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AGA coz7 Hod fp lt cA ANTONIO MILLAN PUELLES FUNDAMENTOS DE FILOSOFIA Decimocuarta edicién EDICIONES RIALP,S. A ‘MADRID © 1955 by arene ag Petes. (© 2001 dela presente ediign, by EDICIONES RIAL, S.A, ‘Alcald, 290. 28027 MADRID. ‘Soe ca etn era non epee Peri lr ety Sprvos poorer cour * ISBN: #4.221-3278.0 Depésito legal: M. 46793-2001, Impreso en Espasa Printed in Spain ‘Anzos, SL. Fuenlabreda (Madrid) ‘Sumario Prooce INTRODUCCION (Capitulo I: EL CONCEPTO DE LA FILOSORIA (Capitulo TEL sito DeL SABER FLOSOFICO ELENTELOGICO (Capitulo I: O86 70 ¥ NATURALEZA BELA LOGICR wn (Capitulo TV: EL concerto, tent Capitulo V: EL jucio (Cepiculo Vis EL exG08NI0 o VIl: La DEMOSTRACION ¥ LA CENCIA EL ENTE MOVIL EN GENERAL Capitulo VII: EL TEMA DE LA FLOSOFIA DE LA NATURALEZA . Capitulo IX: La cavrioAD Capitulo X: La CUALOAD .. Capitulo XI: La esravcTURA FUNOANENGAL GEL ENTE NOMIL Pig. 3 67 2 nS MI 165 191 221 253 279 caPituLo PRIMERO EL CONCEPTO DE LA FILOSOFIA 1. La definiciin nominal de la filosofia Es una observacién comiin la de que el verdadero conocimien- to de las cosas sélo se logra con la experiencia de su frecuente ‘rato, cuando hemos Tegado a adquitir con ellas una cierta con- naturalidad, por la que efectiva y propiamente se realiza su per- sonal asimilacién. Esto, que en general acontece en todo orden de asuntos, vale, de tna manera especial, para la esfera de los ‘conocimientos cientifcos, que son los més difcles de conseguir. Dé abf que 1a comprensién de la naturaleza y sentido de una ciencia sea més un resultado tardio y reflexive —sobre la base de un previo cultivo de la misma, que no una labor enteramente aptiorstica y montada al aire. Sélo, pues, tras haber flosofado, y no de cualquier modo, sino de una manera insistente y tenaz, puede llegarse a Ta posesién de una idea auténtica, realmente vivida, de lo que es la filosota. Sin embargo, tan cierto como esto es que, sin una “idea previa", {odo lo modesta que se quiera, de lo que és una determinada ac- ‘ividad cientifica, se nos hace imposible acometerla, cualquiera que awe sta el grado o la medida en que ello se intente. De ahi la con- venienci, en nuestro easo, de una inicial aprosimacién a la esencia del saber filossico, En general, toda defincién puede verfcarse de una doble ma- nera: como definicién nominal 0 como definicién real, segin se tienda, respectivemente, a la palabra 9 nombre con que desig- ‘amos @ una cosa, o a la propia y formal constitucién, cuya esen- cia se busca, de la cosa nombrada. La definiciin nominal ofrecey pues, Ia sigifcacin de una palabra; en tanto que la definici6n teal es expresiva de la esencia de wna cosa Conviene, pues, que antes de elucidar Ia nocién esencial de la filosotia, se considere aqui la signifcacién de la palabra con la cual 1a nombramos. Pero la propia definicién nominal es sus- ceptible, a su vez, de dos modalidades: la etimolégica y Ia sino- nimica, segin que el método de que nos valgamos para mani festar la signifleacién de un término sea el recurso a su origen, © la aclaracién por otras voces més conocidas y de pareja sig- nilicacibn. [La definicién etimoldgica es una especie de genealogia ver- bal; una clerta hermenéutica histrica de las palabras. La de la vor castellana “‘flosofia” no es otra que su procedencia de le latina philosophia, eco, a su ver, de la vox griega de anélogo sonido, El término griego qleavzia es un nombre abstracto, en cuya composicién interviene, junto a un término derivado de tuna raiz que significa, en un sentido amplio, 1o que en castlla- no “amar”, un ilustre vocablo —el de orgia—, euyo equivalente latino es el término sapientia, que traducimos por “sabidurfa”. Bl estoio reflejo que el saber Sonica ace de x mimo — fo: sofia de in Blosota~ corresponds, de una tanera formal In mettle, thea leacia que, por Teper cbjeo enteamenie unletia, puede ont ‘Ge sdseundhmeteedst Ins eaclas Ck Sitraco Mats Rese: i conepio de le Piowofia (bbiotees spina de’ Fosota, Mad, shy" Shere ta cinioegn entre ta verdadere viveca 1a simple iden pre via dea Flot Me Guna Monenre 5 J ZasnothrA: Fundomentor de Floste Cats 197), ¢. 1h ie EL CONCEPTO DE LA FILOSOFIA Filosofia es, asi, etimol6gicamente, cf amor o tendencia a la st biduria. Es explicable que Ia vor soya aparezca en autores que no usaron el término compuesto. Pero el sentido de la palabra ovzx fra muy amplio y comprensivo en sus origenes. HOMERO la em pleaba para designar, en general, toda habilidad, destreza 0 téo- nica, tales como las que poseen los artesanos, los misicos y los poctas. HexoDOTO llama avcéz 2 todo el que sobresale de los de- ms por la perfeccién y calidad de sus abras. Andlogo sentido tayo fen sus comienzos el tmino sonecjc, antes de revestir la signif cacién peyorativa a que se hicieron, ea buena parte, screedores Jos intelectual zaheridos por PLATS ® Parece que fue Hseicuiro quien por primera vez empleé el término gdicogue ®. Hay una venerable tradiciéa que atribuye a ,Puricosas Ia invencién del vocablo. Segin esta tradicisn, cuyos mis destacados promotores fueron, en la antigdedad, Cicendw y DiGoENES LaBacio®, eran Uamados “sabios” cuantos se dedi- ‘aban al conccimiento de las cosas divinas y hamanas y de los origenes y causas de todos los hechos; pero PrrcoRas, habiendo sido interrogado acerea de su oficio, respondié que no sabfa nin- sain arte, sino que era, simplemente, fidsof0; y comparendo la Vida humana a as fiestas olimpieas, a las que unos concutrfan por el negocio, otros para partcipar en los juegos, y los menos, en fin, por el puro placer de ver el espectéculo, venia a coneluir que slo éstos eran los Blésofos. La autenticidad de este relato, uno de los mis bellos tipi- cos de nuestra cultura, ha sido discutida por la moderna critica; 7p sgt i SES oo SS op ee Had ts magnon ‘de muchas cosas” (F, 35, Dims). 7 ae Ee aE ve cee oo ee ue LEER RO Pm hebben a ve a a Aa Bek en ase ANTONIO MILLAN PUBLLES ‘mas la anéodota vale en cualquier caso como emblema del noble ¥ desinteresado afin que conduce a la bisqueda del saber y que se ha conservado, durante milenios, como uno de los rasgos esen- clales de Ia acttud floss El verbo sflosofar” (eiucvgsb) se encuentra en HzxoDoTo, ‘quien atribuye a Cniso la siguionte frase, disigida a SoLon: “he foldo que, por el placer de la especulacién —teopins svorer— has recortida,filasofando (ouavviay), muchos pafses”*. Y Tuctor pes pone en boca de PeRIciEs, que se dirige a los atenienses, estas otras palabras: “amamos la belleza con simplicidad y filoso- ‘famos sin timidez” La articulacn més coherente de los dos elementos que en- ‘an ea Ia vor “filosofia" —y, al propio tiempo, su més penetrante cexégesis— et la que hace Pravé en el “Banquets”. Apoyéa- dose en la mitologia del Eros, el discfpulo de Sécearss hace de- cir a éste, al que finge inspirado por la sacerdotisa de Mantine, que el Amor no es un dios, sino un ser intermedio (2a) en tue dioses y hombres. Hijo de Poros (la abundancia) y Penia (Ga escasez © penuria), participa, 2 la vez, del opuesto cardeter de sus progenitores. No es, pues, ni la opulencia misma, nt la pura miseria; ni I cabal posesién, mi la indigencia estricta y absoluta. La flosofia, por tanto, no es ignorancia ni sabidurta, sino algo que no tiene el ignorante (que ni siquiera lega a per. catarse de su propia ignorancia), y de lo cual esté dispensado el Dmanting arts ets kann Epongattings Verte newaas recto BRE ie eureka h nd Stet Se i eens Nae et on ols lads ppl dea Mona seein i vei iad 4c istmonts erste iejan dear en omen (Dit gence ig tikes ti Se areal Ri nel emo eat einaeaes fe tty ete ga Sa Pel ati AS Ka acces vis EL CONCEPTO DE LA FILOSOFIA sabio, En rigor, la "modestia” socritics, por la que se concibe a la sabiduria como algo divino, més allé de los Kimites de nues- {ra natural capacidad, es 1a expresida de la flosotia como justa medida de la posibilidad intelectual del hombre. La ignorancla total es infrahumana; a plena e ideal sabiduria excede nuestro set; tnicamente la flosofia es natural y propiamente humana. Esta versién de la filosofia como vislumbre de algo que no ge a alcanzarse por completo —como un remoto atisbo de la Sabiduria— es la més honda significacién de la teorta platnica sludida. Trétase, pues, no de la misma sabiduria, sino tan s6lo del refijo 0 partcipacién de ella, que al hombre le es posible conseguir. De tal suerte, por tanto, que lo que este saber tiene de “humano”, le falta de “saber”, y es ast, esencialmente, una fensin, més que wna posesién o un verdadero logro*. Nuestra lengua carece de una correspondencia sinonimica es- tricta de Ia palabra “Glosofia". En compensaciéa, muestra cierta abundancia de vocabios y girosrelativamente afines. Como es n tural, todos ellos traducen de algin modo corrientes y doctrinas filos6ieas que han impregnado la literatura y el idioma usual. Por lo demés, es muy explicable que lo que ha trascendido al Jenguaje comin sean més bies las resonanctas précticas y las acep- ciones coneretas, que no los contenidos puramente teéricos de. sas concepciones. Por su especial influjo, merecen destacarse en- tre ellas el antiguo estocismo, la tradiciéa escoldstce y, por iltimo, Ja moderna eortiente posiiviste. + Ea docta ignoranta, de Nicouis ov Cust, y en algunas {Sema etnies ‘dl “probcmtilono fasten” y den “aston dang siber, Sy a ene eon oe ec aii ee petionepitivo que ya co"2a gen mci at flosla, (Valsae, Seintivmets, NU Hr 9K. hares como lot mis" desuceot a ANTONIO MILLAN PUELLES La huella del estoicismo se advierte en nuestra lengua en los iros y términos que expresan una idea de la filosofia como ac- titud serena ante la vida y las vcisitudes de Ia existencia humana. Es un lejano eco del viejo ideal préctico del “sabio", ya formu. Jado en Grecia y que Roma acogié con entusiasmo;, idea en la cual la sabiduria, més que un sistema de especulaciones, consti- ‘aye un estilo y un tono existencial. En su virtud, es fildsofo slo quel que “sabe” conservar el dominio de si mismo, tanto en el éxito como en el infortunio; el que mantiene imperturbable el imo en cualquier ocasién, “Tomar las cosas con filosofia” es luna frase que se deriva de esta actitud; lo mismo que el empleo de nuestro término como sindnimo de “calma” y de “paciencia”, ¥y aun de una cierta idea, no exenta de ironia en ocasiones, de sosegada resignacién y consuelo, La tradicién del escolastcismo, castiza en nuestra patria, se ‘manifesta con el empleo de términos tales como los de “‘cien- cia” y “sabiduria” en su acepcién puramente secular, como con tradistinta del sentido y origen sobrenatural y diving de le fe y Ja sagrada teologla. La filosotia es, asi, mera sabiduria del siglo, ‘por oposicién a la teologia de Ia fe, que se ampara en el dato revelado, Es verdaderamente notable la riqueza que tiene nues- ‘wa Tengua en vocablos de origen escolistico y de la més clara « intencionada acepcién metafsica, Pero la misma idea del saber filossico, tal como esa tradiciSa lo entiende, no es traducida siem- pre con ef mismo acierto; en ocasiones se la designa denomi nando al todo por la parte, como cuando se la hace equivalent la de “metatsica”; otras veees se atiende demasiado a las con- rotaciones pricticas del término y se la llega a identificar con la “prudencia", que aunque es, sin duda, un voeablo de muy ilus- ‘te abolengo en la Escuela, slo designa una especial virtud, y ‘aun en este sentido no se mantiene puro en nuestro idioms, sino que se halla en una cierta promiscuidad con las ya mencionadas esonancias estoieas; ete. En general, no obstante, ¥ como fruto ¥y presencia de la concepsin escolistica la vor “Slesolia” se toma EL CONCEPTO DE LA FILOSOFLA fn castellano como designativa de Ia suprema ciencia natural hus Por iltimo, el “positivismo ha dejado su hella en este eénero de sinonimias a través de la idea peyorativa, que, respec: tw primero de la metafsica y mas tarde de la flosofia en gene- ral, estuvo en boga en el pasado siglo. Ast, e¢ frecuente utilizar el término “filosofia” para expresar todo lo que parece una “eli cubracin sin fundamento”, una “mera abstracciéa’” © hasta una “logomaquia”. Es muy curioso el uso del plural para estas acep- clones} algo parecido a lo que acontece con el término “historia EI “dejarse de historias” y el “todo eso son puras filosolias” constituyen dos dichos tipicamente ojemplares. Independiente del positivismo, aunque 2 veces mezclada con 41, existe en castellano una acepcién del término “filésofo", que significa, en general, todo hombre abstraido y, por lo mismo, des- preocupado de las mas inmediatas y urgentes realidades. Que no se trata siempre de una acepcién despectiva, prucbalo el hecho dde que con frecuencia el “sabio distrafdo” es objeto més bien de uns benévola y complaciente hilaridad. La anéedota de TALES De Matero, quien por ie contemplando las estrellas se precipi en un ozo, es mis risuefia que moralizante, 2. El problema de la definiién real del saber filosdfco Las anteriores consideraciones sobre el doble valor, etimols- ico y sinonimico, de Ia palabra “flosofla” tienen una innegable utilidad para la aclaraciOn del respectivo concepto, Pero no bas- tan para perilario fntegramente. Més bien, por el contraio, es- timulan y urgen la conveniencia de una definiién real, Esta def- ‘ieién 5, sin embargo, uno de los més graves y esenciales pro- blemas de Ia filosofia. 'No existe una definicién de la filosofia en la que todos los ‘ilésofos estén de acuerdo; cada sistema —en ocasiones, cada -we ANTONIO MILLAN PUELLES ppensador— propone una distints, y, por lo menos aparentemen- te, no es posible integrarla en un concepto arménico, superador de toda discrepancia#, Estes, por cierto, el inicial “escdndalo” de la filesoffa: la difcultad que, ya de entrada, ofrece al prin- cipiante, y que es muchas veces decisiva para el futuro de su vvocaciéa. “Hasta cierto punto es comprensible el escapticismo que este estado de cosas ocasiona. La manera més ffeil la més tosea— de proceder frente a nuestro problema es la que consist, simple- fente, en retroceder ante el obstéculo y abandonar, sia ms, todo ‘devaneo” filosSfco, Pero, en rigor, la misma difcultad, plan- teada con toda su agudeza, es un dptimo punto de partida para Iegar a una soluci6a satsfactoria. 'Es el caso que cada una de las definiciones que se han dado de la Sosolia aspira a ser tenida como la nica exclasivamente vilida; de la misma manera que cada sistema flos6ico pretende excluir a todos los demas. El especticulo de las pugnas flos6s- ‘cas suele ser, sin embargo, contemplado de una manera harto su- petfcial. De este modo se pierde de vista 1o que debiera ser més evidente en la consideraciéa de tales antagonismos. No existen pugnas si las diversas partes en contienda no persiguen tun mismo objetivo; si, por debajo de la coisa, no se da una esencial coin- cidencia sobre la cual se alzan opuestos intereses. 'Nos encontramos, puss, ante un género idéatico, la filosotia, cuyas diferencias especticas discrepan entre sf en la medida en ‘que intentan monopolizar el mismo género a que pertenecen, Para Indagar lo que sea ese género no es necesario, sin embargo, re- ‘corret toda Ia serie de las definiciones de la filosotfa. Basta, por al contrario, asumir una perspectiva “general”. Un sistema’ flo- séfico, en efecto, acusa siempre a otro de una de estas dos co- sas (0 de ambas @ la vez): falte de completa Intitud, falta de entara “Ba mm conacgs Inroduclin lg Flosofi, O- Kure llega 2 sox tener need de entncnt toda defini de Is ‘osotl, —» BL CONCEPTO DE LA FILOSOFIA profundidad. De forma que un sistema floséfco surge frente a Jos otros para remediar uno (0 los dos) de los mencionados de- fectos. ‘Aqut es, precisamente, donde cobra su fntegto sentido la di- versidad de los sistemas y de las definiciones de la flosofie. Es la realidad entera lo que, como tal, pretenden abatcar las dife- rentes filosofias, cada una en el modo de su respoctiva interpre- tacidn. De ahi Ia extraordinaria diversidad de los sistemas filos6- ficos Si éstos se limitasen a un determinado departamento o sector de la realidad, las consideraciones qu arriba se hicieron féciimen- te se hubieran percibido, Interpretaciones tan distintas y opuestas, sistemas tan apar- tados unos de otros, como sin duda son los filos6ficos, slo pue- den chocar si todos ellos tienen por objeto el universo entero de Ia realidad. Conocimiento de la realidad total y radical profun- didad de ese conocimiento (en la medida en que una y otra cosa son asequibles al hombre) se implican y complementan, por tanto, en la nocién de Ia flosoia. La divulgada defnicién segin Ja cual Is flosoffa es la ciencia de todos los seres por sus cau sas iltimas, y que se adquiere por la luz natural de Ia rea6n, fuera de ser discuible en algin punto 0 matiz accidental, recoge ‘con amplitud, en su primera part, la fundamental coincidencia sgenérica de todos los sistemas y todas las definiciones de la flo- ‘Como ya etimolégicamente se observé, Ia flosoffa es bisque- 4a de la sabiduris. Amar a ésta es, como decia PLarén, algo ja- termedio entre posterla y no poses, De este saber que se in- fenta puede hablarse, por tanto, en dos sentidos. En un sentido ideal, es justamente lo mismo que se pretende poseers lo cual no 5, en rigor, filosofia, sino la propia sabidusia, En un sentido real ese saber, en la medida en que es objeto de hallargos, interpre- ANTONIO MILLAN PUELLES taciones y logros sucesivos, va adentrindose y cumpliéndose en Ja misma Glosotia, La filosolia es una participacién humana de la “sabiduria deal", Fl fondo comiin en el que coinciden todas las defniciones, ¥ todos los sistemas de la Slosofia es el objeto mismo de la sabi Guria, La diversidad de las definiciones y de los sistemas afect ‘ues, no a la nocién ditima de ésta, sino tan sélo a las que inten tan esquematizar el contenido de los resultados —forzosamente parciales— de su bisgued ‘Mas como quiera que Ia flosotia es uns partisipcién de ta sabiduria, puede y debe str definida de la misma manera en que define su meta y prototio ideal, con Ia esencialrestrccién de _gue se trata de algo humano ¢ in fer, Esta restriesiga permite [Goniprcnder toda Ts dversidad de sus logros y defclenciag La “ifcaltad-que al principio planteibamos es perfectamente Fetor- cible. Deir es poner limites a una cosa, dlimitarla, circunsei- Virla, La ineistencia de ane dfiniién de la fosota,unida a su mismo reverso —a saber, la plaralidad de las definiciones del sa- ber floséfeo—, demuestra justamente que tenemos que habérnos- Jas con un objeto que de agin modo escapa a toda defnicdn. La trascondencia de I iosotia a todas sus deiniciones no debe ser entendida como una absolut imposbliad de defiila 0 de saber lo que es, sino como la impostilidad de conocerla de oro modo que no sea por referencia a la meta idea, nunca alcana: da, que consituye la sebidura. Dicho de otra manera: ta impos Widad de que se trata es la de crcuseibir la flesota asus parcial’ realzaciones. Y ea este miso sentido también hay que Aad que la filosotia nunca queda integramente satisfecha con sus resultados, y toda defincion que la limite a ello va contra Su propio esi, ‘Toda defniién subsume lo dfinido bajo algo que lo excede %. La deliici6n aru alo detnide mediante dos lementor: ano oo: smite yt streacal (nero y expec) El “hombre, por elempl, Se aan EL CONCEPTO DE La FILOSOFIA Definir ta filosotia por sus realizaciones parciales es colocar el todo bajo la parte. Defnirla por cualquier otra cosa que no sea la misma referencia a la sabiduria es desconocer su carécter de cconocimieato humano supremo, La filosotia es, asf, una sabidurie participads, sapientia huma- na’, Cuando en la definicién que antes se consign’ anteponta- ‘mos la palabra “ciencia” a todas las demés de la férmla, no s pretendia colocar el saber flosfico al nivel de las ciencias de- ‘ominadas particulars, sino al contrario: iniciar Ia alusion a la sabiduria, ciencia suprema y ltima. De esta manera la flosofia se nos presenta como privativa del hombre, en tanto que la sabi- aria es patrimonio de Dios. ¥ no porque la flosoia tienda a la sabiduria, sin alcanzarla, debe desplazirsela del repertorio de las actividades humanas, “Es indigno del hombre —decia Anis- TOTELES— no buscar wna ciencia a la que puede aspirar”™. ¥ el mismo fildsofo sostiene que, “a pesar de no ser més que hombres, no debemos limitarnos, como algunos pretenden, a los conocimien- tos y sentimientos exclusivamente humanos, ni reducirnos, porque seamos mortales, a una condiciéa mortal; es menester, por el con- trario, que, en lo que depende de nosotros, superemos los limites e nuestra condicién mortal y nos esforcemos por vivir conforme 4 lo mejor que en nosotros exist Puede darse, por tanto, esta definicién de la filosofie: sabi- dduria humana. En ella 1o que habria de curoplir la funciéa del _género préximo esté susttuido por la causa “ajemplae", y lo que eine por su enguadeamiemo en el posto “anal” y su determina ports Utecenat Sant 7 oi Aaleaie seat no einen augue peg un rt tain i= en mise matera propio sere ia Rost noses aepiOe ‘8 deiicoy mis queen Informa de referio ala sabdurt,guc, Por cero, Sel eee cnaimeni ge ager lgreainee a una de as partes del ebertessacos I (Epi resp Se ae FE ae © EE Ntim, X, cap VL 8 1177 ovfianaturl, tee fon ums pts @s ‘surglga et ln inmeclats ngificcion de la conoid fase, que tango = vercspuntoy de vista: "Pe een, 18 = EL CONCEPTO DE LA FILOSOFIA ‘misma de lo que hace el origen del flosofar, pero se toca una dimeasién humana sin Ia cual ese origen careceria completamente de sentido.) EI “impulso” de que hemos hablado es precisamente 1a ten- encia al saber, a la que AmisréreLxs consideraba naturalmente humana. Con esta afirmaciéa se abrea, por cierto, os libros “me- tafisicos” del Estagirta: “todos los hombres tienden por natu raeza al suber" 8, Por tres razones cree Sixro ToMAs que 5, sfectivamente, natural esta tendencia *, En primer Tugar, el hom- bre tiende al saber “como Ja materia a la forma". Por materia se entiende, en esta terminologis, de un modo general, todo lo que es indeterminado y necesita intriasecamente de una determi- naciin 0 perfeccionamiento; y, reciprocamente, se denomina for- ‘ma a lo que perfecciona y determina de ese modo a la materi (Por el saber, en efecto, el entendimiento, que es de suyo inde- terminado y vacfo, se puebla con los seres que va efectivamente asimilando.) En segundo lugar, todo ente tiene una inclinacién natural a ss operacin propia; y la operacién propia, caracterstica del hom- bre, es justamente el suber tal como arriba ha sido caracteri ‘ado, es decir, en cuanto es algo que conviene a nuestro ser es- pecifcamente intelectual —a diferencia del animal—, pero que no es tampoco Ia sabidurfa plena y absoluta. Tal inclinacién es natus zal, por tanto, en cuanto expresiva de nuestra propia y peculiar naturaleza, Por aitimo —y aunque éste es un dato cuya perfecta com- prensién supone muchos puntos dal sistema tomista—, entiende el Santo que la felicidad humana s6lo se aleanza por aquella unién con Dios que se realiza por el entendimiento; de donde la natu- ral inclinaci6n al saber, como consecuencia de su natural deseo de felicidad. ero con todo ello queda dicho solamente que la Glosofia se WM, 900 «2, Gomi. ethaphys, Arist, Libs Ie et n ANTONIO MILLAN PUELLES encuentra, de una manera radical, en el hombre, , si se quiere, que el hombre es radicelmente filésofo. Cabe, por tanto, prégun- {arse ahora: zqué es preciso, de hectio, para que también 16 sea de una manera formal? Tal et el tema de la mocién o impulso efectivo del flosofa. Piatéw y Anist6reLes lo ponen en la admiracisn. Segin esto, el impulso determinante de la actividad filoséfica no debe ser identficado a la ordinaria solfeitud con que la realidad nor- malmente pulsa nuestra facultad sensible. El entendimiento es smovido @ la ilosotfa con una mocién extraordinaria: sacudide por tuna “conmocién”. En ol conocimiento puramente sensible, la es- pontinea tendencia a la aprehensién de las cosas se despliega, de una manera esencialmente féci, sobre la realidad en tomo y en ella se desliza normalmente, como en silencio de toda in- terna trepidacién. Los datos sonsibles se encuentran ahi, frente nosotros, con nosotros, y su presencia parece resultarnos lo mis natural del mundo. Pero de pronto algo surge que atrae nuestra atencién y nos Ja roba de todo lo demés. Este algo “se sale de lo corriente”: es tuna cosa extraordinaria y que nos admira, La admiracién se dis- tingue de la mirada indiferente y distralda en que es un mirar que se adhiere a su objeto y pugna por penetrarlo. Por eso, no 5 munca un mirar puramente sensible, sino que implica, por su misma esencia, una operacién intelectual. Esta operacién sin em- bargo, no es un conocimiento positivo, algo que nos “informe” sobre la cosa admirada, sino al revés: un no “saber explicarnos” ‘cémo ella sea posible. Nos asombramos al daros cuenta de algo de que no podemos dar cusnta. Conviene distinguir en la paradéfica estructura de Ta admi- ‘acién dos notas © matices que se mezclan y entrecruzan, hacien- SE Puarow: “La pasidn expecifin del féeoto es In admiral, pes no es tool pincipio de a Sleotia® (Footer 155 dy, 9 AmToTet "Bor i adireign bon emperade Tor hombres aor ¥ ate Hla ime A SRE'B, 12 am EL CONCEPTO DE LA FILOSOFIA do muy difcl su andlisis. Hay en la admiracién un factor inte- Tectual y otro sentimental. Lo extraordinario y sorprendente, lo maravilloso, seduce nuestro interés. Pero, a la vez, inguieta y per- turba a I inteligencia. La admiracién que da lugar a la filosotia no es tanto un admirar algo, como un “admirarse de" algo. Por fl ssombro viene a ponerse en juego el entendimiento, en una primera operacién intelectual, que consiste tan slo en darnos ‘cuenta de nuestra propia ignorancia, Frecuentemente, nuestra capacidad de admiracién parece ha- arse inmerse en una especie de sueic, del que tnicamente presencia de 1o misterioso logra hacerla salir, En ocasiones, la propia admiracién se detiene en su fase sentimental y parece cohi bir toda manifestacién del espvitu, Sin embargo, ya en estos mis- ‘mes casos existe un cierto reconocimiento de nuestra ignoran Lo que acontece es que este réconocimiento no es plenamente ef- az, porque se encuentra ahogado por una densa capa de sentimien ‘to admirativo. S6lo tiene vigencia cientiiea la admiracién cuyo ‘matiz intelectual logra imponerse, haciendo del reconocimiento de nuestra ignorancia un impulso que excite el natural deseo humano de saber. En la base de la teoria platOnico-aristotlica de la admiracién como principio del saber se halla la préctica de la “Ironia” so- crates. La admiraciéa, como Ia ironfa que inspira a tantos did- logos platénicos, nos hace caer en la cuenta de nuestra propia ig- norancia. SécaaTEs hace admirarse a sus contempordneos de las cosas que tenfan por més palmarias. La admiracién y la ironia ponen “entre paréatesis” los mismos conocimientos dei saber vul- far y mueven al intelecto @ penetraros con una nueva mirada, ‘que es ya, precisamente, el ejercicio dal saber cientiico. La admiracia, sin embargo, no es la filosofla més que de luna manera incoativa. Si no tiene eficacia para movernos a la aspiracién de la sabiduria, carece del defiitivo valor intelectual En todo caso, la admiracién es s6lo el principio de la actividad floséfica. Esta no se limita a sei a ANTONIO MILLAN PUELLES preguntas, sino que intenta explicar aquélos y responder a és tas. Por lo demés, en todo ser, justamente por “set”, esté pre= sente una misteriosa condicéa, fuente inagotable del filosofr. ‘La admiracién, que hace de principio de ta actividad floss- fica, es susceptible de muy diversas formas y puede producirse por distintos motives, El “admirarse do" no se refiere s6lo a las cosas externas, distintas del sujeto que se asombra, Puede, en cefecte, ccurrir que lo que se nos vuelva problemético sea nues- tra misma subjetividad, en una de sus miltiples facetas, 0 tal ‘yer en conjunto, precisamente como subjetividad. Determinadas situaciones vitae, en las que el hombre parece replegarse so- bre su propio ser, concentrando en sf mismo la fuerza de la atenci6n intelectual, favorecen, sin duda, la meditacin de tos te- ‘mas antropolégicos, aunque través de ellos puedan alcanzat tuna virtvalidad filos6fica més amplia. La consideracién del tema de la muerte o la del fendmeno, profundamente humano, de la “angustia vita”, son ocasiones privlegladas, fuentes excepciona- les de admiracién y, por tanto —si se sabe penetrarlas—, tam- bién de flosofa. ‘Tan extremoso es, no obstante, circunscribir el campo de la aadmiracién a los solos problemas de la subjetividad humana, como entender que aquélla debe recaer tnicamente sobre los dems se- res, Y, por otra parte, es conveniente observar que la simple “vivencia", por intensa que sea, de las situaciones que hemos con- siderado excepeionales o privilegiadas a los efectos de la admi- racién, no es fiosofia, ai siquiera, tampoco, admiracién que nos cconduzea a ésta, mis que en el caso de que el factor intelectual presente siempre en el verdadero asombro, tanga la suficente Iu tidez ¥ no esté perturbado por el predominio de los factores emo- cionales, La flofofia no es una sensiblerfa ilustrads, ni Ia admi- EL CONCEPTO DE LA FILOSOFIA racién un mero estado afectivo (mucho menos, una simple viven- cia patobgica), En este mismo sentido también conviene aiadir que la "ex- traiieza” de que parte el fildsofo no es el prurito, pedantesco y burdo, de fingir repugnancia a las més obvias y elementals evi- dencias, Y es muy necesario distinguir Ia auténtica vocaciGn por Ja filsofia y lo que tan solo constituye una superficial complacen- cia —mero esteticismo— ante el estilo, fecuentemente nervioso ¥ paradéjico, en que el fil6sofo plantsa sus problemas. La filo- Solis no es un sistema de reactivosliteraries, ni sw funcién con- siste en provocar “trascendentales” estremecimientos. 4. Sentido y fnalidad de la filosofia La mis frecuente y divulgeda objecién a ls filosofia ¢s la que insite —desde el positvismo, sobre todo— en que se trata de tuna actividad perfectamente “indtil”, sin valor, por tanto, para cl hombre prictico, Esta objecién afecta especialmente a la parte més noble de la filosofia, 1a metafiica; pues respecto de otras, como, por ejemplo, Ia psicologia y la étice, se advierten inme- diatas conexiones con 1o que, en un sentido muy estricto y prag- Imético, se conviene en amar “la realidad”, Tel realidad, que no 8 otra, en sustancia, que la de la vida de negocio en sus con- ‘retas ¢ inapelables urgencias, no sélo quedaria fuera de la com: sideracion més Upicamente filoséfica, sino que tampoco recibir Dingin provecho de ella. Hay ciertamente un punto de razéa en todas estas conside- raciones. Ante todo, es verdad que la filosofla no se dirige a est realidad asf delimitada de una manera puramente pragmética, Me- jor dicho, no se refiere a ela, en ningin caso, de una forma prag- mitica a su vez. Y es también necesario aiadir —desde el punto de vista de los hechos— que, camo quiera que el filosofar es una actividad esencialmente especulativa, no s6lo no se afana con esa ANTONIO MILLAN PUBLLES realidad, sino que positivamente hace que nos desentendamos © LE: Clatification des” sciences; F. Rowsxo y E, PUCCIARELA Léica; Z. Gonzkix2: Filosofia elemental, 1.8.

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