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amos obligades a guardar la ley ¥ no podia- ‘mos, escapamos de nuestras obligaciones al mo- rir con Cristo, Estamos muertos, y nuestra vida esté oculta con Cristo en Dios. Nuestra acree- dor, que era Ia ley de Moisés, ya no puede apre- ssarnos, Pero todavia no hemos contestado a Ia pre- gunta que habfamos planteado: 7A qué eseue- a de pensadores eristianos perteneee Sen Pa- bblo? ; Consideraba a la Enearnaeién eomo algo ‘importante en sf mismo o s6lo importante por- ‘que llev6 a la Reparacién? Si le hubiesels plan ‘teado In pregunta de esta manera, no creo que hubiera sabido qué contestar, porque pare él la Reparacién era parte de la Encarnacién, un as- ecto de ella, un modo de ella, que no podia ser aislada en contraste con el resto. Lo que sé —0s habria dicho—es que cuando Jesueristo se hizo hombre, nosotros quedamos en cierto modo identificados mfstieamente con El. Su vida, no sélo por las circunstaneias de ella, sino par tado su objetivo y dedieacién, Ie levé a su muerte en la cruz. Y cuando muri6, nosotros, identifica- dos misticamente con El, morimos a nuestra an- tigua vida de peeado y de desobediencia, fuimos enterrados con El y resucitamos de nuevo eon Ela una nueva vida, en la eusl Dios es nuestro s0l y Cristo es el aire que respiramos, ; Fue Ia Encarnacién o la Reparacién las que lograron ‘rmatros ¥ vmseis om, Ro Liruxcico 369 esto? No podria decirlo; todo lo que sé es que mi vida es la fe que tengo en el Hijo de Dios, ‘que me amé y se entregé por mis 5. SAN PABLO Y EL CUERPO MISTICO Sea glorificado en Ia Iglesia y en Cristo Je- sis, Eph 3, 21. Las palabras que os cité al final de mi diltimo sermén eran el texto favorito de los en sus Epistolas. San Pablo, 7 Gal 2, 20, aul ONALD A. NOE en cambio, la usa més de sesenta veces; en red- {idad, si Te leéis en la Vulgata-encontraréis que Ja palabra se presenta en casi todas las pis nas, Pero no es sélo porque tenga a menudo easién de mencionar 2 la Tglesia; més de una vver lo haee en momentos en que no parece que hay motivo para ello. En las palabras, por ejem- ‘plo, que he eitado al empezar, no era necesario, Si queria terminar el capitulo con una doxolo~ ‘pia, disponer la frase en esa forma extraordi- naria: «Sea glovificado on la Iglesia y en Cristo ‘esis, como si Ja Iglesia se situara a la altura de su Maestro enearuado como uno de los érza- fnos de Ia alabanza a Dios; més atin, como si focupara el primer lugar y dejara al Sefor el segundo, Esto preocupaba a los copistas, y al- lgunos suprimieron a palabra «y>. Si leéis la versién autorizada encontraréis que dice: «Sea para Ella gloria en la Iglesia por Cristo Jess.» Pero no hay duda de que muestra versién es Ia auténtiea: «Ein la Iglesia y en Cristo Tests.» ‘La mente de Sen Pablo esta tan ocupada con el pensamiento de 1a Iglesia, ese espléndido bor- Jado de judfos y gentiles hecho por Dios, que no se acuerda de nada més por el momento y por una ver. la Persona de Jesueristo viene en segundo término. ‘Nuestro Sefior no parece que hablé mucho acerea de su Iglesia; su manera favorita de ‘ueuros ¥ Fiesnis peL ARO Lironcico 311 escribir la comunidad cristina es hablar del areino de Dioss o del «reino de los cielos». Pero fen dos ocasiones, al menos, hablé de la «Iglesia», y el recuerdo que habré evoeado en la mente de ‘sus diseipulos sord el de Ja asamblea, la ere- unin conjuntas de su antiguo pueblo judio, cuando Io sae6 de Bgipto para ir a Canadn. En Jos tiempos antiguos, Dios escogié a un pueblo determinado para que fuera su Asamblea; aho- re Jesueristo tendrfa una Asamblea propia, que ‘ya no seria puramente nacional en la eleeeién de ‘sus miembros. Cuando los Apéstoles empezaron 1 predicar el Evangelio en griego, ya no ama- ron a esta nueva asamblea ereunién de todos», porque esta palabra, In de esinagogas, habia sido ya apropiada por los judfos. La lamaron In Bectesia, 0 amada de Cristo. Hste era, evi- dentements, desde el principio, el modo téenico de describir al cuerpo eristiano, yen su mayor parte los autores del Nuevo Testamento lo uti- lizan en un sentido estrictamente téenico. No parece que le conceda um significado particn- lar; se trata simplemente del modo convenien- te de designar o bien al niimero total de cristia- nos en una zona determinada o bien al nimero total de cristianos en el mundo. Tres veces de cada cuatro, I palabra de Asia y de elas Iglesias» de Macedonia en una forma que puede hacernos pensar en unas especios de unidades independientes, vaga- mente federadas, Pero al hacerlo San Pablo, si examinamos més atentamente el contexto, 80- brepasa deliberadamente esos limites locales. Apela a las varias para suseribir una colecta caritativa; una suma que esté reuniendo para ayudar a la’elglesia> empobrecida de Je- rrusalén. Y si leemos los eapftulos octavo y nove- no de su segunda Epfstola a los Carintios, vere- ‘mos la importancia que daba a esta colecta y el motivo de ella. «La administracién de este ser- vieio piblico—dice—hace mas que proveer a las necesidades de los santos; otorge ademés una rica cosecha de gratitud en nombre del Ser. Intercederin también por vosotros en Ia medi- dda en que la abundante gracia que Dios os otor- ga dispone a sus corazones hacia vosotross *. Esta forma sumamente préctica de intercambio era el mejor camino, segtin él, de enlazar unos eon otros los corazones de los cristianos, que “2 Gor 9, 124. a owsta a. xox vian muy apavtados unos de otros, y la Tama «la comuinién> *, nombre consagrado por el que ya entonces los hombres so referfan a su parti- cipaeién en Ia Sagrada Eucaristia. Esto es lo gue San Pablo pensaba de las colectas Para él habia una Iglesia y su unidad estaba difundida por todas partes, como el aire que yespiramos. No se conforma con hablar de ela Iglesias en esta o aquella ciudad, sino que habla de cla Iglesias en tal o cual hogar o casa; el pequeio grupo de esclavos cristianos, quiza no ‘Siempre con un amo cristiano, que se reunfan para decir sus oraeiones juntos, representaban tm specimen de la cristiandad, un pequefio mi- croeosmos en que Ia Iglesia estaba representa- da, como el sol puede reflejarse en un charco. La Tglesia misma era una reconciliacién glorio- ssa de las diferencias humanas; en ella no habia Jjudfos ni gentile, ni esclavos ni hombres libres, ni bétbaros ni eseitas, ni varones ni hembras; ‘todos eran una sola persona en Cristo". Y cada familia, de la misma manera, tenia que recon- ciliar sus propias diferencias: «Te ruego a ti Evodia, y a ti, Sintique, que hagéis causa co- ‘min en el Sefiors ". ;Quiénes eran Evodia y 2 Cor 8, 4: 9, 18. Gee Roi 1 Gal 3, 28 © Pam 4, 2° srmiros ¥ wmstas owt. aS0 uaruncico 315 Sintique? No lo sabemos; ni siquiera sabemos si Evodia era hombre o mujer; tal vez San Pa- blo tampoco lo supiera, pero no queria que si- ‘guieran sus querellas. ¥ del mismo modo, pone fin a las rivalidades en esta 0 aquella congre- gaci6n; cada uno ha de hacer su propio trabajo y no tener envidia de los demas. ; Qué mezqul- nos eran, incluso esos primeros cristianos! Pero San Pablo no se desanima por ello; piensa que hay una excelente oportunidad para realizar en tuna escala redueida la gloriosa universalidad de la Iglesia de Cristo. Qué piensa acerca de esta Tglesia, vista en su extensién plena? Tiene para ello tres meti- foras, las tres conocidas, pero dignas de ser os- tudiadas. Para él, es la esposa de Cristo; es el edificio del que Cristo constituye la piedra an- gulax, y es el cuerpo del que Cristo es cabeza. ‘No’es sorprendente que San Pablo haya pin- tado las relaciones entre Cristo y su Iglesia bajo Ia imagen de marido y mujer, La Iglesia era el pueblo de Cristo, exactamente igual que la Sina- goga eva el pueblo de Dios, y es un Iugar comin en los profetas del Antiguo Testamento el re- ferirse a Israel como la esposa de su juventud, que después le ha engafiado, eY ti con muchos amantes has sido licenciosa», asf diee el lla- mamiento de Jeremias. Vuelve, sin embargo, 316 RONALD a. NO 4 mi—dice el Seiior—y serds bien venida» *, No es raro, pues, que San Pablo emplee la misma clase de metifora: , sino que aflad al pare- cer, que el hombre debe ser buen marido pura mente por interés propio, pues, después de todo, © Ter 8,1. * 2 Cor 33, 2 ‘imaros ¥ PIRaEAS DRL ASO LiRURGICO. TT Ia mujer es parte del marido, del mismo modo que la Tglesia es parte de Cristo, ; tal vez debié- ‘ramos decir eesté eneajado», para dar una tra- duccién més vivida. La gente en apariencia mal favenida que acaba por encajar entre sf; asi es como San Pablo vela a la congregacién cristiana 3 Gor 14, & *Thid 3,10 "1 Pot 2 4 % De In Gran Antifona, dat 22 de diciembre, O Rex enti 330 HOMALD a. NOE ‘deal, en que cada hombre sigue sus propias ap- titudes y realiza su propia labor sin sentirse in- clinado a eriticar la forma en que las otros eum- “plen la suya, Y asi ocurre aguf, en mayor escala: el judio y el gentil, : por qué no han de mezelarse en Cristo? ; Por qué las diferentes naciones, las istintas culturas, no han de dar cada una st propia contribuelén para el perfeccionamien- ‘ del edificio de Cristo? Todo esto tal vez lo podria haber desarrollado San Pablo, o incluso podria haber desarrollado su otro aspecto, tal como se hace en el himno Gelestis urbe’ el modelado, la conformacién de cada piedra, fa- bri pollita maleo, que ha de llevarse a cabo antes de que encaje en el hueco adecuado; la recesién de la personalidad que llamamos mor- tifieacién, etc, Pero no desarrolia nada de esto, y el que no lo haga asi ereo que se debe a que no le gustaba sacar sus metéforas de las pie- dras y el mortero, que son cosas muerias mera mente superimpuestas unas sobre otras, A San Pablo le gusta pensar en los cristianos como co- ‘sas vivas, que crecen los unos de los « 10s, Cosas vivas, que crecen unas de las otras. Asi, en sui Epfstola a los Romanos, compara la fusién de los judfos con los gentiles en la Igle- sia, no a un aspecto de la arquitectura, sino aun ” Himno del ofielo pare dad iin de una iglesia, ‘usnros x rieenis ost ao uirorcico 381 aspecto de la jardineria. No son dos muros que ‘se juntan en um éngulo comtin, sino que son dos plantas de olivo, una silvestre y la otra fructi- fora, y Ia planta gentil silvestre es injertada en 1 tronco judfo, que da fruto ", Todavia profun- diza més en este tema. Dije hace un momento que la palabra que traduje como a todos los cristianos; es su manera de pensar; no nos ve como somos, sino como debiéramos ser. Esos tienen que sor advertidas en contra de la fornicacién, del robo, de los eismas; son Ia Inlesia que conocemos. No somos impecables ni confirmados en la gracia—nos diee—en mayor medida que lo fue el pueblo judio, Iglesia de Dios en el desierto", Pero somos la esposa de Cristo. ; Vamos a echar a perder tal hermosura? Somos el cuerpo de Cristo. ; No va a servir para nada esa unidad? 2 Gor 10, 12, sumires ¥ Faris net ARO LaTuRGICO 385 6. SAN PABLO ¥ LA VIDA NUEVA DEL CRISTIANO Habéis sido sepultados con El por el bautis. smo y con El resueitados por la fe en el poder de Dios, que le vesucité de la muerte. Col 2, 12. Hemos visto cémo San Pablo se complace en insistir en la unién y la identifieacién de Cristo con su Iglesia. La Iglesia es au everpo, ela ple- nitud de aquel que lo completa todo en todos» San Pablo no se conforma eon menos de esta paradoja. La humanidad de Nuestro Sefior es la realizacién més absoluta de la ereacién divina; ‘no puede pensarse en ella sino como una cosa abgolutamente completa en si misma. Y, no obs- tante, si miramos todo ello desde otro éngulo, la sagrada humanidad seria incompleta sin nos. otros; bajé del cielo por nosotros, y si, per ‘impossibile, nadie, de la Virgen Maria abajo, hubiera crefdo en El ni acepiado el don de salvacién de El, el objetivo de 1a Enearnacton no se habria eumplido, A San Pablo le gusta mucho la palabra

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