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‘ivilizacién romana se nos aparece hoy dia, a través de la tiva de los sighs, como una civilizacién esencialmente . ¥, no obstante, no era asi como los mismos romanos te coxtumbre de considerarla. A lo largo de toda st historia, ho de la negativa que les presentaban los hechos, estaba 1 de sentizse «campesinos». | momento en que nace el Imperio, cuando Roma ha lle- ‘er la ciudad mis grande del myndo, mayor que Pérga- \ioquia e incluso Alejandeia, Virgilio no puede concebi: ‘nds grande sobre la tierra que la vida campestre. Sin |, por atractivo que sea este elogio de la campifia, evoca- Jos vocios en los vastos dominios entre a abundancia, las sle agua viva, los frescos valles y el mugido de los bueyes, adel suenio al pie de un érbol.», edmo no recordar a vile un castigo supremo, de ser enviados «al campo»? Con- in cierta, malestar que setfa vano negar; la vida ristica los oj05 de los poetas lo que alos ojos de los trabajadores, ‘quivocartamos ereyendo, no obstante, que la imagina- Virgilio sea la vinica causa de una idealizacién falaz, y ‘nuior de las Bucdlicas haya querido adornar de encantos ios, con fines de propaganda politica, una realidad do- y wrdida, Los romanos, incluso en los tiempos de su hhan experimentado Ia nostalgia del suelo nutricio, y fas italianas han proporcionado a las legiones sus me- Bebidas yaa cinder sos magieaado mis enérgicos y cla- 23 tividentes. Incluso durante la primera guerra ptinica, lo ejéxcito son atin campesinos que tienen la preocupaci desuspropicdades, y los histriadores se complacen gran figura del dictador Cincinato que, si hay que creer icin, cultivaba su campo al pie del Janfculo cuando vi buscarlo para confiarle fa carga del Estado, ‘Roma, en su origen, pasa por haber sido fundada po tor Rémulo, y a rudeza y simplicidad dela vida campe dan siempre como un ideal vigente en la conciencia hha hablado de cémo este fondo ristico ha dejado su h Ja lengsa misma; muchas expresiones latinas tienen su 0 ‘metéforas campesinas y su misma antigiedad prueba q pronto, la «raza latina ha estado en posesién de ls p ‘écnicasagricolas. Hay que dect lo mismo, por ota p dos los inmigrantes indoeuropeos que en la época prehi suceditron en la Europa occidental. ¥ las poblaciones reineat que los atios encontraron sobre el suelo italian también de la agriculeura. Las llanuras costeras han precioss en la peninsula, donde tantas montafias Pos antiguos tantos bosques— limitaban las posib cultivo. Durante los primeros siglos de Roma, todo el rodea el Lacio estaba atin cubierto de espesuras imp donde vivian fieras—especialmente lobos, cuyo re conserado Ia leyenda como animales sagrados— y en 10s los pastores criaban sus rebafios de ovejas y de bosques permanecieron salvaes, y fueron asilo de cul . Afiadienda a estas raciones las gratifcaciones excepcionales con motivo de las fiestas (Saturnales y Compitalia, que son las 233, fiestas campesinas por excelencia), se llega 2 un toral de: dos hectolitros por aft. Los esclavas encadenados no vados del vino, pero reciben raciones «proporcionales a sit jo elect Lavida en los dominios era dura para los trabajadoress tracciones, muy escasas. Inclueo los dias de fssta cra pl dedicarse a pequefios trabajos, y Catén viene buen cud prohibie a le granjera las visitas demasiado frecuentes a los nos. Especificaigualmente que el granjero y su mujer no d centregarse a pricticas religiosas fuera del saerificio mens lares; las relaciones con los dioses pertenecen en pri amo, y s6lo ad. Se adivina tras estos preceptos lo que ‘mente era la vida campesina, mis libre de hecho de lo que a ne la discipina impuesta por Cat6n. Las superstciones ext fa crib pot ela onsantements, tentcones presentes pata los espiritus simples, 4vidos de esperanza tmarailleo, No olvidemos que ete libro fue exe en log pos en que lareligidn cle Baco se extendia a través de Telia ra daba origen 2 grupos de iniciados que se encregaban creto a pricticas orpiésticas, a veces emeles, veces simplen inmorales, pero siempre contratias al buen orden, P. ‘mente seductora para los esclavos, a los que hacta olvidar ‘momento su penosa condicidn, esta religién dionisiaca am bacon provocar desérdenesen el campo. Es sabida con q el Senado habia reprimido su propagacién, castigando _mucrte alos bacantes que infringiesen la prohil vvadurismo religioso de Catén no es, pues, otra cosa que ‘aucién clemencal contra un peligro bien real. __ Elttatado de Catén contiene también recetas de cocin tica. He aqui, por ejemplo, la de un pastel de fiesta (el lun pastel que se oftecia.a los dioses, pero que se comifa también pués del sactificio): «Tricurar cuidadosamente en un mort dos libras (750 gramos) de queso; hecho esto, afadir una lil haarina de trigo,o,sise quiere obtener una preparacidn mde ‘media libra de flor de harina; afiadir un huevo, y amasarlo 234 yvante un buen rato. Formar un pan que se coloca sobre hojas Jycocer lentamente en el hornoo. La receta de las placenta, que da fumbién Catén, evoca los hojaldres al queso, edulcorados con {hich de la cocina oriental. Habfa también «croquetas» (gobi) de uoso y de espelta, ritas con manteca de cerdo, edulcoradas con hiely sembradas de granos de adormidera. La misrma reves pe~ ntia, viando la forma, confeccionar roscas, que se servian gla- sjeudas con una capa de micl. Estas golosinas eran servidas en Ja ‘nesa de los amos, pero también de tiempo en tiempo en la de los ‘ibreros: cocina sencilla, que utilizaba como ingredientes tan silo los productos de la granja, y que Catén opone al lujo culi- rio que, bajo la influencia griega, comienza a introducirse en jempo. El estado de la agricultura en el siglo 1 antes de nuestra era, Jul como aparece en el libro de Catén, testimonia un esfuerzo para aumentar la produccién, pero, sobre todo, al precio de una foirictedisciplina de los erabajadores. No llega a pensarse que las Vvenicas de la explowscidu puedan sce mejoradas. El trabajo hu. nano contintia siendo fundamental; ninguna maquina, ningtin perfeccionamiento del arado, que es todavia el vicjo arado tirado yor bueyes que abre el surco bajo la presi6n del brazo del labra- ‘lor. La principal preocupacién de Cat6n se orienta al desarrollo Alea vita, a la mejora de las especias, a injerto de los érboles fru- lules, todos ellos cultives rentables cuyos productos alimentan. Jos mercados urbanos. Pero los otros cultivos, y sobre todo el del Wvigo, eran descuidados porque su rendimiento cra menor. Lo que a la larga tendia a especializar la agricultura italiana y 2 su- Jocdinar el abastecimiento de las cudades —sobre todo Roma— 4 las importaciones de lejanos pafses. El viejo equilibrio de la économie rdstica se va degradando; y como el mercado del vino, el aceite y los frutos tiene sus limites, la mayor parte de las tie- nas cotéts abandonadas a los genederos. La cria del ganado, en. ecto, no exige tantos cuidados como el cultivo del trigos puede 235 sanes, las marmotas, los jabaliesy todas las especies de caza eran consumidas en Roma en grandes cantidades incluso po aristocracia de los municipios. Una granja, en Sabinia, cit como ejemplo, producfa, con la vente solamente de los ton ctiados en jaulas, hasta 60.000 sestercios (es decir, 15.000 0s: 0r0) cada aso, La mulsiplicacién de los banyuctes oc los festines privados, el lujo creciente de la mesa, ofrecian mi salidas a estas crias, desconocidas en los tiempos de Catén, granjas establecidas en la orilla del mar tenfan otro recurso, ¢ sus viveros, en los que se criaban peces, consumidos tambi abundancia, con preferencia incluso a la carne de matadero, goraloa de escaso favor. Pero es evidente que estos recursos ban subordinados ala riqueza de la capital y a la prosperidad neral del Imperio; no interesan, por tanto, més que a un pula de privilegiados,y su desarrollo, si llegaba a ser excesivo, ai zaba seriamente el equilibrio agricola de Italia. ‘Muchos grandes propietarios, més prudentes, buscab: suplemento de rentas en las industrias anejas cuyos mater tan proporcionedos por el dominio mismo; ai las cante piedra ode arena, los hornos de cal, ran necesatios en una nacl de constructores, las ladrillrias y las alfarerias. El uso del lo, en un principio excluido de ios edificios piblicos, habia a bado por imponerse, ya partir del comicnzo del Impei numentos que se construyen estén tevestidos de un p: de ladrillo por encima del niicleo de hormigén. Para satish estas necesidades, las ldrillrias se multiplicaron en torn) Romay vemos, por ejemplo, como los Domitii, familia de la’ saldré el emperador Nerén, posefan en el Vaticano bricas que exploraban la acilla de la colina. No es posible a tal propésito de concentracién industrial, ni incluso de industria, lo que serfa excesivamente anacrénico —la antigi xno ha conocido nada comparable con la industria m pero es cierto que tinicamente os grandes propietarios, cap de sostener tn gran miimera de esclavos en sus terras, pod ‘emprender fabricaciones que no eran rentables si la produce 238 jo legaba a aleanzar un ciero volumen. La mano de obra ala sobre el terreno las materias primas, y por esta razén lo que te podia llamar windustria pesada» no tenia tendencia a concen- trarse en las ciudades, donde no encontramos més que el pequue- fio artesanado. Esto era verdad no sélo para las ladrilleriasy las lascifas, numerosas & paris del comicnzo del Imperio en cier las regiones, especialmente a de Arretium —hoy dia Arezzo—, en Ecruria, pero también para las tenerfas instaladas en la pro- ximidad de los lugares de las grandes crias de ganado, y para Jos molinos, considerados como un anejo de la exploracién misma. Cficialmente los senadores no tenian el derecho a ejercer el ‘omercio: toda su fortuna debia estar colocada en bienes inmue- bles y existia incluso una ley que les prohibia poseer més de dos fo tes navios de pequefio toneaje, es decir, s6lo los que les eran jyecesarios para asegurar el transporte de los productos de sus do- mninios. Esta obligacién contibuyé en gran manera a desarrollar Ja gran propiedad: los antiguos gobernadores, enriquecidos en su provincia, se veian obligados a invertir su fortuna en tietras, y pronto codec lar regiones fériles de Italia se encontraron cn sue nanos. Paco a poco, el movimiento se extendié a las provincias, ¥ vio constituitse en Sicilia, en Aftica, en Galia, en Espafiae in- fhuso en Grecia y en Asia, grandes dominios que nunca habian ‘sto a sus propietatios y que éstos tampoco verlan a su vez, Ha- bia procuradores que estaban encargados de su aprovechamiento. Jiran algunas veces simples libertos que tenfan la confianza de su sino; a veces —como en el caso particular de los dominios pet- lenecientes@ titulo petsomal los emperadores— estos procura~ llores eran caballeros que encontraban en ello una actividad pro- vechosa y consagraban su vida a esta forma de edministracibn, Con frecuencia, estos procuradores no explotaban directamente «| dominio; se servian de contractores, que tomaban en attiendo por un aio tal o cual cosecha, por ejemplo, la de aceitunas, en {ina regidn determinada, Pade imaginarse que los cultivadares dlependientes del dominio, aplastados por una jerarqula tan nu- 239, merosa, encontraban una gran dificultad en satisfacer a t alo ssibilidad prictica de abandonar su cabafia y con ello mundo y sus esfucrzos eran mal remunerados. Estos Ms pcndencia ‘cconémica, Los afos buenos, la cosecha basta res, os verdaderos abradores de ls provincias, eran, yad ira pagar los impuestos y los arendamientos, pero una mala dicién servil, ya hombres libres que ocupaban un campo ets ‘es una catistrofe, y eva consigo la miseria y 1a persecu- que eran tolerados tanto tiempo como pagasen las seniue sin por parte de todos aquellos que, con un titulo cualquiera, se das i pec pe recibir que ees dwt, Par ll noe som: iene el panorama era muy semejant. Alli sam Mhoso que los campesinos se hayan a veces rebelado, incluso en contramos los grandes dominios poseidos or romanos y lo tos eae aan del Imperio. Se nos habla de revueleas de pertenecian a Ia antigua burguesia de las ciudades. Una m fainpesinos en Egipto, donde el régimen de la tera, heredado griega muy conocida, la historia de Dafnis y Cloe, n0s oft ill sistema ldgida, era el mas duro y el més desfavorable para los cuadro de lo que era la vida en las campifias de Lesbos, en (rabajadores; pero también las hubo en Siria, en Asia Menor, glo m de nuestra era. Alli viven campesinos, entre lov ead donde los campesinos detestaban alos habitanes de as cudades, equefos propietaios y otros esclavos de un rico burgués ‘los que consideraban como sus explotadores; en la Gala, des- ciudad vecina. Todos viven una vida muy semejante, una deel primer siglo del Imperios en Dacia; en Dalmacia, bajo Mar- ruda, dedicada por completo al trabajo en la austeridad yk to Aurelio, Précticamente, el Imperio romano mantuvo 2 los breza. Se ve poco dinero en las manos de estos tabajadore, ‘campesinos de las provincias en un estado de semisicrvosy Ia se alimentan y se visten gracias exclusivamente al producto sam prosperidad de las ciudades no contribuyé sino en pequefia terra. Los ciudadanos son ricos. Unos jévenes burgueses le medida e indirectamente al bienestar del campo. en cazar en el pais, llevan consigo més piezas de oro que poseen todos los habitantes en muchas millasa la eclonda, ‘campesinos propietarios de su campo viven en chozas miserab las grandes propiedades, el centro del dominio era la vi- se amontonan en una sola habitacién, lo que no les priva d Il. ee ie villa era la casachabitacién del propiera- colectar en cada estacién los frutos que les oftece la tierra, tio, adaptada a las necesdades del cultivo, Los restos encontra- Se a eendencas dela casa seal que ag lUog en las excavaciones de estas villas antiguas, las indicaciones nen, cultivando el huerto, cuidando el jardin de recteo con s Uspersas en los textos y feagrupadas por los histoiadores, nos flores, sus érboles fruales, sus fuentes para el goce del amo e permiten representarnos con bastante precsin la historia del do viene a pasar algunos dias en el campo. Su condicién servil Rabitat rural, desde sus orfgenes hasta los vastos palacios de la los hace inferiores sino en contadas cuestiones en relacién a gf época imperial. "ings es coltivadoes libres; deben pedic al amo, por cemp ‘as eabafas de los pastores del Palatino que hemos evocado, ppermiso para casara su hij; slo goran del disfrute de una pet con su armadura de madera su techo de paja y sus muros de ta- del seafo'y deben leva una cuenta exacta de as ress que ma pial fueron muy pronto reemplazadas por casas de piedra. Estas cen y mueren. Pero en conjunto son casi considerados cota casas no tenfan todavia més que una sola pieza, que sera mds car- apacetos, yen la vida cotidiana su libertad es completa. even la casa romana clisia, el tablinuom, donde vivian los amos Este cuadro de la sociedad campesina responde sin duda a y sus hijos. Fra alli donde arda el hogar y donde se levancaba la realidad de todas las provincias: pobreza, una vida dura, y sobs capilla de los dioses penates, protectores de la familia. Esta pieza mao, 240 Jinica se abria a un patio de tierra apisonada, rodeado de mu sul ba desapacecido en su lugar hay cisternas que constituyen, yal que se entraba por un amplio portal. En el centro del sina veseeva de aguas un depésito de plomo a cicrta altura, que se uun estanque, o més bien una charca, donde se acumul lleoxba a mano, permitia diseribuir el agua con la ayuda de una aguas de lluvia, que servia de abrevadero. A veces, apo} ‘analizacién. Las habitaciones de servicio estaban agrupadas en el muro del patio, habla pequetias celdas que servian de al |i parte izquierda de la casa: cocina, comedor, bafio, molino y iento alos servidores « de establo a las bestias. A pat oro contiguo. La cocina era de hogar central; el humo y el va- pplan fue desarrollindose a la ver la casa utbana y la villa gor de agua se escapaban por una chimenea situada encima del En el campo se completaba con un huerto cereuco, que sogat. En un pequefo nicho en forma de templo, los dioses pe- ‘endfa detrés del teblinu y se comunicaba con el patio in jes presidfan la preparacién de las comidas. Detalle extrafio Por un corredor dispuesto a lo largo del sablinum, yara nosotros, pero familiar a quienquiera que conozca la habi- Poco a poco, se afiadieron nuevas piezas, a medida que au fncidn rural mediterrénea: el establo se abria directamente en la taban las necesidades, El desarrollo de los dominios, el a ‘cocina, de tal manera que las bestias debian cruzarla para entrar ‘into dela mano de obra y la complicacién de los procedi salir. Del otro lado, también con acceso por la cocina, se en- tos de manufactura del vino y el aceite acabaron por concraba la cimara de calefaccién para el bafio. El hogar servia tipo de villa rustica representada para nosotros por los ejem juara varias finalidades: enviar una cortiente de aire caliente bajo +s descubiertos en las excavacioncs en torno a Pompeya, las suspensuraede la estufa (caldarium), pero también para calen- ‘Una de las més célebres entre estas wvillas fue excavadaa (ar cl agua que una tuberia conducta a la baftera del ealdariurn. ales del nk awe en erie Y esté situada a dos ‘metros aprox rente al norte de Pompeya, Su descripei Pirie tmmctere gp irpetesien te tiempos de Nerén— en una regién tica en vifiedosy en of ‘La mayor parte de la planta baja estaba, como hemos dicho, tipica, por consiguiente, de la agricultura italiana weapit ‘ocupada por los departamentos agricolas. Delante de la entrada, ta villa llama la atencién primeramente por sus dimens ‘ocupando toda la anchura del patio, se encontraba el lagar. Com- 2es relativamente considerables: e inscribe en un rectén, jrendlia dos prensas, cuyas piczas de madera han desaparecido en ands de 40 metros de largo por 20 de ancho; de esta super su totalidad, pero que son ficiles de reconstruir con la ayuda de mas de Ia mitad esté destinada a la preparacién del vino, aparejos andlogos encontrados en otros lugares en mejor estado cuarto aproximadamente a la del aceite y a un molino domést tle conservacién y tambien de representaciones en las pinturas co; el resto esté formado i s pompeyanas. Las prensas de la willa» de Boscoreale eran del tipo nal ya piezas de servicio. de «palancas; encima de la cuba, una larga viga de madera, arti- traban en el piso superior, que no se ha conservado, culada en una de sus extremidades, podia bajarseo levancarse se- Secntraba en la casa por una ancha puerta de acceso al pati gin el movimiento de unos tornos que ra transmitido por una anterior, que permitia la entrada de carreras. Este patio estab polea. Existfan también otros sistemas: el de las prensas de torni- rodeado, en tres de sus lados, por una columnata que coro Hlo, que daban un rendimiento muy pequcio, y el de prensas con 'a fachada del piso superior. El pértico servia de desahogo ¥ per culias, on las cuales Ia presién co obtenia hundiendo con fueren ‘mitla cireular al abrigo de la Huvia, El estanque central tadici unas cufas entre! bastimento y la parte mévil. En Boscozeae, el Una sala tibia (cepidarium) y un vestidor (apodyterivo) comple- aban este conjunto termal, bastante modesto si se lo compara ‘con cl lujo habitual de las casas de reereo, 242 243 ‘umo era recogido al salir de la prensa en depésitos de mamp teria construidos en el suelo. ste zumo de uvaera puesto deg n fermentacién, segin el uso de la Campania, en una espe Patio descubierro; un canal de mamposteria unia a este efecto [agar y el patio de fermentacién, en el que estaban dispuestas, m dio enterradas en el suelo, grandes dnforas (dolia), que ‘también, en otros tiempos, para conservar el grano, Un iltimo conjunto de piezas servia para la preparacién actite, Se encontraba entre ellas una prensa muy semejante dela vendimia y una especie de molino para aplastat la; cei antes de extrarles el aceite, Este almirez(trapetum) se cor dde dos muelas en forma de semiesferas méviles en el interior tuna pila de piedra. Las aceitunas, apretadas entre las muslas pared de la pila eran trieuradasy ego era ficil separ lap eos huesos. Se evtaba asl rotura del orujo, comunicar al aceite un sabor acre desagradable. La tikima dependencia de la granja, una era para batir elt £80, sc extendfa al sur de las construcciones, Tales evillas, numerosas en la Campania y en las regi més ticas de Italia, corresponden a un tipo de dominio de m diana excensin, Vemos sus sluetas en las pinturas pompeyana ‘muro ciego de a fachada del lado del patio, en el que se abre ay ancho portal; ventanas con postigos de madera iluuminando lo entos del primer psp, y, con frecuencia, en la eequina db eta od ete lien ca ‘apiteles esculpicos, pércicos enlosados, sal termales, cfonadas por ai calizntécn el grosor dels murs y del enk lo, mosaicos preciosos, estatuas, pinturas. Cada una de avanslones series run centro el qu iadiaba ll fomana. En torno de ellas los trabajadores agra sale vivian al ni del sefior diaeincdp al cea fan junto a ellos, en forma tal que acabaron por aldeas cay sola ran de ser ea efector Lene ha conservado el recuerdo de estos dominios, que ve des con el nombre de su propietario completado pot un sufi riable segin las regiones. El més extendido era el sufi ~aean sufijo galo que se encuentra en el origen de un gran ndimero d topénimos en la actualidad. Segtin las regiones, la fonctica hecho evolucionar estas formas de manera diferente. Ast, un ‘iniacwon (dominio de Albinius) ha producide, segin los 254 Albigny, Aubigny, Aubigné o Alvignac. Se aprectaré Ia impor- taneia del papel de los dominios seioriales en la Galia romana, si se recuerda que los nombres derivados de una formacién en ‘acum representan la vigésima parte del total de los topénimos cn Francia; todavia hay que afiadir a este mimero los nombres en enum, muy abundances en Provenza y en el Languedoc medie- frineo, mAs antiguamente romanizados, y algunos de otras for- tnaciones menos importantes. La obra del poeta bordelés Auso~ hio evoca la vida en estas propiedades. El mismo posefa una en ja regién de Bourg-sur-Gironde, 2 la cual le gustaba ir durante las Fiestas que lenaban de gente las calles de Burdeos. Se com- placfa en encontrar alli la abundancia campestee unida a los pla- ‘eres de la meditacién, ya en una soledad estudiosa, ya con ami- os y colegas de la universidad. Pues estas grandes villas del Imperio no eran sélo el retiro de algunos privilegiados; consti- tufan también con frecuencia hogares de culeura intelectual donde se conservaba el pensamiento romano. Desde los tiempos de Cicerén, los jardines cran el lugar por excelencia para el ‘rium, el ocio consagrado a Ja vida del espfritu. Al imicar las tuandes arquiteenaras helénicas, los romanos tuvieron buen cui- lado de no olvidar los gimnasiums, cuyos bosquecillos habfan acogido, en Atenas y en otros tiempos, alos fildsofos. La Acade- mnia de Platén era un parque fanerario plantado en torno a la tumba del héroe Academes, y los discipulos de Epicuro, cuando iban a Atenas, no defaban de hacer una peregrinacién al jardin ddel maestro, piadosamente conservado. Por ello, Cicerén, en su villa de Tusculum, tenfa dos pascos, dispuestos sobre dos terra- zs: el uno se llamaba la Academia, el otro el Liceo, en recuer~ lo, respectivamente, de Platén y de Aristételes. Esta costumbre se perpetué. El gusto por la vida intelectual bajo todas sus formas— permanecié vivo hasta el fin entre la aristocracia romana y la romanizada, y cuando las ciudades ame- tnazadas por los invasores debieron encerrarse en estrechas mura- llas, log dominios rurales continuaron durante largo. tiempo brigando los tesoros mas preciosos de la romanidad. 255 __ Naturalmente los provinciales no habfan esperado las ciones ce Roma para deseubrir la caza, Los galos la hablan p ticado siempre; ls hispanos, por su lado, eran Famosos pot 8 jaurfas y sus répidos caballos, y en Asia se mantenia viva la trad cidn de las grandes cacerias de los reyes de Persia, Los em dores provinciales, especialmente los Anconinos, eran cazadores,y se sabe que Antonino —un campesino~— se esc ba de la ciudad en cuanto podta irse al campo para pescar 0 & war. eS por Marco Aurelio en su adolescencia a} ‘maestro Frontén cuenta cémo pasaba sus di ‘iones band oda mtn aa aenae toad 10s arreos del cazador se componitan de venablos, la padas, cuchllos, pero samba de roles que a — ; tuna espesuay ques ransporaba,erlladas a omos de rmulo 0 de un asno. Se utilizabanespantajos para asustar la ca yy empujatia hacia los cazadores: eran largascuerdas alas estaban atadas de techo en trecho plumas de péjaros, a veces fiidas de rojo. Estas plumas, agitadas por el viento, imy das también de un fuerte dione apes rnaccne aa ridos a ellas, inquicraban a las fieras. que se apresuraban a hn Las jauriasinclufan perros de diferentes razas, los unos ca de entablar combate con las piezas de caza més robust tro pidoo para alearcanas leben eu su camera, AMM __ Tal erala vida een los campos, Sies verdad que la evil cién romana desarolé ls ciudades y, desde ciertos puntos vista, puede presendsenos como una civilizacién urbana, no menos cierto que los origenes campesinos de la raza lat oe enecn ete a de la aristocracia, se ingeniaron al menos para encontrar equilibrio armonioso entre las necesiades de la vida pol que exigian la presencia del romano en su ciudad, y los gus profinndos de l r2za, que lo inclinaban a vivir en el campo. 256 Capiculo 8 ROMA, REINA DE LAS CIUDADES Lacivilizaci6n antigua, lo mismo la griega que la romana, se funda sobre una sociedad urbana. En la Atenas del siglo y, los Gudadanos, agrupados en torno de la Acrépolis, enfan mayor peso especifico que los campesinos diseminados en los wdemes», yy si en Roma los propiecarios rurales ejercieron durante cierto tiempo la supremacia, después de la revolucién del 509 a.C., quella aristocracia de terratenientes no tardé en ser absorbida por la ciudad. En la época de las guerras ptinicas, todos los ro- nanos que desempefiaban alggin papel en la vida politica y en la administracién del Estado residian en Roma. Se trataba de una necesidad impuesta por la organizacién de la ciudad, en la que la ‘Gudadania se ejercfa directamente y no permitfa una delegacién. De eal manera la ciudad (Urbs por excelencia) se dentificaba con Estado: se podfan afiadir o quitarterritorios al Imperio (Jmpe- rium Romanum) sin comprometer la existencia de éstes pero el suelo mismo de la ciudad era intangible y sagrado. Una tradi cién milliples veces afirmada pretendia que ningéin invasor ha- bra conseguido nunca ocupar la totalidad del suelo ciudadano. Hemos visto que, segin todas las probabilidades, la vieja concepcién que hacia nacer a Roma en el Palatino y crecer en ‘continua progresién hasta aleanzar gradualmente su extensién ‘méxima, no responde ala realidad de los hechos. No parece ha- ber existido, en el Palatino, una ciudad propiamente dicha, sino tuno o dos poblados de cabafas,establecidos alli desde mediados del siglo vunta.C. Este primer asentamiento fue sin duda bastan- te prbspero y otros poblados fueron levantados en su vecindad: 257

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