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3 “PR “fis Presentacién Los textos que aqu! reunimos corresponden a algu- nas de las ponencias del Coloquio Internacional de Traduc- Gién que la revista Vértebra organizé los dias 11, 12 y 13 de abril de 2000, en el auditorium de Letras del Cam- pus Oriente, con el patrocinio del Instituro de Letras de la P. Universidad Catélica y del Instituto Chileno-Fran- cés de Cultura. Hicimos coincidir la apertura del Colo- quio con el lanzamiento del quinto niimero de la revis~ ta, enteramente consagrado ai tema de la traduceién. Como todo Coloquio, bueno © malo ~o porque siempre son buenos y malos, pero nunca initiles, siem- pre valen el esfuerzo—, recibimos de uno y otro lado felicitaciones y reproches (a vecxs motivados por las mis- mas situaciones), y muchas egcenas merecerian ser des- critas, no fuera sina para contextualizar las paginas que el lector tiene entre sus manos. Recordemos y recojamos no obstante, y con ese fin, un solo reproche: la extrema- da diversidad que concitamos. Habfa profesores de filo- sofia, antigua, moderna y contempordnea, habla desde luego traductores, poetas y tesricos de la traduccién, profesores y estudiantes de literatura, incluso de histo- fia. Santiaguinos hablando de Aristoteles y de Benjamin, 0 de Filosofia del lenguaje del medioevo, dos porterios hablando de Heidegger, una frarcesa hablando de las dificultades que le presentaba t-aducir a Rivera Levelier, tun mexicano hablando de amor, un filélogo de Ortega y Gasset y otro fildtogo ~como es de suponer contra Heidegger. Se hablé también de Pound, de Millan, de Borges, de poesfa chilena y eurcipea. Una mesa junts tuna ponencia sobre Frege y otre sobre un historiador romano ~y, tras ellas, una pregunta del publico sobre Levinas y la traduccién. Si no hubiese side por las sabi intervenciones de traductores y te6ricos como Miguel Angel Vega y Oscar Luis Molina, o la no menos sabia dé Alejandro Madrid, quizas no nos atreverfamos a llamarlol coloquic de “traduceién Pero esa diversidad, ahora que podemos verlo mejor porque desde mas lejot, es irreprochable. Ciertamente no vamos a reivindicar aqut las virtudes del pluralismo y de la representatividad democratica, que pueden a veces no ser virtudes sino vieios, y como todos los vicios, pue- den disfrazarse de vieeudes: no hay peor espajismo que creer que se puede hacerjusticia a la diversidad, que se puede hablar en “nombre de” lo que no esté hablando ah! mismo en una sala, hable o escuche, 0 calle, 0 se enoje, seapatione y grite (créase que sucedi), o lance anzutlos a ninguna parte, Ni siquiera nos molestamos hay que confesarlo~ de prever que no faltara nad En verdad, si fue algo ese coloquio, no fue diversidad convocada, sino provocada ~y al parecer provocativa— porque nunca estuvo el énimo de representar a nadie ni de creer que se podia decir de un modo més adecuado lo que es la traduceién. Y por eso agradecemos, una vez mas, a quienes estuvieron con nosotros. Cuatro calas en la est alemana de la traduccién, De Lutero a Rosenzweig Miguel Angel Vega tes de entrar en el tema, permftaseme apuntar que A tna llamada teoria clasica de la eraduccién (es decir, nla teorfa no lingustica de la traducciOn, realizada por traductores para craductores y lectores, teor’a mayor- mente proveniente de los que Mounin, Ge manera injusta y Gespectie, denominaba “practicones de la traducciSn") hay dos tipos fundamentales de reflexién: 1) la que parte del tex- toy encel texto se queda y 2) la que, partiendo de! texto, va tl lenguaje (ino, como hace [a lingifatica contrastiva, 2 las Tenguas!), Dicho de otra manera exsten una teorfa y una practica de la traduccién que, por en- cima de todo, pretende hacer comprender el texto que se traduce; y -otra que, transcendiendo los textos, ha pretendido extraer y recuperar el alma que cultural y lingusticamente los informa para, con ella, enriquecer fa lengua, literatura y cultura propias. La primera produce mas bien preceptivas, potticas de la traduecién, validas, por supuesto, sobre todo para la didéctica de la traduccién, pero que, sin alcanzar la cate- goria de teoria de la traduccién, fraguan dichos o aforismos didacticos tales como el celebérrimo so treu wie moglich, so frei wie natig (de Paul Cauer) 0 el “no afiadir, no quitar, no adulterar® (de Valentin Garcia Yebra). Las reflexiones de los segundos, por el contrario, constituyen Ia teoria propia- mente dicha de la traduecién, que es estétiea y antropolo- gla de la craduccién. Esta, para que merezca ese nombre, debe proyectar sobre el hecho traductivo una perspectiva histérica, fenomenolégica y sociolégica, perspectiva que se escapa a esa concepcién normativa y pragmética de la Ila- mada traductologia, bien sea en la version generativista, en la versién comparatista, etc. Pues bien, la mayor parte del pensamiento aleman de la traduccién (evito a partir de aho- ra el término traductologia) pertenecen al segundo grupo. El que un traductor pensador de la traduccién haya adoptado fo adopte una u otra opcidn depende obviamente de sus ac- titudes ideolégicas y/o de los planteamientos de la utilidad que precenda del hecho versor. También de entrada me es obligado advertir que 1) la reflexién alemana de la traduccién no comienza con Lutero y 2) que estas cuatro calas en el pensamiento traductivo ale- man no lo agotan ni mucho menos. Lo que aqui propongo a su reflexidn son eso: sole cuatro calas, cuatro pruebas, que, dicho sea de paso, tienen como base de consideracién los textos expresivos o literarios. Paso a exponer de manera sintética, y tras la presentacién del contexto en el que surgen las distintas reflexiones, los textos de esta teorla, as/ como sus motivaciones y conse~ ‘cuencias y algunas reflexiones sobre los mismos. 1. MARTIN LUTERO (1480-1546) 1.1 Cowrexro La base dela teoria luterana de la traduccién es su versign de la Biblia, realizada en diversas entregas a partir de 1521 Pues bien, cuando aparece Lutero en el panorama traductor europeo, hay un hecho fundamental que determina la préc- tica de la traduceién y la reflexién (nueva) sobre la misma: la multiplicacién mecdnica del libro a través de la imprenta abre ala traduccién nuevas posibilidades y necesidades de produccién y de consumo. De poco le habria servido a Lu- tero su personal interpretacién de la Biblia al margen de la tradicién eclesiastica, si esta no se hubiera podido propagar a través de su traduccién y de su consiguiente impresién. Por otra parte, la situacién de escandalosa relajacién de la iglesia, sobre todo en Italia y en Alemania, ha sido un factor importante en el surgimiento de una de las actividades mas caracteristicas de la época: la exégesis y traduccion biblicas. La pretensidn de reforma moral del clero y de los fieles se habfa hecho sentir a lo largo de la llamada Baja Edad Media en los intentos del checo Jan Hus y del inglés Wycleff. Para que se pudiera contrastar el mensaje cristiano y su propia interpretacién del mismo con {a practica de la Iglesia, Lutero pretende hacer una traduccién de la Biblia que posibilite e! acceso de todos los fieles 2 la palabra divina: él va a llamar a la Biblia impresa “el papa de papel” Un tercer factor contextual de su practica traductiva ha sido la situacién de la lengua alemana, en ese momento abrumada por el aluvién de “:raducciones verticales” (las realizadas desde las lenguas de mayor prestigio, es decir, las lenguas clasicas), que impedian el desarrollo de ta propia idiosincrasia al imponer estructuras y usos extrafios. Asi, Por ejemplo, el humanista y traductor aleman Nicolas de Wyle defendfa la traduccién palabra por palabra. En ese contexto, pues, se producirian la supuesta fija- cidn de las tesis en la capilla del castillo de Wittemberg, la comparecencia de Lutero en la Dieta de Worms (1521) ante Carlos V, su destierro o refugic en la Wartburg de Eisenach donde se dedica a realizar la traducci6n de ta Biblia, cuya primera entrega es el Septembertestament o Nuevo Testamen- to del mes de septiembre de 1522. 1.2.- Teco ‘Las bases textuales de sv teor's de la traduccién estan dispersas a lo largo de sus comentarios a los libros biblicos y en les introducciones a sus traducciones y recogidas sin- téticamente en su Sendbrief von Dolmetschen (Carta circular acerca de la traduccién, 1530), circular con la que sale al paso de las contestaciones que su manera de traducir y los resultados traductivos han provecade. El criterio basico de su traduccién es la comprensibilidad del texto meta y el res~ peto a la lengua de llegada: “Al traducir me he propuesto hablar alemén”. Es més, con su traduccién pretende ejercer ae una funcién de formacién lingUistica y poetolégica, a saber, que el pueblo alemén aprenda a expresarse y escribir correc- tamente en su propia lengua: Y porque veo con mis propies ojos que nadie de vosotros sabe cémo hay que traducir o expresar- se correctamente en alemdn, me he impuesto a mi mismo esta tarea: que de mi traduccién y de mi ale- man aprendan a expresarse y a escribir CCitamos los textos de Lucero, Bretinger, Humbel- alma.” dt Schopenhauer y Rosenzweig segdn versiones pro | gins, recogidas en Vega, M., Texto lticos de la torte je teaducién, Madrid Catedra 1994. Precisamente de este respeto a la len~ gua de destino, que tiene una ralz en el nacionalismo lingufstico del Reformador, deriva su modus procedendi traslativo, Este le lleva 2 modificar un pasaje de la Epfstola de San Pablo a los Romanos de manera funda- mental. Lo que en el texto de la Vulgate era arbitramur ho- _minem justificari ex fide absque operibus, Lutero lo convierte ‘en Wir halten, dass der Mensch gerecht werde ohn des Gesetz Werk, allein durch den Glauben. La introduccién de pala- bra ailein en el texto de la epistola paulina, que hacia que ‘el cristiano, de salvarse “por la fe", pasara a salvarse solo por la fe", produjo protestas entre propios y extrafios, pro- testas que son obviadas con la alusién a su propio criterio: Pues bien, en Rom. 3 he sabido perfectamente que ni ten el texta latino ni en el griego existe la palabra sola y esto no me lo tenfan que recordar los papistas. Es verdad esas cuatro letras no estan dentro... pero no se dan cuenta de que el sentido del cexto las contiene y que se si quiere traducir al aleman de una manera Claras y expresiva, hay que meterlas... Igualmence cuando el angel saluda a Maria y dice Gegrisset seis du Maria voll Gnaden, der Herr mit Dir. (Dios te salve, Ma ra, llena de gracia, el Sefior esté contigo). Decidme si semejance cosa esta bien dicha en buen aleman. cs que el aleman dice du bist voll Gnaden? (tu estas llena de gracia) gqué alemén enzenderé los que quiere de~ cir llena de gracia? Forzosamente cendré que pensar en un tonel Ileno de cerveza o en una bolsa llena de dinero, Por eso he traducide por du holdselige.. La objecién es obvia: su subjetivismo le hace invertir los términos. Es la lengua de partida la que debe ser el criterio de interpretacién, no la de llegada. En aras de la comprensi bilidad y llevado de ese subjetivismo propondra una version de otro pasaje paulino que en opinién de més de un exegeta pasa la raya de lo permisible en‘lo que a concrecién se re- fiere. El pasaje en la versién latina de San Jerénimo rezaba: ‘omnis anima potestatibus sublimioribus subdita sit (Todas las almas estén sometidas a las poderes superiores). La traduc- ign alemana canénica tenia el siguiente tenor: ein jeglich sel sey undertenig den oberen Gewalten (Cada cual esté someti- doa los poderes superiores). Lutero propone, en un alarde [ de concrecién para el que, a nuestro parecer, no hay base ‘textual, Jedermann sei Untertan der Obrigheit, die Gewalt aber ihn hat (Cada cual esté sometido a la autoridad que tiene poder sobre él). Las consecuencias que esta versién de la norma paulina haya tenide en la historia alemana se pueden conjeturar facilmente. a En esta t6nica nacionalista continda la practica y la teo- ria de la traduecién en el ambito lingUlstico alemén, en un Contexto europeo en el que en Francia, en aplicacién de una festética nacionalizadora més extremosa que la de Lutero, propone el modelo de la “belleza infiel” (d° Ablancourt 0 tl abate Prevost, pue.), hasta que en Alemania aparece la concepcién universalista de la traduccién, cuyo méximo re presentante es el erudito suizo-alemén 2.- JACOB BREITINGER 2.1. Context El entorno ideolégico en el que surgen las reflexiones de Beeitinger es el racionaligmo leibniziano, que propone 1) ‘el mundo como trasunto del logos universal divino y 2) la monadologia u organizacién jerérquica y arménica de las particulas de! orden césmico. Al formar parte de este, las lenguas son ménadas perfectamente disefadas por la razén ‘que estan en sintonia y armonfa mutua y reciproca, Si a esta concepcién del lenguaje y las lenguas sumamos la discusion poetolégica que tiene lugar en el ambiente lite~ rario de Alemania entre los particlarios de la llamada galico- manfa (partidarios del gusto francés: Gottsched, p. e.) y 10s profesos de la galicofobia (rechazo de la poética francesa que tendré en Lessing uno de sus maximos exponentes y que abogara por la presencia de la imaginacién en la poesia ), tendremos el humus del que surgen las reflexiones de este pastor y preceptista suizo. 2.2.- Tero El texco en el que da forma a su concepcién tradvetiva es Die Kunst der Ubersetzung (El arte de la traduccién, 1740), tun extenso capitulo de su postica Kritische Dichtkunst (Poéti- ca Critiea, 1740) en el que mezcla teoria y poética de la srax duccidn, E! silogismo, la argumentacién es simple: Igualdad de razbnligualdad de “ceales”, igualdad de expresién, luego correspondencia perfecta de los textos: No hay que considerar las diferentes lenguas sino como diferentes colecciones de palabras que expre- san lo mismo y que pueden intercambiarse unas por otras, Los abjetos con los que los hombres se ocur pan en sus pensamientos en todo e! mundo son de una nica especie y semejances entre sf; dado que la ‘: verdad que con esta ocupacién pretenden es de una Unica especie y dado que las fuerzas del espiritu estan limitadas a un género, tiene que existir una consi- derable equivalencia entre los pensamientos de los hombres, equivalencia que, por consiguiente, debe darse en la expresién Sobre esta base descansa todo el arce de traducir de una lengua a otra. La traduc- cién es una réplica que tanto mas alabanza merece cuanto mas parecida es. De ahi hace derivar las consecuencias poetoldgicas para la traduceién, su normativa traductiva: De un traduetor se exige que exprese los mismos con- ceptos y pensamientos que el encuentra en un exce- lente modelo en el mismo orden, unién y contexto y con la misma fuerte impresion. De cal manera que la presentacién de los pensamientos bajo ambos siste- mas de signos preduzca una misma impresién sobre el dnimo del lector. Por eso un traductor se debe im- poner la dura ley de no comarse nunca la libertad de aparcarse del original, ni en el aspecto de los pensa- mientos ni en la forma y manera de los mismos. En este sentido reinterpreta el célebre pasaje horaciano del Ars poetica “nec curabis verbum de verbo reddere fidus interpres”, que tradicionalmente se habla aducide come un rechazo de la manera literalista: Pues se deben tomar estas palabras en su contexto. Horacio quiere demostrar qué gran diferencia hay entre la libre imitacién y una traduccién cefida al original. En esta intencién fija el deber del traductor con estas palabras ut verbum curet reddere, mientras permite a la imitacién una mayor libertad. Esta confesién de fe igualitaria no le impide reconocer que hay lenguas més desarrolladas que otras. Pero pre samente esa diferencia de desarrollo de las lenguas deben nivelarse precisamente a cravés de la traduccién fiel, que debe incluso recuperar los modismos, Los beneficios de esa fidelidad literal redundarfan quizés no en beneficio de la comprensibilidad del cexzo, pero sf en beneficio de la expresi- vidad de fa propia lengua que se enriqueceria a través incluso de la imitaciéa de los idiomatismos de le lengua original Frecuentemente una lengua no sabe sacar partido de todos sus ventajas, o mejor, aquellos que en ella escriben y hablan no saben servirse de semejante laxi tud o rigidez... Porque ellos evitan con una perniciosa, solicitud todas los idiotismos que existen en la forma de fa lengua de tal manera que la fuerza del original se echa a perder mediante difusas y explicaciones. De ahf se deriva que en vales traducciones no se note ni el eardcter ni las propiedades de Ia lengua alemana ni los de la lengua extranjera de la que se traduce. Cuando al lector corriente le resulca duro el compren- der un pasaje que contiene conceptos para él extra- fos... piensa que el problema reside en el verso y no fen su cabeza. aa ae De ahi la conclusidn mas general y significative de sus reflexiones acerca de la traduccisn: Las buenas traducciones pueden servir para enrique- cer un idioma y para aumentar la expresividad det Las objeciones a esta bella utopia igualitaria surgen casi de manera esponténea, pues descuida una no menos, bella realidad: la de la diversidad cultural y lingUistica de los pueblos. No sabemos qué ventajas se derivartan de que esa concepcién de la lengua como producto exclusive de la razén y medio exclusive de expresién del pensamiento fuera realidad. Pero, por suerte 0 por desgracia, el ser humano no es unidimensional, Tanto el pensamiento como la expresién del mismo y la eaptacién que con él hacemos de la realidad estén tefiides de emotividad, de afectividad. Gracias a esto matizamos nuestra percepcién, connotamos nuestra expre- sién y simbolizamos los contenidos de nuestro pensamien- to. De todas maneras resulta paradéjico que Humboldt, partiendo de supuestos diametralmente opuestos, obtenga conclusiones casi idénticas: la traduccién debe incorporar de lo extrafo a lo propio. 3. WILHELM VON HUMBOLOT 3.1.-Contexto ‘Antes de la aparicién de W-lhelm von Humboldt en el panorama intelectual alemén, ha tenido lugar la gestacién del romanticismo, al que, sin duda, él contribuird con sus visiones y previsiones de manera definitiva. Consecuencia de este romanticism que ya aparece en el ambiente se da io que se ha llamado “la vuelta a la historia” (Wendung zur Geschichte) del romanticismo. Causa y efecto a la vez de esta es la filosoffa de fa historia que crea y pone en cireulacién Herder en su Auch eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der Menschheit. Para este -la divinidad se manifiesta, se sigue revelando através de los pueblos y estos a su vez se manifiestan en su poesia. Esta es \rrepetible. “La irrepetibilidad de la poesia es trasunto de la irrepe- tibilidad del idioma: cada idioma es una Weltanschauung propia, “La traduceién es un medio para enriquecer Ia propia cultura con aquello que solo existe en las otras poestas/ lenguas. “E| traductor debe adaptara su lengua materna palabras, modismos y expresiones de otra mas formada (Herder). Basado en esta filosofia de la historia, accede Humboldt a la eritica cultural y lingUistica. Para él, el lenguaje no es tanto producto de la razén cuanto energia que se realiza histéricamente. 3.1. Tero Las bases textuales de su reflaxién traduetiva son las pe- quefias alusiones dispersas en sus obras de teorialinguistica y, sobre todo, la intraduccidn a su traduecién de Agmenon, versién que como {a de los versos de Pindaro ha arrascrado durante afios, hasta que en 1816 las da a la prensa. Esa in- troduccién considerada como la carca magna de la modema historia de la traduccién, reduce la traduccién a una autén- tica quaestio de verbis. En efecto, la euestién fundamental de la traduccién consiste en superar las palabras para descubrir las concepciones del mundo y las afectividades que estas encubren y que son totalmente divergentes. Tras la “con- notacién” se esconde la diversidad de las concepciones del mundo: Las palabras equivalences de los diferentes i expresan el concepto con diferentes connotaciones, con diferente grados en la escala de los sentimien- tos... Si se prescinde de las expresiones que desig- nan meros objetos corporales, ninguna palabra de un idioma se corresponde perfectamente con otra, de otro idioma. Los diferentes idiomas son a este respecto solo sinonimicos, cada uno expresa el con- cepto de manera distinta, con esta o aquella conno- tacién, un grado mds alto o mas bajo en Ia escala de los sentimientos.. Esto hace de la traduccién una misién imposible, pues si la tarea de la traduccién es la imitacién de lo fordneo, de lo extrafio y esto es pura “energeiea” irrepetible, la traduccién perfecta es un engafio Se puede afirmar que una traduccién es tanto mas divergente cuanto con mayor ahinco intenta conse- guir la fidelidad, Pues al intentar reproducir Ia mas refinada particularidad evita lo meramente general y, sin embargo, solo puede oponer a cada particulari- dad otra distinta. Pero la imposibilidad de la traduecién perfecta no es ob- jecién contra la necesidad imperfecta, pues esta, a pesar de su cardcter incompleto en cuanto reproduccién, importa a la lengua de destino, concepciones y modos de expresién que hasta entonees desconoce: Pero esto no quiere decir que la traduccién sea des- aconsejable, La traduccién es uno de los trabajos mas necesarios de una literatura... porque aporta al que no domina el idioma las formas permanentes del arte y la humanidad que le son desconocidas y, sobre todo, porque amplia el significado y la capacidad de expresion del propio idioma. No esta de mas advertir que en este mismo sentido es- cribiria también Schopenhauer en un breve articulo de su Parerga y Paralipomena en e| que no admitla sino una co- rrespondencia a pew pres entre las palabras de los distintos idiomas que él ealificaba como penidentidad: aa r Pere No todas las palabras de un idioma tienen sus equi- valentes en cualquier otro. Por consiguiente, no £o- dos los concéptos que se designan a través de las pa- labras de un idioma son lbs mismos que se expresan fen cualquier oro. La diferencia de significado de las palabras aludiria en todo caso a una diferente concepcién de la realidad, Ror su parte, el tratado de traductologta de Schleierma- cher (Uber die verschiedenen Methoden des Ubersetzens), 00 llega a le categor‘a de teoria de la traduccién y se queda, como ya se advierte en el titulo (Sobre los diferentes “mé- todos” del craducir), en un tratado de postica de la tradue- cién, para la que reconoce una doble opcién metodolégica de actuacién: la de acercar el texto al lector o su inversa. A comienzos del siglo XX aparece una corriente de reflexién hermenéutica sobre la traduccién de la que Ro- senzweig es uno de sus méximos representantes. A él le escogemos como representante de esta tipo de reflexién antropolégica. 4. ROSENZWEIG 4.1. Conrexro El encorno discursivo en el que desarrolla su teoria es el de la prevalencia pavlatina de la traduccién funcional y el desarrollo de la reflexién lingsfstica (Schadewaldt y Wila- mowitz-Moellendo-f,p. e., quienes concebian la traduccién como un mero reto al saber flolégico) sobre la traduccién, a la que se opone una consideraci6n hermenéutica (» vée- nica) de la misma, El exstencialismo y las demés corrien- tes de pensamiento idealista que hacia fines del siglo XIX pretenden oponerse a los pragmatismos y funcionalismos Son otros determinantes de esta formulacién de las “tareas el traducir® en la que destacan un Fulda (1862-1939), un Pannwitz (1881-1969), un Rosenzweig (1886-1929) 0 un Benjamin, todos ellos, por cierto, intelectuales practicantes dela vraduecién lteravia 4.2-Teao El comin denominador de estos hermeneutas de la tra- duccién es su concepcién de la versién como movimiento endular, de ida y vuelea: a partir del texto de la lengua de origen el traductor debe acceder al lenguaje universal y de teste volver a la lengua de destino. En el movimiento de vuelta del texto original a través del lenguaje, al traductor le debe importar sobre todo el rendimiento creador del lenguaje. No se plantean la versién como una cuestién de inteligibilidad Gel cento, En esto insisten, mas o menos explicitamente, todos ellos. Asi, por ejemplo, Rosenzweig en su texto Vom Ubersetzen (Acerca del traducie, 1924), concibe la traduc- cin como un reto a la creatividad del eraducto El rendimiento creador de la traduccién no puede consistir sino en aquello en lo que consiste el rendi- miento creador del lenguaje. En su tarea el traductor debe reformar, modificar su pro- pia lengua. Si Lutero pretendia ensefiar aleman a través de la traduccién, estos pensadores traductores intencan ensefiar, si no el idioma extrafo, s{al menos su manera de pensar: El traduetor se convierte en altavoz de una vor ex: traiia que él hace perceptible por encima del abismo del espacio y del tiempo. Cuando la voz extrafia tiene algo que decir, el lenguaje tiene que parecer distinto que antes, Gracias a ese altavoz de la traduccién el lector podré cap- tar lo que esté mas allé del texto: el alma de la persona que emite el mensaje: Ni siquiera para la carta de un amigo turco me basta- Fla una agencia de eraducciones. 2Por qué? Porque no serfa lo suficientemente exacta. Esa traduecién serfa como la traduccién de la carta de negocios. Y no se trata de eso. Efectivamente, serfa suficientemente ale- mana (...) pero no suficientemente curca. No lograré sentir en ella al hombre, su tono, su pensamiento, su pulso. Benjamin en su Die Aufgabe des Ubersetzers (La tarea del traductor, 1923), insistira en estos mismos conceptos y se~ falaria como rasgo caracterizador de una mala craduecién tl incento de comunicar algo, lo que nunca se consigue, pues tina traduccién asf entendida seria la transmisidn inexacta de un contenido no esencial La traduccisn es ante todo una Forma de manifestac el lenguaje puro. Las traducciones no son las que prestan un servicio a la obra, como pretenden ios malos traductores, sino que mas bien deben a la obra su existencia... La traduccién sirve, pues, para poner de relieve la [nti- ma relacién que guardan los idiomas entre sf. De ahf la conveniencia incluso de la traduccién de formas idiomaticas, Buena s{ntesis de todas estas reflexiones seria la exclama- cién de Panawicz: “nadie se imagina la violencia que es capaz de sufric el lenguaje” a a0 5. CONCLUSIONES | Si después de esta presentacién sucinta, sintética y, eree- mos, signifieativa de la ceoria alemana de la traduccién tw viera que resumir en una caracterizacién, también, somera, concluirfa como hemos comenzado: afirmando que Ia ale- mana manifiesta mas que ninguna otra que existen dos tipos de reflexi6n y andlisis de la actividad versora y que podfamos tipificar de la manera siguiente: “las inmanentes que parten del texto y en é! se quedan (funcionales: hay que entender el texto); clas transcendentes que parten del texto que se traduce para llegar al lenguaje (a cravés del texto se debe entender el lenguaje). Excepto en Lutero, que por los motives expuestos hace una pottica de la traduecién, el resto, a pesar de partir de supuescos distintos, llegan a la misma conclusign: la tradue- cién, posible o imposible, debe fecundar el propio idioma importando formas mentales y giros idiomaticos que no disponibles en la lengua de destino. Es decir, la tendencia predominante es la de la estética que Venutti denomina “disidente", aquella que prefiere prescindir de la funciona- lidad de la traduecién comunicativa, motivo recurrence de la preceptiva “carénica”, para ver mas alld o a través de la contingencia textual, el origen comin de las lenguas. Sabe~ mos que las modernas consideraciones alemanas de fa tra- duccién ~y pensamos sobre todo en la Skoposthearie— estén ten la posicidn opuesta a la que representaron estos grandes pensadores que considerarcn la traduccién como actividad antropolégica, es decir, como actuacién humanitaria que debe hacer progresar nuestro pensamiento y su expresiéa hacia nuevas cotas. En consecuencia, habria que insistir en la distincién aqui propuesta entre postica y filosoffa, entre filosofia y técnica de la tracuccién. A la altima dificilmente se la podrd catalogar como teoria y en dltimo término solo podria ser teorla aplicada, lo que no deja de ser un contra- sentido, Como tarea impuesta al aceptar mi intervencién aqui, me resta contrastar esta troria con la derivacién que es- ta ha tenido en el munde hispano 2 través de Ortega y Gasset. La veoria expuesta por el pensador espaol en su opdsculo Miseria y explendar de la traduccién contrasta con la ténica poezoldgica de las consideraciones hispanas de la traduccién. La reflexi6n aqui presentada pendula entre dos extremos: la fidelidad al lenguaje y a fidelidad a la len- gua. Ortega no opta por el término medio. En su andlisis del hecho traductivo expuesto en su ensayo va a certificar, como Humboldt, el cardcter aporético de la traduccion: su, imporsibilidad y su necesidad 1.- La inexactitud de nuestro lenguaje es una de la razones en las que funda esa imposibilidad de la traduccién enten- dida como reproduccién del texto: no hablamos en s Inmersos en formas lingiifsticas y en un universo del discurso que data de tiempos miticos 0, al menos, no racionalistas, es dificil que nuestras lenguas coincidan. Todavia, cuando | | queremos expresar la causa astronémica del da y la noche, decimos que el sol sale por Oriente y se mete por Occidente, con lo que estamos haciendo uso de una forma mitica de huescro pensamiento que supone la actividad esponténea del sol, capaz de salir, saltar, etc. Precisamente ese sustrato mitico, prerracional de questras lenguas es lo que las hace divergentes, distintas. 2.+ Las distintas concepciones del mundo propias de ca- da lengua no son reductibles a un comin denominador que integre ambos extremos: la lengua origen y la lengua meta. La palabra alemana "Wald” dificilmente podré recogerse en el equivalence espafiol "bosque". La vivencia alemana de esa realidad comporta ua sentido de familiaridad acogedora, de maternidad natural, mientras que en el bosque de encinas manchegas desarrollard una vaga sensacién de fraternidad 0 incluso de temor. 3.- Finalmente, los respectivos e6digos del traduetor(re- accor del texto meta) y eh del excritor (redactor dé texto al) son irreductibles: mientras el lkimo basa su ef lencia en los arafazos que infiere al sistema de la propia lengua, el traductor no puede hacer lo mismo, dado que esté bajo la tiranfa del editor y del critico que le exigen respecto al propio sistema. Como se puede comprobar, podiamos calificar la teorfa de la traduccién orteguiana, con todo su alarde de con- ‘ceptos ingeniosos y brillantes imagenes muy propios de la expresin de nuestro pensador, como un aggiornamento de la de Wilhelm von Humboldt. También para Ortega, la tra- duccién es imposible, aunque necesaria. Rendnciese pues a la eraduecién exacta, a la correspondencia precisa, pues ni las lenguas ni las realidades que las soportan son semejan- tes, mucho menos idénticas. A [o que no podra renunciar el traductor, mejor dicho, la traduccién, sera a la importacién de lo fordneo, el viaje interior que esta comporta. De ese viaje a lo extraio habré que volver enriquecido con las for- mas de lengua y pensamiento que no poseemos en nuestro medio espiritual. Por eso, permitaseme acabar mencionado un pensamiento de otro gran tedrico de la traduccién que también habrlamos podido incluir en nuestras exposicign: Hermann Broch en sus Bemerkngen zur Philosophie wr They nik des Ubersetzens (Observaciones acerca de 1 seas anotaciones se hallan recogidas en Broch, la filosofla y la técnica del traducir, 19487) Ha, Samtliche Werke, rankfure, 1972, afirma que la traduccién tiene, por encima de todo, una dimensién demoerstica y pacifista, es factor de jntegracién humana. No sabria decir si es esta una empresa, a la que todos nos atrevamos. Ortega tiene razén al afirmar que el traductor es un pusildnime, También Ernst Sander cuando decfa que los traductores son epfgonos. En todo caso, sometidos a la tirania de la convencién o al margen de {a legalidad lingtiisticas, el traductor es acteedor de! maximo respeto y de la maxima consideracién por parte de la socie- dad, Ojala que con estos actos, encuentros, jornadas como Jos que aqui hemos contribuyan a hacernos mas fraternos, més universales dentro de la diversidad, por supuesto. ae Ww Alrededor de una posible © podria decir que la historia de la | historia de la traduccién traduceién en occidente comienza | Osrar Luis Molina S. Con la production de fa Septuagines, — con la primera traduccién del Antiguo Testamento hebreo ai griego. La hicieron setenta (0 seventa y dos) craductores Cada uno vradujolel texto completo y dice Ia leyenda que las versiones fueron idénticas. Lar traductores fueron enviados W Alejandra por el Sumo Sacerdote de Jerusalén, a peticiéa de Tolomeo Il Filadelfos, gobernante de Egipto, en el siglo I 8. C, La eraduccién estaba destinada en primer lugar a la co- tnonidad judfa de Alejandria (entre un cuarto y ua tercio de Eu poblacidn), que ya no sabia leer en hebreo. Ya las biblio- fecus de Alejancfa y del mundo helenistico mediterranco. Se estima que circularan algunas decenas de eemplares. Esa traduccida sera la base de otras al latin, al copto, al armenio ya algunas lenguas eslavas, La traduccin produjo rechazo y hasta indignacién en el mundo helen(stico (y posteriormente romano) donde la sofisticacién intelectual de la “coterie” de ture eaminaba por senderos éstoicos, cies y platénicos. Exto ene relacign indudable con el aneijudatsmo (no anti emitismo) que empezé a manifestarse entonees en el medi- terraneo y solo empieza 2 esticiarse recientemente Se puede extraer alguna leccidn de esta traduccién inicial: a) La traduccién supone el trabajo de expertos. b) Esos expettos son controlados por alguien. c) La traduecién supone que alguien la encargue, al- guien con autoridad. 4) La traduccion satisface una presunta necesidad: los lectores podran lesr algo que no pedian leer. e) La traduccién supone confianza: el publico no conoce el original y confla en que la traduccién es adecuada. El pablico, pues, confia en los expertos y en quienes los avalan, autorizan y controlan. En el caso de la Septuaginea, la confianza fue, en realidad, defraudada. Hubo varias ver- siones diferentes, con distintos errores. Con posterioridad, esas versiones fueron tan “apropiadas” por el cristianismo que las comunidades judias sucques Dertida, De lr Gramatologi,p. 26, Siglo >on, 1998 1 En efecto, e misme problema se cierae sobre e! peasamiento de Benjamin , quien afira que “todo pax Fentesco suprachiscico entre [as lenguas reposa més bien en el hecho de que en cada una de elas, conside= rada como un todo, se apunts hacia algo idéntico, ‘sn embargo exe algo no puede se alcanzado por nin- gana de ellagalsladamente sino ean sélo por la suma de sus perepeccivas intencionalescomplementarias: ese Algo exe lenguaje puro (die rene Sprache)” 2A que se aide, sn embargo, con ese lenguaje puro? Velemos ‘enfentarnos aguf on un principio trascendente que ‘Walter Benjamin." Hasta donde sabemos, ese lenguaje puro es el lenguaje de Dios: el texto de lz Thora esté compuesto sélo por consonantes, Paciente, respetuosamente, los piadosos y fieles lectores trabajan en in- suflara través de Ia lectura las vocales que se piensa corresponden a las que pronunciara El, insertando, con ase designio, pequefias marcas a lo largo del texto. Sin embargo el trabajo es infinito. Las vocales que se inser- tan no coresponden nunca, no pueden co- responder nunca al texto. Y es que las verdaderas vocales del texto sagrado son lo que son: soplo divino, pneuma, aliento creador de la Palabra, Verbo que al decir crea. Aquel que fuese capaz de pronunciar correctamente las palabras les insuflarta, tl soplo divino, el aliento del Creador: mas en ese caso el verbo yano dice, sino crea. difelmence puede se justifeado. ase uisiera dividir mi exposicién en dos partes: una primera dedica- da a transmitir el sentido de la sraducci8® hecha sobre un autor latino de! siglo | d.C., Veleyo Patérculo y una segunda parte en la que pretendo abordar la tarea que tiene el tra ductor de un texto clasico cuando ejercita su oficio, que es lo que he llamado: “pensar desde el otro”. Dara conocer el significado dela obra de este historiador romano del siglo 1 d.C., implica alejarse de la que podrfamos llamar “historia oficial de Roma” —conocida principalmente a través de los “Anales” de Tacito, y nos acerca a una his- toria vivida en primera persona, donde la experiencia es la fuente del conocimiento, Veleyo fue un soldado de Tiverio antes de que éste fuera emperador de Roma, La percepcién que tiene de él es ab- solutamente distinta de Ja que se manejaba en la corte. El no era un aristécrata ni se habia visto perjudicado con la llegada del régimen imperial —como la mayorta de los aris- téeratas y senadores, por el concrari, todo lo que era se lo debfa a Tiberio. Es interesante preguntarse zcon cuantos de estos hombres contaba el Imperio? zPor qué hemos de creer més en la vision de un repvbdlicano frustrado como Tcito, que en la de un soldado que, como tantos otros se ha visto Beneficiado por el Imperio? En el afio 30 J.C. Veleyo Patérculo publicé sus Historiae Romanae y dedicé esta obra a su amigo y antiguo compafero de armas, Marco Vinicio, en el ato de su consulado, En dos extentos libros, los que hoy conservamos con algunas lagunas, el autor narraba la historia desde los ori- genes hasta el tiempo del gobierno de Tiberio en Roma. Fue descubierto en 1515 por un amigo de Erasmo de Rotterdam llamado Rhenanus, en el monasterio de los benedictinos en Murbach (Alsacia). El titulo de Historiae Romenae, puesto por el mismo Rhenanus no parece el més adecuado para la obra, ya que ésta se inicia con la destruccién de Troya, en el afho 1183 a.C. y llega a la época contemporénea del autor, es decir, el afo 30 d.C. Se puede pensar mejor en una "historia, universal en miniatura” Seguramente Veleyo sabia que no estaba escribiendo una ‘obra maestra de la literatura, sino un libro que contendria el recuento de la historia del mundo antiguo, Es una historia mas bien préctica, de uso diario, escrita para personas que no posefan ni la paciencia nila curiosidad ni el tiempo para leer, por ejemplo, @ un Tito Livio, Es una historia para un lector diferente con necesidades diferentes. Traduccién de Veleyo Patéreulo: Una visién diferente dela historia de Roma | Catalina Belmaceda Probablemente los romanos altamente educados no ne- cesitaban la historia de Veleyo, pero tal ver s{los que, como 41, hab/an estado apartados por causa de la guerra durante largo tiempo sin poder leer, o los provinciales y homines novi que, poco @ poco, fueron adquiriendo mayor peso politico en Roma y querfan conocer su Historia. En cuanto al estilo de la obra se puede decir que Veleyo Patérculo, aunque es soldado de profesién, es un hombre culto y, por tanto, un continuador de la tradicién clasica; posee la abundantia propia de la manera ciceroniana, pero al mismo tiempo hay una renovacién en el vocabulario. Veleyo incluye helenismos (balineum —II,114—, athleta —II,123) y también palabras que no se encuentran citadas con anterio- Fidad a su obra (patratio —II,98—, celsitudo —I1,94). La repe- ticién de palabras, la insercién de largas frases intercaladas y las expresiones grandilocuentes son caracterfsticas propias del estilo de Veleyo. En el texto se advierte el escrito de un militar, es decir, de un hombre que ha desarroliado su vida en los cuarteles y los campos de batalla. Disciplinado, valiente y orgulloso del imperio que ha ayudado a engrandecer, Veleyo hace notar en algunos contemporéneos las cualidades que han sido puestas al servicio del sistema politico del momento y que 4 consideraba el mas justo y positivo. Tiberio juege el papel principal, pues aparece como la figura individual que encar- na estas virtudes y también la marcha ascendente de Roma. Veleyo Pacérculo est colmado de experiancias que quiere transmitir, tiene interés en dar a conocer lo que le ha tocado vivir como soldade de Tiberio, a quien admira y en quien ve representado un régimen politico que lo satisface plena~ mente. Es un hombre comdn y corriente, que no pertenece ni se identifica con los sectores aristocréticos. Veleyo es ajeno a sus tradiciones y con mucha libertad hace visible su origen reciente; él, como tantos otros homines novi, aprecian la posibilidad de ascender a niveles mas altos en la sociedad romana de su épaca. No idealiza el pasado, se encuentra completamente satisfecho con el nuevo régimen que ~¢l esta convencido~ da inicio aun periodo superior. Hasta este momento, aunque se advierte un cambio en los trabajos mas recientes, la critica ha buscado dilucidar el puesto de Veleyo en Ia literacura romana. gHistoriador 0 publicista?, asf parece poder resumirse el problema. Para nosotros, este punto no constituye la cuestién central, ya que el valor de sus escritos descansa en que, publicista ono, nos permite conocer de primera mano los motivos en que estos hombres nuevos basaban su apoyo al naciente régimen imperial romano. Desde este punto de vista, su valor es insustituible, ya que en la obra de Veleyo Patéreulo se encuentra el claro testimo- nio de los sencimientos que tenia un determinado grupo de personas en un momento histérico. Veleyo nos da una mejor idea que T&cito de la atmésfera de Roma en el tiempo de la muerte de Augusto. Una atmés- ast fera que se presenta como contraste con la que nos mues- tran Theito y Suetonio. La riqueza y vivacidad del texto tiene, por otra parte, sus limitaciones en la admiracién incondicional del autor hacia Tiberio; admiraciéa que ha sido suficientemente resaltada por la critica. Esta se centra en que la exaltacién de Veleyo deriva en abierta y franca propaganda. Sin embargo, habria que precisar que esta propaganda se daria en el aspecto politico y no militar de Tiberio, pues en este ditimo hay un acuerdo en las fuentes por considerar al sucesor de Augusto ‘como un excelente general, En el ambito politico, en cambio, sabemos que Veleyo presenta realidades que fueron diferen- tes: insiste en varios pasajes en la filial relacién de Tiberio con Augusto, quien habria sido feliz el dla que lo adopts, afirmacién abiertamente tendenciosa, pues para el mismo Tiberio habria significado el inicio de una relacién dificil y traumatica con el poder; y esto, Augusto y Roma lo sabfan. Tampoco duda Veleyo en atribuirle a su biografiado todas las virtudes propias de un princeps, las que para él, Tiberio habia evidenciado claramente antes de su adopeién, Cémo se explican entonces las evidentes contradicci nes que existen entre la exalracién de Veleyo Patéreulo y los juicios, nada favorables, por cierto, de Tacito y Suetonio? EL republicano Técito es categérico en su opinién sobre Tibe- fio: el principe es, segin sus palabras, un disimulador eruel y despiadado que ha sabido esconder su verdadera naturaleza durante los primeras afios de su imperio. : ‘También Suetonio, que no utiliza las mismas fuentes que ‘Ticito, no traza un cuadro muy favorable del segundo em- perador de Roma. Esta contradiccién no hace sino apoyar fa afirmacién de que la obra de Veleyo mira al objetivo de defender, mas que al hombre, al principado tiberiano a los ojos de sus contempordneos, ya que probablemente todavia se sentia la necesidad de reforzar el concepto de principado como evolucién natural de la fase republicana, que encon- traba abierta oposicidn en los sectores de la mas antigua aristocracia del Senado. Resulta facil de comprender el profundo vinculo que unis siempre a Veleyo con el emperador Tiberio por toda la vida: la estima y el afecto del soldado con su general habfan des- pertado en Veleyo la admiracién hasta el punto de concluir Su obra con una vibrante oracién 2 los dioses para que cus todiaran el estado de Roma y a Tiberio, su optimus princeps. Un detalle de cierta importancia es que el estilo ampulo- 0 del escritor crea el tono de exageracin que se le ha cri- ticado; las frases grandilocuentes y su empefio por destacar los hechos como rétor hacen qus en Veleyo aparezes como artificioso le que es expresién de la realidad. Sin justificar la parcialidad de la visién de Veleyo, hay que sefalar que éste s6lo habla de la primera parte del reinado de Tiberio, es decir, se limita al perfodo que, en general, se re- conoce como un buen gobierno incluso por sus detractores. ry ; La exaltacién de Tiberio cambién se encuadra en esta perspectiva. El segundo emperador de Roma habria dado muestras de todas las virwudes militares y civiles que le habrian dado el prestigio necesario para gobernar y ser un princeps, no s6lo aceptado, sino deseado y necesitado. El gobierno de Augusto habia sido un prodigio de equilibrio y fue transmitido a un sucesor que tendié a probar que no se trataba solamente de un remedio transitorio para males contingentes: el retorno del orden después de decenios de violencia, sino una necesidad politica. Por sus capacidades militares, su entrega al servicio pu blico y la fidelidad a su padre, Tiberio gozaba, segin Veleyo, de una cuctoritas propia anterior a su advenimiento al poder, ePor qué Tiberio daba esperanzas de seguridad, de continui- dad del sistema politico que Augusto habla empezado? Por- que reunia todas las cualidades de un princeps incluso antes de serlo. 2Puede definirse esta defensa en pura propaganda y rio calculo de incerés personal? Parece més oportuno pen- sar que en este caso la propaganda es el punto de llegada, no el de partida; en Veleyo la propaganda seria mas un resulta- do que un propésito. Se deja llevar por la natural admiracién que le tenia y que manifiesta de manera muy expresiva, Ciertamente la exaltacién de Tiberio descrita por Veleyo nos sitda en un campo de duda ¢ incertidumbre sobre la obra de este “escritor-soldado”, sin embargo, como contra: partida, nos ilumina sobre los argumentos que més comin mente esgrimfan los partidarios contemporéneos de Tiberio. El autor puede fallar por limitacién en el juicio hist6rico e in- capacidad de critica ms que por una consciente adulacién ‘un oportunista falseamiento de la verdad. El texto que hemos trabajado es la traduccién directa del latin de una parte significativa de la obra de Veleyo Patércu- lo, son los citimos treinta y ocho capttulos que revisten un notable valor, pues es en ellos en los que el autor ha actuado en primera persona y donde deja traslucir su pensamiento ‘o acerca de lo que se estaba viviendo en ese tiempo. Pensamos que constituye un aporte, ya que si bien esta cobra no es muy significativa en cuanto a la originalidad de los hechos presentados, que podemos conocer incluso con més detalles en otras fuentes, sf posee la riqueza de la con- temporaneidad del autor con éstos y el valor del descubri- miento de una interpretacién diversa 2 las tradicionales. La TRADUCCION D& UN CLASICO: “PENSAR DESDE FL OTRO” Creo que una de las virtudes fundamentales en un tra- ductor de un cldsico debe ser la fidelidad, que es mantenerse con esfuerzo en la tarea emprendida de revelar lo que otro nos quiere decir, pero se encuentra como velado por una tela que no deja ver ni Ia forma ni el fondo. Siempre la craduecién requiere esfuerzo porque implica la bésqueda de una pala- bra exacta, de un sentido preciso que quite el velo de esa for- ma y de ese fondo que no podemos conocer sin traducir. La tencacién de llenar los vacfos con algo "mas o menos pareci- do” es en algunos momentos muy fuerte, sobre todo cuando llevamos varias horas frence a una frase sin que se haga la luz (algo bastante corriente cuando traducimos del latin). Sin embargo, el resultado de la paciencia que se necesita para buscar sin cansancio, para probar hasta dar con la llave que abre la puerca cerrada, ese resultado es algo que sélo el que traduce puede valorar: haber encontrado la clave para dar con la verdad. Ese gozo interno que significa haber captado en profundidad el pensamiento de otro y poder ponerlo con las propias palabras es el major pago para el traductor. Lo que el craductor debe mostrar es la obra y nada més que la obra, No hay que olvidarse de que le esté dando for- ma verbal inteligible a algo que él no ha creado y que su au- tor no puede defenderse si se cambia aunque sea el mas mi- imo detalle y aprovecharse de esta situacién serfa un acto injusto, Cuando digo “la obra y nada mas que la obra”, no pretendo rebajac la misién del traductor, sino al contrario, mostrar el riesgo que se corre de agregar una interpretacién personal, dar un tono que no era el que el original tenia, etc. En ocasiones, a favor de una mejor comprensisn, se adultera un poco el texto —en especial cuando se trata de clasicos, porque se trata de “modernizar” su sentido—, pero esto, lejos de ser un beneficio, pasa a ser una alca traicién al autor ysu obra. Por supuesto que muchas veces serd necesario alterar el orden, insertar pequefios nexos, etc. segin lo que dicte el sentide comin y las leyes gramaticales, pero mi postura ‘es que siempre es mejor una traduccién lo més fiel posible al original y, en los casos en que sea necesario, componer el convenience aparato critico para facilitar la debida com- prensién, Es aqui donde, a mi juicio, se centra la labor mas bonita y delicada del traductor. Las notas son el vinculo de ese pasado con mi presente, de ese “su pensamiento” con “mi interpretacién”. Cuando uno traduce en cierta medida se transforma, se convierte un poquito en el autor que ha escrito la obra, empieza a pensar con su légica. Un texto sin traducir es como una obra de teatro sin actuar: codo esta ahi, pero como dormido. El que traduce despierta a la vida ese texto, lo pone al aleance de otros, pero debe hacerlo con respeto, ya que no es ereacién propia, sino expresién de la intimidad de un otro. Tan lejos deberos encontrarnos de {a traducciéa od pedem littese, como de la versién libre y esponténea de una obra. No queremos enearcelar las palabras, ni tampoco de- jarlas tan abiertas que se presten a equivocos. El traductor, ‘como todo hombre debe poner alma en su trabajo, esto sig. nificaré conjugar los elementos mas propiamente humanos: toda la inteligencia puesta al servicio de la exactitud y una firme voluntad para ir en ayuda de la maxima comprensién, Una traduccién de este estilo tiene como resultado un rigu- roso y comprometido encuentro con la verdad, que a mi jul cio, deberia ser el objetivo final de todo trabajo intelectual. se TRADUCCION Y SIGNIFICACION EN LA EDAD MEDIA iannina Burlando el arcculo deT. Nagel aparece en Philosophical | ecw 83 (1974) op. x35-50. £1 mismo Nagel expen ela fora analogia da expres nglesa “what i ‘atin es smbigua. No sigifica"a qué se parece (en ‘vests experiencia), sino mas bien “qué es para el njeco mismo”. Ver nota n° 5, p. 167. 2” ransducci6n del latin sans — y ducer, sige fa transformar, ransferin transmit, ransportary ‘vansitar, todas actividades que realize un mectisme teane-dcor, el eal puede ser entendido, como Io ace yyshyn, Z. (1984, pp.253-178), ke, como un transdutor picollgico el cuel opera en términos de {encion de eventos ficos a simbalces.Véase G: Bur Iando (1995, pp. 100-103). >” gra distincin propueste por Gentil, 8 ala siguiente: ae ecritor ex elizar a actividad de 'com- poner un teco ex ave. Ser traductor, en cambio, fsvealizarlaactviad de ‘esprimere un cexto. (Thee {ete Performances inthe Ancient Wald, Amster: Graben, 1975,97)y ciada por M. Beuchot en Sgro _ergunje en le flips media, UNAM, 1993, pp 435-180. Pero creo que el “oxime” mismo queda {sjeo a interpretacibn, El erming no aélo es wsado como ‘expr, ‘etrujr ‘sacar fuera’ sino también ome lo ues Ceerén ie, “mir, describ expresar, leer con magearimidad yliberalidad de alma’. (Véase Lewis & Shore, A Latin Dicioney, Oxford: Clarendon Press, 1993). + vease Nage! (1974). Segén Nagle significado tena un componence empco, pore, el concept de'roja'requiere la boperencin del oj, De agutse puede seguir que ada concepto de ‘rojo! pueda sr diferente en eada indvidvo, dads aus erentes xperiencas visuals dt lovee homas Nagel -en la década de los I 70's eseribié un articulo titulado “What is it like to be « bat?” (0 “2Qué es para un murcidlago ser murciélago?”).? De ahf la pregunta: “Qué es para un traduc- tor ser traductor?”, Desde una perspectiva antireduecionista, Nagel responderta que ser traductor (i.e., intérprete, exégeta, comenta- dor, o todo eso a partir de ser primero trans- ductor’) ciertamente no es ser una roca, pero tampoco es ser un escritor. La distineién b&- sica entre lo meramente objetivo y lo subjeti vo esté dada por la consciencia. En jerga de los filésofos de la mente que destacan el ca- racter irreductible de la subjetividad’: fa im- posibilidad de capturar lo subjetivo, se debe a que la experiencia consciente de dos o mas individuos, sean 0 no cercanos en el tiempo, ‘no es compartida por la misma estructura neuro-quimice-fisica. Segin esta posicién tal estructura en los seres humanos determi nna su experiencia y su experiencia constituye cl significado de los conceptos.’ De aqut se seguiria que la experiencia subjetiva, la consciencia individual es algo erréticamente indeterminado, Pues bien, si comamos el punto de vista particular del traductor y consideramos su actividad como paradigma antireduccionis- ta, entonces tendrlamos que inferir que la propia subjetividad del traductor raramente le permitirfa capturar el punto de vista parti- cular, singular y total del escritor o su texto, para a su vez, hacer que los lectores-recep- tores capturaran lo que le provoca cosquillas al escritor. Esta conclusién, ala que llegaron filésofos del lenguaje como Frege (1891, 1918), Quine (1960) y Davidson (1973), no resulta nada alentadora ni para la préctica del traductor, quien apenas lograria capturar el modus cogitandi del escritor, tampoco podria satisfacer las méxirmas exigencias del lector, aquellas de literalidad —exactitud, univocidad y determinacién— en la traduccién. Mi incencign no es ofrecer un relato de la teorfa de le supremacta de la subjetividad, ni de su relacién causal con la indeterminacién de la traducci6n— segin la cual toda traduccién es inexacta, vaga y movediza® Quiero, mas modestamente, hablar de lo que fue, ser traductor para un tipico “tra ductor-exegeta” medieval. Mi aproximacién ‘no tiene un cardcter meramente histérico. Presupone una | © escablecida por Quine en su notable Word and Object, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1960. ea ae doble comprensién filoséfica, vigente en la Edad Media. Una tiene que ver con la comprensién general del lenguaje, tuna comprensién especifica dela significacién (0 sentido), y de la suposicidn (0 referencia). Otra con modos alternatives {como el de Tomas de Aquine y de Guillermo de Ockham) de poner en préctica la teorfa de la significacién, precisamente ten el Ambito de la traduccidn de textos latinos. En lo que sigue, trataré en este mismo orden temporal 1° la cuestin tedrica y 2° esquematicamente la cuestiOn mas bien metodoldgica.” I+ LENGUAIE, SIENIFICACION ¥ sUPOSICION La primera investigada detaladamente por Kre- temana, Ashworth, Boh, y los destacados estudiosos latinoamercanos, Munoz Carta, Campos Bentery Mauricio Beuchot, zodos encargados de revivir dversos autores y textos novohispanos dela Spoca Color ew et Meoioeve Para los medievales el lenguaje era algo institucional, i-e., algo instituide por los hombres de manera convencional, ar bitraria, impuesta. Esta institucionalidad tenia que ver, pri- mero, con la relacién que tiene el lenguaje con otros aspec- tos de la realidad humana y social. En efecto, como bien ha novado Campos Beniter de la Universidad de Zacatecas de México, el lenguaje se refiere al pensamiento, es expresi6n del pensamiento, de tal manera que aquello que pensamos toma cuerpo y ¢s comunicable precisamente a través del lenguaje. Sin embargo, el pensamiento en cuanto tal no es arbitrario, es pensamiento de algo y ese algo es lo que llamamos realidad, mundo, estado de cosas, objeto: pablicos. La realidad no es convencional, no es iaventada por el ser humano. Si bien la relacién entre lenguaje y pensamiento es convencional, no lo es la relacidn entre el pensamiento y Ia realidad. Por otra parte, el lenguaje —las lenguas— cambia con el tiempo. Para explicar este cambio que surgfa con las costumbres, los usos y sus variaciones, los medievales distingufan entre tipos de imposicién, Pero fa naturaleza convencional del lenguaje hay que considerarla mas bien como un presupuesto que como una teorla del origen histdrico del lenguaje; presupone, entre otras cosas, cierta preeminencia del pensamiento con res- pecto al lenguaje, pues si no hay pensamien- to previo, no habria lenguaje.* Ahora bien, el estudio del Lenguaje por Mee 2000) parte de los medievales presenta una va ease J. Manuel Campos Benites, “Una teorta me dlieval de lenguaje” (info, Universidad de Zacatecas, riedad de teorias de cuya complejidad solo puedo mencionar algunos aspectos y deta~ Nar solo un par de ellos. Entre cales teorfas se pueden enumerar las siguientes: (i) Una teorla de los términos: incluye una division de ellos en abstractos y concretos, comu nes y singulares, connotativos y absclutos, categorematicos y sincategoreméticos.” El compromiso ontoldgico de estos puede descubrirse investigando si son absolutos (© connotativos y luego determinando si su connotacién es externa." (ii) Una teorla de la suposici6n (suppositio en latin), la cual en parte es una ceor‘a de la reverencia y en parte una teorfa de fa cuantificacién"!, Esta tratada por diversos ldgicos medievales, en- tre quienes se descacan Doctores de Oxford, Viena y Paris, tales como Ockham, Burley, 9 Los primeros, seginP. Hixpane, significa algo por sf mismos (pore, un nambre yun verbo, ambos Constituyen un enunciada simple, Los tézminossincax tegorematicor s6losigeficar cuando acompaian alos, Eategoreméticas, Por esta se llaman sigafiatvos! & ‘precicatvos y signfiean su cusatifeaciSn, en el ato ddelos nombres alguid o aligua~ Loe sincategorémati- ‘cos son "con-signiicativor” como las constantes log as, porellosignifican aliqualiter o de alguna manera. ease Beuchot, 1987. 10 Teazos fiemes de esta teara de los trminos se ‘encuentra en Ia Bare | dela Sums Logiae de Ockham, publicada en Oxford, 1675, ampliamence discutida por 54 contempardneo parsing, Jean Buridan, en Libro Vit e sus Questiones it Libror metephaicam eistotls 1 pare interesante de la teorla de la suposicién, ‘coro destaca Campos Benitez, ¢¢ la teora de Ia am pliacién (e ampiato en lain), la cual aborda los us0s Ge una palabra cuanclo su referencia se extiende; hoy st taplica esta funcién recuriende la ‘intensi¢n’y “exe Si de las palabras Alberto de Sajonia, © Buridan, Autrecourt y Smiglesius, je- suita polaco. Cabe destacar que la suposicién trata de los usos de las palabras. Tanto las palabras como las oraciones se pueden referir a lenguaje mismo, a conceptos 0 entidades mentales y sus contenidos y a cosas e individuos concretos. Llamaron estos niveles de referencia suposicién material, si ple y personal, respectivamente. As{ abordan lo que hoy se Titula de ‘mecalenguaje’ i.e, lo que hace referencia al lenguaje rnismo y sus propiedades. (li) Una teoria de la definicién Segin los textos medievales existian dos tipos de definicién: La definitio quid nominis 0 defisicién nominal, la cual explicaba la significacién de una palabra; y la definitio quid rei o de- finicién real, la cual en palabras de Philip Du Trieu, jesuica holandés, era una “definicién que explica la naturaleza de la cosa significada por un nombre”. Este ti- po de definicién, segan Suarez, fue también llamada ‘esencial” y se aplicaba solo a las substancias?. (iv) Una ceorfa del lenguaje ‘mental, la cual remonta al tratado De Inter- pretatione 16a 3 de Aristételes. Alli sostiene que las palabras habladas son signos de afecciones en la mente. Sin embargo, el verdadero fmpetu det desarrollo de una teorfa del lenguaje mental fue offecido en el De Trinitate 15, por San Agustin y en los Comentarios Segundos sobre el De Interpretatione de Aristételes, por Boecio. Después de Boecio se asumi6 que ha- bian tres tipos de lenguaje: e! hablado, el escrito y el mental, El lenguaje hablado y escrito tienen significados impuestos, mientras que el lenguaje mental, se presuponia comin a todos los hombres, por lo cual debfa tener significaciones naturales. Los términos mentales eran significativos en vir tud de su propia naturaleza. Ockham concibié el lenguaje mental como légicamente anterior y preeminence al lenguaje instituido, y las oraciones habladas eran significativas solo si estaban subordinadas a las oraciones mentales.§* Desde el siglo XIV con Ockham y sus disefpulos, las discusiones sobre e! Tenguaje mental se multiplicaron. Se puso atencién a qué tipo de estructura gramatical debfa exhibir un lenguaje mental, y eémo se podria dar cuenta de la unidad de las proposiciones gramaticales. Ain en el siglo XVII tanto en ‘Oxford como en Lyon o Coimbra se encuentran trazos del de- bate sobre el lenguaje mental. Por ejemplo, como menciona Ashworth, en la lista de cuestiones sobre I6gica, metafisica y érica de Robert Pinke, publicada en 1680, yna de las pregun- tas que debian abordar los estudiantes de Oxford, era “Es tuna proposicién mental una cualidad simple?”. También ef tratado De Anima de Suarez, publicada en Lyon en 1621, pe- ro dictado por él en 1597 a sus alurnnos de Segovia y Coim- bra, inclufa la cuestién: “gs producido por algan término ‘mental (verbo mentis) el acto de la facultad 2 ie Mando ad Lgicm, Oxioniae: Gull Hal, 1662, 85, ctado por Ashworth (1984), 8 Ch De Anima dt, €.1,v0l 1. En S, Cascelot: tabor, 1978. 1 CE Quodibe 1119 193-7; Quoibet I 13 251-3. En}. C. Wey P, 1980 Ch De Anima, d. 5, . 5, 9.2. La respuesta suare- ciana 8 esta cuestion ¢¢ que les palabras o cérminos mmentales son coextensivos con lo que él denorine Concepto mental formal, La nacuraleza de estos con- ceptos la investiga detaladamente en la disputacion 9, €.3 del De Anima y posteriormente la amplta en las Disp. Met, d.2,4.1, 9.1 1 En *What isa Theory 2F Meaning?", 1975. cogniciva?”® En la respuesta a esta cuestién se jugaba nada menos que el problema de ia unidad del poder cognitivo y la unidad de la proposicién mental. Finalmente, co- rolario de la teorta del lenguaje mental es la teorfa de la signifieacién. (v) Una teorla de la significacién medieval (significatio en latin) no tiene que ver con una tearia de Ia significacién del siglo XX como la que describe M. A. E. Dummett! es decir, con mas una detallada especificacién del significado o referencia de todas las palabras y oraciones del lenguaje. En verdad, como concluyen varios medievalistas contempo- raneos,!” para una parte importante de légicos medievales el pensamiento, en tanto entidad mental —i.e., como especies, ideas, © coneeptos— era literalmente el significado (significatum) de las palabras. Esto quiere decir que es un error suponer que hay sig- nificados de cualquier tipo que puedan ser identificados, y que el verbo ‘significar’ sea un término relacionador, 0 que la frase “El significado de ‘P” sea una frase referente."® El vacabulario semantico de los medievales de hecho admitia palabras como ‘signo’, ‘significar’ y ‘significacién’, pero ellas son entendidas como cualidades gsicolégico- causales y no como referentes.” Este hecho tiene dos importantes consecuencias para el debate sobre el lenguaje mental. Primero, refuerza el énfasis en los estados mencales fen tanto opuestos a las entidades abstrac- fieado; y en segundo lugar, muestra que la significatio no era una nocién de referencia fout court. tas tales como el si En el Siglo XIII, el Maestro pertugués Pe- dro Hispano, en sus Summulae Logicae, de- fine ‘sigoifieacién’ como “la representacién de algo (rei) por medio de una expresion segin convencién” * Todavia la definicién de ‘significare’ usada por Pier D’Ailly en su Conceptus e insolubila, Parts: 1495, era: “Re- presentar algo o algunas cosas 0 de alguna manera al poder cognitivo". As! pues, una palabra pod/a significar al menos cuatro cosas: (1) a ella misma, (2) al locutor, (3) al concepto del locutor y (4) al objeco referido por el locutor. Por todo esto el ignificatum de un término no es tanto su reference, sino fo que hace conocido, expre- 52 0 presenta al pensamiento del hablante y secundariamente a lo que ése esté haciendo referencia.” Un términe cateyorematico, nombre y verbo, significaba por derecho pro proposicién (propositio, complexs significabi- 1), pero no hay dudas que el status de la ignificaci6n estuvo sujera a diversas inter pretaciones.® Veremos solo dos casos. Un enunciade podia signifiear una Veanse por ej, Beuchot (1987, 1993), Munoz Garcia (1888), V. Spade (1982), € J. Ashworth (1960, 1982, 1984), Boh (1965, 1966, 1993), Normore 1985, 1987), Kretzmann (1970). I Para los logicos medievals, si asumitramos que (2) el verbo “infer en oraciones como “La palabra ‘elacionador, y que (b) ta frase "El significado de ‘Pea una frase referense, entonces una teora de la signfiacin sea una que ciples gut ipa de entdad ean relacionadas as palabras y eufles asignan una denotacign a las frases Feferences en cuestion, Vase Ashworth, 1980. El origen de esta alteracin parece estar en el hecho que en los manuscritos medievales a palabra sipnifcare ea frecuenternteabrevada y luego er8- neamentelefda como signare. Ademds los aizmos futores medievales algunas veces parecen dudar sobre Qué termina prefieren, (Véase Krecemann, 1988). 3 pedro Hispano (1972) Traut ele eerwords Sunmalae Loge, de. Rij Assan: Van Gorcom, v2 1.79, citado por Bevchot (1987). Para P. Hispano y ‘rs para Guillermo de Sherwood (compatriot de R. Bacon, esr el tratado de Inala en 12402) 1a signfiecion de una expreson et algo abstracto. Asis el modo de entender (0 wt modus nteligendi) ‘eso abstracto escuvo sujta a diversas interprevaciones. En cuanto a la mayoria de los comentarstas de rege ‘tin de acuerdo.en que d no define nunea la nec Ge sereido, Para Frege el sentido noes algo mene, ni igo Fico, sino un objeto abstract. Se puede decir, sin embarge, que como matematico él no se preocu: pba de la naturaleca de estos entes, slo aprecia ls {ctracearas, En estou atid parece pragmatis e sede plasica, porque el sentido eumple una fare ‘iin eedrica en au model: a de estar en cera rela= cin légia con ciertos objetos yen tanto proposiciin fz condicin absracta-de-verded) a ara algunos mecivaies‘pensamient’, ‘concep to" 0 proposicign’ no es exactamente equivalent al ‘acto de la represencacin mental, sino més ben al contenido de ella. Iual que el sentido de Frege, es lo due pensamos cvando pensamos Una expresion, Para Frege e sentido 0 modo de presenacién del objeto ts identical pensamiento que llama proposicin. Sentido, pensamientoy proposicién para Frege son tn tipo especial de objeto, uno tgico, El problema es fue pensar un objeto, segin Frege, es captura (gop) Uo sentido que presenta ese objeto, Esto quiere deci ‘que el modelo fregueano de inzencionalidad parece conduit a un cegreso ad infaitum, Parque la mente ‘aptarla sentidos que son objetos que &s0 vez presen tan objetos de oro tipo, St para Frege el sentido es Ia rara” hacia a referencia de las expesiones, para algunos medievaeslasignificatio es tambien una va para reconocer la suppositio referencia, 3 ‘Del misme eodo para Frege los enunciados txpresan pensamientas, ya través de ellos valores ‘erica. Un enanclado expresa un pensamiento y derivadamente presenta un valor-de-verdad. Ast la fortaleza objetiva de los nombres son los sentidas y la ds los envaciados los pensumientos. Ells en definiciva onsttuyen los ingredientes abseractos y eternos del significado. De hecho, Frege distiague tres mundos tntoldglces: uno inceriarprivado, meneal en el que taben intuiciones y epreseataciones; eto exterior y actual en el que caben abjezos indivduales Psizas, y Un tercer mundo objetivo pero no actual, independien- te dela menta, en el que caben entidades abstracras, na ineuidas, ni inceligidas, ni percibidas por la mente, fino eapturadas por ella. 3 para Boscio cada nombre (nomen) significa algu> na cof’, #1 no, no puede siquierallamarse nomen. Para Pedro Hispano, Wiliam of Sherwood y Vicente Ferrer las sigaificaciones de sujetosy predicados es algo abstracto, En Ockham sujeto y predicado sig- rifiean nombres distintos pero equivalents, porque corresponden a un mismo estado de cosas expresadas tn el enunciago, Sudrer acepta el lenguaje mental de Ockham pero piensa que las significaciones de palabras son concepcos encendides come contenidos Eonceptuales, el de los enuciados fon propoticiones fntendidas camo contenidoe proposiconales. Elabo= rau distincion enere concepto formal y concepto ob- Jive. El concepto objetivo es fo que es representado ten el acto que es el concepto formal y es igualmence ‘esponsable de guiar al poder cognitive al eoncci- imienca de la referencia, sila hay 2 El eerming ‘troductia' comenzé a apareceren el Me- dicevo dentro los manutertos Flesefices de Aquino yy Averroes, pero no sélo como nota Berman (1988, p. 53), para explicar la relacin entre 'mateca!y forma, sing ms especiFieamente para explicar la relacién Causal bdsien de “rans-ducei6a’ entre ntelecto agente Y posible. El primero se comporta coma transductor~ fraductor, porque cransferey transforma estados de cosas del mundo Msi en eventos lingstcos simb 6 on (CF Aquine, SCG 77; In De Anima i 1 129. 375; YG. Buriando, 1995, pp. 100-1) 3 Boecio, fm Lbrum Arittelis De Interpretation, o¢. secunda, Pari, Patrologia Latina de]. Migne, vol. 4 13847:433 cieado por Beuchot, 1993. 1 Francis Jacques, “Del orden del discurso al orden del seneo", Revista Seminaror de Filosofia, N11, 1998, p167 Enel sentido original aiztotlico dara conocer slo micro que interpretar (0 hermencia). Al primer traductor literaro, icio Andrémaco, eslavo griego en Roma (250 2. C.) que viere la Odisea af Latin, se le ams metaphases’ e decir el que incerpreca,expli ca, parafrasea o traduce, Esto segin Beuchot, quiere decir que desde ol origen ¢ nots interpretacion en ta actividad del traduetor, alo cual él denorina “eax rheterpragmatico y heementutice dela traduccién” (1993, p. 145}, Los realistas preieren la suposicién simple, una. versidn elas material, a5! pueden admis esenca Univereles 0 naturales in rebus; los nominalstas riegan la suposicin simple y aceptaa sol la personal, tin subproducto de la suposicisn formal, asi pueden designar puros individues. 3s Quidguidrecipter ad modum recipients reipitur® (Uber de Causs,prol. 10, ST175 5) 30 Entre modos de significa dstingue: Uno, por el, aut las voces signfican cosas y lo llama literal otro, por el que las cosas significan a su vex ovas cosas y 10 Tlama espiitual. Divide, a su ves, el sentido spiritual en: (i) alegdrico, seg el cual las cosas del Antiguo I= LA COMPRENSION BE LA SIGNIFICACION EN ‘Aquitio ¥ Ockiiaw ¥ tA TRADUCCION DE TEXTOS 2De qué manera concierne al traductor medieval la concepcién general del lengua- jey la significacién? Boecio, segin su expe Fiencia de traductor de textos filoséficos de Aristéceles a los latinos, describe su activi- dad de traductor* como un “intento de ha- cer comprensible un texto pasindolo de un idioma a otro®.* "Texto escrito”, propone F, Jacques recientemente, “es un conjunto de oraciones que presentan cierto orden [el cual esté] dotado de sentido global”. Al intentar hacer comprender un texto es- crito, efectivamente, el traduetor medieval buscaba dar a conocer,” palabras, oracio. ‘nes, textos y sus significaciones. Pero de to- das estas entidades ¢qué nivel privilegiaba? Esto dependfa, claro esté, de cémo inter- pretaba las significaciones, lo cual a su vez, revelaba sus propies gustps mesafisicos.™ Tomas de Aquino, experto intérprete de las Sagradas Escrituras y de numerosos tex- tos de Proclo, Aristételes, Boecio 0 Pedro Lombardo y Avicena, entre otros, declara~ ba que el objetivo de su interpretacién era develar la verdad segén la intentio autoris © la intentio libri. Sin embargo, al mismo tiempo afirmaba que “cualquiera sea la cosa recibida [en este caso, autor o texto] no puede serlo sino segin las maneras propias de aquel que lo recibe”." Sugeria, ademés, que “las voces significan muchas cosas”. La signifieacién de las palabras es el contenido mental..! Pero, hay que distin- guir que esta significacién es por represen: tatividad. En efecto, las palabras primero significan representando directamente a los conceptos, los cuales secundariamente 2 su vez representan las diversas cosas.” Acesto afadia que en la multiplicacién del ificar no habria equiveco, ya que las significaciones “no se multiplican porque una voz signifique muchas cosas, sino __ porque las cosas significadas por las voces a? pueden ser signos de otras cosas”. Todos los sentidos del significar, conclufa, se fun: dan en uno: el literal.”* Este planteamienco de Aquino, segiin Beuchot, lo convierte en un traductor hermeneuta que favorece el aspecto pragmatico de la significacién. Es decir, holisticamente respeta la literalidad, pero también toma en cuenta ef contexto, presupuestos, usos relevances que el lec~ tor da a las palabras. Esta misma actitud pragmdtica™ Ilevarfa 2 Tomas de Aquino a adoptar un modus loquendi de cuestién disputada, la cual le permite exponer, ex- plicar y tranemitir reverentemente, pero también transformar, adaptar, y corregir segiin sea la comprensién ¢ intencién del intérprete. Otra consecuencia, me parece, es que la interpretacién y expositio en la cuesti6n disputada de Aquino consticuye “Testameato son figuras del Nuovo; (i) moral, segdn lua las cosas que hace Cristo son signe de lo que ‘debemas hacer norotres y (i) anagegico, segon el ‘cual as cosas del Nveve Testamento son figuras de lo ‘gue se da en Ia gloria eter. (ST I.g. 1 10c) Moises dn, de la tradicién ucla enballtiea (1290), igual mente distingve jrarquias se sgnificaciones en el Tora Ultra, (i) alegatic, (i) talmigico yi) mistico sncrato (Pardes) Mia | Peri hermanos, Lece.2 a. 3. 32 CE ims Par hermeneias, Lect. 2.0.2 B sria9, Wad. 3 se puede ver continuidad de esta aetiud en le ‘Obra de Umberto Eco. En Leto in Fdbule (Barcelo ina, 1981) y Los Linites dea interpreteién (Barcelona, 3992), efectivamente, Eco argumenca que el signif do de un texca se halla en un frdgil equilibrio entre le ‘straceia textual de apertura del autor y In interacci6n Gel lector. El tema dela iterpretacién es actualmente Giscutido en detalle por Vicror Bravari en su tesis de cenciatura en Filosofia sobre la Semidtica de H. Eco. tuna construccién independiente y, por cierto, notoriamen: te aumentada. Ockham, quién iguatmente ejercita en el medioevo el oficio de intérprete y comentarisca de Ia Biblia y de textos Filoséficos —de Aristételes, Porfirio, Agustin, Anselmo, Pe- dro Lombardo 0 D. Escoto, Durando, y Alejandro de Hales, su primer maestro parisino— consideraba que el principal objetivo del traductor debia ser expresar y comunicar to que es verdadero. Lo verdadero es denotado por la unidad minima de la significacién, i.e,. el sombre y la proposicién". No estaba de acuerdo con el pragmatismo de Aquino, pues de- clara: “[...] engafan cuando definen el nombre no segin lo dice Dios, sino seguin lo reciben los hombres”. Lo preeminence para él es el decir, el discurso. De los tipos de discurso tienen primacia los términos y proposiciones mencales, porque no son 35 por gj. una proposiién afirmacva de inesey de presence sora vordadera si solo si tanto elsujeto Como e predicade figuran en el enunciado enlugtr de In misma realidad, En Socrates es hombre serd ver dadera sss 'Soerates'y “hombre! denotan al individu ‘Socrates. it 36 Etta mentuntor e&defnint verbum non secuden dicendans Dene, tod secundum rec pentem miner” (Ordinato d.'35, 19 Semertiae 1) instituides como los otros, sino. signos naturales de las cosas. Se oponia a Agustin en el De mar gistro, negando que el signo riencal sea sensible. Definia, el signo como “aquello que lleva al conocimiento de algo y estd destinado a colocarse (supponere) en lugar de este algo, 0 ser aadido a otro [signo], en la proposicidn’.” Por lo tanto, Ockham diria que en el intentar hacer comprender un texto escrito, efectivamente el traductor busca dar 2 cono- cer. Pero para dar a conocer sin engefiar debe ante todo atender al decir primordial, ie. al decir mental con signos, fo conceptos. La earacteristica distintiva de estos signos no tes precisamente su representatividad ni su similituds con la cosa conocida, sino su vacuidad de contenido, de abt su capacidad de relacionarse con otros signos en la proposi- cién mental y su propia tensién natural (in—tendere) hacia ia cosa. La significacién ockhamista es, pues, no una ruta intermedia como la entiendia la tradicién escolastea~ si- no una inmediata denotacién. Asi pues, este nuevo criterio, semdntico reduccionista, mas que pragmatico en Ockham, se erige como garantfa de lo que es verdadero: dnico limite de cualquier traductor. La leecura y comentario de sus ante lajce mor 1 cesores lo hacen adoptar el estilo de cuestiones disputadas, pero las suyas son cuestiones disputadas si no disminuidas, al menos modificadas: abreviadas y brevisimas. La Summa Logicae, el Ordinatio 0 el De successivis son buenos ejemplos que ademés reflejan el juicio tanto independiente como cri- tico del Venerabilis Inceptor, Venerable Iniciador, En suma, al lector de nuestros dias le puede resultar ‘exravagante la concepcién medieval sobre la prioridad del pensamiento respecto al lenguaje. Las concepciones de nues- tro siglo han postulado algo opuesto: si no hay lenguaje no hay pensamiento. El lenguaje es condicién Una provocativstesisanarisorlica de Wassy ara el pensamiento y asf lo expresan las Kandinsl sestiene que el sonido musical ~comoioten diversas teorias psicoldgicas, sociclégicas dellengoaje oral= aeeda dvectamente sobre el alma, artisticas™ que hablan de la génesis del por esta razén considera que la miscaeselarterec: pensamiento a partir del lenguaje. En ef Toray paradigmatic. En Kandinski la conmocisn y tensién del alma ex provocada por el lenguaje musical ‘caso de los medievales, parece claro que no {Wéase, De lo espirituelen el arte, Barcelona: Barel-La- 8 posible sostener que duden acerca de si bor, 1986.) {as palabras son usadas para referir a los objetos publicos. La cuestién central, sin embargo, era la descripcién y prioridad que establecieron entre palabra-concepto-cosa. Para Aquino y Ockham sino hay lenguaje mental, no hay cosas. La ventaja de una teoria medieval que prioriza un tipo de lenguaje mental est en ‘que puede explicar la diversidad de las lenguas y, al mismo tiempo, postular una estructura comdn, una gramética del pensamiento. Si en esta gramatica se incluye un aspecto de representatividad, entonces cabria alucién a la subjetividad « indeterminacién. Por el contrario, si se destaca el aspecto formal, se alude a algo comén a todos los seres hurnanos y a todas las lenguas. Esa estructura depurada y comdn del pensamiento es la que permitiria que todo sea dicho en una lengua que se puede traducir y por lo tanto, supone que exis- tan otras. Todas lenguas equivalentes, que se corresponden mas o menos y pueden dialogar entre sf para alegria de todo traductor, amante de textos, 370 complejas relaciones que Aristéte- les establece entre la dialéctica y la retérica. El punto de vista asumido se enmarca en la consideracién de ambas tékhnai desde la perspectiva del establecimiento de una teor'a de lz argumentacién poética, especialmente diseada para convencer en e| ambito de la opinién (déxe). En efecto, ya desde la primera linea de la Retérica, Aristételes propone a la dialéctica como modelo de la argumentacién retérica, Sir embargo, se trata de una relacidn cargada de tensiones, las que se potencian debido al uso de metdforas extraidas de diversos Ambitos, como el del teatro o el de la vida vegetal, para explicar la vinculacién entre ambos quehaceres. a este erabajo me propongo ana- ; : Recdrcaydalcica en Arwales E Tar dos de erte ls mukiples y | Surin dilecca on See eee ee La proximidad entre estas tkhnai es posible, en gran medida, porque ellas son artes discursivas que se ocupan de lo que puede ser de mis de una manera, son capaces de argumentar cosas contrarias y, en fin, no poseen un objeto determinade de conocimiento, sino que son simples fa- cultades de proporcionar razones. Ahora bien, a pesar de esta cercanfa, la dialéetica no es la retérica, dado que sus respectivos discursos inciden en contextos diferentes, difie- ren en sus modos de argumentacidn y, ademas, se dirigen a destinatarios distintos. Aunque, como he afirmado antes, le dialéctica es el modelo argumentative que utiliza Aristételes para dar un fundamento légico « la retérica, en cuanto esta liltima es la Facultad de teorizar lo que es adecuado, en ca- da caso, para persuadir (cfr. Relérica, 1355 b, 25-26). Este fundamento ldgico estriba esencialmente en que el silogismo retdrico (enthjmema) es una especie de silogismo, al que le corresponde ser tratado por la dialéetica, y el ejemplo (pari- deigma) es la induccién retérica, la que es semejante, aunque no idéntica, a la epagogé dialéctica. 1) La nerénicas avrisraorios DE LA oIALécrica Dialéctica y retérica se relacionan desde ta primera linea de la Retérica: “La retérica es antistrophos de la dialéctica, ya que ambas tratan de aquellas cuestiones que permiten tener conocimientos en cierto modo comunes a todos y que no pertenecen a una ciencia determinada” (Ret. 1354 a, 1 ss.)- ZA qué apunta aqui la expresién antéstrophos? Esta es una pregunta dificil de responder, sobre todo porque Aristételes no vuelve sobre tal expresién toinada en un sentido metafé- rico en ningun otro lugar de la Retérica, ya que después solo la usa en su sentido propio al referirse a la syzygia lirica (fr Rat., 1409 a, 27 y b, 27). ‘Andrés Covarrubias Correa + see trabajo forma parte del Proyecto de Investigacign FON DECYT 1000595 y fue presentado ‘en Coloquia de Traducci6n, Facultad Ge Letres Universidad Catalea de Chile = Insite Chileno Francés cde Cultura, en abril de 2000. 41.1) Soone 1a TRADUCCION DE AMTIsTROPHOS Lo que primero llama la atencién es la profusa variedad de expresiones que los traductores y comentaristas de Aris- tételes utilizan para traducir antistrophos en el pasaje indi- cado. Ast, pues, Wartelle propone “correlativa”, “andloga”, “correspondiente”; Dufour “andloga”; Brunschwig traduce “contraparte®; Tovar “correlativa”, y Q. Racionero opta por mantener “antistrofa”. Estos esfuerzos, a mi juicio, eviden- cian la dificultad para encontrar un concepto que exprese tna relacién de semejanza y, al mismo tiempo, de oposicién. En efecto, si bien es cierto que la retérica asume el modelo argumentativo de la dialéctiea, sin embargo se diferencia de esta ultima por sus objetivos, su campo de aplicacién, los modos especificos de argumentacién y el tipo de destina~ tario al cual se dirigen, lo que en la practica hace imposible cualquier intento por aproximarlas de manera excesiva 1.2) AnrisreoPHos: NA EXPRESION QUE TIENE SU ORIGEN EW EL TEATRO ‘Al parecer, Platén cred e adjetivo ent/strophos a partir de antistephein, términa que designa el movimiento de réplica, Jnverso pero semejante al de la estrofa, con el que el coro se desplazaba en las representaciones ceatra- hea, pacioneraRetdice,Gredos,1990,p. 161,01. les, ASl, pues, antistraphé es la parte de la cancién que el coro canta cuando vuelve al lugar que debe ocupar al entonarse la strophé, Réplica y'con- srarréplica’, semejanza tensional, diferencia en la semejanza, estos son los referentes de la expresién antistrophos, y que, pri- ima facie, nos sitcan en el horizonte de la representacién tea- tral. Sin embargo, pienso que lleva razén M. Dufour cuando dice que Arist6teles seguramente no ha pretendide con el uso de tal expresién defender una correspondencia entre ambas tékhnai tan rigurosa como la que refleja la responsio, verso @ Verso, de las dos estrofas de una syzygle dra- fr pe Police 1293 2,33, donde Aréeler usa mética’, y que, por lo tanto, es necesario ex: sutnnpkes pees wiablecerlacorrespondencia ana-_pliear la utilizacién de antistraphos desde su tage tne acvare forma de oligaruiayla china Felscign y diferencia con el vocabulario pla- eomeeerees t6nico (cfr. Aristote Rhétorique, 1991, p.33), 1.3) Avrisrronios: UNA BXPRESION PLATENICA EN SENTIDO ARISTOTEUICO Profundizando en nuestra linea de lectura, no solo an- Listrophos tiene el sentido de contrarréplica 0 contraparte, sino que también muestra la notoria distancia que separa a ‘Aristételes de su maestro Platén para entender la funcién y el fin de la retorica. En el Gorgias 464 6-465 e, Platén aporta tclementos fundamentales para precisar el lugar que la reté~ fea debe ocupar. Esta se presenta, al igual que la sofistica, Como un ‘pseudosaber’ que se funda en un tipo de persua- sién que Gnicamente produce opiniones Cir, Tomés Calvo Martinez: Delos Sofistasa Platén: - momenténeas.’ En lo que hace relacién con sia ypnranies, 1986, pe asa: Aaracecos! lo que ahora nos ocupa, Sécrates afirma profesor Calvo Martinez haberme sugerid i expr ue la retdrica es, respecto al alma, antistro- cuerpo (Gorgias 465 d). Aqut la expresién antistrophon indica tina equivalencia, que busca sitvar dos falsos saberes en su vineulacién tanto con el cuerpo como con el alma. Con la equivalencia propuesta entre retérica y cocina, Platén critica In comparacién entre medicina y retérica defendida tanto por Protégoras como por Gorgias am Frente a esta utilizacién de antistrophos podemos pregun~ tarnos sila afirmacién con la que Aristételes inicia su Retéri- ca obedece a una cierta continuidad con el pensamiento de su maestro, 0 si, mas bien, debemos interpretar el uso de tal expresién por parte del Estagirita en un sentido diferente, tal vez contrario, al establecido por Platén. Pensamos que la Utilizacién de antistrophos al comienzo de la Retérica obedece fundamentalmente a un uso aristotélico de una expresién platénica, tendiente a manifestar una novedosa concepcién de la relacién entre retérica y dialéctica, y que, ademas, se contrapone a la propuesta por Platén. En efecto, desde la perspectiva platéniea, tanto si consideramos el Gorgias como el Fedro, la retérica jamas podria ser concebida como antis trophos de la dialéctica. Si en el Gorgias su caracter ‘antistré- fico’ la vineula a la cocina, por su relacién con el mundo de la mera opinién y de la adulacién, en el Fedro la ret6rica solo podria ser validada, idealmente, mediante la aceptacién de una dependencia absoluta con respecto a la dialéctica, en cuanto esta Gltima es la coronacién de todas las ciencias, ‘como se afirma en Repiiblica 534 € ss. Esta dependencia total, sin embargo, impide en principio establecer una relacién de analogia tensional entre retorica y dialéctica, puesto que lo que las vincula seria la dependencia inrestricta derivada de una jerarquizacién, que, en definitiva, solo valida el conocimiento cierto y pleno de contenido y verdad que nace de la dialéctica. Menos podria esperarse que la retérica se presentara como una contrarréplica de la dialéctica. Ast, pues, la metéfora aristotélica de la retérica come antistrophos de la dialéctica marca tanto una diferencia en la semejanza entre ambas tékhnai, como el distanciamien- to con respecto a la posicién de su maestro en este punto. + Chr. A. Vallee Campos: “Et Fedo ya Retiree de ‘Aistétles”, thos Vi, 1994, pp. 83-30 De manera que, por un.lado, Aristéte- les al proponer asta metéfora pone en evidencia la estrecha proximidad entre ambas tékhnai. Esto implica, al menos, dos Caracteristicas que inciden en su estructura argumentativa: primero, tales tékhnei no exigen una competencia especial en ninguna materia, y, segundo, ambas se apoyan en los éndoxa, en las opiniones establecidas de una determinada comunidad. Pero, por otro lado, persiste la tension de dos quehaceres iredvctibles entre si, tensién que afecta muy especialmente a las condiciones y caracteristicas de los al- ccances de su argumentacién, y que esta determinada por la diferencia que es posible establecer entre un interlocutor steno al eaborado dicurso dnt, por une party un auditor preocupade de juzgar acerca de un tema de interés publico y general, por otra parte. Por lo tanto, la retérica es antistrophos de la dialéctica tanto por su proximidad, delimitada por un uso pottico de la razn (es decir, ni teorético ni préctico), tendience a la produccién de argumentaciones alamente convincentes, donde, por lo demas, la dialéctica se presenta como modelo (pee. la retérica como “parte de” (mérién ti) y “semejance” (homofoma~homola) de la dialéctica: cfr. Ret. 1356 a, 30-33) como por sus diferencias, que impicen que cualquiera de ambas pueda suplir, anular o absorber a la otra, en la ardua tarea de recuperar los éndoxa y las plsteis en el horizonte de lo we deca que no siendo necesario y verdadero al mismo tiempo, es sin embargo razonable, dando por sentado que el espacio de lo razonable es donde se inserta la mayor parte de |a actividad humana. 2) Ls nevORICA: paRapuvés DE LA OIALECTICA ‘Aun més variada es la traduccién que ofrecen los especia- listas para la expresién paraphyés, Excrecencia, ramificacién, esqueje, retofo, renuevo, etc. Tovar en su traduccién de la Retériea propone, sin mayores explicaciones, la expresién “paralela”. La complejidad de esta situacién viene dada, en gran medida, por el uso metaférico de paraphyés ti para expli- car la relacién entre retérica y dialéctica. En efecto, como se- fala H. Bonitz en su Index Aristotelicus, la forma més usual es peraphyds-paraphyédos, la cual se aplica tanto a la vida animal ‘coma a la vegetal. Esto se complica aun més por el hecho de que esta es la Gnica vez que Aristételes utiliza este adjetivo bajo esta forma. ‘Ahora bien, si traducimos paraphyés por ramificacién, ‘como hace Dufour entre otros, lo que hacemos es marcar las tintas en la dependencia de la retérica con respecto a la dialéctica. Sin embargo, en una buena medida olvidamos el aspecto tensional, el que consideramos parte esencial en Ia comprensién de la relacién entre ambas tékhngi. En efecto, si traducimos “ramifiacié” es necesario aclarar que no se trata de cualquier ramaje, sino de uno que crece con cierta autonomia, ¢ incluso paralelamente, respecto de la planta principal Es adecuado, pues, seguir preguntandonos por el sentido yy los aleances del uso de esta expresién en Aristételes. En la tice a Niedmaco |, 6, 1096 21, encontramos una pista sugerente, ya que es aqui, junto al pasaje de la Retériea que nos ocupa (}, 2, 1356 a, 25-27), donde Aristételes usa me- taféricamente la expresién pavaphyés, En efecto, en esta obra, al referrse a la categorfa de “relacién”, dice que es como un, rebrote (paraphyddi) y un accidente de la esencia. Pierre A benque, en El problema del ser en Aristételes (Taurus, Madi 1987, p. 238), afiema que esta expresién apunta a seftalar que la relacién, en euanto parephyédi, e5 un “producto”, pero que brota aparte (pard), como una especie debilitada del generador. Este brote parte de la ralz y, por fo tanto, es en cierto modo un competidor de la planta principal. Proximidad y distancia, semejanza en la diferencia, reali dades opuestas y, sin embargo, complementarias. La indaga cin para entender el sentida de la expresién parsphyés usada metaféricamente nos conduce al anélisis de su uso normal en Aristteles. En Sobre las plantas (818 b, 20 ss.) el Estagirita dice que las ramificaciones (paraphyds) son las partes que emergen desde la ratz de ciertos rboles cuando los ramales més antiguos estan sobre ellas. Creemos que este sentido propio de la expresin paraphyés ilumina el sentido rmetafé- rico con el que Aristételes quiere expresar la relacién entre retérica y dialéctica. En efecto, la ret6rica depende de la ralz argumentativa de la dialéctica: ambas estan préximas por- que son simplemente facultades de proporcionar razones (cfr, Ret. 1356 a, 33) no se aplican a ningun género determi nado, pueden concluir cosas eontrarias y, ademas, no ope- ran al azar, sino que instauran un método de produccién de razones a partir del material proporcionado por la empeiria y la déxa, En este sentido, la retsrica y la dialéctica son dos modos complementarios de manifestar la racionalidad productiva o postica’ 5 cf. A. Covarrubias: “Diléctca y etérca en Ais téceles: nude sin desenlace?", Revise de Fils Uri Sifj embargo, la retérica no puede ser “stilt de Chile vol XLXL, 1997, pp, 109-120, confundida con la dialéctica, ya que es diferente razonar mediante el silogismo y la epagogé frente a.un problema 0 una tesis dialéctica, que hacerlo mediante cel enthymema (es decir, el silogismo retorico) y el parddeigma (ive. la induccién retdrica) cuando se trata de aquello que los ciudadanos deben juzgar, teniendo poco tiempo para hacerlo y una escasa preparacién para debatir ideas contra- puestas. Asimismo, es distinto razonar dialdgicamente con tn interlocutor atento y precavido, que hacerlo mediante un discurso continuo, frente a un grupo de oyentes en los que no debemos presuponer una alta preparacién para seguir con detalle una argumentacién compleja y que, ademés, son auditores muy proclives a juzgar desde el fondo de sus ¢ seos y emociones. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, ambas tékhnai confian en que lo razonable puede prevalecer fen aquellos ambitos en los que no podemos argumentar cientificamente. Concwusion Los aspectos aqui consideradas nos indican que la tra duccién es interpretacién, y que, en ciertos casos, como en el del uso metaferico de entlstrophos y paraphyés para plasmar la relacién problemdtica entre la ret6rica y la dialéctica, la interpretacién es un factor determinante. Tanto es asi, que estas dos expresiones han mareado sendas Iineas de lectura: la de aquellos que aproximan excesivamente la retérica a la Iogica, hasta perder la rafe de la oratoria en la praxis, yla de aquellos que no han considerado de manera suficiente la proximidad entre retérica y logica, que es lo que, 2 mijuicio, potencia a la primera come una teorfa de la argumentacién construida para deliberar ¢ impulsar a los individuos a la accién de un modo razonable y, por lo general, en contextos sobrecargados emocionalmente. La retériea, pues, es contrarréplica de la dialéctica, tanto por su proximidad patentizada por el uso poético de la ra- cionalidad, como por sus diferencias, que impiden que cual- quiera de ambas tékhnoi pueda absorber a la otra, en la ar dua tarea de reeuperar los éndoxa y las pisteis en e| horizonte de lo que no siendo necesario es razonable, siempre situados ‘en la perspectiva de las opiniones establecidas o del sistema comunitario de creencias, La retérica, ademés, es una ramificacién de la dialéctica. En este sentido, hemos hecho hincapié en el alcance meta- forico de esta expresién, que apunta a una relacién de de- pendencia, pero que, al mismo tiempo, manifiesta una cierta autonomia. Ast, la retérica depende de Ia raiz argumentativa de la dialéctica, la que se presenta ante esa tékhne como mo- delo, Se aproximan, asimismo, porque ambas son simples facultades de proporcionar razones, no se aplican a un géne- ro determinado, pueden concluir cosas contrarias, y, en fin, constituyen t#khnai voleadas a la produccién de argumentos ‘que toman como punto de partida los éndaxa. Pero, a fin de ‘cuentas, es importante tener claro que ni el rétor es el dialéc- tico, ni los medios de prueba de ambos son idénticos ni, por Ultimo, los destinacarios del discurso son los mismos, ‘Tras estas sugerentes metéforas propuestas por Aris t6teles, es posible ver el esfuerzo del filésofo por abarcar, mediante una teorfa comprensiva de la argumentacién, los variados registros de todo lo que cae bajo el prisma de lo opinable, Esto hace de la oratoria una auténtica teoria de la praxis discursiva, orientada a la persuasién de las mayorias que deben juzgar sobre los asuntos que incumben a la pélis, los cuales, evidentemente, no deben ser tratados con el mé- tode propio de la argumentacién dialéctica. raducie se dice en alemain dberset | ten, es decir, iteralmence, tnsponer | El problema 0, si se quiere, eansportar. La pala- bra espafiola “traduci™ viene, por sv parte, abviamente del latin, dela palabra trducrre, est e,trant—di- cere, que quiere decit, mas'o menos, “sransllevar®, vale decir ae nuevo, transporter. {Qué es exactamente lo transports do en el traduclr? Se podria responder, un poco atolondra- damente lo transportado son las ideas: las ideas expresadas nel idioma de origen son transportadas al idioma al eval se traduce. ZEs 257? Lo primero que a uno se le ocurre replicar ts que a veces lo que se esté intentando traducir no son ne- cesarlamente “ideas”, sino por ejemplo estados de dnimo o tise prefiere, situaciones compenetradas de sentimientos. Cuando tradusco, por elemplo, el proh delor latino al caste- liane joh dolor, no esioy transportande ideas de un lugar a otto, fine un estado de dnimo. un sentimiento. Por lo gene- ral, en la poesia no se trata tarto de ideas, cuanto mas bien de realidades irradiantes, Dice, por ejemplo, Rafael Albert Debajo del chopo, amante, Debajo del chopo, no. Al pie del alamo, si Del dlamo bianco y verde. Hoja blanca ti, Hoja verde yo. Traducido al aleman, podea ser: Im Erlenschatten, Liebste, Im Erlensehatten, nicht. Unter den Pappel, ja, Dem Weiss und Grin der Papel. Weisses Blatt, du Griines Blatz, ich. gHemos transportado ideas? Ciertamente no, Hemos transportade toda una situacién, desde un idioma a otro. Pero hay algo mas. Es el traducir tan sélo un transporte de situaciones de un lugar a otro? .Qué significa propia~ mente transponer una cosa, la que fuere, de una lengua 2 otra? Respuesta facil: “decir esa misma cosa en ctro idio~ ma”. Vuelvo a preguntar: zy qué es el trans de transponer o transportar? gEs algo ast como el simple paso de un lugar a otro? Pero, ges que todo el problema esté en lo que llama- mos "lugar"? ¢Son las lenguas algo asi como meros lugares diferentes para lo mismo, que permaneceria intocado? Creo que no, Las lenguas “agarran” las cosas, las toman. Y, al tomarla a su manera, 'a cosa en algn modo se transforma, la traduccién Jorge Eduardo Rivera | | | | | i | | | i Es la misma cosa, pero en una perspectiva diferente. No es lo mismo “debajo del chopo” en castellano, que “Im Erlens- chatten” en aleman. En aleman decimos “a la sombra del Alamo". 2Cual es le cosa transportada aqui? 2EI alamo? No, ciertamente, Lo transportado es un deseo, una peticién, un consejo, “No aqui, sino alll”. No a la sombra negra dl cho- po, sino a la luz blanca y verde del élamo... Se transporta un juego, un decir amoroso... Qué cosa mas dificil resulta ser entonces el traducirl Traducir es trans-portar, aber-setzen. Pues bien, en es- ta concepcién del traducir se podria subrayar el porter del trans-portar, el setzen del iber~setzen, y entonces pareciera que una cosa se pasa de aquihacia alld. La misma, idéntica, cosa, Simplemente en lados distintos. Pero se puede, en cambio, subrayar més bien el trans, el uber. Y entonces traducir serfa transformar. Lo mismo, pero transfigurado, agarrado en forma diferente, Yen este caso, traducir es cambiar, recrear, rehacer, Yo creo que éste es el verdadero sentido de la traduccién. Voy a decir lo mismo en otra forma. Traducir es inter preter, esto es hermenela, hermenéutica. Como se sabe, la hhermenéutica es el oficio de Hermes. Hermes es el que trae Jas nuevas de los dioses a los hombres. Hermes empieza por escuchar lo que dicen los dioses. Escuchar no es un mero ofr, ino es aprehender sonidos. Escuchar es prestar o/do atento 2 algo, Escuchar es lo que ocurre cuando nos volvemos todo ‘oidos para alguien o para algo. Al volvernos "todo ofdo” nos hacemos plenamente receptivos, receptivos con nuestro ser entero, no s6lo con los ofdos. Acogemos lo que se nos ofrece, quedamnos “pendientes” de ello, atentos a lo que nos pueda 60 quiera venir. Nos hacemos déciles, obedientes a lo que nos sale al encuentro. Cuando Hermes escucha a los dioses no ‘oye palabras sonoras, porque los dioses no hablan como los humanos, Los dioses hablan un lenguaje divino, un lenguaje que no suena, pero que dice, quizas, en el silencio més to- tal, todo lo que los dioses nos tiene que decir. Ahora bien, Hermes esté encargado de “escuchar”, esto es, de acoger lo dicho por los dioses y decirlo en palabras humanas, esto es, en palabras enteramente diferentes a la palabra silenciosa de los dioses. Esta transformacién de lo mismo, vale deci, del mensaje de los dioses, a otra forma de lenguaje, esta mismi- ded en la diferencia, es justamente la hermenéutica, el oficio de Hermes. Es lo que tiene que hacer la traduecién: decir fo mismo en forma diferente, Cada lengua es une farma de aprehender el mundo, une forma propia, un (dion, diria un griego, un idio- ima, Coger lo mismo en la forma que nos es propia, es decir, coger en forma diferente esa mismidad que queda dicha en el idioma de origen: traducir es interpreter. Y por es0 el problema de la traduccién es siempre bifron- te, Primero es necesario captar la mismidad de lo dicho, y captarla en el idioma original, en la forma que es propia del original. No es Fécil, pero, en el fondo, es sencillo. Para ello se requiere conocer bien la lengua de origen. Naturalmente «30 solo no basta, por lo menos no basta cuando lo tradu- cido no es el lenguaje coloquial de todos los dias. Sies algo de contenido filoséfico, poético 0 religioso, seré necesario, ww ae ademés conocer la lengua original, sentir en lo profundo de nosotros mismos el lenguaje pensante o el lenguaje possico 0 el lenguaje religioso. Ahora bien, ese es slo uno de los lados de la traduccién: el lado que da alo dicho en el texco original. El otro lado de la traduecién consiste en decir ex0 mismo en la lengua ad quem, en la lengua a la que se va @ traducir. ¥ aqui sf que las cosas se complican. Los problemas son, en principio, mucho més arduos que los que surgian al comprender lo dicho en el original. En efecto, para esto dle imo teniamos la ayuda del original misme, podiamos dejar- nos guiar por el original y, si éramos déciles alo escuchado y teniamos “sentido” para lo que alli se nos decia, habriamos logrado escuchar los que se nos queria transmitir. Pero, decir 230 mismo en la lengua de la traduccién es un proceso creat vo en el que tenemos que hollar —encontrar— en esa lengua los giros y las expresiones adecuadas de esa lengua, uno giros que digan, en farma propia del nuevo idioma, lo mismo que se decla en ol idioma 2 quo. Yes20 es lo dificil, porque supone una recreacién, Diche de otra manera, lo dificil cuando traduzco, por ejemplo, del alemén al castellano, no es tanto comprender lo que dice el alemn, sino decir eso mismo en castellano, que 5 un idioma diferente, y que no lo es tan sélo porque tie~ ne otras palabras que el alemdn (palabras castellanas y no palabras alemanas), sino ~sobre todo— porque tiene otros giros, otras maneras de decir las cosas, esto es otras expre~ nes idiomaticas, que con Frecuencia son absolutamente distintas de las del aleman. Lcs idiomas no son meros con~ juntos de palabras. No son lo que esté en los diccionarios. Los idiomas se hallan en la lengua de la comunicacién dialé- gica, estén en lo dialectal del lenguaje. ¥ lo dialectal depende de la historia propia de cada pueblo, de sus sitvaciones, de sus vicisitudes, de su genio particular, cosas todas absolu- tamente azarosas. La traduccién no se demuestra, no puede ser probada. La traduccién se siente Para hallar los giros adecuados, sobre todo cuando no se trata meramente de un hablar corriente y cotidiano, sino por ejemplo— del habla de la filosofia o de la poesia, es necesario muchas veces escuchar cuidadosamente la propia lengua, y descubrir las posibilidades dicientes que estén en- cerradas en sus giros y expresiones idiot en ocasiones, crear expresiones nuevas, pero hacerlo desde una connaturalidad con la lengua propia. “nan muss den Mut haben 2ur freien Ubersetaung”, me decta muchas veces Hans-Georg Gadamer cuando yo trabajaba en la traduccién de Sery tiempo: “hay que tener el coraje de tra- ducir libremente”. Traducir libremente es lo mas dificil que hay. Porque la libertad en cucstién no concierne a la “cosa traducida’, a eso que he llamado la mismidad de lo dicho, sino que atafe a la forma del decir. Esta ha de ser cal que “agarre” precisamente y con fidelidad maxima eso mismo que esta dicho en el original. Decir “lo mismo” en la forma adecuadamente propia, es la suprema dificultad, y en ella radica toda la problematici- dad del traducir. Ccurre aqui algo semejante a lo que ocurre en la misiea. En la misica tenemos, por lo pronto, esa cosa candnica que es la partitura. Estoy comparando la partitura con el texto original que hay que traducir. La partitura es lo conocido, lo ya hecho, lo claro, lo cansabido, lo que esté ahi, lo rismo, lo de siempre. Pero, curiosamente, esa cosa misma y regu- lante, esa cosa siempre presente, no es lo que propiamente interesa, Porque podria ocurrir que leyéramos esa partitura como un texto que no dice nada, que no habla, es decir “musicalmente expresado— que no “canta”. Sélo cuando la particura se pone a cantar se da propia y finalmente la misica, Ese canto pasa a través de los dedos, de la tecla, de las cuerdas, pasa por el soplo del instrumento de viento. Lo que falla a veces en la mGsiea no es la partitura, que en su inmovilidad hierdtiea encierra en sf todo los que ella puede decir, todo lo que tiene que decir. Lo que fella —cvando algo falla— son los dedos, el golpe del arco, la explosién del aire en e| tubo de madera o en el bronce. Pero no fallan propiamente los dedos mismos, ni falla el brazo que lleva @1 arco, ni el aire que sale de los pulmones. Falla una cosa diferente, algo otro que gula y anima esas realidades y les da vida. Falla algo que es estrictamente un trozo de espiritu y, por consiguiente, una abercura, una luz, un impetu desde dentro, O —dicho con la palabra conveniente— falla la inter pretacidn, Es alli donde esté Ia misica propiamente dicha, y no en la partitura, porque la mUsica es ejecucién actualizan- te, interpretacién musical. Aprovecho la ocasién para decir que esta interpretacién © ejecucién (como se dice) no es algo accesorio a la misica, sina lo esencial de ella. Se objetard que una mala partitura no da de sf posibilidades para una buena ejecucién, ¥ eso es verdadero. Pero una mala partitura no es sino el precipitado inerte de una mala ejecucién creativa. Beethoven improvi- saba en su piano las sonatas que luego decantaban en las correspondientes partituras. Mozart ofa surgir en su interior Ia ejecucién esponténea de unas obras magistrales, que mas tarde se fijarfan en pautas, notas y silencios. Algo parecide sucede, por ejemplo, con un texto filos6- fico, El texto de un gran pensador es como una espléndida partitura, que s6lo se pondré a sonar al ser interpretada por medio del pensar que acompafa al acto de leer. Cuando el lector de talento recorre el texto escrito por un fildsofo, descubre entre asombros y entusiasmos~ una realidad de caracteres fascinantes que,:per lo mismo, lo arrastra a pensar, Cuando el mismo texto debe ser traducido otra lengua tendré que decir en su propio idioma aquella mis- rma realidad que ha sido abierta en la lengua original. Esta trans-duccién de la realidad desde un espacio lingtistico a otro, eso —precisamente— es el oficio de la traduccién: una incerpretacién, en el sentido similar al que tiene lugar en la ejecucién musical La fidelidad, en el caso del escrito filosdfico, no consiste ‘en traducir literalmente cada palabra. Por ese camino pode- mos llegar al mas absurdo galimatias. La Fidelidad consiste en serfiel alo dicho en el texto, en reproducir lo mismo que estaba en el original, pero en una forma también original: en la forma que es connatural al idioma de la traduccién. ws Hay un dicho latino muy conocido que reza: “Intelligent! pauca”. Es un dicho breve, lacénico, sin verbos, apretade, tremendamente elocuente. “inteiligenti paca” significa que para el que es capaz de entender, pocos signos, pocas indi- caciones, bastan. Si yo tradujera “literalmente" fo dicho en latin, cendria que decir “al inteligente, poco”. Se entiende? Yo creo que apenas se entiende, Y no porque seamos poco inteligentes, sino porque la craduccién es mala. La traduceién popular —ejemplar— de este dicho latino es “a buen entendedor, pocas palabras”. El que tradujo asi, entendié a fondo qué significa “intelligenti” en latin. Inteligens (en nominativo) no es lo que hoy en castellano llamames in~ religente. El inceligente es, para nosotros, el que tiene una cualidad permanente que lo hace ser inteligente, a diferencia del tonto, que es el que no la tiene. Pero el latin no habla de eso en el dicho “Inteligenti pauca”. No se trata del “inteligen- ce” —asi en general y abstracto~, sino del que hic et nunc est& comprendiendo 0 es capaz de comprender lo que ahora de le dice. Lo que significa que el dicho latino toma el participio presente “inteligens” no en su sigaificacién nominal, sino en significacién verbal. Intellgens es el que sabe entender ahora y aqut. El traductor espafol escogié precisamente el giro ‘adecuado. Y yo creo que en este caso no tomé un giro ya hecho, sino que lo inventé: “a buen encendedor”. Y no se trata del mero entendedor, sino del buen entendedor. Al ante- poner el adjetivo “buen” a “entendedor”, comprendié esta fltima palabra como una especie de participio presente en significacién verbal. El buen entendedor es el que tiene bien abierto los ofdes para entender. Es una expresién en per- fecto castellano y, por le mismo. perfectamente consonance con el resto de nuestra lengua. “Pocas palabras”, dice la traduccién, afadiendo “palabras” al lacénico pauca original. El texto original no les decfa. No las decta? Explicitamen- te, no. Pero las implicaba en el pauea, que es una expresién tremendamente lacénica, pero ~a la vez— amplia y abarca- dora, como suele con frecuencia ser en el latin, por su genio propio. “A buen entendedor, pocas palabras”. He aqui una buena, una excelente y genial traduccién interpretante. Por- ‘que elia dice fo mismo que se decia en latin, pero lo dice de “otra forma”, y no “en otra forma”, asi en general, sino en la forma que es propia (idiomatica) de Ia lengua castellana. 2 cémo sabemos que es propia de ella, si “buen entendedor” no existia en castellana? Lo sabemos porque hay una conna- turalidad de ese “buen entendedor” con la lengua castellana entera, Hallar semejantes expresiones connaturales es, justa- mente, lo dificultoso del muy arduo oficio de Hermes. 230 Metamérfosis de la traduccion: teraslacién o interpretacin? Breno Onetto Alabale al angel e! mundo, no el inefable, pues ante aquél td no puedes presumir del esplendor de lo sentido; MLR, unas igi, El texto es el trueno que sigue retumbando largamente... W. Banjo, Doe Passorer-er. En relacién con el movimiento del sentido en el traducir, yen el caso particular de la lengua alemana, se han perfilado Usualmente dos caras diferentes, aunque no opuestas, en Ia direccién de su operacién: esto ¢s, la del traslado o transfe~ rencia de lo dicho de una lengua a otra y su incerpretacién propiamente. :Son efectivamente dos o se hallan meramente superpuestas en una misma y sola operacién? La figura del traslado (translatus, Ober-tragen), la de traer de un lugar a otro, la versién de una lengua a otra, supone tna travesia hipotética, un trasiado a un otro lugar/mundo y el experimencar ambas orillas de los distintos mundos que buscamos asociar; con el fin, quizd, de encontrar cierta correspondencia de nuestra lengua con el original, o la per- tinencia que deseamos trasponer y conferir propiamente a ese otro mundo, propio y nuestro, al que arribamos con el traslado y lo traducide, Pero el trasiado conlleva é| mismo tuna mirada en movimiento, que no ha de fijarse otro norte ims que el de su otra orilla, la del abordaje y el retorno segu- toy decidido a ese mundo ya habitado y conocido que es el nuestro; si bien, con frecuencia, a su vez, un retorno sin claro derrotero/rumbo, pero que permanece siempre determinado por ambos cabos: los fines y confines, de los que partimos ya los que siempre vamos llegando renovadamente otra vez {en una buena traduccién, al menos): confines que han de parar cada vez nuestra atrevida experiencia, en el cometido Ge traducir. Detencién que es, asimismo, una toma de deci- sign como un pararse en el mundo, como la consolidacién propia de lo traducido. ¥ en esto: no hablamos ni de una ver~ sin literal, ni de la libre versién inventada de lo inexistente a nuestra lengua, o de lo visto o vivido puramente en la otra. Quizé, tal ver, sf, un acontecer distinto que viene a irrumpir ensanchando la experiencia de nuestra propia lengua. Preguntamos, luego: gqué es lo transferide como propio fa nuestro idioma, en ese viaje/experimento, que delata/ conduce la mudable corriente de la traduccién entre las len~ jguas? {Qué hace que nos decidamos por “una” traduccién, cuando se busca referir una experiencia distinta vivida en otra lengua? Y no pensemos ahora en los comunicados o las breves alocuciones, ni los mensajes de répida transmision, para los que la palabra traslado, o transvase de informacién, Seria tal vez la equivalencia més pertinente a la hora de de- wey finie este proceso. Nol pensernos en la traduccién de obras, poéticas:literarias y ilosdficas; detengémonos en la obra o el texto de un artista, de un tejido irrepetible en su tramado, aunque no en su operacidn o forma quiza. glrrepetible o in- traducible? 2Qué es lo que hace irepetible a un traje 0 a una costura excranjera? Su experiencia de mundo, se me podria, replicar. Mas si as( fuera: la mfa serla can irepetible como la de mi vecino en mi propia lengua. Entonces la traicién producida en toda traduecién no seria sino un hecho menor, algo del todo evidente y, por tanto, de lz menor importan- cia, Lo que sf eventa aqui —y no debe olvidarse jamds~ es el cémo y no el qué, sea, lo que constituye mi forma (melos) peculiar (idioma) de ver o percibir el mundo; y no se trata de que “Arbol”, “arbre”, “Baum” signifiquen 0 denoten co- sas diferentes, sino que su diferenciaci6n procede del cémo fueron acuadas esas signifieaciones, cémo son entendidas, vividas en la percepeién y dimensién que constituye cada lengua, y que vendrla a constieuir algo as como el estilo 0 el posible disegne (ital.), que es sefal e indicacién que sigue a tuna traduceién ante cada original: no la copia imposible, su mimesis, sino el corte preciso e individual del un ser humano en el tallado de su (re}faccién. A siesto no fuera posible, es decir, el dar con esas me- didas del cémo? ges Ia traduceién algo siempre posible? Si el uso, precario, ya, del significado de los términos en cada lengua, no fuera asido de buenas a primeras por la maniobra del traductor: debido a cambios, 0 en la mutacién seman- tica de las palabras de cada lenguaje quiz: equé seri de la tangente que hace levemente posible la traduccién?! > Later del Taductor, en: W. Benjamin, Angels ‘Now, Edhasa Barcelona, 1973, 141 La tangente de la que hablo es la escasa orilla que establece y bosqucja de nuevo cada navegante/tra- ductor al volver de su travesfa por el original: partimos, se parte de un testo extranjero original, que debe poder ser ver~ tido, en su sentido, a mi propia lengua. Se interpreta asf una experiencia para mi vage o rica descripcién de mundo, ajena a él 0 no afin necesariamente; experiencia, que ensancha sin saber cémo mi lengua en la traduccion y no la del original, para la que esto es secundaro y epitelial. La metamorfosis del texto original trasladado avanza hacia mi lengua “con” el molde 0 culo del otro mundo ahora traducido. El mundo ensanchado es el de Ia lengua madre que re- monta o se sobrepone al original (significaci6n compuesta de Uber/setzen), inver-preténdolo (negociando /traficando con ambos) pero sin repetir la experiencia original; pues mi descripciéa, la propia versién del sentido del original definird el modo universal de comprensién a través de su { | | j i Jenn das Schéne ist niches nica entrega lingUfscica, No obstante, mi acto no es en nada universal; pues sélo existo en la operacién traductora individual, pobre 0 n0 en su constitucién lingulstica, de lo dicho en otra lengua, y través de Ia cual pretendo expandir sin saber la mia. La vsién y la letra que se me esconde y por ta que he de decidir necesariamente la continuidad de senci- do de la obra original me viene del original, de la forma que hha de tomar mi lengua. Traduzco de modo de confeccionar un traje propio escrito en molde ajeno y redivivo por Fuer- za del espiritu de una lengua que me demanda o domina, y para acceder a una experiencia que deseo difundir en mi Comunidad de hablantes que piensan desde otra diferente. La forzada renovacién del original es la efectiva apropiacién/ asimilacién del original, la que jamas sera fidedigna, por lo inefable que resulta, pero cuya expansi6n en su valor ~fama péstuma la llama Benjamin es una forma de conocimien- to de lo posible entre la teorfa y Ia literatura (Op. cit.130, 137/7). gHasta que hondura o cima alcanzaré la resonancia de lo postico? |/Porque lo bello no es nada als des Schrecklichen Anfang, den wir doch gerade mas que el comienzo de lo ertragen, und wir bewundern es 50, weil terrible, justo lo que nosotros todavia podemos soportar, esgelassen yo admiramos tanto porque él, verschmahe, indiferente, desde! destruirnos. a3 sta serd una leccién estrictamente personal. Quiere decir que nadie — | Borgest Cuat ro figuras de la eraduccién | Ta cara borrosa del individuo! iyo mismo~ podré sacar ninguna | cosa enlimpio de lo que me dispongo pro | Peble Oyarzum Re ferir. Cavilando sobre lo que podria preparar para esta ocasién, recopilé al desgaire un largo catélogo de impresiones, de ocurrencias y de palabras. El catélogo, como acabo de indicar, es enteramente arbitrario, Este método me hha sido sugerido en parte por la propia lectura de Borges. Y es que la arbitrariedad puede ser otra cosa que la imposicién abusiva de un punto de vista —o ni siquiera eso, digamos, no més, la imposicién de una gana~: también puede ser el ademan de dejarles a las cosas la libertad de ordenarse a su antojo. De hecho, voy a hablar arbicrariamente ~ojalé en este sentide de arbitrariedad— sobre la arbitrariedad en este sentido, bajo una de sus efigies, quizd, fundamentales. Voy a hablar de la craduccién. Y de Borges, por supvesto. En cierto modo, era predecible. La doble inercia de mi aficidn y de mi oficio lo determinaba. Ejerzo la traduccion como un hobby compulsive. Constantemente dejo que mi ‘ofdo ~y mi lengua sean visitados por cadencias y voces ajenas que me fascinan por s{ mismas y, a veces, por alusio~ nes de sentido, imprecisas. Sé ~de alguna forma s€~ que ésa es una manera de averiguarme, de adivinar mis rasgos. Hay oportunidades en que no llego a discernir entre las voces y las melodias ajenas y las que llamaria propias. Me muevo,, entonces, en un terreno resboladizo, y si empleo esta palabra, entiendo que no acudo a una metéfora, sino que me limito a describir lanamente una situacién. Y me creo autorizado, ademés, a suponer que el ingreso en ese terreno es propicio para traducir, Consecuencia de esto es que al emprender “explicitamente— la rentativa de una versign, no s€ fo que el texco quiere decir, ni siquiera lo tengo previamente leido: la traduccién es, entonces, el recurso de que me valgo para resolver la tarea de la lectura, tal como escribir puede serlo respecto de la tarea del pensamiento. Oscuramente intriga do por estas circunstancias, inducido también por las incli- naciones y las necesidades de mi oficio, de tarde en tarde me pongo a divagar sobre esta aficién con énimo de adivinar su ley. Aqut, por tiento, la llamo arbitrariedad, y si esto es una paradoja, no me parece completamente desatinada, pues ime temo que la idea misma de la traduccidn tiene, justo, ese ccardcter, Borges da noticias abundantes al respecto Claro esta que “Borges y fa traduccidn” es un tema cuyo perimetro no se puede trazar. Todo, en Borges, es suscep~ ible de ser leido y percibide come traduccién. O, por lo menos, Borges ha tenido Ia astucia de difundir por todas partes, y hasta en los rincones mas inaparentes y rezagados de su texco, una especie de niebla himeda, que lo vuelve "La primera version de este ceo correspondi a una leccién dee faa en el Corso Monografico sobre Gorges del Departamento de Filosofia dela Universidad drei et dia viernes 29 de junio Federico Galende. (Nota de los dicores.) todo resbaladizo, y nos persuade con irresistible insidia que todo ¢s alli, efectivamente, traduccién. Entonces, cualquier enunciado que quisiéramos adelantar con voluntad de tesis, cualquiera fija posicida que pudiera servirnos de mirador para otear la extensign del texto hasta donde la vista se pierde, estd de ancemano huérfana de asidero y de soporte, dislocada y también escarnecicia. No hay manera de hacer de la traduccién wna tesis. Ella es, por esencia, la no~posicién, la arbitra riedad pura. Que lo que dije es una tesis? Si, puede ser, puede sonar asf. Pero veamos. Y para no demoramos ahora en es- pirales infinitas y regresos vanes, propongo que examinemos el asunto a la luz de algunos textos. Del almacén interminable de Borges, escojo cuatro figu- ras de la traduecién. Sea la primera este pasaje que lef en la coleccién Textos cautvos Hacia 1916 resolvi entregarme al estudio de las literatu- ras orientales. Al recorrer con entusiasmo y credulidad la version inglesa de cierto filésofo chino, di con este memorable pasaje: “A un condenado a muerte no le im- porta bordear un precipicio, porque ha renunciado ala vida.” En ese punto el traductor colocé un asterisco y me advirtié que su interprecacién era preferible a la de otro sindlogo rival que traducta de esta manera: “Los sirvien- tes destruyen las obras de arte, para no tener que juzgar ‘sus bellezas y sus defectos.” Entonces, como Paolo y Francesca, dejé de leer. Un misterioso escepticismo se habia deslizado en mi alma. Cada vez que el destino me sitda frente ala “versién lite- ral" de alguna obra maestra de la licera- 21.1. Borges, Testes eautvs (Barcelona), texta 167, tura china o arabe recuerdo este penoso rege del 26.10.38. incidence? Quisiera dejar oscilando en el aire, por unos momentos, el efecto inquietante de este breve relato, que Borges inter= cala en una recensign. Quisiera invitarlos —e invitarme a mi mismo— a que nos expongamos a su ironia entre cindida y corrosiva durante ese lapso. Si le damos tiempo y crédito, podremes reconocer en esta fébula una risuefia admonicién instalada en el umbral de todo intento de razonar la tradue- cién (de acometerla), que nos advierte de la inutilidad de la empresa. Es cierto que podemos consolarnos suponiendo que asi es, efectivamente, cuando de trata de abismos tan hondos como el que separa nuestro idioma de la remotisima lengua china, convertida en el lugar proverbial de lo extrafo, y que una mejor esperanza se nos abre si permanecemos en 1 circulo de lo familiar. Pero gno ocurriré algo parecido in- cluso en este circulo? zNo habré también aqut, solapado, algo que podrfamos denominar el “sindrome de oriente”? 2s decir, el sindrome de una pura incipiencia de sentido, de Su entidad fantasmétiea y apenas entrevista, y por ende ina- sible, lusoria, falaz? Las dos versiones de la misma sentencia no parecen tener ninguna relacién admisible entre sf, que pudiera servir de indicio para adivinar el original. Con todo, no estén tan absolucamence divorciadas una de otra como para sumirse en el mero sin sentido, Una vaga impresién de significancia expejea ea ellas, sin alojarse en ninguna parte “Tan vaga es, que no podemos decir que lo que en ellas asoma 0 se insinta sea ya sentido, sino sélo un reverbero. No dispo- nemos, pues, ni de la promesa del sentido ni de la coartada del absurd para liberarnos de la discreta desazén que infil- tra en nuestro Snimo esta anéedota. La idea de un desastre se cierne en las versiones. Es el desastre de la traduccién. ‘Agrego Ia segunda figura que, sin lugar a dudas, todos ustedes conocen de sobra: DEL RIGOR EN LA CIENCIA En aquel Imperio, el Arte de la Cartografia logré tal perfeccién que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio toda una Pro- vincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartégrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenia el Tamnatio del Imperio y co- incidfa puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartograffa, las generaciones Siguientes entendieron que este dilatado Mapa era Iniil y 0 sin impiedad lo en- tregaron a {as Inclemencias del Sol y de 0$ Inviernos. En los Desiertos del Norte perduran despedazadas Ruinas, del Mapa habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el Pafs no hay otra >. LBorges, sf Hacedor (Museo), en Obras Compeos reliquia de las Disciplinas Cartograficas.” (Buenos Aires: Emecé, 1974), p. 847. gNos atreveremos @ comentar este texto, con esperanza de no quedar atrapados en cl? La pregunta puede sonar ociosa, porque vale en verdad para todo Borges. Mas ociosa au, si el trabajo de éste podrla ser descrito, quizés, como Ja demostracién de que és2 es, precisamente, la sorda ame naza, o ya la certidumbre, que late en todo texto, O tal vez haya que ponerlo de este otro, doble, modo: ora quedamos de antemano atrapades, porque cualquier texto, aun el més rudimentario, contiene, virtual, todo texto posible —desde el instante en que abrimos la boca para proferir palabra, todo el lenguaje ha hablado ya, desde el instante en que posamos el estilo sobre la pagina, toda Ia literatura ha sido escrita—, fora quedamos sueltos y a la deriva, porque ningun texto se comunica con otro texto, ninguno significa ni quiere decir, si- no que slo murmura para si mismo, cada uno es una cosa estéril que yace all, aislada y sin auailio, y nunca hubo alguno aque fuese escrito, ni proferida una palabra, o bien el texto y la palabra no son més que una suma faible de ademanes, de eructos, a la que nuestra benevolencia, nuestra supersticién o nuestro tedio concede el semblante espectral del sentido. aNo se puede comentar, entonces? Si, se puede, a con: dicién de haya una distancia, y que esa distancia tenga una medida, La distancia y su medida son establecidas en el lenguaje por nuestra pequetie palabra “como”, que cierta- mente vale también para el traducir.* Regla de oro de la traduceién es llegar a ser como ‘Ast, decia Dante Gabriel Rosset que “zeraslation aquello que traduce. Es la regla de la mime- remains perhaps the mose cirect form of commentary. Las versiones chinas se trizan 0 desfallecen en ese afin. Desastran el “como”, pierden, a la vez, la mirada al firma- mento y la brojula, en medio de la navegacin, Naufragan 2Y qué pasa con el Mapa? También aqui tenemos un “sin= drome de oriente”, de un oriente mas cercano, quizés, pero no por eso mas aproximable. Tenemos también otro ensayo de traduccién, o de traslacién, si lo prefieren. La proyeccién cartografica absoluta busca la perfeccién del “como”. La manera mas fiel de reproducir algo serfa elaborar su réplica. Pero esto, que en el caso de enseres habituales y locales se puede, porque es dable la adyacencia, aqui, donde la repli cacién sélo puede hacerse en el mismo espacio y domi que ocupa lo replicado, acaba por ser inane. El mapa del Imperio que tiene el tamafio del Imperio y se despliega en todo el territorio de éste, suprime el “como” que supone, y lo entrega a su ruina. Y algo mas: softarfamos si creyésemos, que esta leyenda se limita a referir una distance maravilla; en su propio cuerpo prevalece lo remoto, ella misma es el mapa del Mapa, y las maydsculas se erigen allt como casuales y raldos monumentos en medio de la desolacién. Paso ahora a la cercera figura. Esta vez s6lo espigaré unas breves citas, para dar pie a lo que me interesa. El relato es mas extenso que los anteriores. Se trata de La $1.4. Borges, Oras Completa, pp. 582-588. En busca de Averroes, que pertenece a Ficcones.! los ves parafos que siguen reproduc con algunos tmbiosy muchas abrevaturasun pequeRo apie “Abulgualid Muhimmad Ibn-Ahmad ‘de un libro en curso (desde hace varios as), sobre la nus du Earley espe gic ibn-Muhammad ibn-Rushd..." El nombre completo del gran fildsofo drabe, alias “averroes”, que ocupa a todo lo ancho la primera linea del cuento de Borges parece levantarse como una barrera que sélo puede ser atravesada con el pago de un peaje dema- siado oneroso: la pérdida de la propia lengua (si la hay), y del nombre, en una jerigonza babélica. Sigue el texto: “(un siglo tardaria ese largo nombre en llegar a Averroes, pasando por Benraist y por Avenryz, y aun por Aben-Rassad y Filius Rosadis).” La situacién de Averroes es, debié haber sido, para Bor- ges, ejemplar. Al cabo del escrito, declara: “En la historia an- terior quise narrar el proceso de una derrota”. Consideradas las diversas posibilidades, los diversos ejemplos que se insi- ‘uaban propicios para ese objeto, dice, “reflexioné, después, ‘que mas poético es el caso de un hombre que se propone un fin que no esta vedado a los otros, pero si a él.” Que este fin sea una traduccién no es indiferente. El relato entero es una suerte de doctrina del eraducie, una doctrina y una refutacién: por lo mismo, es una doctrina, una refutacién y, por ende, una afirmacién resignada de la mimesis, es decir, de aquello misme que esta en el fundamento de inceligibi- lidad del problema de traduccién a que se aboca Averroes. No puede vercer eragedia y comedia al érabe, porque le falta la condicién misma de su posibilidad: el Islam prohibe la representacién. Errética, patéticamente, echando mano de ae quello Gnico que en el orbe de su cultura contiene reminis- cencias de lo que los vocablos griegos significan, escribe el arabe: “Arist (Aristdteles) denomina tragedia a ls panegiricos y comedias a las sdtiras y anatemas. Admirables tragedias y comedias ‘abundan en las pginas del Cordny en las mohalacas de santuario”. En este sentido podria decirse que la moraleja de esta fabula es que la craduccién y la comprensién son imposibles alll donde no hay la experiencia original de los fenémenos y las cosas que se trata de entender y de nombrar. Desembocarfa, pues, en una especie de apélogo de lo originario de la expe- Fiencia, lo inalienablemente singular que ésta tiene, sobre todo si tal experiencia ostenta la definicién de un claustro cultural. Sin embargo, no es asf. En otro sentido, el escepti- cismo impenitente que atraviesa toda la narracién anuncia ‘que en ninguna parte hay experiencias originales, que todo es traducci6n y mimesis. Ya lo hace evidente el comienzo del texto, no s6lo por su multilingiismo, sino por los avatares del nombre de Averroes que consignan, como si disefiaran os menadros de un laberinto de lenguas, las primera lineas. “averroes" mismo —asi, con las estrictisimas comillas en que Borges lo enmarca al fin del cuento— esté hecho de la sus- tancia fluida e incierta de la traduccién. De hecho, no es que ro haya experiencias en que se pudiese llegar a tener noticia de lo que se busca, sino que no hay comprensién alguna para esa noticia, por mucho que prolifere bajo distintos rostros, por muy insistentemente que se acuse en todo. Ave- rroes se dice a si mismo, descre’damente, que “suele estar muy cerca lo que buscamos”, y en verdad esté allf mismo y por doquier, repitiéndose incansablemente. Esté, por lo pronto, bajo sus mismas narices, con tal que se asome por la ventana. En el patio, unos nifios juegan a ser otra cosa de lo que son, represencan y se re-presentan como torre, almut ano y congregacién y no habremos de descuidar el deca- lie— hablan el dialecto grosero, el espafial incipiente de los musulmanes en la peninsula: erieturas de paso, traductivas, en una suerte de perfecta Urszene de la experiencia, que pre- cisamente desmiente la originariedad de toda experiencia. El episodio es notable, pero ciertarnente no nico, puesto que las pistas que podrfan ayudar a lz pesquisa de Averroes son, de alguna manera, el propio —y para él invisible~ tejido de su mundo. Por eso no basta con asomarse por la ventana, ‘con abrir bien los ojos y los oldos. Aun asi carece de atisbo para la narracién de Abuledsirn, el hombre de la mimesis, viajero sin identidad, cuye memoria es “espejo de ‘ntimas cobardias”, y que habla de su visita, en China, a una casa de extrafia arquitectura y muchos moradores, donde unos ‘cuantos ejecutaban actos a la vez banales y extravagantes: histriones que figuraban una hiscoria. Me temo que la situacién —la derrota prescrita— que interesaba a Borges ilustrar con el caso de Averroes no debe ser distinta de la nuestra, plantades como estamos —uné- himemente, también Borges por propia confesiéa— en un vano al que es posible llegar, pero que ya no podra ser jamas traspuesto. Y puede haber una diferencia, grande en el con- cepto, pera imperceptible, insignificante en la realidad, ¥ es que “Averroes”, como nombre inscrito dentro de un orbe constituide por la prohibicién de hacerse imagenes, nece- sariamente ha de carecer de la nocién, es decir, del nombre que conviene a tal hacer, y a cuyo lugar preasignado pudiera f ©. t Borges, op. eit, pp. 444n480. servvertido lo dicho por el griego. No obstante, toda prohibi- cién da por cierta, en cuanto traza una frontera, porque eri- ge una barrera ~y da nombre no mas que al limite, para que se pueda saber qué es aquello que de alli en adelante esté vedado-, la transgresién fatal de fa misma, la provoca por doquier. ¥ nosotros, que tal vez nos reputemos conacedores por propia experiencia de la mimesis, también carecemos de cconcepto para su malriple operacién, a menos que nos enga- ‘ie la posesién de un mero nombre. Queda lo griego como el ideal de un momento en que nombre, concepto y experiencia hhabrian coincidido. Pero squé seria eso “griego”? ¢No habria también aquf otra especie de sindrome, un sindrome, diga- mos, del alba? Pero gquién —instalado en el trance— podria discernie un crepiisculo de otro? A diferencia de las dos figuras anteriores, que exponen los resultados de la traduccién, esta tercera refiere la desa- 26n originaria del intento. Ahora que pienso en los ejemplos ‘que escogt, y que ya tengo a la vista el cvarto, me doy cuenta de que forman una especie de pendant de pares. La derrota de ‘Averroes, me parece, es analoga, en el plano de la intencién, a esos abortos auzoparddicos que registran las versiones chinas. La dltima figura que voy 2 mencionar es andloga, también en ese mismo orden de lo intencional, a la fabulilla del Mapa Desmesurado. Es la ficcién Pierre ‘Menard, autor del Quijote.® Esta vez s{ que no podran esperar ustedes que aventure un comentario. Ya una vez cai victima de esa estupida preten- sin, Permftanme ustedes un breve paréntesis sobre esto. En 1971, creo, unos talleres de literatura (cuento, poesia, ensa~ yo) fueron abiertos en la Universidad Catélica. Para acceder a ellos, que tenfan un cupo limitado, habia que someter alguna muestra de la producesén personal. Martin Cerda di- rig(a el taller de ensayo. Inspirado por un humor crudelisimo, puso como exigencia la presentacién de un trabajo sobre el “Pierre Menard”. Redacté el mio y lo Hevé a una oscura ofi- cina en la calle Victoria Subercaseaux. No fui admitido, y mi escrito adolescente, muy luego, se me perdié: por suerte. Una docena de afios més tarde me enteré de la compafifa de la que me vi privado en esa ocasién, por causa de mi incom- petencia: en el taller militaron Adriana Valdés, Nelly Richard, Federico Schopf, Ronald Kay y algunos ids, Ast que no caeré por segunda vez en la 7 La verdad es que en otra oportunidad hice algo misma celada.? Me limico a describirla. El ‘a propésico de a sexto. pena ae que “Pierre Menard” es uno de esos raros casos “fresume~ habrdremplazado en mi farasta tau aes i : en que el aucor de un texto literario se ha mati aquslaseomprarashojas desvaldes. Fe a sel au : figida raduccién de un areuo sobre “Elajedrex | _*xe0dido.a s{ mismo ilimitadamente. Con Inviga" el ScJear-Frangis Menard, coma deble_-mitado" no quiero decir “grande” o “subl Tomendj al eemtenario del nucnienso de Mared~ meen la acepcidn que asignamos a estos Duchamp y ala memoria de su padre. Fue publicade cen el periidio Le Epace,en enero de 1988 (N° 311, p24 25), ahora forma parte, a titulo de segundo Bpéndite, dela tardia publieacign de mi tess Anetéce el ready-made Santiago: Arcis/Lom, 2000). apelativos cuando valoramos las obras sefieras, los clésicos. Me refiero a una total ausencia de control, que empieza por acusarse en el hecho de que el autor el fingido autor de esta ficcién— exhiba sin reservas sus prejuicios, su arribismo, su astucia exasperada, su cultura de frecuentador de esfu- mados cendculos, el trucaje entero que lo constituye. Pero quiza debo corregirme: la ausencia no es total, no es absolu- ta, sino casi, porque después de todo ha sido necesaria una administracién del descontrol, pero una administracién més fascinada con éste que con su manejo. En esa ilimicacisn, ya no es posible discernir entre el autor —y el autor del autor—, el lector y Ia literatura. Pierre Menard es, para decirlo de alguna manera, el esquema trascendental de todo texto lite- rario, Pero un esquema que no presenta las reglas puras de la produccién literaria (pero qué ser'a eso?), sino el cGmulo de argucias y de maulas, de disparates, hallazgos, azares y despistes, de interpalaciones y percances en que esa produc: cién estriba, inevitablemente. ¥ que se agolpan, todos ellos, disputdadose la salida, en la punta incisiva de la intencién, de la sola intencién de escribir, esto es, de traducir. Con Me- ard, la intencién es lo que vale (“seguir siendo Pierre Me- ard y llegar al Quijote, a través de las experiencias de Pierre Menard”), y esa intencién es arbitrariedad estricta, sin principio y sin objeto.* + ‘cuando ya no Se qui He hablade ocasionalmente de fronte- pen taducir presse En otro lugarhe dicho que *sélo ae puede wadueir se traducir", ue "el don de lo oluntad de waducir como rte= Pepe (Sobre el concepto benjamin de wee vas, de barreras y de umbrales, De alll s© cejen", en SemiarosdeFiloufa, PUCCH, 6 (1993), hhabré seguido la opinién de que, al tradu- especialmente pp. 94-97). Tengo le impresion de so cir, lo que no podemos hacer es franquear _contradecirme, sino de agregar un necesario comple el limite, que siempre estamos de este lado, No es tal cosa lo que he deseado decir Siempre estamos de uno u otro lado, pero nunca en el peso, nunca en el instante de la vida, jamas en el instance de la muerte. Si pudiésemos seguir hablando en el momento del trdnsito —si conservaramos la lengua y eb nombre—, entonces sf, estariamos, sabriamos de nosotros fen ese trance, auscultarfamos nuestro rostro, a tiempo. Pero si pudiésemos seguir hablando alll, entonces no tendriamos ninguna necesidad de traducir. Quizd, pues, por eso traduci- mos, y nunca dejamos de hacerlo: porque el paso, la verdad, es un lapsus, un instante erepuscular, una voladura indiscer- nible. En lugar de hablar, y para disimular el lapsus, decimos =ponemos~ “como”. El “como” es la tesis de una conmen surabilidad, plantada —pero sin mds rodrigén que nuestro obstinade y fragil affin— alli donde sélo rige el destiz. Gon el “como” ereemos haber dado una estructura a la traduceidn, y quizé a todo el lenguaje: nos persuadimos de aque la estructura de toda traduccién, y quied la del lenguaje mismo, es comparativa, analégiea. El texto que leo aqut ~en el foyer de mi idioma es como el texto que esté alld, en Ia lejanta de otra lengua, en donde otros se mueve como Pe- dro ~como Pierre— por su casa. La semejanza, la postulada equivalencia entre ambos textos me permite, sino el trate espontdneo, al menos una limitada confianza: como fa del mento, evando coneibe ~agut~ aque ‘Como Ia pura arbitrariedad de la ince ‘ode hablar, conterida en sf misma. de exeribic, ’ J. L Borges, op. cit, p- 293, vigjero que, en tierra ajena, se deja instruir por las sefias genéricas de una carta. Creo que ello se puede decir de este ‘otro modo: Ia traducelén tiene (le asignamos) una estructu- ra parabélica, Y toda parabola, 0 por lo menos ésta, es la del hijo prédigo, que vuelve a casa, tal vez, pobre en posesiones, mas rico de sentido. Pero paraboliza la pardbola, y verds que ese tesoro entrafable, el mas preciado que puede haber, por- que de haberlo depende que tii seas td y que nosotros sea- mos tales “nosotros”, verds que ese tesoro se ha desgranado en el camino, y que la casa esta habitada por extrafios. Es, quizé, lo que hace Borges: paraboliza la parabola. Los tex- tos que escog{ tienen, me parece, esa virtud —si virtud cabe lamarla—, no porque, a la manera usual de las pardbolas, dejen, como disereta joya, una ensefianza, una leccién, sino porque, plegandose complecamente al sesgo de su operar, se fanden en la traduccién: fa miman, la repasan. Arruinan el “como”, lo dejan hundirse 0 lo devastan, exponen su impo: bilidad 6, lo que es lo mismo, su puro meollo de intencién. Y asi, también, sugieren, por medio de este juego, que la traduccién, a través de todas sus figuras, éstas, las aqu! evocadas como ejemplos, y todas las demas, es la figura del lenguaje. Su figura, es decir, no su estructura o su funciona~ to, sino el dibujo siempre mévil del perimetro extremo Que lo encierra. Su figura, no su nocién; pues carecemos de tin concepto de la traduecién, lo que se llama un concep to, y s6lo contamos con su experiencia. Y ésta da cuenta, figuradamente, de la experiencia del lenguaje. ¢Qué clase de experiencia es ésa? Ensayo una via que se vale de la pregunta por lo que hay, porlo que pueda haber en el lapsus. Propongo ~y serd ésta mi tiniea tesis, aqu’—, propongo llamar a eso el individuo: el que se hurta al lenguaje, lo intraducible. Pues zqué es un indivi- dua? <¥ qué es en Borges? Leo, por ejemplo, en la inseripcién de la Historia universal de la infunsia, las siguientes palabras: " offer her that kernel of myself that 1 have saved, somehow —the central heart that deals not in words, traffics not with dreams and is untouched by time, by joy, by adversities.” “Ofrezco a ella ese nd: cleo de mi mismo que de alguna manera he salvado —el co- razén central que no comercia con palabras, que no trafica con los suefios y permanece intocado por el tiempo, por el jubilo, las adversidades.”” Bien se conoce esta insistencia de Borges en un centro evasivo de la identidad, una reserva incdlume, innominada, tuna insita alteridad que me hace ser lo que soy. Este uleimo punto, esta dikima manera de apuntar al centro de sf es la que sobre todo cuenta: pues el “mismo” de Borges no es tal sin el “otro”, sin una hendidura insondable que separa al putativo sujeto de sf mismo, que le impide erigirse de mane- ra simple a partir del acto esencial, pero recursivo de la re- flexién. Las figuras de la traduccién que he comentado pue- den encenders, en este sentido, como un desmontaje caleur lado del principio de la subjetividad, llevadola cabo con las au ane herramientas mismas de su constitucién." He sefialado ances que las cuatro figuras se me ordenaron, recorride un trecho, en 1 John T, tevin ha desarotiado brillancemente la pparadoja del extructra auto-incluyente de ls con Ciencia en su The Mystery toa Solution. Po, Borys and the Ane Detective Story. Baltimore &eLondon: The Johns Hopkins University Press, 1996. un pendent de dos pares. Uno de ellos nos advierte sobre la paradoja de la diferencia, el otro sobre la paradoja de Ia identidad. Las inverosimiles versiones chinas y la derrota de Averroes hablan de una diferencia abismal fen que se sume, a pérdida, el sentido; el Mapa y el Quijote de Menard exponen, en cambio, una identidad estéril, que deseca el sentido. En cierta medida, y como parece convenir 1a la economia de la representacién inclusiva que rige en este Giltimo par, pareciera que éste contiene también al primero, Se trataria, pues, de la paradoja de Ie réplica exacta: si es réplica, entonces no es exacta (pues le representa al original el hiato de su alteridad); si es exacta, entonces no es réplica (porque ésca se suprime a simisma en ta to- tal coincidencia con el original)." El senti- do de una paradoja, la cual ciertamente no es mero sinsentido, radica en lo imposible, en la reefproca anulacién de los elementos que se ha querido sintetizar, en la hosti- lidad que se declaran en su insostenible amarre, en la falta que impide la cotaliza~ cién del sentido. Si la paradoja de la que hablamos aqui es, por Fin, la paradoja del lenguaje, de la experiencia del lenguaje, ese imposible —esa falta— que constituye su sentido ~y que, asl, es, sin mas, condicién de sentido~, ese imposible ~esa falta es el individuo. Indvidaum est insfebile, sontencia. Ia tradicign: esto, probablements, no slo Hgnifiea que el lenguaje, como sistema de marcas instuidas 0 de etiquetaereterati- vas, pero sobre togo como espacio de lo general, no alcanch. a la minucia incalev- fable de fo conerelo, sino tambien que el ingividvo no tiene bu morada en el lengua Jer que falta scon su falta al lenguaje. Lo ual, desde luego, es un hecho melancd co. Borges creo ha sabido bien acerca de ano, como me parece que lo ensefin su comprensién y préctica dela Uiceratura, La Iteratara x le eilancalte que etre el indi dao por no toner sito ene! engije. Cito: el quehacer de la traduecién se lnsinda como Ia cura aunque slo provisoria~ de esa 1 sta paradoja ha sido, en verdad, el quebradero de cabeza de as veins concepciones de la badvecin, (gue por ess misma razon tendieron a sancionar su im- posibilidad de derecho y, al mismo tiempo, reconacer Su realidad de hecho, La citada paradoja dene su clave ‘en la idea dela que traduccion os un proceso de sust= tcién de elemento a elemento. Desechada la creencia ide que lo que se raduce son palabras 0 contenidos idigmaticas particulars (elementos de una lengua ‘eterminada), que la vaduccin seria sustitueion de tunes elementos por otro, Is perplejidad en que nece sariamente deban desembocar las vejas concepciones seve resueta en la medida en que se puede acordar due lo que a6 traduce son los textos, y que tos no Constan exciusivamente de componente lingiiticos, Sino tambien exralinghisicos. Con todo, al hablar qu! del indvicivo y de Ia falta, no estoy apuncando a los factores contextualesy referencias que permiten iscerir entre traduceiones atinadas y desarinadas, y {ue remitan, en clkima inecancia, al sentido cord ya Capacidades y procedimientos homologables de apro: piackén copnitiva y comprensiva del mundo, sino ls Condicion napropiable desde Ia eval hay, ance todo, Sentide, comunidad y mundo, “Tiene asidero, eta, evocar aqut los dos grandes pensamiencos dela tracuecin em el siglo vente, res pectivamenteauscritos por Senjamin y por Heidegger. Ep Genjamin: In tradveridn es a remision mesidrica Ge las lenguas [a lengua pura como centro vecante de la semiosis, En Heidegger: Ia traduceidn esa re- mmisign donativa de Un proprium (no como suscancia onstancia 9 entidad, sing coma aconcecimiento) que ‘coma tal ge suserae, Lo importante de estas dos con ‘cepciones estriba en que entiendea la waduccién como tuna operacisn,y quelarefieren a una depresién, 2 (Una vacancia, a una retrada del senda (que, ash camo a éste fo coneiben furtivo, a ella le asignan, por fo tanto, une eicacia estritamente alusva). melancolfa, Expresar un mismo contenido textual en lenguas diversas nos consuela con el evento —con el espectro— de una comunicacién. Pero tampoco queremos —tampoco quiere el individuo que somos~ ser enteramente comuni- cables; no es que lo queramos con una voluntad que sea facultad nuestra, sino con una voluntad que nos antecede, la voluncad de la falta. Lo que el individuo defiende camo lo suyo mas propio, inalienable, es la falta que lo consticuye. Y Ia falea es intraducible. El individuo es pura contingencia: ese kernel of myself de que habla Borges no pertenece, contra toda sospecha, a la galeria de los dechados universales; es puro eristal del azar, fenémeno salvado en su estrecha inci- dencia. En ninguna otra parte se pone ello de manifiesto con mas fuerza que en el poema, ese extremo de la experiencia del lenguaje que confronta a la traduccién con su imposibi- lidad, a la vez teérica y empirica. Pero la intraducibilidad de la poesta no tiene que ver con la plurivalencia seméntica de un determinado uso del lenguaje, con la densidad cultural de una lengua o con la mera peculiaridad —imaginacién, emo- cién © manierismo— de una expresién personal, sino con el hecho de que el poema es Ia inscripcidn de una existencia, La existencia persiste en el texto como un resto que no entra en el proceso de su acufacién lingulstica ni tampoco puede ser recuperade en el proceso de su circulacién (incluida la traduccién). La existencia -o mds bien el existente~ e3 un fuera de texto, un fuera de lenguaje. Si sélo hubiese lenguaje (Gi toda cosa y coda relacién pudiera resolverse en lenguaje), todo serfa traducible y todo serfa comunicacién. Enconces, sila literatura (y ante todo la poesfa) es la melancolfa que ejerce el individuo por no tener sitio en el lenguaje, ella (y asimismo la traduccién) es también la estratagema de la cual se vale para asegurarse de no tenerlo, para no tenerlo —del todo. Por eso, quizés, el nominalismo de Borges es tan solidario, del despliegue del espacio de la fiecién como realidad resig- nada y siempre incompleta como de la defense in extremis de la existencia del individuo, Es probable que ese despliegue nazca del cansancio, como nica experiencia que resta a Borges (recuerdo, al pasar, el cuento tardio 15. L Borges, Ellibrade arena en Obra Completes, Utopia de un hombre que esté cansado") Ni, pp 52-86. Borges escribe desde el cansancio, como imposibilidad de tener experiencias —como no sea la del lenguaje—, como totalizaci6n,—pero siempre problemdtica— de todo lo experienciable porta literatura. La literatura ~pensemos ahora en lo épico, que gravita tanto en la produccién borgiana— presupone siempre una diferencia entre fa gesta que algunos, privilegiados, porque activos, Ilevan a cabo, y su significado, siempre conjetural, su na~ rracién, su registro. Este s6lo parece ser posible a partir de una invalidez, Podria uno recordar esta anécdota: el ordculo de Apolo le dice a Zenén el Estoico “aseméjate a los muer- tos”, y Zenén empalidece leyendo viejos papiros. Un ordculo cimarrén podria haber fulminado a Borges con parecido mandato. Borges es un individuo que, a fuerza de traducir, ha llegado a parecerse a su propia muerte, que escribe desde ‘esa escena indecisa, resbalosa: “Cuando se acerca el fin, ya no quedan imagenes del recuerdo, sélo quedan palabras”, ‘anota Joseph Cartaphilus al término de El 4.1, Borges, op cits 9. $43. inmortal.” En esas palabras, como restos de un mundo perdido, el individuo —que, como tal, esta siempre al borde del fin~ encuentra, quiz4, su espejo: i Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. Alo largo de los afios pusbla un espacio con imagenes de provin- cias, de reinos, de montafas, de bahias, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de ca~ ballos y de personas, Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de lineas traza la imagen de su rostro, Entre Babel y la traduccisn Juan Carlos Moreno Romo Porque él es instruido, ne por mis palabras, sino por las cosas mismas que se le revelan porque Dios se las muestra interiormente. ‘San Agutn, De magiste vando todo el mundo se servia de una misma len- (| eis: de las mismas palabras, encontraron los descendientes de Noé un valle que les gusté, en Babilonia, y encontraron también con qué fabricar tabiques para construir, y se dijeron los unos a los otros "iVamos! jConstruyamos una ciudad, y una torre cuya punta penetre Jos cielos! Hagdmonos de un nombre y no estemos disper- 305 por toda la tierra!” Esto a Yahvé no le gusté, como no le gusté a Zeus la ridfcula pretensién de aquellos hombres redondos de dos caras idénticas, cuatro pies y cuatro ma- nos que tan pagados de si mismos habian decidido también igualarse con los olfmpicos y trasladarse hasta los mismisi- mos cielos ~si mi memoria no me engafia, si no se recrean cen ella otras versiones de ese mismo relato originario del que al parecer tenemos justamence aqui dos muy evolucionadas versiones. En todo caso, segiin el Aristfanes del Symposio, Zeus se divirtié de la arrogancia de aquellos seres dobles —que por ser el uno el complemento natural del otro ya se crefan el ‘entero universo— partiéndolos por la mitad y revolvigndolos luego para que no les resultase un juego facil el volverse a encontrar con su media naranja, y desde entonces las cosas andan peor que en Babel en cuestidn de amores, y los ena- morados, con sus incertidumbres y sus precipitaciones, sus confusiones y sus desencuentros, dan material a la comedia. En Babel, como todos sabemos, Yahvé lo que hizo fue confundir las lenguas de los constructores de Ia torre para que ya no se entendieran y no pudieran construirla. Y acaso también para que Borges pudiera dar gracias por Ia falli- da torre de Babel, “que nos ha dado la diversidad de las enguas”, como también nos han dado las cuitas de amor tantos y tan bellos poemas —"Si se ensalza lo humillo, si se humilla lo levanco, y lo contradigo siempre hasta que se dé cuenta que es un monstruo indescifrable”, ha escrito bella mente en nuestra lengua y en mi memoria un traductor de Pascal Dispersos andan pues los hombres y las mujeres, y sus nombres, y sus creaciones siempre incompletas, dispersos andan las lenguias y los pueblos que las hablan en horizontes diversas, y esto deben agradecerlo los viajeros, y lo agradez~ co yo que me sofocarfa en una ciudad sola y soberbia, y que Emect, Barcelona, 1996, p. 133, ‘de Cultura Econsmica, Mérico, 1993; p. 211 después de airear el alma en la distancia, y en la soledad, o en el anonimato de los caminos, al encontrarme de repente en mi odisea los signos de otros como yo, de extratios que son mis semejances, no puedo dajarde asentir a aquello dela Edda Mayor, y del Martin Fierro, de que “el CC. Barges, Obrs completes | (Evristo Careego), hombre es la alegria del hombre", como cuando el azar me lievé a Budapest y pude ver la maravilla que habja detras de aquel mero nombre que figuraba en la lista de las capitales del mundo que tuve que memorizar en la escuela muchos afios, atrds, y como cuando en una de sus calles mis ojos hablaron, un instante con el rubor de aquella muchacha. Los traductores son como esos viajeros que regresan con las noticias de otros horizontes, contagiandonos las ganas de viajar, Hevandonos de viaje, enriqueciéndonos. A ellos les debemos muchos de nuestros mas {ntimos encuentros, y ‘caso también les debamos algunos desencuentros, pues si Babel puede volverse encuentro, no lo perdamos de vista, es precisamente porque parte del desencuentro, En El laberinto de la soledad, donde al repensar estos asun- t08 el poeta encuentra, cambién él, que “el hombre es nostal- gia y busqueda de comunién”, y que “por eso cada vez que ‘se siente a sf mismo se siente como carencia Ci, Pax, Octavio, Et aberint de la seeded /Pettdata de otro, como soledad”, Octavio Paz nos (7 Vuelta Ellabernt dea sleded,“C. .* 471, Fondo cuenta lo que a propésito de la ciudad de fe op. ele p21. Berkeley le respondia una amige suyat «St =dice que le dijo~, esto es muy hermoso, pero no logro comprenderlo del todo. Aqui hasta los pajaros hablan en inglés. .? Piense cada uno en sus respectivos desencuentros. Yo evito el detenerme en este frio enigma que es Estrasburgo, y en el excrafio mutismo de sus individuos y aun de sus aglo- meraciones ~y me detengo en cambio a pensar en lo que me hhan dicho la torre, y la edpula, y el flanco izquierdo de su catedral, y las aguas de sus brazos de ro, y sus parvadas de albatros. Wittgenstein leyé a Karl Barth y lo detest6, y va- rios afios después lo volvié a leer y lo detest menos. Acaso por eso la traduccién sea posible, porque hay un margen de encuentro, mayor o menor, aun en los desencuentros. O por- {que las cosas que le suceden a un hombre son, en el fondo, las cosas que nos suceden a todos, para decirlo una vez més con Borges. Borges leyé el Quijote en inglés y al leer después el ori- ginal lo enconteé extrafto, en disonancia con el que t tn la memoria: «aquello —escribe— me parecié una mala a5 tradueciénn!. En un seminario de literatura Cf. “An autobiographical essay"; mi fuente es la iriege, en la UNAM, en México, muchos dlcién fancess (Gallimard, "Flio” No, 1794, 1960) afios ha mantuve una contumaz discusidn oe! Hiredesprifaes vivid ite autobiogaphit’, 275. en la que al Sécrates hiriente ¢ irénico que se nos sugerfa leer en el Jon yo le oponia otro mas bien diddc- tico y paternal, y como la discusién se prolongara y ni ellos ni yo cediamos me pregunté si el profesor, mis compafteros y yo habiamos lefdo el mismo texto, y entonces caf en la cuenta de que el fon que yo habia leido era ef de la tan desprestigiada edicién de la editorial Porriza, y que acaso no era gratuito su desprestigic. Muchas de mis primeras lecturas se las debo a esas traducciones duclosas de Ia “Sepan Cudntos...” por las que no me avergienza sentir un especial carifio, ya que no de- Jaron de sumarme, a su manera, a la cadena de los imantados. La traduccién, que viene de Babel, no deberfa de condu- cirnos a ella, Su papel no es ni el de incomunicarnos ni el de restaurar tampoco aquella unanimidad cerrada y soberbia, sino mas bien el de recordarnos que hay otros hombres y otras lenguas, y el de permitirnos, a través de un trabajo cuya vocacién es la de que se lo ignore como a los cristales de una ventana, el conocimiento de aquellos que ni piensan ni sienten con nuestras palabras. Por muy importante y rica que sea la lengua que hable- mos —y el espaol desde luege lo es, y mucho més de lo que de ordinario se dice 0 se piens2—, no deja por ello de ser una entre las otras lenguas, una experiencia humana distinta de las otras, incompleta, La busqueda del otro que nos selva del narcisisme ridicule y estéris de quien pretendiera comple- tarse con su propio reflejo 0 con su igual, y que es el imps rativo de la vida misma, de la fecundidad, esto vale también i para las culturas y las lenguas. El amor, nos cuenta Platén que Apolodero le cont6 a un amigo suyo que Aristodemo le contd que Sécrates les conté a los invitados al banquete que Diétima le habfa contado, el amor no es la busqueda ni de la mitad ni del todo de s{ mismo, sino el deseo de vivir y de pervivir, el deseo del Bien, el deseo de engendrar en la belleza segiin la carne y segdn el espfritu. La vida esta en los otros, en dejarla pasar, en aceptarla y transmitirla; no podemos encerrarla 0 atesorarla como no podemos encerrar 0 ateso- rar el tiempo, vivir es morie, cransformarse como el grano de trigo que se pudre en la tierra hmeda para que por él vuelva a pasar el trigo; la verdadera muerte de la semilla seria més, bien el no morir esa muerte, 0 el no morir la muerte de la nutticién que la vuelve carne 0 movimiento. En el terreno que ahora nos interesa, los traductores son como Ia tierra fértil en la que germinan, y por la que pasan (© se abren camino esos granos de trigo que son las obras, que, concebidas en otras lenguas, vienen a prolongarse en la nuestra, y a nutrirnos o a fecundarnos a través de ella, al mismo tiempo que otros traductores llevan a vivir y a ger minar en otras lenguas las obras concebidas en la nuestra La traduecién forma parte de ese movimiento y de esa dis- persion, de ese ir y venir de las cosas humanas, de ese fluir diverso y milagrosamente continuo ~continuo a pesar de las discontinuidades, a pesar de las distancias, los obstaculos, las rupturas, las decadencias, los olvidos— que es la vida espiritual de los pueblos. ate La vida del alma, come la del cuerpo, la vida que nos vive ‘0 nos traspasa, la vida nos conduce pues a los otros; de los ‘otros viene y a los otros va; la vida no se detiene y para que la vivamas nos invita, nos reta, nos sacude, nos aguijonea 2 que nos movamos con ella. No nos deja encerrarnos en no- sotros mismos ai deja en pie nuestros intentos de construir torres que conquisten la inmovilidad de los cielos. «Como aré y sembré cogl —provesta Géngora~; / aré un alterado mar, / sembré una estéril arena, / cogi vergienza y afin. / Déjame en paz, Amor tirano, / déjame en paz». Un exceso inverso al del que se encierra en sf mismo para evadirla diffcil bisqueda del otro es esa suerte de narcisismo descentrado que consiste en atribuir a otro esa completitud que no se atreve uno 2 atribuirse a sf mismo, como hacen e508 espiritus débiles que se buscan un amigo fuerte 2 quien imitary a quien idolatrar, 0 como el de ese exceso tragicémi co de los enamorades que se comporcan como si el Infinito habitara todo él en el objeto de sus deseos. Y es que no se rata de descentrarse de sf para centrarse en otro cualquiera, sino de abrirse mutuamente, en el amor o en el didlogo, 0 ten la disputa que también es didlogo y también es amorosa, a la vida que pasa, a las ideas que fecundan, y a ese centro omnipresente que acabamos de nombrar, al lafinito. El proyecto de una torre impresionante es sin embargo siempre més asequible que los inasequibles cielos, o que la terrible interpelacién de Dios. Estoy pensando en lo que se podria llamar, con una de esas formulas de moda, “la in- vencién del original”, y estoy pensando también en la Biblia que inventaron los protestantismos, y en los griegos que los alemanes se inventaran, y en los alemanes que algunos se inventan entre nosotros, y también en los excesos de la filo- logia, y en la novisima hermenéutica. Ast escribe Remi Brague en un reciente ensayo sobre Europa—, cuando se quiere reservar a los griegos la capa- cidad de inventar, no es por sus lindos ojos. Es porque sen- timos, © imaginamos, mas © menos conscientemente, que los griegos en el fondo somos nosotros».* Cf. Brague, Rémi, Europe, lo wie romaine, Gal Y lo mismo hay que decir, me parece, de ‘mari, "Folio Essaie” 243, 1999, p. 118;yvease tam- buena parte de nuestros germanistas y de i ‘oehropes. Dera au de ines sen Se ecumdabarde fas yer arte gene par ied andes per {y Nency, que aparecers proximamente en a editorial 7 10 por los grandes p sadores alemanes, y de la confiscacién del pensamiento que pretenden hacernos esos aque nos vienen a repetir que para pensar hay que hacerlo en alemén, como si loz constructores de la torre hubiesen ha- blado el alemén, o el griego. eDecir que somos romanos —escribe Remi Brage en el mismo texto—, es todo lo contrario de una identificacién a a? un ancestro prestigioso. &s una desposesién, no una reivin- dicacién. Es reconocer que en el fondo une no ha inventado nada, sino simplemente que ha sabido transmitir, sin inte- rrumpirla, pero resitudndose en ella, una corriente que nos viene de arriban®. ‘ Idem, Los griegos, esos griegos ran perfectamente redondos, tan acabadas, origen y fuente inagotable de la civilizacién, ‘e508 griegos no existen, como tampoco existe esa Biblia abs- tracta o abstrada de la tradicin que la forjé y la transmitié, De este lado del cielo, en el mundo sublunar en el que todo se genera y todo se corrompe, 0 en el que todo pasa y todo queda, yen el que lo nuestro es pasar, no existe nada nuevo bajo el sol, nada es un estricto original. ¥ sin embargo al otro extremo de Babel esté Pentecos- és, que nos ensefia que el Espiritu puede hablar todas las lenguas. “No me escuchen a mi sino al logos", dice uno de los primeros fildsofos de los que se nos ha conservado Ia me moria, ya través de los copistas y los traductores, y de todos los avatares del tiempo que vanamente intenta remontar la filologia, otro nos recuerda que los textos tienen un padre, el pensamiento, sin el que yacen mudos e indefensos, inca- paces de responder a nuestras preguntas. | | | | Dar por traducido Win Trujillo trujiyo@hotmail.com* SESGO Desde hace algéa tiempo, Ivan Trajllo C., profesor de Filosofia en la Universidad ARCIS 1 profesor de semiologfa visual nel Magiterde Artes Visuales Ge la Universidad de Chile, viene aceprando las nuevas drecciones del nombre propic. (Weta del exter). Ese gesto inadvertido [doble e inadvertido]. [Ese gesto de es- critwra] doble ¢ inadvertido, por el cual subrayamos tanto (por el cual subrayamos tanto], en que lo destacado parece quedar [queda] sin subrayar [sin subrayar} cial sobre el vasto campo de Ia traduccién, “los saspectos linglifsticos de la traduccién” en Ensayos de lingatstica general de Roman Jakobson. Leo la traduccién cas- tellana de José M. Pujol en Editorial Ariel, Barcefona, 1984. Traduccién ésta del texto original en inglés “Linguistic aspect of translation”, texto recogide en On translation (Cambridge Mass: Harvard University Press, 1959). Leo en la tradue- cién castellana los tres tipos de traduccién que consigna Jakobson: 1) La traduccién incralingufstica o reformulaciéa [rewording] es una interpretacién de los signos verbales me: diante otros signos de la misma lengua./ 2) La traduccién interlingiifstica © eraduccién propiamente dicha [translation proper] es una interpretacién de los signos verbales mediante cualquier otra lengua./ 3) La tradueclén intersemiética 0 transmutacién [transmutation] es una interpretacién de los signos verbales mediante los signos de un sistema no verbal” Pero leo también, este mismo pasaje del texto de Jakobson, su traducciéa francesa (a cargo de Nicolas Ruwet, en Mi- nuit, 1963): 1) La craduceién intralingual [intralinguale] reformulacién (sie] (rewording) consiste en la interpretaci6n de los signos lingasticos mediante otros sigaos de la misma lengua. / 2. La traduccién interlingual o traduccién propia- mente dicha [sic] consiste en la interpretacién de signos lingiitsticos mediante otra lengua. / 3. La traduccién inter semistica o transmutacién [sic] consiste en la interpretacién de los signos linguisticos mediante sistema de signos no lingifsticos”.? Ls come quien quiere hacerse de una mirada esen- 21) La traduction intralinguale ou reformulation (remondng) consist en Vineerprétation des signes Tinguistques su moyen d'autres signes dels méme langue. /2) La traduction interlinguale ou traguction proprement dive consiste en Vinterprération des sig- hes linguistiques au mayen d'une autre langue//3) La traduction intersémiotique ov transmutation consiste ten Pincerpréation des signes linguistiques au moyen Ge syatbmes de signes non linguistiques” Destaco, de pasada, el hecho de que mientras lefa, hacla mencién de las com: llas, de los paréntesis, de los corchetes, de as cursivas y de las separaciones de letras. Todos recursos “técnicos” al uso en la practica de la traduccién de textos. Hago esto porque no dejaré de tener incidencia aqui, en lo que intentaré decir de la traduccién. Pero esta incidencia, o el vislumbre de esta incidencia, dada la brevedad del tiempo del que dispongo, se dejard sentir mientras realizo algunas observaciones sobre la segunda lectura (francesa) del texto original de Jakobson y que repercutirdn sobre la primera (la castellana). Haré esto suscribiendo algunas observaciones hechas por Jacques Derrida sobre la traduccién, sin dejar de sefialar una extrafia relacién con ella generada a partir del neologismo francéfono différance. 200 En relacién con la segunda lectura del texto de Jakob- son, lectura de la traduccién francesa, me adelanto a lo que ustedes podrian ya haberse adelantado, diciendo que esta segunda lectura no es sino una traduccién (al castellano) Claro, caso contrario ustedes la hubiesen escuchado en francés. Y si asi hubiese sido (si la hubiesen escuchado en francés), también habrian escuchado una traduccién (del original inglés al francés), qué duda cabe. Pero ademas podian haber escuchado otra traduccién en la traduccién francesa. Una que, en verdad, apenas se oiria, como algo que se escucha pero que no se registra, que se da pero que no se puede tomar © que sélo se puede dar por tomada, Esto, sin duda, debe resultar del todo obvio para el que traduce y mas todavia para quien tiene una relacién tedrica con la tra- duccién. Pero para mi, que no soy ni lo uno ni lo otro, sine mas bien alguien que lee la lengua del otro ola otra lengua segiin su propia lengua, esto es algo interesante, Pues de esto preci- samente se trata: si ustedes escuchan en francés, sin duda ‘es porque yo estarfa leyendo en francés, pero estarfa enten- diendo en castellano. Estarta leyendo y traduciendo. Mientras entiendo en castellano, traduzco; mientras traduzco hable en francés, Incluso, si cierto endosamiento de lo que quiero decir es aqui pertinente, me atreveria a decir que muchos de ustedes escucharfan en francés traduciendo al castellano. Es por es0 que hablé de una traduccién en otra; de una doble y como sobrepuesta, por la cval, la lectura o ia escucha de una, sus cita inmediatamente otra. Me interesa de esto el hecho de que alguien no sélo pudiera estarse moviendo en una orbita de pura traduccién, y si es que esto es posible, sino ante todo por el hecho de que esté generando una traduccién sin advertirlo. Que esta inadvertencie, que pueds pasar por el he- cho de estar leyendo en francés cuando “en verdad” se esté leyendo en castellano, pueda ser imputada a alguien, merced a la falta de conciencia de sus lirsitaciones, me parece a mi menos interesante que la diseminacién de esa inadvertencia, ‘en el campo “legitimo” de la traduccién. Sugiero aqul que la traduccién pueda formar parte de la retorica, segén un dar por traducido. Entonces: Yo craduzco mientres leo en francés. Por lo me- nos algunos de ustedes también. Pero ni yo ni aquellos que como yo, tendrfamos que caer necesariamente en la cuenta de este acto, Esto indicarfa un determinado trata y un deter- minado estado del contrato con una lengua que llamamos “extranjera”. Vale decit, algo asi como un débil manejo o un manejo muy exterir con la otra lengua. Lo que normalmente acontece con aquel que no habla la lengua del otro. Este, que zo habla la lengua del otro, no podria evitar traducir. Con lo cual le seria muy facil evitar la otra lengua. Ahora bien, pare- ciera ser que para eviter trducir habria que hablar la lengua del otro. Y quien habia la otra lengua, es capaz de leer y pensar en la lengua del oro, sin traducir. Con lo cual se da el hecho de que la traduceién parece imponerse més allf donde no se habla la lengua del otro, De ahi que no sea van raro el hecho de que muchos tra- ductores no sélo no dominen la lengua del otro, sino que incluso no sean capaces de hablarla. Se abre aqut, sin duda, fa cuestién de la competencia. De si la mejor traduccién o la mas autorizada proviene © no de aquel que es capaz de no traducir mientras lee. Todo lo cual abre el problema de saber qué significa y bajo cudles respectos se puede saber si una tradvecién es mejor o peor. La cuestién de la interpretacién pasa, en parte, por este problema. ‘Ahora bien, en el caso del que habla la lengua del otro, si puede evitar traduci, es que este evitar funciona sobre el tras- fondo de una ausencia de decisién, la que no puede evitar, en tanto Ia lengua del otro es también (hasta cierto punto) la suya. No muy distinto es el caso de quien no puede avitar ta- ducir, en tanto la lengua del otro pasa sélo a través desu propia lengua. Sobre el trasfondo de esta ausencia de decisién 0 de la inyuncién de una decisién de antemano tomada, tomada y no tomada en la érbita de lo que se podria sefalar como fa pertenencia a mds de una lengua (si no, qué serfa tener ono ‘que traducir sino la posibilidad efectiva de traducir, es decie de evitar la otra lengua como otra), se levanta la decisin de evi- tar traducir “lo extrafo”. O cuando, por el contraria, Derrida explora la decisién de evitar eérminos y/o conceptos que se dan por sabidos o de antemano conocidos dentro de la propia lengua, como cuando Heidegger, al querer evitar (vermeiden) los términos Gust, gestlich 0 gest, 0 cuando Freud, al evitar (vermeiden) la “especulacién” (Spekulation), ambos intentando evitar (vermeiden), en y desde su misma lengua (la lengua ale- mana), algo que los comprometeria a pen- En la ldgica del vermelden, en primer lugar refiero sar de determinado modo dentro de ella’ a 1 De Esprit; Heldegery le Prognte, eaducién inééta—Lyego, quien no traduce, porque no puede te Alejandro Madrid. En segundo lugar me refiero a “Especular Sobre Freud”, en La crt postal, Pat, Flammarion, 1980. sing evtarlo © porque decide evitar hacerlo, tiene que contar con esa extrafeza. Y quien decide evitar lo que le parece de antemano conocido, podria, sin embargo, abrir (en el doble sentido de encontrar y de plantear) en medio de lo conocido “lo extra- fio", Ahora bien, a partir de estas sugerencias, demasiado cefiidas aqui, equé podela ser una traduecién que cuenta con “lo extrano? Un breve rodeo. Si suponemos, cuestién bastante pro- blematica, que las referencias a Heidegger y a Freud indican {que ellos eviten en lengua alemana, todo harfa pensar que se moverian en el Ambito dt la primera forma de traduccién de Jakobson. Tenemos, segiin esto, lo que la traduccién caste- liana llama “traduccién intralinguistica” y lo que la francesa llama “intralinguale”. Esta dltima traduccién, me parece es una decisign que evite traducir “incralinguistique”, con el objeco de no confundir una traduecién que transcurre den- tro de la lengua con una que podria transcurrir dentro de la (Ciencia) lingufstica. Bajo el acoso de esta ultima, la que se hha decido evitar, se ha traducido “intralinguale”. De este mo- do, al mismo tiempo, se ha producido una inevitable traduc- cidn “intralinguale". Lo que quiere decir, que en medio de una traduccién “interlinguale” 0 “propiamente dicha”, se ha producido una traduecién “intraliguale” 0 “reformulation” en relacién con otra palabra francesa que debla ser evitada El indicio de este rodeo es la traduccién castellana, donde, la expresign “intralingfstico” aparece como siendo menos presa por un acoso tal. El cual, no abandona ni siquiera la segunda forma de traduccién, la que sealando la traduccién entre lenguas, es traducida como “interlinguale” y es producida como “intralinguale”. Pero de:engo aqui esto, para hacer eure rodeo. Desde el comienzo nuestro problema se ha planteado en la érbita del segundo tipo o de la segunda forma de tra duccién consignada por Jakobson, esto es, la “traduccién interlingutstica [interlinguale] © traduccién propiamente dicha [translation proper y/o traduecién propiamente dicha {traduction proprement dite)". Con codas las sefales gréfices ‘aquf emplazadas para acusar la presencia de tres lenguas, en tan sdlo dos textos de que dispongo (ambas traducciones: ta castellana y la francesa), sin el vexto original en inglés con el cual no he podido dar (oscilando entre el lamento y la di- cha), debo decir que cuento con poco original. Apenas unas palabras en inglés entre corchetes en el texto castellano y tan sélo una entre paréntesis en el texto francés. Algo que semeja ertos orificios o ciervas ventanas en las traducciones en fos ‘que apenas despunta, aunque invencible, el texto original. Algo indica aqui que se ha decidido a la vez evitar y no evitar el texto. Siendo esta oscilacién mas acusada en la traduecién castellana, Ahora bien, esta os- cilacién que es sign precautorio de cierta retraccién © anticipacién por las cuales se cuenta con Ia resistencia del idioma a la traduccién, parece constrefiir mds a la tra- duccién castellana. Aparentemente, cierta equivalencia idiomatica entre el francés y el inglés en los términos destacados por la tra- duceién castellana, hartan menos necesario no evitar los términos en inglés. Se sabe que mientras hayan dos significantes distintos pero equivalentes en significado entre dis- tintas lenguas, la traduccién es mas Facil, vale decir, menos evitable, 0 fo que es lo mismo, mas evitable la palabra excrafta. La traduccién francesa cuenta en el caso de ‘estas palabras con un tipo de equivalencia no sélo en los significados, sino también entre significantes. “Reformulation” y Ente asomo, esta especie de economia de guerra del signo, estos restos © hebras o escombros de texto ‘cuyas palabras despuntan 8 través de tro texto, aque (Que sth en lugar ce aqudl, aque! que habla ens omibre, me induce a pensar exacramente en lo con- tratio. En que cada palabra, que cada resto del texto original acu apareciendo y que habla por su propia lengua, ela tradvecién del dnico texto que tengo “ante mis ojos, el nico texto al cual yo‘ alguien, ‘cualquier de useedes, podrlasomerer a fa traduccién, Podrla entonces,ariesgerme, eal y come se ariesgz tl eraductor del texto en inglés escrito porJakobson, 8 eseribir el texto de Jakabeon, a decile fo que él ha: bona dicho si hubieraleldo mi escrito. Por ejemplo, podtia decir “intralinguistc translation” (dende el tento castellano dice "raduceién intralingulesica® ye! francés dice “traduction intralingvale"), poets dcie “interlinguiscic translation” (donde el aco castella> no dice “traduccibn interlingultica” y el Franets dice “tradvetion interlinguale"), Finalmente, podrla decir “intersemiotic rasiation® (éonde el texto castellano dice traducclén incarsemiotica” y el vesto frances dice “eduction incesemiotique’). Agradezco a Elizabeth Colingwood la preciosa distincin en inglés entre Tinga” y ings. “transmutation” (primera y tercera forma de traducciéa, segin Jakobson), sen palabras que en inglés y en francés se 5 Farce de toi, Pars, Galilee, 1994. Ch Use geemmophone. Daw mot pour Joye, Cal lds, 1987: Derrida on ese cexco sabre la traducci escriben igual y mantienen el mismo significado, si bien su significante (nico se dice de manera distinta, Lo interesante ‘aqui es que quiza estemos en presencia de cierto “préstamo lingitstico”, el cual hace muy dificil decidir si se ha de evitar © no la lengua extranjera. Como sila lengua propia guardara sgréficamente su excrafeza y la zanjara por el expediente de la pronunciacién. ¥lo que se dice aqui de este presunto présta- mo entre lenguas, con su consiguiente dificultad, se agrava mas adn cuando hay un texto llamado “original” en que un autor escribe en una lengua, para luego hacer una tradue- cién de ésta y para que hecha la traduccién pronuncie el co: mienzo de ella segin la primera lengua. O bien, cuando ese mismo autor escribe su texto en una lengua para luego citar expresiones de otra completamente integradas a la escritura su texto. En el primer caso me refiero a un texto de Derrida escrito inicialmente en francés que luego traduce al inglés, lengua en la cual profiere su escrito ante una audiencia angléfona.’ Esta traduccién al inglés, sin embargo, comienza siendo proferida en francés para enseguida proferiria en inglés. Se trata en este escrito derridiano de explorar la irreductible idiomaticidad dada en el cruce efectivo de las lenguas. Pero aqui, en el presente escrito, sélo intento sefialar que tanto el traductor del texto francés (el texto llamado original) como el traductor del texto en inglés (de la traduccién hecha por Derrida de su texto original), no podrfan dejar de consignar en una nota y/o entre corchetes, Ia traduceién hecha por De- rrida del texto en inglés al comienzo de su lectura, En dicho caso, no se podria negar, como dice Derrida “un compromi- 0 siempre posible, aunque siempre imperfecto, entre dos idiomas"; pero también es cierto que dicha imperfeccién y dicha posibilidad, estan dadas a la vez sobre la borradura y la resistencia a la borradura entre esos dos idiomas.* Aqui esa borradura, entre dos lec- ) turas de una traduceién, es la borradura de hace mencién a este trabajo sobre la traduccion ya ttre sobre Descartes, Dice en relacién con el que ya hemor citado: "me diigrt 2 ustedes, més 0 me- ros, en mi upvesta lengb-, quedando esta sltima Expresién, no obstante, come un euasi-anglicismo” (62), En elacién al texto sobre Descartes, anota lo siguiente: "Mientras que Descarees, al final del Discur fo de! Método, explica por que ha decidido escribir en Ta lengua de au pals, la traduecin latina de! Discurso mite simplemente este pérrafo, (Qué sentido tiene tceribir agut en Into una frase queles dice en sustan- Cia: estas son las razones por fa que escribo aqut, precisamente, en francés? Es verdad que la latina fue Ia Gna tradvccida que borréviolentamente esta firmacign de [a lengua Francesa. Ya que no se trataba de una traduecién cualquiera, pretendta ceconducir el Discurea de! Método alo que, seg la ley de [a sociedad Glosdfica de entonces, hubiera debide ser el verdade: 10 orginal en au verdadera lengua’. la frontera entre el original y la traduccién, No que haya pura traduccién, sino que hay original y traduccién, Un segundo caso, que sdlo menciono, es cuando Derrida en varios textos originales escribe palabras en ‘otro idioma, que resultardn ser palabras del idioma del eraductor. En dicho caso los traductores estén obligados a advertir que no estan traduciendo. Esto me lo ha hecho notar Gonzalo Portales 2 propésito de las tradueciones alemanas. Hay varias modalidades de esta borra- dura, donde los traductores no pueden sino recurrir a los corchetes, 2 las cursivas y alas notas al pie. Al parecer, cada vez mis, las traducciones toman la decisién de evitar traducir. Se imponen aqui una serie de rodeos por los que se abren nuevos contratos entre lenguas y nuevos tratos en ella, En todo caso, lo que ami me interesa es clerta necesidad de lo 203 que suele entenderse como trato normal con la lengua, que incluye el trato entre lenguas, que sobrepuja a la apertura de este nuevo gesto contractual. A este respecto haré mencién de dos gestos de intraductibilidad y hasta de un tercero con el cual termino esta serie de rodeos que aqui no se podria Pero antes este rodeo: en relacién con la segunda forma de traduccién, Jacques Derrida ha observado en un texto titulade "Des tours de babel”, citulo este que sefiala por sf mismo el desvio en la lengua, la francesa en este caso, volviendo imposible la traduccién al castellano (sefalaré enseguida por qué), que cuando Jakobson dice “traduccion interlingBtatica © traduecién propiamente dicha”, esto es, traduecién en sentido tal y como corrientemente la enten- demos, no traduce, Cito (traduciendo): *Jakobson no traduce sino que toma ef mismo término”.7 Derrida se refiere a la palabra “taduceién”. Cico 7 Las curshvas-son mias a Jakobson escribiendo en inglés: “interlin- guistic translation or translation proper”. Y esto a diferencia del primer y del tercer tipo de traduccién, donde sf habria traduccién (traduecién del primer tipo o al interior de la propia lengua, se entiende). En el primero, cuando escribe “ineralinguisti¢ traslation or rewording”, en el segundo, cuan- do escribe “intersemiotic translation or transmutation” Derrida asevera: “[Jakobson] supone que no es necesario traducir, todo el mundo comprende lo que quiere decir, eso porque todo el mundo tien: experiencia de ello, se supone que todo el mundo sabe lo que es una lengua, la relacién en tre una lengua y otra y, sobre todo, la identidad o la diferen- cia en materia de lenguas (...) En relacién a esta palabra [la palabra “craduccién”], cuando se trata de traduccién ‘pro- piamente dicha’, ls otros usos dela palabra (estas cursivas son mias] ‘traduccién’ quedacfay en situacién de traduccién in- tralingulstica [intralinguale] e inadecuada, como metéforas, ‘en suma, como giros © modificaciones (tours ou tournures) de la traducci6n [esta cursiva es mia] en sentido propio. Habria, pues, una traduceién en sentido propio y una traduccién en sentido figurado. ¥ para traducir una a otra, en el seno de la misma lengua o de una lengua a otra, en sentido figurado 0 en sentido propio, emprenderiamos caminos que revelarfan pronto lo que esta triparticién tranquiliza- dora tiene de problematica”* 8 Ch pete, Pais, Calite, 1998. Segin esto, la traduccién propiamente tal, que harla innecesario buscar otra palabra distinta a la “palabra tra- duccién” para que haya traduccién, o sea, que no necesita ser traducida a través de otro significante cuya variacién asegure su significado, sino que basta con repetir o reiterar a misma pelabre para sefialar que nos mantenemos asi en el dominio propio e propiamente tal de la traduccién, todo lo cual haria que los otros dos tipos de traduccién, dende sf tendria lugar la tradueci6n de “la pelabra traduccion”, donde por lo mismo la traduccién no podria no tener lugar, donde se ten- q a dria el deber de traducir, donde la traduccién no se podria ni neger nievtar, todo esto que digo, intentando seguir sino in- tentando interpretar Derrida, quedaria en el texto original de jakobson como “traduccién interlinguistica [interlingual)” Lo que indicaria que, al no requerirse traduccién alli donde se presupone saber de qué se esta hablando, saber qué es lo se quiere decir, saber cudl es el sentido en juego, las otras formas de traduccién, que habrlan, ademas de definir (lo que acontece com las tres formas), ademés de traducir, son traducciones que se desvian del sentido propio de la raduccién, Este eje inraductible, serta el eje alrededor del cual los otros tipos o formas de traduccién no hacen mas que girar 0 dar uclas, como la metéfora o el trope. Todo girarta aqui alrededor del sentido propio. En el sabre- entendide que se sabe qué es esto y en primer lugar que lo hay. Que el sentido propio se da. Pero si se da, y esto es lo ‘que segin creo le interesa a Derrida, se da en relacién con el sentido comin, 0 mas exactamente, se da con el sentido comin. El sentido propio de la traduccién, en tanto que conocido, es, debe serlo, sentido comin. Como el nombre (propio y comin) de Babel. De ahi que los rodeos de Babel, de este nombre, sefialen a la vez la ereccién inacabada de tna torre, de una torre propiamente tal, y la confusién univer- sal que acarrea dicho inacabamiento. Sobre esta marca de fundacién, lo propio acosa al sentido comin pero desde un lugar inaccesible, fantasmal. Este prescribe y endeuda, pero no se deja pagar. Se deja leer pero no se deja oir, se deja ver ‘como la palabra tratando de decir su dibujo o como el zur- cido invisible recuperando la hebra perdida He aqui dos rodeos que son también dos desvios. Y hasta tun tercero, Tres extravios, errancias o errores de traduccién. Primero: la palabra habitus wtilizada por Pierre Bourdieu, a que de acuerdo a su concepto (en el marco del “sentido practico") deberfa reforzar el desmarque con la tendencia, linguistizante de la sociologta y en general de las ciencias sociales. Habria mucho que decir sobre esto, Aqui dos co- sas breves: por una parte, si Bourdieu utiliza esta palabra sin traduccién, como paleonimia latina referida al campo social, entonces, todos los textos, cualesquiera sean sus lenguas, deberfan no traducirla. Desde entonces, la palabra habitus que no es s6lo una simple palabara, sigue, no obstan- te, siendo dominio de la palabra; con lo cual a la sociologia se la hace depender de un recurso lingiistico que lo retiene todavia en el campo lingtifstico. Pero, por otra parte, que la palabra habitus no pueda ser traducida, que no deba serlo, indica la intervencidn de un elemento extraio al interior de cualquier corpus textual. Este elemento extrafio, de sesgo latino, es quiza la geopolitica de una lengua en el campo sociolégico y el emplazamiento de una firma que sefiala tuna intervencién en dicho campo. De un lado, esta firma inscribe una palabra a la que eleva como sol alrededor de cuya propiedad giran todos los tropismos, sea metaféricos

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