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LOS PRINCIPIOS DE LA CIENCIA®* do crisis de prineipios en Ia ciencia actual ha acen- jento humano. Desde la Fenomenologia de Husterl, ninguna filosofia ha intentado presentar una «teoria del campo unificado » del conocimiento, Inclusive Ia misma Fenomenologia mantenia Ia tradicional separacién entre el ‘couocimiento precientifieo y el conocimiento ciemtifico, Una teoria de los principios que Iogre establecer Ja unidad fundamental de Ia iencia tiene que revelar al mismo tiempo la continuidad del ‘conocimiento, desde Ias aprehensiones més primarias hasta las cons- trucciones simbélicas mis elaboradas. La eiencia en muestros dias progresa de hecho sin fundamento de derecho. Los propios cientificos se han ocupado de este problema del fundamento; pero ninguna ciencia particular puede establecer los fundamentos de eu legitimidad ‘en su propio campo. Los principios de la ciencia son comunes a todas Jas ciencias. El problema tiene que plantearse por tanto en el campo de una ciencia primera o universal, o sea en el eampo de una metafisica renovad: Los métodos ciemificos son particulares y cambiantes. Los prin cipios son universales, comunes, inalterables. Por esto es necesario distinguir también entre los verdaderos principios y aquellas otras proposiciones de alto rango, con las cuales culmina la construccién te6riea de cada eiencia positiva, y a las cuales suele darse el nombre de prineipios. El hecho de que estos supu rricos ya permite reconocer que no son auténticos prineipios. Justa- mente, el descubrimiento de Ia historicidad en general de toda cons- truccién tedrica, de todo sistema categorial, es lo que ha producido Ja situacién do crisis en Ia ciencia contemporanea: el avance en los descubrimientos positives de una ciencia pone en crisis el sistema eategorial que sirvié de fundamento teérieo para esos mismos desci- brimientos. La disyuntiva que presenta la situacién de crisis es Ia siguiente: 0 bien no existe un euerpo de principios universales y permanentes, y entonces la ciencia se constraye sobre la base de un “tema de convenciones transitorias y arbitrarias, vigentes mientras son iitiles para el trabajo; 0 bien existe ese euerpo de p pero es imposible descubrirlo con los métodos de trabajo esperificos de ninguna ciencia particular. Si el examen de los hechos nos obliga a aceptar esta segunda . EDUARDO NICOL alternativa, entonces el renacimiento de Ia metafisica (como ciencia fenomenologica del ser y el conocer) no servird para contraponerla a Ja «ciencia », sino para resolver justamente la situacién de crisis que te ha producide en el campo de la ciencia misma, La metafisies renovada sélo sera posible y legitima en tanto que ciencia, y que jencia primera, aunque su plan y su desarrollo no coincidan con el de Aristételes, que fué quien le dié su auténtive nombre. Los principios, para serlo rigurosa y auténticamente, han de cumplir algunos requisitos que pueden establecerse @ priori: han de ser 1° primarios, y por tanto comunes; 2° objectivos y reales, no subjectivos ni teoréticos; 3° apodieticos, y por ello necesarios en el orden del ser y en el orden del conocer; 4° fundamento de Ia exis tencia, y no sélo de la ciencia. Para comprender el sentido y el aleance de estos requisites es oportuno examinar primeramente los hhechos ciemtifieos, y después las proposiciones cientifieas que, de tuna manera u otra, han podido ser consideradas como principios: los axiomas, postulados, leyes © hipstesis teoréticas (1). Los principios son inmutables porque son verdades de hecho. No son teorias ni hipdtesis, sino que expresan situaciones reales y objetivas de un orden fundamental y universal. Por ello constituyen las condiciones sine qua non del conocimiento en general, lo mismo el cientifico que el precientifico. A la ciencia no le corresponde por tanto instituirlos. Los principios no se inventan, o se forjan, 0 se cream, como se crea una teoria; no tienen patente de originalidad, asignable a un fildsofo determinado. A Ia cioncia Ie corresponde solamente manifestarlos, tomar conciencia de ellos reflexivamente y expresarlos conceptualmente. 4Cémo puede un hecho ser principio? Es fieil advertir que mo todos los hechos tienen el mismo rango. Hay hechos que son privie Jegiados, por su propia y manifiesta eminencia principal. Desde Tuego, ninguno de ellos es lo que se ha Hamado un fait brut, un fenémeno completamente aislado, sin relacién objetiva con otros fenémenos reales. Los hechos se dan en conjuntos, podemos decir en campos. Ni siquiera os hechos histérieos, cuya singularidad irreproducible parece distinguirlos de los hechos naturales, aparecen jamais desco- nectadlos unos de otros, sino que aparecen integrados en conexiones de sentido y en drdenes de sucesidn, Cuales sean efectivamente Tas formas de esa interconexién, o miso en la naturaleza que en la historia, es cosa que corresponde a las respectivas ciencias averiguar. Pero, que Ia interconexién existe y que el campo tiene una realidad propia, independiente de los casos individuales, esto es un dato 1s evidente como pueda serlo el hecho mismo singular. Toda ciencia se constituye justamente acotando para si misma un campo especial, Sin la integracién real del campo Ja ciencia no seria posible: la LOS PRINCIPIOS DE LA CIENCIA 3 historia seria meramente una erénica de sucesos, y Ia ciencia natural meramente un archive de datos. La créniea y el archivo no son mis positives y coneretos que Ia 10 narrado en la créniea queda desprovisto de su signi- ficacién historiea, desprendido del proceso al cual pertenece real- mette, y el hecho natural aislado aparece en el registro desprovisto @e su significacién funcional. El campo y la interconexién de los hhechos son algo tan real y conereto como los hechos mismos; son datos objetives y primaries. La compleja corriente del idealismo en filosofia ha sido posible por cl olvido de este dato. Lo mismo el racionalismo metafisico que el empirismo y que ¢l criticiemo trans cendental han fingido que la realidad misma no ofrecia jamais dato inguno en que padiera apoyarse el entendimiento para pensar, lo mismo cn el nivel precientifico que en el cientifico, Hume considera como evidencia critiea fundamental que « por la experiencia tenemos slo noticia de la frecuente conjuncién de objetos, sin que seamos nunca capaces de comprender nada sobre la conexién entre ellos » (2) Para cl racionalismo, sea metafisico 0 critico, esta conexién esti frndada @ priori, es decir, tampoco es un dato empirico- Ta rocién de campo ha de considerarse anterior —y superior en valider— al uso que de ella ha hecho la fisica matemitica desde 1 siglo pesado. La fisica newtoniana pareeia indiyidualizar su objeto, ‘© sea el cuerpo en movimiento, representado por un punto en ol ‘espacio. No habia solamente Ia abstraccién simBélica por 1a cual un enerpo real, una masa en movimiento, quedaba reducido en cada momento de eu trayectoria In pura interseceién de dos coordenadas de espacio; habia ademas Ia abstraccién fisiea, por Ia eual esa par- tieula quedaba desprendida de toda eonexién real con otras partieulas 1a otros fendmeros que no influyeran en su movimiento mecinica- mente. El concepto mismo de « enerpo en movimiento », 0 en repos, que aparece en Ia primera de las leyes meciinicas de Newton, eo tituye ya una abstraccién. Esta abstraccién era conveniente y le tima, en tanto que el propésito expreso de aquella teoria Ia pura representacién matemética del fenémeno del movimiento y de sus eyes Pero, a pesar de todas esas abstracciones, Ia misma formula de representacién integraba los elementos sislados em un sistema, En Tas ecuaciones correspondientes, las coordenadas del expa- cio y la coordenada del tiempo constituyen efectivamente un campo. ‘Aunque la particala euyo movimiento so considera sea individual, Ja comsideracién misma es ya slobal. Las fuerzas se miden por Ia aceleracién que imprimen a la particula, Estas aceleraciones son fonciones de las distancias y las velocidades. De suerte que, mediante In precisién de unas pocas magnitudes, se puede determinar el estado presente y futuro del sistema entero, que es lo que importa. La particula sislada importa menos, aunque sea sa estado dindmico y 4 EDUARDO NICOL su localizacién espacio-temporal lo que se investigue; porque la par- ticula (un mero punto en el referencial de las coordenadas) es mis abstracta que el sistema en que se integra, Y esto lo confirma la nueva fisiea: con Ia relatividad se pone de manifiesto que el espacio y el tiempo tienen una significacién fisica real, y no constituyen meramente un teferencial abstracto sobre el cual se proyecta el jgaciones sobre Ia electricidad, ya desde Coulomb en el siglo XVITT, y sobre todo desde Maxwell en el siglo XIX, Hevaron progresivamente a la adopeién del coneepto de campo, con una significacién fisiea objetiva, y bien definida matemiticamente. El protagonista de Ia representaciém simbolica de Ia fisica no es ya la nocién de « cuerpo en movimiento »; no es una particula 0 un punto geométrico en un sistema de coordenadas; sino el campo mismo en que el movimiento se produce, y cuyo estado de energia adquiere ‘una importancia fisica primordial. El hecho aislado ha perdido enton- ces su significacién cientifiea, si alguna vex la tuvo, Las determina- ciones del «aqui y ahora » de la fisica clisica se complementan ast con los valores que determinan el estado general del sistema, el cual ce expreca como un © aqui y ahora y de este modo ». Dicho de otra manera: la fisica no puede reduciree a pura geometria, como Descar- tes pretendia (3). ‘Sea cual sea la importancia estrictamente fisica de esta evolucién que ya del coucepto de particula al coneepto de campo, la signifi« én epistemoldgica que tiene es puramente sintomitic: ‘ya los presocriticos habian advertido que Ia ciencia no puede atender al hecho aislado, sino como instancia de un conjunto, de un complejo real o de un proceso. La hipétesis tedrica de Heraclito lo confirma, con su esquema circular de representacién dinimiea del universo (cuyo antecedente se encuentra ya en Anaximandro). Las cosas con- ‘eretas son y no son, en el sentido de que vienen a ser y dejan de ser, y cambian mientras son. Lo que mantiene al ser es Ta unidad del proceso, y st estructura: el fiecho de que el cambio se produzca seqiin orden. Este es un hecho primordial, tan objetivo como la fexistencia del ente aislado. Y do ahi parte la ciencia; porque la \itesis para representar adecuadamente la forma ‘especifien de esa integracién funcional, de esa interdependencia 0 de ese orden real; pero el orden mismo es ya un dato positive. Por esto, ninguna ciencia ha sido nunca auténtica y efectivamente posi tivista, y el positivismo no es mis que un sintoma, entre otros, de tuna reaccién saludable contra las formulas aprioristieas del idealismo (pero desafortunada, en tanto que la sumisién al hecho conereto tiende a eliminar del campo los hechos principales que som las rela- cciones, las interconexiones, las formas, estructuras y funciones, y los ‘campos mismos). LOS PRINCIPIOS DE LA CIENCIA 5 En un sentido estrieto, es eyidente que un hecho no se repite munca, porque eambian en la ropeticién las condiciones espacio- temporales, o las temporales por lo menos, aparte de otras circun- stancias que no sabemos, al principio, si pudieron concurrir en sn determinacién. Pero la misma distineién que hacemos entre un hecho y el otro hecho, del cual decimos que no repite exactamente el primero, sélo es posible porque precistmente advertimos una ana- logia bisica entre los dos. La diferencia Ia establecemos nosotros reflexivamente; la similitud salta a la vista, La Muvia es siempre Nuvia, lo mismo Ia de hoy que la de ayer: y no hay arbitrariedad ninguna, para la mente precientifica, en afirmar que ambos fené- ‘menos tienen Ia misma forma 0 razin. Cual sea la razén, esto es ya enestién de opiniones, entre las cusles unas serin infundadas 0 erréneas, y otras adecuadas, exactas, fundadas, o sea cientificas, Pero, de que ha de haber una razén del fenémeno, y de que esta razén hha de ser comin (en el sentido de que ha de ser vilida para todos los hombres y valida para todos los casos aislados del fendmeno), de esto no eabe duda, y esto lo advierte el entendimiento antes de emprender el camino de una investigacién cientifiea. En verdad, este camino o método silo es posible sobre la base de aquella certidumbre previa: es Ia condicién de posibilidad de todo trabajo cientifieo. Por acentuada que sea sn singularidad, el hecho sdlo es com- prensible en relacién eon otros hechos. Los hechos, en efecto, se repiten, y ya en muestra experiencia primaria o precientifiea intuimos Ja forma comin a varios sucesivos, Esta forma es un hecho también, Sobre el conocimiento de esta forma organizamos nuestra existenci cotidiana, El labriego sabe cuando ha de sembrar Ia semilla, porque sabe que la primavera sucede al invierno, y el verano a la primavera. Aunque ignore a qué se debe esa regular sucesién de las estacio sabe muy bien que Ja regularidad misma es un hecho. La sueesién de las estaciones no es menos fietica que las mutaciones de Ja natu- ralera con que se earacteriza cada estacién particula No se necesita, pues, que el conocimiento de los hechos mismos sea muy complejo y profundo para que pueda distinguirse entre el hecho particular y trivial y el hecho privilegiado o principal. De las cosas, los filésofos presocriticos tenian un conocimiento muy limi- tado; pero, si sus tcorfas pueden Iamarse cientificas, no es por Ios puros datos de observacién en que se fundaran, ni siquiera por Ia genial intuicién de sus hipstes es sélo un ejemplo, y corresponde a uno de los euatro principios de Ja ciencia, Pero, para desenbrir este principio, y los otros tres, no faé necesario esperar a que la filosofia planteara en términos tecnicos el problema especifico del conocimiento humano, como programa de 6 EDUARDO NICOL tna investigacidn sobre Tas facultades subjetivas del conocer. Mucho fuenos fué necesario esperar a que Tas ciencias particulares progre- faran_a fondo en sus dominios respectivos, y pudieran organirar Getalladamente sus respectivas metodolozias. De hecho, en nuestros ias, cuando este progreso es ya tan notable y acelerado, parece que eatsmos mis perplejos que murca, enando reflexionamos sobre las condiciones que lo hacen posible y legitimo. Pero Ia filosofia nace hhistgricamente como reflexién, corsciente de si misma y de las dife- rencias que ella instituye entre si misma y otras formas del saber. Forzosamente, la episteme tenia que conocer desile el principio Tos principios del eonocimiento. Esta hipétesis do trabajo se confirma fon cl estudio de los Fragmentos de Hericlito, en los cuales aparecen formulados inequivocamente los exatro principios de Ta cieneia, Husserl advierte muy oportunamente que Ta evideneia apodictica el ego cogito no permite confundirlo con un axioma o con una hipétesis. Se trataria, en efecto, de una intuiciGn. Nuestro propésite es mostrar que hay evidencias apodicticas en ol nivel precientifico, previas a la aplicacién de un método reductivo, y en las euales basa~ nos efectivamente nuestra existencia y nuestra eiencia, Ya el propio Husserl habia superado el estilo axiomitico de fundamentacién de Ja ciencia, el cual no es una novedad de nuestros dias, sino que pro- viene de Aristételes y ain de Parménides. No se trata, dice Husserl, The « suministrar el fundamonto de una eiencia del mundo que explique Gste deductivamente, de una ciencis nomolégiea, de una ciencia ordine geometrico >, como en Descartes (4). Pero en tanto que ha vuelto f cobrar aciualidad en la ciencia el Tamado método de axiomatt- gacion (aunque ya no en sentido ontolégico, sino formal), s porti- freute distinguir entre los principios de evidencia apodictiea y los instrumentos de trabajo que puede emplear Ia ciencia, como son los axiomas, los postulados y las leyes generales, Varian de un autor a otro, y hasta en un mismo autor, Jas acep- iones con que se emplean estos término:, con los cuales se designan fas proposiciones de mas alto rango en Ia ciencia. De antemano pode- ‘mot eliminar los supuestos y los postulados. Los supuestos han de. ser Expreios, Si son ticitos © inconscientes, son simplemente fallas del mmétodo, y si aparecen integrados en el cuerpo de 1a teoria, entonces equivalen a un postulado (5). El postalado, en cambio, opera de hecho como un principio axiomitico, en tanto que no requiere demos- tracidn, pero al mismo tiempo carece formalmente de la propiedad jntrinscea de evidencia que se atribuye a los axiomas. Los postulados arian, pues, como un recurso téenico; los axiomas, en cambio, serfan proposiciones fundamentador: ‘Pero tampoco esta distineién es suficientemente precisa, Un pos tulado podria ser negado sin contradiecién: pero éno puede ser negado LOS PRINCIPIOS DE LA CIENCIA 1 también un axioma —negaio, 0 por lo menos eliminado y substitafdo por otro— sin incurrir en contradiceién? Tomemos como ejemplo el Postulado V de los Efementos de Euclides. Este es el famoso pose tulado de las paralelas, De una parte, tenemos la historia larga de Jos intentos que han Mevado a cabo en vauo los geémetras para de- ‘mostrar esta proposicién postulads, 0 sea para destruir precisamente mm caricter de ditema, de postulacién. Por el otro lado, tenemos la ‘operacién Mevada a cabo por Hilbert sobre el conjunto de la geome- ia de Euclides, con el objeto de investigar los principios referentes a Ia posibilidad de las demostraciones, 0 sea, de dilucidar qué axiomas, presupuestos o medios auxiliares son necesarios para una verdad de geometria clemental, En suma, Hilbert intents perlec- cionar formalmente el sistema geométrico que Euclides habia cone struido sin Ia suficiente cohesiin Kigica (6). Pero en esta geometr evelideana reformada, el postulado de Euclides ha dejado también de ser un postulado: £0 convierte en un axioma y figura en el torcero de los cinco genpos de axiomas establecidos por Hilbert. La formulacién axiomitica del antiguo postulado de Euclides no Jo ha convertido per ello en un principio en sentido radical. Por el coutrario, ha sido la posibilidad de alterar este postulado, o de prescindir de él, el hecho histérico que mejor ha contribuide a precisar el caricter propio de los axiomas en general. Las geometri Mamadas no euclideanas proceden justamente de aquella hipétesis de Lobacheski y de Bolyai que consistié en mantener todas las pro- posiciones bisicas de Euclides, y substituir el postalado de las para- Jelas por este otro: Por un punto A, exterior a una recta a, se pueden trazar varias paralelas a esta recta. Como es bien sabido, Ia geometria que Klein pudo constrair deductivamente, a partir de ‘esa nueva base postulada, fué un sistema tan perfecto desde el punto de vista formal como el sistema euclideano. Lo cual revelé que, ‘cuando se trata de ciencias deductivas, el tltimo principio regulador es de caricter légico: es suficiente, para que un sistema de axiomas ‘0-un « modelo » tenga validez operativa, que dichos axiomas cumplan las condiciones de no contradiecién y de independencia (7). A pesar de la evidencia lozica del principio de no contradiccién, estas condlusiones de la axiomatica han resultado perturbadoras para el fandamento de la ciencia. De la posibilidad, y hasta Ia facilidad, con que se pueden construir distintos modelos axiomiticos, igual: ‘mente vilidos légicamente, parceia desprenderse el caracter conven ional y facticio de todos ellos. Por otra parte, la posibilidad de cambiar en las ciencias positivas de In naturaleza los esquemas sim- bélicos de representacién, y hasta de emplear varios distintos para tun mismo fenmeno, acusaba el carieter puramente instramemtal de todos ellos, y acentuaba todavia mis la interpretacién conveneionalista de Ia ciencia entora (8). 8 EDUARDO NICOL Fs un hecho que el logicismo, en su ace} contribuido al sentimiento de irrealidad, de pérdida del contacto ‘con las cosas mismas que ha invadido en nuestro tiempo el campo de Ja ciencia natural, o mejor dicho, el animo de los cientiicos. El sentido de realidad dice Russell que « debicra mantenerse incluso fen los estudios mis abstractos 9; «la légiea se ocapa del mundo » y «aslo hay un mundo, el mundo real ». Sin embargo, el propio Russell afirma como « un principio » que lo importante en las mate- miiticas, y en buena parte también en la ciencia fisica, no es In faturaleza intrinseca de los términos, sino Ia naturaleza Iégica do fus interrelaciones (9). Pero no basta para la fandamentacién y la construceién de una ciencia positiva refinar el sistema de sus rel: iones Iégieas; Io primario son precisamente las relaciones objetivas y reales. La axiomatizacién de una ciencia no garantiza Ia verdad de sus proposiciones sino en el caso de una ciencia analitica-dedue- tiva; y en este caso, Ia verdad de las proposiciones so entiende tan slo en el sentido puramente formal de Ia posibilidad de referirl tiltimamente a proposiciones tautold Esta es precisamente Ia:cuestidn: las ciencias que se ocupan de Jo real dtienen en cfecto una hase axiomitica? Reichenbach sostiene, entre otros, que «el contenido de una ciencia particular puede en principio quedar expuesto en la forma de un sistema axiomético » (10) Pero esta afirmacién se basa en la creencia previa de que cada iencia, ademis de reunir sistematicamente una serie de propo: clones con significacidn real y objetiva, se propone « reducir la tota- Tidad de estas proposiciones a un pequefio mimero de proposiciones iniciales Hamadas axiomas ». Pero esto es una petitio principii, mis {que una solucién del problema del principio. Los axiomas se encon- trarian segin esto en el término final de la tarea cientifiea; Zémo pueden entonces operar efectivamente como principios, en el sentido originario y fundamentador? Por otra parte, como reconoce el mismo Reichenbach, «decidir sobre la verdad de un sistema determinado de axiomas no es tarea do Ia légica »; ni siquiera es tarea do la Téeica o de Ias mateméticas « la significacién de los signos que fixuran en los axiomas ». O sea que « las rolaciones 1égieas de un sistema ico pueden desarrollarze sin que 1a signifieacin de los sim- Bolos que figuran en este sistema sea conocida ». En esto concuerda Reichenbach expresamente con Russell. Parece entonces que Ia definicién del contenido significativo de tholos, y Ia verdad de los axiomas en que ellos figuren, depen- eran del conocimiemto empirico, No hay axiomas cientificos que tengan valides a priori. Pero, si la verdad de esas proposiciones ‘eapitales es objetiva y empiriea, y no formal y a priori Zeémo pueden Cuslquiera que sea Ia operacién Iogiea que se para reducirlas @ férmulas tautoldgicas, el valor LOS PRINCIPIOS DE LA CIENCIA 9 epistemoligico —o sea cientifico— del sistema no habri de quedar en modo alguno ni reforzado ni comprometido por esta operacién extrinseca del andlisis formal: eu valor dependera en iltima instancia de Ia apelacién a las cosas mismas. Por otra parte, quienes proponen @ Ia ligiea formal como ciencia primera, fundamentadora de todas las demas ciencias, suelen tomar como modelo a Ia fisica matemitiea, y olvidar que mo todas las ciencias se comportan segiin el régimen iégico de la no contradiceién. Siendo evidente que la realidad uo es homogénea, se desprende de ello que Ia lozica de 1a no contradiccién, reguladora de las ciencias que emplean cl método matematico, no puede ser instrumento stil en las ciercias hermenéutieas, y en general para la construccién de teorias que versen sobre Ias realidades que presentan una estructura dialéctica. éCémo puede efectuarse una axiomatizaciin de Ia filo- login? &Cémo pueden reducirse a férmulas tautolégicas los resule tados hermenéuticos del psieoanilisis? EI nuevo logicismo Heva imp! cito un monismo metafisico. A veces se Ilaman axiomas ciertas leyes principales de una ciencia, Newton aplica este nombre a las leyes de In mecinica. Aunque figuren al principio de su filosofia natural, inmediatamemte después de las Definiciones, los axiomas de Newton son en realidad el resultado de ‘muy complejas investizaciones previas. Ese Ingar lo ocapan en Ta exposicién sistemitice, para Ia eual sirven de fundamento, pero no son fundamento originario, Que Newton los Mame axiomas es una pura cuestién de nombre, que para nada perturba, si reconocemos fu cardcter propio de leyes. Lo perturbador seria considerar que toda ciencia positiva dispone, para serlo legitimamente, de un cuerpo de proposiciones especiales, realmente axiomiticas, con evidencia apo- ictica, y distintas de las leyes; pues entonces habria que considerar como axiomitica Ia ley de inercia, o sea el primer «axioma del movimiento » segin Newton (11). Que esta proposicién no es axio- ‘matiea, ni es una evidencia apodietica primaria, Io ha probado impli- itamente la investizacién positiva en ciencia fisiea, al descubrir que los términos mismos de la Iey se basan, de una parte, en los conceptos abstractos de espacio y tiempo absolutes, y de otra parte en una percepcisn sensible equivocada: no hay en el universo ningin euerpo que esté en repoto absolut (0 no lo conocemos, lo cual es lo mismo para los efectos de la ciencia), y el estado de reposo puede ser fisi- camente considerado silo con respecto a un determinado referencial. Pero el cambio de la ley primera del movimiento en la mecinica lisica no ha significado Ia destruccién del fandamento de Ia fisica, como tal ciencia de Ja naturaleza. Ksta tiene que estar fundada, consiguiente, en alzuna otra verdad, en algana evidencia mas primi- tiva que presto legitimidad a la vez al sistema teérico de Newton y al de Einstein, Esta evidencia, por definicién y por confesién expresa w EDUARDO NICOL do Ia logistica y de Ia teoria axiomitiea, no puede ser el principio de no contradiceién: ha de ser una verdad con contenido (no una proposicién tautoldgica), y no puede ser una verdad Tegal (pues todas las leyes cientificas son hist6rieas). Solo puede ser entonces una verdad, fo un cuerpo do verdades, de intuicién apodictica primaria y comin, 6 sea precientifi Que podamos Hamar axiomas a estas evidencias que ton real- ‘mente de principio es otra vez una euestién de nombre. De hecho, asi debieran Hamarse, porque si la palabra axioma significa en rango y valor, como en latin dignitas, ninguna clase de proposiciones elaboradas por el pensamiento, y como tales susceptibles de ser alto- radas, puede usurpar ese rango y dignidad de lo fundamental, lo originario y comiin que ostentan los verdaderos prineipios. Las pro- posieiones que Ia ciencia ha comsiderado axiométicas no son propia- ‘mente comunes, aunque asi se hayan Hamado tradicionalmente, En los Analiticos, Aristételes seiala expresamente este caricter de comu- nnidad de los axiomas: los Hama koind aviémata (12), y esta formula hha perdurado, tradueida como notiones communes, en Ja filosofia medieval y hasta cn Descartes (13). Euclides tama también koinai Gnnoiai, © sea exactamente nociones comunes, a los axiomas de su geometria. El cardcter de comunidad de Ia evidencia es en efecto esencial para que ella sea apodictiea y primaria. Incluso cabe decir que toda verdad, de hecho o de razén, es comin; y no porque solicite ef asentimiento comin después de formularse, sino originaria y consti tutivamente, por Ia forma de Hogar a ella (14). Sera tan evidente como se quiera que «dos cosas iguales a una tercera son iguales entre six (primer axicma de Fuclides), 0 que «el todo es mayor que la parte » (axioma octavo); pero estas evidencias no son pri- marias, porque no constituyen Ia condicién de posibilidad de toda iencia, sea geométriea 0 natural 0 de otro tipo, sino que estin insertadas en el cuerpo de una ciencia determinada (como pudieran no estar, y de hecho no estin en la geometria enclideana axioma- tizada de Hilbert). Cassirer es el fildsofo de nuesiro siglo que con mayor puleritad hha intentado poner orden en esta cuestién confusa de Tas proposi- ciones cientificas (15). Comienza por distinguir entre « proposiciones de primer nivel », 0 sea las que concieren a los hechos; propo- siciones de «segundo nivel », sea las leyes; y proposiciones de principio. La clasificacién es clara y esta bien dispuesta, Pero, asin antes de entrar en el detalle de los anilisis, esta clasificaciin sugiere algunas revervas. La jerarquia de los niveles sefiala uma marcha progresiva de la construceidn cientifiea en tres etapas: de los hechos a los principios, pasando por las leyes. Esto solo revela que, sesin Cassirer (y son muchedumbre los que coincidirfan con él), en el 105 PRINCIPIOS DE LA CIENCIA n nivel de los hechos no habria princi conclusiones, los pinicalos de la cien os, y los principios serian las . y no las bases origi Cassirer sefiala con acierto 1a tendencia a la concentracién, como on earécter inherente a la teoria cientifica en su primor nivel. Este ‘principio de organizacién », como lo lama, penetra y conforma la variada multiplicidad de los hechos y de las observaciones parti- culares. Asi se convierten en sistemas los que fueran puros agregados de hechos. Pero también es cierto que la realidad no se ofrece nunca como esa desordenada multitad de hechos diversos e inconesos de ‘que habla Cassirer, haciéndese eco del empirismo- El orden inma- nente a lo real es también un dato fictico. La presencia del orden es inmediatamente evidente, esté presemte en los hechos mismos. La ciencia no es el intento de poner orden en lo que aparece como desorden, sino de representar sisteméticamente el orden intuido pri- mariamente. El equivoco por el cual transferimos al nivel de Ia ciencia Ia afirmacién del orden so produce porque a la ciencia Te corresponde, en efecto, construir hipétesis sobre la formula que re- presente simbélicamente de manera adecuada este orden cya pre- fa evidente. Percibir simplemente que hay orden en el ser no equivale a proponer una teoria sobre cual sea, y eémo sea, teste orden, Esto si es tarea de In ciencia, Tarea inacabable, y por ‘esto Ias conclusiones de Ja ciencia —las que Cassirer Hama formu- laciones de principio— tienen en verdad cardcter hipotético, puesto {que son teorias, Pero las evidencias simples, como la de que hay ser, feomo Ia de que el ser es cambio, como la de que hay orden, éstas on primarias ¢ inmutables, y se excuentran en e nivel de los hechos ¥ de las exporiencias comunes. En tanto que estas evidleneias son Cfeetivamente fundamentadoras, son objeto propio de la ciencia mo- ‘a, como ciencia fenomenolégica del ser y el conocer: prima is primi. En enanto a las leyes, o proposiciones de segundo nivel, Cassirer considera superada Ia concepcién empirista, la de John Stuart Mill fen particular. Segiin ésta, Ia ley eientifiea mo es mis que un agregado de verdades particulares, o sea una expresién comprehensiva, por la enal so afirma o se niega un cierto niimero de hechos individuales aislados. La logitimidad de la inferencia inductiva ceria precaria, dado el margen que permanece siempre abierto entre la generalidad de Ja proposicién legal y el mimero reducido de casos aislados de Ta misma clase que ha sido posible observar efectivamente. Pero esto presupore, maturalmente, que los hechos son aislados, y que eada ‘uno mantiene su radical singularidad, Que este supuesto es infun- @ado, Jo hemos visto ya. Cassirer recuerda Ia teoria de los tipos de Russell, segiin Ia cual las clases no pueden considerarse como simples agregados do elementos, sino que tienen una natnraleza pro- 2 EDUARDO NICOL pia, independiente de Tos elementos. A este dato de Ia Iégica podemos afiadir, como pura confirmacién aislada en el campo de una ciencia Positiva, que Ia biologia establecia ya, desde Darwin, la « ley de In unidad del tipo » (16). Pero, ademis, la observacién cientifica, y sobre todo Ia expe- Fimentaciéa, s6lo son posibles si el fondmeno quo so observa revela algo mis de lo que contienen Jos datos eircunscritos, $i no fuera asi, cl resultado de Ia observacién y la experimentacién seria una simple recefia, una erdniea de los incidentes del suceso, tal como ha ocurrido aqui y ahora. Dice Cassirer con razéu que un experimento por el cual se buscara tan sélo describir el proceso que se efectiia en un Iaboratorio determinado, y sélo en el instante en que lo registran los instrumentos, careceria manifiestamente de tolo valor metodo- égico. La finalidad del experimento es precisamente la de rebasar las condiciones del aqui y el ahora en que el fenémeno se produce, ¥ transferir los resultados obtenidos, con plena validez cientifica, @ ‘otras situaciones de espacio y tiempo. Sin embargo, es preciso afadir que esa « transferencia » s6lo es posible y es legitima si se considera fundada en Ia naturaleca misma de las cosas, y entonces ya no e¢ Propiamente una transferencia. La operacién no puede tener un fune damento puramente metodolégico; el fandamento tiene que ser onto- Jégico. Si los fenémenos mismos de un campo determinado no se comportan con uniforme regularidad, la ley inductiva seré siempre aventurada y precari La finalidad que persigue la ciencia al reiterar las observaciones sobre un determinado campo fenoménico mo es la de acumular sim: plomente el mayor mimero posible de casos, para reducir Ia brecha entre este mimero de casos observados y Ia totalidad de los casos reales y posibles quo In ley abarca. La ley no expresa la suma de los casos observados. Este criterio cuantitativo es el que nos vemos forzados a adoptar cuando el problema de la Iegitimidad de la indne- cin se plantea en términos puramente metodolégicos. En verdad, puede imaginarse el easo de una observacién o experimento que, por ser tan exhaustivamente minuciosa, lograra captar integramente todos os aspectos del fendmeno. Ademis de las condiciones particulares qué habria revelado esta observacién © experimentacién? Habria revelado no sélo las condiciones locales del fenémeno, sino su estruc- tura. No importa entonces quo esta estructura se conciba en términos de causalidad, 0 de acuerdo con otro esquema eategorial: en tanto que Ia estructura es constitutiva y no ocasional, ella tiene que reapa- Tecer uniformemente cuantas veces el fendmeno se reproduzea, sca natnral o experimentalmente, Mis que resultado de una transferencia © de una geners is de Ia realidad misma. La ley abarea ‘entonces con entera legitimidad todos Ios easos reales y posibles com- LOS PRINCIPIOS DE LA CIENCIA B prendidos en el campo de que se trata, La universalidad Iogica de Ja proposicién legal esté fundada, pues, en una evidencia objetiva, En principio, bastaria un solo caso para establecerla. Sélo por defic ciencia de la observacién no deseubrimos en el caso 1 Ia ley universal de In clase entera. Los casos 2, 3, 4... no afiaden en verdad nada nuevo al caso 1. Son evidemtemente repeticiones del caso 1: sino Jo faeran, no pertenecerian a 1a misma elase, y no seria posible en ‘modo alguno formular sobro ellos una ley comin. Pudiera considerarse que el método estadistico en In fisiea cone temporanca invalida Ia tesis que se acaba de exponer y restaura Ta validez, metodolozica del criterio cuantitativo. El Hamado principio de indeterminacién de Heisenberg expresa la imposibilidad natural © real de determinar con equivalente exactitud dos factores const. jos de un fenémeno: Ia posicién de una particula y su estado ico. Seria, pues, Ia naturaleza misma de las cosas la que impediria aqui que cl fenémeno revelase su estructura en una sola instancia de observacién experimental. Por ello es necesario apelar a los grandes mimeros, y obtener asi una precisién estadistiea sobre esta estructura. Pero, de que la estructura existe, de esto no cabe la menor duda. (Es dudoso por consiguiente que sea legitimo Hamar principio de indeterminacién a esta ley fisica de Heisenberg. La significacién del término es ambigua, y conviene precisar si se entiende la indeterminacién del fenémeno mismo o la indetermina- Dilidad de sus factores en una sola experiencia). En el método esta- distico no se acumulan cuantitativamente los casos aislados y equiva Tentes para justficar el trinsito inductive de Io particular a lo gene- ral, sino que se acumulan para encerrar en férmul: eventualidades posibles, Estas no pueden quedar determinadas en tuna sola experiencia, Pero, insistamos, las experiencias no se repiten Porque exista In duda de si el fonémeno presentaré Ia misma estruc- tura en casos sncesivos, Por el contrario, la eondicién de posibilidad del método cstadistico reside justamente en la evidencia hisica de que el fenémeno tiene la misma estructura en todas las experiencias, De otro modo, éstas no podrian ser ealculadas estadisticamemte. EL fundamento de una ley inductiva, y en general de toda ley cientifica, 3 independiente del nimero de casos observados. Por esto no es ficil convenir con Cassirer cuando sostiene que €l conocimiento da un salto para pasar del nivel de las compro- aciones de hecho al nivel de las leyes ciemtificas. No se trata de tuna metébasis eis allo genos, de una transposicién de un género a ‘otro, sino de un proceso que no interrumpe su continuidad al subir de un nivel a otto, Por lo mismo, tampoco hay metibasis eis allo genos al remomtarse de las Ieyes a las proposiciones que Cassirer Hama principios. Las diferencias entre las leyes y esas otras propo- siciones més altas no puede pasarse por alto, Hay ciertamente un “ EDUARDO NICOL tipo de proposiciones cientificas que tienen un rango epistemoligico superior al de las leyes. Pero, precisamente, cuanto més alto es su rango més disminuye su caricter apedictico, en tanto que se alejan \d eonereta, en el proceso de progresiva abstraccién 1s proposiciones que coronan los sistemas cientificos ‘s0 obtienen por sintesis, por concentracién, y sirven de guia durante tuna época a Ia investigacién cientifica; son una aventura del pen: miento (el propio Cassirer habla a este de transicién audaz »); son producto de Ia libertad ereadora. En suma: son teoria, 0 sea hipdtesis, y por ello tienen earicter historico. Los ejemplos pudieran muiplicarse. La fisica habia establecido ‘ciertas leyes del equilibrio para casos particulares, como la palanea, Ia polea y el plano inclinado. Pero estas leyes de Arquimedes, de Galileo y de Stevin sufren tna transformacién con el « prineipio » del desplazamiemto virtual de D’Alembert y Lagrange. Con éste, no ‘s6lo se agrapan sisteméticamente todos los diferentes fendmenos esti- ‘0 que a la vez se salva In brecha entre los fenémenos esté- ticos y los dindmicos. De suerte que la estitica y Ia dinimica quedan tunifieadas por un principio que, en verdad, no cs mis que una hipé- rica. De una manera aniloga, la hipétesis de Maxwell con- solidaré en unidad las leyes anteriores que correspondian indepen- dientemente a los fendmenos de la luz y a los de Ia electricidad. Pero acaso el ejemplo mis notable nos lo ofrezca en nuestros dias Ia teoria do la relatividad. El analisis del concepto de simul- tancidad, y del fenémeno a que pueda corresponder, conduce a la siguiente comprobacién do valor general: dos hechos qne son simul- taneos con respecto a un determinado sistema de referencia no lo fon con respecto a un referencial distinto. O sea que cada referencial, © sistema espacio-temporal de coordenadas, tiene su tiempo parti ular. Si no conocemos el referencial respecto del cual se toma el jempo de un fenémeno, la indicacién de tiempo carece de sentido a (anu co, La consecuencia positiva de esta comprobacién negat facién del concepto de tiempo absoluto) Binstein la Tama ps de relatividad en sentido restringido, y Ia formula en los sig términos: « Si un relerencial K’, desprovisto de rotaci uniformemente respecto de otro sistema K, los fenémenos naturales siguen su curso con respecto a K’ de acuerdo exactaniente con as mismas leyes generales que con respecto a K» (I7). Pero es muy dudoso que esta formulacién pueda ser considerada como un principio, Otra formalacién que ofrece también Fimstein (la eual tiene un caricter mis epistemoligico, 0 heuristico, como dice el autor), es Ia signiente: « Las leyes generales de 3a naturaleza son co-variantes con respecto a las tranformaciones de Lorentz >. Esta proposicién ofrece mis elaramente las condiciones que establece Cassirer para los prineipios, es decir, Ia condensacién cientifica de 108 PRINCIPIOS DE LA CIENCIA 15 segundo grado: la que se obtiene con leyes, y ya no con simples hhechos. Representa ademés muy elaramente Ia institucién de un eri terio fundamemal que permite en lo sacesivo pasar de une Te otra, por anilisis conceptual y matemitico, y no por anilisis positive de los fenémenos. No cabe duda de que In caraeteristica mis notable del trabajo cientifico en su nivel superior es precisamente esta a cidad de desenvolvimiento de un principio, ‘us implicaciones, y de amplincién sistematica del campo teérico, necesidad de reeurrir a los datos empiricos. El Hamado principio de relatividad demostré ya su fecundidad, como lo habia demostrado ‘el principio de inercia en Ia mecinica elisiea, Pero ni el uno ni 1 otro tienen propiamente earacter primario y apodietico, Los principios que una ciencia particular establece denteo de sa propio dominio se obtienen en efecto por una condensacién de datos y de leyes previamente establecidos: © bien representan, como en los coneretos de Newton y de Einstein, una reforma de los prin« ipios tedricos previamente vigentes. En. fin, la funcién efvetiva que ellos cumplen en el proceso de la ciencia es Ia de unas hipétesis teéricas direetivas: Nunca son absolutos y definitivos; siempre pre- suponen las fases anteriores dol anilisis objetivo y de Ia formulacién de leyes. Nunea pueden ser, por lo tanto, considerados como radi« ales fundamentos y condiciones de pos general, Son mas bien la base teérica, relativamente estable, sobre ‘ewal se organiza el trabajo en una cieneia particular, durante una Aeterminada fase histérica de su desarrollo, EL valor heuristico de esos Hamados principios no sélo permite Aistinguirlos de las leyes y sitvarles en el nivel cientifico superior que es el de la teoria, sino que precisamente es lo que mejor revela su caricter provisional, y por tanto hipotético. Habiendo descubierto que « los principios pueden modificarse », algunos cientificos tienden actualmente a sostener que no hay principics en absolute, y designan entonces con el nombre de « hipétesis de trabajo » las formulaciones de mis alto nivel. Esta designacién debiera reservarse exclusivamento para aquellas hipétesis particulares y limitadas que organizan pro- Visionalmente el trabajo en un sector, y son directivas de la investie gacién positiva en este sector. La funcién de unos principios como cl de relatividad es mis bien directiva del desarrollo teorético: sa material son las leyes, mis quo los hechos. Esta distineién no es aceesoria © puramente nominal, sino fundamental para la metodo- Jogia, y debe mantenerse para lograr que se entienda el papel autén- ticamente hipotético que tienen las proposiciones generales de teoria fen el progreso de la ciencia. Pues no silo son hipotétieas las pro- posiciones que asi so han Iamado tradieionalmente, es decir, las conjeturas, enya verdad posible requiere confirmacién positiva inme- diata; también son hipotéticas por naturaleza las proposiciones cul- 6 EDUARDO NICOL, minantes de una teoria: no silo las que sirven para iniciar una investigacién, sino también las que 1a concluyen. Estas iiltimas, las conclusiones, habian sido consideradas desde antigno por la ciencia como apodictiegs, como los grandes pilares Gel saber. Hoy tieude a afirmarse que el saber no tiene pilares, y fe reconoce el earicter procesal, dinimico, 0 sea historico de Ia ciencia, El resultado de esa anulacién del valor absoluto, apolictico, de los Namados principios, y sa degradacién al nivel de meras « hipé- tesis de trabajo », ha sido un marcado relativismo en el campo de Ta ciencta, especialmente de la fisiea matemitica. Este es el fendmeno que Hamamos crisis de principios en la ciencia. Es manifesto que el progreso de la ciencia no se interrampe cuando entran en crisis sus propics sistemas teéricos. Pero si unos sistemas todricos substi- tuyen a otros en el proceso histérieo de 1a ciencia Zeudles son lox principios que fundamentan la validez de unos y otros? Por haber Hamado principios a las formulaciones de tercer nivel, incurrimos fen el riesgo de considerar que ninguna ciencia particular tiene prin« cipios, puesto que son transitorios los quo ella formula, Este es el particular aspecto que presenta en el campo de la ciencia la eri de la verdad que ha sufrido también a filosofia por causa del histo- ricismo, Pero el hecho de la historicidad del pensamiento humano tno anula el valor de la verdad, como lo prueba el factum de Ia iencia, Ia cual no es hoy menos legitima que cuando se pensaba ‘que sus grandes tcorfas tenjan un valor absoluto, definitivo, inal- terable. Sin embargo, aunque los cientficos cobren conciencia de la in de crisis, ninguna ciencia particular dispone de los instra- mentos necesarios para plantear y resolver el problema de sus fun- damentos. Las condiciones de posibilidad y legitimidad en general e Ia ciencia han de ser comunes a todas las eiencias, y correeponde festablecerlas por tanto a una ciencia que, por su universalidad, pueda consideraree como ciencia de principios. Esta es uma tarea Primordial que debe asignarse en nuestros dias a una motafisiea renovada, México ae nna obra que ce publieses pr profesor de la Universidad de Baree- ror dela Universidad. Nacional de México, Tmicmos con cuatro: 1 unidad y comunidad de To real: " racionalidad de To realy 4 temopralidad fe To real. Eos privcipios aparecen va formulados en la Gilosofia de Hericlito Sa examen no corresponds al objeto del presente trabsj. (@) Hume, Concerning Humen Understanding, Secelén VII, Partes 1 y 103 PRINCIPIOS DE LA CIENCIA Ww ire, Determinism and Undetermiaism in Modern Physics, Yale, 19 rp. 36, lilem Il. Weyl, Philosophy of Mathematics and Phy- Sioa! Science, Princeton, 1949; cap. III. Th, p. x (0) Mediaciones eatresianes, 1y § 18. ) Sobre esto, veano ya Aristiteles, An. Post, T 10, 76b. Lelbniz (en. Mons 10) postila el cambio universal; pero bio tniversal cx ma ev ld jticamente ilegtimo pensar teaduecidn espanola, pa D, fe Los Elementos de Geometris lo Buclides, Bibliotheca Seriproram Universidad Nacional de México, 1048. Cf. asimismo la. Inttor NGL cote eat tens Weyk ors clin 1 § 4. Weyl comblers el nquare ‘ietinios axiomae dentro de ua slstema como col, Metafisica de Ta Expresién, 1951; cap. Ul, Aeseable, pero no indi (a) Sobre este tem: cexpecialmente § 11, (0) Bertsand”Itussell, Introduction to. Mathematical Philosophy, caps. XV. VI, rewpectivamente, Ya ‘Pascal habla dicho: « Es evidente que no kay’ conexiin iesaria entre la deliicion de una. cosa y In seguridad de que exista: ¥ que pucle defirse lo mismo una eos imposible que una Yerdadera> (Carta a Paillenr, 1648). (GU) Hans Reichenbach, ahrscheinlichketslere, Leyden 1985; tradueciGn fran esa, Paris, Hermann, 1939; cap. VIII. a1) Philosophiae’ naturals principia mathematica, ad loc. (13) An. Post 1 10, 766 14 (13) Réponses” aux Secondes: Objections. (14) Vénee"E, ‘Nicol, Meta[iicn de la Bepresién, México, 195%; cap. VII, ‘eperialmente.§§ 28-30, (5) Op. cit. Parte 2, caps. 35. (16) Origin of Species, VI. (17) Albert Einstein, Relativity: she Special and General Theory, New Yorky 1920; Parte primera, Ve EDIZIONI DI «FILOSOFI A» Torino, via Po 16 SCRITTI DI AUGUSTO GUZZO Seriti di filosof Perea moratia, L. 2000, Giudizio « exione, L. 400. Seritti di storia della filovolie Agostino e Tommaso, 1. 2000. iardano Bruno, L. 2000. dealisti ed empirisi, L. 600. Sebastiano Meturi (profile), L. 100. Critica dtarte Seritt crtici ¢ studi d'arte religiosa, Lx 2000. Letteratura Gira il giovane. Schizzi e tempere, L. 250. SAGGI FILOSOFICI Cuamss Wenven, Esai dune nowselle monadologie, 195% pp. 15, L. 300, Hentent W. Sersemen, Plilosoply wil never be a science, 1059, pp- 7, L 200, W. H. Watsit, True and false tx metaphysics, 1939, pp. 22, L. 00, Kvotro Munor-Atosso, La verdad como Lenguaje de silencio en el hombre, 1959, pp. 22, L. 400. JN Tuviootsnoroutes, Ho diilogos, he dinlektike ksi he epaché mas, L. 300, Rossin Gurwstey. in exitentialie view of Freedom, L. 150. A. Wasmans, Literatura y conocimiento ‘historico, L. 200. CIVILTA E IDEE Gonnso0 Rosso, Simone Weil e il suo meswiagio, L. 100. Extico Corry, Credense religioue e moralita tikuyu, L, 200. Giovannt Vivant, Sinceriit e reiiudine, L. 300. Vatasrina Cavocct, Chi era Seneca, 1.500 Fanen Lowman. Letters indiana, ta 150. 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