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JUAN DE MIRAMONTES Y ZUAZOLA ARMAS ANTARTICAS PROLOGO EN Ex ANo de 1921, en [a ciudad de Quito, D. Jacinto Jijén y Caamafio, distinguido bibliéfilo ecuatoriano, publicé, en dos pequefios volimenes de teducido tiraje —doscientos ejemplares—, Arwzas Antérticas, poema dedi- cado a exaltar Ia accién guerrera de los espafioles en la América del Sur, obra de D. Juan de Miramontes y Zudzola, hasta entonces inédito. Jijén y Caamajfio se limité a ofrecernos el texto, copia de un mahusctito que guatda fa Biblioteca Nacional de Madrid, sin pronunciarse acerca de su significado, y nada dice del autor. Sin embatgo, algin interés habfan despettado para entonces el texto y su creador. La primera noticia sobre ef manuscrite la brinda D. Félix Cipriano Coronel Zegarra en su estudio “Tres poemas del coloniaje”, aparecido en la Revista Peruana en el curso de 1879. Coronel Zegarra utilizé una copia “‘esmerada- mente hecha del original que existe en la Biblioteca Nacional de Madrid”, debida a D. Manuel Pardo Sdnchez Salvador.? Una escueta referencia acer- ca del poema aparece en el tomo tercero del Ensayo de una Biblioteca Es- pafiola de Libros Raros y Curiosos Formado con los Apuntamientos de Don Bartolomé José Gallardo, publicado en el afto de 1888.” All{ se informa que el manuscrito se guardaba entonces en la Biblioteca Nacional y habia pertenecido a la del Infante D. Luis. Se identifica como del siglo XVII y se estima original porque lleva fa firma de Miramontes en la dedicatoria al Marqués de Montes Claros, Virrey del Peri. En su Antologia de Poetas Hispanoamericanos, tomo III, 1893, D. Marcelino Menéndez y Pelayo re- produce la ficha de Gallardo y afirma: ‘Por lo que conocemos de él no parece de los peores de su clase”. Son las uinicas referencias decimondénicas Ix dignas de mencionarse. Més importantes resultan, en el aspecto bio-biblio- grafico, Jas tentativas de aproximacidn realizadas en el presente siglo. En el afio de 1915 D. Manuel Serrano y Sanz tuvo Ja intencién de publi- carlo. Asi lo manifiesta en la “Breve noticia de las Armas Antérticas, poe- ma histérico de Juan de Miramontes y Zudzola”, que vio Ja luz en el cua- derno VIT del tomo II del “Boletin de la Real Academia Espafiola’, de abril de ese afio. Serrano y Sanz omite toda clase de referencias biogréficas y se limita a dar una idea del poema pata cuyo estudio utilizé un manus- crito, al parecer copia del anterior, que guarda la Biblioteca Provincial de Toledo. “El tinico manuscrito que se conserva de las Armas Antdrticas, afitma, es una copia bastante defectuosa, hecha a mediados del siglo XVII. Pertenecié al Infante D. Luis, hijo de Felipe V, cuyos libros fueron a enriquecer la Biblioteca arzobispal de Toledo, de la que se incautd el Es- tado para formar la provincial de dicha ciudad”. Y agrega: “Como tengo el propdsito de publicar fntegro este poema, daré solamente una ligera idea del asuntc, estudiando algunos pasajes de los dos primeros cantos, que bastan para formar un concepto bastante fiel de las condiciones literarias de Miramontes, y hasta qué punto su obra se iguala o aventaja a otras cré- nicas rimadas escritas acerca de América en los siglos XVI y XVII". A continuacidn, las referencias al texto, més o menos ampliadas en cuanto a los dos primeros cantos, muy sumarias en relacién con el resto. Sus pala- bras indican que desconocia la existencia del manuscrito de Madrid. En su juvenil ensayo Los Poetas de la Colonia, publicado en Lima en enero de 1921, Luis Alberto Sdnchez nos da noticias més abundantes y un huevo intento de valoracién global. Sanchez consulté entonces fa copia que guarda la Biblioteca Nacional, de Lima. En sus multiples trabajos en torno a la literatura peruana vuelve una y otra vez sobre Miramontes, sin que modifique de modo sustancial su primera visién, aunque la enriquece con observaciones criticas. Tres meses después de aparecido el libro de Sanchez circulaba en Quito la Gnica edicién del poema realizada hasta la fecha, En 1924 D. José Toribio Medina, el benemérito investigador chileno pu- blicé, con breve prélogo y notas crfiticas ¢ histéricas, los Cantos XVHI y XIX de Armas Antérticas, que tratan, respectivamente, del viaje a Espafia realizado por Sarmiento de Gamboa en 1580 y de las andanzas del pirata To- mds Cavendish. * Medina utilizé el texto de Jijén y Caamaiio. Nos da al- gunas noticias acerca del manuscrito, corrige errores de la vertsién utilizada, que atribuye al copista, y explica muchos arcafsmos. Afirma ademds que Gallardo lo catalogé en el Apéndice al tomo II de su Ensayo, pagina 127, aungue citandolo en términos vagos con el titulo de “Poema celebrando los conquistadores del Peri y América Meridional”, y que después los continuadores de esa obta scialaton de una manera més precisa (mémero 3074) dando su titulo, el ntimero de pdéginas de que consta y la primera y Ultima de sus estrofas’”. Por ultimo, en 1938, como apéndice de Literatura Inca, tomo primero de la Biblioteca de Cultura Peruana editada por Ventura Garcia Calderén, Jorge Basadre reproduja més de cien estrofas procedentes de los cantos XI, XIE, XIV y XVI, todas referidas a Ja historia sentimental de Chaleu- chima y Curicoyllor. Utiliza también el texto publicado. Escrito en octavas reales, el poema Armas Antérticas consta, en la edicién de Jijén y Caamafio, de veinte cantes con un total de 1,698 estrofas, ofre- cidas en dos tomos de diez cantos cada uno, organizaci6n determinada al parecer por el hecho de que a partir del canto XI una larga digresién nos aparta del tema central para contarnos la historia de “Jos amores de Chalcuchima y Curicoyllor y las diferencias de Chiquiyupangui, Inga, y Chuquiaquilla, su hermano”. 4 Ese relato, con autonomifa suficiente para su desglose, eliminada la profecia de Rumifiave, en rigor innecesaria, le ocupa siete cantos, para tornar en Jos tres dltimos a las luchas de espajioles y piratas luego de registrar el viaje que, por mandato del Virrey Toledo, realizé a Espafia en 1580 Pedro Sarmiento de Gamboa, y su regreso a Indias para terminar como prisioneros de los ingleses. Los vetsos iniciales brindan [a ténica: Las armas y proezas militares de espafioles catdlicos valientes, que por ignotos y soberbios maces fueron a dominar remoras gentes poniende al Verbo Eterno en los altares, que otro tiempo, con vaces insolentes de oracules gentilicos, espanto eran dei indie, agora mudas, canto. En seguida se narran las peripecias y hazafias de Pizarro, hasta la fun- dacidén de Lima: Los Reyes ja Uamdé, porque fundada fue el celebrado dia de los Reyes Relata el canto II las guerras civiles que segaron las vidas de Almagro y Pizarro y dieron también ocasién a la fugaz aventura de Almagro el mozo, hijo de una india, “el primer panamefio célebre”. Quedéle un hijo al venerable viejo, st en tierna edad, de pecho generoso, & quien miraban como a claro espejo Jos soldados del padre valeroso. Pidiéronle y aun diéronle consejo a Pizarro pusiese ya en reposo el reino, y que volviese al joven tierno Ja hacienda de su padre y el gobicrao XI Pizarro la respuesta entcetenia, ti concediendo, ni megando nada, Hesrada rompidé el freno al sufrimiento, colérico, ofendido y descontento. Y con los compafieros y amigos de Almagro planed y levé a efecto la muerte de Pizarro, proclamando gobernador del Peri al joven panamefio. No tardaron en Ilegar las noticias al Emperador, quien enviéd a Vaca de Castro con orden de arreglar desavenencias. El llegd y resulta de su venida que el mal aconsejado de don Diego triste fin dio al gobierno y a la vida EI canto TTI, uno de los mds ricos en incidencias nos lleva a presencia de la Reina Isabel. Drake le expone sus propésitos ofensivos en América, relata minuciosamente el viaje de Magallanes a través del Estrecho austral y esboza su plan de ataque a Panamé, Dame wn valicnte compafiero experco y dale armada y fuctza competente con que vaya a tomar de Urava4 el pucrto, donde hallara Ja cimarrona gente; que ella le pasaré por el desierto hasta que tenga el mar dei Sur presente y alli Jabre un bajel que, por el agua, asalte a Panama y a Nicaragua. En tanto yo, siguiendo mi carrera, el corvo y frio estrecho atravesando, iré toda la costa pirulera sus puertos y sus naves saqueando hasta ver de Balleno la ribera donde me estén los tuyos aguardando; que allf todas las fuerzas juntaremos, remitiéndose al tiempo Io que haremos. La puesta en cjecucién del plan es asunto del canto IV. Juan de Oxen- har, “el valiente compafiera experto”’, se dirige al Istmo. Apostado en Jas bocas del rio Chagres apresa un desprevenido bajel procedente de Ve- taguas: Venia en el bajel una doncella dotada del extrema de hermosura: tiérna, mubia, rosada, blanca y bella, noble, discrera, afable, honesta y pura. Enerd el pirata y, viendo aquel hermoso fostte que, con su gracia, el mas salvaje animo vence, al punto un amoraso xr fuego sintié, que el alma le hacfa ultsaje; y refrenando el impetu furioso de aquellos que robaban el pillaje, dijo: “Gloria es usar de ja clemencia no haciendo el enemigo resistencia”, Lleva Oxenham a su nave a la hermosa Estefania, que asf se llamaba Ja cuitada, y ordena marchar a la ensenada de Ancla, entrada hacia las tierras de Ballano. Luego envfa a dos de sus tenientes —Bruno y Guilletmo— a explorar la tierra, en busca de Jos negros alzados. Encuentran a Jalonga, cazador, quien acaba de matar un jabali. Ya en presencia del jefe pirata, Jalonga hace la historia de su pueblo y de sus vicisitudes en Panama. * Ex- plica las razones que les obligan a huir de sus amos, y recuerda que afios atrés un navio procedente de Cabo Vetde nauftagd frente a las costas del Istmo, dando oportunidad para que los negros huyeran y organizaran fa guetta a los espafioles: Su capitan lamdbase Ballano, que fue de quien tomé la tierra el sombre, Era de formidable aspecto fiero, corpuiento, feroz, basto, membrido, de traza, talle y habito grosero, de lenguaje bozal, de ingenio rudo; pero de esfuerza y animo guerrero, tan dgil, denodado, pronto, agudo, que al claro dia of a la noche oscura go estaba en parte de él cosa segura. Terminado e] relato, y agasajado por los ingleses, Jalonga vuelve ante su Rey, D. Luis de Mozambique, acompafiado de los tenientes de Oxen- ham, iniciéndose con ello el Canto V. Informado de lo que Oxenham le envia el colmilludo jabali, cerdoso, anance, anade, pato y perdiz pacda, fértil conejo, gamo temetoso, verde ycorea y trepadora arda, mico, zaino, ante poderoso, tarcola, coderniz, pava gallarda y com Ja hermosa garza quiere que haya Pintado papagayo y guacamaya. Despierta y satisface el apetico Ja pifia, el aguacate y el rapate, el platano, mamey, ovo, caimito, la papaya, la yuca y el camote, el coco, Ja guayaba y el palmiro, la guaba, la ciruela, el aji y mote, frutos de aquesta fércil tierra propia, do esparcié su abundancia el cornucopia. XII Siguen estrofas dedicadas a contar incidentes de la fiesta, durante la cual un joven inglés se apasiona por Marta, hermosa negra, amante de Biofaro, para volver al tema politico, no sin antes regalarnos una emotiva descripcién del paisaje darienita, Hay en Ballano sierras eminentes de cuyas clacas fuentes, criscalinas, se bajan despefiando jas vettientes, @ pagar su tributo a las marinas. YY puesto que son cortas las corrientes por serles las dos mares tan vecinas, ries caudalosos hacen de manera que pueden navcgarse con galera, Los cantes VI y VII nartan las aventuras de Oxenham en su intento de apoderarse del Istmo: su travesia hacia la mar de Balboa, asistido por los cimarrones, el ataque a las islas de las Petlas, la captura de algunas naves en el golfo de Panamd, que le producen rico botin; Ja persecucién posterior por los hispanos, al mando del General Pedro de Ortega Va- Tencia, la final derrota y fuga de Jos ingleses, y el retorno del vencedor a Panama: Vuélvese a Panama, do recibido fue con aplauso y general contento: sale la Audiencia a dalle el bienvenido ya dalle el parabién el regimiento: de trompas y afiafiles el ruido hace temblar y estremecer ei viento. Lidia la gente toros, cafas juega, diciendo a voz en grito: {Viva Ortega! El canto VIII cuenta la trayectoria de Drake en el Pacifico. Luego de atravesar el Estrecho de Magallanes merodea por las costas de Chile y Peri, donde hace rica presa, El Virrey ordena preparar una armada, que sale en su busca. No halldndole, decide enderezar hacia las tierras de Ballano a proseguir Ja lucha contra los ingleses que alli han sentado real. El canto IX cuenta cémo, tierra adentro, se han estado fortaleciendo los piratas, seguros de una nueva arremetida de los hispanos. Reedifican el fuerte averiado durante el anterior encuentro, y Oxenham envia a Briano, uno de sus tenientes, con doscientos negros, a buscar bastimentos al sitio denominado Ronconcholo. Aprestados al asalto los defensores del Rey, encuentran a Biofaro, negro cimarrén, quien desea vengar el ultraje de que ha sido victima por parte del inglés, raptor de Marta, su mujer. Biofaro se ofrece como guia al grupo que comanda el capitén Rodrigo Campuzano. Briano y sus hombres son derrotados, y Biofaro logra ven- garse con sus propias manos. En el canto X contimdan las actividades encaminadas a la total derrota de los ingleses. Se trata ahora de una nueva accién contra el fuette re- construido por Oxenham. Es lo que se proponen las fuerzas enviadas por xIV el Virrey tras de Francisco Drake, fuerzas que manda el General Diego de Frias Trejo; a cuyas érdenes sabemos sirvié Miramontes. Decidido el ataque, los hispanos encuenttan a Estefania, anhelosa de vengar un me- nosprecio, Oxenham, su duefio y sefior, ha mandado salir del fuerte tados los nifics, mujeres y ancianos, y no ha hecho excepcién. Estefania no puede sufrir el agravio y se ofzece, ahora ella, a servir de guia para el asalto dei fuerte, La accién termina con fa derrota de Oxenham. Cafdo en poder de [os espafioles, es enviado a Lima junto con otros ingleses. De especial colorido se adotnan las octavas que enfrentan, en medio de la refriega, a la dama y el pirata: Pero cuando con mds furor y estruende andaba su batalla rigurosa, al puesto donde estaban combatiendo, colérica, llegd la dama hecmosa. Parése un poco a vella y conociendo (aunque era noche oscura) a Oxndn, furiosa se lanza en medio y procrumpid su “Dar fin a esta batalla a mi me toca, “suspeadedla, seiior, por cortesia, le dijo a Campuzano, que me importa ver si de aqueste inglés la valentia corta en mis carnes como en mi honor corta”. Campuzano accede, y Estefania inicla un breve didlogo: “Fsos ojos, cruel, con que me viste (entonces dijo a Oxnaéa) y aquesos brazos, violencia de mi honor, con que me diste, contra mi voluntad, tiernos abrazos, yo volveré su luz en noche triste, su fuerza y su valor haré pedazos; liégate ahora a regalar conmigo fiero, terrible y dspero enemigo’. “Quien dio su libertad a tu_belleza (Gxndn responde) y abatié la espada, mal! podra resistir tu fortaleza, de odie, de rigor y de ira armada. Ves aqui deseubierta mi cabeza, véngate en ella, dulce, ingrata amada, que gloria me sera saber que muero @ manos de quien mis que al alma quiero”. Para evitar el enfrentamiento, Oxenham se tinde, y termina la lucha. Frias de Trejo vuelve con sus compafieros al puerto. Envian a Costa Rica a Estefania, y se aprestan para el retorno al Peri, levando prisioneros al genetal inglés y sus tenientes, Ya navegando con apacible tiempo, Frfas de Trejo pide al General Arana, “‘cuya prudencia / y venerable antiguedad anciana / tiene de muchas cosas experiencia”, les cuente algdn notable su- cedida. xv Pedro Arana refiere entonces la historia de los jévenes amantes indi- genas, materia de siete cantos. Empieza delimitando Ja cronologia de su relato. Todo ocurre durante el gobierno de Chuquiyupangui Inca, cuando Ia discotdia lo enfrenta a su menor hermano Chuquiaquilla, de quien cela las generales simpatias que suscita, En seguida nos presenta a los protagonistas: Chaleuchima, vdstago de Petalena y de una hija —“palla hermosa"— del cacique Mazapo, Cu- ticoyllor, hija de Quisquis, respetado guerrero, y de Laura, a su vez hija de Hudscar Inga. El canto XI nos cuenta cémo desde nifios se amaron; cémo, ya adolescentes, temen declararse su amor: Quisiéranse decir su grave pena y hacer sus pensamiencos manifiestos, mas la noble verguenza 105 enfcenz ano exceder los limites honestos; porque es ley del tirano amor que ordena a los amantes graves y modestos que si su aitada flecha el pecho toca, abriendo el corazGn, ciecren la boca, y como finalmente, superando Ia mutua timidez, en un hermoso didlogo, desetibrense sus intimos sectetos. Chuquiyupangui trama la eliminacién de su hermano. Duefio del pre- texto que autoriza su castigo pone sitio al teducto donde vive, en las cimas de Vilcabamba. La mediacién de Rumifiave, antiguo servidor del padre de ambos y maestro de los infantes, evita la confrontacién. Chuquiyupangui tetira su ejército. En el canto que sigue Chuquiaquilla, sospechoso de una estratagema, envia a Rampo, “mancebo prudente y belicoso”, con doce hombres esco- gidos, a confirmar el hecho. El grupo cae en manos de caribes antropd- fagos. Inquieto porque no regresan, Chuquiaquilla sale en busca de Rampo, En el vaile de Yuncay pernocta junto a la fuente que fue teatro del amoroso coloquio antes aludido. Al alborear del nuevo dia encuentra a Curicoyllor, que ha ido en espera de su amigo. Subitamente prendado de la beldad, le confiesa su pasién y, advertida su renuencia, decide raptarla. Encuentran luego al pastor Oparo, en cuya casa se albergan esa noche: Aqueila fresca cosa y flor primera de jatdin inviolado coge y gusta, dejando inmaculada Ja alma entera siel cuerpo padecié ia fuerza injusta; pero el gozoso joven de manera, a sa satisfaccidn, la dama ajusia, que cuando ensefiéd Febo Ja luz clara, por su mujer y coya la declara. EVI Chuquiaquilla torna a Vilcabamba con la joven. Las solemnidades del recibimiento inician el canto XITI. Con morosa delectacidn nos va mostrando el palacio de Chuquiaquilla, hasta arribar a una sala De ctistalina piedra transparente ei suelo; las patedes y balcones Jabrado a lo corintio primamente; con ricas y diversas invenciones la dorada techumbre, no consiente mirar a los grabados artesones, porque al apacentar Ja vista en elles sce tutba de lucientes cayos bellos. A la descripcién de la regia casa sigue el vaticinio de Rumiiiave: anuncia el futuro arribar de los hispanos y el devenir de los virreyes hasta el tiempo de Montes Claros. En el canto XIV Chaleuchima se presenta a Ja cita con su amada. Oparo le entera de su infortunio. Siguiendo su consejo, marcha a Vilcabamba, Cuenta una amafiada historia y logra se le admita en el servicio del Sefior del lugar. El cante XV prosigue con la aventura de Rampo. Los caribes lo en- clerran en una cueva mientras Iega la ocasién del sacrificio, Entretanto, es Jey de sus captores, dispondra de los servicios de Guallatolda, hija de Marcapoma, jefe supremo. Se enamora de Rampo la doncella, y eseapan. Enardecido por el hecho Marcapoma emprende su persecucidn, y llega a los umbrales de Vilcabamba. El canto XVI nos dice de la reaccién de Chuchiaquilla, quien sale a enfrentar a los osados caribes. Rampo da muerte a Marcapoma. Para festejar la victoria Curicoyllor sugiere una fiesta campestre. Satisfecho su deseo, avanzada la fiesta, por ardid de los cuitados, todos caen en pro- fundo sopor. Huyen entonces y Megan a la cabafia de Oparo, Poco después se presentan los hombres de Chuquiaquilla. El pastor los oculta. El canto XVII pone fin a la historia amorosa. Refiere el retorno a Cuzco de los, ahora, felices amantes. El Inca Chuquiyapangui nombra ge- feral de sus fuerzas a Chaleuchima. Al saberlo su hermano, envia treinta de sus guerreros a vengar la afrenta. Chalcuchima muere mientras duerme en los brazos de Curicoyllor, ya consagrada su unién. En un acto de su- prema entrega, la joven se mata con el mismo acero que quitd la vida a su esposo, Los atacantes son inmediatamente repelidos: Muertos cayeron crece, y diez y siete vivos el Rey en vive fuego mete. Mientras tributan honras ftinebres a las victimas del idilio, Chuquiyu- pangui es informado de la proximidad de un formidable ejército que co- manda Chuquiaquilla, A la mafiana siguiente sale a su encuentro. Peto XVII aquel, estimada la magnitud de las fuerzas que avanzan opta pot no fu char y abandona el campo. La tierna historia y el Centro terminan cuando la expedicién de Arana ccha anclas en Callao. Los tres cantos postreros de Armas Anrdrticas dan cuenta del viaje realizado a Espafia en 1580 por Pedro Sarmiento de Gamboa, su vuelta al Estrecho y su final captura por ingleses; también de las incursiones de Tomds Cavendish por las costas de Chile, y de las medidas ordenadas por el Virrey Conde del Villar Pardo para combatitlo. El texto conservado no termina el relato, razon por la cual Luis Alberto Sdnchez lo considera inconcluso. Hoy se conservan los manuscritos de Madrid y Toledo, y el de la Biblioteca Nacional de Lima, lamentablemente incompleto por deteriora sufrido cuando el incendio de 1943.* Y es presumible que se conserve en Quito fa copia utilizada por Jijén y Caamajfio. Quienes se han ocupado del texto estiman fue escrito entre 1608 y 1615, hitos temporales de la gestidn virreinal de Montes Claros, a quien estd dedicado el poema y a quien se nombra en el vaticinio de Rumifave. La observacién vale para el canto XIII. Pero no autoriza a mayores conclu- siones. Pattes del poema, incluso fas mas de sus octavas, pudieron escri- birse antes, préximas y todavia vivas las experiencias que relata, El poe- ma mantiene natural desarroilo y firme estructura en los diez primeros cantos, siete de ellos referidos a las correrias de Oxenham en Panamé en- tre 1576 y 1577, en algunas de cuyas peripecias Miramontes intervino. La historia de los amores de Chaleuchima y Curicoyllor se agrega como amable entretenimiento durante el viaje de retorno al Callao, rematada con éxito aquella aventura. Los cantos restantes constituyen una adherencia superflua. Ciertamente se vuelve aqui al tema de los piratas ingleses, pero como algo desligado de las incidencias anteriores.” Nada nos prohtbe, en efecto, admitir como posible una més temprana elaboracién del poema, es decir, que los diez primeros cantos y el idifio indigena —aligerado de la profecia, también gratuita aditamento—, se hu- biesen escrito en las postrimerias del siglo XVI, antes de que apareciera Cavendish en 1596, afio en que ocurre asimismo el ultima ataque de Drake a nombre de Dios y Portobelo, motivacién de La Dragontea, dada a luz en 1598, Sorprende que Miramontes nada diga al respecto. Aunque se presume que les mds tardios acontecimientos glosados en el poema corresponden al afio de 1614, esa fecha no estd convincentemente documentada. Montes Claros comenzd a gobernar en 1608, y para calificar las bondades de su gobierno no era indispensable verlo coneluir. Cabe su- poner que la comentada profecia se interpolara mds tarde pata dar ocasién al dulico tributo, terminadas ya las dos unidades sustantivas de su creacién. XVIII Al considerarse la epopeya como género han sido frecuente objeto de po- lémica los poemas heroicos del Renacimiento, en particular aquellos que, ajenos al deseo de imitar los modelos cldsicos paganos, se inspiran en asun- tos préximos, en cuya peripecia de algun modo el autor interviene. Es el caso especifico de la épica espaficla de asunto americano, esencialmente histéricas no sdlo por su contenide sino por el deliberado propésito de sus mas calificados voceros, circunstancia aducida coma pretexto pata negarles significacién attistica. Argumentando en defensa de su obta D, Alonso de Ercilla declara que por ser “historia verdadera y de cosas de guerra, me he resuelto en im- primirla, ayudando en ello las importunaciones de muchos testigos que en lo més de ello se hallaron, y el agtavio que algunos espafioles recibirian quedando sus hazafias en perpetuo silencio”. Advertide de que no es po- sible satisfacer a todos, D, Juan de Castellanos explica a los lectores de su Historia del Nuevo Reino de Granada: “imptudencia grande seria la mia si pensase haber adetezado estos anales con tan entero sabor que lo pueda dar a tanta diversidad de paladares; pero a lo menos estara cietta la pos- teridad (para quien esto principalmente se escribe}, que aqui no falta el principal condimento que historia requiere, que es verdad”. Aguijoneado pot éxpériencias inolvidables, Barco Centenera anota: “procuré poner en escrito algo de lo que supe, entendi y vi en ellas en veinte y cuatro afios que en aquel nuevo orbe peregriné... porque el mundo tenga noticia, y verdadera relacién def rfo de la Plata, cuyas provincias son tan grandes, gentes tan belicosisimas, animales y fieras tan bravas, aves tan diferentes, viboras y serpientes que han tenido con hombres conflicto y pelea, peces de humana forma, y cosas tan exquisitas, que dejan en éxtasis los dnimos de los que con alguna atencidn los consideran”. Histérica es la motiva- cién de Pedro de Offa, quien escribe en desagtavio de D. Garcia Hurtado de Mendoza, adrede soslayado en La Arancana. E histérico asimismo el objetivo de Miramontes. Aparte la orientadora manifestacién de la octava primera, el canto V empieza: “Quien escribir historias no rehusa”. Ese empefio se rejtera en el transcurso del poema. El unico, y muy conspicuo, disidente tedrico entre los poetas vincula- dos al Nuevo Mundo se llama Balbuena. ¥ disiente en el prélogo al Ber- nardo; “digo que yo aqui escribo un poema heroico, el cual, segiin la doc- trina de Aristételes, ha de ser imitacién de accién humana en alguna per- sona grave, donde en la palabra imitacién se excluye la historia verdade- ra, que no es sujeto de poesia, que ha de ser toda pura imitacién y parto feliz de la imaginativa. Donde de paso se verd cudn inadvertidamente ha- blan los que la principal calidad de sus obras en verso hallan es no haberse desviado un punto de la verdad, como quieta que cuanto mds de esta tu- vieren tanto ellos tendrdn menos de poetas, pues como dice el mismo fi- Idsofo, que si la historia de Herodoto se hiciese en verso, no por eso seria xIx poesia, ni dejara de ser historia como antes; que es Ja razon por que tam- poco Lucano es contade entre los poetas, con haber escrito en verso”, Balbuena arguye con lucidez, pero su tesis es menos valida de lo que pretende, y no cabe aplicarla a los poetas objeto de nuestros afanes. En cierto modo, Balbuena se contradice en su Grandeza Mexicana. La épica hispanica inspirada en América muestra, lo acabamos de yer, una franca direccién histérica. Y no se trata, en ef caso de sus cteadores, de un ignorar la teorfa cldsica de ja epopeya, pues todos evidencian buen co- nocimiento de la poesia antigua.® Se trata de una postura consciente que autoriza a clasificar su obra comdn en apartado especial dentro del acaecer literario de sus dias; actitud que subraya, pot otra parte, ciertas peculia- tidades étnicas y tiene un claro antecedente en La Farsalia, y su confirma- cidn en Os Luisiadas, segin el docto parecer de D. Ramén Menéndez Pidal, quien en sus reflexiones acerca de jas caracteristicas de la literatura espa- fiola, sefiala: ‘el tealismo ibérico destaca también su singularidad muy se- fialadamente cuando se produce como nota discordante en el concepto ge- neral de la epopeya. Siente la poesia muy cerca de la realidad, dijimos, y asf siente poética [a historia”. De ahi que no se haga problema prescindir de la mdguina, convencional recurso ottodoxo, sobre todo cuando una nue- va y sorprendente realidad Ja sustituye. * Ahora bien: no obstante el manifiesto propésito de exaltar acontect mientos préximos ubicados en un espacio teal, digresiones que en nada los desvirttan, y Ja composicion misma de esos poemas, libre ejercicio re- creador, justifican se les considere, exceptuada la obra de D, Juan de Cas- tellanos, auténticas realizaciones podticas, emanacién de un momento ex- traordinario: por la calidad de los hombres que lo viven, por Ja singulari- dad def ambiente en que discurre. Si al tenor de la preceptiva cldsica la épica espafiola de asunto americanc presenta multiples incorrecciones, des- de otro mirador, lo decfa, supone un voluntario olvidarla, en ejemplar em- pefio de mantenerse sus creadores fieles a su circunstancia. Esa feliz he- tejia logrard frutos imprevistos. No setia impropio afirmar, en efecto, que aquellos poemas —y la obta de algunos cronistas; Oviedo, Cabeza de Va- ca, Bernal Diaz, Acosta, etc— inauguran la originalidad literaria del Nuevo Mundo. América se expresa alli, en su paisaje fisico y humane, todavia no contaminada de ingtedientes cxtraiios. Sélo mds tarde, apurados infini- tos procesos de transculturacién, Ia primitiva imagen se itd enturbiando hasta el punto de exigir la incesante y agénica “busca de nuestra expre- sién” que ha caractetizado su historia cultural posterior al siglo XVI. Du- tante la centuria que colma Ia etapa del descubtimiento y la conquista, América, permanentemente prodigio, se proyecta en aquellos textos como uh alucinante lienzo de lo real maravilloso. Dentro del cnadro general esbozado 1a obra de Miramontes ofrece, sin em- bargo, matices que la distinguen, y un interés multiple. Carece de énfasis localista, pues su escenario abatca todo el litoral del Pacifico Sut, y les guerreros hispanos importan al poeta no en funcién exclusiva de tales sino como garantes también de Ja expansién del catolicismo y su defensa, com- promiso que les mueve a luchar contra quienes apartan, por herético sendero, . de la fomana Iglesia un largo estadio Bente infinita... Miramontes se orienta, duefio de sf, por el camino escogido, a sabiendas que el poeta se enfrenta a innmimetas posibilidades: Un ingenio maduro y consumado precura la sustancia de la cosa, otro, con versa grave y levantado, que sea la materia artificiosa, de casos peregrines adornada y €M su composicidn organizada. Aunque se declara impedido para desempefiarse como quisiera: Hijo es de Matte amor, y Marte aitado tratar conceptos del amor no excusa. Mas per falrarme estilo delicado, dulce, elegante y sonorosa musa satisfacer, en parte, no me atrevo vucstro merccimicnto y lo que os debo. El orden militar, la bizarcia, prontitud y destreza diligente con que ordené Jerdnimo Mejia en cuadrado escuadrén toda la gente, pluma mids levantada que Ja mia, de heroice verso, délfico, elocuente, era justa raz6n que lo cantara. éSe trata de un convencional aparentar modestia? JEstamos ante un caso de plausible conciencia autocritica? Mc inclino a creerlo asi. Porque Miramontes incursiona por ambas veredas con propiedad evidente, sin per- der el equilibrio, en un oable y singular esfuerzo, En sus referencias a los hechos histéricos, sobre todo en los diez pri- meros cantos, es de una fidelidad esencial. Y es fiel cn las descripciones del paisaje panamefio, lo mismo que en la enumeracién de frutos y anima les de Ja tierra, elocuente inventario relative a la dieta de la regién. El poeta nos brinda allf un cabal ejemplo de realismo literario, Por otta parte, la historia de Estefanfa, la de Biofaro ofrecen vivos elementos novelescos y revelan en Miramontes a un psicdlogo perspicaz, XXL presente asimismo en Ia leyenda de Curicoyllor, aunque ahora el meollo del asunto Je estd dado, ¥Y debemos subrayar su postura ante los cimarto- nes de Ballano, a quienes dedica considerable espacio y mira casi con sita- patia, al punto de que alcanzan a ratos —recordemos a Jalonga, a Mozam- bique, a Biofaro—, es probable que por vez primera, estatura de protago- nistas. A este respecto su conducta es vinica, Si el negro aparece en ottos poemas contempotancos —en Castellanos, en Ofia, en Lope de Vega, en Barco Centenera—, muy distinta es la mira y diferente su papel. La sor- prendente objetividad que los espafioles de entonces exhiben reconociendo las virtudes del enemigo, del indigena y del inglés herético, Miramontes la aplica extensivamente a los negros contra los que debié luchar en tie- tras panamefias, Una imprevista faceta encontramos en el poeta del idilio. Traspuestas las primeras octavas del canto XI el lector se interna por mundos nuevos. La versificacién gana en tersuta y fluidez. Miramonies muestra fina disposi- cién para captar los sentimientos amorosos, y elevadas dotes Ifricas, como ha observado fa critica, Fuera de Jos lugares comunes extraidos del arsenal clasico, censo pa- gado a patrones culturales en boga, el Jenguaje de Miramontes es poco at- tificioso, sin caer en pedestre prosaismo. A veces nos sorprende con origi- nales metdfotas, como cuando describe a un cnemigo que huye nadando: Hizo del cuerpo barca, y brazo remo, texto sugeridor a propdsito de la habilidad natatoria de extremefios y cas- tellanos. Armas Antarticas se gesta por Jos dias en que la épica afincada en Amé- tica va dejando de ser noble zumo de vivencias pata convertirse en simple retdrica, Podemos decir que su autor es el ultimo de los poetas guerreros que canta, en parte al menos, sucesos en los que jugé papel. Experimenté los azares de la Iucha contra Oxenham en Panamé, y participé en las pe- ripecias de la guerta en el mar, incorporado a las armadas defensoras de la integridad hispana en los dias de Hawkins y Cavendish, Esas experiencias se expresan en términos de una visidn tealista de los hechos y del paisaje, paisaje no sustituido con férmulas. Muy préximo a la ola ascendente del barroco, Armas Antérticas no de- be ubicarse dentro de esa corriente. La mesura, el equilibrio en que se mantiene su autor, son vacunas que lo inmunizan y Je impiden todo exceso. Miramontes es [a antitesis de Balbuena, de tan furiosa imaginacién, de tan clara conciencia de la poesia como artificio. Sin el vigor de Ercilla, sin el desenfado de Offa, ajeno al primitivo candor de Barco Centeneta, tiene su personal acento inconfundible. En cuanto a su valoracién literaria Arwas Antérticas espera la dedicacién de los especialistas, posibilidad que Jas citcunstancias dificultaron. Al punto de que Frank Pierce, el erudito a quien debemos Le Epica Espatiola del Siglo de Oro, (1961) ignora allf que el poema fue editado cuarenta afios antes. En verdad, el texto ha sido de embarazosa consulta. Coronel Ze- pgarra y Luis A. Sénchez, quienes primero se ocuparon de estudiarlo, hi- cieron uso de un manuserito, Y el limitadisimo tiraje de la edicidén quitefia, menos fiel de fo deseable, no vino a mejorar sustancialmente fa cuestin, aunque suscité nuevos pronunciamientos, de modo particular en el Peri. E] ensayo de Coronel Zegarra, generoso y util esfuerzo, brinda el ini- cial intento estimativo, Si bien su interés por el texto se debié més al historiador que al aficionado a las letras. Coronel Zegarra formula muy atinadas observaciones: advierte la unidad y coherencia de los diez pri- meros cantos, y sefiala que el poema pudo concluir alli ‘puesto que la accién queda completa y el desenlace por entero desarrollado”. Aprecia- cién semejante hace respecto de los cantos dedicados al idilio indigena. Por eso extrafian los pdrrafos donde se lamenta de la “‘mezcolanza de su- cesos de todo género y de episodios extravagantes” que a su juicio afean el poema. Como contrapartida, su estudio es origen de afirmaciones que tocan a Ja cronologia del texto y se repiten sin prueba suficiente. Luis A. Sanchez sigue a Zegarra en el orden de quienes se han en- frentado al poema como totalidad. En Los Poetas de ia Colonia (1921) dedica todo un capitulo a Miramontes. Nos describe el contenido del texto y nos pone en autos de los antecedentes. Pero no expresa juicios criticos. Una apreciacién sintética trae su Breve Historia de la Literatura Americana (1936) cuando afirma que “es obra de un auténtico poeta, de largo aliento y severo gusto, de vigorosa inspiracién y ambiciosos planes”. Y en La Li teratira Peruana, libro de 1946, dice més sin llegar tampoco a una valora- cién: “El poeta Juan de Miramontes no pierde el tiempo en discutir la autoridad estética del antiguo Lacio. Igual que Pedro de Offa, repite la fabula de Apolo y Dafne, muy renacentistamente, y dedica encendidos elo- gies a Dido”, etcétera. Son referencias a los que considera influjos vi- sibles, Martin Adin —en la vida civil Rafael de Ia Fuente Benavides— es quien acaso ha puesto mds fervor en destacar los métitos del escritor, ha- ciendo caso omiso de todo lo demds. Y se pronuncia por el poeta litico. En De fo Barroco ex el Per (1968) —ampliacién de una tesis doctoral elaborada treinta afios antes— nos obsequia con cdlidos elogios de la ca- pacidad Iitica de Miramontes, reproduciendo en apoyo de su parecet mu- chos verses. “Miramontes es el primero que imbuye mundo de arte en nuestra retérica”. A pesar de lo cual “la poesia de Miramontes advierto que ha sido poco estudiada en sus trozos suaves, en los del cuento de Pedro de Arana. ¥ creo que no se ha vuelto a escribir desde entonces en mds hermoso espafiol de poesia”. Y todavia agrega: “En gran parte de XXII Armas Anidrticas, en log siete cantos del idilio, se narra el mds hermoso jamds imaginado en el Peri. Comparado con el Miramontes suave, el Cho- cano més memorable y habilidoso de las ultimas leyendas, de Huacachina y Ante una vasija incaica, ba de mostrar toda su miopia y limitacién de litico, y su rutina de versificador laborioso. Sin que se relaje la protética varonfa de los primeros cantos —trece corresponden, con uno que otro verso huero o suave a la caracterfstica poesia mayor del sigho XVI— el idilio es uno sutilmente difcrente, cultisimo, exquisito, que discurre en contrario cauce de estricta égloga —no se describe fucha alguna— y tiene la intensidad y euritmia que en si no tiene el poema, en el que es digre- sién y alivio enorme y perfecto”, 1 A los finos escolios de Martin Addn siguen los conceptos con que ter tina su estudio biogréfico Ratl Porras Berrenechea, entusiasta asimismo del poeta delicado y tranquilo. “El mérito de Miramontes es principalmen- te lirico. En las cortas reflexiones morales y expanstones subjetivas que le permite la marcial armadura de su poema, se le descubren tendencias horacianas y virgilianas, y en algunos versos y giros hasta cercanas anun- ciaciones del lenguaje de Fray Luis”. Para concluir con la siguiente catac- terizacién: “Miramontes es un discreto sefiot de nuestra poesia seiscentis- ta, un antecesor afable de nuestta espiritualidad y el primer cultivador de una poesia inspirada en nuestras esencias patrias. Sin grandes brios, pero con una mesura cordial y una generosa disposicién para Ja simpatia y la comprtensidn, él recoge y trasmite en sus dones de humanidad y de tole- rancia los mejores legados de su raza y de su tiempo”. Por thtimo, en su justiciero estudio acerca de El Primer Virrey-Poeta ea América (Don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montes Claros) (1962), Aurelio Mird Quesada Sosa celebra que el ejemplar gobernante diera favor o estimulo a Miramontes, “una de las voces poéticas més finas, de mds dulces acentos y de més atrayente adivinacién indigenista en la poesia virreinal del Peri’. 1? Las opiniones antecedentes invitan a disfrutar del olvidado poema. De D, Juan de Miramontes y Zudzola poco sabemos, Hasta el afio de 1943 sélo dos testimonios acreditaban su existencia: la carta que, con fecha 10 de marzo de 1590, escribiera desde Arica a D. Juan Garcia Pefialosa, y fa dedicatoria de su poema al Marqués de Montes Claros, Virzey de Perd, firmada aproximadamente un cuarto de siglo después. Pero en la fecha arriba indicada Rail Porras Berrenechea descubrié en el Archivo de Ha- cienda del Peni documentos que aportan alguna informacién. Segtin esos documentos Mizamontes habia actuado, antes de establecer- se en el Peri, en Ticrra Firme, donde vivid algunos afios, Consta que en calidad de alférez del Capitan Diego de Frias hizo en 1576 la campajia con- xxv tra el pirata Oxenham, lugarteniente de Drake en una anterior visita al Istmo. Y¥ que debid marchar a Ja tierra de los incas una década después, con Ia atmada del general Miguel Angel Filipén, en tiempos del Virrey Conde def Villar don Pardo, a quien el poeta elogia, En su carta citada confiesa que ha “viajado durante estos tres afios”, y que ha sido designado por el nuevo Virrey, D. Garcia Hurtado de Mendoza, abanderado jefe de “una armada que partird de aqui a correr Ja costa”. Por ultimo, los pa- peles consultados por Porras Berrenechea prueban que el 10 de junio de 1604 el Virrey D. Luis de Velasco le concedia plaza de Gentilhombre en su Compafifa de Lanzas y Arcabuces, posicién que mantuvo durante el go- bierno de Montes Claros. A partir de ese momento se pierde su rastro. Se presume que mutié después de 1614.1 Contrariando costumbres de la época —Ila observacidn es de D. José Toribio Medina—. Miramontes parece empefiado en ocultarse. Ocurre ast con el hombre lo mismo que con el poeta. Su poema nos f{lega desprovisto de los usuales aditamentos: las palabras al lector, entonces nunca escati- madas; los poemas laudatorios de amigos y admiradores. Es posible que ese rehuir toda publicidad abedezea a cuestiones de tempetamento. Acaso tenga sus motivos cn su empleo, “algo en este pais mas odiado que todo lo dems”, juicio que no tardarfan en confirmar dos virreyes.‘* Por otra parte, debe ser observado, el texto de la misiva es a ratos equivoco. Habla como si acabara de llegar cuando su experiencia de América excedia los tres lustros. Sea lo que fuere, en el curso de su poema asoman esporddicas refe- rencias autobiogrdficas. Apenas comienza, se proclama poeta y soldado: Huyendo ociosidad, madre del vicio, en los pocos lugares de vacante que me ha dado de Marte el ejercicio, segui de Apolo deélfico el oficio. .. condicidn que reitera al iniciar el canto VII: Si entre ¢l rigor de Marte y asperezas, por donde agora voy, damas gentiles, no canto [as delicias y ternozas de amor... A renglén seguido Mitamontes se declara enamorado. En versos diri- gidos a las damas que en Panama ven partir a Pedro de Ortega en busca del pirata Oxenham, confiesa que el habito que sigo de soldado también admite amor y de amor usa. Aunque sin éxito: puesto que aquella ingrata y desabrida, mas ponzofiesa que aspide terrible, verdugo inexorable de mi vida, que ejecuta el cuchillo irresiszible, con tam rebelde pecho, acd nacida... Estas escasas notas autobiogrdficas, y las reflexiones morales que en el poema se prodigan, nos hacen pensar en el atquetipico hijodalgo de su tiempo, hombre equilibrado, enemigo de demasias, de adecuada cultura literaria, probable segundén de casa noble destinado a un anodino pasar, si bien orgulloso de su estirpe. A suponerlo autotizan ciertos fragmentos de su epistola a Garcia Pefialosa: “‘el Virrey es mi amigo y hace mucho aprecio de mi”. “Pero todavia estd en la oblipacién de un caballero servir al Rey, sv sefior”. éDesde cudndo su amistad con el ahora Virrey? ¢Quién era Juan Gar- cia Pefalosa? Para hacer justicia al discreto cantot vasco y facilitar el conacimiento de una de las mds caracterizadas creaciones poéticas de inspiracién americana se incluye en la Biblioteca Ayacucho Armas Antérticas. En la preparacién de esta nueva salida se han tenido a la vista fotocopias de los manusctitos de Madrid y Toledo, la edicién de D. Jacinto Jijén y Caamaiio y los frag- mentos publicades por Coronel Zegarra, Medina y Serrano Sanz. El manuserito que se estima autdégrafo constaba de doscientos noventa y cinco folios rectos, de los cuales los dos primeros, numerados I y IT, contienen la dedicatoria al Virrey Montesclaros y el dibujo de una virgen, Estos dos folios estén en blanco por el revés. Al texto pottico, que se inicia en el folio tercero con ef namero 1 y termina en el nimero 293, escritos todos por ambas caras, le fue sustraido el folio 55. La mutilacidn debié ocurrir temprano porque en el manusctito de Toledo —338 pdginas que no incluyen, en la copia consultada, ni la dedicatoria ni el dibujo— espacias en blanco y una neta al margen de la octava 316 advierten que faltan seis en el original. Por otra parte, extrafia ocurrencia, a la esttofa 808 sigue Ia 815, wiltima de! IX canto. El copista hace notar la anomalia. Esa versién hoy en Toledo, calificada por Serrano Sanz de bastante de- fectuosa parece, sin embargo, obra de un caligtafo profesional, Emplea frecuentes abreviaturas, una puntuacién mds cuidada, e introduce algunas enmiendas respecto del original. Para e] cotejo con los manuscritos me ha sido de inapreciable ayuda la edicidn de 1921, a pesar de que presenta desacnerdos que atribuyo al co- pista. Los mayores —sin contar ertadas transcripciones— estén en la pun- MEV twacién. Otras diferencias deben imputarse al corrector de pruebas: silabas que se juntan o se separan axbitrariamente, signos ortogréficos que sobran o se omiten, ete. El texto que aqui se ofrece aspira a supetat esos incon- venientes. Pero conservamos las notas textuales de la edicién de 1921, atribuidas a Jij6n y Caamario. Rovrico Miré Panamé4, octubre de 1976. xXVIL NOTAS 1 Por cratarse de la unica descripcign del manuscrito estimado original, tepro- duzco la que ofrece en nota Coronel Zegarra, con sus palabras previas: “Debo esta copia a [a bondadosa solicimd del Sr. D. Manuel Pardo Sanchez Sal- vador. La signatura del MS. em la Biblioteca cs M. 151, scgan aparece en mi copia y en el Indice de MSS de csa Biblioteca, que se encuentra en el T. 2% del Ensayo de una Biblioteca de libros raros y curiosas, de Gallardo - Madrid, 1866. La descripcién de este Ms, hecha por el copista, es Ja siguiente: “Este poema, escrito en veinte Cantos, ne tiene portada ni cielo, ni se lo da cl autor en su dedicatoria al Excmo. Sr. Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montes Claros, Virrey del Per, que es la hoja primera, sin mimero de folio, ni otra hoja preliminar de portada ni de guarda. Sigue a esta de Ja dedicacoria otra hoja, también sin mimero, en Ia que escd dibujada a lapiz carmin una Virgen, La hoja tercera, después de las dos dichas, es la sefialada son el folio 1, comienza cl Canto primero, En el lomo de la cubierta o tapas de per- gaming que tiene ahora cl libro estd escrito el rétulo que sc reproduce y traslada aqui en la margen, (ARMAS ANTARTICAS) partido por la carjera que indica su sig- narira y calocacién en la sala de MSS, de Ja Biblioteca Nacional. Las tapas de perga- mino estén unidas al libro con cuatro estrechos y frdgiles cordonciilos de valdes, dos para cada una de Jas tapas, desprendides los dos de Ja tapa del principio, y adheridos solamente los de la tapa del fin a los dos cotdoncillos extremes del lomo, supe- rior ¢ inferior. Consérvanse en el lomo tres nervios, los cuales han sido cortados; in- dicando esto que el libro cuvo anteriormente otra encuadernacién. Es Ms. original, escrito code de mano del autor. Ha sido artancado el folio 55: se ven algunas barbas 9 residuos de la hoja dicha cnire Jos folios 54 y 56. No era hoja en blanco, pues el comtexto y orden de las cctavas da a entender que esta interrumpido el relate y falea una parte, a saber, !a natracién del cncucntro de Bruno y Guillermo enviados por Juan Oxnan (Oxenham), con Jalunga, capitan de D. Luis de Mozambique, Rey de negtos cimarsones del Bailano. Después de las dos hojas primerces del libro, no fo- liadas, y antes del folio 1, hay asi mismo restos de hoja ror y arrancada, como también los hay de otra, después del folio 293, ultimo del MS. Estas kojas debieron scc hojas en blanco”. 2 Es realmente curiosa la referencia al Tomo II del Ensayo de Gallardo contenida en la nota anterior, que Medina repite. El indice de los manuscritos de la Biblioteca XXVIIT Nacional de Espafia que apareee como apéndice de ese tomo no registta la obra de Miramontes. La noticia se encuentra cn Jas paginas 810-811 del Tomo iM, publicado en 1888. La edicién del Ensayo se inicid en 1863, al cuidado de D. Manuel K. del Zacco y D, J. Sancho Rayén. El tome I¥ aparecié en 1889. 2 Es edicién de la Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, 1924. 56 paginas. Se editaron dnicamente 100 ejemplares. 4 Es una suerte de pardfrasis, occidentalizade, del discutido drama quechua Gllantay. 5 Em el diseutso de Jalonga, Canto IV, Imego de Ja hermosa fabula de Dafne, se confunde a Apolo con Perseo. ® Debo 1a informacién a ia Directora de la Bibliotcca Nacional del Perd, D. Maria C. Bonilla de Gavicia, "Rubén Vargas Ugarte —me dice—- que vio esta obra antes del incendio, en su “Manuscritos Peruanos de la Biblioteca Nacional de Lima’. Lima, 1940, T. IL] P. 175, le asigna 293 FF. N.; de ello se deduce que el voraz inceadio de 1943, afectS la obra en muchas de sus paginas”. Hoy consta sdlo de 179 FF. iitiles mumeradas. 7 Entre las incursiones de Oxenham y Cavendish hay un lapso de veinte afios. 8 Un regular comercio de Libros permitid a jos residentes en América adecuado contacte con la literagira en uso. Aparte las novedades de propia cosecha hispanica llegaben también traducciones de les antiguos y de algunos contemporaceos. Enire 1585 y 1605, para dar un ejemplo, embarques de libros destinadas a Mexico, Santo Domingo, Nombre de Dios, Portobelo y Cartagena incluyeron obras de Aristéceies, Heracio, Ovidio, Lucano, Boyardo, Ariosto, Tasse, ercétera, lo mismo que de Jorge Manrique, Fray Luis, Antonio de Guevara, Lope, Cervantes, Vargas Machuca, Cieza de Ledn, amén de somanceros y cancioneros, Celestings, Lazarillos y Ghemanes. Pate las 81 cajas de libros que ttajo consigo a Portobelo Martin Sanchez de Solis en 1601 se contaban 94 ejemplares de La Dragontea. Y en 1605 se cnviaron a Carcagena 100 ejemplares de Dow Quijote. % En torne a esta cuestién parecen cxcesivas algunas apreciaciones de Navarre Lamarca: “fuese por su mathadado afan de sujetarse a los modelos clasicos o por su singular empefio cn querer aparccer ante todo como historiadores veridicos, descui- daton en sus obras la unidad y concepcién sincética del asunto, y cayeron cn lo afectado y prosaico. En vez de cantar las bellezas naturales de aquellas maravillosas tierras en cualquier simmacidn de sus pocmas en que s¢ hallaran ahogaban su inspira cién y su lirismo para volver a lo mitolégico y caballesco", Ver Inuoducciéo a La Argentina, etcétera, edicién de 1912, Buenos Aires. 10 Editorial P. C. T. M. - Lima, Peri, p. 235, 11 De lo Barroco en ef Peré. Lima, Pera, 1968, pp. 27 y 28. Edicién de la Universidad Mayor de San Marcos. 12 Editorial Gredos, Madrid, p. 117. 13 [La carta, traducida al inglés, se inclaye cn el volumen IX, paginas 169-170, de The Principal / Navigations Voyages / Traffiques & Discoveries / of the English Nation / Made by Sea or Over-land to che / Remote and Fartherst Distan Quarters / of the Earth at any timi within the / compasse of these 1600 yeeres / by / Richard Haklyt Preacher, and sometime Student of / ChristChurch in Oxford, Glasgow / James MacLehose and Sons / Publishers to che University MCMI\. EL texto es como sigue: Cara a D. Juan Garcia Pefialosa “Después de un largo viaje, con mal suceso, la foctuna me trajo a las Indias donde, desprovisto de esperanzas y !Meno de afliccién, he venido a parar en soldado, algo que en esic pais es la cosa mds odiada, no sélo de los hombres, sino también de las animales salvajes. Es una ocupacién que prefieren las personas ociosas. “El motivo de ésta es contarle que han estado en estos mares, y todavia estan, ciertos piratas ingleses y buscandolos he viajado durante estos tres afios; ¢l primero como simple soldado, y Jos atros dos como abanderado. ¥ ahora ha ilegado D. Garcia Hurtado de Mendoza, Vicrey de estos reinas, quien me ha escogido para abanderado jefe de una acinada que parciré de aqui a recorrer la costa. Porque tenemos nuevas de que el enemigo viene. Heros estado aguardandolo estos cuatro meses por el mismo camino por donde debe venir, en un paraiso HMamado Arica, que es la primera entrada del Pert. Recibo 90 pesos a) mes, ademds de otros provechos, a nueve reales el peso, y cuatro acclones 2 aueve reales el peso, De esa manesa cueato con 1.800 (sic) de paga cada afio, porque el Vircey es mi amigo y hace mucho aprecio de mi. Y tengo siem- pre 408 ducados en el arca para ir como debe un hombre. “Ruego a Dios nos mande tranquilidad. Pero todavia esté en la obligacién de un caballero servir al Rey su seior en csas acciones. Entretanto, descanso. “Desde la bahia de Arica, el 10 de marzo de 1590. “Beso las manos de Vuestra Merced y soy su servidor, Juan de Miramontes Suasola” it Ver “El enigma biogtatico de D. Juan de Miramontes y Zudzola poeta an- tactico”, en Reviste Histérica, Tomo XVI - Entecga I-Ul, Lima, Perd, 1943. 15 En su Informe al Principe de Esquilache, de 12 de septiembre de 1615, Mon- tes Claros acota: “Anda oua gente suelta en este Reino con nombre de soldados, que suele traer vida muy licenciosa; son los que en otras partes Iarmarian vagamundos, peligrosisimo género y embatazozo al buen gobierno”. Y en una Relaciéa posterior, Esquilache decia: “Algunos han juzgado que he favorecido demasiado a los soldados, y lo que puede decic es que hallé este oficio tan depreciado y abatido en este Reino, que ha sido menester todo cuanto he procucado alentatle para restimirle el crédito que el ocio y el disfavor le habian quitado”, Ver el Tomo I de la Caleccién de tas Memoria: o Relaciones Que Escribieron Los Virreyes Del Peri Acerca Del Estado En Que Dejaban Lar Cosas Generales del Reino. Madrid, MCMXXL El volumen se inicia con un estudio de Ricardo Beliran y Rézpide. ARMAS ANTARTICAS Al Exmo. Sefior Don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montes Cla- ros, Virrey del Perd Alrevimiento parece poner ante los ojos de vuestra Excelencia escritos de un bumilde ingenio teniéudolo Vuestra Excelencia tan levantado y he- roico. Mas cobro duimo en mi intencién, que fue no quedasen oscure- cidos en las tinieblas del olvido los bechos de muchos valientes espatioles gue ea conquistar, quietar y defender este reino, hicieron, en servicio de su magnanimidad, obras dignas de su nacién cuya memoria sepultaba el silencio. Esta suplico a Vuestra Excelencia reciba, favorezca y ampare con la benignidad y grandexa de un generoso dnimo, cumpliéndose en mi la sa- tisfaccién que este reino tiene de que los actos de virtud en letras y en armas sou de Vuestra Excelencia prentiados y favorecidos. Guarde nuestro Sefior, JUAN pe MrraMoNTEs ZUAZOLA CANTO I Don Francisco Pizarro vence en Cajamarca a Ataualiva Tuga; préndele y degiiéllale, y pasa adelante conquis- tando ef Pert; funda la ciudad de los Reyes. Las ARMAS y proezas inilitares de espafioles catélicos valientes, que por ignotos y soberbios mares fueron a dominar remotas gentes, poniendo al Verbo Eterno en los altares, que otro tiempo, con voces insolentes de ordculos gentilicos, espanto eran de] indio, agora mudas, canto, Por haber concedido a las edades presentes el autor de nuestras vidas, poder facilitar dificultades, jamds de los antiguos conocidas, donde las fabulosas vanidades se ven por la experiencia ya vencidas de aquel filosofar sabias personas sobre el conocimiento de las zonas. Pues ya la equinoccial taladra y pasa el argonauta de uno al otro polo, que es de temple agradable, y no le abrasa el rayo ardiente del intenso Apolo; y a los lejos confines de Ia casa, donde habita el antipoda mar solo, permite Dios que Espafia comunique, do su ley evangélica predique. Tu, de do emana el bien, causa primera, sumo, infinito, sabio, omnipotente, a quien Ja corte de la empitea esfera 4 himnos de gloria canta eternamente, pues de clemencia ya llegé la era, determinada en ti, divina mente, en que estos ciegos barbaros errades fuesen de fe catdlica alumbrados; pues, para propagar tu culto santo, ayuda al espaiiol graciosa diste y huir a Ja regidn de Radamanto la voz de los ordculos hiciste, a mt remiso, humilde y tibio canto, de espiritu, ornamento y gracia viste, con que disponga célebres hazafias de los que han procreado las Espafias. Y td, excelso marqués, que vigilando el orbe que en tus hombros se sustenta, estds lo venidero anticipando que ante ti por remedio se presenta, y en la prudente idea fabricando, para las cosas arduas de tu cuenta, insignes edificios y altas obras, con que fama inmortal y nombre cobras: O ya presto ejecutes, o va traces lo que para el bien publico imaginas, © ya prevengas los armados haces contra el fiero pirata en las marinas, encomendande a Dios tus obras dignas, o ya el devoto espiritu solaces, o ya, igualmente, juzgues a tu gremio, aqueste con castigo, aquel con premio; suspende agota aquesto y da el ofdo, como a Maron Mecenas, a mi aliento, que de tu autoridad favorecido, recibirg dulzura y otnamento; amparale, Sefior, que si admitido en tu gracia benévola le siento, expeliendo de mf el temor cobarde hace con osadia dé el alarde. Dame lo que promete a quien te invoca tu magndnimo pecho generoso; pues, como ilustre principe, te toca 5 socorrer al que esid menesteroso; que, viéndome amparado de tal roca, cualquier mordaz sat{frico, envidioso, temerd de poner a mi obra objeto, miranda lo que debe a tu respeto. Huyendo ociosidad, madre del vicio, en los pocos lugares de vacante que me ha dado de Marte el ejercicio, de tunica cubierto de diamante, segui de Apolo délfico el oficio, con cuvo dulce espfritu anhelante al tempestuoso mar las velas tiendo, recuso al necio, al sabio me encomiendo. Determiné la eterna providencia abril, en su divino pecho arcano, una anchisima puerta a la clemencia, por donde enttase el indico peruano, y dispuso le dicse la obcdicncia, de modo que sembrada por Ja mano del catélico Reino de Castilla le fuese su evangélica semilla. Obra digna de Dios, amor inmenso, alta misericordia soberana, para que le ofreciesen santo inciensa donde sacrificaban sangre humana, y que los que al demonio daban censo, cual ciega gente, iddlatra, profana, tengan ya por la gracia del bautismo, como ovejas de Cristo, un pastor mismo. Viendo que, en Francia, Flandes, Alemania, Inglaterra, Escocia, Albania, Hungria, la integridad catdlica se dafia por la prevaricante epostasfa, y que sélo en Italia y en Espatia del Verbo eterno, Hijo de Maria, siempre Virgen, estd la fe sincera, pura, sencilla, limpia y verdadera, quiso que, si Calvino y si Lutero, Zwinglio, Baucio, Sneppic, Ecolampadio, 6 10 1L 2 13 14 Georgio, Praga, Rothenaher, Bucero Juan Huss, Dionisio Ulmen, Carolostadio apartan, por herético sendero, de la romana Iglesia un largo estadio, gente infinita, que infinita gente el espafiol le agregue y acteciente. Pero como con platicas y engafios, 15 bien que en confusas nieblas de horror hechos, Lucifer en las Indias largos afios estuvo apoderado de los pechos, para poder sacar, del mal y dafios, (cual suele Dios hacer) bien y ptovechos, fue menester que el medio de la guerra las plantas disipase de esta tierra. En su alta sempiterna mente estaba 16 determinado el cémo y cudndo fuese; por do, cumplido ef tiempo en que otdenaba que el Pert a nuestra fe se tedujese, a Ataualiva Inga, que imperaba, permitié que Pizarro le prendiese, con la mds grande y singular victoria gue celebra en su templo la memoria. Empresa inaccesible al ser humano, ay cosa inaudita y caso milagroso, do sélo fue instrumento el castellano y el obrador el brazo poderaso; porque ocupados sierta, valle y Mano estaban de un ejército copioso, mimero de cien mil y mds soldados, de pica, dardo, maza y flecha armados. Sélo doscientos y setenta fueron 18 (cosa maravillosa) los de Espafia, pues tan pequefio ndmero emprendieton una tan memorable y alta hazafia, que, ni se acobardaron, ni temieron por ver que hombres brotaba la campaifia; antes, les puso esfuerzo y dio esperanza el auxilio de Dios y el de su lanza. 7 Siguiendo la evangélica docerina, primero con la paz Ios requirieron; y de Ia revelada fe divina, clara y santa noticia extensa dieron, diciendo que el que todo lo ilumina, por quien los altos cielos criados fucron de nada, el estrellado firmamento, Ja luz, el fuego, tierra, mar y viento, nieves, pluvias, truenos, resplandores, metales, piedras, plantas, vegetales, drboles, vides, yerbas, rosas, flores, diversos peces, aves y animales; y a su imagen, el hombre, con favores de gracia, alma y potencia racionales, que reinase y que fuese, en sus conceptos, grato a Dios y obediente a sus preceptos. El cual por el demonio persuadido, transformado en figura de serpiente, de su engafiosa adulacién vencido fue, y al eterno Padre inobediente, por el delito y crimen cometido contra la majestad omnipotente, de Ia justicia original privado qued6é y por ella 2 muerte condenado. Mas, cuando fulminaba la sentencia, bused temedio al hombre, tal que cuadre, Dios de misericordia, amor, clemencia, y a su Hijo ofrecid de Virgen Madre, para que, con su muerte y obediencia, satisficiese la justicia al Padre, y que Hombre y Dios, como Hombre padeciese y como Dios al hombre redimiese. Este, que habita el estrellado techo y es de la tietra universal regente, por cuya voluntad, de nada hecho fue el orbe inmenso y mdquina presente, para que os diesen luz, inspiré el pecho del Vicedids en tierra, su teniente, que posee de Pedro el alma silla, y al rey de la catélica Castilla, 8 19 20 21 22 23 a que con santo celo de alumbraros (menospreciando el riesgo del mar fiero}, nos envien agora a predicaros a Cristo, Dios y hombre verdadero. Mirad que Cristo viene a libertaros de la obscura prisidn del cancerbero; Cristo os dard su gtacia, os dara lumbre, si su evangelio ofs con mansedumbre. Con sermdén elocuente, al rey contratio, Valverde, un docto fraile venerable, le explicd los misterios del Calvario y la resurreccion santa, admirable. Pidié el rey y tomédle el breviario, abridle, presumiendo que le hable, que verbalmente el barbaro entendia como otdculo hablaba y respondia. Echéle en tierra. Ni habla ni responde, dijo, aqueste, do dices que esté escrito el evangelio de tu Dios, por donde hemos de conocer que es infinito. Huid, huid hasta do el sol se esconde, luego, Inego; no estéis en mi distrito. éQuidn es ese pontifice o qué puede, que mi reino a un extrafio rey concede? ¢O quién es ese rey Marte triunfante, que, de tierra y regién tan apartada, flota entregando al piélago inconstante, me cnvia a predicar con gente armada? Al autor de esta lumbre radiante tengo y adoro por deidad sagrada; éste ¢s mi Dios. Huid, huid, os digo, porque me cobraréis por enemigo. Ya prevenido estoy, que anoche, en suefics, me dio una voz de furia y terror llena un Dios horrible y de iracundos cefios, que temor me dio el verle, cirle pena. Dice que queréis ser del Peri duciios, publicando que vuestra ley es buena; y a m{ me amenazd, si la aceptase y la de mis pasados quebrantase. 9 24 25 26 27 28 Indignése de aquesto el religioso ¥, 4 un tiempo, manos y ojos levantando, al todo, en tierra y cielo, poderoso, bumilde, estas palabras dijo, orando: “|Ob! Ta, que, desde ef trono luminoso, lo minimo y lo grave ests juzgando: Tu, eterno, ante quien tiemblan las deidades, tronos, dominaciones, potestades; Té, Dios de los ejércitos, que diste victoria a Gedeén contra millares; Tu, que a los hijos de Israel abriste carrera enjuta por los anchos mates; por tu Hijo unigénito, que asiste sobre nuestros catélicos altares, te suplico esta ofensa satisfagas, ésta entre tantas maravillas hagas”. Tronaron viento y nubes, temblé el suelo, el tutquesado mar al centro se hunde, cuando el Rector del estrellado cielo en los cristianos pechos ira infunde, por do un valiente esfuerzo, ardiente celo de hacer cruda venganza en todos cunde, y acéteanse al combate, frente a frente de aquel grueso escuadrén de inmensa gente. Embisten de tropel, y una algazara, al embestir, se oy, que asordé el viento. La ardiente bala y la violenta jara rompen por é] a ejecutar su intento. Lléganse pecho a pecho y cara a cata, con vengative y furibundo aliento; se dan horrendos golpes desiguales, de heridas estupendas y mortales. Af se vio el encuentro temerario del caballo beligero jinete, que al apifiado ejército contrario, batidos los ijares, arremete; el misero gemir, Iamento vario del indio que a la muerte se somete, de cuya roja sangre el campo verde su native color marchita y pierde. 10 29 30 31 32 33 Cabezas de sus cuellos destroncadas, manos, brazos y piernas van rodando, y, abriendo por los pechos las espadas, descubren las entrafias palpitando. Recoge un bosque de armas enastadas su multitud el bérbaro ordenando mds luego desbardtale, temiendo del céncavo arcabuz el rayo horrendo. Tuvo al principio el indio que una cosa eta el veloz caballo y caballero, y fuele admiracién maraviilosa ver su soberbio impetu ligero; temié de él y creyd, por la espantosa furia del hueco y salittado acero, que, pues, tiran de si rayos ardientes, eran hijos del sol los combatientes. Temblé y solté las armas de la mano; con helado temor, al punto parte, huyendo del gallardo castellano, en quien representado mira a Marte, y, puesto que cercado estaba el Ilano con un terraplenado baluarte, por no mostrar la frente al enemigo, el muro derrumbé y abrid un postigo. Salta el comin poblacho amedrentado, desamparando al rey, que, en su liteta, en hombros de los nobles levantado, el triste fin de la batalla espera. Oscure a la luz del sol dorado Ja que en las ticas andas reverbera; porque eran de un tablén del metal raro, que busca hasta los centtos el avaro Blandiendo lanza en pufio, a toda furia al rumor de la trompa, embiste, en tropa, def jinete espaficl una centuria, que rompe y attopella cuanto iopa, hasta que, osadamente, a hacer injuria pudo llegar Pizarro a la real ropa, y, usando de su extrema fortaleza, la insignia le quité de la cabeza. ii 34 35 36 37 38 Forceja a por el suelo derriballe, por mas que sus caciques le defienden, que, a precio de en los hombros sustentalle, las vidas al rigor del hierro venden: la copia de los muertos cubre el valle: pechos barrenan y cabezas hienden, el duro acero en india sangre tifien de cnantos a su rey en torno cifien. Era de ver el cémo se abandona, con 4nimo dispuesto a la defensa, cualquier noble orején, cualquict persona que hacer algin servicio a su rey piensa, que, viendo atrebatarle la corona, teciben gran dolor y pena intensa; por donde, con espiritus gentiles, hacen gallardos heches varoniles, Mas topan de contraria aquella sola, del mundo por valiente respetada, nacién, heroica en armas, espajiola, sobre la excelsa cumbre colocada, que, rompiendo con impetu por do la muchedumbre indiana esté apiiiada entre macanas, flechas, dardos, mazas, abre sangrientas y anchurosas plazas. Al fin, rendido el Inga, preso queda, dsperamenie herido en el combate, para que la fatal movible rueda ponga su reine al ultimo remate. Citanle y a Pizarro que, si veda, dice, su libertad por el tescate é] le dard el mayor que en Israel vido Saba, ni de Fenicia sacé Dido. Mas oro le dard que en Lidia Creso tuvo, ni en Asia el rico Dario y Mida, a quien, por penitencia de su exceso, se le convertia en oro la comida. Estaba en una insigne sala preso, por largo de cien pasos extendida, do tres varas en alto hizo se echase una linea que el precio sefialase. 12 39 40 41 42 3 Llena hasta aqui del oro que poseo, le dice, te daré, si satisfecho, con un tesoto tal, queda el deseo (valiente capitan) de aquese pecho; mira si los despojos, si el trofeo igualan en riqueza y gloria al hecho; si un rey cautivo y suma de oro tanta en gloria y en riqueza te lewanta. Acéptalo Pizarro y al instante chasquis despacha el Inga a diferentes patties, pata que el oro rutilante traigan con brevedad todas sus gentes. No hay noble, no hay cacique, no hay infante, no hay nifios, no hay mujeres, no hay sirvientes, que, asi como las prévidas hormigas, no traigan a Ja sala sus espigas. Mas joh rey sumamente desgraciado! equé aprovecha que cumplas tu promesa, si la fatal balanza de tm hado mds que no la del rico eratio pesa, pues fuiste por los tuyos acusado con crimen de alewosa traicién lesa, de que a Hudscar, hermano mayor tuyo, Ja vida fe quitaste y reino suyo? O fuese que, en efecto, asf pasase, petque sus capitanes le habfan preso, © que, no siendo asi, se le imputase, el haber incurrido en este exceso, Pizarro mandé al fin, se fulminase, puesta en tela juridica el proceso y como a delincuente fratricida, a muerte condend y quité la vida. Lo que en aqueste caso s¢ asegura es que un indio la lengua interpretaba, que, de lascivo amor por la hermesura de una dama del rey, vencido estaba; y come nunca hallase coyantura para ef fuego apagar, que le abrasaba, por no poder gozarla de otra suerte, traté cémo se diere al rey la muerte. 13 44 45 46 a7 48 Toman su confesién al Inga, y cuanto niega, su infiel intérprete concede, con un fingido disimulo tanto, que conocerse su maldad ne puede; antes, parece que prorrumpe en Ianto, de ver cudn mal su causa al rey sucede, mostranda el traidor rostro mustio y triste y el pecho de esperanza alegre viste. Llamébase Felipe el indio infame, cristiano ya; pero el amor astuto le forz6 a maquinar que se derrame Ia sangre de su principe absolute, para que al cielo por venganza clame; y como, en Dios, justicia es atributo de su recta bondad, permitid luego que, por traidor, muriese el indio en fuego; que, habiendo conseguido ya su intento, como de su persona se fiasen los espafioles, puso el pensamiento en que, alevosamente los matasen. Esto se descubrié y, para escarmiento de los dems, que al fuego le entregasen mand6 Pizarro. Antes se imagina que asi lo permitid la orden divina. Que resplandece Dios en su fuicio, pues, si en el perdonar es tan clemente, quiere también punido quede el vicio, con pena a su maldad correspondiente. Estaba puesto cl reo en el suplicio y del Inga acordandose inocente, dijo: «Tu noble sangre, a Dios justicia estd pidiendo, rey, de mi malicia. “Mas, joh! td, vencedor, fuerte guerrero, por quien rendida aquesta tierra gime, viendo que la pujanza de tu acero ya, sin su natural Sefior, la oprime; detente un poco, espérate y primero que en mf ejecutes la justicia, dime: éfundaste sélo en ley de vencedores quitar la vida a un rey de los mayores? 14 49 50 51 52 53 ‘“sCon tus contratios fue confederado? éHizote algin notable vituperic? ¢Hubo por fuerza de armas ceupado tiertas, sujetas al romano imperio? éNegade la obediencia? ¢Ha quebrantado de tu sagrada religién misterio? elnquieté su politica costumbre o a los cristianos puso en servidumbre? “No, fue absoluto rey y no sujeto a leyes de otro principe o monarca; legftimo Sefior, por tal eleto en cuanto al austrial polo el Pird abatca, gentil, sin religién, sin fe y preceto, que guardan inviolable los que marca el bautismo evangélico, que canta tu piadosa divina Iglesia Santa. “Si a predicarle vienes, si es tu celo, que, aborreciendo nuestro culto vano, a conocer vengamos quien del cielo a redimir bajé el linaje humano; ecémo entras derramando por el suelo la sangre del imperio soberano? Porque lo que ti plantas ella riegue para que la semilla el fruto niegue. “Con sumo amor, con suma mansedumbre de cordero tratable, humano y quisto, me has dicho que mostté al mundo su lumbre el verdadero Dios, Redentor Cristo. Pues esto cs diferente a la costumbre que, con aqueste ejemplo, en ti hemos visto; que El, testimonio dio de mansas obras, y tui de injustos y cruel renombre cobras. “Para mi, la ambicién y [a codicia, altos designios de gloriosa fama, nombres con que simula su avaricia, aquesta vanidad, que honra se Ilama, te traen pervirtiendo la justicia, con que tengo por fe que Dios nos ama; pues no quiere que muerte o mal reciba, sino que se convierta el hombre y viva. 15 34 35 56 37 58 “Esta que sobre un lefio a tempestades la vida entregues y los mares rompas, te ha forzado a buscar nuestras ciudades, en ellas procurando insignes pompas; pues mira que con actos de crueldades la gloria de vencerlos no corrompas, que con suave amor, tu fe sincera se imprimird cual sello en blanda cera. “Y si por este medio es claro intento permite Dios que aquesta inculta tierra tenga, para su bien, conocimiento de las enormes culpas en que yerra; mita, espafiol, que el término violento de crueldades, escdndalos y guerra, si es necesarfo, hay pena establecida pata el escandaloso y homicida. “Un vivo cjemplo soy de esta experiencia, donde como en espejo, puedes verte: pequé, y en mi ejecutas tu sentencia; pecaste, y Ilegara la de tu muerte. Pues tiene desde Cristo dependencia que, quien a hierro mata y sangre vierte, debe a hierro morir. Palabra es suya; no faltard, aunque el mundo se destruya”. Dijo, y el fuego le corté en el cuello la voz, quedando en brasas convertido, a tiempo que Pizarro, de ofrlo y vello, triste quedd, en su pecho compungido. iOh Felipe! profeta fuiste y sello: verse ha en lo que adelante ha sucedido; pues marqués y virrey, el pecho abierto, a hierro, fue Pizarro también mverto. Ast como sin rey se vic Ia tierra, rotos los escuadrones, esparcidos, algunos embrefiados por la Sierra, algunos en los valles escondidos; vinteron los caciques que, en la guerra, en mds estimacién eran tenidos, a dar la paz mostréndose obedientes, con infinito ndmero de gentes, 16 39 60 61 62 63 Pizarto, prosiguiendo su conquista, facilitando fue dificultades tales, que no hay memoria que haga lista de otras de semejantes calidades; con su esforzada y poca gente, a vista de ejércitos, castillos y ciudades, flegd y vencidé, mas no por guerra a todos; que hubo en rendirse diferentes modas. Este la fe, de voluntad, admite, mostrando Dios maravilloso efecto, que, como clementisimo, permite su sagrado evangelio escuche quieto. Aquél no quiere que su ley le quite, antes, feroz y con soberbio aspeto, las armas toma y con fas armas piensa de sustentarla, opuesto a la defensa. Porque prodigics, monstruos y portentos, con estupendas y hérridas sefiales, ven, y se escuchan, por Ios vagos vientos, amenazando rigurosos males; y por los templos del humor sangrientos, do se ofrecian miseros mortales, andan vestiglos de espantosa forma, que el astuto demonio inventa y forma, Vanos svefios fantdsticos infunde, que asombran los

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