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I. INTRODUCCIÓN.

A. En todas las religiones que hay en el mundo, se emplean diversos términos


para distinguir al clero religioso de los laicos comunes: muy reverendo,
reverendísimo, padre, santísimo padre, santísimo, pastor, rabí, su
eminencia, su excelencia, su santidad, etc. La distinción es muy común en
los sistemas religiosos establecidos, pero en esta lección queremos saber si
Dios la originó y lo aprueba, o si es solamente una tradición humano-
religiosa no bíblica que debiéramos rechazar.

B. El profesor de teología Cletus Wessels dice que “no hay mención alguna
del clero ni de los laicos en el Nuevo Testamento ni pruebas de que
existieran en tiempos apostólicos” (Wessels, 2003:93).

C. La Enciclopedia del Cristianismo comenta: “Se produjo gradualmente una


diferencia: el clero, ―la clase dirigente―, y los laicos, todos los demás.
[…] A los miembros ‘comunes y corrientes’ de la iglesia se les veía como
personas sin ninguna preparación en temas religiosos”.1

D. En su tesis doctoral titulada La iglesia como comunidad redentora y


terapéutica, el Dr. Mario E. Rivera, ha dicho que la iglesia primitiva no
conoció tal jerarquía en la que había unos por encima de otros, y afirma que
“dicha dicotomía es el resultado de un error que se introdujo [...] en los
primeros siglos de la Iglesia, y el cual dio origen a las jerarquías
eclesiásticas. Tal error no fue nunca el espíritu de la comunidad cristiana
primitiva”.2

E. La separación entre clérigos y laicos se hizo muy notoria durante el siglo


III d.C., y, como veremos en esta lección, la distinción no sigue el modelo
que estableció Jesús ni los apóstoles ni el resto de la Iglesia del siglo
primero. En La UCLi creemos que lo anterior es importante, porque, como
dice el Dr. Rivera: “Si la Iglesia no es una comunidad genuina no podrá
cumplir su verdadero llamado. Su vida debe ser una vida de comunidad.
Esto significa entre otras cosas que en una iglesia cristiana genuina no hay
lugar para la dicotomía entre ministros y laicos”.

1 Enciclopedia del Cristianismo (2005). Páginas 752.


2 Rivera, Mario E. (1979): La Iglesia como Comunidad Redentora y Terapéutica; San Juan, Puerto Rico; Págs. 50,51.
II. UN TIPO DE MINISTERIO ALTERNATIVO.

A. La víspera de la muerte de Jesús, sus más íntimos amigos se enzarzaron en


una apasionada disputa “sobre cuál de ellos sería el más importante”
(Lucas 22:24). 3

1. Más de una vez, Jesús se había visto en la necesidad de intervenir


para detener los altercados que estallaban entre sus apóstoles sobre
temas aceca de los cuales tenían una forma incorrecta de pensar.

2. En aquella noche crucial, Jesús se vio obligado a recordarles una


vez más lo que se esperaba de un ministro cristiano verdadero: “El
mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el
que sirve” (Lucas 22:26).

B. ¿Cuáles fueron las raíces de la disputa apostólica sobre la primacía? Los


apóstoles tenían una idea equivocada de la importancia de la jerarquía y la
prominencia.

1. Antes de Jesús, el principal ejemplo en materia de liderazgo


religioso lo habían puesto los escribas y los fariseos: en lugar de
ofrecer al pueblo una verdadera guía espiritual, estos falsos
ministros se ratificaban en las rigurosas tradiciones y reglas que
‘cerraban a los demás el reino de los cielos’.4

2. Se trataba de seres egocéntricos que solo estaban interesados en


adquirir una buena posición y un papel preponderante en la sociedad
y efectuaban sus obras “para ser vistos por los demás” (Mateo 23:4,
5, 13).

C. Jesús da a conocer un nuevo tipo de ministerio, no basado en el egoísmo


sino en el servicio abnegado.

1. “No permitan que a ustedes se les llame ‘Rabí’ […] y no llamen ‘Padre’ a
nadie en la tierra […] ni permitan que los llamen ‘Maestro’ […] El más
importante entre ustedes será siervo de los demás” (Mateo 23:8-11).

2. Si los discípulos de Jesús querían ser verdaderos ministros, no debían


imitar a los caudillos religiosos de su época, sino a Jesús, quien había
venido “para servir” (Mateo 20:28).

3. Jesús, literalmente se desvivió por servir al prójimo. Se compadeció de las


muchedumbres maltratadas en sentido espiritual que acudían a él. Deseaba
ayudarlas. Y puesto que el móvil de su ministerio fue el amor generoso,
esperaba que sus discípulos tuvieran esa misma actitud (Mateo 9:36).

3 Los énfasis son míos, y a menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas serán tomadas básicamente de la Sagrada
Biblia Nueva Versión Internacional en español y de la New International Version en inglés. Cuando se trate de la
traducción al español, la llamaremos NVI; cuando se trate de la traducción al inglés, NIV.
4 Mateo 23:13.

3
4. El énfasis que Cristo puso en dar y en atender las necesidades ajenas
fue lo que hizo tan peculiar su concepto de ministerio. Él educó a
sus propios ministros para ser obreros, pescadores y pastores en
sentido espiritual, más bien que místicos y académicos ataviados de
forma especial (Mateo 4:19; 23:5; Juan 21:15-17).

D. Con el paso de los siglos, este virtuoso modelo alternativo de servicio (o


ministerio) cristiano quedaría desvirtuado.

1. Lo que empezó siendo un ministerio cristiano plural de


predicadores y maestros genuinos, se convirtió en una institución
formal y jerárquica.

2. Se formaron órdenes y categorías, las cuales fueron investidas de


prestigio y autoridad que llegaron a amasar grandes fortunas.

3. Surgió una clase clerical dedicada más que nada a la administración


de los sacramentos y a dar consejo a los laicos descarriados.

4. El cristianismo de la era apostólica cambió. Pasó de ser una religión


activa en la que todos sus integrantes eran y actuaban como
ministros a una pasiva en la que solo un puñado de personas
ordenadas (o autorizadas) y que habían recibido una preparación
académica de élite podían predicar y enseñar.

III. LOS OBISPOS DE LA IGLESIA Y OTROS DIÁCONOS.

A. Las Escrituras del Nuevo Testamento enseñan claramente que todos los
creyentes cristianos bautizados son ministros de Dios y que ninguno es
superior o inferior a los demás.

1. 2 Corintios 3:5-6. “Nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha


capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra
sino el del Espíritu…”

2. Alexandre Faivre: “Efectivamente, la época apostólica insistirá en


la ausencia de clases […] en el seno de las comunidades cristianas”.5

3. La ausencia de clases en la iglesia primitiva estaba en conformidad


con lo que Jesús dijo a sus discípulos: “No permitan que a ustedes
se les llame ‘Rabí’ [maestro], porque tienen un solo maestro y todos
ustedes son hermanos” (Mateo 23:8).

B. Se entiende que en las comunidades cristianas (iglesias) siempre hubo


discípulos espiritualmente maduros que ejercieron la supervisión de las
mismas, lo cual incluía ser diáconos, obispos (pastores) y maestros.

5 Faivre, Alexandre (1990): The Emergence of the Laity in the Early Church, p. 47.

4
1. Hechos 20:28. “Tengan cuidado de sí mismos y de todo el rebaño
sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para
pastorear la iglesia de Dios,6 que él adquirió con su propia sangre.7”

2. Los obispos o encargados, no eran profesionales de la religión, ni


clérigos u oficiales a sueldo. En su mayoría eran padres de familia con
trabajos convencionales.

3. Obispo: Traducción tradicional del término griego epískopos, de epi-


(sobre, por encima) y skopos (mirar, observar, examinar), que significa
“supervisor, superintendente, inspector, guardián”. Parece ser
equivalente a presbyteros, anciano, (véase Hechos 20:17,28; 1 Pedro
2:25). Más tarde comenzó a usarse el término para designar a los que
supervisaban varias congregaciones en un mismo distrito.

4. El título “presbítero” o “anciano” indicaba la madurez y experiencia


espiritual de aquellos a quienes se les atribuía; el término “obispado”
hace referencia a la naturaleza del trabajo que los ancianos realizaban.

5. Los que ejercían esa labor de supervisión o superintendencia eran


varones que cultivaban las cualidades que Dios esperaba (y espera) de
un hombre espiritual: “El obispo debe ser intachable, esposo de una
sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de
enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino
amable y apacible. Debe gobernar bien su casa…” (1 Timoteo 3:1-7).

C. La palabra griega diáconos se emplea muchas veces en la Biblia con el


sentido de “ministro”.

1. La Enciclopedia de la Religión dice que esta palabra “indica no una


posición, sino la relación de servicio del ministro con la persona a quien
sirve: seguir el ejemplo de Cristo […] es la esencia del entendimiento
cristiano del ministerio”.

2. W. E. Vine afirma que diákonos primeramente denota a un miembro de la


servidumbre. Añade que también “se refiere en el Nuevo Testamento
[tanto] a los sirvientes domésticos [como a] los seguidores de Cristo en
relación los unos con los otros, […] los siervos de Cristo en el trabajo de
predicación y enseñanza, [y a] aquellos que sirven en las iglesias”.8

3. El Nuevo Testamento indica que lo que hace a alguien ministro cristiano


no es un atuendo distintivo, un ritual elaborado, un salario o un certificado
académico de estudios teológicos, sino su labor desinteresada. El apóstol
Pablo señaló la actitud que debían tener los ministros y les animó a que
‘no hicieran nada por egoísmo o vanidad; más bien con humildad
considerando a los demás como superiores’ (Filipenses 2:3).

6 Variante textual: “…del Señor”.


7 Variante textual: “…la sangre de su propio hijo”.
8 Vine, W. A. (1966): An Expository Dictionary of New Testament Words, p. 272, 273.

5
IV. ALGUNAS CONSECUENCIAS DE UNA FALSA ESTRATIFICACIÓN
SOCIAL CRISTIANA.

El apóstol Pablo animó a los creyentes a que observaran aquel viejo dicho que
aconseja “no ir más allá de lo que está escrito” (1ª Corintios 4:6). Y es que,
cuando las personas pasan por alto esta sabia directriz, suelen producirse daños
espirituales. Este ha sido el resultado de la falsa estratificación social de la iglesia
entre clérigos y laicos.

A. La existencia de una clase clerical da a entender que la persona tiene que


sentir una vocación o llamado especial de ser ministro de Dios a fin de formar
parte de ella. Pero las Escrituras enseñan que todos los verdaderos cristianos
deben servir a Dios y alabarlo (Romanos 10:9-10). También anima a los varones
cristianos a que se esfuercen por alcanzar el privilegio de ministrar, o servir, a la
congregación sobre la base de los dones que el Espíritu Santo les otorgó (1
Corintios 12:4-11; 1 Timoteo 3:1).

B. La distinción entre el clero y los laicos contribuye a ensalzar al clero, y


prueba de ello son los títulos religiosos adulatorios (“reverendísimo”) y hasta
francamente blasfemos (“santo padre”). Sin embargo, Jesús dijo: “El que es
más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante” (Lucas 9:48). En
coherencia con esa actitud humilde, también aconsejó a sus discípulos que no
adoptaran títulos religiosos como “rabino”, “padre” o “maestro” (Mateo 23:8-12).

C. Una clase clerical asalariada puede representar una pesada carga económica
para los laicos sobre todo si dicha clase lleva un lujoso estilo de vida. En
contraste, los supervisores cristianos atienden sus propias necesidades económicas
realizando trabajos seculares comunes como los de cualquier otra persona,
poniendo de esta manera un buen ejemplo a los demás discípulos (Hechos 18:1-3;
20:33,34; 2 Tesalonicenses 3:7-10).

D. Cuando un clérigo depende completamente de que otros lo apoyen


económicamente, puede verse tentado a suavizar el mensaje bíblico a fin de
que los feligreses no se sientan incómodos con el contenido de su predicación.
Las Escrituras predijeron que esto ocurriría, al decir: “Llegará el tiempo en que no
van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán
de maestros que les digan las novelerías que quieren oír” (2 Timoteo 4:3).

E. La separación entre clero y laicos hace que estos últimos releguen tanto los
asuntos religiosos como las responsabilidades espirituales al clero, mientras
ellos se limitan a ir a la iglesia una vez a la semana. No obstante, todos los
cristianos deben tener conciencia de su necesidad espiritual y de sus
responsabilidades como discípulos a fin de convertirse en verdaderos estudiantes
de la Biblia.

F. Cuando los laicos no conocen lo que dice la Biblia, es más fácil que los clérigos
los engañen o hasta los exploten. Las páginas de la historia están repletas de tales
abusos (Hechos 20:29-30).9

9No debe olvidarse la venta de indulgencias, la Inquisición católica e incluso la quema de Biblias por parte de clérigos
que no querían que sus rebaños tuvieran las Escrituras a su alcance.

6
V. UNA REFLEXIÓN FINAL.

Entendemos ahora que quienes aceptaron el Evangelio de Jesucristo, lo hicieron


completamente conscientes de que el Señor había hecho verles que “los gobernantes
de las naciones oprimen a los súbditos y los altos oficiales abusan de su autoridad.
Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre
ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los
demás, así como el Hijo del Hombre no vino para que le sirvan, sino para servir”
(Mateo 20:25-28). Bajo este modelo, pues, cualquier creyente podía aspirar a
convertirse en un siervo o ministro.10

La misma actitud podemos observar en la persona del apóstol Pablo, quien


percatándose de que los creyentes de Cristo comenzaban a exaltar a unos siervos sobre
otros, no solo los calificó de “inmaduros, apenas niños en Cristo”, sino que les hizo ver
que tal favoritismo no reflejaba la naturaleza de servicio de la vida cristiana. “¿Acaso
no se están comportando según criterios meramente humanos?”, preguntó. Enseguida
aclaró: “Después de todo, ¿qué es Apolos? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores
por medio de los cuales ustedes llegaron a creer, según lo que el Señor le asignó a cada
uno” (1 Corintios 3:5).

Observen cómo incluso Pablo no tiene una actitud de superioridad jerárquica


frente a Apolos. El mismo Pablo que había dicho que si había alguien que tuviera
motivos humanos para sentirse superior a los demás era él, prefirió afirmar que “no
cuenta ni el que siembra [Pablo] ni el que riega [Apolos], sino solo Dios, quien es el
que hace crecer” (3:7). Apolos no había experimentado un llamado o elección
sobrenatural, pero Pablo sí; sin embargo, pudiendo usar su experiencia sobrenatural
camino a Damasco para legitimar una superioridad espiritual, prefirió decir que “el que
siembra y el que riega están al mismo nivel” (3:8). Es cierto que “cada uno será
recompensado según su propio trabajo”, sí, pero la recompensa es futura: en el día de
Cristo; y mientras se permanezca en este mundo, la grandeza no se ha de medir por la
voz de mando sino por la voluntad de servicio. En el mundo, el que “se ama” se sirve
de los demás; en el Reino, el que ama sirve a los demás.

La división que en todo caso encontramos expresada en la iglesia


neotestamentaria, es aquella en la que unos habrían asimilado más rápidamente el
carácter de servicio a los demás basado en el espíritu de Cristo, a diferencia de
aquellos individuos oportunistas que prefirieron más bien servirse de los demás, según
el espíritu del mundo. Al respecto, Pablo, preocupado por un problema semejante en la
Iglesia de Jerusalén, fue...

“...en obediencia a una revelación, y me reuní en privado con los que eran
reconocidos como dirigentes. [...] El problema era que algunos falsos
hermanos se habían infiltrado entre nosotros para coartar la libertad que
tenemos en Cristo Jesús a fin de esclavizarnos. Ni por un momento
accedimos a someternos a ellos, pues queríamos que se preservara entre
ustedes la integridad del Evangelio [...] eran reconocidos como personas
importantes—aunque no me interesa lo que fueran, porque Dios no juzga
por las apariencias” (Gálatas 2: 2-6).

10 Ver: Toledo, Armando H. (2000); El caso bereano. O sobre el espíritu filoalético del movimiento cristiano del primer
siglo; UCLi-Int’l Ministries-México.

7
El Nuevo Testamento no da lugar a individuos o clases sacerdotales que se
convierten en el foco de atención y servicio del Pueblo de Dios. Más bien, es al revés:
el foco de atención y servicio son el grueso de los individuos que forman la
congregación; un cuerpo formado, quizá, por individuos que, desde la perspectiva de
los “criterios meramente humanos”11 no valemos mucho la pena, porque ‘no somos
muy poderosos, ni de noble cuna, ni muy educados’, pero que Dios, desde su
perspectiva eterna, considera príncipes, sacerdotes, herederos, luz y sal del mundo, y
hasta hermanos de Cristo.

En las Comunidades Ágape de estudiantes avanzados de la Biblia, de acuerdo con


la sana enseñanza basada en el Nuevo Testamento, rechazamos toda forma de
“esclavitud” de los creyentes en Cristo que se realice mediante la manipulación de
conceptos tales como los de “siervo”, “pastor”, “templo” y “diezmo”. En estas
comunidades “hemos renunciado a todo lo vergonzoso que se hace a escondidas; no
actuamos con engaño ni torcemos la palabra de Dios [...] A diferencia de muchos,
nosotros no somos de los que trafican con la palabra de Dios” (2ª Corintios 4:2; 2:17.
Énfasis mío). Rechazamos y rechazaremos pues a cualquiera que, alegando haber
recibido un “llamado especial de Dios para ser siervo de tiempo completo” —como si
solo unos cuantos cristianos estuvieran llamados a servir a Dios “de tiempo
completo”— se convierte en profesional de la religión a sueldo mediante la
manipulación del concepto judío de “diezmo” (el cual tiene sentido exclusivamente en
el contexto de la antigua cultura judía) y también mediante la manipulación del
concepto de “pastor”. Lo rechazamos porque los individuos que se adjudican tal título
‘son de los que piensan que la religión es un medio de obtener ganancias. Es cierto que
con la verdadera religión se obtienen grandes ganancias, pero solo si uno está
satisfecho con lo que tiene’ (1ª Timoteo 6:5,6).

Errores como el que he reseñado en este documento fueron los que mantuvieron
esclavizados ideológicamente durante la Edad Media a los católicos, y desde el
Renacimiento hasta el día de hoy a los evangélico-protestantes. Tanto el clero católico
(sacerdotes católicos) como el clero evangélico (pastores evangélicos) han utilizado
tendenciosamente el concepto de “siervo” (o “ministro”) y “templo” para seguir
justificando la existencia de una clase sacerdotal que medie entre la Divinidad y la
Humanidad, ignorando voluntariamente que toda forma de ejercicio sacerdotal quedó
definitivamente anulada con el sacrificio vicario del Último Sumo Sacerdote, y
contradiciendo la sana doctrina, la cual indica que “hay un solo mediador entre Dios y
los hombres, Jesucristo hombre” (1ª Timoteo 2:5), el verdadero y único Pastor de
nuestras almas.

“Por una fe inteligente…”

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11 1 Corintios 1:26

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