielo europeo respecto de las colonias en los siglos XVI-XVIII. Las imagenes de “san- tos penitentes tuvieron mucha aceptacién en Hispanoaméri- ca, mAs, quizds, que en la peninsula [...] Prueba de ello son las muchas imagenes que representan a los santos Francisco de Asis, Domingo de Guzman, Juan de Dios, Nicolas de Tolenti- no, Jerénimo, todos ellos de rodillas, con el torso desnudo y disciplinandose”. El tema tuvo mucho que ver con la posici6n antifeminista del barroco. En las imagenes ascéticas de San Antonio Abad, monje de los siglos III y IV, las mujeres adqui- tieron claros contornos diabdlicos. Asimismo, en las visién de las ““Tentaciones de San Francisco de Borja”, en la iglesia de Maranganj, Peri, del siglo XVIII, aparece una “serpiente con cabeza femenina”453. De san Antonio Abad escribié Ribade- neyra: “[Desde] nifio fue muy compuesto y grave, y enemigo de juegos, y parlerias, amigo de [...] comer poco, y manjares groseros”454, Segtin el mismo autor, la castidad de Tomés de Aquino fue tal que murié “tan limpio y puro, como un nifio de cinco afios”455, En la iglesia de la Compajfifa, de Arequipa, Pert, el cuadro “Penitencias de San Ignacio” muestra a “un Angel de espada flamigera que hace huir al demonio y a Cupi- do”. Una figura especialmente ascética fue san Pedro de Alcantara; de ella “hay algunos ejemplares que lo muestran disciplinandose, y en esos casos la abundancia de llagas, san- gre y cilicios mas parecen una carnicerfa que una muestra del espiritu ascético del santo”. Notablemente Ilama la atencién la iconografia moderna sobre Francisco de Asis en este senti- do: “A partir del siglo XVI, se observa el avance de una ten- dencia a subrayar su condicién de asceta y mistico hasta transformarlo en un visionario afiebrado y angustiado que dis- 453. Schenone, H. H., op. cit. pp. 100, 153-154, 402. 454 Ribadeneyra, P., op. cit. p. 93. 455. Ibid.,1, p.177. 452 Gracias a Dios que comt ta mucho del hombre de aspecto jovial y rostro benigno que describe Celano”49®, Finalmente, el rasgo clericalista de los santos del “impe- rio cristiano” en América Latina fue determinante. Los apés- toles de Jestis fueron identificados como clérigos. “Hay casos en que para subrayar la condicién de primeros sacerdotes y obispos que se otorga a los apdstoles, éstos han sido vesti- dos como prelados (iglesia de San Martin, Potosi, Bolivia) 0 como sacerdotes, con casullas y mitras (monasterio de Santa Catalina, Cuzco, Perti), acompafiando a Cristo en el paso de la entrada triunfal en Jerusalén.” San Pedro “generalmente est4 sentado en un rico trono [...] En un ejemplar de la iglesia de Paucartambo, Pert, esta rodeado de cardenales [...] mientras que otro, en Lima, lleva la curiosa leyenda: San Pedro Principe de los Sacerdotes dijo la primera misa después de Cristo Sr. Nuestro”. En la iglesia de San Pedro, en Lima, Pert, del siglo XVIII, existié un “Triunfo de San Pedro”, donde el santo “vestido de pontifical, sostiene el caliz con la hostia y va en un carro barroco conducido por san Miguel”. Santos completa- mente clericales 0 clericalizados latinoamericanos fueron san Pedro Claver, quien, en la iconografia, “viste la sotana negra de la Compaiifa de Jestis y esta rodeado de esclavos negros a los que bautiza o predica”; o santa Mariana de Jestis, joven quitefia del siglo XVII dirigida por los jesuitas quien, en la ico- nografia, “viste una tinica negra cefiida por una faja similar ala usada por los jesuitas”457. Para Pedro Ribadeneyra, san Fran- cisco de Asis fue ante todo el “fundador de la Orden de los Me- nores”458, La escatologia barroca beatificé a los clérigos-misioneros enfrentados a los “paganos” sometidos al diablo. El fundador 456 Schenone, H. H., of. cit., p. 31, 449, 632. 457 Ibid., p. 34, 578, 622, 629, 632. 458 Ribadeneyra, P., p. 554. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 453 de los mercedarios, san Pedro Nolasco, fue presentado en el convento de la Merced de Cuzco, del siglo XVII, “azotado por los moros en Granada”. Una imagen del papa san Pfo V fue di- fundida en Puebla, México, en la que el santo “sostiene un barco con su mano derecha, aludiendo a la batalla naval de Le- panto”. San Francisco de Borja, revestido con sotana, bonete y custodia, se muestra en una iglesia jesuita de Cérdoba, Argen- tina, con el tema “envia misioneros a América”. En México y Bolivia se represent6 a san Francisco Javier “bautizando in- dios americanos”. En México, Colombia y Pert se representé al fraile valenciano misionero en Colombiaen el siglo XVI, san Luis Beltran, con “un cdliz del que sale un drag6n que simbo- liza el veneno que le dieron a beber unos indfgenas”459. Debemos afiadir que el cielo europeo oficial fue espe- cialmente blanco. Santo Tomas de Aquino debfa ser represen- tado de “pelo rubio”; Santo Domingo de Guzman, con “blanco el color, la barba que tiraba a rubia”; y los angeles, también de “cabello rubio” 46, Ante este controlado marco, en el cielo moderno de los misioneros-clérigos europeos de los siglos XVI, XVII y XVIU, las culturas indfgenas, africanas e ibérico-populares construyeron una imagen propia de los santos y santas més alla del estrecho “imperio cristiano”, que no hacia sino canonizar eternamente al “blanco perfecto”. El cristianismo sudamericano experiment6 masivamen- te el culto popular a los santos. Mas, :qué caracteristicas tuvo esta devoci6n tan entrafiable a los bienaventurados? En vez de absorber el culto moderno y misionero el cielo barroco, una de las raices mas hondas fue la piedad popular de la Edad Media 459 Schenone, H. H., op. cit., pp. 402, 450, 553, 655, 665. 460 De Ayala, J., E/pintor christiano erudito, Madrid, 1782, 1, p. 118; I, pp. 127, 333. 454 Gracias a Dios que comé europea. La estimacién por los santos como habitantes del pa- rafso celestial la encontramos en estos versos festivos espafio- les de Fernaén Pérez de Guzman en el siglo XV: “Como fizo Bonifacio del pante6én todos santos, faziendo fiesta de tantos en un dia e poco espacio, yo aqui, aunque no sacio, fago fin a los loores de vos, muy dulces sefiores, con este breve laudacio. /.../ jFlores de quien se enamora todo el santo paraiso, dad loor non interciso a la muy santa Sefiora! Floresced, preciosas flores, reholed, lirios muy santos, suenen vuestros dulces cantos, calandrias e ruisefiores; mirtires e confesores, e virgines con las aves, cuyos cantos muy suaves siempre dan a Dios loores. Resplandecientes estrellas, fazed claro e luminoso este mundo tenebroso, con vuestras virtudes bellas; /.../ (Fin de loores de santos)", En la Edad Media, el pueblo fue capaz de sostener una imagen festiva del cielo, en la que los santos protagonizaban la idea del banquete, tan biblica como desestimada por las elites. En un antiguo poema del siglo XI, conocido como la “Visién. de Heriger”, se mostré, por ejemplo, a san Pedro de cocinero 461 Alonso, D., Poesia de la Edad Media y poesta de tipo tradicional, Buenos Aires, 1942, pp. 192-193. El cruce de las fronteras: el cristianismo 455 mayor, a san Juan Bautista de copero, etc.462, La devocién me- dieval y renacentista a los santos fue tan regocijada como po- pular. El Renacimiento proporcioné en particular una imagen muy familiar y afectuosa del cielo, con santos danzantes, como los de fray Angelico (1400-1455)463. Toda esta tradicién me- dieval, popular y renacentista, fue mas tarde censurada por las autoridades eclesidsticas del concilio de Trento (“ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos [...] para darse ala glotonerfa y embriaguez, como siel lujo y lascivia fuesen el culto con que deban celebrarse los dias de fiesta en honor de los santos [...] que no se note ningtin desarreglo, confusién, al- boroto, acci6n profana ni indecente” (Concilio de Trento, sesion XXV)464, Con el espiritu postridentino, el padre Mariana, en Espaiia, criticé el sentido popular de las fiestas de los santos: “[sQué] se debe juzgar de las fiestas de los santos y de las hon- ras que se les hacen, donde las hablas deshonestas, meneos y sefias lascivas ocupan todas las partes del templo?” (Contra los juegos publicos)*®>, E\ pueblo cristiano alcanzé de este modo una familiaridad muy necesaria con el mundo de los santos. Estos eran imprescindibles en el auxilio de las necesidades mas sentidas del pueblo. Protegian el cuerpo y los animales domésticos de cualquier adversidad. Segtin la critica erasmista del espafiol Alfonso de Valdés (1490-1532), existia una larga serie de santos con sus especialidades: “Sant Roque y sant Se- bastian, de la pestilencia; santa Lucia, de los ojos; santa Polo- nia, de los dientes; santa Agueda, de las tetas; y, por otra parte, san Antonio y sant Aloy, de las bestia; sant Simén y sant Ju- 462 Patch, H. R., El otro mundo en la literatura medieval, Madrid, 1983, p. 119. 463 McDannell, C., “Los placeres del paraiso renacentista”, en Historia del cielo, Madrid, 1990, pp. 155-196. 464 Tejada y Ramiro, op. cit, 4, p. 401. 465. Caro, J., Las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVI} drid, 1985, p. 120. V1), Ma- 456 Gracias a Dios que comt das, de los falsos testimonios; sant Blas, de los que estornu- dan”466, Por otra parte, la experiencia de los santos no fue exclusi- va del mundo cristiano europeo. E] mundo musulmén tam- bién tuvo una relacién muy entrafiable con los santos. Una religiosidad popular musulmana se congreg6 en los marabut, santuarios del islam popular, donde se veneraban a los mila- grosos ancestros en la fe#67, Tanto por los antecedentes populares ibérico-medieva- les como por las influencias indigenas y africanas, los santos y santas del paraiso cristiano sudamericano se destacaron por su vitalidad y su convivialidad extraordinarias. E] ideario escato- légico no fue llegar a poblar los abstractos y exclusivos espa- cios celestiales del “blanco perfecto”, al fin centrado en la individualidad egélatra de Occidente, sino potenciar las an- cestrales y regocijadas fuerzas comunitarias de la diversi- dad de los pueblos. En algunos momentos esto parecié un “anti-cielo” blanco, mas, en lo profundo, fue el reconocimien- to del rotundo y definitivo sustento de todos los pueblos gra- cias al amor proximo y entrafiable de Dios. Los pueblos indigenas y africanos simpatizaron a poco andar con las imagenes de los santos. Fue la posibilidad de re- lacionar sus propias imagenes utépicas con el imaginario celes- tial cristiano Ilegado de Europa. En esto cumplié un papel necesario la propia accién misionera, abismada entre el tinico Dios occidental y la multitud de divinidades “paganas”. “[Si] en un lugar se veneraba a Toci, la abuela, se la sustituia por Santa Ana; si el reverenciado era Tezcatlipoca-Tepochtli, es 466 Garcfa, R. (dir.), Historia de a Iglesia en Espana. La Iglesia en la Espaiiade Jos siglos XV y XVI, Madrid, 1980, I1-primero, p. 374. 467 Heller, E. y Mosbahi, H., “Morfologfa de la ciudad arébigo-iskimica”, en Tras los velos del Islam, Bascelona, 1995, pp. 268-269. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 457 decir, Tezcatlipoca-mancebo, se ponfaa san Sebastian” 468, En el siglo XVI, en México, los indigenas disfrutaron ya a su modo de las festividades catélicas de los santos. Segtin Tomas Gage: “Aunque los indios viven bajo el yugo y la servidumbre, no dejan por eso de ser de muy buen humor y de divertirse a menudo en festines, juegos y danzas, y principalmente el dia de la fiesta del santo patrén de su pueblo [...] Dos 0 tres meses antes de la fiesta se retinen los indios del pueblo todas las no- ches para prepararse a las danzas acostumbradas en aquellos dias, y en estas asambleas beben gran cantidad de chocolate y chicha [...] y si se les reprenden sus excesos responden que ellos se regocijan con su santo que esté en el cielo y que quie- ren beber a su salud para que se acuerde de ellos”46. A veces, mas que los Santos les interesaron los animales con los que se les representaba. Asi tomaron como sus espiritus familiares el le6n de san Jerénimo, el puerco de san Antonio, el perro de santo Domingo, el toro de san Marcos o el Aguila de san Juan47°, En el sur de Chile, a comienzos del siglo XVIII, los indi- genas reconocieron carifiosamente a los santos como personas necesitadas de comida y bebida. Como dijo Frézier: “En los alrededores de Concepcién casi no hay indios que sean verda- deramente [sic] cristianos [...] Lo cierto es que se los ve llevar el culto de las imagenes muy cerca de la idolatrfa. Les toman tal afecto que les llevan a menudo de beber y de comer [...] se imaginan que [ademas] necesitan alimentos para nutrirse y que el humo del incienso no basta para sustentarlos”47!, 468 Schenone, H., op. cit., pp. 21-22. Véase Aguirre, G., Zongolica: encuentro de dioses y santos patronos, Xalapa, 1986. 469 Gage, T., Nueva relacién que contiene los viajes en la Nueva Espaita (siglo XVII), Paris, 1838, II, pp. 128-129. 470 Ibid, II, p. 110. 471 Frézier, A., Relacién del viaje por el mar del Sur, Caracas, 1982, p. 64. 458 Gracias a Dios que comé Seguin afirm6é Gage, en México el regocijado culto de los santos se dio junto a la situacién de opresi6n social. La visién del paraiso, con sus habitantes bienaventurados, fue justa- mente una imaginacién subversiva frente a la imposici6n de la servidumbre. En Colombia, un observador, en la primera mi- tad del siglo XX, sefialé: “A consecuencia de la explotacién que sufrieron a través de los afios, en Boyacd las personas de ‘la tierra baja’ [...] creen poco en el infierno, que para ellos es la vida; mucho en el purgatorio, y a ojo cerrado en las maravillas de la Corte Celestial”472. E] pueblo latinoamericano cre6 asi un particular cielo cristiano que incluyé la memoria obstinada de los vedados paraisos indigenas: “Lo mds probable es que el catélico mexicano medio haya imaginado que, més que en el cielo escoldstico de la visién beatffica, su existencia eterna transcurrirfa en un Tlalocan mds 0 menos cristianizado en el que disfrutarfa de los placeres sensibles”473, En los afios trein- ta del siglo XX, en el contexto del derrumbe del orden capita- lista liberal, un mfstico rural chileno, conocido como “el Cristo de Elqui”, relaté en estos términos su visién del paraiso: “En seguida me dijo el Padre Eterno: Pase aca. Fuimos donde ha- bia unos comedores que en mi vida he visto y creo no ver ja- mas; millares de personas tomaban parte en esta cena [...] todo era rico y lindo de sabor infinito [...] Salimos recorriendo toda una hermosura, me dice el Padre Eterno: Aqui va a ser donde Ud. va a vivir [...] Nos fuimos al cielo, llegamos al reino eterno, me paseo por todo su reinado en un carro la cosa mas hermosa, rodeado de millares de seres celestiales que tocaban preciosa musica de grandiosos y variados sonidos”474, Llama la atencién la creatividad con que el pueblo acogié la multitud de los santos del calendario cristiano medieval viéndolos en relaci6n con su propia cultura y materialidad, con 472 Quifiones, O., Gantares de Boyacd, Bogota, 1937, pp. 121-122. 473 McDannell, C., op. cit, p. 32. 474. Zarate, D., Luz de la nueva era, s|f (c. 1930), p. 20. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 459 humor y libertad, como habitantes ltidicos, préximos y sobera- nos de un mundo doméstico Ileno de vida y de Dios: Yo via san Crispulo all4 en los Napoles con los apéstoles tomando ron; y a santa Cindida con san Hermégenes comiendo raébanos con san Pascual. Y a santa Agueda con santo Sisimo beber mandragora con san Leén‘?>, Caminaba san Raimundo en un reyuno alazan, con dos argenas de pan por la posta al otro mundo4”®, Yo vide a san Jerénimo debajo de unos drboles, comiéndose unos plétanos con todos los apéstoles7’, Arriba del cielo est4 una sandia, que esta rebandndola Santa Lucia‘? 475 Escobar, A., Rezadores y ayudados, Bogota, 1967, p. 79. 476 Carrizo, J. A., Antecedenteshispanomedievales de la poesta tradicional argen- tina, Buenos Aires, 1945, p. 187. 477 Restrepo, A. J., E/cancione’o de Antioquia (de la tierra colombiana), Bar- celona, 1930, p. 230. 478 Cancionero folklérico de México. Coplas varias y varias canciones, E\ Cole- gio de México, vol. 4, México, 1982, p. 60. 460 Gracias a Dios que comé Santa Lucia paso por aqui, la leche de su pecho me ha caido aqui#”?. Quereme, chinita, quereme, no mas, que yo soy el hijo de Santo Tomés*®°, Entre los santos mas festejados por el pueblo, estaban in- cluidos los de origen neotestamentario, como san Juan Bautis- ta, santa Ana, san Pedro, san Dimas; los de tradicién medieval, como san Sebastian, san Isidro Labrador, san Roque, san Ni- colds Tolentino, san Francisco de Asis, santa Clara de Asfs, san Antonio de Padua, san Cayetano; y, por tiltimo, los provenien- tes de la expansién colonial del cristianismo europeo, como el africano san Benito de Palermo, y otros precisamente sudame- ricanos, como la joven laica santa Rosa de Lima, el campesino extremefio san Juan Macias, o el mulato san Martin de Porres. EI cuadro se completé ademas con santos populares no cano- nizados. Examinemos en particular el cardcter y las razones de la fervorosa devocién popular a estos santos. E] calendario festi- vo popular tiene un punto de partida regocijado con la celebra- cién conjunta en el mes de junio de los bienaventurados del Nuevo Testamento san Juan Bautista y san Pedro. De este modo se canté en Colombia y México: Estas son las fiestas riales que se turnan en el cielo, 479 Vital, T., “Aportaci6n al estudio del folklore médico en Puerto Rico”, en Revista del Instituto de Cultura Puertorriquena, XIV, 50, 1971, p. 59. 480. Devia, M., “Folclor tolimense”, en Revista Colombiana de Folclor M11, 7, 1962, p. 83. El cruce de las fronteras: el cristianismo.. 461 el veinticuatro es San Juan y el veintinueve es San Pedro*®!. Quisiera ser un San Juan, quisiera ser un San Pedro, pa venirte a saludar con la miisica del cielo*?, EI san Juan Bautista biblico fue un personaje ascético que el rigorismo barroco gusté de acentuar. “[Ser4] grande de- lante del Sefior: no bebera vino ni cosa que pueda embriagar {comfa] de la miel silvestre y amarga que nacfa por los campos, y algunas langostas, animalejo vil, asqueroso y desabrido”4*, Sin embargo, en la Edad Media y en el Renacimiento surgie- ron imagenes particularmente festivas y Iidicas acerca del santo. La fiesta de san Juan se convirtié en una celebraci6n de la exaltaci6n de la vida, de los hombres, de los animales, de las plantas, con el agua y el fuego como principios. Llegé a ser la fiesta mds popular de Espafia, no slo cristiana sino isl4mica, desde el siglo XII. Entre los arabes la fiesta tuvo un cardcter ecuestre muy particular4*4, En la poesia latinoamericana de origen espafiol se canté: Esta noche es noche buena, noche del sefior San Juan, que la celebran los moros los cristianos que seran*®5, 481 Instituto Andino de Artes Populares, Poesta popular andina. 1. Venexue- la, Colombia, Panamd, Quito, 1982, p. 121. 482 Cancionero folklorico de México. Coplas que no son de amor, E\ Colegio de México, vol. 3, México, 1980, p. 254. 483. Ribadeneyra, P., op. cif., pp. 331-333. 484 Caro, J., La estacién de amor (fiestas populares de Mayo a San Juan, Ma- drid, 1979, pp. 119-304. 485. Carrizo, J. A., Antecedentes hispano-medievales de la poesta tradicional ar- gentina, Buenos Aires, 1945, p. 378; versin chilena en Pereira, E., Los origenes del arte musical en Chile, Santiago, 1941, pp. 197-198 462 Gracias a Dios que comt En la época del Renacimiento espaiiol, la fiesta del santo adquirié especiales relieves amorosos y hidicos, como lo ex- presan estos villancicos: “Mafiana de san Juan / mozas / vamo- nos a coger rosas”, “Mafiana de san Juan / mozas / ja mi casa todas!”486, E] Renacimiento descubrié a san Juan Bautista como un nifio. “{Las] imagenes pintadas y esculpidas de san ‘Juanito’ se prodigaron sobre todo en el siglo XVII y en la pin- tura cuzquefia junto con el Nijio Jestis, con quien juega, come, comparte las tareas de la casa y del taller de Nazaret.” En Lima y Cuzco del 1600, aparecié el Bautista “jugando con el Nifio Jestis, ayudando a recoger la lefia para la cocina, comiendo con la Sagrada Familia 0 con Marfa, que le estd ensefiando a leer” 487, La religiosidad oficial espafiola del siglo XVIII termi- n6é denunciando la excesiva libertad, especialmente de las mujeres, en la representacién de san Juan Bautista: “No me detendré aqui en reprender lanecedad que cometen las muje- res, cuando ridiculamente [...] adornan la imagen del Bautista cuando nifio, proponiéndolo casi, o enteramente desnudo, cu- bierto, no con el pellejo [...] sino con una corta piel que apenas le cubre la mitad del cuerpo por las espaldas”488, E] reconocimiento festivo en honor de san Juan Bautista recorre desde el Caribe hasta el Cono Sur la historia de los tlti- mos 500 afios. En Reptiblica Dominicana se conocié la fiesta de la “sarandunga” en su homenaje*®?. En Oaxaca, México, fue famoso el santuario “esculpido en la piedra de un viejo fdolo” en honor del santo. A sus pies se depositaban flores y 486 Sanchez, A., E/villancico, Estudios sobre la lirica popular en los siglos XV y XVI, Madrid, 1969, pp. 468, 481. 487 Schenone, H., Iconografia del arte colonial. Los santos, Buenos Aires, 1992, pp. 501-503. 488. De Ayala, J., E/ pintor christiano y erudito, Madrid, 1782, Il, p. 276. 489 Dominguez, I. y Castillo, J., A/manaque faldlérico dominicano, Santo Do- mingo, 1978, p. 63. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 463 frutas#9°, Un verso popular mexicano expresa: “Bailaremos y tomaremos / hasta que San Juan se ria”49!, En Venezuela, el santo fue celebrado especialmente por los esclavos africanos, quienes en su dfa dejaron de trabajar para dedicarse a bailar y cantar. En la localidad de Curiepe, Barlovento, la imagen de “San Juan Congo” es adornada con palmas, hojas y racimos de cambur, telas, papeles de colores y flores. Los “sanjuaneros” cantan y bailan el “malembe”: San Juan Baricongo tiene la mania de tocar tambora, caramba, cantando fulia /.../. Si San Juan supiera cuando es su dia del cielo bajara, caramba, con gran alegria /.../4%. En localidades rurales de Colombia San Juan fue festeja- do con chicha y aguardiente en el tiempo en que el maiz entra- ba en su macollaje. Se hicieron carreras a caballo, bafios publicos y se comié sancocho de gallo**. En Tolima se hizo una personificacién del santo: “Un muchacho apuesto, forni- do, alegre, bebedor y locuaz, que canta muchas coplas con de- senfado, con malicia y donaire. En una balsa hecha de vastagos de platano o de guadua, se embarca san Juan, vestido de capri- choso disfraz; lleva tiple y provisi6n de aguardiente [...] La 490 Beals, C., Panorama mexicano. Luchas, costumbres y supersticiones de un pueblo heroico, Santiago, 1942, p. 18. 491 Cancionero folklérico de México. Coplas que no son de amor, vol. 3, El Cole- gio de México, México, 1980, p. 251. 492 Dominguez, L. A. y Salazar, A., Fiestas y danzas folkloricas de Venexuela, Caracas, 1968, pp. 138-141; véase también Carrera, G. L., Los tambores de San Juan, Caracas, 1964. 493. Bernal, S., “La fiesta de San Juan en Calderas, Tierradentro”, en Revis- ta Colombiana de Folelor 2, 1953, pp. 177-221. 464 Gracias a Dios que comi multitud, entre copas y coplas y algarabfa, festeja, cumplimen- ta y venera al santo”4%4, Los versos de Tolima no fueron me- nos festivos: Llegé la fiesta, lleg6 san Juan, alevantese, compadre, que nos vamos a tunar. Esta noche es sanjuanera, es noche de no dormir; anda recogé los cueros, nos vamos a divertir4>, En el Brasil colonial, san Juan Bautista fue festejado y J como un “rapaz” apuesto y enamorador, rodeado de mozas ca- saderas4%, En Colombia, dDurante la dominaci6n espafiola, las fies- tas o las “chirriaderas” de san Juan Bautista duraban tres dias: 23, 24 y 25 de junio. San Juan era lavado en un pozo 0 quebra- da. Los “desérdenes” festivos llevaron a que el virrey prohi- biera las corridas de caballos y de toros en 1752 y 1755497. Enel mundo andino, las hogueras de san Juan fueron in- terpretadas por los indigenas como un proceso de regenera- cién espléndida de la naturaleza. Alcides D‘Orbigny describié la fiesta en La Paz, Bolivia, en 1830: “La tarde del 24 de junio me brind6 un espectaculo imponente. Introducida en Améri- ca por los espafioles la antigua costumbre de celebrar la fiesta de san Juan por medio de hogueras, debfa facilmente encon- 494 Ortiz, S. E., “Informe sobre el festival folclérico de Ibague”, en Revista Colombiana de Folclor 4, 1960, pp. 162-163. 495. Devia, M., “Folclor tolimense”, en Revista Colombiana de Folclor 11,7, 1962, p. 34. 496 De Melloe Souza, L., Odiabo ea terra de Santa Crux, Sio Paulo, 1987, p- 119. 497 Vargas, J., La sociedad de Santafé colonial, Bogota, 1990, pp. 323-325. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 465 trar imitadores en los indigenas. Estos, que habitan las alturas, en los paredones de la quebrada de La Paz, gozaron transpor- tando combustible a todos los lugares poco accesibles, y como por encanto, en el mismo instante, la profunda oscuridad de la quebrada fue reemplazada por centenares de fogatas”4°8. En 1930, el rito se explicaba de este modo: “Los indios queman, a su vez, en el campo, la paja y los arbustos secos de los cerros, produciendo incendios enormes, que suelen abarcar grandes extensiones de terreno. Conceptiian que el fuego, en esta no- che, lejos de destruir definitivamente la vegetaci6n y esterili- zar el suelo, posee la virtud, concedida por el santo, de hacerla rebrotar con més lozania y exuberancia y que los pastos nuevos tengan mayor vigor y fuerza nutritiva. Mantienen la convic- ci6n de que el fuego de san Juan limpia la tierra para que al poco tiempo se cubra de verde césped y se engalane de fragan- ciosas flores”499. Los nifios engendrados en el dia del santo en la zona del Cuzco son Ilamados con alegria “los hijos de San Juan”5, En Chile, el santo fue asociado a las aguas del paraiso: “En el huerto original / plantan plantas infinitas, / las riega San Juan Bautista / con agua del rio Jordan”5!, En la zona de Chiloé la fiesta se celebra con chicha de manzanas o de arvejas, y se gri- ta: “San Juan Pelao, que no nos falte / la carne ni el milcao”; 0 “Juan Pelao, ino tienes milcao?”5°, Las convicciones popula- res son recogidas en estos versos: 498 Viajes por América del Sur. D Orbigny, Wiener y La Condamine, Madrid, 1958, p. 578. 499 Paredes, R., Mitos, supersticiones y supervivencias populares de Bolivia, La Paz, 1920, p. 205. 500 Gonzalez, J., Evangelizacién de la religiosidad popular andina, Quito, 1990, p. 79. 501 Barros, R. y Danemann, M., “La poesta folkl6rica de Melipilla”, en Re- vista Musical Chilena 60, 1958, p. 57. 502 Gémez, C., “Celebraciones festivo-religiosas en Chiloé desde 1935”, en Cultura dey desde Chiloé 0, 1989, pp. 50-52. 466 Gracias a Dios que comt La vispera de San Juan, noche de tanta alegria, como Dios se alegra tanto con toda su jerarquia; los santos en compaiifa esta noche no se duerme, toda la gloria esta en vela, de ese gozo tan profundo, dicen las voces del mundo que viva la Nochebuena. /.../. Esta noche santa y buena, la que hemos de celebrar, las aves han de gorjear, siendo brutos ignorantes; en esta noche fragante la vispera de San Juan*°, Con respecto a san Pedro, el pueblo se desentendié de la inalcanzable imagen clerical y pontifical del barroco “Principe de los Apéstoles”. El cristianismo popular destacé su rotunda y sencilla humanidad, con su calvicie, su oficio de pescador y su buen humor dispuesto a celebrar la alegria del paraiso. Asi, el cielo que rode6 a san Pedro estuvo lleno de deleites sensi- bles: 503 504 En la puerta del cielo esta san Pedro, con un plato de arrope, sopando el dedo, Arriba del cielo mataron conejo, Pereira, E., Los origenes del arte musical en Chile, Santiago, 1941, pp- 197-199. Becco, H. J., Gancionero tradicional argentino, Buenos Aires, 1960, P. 278. El cruce de las fronteras: el cristianismo.. 467 san Pedro lo supo, compro vino afiejo™> Estaba san Pedro sentado en el sol, con el calz6n roto de fuera un coyol. Pasaron las monjas y le preguntaron: —iQué es eso, san Pedro? éQué es eso, Sefior? —Esta es la bolsita de mis municiones, sta es la escopeta con que tiro yo, En la puerta del cielo llega un riojano y le dice a san Pedro: —Qué hace paisano? Y san Pedro le dice: —iQué andas haciendo? —Traigo un barril de vino P’al Padre Eterno™™, San Pedro, como era calvo, lo picaban los mosquitos, y su madre le decfa: —Ponte el gorro, Peruchito... Si san Pedro se muriera, todo el mundo lo Ilorara, 50S Cancionero folklorico de México. Coplas varias y varias canciones, Bl Cole- gio de México, vol. 4, México, 1982, p. 60. 506 Mejfa, E., Romances y corridos nicaragiienses, México, 1946, p. 95. 507 Carrizo, J. A., Cancionero popular de La Rioja, Buenos Aires, 1942, III, p. 430. 468 Gracias a Dios que comt por lo menos las mujeres los cabellos se arrancaran. Baila, baila, ya, san Pedro, como bien sabes bailar, baila, baila ya, san Pedro y no dejes de bailar5°8, En Colombia, san Pedro tuvo la fama de ser el mejor ma- timbero. “No habfa duda de que con el instrumento [la marim- ba] [...] se hacfan fiestas en el cielo y que san Pedro pasaba eternidades tocéndolo”5%, En San Pedro de Jongovito, Nari- fio, Colombia, la fiesta de san Pedro se celebra con todo tipo de figuras de pan (las “guaguas de pan”)5!°. En Chile, en el siglo XVIII, el pueblo mestizo forjé un san Pedro a su imagen y se- mejanza, que no dejaba pasar facilmente al cielo a los racistas aristécratas blancos. Sin embargo, el que moria en su dfa se iba directamente al cielo, porque san Pedro se emborrachaba y descuidaba su oficio de portero divino®!!. Si el santo se embo- trachaba, el pueblo devoto hacia lo mismo. Como se aprecia en esta copla de Ecuador: Ami lindo san Pedrito un mes le debo tener, con chichita y aguardiente le debemos mantener®!?, 508 Dominguez, L. A. y Salazar, A., Fiestas y danzas tradicionales de Venexue- Ja, Caracas, 1968, pp. 162, 166-167. 509 De Friedemann, N. S., Griele criele son. Del Pacifico negro. Arte, religion y caltura en el litoral Pacifico, Bogota, 1989, pp. 156, 173. 510 Sanchez, C.y Mejfa, E., Santificad las fiestas, Colombia, 1998, pp. 33-40. 511 Plath, O., Foltlore chileno, Santiago, 1962, pp. 332-334; Philippi, T., Procesiones y peregrinaciones en Chile, Memoria Universidad Catélica de Chile, Santiago, 1980, p. 141. 512. Espinosa, J.C. (comp.), Tradicién oral, Fiesta del sol, Cantoy campanilla, Cayambe, Ectiador, 1992, ntim. 187. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 469 Por supuesto, el santo era festejado preferentemente por los pescadores de América del Sur. Segtin el recuerdo deLuis Alberto Sanchez, en Pert, en 1963: “Se empavesaba la mejor lancha del pueblo para que, desde ella, una imagen del Apés- tol [...] bendijera la pesca del afio. La banda de mtisicos —tam- bor, corneta, flauta y platillos— recibia luego al Santo Patrono [...] San Pedro sonrefa desde sus andas al todavia palpitante pescado que los devotos pusieran en su diestra de palo”5!3, Otros santos del Nuevo Testamento reconocidos por los pueblos latinoamericanos fueron santa Ana, la abuela de Je- stis, y san Dimas, el Buen Ladrén. E] catolicismo postridenti- no destacé la imagen de santa Ana ensefiandoa leera la Virgen nifia, segtin la apologfa de los sistemas educativos moder nos*!4, E] pueblo la asocié mejor a un contexto césmico 0 de afectuosa relacién de abuela del Niiio Jestis y de todos los ni- fios. En Paraguay, el dia de santa Ana fue el indicado para po- dar los parrales de uvas!5. En México se recita 0 canta este romance: Sefiora santa Ana, ¢arita de luna, duérmeme este nifio que tengo en la cuna. Sefiora santa Ana, Sefior san Joaquin, que estan en el cielo tocando el violin. Sefiora santa Ana, Zpor qué llora el nifio? Por una manzana que se le ha perdido. Si se le ha perdido yo le daré dos, una para el nifio y otra para Dios”5!6, San Dimas fue un santo venerado especialmente por la tradicién del cristianismo oriental y ortodoxo. La leyenda me- 513. cit. en Nujfiez, E., Antologia de viajeros. Textos fundamentales sobre reali- dades peruanas, Lima, 1994, p. 157. 514 SCHENONE, H., op. cit., p. 132. 515 Gonzélez, D., Folklore del Paraguay, Asuncién, 1993, p. 437. 516. Aguilar, F. B., Antologia del saber popular. A selection from various genres of Mexican folklore across borders, Lios Angeles, 1971, p. 52. 470 Gracias a Dios que comié dieval —conocida en Espafia— refiere que, siendo salteador de caminos, traté bien a la Sagrada Familia cuando huia a Egipto. En Chile fue el protector de los ladrones buenos, es decir, de los que no injuriaron ni maltrataron a sus victi- mas®*!’, EI pueblo latinoamericano nutrié también su visién del paraiso celestial con la imagen de algunos determinados san- tos de devocién medieval, por las particulares caracterfsticas de cercania doméstica de éstos con la historia de sus necesida- des mas sentidas. E| mas antiguo probablemente fue el martir san Sebas- tian. La imaginerfa del “imperio cristiano” barroco lo exalté como modelo de soldado catélico. Era, de este modo, el “glo- tioso caballero y fortisimo capitan de Cristo”>!8, Asf fue reco- nocido por las fuerzas armadas espafiolas en América Latina. Sin embargo, mucho mas popular fue su reconocida tradicién milagrosa y medieval. Un proceso interesante de transforma- ci6n de este santo, desde el contexto militar barroco a su rurali- zacién taumattirgica, ocurrié en la frontera austral del imperio espaijiol, en la localidad de Yumbel en Chile. Tras el ocaso de la guerra con los mapuches, los campesinos mestizos de la zona convirtieron al santo en un sustentador de la agricultura y de los propios agricultores, durante los siglos XVIII y XIX. El dia de su fiesta, el 20 de enero, fue, hasta los afios sesenta del siglo XX, una celebracién netamente campesina, con “quintas de recreo”, “bailes familiares”, cuecas, tonadas, y consumo de chicha, vinos, cerveza, empanadas y “sopaipillas” para los 200 mil peregrinos. Los cumplimientos de las promesas hechas al Santo inclujan regalos de novillos o beberse “al seco” una bo- 517. Vicuiia, J., Mitos y supersticiones de la tradicién popular chilena, Santiago, 1915, p. 419. 518 Ribadeneyra, P., op. cit, p. 110. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 471 tella de aguardiente frente a la imagen del taumaturgo®!. San Sebastian es el santo patrono de Chiapas, en México520, Un santo medieval espafiol que conté con popularidad en América Latina fue san Isidro Labrador. Este santo, nacido en Madrid en el siglo XI, fue casado y campesino. Sus mila- gros, vinculados a la alimentacién de hombres y animales, lo hicieron reconocido en el continente sudamericano. En el si- glo XVII, en Peri, se representé alimentando a los pobres, a las aves, y transformando el agua en vino®2!. Los indigenas, en Colombia, lo celebraron como “patrono de la tierra”. En su ho- nor se ofrendan papas, cebollas, ullucos, maiz y trigo. “El es, por un momento, la reencarnaci6n del hechicero que canta y baila ante las mieses”522. La santerfa cubana lo relacioné con el orisha Ok6, deidad de la agricultura y responsable de Ia ali- mentaci6n en el mundo®23, Otros santos medievales vinculados a la alimentacién y con popularidad en Latinoamérica fueron san Nicolas de To- lentino, san Roque y san Cayetano. La tradicién medieval en- sefié que Nicolas de Tolentino, santo italiano del siglo XIII, fue favorecido por un pan dado por la Virgen Marfa. En el siglo XVII, en Oaxaca, México fue representado de este modo: “Se le aparecié la Virgen recomendandole que pidiera un trozo de 519 Véanse los asombrados relatos periodisticos de la década de los sesen- ta, “A la salud de San Sebastién”, en Evcilla, 2/2/1966; “Fervoroso pere- grinaje al paganismo”, en En Viaje, febrero, 1967. 520 Salvo, D., Home altars of Mexico, Albuquerque, 1997. San Sebastién es un santo vinculado en la religién popular al carnaval andino. Tentado por celebrar esta “fiesta del diablo”, se queda para siempre en la tierra para el 20 de enero; cfr. Briones G. y otros, Estudio comparativo del car- naval de Caspanay San Pedro de Atacama, Seminario de Titulo en Peda- gogia en Religién, Instituto Blas Cafias, Santiago, Chile 1991, p. 114. 521 Schenone, H., op. cit., pp. 475-477. 522 Uscategui, N., “La fiesta de San Isidro Labrador en Silvia (Departa- mento del Cauca)”, en Revista Colombiana de Folclor3, 1959, pp. 65-72. 523 Bolivar, N., Los orishas en Cuba, La Habana, 1990, pp. 152-154. 472 Gracias a Dios que comt pan mojado en agua, pues asi recuperaria la salud, como suce- di6”524, En Chile, en el siglo XVII, fue famosa una indigena, Constanza, que colm6 de trigo un convento de monjas agusti- nas, gracias al pan de San Nicolas de Tolentino. “Dios habia de hacer milagros por una pobre india? Eché en la troje un pa- necito de san Nicolas, y por él nos ha dado trigo”5*>. El pan de San Nicolas, que se prepara con huevo, posee virtudes curati- vas. Los campesinos de Chile acostumbraban enterrarlo en la tierra para el cuidado de los sembrados. En la localidad de Aconcagua, de ese pais, la fiesta en su honor tuvo siempre un final alborozado y tumultuoso con el reparto del pan del santo en grandes canastas. A los nifios se les regalé el pan cocido, ya los adultos, pan cocido 0 crudo. Los cantos invocan una escato- logia alegre y popular: Nicolas, te lo suplico, con alma y con corazén, lévales el alma al cielo a toda esta hermanacion. /.../ jQué feliz y qué contento! Y Ilegue el Juicio Final, todos estemos a la derecha en el Valle de Josafat®*6, San Roque, mistico laico francés del siglo XIV, fue reco- nocido en la Edad Media como un protector contra la peste. En la iconografia fue representado con un perro con un pan en la boca527, En el Caribe fue festejado, como en Cuba, con ale- gres reuniones campesinas con cantos, bebidas, conversacio- 524 Schenone, H., op. cit., p. 600. 525 De Ovalle, A., Historica relacién del reino de Chile (1646), Santiago, 1969, pp. 389-390. 526 Uribe, J., “La fiesta de San Nicolas de Tolentino en Hijuelas”, en En Viaje 317, 1960, pp. 17-19. 527 Pérez-Rioja, J.A., Diccionario de simbolos y mitos, Madrid, 1962, p.314. El cruce de las fronteras: él cristianismo... 473 nes y cuenteros*28, En Bolivia, la fiesta de san Roque fue una celebracién de los perros. El dia del santo, todos los perros eran disfrazados con mantas, cintas, collares y brazaletes®?9, El folclor religioso de Chile lo vinculé directamente al tema de la subsistencia alimentaria: “No llamaré el hambre a la puerta de la familia que tome por su patrono a san Roque y le diga, antes de rezarle el padrenuestro cotidiano: ‘San Roque, san Roque, / al campo saliste, / con hojas de cedro / tu cuerpo vestiste. / La Santisima Trinidad / te visité y te consolé: / visitadnos y conso- ladnos / por el amor de Dios’ ”53°. Cayetano fue un santo italiano nacido en el siglo XV. Fundé6 un hospital para incurables, y la iconograffa revela su ternura haciéndolo recibir de los brazos de Maria al Nifio Je- stis. En América Latina se le represent6 con una espiga de tri- go y como patrono de los trabajadores®5!. Estuvo también relacionado con la comida en el folclor del Cono Sur: “Es creencia que tiene mucho favor en el pueblo la de que en la casa en que hay una imagen de san Cayetano nunca falta que comer; y por eso comtinmente la colocan en la cocina... Bendi- to san Cayetano, / padre de la providencia, / no permitas que en mi casa / falte nunca la asistencia”552, Finalmente, la santidad de la Edad Media se prolongé en la rica espiritualidad franciscana. Sin duda ésta impacté la mentalidad popular latinoamericana mediante las figuras mas llamativas de san Antonio de Padua, santa Clara de Asfs y san Francisco de Asfs. 528. Feijéo, S., Sabiduria guajira, La Habana, 1965, pp. 279-359. 529. Blancas, A., Un viaje a Bolivia, Santiago, 1900, pp. 126-127. 530 Vicuita, J., Mitos y supersticiones recogidos de la tradicién oral chilena, San- tiago, 1915, pp. 332-333. 531 Schenone, H., op. cit., p. 224. 532 Laval, R., Oraciones, ensalmos y conjuros del pueblo chileno comparados con Jos que se dicen en Espaia, Santiago, 1910, p. 64. 474 Gracias a Dios que comi San Antonio, originario de Portugal, fue reivindicado por el catolicismo postridentino como “martillo de los herejes” 533. Nada mis lejos del sentir popular. Desde la peninsula ibérica fue conocido como un santo milagroso —el “T’aumaturgo” o “Milagrero”— y asociado al tema del amor. La celebracién del santo se realizaba al interior del ciclo de la “estacién de amor”, de mayo a San Juan54, Asi fue conocido en el folclor ibérico: “San Antonio Portugués, / devoto de lo perdido, / mi amante se perdié anoche: buiscamelo, santo mio”545, En la iconografia colonial se destaca su predicacién a los peces y su famosa aparicién del Nifio Jestis. “El Santo, de as- pecto juvenil, sin barba [...] tiene entre sus brazos a un Nifio Jestis pletérico de vitalidad”53®, En el Brasil colonial, su devo- cidn alcanz6 hasta los esclavos africanos y las prostitutas°37. En concreto, como expresa Frézier, los portugueses en Brasil, “casi todos van por la calle [...], con un san Antonio sobre el es- témago 0 colgando al cuello”538, En Colombia, su culto adqui- rid rasgos africanos: “Son abundantes los alabaos en el Chocé. Muy populares uno dedicadoa san Antonio, el santo mAs soco- rrido en la tematica del litoral, conocido como ‘bunde san Antonio’ o como ‘vélo, qué bonito’, y que recibié tonada de cu- rrulao en aire de bunde [wunde: tonada, canto y danza de Sierra Leona, Africa]”. En el Chocé, las procesiones de san Antonio se hicieron por el rio, con la efigie del santo en balsa 0 canoa 533 De Ribadeneyra, P., op. cit., p. 306. 534 Caro, J., La estacién de amor, Madrid, 1983. 535. Rodriguez, F., Gantos populares espatioles, Buenos Aires, 1948, p. 207. 536 Mebold, L., Gatdlogo de pintura colonial en Chile, Santiago, 1987, pp. 290-291; Schenone, H. of. cit., pp. 156-165. 537 Cfr. De E. Taunay, A., Visitantes do Brasil colonial (seculos XVI-XVIII), Sao Paulo, 1933, p. 91; De Mello e Souza, L., op. cit., pp. 352-357. 538 Leonard, |, Viajeros por la América Latina colonial, México, 1992, p. 157. El crace de las fronteras: el cristianismo... 475 adornada de flores>39. La devocién colombiana al santo lo re- cuperé en su condicién casamentera: Me dijo san Antofiito, al verme tan triste y sola: Ya le tengo su encarguito, vaya pensando en la boda*#9, Esta condicién le fue reconocida asimismo en México y Argentina: San Antonio milagroso, yo te suplico llorando que me des un buen esposo, porque ya me estoy pasando. San Antonio de Padua, santo glorioso, dale mujer a mi hijo que ya est4 mozo™!, En Venezuela, el santo se incorporé de lleno a las cele- braciones locales al bailar el popular “tamunangue”: Sale el padre san Antonio a bailar el “tamunangue”, cuando empieza la batalla en la plaza o en la calle42, EI folclor religioso de Chile lo supo presentar en una re- gocijada convivencia popular: “Se sabe del santo que era ale- 539 Abadia, G., Gompendio general de folklore colombiano, Bogota, 1983, pp. 225, 474. 540 Pardo, A., La poesta popular colombiana y sus orfgenes espaitoles, Bogota, 1966, p. 100. 541 Magis, C. H., La Mirice popular contempordnea. Espaita, México, Argentina, México, 1969, pp. 119, 392. 542 Dominguez, L. y Salazar, A., Fiestas y danzas folkléricas de Venezuela, Ca- tacas, 1968, p. 86. 4/0 Gracias a Dios que comt gre y dicharachero, por lo cual siempre se le vefa entre las muchachas que iban a las fuentes en busca de agua [...] tam- bién era amigo de los pastores, de los rapaces”*43, Como inspi- rador del “buen amor”, se le invocé incluso para deshacer relaciones infelices: “San Antonito, / san Antonazo, / quitale el marfo a mi hija, / que es tan malazo”544, EI mismo no oculté su apasionada devoci6n por santa Clara: A mi padre san Antonio, cuando véida[vefa] a santa Clara, se quiaba[quedaba] como atonta[d]o y se le quéida[cafa] la baba. La vision de Clara de Asis —aparte del verso citado— fue de una santa estrechamente relacionada con san Francisco de Asis, sobre todo en el motivo iconografico del siglo XVII de la “Comida de la santa con san Francisco”>4°, En Paraguay, esta santa es la patrona del buen tiempo*4’. San Francisco de Asjs fue el bienaventurado medieval con mayor variedad de representaciones en la iconografia colo- nial de América Latina. Aunque influyé la imagen del ascetis- mo postridentino, llama la atencién la cantidad de motivos artisticos en los que el santo se vinculaa la vida popular y de los pobres, a la comida, a la Naturaleza, al rechazo de la cultura académica y de las elites. Esto probaria que la utopia francisca- na colonial fue, en cierto modo, mds heredera del espfritu ori- 543. Plath, O., Folk/ore chileno, Santiago, 1969, p. 322. 544 Wegener, E., “Anotaciones folkléricas de Constitucién”, en Archivos del Folklore Chileno 8, 1957, p. 77. 545 Laval, R., Oraciones, ensalmos y conjuros del pueblo chileno, Santiago, 1910, p. 9. Sobre el tema, véase Salinas, M., “San Antonio en el folklore de América Latina”, en Cuadernos Franciscanos29, 112, 1995, pp. 231-240. 546 Schenone, H. op. cit., p. 230. 547 Gonzalez, D., Folklore del Paraguay, Asunci6n, 1993, p. 162. El cruce de las fronteras: el cristianismo.. 477 ginal del santo que de las visiones escatolégicas del “imperio cristiano” moderno. Su relaci6n con la vida del pueblo se encuentra en estos motivos: “cambia sus vestidos con los de un pobre”, “besaaun leproso”, “se hace un habito con la capa de un campesino”, “cura al hijo de un campesino”, “sana a un paralftico, a un cie- go yaun tullido”, “da su capaauna mujer pobre”, “san Fran- cisco salva a un bandolero”. La asociacién con la comida aparece en los motivos: “cuando niiio daba de comer a los pobres”, “convierte el agua en vino” (para unos trabajadores), “un Angel le da un pan cuando regresaba de Roma”, “un angel le da de comer en Bor- go San Donino”, “come con santa Clara”, “la comida de san Francisco”, “antes de morir reparte pan entre sus discfpulos”. Su distanciamiento de la cultura de las elites se expresa en las siguientes imagenes: “renuncia a todo ante el obispo de Asis”, “rechaza una casa hecha para los hermanos”, “maldice a Juan Straccia por haber creado una escuela”, “el dinero con- vertido en una serpiente”. Otros temas son su intimidad con la naturaleza (“predi- caci6n a los pajaros”, “la ovejita que lo segufa a todas partes”), con la musica (“es consolado por un 4ngel que toca la cftara”), con las mujeres (“da su capa a una mujer pobre”, “salva a una mujer cafda en un rio”), y su buena relacién con el mundo del islam (“recibe la ayuda de un moro”)548, ‘Todas estas expresiones hicieron de Francisco de Asis uno de los santos mds queridos del paraiso popular. Cercano a los pueblos, a las mujeres y a los nifios, en él no se revelé ni el poder ni la intolerancia de una cultura de la dominacién. Su fi- gura se asemejé vivamente al Jestis sustentado sélo por las en- 548 Schenone, H., 0. cit., pp. 327-399. 478 Gracias a Dios que comt trafias amorosas de Dios. En este sentido el cristianismo popular latinoamericano percibié la simbélica fundamental del-santo549, El folclor religioso del continente siguié imaginandolo en una regocijada intimidad con los elementos demonizados por la dominaci6n religiosa oficial. En 1618, en Brasil, se reco- gié la opinién popular de que san Francisco caminaba leguas por ver una mujer hermosa5°°, En Argentina, en el siglo XIX, el curandero Jer6nimo Solané fue reconocido por su poder de hablar con san Francisco®>!. En 1964, en Chile, fue recogida esta composicién escatoldgica rural acerca del santo en una mi- tica Gosecha de trigo en el cielo: “En las tierras del Edén los santos se reunieron y a San Francisco eligieron el gran sembrador del bien. Presente estaba también Jestis el rey del amor con el céliz salvador por la cosecha brindaron y a satands sepultaron en el valle del dolor”5**, La santeria cubana lo mezclé con el oriché Orula, por su amor benefactor para todos los hombres®53, En Colombia, la imagen de san Francisco es rodeada de “gajos de platano, ma- zorcas de maiz, trozos de yuca o de fiame”, para las calamida- 549. Cfr. Pérez-Rioja, J. A., “San Francisco de Asis”, en Diccionario de simbo- los y mitos, Madrid, 1962, pp. 179-181. 550 De Mello ¢ Souza, L., op. cit., p. 120. 551 Juliano, D., “Bandolerismo social y milenarismo en la provincia de Buenos Aires”, en Esinica 12, 1976, pp. 41-80. 552 Uribe, J., “Cancionero de Alhué”, en Mapocho II, 3, 1964, pp. 76-77. 553 Bolivar, N., Los orishas en Cuba, La Habana, 1990, p. 73. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 479 des ptiblicas®54, Gabriela Mistral represent6 a san Francisco de Asis con el tono de la alegria y del gozo de una experiencia tan mistica como sensual y terrenal: “No quiso buscar al Sefior con gemidos en la sombra como Pascal. Lo buscé en el sentido de sus canciones gozosas semejantes al latido vivo de polvo dorado que hay en un rayo de sol [...] Nosotros |lamamos cari- dad a poner en la mano extendida una moneda grande [...] Francisco, tt no. Cuando dabas, eras tt: mismo lo que dabas [...] Te dabas ti en las frutas jugosas que ponfas en la boca del calenturiento”555, EI pueblo latinoamericano reconocié, finalmente, a los santos del tiempo de la expansién moderna del cristianis- mo europeo. No fueron éstos, sin embargo, las autoridades responsables de dicha expansién —escasamente canonizables desde el punto de vista popular—, sino sus expresiones més humildes, “legas” y casi demoniacas para el “sentido comin” colonial cristiano de Occidente. Entre las poblaciones africanas del Nuevo Mundo, un santo muy reconocido y venerado fue san Benito de Palermo, cocinero analfabeto e hijo de esclavos africanos, que murié en 1589. Era un “lego” franciscano. Se le representé con el Nifio Jestis en los brazos y con su “calderillo” de cocinero**®. Este santo fue muy querido y homenajeado desde Centroamérica hasta Argentina. En Nicaragua recordé Rubén Dario: “Y en el antiguo convento de San Francisco, en nombre del santo ne- gro Benito, se regalaban tinajas y més tinajas de chicha de pifia y de ma{z”557, En Venezuela es patrono de los negros. Sus de- 554 Velasquez, R., “La fiesta de San Francisco de Asis en Quibdo”, en Re- vista Colombiana de Folelor 4, 1960, pp. 15-37. 555 Mistral, G., Motivos de San Francisco, Santiago, 1965, pp. 60, 119. 556 Schenone, H., op. cit, pp. 187-188. 557 Dario, R., E/ viaje a Nicaragua e intermeszo tropical, Madrid, 1909, pp. 153-154. 480 Gracias a Dios que comt votos, los “sambeniteros”, lo desnudan, lo bafian en aguar- diente y lo visten de nuevo. Se le representa metido dentro de una botella. Una leyenda afirma que el santo, por curar a un principe, fue perseguido hasta la muerte por los médicos. Huyé donde los indigenas, y éstos lo pintaron de negro para ocultarlo de los médicos asesinos. En su fiesta, el 27 de di- ciembre, se canta: San Benito tiene lo que tenia: una casa de oro y una pulperia. San Benito es lo que quiere, que lo bailen, que lo bailen las mujeres’, San Benito es bueno pero muy delicao, San Benito le gusta cuando esta rascao®5?, San Benito Cayéo00000 frente al Alté Mayéo00000 se rompié la cabezaaaaaaa en un plato de arroo000005, En Brasil la devocién al santo fue asunto de indigenas y africanos. En el siglo XIX, un viajero relaté la fiesta en su ho- nor: “[Los] indios iban de choza en choza para beber ‘caveba’ y ‘cachassa’, y no cantaban, sino que aullaban [...] Al ruido de 558 Dominguez, L. A. y Salazar, A., Fiestas y danzas folkloricas de Venezuela, Caracas, 1968, pp. 177-181. 559 Aretz, L., Manual de folklore venexolano, Caracas, 1969, pp. 179-180. 560 Coluccio, F., Folelore de las Américas, Buenos Aires, 1948, pp. 457-459. Sobre el Santo negro en Venezuela, cfr. también Salazar, B., San Benito canta y baila con sus chimbangueleros, Caracas, 1990. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 481 esta cencerrada las mujeres mas viejas bailaban devotamente una danza no muy decente, y cuando habfan bailado, bebido y aullado en una cabafia, pasaban a otra”5®!, En 1883, Silvio Ro- mero publicé estos versos sobre el santo negro: Meu Sam Benedito, FE santo de preto; Ele bebe garapa, Ele ronca no peito. /.../ Meu Sam Benedito, venho lhe pedir Pelo amor de Deus P’ra tocar cucumbi>™, La devocién esclava a san Benito de Palermo fue un mo- tivo de tensién con las devociones franciscanas, més oficia- les563, En Bolivia, se cantaron estos versos en ocasién de los ma- trimonios de negros: “Nuestro San Benito/que te acompaiie, / y mama Asunta / que te apafie”>°4, En Argentina, la cofradia del Santo, conocida como de “cordijeros” en el siglo XVII, agrupaba a la gente de servicio, negros, mulatos y pardos5®, Perti colonial fue testigo de tres expresiones de santidad, reconocidas por el pueblo como presencia del paraiso en la tie- tra durante el siglo XVII. Las tres figuras, de modo significati- vo, no expresaron el mundo elitista virreinal, sino la vida de los inmigrantes pobres de Espaiia, los descendientes de Africa, y 561 Biard, M., Viaje al Brasil 1858-1859, Santiago, 1944, pp. 126-129. 562 Romero, S., Foldore brasileiro. Cantos populares do Brasil (1883), 80 Paulo, 1985, p. 163. 563 Hoornaert, E., O cristianismo moreno do Brasil, Petrépolis, 1991, pp. 97-98. 564 Pizarroso, A., La cultura negra en Bolivia, La Paz, 1977, p. 90. 565 De Lafuente, R., Buenos Aires en el siglo XVII, Buenos Aires, 1944, p. 124. 482 Gracias a Dios que comt las mujeres, sin espacio institucional en la Iglesia estatal. Nos referimos, respectivamente, a san Juan Macfas (1585-1645), san Martin de Porres (1579-1639) y santa Rosa de Lima (1586-1617). San Juan Macias, o Juan Arcas Sanchez, fue un pastor ex- tremefio de Ribera del Fresno, provincia de Badajoz. Pasé de Espafia a América como uno de tantos desheredados de la for- tuna. Se dice que pas6 de pastor de ovejas en Extremadura a pastor de llamas en Pert. Terminé de portero en el convento dominico de la Magdalena en Lima. Alli se hizo milagroso por la abundante comida que brind6 a sus semejantes. “Su caridad pronto cobré fama y eran muchos los que diariamente acudfan a la puerta del convento de la Magdalena para ser socorridos por el hermano portero. Su figura, arrodillada, repartiendo ali- mento entre los pobres, se hace popular en toda la ciudad de Lima. Las raciones salfan de la olla sin que ésta se agotara ja- mas. Nunca falté para nadie, porque fray Juan tenja la virtud de multiplicar los alimentos”5®, Sus atributos en la iconogra- fia colonial del siglo XVIII fueron el bastén de pastor y la “ca- nasta con panes”°67, San Martin de Porres fue un mulato, hijo de Ana Belas- quez, negra “horra” nacida en Panam, y de “padre no conoci- do”, don Juan de Porras, blanco, gobernador de Panamé. Su madre fue una sirvienta pobre que decidié colocar a su hijo como “donado” del convento dominico de Nuestra Sefiora del Rosario de Lima. Los mulatos, como todas las personas de co- lor, no podfan ingresar a la orden de Santo Domingo. Martin entré, pues, como empleado y enfermero de los frailes. Uno de éstos lo traté, con el prejuicio racista de la elite, como “perro mulato”. Su amor a los enfermos lo llevé a recoger en el con- vento —con la desaprobaci6n de sus superiores— a los perua- 566 Vila, E., Santos de América, Bilbao, 1968, p. 90. 567 Schenone, H., op. cit., p. 532. E/ cruce de las fronteras: el cristianismo. 483 nos pobres de Ja ciudad de Lima. Curé a prominentes enfermos con recetas y comidas de su especialidad (vino tibio, horchata de almendras). “Su comida solia guardarla para repar- tirla a los pobres, y los testigos afirman que se multiplicaba en sus manos”. Un hombre considerado de invencible imperfec- cién por el sistema religioso oficial llegé a ser reconocido por sus contemporaneos como una presencia bendita del paraiso en la tierra. La iconografia peruana del siglo XVIII lo recordé con el tema “Da de comera los animales”, donde un perro, un gato y un raton reciben la invitacién del santo: “Coman herma- nos sin refiir”5®8, Santa Rosa de Lima fue una joven de cardcter “alegre y jovial” que traté de imitar a la mistica medieval del siglo XIV, Santa Catalina de Siena. Como no habia un monasterio feme- nino de Santo Domingo en su ciudad, convirtié el propio huer- to de su casa en eremitorio. Llama la atencién el interés cristiano por el misticismo de la Edad Media en una mujer lati- noamericana. Con cierto aire franciscano, la tradici6n recuerda que invitaba a las aves a cantar con ella al son de la vihuela las alabanzas a Dios. Por su parte, su amor a los necesitados hizo que ya en su €poca fuera conocida con el sobrenombre de “Madrecita de los Pobres”. La iconografia colonial expresé una intimidad lidica y doméstica, “casera”, de la santa con Je- stis y con la naturaleza: “Jestis y Rosa caminan tomados de la mano”, “se le aparece el Nijio Jestis”, “juega alos dados con el Nifio Jestis”, “Jestis y las plantas de albahaca”, “milagro de los claveles”, “toma el agua surgida de una fuente”, “los Arboles se inclinan ante la santa”, “milagro de la ollita de chocolate”, “su amistad con los mosquitos”, etc. La santa expresaba un pa- raiso terrestre que no tenia que ver en absoluto con la misién publicamente androcratica del “blanco perfecto”, En Chile 568 Vila, E., of. cit., pp. 70-87; Schenone, H., op. cit., p. 580. 569 Schenone, H., op. cit., pp. 679-699. 484 Gracias a Dios que comé fue venerada en un ambiente popular y campesino en el siglo XIX: Ti sois la preciosa santa, la milagrosa del cielo, la que dais dulce consuelo al que en ti su voz levanta. El que tu alabanza canta experimenta con dulzura tu gran bondad y ternura. /.../ Por tu santidad especial, por tus milagros preciosos, los campesinos gustosos te vienen a visitar. /.../57. El ntimero de los santos y santas del paraiso popular no se limit6 a los admitidos por las autoridades can6nicas. Juntoa los ya nombrados se haya un sinntimero de personas que exclusi- vamente el pueblo supo reconocer como habitantes del cielo latinoamericano. Estos santos y santas fueron admirados y se- guidos por su milagrosa proximidad con los més pequefios. Fue una cantidad considerable de personajes populares, cu- randeros, mujeres comunes y sin prestigio, hombres fuera de la ley, que vivieron, sobre todo en los siglos XIX y XX, como testigos para las masas, especialmente mestizas, del aliento y la esperanza de un paraiso bendito y terrestre. Estos fueron los santos que se escaparon de los cénones considerablemente es- trechos de la escatologia oficial de Occidente. Desde el siglo XVIII, el pueblo parecié forjar un mundo de santos irreconoci- bles en los espacios oficialmente sagrados. El VI Concilio de Lima denunciaba en 1772: “No se pinten o adornen las [ima- genes] de los santos en trajes extrafios, indecentes 0 deshones- tos o de modo que puedan causar en la plebe error o peligro de 570 Peralta, J. B., “Versos dedicados a Santa Rosa”, en Biblioteca Nacional de Chile, Archivo Amunétegui, hoja 389. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 485 error [...] ni se coloquen en zaguanes, rincones de cementerios ni otros lugares sérdidos e indecentes”57!. En las Antillas fueron famosos —en la Reptiblica Domi- nicana— las figuras del santo Liborio o de Bibiana de la Rosa. Bibiana de la Rosa fue Una curandera y taumaturga campesina de principios del siglo XX, llamada “la tinica diosa bajada del cielo aqui en la tierra”. En contraste con Ia sociedad dividida, competitiva y excluyente de los blancos, construy6 una ermita y un hospital en un lugar sagrado Ilamado “Mana” o “tierra santa” de paz, amor y salud Para todos, En contraste con el cle- 10, no cobraba por sus servicios religiosos. Fallecié en 1925, y €n su memoria, para el dia de la Virgen de Mercedes, su devo- cién mas querida, se celebran cantos, bailes y comidas*??, FE] santo Liborio, o Olivorio, fue un curandero con Prestigio de santo que se alz6 contra la invasién militar norteamericana de Principios del siglo XX, “El santo Liborio se fue a la montafia a comer cangrejos Para su campaiia. Al Santo Liborio lo van a matar, para que se deje de tanto rezar”573, En México sobresalen “santa” Teresa Urrea y el Nifio “santo” Fidencio. Teresa, nacida en 1873 y fallecida en 1906, tuvo poderes de sanacién y de comunicacién con Dios y con los angeles. Su mensaje era el igualitarismo social y el amor al — 571 Vargas, R., Concilios fimenses 1551-1772, Lima, 1951-1954, II, p. 117. 572 Tejeda, D., Mana: Monografia deun movimiento mesidnico abortado, San- to Domingo, 1981. 573 De Nolasco, F., La pocsta foltiérica en Santo Domingo, Santiago (Rept- blica Dominicana), 1946, 5. 202. 486 Gracias a Dios que comi préjimo. Tuvo relacién con espiritistas igualitarios. Fue de- portada a Estados Unidos y murié en ese pais. El Nifio Fiden- cio nacié en Guanajuato en 1898. Lo visité Dios en un Arbol de pirul, lugar sagrado conocido como “la catedral de Espinazo”, localidad donde vivi6. Por influencia espiritista abogé por la disolucién de prejuicios sexuales y nacionales. Fue acusado de ejercicio ilegal de la medicina. Murié en 1938. Tanto en Tere- sa como en Fidencio existe la voluntad de crear una comuni- dad utépica5”4, En Venezuela es venerado como un santo popular, inclu- so en el interior de los templos catélicos, el médico popular y, “hermano” José Gregorio Hernandez, de la primera mitad del siglo XX9575, La devocién popular del sur de Brasil admitié a una pros- tituta asesinada en 1890, Maria do Carmo Fagundes, como una santa popular. Era famosa por ser hermosa, bondadosa, amiga de los pobres. En su honor se esparce “cachaga” en el timulo funerario. Atiende la salud y casos de novios*”°. Desde el de- vocionalismo popular se puede entender también la figura, ajena a la racionalidad eclesidstica, de Anténio Vicente, el Conselheiro, con la experiencia de Canudos a fines del siglo XIX en Brasil577. 574 Cfr. June Macklin, B. y Ross Crumrine, N., “ ‘Santa’ Teresa, El Nifio ‘Santo’ Fidencio and ‘San’ Damian: the structural development of three folk saint’s movements, northern Mexico, en XXX/X Congreso Internacional de Americanistas. Actas y Memorias, Lima, 1970, vol. 6, pp. 100-109. 575 Cfr. Margolies, L. y Hernandez, J. G.: “The historical development of a Venezuelan popular Saint”, en Studies in latin american popular cultu- re3. 576 Fagundes, A. A., As santas-prostitutas. Um estudo de devogao popular no Rio Grande do Sul, Porto Alegre, 1987. Acerca de los santos populares en Brasil, cfr. Zaluar, A., Os homens de Deus: Um estudo dos santos e das festas no catolicismo popular, Rio de Janeiro, 1983. 577 Hoornaert, E., Os anjos de Canudos. Uma revisdo histérica, Petropolis, 1997. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 487 En Argentina son famosas las devociones populares a la “Difunta [Deolinda] Correa”, una mujer de La Rioja perse- guida en el siglo XIX que, aun muerta, alimenté a su pequefio hijo con la leche de sus pechos. “Sintiéndose morir —dice la tradicién— pidi6 al cielo que diera vitalidad a sus pechos para que su hijo no muriese como ella de hambre y de sed”978. También fue reconocido como un santo popular el “Gaucho” Juan Bautista Bairoletto, nacido en Santa Fe en 1894 y asesi- nado en General Alvear en 1941. Especie de Robin Hood ar- gentino, repartié lo obtenido en sus robos entre sus amigos, protectores y gente necesitada. Una milonga lleva el nombre de “San Bautista Bairoletto”: Amparaba al que debia, al pobre, al necesitao, al que era castigao, y a aquel que nada tenja. Lo acusaron de bandido milicos y poderosos, y politicos golosos que intereses protegfan. Mas ya ha de llegar el dia que se sepa la verdad y asi la comunidad grite al cielo con respeto: jSan Bautista Bairoletto, la pampa te ha de vengar!5”9. Chile tuvo desde el siglo XIX un santo popular en la figu- ra de un “donado” franciscano nacido en islas Canarias, “Andresito” Garcfa (1800-1853). Fue reconocido por llevar 578 Coluccio, F., Cultos y canonizaciones populares de Argentina, Buenos Ai- res, 1986, pp. 13-24. 579 Ibid., p. 168. 488 Gracias a Dios que comt consigo un saco de pan y frutas para los nifios pobres. “Mendi- gando, ha comprendido Andrés Garcia que el Evangelio fue hecho para los pobres y bien recuerda que para ellos son todas las expresiones amorosas de Jestis, para los pobres y los nifios... Su retrato esta en todos los hogares pobres donde le encienden velas y le dedican flores” >®°, En la segunda mitad del siglo XX, el pueblo cristiano de Centroamérica afiadié a sus tradicionales, medievales y colo- niales santos la figura del obispo de E| Salvador asesinado du- rante la celebracién de la cena eucaristica, monsefior Oscar Arnulfo Romero*®!, Reuniendo las tradiciones histéricas y culturales ibéri- cas, indigenas y africanas, el pueblo cristiano de América Lati- na y el Caribe imaginé a los santos mas allé de los marcos del “imperio cristiano” de Occidente. La comunidad de los santos populares no puede prosternarse de un modo teocrati- co, ni menos, servil, ante el Dios “blanco perfecto”, sino ex- presar activa y colectivamente las formas mAs inefables de comunicaci6n y convivialidad de los seres humanos como se- res humanos. Asi se mezclaron las intuiciones del cristianismo ibérico influido por el islam con las utopfas indigenas y africa- nas, para expresar el portento divino del sustento de la vida del mundo. La escatologia popular interpret6 muchas veces, como lo hemos visto, a los santos como personas pobres 0 aten- tas alos pobres (san Pedro, san Isidro, san Roque, san Francis- co de Asis, san Benito de Palermo, san Martin de Porres, fray “Andresito”). No hubo de ningtin modo santos ricos. Mas cla- to: los ricos no Ilegan al paraiso. Un popular refran espafiol en- 580 Silva Vildésola, C., Fray Andresito en la tradicién santiaguina, Santiago, 1932, p. 81, 183, Véase Baez C. y Palma, D., “Fray Andresito: el limos- nero venerado”, en Contribuciones Cientificas y Tecnolégicas (Santiago, Chile), XXVI, 118, 1998. 581 Cfr. Cardenal, E., Herbst, S., Meier, J., y Mejia, R., Los Santos. Heiligen- verehrung in Nicaragua, Wirzburg, 1992, pp. 90-92. El cruce de las fronteras: el cristianismo... 489 sefiaba: “Los ricos en el cielo son borricos” 582, En Panam una copla popular dice: “Los blancos no van al cielo por una solita mafia les gusta comer panela sin haber sembrado cajia”>*>, E] folclor religioso del valle central de Chile se ha imagi- nado en el siglo XX, con mucho humor y libertad, a los santos como trabajadores agricolas o como trabajadores de ferrocarri- les. Los santos no descansan en “reposo sabatico” como quiso san Agustin. Son protagonistas de una cosecha de trigo en el cielo. Hasta san Agustin debe dejar los libros para trabajar con las manos. “San Mateo y san Laureano segaron la maravilla, y corrieron con la trilla san Lucas y san Cayetano. ‘También dijo san Juriano: el trabajar es constante. Un san Austino estudiante se concerté de horquetero. Se dieron en el sendero las espigas de diamante. Al fin, fue santa Narcisa de cocinera, a la casa, y san Andrés corrié a la estaca en una yegua maciza. san Lorenzo les avisa de tres santos que Ilegaron, los cuatro se consultaron 582 Sbarbi, J.M., Gran diccionario de refranes de la lengua espaitola, Buenos Aires, 1943, p. 858, 583. Instituto Andino de Artes Populares, Poesta popular andina. 1. Venexue- /a, Colombia, Panama, Quito, 1982, pp. 301-302. 490 Gracias a Dios que comé que el trabajo era pesado; estando el trigo aventado, los Angeles traspalaron.” El ferrocarril del cielo es manejado con destreza por los santos a través de los “jardines de Dios”. No es un ferrocarril que transporta los recursos naturales de América Latina hacia Europa o Estados Unidos, sino que conduce la alegria del pue- blo hacia la gloria: “Al punto de la una y media, partié el tren de la estacién a presencia del Sefior, junto con santa Griselda. Un san Antonio gobierna con el santo Nicolas, palanquero san Tomas, junto con san Juan Bautista se llega a perder de vista con tanta velocidi. /.../. Bello madero sangriento varillita de cedr6n el tren viene Ilegando ala ultima estacién. Alli el Supremo Hacedor, con el Espiritu Santo, felicitan a los santos conductores y maquinistas el tren de la mejor vista ala gloria esta dentrando”5*4, También con mucha gracia, el folclor religioso de Argen- tina ha imaginado una fiesta popular en el paraiso con la expre- sién “un bochinche en el cielo”. Se trata de una escena de almuerzo en la corte celestial, donde todos los santos y santas 584. Uribe, J., Gentos a lo divino y a lo humano en Aculeo, Santiago, 1962, pp. 84-89, El cruce de las fronteras: el cristianismo.. 491 terminan borrachos*®>, La poesfa religiosa campesina de Chile —recojida por Ramén Laval en 1910— forjé una variante de este tema con el titulo de “La remolienda en el cielo”. Se trata de una fiesta donde, junto a un Dios-Jestis y la Virgen de Mer- cedes, se retinen siete parejas de santos y santas a comer, y a bailar. El momento culminante es una cueca bailada por san Antonio con santa Clara, los admirados santos franciscanos de la Edad Media. Las danzas y las mtsicas en el cielo, con otras ex- presiones de gozo sensible, fueron un tema cultivado en la lite- ratura religiosa de Espaiia del siglo XVI. Obras como el Estado de los bienaventurados en el cielo, de\ jesuita Martin de Roa (Barce- lona 1630), o la Empyreologia, del también jesuita Gabriel de Henao (Lyon 1652), mostraron hasta qué punto las imagenes del paraiso coranico influyeron sobre toda la vida espiritual dela Espajfia del tiempo de la colonizacién de América Latina5®6, Los santos nombrados son, en su mayoria, reconocidos en la tradicién cristiana como mirtires de los siglos III al XIV (san Crispin, san Nicomedes, santa Inés, santa Margarita, santa Ire- ne, san Juan Nepomuceno). No hay entre ellos santos misione- ros o modernos. La tinica persona nombrada de América Latina es una mujer: Santa Rosa de Lima. Estos particulares santos y mirtires son los que protagonizan la fiesta mesidnica y pascual con comidas y bailes propios de la América Latina: Escuche la compajifa lo que le voy a cantar. El guitarrén va a sonar 585. Carrizo, J. A., Antecedentes hispano-medievales de la poesta tradicional ar- gentina, Buenos Aires, 1945, pp. 829-831. 586 Caro, J., Las formas complejas de la vida religiosa (siglos XVI y XVII), Ma- drid, 1985, pp. 142-144, La danza celestial es un simbolo religioso uni- versal de superacién de la fuerza de gravedad y de armonia con el cosmos. La palabra hebrea habitual para decir “fiesta” (hag) significaba originariamente “vuelta”, “giro”; cfr. “La danza de entrada en el cielo”, en Lurker, M., EV mensaje de los stmbolos. Mitos, culturas y religiones, Bar- celona, 1992, pp. 267-277. 492 Gracias a Dios que comt con su canto de alegria. Habrn de saber que un dia donde Dios los santos fueron y licencia le pidieron p‘armar una remolienda, y el Sefior, sin soltar prenda, concedié lo que pidieron. San Pedro, como patrén, mand6é a buscar chicha y vino, arrollado con tocino, patitas p’un salpicén, un ponche bien cabezén y un canasto de tortillas, pa que tuitas las chiquillas de la corte celestial se pudieran alegrar y no les diera fatiga. ‘Tocaba arpa y guitarra santa Inés y Margarita, tamboreaba santa Rita y santa Irene cantaba. Por todas partes bailaban la cueca, el aire y el cuando; san Nico andaba ganando las tres mitdes jqué giieno! y san Juan Nepomuceno a todos iba animando. Salié a bailar san Crispin con santa Rosa de Lima. jQué bien bailaba la indina! jParecfa un volantin! Medio alegre un serafin salté al medio gritando: jaro, dijo fia Pancha Lecarol... jSirvase un trago, mi linda, d’esta mistela de guinda, qu’es de la que hace fio Alfaro! El cruce de las fronteras: el cristianismo... 493 En esto san Nicomedes lleg6 y dijo: a toda prisa traigan a santa Clarisa, vern lo que es giieno ustedes; que la Virgen de Mercedes toque y que cante santa Ana, y verdn qué sajuriana con Clarita bailaré. iEchenle viento, echenlé hast‘al dia de mafiana! S’estaba poniendo tarde cuando dijo san Antonio: jCaracho, por los demonios, qu’esté la fiesta que se arde! Echaré mi cana al aire como la echan los demah y con mucha suavida a santa Clara un capote; sin que ninguno lo note, se lo voy a dar no mah! Asf lo hizo el tamaturgo, que de un brinco qued6é al frente y zapateé como veinte, jGiieno en el santo alicurco! Escobill6 como un turco con tanta gracia y primor qu’el divino Salvador s’entusiasm6 un poquito, y es que le dijo: ;Antuquito, echa un trago de licor! Todos los santos rodearon a tan bonita pareja; uno pasa una bandeja, otro aplaude como un diablo. San Pedro, san Juan, san Pablo, todos se hallan muy contentos; estén como en su elemento aquellos santos benditos, 494 Gracias a Dios que comf y con ganas qu’el ratito se repita en poco tiempo**”, Esta composicién, que expresa el verdadero regocijo del paraiso en América del Sur, refleja a su vez por completo el cruce de fronteras religiosas como resultado de un cristianismo encarnado en las culturas populares. La “remolienda”, como tal, desde el punto de vista del “blanco perfecto”, fue una for- ma de sociabilidad popular moralmente reprobable5*8, Las danzas de la cueca, el aire, el cudndo y la sajuriana fueron tipi- camente campesinas del Cono Sur. En el poema encontramos expresiones del habla hispanomedieval espafiola, como el giro “con tanta gracia y primor”58?, La formula “echaré mi cana al aire” encuentra un antecedente musulmén en la Espafia del siglo XI en la obra de Ibn Hazm (“quien no sepa echar alguna vez una cana al aire, no sera buen santo”)5%. Las comidas de santos, por otra parte, constituyen aspectos fundamentales de los rituales africanos>*!. 587 Laval, R., Oraciones, ensalmosy conjuros del pueblo chileno, Santiago, 1910, pp. 10-14. 588 Cf. el tratado de devocién ultraconservadora de Valenzuela, A., Ma- nual de josefino, Talca, 1909, p. 295; la expresién se asocié también a la prostituci6n, cfr. Contreras, H., Manual del carabinero, Santiago, 1930, p. 221. 589 Del Encina, J., Obras completas, Madrid, 1978, I, p. 78. Juan del Encina representé el espiritu de la religion del amor del siglo XV; eft. Parker, A., La filosofia del amor en la literatura espaitola 1480-1680, Madrid, 1986, pp. 41-42. 590 Hazm, I., £/ collar dela paloma, Madrid, 1992, p. 95. Herskovits, M. J., “Aftican gods and catholic saints in New World Ne- gro Belief”, en American Anthropologist 39, 1937, pp. 635-643; “Sante- ria”, en Eliade M. (ed.), The Encyclopedia of Religion, New York, 1987, 13, pp. 66-67. wn So

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