Você está na página 1de 9

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD DEL ZULIA


FACULTAD DE CIENCIA JURÍDICAS Y POLÍTICAS
ESCUELA DE CIENCIA POLÍTICA
METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN POLÍTICA I

SEPARACIÓN DE LOS PODERES

AUTORES:
Adjunta, Andrea 20.370.231
Estrada, Manuel 19.450.031
Fernández, Francis 19.427.231
Medina, Verónica 19.907.692
Mujica, Libia 19.829.319

Maracaibo, noviembre 2009


INTRODUCCIÓN

Desde el propio mundo helénico se apuntaba la necesidad de la determinación de las


funciones del aparato político. El exponente de aquella idea sería el filósofo clásico Aristóteles,
quien señalaba que tales funciones debían ser expresadas a través de la deliberación, mando y
justicia. A pesar de que estas sustanciales premisas marcaran el inicio de la doctrina de la
separación de las diversas funciones, de allí no puede extraerse aún lo que conocemos hoy día
como doctrina de la separación de poderes. Sus umbrales se encuentran en las luchas políticas
desarrolladas frente al absolutismo, régimen que centralizaba todo el poder y funciones
estatales en un monarca; de allí surgiría, en manos de John Locke, los principales rasgos de
esta doctrina, al señalar el inconveniente de hacer recaer en una sola persona los diversos
atributos del poder.

No obstante, la exposición más sistemática de la separación de poderes emana de la


filosofía política del siglo XVIII quien tendrá en Montesquieu su principal expositor. “Que el
poder detenga el poder: que lo detenga por y para la libertad del hombre. Que una misma
persona no posea todo el poder, porque entonces la libertad fenece”. Este pensamiento resume
de alguna manera el interés de los diversos tratadistas; la existencia un sistema de frenos y
equilibrios, a fin de que aquellos individuos excesivamente ambiciosos tengan escasas
posibilidades de aprovecharse de su poder.
SEPARACIÓN DE LOS PODERES

La Separación de los poderes históricamente encuentra su origen en las ideas y


pensamiento de grandes filósofos políticos, tales como Platón, quien en su obra “Las Leyes”
comienza a trazar los principios de esta doctrina, exponiendo una forma mixta de gobierno cuya
esencia es la combinación de principios políticos opuestos; pero fue realmente el pensamiento
de Aristóteles, el que consolida esta idea.

“En todo gobierno hay tres partes cuyo interés y conveniencia debe consultar el
buen legislador, Cuando las tres están bien constituidas, el gobiernos es bueno
necesariamente; y las diferencias que existan entre esas partes, es los que
determina la diversidad de los Gobiernos: Una de las tres partes es la encargada de
deliberar sobre los negocios públicos; otra ejerce la magistratura, siendo preciso
determinar cuáles son las que han de establecerse, cuál debe ser su autoridad
especial y de qué modo se han de regir los magistrados, La tercera es la que
administra justicia” (Aristóteles citado en Fajardo, 2005, p. 199)

Es de esta manera, en consideración de las diversas actividades que se tienen que


desarrollar en el ejercicio del gobierno, que Aristóteles hace referencia a una división que
comprendía tres grandes poderes: legislación, ejecución y administración de la justicia,
encontrándose en manos de personas distintas para lograr un buen gobierno.

Las ideas planteadas por Platón y Aristóteles abrirán un ciclo donde la concepción de la
separación de poderes se basará en la existencia generalmente de tres poderes que se
justifican por necesidades funcionales y de mutuo control; en consecuencia Levellers consideró
en 1657 en su libro “An examination of the political part of Mr. Hobbes´ Leviathan”, que la
doctrina de la separación de los poderes es una mera división de las funciones del Estado,
concluyendo así, tal como lo expone Zavaleta, en la existencia de un triple poder civil, o al
menos tres grados de ese poder: “… el primero es el legislativo, el segundo el judicial y, el
tercero, el ejecutivo” (Zavaleta, 2009, p. 1).

Sin embargo, quienes realmente aparecen como formuladores de la doctrina de la


separación de poderes son Locke y Montesquieu. John Locke fue el tratadista que señaló que
la potestad suprema no podía permanecer más en manos de una sola persona, sino que debía
fraccionarse en tres poderes separados, ocupado por personas distintas; “Así existiría: a) un
poder legislativo, destinado a fijar las normas permanentes y estables, b) un poder ejecutivo,
3
destinado a ejecutar las leyes establecidas; y c) un poder federativo, dirigido a tutelar los
intereses del Estado en las relaciones internacionales”. (John Locke citado por Colombo, 1932,
p. 86).

“Podría constituir una fuerte y peligrosa tentación para la frágil naturaleza


humana, inclinada a abusar del poder el hecho de que las mismas personas que
detentan la potestad legislativa tengan también en su mano la potestad ejecutiva,
de la cual estarían prontos a servirse para eximirse de la observancia de las leyes
establecidas, y para acomodar las leyes mismas a su propio provecho, llegando por
ese camino a alimentar intereses distintos de los de toda la comunidad y
consiguientemente contrarios a la finalidad principal de todo gobierno y de toda
sociedad” (Colombo, 1932, p. 86).

Aún así, no se llegaba a formular la teoría del equilibrio de poderes, la cual supone que los
tres poderes sean colocados en el mismo plano para de esta manera controlarse
recíprocamente y evitar cualquier peligro de despotismo; por el contrario Locke solo se limitó a
subrayar la separación de poderes, subsistiendo en él un principio jerárquico en el cual el poder
legislativo tenía supremacía sobre el ejecutivo. A este propósito expresaría, “En todo caso,
mientras que el gobierno subsiste, el poder supremo es el legislativo, porque quien pueda dar
leyes a otro debe ser necesariamente superior” (John Locke citado por Colombo, 1932, p. 87).

Para Locke, el Gobierno sólo tiene sentido si las renuncias realizadas al constituirse la
sociedad rebosan en una mayor libertad, en un espacio de seguridad civil, y la división de
poderes está pensada con ese fin; es de ello que se construye una relación de equilibrio entre
el Poder Legislativo y el Ejecutivo, pues mientras que el primero posee la supremacía resultada
de la representación popular y la formulación de reglas abstractas, el segundo cuenta con las
facultades necesarias para el correcto ejercicio de las funciones que les son inherentes. Por
otra parte, se ha dicho que la obra de Locke no determina los mecanismos institucionales
adecuados para regular las relaciones entre el Rey y el Parlamento, aunque a pesar de ello
consiguió delimitar bien sus funciones respectivas.

Siguiendo la huella de John Locke encontraremos a Montesquieu, quien aunque se asemeja


a Locke en la convicción de dispersar el poder en diferentes manos, se aleja de este en la
certeza de que en vez de subordinarse un poder a otro, era necesario encontrar la manera de
coordinar los tres poderes, para así colocarlos y mantenerlos en equilibrio estable; asimismo,
suplanta el poder federativo por el judicial. Pedro Bracho señala que, Montesquieu busca
4
pensar la sociedad en término de equilibrio, pretender convertir el equilibrio inestable de las
sociedades en un equilibrio estable, de allí su partido por la monarquía y su doctrina de la
separación de poderes (Bracho, 1989, p. 48)

Fueron veinte años los que dedicó Montesquieu a viajar y estudiar a todos aquellos autores
que le habían antecedido en la idea de encontrar una fórmula para extinguir los regímenes
absolutistas, entre ellos Platón, Aristóteles, Cicerón, Polibio y otros autores antiguos, así
también como de sus antecesores más cercanos como Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Bossuet y
Locke. Montesquieu no solo fue un estudioso de la política de su época, sino que se dedicó a
trasladarse al lugar de los acontecimientos; así lo tenemos asentado en Londres entre los años
1729 a 1731 estudiando el régimen político de los ingleses.

De esta manera, la doctrina de la separación de poderes tendría a su principal exponente en


Montesquieu, quien en su obra L’espirit des Lois (El espíritu de las Leyes) plasma de manera
sistemática este principio. En ella el autor construyó un modelo de las funciones estatales que
ha sido aplicado y ha perdurado durante dos siglos. El contenido de la obra proporciona una
visión clara de la vinculación entre el principio de legalidad y la división de poderes, así como la
clara distinción entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que constituirán los pilares del
Estado de Derecho de tendencia liberal.

Pedro De Vega afirma en su obra, que según Montesquieu la mejor garantía de la libertad y
la salvaguardia más conveniente frente a posibles tiranías políticas se encuentran una
separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, tal como él se imaginaba que existían
en Inglaterra; “La idea de Montesquieu sigue siendo viable toda vez que la división de poderes
funciona como una especie de balanza de pesos y contrapesos por medio de la distribución del
poder” (De Vega, 1995, p. 110).

Es de esta manera, que Montesquieu, distingue tres Fuentes de Poder: “la Potencia
Legislativa, la Potencia Ejecutiva del Derecho de Gentes y la Potencia Ejecutiva de las cosas
que depender del Derecho Civil” (Montesquieu citado por De Vega, 1995, p. 107). Siguiendo la
línea de pensamiento de Pedro Bracho, la Potencia Legislativa sería aquella que hace leyes por
un tiempo o para siempre, corrige o abroga las ya hechas; la Potencia Ejecutiva,
5
hace la guerra y la paz, envía o recibe embajadas, establece la seguridad, previene invasiones;
y por último, la Potencia Judicial es aquella que castiga los crímenes o juzga los diferendos
entre los particulares (Bracho, 2009, p. 158)

Montesquieu buscando evitar el abuso de quién detenta el poder y por ende intentando
impedir algún peligro a las libertades públicas advierte la necesidad de que se distribuya el
poder en diferentes hombres.

“Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistratura, el poder


legislativo está unido al poder ejecutivo; no existe libertad; porque se puede temer
que el propio monarca o el mismo senado hagan las leyes tiránicas para ejecutarlas
tiránicamente. Y tampoco hay libertad cuando el poder judicial no está separado del
poder legislativo y del ejecutivo. Si estuviese unido al poder legislativo el poder
sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario: porque el juez sería al
propio tiempo legislador. Si estuviese unido al poder ejecutivo, el juez podría tener
la fuerza de un opresor”. (Montesquieu citado por De Vega, 1995, p. 107).

El profesor Pedro Bracho en su obra Fundamentos del Derecho Público, nos indica diversos
supuestos utilizados en la descripción de la separación de los poderes realizada por
Montesquieu, que forman base principal en la misma, como lo es la seguridad jurídica, cuyo
objeto de que un ciudadano no pueda temer a otro ciudadano, establece la necesidad de un
gobierno que lo garantice; por otro lado establece la auto-limitación de los poderes como otro
supuesto, donde es necesario que el poder detenga el poder (sistema de pesos y contrapesos),
mediante la facultad de estatuir o derecho de ordenar por sí mismo o corregir lo ordenado por
otro, y la facultad de impedir o derecho de anular una decisión tomada por otro. Además,
establece como otro supuesto el equilibrio entre clases mediante el Bicameralismo y la
Monarquía Constitucional, y la separación entre sociedad civil y política donde es necesario que
el pueblo haga por sus representantes lo que no puede hacer por sí mismo (Bracho, 2009,
p.159).

Por lo antes señalado muchos autores dicen que Montesquieu “es” la Separación de
Poderes, porque sus bases son científicas y de él es el mérito de que el Poder limita al Poder,
asimismo se encargó de darle bases imperecederas a las teorías de sus antecesores, como de
haber razonado la separación y los propósitos que perseguía. Pero detrás de toda esta
concepción de la separación de poderes, tal como la describió Montesquieu y como ha
6
perdurado desde entonces, se puede observar que no contempla en realidad una separación
absoluta entre los tres poderes, puesto que se trataba de separación, sino de combinación de
fusión y de enlace de los poderes (Bracho, 1989, p. 49).

Siguiendo esta doctrina de Montesquieu, diversos estudiosos como Althusser interpretaron


esta separación en función de las clases sociales y legaron el término “potencia” como referido a
los diversos actores del “sistema político” del siglo XVIII, siendo así la famosa separación de
poderes, sólo un reparto ponderado del poder entre potencias determinadas. Esta concepción de
la separación de los poderes, originó diversas exposiciones de lo que esta doctrina podría llegar
a ser, hasta que en el siglo XIX la doctrina jurídica liberal llevó la concepción de la separación de
los poderes a sus máximas consecuencias, convirtiéndola en un dogma del constitucionalismo
liberal, donde la separación de los poderes proclama la separación absoluta de ella
considerándolos como fracciones de soberanía y no como potencias. Todo esto, junto con la
existencia de unos derechos fundamentales, pasa a ser un requisito imprescindible para evitar la
arbitrariedad del poder público y, por tanto, conseguir garantías para la autonomía individual de
la acción (Zavaleta, 2009, p. 1).

Este nuevo escenario conduce al principio o dogma de la separación de poderes a nuevas


consideraciones dentro del terreno del Estado Moderno, donde se descarta la idea de una
separación total de los poderes, para dar paso así a los principios de una separación atenuada,
la cual permite una separación de funciones admitiendo vinculación entre los poderes. Son estos
los principios y reglas en los que se fundamentan Ángel Fajardo para establecer un concepto
bien claro de lo que vendría a ser la separación de poderes:

“…una separación mitigada, compatible con el hecho de la participación de los


poderes en las mismas funciones, o lo que es igual: Un sistema ligado o equilibrado
de poderes, cuyo juego constituye, para el gobierno del Estado, una vida interna
permanente y continuada, al mismo tiempo que una garantía de la libertad”
(Fajardo, 2005, p. 201)

De esta misma manera, Fajardo afirma que la separación de los poderes, dentro de la
concepción establecida por el mismo autor, constituye la fórmula perfecta para que el gobierno
pudiese funcionar dentro de la organización política descentralizada y al mismo tiempo dejar
afuera a todo poder que de alguna manera es autoritario, para llevar a efecto una organización
donde todas las fuerzas se unen para crear un Estado que existe en sus órganos, donde cada
uno de los poderes viene a lograr el equilibrio del gobierno mediante una recíproca vigilancia y
7
control; de modo que ellos puedan frenar, unos a otros, cualquier posible extralimitación de
facultades o funciones, y a la vez moderar la acción del Estado con relación a los derechos del
hombre (Fajardo, 2005, p. 201)

Asimismo tenemos que Manuel Ossorio en su Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y


Sociales, se refiere a la separación de poderes como la independencia que deben mantener los
Poderes Legislativos, Ejecutivo y Judicial, como garantía del respeto debido a los derechos
individuales y públicos; el mismo autor aclara que, más que de una separación, se trata de un
equilibrio entre los tres, pero sin merma de la mencionada independencia , precisamente porque,
como queda dicho, es ésta la característica de los regímenes políticos democráticos, pues la
separación no se da en los sistemas de monarquía absoluta, o de totalitarismo (Ossorio, 2000)

Por otro lado, numerosos estudiosos sugieren que la esencia de esta separación no se
encuentra en los poderes, tal como lo han expuestos diversos autores tradicionales y modernos,
sino que ésta es únicamente una separación de funciones o facultades, considerando al poder
como único e indivisible por lo que no puede ser dividido para su ejercicio. Al respecto Carré de
Malberg, considerando también la indivisibilidad del poder, sostiene que la denominación
correcta para este principio debe ser “separación de funciones”. Por su parte, otros autores han
aducido otras concepciones en explicación de este principio, atribuyéndoles denominaciones
adecuadas, respectivamente, como: “coordinación de poderes”, “reparto de poderes”,
“independencia de poderes”, entre otras similares pero con orientaciones diversas.

Tal como lo podemos observar, no se puede establecer un término y/o definición absoluta y
original para la separación de poderes, puesto que en su contenido siempre tendrá el peso de
una tradición de cultura y determinaciones sociales que van a marcar su concepción e
interpretación; sin embargo, en consideración de las doctrinas y formulaciones expuestas, se
puede referir a la separación de poderes como un principio de organización política
fundamentado en la distribución de las distintas funciones y atribuciones de la autoridad pública
del Estado, las cuales reposan en distintos organismos públicos; pero a la vez conectados para
una función armónica que es la función del Estado.
FUENTES CONSULTADAS

Bracho, P. (1989). Iluminismo, Montesquieu y la teoría política moderna: la técnica de la separación de


los poderes. Cuestiones Políticas, Nº. 48-49, p. 43 – 52, Maracaibo, CIEPA, Universidad del Zulia.

Bracho, P. (2009). Fundamentos de Derecho Público. Una estrategia para su estudio. Caracas-Valencia:
Vadell hermanos Editores.

Colombo, A. (1932). Ideas políticas y sociedad. Bilbao: Mensajero.

De Vega, P. (1995). Del espíritu de las leyes por Montesquieu. Madrid: Tecnos.

Fajardo, A. (2005). Principios de Derecho Constitucional general y venezolano, desde la tarima del
profesor. Caracas: Editorial Don Bosco.

Ossorio, M. (2000). Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales. Buenos Aires: Heliasta.

Zavaleta, R. (2009). La División de Poderes I. Acuerdos por Ruth Zavaleta; disponible en:
http://www.centrodeinteligenciapolitica.com/2009/08/la-division-de-poderes-i-acuerdos-por.html
[consultado 01/ 10/ 2009]

Você também pode gostar