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494 | Pensamiento y vida social la representacién que se tiene de la sociedad y del hombre. Dichas taciones subtienden, en un estudio sobre la representacién de la justicia, das las posiciones acerca de la responsabilidad de los actos delictivos y papel del sistema penal. Por otra parte, en nuestras sociedades, Ia i dominante, nuestras mismas leyes, elaboran un modelo de la sociedad se sobrevalta el papel del individuo. Dichas representaciones se oftecen a de premisas de las que no hacemos sino sacar las conclusiones légice juicios de causelidad que resultan de ellas quiz sean erréncos respecto datos objetivos —como muestra P. E. Barjonet (1980) acerca de la bilidad de los conductores en los accidentes de tréfieo—, pero no dem ‘en modo alguno Ia existencia de «sesgos» inherentes a toda forma de miento natural o ingenuo. * D. Conclusion Al aislar los mecanismos socio-cognitivos que intervienen en el pensa- miento social, el estudio de las representaciones sociales ofrece una poderosa alternativa de los modelos de la cognicién social. Su alcance en psicologla al universo de lo ideol6gico, de lo simbslico y de lo imaginario social y debido a su papel dentro de la orientacién de las conductas y de las précticas socia: les, las representaciones sociales constituyen objetos cuyo estudio devuelve: sus dimensiones histéricas, sociales y culturales. Su teoria unificar el enfoque de toda una serie de problemas situados en Ia interseccién de la psicologia con otras ciencias sociales. 14 Las representaciones sociales Por ROBERT M. FARR ‘A. Representaciones sociales: una introduccién En una obra aparecida en 1872 y consagtada a los modos de expresién de las emociones, el bidlogo Charles Darwin se aplicé a la observacién de los fenémenos ligados al encuentro entre dos animales. Un perro se encuentra ‘con un gato, una gallina protege a sus pollitos contra un intruso: Darwin registra cuidadosamente las modificaciones fisiol6gicas que constata, propor- ciondndonos un colorido informe de la «conversacién de gestos» que se de- sarrolla ante sus ojos. Sefala que estas «actitudes» implican la colocacién de todo el cuerpo, la postura, Ia orientacién reciproca de ambos protagonistas, ssubrayando asimismo que en el hombre es el rostro el que desempeiia el papel primordial en la expresién de las emociones. No resulta sorprendente que di- vversas escuelas psicosociolégicas hayan podido sacar provecho de este capt tulo de la obra de Darwin, aun cuando las relaciones humanas constituyen fendmenos mucho més complejos. En efecto, su comprensién compete al te- rreno de Ia psicologia social més que al de la biologi La particular complefidad de los contactos entre los hombres _proviene del papel que en ellos desempefia el lenguaje. «Gesto» perfeccionado, exclu- sivo de la especie humana, portador de emociones pero también de ideas ¢ imagenes, el lenguaje eleva la comunicacién al nivel simbélico. Su privilegiado lugar queda ilustrado por el hecho de que los hombres tan sélo recurren la comunicacién a través de gestos cuando carecen de una lengua comin. ‘Al tener el mismo significado para quien habla y para quien escucha, el len- guaje permite tanto «representar» un objeto ausente o invisible, como evocar el pasado o el futuro, liberando asf las relaciones humanas de’las limitacio- nes del espacio-tiempo que sufren las otras especies. Esto es lo que resume E, Goffman, sagaz observador de la escena social, cuando anota: , «depresién» y, sobre todo, «fatiga», correspondientes a un estado intermedio entre Ia salud y In enfermedad: el cuerpo esté intoxicado, no se cesté verdaderamente enfermo, pero tampoco se esti bien. En suma, la fatiga, fisica y nerviosa, ha aumentado con el desarrollo de la vide moderna, al mismo tiempo que se socavaba la resistencia a la enfermedad, En cualquier caso, la salud no es idéntica a Ia simple ausencia de enfermedad. ‘Si su representacidn de la enfermedad se nutre en gran patte de una teo- sia del egermeny y se percibe que el entorno oculta peligros invisibles, hay que ver en ello Ia persistente influencia del descubrimiento de los microbios por los bioquimicos franceses del siglo x1x. Por el contratio, Ia ausencia casi total de una teoria de la enfermedad basada en la culpabilidad, indica que la concepcién psicoanalitica que considera que el hombre es la fuente de sus pfoblemas, no ha dejado huellas Los habitantes de pequefias poblaciones, deplorando la invasién del campo por parte de la vida urbana, oponen, al igual que los patisinos, las coacciones de Ia vida en la ciudad al ritmo natural de la vida rural. Dichas representaciones pueden explicar algunos fenémenos interesantes, como el éxito que han tenido en los mercados de las grandes ciudades los yogurts y otros «alimentos sanos», que son presentados como «productos na- turales», «cultivados biol6gicamente» y provenientes directamente del campo. Estas mismas representaciones sociales pueden ayudar a comprender la répida ropagacién de las ideas ecologistas en las economias tecnolégicamente mas evolucionadas, y la explotacién que de ellas hacen algunos politicos astutos. Los movimientos ecol6gicos no han inventado los érboles ni las flores, pero han contribuido a su transformacién idcolégica. Entre otras cosas, la natura- Jeza ha adquirido una reputacién de pureza que, de ahora en adelante, ha- bbria que defender contra la contaminacién, Es en este contexto que debemos 500 | Pensamiento y vida social comprender el violento movimiento que, en los Estados Unidos, ha opuesto ‘1 «atgumento del veneno» (A. L. Green, citado por Herdich) @ una tents: tiva administrativa de fluorizar el agua potable. Habfa que proteger la «pureza del agua. Parece evidente que la tan bien intencionada campafia admi tiva deberfa haber tomado en consideracién tanto los argumentos de los den- tistas como un estudio de las concepciones comunes de la calidad de! medio ambiente. Esto habria permitido no chocar de frente con las representacio: nes sociales de sensibilided ecoldgica que hicieron fracasar el proyecto. Parece dificil abordar el terreno de la representacién social del cuerpo. Jhumano (Jodelet, 1976) sin relacionarla con los procedimientos de la medi- cina occidental que se centra en el tratamiento del cuerpo considerado como objeto fisico, en detrimento de su dimensién social. Ahora bien, Ia idea que Ja gente tiene de su cuerpo, ademés de su importante papel social, puede resultar decisiva a nivel clinico. En sus primeros trabajos, consagrados a la histeria. Freud mostsé emo a pardlisis correspondia a la representacién que Ia paciente tenfa de su ser fisico y no a las concepciones fisioldpicas del neurdlogo. Asi pues, para com- render el sindrome histérico, resultaba necesario integrat la representacién so- ial del cuerpo. Llevado por su formacién médica a observar visualmente los fenémenos fisicos, Freud, al convertirse en clinico, rompe con dicha forma: in, dedicéndose de ahf en adelante a escuchar a sus pacientes. De esta for- ‘ma se pas6 gran parte de su tiempo escuchando a sus pacientes hablar de sf tmismos, de sus problemas y de su cuerpo. M. Jahoda (197) considera que 1 mayor logro de Freud fue su invencién de un lenguaje psicolégico sobre 1 cuerpo humano. De hecho, el psicoandlisis es, para esta autora, una repre- sentacién psicolégica del cuerpo. Es posible relacionar esta caracterizacién del psicoanélisis hecha por Jahoda con el estudio realizado por Moscovici s0- bre su difusién en el seno de Ia cultura francesa: de Ia misma manera que la representacién que tiene el individuo de su propio cuerpo ejerce una in- fluencia sobre sus sintomas clinicos, la ciencia elaborada por Freud pera «in- terpretar» estos sintomas, que en sf misma constituye una representacién psicolégica del cuerpo, se convierte, una vez extendida dentro de una cultura, fen la fuente de nuevas modificaciones en la representacién social del cuerpo. Ast se desarrolla Ia dindmica de las representaciones sociales. En su estudio de la representacién social del cuerpo, D. Jodelet relaciona Ia evolucién del pensamiento social con la evolucién de la vivencia corporal del individuo, A las transformaciones en Ia sociedad, como Ia creciente difu- sién de los conocimientos biolégicos, la ascensién del feminismo, la extensién del interés por el equilibrio fisico, el deporte y el regreso a la naturaleza, Ia frangueza que tiende a dominar el discurso sobre la sexualidad, responden modificaciones a nivel de la representacién y, a través de ésta, en Ia vivencia yy las pricticas corporales. Estos cambios, desiguales entre hombres y muje- res, se desprenden del anilisis detallado de los temas que abordan, con més 14. Las representaciones sociales | 501 de diez afios de intervalo, representantes de ambos sexos a quienes se ha invitado a que hablen sobre el cuerpo. Esta es una interesante aplicacién de las ideas de Tarde sobre el estudio comparativo de las conversaciones. En este caso, la dimensién de la comparacién es el tiempo. b. La representacién social de la enfermedad mental En su estudio de las representaciones comunes de salud y enfermedad, Herzlich casi no encontré ninguna referencia espontinea a ia enfermedad mental, a excepcién de la observacién ocasional de que Ia progresién de esta categoria de enfermedad tan sélo constituye una prucba adicional de la agra- vacién de la fatiga nerviosa en las ciudades modernas. En el centro de este problema se sitia el estudio de D. Jodelet sobre una comunidad rural det centro de Francia que, desde principios de este siglo, acoge a enfermos mentales de forma institucionalizada. Baséndose en el ma- terial recogido durante prolongadas estancias sobre el terreno, esta investi- gadora ha podido reconstruir la historia del acontecimiento, seguir la cons- titucién y la evolucién de una representacién especfice de la enfermedad ‘mental y explicar la interdependencia entre esta elaboracién cognitiva y la adopcién de comportamientos completamente concretos. Asi, el status de Jos internos en el seno de la familia, lejos de estar dictado por consideracio- nes de economfa doméstica, hacia de ellos extrafios permanentes a fin de evitar el contagio: los internos comfan por separado, su ropa era lavada apat- te; se alejaba de ellos a los nifios pequefios y, si por ventura una chica del pueblo establecia relacién con alguno de ellos, éta era jinmediatamente desa- probada, De esta forma, la politica aparentemente «ilustrada» de las autori- dades sanitarias, dirigida hacia In reinsercién, chocaba contra Ia apaticién de un cédigo de discriminacién social que sin duda no habfan previsto c. Representaciones sociales de la infancla P. Arits (1962) atrac la atencién sobre el hecho de que Ie eategoria de la cinfancia» tan sélo se constituye como representacién distinta en la so- ciedad adulta hasta fecha muy reciente, ya que hay que esperar al siglo xix para observar sus primeras_huellas 1a psicosocisloga MJ. Chombart de Lauwe (1971) toma el concepto de infancia donde se detiene el historiador Aris. Explorando biografias, auto- biografias, novelas y peliculas, asf como la literatura infantil creada por adultos, como los cémics, ella descubre que la infancia constituye «un mum. do diferente». Es un mundo distinto porque no se parece al mundo de los adultos, al que a menudo se opone. Sin embargo, estos mundos imaginarios fi 802 | Ponsomionto y vide social ide la infancia no son més que Ia creaci6n de los adultos. Basindose en di- vversas representaciones del nifio, que ella encuentra en los medios de comu- niicacién franceses de nuestra época, Chombart de Lauwe muestra cémo s¢ labora todo un mito sobre la naturaleza de la infancia, En trabajos més re- cientes concentra su atencién en Ia concepcién que los arquitectos y urba- nistas tienen de la infancia, para poner de manifiesto la correspondencia en- tre sus representaciones y las instalaciones especialmente acondicionadas para los nifios en los edificios, complejos arquitect6nicos y ciudades que éstos proyectan y construyen, d. Representaciones sociales de la vida profesional Herzberg, Mausner y Sayderman (1959) pidieron a vatios contables ¢ in- ‘genieros de Pittsburgh (Pensilvania) que les contaran situaciones en las que se sintieran contentos de su trabajo y otras donde, por el contratio, se sin- tieran descontentos. A continuacién analizaron sus relatos a fin de identificar Jas fuentes de satisfaccién y de insatisfaccién en el trabajo. Si bien se puede Jamentar que Herzberg, cuyo método no recurria a ta nocién de representa- cién social, se haya conformado con una interpretacién puramente causal del material reunido, no obstante, a Ia luz de las investigaciones francesas, es- pecialmente la de Herzlich sobre la salud y Ia enfermedad, es posible deducit de su estudio la estructura de las representaciones de la satisfaccién en el trabajo. De esta forma vemos que los factores de satisfaccién profesionales estén relacionados estrechamente a la libertad y a la autonomia en la orga- nizacién y la realizacién del trabajo, asf como al sentimiento de set respon- sable de éstas. Por el contratio, las fuentes de desagrado estin menos rela- o bien como «un estudiante al igual que usted» (Abric, 1976) 0 que se juegue contra «el azar» o contra «la natura- leza» (Faucheux y Moscovici, 1968); 0 bien que la tarea experimental sea desctita como

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