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ENSAYOS CRITICOS Manuel Puig La conversaci6n infinita BEATRIZ VITERBO EDITORA Biblioteca: Rnsayos criticos ustracion de tapa: Daniel Garefa Primera edicién: agosto de 2001 OAlberto Giordane OReatriz Viterbo Editora Bapata 1150, (S2000DBX), Rosario. Argentina E-mail: beatrizvitesbo@arnet comer TS.B.N:950-845-103-3 Queda hecho el dopésito que previene la ley 11.723, Impreso en Argentina A Judith, que siempre acaba de llegar "y me enamora Lo ensayistico en la critica académica’ A modo de Prélogo La celebracién del centenario borgiano fue Io suficiente: mente ungnime y compulsiva como para que hasta el suple- mento cultural de un oscuro diario de provincia se decidiese ‘ interpelar a los especialistas lugarefios sobre eusl era, a juicio de cada uno, el texto clave de Borges. Mi rospuest tenviada por escrito, fue laboriosamente mutilada por ol od tor del suplemento con la inteneién de darle la apariencia de una declaracién oral y casual, el tipo de declaracién que no sé —ni estoy seguro que querria— formular. Afortunada- mente guardé la versién original, que no era, a decir ver- dad, mas que la condensacién de un trabajo en curso sobre la evcritura ensayistica de Borges, y creo que podria resul- tar oportuno transeribirla aquf para comenzar una acotada reflexién sobre lo ensayistico en la eritica académica, “Para quienes creomos que la critica literaria es un rela to sobre nuestras experioncias de lectura —un relato en el que la generalidad de los conceptos y el modo afirmativo de los argumentos no niegan, sino que transmiten lo intransfe~ rible e incierto de esas experiencias, hasta el punto de de- jarse conmover por su presencia evanescente—, el texto cla vve de Borges os "La supersticiosa ética del lector”. En este ensayo Borges polemiza con los eriticos que desatienden su propia conviecién y su propia emocién de lectores para fun- un dar sus juicios estéticos sobre algunas de las supersticiones impuestas como valores indiseutibles. Las supersticiones no son tanto creencias falsas, como creencias quo, por Ia volun: tad de adherir a lo convenido que las anima, debilitan el poder de argumentar lo valioso de un texto literario aten- diendo a su eficacia, os decir, al modo en que algo de ose texto, mistoriosamente, inquieta, da placer 0 fastidia. A par- tr de la lectura de este ensayo de Borges ee puede proponer tuna suerte de regla ética para cualquier ejercicio erftieo in: teresado en afirmar la intima extrafeza de la literatura: no escribir mas que sobre aquello que aumenta nuestra poten- cia de pensar, imaginar e interrogarnos, de experimentar en In eseritura nuestra legitima rareza.” La pardfrasis de una sontencia do René Char que Foueuult, sogin uno de sus bidgrafos, citaba frecuentemente y una version resumida y simplificada de la teoria de Deleuze so- bre el debilitamionto que ojercon las supersticiones sirven de comentario y arientan el sentido del ensayo borgiano hasta transformarlo en una suerte de manifiesto sobre qué os con- veniente que sea la critica literaria si no quiere distanciar- se excosivamente de la experioneia que estaria en su origen. ‘Se me dird, con razén, que esta dtica dol ojercicio eritico, fandada en Ja afirmacién de lo que ocurre en la lectura tiene mucho que ver con la préctica del ensayo literario, que es, como se sabe, el género de las reflexiones ocasionales y frag. mentarias on las que una subjetividad individualizada por sus gustos y su talento conjetura, on primera persona, las razones de lo inquietante de un texto, pero poco con las exi gencias de conceptualizacin y sistematicidad a las que ne- cesariamente debe responder Ja critica académica. El ensa- ‘Vista puede limitarse a referir de tn modo impresionista sus vivencias de lector 0 eseriter, o puede dialogar con los saberea especializados sin prostar domasiada atencién a los princi- pios de pertinencia, pero el eritico académico, esa figura opa ca, modelada por una serie de pactos y compromisos institucionales, no puede abandonar el didlogo teérieo, no puede intervenir en ese dialogo entre especialistas —que 2 suele tomar la forma del debate o Ia disputa— sin reconocer In especificidad de las operaciones y los protocolos que defi- nen sus condiciones de enuinciacién. Bn verdad, no puede ni quiere dejar de hacerlo. ¥ de esta abstinacién, que podria Ser tomada como un indice de enclaustramiento o indiferen. tia, pero también de apasionamiento y deseo de bisqueda, provienen sus obvias limitaciones y sus menos reconocidas potencias, ‘Alertada sobre su inclinacién a reprodueir valores y ri terios de valoracién que se suponen rigurosamente funda- dos, ano pensar més alld 0 —lo que podria resultar més per- turbador-— mas aed de lo establecido y legitimado por la co- munidad de los especialistas, la critica académica busca en cl ensayo una posibilidad de conjurar los fantasmas de la terudicién banal y la inefieacia, Bsa bisqueda se realiza pri tipalmente por dos caminos. Por el camino de Hume, que ‘vefa al ensayista como un embajador del mundo de los doc- os viajando por el de los conversadores para elaborar, con os materiales de ese mundo ordinario, un saber soneillo pero refinado’, la eritiea aeadémiea encuentra on el ensayo una retérica que le permite salirse de s{ misma, o mejor, pasar a ‘tra cosa, tina estrategia comunicativa con Ta que salta por encima del cerco de Ia especializacién y aleanza con su di curso una audiencia més amplia. Por otro camino decidida- mente heterogéneo, ol de Adorno, Ia critica académica en- cuentra en el ensayo una forma de experimentar el aconte- cimiento del saber en la experiencia de Ia escritura, una for ‘ma ‘metédicamente ametédica" de restituirle a los concop- tos tedricos el vineulo con “el elemento irritante y peligroso de las cosas” horrado por el impulso generalizador y reproductivo, Por este otro camino, en el que me interesa avanzar, Ios limites del orden académico son excedidos pero dosde su interior, por la presién que la eseritura del saber, fen didlogo con lo que Adorno llama la “experiencia ospiri- tual’, ejerce sobre sus morales del conocimiento y sus rut nnas metodolégicas. Desestabilizéndolo y enfrentiindolo con Ja necesidad de interrogarse sobre lo que excluy6 para po- 13 der instituirse, lo ensayistico le devuelve al diseurso acadé: ‘mico su siempre debilitada potencia de impugnacién, su fuer ‘2a critica, En su ldcido “Blogio del ensayo", Horacio Gonzalez (1990: 28) onuncia otra regla ética para los ejercicios eriticos que se resisten a aceptar la escisién entre conocimiento y escri- tura promovida por el discurso académico: “no escribir so- bre ningtin problema, si ese escribir no se constituye tam- bién en problema”. El ensayo de formas de saber atentas al cardcter problematico y problematizante de un texto litera- rio —ase os ol caso que nos ocupa— supone tuna subjetividad con estado de inguictud ¢ interrogacién, problematizada por 1 deseo de explicarse, en términos tedricos, la singularidad ao Io quo le ocurro en a loctura de ese texto, Esta intrusién en el campo de la toorfa de una subjetividad tensionada en- tro la afirmacion del cardcter intransferible de su experien- cia de lectura y la necesidad de recurrir a la generalidad de los conceptos para explicarse y comunicar esa afeccién sin- gular, define para mi lo ensayistico de la critica académica El eritico académico deviene onsayista cada vez que es cribe no para reproducir lo ya sabido, sino para saber: saber ‘qué pasa entre un texto y su lectura, entre ese encuentro incierto y las provisiones teéricas, En eos momentos extracr- dinarios en los que los conceptos dejan de funeionar como garantes de la consistoncia y la legitimidad de la escritura critica para transformarse en medios de busqueda, se define cl estilo do cada eritico, su modo de problematizar la litera- ‘tura y las formas de conocerla y, en consecuencia, de despla- zar los limites de la teoria. La eseritura de los concoptos, ‘que ya no hay que confundir coa la escritura a partir de ellos, priva momenténeamente al eritico do certidumbres sobre la logitimidad do su trabajo, pero a cambio de esa inquictante precariedad institucional le restituye a sus argumentos la posibilidad de un rigor y una sensibilidad para los hallazgos gue 1a moral académica ignora casi por completo. Esta argumentacién tolera, o incluso propicia, una refe- rencia personal. En el comienzo de la Introduceién de mi 1“ tosis de Doctorado eseribt: “En este ensayo sobre la literatu- ra de Manuel Puig nos ocupamos..”. Llamar ensayo a una te- sis, aludir s la liviandad y el fragmentarismo para referirse ‘aun génoro académico emparentado con las pesadas exigon- cias del tratado, os un gesto evidentomente paradéjico. Lo hice sin affn de provocacién, convencido de que a través de esa referencia equivoea daba a mi trabajo un nombre justo, ‘Mi tesis deaarrolla una earactorizacién dol arte literario, de Puig como narracién de voces triviales en conversacién a Ja ver que formula e intenta probar una hipstesis que con- cierne al desenvolvimiento de su obra (el debilitamiento y la clausura de las biisquedas narrativas en The Buenos Aires Affair babria impuesto la necesidad del cambio en la siguien- te novela). La earacterizacién y el planteo de la hipstesis, sostienen en la posibilidad de construir (conjeturar, experi ‘mentar) tedricamente en mi escritura eritica el acontecimion- to multiple ¢ insistente de la afirmacién de la diferencia de la literatura de Puig. Me refiero a la diferencia (en el senti do derridiano de autodiferencia, 0 on ol delouziano de dife: rencia en sf) de Ins micropoliticas culturales que traza esta Iteratura y que le permiten pasar entre la cultura alta y la popular, entre lo literario y lo no literario, sin identificarse con ninguno de esos dominios, ¥ a la diferencia de la "escu- cha literaria” de Puig, que registra y entrodico narrat vamente lo que pasa ontre la generalidad de los cédigos discursivos que-hacen posible todas las voces de sus novelas yy Ja singularidad intransferible del acto de enunciacién de cada una. La diferencia se experimenta narrativamente y se escucha en la escritura eritica como un exceso de la repre- sentacién: Ia fascinante prosentificacién de lo desconocide en lo trivial Para construir mis argumentos criticos y darles, al mis~ ‘mo tiempo, la consistencia tedriea y metodol6gica que se supone debe exhibir una tesis y el tono capaz de transmitir entre Ios conceptos las conmociones de la lectura, las reso- nancias del encuentro con lo que pone a la literatura de Puig fuera de la literatura, trabajé simultaneamente segin un 15 principio de coherencia y otro de conveniencia, Construt y Expure a lo largo de siete capftulos un sistema de la litera fara de Puig fandado en la identifieacién y Ia articulacién de sus fanciones heterogéneas; el uso lo mas riguroso posi- ble de un complejo y especializado instrumental para la in terpretacién literaria y un vasto ¢ igualmente especializade Sepertorio bibliogrdfico results decisivo para el camplimiento de osta tarea, Pero la perspectiva que orients ese trabajo de sistematizacién, la que le dio su sentido y su movimiento, Figurose aunque ligeramente inestable, no estaba emplaza- inva on la teoria nien las fuentes eruditas. Los concoptos ¥ fav referencias bibliogréficas ee plegaron al juego misterio- fo del acontecimiento de la lectura, fueron convocados para Sedalar, desde su borde exterior, en el limite de sus posibili- dados, las huellas del encuentro de la diferencia de 1a lite- Tatura de Puig con la diferencia de la subjetividad leetora. ‘Antes que por su coherencia y su peso tedrico (valores que, a posteriori, resultaban fundamentales), los argumentos exf- Ecos que diseaban el sistema valfan por ser los més conve- nniontes para intengificar el ejercicio de autoinspeccién pro- Yocado por el encuentro con algo intimamente desconocide Ueletiteratura de Puig, algo que es al mismo tiempo ol sen- tdo de esa literatura y la razdn del extraordinario poder de heraccion que ejerce sobre mi. En el contro det sistema, an modo de dejarlo en desplazamiento, mi escritura instalé y teats de mantener abierta la progunta por la singularidad de una experiencia narrativa que, mas acd de cualquier va: lor estético ¢ ideol6gieo con el que pueda identificarla la eri tica Gneluso mi propia critica), me conmueve de un modo inaudito, como si en sus conversaciones friviales las voces narradas estuviesen entrediciendo algo que no puedo ofr con Claridad pero que s6 que me concierne, ‘Eacribi mi tesis sobre las tres primeras novelas de Puig para argumontar un juego de lecturas calculadamente polé hice, para intervenir en el debate critico sobre el sentido y Cl valor de estas novelas desde un punto de vista tesrico que Imaging podria servir para hacer visible algo esencial del oe arte narrativo puigiano que el uso de otros conceptos y otros protocolos de lectura deja escapar. En la teoria encontré he. Framientas de lectura y armas para discutir o establecer facuerdos con otros especialistas. En la teoria busqué, no se fon qué suerte, un campo de resonancias para la enuncia- tidn de algunos problemas, que son mfos aunque no me per- tenecon, en los que se manifiesta lo que las novelas de Puig tienen para mi de faseinante y perturbador: qué pasa cuan- do alguien siente una atraccion irresistible por la cursileria y el sentimentalismo aunque no se identifique con los obje: tos que provocan ega adhosién; qué pasa cuando alguien tie- pe que vérselas, desde su infancia, sobre todo en su infan- ia, con Ja violencia imperceptible ¢ implacable que anima los m4s familiares intereambios de palabra; qué pasa cuan- do dos mujeres conversan a solas mientras, sin que ellas lo fsepan, las eseucha un nino —el miso argentino, chismoso y fentrometido, con el que todos los lectores de Puig, en algdn ‘momento, nos identificamos. 7 a oo roads “La esrtara yon eritcos" 02 aU Uelvorsided Nacional de Mar del Plata, oy" citer y ol refina fstco” y “Sobre Is seacities y Hume 1998: 28-30 y 81-39, respetiva Introduccion En esto ensayo sobre Ja literatura de Manuel Puig nos, ‘ceupamos exclusivamente de sus tres primeras novelas. Aun- ‘que gran parte de los problemas que definimos on su lectara conciernen al conjunto de la obra narrativa de este autor, ‘nos hemos limitado a (seria més justo decir, nos hemos con: contrado en) apreciar lo que ocurre on y entro La traicion de Rita Hayworth, Boquitas pintadas y The Buenos Aires Affair. Las razones de este recorte no se encuentran en la adopeién de un determinado eriterio de segmentacién, que estas pagi- nas introductorias deberian explicitar, ya que en ningdn ‘momento nos propusimos segmentar la obra de Puig, esta- blecer cielos o subconjuntos narratives eventualmente articu: lables en una instancia mayor. Mas que como una parte de tun todo homogénco, que so individvalizaria por ciertos ras- gos téenicos y teméticos, esas tres novelas aparecen en nues- ‘ro ensayo como un territorio literario singular, recorride ¥ tensionado por fuerzas heterogéneas, fuerzas culturales, ‘ostéticas y politicas que acttian unas sobre otras determi. nando, por ese juego muiltiple de aeciones y reacciones, pro. bblemas de lectura singulares. En todo caso, si al termino de nuestro trabajo queda establecido un ciclo de la obra de Puig, que comprende sus tres primoras novelas, su unidad no est dada meramente por la presencia de constantes tematicas 0 ‘éenieas, sino por Ia posibilidad de remitir lo que ocurre en y entre esas novelas a determinados juegos de fucrzas. 19 ste-un corto consenso entre los criticos que se han a = = =—s—seseese—— fe mujerarafas como una sucrta de “vuslea do tuerea™ den tro do su obra aarrativa, como un momento de recomienso, de apertura de nucvos racorridos, Por una part, se 100000" ce quem pers do beso las novelas de Pug presontan una tstructara mas simple, més despojada que lade las novelas fateriorn,debido a veo islogo, que hasta ese moments tacoma como on fcosy ear ores se converte eae roredimients dominante, Por otra part, ne soBala un des: Plasamtento on lo interes de Puig undamentalmente en Eis interoses politicos) que, donde B! beso en adelante, lo Tlovesinselar sus hitoingaavredas ena atuaidad "St tn las dos primers novelas ~afirma Behuvarzen (1978: 65— {2} prodomina la voconetracsion nostdieny on la tarcera Cos eontietn del pasado desombocan ea un hoy insert, ti TBI beso deta myer avana] el escenario ola Argentina de 107d, un estecto presonte quo to abre al fro. St lax primeras novelas pueden leas como un adie al panado, Ed Beto io minme que lan dos siguentes: Publo engelial y === hem ud foe confctn uctualoe™-apreciadn desde la coridum: rede que deapucs de lla vo produjo ua cambio, The Buc. ros Aire Affet,l novela quo corre -prer cil de la errata de Puig, es conslerada oa suerte de moments Te'taniein envi que co anuncin algo de lo noeve que Bt evo traced, un “toque de timon’, ge ha dicho, «un rambo va a devombocay ea una bra mayer. ‘ucetro ensayo parte dl resonocimionto do que con Bt beso de la mujer aroma Ia Ikeratura de Poig eambis, Pero tse hallange extco no slo sigoiicn un gunts te partie y fo une conclusion pera uesieasurgumentacones sine que Mlomée no interesa menos por que aitma que ore que ntredice as interropantos que deja nin rerponder) «inl fo por lo que disimuls {Cusles fueron In razones dl am: Bio'que se produjo on la obra de Puig con Ta encritura do £1 Beeolds fa mujer eran? Adomts defeferirio a un despla 20 miento en los intereses politicos de sw autor, una instancia —por demasiado exterior— inevitablemente equivoea, tne es posible encontrar razones de ese cambio en la obra tiie. ‘ma, en sus busquedas inmanentos y en las tensiones entre ‘esas buisquedas y los contextos culturales que las condicio nan? {No es posible pensar que antes de que se manifestase encclla una voluntad de cambio, la obra de Puig pudo experi. mentar cierto agotamiento? ¥ en easo de que esto facse a cagotamiento de qué fuerzas? El Gnfasis puesto en el cambio ‘no produce un efecto de homogeneizaciéa sobre las tres p ‘meras novelas de Puig, no las vuelve demasiado semejantos entre sf por su diferencia con El beso? ¥ on cuanto a The Buenos Aires Affair, gno os demasiado simple caracterizarla como novela de transicién?, sno quedan do esa forma fuera de analisis algunos aspectos decisivos de su construccién y del dislogo que entabla con las novelas anteriores? Estas preguntas, en torno a las cuales se distribayen complejas series de problemas criticos, pueden ser enuneiadas desde la afirmacion de un concopto de obra literaria que no se li mita a la evidencia del conjunto de libros atribuidos @ un ‘mismo autor. Desde la perspectiva de ese concepto —que debemos, fundamentalmente, a las teorizaciones de Maurice Blanchot—, la obra es pensada como una biisqueda ineisten. te, que atraviesa y excede Ios libros (eada uno tanto como el conjunto), una bisqueda en la que se ponon en juego, simul- ‘taneamente, una afirmacién irreductible y la atribueién de valores establecidos. Como toda obra literaria, Ia de Puig es esencialmente (no \inica ni manifiestamente) busqueda de si misma: busque- da, no de su identidad, sino de su poder de diferenciacién. En este sentido —cuyas manifestaciones perseguimos en este ensayo sobre la superficie discursiva de La traicién de Rita Hayworth, Boquitas pintadas y The Buenos Aires Affair—, In obra de Puig comienza cada vez que, desprendiéndose de las identificaciones que le imponon desde fuera determina. dos puntos de vista (estétieas o ideolégicos, culturales a po- Iitieos), se convierte en una interrogacin por su diferencia: 21 por su poder de afirmarse como diforente y de afirmar ta diferencia de los universos que experimenta, Diferencia quie- re decir en este contexta irreductibilidad: suspensién de los criterios de valoracién establecidos por Ia afirmacién de algo radicalmente nuovo, que se sustrae a la imposicién de un sentido (de un valor) dado y que, porque no puede ser reco- rnocido, se experimenta como oeasién de goce en la lectura. ‘Sabemos cuéles son los universos diseursivos que roco- ren las bisquedas de Puig on sus tres primeras novelas (las trivialidades culturales y las miserias morales que individua- lizan a la clase media) y cudles son los procedimientos lite- rariog en los que se realizan (y se disimulan) esas bisque- das (fundamentalmente, los de la novela experimental). Lo ‘que queda por saber, lo que hemos intentado cireunseribir 0 al menos sefialar on este ensayo es por déade pasan en cada tuno de esos dominios las diferencias que hace aparecer la literatura de Puig cuando so transforma en una interroga- cidn por si misma, por lo que puede a partir del encuentro de esos universes culturales heterogéneos. Decimos a partir del encuentro para dejar en claro desde un principio que las experiencias literarias de Puig con la eultura popular y el mal gusto no estén situadas (orientadas y justificadas) des- de el punto de vista de alguno de los dominios en juego (la Ha- mada cultura letrada o las lamadas subculturas), sino que se despliogan a partir del acontecimiento de una aproxima- cién anémala, cuando ocurre algo entre esos dos dominios que, poniéndolos en contacto, los transforma. A oste aconte- cimiento con el que la obra de Puig comienza cada vez (cada ‘vez que un lector participa de su afirmacidn, de la afirmacién de a diferencia) lo denominamos fascinacién por el mal gusto. 2Qué puede Ia literatura de Puig buseandose a si misma 1 través de tres novelas? Para formular 9 intentar respon- der esta pregunta operamos con una distineién —propuesta por Roland Barthes— entre los poderes de la literatura como Institucién y como acto’. Segin Barthes (1983e: 169), la lite- ratura es simultaneamente una institueién cultural que pue- de ser abjeto de una comprensidn sociolégica y un acto que 22 zo se puede “limitar ni por un por qué, ni por un hacia qué", “un eonjunto de précticas y valores situados en una sccie: dad determinada” (Barthes, 1976: 14) y un “acto absoluta- monte intransitivo, earente de causa y de fin, privado de toda sancién. Desde el punto de vista de la institucién, la literatura, en tanto practica cultural ospecifica, puede par- ticipar en distintos debates que agitan Ia vida de na aocie- dad, puede intervenir en ellos representando wna de las po- siciones en conflicto o bien manifestando su existeneia (que ‘acaso —para determinados intereses—se preferiria que per- ‘manezea inadvertida), Desde el punto de vista del acto (punto de vista radicalmente heterogéneo porque piensa lo que ella puede a partir—y no a pesar—de su inutilidad), la literatu- a aparece “mas alld y al lado" (Barthes, 1982: 27) de los conflictos en los que se oponen valoraciones establecidas, acbilitando o suspendiendo las fuerzas de sujecién que ani- man a los valores, Desde el punto de vista de la institucisn, la literatura ejerce, como cualquier otro diseurso, poder de sujecién: llama a adherir a determinados valores y no a otros. Desde el punto de vista del acto (de Io que en ella excede, a fuorza de intransitividad, su efectuaciéa institucional), a literatura interroga las morales en conflicto, las eacude, Las inquieta nada més que por afirmarse como ana experiencia de lo diferente En los debates sobre el valor (ostético e ideal6gico) de los uusos letrados de Ia cultura popular y, mas espeetfieamente, de los usos de formas subculturales identificadas como de ‘mal gusto; en esos debates contemporéneos a la aparieién y Ja cizculacién de la litoratura de Puig en los que se contran. tan los puntos de vista de la modernidad y de la posmo- dernidad, oncontramos el contexto que nos permite deter- minar institucionalmente sus busquedas y, al mismo tiem- po, apreciar sus politicas de suspension y desplazamiento de los valores establecidos. En relacién con esos debates, dentro de los euales se individualizan (en eonflicto unos con otros) los puntos de vista del arte do vanguardia, del pop- art y do la sonsibilidad camp, la literatura de Puig define 23. ss polticas instituionates:politcas que obedecen al im- perative de identifica as propias experiencis en fo pops- Tary el mal gusto segin ls valores de estns puntos de vist. Bn a resatencia a teen ididuaisr conforme #508 rdmsetron generals (para le que una experiencia vale por Tetgue representa y ne por le que inventa) se define las plies del acto licerarie en Pols ato singular dotermina- Bolpur Is indetarminacions den vigenlo demasiado Intenso (coma para ser aproplade para un debate) con lo “misterio- Sore “erosatble” del mal gusto: Para cvaluar los aleancet dela politics Iiterarias de las eos primeras novelas de Pag referdos asus uses de lo po- flay y del mal gusto (sobre todo para exporimentar en la eetura etm esas novelas jercen au maxima potencia de Creat sstraptndove den debtor courte qu on nna su aparieign y su eirculaion), ecuerimas al coneep- {de liaratura menor elaborado por Gilles Deleuze y Félix Gaatiart De este concepto nos iteresa, fendamentalmen- felaque designa un movimiento (on devenie) yo una identi dy que plenca eve movimiento como inmediatamente po lite Detouze-Guattan, 1975.29) La iterators menor no polities porque represente un ponto do vista marginal © ‘atterno.on eonthicto cou oto dominante, sino porque 0 Tika las bases representatieas (on las que se efectian las Sslovaciones morales, tant les dominantes como las domi- Sidas) de los diccursos que atraviesa, porque les sustrae a Tas constantes discursivas (que sirven ala expresion de va- Tones establecdos) la unidad ye estabiidad que las consti tayen. Trabojando sobre Ios tensioner interaas de Tas len- fussy las culturas, haciendo un Uso infensivo de los emu Elgdos por el que estos tienden hasia avs mites representa- {Goes a lteratura menor se iataura como wn ejericio de Indiseipline disursiva, de dinidencio genoraizada? Spor sus efoctuaicnes institasionals as basquedas Kx terarfan de Pug participan de las mocropolticas on las que Scenfrentan fo letradey lo popular come dos estados de cul turn jerdrquicamente optertn (identified uno como Ma- 24 yoritaroy el otro come de minorias) pero igualmente homo- féncos y constantes, as fuerzas del acto leimprimen a esas busquedas una intensidad excesiva que las lleva adospren. derse de sus adhesiones insitucionales y a definir micro. pollticas minoritaran, Estas micropoliticas de lo menor, que fe ojercen en Tos sos andmalos de los estereotipos subeul turales, hacen perder simulténeamente a lo Mayor ya las minorias sus fundamentos, au unidad y su estabilided, por. due fos hacen pasar por una zona de indiscernbilidad (por dlonde pasa la afirmacion dela diferencia dela literatura de Puig) que abren entre ellos, una zona de encuentro en la que se debiltan las relaciones de poder instituidas y aparceen stros modos nciortos) de relacén: Fundadas en iu inestab Iidad de la fareinacion por el mal gusto, las iieropoliticas de las novelas de Puig se wustraen al juogo simple de la rei ‘indicacion ola eriticn de las wabeultaras toa Yes que usan tus logares comunes con una fntensidad tal como para des. Cubris inventar) en ellos puntos de vista que Fenvevan noes {as rolaciones con ol monde de lo curs, del sobreseatimen- taliemo, de las pretensiones hschs Esta forma de plantear los problemas de la literatura y el poder (de lo que la Iteratura puede y de sus modos de resis tencia al poder que ajereen los diseurios que la rodean) sir ‘a nuestro ensayo come una perspectiva teria que sta Ja aproximactén eritiea al acontectmiento de la diferencia de lalitoratura de Puig" y permite enuncia, desde esa prox Imidad, algunas eonjeturas sobre lo que pudo haber ocursido fen un determinado momento (en el quela tension entre las fuerzas del acto y Tas dein efectuacign institucional te det tia de un modo hasta entenees inédito) para que esta litera. tura tuviese que cambiar Bn lugar de limitarnos a recon. cer en La tratcton de Rite Hayworth, Boquitas pintades The Buenos Aires Affair tren navelas sacesivas, ligadas por recurrenclas o modificaciones tenieasy tematic, las mos tambiGn eamo momentos diferencias en el interior de tina busqueda ningular, momentos que, de acuerdo con el Ssentido'en que ae realiza ean busqueda a insiatencia de lo 25 menor como principio de diferenciacién), la impulsan o Ia detienen, momentos de invencia y momentos de clausura. Bn Le traicién de Rita Heyworth, desprendiéndose de las exigencias contextuales, de los mandatos institucionales Goenos por astucia que por ignorancia), Puig inventa una forma literaria menor (la narracién de voces triviales en con- versacién) que supone, por una parte, una micropolitica de Gesterritorializacién de la Literatura, que pone en variacion continua los coneeptos que la identifican culturalmente des: de un punto de vista Mayor, , por otra, una micropolitica de ‘oxperimentacion de potencias y valores anémalos de 103 es: tereotipos que los abre a intensidades inauditas. En Boguitas pintadas, on tn digloge esta voz més consistente, y mas eal- Culado, con las expectativas del contexto (del campo cultu- ral de Ia época), las bdsquedas de Puig inventan nuevas for- mas de cuestionar Ia institueién literaria desde su interior a partir del deseubrimiento de nuovas formas de experimen- facign con las diferencias de fuerzas seménticas que reco Pron los estereotipes de la literatura trivial y de ta Hamada Soaltura del sentimiento". En The Buenos Aires Affair, des- pués del éxito de publico y en parte de eritica de la novela fnterior y, en consecuencia, de la roubicacién de Puig den- tro del campo de disputas por la legitimidad cultural, sus buisquedas aparecen animadas menos por una voluntad de experimentacion de lo nuevo que por una necesidad de res- ponder a lo oxistente (las expectativas —favorables y desfa- Yorables— creadas en torno al valor de su literatura). So- tnetidas a una macropolitiea de fortalecimiento de la propia identidad institucional, las busquedas de lo menor reaccio- nan contra s{ mismas: se transforman en objeto de reflexién y, en consecuencia, se niegan. La estrategia de autorre- flexividad que domina la composicién de The Buenos Aires Ajfair limita la afirmacién del poder de lo diferente: la lite- ratura de Puig deja de inventar formas menores de existen- fia literaria para mostrar qué es (no qué puede, sino eudnto vale en términos gencrales) una literatura despreciada des- Ge el punto de vista Mayor. Se pasa de lo menor como deve- 26 nr camo experimentacidn de Io anémaley desten Tizecdn dei establecido, alo menor soma usa ose fot (entabiliendon on jung du los debates cltieiee ae ee nputan por la loitiatledyel prose). eee ace ierasnovean de Puig i fvtra, fee lescrgectd te ue llamamor binquedan deo mousy sosretine ena Thatontedetas fuctansdecxperneeataae ee Cimtante dan de roprenantecon) ate ese ‘ade sa bunquedan Fare per rnponde nies aoe on los quo at Fentiafoterptean port atest ae ra de Puig tuvo que dojarde interroparse, tee quo enna te de au poder do aierenclacon pave ceiver doling Fogo ic aac ciamos en este ensayo, EI beso de la mujer arana siguilica oat Un moments de cae dente de a sien eee ds Poigsain aun nivel menoe pocepies unsnonerae ta tteomean,erengrpanisntoge acreage orcoes a orturg en elastdode lonuaves Baas mndn experimental dela nodes lneee hee Patoeia onal ase do mde mas comple) en rte ls buoquian de Pig rename aoa in experimentacon a pene dol derma Para poder continuar interrogindose por In que puede ta Aid rocuri on Bl Bevo defo mujer ovona ia tes ah al fo. Soguramonte la Gecuion do'taiearts ona eae fos dostruas teeneas no fee ds ges 8 oan ae voluniad oorta de deste as ntaclachans tl eatas tin eigenen do Jaritcare,doreapender por lineata lor grtion a acon pudoterrogar tamer lorena ros hortiee touteteabeoaa imate uot een ce tine ane del rcomisz, en es momento tal vez Unico dentro de la literatura de Puig en el dn lon poderen do ie inutitnclon dosteae yee iat fotencia del actoy onal ques por Baber tuchode ha ee 27 ‘eaminos bloqueadas, se anuncia 1a necesidad de recomen- par: de abandonar la via mucrta de las identificactones (de Ia demanda de reconocimiento) para volver a buscar lo mis- imo (que todavia no se sabe qué es) en el mismo (todavia no Jhallado) lugar. Hasta exe momento, en el que la literatura de Puig parece haberse encontrado y, aturdida por la certi- umbre de si, deja de busearso y se autorrepresenta, leg: os siguiendo la afirmacién de au diferencia, En el camino intentamos sortoar o cuestionar las representaciones que de- bilitan nuestra propia busqueda, que bloquean la aparicion ge las preguntas que el encuentro con la literatura de Puig (la fascinacion de su presencia extratia) nos provaca, No sélo jas representaciones de si construidas por esa misma litera- tur, sino fundamentalmente las que, durante tres décadas de freeuentacién, construyeron las lecturas eriticas. No solo por voluntad de confrontacién, por el deseo de entrar en debate, sino también, y deseariamos que con mas fuerza, por fidelidad a nuestra ética de lectores de In dife- rencia’, a veces redoblamos nuestras afirmaciones con una. digresién polémica referida a lo que otros, desde otra pers pectiva, leyeron en esos lugares donde ahora esperamos ¥ propiciamos la aparieién de un sontido nuevo, Cualquicr afir~ ‘nacién general (y el hecho de que haya sido enunciada vuel- Ye genoral a cualquier afirmaeién) significa una barrera que hhay que soriear para que el encuentro entre la singularidad de la literatura de Puig y nuestra singularidad de lectores ‘oourra, Si, como se ha dicho, los eriticos solemos escribir pen- Sando, antes que en Ia literatura o en los lectores, en otros triticos, tal vez se pueda aprociar en este aparente ensim! mamiento una de las manifestaciones mds interesantes de Ta voluntad de apertura de Ia critica, de su voluntad de po- nerse permanentemente en cuestién, de —por paradgjico que parezca— no cerrarse sobe #1. Camo ias de a literatura —aun- ‘gue segiin otras exigencins y por otros medios—, las busque- das de la eritica comienzan por la biisqueda de por Ia interrogacién sobre lo que puede (leer donde ya se ha Jeido) y sobre sus modos de resistir al poder (de los e6digos que determinan Io legible) 28 squeda, ¥ busqueda no indeterminads Gate ‘taralnocifn.” (1602: 8. ~ ‘Kn el coneepto de menor no enconts yoendouel Sel Geman Maat sqm ae hee ta ‘Tams Uempo, tos uros conven + (propios de las miorlas eulturales) de enon estereotiposy lat dit mas de propiacicn que se iDpunto deviate partcigacin en (yao slo reprenontalén de) soe sseatestiente pul Ireura a ditrencia el bres atin eu el eaajo cies Ree sue por ensayo amamos of 20.

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