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El irremediable terror masculino a la mujer El hombre y las tinieblas Tiene (la mujer) un rostro de tinieblas, es cl caos de donde rodo ha salido yal que todo debe retornar... s de noche en las entrafas de Ia tierra. Esa noche en la que el hombre se ve amenazado con ser engullido y que es el envés de la fecundidad, le espanta Simone de Beauvoir, El segundo sexo Ella es la noche cuando él es el cielo diurn. El un dios creador y ordenador del mundo cuando ella, i bien dio- sa madre generadora de vida, en sus arrebatos lleva al borde del colapso al universe, Si dls el sol clido de ls pastors, ella la tuna frta de los espantas. En la tierra, él serd el bérve racional, equilibrado modelo y arque- tipo de su pueblo mientras ella serd la hechicera, apasionada y voluble, marginal y peligrosa. Pero desde el inicio de ls tiempos, él lo observa todo con sus celetes ojos grisacul, que observan el mundo con fita mesura Ella siene los ojos verdes el color del mal, o tal vez scuros como la sierra en la que bajo la aparente calma de la superficie bullen pasiones insondables en las que se baten la vida y la muerte, El estd solo, ella le atrae pero le teme, la ve salvaje, inconstante, incierta, lave hermosa y sensual pero la preferivia décil,calmada, tran- quila, surniva, Ella quiere retenerlo, pero él necesita conquistar el mundo 1 no puede mantenerse a su lado... Entonces ella inventard artimahas, pociones, hechizor y sortilegios para retenero, ls fltrs de amor surgen de su necesidad de ser deveada Esl inevitable juego de la seduccién desde el inicio de los tiempos, una pasién que arrastray da impulso y movimiento al mundo, ¢s el Eros que consideraban los griegos una de las fuerzas primordiales, es el impulso de acercarse a lo otro, 29 DBIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS alo desconocido, pero es también enfrentarse a lo que no se conoce, a lo que parece incierto y produce miedo. Los hombres de diversas culeuras imaginaron que el universo surgié y fue ordenado a partir de fuerzas de atraccién entre entes césmicos. A mu- cchos aspectos que no les encontraron explicacién racional, como el destino, la muerte de bebés recién nacidos, tempestades, tormentas, sequias y vientos devastadores 0 que les producian miedo, les atribuyeron caracteristicas fe- meninas. A pesar de la distancia que las separa, muchas culturas de diversas partes del mundo tienen en comtin el haber imaginado peligrosos seres fe- ‘meninos con caracteristicas similares. Bsas figuras femeninas, a veces diosas ‘0 demonios, a veces brujas, siempre hechiceras (y en los suefios vampiresas), atraviesan culturas y épocas con elementos constantes que las identifican a través de los tiempos. Tdentificadas con la noche, con ta capacidad de curar o envenenar, con dones de fertlidad, adivinadoras, parteras¢ interlocutoras de los muertos, in- cluso se las ha considerado con la capacidad de volar y con una enfermiza obsesién por seducir al incauto escogido, para divertirse con él estrujando su alma, y hasta llevarlo por los senderos de la muerte. En el ordenamiento del mundo que se ha hecho particularmente en las culturas pattiarcales, el ciclo y clsol se han relacionado con Dios y con ef hombre mientras que lo subterréneo co infernal, la luna y el demonio se han identificado con lo femenino. Las religiones de los pueblos mas ilustres y las de los més humilddes se ajustan a tal orden de un modo u otro. Y ast cuando el nifio del pals catélico aprende las oraciones y recita el padrenuestro 0 el Credo, autométicamente ordena el cosmos de suerte que coloca al Dios Padre en dl ciclo, como pone los infiernos bajo la tierra y allf también el dominio de las potencias del mal (..) {...) el cielo de un lado como elemento masculino expresién de la paternidad, de la autoridad superior, y del otto la tierra como ele ‘mento femenino, expresién de la maternidad, de la fecundidad (...) elsoly el dia como vida, como Fuerza, como Bien, y la Luna y Noche como Muerte y como Mal; como elemento femenino asimismo, pero no tan fecundo como /a tierra. (Julio Caro Baroja, Las brujas y su mundo) La razén y La raz6n puebl hombre trata ¢ pedazo del mu desconocido, 12s certezas sot lugar que adivi acceso mediant Bxcesele cionales, las pa unta por el pu ble y racionaliza Octavio Pi arco yla lira cua cia de lo Oxo", «s sino la exper} ajeno o extrafio! despierta su pres La mujer y kc Elreino dello ine da especial relac cerca de la naturt otorgado el pode! por medio de mig dente, al hacer ref Para el hom| tun profunds sugiere que , todo, en ese quelaune, | obra de la na La raz6n y el miedo a lo desconocido La razén pucbla la mente de ideas que articulan légicamente la lectura que el hombre trata de hacer del mundo. Pero siempre hay algo que se escapa, un pedazo del mundo adonde la luz de la razén nunca parece tener alcance. Lo desconocido, el misteio, le recuerdan siempre al hombre que sus mis absolu- tas certezas son frdgiles y deleznables y lo impulsan a moverse més al, a ese lugar que adivina pero que nunca puede pisar. A ese otro mundo solo se tiene acceso mediante los suefios, las alucinaciones y la idea de la muerte. Ese es el espacio donde bullen las fuerzas primordiales, los impulsos inra- cionales, las pasiones generadoras de vida, donde el hombre enfienta la pre- gunta por el punto original de su existencia e intenca aprehender lo inexplica- ble y racionalizarlo para su provecho. ‘Octavio Paz hace una particular referencia a esta experiencia en su obra El «arco la lira cuando expresa: “La experiencia de lo sobrenacural es la experien- cia de lo Otro", y agrega: “EI misterio esto es la inaccesibilidad absoluta- no 6 sino Ja experiencia de la ‘otredad’, de esto que se presenta por definicién ajeno o excrafio a nosotros, un ser que es también el no ser. ¥ lo primero que despierta su presencia es estupefaccién”. La mujer y lo inexplicable El reino de lo inexplicable y desconocido, en la tierra y en el inframundo guar- da especial relacién con los elementos maternal y femenino. Por hallarse mis cerca de la naturaleza y estar mejor dotada de sus secrecos, a la mujer se le ha cotorgado el poder no solo de profetizar, sino también el de curat 0 envenenar por medio de misteriosas recetas. Jean Delumeau, en su obra El miedo en Occi- dente, al hacer referencia a este asunto nos dice: Para el hombre la marernidad seguira siendo probablemente siempre, un profundo mistetio, y Karen Horney (en La Pycologie de la femme,) sugiere que ,e! miedo que la mujer inspira al otro sexo se basa, sobre todo, en ese misterio, fuente de rantos tabiies, de cerrores y de ritos, que la une, mucho més estrechamente que a su compatiero, ala gran obra de la naturaleza y hace de ela el “santuario de lo excraiio” DIOSAS, BRUJAS Y VAMPIRESAS ‘Tenemos de esta forma una humanidad formada por dos partes opuestas y complementarias: una masculina, primordialmente racional y abstracta, y otra femenina, més instintiva ¢ invadida por la oscuridad, lo inconsciente y el suefi. Incluso para Freud, en su articulo “La feminidad”, “en la sexualidad fe- menina todo es muy oscuro y muy dificil de estudiar en forma analitica’ y la eseritora Simone de Beauvoir reconocfa en su obra EI segundo sexo, que “cl sexo femenino es misterioso para la mujer misma, oculto, atormentado... En gran parte porque no se reconoce en él, la mujer no reconoce como suyos sus deseos’. Asi se van formando unas imagenes en las que la mujer representa la naturaleza y el hombre la historia. Las madres y mujeres son casi siempre las :mismas y sus oficios tienden a ser similares, mientras que los hombres son gue- rreros 0 navegantes o comerciantes marcando as{ la historia y la identidad de sus pueblos. Asf, elas llevan en la continuidad, no solo de la vida en el aspecto cotidiano (dan a luz, o ayudan a hacerlo, cocinan, tjen y cuidan el hogat), sino cen los limites mismos de la vida (curan, envenenan, profetizan), En la mujer encontramos una ambigtiedad fundamental: da la vida y cuando profetiza puede anunciar la muerte. En ella esté el misterio de la mater- nidad, asi como el de su propia fsiologa, ligada a las lunaciones. Se ha creido cen muchas tradiciones que es un ser més cercano que el hombre a la materi, por lo tanto répida y visiblemente perecedero, Sus flujo, olores y secrecio- rics provocan el rechazo masculino a pesar de la atraceién natural que por ella siente el hombre. En la tradicién clisica, griega y romana, y en la judfa, culturas sobre las aque se sostiene el pensamiento occidental, el cuerpo de la mujer, su: menstrua- cidn, su ttero, su capacidad para dar a luz, la excluyen por definicién de la guerra, considerada el espacio de lo heroico, as como de ciertos aspectos de lo religioso, La clasificacién de la menstruaci6n como impurera, basada en el Levitico, tavo vigor durante silos. La idea de que toda mujer era “impura” durante una ver al mes debido a un proceso que no puede ser controlado, suscité muchos rumores supersticiosos y creencias inquietantes. También textos cientficos del mundo elisico, que conforman el corpus hipocritico de la avanzada Grecia del siglo wv a. C., hacen referencia a la menstruacién como una circunstancia, peligrosa, contaminante y misteriosa. se enlo| avi La pi do al “hos al varén of restigioso Senteinciara M.R Roe, dest) que“la mu seual es sen} yun solo,| escrlbids Los médicos varones describen el menstruo como sangre que podta >puestas nate vagar por el cuerpo y causar la cuberculosis si entraba en los pulmones. aod El corpus supone que la menstruacién era controlada por la luna y {que todas las mujeres menstruaban en la misma época del mes, ereen- idad fe- cia perpetuada por Aristételes Ala sangre menstrual se le atribuia todo tipo de poderes sobrenaru- tice’; que “a rales, Ariststeles escribié que una mujer menstruante podia convertir Ga un espejo limpio en sanguinolento, como una nube, pues la sangre lyos sus menstrual pasaba a través de sus ojos hasta la superficie del espejo senta la Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de as mujeres) apre las on gue- La persistencia de estas creencias sobre la menstruacién ayudé a desarrollar dad de la asociacién de la mujer con lo migico y peligroso que se mantuvo durante aspecto mucho tiempo: Ds sino Su contacto agrfa el vino nuevo, las cosechas se vuelven estéiles, los vida y injertos se mueren, las semilla de los jardines se secan, los frutos caen mater de los drboles, la superficie brillante de los espejos en los que apenas se creldo refleja, se enturbia, el filo del acero y el brillo del marfil se apagan, los tateria, enjambres de abejas mueren, incluso el bronce y el hierro se aherrum- sxecio- bran en el acto y un hortible olor colma el aite. Al probarlo los perros orella cenloquecen y su mordisco se infecta con un veneno incurable. (Plinio Viejo, Historia natura, vol. 2) ore las strua- La pretensién de explicar el mundo segtin la frase de Protagoras, tenien- dela do al “hombre como medida de todas las cosas”, y a partir de esta idea tomar delo al varén como modelo y a la mujer como una variante de este, generd que prestigiosos pensadores racionales reconocidos como observadores rigurosos ftico, sentenciaran como verdades afirmaciones hoy risibles. tuna MAR, Lefkowitz y M.B. Fant, en su obra Womens Life in Greece and schos Rome, destacan que Aristételes afirmaba en su tratado sobre la reproduccién sdel que “la mujer es como si fuese un varén deforme” y que “la descarga mens: vein trual es semen, pero en un estado impuro, es decir carece de un constituyence y uno solo, el principio del alma”, Del mismo modo mencionan que Plata. cia cescribié: DOSAS, BRUIAS ¥ VAMPIRESAS Este ¢s el caso del llamado vientre o matriz de las mujeres. El animal aque lleva dentro esté deseoso de proctear hijos y cuando no da fruto durante mucho tiempo después de su momento propicio se queda insatisfecho y enojado, y vaga por todas direcciones a través del cuet- po, se aproxima a las vias respiratorias y, al obstruir la respiracién, las conduce a las extremidades ocasionando todo tipo de enfermedades. Por otra parte se crefa que la mujer tenfa cierta culpa de que “el pene se tornaba rebelde y dominante, como un animal desobediente a la ra26n enlo- quecido por el aguijén de la lujuria” (Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujer’) ‘Ademds, la teorfa de que la matriz. vagaba por el cuerpo como un ani- imal, llegando a considerarse el tero como un repulsivo animal dentro de un animal, facilité en la imaginacién popular la relacidn de la mujer con la bestia, particularmente con la serpiente, y que se la considerara como fifa y hiimeda: fa ereencia en que las mujeres eran frias y hiimedas, en tanto que los hombres eran calientes y secos, procedia de Hipécrates; al igual que en Aristételes, frfo se consideraba inferior y se uilizaba para demostrar la inferioridad de la mujer con respecto al hombre. La mujer ¢s menos perfecta que el hombre por una razén principal ~escribe Galeno en el siglo u-, porque es mis fria. (Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujere) Siempre se ha oscilado entre subordinar y demonizar aquello que se teme. “Tenemos entonces que desde la Antigtiedad poderosos mensajes refuerzan una ccuriosa idea acerca de la mujer. “iene (la mujer] un rostro de tinieblas, es el caos de donde todo ha salido y al que todo debe retornar... es de noche en las entiafas de la tierra, Esa noche en la que el hombre se ve amenazado con ser engulli doy queesel envés de a fecundidad, le espanta. (Simone de Beauvoir, Flsegundo sexo) Esta ambigledad entre la vida y la muerte ha sido sentida alo largo desi- los y es la que se expresa en el culto alas diosas, La tierra es cl vientre nutricio pero también ¢s el reino de los dif untos, bajo el suelo o en el agua profunda. ne pu Po} al de era dot que yd Loit culin porte rente La mujer es pues origen, semilla,raiz, representacién de una fuerza oscura y colindante con la magia. De ahi que su imagen tenga siempre fuerza y ternura sin limites. En las civilizaciones antiguas que se asentaron alrededor del Mediterré- neo asi como en varias comunidades cristianas medievales y atin en algunos pueblos en la actualidad, los cuidados de los muertos y sus rituales han cortes- pondido a las mujeres, pues se considera que estin mas ligadas que los hombres al ciclo de la vida y de la muerce. Ellas crean pero también tienen la capacidad de destruir. Por ello los nombres innumerables de las diosas de la muerte y también las milcples representaciones de los monstruos hembras. La diosa hindi Kali, por ejemplo, cs una de las representaciones mas grandiosas que los hombres hayan forjado de lo femenino, destructora y crea- dora a la ver. Hermosa y sedienta de sangre, es el principio materno ciego que impulsa el ciclo de la renovacién, provoca la explosién de la vida, pero al mismo tiempo difunde ciegamente las pestes, el hambre, las guerras, el polvo y el calor abrumador. El aspecto inquietante de lo femenino Enel inconsciente del hombre la mujer suscita inquietud, no solo porque clla es juez-de su sexualidad, sino porque él la imagina insaciable, compa- rable al fuego que hay que alimentarsin cesar, devoradora como la mantis, religiosa. La mujerle resulta “fatal”. Ella le impide ser él mismo, realzar su cspiritualidad, encontrar el camino de su salvacién, La mujer es acusada de ser “un placer funesto”, de haber introducido en la tierra el pecado. EI hombre busca un responsable de haber perdido el paraiso certestre y encuentra a la mujer. Jean Delumeau, El miedo en Occidente La mujer es el alimento corporal més elevado. Novalis Lo inguietante de lo femenino, el asombro que produce ~para la mirada mas- culina~ parte inicialmente de la fertlidad que caracteriza a la mujer: ella es portadora en su vientre de la vida. Pero de esto se desprenden formas dife- rentes de aproximarse al mundo y de entenderlo. El asombro en ocasiones se DIOSAS, BRUIAS VAMPIRESAS puede transformar en miedo, y este se materaliza en forma de supersticiones y creencias EI miedo a lo sobrenatural ha generado en cl hombre dos tipos de re- lacién con la trascendencia: la magia y la religién. A la primera, que busca manipular las fuerzas primordiales generadoras de vida, se lega mediante una mujer, hechicera o bruja, segin la época. A [a segunda, con la que pretende ganarse el favor de la deidad, se Hega mediante un hombre, el sacerdote. La mayorfa de los profetas de la antigte- dad judia eran hombres y los sacerdotes lo eran todos. Por otta parte cuando Sail necesita invocar el espiritu de Samuel, que esté muerto, tecurre a una médium, una mujer. En el mundo elisico existian los sacerdotes para invocar a los dioses; no obstante cuando se deseaba invocar a los muertos eran las hechiceras quienes renfan ese don. Tan fuerte era su poder, que algunas como Ericto y otras colegas suyas de Tesalia, legaban incluso a atemorizar a los propios dioses. El sacerdote le implora a.un dios, hay una clara subordinacién ante la divinidad y espera pacientemente a que ese dios tenga a bien escuchar sus plegarias, que implican acatamiento y vasallaje, para que luego, cuando esté de humor, y silo considera adecuado, dé alguna respuesta positiva. Por supucsto, cen la mayotla de los casos no es inmediata. Por su parte las hechiceras no im- ploran, sino que manipulan, tratan de forzar a su antojo fendmenos naturales que parecieran inmodificables. Sus conjuros expresan érdenes, caprichos; es su deseo, su voluntad, lo que quieren Hlevar a cabo. De ab su telacién con lo ‘aléfico, es decir, con aquello que nace de una pasién, de un capricho, y no de tuna biisqueda de la virtud. Ya en al siglo 1, el filésofo Plotino sostenfa que la magia solo podia atacat la faceta irracional de un individuo y que aquel que tuviera su lado racional lo suficicntemente estructurado no sufirfa en su espfria los efectos de la magia. Laevolucién del culto las diosas legé a ser marginal tras el advenimien- to de la creencia en un dios superior masculino, en la tradicién occidental. La imagen de la hechicera, a su ver, evolucioné en la imagen de la bruja y poste- riormente en la de la vampiesa. Todas tienen en comin el poder de manipular lo que Frank Donovan, en su libro Historia de la brujrda, llama los tres grandes acontecimi os en la vida del hombre: el amor, la muerte y la resurreccién, El to dc dc ali bus sed En dist bus Pro, last SUSANA CASTELLANOS DE ZUBIRiA poder de las diosas, hechiceras, sicubos, brujas y vampiresas radica en el juego que llevan a cabo con estas circunstancias primordiales. Todas las supersticiones relacionadas con lo femenino hacen referencia al cuerpo, de tal manera que las actividades esenciales de algunas de las diosas, pero de todas las hechiceras y las brujas, estén relacionadas con curar (0 enve- nnenar), hacer amar (0 enloquecer) y evocar a los muertos. El poder superar la aparente barrera que existe entre los vivos y los muer- ‘os mediante las apaticiones alucinantes dota a la hechicera de la capacidad de abstraerse en el tiempo. Ella, a diferencia de los hombres, pertenece a un tiempo circular donde la muerte, entendida como final, no existe. Esto, suma- do al hecho de ser portadora de la vida y de estar siempre relacionada con los alimentos, la cocina, las hierbas medicinales y, en general, los elementos de la sierra, le da ala hechicera una forma de conocimiento intuitive que es de dificil acceso para el hombre. La naturaleza las hace [a las mujeres} brujas. Es el genio propio de la ‘mujer y su temperamento, La mujer nace hada, Por el retorno regular de la exaltacién, es Sibila, Por el amor, hechicera. Por su malicia es bruja y echa suertes(...) engafta, adormece ls enfermedades. (..) La sibila predecta el destino. Y Ia bruja lo realizaba (...) ella evoca, conju- +4, opera sobre el destino. La bruja crea este porvenir. (Jules Michelet, La bruja) ; Vale la pena notar que si bien han existido brujos y hombres que han buscado pactar con el diablo, sus técnicas son distintas, no hacen uso de su seduccién y de su piel, no es algo que sea inherente a su cuerpo y su sangre En los hombres ha sido més bien una decisién racional de romar un camino distinto, A lo largo de la historia han existido herejes blasfemos y apéstatas, en su mayorta hombres, a los que se les ha acusado de desafiar a Dios, o de buscar un conocimiento prohibido y ese conocimiento tuvo muchas veces tintes mégicos. Pero en la mujer no es una decisién, es algo que leva en su propio ser. ‘Temidas y deseadas, buscadas y condenadas, exaltan lo més profundo de la sabidurfa ancestral. Desde las civlizaciones que dieron forma al pensamien- to occidental, se buscé neutralizar sus poderes que se crelan provenientes de su propia sexualidad. DBIOSAS, BRUJAS Y VAMPIRESAS La mujer, origen de todo mal {Qué veia cl hombre, o qué ha visto, desde la Antigiiedad en la mujer, humana, mortal, para hacerla recepréculo de todo aquello a lo que teme? En la forma ‘queen la tradicidn griega presenta l aparicién de la mujer en la tierra se puede ‘entrever los temores que cllas despertaban y cémo en si mismas eran una en- carnacién de los vicios que trafan el suftimiento al hombre. La mujer fue ideada como un castigo de Zeus, el padte de los dioses, contra los hombres, pucs estaba indignado porque Prometeo le habia robado el fuego para entregérselo a sus figuritas méviles de barro. El gran dios, remeroso del conocimiento y la técnica que los mortales adquirirfan con dicho elemento, ordend a los dioses idear una estrategia contra ellos. Entre todos los seres divi- lore nos crearon una estrategia sutil, arcolladora, perenne. Idearon la primera mu: i 2 jer hermosa, caprichosa, voluble, inteigance y peligrosa. Luego la moldearon y | todos os dioses le ororgaron dones, que en ella adquieren el cardcter de vicios | | que acechan la condicién humana, entre los que Heslodo resalta un “éspero | ize deseo” y unas “inquietudes que enervan los miembros”, as{ como la impudicia | ee y un “dnimo falaz”. También forman parte de su ser “las mentiras, los halagos eal y las perfidias", Qué se puede esperar de un ser asf? Debid haber sido muy ral di pane hombre convivir durante milenos con un ser tan complejo como ma 0p Mis sagaz que ninguno, te alegras de haber hurtado el fuego y enga- be fiado a mi espiitu; pero exo constituird una gran desdicha para ti, asi | como para los hombres futuros. A causa de ese fuego, les enviaré un ambi mal del que quedardn encantados, y abrazarén su propio azote, ma Hablé asi y rio el Padre de los hombres y de los Diases, y ordené al nado} ilustre Hefestos que mezclara en seguida la tierra con el agua y de la | pasta formara una bella vizgen semejante alas Diosas inmortaes, yala ' cual darfa voz humana y fuerza. Y ordené a Atenea que le ensefiara las el labores de las mujeres y ater la cela; y que Afrodita de oro esparciera | la gracia sobre su cabeza y le diera el dspero deseo y las inquietudes a que enervan los miembros. ¥ ordené al mensajero Hermes, matador il de Argos, que le inspirara la impudicia y un 4nimo embustero. Orde- vee 1né asi, y los aludidos obedecieron al rey Zeus Cronién. Al punto, el at ilustre Cojo de ambos pies, por orden de Zeus, modelé con tierra una ee imagen semejance a una virgen venerable; la Diosa Atenea, a de los 38 oj0s claros, la vistié y la adorné; las Diosas Catites y la venerable Pito colgaron a su cuello collares de oro; las Horas de hermosos cabellos la coronaron de flores primaverales; Palas Atenea le adorné todo el cuerpo; y el Mensajero matador de Argos, por orden de Zeus retum- bante, le inspicé las mentiras, los halagos y las perfidias; y Finalmente el Mensajero de los Dioses puso en ella la voz. Y Zeus llamé a esta mujer Pandora, porque todos los Dioses de las moradas olimpicas le dieron algiin don, que se convitiera en dafio de los hombres que se alimencan de pan. (Hesiodo, Los trabajos y los dias) Como consecuencia de los dones de los dioscs, la mujer es causa de do- lores y afliccién, Siguiendo este orden de ideas, se puede deducie por qué era considerada como un ser con unos considerables niveles de peligrosidad. ‘Como si sus cualidades no fuesen suficiente castigo para el mundo, cuan- do Zeus le insufé la vida a Pandora, le entregé una caja cerrada que contenfa todos los males y miserias capaces de asolar la humanidad. Tras esto, la mujer leg a la vista de Epimetco, hermano de Prometeo, a quien este le habfa hecho jurar que no aceptaria ningsin regalo de los dioscs. Pero Epimeteo fue incapaz de resistitse a los encantos que se le offecfan y tomé a Pandora por esposa. Y fue lla, encamacién de la perfdia, a adulacién, los embustes, la impudicia y Ia falsedad, porque los dioses asi la habian dotado, la que en un instance funes- to, producto de su curiosidad, abrié la caja prohibida y asf diseminé todos los infortunios sobre la terra Pandora fue el precio que pagaron los hombres por acceder al conoci- Imiento que otorga el uso del fuego. Ella, a igual que el candente elemento, es ambivalente y trae consigo dichas y desgracias. Si bien Pandora no es ni una diosa ni una bruja, su creacién permite entrever la forma como ha sido imagi nado el corazén de la mujer y los peligros que acarrea el acercarse a ella La cultura griega modelé el pensamiento del hombre occidental. Los ro- ‘manos sustentaron en este sus preceptos, y justficaron en la Antigtiedad sus leyes y tradiciones. El imperio romano finaliz6 con la aparicién de una nueva influencia, el cristianismo, cuyas rafces se encuentran en la tradicién judia. Las dos corrientes basicas de pensamiento del mundo occidental, el mundo clisico yla tradicién judeocristiana, comparten la idea de la creacién de la mujer como cl origen de las desgracias de los hombres. En el cristianismo, la desobediencia de Eva determin6 el origen del suftimiento humano y es ella la culpable de que cl hombre deba ganar el pan con el sudor de su frente. 39 DBIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS Mientras su marido dormia, Eva sostuvo una imprudente conversacién ‘con una serpiente (animal que segiin algunos intérpretes era Lilith, la primera esposa de Addn a la que se haré referencia més adelante), la cual insté 2 Eva a comer de un fruto prohibido, tradicionalmente representado como una mat ana, asegurdndole que si probaba el fruro del 4rbol del conocimiento llegarta ‘ser como los dioses. Eva, tentada, sucumbid a su deseo, a sus caprichos, como si estos fueran més fuertes que clla. Se establecié un pacto entre la serpiente y la tentada que persistié después de la desaprobacién divina de ambas. Cuando ‘Adin desperté ya era demasiado tarde, el dafio se habia consumado, Curiosa- mente, aunque se le adjudican al hombre mayores virtudes racionales que a la mujer, Adin simplemente acepré la sugerencia de probar el fruto, Cuando el cereador se enteré de la ofensa, indignado decidié impart castigos. El animal fue condenado a arrastrarse por la tierra y dijo a la mujer: “Multiplicaré tus suftimientos en los embarazos. Con dolor darés a luz a tus hijos, necesitards de tu marido y él ce dominara” (Génesis 3,16). La necesidad de tener bajo control a la mujer, para evitar que sus capri- cchos siguiesen trayendo sufrimiento al mundo, fue considerada por el cristia de Dios contra ella. Adin, por su parte rendrfa que trabajar la tierra con el sudor de su frente rismo como una specifica e ineludible maldici El considerarla las incitadoras para que el sufrimiento se instaurara en el mundo, hizo que tanto Eva como Pandora fueran asociadas con todo aquello que trae desgracias a los hombres, los vicios, el mal, la serpiente, el pecado. Y que sus hijas legaran ese estigma. ‘Como castigo a la falta de Eva, la mujer tendela dolores de parto y se le condené a que tuviera un deseo vehemente por su esposo, quien la dominaria Pero el mal estaba iniciado y fue Eva quien desaté el conflicto. Por ella todos sus descendientes son marcados, perdieron la cercania con la divinidad y su frieron desde alli la imperfeccién, la enfermedad y la muerte, Hay otra interesante analogfa entre los relatos biblico y griego, yes el an- helo del hombre por un conocimiento que lees vedado, al menos por las deida- des masculinas, racionales. Ese conocimiento prohibido seré el que trasmitan Jas hechiceras y ls brujas, un conocimiento subterraneo, oculto y en ocasiones malfico. Una sabiduria que no proviene de las divinidades celestiales sino que serd atribuida a los seresinfernales: Los poderes y la ciencia de la serpiente se los consideré fruro de tun robo, se convirtieron en ilegitimos con respecto al espititu. La SUSANA CASTELLANOS DE 2uBIRIA ciencia de la serpiente se convirtié en maldita y la serpiente que nos habita no engendré ya mas que nuestros vicios, que nos traen no la vida sino la muerte. (Chevalier-Gheerbrant, Diccionario de los simbolos) Ligadas al destino maldito de los hombres desde sus origenes, estas funestas mujeres representan el principio del mal de la humanidad segiin la tradicién sriega y de modo similar en la biblica. Pero cs interesante norar que en relatos mis antiguos, como los mesopotémicos, y otros distantes como los chibchas, esta idea permanece latente. En el caso de Mesopotamia, las desgracias huma- nas también aparecen relacionadas con la indolencia femenina. Cuando los hhumanos fueron creados por el dios Enki, este y las dems divinidades celebra- ron con una gran fiesta. La esposa de Enki, Ninmah, bebié hasta embriagarse y completamente borracha comenzé a desafar a su marido: Al igual que td, yo podria hacer un cuerpo humano. Enki, divertido acepté el desafio: —Hazlo, contest6, y te prometo que encontraré un lugar en la tierra para cada uno de esos seres que ti crees (Cirado en Susana Castellanos De Zubieia, ‘Mitosy leyendas del mund) Fue asi como, habiendo ingerido bastante licor, Ninmah dio forma a tun eunuco, a una mujer estéril y a otros cuatro seres perversos o mutilados y; segiin lo acordado, Enki encontré lugar para cada uno de ellos; se destaca que del eunuco hizo un funcionario civil y de la mujer estéril una concubina. Luego, Enki desafié a Ninmah a continuar el juego: ahora él darfa forma a ‘unos caprichosos especimenes y ella deberfa encontrarles un lugar adecuado en la tierra, La primera obra de Enki fue un hombre cuyo nacimiento se habia perdido en los tiempos, fue el primer hombre anciano. Este desvalido ser se detuvo frente a Ninmah. Blla le offecié un pedazo de pan, pero el desdentado anciano estaba demasiado débil como para alcanzarlo. Ninmah, aburrida con 1 juego, no pudo encontrar ninguna utilidad al infortunado ser. Victorioso y borracho, Enki decidié seguir jugando y ereé otros cinco hombres y muje- res agobiados por deformaciones y calamidades, a los que Ninmah no pudo darles trabajo, pero aun asi continuaton sus miseras existencias deambulando porla tierra ‘ [DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS Porsuparte,entrelos chibchas de la sabana cundiboyacense, en tertitorio {que hoy es Colombia, es interesante encontrar la leyenda de Huitaca, diosa de la peteza,el alcohol y la lujuria: Bochica era el bondadoso hijo del Sol que llegé de oriente, enviado por el gran creador Chitninigagua, con la misién de llevar cultura y civilizacién a los chibchas, a quienes ensefié las leyes, el uso de la agricultura, el tjido, el calendario y muchos ottos secretos que los desarrolla- ron y fortalecieron como pueblo. Pero todo cl esfuer20 de su trabajo fue corrompido por su exposa, Hui- ‘aca, a quien los chibchas llamaban Chia debido a su extrema belleza; era una diosa del placer la perversidn. Aparecié en el altiplano cundiboyacense para ‘ensefarles asus habitantes los encantos de la pereza, el alcohol y la fujuria. Fue de este modo como aparecieron las depravaciones los vicios entre los pacificos y bien organizados chibchas. Chibchacum, el dios de la sabana de Bogoté, indignado por la desver~ gitenza de los habitantes de sus tierras, desaté su ira divina inundando por completo todo su territorio. Los hombres cotrieron a refugiarse en las mon- tafias, angustiados, muertos de frio y de hambre. Mediante ayunos, ofrendas ida y perdén. Bochica, satisfecho por la forma en que los humanos lo adoraban, tuna tarde descendié a la sabana de Bogota y abrié una grieta gigantesca en la tierra, Enseguida, en medio de un estrepitoso sonido, las aguas de la inunda- cién cayeron por un precipicio conocido hasta hoy como el Salto de Tequen- dama ‘Ademds, molesto con Chibchacum por haberse sobrepasado con el casti- {g0 que les infligié a los chibchas, Bochica lo condené a cargar el mundo sobre es, pues cuando Chibcha- y sacrifcios, desde sus refugios invocaron a Bochica para implorarle a sus hombros, lo cual no deja de tener inconveni cum se siente cansado y reacomoda el mundo en su espalda, la tierra tiembla. A ndola en la luna, y su instin- Huitaca, por su parte, Bochica la castigé conv to libidinoso y perverso puede sentirse en el efecto que tiene la luz de sus rayos sobre [a vida en la tierra. En las noches de luna nueva, el astro no aparece en el firmamento porque es cuando Huitaca retorna a la tierra en forma de lechuza para llamar a la perversidad En conclusién los setes femeninos presentados hasta ahora, desde las an- cestrales diosas con sus atributos nocturnos, hasta las monstruss, hibridos de mujer y bestia, ast como las mujeres primigenias,reflejan, en su mayorfa, aque los aspectos que el hombre debe combatir con las virtudes que ha de desarro- a pi sade legs levar lela olla. Hui pera Fue cos las, Aquellas que encarnan los atributos de las diosas son entonces el verdadero ‘ncmigo del héroc. Ellas serén su equivalente en cuanto a seres semi-humanos con poderes otorgados por deidades;ellas serén las herederas de las diosas, las hechiceras Los simbolos constantes, como su belleza bestial y peligrosa, su sensuali- dad ansiosa y desbordadsa, su identificacién con la luna, la noche, la serpiente, al dragén y las aves rapaces, su triple rostro de mujer hermosa, de anciana o de bestia, dan forma y cuerpo a sus pulsiones y a su aspecto mds siniestro. La no- che, la muerte, el destino, las pasiones, la volubilidad de la fortuna, los desas- tres naturales: todo esto se le ha presentado al hombre en un cuerpo femenino, més 9 menos atractivo, pero siempre sugestivo e inquietance El culto a la virginidad y el terror a la sexualidad insaciable La mayor vireud de la mujeres la castidad Texto pitagérico, siglo.at a. C. Una de las més curiosas tradiciones relativas a las mujeres, legado de la Anti- giledad, es la de definirlas como buenas 0 malas, respetables o perdidas, por sus relaciones sexuales con los hombres. Una buena hija era una hija virginal ‘Cuando perdta su virginidad, debfa hacerlo dentro del matrimonio, y por su- puesto debja mantenerse casta, esto es, tener relaciones sexuales solo con su ‘esposo, para no ser considerada como lasciva , En las culturas tempranas el adulterio era bésicamente un crimen de mujer. Un hombre lo cometfa solo si mantenia relaciones sexuales con la esposa de otro hombre, no con otra mujer. Todas posefan leyes severas para castigar la infidelidad sexual de una mujer. (Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres) La virginidad y la castidad estaban relacionadas con la obediencia al varén jefe de la familia. El matrimonio significaba la transferencia de esa autoridad de un var6n a otro, La virginidad de una hija estaba ligada al honor de la familia y tuna relacién sexual que no contara con la aprobacién de la potestad masculina mancillaba ese honor. DIOSAS, BRUJAS Y VAMPIRESAS La virginidad no es del todo tuya, un tercio pertenece a tu padee, un tercio atu madre. Solo.un tercio es cuya, no pugnes contra dos que han vendido a su yerno sus detechos sobre ti. (Catulo, siglo 1, Poema) Por otra parte los hombres siempre han manifestado su recelo hacia las mujeres que utilizan su atractivo sexual para influir en ellos. La mujer que uti- lizaba su sexualidad para aumentar su poder era estigmatizada como prosttuta, sin importar su rango social Desde los primeros escritos de estas culturas, los hombres han ex- presado su temor al poder que la atraccién sexual de las mujeres jercia sobre ellos. La solucién de estas primeras culturas al pro- blema consistié en el intento de dividir a las mujeres en categorias particulares y distintas: la esposa y la prostituta. Una esposa debia ser obediente a su esposo y seguir sus mandatos incluso en Ia cama. La sexualidad independiente fue estigmatizada como caracteristica de la prostituta. (Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujeres) Respecto a este tema, el pensador griego Plutarco (siglo 1) escrbe, en sus (Obras morales: “una esposa no debe evitar © poner objeciones cuando su mari- do comienza a hacerle el amor, pero tampoco debe ser ella quien empicce. En tun caso ella esté sobteexcitada como una prostiuta, en el otro se comporta de modo frio y carente de afecto Este temor a la iniciativa femenina y a la sexualidad devoradora es expre- sado en forma més 0 menos explicita en diferentes culturas. Seggin un mito ja- pons, los dioses decidieron enviar una pareja kami al mundo, que era el octavo par de deidades aparecido tras la creacién del universo, para que terminara de solidificar esta tierra que atin era tan solo un lodazal movedizo, y enviaron a Tzanagi y a su hermana y esposa, Izanami La pareja se situé en un puente flotante del cielo llamado Amenoukihas- hi, que segiin parece era el arco iris y desde all agitaron el mar con una lanza recubierta de piedras preciosas, llamada Amenonuhoko, hasta que una parte del océano se espes6 y cuajé formando la isla de Onoroko. Izanagi ¢ Izanami construyeron alli un palacio, Yahirodono-Shiseido, una espléndida edificacién tiv aler lab: Los ella dign pare} ali inti place dads repret puedé deidai homb todos so des ores, strix, mujer) delay exnélo en Tra alam el coral trum ene ‘en cuyo centro se encontraba un pilar celestial, Amenomihashira, el cual cons- titufa la columna vertebral del mundo. La primera vez que todearon dicha columna, dl por un lado, ella porel ozo, al encontrarse de nuevo frente a frente ella comen6 a hablar y lo sedujo con pa- labras amorosas tras lo cual se dedicé a estudiar el cuerpo de su compafero. Al constatar que encajaban, se unieron. De dicha unidn nacié una criacura horrible. Los dioses culparon a Izanami de la malformacién del engendro por haber sido clla la primera en hablar, lo que fue interpretado como una insinuacién. E1 primogénito deforme, al que llamaron Hiroku, fue considerado in- digno y sus padres lo metieron en una cesta de juncos y lo abandonaron en el mat. Tiempo después, Hiroku se convirtié en Ebisu, dios de los pescadores. La pareja volvié a hacer la ceremonia de la columna, pero Fzanagi, el varén, invité ‘en adelante a los juegos sexuales Aparece aqui, latente, con la sutileza propia del espiritu japoneés, el temor a la incitacién femenina, a que sea la mujer la que ditija los encuenttos inti- ‘mos. Como se verd més adelante, el personaje de Lilith, quien solo desea tener incimidad con Adén a su propio antojo y en la posicién que a ella le resulte placencera, vuelve a encarnar la imagen de este miedo visceral a una sexuali dad salvaje y gozosa, desbordante, de la mujer lubrica que en Occidente esté representada de forma esencial en la imagen de la vampiresa pero que, como se puede apreciar, es un temor bastante generalizado, Por orra parte, es recurrente el mito de la vagina dentada, es decit, de una deidad con dientes en la vagina que, al parecer, inspiraba mucho temor a los hombres, hasta que Finalmente llega un valiente héroe que es capaz de arrancarle todos esos dientes, ogra copular y sale victorioso de tan temida hazafa y peligro- so desaffo, La imagen de esta leyenda ha sido muy atractiva para artistas yescri- «ores, que han buscado plasmat ese atdvico temor; los mitos de Lilith, Lamia, las strix, todas ellassedientas de sangre y de cuerpos de hombres jovenes, recreados innumerables veces por poetas y escritores terminaron creando la imagen de la ‘mujer fatal cuya maxima expresién serd la vampiresa. Freud utilis la imagen de la vagina dentata para explicar sus teorfas sobre el miedo a la castracién. El exndlogo Leo Frobenius en Mitologias del atléntico, y posteriormente Cael Jung cn Transformaciones simbolos de la libido, también hicieron referencia al miedo ala mujer devoradora, particularmente durante el acto sexual. Pero el terror en 1 corazén de los hombres legé hasta el siglo xx. Una leyenda urbana extendié el rumor de que las prostiutas asdticas solian esconder cuchillas y vidrios rocos ‘entre sus piernas para cortarles el pene de manera salvaje a los soldados norte- 4s DDIOSAS, BRUIAS Y VAMPIRESAS americanos. Si bien esta pudo ser cteada intencionalmente para mantener a los mucha hos alejados de las peligrosas mujeres, parece ser que consiguié buenos resultados. El temor a la scxualidad fernenina avasallance como mantis rligiosa ha desarrollado también la creencia popular del “pene cautivo” segin la cual a los hombres les puede suceder lo mismo que a algunos perros o gatos: quedar enganchados in posibilidad de desprenderse de su pareja durante el acto sexual. No obstante, no existe documentacién que corrobore este temor, que no es més que un refijo del miedo que puede producir el penetrar una mujer. Desde siempre, se ha considerado que el desbordante deseo femenino tie- ne visos de peligrosidad. El término ninfomania, segiin el diccionario de la Real ‘Academia, proviene de “ninfa" y “mania’, y se refiere al furor uterino, el cual se define como deseo violento ¢ insaciable en la mujer de entregarse a la pula La definicién esté precedida por la abreviatura “med”, de medicina, por lo que, segiin parece, es considerada como una enfermedad. Se entiende por mania una preocupacién excesiva. Segiin esto, la ninfomania serd un apetito sexual exage- rado de la mujer. Lo que no resulta claro es el mite de lo normal, nisi para los hombres es el mismo que para ella. Porque es claro que, en la jerga popular, los ealificativos para referiese a mujeres con un marcado interés en los juegos de seduccin carnal son en su mayo: equivalentes para los hombres son sinénimo de virilidad y hombria ‘Si nos remitimos a la mitologia, se encontrard que las ninfas para los ie- goser © se dejaban seducir por dioses, principes y pastores, no se consideraba que 1 no todos, despectivos, mientras que sus las deidades del bosque, de las aguas y del campo. Si bien ellas seducian tuviesen ninguna enfermedad particular ni que portasen consigo ningin mal; tampoco eran tratadas con desprecio. La evidente asociacién de la sexualidad con el mal, la enfermedad y el despreci el advenimiento del cristianismo. Si bi tend su auge en la Edad Media, con las rales del cristianismo se remontan ala tadicién judia, en esta no se exala a virginidad como un fin en s{ mismo, no corresponde al ideal femenino. Todo lo contratio,existia una particular valo- racién de la fetildad y goce sexual en la mujer. Por lo tanto la sobrevaloracién de la virginidad con la imagen de Maria, la madre de Jess, y toda la adoracién que se le hace como ideal femenino a un ser artificial y asexuado, como lo es esa imagen, que se impuso como modelo a seguir para la mujer, solo pueden traet consecuencias nefastas, para toda la sociedad, claro esti, pero principalmente para ellas, eniendo en cuenta que claramente de los hombres no se esperaba Jo mismo, ya que los héroes de todos los tiempos se han caracterizado por sus rnumerosas amantes. Pero una mujer virgen y casta que se fiscaliza a si misma, 46 lid, ae hii de qui SUSANA CASTELLANOS DE 2uaIRiA su poder de seduccién y el ejecicio de su cuerpo, es més décil a los ojos de los hombres ¢ inspira menos miedo que aquella que hace uso a su antojo de su cuerpo. Si bien el pavor al descontrol que la atraccién ferenina puede producir hha estado latente siempre, este ha adquirido diferentes visos con el paso del tiempo y segin las diversas culeuras. Los momentos mds crfticos para las muje- res se han dado cuando esos cénones virginales han imperado con més fuerza. Es entonces cuando se han imaginado situaciones absurdas como relaciones sexuales de las mujeres con el diablo 0 con animales demonfacos, 0 més aun, cuando se las ha acusado de pactar con el diablo, por el simple hecho de llevar cen su naturaleza y en su piel algo que los hombres no logran dominar. Las diosas de la noche, hechiceras, brujas y vampiresas, se caracterizan por ser apasionadas y despiadadas a un mismo tiempo, pero sobre todo por tener una sexualidad propia y por reconocer abiertamente sus deseos sexuales, desligados completamente de la maternidad 0 de las relaciones sentimentales duraderas. Incluso en ciertos casos algunas de ellas prefieren devorar literal~ mente a los hombres, tras haber agotado sus fuerzas amatorias. Su imagen recuerda a la de ciertos animales, como la viuda negra que mata al macho después de copular con A. La peligrosa idea de que algunas mujeres tienen control sobre la’ sexuali- dad masculina es un tema constante en la hechiceriay la brujeia; con este mo- tivo, el de atraer a un hombre especialmente escogido, yligalo, de ser posible exernamente¢ incluso contra su voluntad, es que surgen los filtros de amor, los conjuros y los amarres. Estos yacen latentes como objetivo constante de casi todas las hechiceras. Hacerse deseable y retener a cualquier costo al ser amado 0 deseado es el rasfondo del asunto. Casi todas las figuras femeninas que conforman la evolucién de la diosa ala vampiresa, desde la Ancigiedad hasta el mundo contemporineo, son las- civas, voluptuosas, con una lubricidad desbordante, con una tortencial sexua- lidad devoradora, amenazadora, inconcenible, temible. Son seres femeninos ue, a pesar de sus diferencias de tiempo y culeura estin presentes en la imagi- nacién popular como mujeres de rostros con bocas de un rojo incenso y labios hhimedos, entreabiertos, cuyos gemidos se intuyen; sus ojos estén entornados © completamente cerrados, y sus cuellos se doblan hasta perder la rigidez que caracteriza el aplomo de lo racional. Ellas se divierten en el constante juego de la seduecién y buscan frenéricamente el placer y el éxcasis, ue se asemeja a un estado hipndtico, en el que pretenden mantener a sus vitimas: aquellos a quienes han escogido como sus amados. 7 DDIOSAS, BRUJAS Y VAMPIRESAS Ellas estin ahi, més alld del tiempo y de la historia, a la que ven pasar como por una ventana 0 como un cuadro viviente, mientras elas permanecen, con los hombros desnudos e incitadores, con una piel blanquisima, con los ‘jos ocultos y seguramente extraviados bajo unos pérpados carnosos, con una languidea y un arrobo que pretende despertar el furor sexual de los hombres. Su apetitolibidinoso, librico, no ha cambiado desde el inicio de los tiempos, como tampoco el fascinante temor que inspiran En algunas, figuras femeninas cuando sonsfen, se pueden ver pequefios colmillos que permiten intuit la fascinacién que les produce alimentarse con la sangre de su amados ellas succionan su vida y llevan a su héroe a viskumbrar Ja muerte, Ese es, finalmente, su principal oficio como vampiresas. Tienen en sus labios y en sus ojos el brillo de la provocacién. Por eso, a partir de la Edad ‘Media levan elestigma de ser las hjas de la primera mujer que mordié la man- zana, la fruta del érbol probibido, y sucumbié a la tentacién del demonio, De diosas a brujas es el paso de lo femenino natural a lo diabéiico, hasta casi ver destruida su alma en las hogueras de la Inquisicién, donde se busca- ba extitpar la esencia de la autonomfa femenina, y donde se hizo particular Enfasis en el temor que se sentla a los deseos sexuales femeninos. Se crefa que hrechiceras y bruja llevaban inflerado en su sangre el veneno del deseo sexual desenfrenado. El héroe y la hechicera El alma tiene por asi decirlo una morada, en parte alojamiento de la mujer en parte alojamiento del hombre. Ahora para el hombre existe tun lugar donde habitan los pensamientos masculinos, estos son sabios, correctos, justo, prudentes, piadosos, llenos de libertad, audacia y apego a la sabiduria.. Y el sexo femenino es irracional y afin a brucales pasio- nes, temores, penas, placer y deseo de los que sobrevienen una debilidad incurable y enfermedades indescriptibles. Fildn de Alejandefa, siglo 1, citado en Constance F. Parvey, The Theology and Leadership of Women in the New Testament Els racional (no obstante, racionalmente relgioso); ella, apaso- nada y escéptica (quizds ls dioses exstan, pero no se siente obligada a obedecerles) tut det ent El es el excogida 0 descendiente de un gran dios del cielo, al que respeta, Ella es una hechicera, busca su contacto con la trascendencia rmanipulando la fuerzas de la vida, por sus propios medios, subrerréneos, irreverentes, probibidos. Para él todo lo que tenga que ver con la ligica es claro y los senti- ‘mientos on brumoss, confusos: para ella la razén de él no existe ono la comprende 0 no importa, su espacio es el mundo de la magia, del deseo, los suetos y las alucinaciones. El busca la virtud, la excelencia, vive el presente yconstruye la historia. Ella afiora la pasin, vive en los margenes del tiempo, srasciende los limites de la vida y la muerte Enfientarse entre ellos siempre seré un desafto. El triunfo de es suna victoria dela virtud, la templanea, del control dela razén sobre el EL triunfo de la hechicera sobre el héroe significa que ella coleccione el mayor niimero de instantesposiblesen los que lo pueda retener con sus ‘besos, com la esperanza de que por un efecto miigico se lefiltren en la piel 1y lentamente le inunden el alma, haciéndole perder la voluntad. Todo es wlido para mantenerlo a su lade. El hombre, el héroe, al contrario que la mujer, pareciera que no se acos- tumbra a la simple permanencia de lo rutinariamente existente, a lo circuns- tancial; siempre le esté exigiendo a la aparente consistencia de lo real una evi- dencia més profunda y verdadera. En una constante biisqueda de la excelencia, enfienta desaffos de monstruos y dragones, encarnaciones malignas de fuerzas indémitas. El héroe busca afianzar con estos actos las que eree sus verdades absolutas sobre su posicién en el mundo y lo que desea, lo cual encarna el bien comiin, de su gente y de su pueblo. Se aferra con ral fuerza a ellas, que con ‘emocién llega a arriesgar su vida por ello, como si le gustase creer desesperada- mente que lo que hace esté bien y es lo correcto. Camille Paglia, en su obra Sexual Personae, plantea que el hombre se arraiga en el “mds alls", y a mujer en el “ms aca”; el primero mira al cielo, la segunda a la tira. Lo celeste contra lo cerrenal,el sentido contra lo instintivo, Pero estas diferencias son las que conducen a la creacién, por parte del hombre, de esas figuras femeninas misteriosas y oscuras, peligrosas sombras fantésticas, hermosas proyecciones de una mente acormentada, “En la culeura griega clési- ca, el vat6n se identificaba con la civilizacién, la razén y el orden; la mujer con DIOSAS, BRUJAS ¥ VAMPIRESAS Ja naturaleta, la emocidn y el caos. Se esperaba que el hombre aplicase raz6n y lgica a su vida para controlas la emocidn y el instinto” (Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser, Historia de las mujer). Ya sean monstruas, diosas o hechiceras, elas representan los desafios a los que el hombre debers enfrentarse con algo més que la fuerza fisicay la valentia para superarlos. Son mujeres que representan por una parte la imprevisible astucia, pero también la sexualidad independiente y el amor apasionado, la locura que engendra fa culpa y los recénditos caminos del mas alld y la muerte Su condicién femenina las hacer estar més cercanas a los sentimientos, y los pueden manipular mejor que el hombre para quien dichas emociones son casi indescifrables. Es interesante notar que aun en la tradicién judia, donde existe tun Dios nico masculino, muchos consideran, par cabalistica, que la Shejina son los valores més femeninos de Dios, su aspecto ‘mis femenino. El término ademds tiene que ver con el aspecto de habitacién, cularmence en la tra tesidencia 0 morada, No obstante, Dios es Dios, descrito con articulos y pro- nombres masculinos. Segtin esta interpretacién, la mujer y no el hombre seria la que estaria en mayor cercania con la divinidad entendida como el aspecto spiritual, como la facilidad para el contacto con lo trascendente, y el hombre con el mundo fisico en el que enfrenta certeramente los desafios que impone. Ahora bien teniendo en cuenta que por sus propias destrezas musculares y analiticas, el hombre comprende més lo que tiene que ver con el descubri- rmiento del mundo y sus hazafas lo llevan a inventar, conquistar y descubrit, sus preocupaciones inquietudes e interrogantes mas dificiles tienen que ver con lo divino, donde busca respuestas. Por su parte las preocupaciones ¢ inquie- tudes de la mujer, mds en sintonfa con la divinidad, rienden a ser corporales, pasionales, domésticas y cotidianas ya que lo trascendental lo eva inmerso en su naturaleza. Aquellas monstruosas, con forma de mujer y de bestia, representan la primacia del instinto sobre el intelecto; son seres que alejan al hombre de |a racionalidad y de lo que ha sido considerado como virtud. Personifican un reto al héroe, que lucha contra sus pasiones y sus miedos tratando de mantener su autocontrol y su templanza. Comienza a generarse desde la Antigiiedad una dicotomfa, que tendré su auge durante la Edad Media, entre la mujer buena y la mala, La mujer ideal somerta sus sentimientos, su instinto y su juicio a su padre, marido 0 protec- tor; la mujer ideal, la que el héroe merecfa, era aquella que se sometia volun- tariamente a los hombres de su familia. Técita o explicitamente, las culturas 50 fu Pp de di qu pu sié dic del ye Di Eli que pall dad. diot SUSANA CASTELLANOS DE ZunIRA antiguas desaprobaban a las mujeres que ejercfan funciones masculinas si bien en la historia siempre se han dado excepciones como es el caso de Deborah y Miriam, profetisas de Israel, cuando la generalidad en ese pueblo fue que dicha fancién la ejercieron hombres. Pero incluso en el caso de ellas es explicable Porque son profetizas de los primeros tiempos de la consolidacién del pueblo de Israel, y aun se encuentran las gentes mas cercanas a la naturaleza primor- dial y al sentido de la mujer como ser cercano a lo espiritual. Luego, a medida que el sacerdocio se va formalizando, institucionalizando, al igual que en otros pueblos, queda exclusivamente en manos masculinas. La independencia o autonomia femenina ha sido vista como una perver- sién del orden natural de las cosas 0 una usurpacién del espacio propio de los hombres, Esto es evidente incluso en el temperamento que se le attibuye a las diosas y se corrobora en las hechiceras cuyas caracteristicas son més humanas, por gjemplo, en Circe y Medea, asi como en Morgana, la hermana hechicera del rey Arturo, Incluso las que no son consideradas magas por el uso de filtros ¥ pociones, levan larente su condicién por la fuerea de su encanco y seduccién, En la Eneida de Virgilio, poeta latino del siglo 1, Eneas llega a probarse a sf mismo como héroe al resist la centacidn que es para él el amor de la hermosa Dido, la poderosa reina de Cartago, que encarna el poder de la seduccién. Elige en cambio como esposa a la décil Lavinia, convenientemente callada y que definicivamente no tent la fuerza ni el cardcter de Dido, porque no musita palabra en toda la epopeya A las mujeres que encarnan a hechiceras, brujas, sticubos y vampiresas, se las califica como de espiritu independiente, particularmente en su sexuali- dad, caprichosas, voluntariosas. Tales eran las caractersticas y atribucos de las diosas.

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