De Jean-Luc Nancy en esta coleccién
francés,
La representacion
prohibida
Seguido de La Shoah, un soplo
Jean-Luc Nancy
Amorrortu editores
Buenos Aires - MadridJean Le Nancy
Indice general
Pref
La representacién prob
eels sate La condena de las imagenes
os eitores, vi
Pensar la crisis tiltima
de la representacion
La visi6n de la inteligei
La muerte robada
Ejecucién sin resto
ISBN 84610-90067 La Shoah, un soplo
LmPrefacio
La editorial Amorrortu ha tomado la iniciativa
dereunir dos textos publicados en circunstancias y
fechas relativamente diferentes, y sobre temas
también diferentes. Esta diferencia,
produce sin una proximidad profu
también la raz6n de esta elecciGn editor
proximidad no es sélo la que podria is
mino «Shoah», Es més precisa, y yo mismo la des-
cubro en oportunidad de esta publicacién. En la
diferencia muy importante de sus objetos, de sus
registros y también de sus extensiones, estos do
textos tienen en comtin Jo siguiente: hablan de la
visibilidad o, mas exactamente, de la discernibili-
dad de la Shoah.
Este término, «Shoah», que se incorporé al lé-
xico internacional tras la pelfcula epénima de
Claude Lanzmann, forma o formula por simismo
una exigencia de discernimiento. Ha sustituido
a otros que podfan ubicar el exterminio de los ju-
dios de Europa en contigitidad con otras masa-
cres de las cu
te, queria distinguirlo sin reservas. Asin
aquella pelicula optaba porno intentar
9imagenes, ni siquiera de las
le época de la realidad de los campos;
\cién era exponer la invisibilidad me-
os testimonios que nos fueran contempo-
e de «Shoah» se sostiene la si-
esto no se parece a ninguna
a y es preciso conservarlo y considerarlo
te en esa desemejanza.
mente marcado por el hecho de haber sido trans-
ipto y no traducido —lo cual lo carga con un
valor de indecibilidad o de significante sagra-
do—se abre al riesgo que corren todas las invo-
caciones de una inefabilidad, como todas las de-
signaciones de una invisibilidad, Estos gestos
estan siempre expuestos a suscitar sordera, ce-
guera y, para terminar, la no significancia por
exceso de voluntad significante. Por eso es im-
portante volver a poner en perspectiva la cues-
én de la visibilidad, la discernibilidad o la re-
presentabilidad de la Shoah, asi como —habria
que decirlo— la de la pronunciabilidad de su
nombre, es decir, de hecho, la posibilidad de ha-
ar de este crimen y remitir a él nuestra histo-
ria, de modo tal que nos haga pensar y no sus-
pender la reflexién sobre la estupefaccién de lo
po de propiedades innatas, naturales y
zadas que el racismo biolégico nazi atribufa a lo
judios», después de todos los antijudaismos y
antisemitismos de la historia occidental
Sin embargo, se impone una distincién. Por
que el exterminio de los judios quiso ser el exter:
minio de los judios (los de Europa, porque no se
trataba més que de ella, y porque un alcance
mundial hubiera estado demasiado alejado y,
sin duda, también demasiado desligado de los
motivos de arraigo en «la sangre y el suelo»).
Quiso ser un exterminio, es decir, no un debilita-
miento, por severo que fuera; no lo que en térmi-
nos militares se denomina un «aplastamiento:
incluso una «puesta de rodillas», del enemigo.
«Exterminiov: la palabra no deja dudas; es ir al
extremo, no dejar que nada subsista. «Aniquila-
miento» es el tinico sinénimo («carniceria», che-
catombe», «masacrer, «devastacién» no lo son).
Ahora bien, s6lo se puede querer exten
conjunto cuyos términos y criterios de ident
cién es posible designar. Por cierto, el extermini
nazi afecté también a los gitanos y a los portado-
res de muchas clases de propiedades juzgadas
iean-Lue Nancy
intolerables (como la homosexvalidad y ciertas
deficiencias fisicas o psfquicas). Pero siempre se
trataba de eliminar lo que podia llegar a ensu-
ciar una supuesta pureza de linaje denominada
«aria», Es aqui donde el término qudio» juega su
papel.
Esta verdad —que el judio» de los nazis y de
los antisemitas es la construccién de quienes lo
persiguen— no impide que dicha construccién
reactiva pertenezca a toda una historia y una ci-
vilizacién que tuvieron necesidad de apoderarse
de un pueblo, de una identidad concreta —como
lo eran, en su época, las identidades de los grie-
g0s, los persas, los galos o los ibéricos—, para
hacer de ella la identidad corrosiva de la identi-
dad misma. Que una identidad, un sujeto, pue-
dan ser en sf mismos, por naturaleza, una trai-
cién a la identidad y una amenaza para ella, su-
pone una doble y contradictoria condici6n: por
una parte, que la identidad en general no esté
dada ni asegurada, ya que es preciso protegerla;
Por otra, que haya una identidad, una sola, que
pueda ser designada sin ninguna clase de duda.
La construccién del «judio» del antisemitismo
y el exterminio no depende del choque habitual
de identidades, ni del racismo habitual, un racis-
mo que afirma la superioridad y la dominacién,
no la amenaza de corrosién, traicién y perver-
12
LA RepResewnactON Prowl
sién, Mas, para que sea posible reparar en una
perversién (0 verla,o discernirla), es preciso ¢
plantee una normalidad. Fue necesario que se
supusiera una identidad normal y normativa
Nada més, en definitiva, que la Identidad mis-
ma en cuanto normalidad o normatividad.
Ser idéntico —a uno mismo, a la propia pro-
cedencia de uno como uno—es un problema mo-
derno, quizés el problema por exceler
modernos. Es un problema a partir del momen-
to en que la identidad se piensa a la vez como
universal y como un proyecto. No es entone¢
singular, ni esté dada, Cuando es singular y esta
dada, no es un problema, apenas si es un con-
cepto notable. La universalidad puede ser en-
tonces una accién, un pensamiento y una pala-
bra expresados por un singular.
Que la universalidad se haya pensado en tér-
minos de identidad —de «yo», de «sujeto», de
identidad representable por remitirse a s{ mis-
ma—, he aqui, probablemente, el fondo del cual
proviene la posibilidad del «judio» y de un deseo
de su «exterminio». Se constituyé al «judio» como
cl portador de toda la identidad dada, mientras
que el mundo cristiano y moderno se constituia
como mundo de la identificacién, siempre pro-
blematico, siempre por venir, por producir o por
conquistar.Nancy
En este aspecto, y porque escribo aqui para
as veces entreabierta: {Qué di
ropa y América, particul:
ada «del Sur-? ,Qué diferencia, en fun-
e la cual parece que la historia de Europa,
en cuanto hizo posible la Shoah, no continia en
ia el Nuevo Mundo, sino que se
umpe o gira de manera irreversible cuan-
el Atlantico? {Qué irrupcién 0 qué
con respecto a la identidad
entros, los europeos
han modificado, en América, su relacién con la
identidad, con una identidad tanto més prome-
tida o reivindicada, ineluso tanto més mitifica-
da, cuanto que se la sentia como ausente de sf?
&Y si fue asi, c6mo? Se me perdonaré que me in-
terrumpa entre preguntas: la vieja Europa en-
ferma de su historia las plantea a quienes la mi
ran desde la otra orilla de esa historia.
Jean-Luc Naney, enero de 2006
La representacién prohibida
Memo
erkldirte
Gedicht mehr mo
fiir empfindsame Buchhalter
oder bemalte Butzenscheiben,
iberhaupt erst jetzt
geworden sind,
nur im Gedicht sich sage
was sonst
jeder Beschreibung spottet.1
Wir sind die Letzten,TeAn-Luc NAN
(Nuestra pregunta sera: {Qué es, entonces,
aquello que «burla la descr
to, el tipo de representacién que se puede enten-
der con este término, y qué
tiene lugar en el poema?)
0 ’s des heures authentiques de la mort,
Des derniers souffles et de Vendormissement des
Soyer srs d’
Lange rassemble
la muerte, / de los tiltimos suspiros y del ador
sa: / el dngel recoge / lo que vosotros habéis dese-
chado”]
(Nuestra lectura sera: este angel que recoge
los muertos robados es el poema mismo.)
para contables sentimentales o lentes
vés de las cuales se ve el mundo, Cree:
nntologia Dans les de
‘étoile
grasse: Verdier, 1999,
16
LA REPRESENTACION PROHIBIDA
Circula en la opinién corriente, con respecto
al tema de la representacién de los campos o de
la Shoah, una proposicién mal planteada p
insistente: el exterminio no podria o no deberia
representarse. Seria imposible o estarfa prohibi-
do, o, atin mas, imposible y ademas prohibido (0
bien prohibido y ademas imposible). En su inde-
cisién, esta proposicién es ya confusa. Amenudo
se le agrega, de manera mis 0 menos expresa,
una confusién complementaria, cuando parece
haber una aproximacién a lo que se denomina la
prohibicién biblica de la representacién. (No iré,
aqui, a buscar huellas escritas de estas proposi-
ciones, pero se recordaré que ellas circularon, en
especial, a partir de la polémica que envolvié al
estreno de la pelicula de Spielberg, La lista de
Schindler, y mas particularmente todavia en
cuanto la oponfa a Shoah, de Lanzmann. Mu-
chos otros episodios podrian mencionarse en
torno a otras peliculas u obras plasticas.
El discurso que rechaza la representacién de
los campos es confuuso, porque su contenido no se
deja circunseribir con claridad y sus razones son
atin menos clafamente determinables (y eso, sin
hacer referencia al hecho de que a veces también
se deja rodear de un nimbo de sacralidad o de
santidad, acerca del cual seré necesario, asi
mo, volver)asav-Lue Navcv
Igo ilegitimo? Si se tratara de una imposibili
dad, {a qué obedeceria (desde el momento en
que no se puede pensar en problemas técnicos)
Serfa a causa del cardcter insostenible
que habria que representar? Uno no se indigna,
sin embargo, ante el cuadro de David Olére que
nta alos deportados en ara de gas,
bajo los primeros efluvios del Zyklon-B.* (Si se
dice que el propio Olére es un sobreviviente para
reconocerle un derecho que nosotros no tendria-
mos, esto no concierne al cuadro mismo, ‘Tampo
co atatie a la cuestién de saber cudl serd ese «de-
recho», ni hasta dénde el pintor sobreviviente es
exactamente el mismo que el deportado.) De
otra manera, uno tampoco se indigna por los ho-
rrores de la guerra grabados por Goya, ni por las
escenas de heridas y muertes atroces habituales
en muchas peliculas.‘ No se condena tampoco,
sea cual fuere la experiencia de su lectura, la es-
cena de White Hotel, de Dylan Thomas,° escrita
;, Reseatando al
LA nepnesestactOn Proureioa
desde el punto de vista de que se e
nentra viva entre los pilados de una
a de ejecucién. (En un registro un poco dife-
sugestiv podrt:
n se inscribe en lo que distingue
da, de las innume-
da —guerra y combate de resistencia—, y el sti-
bito despertar de problemas y debates cuando se
trata de campos que, de hecho, no tienen nada
de bélico.)®
Siha de tratarse, por el io, de una ile-
gitimidad, no se puede mas que r
prohibicién religiosa, que uno se p
ainvocar fuera de su contexto
prohibicién —que ata-
ie, en la forma habitual en que se la evoca, en
primera instancia
judios exterminac
otras victimas). Este iento no debe ser
ailegitimo enJean-Luc Nancy
su giro de Dios ala criatura, y luego del creyente
al no creyente, sino precisamente porque esta
transformacién puede recibir toda su justifica-
cién por medio de un andlisis preciso tanto de la
jamada «prohibicién» como de la mencionada
epresentacién».
Es necesario hacer, entonces, una aclaracién
a fin de pensar con rigor la cuestién que se enun-
cia como la «representacién de la Shoah». La es-
bozo aqui de manera muy simple, a partir de
tres argumentos de los que doy, para comenzar,
una formulacién minima:
1. El «interdieto de la representacién» tiene
poco y nada que ver con una prohibicién de pro-
ducir obras de arte figurativas. Tiene todo que
ver, en cambio, con la realidad o con la verdad
ms firmes del arte mismo, es decir, también, y
en ultima instancia, con la verdad de la propia
representacién, que ese «interdicto» saca a relu-
cir de una forma paradéjica.
2. La «representacién de la Shoah» no sélo es
posible y licita, sino que de hecho es necesaria e
imperativa, a condicion de que la idea de «repre-
sentacién» sea comprendida en el sentido estric-
to que le debe ser propio.
. Los campos de exterminio son una empre-
sa de suprarrepresentacién, en la cual una vo-
20
luntad de presencia integral se da el espectaculo
del aniquilamiento de la posibilidad representa-
tiva misma.
La condena de las imagenes
interdicto de la representacién no es nece-
sariamente —incluso no lo es en absoluto—
comprensible bajo el régimen de una iconoclas-
tia. Por mas que la iconoclasia (0 la simple abs-
tencién de imagenes, que incluyo aqui en este
término) haya sido y sea todavia, de alguna for-
ma, una de las grandes vetas de interpretacién
del mandamiento enunciado en el libro del Exo-
do,’ esté lejos, sin embargo, de ser la tinica, in-
cluso en la tradiciGn israelita misma (y también
en la tradicién del islam, en la cual, ademés, es
preciso aclararlo, el mandamiento como tal no
figura en el Corén, sino que fue extrapolado por
interpretaci6n), para no hablar de las diversas
tradiciones cristianas. No es este el lugar apro-
piado para renovar por si mismo el estudio de la
cuestién, Me contentaré con algunos rasgos sa-
lientes que son relevantes en mi desarrollo,
Para remitirnos al texto inicial y mas conocido, el del
decélogo (xodo, 20, 4), Se sabe que en la Biblia hay m
chos otros pasajes paralPara comenzar, debe recordarse que el man-
damiento prohibe construir imagenes
lo que ests en los cielos, sobre la ti
aguas», es decir, de todas las cosa:
lar, hacer de ellas imagenes escudpidas (la insis-
tencia en la escultura y en su elaboracién es no-
table en todos los textos conexos del corpus bi
blico y en la tradicion talmudica y jasidica), El
mandamiento concierne entonces a la produc-
cién de formas consistentes, enteras y auténo-
mas, como lo es una estatua, y destinadas asia
su uso como fdolo. Se trata de la idolatria, y no
de la imagen en tanto tal o de la «representa-
cién». El idolo es un dios fabricado, no la repre-
sentacién de un dios, y el cardcter irrisorio y
falso de su divinidad obedece al hecho de haber
sido fabricado.8 Es una imagen a la que se atri-
buye valor por s{ misma y no por lo que presun-
tamente representa, una imagen que es de por
s{ una presencia divina, y por eso esta hecha de
materiales preciosos y durables, madera impu-
trescible, oro y plata, etc, y es, antes que nada,
a forma tallada, una estela, un pilar e incluso
n Arbol o un arbusto, Ademés, segiin los con-
dos al griego como
no pertenec'
\s visibles) yw
in realidad, se
oy una problJeaw-Lue Nancy
la imagen del dios la condenada, porque, por un
ado, esos dioses no estan en ninguna parte més
alla de esas estatuas y, por otro, el dios de Israel,
al no tener forma, tampoco tiene imagen:!! no
hay ningiin parecido como no sea el del hombre,
yno se trata de un parecido de forma o de mate-
ria (el hombre est hecho, entonces, a imagen de
Jo que no tiene imagen). Lo condenado no es, por
tanto, lo que es «imagen de», sino lo que consti-
tuye por s{ mismo presencia afirmada, presen-
cia pura de algin modo, presencia masiva resu-
mida en su ser-ahi el {dolo no se mueve, no ve,
wvisibilidad de lo invi ci de Tar-
s0, Origenes, el Pseudo Dionisio y las tradiciones ulterio-
res del icono: en el cruce de
cuestién de la representa‘
P nalar la ausencia —que yo sepa—no sélo de un
estudio de fondo sobre la cuestiGn de la palabra «idolo»,
sino, en general, en el discurso corriente —y por lo tanto
revelador—, de toda precaucién en el uso del términ
Pueden encontrarse, por ejemplo, trabajos eruditos ja-
sidieos que no indican mAs que la palabra griega eido-
Jon....,0 bien
imesis y de lo div
interacciones y co
4, 15, etestera,
24
LA REPRESENTACION PROMI
no habla, «se le grita pero no responde»,!? y el
idélatra, frente a él, también es quien no ve ni
comprende.!4 Por el contrario, el «verdadero
dios» no es, en suma, més que palabra (dirigida
a su pueblo), visién (del corazén del hombr:
movimiento (para acompafiar a su pueblo).
La condena del {dolo no apela entonces al mo-
tivo dela copia o de la imagen imitativa: la moti-
va la presencia plena, espesa, presencia de o en
una inmanencia donde nada se abre (ojo, orejao
boca) y de donde nada se aparta (pensamiento 0
palabra en el fondo de una garganta o una mira-
da). Més tarde, los comentarios talmtidicos pre-
cisarén que, to pintar —més que escul-
pir—rostros (la cuestién se cifie en torno de lo
que contiene aberturas. ..), de todos modos es
necesario que esos rostros no estén nunca com-
pletos: la completitud es un acabamiento que
cierra, sin acceso, sin pasaje, La imagen esculpi-
da de un rostro completo: tal es la verdadera
prohibicién,!4 a pesar de que en el templo dos
querubines de oro deban tener los rostros vuel-
tos uno hacia otro y, juntos, apuntar al «Arca del
por ejemplo, Isafas, 46, 7, 0 Salmos, 115, 4-8
"8 Jeatas, 44, 18-20.
n «Liinterdit
de la représentation», Aut
octubre de 1994,ir, ala palabra de Dios 0,
més exactamente, del dios-que-es-palabra (y cu-
yo nombre, por esta razén, es impronunciable,
puesto que no es nada dicho, sino el dec
mo).
Sea
respecto a la «prohibicién de la representaciéi
y, de modo mas general, a su contexto religioso,
se deber reconocer que la interpretacién icono-
clasta del precepto sélo conlleva una condena de
las imagenes en cuanto presupone, de hecho,
cierta interpretacién de la imagen: es preciso
que esta sea pensada como presencia cerrada,
acabada en su orden, no abierta a nada o por
nada y amurallada en una «estupidez de ido-
Jo».!7 La imagen rebajada por su cardcter secun-
1do, 25, 18-20.
prestados aq
e, de las actitudes surgi-
jovidas por una misma
asdael
dario, imitativo y por lo tanto inesencial, deriva-
do e inanimado, inconsistente o engafioso: nada
nos es mas familiar que este tema. De hecho, ha-
bra de ser, en toda la historia occidental, el re-
sultado de la alianza concertada (y que precisa-
mente, sin duda, ha sellado a Occidente c
tal) entre el precepto monotefsta y el tema grie-
go de la copia o la simulacién, del artificio y la
ausencia de original. De esta alianza proceden,
con seguridad, una desconfianza ininterrumpi-
da hacia las imagenes que llega hasta nuestros
dias, en el seno mismo de la cultura que las pro-
duce en abundancia; la sospecha recaida en las
apariencias» o el «espectaculo», y cierta critica
complaciente de la «civilizacién de las image:
nes», tanto mas, por otra parte, cuanto que de
ella provienen, a contrario, todas las iniciativas
de defensa ¢ ilustracién de las artes, y todas
fenomenologias.18
‘es decir, en resumidasJean-Luc Nancy
Para comprender el denominado «problema
de la representacién» es necesario, entonces, es-
tar atentos a esta alianza constitutiva de nues-
tra historia y a lo que en ella juega simulténea-
mente de enlace y desenlace, a lo que retine dos
motivos, pero también a lo que los desvincula ya
Jo que provoca entre ellos transferencias y dis-
tribuciones mas complejas, més sutiles o més
retorcidas de lo que parece.
El doble motivo, si uno no se engajia con res-
pecto a la prohibicién biblica ni a la exigencia
griega, es entonces, por un lado, el de un Dios
que no acomete de ninguna manera contra la
imagen, pero que no entrega su verdad mas que
en la retirada de su presencia —una presencia
cuyo sentido es un au-sentido (absens],* si este
atajo es posible—,19 y por otro lado, el de una
idealidad l6gica (en el sentido en que el orden
del logos, y si se quiere de la razén, esta consti-
tuido por la relacién con la idealidad), es decir,
exactamente el motivo de una forma o una ima-
cuentas, ese ate, alo largo de
‘occidental y moderno.
* El término absens, que aparece en el original, juega
con Ia idea de ausencia de sentido (ab-sens) y es fo
te idéntico a como «aquellos
que han visto a la Gorgona».° En este cara a ca-
ra ciego, que es el cara a cara con lo que no tiene
mirada (la muerte a la que no se habra dejado
llegar), existe todavia un tercer integrante, el
miembro del Sonderkommando judio encargado
de vaciar la cAmara de gas, el que concentra so-
bre sf la interseccién de las dos miradas vacias;
con respecto a él, ciertos detenidos han podido
decir:
‘Ya no tenfan figura humana
lados, locos (. . .) Tenfamos poca relacién con
ellos, aunque més no fuera en raz6n del olor es-
pantoso que desprendian. Eran siempre asque-
rosos, estaban increfblemente descuidados y
vos: dudamos de llamar muerte a una muerte que ellos
1en porque estén
prenderla» (ibid,
in, ensu rAuschwitz, tradue
francesa de Pierre Alféri, Paris: Rivages, 1999.
61Jean-Luc Nawey
atontados, eran brutales y sin escrdpulos. No
51
era raro que se mataran entre ellos»,
(En un sentido, que se verificaré, la cuestién
de la representacidn de los campos no es otra
que la de la representacién de un rostro que hu-
biera perdido la representacién y la mirada, de
un rostro s6lo impregnado de olor, y que leva en
sfla expansién en acto del exterminio como una
reduccién tltima del sentido.)
Ejecucién sin resto
n Auschwitz, el espacio de la representacién
fue aplastado y reducido a la presencia de una
mirada que se apropiaba de la muerte al im-
pregnarse de la mirada muerta del otro, mirada
lena de nada mas que ese vacio compacto en el
que llegaba a hacer implosién la totalidad de la
Weltanschauung.
4Cémo representar, de hecho, la representa-
cién aplastada, atascada, enviscada, petrifica-
da? En una entrevista, en 1982, Joseph Beuys
81 Hermann Langbein, Hommes et femmes & Ausch:
wits, traduccién francesa de Denise Meunier, Paris:
UGE, 1994, col. «10/18», pag. 193,
62
La nepeeseeracion prowniDa
hablaba de Auschwitz, como de lo que «no puede
representarse, esa imagen repulsiva que no pu
de presentarse como una imagen y slo podria
exponerse en la efectividad de su acontecimien-
to, mientras se produce, lo que no puede trans-
ponerse en una imagen, No se lo puede recordar
tal como fue si no es por medio de una imagen
opuesta de sentido positivo, es decir, hombres
que aparten del mundo esta mancha».? La rea-
lidad del campo se llama de entrada «imagen»
(«tepulsivay) para ser luego apartada de toda
imagen posible, y pese a ello a continuacién se
la opone a otra «imagen», «positiva». Me parece
que esta vacilacién es significativa, aunque sin
duda involuntaria: «vemos» algo de los campos
—su cardcter horrible—, pero, al mismo tiempo,
lo que vemos no puede ponerse en imagenes, y
por lo tanto (re)presentarse, sin dejar escapar su
realidad, porque esta se presenta por entero en
su ejecucién misma, a la que no podria oponerse
més que otro acto efectivo y de sentido inverso, a
® Citado por Mario Kramer, «Joseph Beuys’ “Ausch-
witz Demonstration”, 1956-1964», en La mémoire
d’Auschwitz dans Vart contemporain, Actes du Colloque
International, Bruselas, 11-13 de diciembre de 1997,
Buitions du Centre d’Btudes et de Documentation, Fon-
dation Auschwitz, 1998, pag. 103 (esta cita aparece en el
comentario de una obra-performanee de Beuys sobre la
que no me detengo aqui)Tean-Lue Nancy
su vez curiosamente calificado como «imagen»,
sin duda porque su efectividad deja ver todo lo
que debe verse y saberse de Auschwitz: su bo-
rramiento real, Empero, hay «imagen», preci-
samente, porque no hay borramiento real, y no
lo hay porque el mundo que hizo Auschwitz es
siempre nuestro mundo, es siempre la historia
terminal, tal vez interminable, de Occidente.
Hay la imagen de una obsesi6n, y con ella, el sa-
ber de que nada de los campos puede ser repre-
sentado, puesto que fue la ejecucién de la repre-
sentacién: su gjecucién en los dos sentidos del
término, su efectuacién sin resto (en presenta-
cién hastiada de sf) y su agotamiento también
sin resto, sin el resto que era hasta ese momento
la posibilidad de una representacién dada con
todas las otras muertes: muertes trégicas 0 glo-
riosas, muertes roménticas 0 muertes liberado-
ras; e incluso, para decir mas todavia, sin ese
resto que no habia sido ni mas ni menos, acaso,
que el motivoy el mévil de toda la representacién:
la muerte como apertura a la ausencia y lo au-
sentido [absens], 0 la finitud como apertura al in-
finito.
Para ser axin mas precisos, es necesario lle-
gar a esto: la ejecucién sin resto de la represen-
tacién implica su agotamiento, porque ella debe
llevar hasta el final una légica en
64
LA REPRESENTACION PROHIBIDA
sencia se resuelve en acto puro, o en potencia.
La doble constitucién judeo-griega de la repre-
sentacién (que yo lamaba «romana») implica una
distancia interna que, por cierto, no excluye la po-
tencia (la imagen de Roma nos lo recuerda lo su-
ficiente), pero que la ajusta de algdn modo a la
presencia (quiérase o no, es el orden del derecho
que sucede al orden sagrado).®? La presencia
implica la ostensién, y la ostensién implica el
desdoblamiento, o la puesta fuera de side un «si
mismor: de ahi que la representacién se abra, se
desdoble y se divida. De ahi que el «sujeto» gane
suverdad finita en la prueba de una errancia
finita. De ahf que pueda llegar a querer salir de
Ja presencia, no ya por ausentamiento, por reti-
rada ni por exposicién, sino por sobrepresencia,
por una vuelta a si que ya no tiene estructura de
«s{ mismo», sino que se hace potencia pura: ni
«poder, ni conatus, y ni siquiera «oluntad), si-
no potencia agotada en su acto,®4 lanzada en el
gesto de un verdugo queen él se sacia y con élre-
mata a un ser reducido a un golpe mortal.
58 Digase lo que se dijere, por otra parte, del abismo del
fundamento que horada también el derecho mismo.
No puedo ignorar hasta qué punto debo hacer pensar
en Nietzsche, excepto precisamente en esta wiltima for-
mula: el «caso Nietzsche» os aqui de una extraordinaria
complejidad, pero no voy a detew-Luc Nancy
No queda, entonces, mas que pensar, como
Beuys lo indica, una impensable re-presenta-
cién, una repeticién del acontecimiento mismo.
Siempre es posible mostrar las imagenes més
terribles, pero mostrar lo que mata toda posibili-
dad de imagen es impos Ivo si se rehace el
gesto del asesino. Lo que pro ste sentido
a representacién es el campo.
Quizas esta sea también la razén por la que
tal o cual representacién corre el riesgo de vol-
verse sospechosa de una especie de comp!
complacencia inquie' voluntaria,
como se pudo discutir c cidn a ciertas p
liculas o novelas (Portero de noche, La decisién de
Sophie, etc.): la figuracién parece amoldarse en
llas a la desfiguracién. Empero, la complacen-
cia no es menor cuando uno se cree capaz de evo-
car el suerio feliz. de un deportado en el cual la
astucia desvia la deportacién de los campos y la
conduce hacia Israel (como en El tren dela vida,
de Radu Mihaileanu), porque el suefio fue prohi-
bido en el campo, sobre todo el suefio dichoso y
de parecida inverosimilitud, y del mismo modo
es imposible para el espectador entregarse a esa
pacotilla,
Pero la representacién que el campo prohibe
es, precisamente, la representacin que quise
lamar «prohibida» para dejar entreveren ella la
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puesta en presencia que divide la presencia y la
abre a su propia ausencia (que le abre los ojos,
los ofdos y 1a boca), o, para ser més exacto, la re-
presentacién que se deja sorprender e interdecir
en el sentido en que la interdictio del juez. roma:
> emitia su fallo entre las dos partes: puesta en
suspenso del ser-ahf para dejar pasar el sentido,
o lo au-sentido {absens].55 Mas que proscripta 0
impedida, esta representacién se prohibe en ese
sentido a si misma, Es el sujeto de su retirada,
de su intercepcién, incluso de su decepeién.
1 de arrojarse fuera de si y de la presencia
ror del acto, ahonda y retiene la presen-
ia en el fondo de si misma.
‘Tales, entonces, una representacién que no
pretende ser «de los campos», pero que pone en
juego, como tal, su (ir)representabilidad, por
ejemplo, con medios completamente diferentes
y que se pueden apreciar de diversas maneras,
tanto las losas grabadas por Jochen Ge
evan los nombres de los cementerios judios en
Su reverso, invisible contra el suelo, como las
sentido en que Meh
nprender ol «interceptor [intercept
jue atrapa, para dejarse llevar,
movimiento de una fuerza (L’esthét
Auch: Tristplanchas de cristal puestas de pie del «Quedarse,
resistin» de Emmanuel Saulnier, o bien la Shoah
de Claude Lanzmann, que plantea sin descanso,
en su propia puesta en escena, la negativa a po-
ner en escena. También es posible considerar,
aunque la proximidad parezca chocante y sea,
en efecto, discutible, La vida es bella, de Roberto
Benigni, y la puesta en juego, por medio de una
inversién absurda, del aplastamiento del senti-
do en Auschwitz (del mismo modo, esta pelicula
es probablemente la tinica que presenta el cam-
po como un decorado, como un espacio de repre-
sentacién).
Quiz sea \cluso mencionar, si bien no
Jo propongo sin reticencias —a tal punto el caso
me parece més delicado que el anterior—, el tan
discutido juego verdadero-falso de Lego, que de-
bemos a Zbigniew Libera® y que a mi juicio se
puede analizar en términos de recurso a la irre-
presentabilidad a través de un aplastamiento
de la representaci6n o su reduccién a lo irriso-
rio.57 Habria que examinar, caso por caso, lo que
permite o impide descifrar en la obra una resis-
ire d’'Auschwite dans Vart contempo-
yigs. 208-7 y 225 y sigs
mbién, sin duda, el sentido de la refle,
to después de Auschwitz e
n Apres coup.
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tencia a «representar» y, por ende, también una
resistencia a chacer obra», Jamés habré, desde
luego, una sola lectura posible; es indispensable,
al menos, que la cuestién pueda plantearse y
que las eventuales criticas, y hasta las conde-
nas, no respondan a un misticismo idélatra de lo